Laberinto No.857 (16/11/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA

ENTREVISTA

JUAN MANUEL GÓMEZ

ÁNGEL SOTO

Carlos Marín: nuevo manual de periodismo

Gerardo Herrera Corral y los agujeros negros

Foto: Martín Salas/ Archivo

SÁBADO 16 DE NOVIEMBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 857

Elena Sada: mi vida en el reino de Maciel José Luis Martínez S./ FOTOGRAFÍA: ARCHIVO ELENA SADA

Elena con el padre Anthony Bannon y Marcial Maciel, Wakefield, Rhode Island, otoño de 1991.

Foto: A.S.


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ANTESALA

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CASTA DIVA

La manzana y el cerebro AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA A. L.

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rear es una necesidad que inicia con la curiosidad y el conocimiento, un proceso cognitivo que es inherente al ser humano. Me invitaron a impartir un curso en un colegio, a los alumnos de sexto de primaria sobre el ejercicio que realizamos en la Colección Milenio Arte al comisionar a los artistas una pintura inspirada en un poema, en la serie “La Poesía vista por el Arte”. El camino para llegar al poema inició con la observación y la descripción, los niños observaron una manzana con detenimiento, y describieron su forma, colores y sabor. La curiosidad que se mantiene alerta en esa edad en la que nos dedicamos a aprender, los retó a encontrar la mayor cantidad de colores en su manzana. Las niñas y niños excitados por su descubrimiento estaban impacientes por dibujar su manzana. Al momento de hacerlo los dibujos dejaron atrás la simpleza de usar un color, las manzanas tenían matices, volumen, sombras. ¿Qué habría sucedido si mutilo ese proceso? Si les digo a los niños que no tienen que observar, describir, ni dibujar a la manzana, que la fruta ya es arte, es un readymade. Les informo, para sostener esa imposición injusta, que una señora híper mediocre llamada Yoko Ono así lo hizo y la expuso en el MoMA, amparada en una estructura ideológica que desprecia a la inteligencia. El daño habría sido muy serio, la relación de la concertación para la observación, el esfuerzo por re-conocer algo que creían conocido y llevarlo a otro nivel y además recrearlo con toda esa información, se habría roto, por la dictadura de un estilo artístico que fractura los procesos cognitivos alentando a la mediocridad. Las consecuencias en el cerebro de un niño o un aspirante a “artista” van a ser las mismas: perderán la capacidad de observación, análisis y recreación. Para los niños fue muy importante saber que ese proceso lo sigue un pintor profesional para realizar una obra, y trataron de que su dibujo tuviera esa carga del que sabe lo que está dibujando, no de un amateur. Es la intención que menciona Aristóteles en su Poética, cuando llama a la obra de arte el resultado de un trabajo con “intención de ser artístico, no un trabajo automático”, sino uno meditado en el resultado. El artista VIP que elije voluntariamente mutilar su inteligencia amparándose en un estilo de arte y su ideología, se está degradando para formar parte del establishment, son conscientes de que el “privilegio” de enaltecer la mediocridad les permite una presencia artística. Existen muchas formas de prostitución intelectual, el arte VIP está desprestigiando al arte sumiéndolo en una patológica desidia intelectual. Es el camino para tener una sociedad acrítica y manipulable, es el sueño del establishment.

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Dibujo de un alumno de primaria.

Doctor Sueño. Dirección: Mike Flanagan. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Tras los pasos de Kubrick

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA WARNER BROS.

l resplandor (1980) es una de las mejores películas del cine mundial. No la tiene fácil Mike Flanagan cuando decide dirigir Doctor Sueño, la secuela. Es cierto que Flanagan tiene a su favor La maldición de Hill House, una excelente serie que escribió y dirigió hace poco, pero resulta imposible evitar la comparación y dejar que el universo de Doctor Sueño hable por sí mismo. Para empezar, el protagonista de la película es Dan, el niño listo que en la película de Stanley Kubrick escapó de su papá en un laberinto. Dan tiene ya treinta y tantos y, gracias a sus poderes mentales, hace amistad telepática con Abra, una chica de trece que desde los cinco viene desarrollando su poder paranormal. El director pasa aquí sus primeros trabajos, pues trata de conseguir que el espectador no se dé cuenta de sus influencias, a saber, Sexto sentido y X Men. Volviendo a la película, resulta que no solo Dan ha contactado a Abra en el universo de los telépatas; hay por el mundo un grupo de jipis que viven en casas rodantes que son auténticos palacios con jacuzzis, camas de tamaño extra grande y, en lugar de cantina, un elegante depósito en el que guardan “el vapor” de los niños que asesinan. Porque sí, los jipis éstos

se dedican a asesinar muchachos. Y es que se nos informa que los infantes, sobre todo cuando son inteligentes y paranormales, tienen un vapor vital que a ellos les da mucha vida. Aunque la película tarda en despegar, la verdad es que resulta entretenida. Sucede sin embargo que una vez que están planteados los temas se evidencia lo diferentes que son Kubrick y Flanagan. El primero se daba tiempo para construir escenas largas y generar un misterio que poco a poco se convertía en terror. El segundo, en cambio, acostumbrado a la rapidez de las series, trata de contar demasiadas cosas y, cuando no lo logra, produce diálogos explicativos que caen mal. Si la película se salva es por el mundo interior de Flanagan: la casa embrujada, la familia disfuncional y la relación entre la adicción y el fantasma. Dan, por ejemplo, para olvidar que cuando tenía cinco años su papá lo persiguió con un hacha, se ha dedicado a beber. Luego de una noche más loca de lo normal, decide

A pesar de que la película tarda en despegar, la verdad es que resulta entretenida

escapar de sí mismo e irse a meter a un pueblo chico que, como sucede en estas películas, es en realidad infierno grande. Dan deja de beber y pasa los días conversando mentalmente con su amiga Abra. Pero, claro, los jipis telépatas los descubren y Dan tendrá que echar mano de sus poderes paranormales para salvar a su amiga, lo cual incluye conducirlos hasta el lugar más hambriento de Estados Unidos: El Overlook. Suena La Sinfonía Fantástica de Berlioz. El tema de El resplandor nos lleva de la mano hasta el hotel donde habrá de librarse una batalla telepática entre fantasmas, casas embrujadas y asesinos de niños. Si uno no recuerda bien la película de Kubrick no entenderá mucho, pero, por otra parte, Doctor Sueño no es de esas películas que necesiten muchas explicaciones. Basta con dejarse guiar por el misterio sin hacer demasiadas preguntas. ¿Cómo va a explicar Dan a la policía que desenterró el cadáver de un niño muerto sin avisar antes al 911? ¿A quién le importa? Lo importante aquí es entretenerse, volver a disfrutar de los pasillos del malvado hotel de Kubrick y no hacer demasiadas comparaciones porque, si uno las hace, corre el riesgo de encontrarse tan perdido como Jack Nicholson en el laberinto helado del Overlook.

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ANTESALA

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POESÍA

La parte más oscura del camino JOAN MARGARIT

He bajado al jardín en mitad de la noche. Como puntas de lanza, las estrellas marcaban el asedio lejano pero exacto del olvido. Justo al salir al frío de los árboles, un zorro, al verme, se ha quedado inmóvil en el césped umbrío. Tras mirarnos durante unos instantes, ha tomado, sin prisas, la parte más oscura del camino. Sus ojos y mis ojos son un enigma idéntico. He pensado que a veces yo también entré en otro jardín atravesando el césped una noche y con mis ojos sorprendí otra mirada. Algo se busca. Por lo que yo sé, solo la dignidad. La de la vida mientras se va yendo hacia lo más oscuro del camino. Con este poema, que pertenece a No estaba lejos, no era difícil (Visor), celebramos el Premio Cervantes concedido al escritor catalán.

EX LIBRIS

El sueño de Durga/ EKO

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LOS PAISAJES INVISIBLES

José de la Colina IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

asi nadie reconoce la generosidad del que recuerda, del que comparte la añoranza de personas y lugares para preservar una experiencia, el que ilumina las tertulias con una amable invocación. Me atrevería a decir que nadie repara en la dádiva que otorga el que se ocupa de redactar semblanzas de los otros, si vivos, ninguno estima la nobleza del que escribe de los que ya se han ido. Nadie toma en cuenta la benevolencia de ese gesto que procura inmortalidad, aunque codiciemos permanecer en la memoria. Que mañana alguien nos recuerde es improbable. Con el tiempo nos olvida la familia, nos omiten los amigos, nos desconocen los amores, sean fugaces, incluso duraderos. Y si a esa incertidumbre añadimos que la evocación pocas veces toma en cuenta los méritos grandes o modestos o las cualidades del carácter pues los defectos son más útiles para aguijonear una nostalgia, entonces la ecuación se vuelve complicada: recordar responde a ciertas leyes del espíritu para las que la voluntad sirve de poco. José de la Colina era un generoso evocador. Se ocupó de eternizar lo mismo a Alfonso Reyes, Octavio Paz o José Revueltas, que al completamente olvidado narrador Carlos Valdés o a un remoto cronista de nombre Primitivo Rodríguez Mateos, que nunca publicó un libro, y era iletrado, pero que le contó picantes peripecias de la Revolución. De la Colina inventaba ficciones quizá para no empañar la vehemente recordación de su pasado, esa historia personal en la que nunca ocupó el puesto estelar pues prefería narrarse como testigo de correrías ajenas, era el relator de las virtudes privadas y los vicios públicos. Aquellos seres, ese personerío refería su aprendizaje como oyente de aventuras, como lector de asombros, como cómplice de luchas estéticas o intelectuales, como militante de vocaciones renovadoras del arte y la cultura. De la Colina, también, era insobornable con la prosa. Sus cuentos, homenajes, sus variaciones literarias conjugan la armonía de la palabra con la imagen peculiar o la tímida erudición que revela lo profundo; siempre procuró conservar la esencia anecdótica pues, sabía, el sentido de la fábula corre el riesgo de extraviarse en la espesura del lenguaje. De la Colina amaba el cine. No por su condición de sueño en movimiento ni por la posibilidad de recrear épocas lejanas o universos irreales, sino por algo más sutil, más significativo. Predicaba que si el cine posee un don etéreo, éste es el de mostrarnos vivos a los muertos. Recuerdo esta idea tan peculiar y abro en mi viejo iPad la aplicación Blanco, sobre el poema y la obra de Octavio Paz, que el extinto Conaculta y el FCE produjeron hace años para dispositivos móviles. La aplicación incluye entrevistas y fragmentos de las emisiones televisivas del Nobel mexicano. En el clip de 1984, a propósito del cumpleaños número setenta de Paz, aparece José de la Colina comentando Un lance de dados no abolirá el azar, de Mallarmé, y las posibilidades poéticas de Blanco y los discos visuales con los que podían practicarse versos a través de la combinación. Serio, ensimismado en el debate, la voz de De la Colina resuena como en tantas ocasiones que se impuso sobre el rumor de copas, sobre risas y trasiegos, cuando alguna sombra le despertaba una reminiscencia y nos hablaba de Luis Buñuel, de José Alvarado, de Juan Rulfo, de Pedro Miret y de un caudal de personajes que devolvía al presente y sentaba en la mesa con generosidad. Entonces pienso: ahora que se ha ido, es justo que le devolvamos a don José un poco de la benevolencia que manifestó en su personerío, prosiguiendo la lectura de sus libros, recordándolo como amigo y preceptor, reviviendo sus andanzas colmadas de experiencia, sabiduría y sentido del humor.

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SOCIEDAD

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La edición actualizada de su Manual es la piedra de toque de esta entrevista en la que Carlos Marín expone sus puntos de vista sobre el oficio de informar

Por un periodismo sin causa ideológica o política

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JUAN MANUEL GÓMEZ FOTOGRAFÍA MÓNICA GONZÁLEZ

a “edición actualizada” del Manual de periodismo de Carlos Marín (Grijalbo, 2019) aparece en un momento de cambios impresionantes en las herramientas utilizadas por quienes ejercen el oficio periodístico, ya sea en las plataformas tradicionales (prensa, radio y televisión) o en el mundo digital, donde todo sucede con inusitada rapidez. En entrevista, Marín habla de los cambios que incluye la nueva edición de su manual, que durante más de tres décadas ha sido utilizado como libro de texto en facultades y escuelas de periodismo, en México y el extranjero. Habla de los valores y principios inmutables de esta actividad, entre ellos la necesidad de reportear y comprobar los datos y hechos que se publican, porque la información debe ser oportuna, pero también veraz. La primera edición de tu manual, firmada con Vicente Leñero, apareció en 1986; 33 años después, ¿qué le ofrece a los estudiantes de periodismo? Que figurara Leñero fue mi decisión porque él me alentó para que lo escribiera y me regaló unos apuntes que me sirvieron para estructurar el libro. Esta tercera edición del Manual contiene lo mismo, actualizado, corregido y aumentado, que la primera: las claves elementales del periodismo, con ejemplos más cercanos en el tiempo de cada género y la interacción de los medios tradicionales con las nuevas tecnologías y plataformas cibernéticas.

Vivimos un tiempo de veloces cambios tecnológicos. ¿Qué utilidad tiene aprender los principios del periodismo tradicional que abordas en tu libro? Concibo el periodismo sin adjetivos, de modo que lo “tradicional” a que te refieres lo entiendo aplicable para los medios en que se expresa pero no en su ejercicio. No hay aritmética o física “tradicionales”. Dos y dos son cuatro y el agua es líquida, sólida y gaseosa. Así de sencillo. ¿Cuáles son los valores inalterables del periodismo? ¿Qué debe o debería saber todo periodista profesional? Son varios. En la definición de cada género (nota informativa, entrevista, etcétera) lo explico, pero el mejor periodismo requiere del ímpetu vital del periodista de reportear, para lo cual es muy importante una sólida formación cultural, gusto por la lectura y dominio de la escritura. ¿Qué características deben tener quienes deseen estudiar periodismo? El interés vivo y vívido por la información, por las novedades y desde luego por la lectura, porque sin lectura no podrán escribir o hablar de la maneracomomejorconviene.Debendeleer no solo periódicos y revistas —digitales o impresas—,sinotambiénnovela,ensayo, poesía y tener un bagaje cultural amplio, sólido, que deben incrementar constantemente,sindarseporsatisfechosnunca. Deben también saber utilizar las herramientas del ciberespacio, las redes sociales, los bancos de datos, etcétera. ¿Y en cuanto a sus características personales? Deben ser personas sociables, curiosas, con capacidad de comunicarse, por es-

crito y de manera oral. Deben saber relacionarse con personas que no necesariamente van a formar parte de un trabajo periodístico, pero que les pueden ayudar a realizarlo: colaboradores, asistentes, secretarias que les pueden facilitar el acceso a los personajes que les interesan periodísticamente. ¿Cuáles son las diferencias entre el periodismo que practicaste al principio de tu carrera con el que se hace actualmente? ¿Estas diferencias son positivas o negativas? La más importante es la velocidad con que hoy debe trabajarse y la profusión de todo tipo de informaciones. Tuve la fortuna de comenzar a reportear sin fuente fija. Eran asuntos, digamos, populares, tales como “ciudades perdidas”, empleos informales, problemas habitacionales, carencia de servicios urbanos y de transporte, que pude alternar, en secciones y suplementos culturales, con temas históricos y arqueológicos, y debía entregar al menos dos textos periodísticos al día. También me fue de gran utilidad ser enviado a lugares con escasa posibilidad de hacer llegar mi información (había que conseguir teléfono y que una operadora de larga distancia hiciera el enlace) y servicios de télex, ahora en desuso. Aprendí a redactar dictando cada oración y en ocasiones la comunicación me obligaba a deletrear. Pero el periodismo para impresos implicaba cierto reposo para concebir y redactar, desde luego en la redacción del periódico, pero también si estaba de viaje. En la actualidad se requiere de una gran rapidez; muchos periodistas dan la nota en un tuit unos segundos después de ocurrido el hecho.

La complejidad aumenta si como reportero deben nutrir espacios en todas las plataformas, como se da en el Grupo MILENIO. Una diferencia muy positiva que aquilato es que puedo resolver casi lo que sea con un teléfono celular y una computadora que tengan internet, así como la oportunidad de consultar lo que quiera, desde problemas ortográficos hasta informaciones que me permitan contextualizar mis textos. ¿Continúan siendo vigentes los géneros periodísticos? ¿Por qué? Sí, desde luego. Este diálogo contigo, por ejemplo, es una entrevista, no una crónica ni menos un reportaje o artículo de opinión. El periodismo se expresa en géneros precisos y no de cualquier manera. Jamás, por ejemplo, en un poema. Lo que hacemos los reporteros es contar algo que suponemos tiene interés público y esto lo resolvemos con la redacción, independientemente del medio a través del cual pretendemos que nos lean, vean o escuchen los interesados en lo relevante del acontecer nacional o mundial. En este sentido es que sostengo: el periodismo es literatura. Buena o mala, pero literatura, como lo demuestran las crónicas de la Conquista, los reportajes de Daniel Defoe sobre la peste en Londres o el relato del náufrago de García Márquez, y por tanto es forma, no fondo. ¿El periodismo más difícil es el informativo, como dice uno de los autores citados en tu libro? Informar es la razón esencial del oficio periodístico. La información es su cimiento, su estructura y su azotea. Satisfacer la necesidad y el apetito del público por las novedades que suscitan interés colectivo hace del periodismo informativo la piedra angular de nuestra activi-


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El periodista y consejero editorial de MILENIO.

dad. Sin información oportuna y veraz no hay materia para opinar o interpretar. El periodismo informativo es básico, pero no necesariamente “difícil” cuando se domina lo primero: la nota informativa. Para redactar una entrevista, una crónica o un reportaje informativos requerimos de aptitudes y destrezas narrativas que, con la práctica, se resuelven sin dificultad. Fatalmente, sin embargo, la reportera o el reportero que no sabe redactar una nota informativa es incapaz de hacer un buen reportaje, una crónica o una entrevista, por ignorar o

desdeñar los elementos clave del interés periodístico. Lo difícil en todo caso es pretender entrevistas de opinión o de semblanza, crónicas interpretativas y de opinión o reportajes demostrativos de hipótesis o tesis, ya que para esto se requiere un sólido bagaje de conocimientos y antecedentes que permitan valorar lo novedoso y contextualizar. ¿Qué piensas del periodismo multimedia? Que tiene mucho sentido para llegar a todo tipo de público.

¿Y de las redes sociales? Que en manos de profesionales son imprescindibles para enviar información, recibir órdenes de trabajo, consejos sobre lo que sucede en las diferentes fuentes y ámbitos de la información. Son utilizadas en todos los niveles de la administración pública y de la iniciativa privada para enviar comunicados, precisiones, opiniones acerca de lo que se publica. Pero también, y esto pasa en todo el mundo, son responsables de la conversión del planeta en una vecindad plagada de chismes, en la que frecuentemente lo que

se difunde es basura. En fin, todo depende de quién y para qué se utilicen. Háblame de la ética periodística, ¿en qué consiste? Es como el periodismo: inevitablemente subjetiva. Cada periodista y cada medio se comportan con una cierta ética. Los mejores son los que dan cuenta de algo desde diferentes ángulos: los que no buscan atacar o encumbrar; los que no se prestan a linchamientos, que privilegian la réplica de personas o instituciones y que no tienen empacho en admitir una equivocación. Desprecio el periodismo de causa ideológica o política. ¿Cómo ves el periodismo mexicano en la actualidad? ¿Cómo lo ves en su relación con el poder en el actual sexenio? Está en uno de sus mejores momentos: el gobierno de López Obrador es una mina periodística, dada la variedad y trascendencia de sus desaciertos. La relación es difícil porque el Presidente parte de la idea de que todo lo anterior a él estaba mal y los periodistas chapaleábamos en la corrupción y desconocíamos la libertad. La referencia que hizo al “bozal” no deja lugar a dudas y cada mañana constato que para él tiene más valor “periodístico” la zalamería de los lambiscones reporteros patito a quienes su oficina de prensa les tiene derechos de apartado en las dos primeras filas para que le hagan preguntas a modo y saboteen los planteamientos de periodistas genuinos. ¿Cuál es tu opinión de las descalificaciones y críticas del Presidente de la República hacia el trabajo de los periodistas, tanto reporteros como columnistas? Que López Obrador arrastra prejuicios carentes de sustento sin reparar en que, sin proponérselo, azuza a sus huestes contra reporteros y columnistas. No desconfío de sus intenciones, pero de las buenas, dicen, están empedrados los caminos al infierno. Dice lo que piensa, pero cree que lo importante para él es lo periodístico, pero me ufano de proclamar que lo periodístico no necesariamente es importante y al revés volteado. Como de muchas otras actividades, la seguridad nacional, la seguridad interior y la seguridad pública, por citar un ejemplo, el Presidente, simplemente, no sabe de lo que habla pero lo dice como si fuese experto. ¿Hacia dónde va el periodismo, cuál es el rumbo que le avizoras? El que le es consustancial: hacia la exhibición cada vez mejor reporteada y documentada de las lacras del poder.

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En Blackbird, novela autobiográfica, Elena S el Regnum Christi, donde llegó a ser reclutado

La vida en el reino de Ma

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JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. FOTOGRAFÍA ARCHIVO ELENA SADA

ija de una prominente familia de Monterrey, a los 19 años Elena Sada ingresó en el movimiento Regnum Christi, creado por el padre Marcial Maciel en 1959, del que también forman parte los Legionarios de Cristo. Fue una de las “consagradas” de esa organización, directora vocacional en Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, cuyo objetivo era reclutar “a la mayor cantidad posible de mujeres y niñas” para el Regnum Christi. A los 37 años escapó literalmente de la institución y se refugió en Manhattan, donde comenzó un proceso de reinvención lejos de la influencia de quien es considerado uno de los mayores depredadores sexuales del siglo XX. Elena Sada cuenta su historia en Blackbird, una novela intensa, conmovedora, pero también optimista y con gran sentido del humor —que el próximo mes estará disponible en español en Amazon, tanto en formato impreso como digital— de la cual habla en la siguiente conversación. ¿Por qué elegiste la novela y no la crónica para contar la historia de Blackbird? Elegí contar mi historia como novela autobiográfica y no como crónica porque, como lo veo, las historias no suceden cronológicamente, sino conforme el narrador va encontrando significado a los eventos del pasado. Y aunque mi historia comienza en el momento en el que dejo el Regnum Christi (RC) y me mudo a Nueva York, el lector pronto descubre que zigzagueo entre lo que viví en “la orden” y lo que Elena —ingenua, virgen, de 37 años— experimenta al salir. El zigzagueo es resultado de “descubrimientos”. Es por ello por lo que, a mi parecer, la novela se asemeja a la realidad más que la misma crónica. Además, escribí Blackbird, que en español se llamará Ave negra, cuando estudiaba mi doctorado y creo que lo aprendido sobre los métodos de investigación me ayudó a legitimar mi estilo narrativo de lo que en realidad

fue autoetnografía —el tipo de investigación en la que el investigador se somete a sí mismo a un estudio sistemático y metódico. ¿Cuál era tu trabajo en la llamada Familia Espiritual del Reino de Cristo? Aunque trabajé en algunos colegios en Italia y en España, mi principal trabajo fue en Estados Unidos donde, además de ayudar a establecer colegios y centros de catequesis, fui directora vocacional en el país, además de serlo en Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Mi objetivo era reclutar a la mayor cantidad posible de mujeres y niñas dispuestas a seguir la vocación de consagradas en el RC. Recibí el título de directora vocacional y después de coordinadora de apostolados. Durante los últimos tres años me tocó también dirigir comunidades de voluntarias y consagradas. ¿A qué te refieres cuando afirmas en tu libro que por tu trabajo podías considerarte a ti misma una tratante de esclavos, además de una esclava, haciendo referencia a la expresión decimonónica blackbirding? Blackbirding, de donde la novela obtiene su título, se refiere a la práctica de engaño relacionado a la trata de esclavos en el siglo XIX, cuando oriundos de África y algunas islas, bajo la promesa de una vida de oportunidades, eran transportados a tierras donde se les sometía como esclavos. Mi relato autobiográfico muestra mi lucha oscilando entre una identidad de víctima y la de agresora. La apropiación de cualquiera de estas identidades es muy dolorosa de aceptar, de ahí la lucha, y la comprensión de que engañé a cientos de personas, por haber sido engañada. La principal conexión entre el blackbirding y el RC es que, debido a la patología del fundador, la cual describo en el libro como abusiva y narcisista extrema, correlacionaba el valor de cada persona con su capacidad de “producir” nuevos adeptos. Esta objetivación de las personas lleva a la degradación, tanto dentro de una estruc-

El mes próximo Blackbird, con el título de Ave negra, estará disponible en español en Amazon.

“Maciel nos hizo pensar que era un santo y que gozaba de cierta clarividencia”

tura socialmente “aprobada”, como el RC, como en una condenada, como lo es la esclavitud. De hecho, Marcial Maciel, el fundador del RC, llamaba “parásitos” a los que formaban parte del movimiento sin producir nuevos adeptos. De ahí que el ímpetu por reclutar haya constituido parte de nuestra identidad. Y al reclutar, fui tanto víctima como agresora, víctima porque fuimos engañadas, tan engañadas

como lo fueron muchos de los que nos engañaron. Y víctimas porque se nos pedía más compromiso, trabajo y rigidez de lo que humanamente se les puede pedir a niñas de 16, o mujeres de 36 años. Víctimas, además, porque se nos amputaron nuestras más fundamentales conexiones, como la que nos unía a nuestra familia y amistades, hasta perder la posibilidad de confiar en nadie más que en la directora de la


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Sada narra su paso por ora de niñas y jóvenes

arcial Maciel

comunidad, de quien solo recibíamos migajas de lo que nuestro desarrollo emocional requería. En el libro tienes un sueño en el que el padre Maciel te invita a sentarte en sus piernas. Y tú afirmas al despertar: “pero él no me sedujo de esa manera”. ¿De qué manera te sedujo? Maciel tenía una capacidad increíble de manipular y engañar a las personas

y creo que solo quien ha experimentado ser víctima de un narcisista abusivo lo entiende. Estas personas tienen el mismo efecto que tiene el faro de luz en las presas durante la cacería: las encandila y disfraza el peligro de luz. Maciel nos hizo pensar que era un santo y que gozaba de cierta clarividencia por su cercanía a Dios; una clarividencia no exagerada, para no despertar dudas, sino bastante sutil. Te convencía

de que él sabía más de ti de lo que tú y tu familia sabían. De hecho, te manipulaba para que dudaras del juicio de tus padres. En mi caso, me abusó al aniquilarme, al extraer mi identidad, mis juicios, mis creencias, y sustituirlas por sus creencias. Me hizo creer que anhelos normales eran pecaminosos. En el libro relato un encuentro en el que me interrogó con morbo durante una confesión y, de esa forma, abusó de mi inocencia. Y me abusó pues me hizo pensar que tenía vocación a la consagración, llamándome egoísta cuando dudaba de ésta. ¿En qué momento la figura de tus superiores dejó de ser la representación de la voluntad de Dios? ¿Qué fue lo que te dio fuerza para aceptar ese pensamiento? Creo que, a pesar del sentimiento de culpabilidad, llegué a desconfiar de mis directores como intérpretes de la voluntad de Dios gracias a tres situaciones. La primera fue cuando mi padre tuvo una embolia; los directores no me lo dijeron hasta después de que regresé de un viaje en el que iba como responsable de un grupo de posibles candidatas. Cuando pedí cuentas, se me dijo que no querían que me distrajera. La decisión de los directores me pareció sumamente cruel y reflejo del espíritu de objetivación en el RC. El segundo momento fue cuando siendo directora y teniendo a una persona bajo mi cuidado, me percaté de la terrible depresión en la que ella vivía por creer que no tenía vocación; sin embargo, los directores del RC me indicaron que la “convenciera” de que sí la tenía. En esa ocasión desobedecí y me invadió la paz; la experiencia me ayudó a cobrar confianza en mi propio juicio como posible guía. La tercera, más que una situación, fue una condición: la madurez. Al cumplir los 35 años me dejé guiar más por la paz que me producía la meditación y la lectura espiritual que por lo que indicaban los directores. En la introducción de Blackbird dices que mientras los laicos traten a los sacerdotes como humanos superiores, algunos de ellos adoptarán el rol de una casta superior, y tendrán la tentación de vivir al margen del orden civil. ¿Es nuestra culpa que los sacerdotes pierdan el piso y cometan crímenes? No es nuestra culpa; los líderes de la Iglesia y los pederastas comparten esa responsabilidad. Sin embargo, por mi experiencia en el RC y en mi papel como educadora, he aprendido que la víctima no puede esperar a que los agresores dejen de agredirla para que ésta deje de ser víctima. Mucha de mi investigación —actualmente con niños inmigrantes en Estados Unidos— me ha llevado a introducirme en el concepto de “la abogacía de uno mismo”. Cuando no puedes controlar lo que te angustia, controlas lo que sí puedes influir. En este caso todos los seglares podemos contri-

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buir si entendemos nuestro papel en este degenere. Sostengo que uno de los cambios que tienen que suceder en la Iglesia está en nuestras manos: tratar al sacerdote como un hombre y no como un superhombre, ya que, al tratarlo como superhombre, estamos inflando su ego y posicionándolo por encima de las leyes a las que todos nos sometemos. Sostengo que los seglares tenemos el poder de crear una infraestructura dentro de la Iglesia que coloque al sacerdote a nuestro mismo nivel. Con esto no desdigo el sello espiritual que el catolicismo atribuye a quien sigue el sacerdocio, simplemente afirmo que el sacerdote (ya sea párroco, obispo o cardenal) debe de saberse “uno más”, sometido a las mismas reglas a las que nos sometemos todos, y esto no pasará hasta que nosotros lo entendamos. Propongo, además, que es una cuestión de estructura: se trata de una estructura antiquísima que ha perdurado por una falsa interpretación del Evangelio: se dice que fue algo dictado por Cristo y que por tanto no puede ser cambiado. Yo quisiera que los católicos reflexionáramos en el Cristo que en su momento fue vanguardista, por tanto, esta estructura fosilizada es contraria al testimonio del propio Cristo. Pero al humano que tiene el poder no le gusta cambiar la estructura, al hombre le gusta el poder, es una tendencia y eso es a lo que me refiero cuando digo que nosotros posibilitamos su sentido de superioridad al tratarlos como superhombres: “que el padrecito no tenga que lavar los trastes, o cambiar pañales o ganarse el pan con el sudor de su frente como lo hacemos todos y pregonó San Pablo; qué barbaridad, ¿cómo le vamos a pedir eso al padrecito?” Y hacemos siempre lo que dice el “padrecito”. El sacerdote que entiende auténticamente el sacerdocio, comprende lo que digo —y si hay algún sacerdote que lea esto y no está de acuerdo conmigo, me encantaría que me lo dijera—. Algo que me ha otorgado la cátedra es amar las buenas discusiones. “La obediencia de tercer grado es la más perfecta porque es aquella en la que tú actúas y piensas como aquel a quien amas, pero además él actúa y piensa de la misma forma en que tú lo haces porque verdaderamente te ama sobre todas las cosas. Hasta el final has hecho lo que yo he querido, y yo, hasta el final, he hecho lo que tú deseabas que yo hiciera”. Esta frase extraída de la película La obediencia perfecta, ¿te dice algo? Siento repugnancia al escucharla, al recordar cómo Marcial Maciel violaba niños con la bandera del amor. Y para llegar a ese grado de abuso, Maciel preparó el camino, lo allanó para que todos estuviéramos dispuestos a hacer cualquier cosa por él. Ya con esa confianza, elegía a ciertos niños para violarlos sin violencia, por la plataforma de la obediencia que creó. •


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DE PORTADA

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En el RC la obediencia que se nos imponía era absoluta, teníamos que seguir a rajatabla las indicaciones y los deseos de directores sin entrometer nuestro juicio, pues hacerlo iba en contra de ese “actuar y pensar como aquel a quien amas”. En el RC se te pedía que cedieras tu juicio, y que llegaras a verlo todo —hasta lo mínimo— como el director lo veía; pero no para enriquecer la percepción, sino para ceder y sustituir tu juicio por el del superior. Y eso es anular tu propia visión, tu experiencia, tu propio pensar y tu identidad. Eso es grave no solo porque va en contra del desarrollo natural y sano de la persona humana, sino porque una vez que alcanzas esa “meta de perfección” quedas a merced del narcisista. Se usaba a veces la imagen de la gota que al caer en el océano adquiere el poder y la grandeza del océano y se pierde a sí misma; sin embargo, ésta no es una analogía que corresponda acertadamente a la naturaleza del ser humano. La riqueza de la humanidad radica en la individualidad y en la capacidad de juicio de cada individuo, de cada persona; el que cada uno añada o aúne su propio juicio, y conciencia, y opiniones, cultura, antecedentes y experiencias a la fuente común de la humanidad. Todos juntos sumando a una totalidad mucho más rica, con sinergia, no por haberse fundido y perdido, sino porque cada uno prevaleció. Y tristemente, el peligro de “perderse” a uno mismo por malinterpretar el Evangelio (Mateo 16:25) prevalece más comúnmente, y con resultados igualmente devastadores, en muchos matrimonios. ¿Cuáles son los mecanismos y procedimientos de la Legión para reclutar gente y dinero? Maciel nos entrenó con sus palabras y su ejemplo, y nosotros entrenamos a las generaciones más jóvenes. El planteamiento era: si la persona es líder social, económico o humano, o muy guapito o guapita, la persona solo necesita ser generosa para aceptar su llamado al RC. Entonces, si la persona tenía la idoneidad y la generosidad, su lugar era el RC, pues por algo Dios le había dado la idoneidad. Si te fijas, casi no había consideración de la voluntad o el sentir de la persona. Y para que la persona tuviera la generosidad, se usaban varias técnicas; se les explicaba que ingresar era lo más generoso y serían recompensados espiritualmente. Se les hablaba de los otros líderes en el RC, para que el networking les atrajera. Se convencía primero a la esposa y madre, pues tenía tiempo de ayudarle al sacerdote glamoroso o bien entrenado en las relaciones sociales, o genuinamente amoroso. Se usaba mucho la artimaña de menospreciar a otras órdenes o grupos de la Iglesia que trabajaban promoviendo la justicia social, presentándolos como antagonistas de la unión de clases y de los objetivos de los grupos de dinero, y así los líderes económicos vieran a la Legión y al RC como un aliado. A mí se me entrenó para contar mi historia, sobre todo la parte donde Maciel me dice: “Sé tan generosa que quieras ofrecerle a Dios tu vida en el Regnum Christi para que hagas cosas grandes por Él”. Creo que así fue como atraje a las Patty Hearst de mi época, y así, “engañadas”, entraron al RC en vez de encontrar otras formas más genuinas de promover el amor y la justicia.

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Marcial Maciel (de espaldas) y Elena Sada en el Primer Encuentro de la Juventud y de las Familias de Regnum Christi, Chicago, 1997.

RESEÑA

La tentación de creer

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JUAN MANUEL GÓMEZ FOTOGRAFÍA ARCHIVO ELENA SADA

l padre Marcial Maciel era un hombre guapo, carismático y astuto que durante 64 años (fundó los Legionarios de Cristo en 1941, a los 21 años de edad, y fue separado de la dirección en 2005) y hasta su muerte (ocurrida en 2008) gozó de impunidad por parte de la justicia civil y eclesiástica para violar muchachos a su antojo, tener hijos con dos mujeres siendo sacerdote, hacer uso excesivo y constante de la morfina y del alcohol, y llevar una vida de lujos a costa de cuantiosas donaciones monetarias dirigidas a la Iglesia católica. ¿Por qué nadie tomó en serio las docenas de denuncias y pruebas contundentes en su contra? ¿Por qué hoy en día continúa teniendo seguidores fieles que meterían las manos al fuego por preservar limpia su memoria? Para tratar de comprender cómo un sistema de purificación espiritual conduce al resultado perverso de la alienación y la esclavitud, es invaluable el testimonio que Elena Sada, una de las “consagradas” del Regnum Christi, movimiento relacionado directamente con los Legionarios, ofrece en su libro Blackbird. A Memoir. The Story of a Woman that Submited to Marcial Maciel, Became Free, and Found Happiness Again (Amazon, 2018). Lo primero que se necesita para cruzar esa frontera es un fajo de buenas intenciones: una fe cristiana inquebrantable y el deseo de ayudar al prójimo por parte de adinerados padres de adolescentes plenos de energía, entusiasmo y belleza, sedientos de un guía que los ayude a encontrar el camino correcto

en la vida. Lo segundo es un sistema de paulatino aniquilamiento de la personalidad fundado en las enseñanzas de Jesucristo, pero en virtud de que se trata de una comunidad laica, con ciertas hábiles adecuaciones que garanticen el sometimiento secreto, con tal nivel de eficacia que el muchacho quede convencido de que la degradación moral y física en la que ha caído tiene su origen en una iniciativa personal, es por el bien de su comunidad y ha sido dictada por la voluntad de Dios. “Marcial Maciel era un pervertido —escribe Elena en Blackbird—, y como todos los pervertidos era extremadamente carismático. Sabía qué decir, cuándo decirlo, a quién ganarse y de quién alejarse. También escogía cuidadosamente de quién abusar sexual o emocionalmente, y cuándo parar. Nos engañó a todos. También convenció a gente buena. Nunca fue vulnerable ni accesible para la mayoría de nosotros —siempre había un intermediario que, afortunada o desafortunadamente, era mejor que él—. Se valía de embajadores que eran genuinos. Algunos de ellos se volvieron abusadores también, pero la mayoría no”. Durante 18 años, Elena Sada siguió los votos de aislamiento, castidad y pobreza reservados a las “consagradas”.

Elena Sada siguió los votos de aislamiento, castidad y pobreza reservados a las “consagradas”

Practicó la llamada “obediencia perfecta”, que implicaba la sumisión del propio juicio, la nulificación de su individualidad; jamás cuestionó ni habló mal de sus superiores (una falta por demás grave). Proveniente de una familia rica de Monterrey, dentro de la orden no era propietaria ni siquiera del par de zapatos duros y baratos que la cargaban durante el ir y venir diario. Cuando tuvo pensamientos ajenos a la castidad, fue invitada a utilizar el cilicio en uno de sus muslos. Fue industriosa y productiva, como insistía el padre Maciel, al grado de sufrir una degradación física de la que no fue consciente hasta el último día de su encierro. Todo eso habría valido la pena, porque Elena se nutrió profesional e intelectualmente dentro de la orden, de no ser porque descubrió el engaño. “Yo era... una monja... o casi una monja... o más que una monja [...] y Maciel era, en mi opinión, un perverso, un megalomaniaco diabólico y un narcisista abusador”. Blackbird es un libro hermoso, ya que a cada paso la protagonista (porque Elena atraviesa las brumas de un mal sueño ajena a sí misma, como si formara parte de una ficción) rectifica su camino y conscientemente, despertando de manera paulatina su adormilado libre albedrío, abre una puerta, y eso nunca puede considerarse “bueno” o “malo”, porque lo importante es el regalo que espera detrás de esa puerta; aquello que puede uno hacer propio de cada experiencia para seguir adelante, y continuar abriendo puertas que lo conduzcan hacia su propia vida.

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EN LIBRERÍAS

16 DE NOVIEMBRE 2019

NARRATIVA, ENSAYO El día que no fue

Kil Ji-young, nacida en 1982

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A FUEGO LENTO Imagina que no hay cielo

Los motivos de Bayardo México, 2019

Sandra Lorenzano Alfaguara México, 2019 195 páginas

Cho Nam-joo Alfaguara México, 2019 157 páginas

Antonio Malpica Océano México, 2019 380 páginas

No hay historia de amor que no contenga la amenaza de la ruptura. Esa es la sospecha que guía esta novela por la cual pasan el desamparo y el miedo. La protagonista, cuyo nombre ignoramos, ha roto con su pareja masculina para embarcarse en una relación con otra mujer a quien empieza adorando y más tarde temiendo. Quedan únicamente los restos del naufragio, los recuerdos, una memoria que obliga a mirar la propia historia con distancia e ironía.

Podría pasar por una mujer que sufre un trastorno de personalidad disociativa pues adopta las voces de un sinfín de amigas, compañeras de trabajo y familiares, pero lo cierto es que la protagonista de esta novela es una suerte de conducto a través del cual se manifiestan los sentimientos y deseos de todas las mujeres de su generación. “Unas veces”, leemos, “actuaba como una persona que seguía con vida; otras, como una persona ya fallecida”. Cho Nam-joo ha obtenido un éxito global.

Dirigida a un público juvenil, esta novela narra las andanzas de Neto y Jocoque Oroprieto Laguna, quienes abandonan la Ciudad de México, sacudida por la crisis financiera, y vuelven al pueblo de sus raíces, San Pedrito Totoloapan. Como en otras ocasiones, Malpica ofrece un producto divertido, sin honduras y maromas estructurales, bueno para darle la espalda a la televisión. La familia y cómo deshacerse de ella terminan siendo los detonadores de la trama.

Contra el sueño profundo

El poder vacío

Auge y caída de los dinosaurios

Peter Handke Nórdica Libros España, 2017 216 páginas

Lorenzo Meyer Debate México, 2019 240 páginas

Steve Brusatte Debate México, 2019 399 páginas

En este volumen se reúnen “escritos de ocasión” —como llama a sus críticas—, “cartas adjuntas” —como llama a los textos que acompañan libros que le interesan— y otros más que no son de creación, del reciente ganador del Premio Nobel. Desde muy joven, Handke supo lo que quería de la literatura: “Antes que nada me importa el método para que pueda comunicarme mejor con los demás”. El texto más importante es el dedicado al debate por el Premio Heinrich Heine.

Lo que expone este libro son las causas por las que López Obrador y Morena alcanzaron el poder. La descomposición a la que llegó el sistema político mexicano a partir de la alternancia PRI-PAN, y en particular el nivel de corrupción alcanzado durante el gobierno de Peña Nieto, abonó en este triunfo. Anota Meyer: “De continuar por ese camino de corrupción, ineptitud, violencia y desigualdad, México, como comunidad nacional, seguiría perdiendo sentido”.

Además de ofrecer un fascinante recorrido por la historia natural de nuestro planeta, y de las condiciones que hicieron posibles la aparición y posterior extinción de los dinosaurios, Brusatte repasa los más sorprendentes avances de la paleontología, esa ciencia para aventureros y nómadas. De esta manera, lleva al lector a épocas remotas y en un golpe de mano lo instala en nuestro presente. Uno de los grandes regalos de este año, no solo por su amenidad sino por su ánimo de divulgación.

La tiranía de las letras ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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l mundo literario —sus capillas, sus egos y descalificaciones, sus pactos a oscuras— no deja de tener un atractivo morboso para los mismos escritores. Hace dos décadas, Enrique Serna se atrevió a explorarlo en clave fársica en su novela El miedo a los animales. Luis Arturo Ramos lo hace ahora en Los motivos de Bayardo (Lectorum), un divertido thriller cuyos personajes no deberían tomarse como reales (si acaso, como caricaturas de algunos monumentos). Pensemos en un escritor coronado de laureles, olímpico y cercano al poder, y en su voluntad de publicar el canon de la poesía mexicana contemporánea después de su muerte; agreguemos a un alto funcionario de la cultura que roba el manuscrito para suplantar a una de las figuras consagradas; echemos a andar a un poetastro transformado en detective para revelar el engaño, y tendremos la materia cómica de Los motivos de Bayardo. Además de una trama electrizante, la novela es un alegre ejercicio de estilo. Luis Arturo Ramos gusta de la musicalidad de las palabras, de los juegos de sentido, de la cita refinada o aun de la elocuencia arrabalera. Lo mismo se dilata describiendo los intercambios verbales de una tertulia en una cantina cercana a la Alameda que en las ceremonias sobre las cuales se erigen los prestigios literarios. Así que gozamos la trama a la vez que disfrutamos la manera en que se expresa: “La poesía se fue al carajo cuando dejó de ser una necesidad para convertirse en una profesión”, “Ya nadie responde al potente batir de los tambores de la guerra interna”. Por más desternillante que sea, Los motivos de Bayardo contiene una buena dosis de veneno. Exhibe las ambiciones de la burocracia cultural y, por añadidura, su modus operandi, más emparentado con los códigos gangsteriles que con la cortesía, pero no desdeña la incursión en el resentimiento de quienes habitan, sin suerte o sin méritos, el submundo del ninguneo. Más que de una república, el mundo de las letras tiene los usos y costumbres de una tiranía. Si alguien quiere ponerlo en duda, debería llegar hasta el final de esta amena novela y descubrir el destino de Bayardo, ese poeta segundón que por unos meses se siente llamado a cumplir el papel de ángel vengador.

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CIENCIA

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ENTREVISTA

Gerardo Herrera Corral y la astrofísica En su nuevo libro, el físico mexicano indaga en las fuerzas que interactúan en el Universo ÁNGEL SOTO FOTOGRAFÍA A. S.

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l 11 de febrero de 2016, la física argentina Gabriela González se plantó frente a los reporteros reunidos en el National Press Club, en Washington, y le anunció al mundo: “Podemos escuchar el Universo”. Sus palabras anunciaban un hito: la primera observación directa de las ondas gravitacionales que Einstein pronosticó 100 años antes. El hallazgo había sido alcanzado cinco meses atrás —el 14 de septiembre de 2015, a las 5:51 de la mañana—, cuando los detectores gemelos del proyecto LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory) captaron un pulso cósmico “originado a 1.3 mil millones de años luz en la fusión de dos agujeros negros”, relata Gerardo Herrera Corral en su libro Agujeros negros y ondas gravitacionales. Una mirada profunda al universo (Sexto Piso, 2019). El descubrimiento confirmó una norma tácita de la evolución humana: que el progreso se construye con antagonismos, pues, a pesar de sus cálculos, el mismo creador de la Teoría General de la Relatividad negó la posible existencia de tales ondas. No es la primera vez que ocurre una confrontación de ideas acerca de las fuerzas que interactúan en el Universo: desde tiempos aristotélicos, nuestra concepción de la fuerza gravitatoria ha variado gracias a que algunas de las mentes más brillantes —Galileo, Kepler, Brahe, Newton— se han preguntado qué lugar ocupamos en esta vastedad cósmica. Doctor en Ciencias, Herrera Corral nació en Delicias, Chihuahua, en 1963. Es investigador asociado en el Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), donde lidera al equipo mexicano en el proyecto ALICE del Gran Colisionador de Hadrones. Ha dedicado buena parte de su tiempo a la divulgación, una actividad que entiende más bien como un ejercicio de traducción. “Es importante pasar del lenguaje matemático al mundo de las palabras. Debemos poder poner en ideas claras y sencillas los grandes conceptos de la ciencia para hacernos una idea de nuestros problemas, de lo que nos hace humanos, de nuestras preocupaciones. Por eso escribo ensayos”. Esa voluntad revela, además de su curiosidad, una inagotable pasión por contar las historias surgidas de una conversación permanente con el pasado. “La ciencia somos nosotros, decía el biólogo francés Claude Bernard. Efectivamente, a diferencia del arte, que es una expresión individual, la ciencia somos nosotros. Hay una continua

El autor de Agujeros negros y ondas gravitacionales. Una mirada profunda al universo.

discusión, un debate que no termina, en el que se están proponiendo ideas que son o no aceptadas, que van y vienen, y que ponen de relieve las ideas del pasado y las traen al presente. Es una gran conversación que podría no terminar jamás. No sabemos si un día vamos a poder entender todo o si la conversación va a continuar para darnos cada vez mejores aproximaciones de la realidad”. Arte, ciencia y destino En Agujeros negros y ondas gravitacionales, Herrera Corral disecciona “los dos hallazgos científicos más importantes del siglo”, pero también narra cómo la humanidad ha echado mano de la imaginación —más cercana al arte— para explicarse el mundo a través de metáforas y objetos cargados de simbolismo: la franja luminosa en el firmamento —nuestra Vía Láctea— que para los griegos constituía la leche derramada del pecho de la diosa Hera; Neptuno, el planeta que durante siglos permaneció oculto al ojo humano como el soberano de los mares que se refugió de las fauces de su padre, Saturno, en las profundidades oceánicas; la manzana de Newton, cuya caída sería usada desde

“Debemos considerar que la ciencia es, a final de cuentas, el resultado de la imaginación”

entonces como la manera más simple de mostrar la acción de la gravedad. “Existe un eterno conflicto entre las artes y las ciencias, porque son dos maneras de entender la realidad. Esta disociación es tan antigua como los griegos (ellos hablaban del Pathós para las artes y del Logos para las ciencias). Las artes parten de las emociones y los sentimientos para expresarse; la ciencia parte de la razón. En ese sentido, hay una separación clara de ambos mundos. Son dos culturas. Pero debemos considerar que la ciencia es, a final de cuentas, el resultado de la imaginación, y tiene un lugar al que camina, en donde desembocan las ideas: la filosofía. Esa filosofía es una manera de ver, y nosotros podemos compartir o no esa visión, que es el producto de la imaginación y del conocimiento científico”. En el epílogo, Herrera escribe: “Estamos vinculados al espacio y al tiempo de la misma manera como estamos enlazados con nuestro destino. Tal vez por fin acabaremos entendiendo que espacio, tiempo y destino son la misma cosa y tal vez nos demos cuenta de que solo somos la expectación del futuro y la memoria del pasado”. Su planteamiento cuestiona los términos del libre albedrío. En nuestra charla añade: “Quizá estamos determinados, quizá existe un Universo en bloque con sus dimensiones espacio-temporales y

nuestras vidas siguen una trayectoria que ya está trazada, quizá la percepción que tenemos del tiempo se deriva más de una actividad neuronal. Esas son las reflexiones derivadas de la Teoría General de la Relatividad. Es donde ha desembocado la concepción del espacio y el tiempo. Y eso no está muy lejos de los debates que sostenían los griegos sobre las mismas ideas”. En abril de 2019, los científicos del proyecto colaborativo Event Horizon Telesope (EHT) publicaron la primera fotografía de un agujero negro supermasivo, ubicado en el centro de la Galaxia M87. La imagen, que aparece en la portada del libro, representa la primera evidencia directa de la existencia de estos objetos astrofísicos. Para Herrera Corral, también significa “un cambio en la visión que tenemos de nosotros mismos, del lugar que ocupamos en el Universo”. Más allá del lenguaje matemático, la astrofísica nos confiere una lección de vida, “nos despoja de toda la vanidad. Nos recuerda la humildad que significa vivir en un pequeño planeta de una galaxia que es solo una mota de luz en un cúmulo —el Cúmulo de Virgo, al que pertenecemos—, que forma parte de una gran estructura a la que hemos llamado Laniakea, y que ésta es, a su vez, una gran estructura incrustada en otras de mayor tamaño: el cielo inconmensurable”.

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ESCENARIOS

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DANZA

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DOBLE FILO

La paciencia de Juan Carlos Rulfo FERNANDO FIGUEROA

E La bailarina, maestra y coreógrafa.

Martha Bracho: la pionera

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ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍAS HERMAN

l pasado 10 de noviembre falleció la bailarina, maestra y coreógrafa mexicana Martha Bracho, uno de los pilares y referentes fundamentales para el desarrollo de la danza mexicana. La historiadora de la danza Margarita Tortajada Quiroz la hizo parte del corpus al que nombró “Mujeres de danza combativa” y no ha sido gratuita la inclusión, pues Bracho tuvo una trayectoria que, más allá de su biografía personal, configuró la historia de la danza nacional. Martha Bracho fue una de las primeras bailarinas de danza contemporánea en el país y la primera bailarina y maestra de danza en Sonora, a donde viajó por invitación de Miguel Covarrubias. Su estancia en el estado sería de solo dos meses y se convirtieron en 65 años. Allí fundó la Academia de Danza de la Universidad de Sonora. Titulada en la carrera de Danza Cultural por la SEP y como maestra y coreógrafa por la Escuela Nacional de Danza, pertenece a la primer generación de alumnas de Nellie Campobello y en 1939 formó parte del grupo de bailarinas que tuvo el privilegio de trabajar con Ana Sókolov para presentarse en 1940 con un repertorio que la propia Sókolov creó para ellas. Marcada por la disciplina, entendió la naturaleza de la danza contemporánea no como la ausencia del rigor técnico característico de la danza clásica, sino como el de la posibilidad

creativa y expresiva que se abría con los nuevos estilos, temas y lenguajes de la danza contemporánea compartida a ellas por Sókolov: “la danza moderna tiene un poder expresivo mucho más rico que la danza clásica. Carece del amaneramiento de ésta y tiene mucho mayores posibilidades plásticas. Pero no debe ser un pretexto para disfrazar la falta de técnica. Las buenas bailarinas de moderno deben dominar también la técnica clásica”. La trayectoria y acelerado éxito de las llamadas sokolowas para las que compuso, además, medio centenar de obras, no fue suficiente. Decidió dejar todo aquel confort para viajar a Sonora y forjar en aquellas geografías una carrera dancística: “La cosa es que era duro, porque cuando yo llegué a Hermosillo nadie quería saber nada de danza. Las muchachas de aquí, mis compañeras, no querían ir a Hermosillo porque estaba muy lejos, y claro, estaban bailando, dando clase y no se atrevían a ir. Allá era un campo en donde yo estaba trabajando sola. Estaba en contra mía toda la gente, pero como fue impuesta la clase como obligatoria a las chicas de secundaria, tenían por fuerza que

La bailarina enfrentó a una sociedad conservadora para abrirle camino a la danza

tomarla, aunque los padres no querían. Mis alumnas usaban unas faldas amplias y debajo de sus faldas se ponían pantalones para hacer la clase”. La bailarina y maestra enfrentó a la iglesia y a una sociedad profundamente conservadora para abrirle camino a la danza. Situaciones que iban desde lo simple y lo absurdo hasta confrontaciones con el obispo fueron obstáculos que Bracho sorteó con profundo amor a la profesión y a sus alumnas como herramienta principal. Hoy en día la danza en Hermosillo es un campo completamente abierto y debe esta riqueza al compromiso que Martha Bracho dedicó durante siete décadas de trabajo. La danza en México ha perdido a una de sus pioneras y ejemplos. La de Bracho no solo es muestra de una vida de trabajo, dedicación, amor y honestidad, sino de una vocación que, más allá de la gloria personal, se decidió con convicción y congruencia por luchar cotidianamente por inculcar el amor y respeto por una profesión, por el arte. La de Bracho es la historia de aquellas locas y locos que arriesgan todo por la profunda convicción de que la danza merece ser vista y vivida en el mayor número de lugares en el mundo y que valen la pena todos los esfuerzos por conseguirlo. La vida y trayectoria de Bracho nos recuerdan que por y para la danza valen la pena todos los empeños.

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l 20 de noviembre se estrena en Netflix el documental Lorena, la de pies ligeros, de Juan Carlos Rulfo, acerca de una joven corredora rarámuri. Quien aquí juega pingpong con Laberinto, también ha realizado Del olvido al no me acuerdo (1999), En el hoyo (2006), Los que se quedan (2008), De panzazo (2012), Cien años con Juan Rulfo (2017) y Érase una vez (2018), entre otras realizaciones que entrelazan realidad, ficción y aliento poético. Lorena Ramírez corre cien kilómetros en un ultra maratón. ¿Cuál es tu distancia récord? Diez kilómetros. Luego de verla correr con chanclas de plástico, ¿qué piensas al ver trotar a alguien con tenis de diez mil pesos y que se cree la última chela del estadio? ¡Inútil! ¿El deporte es tan importante como la cultura? Sí. ¿Franz Beckenbauer o Johan Cruyff? Franz Beckenbauer. ¿Qué aprendiste con los albañiles de En el hoyo? Solidaridad, amor y comprensión. ¿Cuál materia pasabas de panzazo? Educación física. ¿Qué te parece que la Guardia Nacional sirva para detener migrantes? Muy complicado. ¿Te gustaría hacer un documental con narcos? Sí. ¿No crees que hubieras sido un buen psicoanalista? Un escuchador. Tres discos que te llevarías a una isla desierta. The Köln Concert de Keith Jarret, alguno de Dire Straits y el de mi padre en Voz Viva de México. ¿Cuál es tu cuento favorito de El llano en llamas? “Luvina”. ¿Qué significa para ti la máquina Remington de tu papá? Mucho trabajo. Juan Rulfo en tres palabras. Te lo digo en una: paciencia. Tarkovski en dos. Saber mirar. Olvidándonos de Rulfo, ¿cuál es tu novela mexicana favorita? Los de abajo. ¿Alguna vez viste bailar a tu papá? Jamás. ¿Cuál fue tu reacción cuando se publicaron las cartas de tu papá a tu mamá? Conocer a otra persona. ¿El origen es destino? El origen es conocimiento. ¿El documental aún es el patito feo del cine? Sí. Dice Poniatowska que Rulfo sentía remordimientos al escribir. ¿Has sentido eso al grabar personajes de la vida real? No. ¿Alguna vez te han entrevistado sin que te pregunten algo de tu papá? Nunca.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

16 DE NOVIEMBRE 2019

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Aquí me tocó nacer DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

C

uando era niño pensaba que las almas hacían fila en el más allá para instalarse en los cuerpos de los recién nacidos. Éstas se surtían instantáneamente según el momento de la demanda. Por lo tanto, justo cuando asomé mi cabeza del vientre materno, le indicaron al alma en turno que se dirigiera a Monterrey; para ser precisos, a la maternidad Conchita, en la calle Degollado, ahí donde estaba dando a luz la señora Magdalena. Esto necesitaba una precisión milimétrica, pues cada día nacían alrededor de 260 mil niños, o bien, tres por segundo. De tal modo, si mi madre hubiese tardado un tercio de segundo más en alumbrarme, mi alma se habría despachado a otro sitio. ¿Adónde? Por aquel entonces era natural tener en casa un almanaque mundial, en el que aparecían todos los países, sus poblaciones, con tasas de nacimientos y decesos. De entre las ramas de las matemáticas

MONTERREY

La ciudad natal del autor de esta columna.

siempre me atrajo la probabilidad, y lo más probable era que, de no ser mexicano, hubiese sido chino; mientras que lo más improbable era que mi alma hubiese caído en el Vaticano, donde la tasa de nacimientos es cero. Pero había que sacar una respuesta por medio del azar, simulando una tómbola con los miles de nacimientos para ser distribuidos en los más de cien países. Así es que me inventé una fórmula que consideraba las cifras de cada nación, tomé una tabla de números aleatorios, pues entonces no había computadoras o calculadoras que los generaran, y puse manos a la obra. El resultado no me decepcionó: sueco. Entre mis preferencias, Suecia estaba muy por encima de la media tabla, pero no entre los primeros diez. Muy por debajo estaba Bangladés, cuya imagen entonces la daba el disco de George Harrison, y cosa parecida ocurría con muchos países africanos; además había un montón de naciones poco atractivas por hallarse bajo dictadu-

ras comunistas o militares, mientras que Suecia aparecía en la imaginación como un país de mujeres bellas y liberales. Me propuse que adoptaría la cultura sueca y aprendería a hablar sueco para conmemorar esa patria fortuita. Para comenzar, me procuré un libro. Lo primero que cayó en mis manos fueron las memorias de Axel Munthe, tituladas La historia de San Michele. Con el tiempo fui leyendo varios autores más, pero lo cierto es que olvidé mi propósito de adoptar Suecia como segunda patria. De su lengua sé poco; apenas que cerveza se dice öl y algunas fórmulas de cortesía. Llegó el momento en que visité Suecia, mas cuando conocí el invierno y el absolutismo del Systembolaget, me alborocé por no haberme retrasado ese tercio de segundo. En vez de ser escritor, sería académico sueco, y me sería imposible darle el Premio Nobel a un gran escritor de Monterrey que nunca fue.

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CAFÉ MADRID

El arte de tropezar

Y

o no sé escribir. Por eso escribo. Me siento frente a la pantalla de la computadora después de acarrear un extenso repertorio de inseguridades, las acomodo a mí alrededor y enseguida me invade el miedo a fracasar en el intento. La práctica a lo largo de los años no disminuye esa sensación y, a estas alturas del partido, lo único que he conseguido es manejar con cierta destreza el arte de tropezar. La verdad es que teclear me confronta con mis vicios, con mi ignorancia y hasta con mi pereza. Depende de la fecha de entrega, pero suelo (¡necesito!) hacer varias versiones de un mismo texto. Después de poner el punto final, lo dejo reposar y, al volver a él, me pregunto: ¿es conciso, preciso y macizo o profuso, difuso y confuso? ¿El tono y el ritmo son los adecuados? ¿Debo tirar parte o, incluso, todo el trabajo? De acuerdo con el pomposo Borges, “uno publica para dejar de corregir”. En realidad, casi siempre paso más tiempo corrigiendo que escribiendo. “El periodismo es más de nalgas que de cabeza”, me advirtió un día Carlos Marín, “hay que pasar mucho tiempo sentado, escribiendo y corrigiendo”. Releer un texto y sentirse fracasado, sin embargo, tiene sus ventajas: permite cambiar, añadir, liberar, equilibrar, crear. Pero, cuesta asumirlo, llega el momento en que uno vale más por lo que quita que por lo que deja. No crean que ya tengo esto muy interiorizado. Todavía me enerva un poco porque padezco chorrera de palabras (o “escasa capacidad de síntesis”, que suena más fino). Poseo cierto confort al hacer un reportaje de largo aliento o hasta un libro y, en cambio, sufro como un cabrón cuando me enfrento

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

a una nota o a una columna. “Si tienes problemas de espacio, deberías recurrir a la NASA”, me soltaron un día en la mesa de edición de una revista y entonces tuve que volver a mi escritorio, con cara de perro pateado, para disponerme a cortar un buen número de palabras, mientras los diseñadores, tiranos que imponen los espacios en blanco y las fotos enormes, se convertían en alegres pavorreales (porque, ya saben: llevamos un buen

Poseo cierto confort al hacer un reportaje o hasta un libro y sufro cuando me enfrento a una nota

tiempo escuchando el oxímoron “los lectores no leen” y, por eso, ahora es necesario ofrecerles una gran “propuesta gráfica”, como si con ella, ay, ustedes se atreviesen a cambiar la adictiva Netflix, por ejemplo, por un puñado de párrafos. ¡Cuánta ternura destilan los gurús de mierda!). Hubo un tiempo, también, en el que se apoderó de mí el barroquismo. Porque, antiguo como soy, me dejé llevar por talantes como el de Luis María Anson que, cuando dirigía el ABC, se ocupaba hasta de los pies de foto y, debajo de la imagen que ilustraba un reportaje sobre futbolistas, por ejemplo, se atrevía a poner: “Cientos de ojeadores europeos recorren el continente africano en busca de perlas negras para la corona del deporte

rey”. ¿A que es lo más? A ver: es un poco ñoño, no lo voy a negar. Pero también muy épico y envolvente. No obstante, deja por los suelos el estilo sencillo, claro y directo que debe imperar en el periodismo. Así que, después del tropiezo, me vi en la necesidad de abrazar otras formas. Lo bueno es que en esto de la escribidera tropezamos todos. Corrigen los consagrados y los principiantes (bueno, autores como César Aira y Karl Ove Knausgård se jactan de no hacerlo). Puede aplicarse aquello de “mal de muchos, consuelo de tontos”, pero no nos engañemos: reconforta saber que no estamos solos. “Siempre tengo el temor de no alcanzar lo que me propongo. Al encerrarme a escribir tengo pánico a fracasar”, nos contó hace poco Mario Vargas Llosa en este suplemento. Y también Nélida Piñón: “Yo tacho y corto y corrijo mucho. De La república de los sueños, por ejemplo, una novela de 700 páginas, hice siete versiones antes de publicarla. Es que a mí me encanta lograr un equilibrio entre las frases cortas y las frases largas”. Además, poco antes de morir, Toni Morrison nos dejó claro: “Escribir y leer significa ser consciente de lo que el escritor entiende por riesgo y por seguridad, de cómo alcanza serenamente el sentido y la responsable capacidad de respuesta, o de su sudorosa lucha por alcanzarlos”. Así que un buen autor no solo sabe escribir sino, sobre todo, corregir (aunque ello implique sufrir: “Odio escribir. Amo haber escrito”, dijo Dorothy Parker). Y así se nos va la vida a muchos. Pasados unos años, yo sigo intentándolo y no dejo de tropezar, pero a veces siento que cada vez tropiezo mejor. O no.

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