Laberinto No.860 (07/12/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO CINE

ENSAYO

FERNANDO ZAMORA

DANIEL GOLDIN

El irlandés: gran retorno de Scorsese

El placer de trabajar con las palabras

Foto:Netflix

Ilustración: Boligán

SÁBADO 7 DE DICIEMBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 860

La cultura en la 4T, a debate Héctor González, Jesús Alejo/ FOTOGRAFÍA: PAULA VÁZQUEZ


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ANTESALA

7 DE DICIEMBRE 2019

ARTES VISUALES

Contra la indiferencia Miriam Mabel Martínez FOTOGRAFÍA FERNANDO LLANOS

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rte y resistencia, del artista Fernando Llanos (1974), que se exhibe en el Centro Cultural Clavijero en Morelia, nos obliga a repensar la ira. ¿Es exigencia, imposición? ¿Es defensa? ¿Es inevitable? El 18 de mayo de 2016, un camión repartidor en llamas trastocó la noche del pueblo purépecha Nahuatzen. Esa imagen, que refrendaba la violencia cotidiana, sacudió a Llanos, quien entrevió más allá del reclamo a la autoridad (por no entregar a la comunidad uniformes, armas y patrullas para formar su propia guardia ciudadana) el poder del fuego. Para el videoasta no se trataba solo de una quema, protagonista de la nota roja, sino de un acto desesperado de visibilización, de una ritualización de la ira a través del fuego. Así, el uso del fuego en la cultura purépecha es el hilo conductor de esta obra. Aquel día, los habitantes de ese pueblo demostraron que son fuego, que han sido fuego por generaciones. A través de un diálogo con la comunidad, el director de Matria (mejor largometraje documental del Festival Internacional de Cine de Morelia 2014) transformó ese fuego —y esa ira— en un proyecto multidisciplinario, parte del programa de Cultura Comunitaria. Junto con los pobladores fue deconstruyendo aquel incendio hasta develar la continuidad de una tradición ritual que recupera al fuego como uno de los pilares de la existencia purépecha, cosmovisión que se detalla en el documental Somos fuego, estrenado en octubre, que es parte fundamental de Arte y resistencia. Los protagonistas asumen, en su presente, su identidad, explorando la importancia del fuego en su existencia, su relación con el uárukua ( juego de pelota) y, sobre todo, compartiendo la vigencia de la Caminata del Fuego Nuevo en su cotidianidad. Esta instalación transita por una realidad “alterna” que exige ser mirada. Llanos no se limitó a observar para colonizar una memoria; tampoco se conformó con retratar al “otro”, desde su otredad participó en el hacer comunitario. Si bien este trabajo es político no es ideológico, no se trata de justificar ni de juzgar sino de mostrar, como evidencia la pieza Monumento al diálogo forzado, una réplica del camión incendiado, realizada por carpinteros de Nahuatzen y metateros de Turícuaro, repelente a la metáfora, su fuerza está en la literalidad. Esta escultura integra las puertas calcinadas del camión —donadas por el concejo de la localidad— exhibiendo la falta de empatía, recordándonos que antes del fuego hubo indiferencia; una se transformó, precisamente, por el poder del fuego.

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Aspecto de la exposición Arte y resistencia.

El irlandés. Dirección, Martin Scorsese. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

¿Perdona Dios a los traidores?

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA NETFLIX

s difícil saber qué esperaban quienes han lanzado críticas negativas a El irlandés. No puede uno desear que, con tantos años y tantas arrugas, cada obra de Scorsese nos deje mudos. Tampoco entiendo a los puristas que se escandalizan histéricos porque dicen que El irlandés exalta la violencia en calles como las de México. No encuentro relación entre los asesinatos ficticios de Robert De Niro y los de un sicario en la vida real. Los primeros son hermosos, los segundos terribles. El irlandés habla, como todas las ficciones, de dos o tres cosas reales. Es necesario saber, por ejemplo, que Jimmy Hoffa llegó a ser el hombre más poderoso de Estados Unidos con ayuda de la mafia y que se le interpuso, con ayuda de la mafia, John F. Kennedy. Si uno no conoce estas verdades puede que se pierda con los esfuerzos de Scorsese por dar timo a una obra que, a pesar de su tamaño, se queda corta por el nivel del misterio que pretende contar. Scorsese, con base en el libro Jimmy Hoffa: Caso cerrado, de Charles Brandt, juega a resolver uno de los grandes enigmas de la política estadunidense que es, nos guste o no, de interés mundial. Es necesario, pues, cierta cultura para involucrarnos realmente con esta, que es una obra de arte en la

tradición del Hollywood, de Hitchcock u Orson Welles. Precisamente por eso El irlandés inicia con un soberbio plano secuencia en que se luce el fotógrafo mexicano Rodrigo Prieto. Los movimientos de cámara en El irlandés parecen aprendidos de Vittorio Storaro, quien ha dado a luz, entre otras secuencias, la de los helicópteros a ritmo de Wagner en Apocalypse Now. Prieto ha dicho en varias entrevistas que se asume alumno de Storaro. En El irlandés muestra que, en efecto, lo es. Un alumno que está ya muy cerca de pisar los talones de su maestro. Y visto que no hay arte que no necesite explicación, y para no confundir a los jóvenes que apenas aprenden quién es Scorsese, vale la pena centrarse tan solo en la elegancia de dos planos secuencias, los que abren y cierran la película. Desde tiempos de El ciudadano Kane el plano secuencia es declaración de principios: aquí hay dinero y talento. Cámara penetra un pasillo. Como si director y cinefotógrafo quisieran arrancarnos de lo insulso de

En El irlandés, como en Pelotón, dos luchan por el alma de un tercero

la vida real para iniciarnos en el mundo de la ficción. Rodrigo Prieto es un virtuoso capaz de hacer pasar su lente por toda clase de iluminaciones. Finalmente, asumiendo que los ojos del espectador van a saber a ciencia cierta quién asesinó a Hoffa, Prieto se detiene en un hombre de espaldas: Robert De Niro. El auditorio avezado notará de inmediato un reloj de oro y un anillo. Son recuerdos de los hombres que en esta película luchan por el alma del protagonista. Luchan por el alma de De Niro, un mafioso interpretado por Joe Pesci y un sindicalista, Jimmy Hoffa, interpretado en clave operística por Al Pacino. En El irlandés sucede como en Pelotón: dos hombres luchan por el alma de un tercero. Si el final de Pelotón sugiere que el teniente Taylor ha salvado su vida inmortal, el plano final de Rodrigo Prieto parece dudar. La luz es aquí, como los acordes finales de la obertura Coriolano de Beethoven. Ambas obras han lanzado una pregunta: ¿Dios perdona la traición? La respuesta de Beethoven es la misma de Scorsese: un discreto no, no… no. Si uno es incapaz de entender estas cosas que ponen a El irlandés a la altura de Shakespeare y Beethoven, mejor que deje Netflix, se suscriba a Amazon y mire De viaje con los Derbez.

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ANTESALA

7 DE DICIEMBRE 2019

ESCOLIOS

POESÍA

Canción de la puerta

Cirlot

(fragmento)

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

MUKTABAI

Para aquel que habita en el mar de dicha, ¿quién está arriba y quién está abajo? Permaneciendo firme en el ser, como un actor que actúa en muchas obras, actuando diversos papeles, nunca el mismo, siendo uno y al mismo tiempo muchos, mantén este estado en el ser. Atestiguando el ser y el no ser, lo que los Vedas llaman Om, uno puede sentirse inclinado a alardear o a volverse vano y orgulloso. Abandona todo esto, revístete de paz, ¡abre la puerta, Jñanéshvar! Poema tomado de La locura divina. Poetas místicas de la India, selección y traducción de Elsa Cross, publicado por editorial Era.

EX LIBRIS

El infierno de los escritores sin lectores/ EKO

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@Sobreperdonar

s casi imposible salir indemne de la poesía del español Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), de su fuego visionario, de su mordedura hermética y de su hechizante melodía. Los lectores de Cirlot suelen experimentar una especie de trance ante la enorme variedad y novedad de recursos e influencias (la técnica permutatoria del verso, la imagen electrizante, la música dodecafónica), puestos al servicio de una inspiración augural. Juan Eduardo Cirlot fue un poeta iniciado que se nutrió lo mismo del estudio de las mitologías y la magia arcaica que del influjo de las vanguardias literarias y el arte moderno. Hombre de vocaciones múltiples y hambre de trascendencia, fue, entre otros muchos oficios, músico, cinéfilo, mitólogo, iconógrafo, crítico de arte, coleccionista de espadas, traductor, editor y poeta. La biografía de Antonio Rivero Taravillo, Cirlot. Ser y no ser de un poeta único, (Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2016) es una cronología vital e intelectual escrita con simpatía, pero sin ninguna concesión o complacencia, que brinda luz sobre una figura seductora en lo artístico, polémica en lo político y de una auténtica rareza. La biografía de Taravillo traza, a la vez que la novela de formación de un espíritu iluminado, un panorama del rico panorama cultural español, posterior a la Guerra Civil, que bulle pese a la censura del franquismo y recoge esbozos y ecos de personajes, paisajes y publicaciones olvidadas. Cirlot nace en 1916 en Barcelona, miembro de una estirpe de militares pasa parte de su niñez en una morada construida por Gaudí, vive su adolescencia en la polarización de la Guerra Civil, trabaja en bancos y agencias aduanales y, luego, pasa la mayor parte de su vida, como editor y crítico de arte. Se casa, cría una familia y, al mismo tiempo, se abre a todo tipo de experiencias arcanas. Por lo demás, el serio hombre de trabajo se permite profesar ideas que rozan peligrosamente los radicalismos estéticos y políticos y acude con frecuencia a provocaciones surrealistas. En nada resultan previsibles las acciones de un artista que modela su vida entre el máximo orden y rigor creativo (sus esforzadas labores extraliterarias para sobrevivir, sus jornadas extenuantes, su productividad y versatilidad intelectual) y la total apertura al misterio. En efecto, Cirlot se consagra a los saberes heterodoxos, al arte de las correspondencias y al cultivo de la magia y la alquimia verbal. Autoridad reconocida en el campo de la crítica de arte y la simbología, su altar y su laboratorio más fecundo se encuentran en la poesía. Su envolvente y rigurosa prosodia, su portentosa técnica combinatoria y su búsqueda constante de nuevas mutaciones y alternativas lo hacen un autor resistente a cualquier taxonomía. Cirlot constituye uno de los enigmas más complejos y perturbadores de la poesía hispanoamericana y, con este libro, Rivero Taravillo contribuye a restituir sus señas vitales y, al mismo tiempo, a devolverle su misterio.

Juan Eduardo Cirlot fue un poeta iniciado que se nutrió de las mitologías y la magia arcaica

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DE PORTADA

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Andrés Manuel López Obrador cumplió un año al frente del gobierno de México. Un grupo representativo de académicos, intelectuales y escritores valora su gestión

La cultura en la 4T, a debate

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HÉCTOR GONZÁLEZ, JESÚS ALEJO FOTOGRAFÍA PAULA VÁZQUEZ

l sector cultural, científico y académico es una de las grandes fortalezas de México. No solo crea; también reflexiona y discute. La cuarta transformación ha puesto en marcha algunos cambios que han generado un caudal de opiniones encontradas que van del optimismo al rechazo. Diez figuras comparten aquí sus opiniones sobre los nuevos vientos que soplan en ese sector.

Haciendo historia

John Ackerman (académico)

Ya hicimos historia y estamos viendo cambios que difícilmente tendrán vuelta atrás. Hay hechos objetivos a nivel cultural como la cobertura. No solo se han incrementado las becas y apoyos para jóvenes y personas con discapacidad, también está cambiando la forma de relacionarnos con la sociedad. Hay un avance en la promesa del Presidente de mejorar la condición de los mexicanos en la que se incluye el ámbito cultural. El dinamismo de un Congreso que debate y discute, agiliza la política pública en todos los sentidos. No hay garantía de que la cuarta transformación cumplirá todo lo que promete, pero se va por buen camino. Los grandes pendientes van por el lado de la economía y la seguridad, no por ningún otro lado.

Aciertos y pendientes Sabina Berman (dramaturga)

Me parece muy atinada y atractiva la idea de llevar las artes a los poblados más violentados de nuestro país. Lo que no me gusta es que las artes profesionales se quedaron donde estaban y con un recorte económico. Me gustaría que la Secretaría de Cultura fuera coherente con los gobiernos de izquierda e impulsara la danza, el teatro, la música. Respecto

Asistentes a la 33 Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

al Fondo de Cultura Económica, creo que Taibo II lo está haciendo muy bien. Me emociona ver libros de doce pesos y deseo que este segundo año creen más colecciones. Sus cifras económicas son más altas que las de la administración pasada. Coincido con él en que los precios son una limitante para el consumo cultural. He visto la forma en que aumenta la asistencia a los teatros cuando los precios son muy accesibles. No sé por qué cuesta tanto trabajo aceptar algo que tiene una lógica evidente y que se comprueba todo el tiempo en las taquillas o en la venta de libros. Que un libro cueste 250 pesos excluye a un amplio margen de la población. ¿Por qué tenemos que hacer elegir a la gente entre arte y comer? Ante la política de austeridad los ajustes son una realidad, pero lo más preocupante no son los recursos, sino el desinterés hacia las artes profesionales.

Un gran deterioro

Concepción Company (lingüista y filóloga)

La política cultural va de la mano con la educación. Los lineamientos de un país deben regirse por la política educativa y, en este sentido, México me parece un desastre. No es posible decir que las evaluaciones son punitivas, en absoluto. Sin duda es real la necesidad de atender la diversidad étnica del país, pero tiene que haber una educación desde la primaria que promueva una mejor calidad de vida. Hay que convencer a los jóvenes y las familias que la educación te salva. Los niños de diez años no saben leer, saben deletrear, pero no comprenden; ahí están los recientes resultados de la prueba PISA. Para mí, la política cultural ha tenido un gran deterioro, aunque las autoridades digan que tienen otros datos. En la Academia Mexicana de la Lengua y El Colegio Nacional ha habido

unas negociaciones complicadísimas para salir de la incertidumbre. Estoy trabajando en un proyecto de memoria histórica en convenio con el Instituto Politécnico Nacional; nos acompañan siete jóvenes filólogos que viven de eso, pero al día de hoy no tenemos la certeza sobre si estaremos trabajando con ellos el día de mañana. La incertidumbre de las instituciones culturales es terrible. A lo mejor al final llegan los recursos, pero la incertidumbre quita continuidad.

La cultura nos salva Julieta Fierro (astrónoma)

Alejandra Frausto me cae bien, creo que ha hecho cosas adecuadas, como destacar la diversidad cultural y étnica de México. Sé que hay molestia en otros sectores porque quisieran ver mayor apoyo a otros proyectos, y es verdad que a uno le gustaría ver más arte en todos lados.


DE PORTADA

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La cultura es aquello que nos salva y nos hace pensar en otras cosas, pero estamos en un momento de recortes presupuestales. En el campo de la ciencia, por desgracia, no se está utilizando el enorme potencial que tenemos. No veo un gran proyecto científico. Me preocupa la desconfianza frente a los investigadores que se vinculan con la industria. Otro problema es que no nos estamos abriendo al mundo. La idea de pensar en hacer ciencia para México es cerrada: la vocación científica es internacional. Los grandes proyectos son multinacionales y se exponen en congresos internacionales. Cerrarnos a la cultura universal nos deja fuera de la diversidad y de la solución de los grandes problemas. Comprendo que durante mucho tiempo se dejó fuera a las culturas autóctonas, pero esto no debería sustituir a una visión universalista; al contrario, deberían ser complementarias.

Culturalmente invencibles Jorge F. Hernández (escritor)

Soy de las personas que están deseando que en el año 2020 las coyunturas permitan aumentar el presupuesto como inversión en cultura. La etimología de economía moral tiene mucho más que ver con cultura que con finanzas. Si es así, hay que invertir en educación, en libros, en danza, en pintura… Lo mejor que tenemos, desde hace siglos, es que somos una civilización culturalmente invencible. Si nosotros le invertimos a eso… nos salvamos.

El petróleo se acabará

Eduardo Matos Moctezuma (antropólogo)

Con los últimos acuerdos de los diputados en cuestión de presupuesto ha habido mejoría, porque originalmente se restringieron mucho los recursos para instituciones culturales y científicas. Hay que tomar conciencia de la importancia de la cultura. El petróleo se acabará, pero la cultura es nuestra identidad. Es peligroso restringir la investigación porque equivale a restringir el conocimiento. Solo puedo hablar por mi área y en lo que concierne al Proyecto Templo Mayor del INAH debo decir que contó con medios, pero antes pasamos por una situación difícil ante la amenaza de no poder recontratar a personal indispensable para realizar nuestro trabajo. Es decir, la política cultural de un gobierno no puede ir en contra de la generación de conocimiento.

Exigir más inversión Élmer Mendoza (escritor)

Creo que Alejandra Frausto no ha tenido el apoyo que debe tener, que no está dentro del proyecto de la Presidencia impulsar a los artistas, los proyectos de formación, la educación artística. La presencia de los creadores mexicanos fuera de México está muy restringida. No está muy clara la definición. Los artistas debemos exigir que haya inversión en la cultura. La inversión en un capital intangible, no debe tener justificación, no se puede comprobar con datos duros. Pero es algo que no debe cancelarse.

Una política decepcionante Rafael Pérez Gay (escritor)

La política cultural en el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha sido decepcionante. Entre otras cosas, por la poca disposición presupuestal que ha habido para

apoyar a las distintas expresiones culturales: letras, danza, música o cine. Al hablar de poco dinero hablamos de poco interés. La secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, no ha podido más que administrar lo poco de idea y recursos que el Presidente ha puesto en estos asuntos. El dinero se está yendo a la Secretaría del Bienestar y a Pemex. Hay también un cambio importante en la política del libro a partir de la llegada de Paco Ignacio Taibo II. El Fondo de Cultura Económica, Educal y la Dirección General de Publicaciones se han convertido en una secretaría del libro. No me atrevo a adelantar lo que va a ocurrir con esto, pero necesitamos estar atentos porque decir que hay un plan editorial para el pueblo es decir nada. Necesitamos ver en qué va a consistir, cuáles serán los títulos y las colecciones. Prometer que los libros serán baratos suena interesante, pero cualquier editor te dirá que es difícil hacer libros en México. Durante mucho tiempo he sostenido que una excepción cultural para el libro sería una auténtica política de izquierda. Los libros tienen que ver con el conocimiento y el conocimiento tiene que ver con los expertos y al Presidente, me da la impresión, no le agradan los expertos. Algo positivo fue que Beatriz Gutiérrez Müller creara el Instituto de la Memoria. En resumen: si nos atenemos al presupuesto, la cultura recibe el mismo trato que en el pasado e incluso peor porque se confunde cultura con adoctrinamiento, cuando lo cierto es que la cultura es diversidad. En su informe, el Presidente dijo que necesita un año más. Habrá que ver.

Los cambios de la 4T han generado opiniones que van del optimismo al rechazo

Contra las críticas roñosas Paco Ignacio Taibo II (escritor)

No estoy capacitado para hablar de la política cultural, pero sí de la política vinculada al libro. Me he movido con orejeras a través del trabajo conjunto Educal-Fondo de Cultura Económica-Dirección General de Publicaciones. Funcionamos como un solo equipo esperando que se produzcan las fusiones formales. Uno de los objetivos de este primer año era crear una colección popular en términos de millones de ejemplares en la calle para llegar a públicos que no estaban leyendo por razones económicas y de distribución. Otro, la creación de redes de distribución paralelas, así como la mejora de nuestras propias librerías. Esto lo hemos conseguido. La red Librobuses funciona muy bien, pero en zonas muy limitadas del país. Se rescataron las salas de lectura y se crearon varios miles de clubes de lectura. La red está en expansión y conseguimos mantenerla enviándole libros. Revivimos la Colección Popular y ahora ofrecemos decenas de títulos a jóvenes de menos de treinta años. El FCE se había negado a mirar a la fantasía y la novela policiaca. Mantuvimos la presión del catálogo y reeditamos, e incluso añadimos, algunos textos en las áreas de ciencias sociales. El proyecto de literatura infantil y juvenil funcionó muy bien. Hicimos una operación de saneamiento para bajar los costos y lo conseguimos en un 30.5 por ciento. Suspendimos un montón de cosas, como cocteles y alfombras, para apoyar a más ferias en todo el país. El plan de choque con que trabajamos este año llegará a 230 actividades. En términos generales, habremos bajado dos millones de libros en nuestras bodegas alrededor del mundo con las operaciones de ventas de saldos y descuentos. Nuestros críticos podrán decir lo que quieran

sobre colecciones como Vientos del pueblo, pero lo cierto es que llevamos cuatro títulos agotados en ediciones de 40 mil. Respecto a la calidad… son libros de batalla y costo muy bajo. Tal vez quienes están en contra de la colección tienen problemas de clase y racismo. ¿Qué conflicto les crea que se vendan 40 mil ejemplares de un cuento de Elena Poniatowska? Es una crítica roñosa que en los hechos queda desbancada.

Del disparate al recorte Juan Villoro (escritor)

Había mucha esperanza de que un gobierno que pretendía ser progresista apoyara notablemente la cultura, la ciencia y el conocimiento. Nos ha quedado a deber en ese sentido. Ha habido recortes muy fuertes en muchos campos. En la FIL me he encontrado con personas de universidades públicas que están recibiendo la mitad del presupuesto. El Cinvestav sufrió recortes muy fuertes, la gente que hace teatro y que requería apoyos oficiales no los ha recibido. Educal aceptó pagar la deuda que tiene pendiente con la condición de entregar el 20 por ciento menos, lo cual es casi una extorsión. Al mismo tiempo, hemos visto disparates como la Luz del Mundo en Bellas Artes, celebrando los 50 años de un líder religioso que fue arrestado por abuso sexual en Estados Unidos; vimos la apertura de plicas de concursos de literatura, el falso anuncio de la voz de Frida Kahlo… Del disparate al recorte, no podemos lanzar las campanas al vuelo diciendo que esto está bien. Hay gente que está haciendo muy bien su trabajo, como Mardonio Carballo. Creo que hay buenas medidas, pero en conjunto se queda la impresión de que no se invierte lo suficiente en cultura.

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LITERATURA

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Daniel Goldin, Premio Juan Pablos al Mér de su trayectoria como editor de literatura

El placer de trabajar con

D

DANIEL GOLDIN ILUSTRACIÓN BOLIGÁN

escubrí mi vocación de ser editor hace más de 40 años, por una suerte de afortunado equívoco. Yo vivía en ese entonces en Barcelona. Aspiraba a convertirme en escritor. Había viajado a Europa casi sin dinero, en aventones. Inicié mi travesía en la carretera a Querétaro, llevando en la espalda una mochila con dos mudas de ropa y una veintena de libros. Tenía el anhelo de alcanzar la vida plena que prometen los libros. Ingenuamente imaginaba que ser escritor me permitiría lograrlo. Ignoraba, por supuesto, que ser escritor supone un oficio y horas y más horas de fatigas, como generalmente lo ignoran los lectores. Los libros me habían impulsado a buscar otra vida. Para alcanzarla no había temido aventurarme a lo desconocido, pero desconocía lo que significa escribir, incluso las cuestiones más elementales. Garabateaba esbozos de novelas, poemas y pensamientos, todos ellos seguramente atroces. Una mañana le mostré mis textos a un amigo, el sí, un escritor reconocido. Tras revisarlos me regaló su sentencia lapidaria: “Antes de pretender ser escritor, debes aprender español”. Como ustedes comprenderán, recibí sus palabras punzantes como un dardo helado. Pero no soy de los que se desinflan fácilmente. Herido, pero orgulloso, acepté con humildad dedicarme a aprender mi lengua materna, el español, que es para mí, como todas las otras lenguas, una lengua en la que me siento extranjero, un migrante en busca de asilo en este planeta tan fascinante como aterrador. Y así, al redactar y corregir, al volver a redactar y volver a corregir mis textos, usando tanto el lápiz como la goma de borrar; al consultar los tesauros y ensayar diversas maneras de decir y nuevas perspectivas para argumentar y narrar, fui descubriendo el germen de mi vocación de editor.

A medida que iba logrando hacerlos más presentables fui descubriendo el enorme placer de trabajar con las palabras para facilitar que ellas trabajen de manera imprevisible, como trabajan las semillas en un suelo trabajado. Ser editor es eso, un trabajo secreto para hacer que las palabras prosperen hacia la umbría profundidad y, al mismo tiempo, hacia el cielo. Un trabajo que aspira a ser invisible, o, al menos así lo creí cuando, a la hora de regresar a México, fracasado en mi sueño de ser escritor, tuve que buscarme el modo de ganarme el pan corrigiendo textos ajenos. De manera osada, por no decir irresponsable, como suelen ser los jóvenes aprendices, intervenía en textos de otros, procurando que esas palabras prosperaran en esa doble vía: al suelo y al cielo. Descubrí que la alegría que me embargaba no era menor que la del creador. Finalmente, aunque las firmaran otros, las palabras e ideas brillaban, o al menos así lo creía. Por lo demás, ni unas ni otras son propiedad de nadie. Y unas y otras siempre aspiran a ser de otros y para otros, eso sí lo sé con certeza. Fue también por un azar y un equívoco que ingresé en el campo del libro para niños y jóvenes. De nueva cuenta al intentar preservar mi deseo de escribir y de hacer del oficio de editor solo una manera de ganarme el pan. Para acrecentar la distancia acepté internarme en el campo de la literatura para niños, el más alejado de mis intereses literarios. Era un campo que apenas conocía pues en mi infancia, más aburrida que divertida, más triste que feliz, había leído más bien otros libros, no escritos para niños. Y, sin embargo, esas lecturas me habían marcado. Por eso acepté el desafío de diseñar un proyecto de libros para niños sin ser un experto en literatura infantil ni pretenderlo. Con frescura. Recordando mis numerosas tardes de aburrimiento, mis deseos y temores, rememorando y

Ser editor es un trabajo secreto para que las palabras prosperen a la umbría profundidad

honrando el poder que habían ejercido palabras ajenas que me habían invitado a buscar y no claudicar ante lo gris y mediocre, lo injusto y baladí. Animado a inventar. Así, asumí el reto de iniciar una nueva división en una editorial que me había marcado como lector como lo había hecho con millones de lectores de nuestro idioma. Una editorial fundada por un grande entre los Danieles, más que por la devoción a los libros, por la confianza en el poder de las palabras y el intercambio de ideas. Con la deliberada voluntad de que las palabras y las ideas, estudiadas, analizadas y discutidas tuvieran efectos sobre la riqueza colectiva. Y eso ha sido el Fondo de Cultura Económica. Pero una cosa es lo que me propuse y otra lo que me aconteció. Yo buscaba un oficio distante de la que suponía mi pasión, pero de pronto me vi sumergido en un campo aún más apasionante. Recuerdo muy bien la alegría que me provocó descubrir, en aquellos meses afiebrados, la etimología de la palabra infantil. Vinculada con el in fans, el sujeto que no habla… pues así se concibió a los niños durante siglos, tal vez porque la mayor parte de los adultos no tenía la capacidad intelectual y emocional para escucharlos. ¡Qué promisorio se presentaba el futuro al aceptar su interlocución desde antes de que comenzaran a hablar! Al procurar acercarme a ellos descubrí otra dimensión del oficio de ser editor. No solo cuidar las palabras, sino cuidar toda la cadena de valor del libro, que, como todas las cadenas, es tan frágil como el más débil de sus eslabones. ¿De qué sirve cuidar un texto si no llega a un lector y en él prospera, buscando en él la zona umbría y, al mismo tiempo, aire y luz? Para lograrlo es preciso desde luego trabajar con autores, ilustradores y correctores. Pero también negociar con imprentas, abogados, diseñadores y vendedores. Tratar con fotógrafos, legisladores, periodistas, contadores, cuentacuentos, carpinteros y libreros. Acercarse a maestros, prescriptores y bibliotecarios. Conversar con lingüistas,


LITERATURA

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rito Editorial, habla a infantil y juvenil

n las palabras

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antropólogos, médicos, psicólogos e historiadores. Así de amplio es el espectro de interlocutores a los que te conduce el cuidado de la cadena del libro. Y así de fascinante es, o puede ser, este maravilloso oficio de ser editor, al menos como yo lo asumí. Hay editores que se desarrollaron como tales aplicando lo que ya saben. Yo me hice compartiendo mis dudas y buscando respuestas, siempre en complicidad con otros que sabían más y menos que yo. Muchos de ellos expertos en campos en los que yo era apenas un tímido diletante. A veces coincidíamos y en otras no. Siempre salí enriquecido. Investigando en la historia, la sociología o la antropología descubrí el valor político y económico de habilitar a los niños como interlocutores. Ser niño, acercarse a ellos y a ello, es una oportunidad de aprender nuevamente. De retornar a un origen que nunca se fatiga, a un venero que no cesa. Atenderlos con atención, escucharlos, propiciar su escucha, es siempre una oportunida oportunidad de reaprender y recomenzar. Han pasado ya más de tres décadas después de que me inserté en la gesta de abrirles espacios a los niños al acercarlos a los libros y la lectura. Tengo muy claro que esa gesta empezó antes de mí y proseguirá cuando yo muera. Miro lo logrado y siento emociones ambivalentes. En toda la cadena del autor al lector podemos constatar logros importantes. Hay más y mejores autores e ilustradores. Profesionales que viven de sus oficios. Hoy prácticamente todas las editoriales los publican, y se multiplican los espacios de encuentro de los niños y los libros de variada índole, en librerías, bibliotecas, escuelas y otros espacios públicos y privados. Hoy los niños y los jóvenes leen más que nunca en la historia y tienen una oferta editorial más amplia que la que en cualquier otro momento ha habido. Leen e incluso escriben, pero la palabra dicha, escrita o leída ha perdido valor. Tal vez por el bullicio. No paramos de hablar, leer y escribir. Pero apenas escuchamos, y rara vez guardamos silencio. ¿Qué valor puede tener la palabra si no hay silencio y escucha? ¿Cuál es el valor de publicar libros y formar lectores cuando el peso de las palabras, los datos y las ideas parece diluirse? Y si hablar o no hablar no establece una diferencia, ¿para qué todo? Vivimos tiempos complejos, en los que todo lo que hacemos tiene consecuencias imprevisibles. En nuestro país y en el mundo. Tiempos aciagos, les dicen unos. Pero yo les pregunto: ¿qué tiempos no fueron o serán aciagos? Yo al menos no he conocido más que crisis. Y al recapitular, más bien tiendo a pensar que los otros tiempos han sido escasos, o ilusorios. Tal vez nos parecen dorados porque están lejos.

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Para cualquier persona que esté viva, el deber es vivir y hacer vivir. Hacerlo cuesta, pero quita lo aciago al tiempo. Nuestro tiempo es el único tiempo que tenemos y es precioso por que se fuga. Es tiempo de recibir y dar a otros. Es un gesto de cobardía dejarles a otros lo que nos toca a nosotros. Y, estemos en donde estemos, nos toca construir en nuestro tiempo las posibilidades de mantener viva y alimentar la conversación que nos hizo posibles. En el principio son los principios. En el principio se trata de darle valor a la palabra. Para los autores y editores darle valor a las palabras quiere decir, como señaló mi muy querido Gabriel Zaid, reintegrar a los libros en la conversación. Ampliar la conversación. Prolongarla en el tiempo. No es un arte fácil. En la historia de México más bien han prosperado los simulacros, los monólogos, la sordera y las descalificaciones. En resumen, el albur con sus triples y cuádruples sentidos, esa forma de construir un laberinto en el que brilla el soliloquio. La conversación supone crear un espacio para lo inacabado. Para leerlo y proseguir. Crear un presente compartido que no es de nadie, si no es de, y con, los otros. Nuestro tiempo ofrece inéditas posibilidades de compartir, de establecer continuidades en terrenos que antes parecían compartimentos estancos. La oralidad y la escritura. Los creadores y los receptores. Lo público, lo íntimo y lo privado. Posibilidades insospechadas de conocer, desconocer y reconocer. Nuestro presente exige volver a pensar cada una de las palabras y los oficios. Releerlos y reescribirlos. Nuestro presente es precioso y rico en opciones, que siempre son más que las que algunos profetas quieren imponer con un gesto que divide todo en dos: yo y los otros. Ante quienes prosperan dividiendo y condenando las diferencias, me parece que el deber del editor supone crear un espacio para reconocerlas y enriquecer el diálogo fundado en el respeto radical del otro. En el compromiso de la escucha. Eso es lo que he intentado en estos años y seguiré procurando mientras viva. Hay a muchas personas que debo y quiero reconocer y agradecer. No podré hacerlo con todos. Pero no puedo dejar de nombrar a algunos decisivos. A Alejandro Katz, un gran editor y un gran amigo y hermano. Fue él quien me dijo “si no sabes inventa”, cuando asumí el proyecto de libros para niños y jóvenes sin saber nada. A Carmen Esteva de García Moreno, una gran casamentera, como lo son los mejores bibliotecarios. Esa mujer fue mi guía fundamental para orientarme en el mundo de la LIJ. Todos los que hemos trabajado en el campo del libro y la promoción a la lectura en México le debemos mucho, aunque pocos la recuerden.

Yo me hice compartiendo dudas y buscando respuestas en complicidad con otros


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LITERATURA

• A Miguel de la Madrid, que me dio su confianza y me brindó libertad para diseñar el proyecto e instrumentarlo. Al hacerlo, me obligó siempre a dar lo mejor de mí mismo para una empresa pública que fue ejemplar. A todo el equipo que trabajó conmigo en el FCE. A Mauricio Merino, Elisa Bonilla y Raúl Zorrilla, con quienes desde diferentes trincheras hemos trabajado por el espacio público, a veces dentro y otras fuera del Estado. A Poppy Grijalbo, que me permitió reinventarme, al invitarme a Serres, y a otro gran cómplice, amigo y colega, Rogelio Villarreal, quien hizo lo propio al invitarme a crear Océano Travesía. A dos de los grandes editores del orbe: Christine Baker, de Gallimard Jeunesse, y Klaus Flugge, de Andersen Press. Ambos han sido dos faros distantes y luminosos. Ejemplos a seguir. A los autores e ilustradores que me aguantaron y crecieron conmigo y contra mí, les debo mucho más de lo que podría jamás pagarles. De entre ellos solo mencionaré a mi gran amiga, maestra y cómplice, Michèle Petit, quien una y otra vez me ha mostrado la importancia del arte de escuchar, y lo sorprendente que son los lectores, esos desconocidos, por los que seguiré trabajando dentro y fuera de la industria editorial. Estas palabras que son públicas deben también reconocer a los más íntimos. A Andrea y a Karen, y a nuestros cuatro hijos, Gabriela, Pablo, Ariel y Theo. Pero al agradecer este premio que reconoce una trayectoria llena de premios debo reconocer de manera especial a los otros, a los desconocidos, que he ido conociendo a través de este oficio. Me refiero a los lectores, esos seres que dicen muchos expertos que ya no existen. Muchos de ellos son personas que aparentemente están fuera de la economía del libro. Sin embargo, son ellos, con sus actos solitarios, los que introducen valor a la cadena del libro y la lectura. Hace unos días me encontré con uno de ellos en la playa San Agustinillo, Oaxaca. Se llamaba Emiliano. Yo me dirigía al mar mientras él, de manera voluntaria, limpiaba una barda llena de moho. Cuando estuviera totalmente limpia la iba a encalar para escribir en ella unas palabras de bienvenida a los turistas y una petición: no tiren basura. Cuando me dijo su nombre, le respondí que era tocayo de otro grande. Al hacerlo me sentí en la obligación de añadir, más grande aún porque era analfabeto. Este Emiliano no podía imaginar que el otro fuera analfabeto. ¿Cómo sin saber leer se podía llegar tan lejos? Los que leemos debemos recordar que la grandeza del pensamiento no depende de poder leer. Ahí están Sócrates y otros tantos que no escribieron, pero conversaron y construyeron pensamiento. Crearon y habitaron el mundo y, con sus palabras, nos permiten habitar este planeta tan extraño. Hace un par de años Emiliano vendió el terreno que poseía en la playa. Hoy vive en el monte, Todas las tardes regresa a su casa y lee. Repasa la Biblia, libros de historia y de leyes. Lee intensivamente. Lee y hace de la lectura una celebración de sus posibilidades de ser en un mundo imperfecto que él aclara, como la barda llena de moho, para que brinde la bienvenida a otros y les exija el cuidado del bien común. No sé cómo ingresaría gente como él en los estudios de mercado. Sé que los editores y los políticos no hemos sabido introducirlos en la economía del libro. Y ahí hemos perdido todos. Porque la economía del libro es, en su sentido más profundo, la del bien común. La del diálogo y la conversación. La que necesita la diversidad y crece con ella, como la vida. Una economía que exige que miremos en un horizonte más lejano que el del cierre de los estados financieros año con año. También más allá de un sexenio. Que tengamos siempre presente un horizonte que dé la bienvenida al otro y a la esperanza, eso es lo que he intentado celebrar y propiciar. Y seguiré haciéndolo. Muchas gracias por su escucha.

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*Título de la Redacción. Palabras de agradecimiento del autor al recibir el Premio Juan Pablos al Mérito Editorial, Ciudad de México, 14 de noviembre de 2019.

7 DE DICIEMBRE 2019

RESEÑA

El infinito naufragio, compilado por su hija Laura Emilia Pacheco, reúne poesía, relato y algunos inventarios.

Reencontrar a José Emilio

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SILVIA HERRERA FOTOGRAFÍA LIZETH ARAUZ/ ARCHIVO MILENIO

ochenta años de su nacimiento y cinco de su muerte aparece El infinito naufragio (Océano, 2019), antología general de José Emilio Pacheco (1939-2014), preparada por su hija Laura Emilia. En el prólogo explica que el volumen está pensado ante todo para acercar a primeros lectores a su obra. Para entrar a la vasta y diversa obra de Pacheco, la antologadora optó por dividir el libro en tres secciones: poesía, relatos e inventarios. En la parte narrativa no fueron tomadas en cuenta las novelas Morirás lejos y Las batallas en el desierto, mientras que en poesía fueron dejadas de lado sus versiones de poetas extranjeros que él llamaba aproximaciones. Laura Emilia está consciente de que toda "antología es injusta" e inevitablemente no consideró textos que el seguidor de la obra de su padre pensaría que debieron ser parte de ella; por ello hay que ver a El infinito naufragio (y en general a toda antología) como una propuesta lúdica en la que el lector participa completando el libro o creando el suyo. Un aspecto a destacar es que en la noticia editorial se señala la edición de la que fueron extraídos los textos seleccionados, y son las primeras ediciones. Como es sabido, José Emilio era un autor que reescribía su obra, así que el lector curioso puede comparar cómo fue el tránsito de una edición a otra, especialmente en lo referente a la poesía. Todos los colegas que conocieron al José Emilio joven, como Sergio Pitol, coinciden en una opinión:

que formalmente desde el inicio de su carrera fue un escritor maduro. En cuanto a los temas, los intereses pudieron haberse ampliado pero la conciencia del lenguaje y el dominio de las formas, reiteremos, siempre las poseyó. El sentimiento del tiempo es un tema presente en su obra poética desde sus comienzos. Leemos en la siguiente lira de la "Égloga octava" de Los elementos de la noche (1963), su primer libro de poesía: Vivimos el presente / en función del mañana y el pasado. / Pero si el día no miente, / no estaré ya a tu lado / en otro tiempo que nació arrasado. En No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), considerado su obra mayor en este género, aparece el poeta del dolor y el compromiso social. Asienta en "Dichterliebe": La poesía tiene una sola realidad: el sufrimiento./ Baudelaire lo atestigua, Ovidio aprobaría / afirmaciones semejantes. Si hubo un escritor al que la matanza de estudiantes y ciudadanos en 1968 transformó, ese fue Pacheco. "Manuscrito de Tlatelolco (2 de octubre de 1968)" fue concebido siguiendo la consigna del Conde de Lautréamont de que "la poesía se hace entre todos". Dividido en dos partes, construye el

JEP reescribía su obra, el lector puede comparar el tránsito de una edición a otra

poema tomando frases de las traducciones de Ángel María Garibay y Miguel León Portilla en Visión de los vencidos, y los testimonios reunidos por Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco. En cuanto a los relatos, si bien los niños llegan a ser personajes importantes en sus historias, Pacheco está alejado de lo que actualmente se considera "literatura infantil y juvenil", pero muy bien puede hacerse una selección en este tenor. Dentro del terreno de lo fantástico y el suspenso es un maestro en la creación de ambientes como en "La cautiva". Igualmente posee mano diestra para el pastiche; "Gulliver en el país de los megáridos (Un capitulo inédito de Jonathan Swift)" es una muestra de esta faceta. En cuanto a los inventarios, que con todo y los tres voluminosos tomos publicados por editorial Era aún están incompletos, Laura Emilia los dividió en tres secciones: Retratos, Diálogos y Temas. En ellos, José Emilio emplea todas las herramientas literarias que asimiló. En "Retratos en miniatura", I y II, hace gala de su erudición, pues el título y el estilo proviene del clásico libro del inglés Lytton Strachey, Portraits in Miniatures and Other Essays. No hay desdoro en dar a conocer las influencias. Pacheco aún se mantiene vigente, y aunque nunca se asumió como "maestro", El infinito naufragio resulta una lección de literatura para el aspirante a escritor.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Rumbo al exilio final

Ziranda

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A FUEGO LENTO El libro pánico

El terco rezo de las nubes México, 2019

Bárbara Jacobs Era México, 2019 104 páginas

Bolívar Echeverría y Alberto Castro Leñero Era/ UANL México, 2019 64 páginas

Arthur Machen Universidad Veracruzana México, 2019 196 páginas

En este libro, escrito “no con el ánimo de quien da la bienvenida al mundo, sino con el ánimo de quien se despide de él”, Jacobs ofrece un tributo no tanto al “oficio de escribir” sino al “oficio de leer”, de acuerdo con sus palabras. Todo comenzó para ella cuando, siendo pequeña, se acercó a los pies de su papá, quien leía en un sillón, y lo imitó. Su familia, amigos, su terapeuta y una figura esencial para ella como Augusto Monterroso, fueron fundamentales en esta travesía.

Como cuenta Isaac García Venegas, este libro de aforismos del filósofo ecuatoriano-mexicano ha tenido tres nacimientos: en 2000 fue el primero a partir de la Mínima Moralia de Theodor Adorno; el segundo, tres años después, cuando fueron publicados por entregas en la Revista de la Universidad; y finalmente este último, acompañado por las ilustraciones de Alberto Castro Leñero. El título hace referencia a un juego con el que se invita a hacer volar el pensamiento..

Con selección, traducción y notas de José Homero llega esta antología conformada por cuatro relatos de Machen: "El gran dios Pan", "Los polvos blancos", "La gente blanca" y "La pirámide luminosa" (dos de ellos traducidos en colaboración con Adriana Ortega). Como observa José Homero en el prólogo, Lovecraft lo tenía como uno de sus modelos y su literatura se conecta con la de Robert Louis Stevenson, así como con El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde.

Mi año de descanso y relajación

Presencia de Alejandro Rossi

La música en la literatura náhuatl

Ottessa Moshfegh Alfaguara México, 2019 256 páginas

Juan Villoro y Pablo Sol Mora El Colegio Nacional México, 2019 96 páginas

Miguel León-Portilla El Colegio Nacional México, 2019 68 páginas

Por su novela anterior Mi nombre era Eileen, Moshfegg obtuvo el Premio PEN/ Hemingway 2016 por "el mejor debut literario". Calificada de "existencial", esta novela corrobora ese buen inicio. Como lo anuncia el título, la protagonista, que estudió arte y no tiene problemas de dinero, se toma un año sabático para abstraerse del mundo atiborrándose de narcóticos, películas y quedándose dormida. El arranque del nuevo siglo en Nueva York es el trasfondo de la historia.

Italiano, venezolano y mexicano, Alejandro Rossi (1934-2009) se dedicó a la filosofía y la literatura, si bien es recordado sobre todo como escritor. Como autor debutó con su único libro de filosofía, Lenguaje y significado; vendrían después Manual del distraído, Diario de guerra, Cartas credenciales y Edén, entre otros libros. En este volumen, Juan Villoro realiza un retrato de Rossi a partir de las visitas y platicas que tenía con él; Pablo Sol Mora se acerca más a su obra.

Como en todas las culturas, la música fue un elemento esencial en el México prehispánico. Para el mundo náhuatl, fue un regalo de los dioses. "Si entre los griegos se debió a las musas, en especial a Euterpe, 'la que deleita', entre los nahuas fue Ehécatl, dios del viento, el que lo trajo a la Tierra", escribe el autor. En el repaso que hace en este estudio, aparecido originalmente en la revista Pauta, se detiene en los hallazgos arqueológicos y las alusiones en cantos y poemas.

Un paseante de la ciencia ficción ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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espués de obtener el Premio Mauricio Achar-Literatura Random House 2018 con All in, Sinatra, Pedro Zavala incursiona ahora en el cuento y lo hace explorando un género de escaso historial de las letras mexicanas: la ciencia ficción. El terco rezo de las nubes (un título sin fortuna) convoca a cyborgs recluidos en un monasterio, viajeros interestelares, seres despojados de su alma y aun con ánimo para elegir una pareja, estrellas de rock que añoran sus conciertos iluminados por los cráteres de la Luna, políticos llevando un dosificador automático de estupefacientes implantado en su cuerpo, Bradbury transformado en una droga alucinógena. Siguiendo el ejemplo de los clásicos, Pedro Zavala confronta a los seres humanos con las propiedades en apariencia liberadoras de la tecnología. Es el asunto mayor, y quizá el único, de la ciencia ficción: la naturaleza humana en el trance de deshacerse de sus caídas e imperfecciones al conducirse igual que máquinas. Conocemos el resultado de esta aspiración: el envilecimiento. Zavala no tiene un estilo que sacuda nuestro asombro; tiene, en cambio, buenas intuiciones. Un ejemplo: el relato inaugural, “El amanuense”. La voz narrativa juega con nuestros aprendizajes para hacernos creer que los personajes prolongan los actos de aquellos a quienes observamos alguna vez en El nombre de la rosa. De súbito, descubrimos que el monasterio no pertenece a los tiempos medievales sino a un tiempo en el que las extremidades pueden sustituirse por pinzas de metal o brazos mecánicos. Mediante un guiño sutil, Zavala consigue estimular nuestra extrañeza, sacar de lugar nuestras certezas. En la combinación de anacronismos, distopía y augurios está la virtud más sugerente de El terco rezo de las nubes. El mañana puede parecernos el ayer, el hoy se experimenta hacia adelante y hacia atrás. Uno diría que la ciencia ficción, convertida en patrimonio casi exclusivo del cómic y el cine, no ocupa ya un lugar en la literatura. Pedro Zavala desmiente tal sospecha. Nacida en las páginas de los libros, puede seguir azuzando nuestros temores desde ellas.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

¿Universo inevitable o Gran diseño? Para algunos físicos, el proyecto Gran Colisionador de Hadrones muestra que nuestro Universo es antinatural

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obre la existencia misma del Universo los físicos siempre tenemos algo que decir. Aunque con mucha frecuencia en la historia de la humanidad la física se ha enfrentado a posturas institucionales que defienden los credos religiosos, ahora las posiciones encontradas están también en el interior de la disciplina. ¿Es que el Universo existe como resultado de la intervención de un agente externo que ajustó las cosas para que éste apareciera? ¿O es que el Universo no podría no ser, porque su existencia es una consecuencia inevitable de principios fundamentales? ¿Es el Universo resultado de un gran diseño? ¿O es el Universo natural, resultado de los principios elementales que lo hacen surgir de la nada? Los físicos filosofamos. Invocamos criterios que se encuentran al borde de la razón y que se convierten en el motivo y la pauta que nos guía. Cuando de buscar el camino se trata, cuando es necesario construir nuevos marcos teóricos y evaluar los que tenemos, muchas veces recurrimos a una brújula donde los puntos cardinales son el olfato, la intuición y las conjeturas filosóficas. Hideki Yukawa, el físico japonés que lanzó la primera explicación de la fuerza nuclear, pensaba que “la naturaleza es, por esencia, simple”. Albert Einstein decía: “el sentimiento religioso toma la forma de asombro extático ante la armonía de las leyes naturales”; y continuaba diciendo: “este sentimiento es el principio que me guía en la vida y el trabajo”. También el gran físico Paul Dirac prefería una teoría bella a una que sea corroborada con los hechos, pero fea. Él nos dejó la frase: “una ley física tiene que poseer belleza matemática”. Este aspecto de la actividad científica en que se esgrimen ideas filosóficas como directrices sigue vigente. Ahora ha tomado el nombre de “naturalidad” y la discusión alrededor de este concepto está más activa que nunca. Algunos dicen que la “naturalidad” no es un criterio científico sino estético. Yo creo que es solo filosofía. Desde los años sesenta algunos físicos de partículas elementales empezaron a usar el “principio de naturalidad” como un compás que nos indica si vamos bien en la descripción de los fenómenos. Dicho de manera simple: naturalidad es que el valor que tienen las masas de las partículas, la carga de los electrones y las constantes de la naturaleza, surjan de manera inevitable de las leyes que

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA EFE

El Gran Colisionador de Hadrones en Ginebra, Suiza.

gobiernan los fenómenos. Los valores de esas constantes deben aparecer de manera ineludible de la teoría. Cuando esto ocurre decimos que estamos ante un Universo natural. Si, por el contrario, las magnitudes son tales que parecen especialmente elegidas y con la precisión necesaria para que las cosas sean como son, si el valor que tienen es el único que puede ser para compensar otros efectos, entonces estaremos ante un Universo antinatural. O bien las leyes de la naturaleza son sublimes, bellas, inexorables y autocontenidas, lo que significa que el Universo es inevitable, o bien las leyes son arbitrarias, desordenadas, resultado de la aleatoriedad y de fluctuaciones sin sentido, lo que conduce a un Universo imposible donde la intervención sobrenatural podría ser la explicación.

Los físicos filosofamos. Invocamos criterios que se encuentran al borde de la razón

Sin embargo, ahora sabemos que aun cuando el Universo nos pueda parecer diseñado la explicación de universos múltiples nos ofrece una salida elegante sin la necesidad de intervención. Un paisaje de universos con una cantidad diversa de condiciones iniciales conduciría a un darwinismo cosmológico que nos explicara por qué el nuestro parece tener las condiciones justas para que estemos aquí observando lo que ocurre. De manera que tanto el universo natural como el antinatural pueden ser entendidos sin necesidad de recurrir a los atajos usuales de un diseño inteligente. Para algunos físicos, el proyecto Gran Colisionador de Hadrones ha venido a mostrar que nuestro Universo es antinatural. Esto es decir que la descripción que tenemos de él requiere de sintonización fina porque de otra manera es irrealizable. Con el descubrimiento del Higgs en 2012, el proyecto Gran Colisionador de Hadrones midió la masa de esta partícula como aproximadamente 126 veces la

masa del protón. Pero la masa del Higgs, además de ser medida, puede también ser calculada acudiendo a la teoría que tenemos para describir el mundo microscópico. El proceso de cálculo es tal que se deben sumar y restar cantidades que, vistas en conjunto, darían 10 billones de billones de veces la masa del protón. Lo extraordinario es que las sumas y restas acaben dando 126. Esto parece increíble porque es como si a un mercader de naranjas que compra y vende miles de ellas, al final del día le quedaran siempre exactamente tres naranjas. Cuando llega a su casa cada día, el vendedor de naranjas las exprime y el vaso de jugo se llena siempre al mismo nivel, con la cantidad de jugo justa a la misma línea en el recipiente, no más y no menos que el líquido necesario para satisfacer su sed. El mercader no ha hecho nada para que sea así pero bien podría pensar que hay algo más allá de su frenética compra y venta. Algo que conjura en secreto todos los días para que siga teniendo tres naranjas al terminar el día. Cuanto mayor sea el número de naranjas que compra y vende, más milagroso le parecerá que al cerrar el mercado sigan quedando tres naranjas. El comerciante dirá que no es natural. Quizá tampoco dirá que es antinatural porque le gustará más la opción de usar la palabra sobrenatural. Más aún, seguramente llegará a pensar en una intervención divina para que esto pueda ocurrir, día tras día, con gran exactitud. Para que el Higgs tenga la masa que conocemos, la naturaleza confabula con artilugios sorprendentes de cancelación que acaban dando la masa de 126 veces la del protón. No más y no menos. Lo sorprendente es que una cantidad tan grande de contribuciones se cancelen de manera tan precisa como lo hacen. Que una tal cosa ocurra es lo que los físicos llaman “antinatural”. Da la impresión de que hay una conspiración oculta para que eso suceda. En pocas palabras: las observaciones del Gran Colisionador de Hadrones parecen indicar que algunas de las constantes de la naturaleza son extremadamente improbables y, no obstante, toman los valores justos y necesarios para que exista la vida. A eso lo llamamos un Universo imposible y el nuestro parece serlo. Algunos pensarán que esto deja ver que nuestro mundo es el resultado de un diseño inteligente y otros preferiremos la idea de que se trata de millones de universos entre los cuales uno tenía que arrojar los valores necesarios para que el nuestro llegara a ser lo que es.

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TERTULIA

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PERIPECIA

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IMÁGENES

Pasaje a la India

C Las musas huérfanas, se presenta dos jueves más a las 20:00 horas en La Capilla. Madrid 13, Coyoacán.

La vida según Bouchard y Schoemann

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA ROBERTO SOSA

as musas huérfanas es mucho más que una obra sobre el dolor enraizado en el corazón de cuatro hermanos por el abandono materno, es la ocasión de presenciar una buena actuación sin desniveles en el elenco y de apreciar la plenitud de la palabra dicha, de escuchar parlamentos completos y contundentes, sin finales desvanecidos, frases a medias o líneas arrastradas. Esta vez el espectador, sin necesidad de remendar frases en su mente, se internará tersamente en el declive de tres mujeres y un varón, estancados en su espiral de vida. Es la oportunidad para ver el desempeño actoral y vocal de tres actrices y un actor que se adueñan a plenitud de sus personajes, de la individual historia de cada uno, sujeta a ese complejo nudo de lazos familiares que los ata irremediablemente. Carmen Mastache, Tania González, Indira Pensado y Llever Aíza, conforman la compañía Los cuatro gatos que tiene en ellos, además de brillantes exponentes de la escena, maestros de voz, de la cabalidad de las palabras, de su peso y significado, de su vuelo y su desplome. Desde 1999, en que Boris Schoemann estrenó una obra de Michel Marc Bouchard (Quebec, Canadá, 1958), traduce y dirige distintos textos de este autor que se introduce en el alma de sus personajes, en el dolor añejo de cada uno, en el rencor, que en este caso acumula el abandono. Un comedor maltratado es el único mobiliario de una casa de pueblo,

hasta donde el viento y la arena se cuelan, como si estuviera desde siempre rodeada de desierto. La hermana menor, de la autoría de Mastache, colecciona palabras desconocidas que resplandecen al ser pronunciadas. La actriz, con esa mirada que ha logrado vaciar para ser llenada cuando le es revelado el significado a su personaje, teje minuciosa y exquisitamente, la red en la que caerán los hermanos de esa inocente pero avezada Isabel, que convoca a la eclosión de una familia desgajada. Tania González, Indira Pensado y Llever Aíza, hacen desplegar a sus personajes ese desprecio soterrado que sienten por su hermana menor, al tiempo en que estructuran su propia defensa engarzada en tristeza, en la certidumbre de su poca valía, y en un rencor que se desparrama dentro de la casa que les recuerda su procedencia, así como el insoportable y permanente rechazo que viven sin pausa. La especialización, que desde la traducción de los textos del dramaturgo ha adquirido Schoemann, aunada a su madurez como director de escena y a la experiencia de los integrantes del elenco, hace que este montaje sea un suceso escénico memorable para el espectador, que verá a tres mujeres

Las obras de Bouchard se internan a ese fango en que se convierte la existencia

y un hombre, en una lucha sin tregua por su propia supervivencia, desde una familia desecha. Sin oportunidad de respiro o descanso, fuera de algunos minutos en que actrices y actor, sin salir de escena, se sientan brevemente de espaldas al espectador, los integrantes de este equipo artístico hacen entrar a sus personajes en una espiral que toma velocidad cuando el hermano de esta familia sin madre lee fragmentos de un libro revelador que escribe desde hace años. Como si se soltaran los demonios internos de cada uno, que de repente rozan el cráter de la risa, detonado por ese conocimiento del otro, que solo es posible adquirir entre hermanos, los huérfanos de esta obra se reúnen un Sábado de Gloria, después de años para asistir a un velorio, que más bien se torna el suyo. Vestidos de negro y blanco, descalzos y férreamente unidos por sus carencias, las tres mujeres y el único hombre, asido al vestido con volantes de su madre, descubren, gracias a la hermana, considerada la menos apta para la vida, lo que ninguno de ellos ha podido llegar a ser. Schoemann, director de La divina ilusión, Tom en la granja, El camino de los pasos peligrosos, Los endebles y Las musas huérfanas, todas obras de Bouchard, se interna, de la mano de este dramaturgo, a ese fango en que se convierte la existencia, en la intensa búsqueda de una luz que devuelva algo de esperanza, por mínimo que éste fragmento sea.

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ANDREA SERDIO

on prólogo del historiador William Dalrymple, India es un libro publicado por Phaidon; es un viaje a través de un país con pujante desarrollo industrial, que invierte miles de millones de dólares en su industria militar y al mismo tiempo está lleno de pobres que viven en barrios miserables o de plano en la calle, y en el cual 1.7 millones de niños menores de cinco años mueren anualmente por enfermedades que se pueden prevenir. En las fotografías de Steve McCurry, la India aparece con todos sus matices, con todo su colorido; en las calles, en las casas, en el campo. En el hombre cubierto de polvo durante el festival Holi de los colores; en el hombre transportado por la multitud en ese mismo festival; en la niña que pide limosna vestida como el dios Shiva; en los hombres con la barba y los bigotes teñidos de jena; en la ropa y los adornos de toda la gente. Las imágenes de McCurry, dice Dalrymple, “se sitúan en un mundo casi fantástico y poseen un fuerte componente mágico y absurdo: un sastre con el agua hasta el cuello eleva una máquina de coser Singer oxidada para que no se moje; una serpiente verde se enrolla como un pañuelo alrededor del cuello de un chico; un niño de Jodhpur corre veloz por un callejón sin que sus pies toquen el suelo”. Y así, muchas otras imágenes extraordinarias. Los barrios populosos, a veces anegados por los monzones, los viejos barqueros, los vendedores ambulantes, los cargadores, los obreros de una fábrica textil, las mujeres que trabajan en la construcción de una carretera, aparecen en este libro en el que también los poderosos tienen su lugar. Como el terrateniente rodeado de sus trofeos de caza o la hija de un millonario con sus sirvientes y sus carros de colección. La India se ha convertido en un paraíso tecnológico, “con una clase media obsesionada por las marcas”, pero, afortunadamente, no ha perdido su profundo sentido espiritual. Es, lo han dicho los estudiosos, una tierra sagrada llena de peregrinos de diversas religiones, de templos como el maravilloso Taj Mahal o las alucinantes escaleras que llevan en Benarés y conducen al Ganges; es un país materialista pero asimismo religioso hasta el delirio. Esa es otras de las impresionantes paradojas que nos muestra el libro de Steve McCurry. Las fotografías de Steve McCurry son fascinantes, por su composición, por sus colores, pero sobre todo por la realidad que enseñan, muchas veces terrible. En ellas aparece lo mismo un poderoso terrateniente rodeado por sus trofeos de casa que un mendigo mutilado y andrajoso, muerto en los andenes del tren, “invisible a la mirada de los pasajeros”. Como otros fotógrafos, por ejemplo Scott Schuman con The Sartorialist. India (Taschen), como tantos cineastas que nos descubren un pedazo de ese mundo que parece tan lejano y misterioso, McCurry se deja envolver por los personajes y la atmósfera de la India para ofrecernos un libro de gran formato verdaderamente excepcional.

La India se ha convertido en un paraíso tecnológico, pero no ha perdido su sentido espiritual

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

7 DE DICIEMBRE 2019

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Otro año DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

H

e escrito algunos artículos en los que hago mención de mi mala memoria. Incluso he comentado que he llegado a leer libros que olvido por completo. Hace poco confesé ante unos amigos que nunca había pasado de la mitad de Los demonios, de Dostoyevski, así es que me hice el propósito de leerla de cabo a rabo. Mi asombro fue descubrir que desde la primera hasta la última página tenía la novela subrayada y anotada con dos tintas, señal de que ya la había leído un par de veces por completo. Pues bien, este artículo que usted está leyendo no es el que había escrito para hoy, ya que mi mente funcionó de esta manera: luego de que López Obrador pidiera un año más para hacer eso que era muy fácil, pero que no hizo, me vino a la mente el poema de Mahmud Darwish titulado “Solo un año”, en el que dice: “Un año es suficiente para que ame a veinte mujeres/ y treinta

MAHMUD DARWISH,

el poeta palestino

ciudades./ Un año es suficiente para que acuda junto a mi madre desconsolada/ y le grite: alúmbrame de nuevo/ para que vea la rosa desde su comienzo/ y ame el amor desde su comienzo/ hasta los confines del canto”. Él es uno de mis poetas más queridos y éste es su poema que más quiero. Lo leo cada vez que muere un amigo. Lo leí a distancia, con Elizabeth Moreno, desde Cracovia hasta Culiacán, cuando mataron al Feroz. “Amigos, no se mueran como tienen la costumbre de morir./ Por favor, no se mueran, esperen otro año,/ solo otro año./ Tal vez terminemos la charla y el viaje que hemos iniciado/ e intercambiemos ideas caminando por la calle,/ sin horario ni banderas”. Escribí una serie de anécdotas que me llevaron a conocer este poema, en las que intervenían el entonces secretario de Cultura de Puebla, Pedro Ángel Palou, la casa refugio que instaló en su estado y el primer escritor que hospedó, un palestino que se comportaba

como fiera enjaulada. Alguna vez el palestino les dijo que su único amigo mexicano era David Toscana. En efecto, años antes, durante un semestre en Estados Unidos, habíamos sido un trío inseparable junto con un poeta sirio al que apodábamos Abugassim. De modo que Palou me invitó a dar un taller literario a Puebla y de paso domesticar a la fiera. Los quince días que ahí estuve, no hubo fiera. Fueron veladas literarias, sobre todo de poesía árabe. Al querer guardar el archivo, Word me advirtió que ya existía otro con el mismo nombre. Lo abrí y me sorprendió encontrar un artículo prácticamente igual que publiqué en estas mismas páginas en febrero de 2014, solo que la evocación del poema de Darwish había llegado por la muerte del buen Federico Campbell. Así las cosas, ya que no voy a publicar el artículo que escribí para este sábado, si usted desea leerlo, lea el de 2014, pues éste que ahora lee no es el de hoy.

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BICHOS Y PARIENTES

Adiós, Paul Polak

P

aul Polak murió el pasado 10 de octubre. Casi de noche pasó la noticia. Fue un autor destacado, pero no es por sus libros que lo va a recordar la historia sino por sus patentes, inventos y sus extrañas ideas acerca del comercio, la riqueza y la pobreza. Su libro más famoso es Out of Poverty, (traducido al español: Cómo acabar con la pobreza, Océano, 2008, con un estupendo prólogo de Gabriel Zaid). Libro notable, distinto de los que suelen escribir los pobretólogos de cubículo. Comienza Polak: “detesto los libros sobre la pobreza que me hacen sentir culpable, tanto como los áridos libros académicos que lo ponen a uno a dormir. El trabajo de superar la pobreza es un campo vivaz y emocionante, capaz de inspirar nueva esperanza, no abatimiento y desesperanza. Aprender la verdad de la pobreza genera innovaciones disruptivas que pueden enriquecer las vidas de los ricos incluso más que las de los pobres”. No se refiere a enriquecer solo en dineros y bienes sino en sentido de vida, formas de cohesión social, modos participativos y en imaginación. Como Chesterton, Zaid, Schumacher y otros, Polak se ha negado al lado plañidero de la pobreza. Supo que no era una condición eterna sino una circunstancia; se rehusó al juego de las limosnas y es uno de los pioneros en la transformación de la cultura económica moderna. Desde los procesos de descolonización de África, en el siglo XIX, la abundantísima buena voluntad de los ignorantes ha querido paliar la pobreza con dádivas y donaciones; subsidios eternizados y estados o gobiernos que administren ayuda. Mortal error: la conmiseración nunca pudo redimir a los pobres, en primer lugar, porque no necesitan redención

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA JAMES BRADBURY/CU INDEPENDENT

y tutela sino libertad. Se ayuda al que no puede; los pobres no solo pueden sino que saben mucho más de lo que pudieran suponer los gobiernos de los bondadosos. Viven con menos de dos dólares al día, ¿cómo no van a saber de dinero, de administración, de supervivencia? Polak los trató como lo que eran: astutos, calculadores, ambiciosos: iguales que los ricos. No les regaló nada; les vendió productos extraordinariamente inteligentes: cisternas limpias y baratísimas, hornos

El siglo XX padeció una ceguera incorregible, como vocación de gobiernos populistas

que transforman astillas en carbón, para producir electricidad no contaminante; o su producto estrella: una bomba de agua, impulsada por pedales. En todos los casos, se ocupó de cumplir con dos criterios: que los productos fueran “radicalmente costeables” (esto es, para una persona o un grupo cuyos ingresos sean menores a dos dólares diarios) y que todas las máquinas pudieran ser reparadas por mano de obra y refacciones locales. En su libro refiere varios ejemplos de generosidad idiota: grandes empresas y prohombres de gobiernos que llegan a instalar plantas de luz, sistemas de agua, molinos, talleres, se toman unas fotos, salen en los periódicos y ganan votos para sus campañas pero, un mes después, a la maquinaria de la generosidad se le rompe un resorte,

Como Chesterton, Zaid, Schumacher y otros, Polak se ha negado al lado plañidero de la pobreza.

una palanca y adiós: un inservible armatoste de millones. El siglo XX padeció una ceguera incorregible, que perdura y permanece como vocación de gobiernos populistas. Lo intuía Joseph Conrad: cuando Marlow llega al Congo (El corazón de las tinieblas), descubre la basura que no se degrada: la eterna contaminación de la maquinaria inservible: “pasé junto a un caldero que estaba tirado sobre la hierba, llegué a un sendero que conducía a la colina. El camino se desviaba ante las grandes piedras y ante unas vagonetas tiradas boca abajo con las ruedas al aire. Faltaba una de ellas. Parecía el caparazón de un animal extraño. Encontré piezas de maquinaria desmantelada, y una pila de rieles mohosos”. La pobreza se ha reducido significativamente. Según el Banco Mundial, en 2015 disminuyó “a la mitad la tasa de pobreza registrada en 1990… Pese a los avances, la cantidad de personas que viven en condiciones de pobreza extrema en el mundo sigue siendo inaceptablemente alta”. Pasan cosas raras: en 1990, el 36% de la población mundial vivía con ingresos menores a dos dólares por día. De ahí a 2015 se dio una época genial: el porcentaje de los más pobres se redujo hasta el 10%. Pero en 2013 retrocedió un punto: 11%, a la vez que creció la población: un retroceso. Según el Banco Mundial, la pobreza sigue disminuyendo, pero a un ritmo cada vez más bajo. Muchos lo advirtieron: el crecimiento no puede ser eterno. El mundo tendrá que aprender a vivir consumiendo y contaminando mucho menos. Puede ser como catástrofe o como proyecto. Si lo segundo, entonces conviene tener a Paul Polak como guía. Aquí: https:// paulpolak.com/.

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