Laberinto No.863 (28/12/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO CINE

CAFÉ MADRID

FERNANDO ZAMORA

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Tres películas para recordar 2019

La gran noche de Pedro Almodóvar

Foto: Shutterstock

SÁBADO 28 DE DICIEMBRE DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 863

Concepción Company: lenguaje y machismo Guadalupe Alonso Coratella / FOTOGRAFÍA: JORGE GONZÁLEZ

Foto: Regis Duvignau


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ANTESALA

28 DE DICIEMBRE 2019

CASTA DIVA

Desert music AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA ESPECIAL

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l arte es para vomitar a la realidad, para llevarla adentro, tocando lo más oscuro y sacarla, tal vez más terrible, tal vez más insoportable. La existencia no tiene tiempo, ni siquiera es nuestra, pensamos que la vivimos, que le damos un sentido y desde ese punto en que no podemos cambiarla nos demuestra que estar aquí, que ser lo que creemos que somos, es una ilusión de nuestra vanidad. Entonces llega el arte y nos enfrentamos a algo que nos deja vivir, sentir que se puede cambiar un ápice nuestra insuficiente condición. La pesadilla intemporal y eterna de la frontera mexicana, ese lugar del tránsito penitente, en el que la degradación se concentra infranqueable, agujero claustrofóbico del que solo se escapa con un poema, canta William Carlos Williams, ante un cadáver sin piernas y sin brazos que podría ser un huevo o un montón de harapos, “¿Cómo decir lo que ha de ser dicho?” “Solo el poema”. “Solo el poema” y el poema está solo, y el arte está solo y la creación está sola, y vivimos esta realidad, la padecemos, mentirosos decimos que la gozamos, falseando creemos en lo que hemos hecho de nosotros y en el puente entre El Paso, Texas, y Ciudad Juárez, el poeta ve un cadáver. “Solo el poema medido con exactitud, imitar y no copiar, la naturaleza: no copiar la naturaleza”, el arte no copia, imita, observa, aprende, se traga eso que desea y lo vomita, y ahí está la obra, ahí está la realidad y así, como leer un poema o como ver un dibujo, entendemos algo, intuimos que por fin, eso de tan insoportable tiene explicación, tiene que estar ahí, en ese instante y ser para nuestro ser, ser para el arte. Los que no quieren ver dicen con parca ignorancia “pintura retiniana” negando la presencia de los sentidos en la contemplación, los sentidos que nos obligan a tragar esa realidad y nos empujan a asimilarla pedazo a pedazo con un poema o un dibujo. La prostituta que baila grotesca, los gringos borrachos y a Williams “se le atraganta el poema” porque debe salir, debe ser expulsado así con la violencia en que entró esa suciedad, ese cadáver. “No consigo escapar”. “No consigo vomitarlo”. “Solo el poema escrito, el verbo lo trae al ser”. La belleza, la presencia misma de la obra, es un cuerpo destazado, el artista toma sus pedazos y los lleva al color, los reúne en palabras, los desbarata en música, y sobrevivimos gracias a esos despojos. El arte, sacarlo todo, no cargarlo dentro, dejarlo atrás convertido en poema, en algo que ya no es ese momento, que es todos los momentos, que se queda ahí, triunfando sobre este espanto que no comprendemos, “una agonía de la autoconciencia” y que nos seduce, nos convence, de que esa agonía tiene sentido, recompensa y final, mientras alarga el camino sin salida.

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Williams Carlos Williams, hacia 1920

Escena de la cinta Parásitos, de Bong Joon-ho, ganadora de la Palma de Oro en Cannes

HOMBRE DE CELULOIDE

Seis películas y una oración

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BARUNSON

radicional como el bacalao es la costumbre navideña de hacer el recuento de lo mejor y lo peor del año. A menudo esta práctica se concluye con una suerte de visión profética que yo cambiaré por una oración. Gene Siskel, famoso crítico del Chicago Tribune sostenía que para hablar de lo mejor o lo peor del cine en cualquier categoría, era necesario antes profesar al menos tres películas que muestren lo que somos. De ese tamaño. Así, para hacer el necesario recuento del 2019 es necesario primero, como pide el atinado Siskel, confesar cuáles son las películas que para bien o para mal han hecho lo que soy. En 1972 se estrenó Estación cielo (Vlak do Stanice Nebe) del checo Karel Kachyna, yo tenía tres años. Cuando terminó la función mis padres me preguntaron: ¿ahora qué quieres hacer? Yo respondí: volver a verla. Eran los años de las funciones corridas y recuerdo que fue la primera vez que una película me fascinó. Veinte años más tarde yo era un hombre atribulado que se enamoró del barroco carmín del Drácula de Bram Stocker que es en realidad el Drácula que Francis Ford Coppola filmó en 1992. Por

último, a pesar de que se estrenó también en la década de los años de 1970, no vi hasta el inicio de este siglo y gracias al streaming, Novecento de Bertolucci. Aún me conmueve el duelo final entre los hermanos Alfredo y Olmo ante un tren. Estas tres películas tienen algo en común con las que conforman, por otro lado, la personalidad de este agónico año 2019. Hay, en las seis películas de esta columna, amor filial, locura y actuaciones espectaculares. Parásitos del coreano Bong Joonho es la primera obra que conforma el carácter del año que termina. Es fascinante por su sentido del humor, por la belleza de sus imágenes y porque si uno la mira bien presenta un trágico retrato de lo que es el amor en la familia y sobre todo el amor al padre. Nominada por el Sindicato de Actores de Estados Unidos como mejor elenco, Párásitos es una muy probable contendiente por el Oscar, lo cual realmente no

“¿Estamos locos? Un poco sí, pero en el cine, la locura es hermosa”

importa. Lo importante es, como siempre, la actuación. No hay mala película que esté bien actuada. Ahora, si la imagen está a la altura del arte visual tenemos entonces una obra realmente extraordinaria. Como Había una vez en Hollywood, siguiente obra que conforma este año. La película de Tarantino es un afectuoso regalo a la actriz Sharon Tate además de ser una profunda e hilarante reflexión de lo que significa el cine, la actuación y, sobre todo, la amistad. La tercera película del 2019 es El Guasón. Tomando el universo de DC Comics, el director Todd Phillips consiguió retratar la locura del mundo en el 2019. Porque hoy todos quieren sentirse El Joker, pero El Joker, recordémoslo, es un asesino. ¿Estamos locos? Un poco sí, pero en el cine, la locura es hermosa. Ahora, en vez de escribir qué espero para el 2020, haré una oración al cielo fílmico para pedir que ciertas cosas no sucedan: Hitchcock, señor del cine, no permitas más películas basadas en los personajes de Marvel, no más obras mexicanas de guionistas que no distinguen la tragedia del melodrama y sobre todo, Alfred, por favor, que no haya una nueva secuela (o precuela) de Star Wars.

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ANTESALA

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POESÍA

Libros

LOS PAISAJES INVISIBLES

Los mejores libros de 2019

BENJAMÍN BARAJAS

Regresamos pródigos al libro a las palabras frescas, abundantes, como el agua de los ríos. Aquí crece la escena, el cuerpo del deseo se erige y canta. Allí son nuestras manos que nacen de la sombra y viven el tormento de alcanzar los frutos más logrados de la estampa. Allá corre la sangre de los héroes esmerados. Aquí en el corazón del universo los signos libran la batalla más terrible. Este poema forma parte de árbol separado, Ediciones del Lirio, 2019

EX LIBRIS

Anunciación/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

o soy partidario de elaborar listas de los mejores libros del año que se va, pues estoy consciente de que el lector consuetudinario no se orienta por las recomendaciones de cualquiera sino que sigue a su propio instinto. En este caso, la decencia dicta que uno debe ser muy precavido al enlistar sus entusiasmos, el gusto literario es íntimo, personal, como el concepto de belleza. Y es que, una lista de los mejores libros puede ser ociosa. El verdadero lector hilvana sus intereses conforme un autor le descubre a otro y éste a otro y éste a otro, en una suerte de telepatía estética e intelectual; el genuino lector no suele abalanzarse cada mes sobre las mesas de novedades ni devora de inmediato los nuevos títulos de los autores destacados o de las firmas de moda que los recomendólogos de prensa, radio y tele y los reseñistas profesionales le endilgan con sutileza, porque sabe que el tiempo en este mundo es poco, y la lectura exige una disciplina cronométrica. Todo lo contrario: ese lector atiende exclusivamente las propuestas de un amigo de afinidades librescas, y es extremadamente cauteloso con las críticas laudatorias o los infomerciales de las secciones de Cultura, cuya oficiosidad, en estos días de crisis, asemeja la tarea de un agente literario o la de un comisionista del negocio editorial. No acostumbro hacer listas de los mejores libros pero voy a contravenir mi idea porque el handicap anual es tradición, aunque la experiencia me recuerda, machacona, que un auténtico lector pasará de largo mi humilde read team: el lector insobornable adquiere, guarda y luego lee o relee, si es el caso, las obras que habrán de esperar el momento exacto de encontrarse con sus dueños. Lo dijo Sergio González Rodríguez: “los libros, como las medusas, las mujeres y los tranvías, llegan inevitables a cada quien” (El centauro en el paisaje). Y es que, sí, hay libros que, por casualidad o por accidente, arriban como una dicha o una tragedia ineludibles, libros que tal vez no estuvieron en ninguna lista de ningún año pero que resultan entrañables, más valiosos que los llamados superventas o que aquellos títulos encumbrados por los premios (hoy el fraude más descarado para el lector que compra y el escritor que compite, ambos de buena fe, porque siempre ganan los autores de la firma convocante, la casa no pierde) o la publicidad sin pausa o la promoción viajera (festivales, encuentros, ferias de libro, etc.). En fin. Ya es hora de soltar mi modesto inventario de 2019, aunque sé que un lector severo apuesta a la ortodoxia y se concentra únicamente en los clásicos o los escritores de cierta época o de una misma generación y lengua o de una región específica, por ejemplo, mi amigo Olegaroy, quien, conversando sobre libros una gélida noche madrileña, comentó muy serio que ahora lee exclusivamente a autores rusos. Ha pasado casi un año de esa velada, tal vez Olegaroy cambió de parecer y ya se ocupa también de los franceses, los ingleses, los estadunidenses y hasta de los propios españoles, tan hechos él y su adorable esposa Sarah a la vida de Madrid, o posiblemente ha invertido algo de su valioso tiempo, Olegaroy también escribe, en alguna novedad o un libro archicomentado o un superventas, como esos deslices que uno comete, parafraseando al buen Sergio González Rodríguez, con las medusas, las mujeres y los tranvías, al fin y al cabo, el perfecto lector es imposible, así que me retracto de mis vanas intenciones, ya ni espacio queda para seguir acumulando caracteres, y mejor les digo que ojala en 2020 cada quien se encuentre con sus mejores libros.

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DE PORTADA

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Para Concepción Company, es importante indagar en el modo como hablamos en la vida cotidiana

El lenguaje incluyente es muy peligroso GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA JORGE GONZÁLEZ

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on una obra que funciona como infraestructura para la investigación y al mismo tiempo es pionera en el estudio de la lengua española, Concepción Company fue reconocida con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2019 en el campo de lingüística y literatura. El rescate de archivos, documentación, transcripción y edición crítica de documentos que integran una trayectoria de 40 años está vertida en títulos como Documentos lingüísticos de la Nueva España (1994), donde revisa la historia del español en América y sus contactos con lenguas amerindias, o Sintaxis histórica de la lengua española (2006-2014), de la que Company asegura: “No hay ninguna lengua romance que tenga una gramática histórica de referencia”. “Soy mexicana por voluntad”, comenta con orgullo la lingüista y filóloga de origen español, quien llegó a México en 1975 para luego titularse en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. “Me interesaban las tripas de la lengua

porque la lengua es como un equilibrio cósmico complejo que está en el cerebro y cuando la afloras en el habla, encontrar esos equilibrios es como las matemáticas porque muestra la madurez cerebral de un individuo”. Este interés la llevó a indagar en la vida cotidiana, en el modo como hablamos, cómo nos mostramos a través de la lengua, porque la lengua, dice, “es el soporte de la visión de mundo, de la vida diaria, es la actividad transversal con la que somos seres humanos veinticuatro horas al día, incluso soñamos en lengua”. Uno de los temas que la apasionan es la gestación de la identidad lingüística de México, que surge de manera natural en el siglo XVIII con las Reformas Borbónicas traídas por el Virrey Gálvez con el propósito de implementar un centralismo y un control que los mexicanos criollos acataron, pero sin cumplir esas leyes. “La identidad lingüística de México”, apunta Company, “es multilingüe, no es monolítica. Es un mundo donde se cuidan mucho las formas, somos el barroco que llegó para quedarse. Somos hospitalarios, muy formales, empleamos un promedio de 11 o 12 palabras para pedir algo: ¿No sería usted tan amable de regalarme un vaso de agua? Casi no usamos imperativos, no damos órde-

nes de manera directa sino a través de atenuadores. No podemos decir: No, sino déjeme pensarlo, o cuando un mexicano dice: Yo lo llamo, significa: No me esté usted molestando. Tenemos multitud de diminutivos cariñosos, es un mundo de formas, y eso implica cambios lingüísticos muy notorios pero también fondos semánticos, porque lo que hacemos es que estamos cuidando al otro y, al mismo tiempo, nos estamos cuidando del otro”. Para comprender estas tensiones entre el hablante y el oyente hay que imaginar sociedades multiétnicas, multilingües. No solo de españoles con indios, sino nahuas con otros pueblos, etnias cuyas lenguas entre sí no tienen nada que ver. “Las visiones de mundo de aquellos indígenas”, explica Company, “estaban obligadas a convivir no solo con españoles, también con franceses, alemanes y flamencos, entonces buscaron mecanismos de atenuación. Somos un pueblo que atenuamos, un pueblo instalado en el barroco, eso hace muy agradable la convivencia. Un país muy hospitalario porque notas que te están cuidando con tu

“En México, en las expresiones diarias hay un gran machismo reflejado en la lengua”

soporte diario de manifestación que es la lengua, pero al mismo tiempo, las tensiones semánticas que subyacen al barroco son complejas. No hay que olvidar que el español llegó como lengua de conquista, los españoles eran conquistadores. No se puede tapar el sol con un dedo, la historia no se puede negar. Se dieron procesos muy complejos y con grandes discriminaciones que siguen a la fecha. Por desgracia, el español fue primero impuesto y después asumido como lengua del patrimonio diario con el que tienes que comunicarte”. De este contacto surgió una integración del español de México mezclado con lenguas indígenas y viceversa. “Se ha dado un proceso muy interesante de sustitución de vocabulario y expresiones de la lengua patrimonial, el español medieval y el latín, por vocabulario indígena. En México decimos apapachar y no mimar; decimos molcajete y no mortero. Además, hemos hecho una conjunción mestiza de locuciones verbales, adverbiales, sustantivas, adjetivas. Son cientos de construcciones mezcladas. Eso es México, un país mestizo, y hay que asumirlo”. Una de las características más lamentables de nuestra lengua es el machismo. Company ha trabajado el tema desde diversos ángulos,


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entre estos el de los insultos. “En el discurso y expresiones de todos los días, hay un gran machismo reflejado en la lengua”, dice. “Lo que se ve es un pavor a la homosexualidad. El insulto que está desde las primeras documentaciones y que curiosamente desapareció de España —no porque dejaran de ser machos, sino porque así fue— es puto. Y, además, con diminutivos. Esto está documentado desde el siglo XVI. Es el pavor a la homosexualidad, el afianzamiento de la masculinidad. A la par de esto, algo que se da en México y que no lo tiene ningún otro dialecto del español, es el juego del albur donde se trata de ver quién es el más macho llamándole al otro homosexual, degradando su masculinidad y, en la degradación, lo insultan como mujer. Es degradar al hombre que tiene otras preferencias y degradar a la mujer. Es una lengua profundamente machista”. En otro registro de los usos del lenguaje que surgen como respuesta a las condiciones sociales del momento, la integrante de la Academia Mexicana de la Lengua ha sido contundente en su postura frente al lenguaje incluyente. “En la base de este lenguaje hay una idea que está en cualquier cosmovisión de los seres humanos, es decir, que aquello que se nombra existe y

aquello que no se nombra no existe. Eso está en la tradición judeocristiana. Por ejemplo, en el primer versículo del primer libro de Juan: ‘En el principio fue el Verbo’; o en la tradición maya-quiché: ‘Dijeron tierra y al instante apareció’. Evidentemente existe en el momento en que lo nombras. Las mujeres pensamos que si no se nos menciona no existimos, entonces hay una batalla. Me parece muy peligroso el lenguaje incluyente. Yo soy la primera que pelea porque se nos trate en el respeto, porque se nos vea como iguales. Nada de que te permito que entres a mis espacios masculinos patriarcales, no, es que somos iguales. Creo profundamente que el derecho al aborto es una decisión de las mujeres, por qué tienen ellos que decidir por nuestro cuerpo. Estoy en una posición absolutamente feminista, entendiendo como feminismo una pelea para que seamos tratadas en la equidad y en el respeto. ¿Qué problema tiene el lenguaje incluyente? Que ‘todos y todas’ es políticamente correcto. Ningún político se atrevería a dirigirse a una audiencia diciendo ‘buenas noches señores’ o ‘buenas noches tengan todos ustedes’, que es una posibilidad de la lengua. Sin embargo, el lenguaje incluyente es como una cortina de humo que oculta los verdaderos

problemas del machismo de la sociedad mexicana. Entonces, estoy segura de que muchos caballeros machines cuando dicen ‘estimadas todas y queridos todos’, lavan su conciencia pensando: ‘Qué incluyente soy’, pero después matan de un batazo a su esposa.

El lenguaje incluyente es elitista

Company refiere que “la mayoría de las lenguas del mundo no tienen mecanismos para desdoblar hombre y mujer, para codificar a hombres y mujeres. Una característica real de las lenguas amerindias desde el Canadá hasta la Patagonia es que no diferencian entre masculino y femenino, así es su gramática. Más bien están preocupados por otras cosas, como el mundo de los reverenciales en el náhuatl, las lenguas mixtecas y muchas otomangues. Entonces, las mujeres otomíes, las mazatecas, las mayas, ¿no tienen derecho a la igualdad? Me parece, pues, que el lenguaje incluyente es elitista. Además, nos sentimos muy incluyentes escribiendo con arroba. A mí me parece que estamos desviando el foco de atención. Ahora digamos ‘todes’, puedes decir lo que quieras, porque se nos define como seres de sintaxis libre, esa es la definición antropológica, biológica de los seres hu-

Concepción Company fue reconocida con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2019 en el campo de lingüística y literatura

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manos. Me parece que el lenguaje incluyente es una superficialidad que desvía la atención del problema profundo porque a las mujeres, no siendo minoría, siendo iguales, se nos trata como discapacitadas mentales. Ellos deciden por nosotras, históricamente las leyes las han hecho hombres. Y voy a decir algo que es políticamente incorrecto: no quiero que me incluyan por ser mujer porque eso me ofende. Yo espero que en la Academia Mexicana de la Lengua o en El Colegio Nacional no me hayan incluido por ser mujer, sino por mi obra y el aporte a la cultura escrita y hablada en lengua española. No quiero que me incluyas por ser mujer, pero no quiero que me excluyas por serlo, porque es muy peligroso. El lenguaje incluyente que tiene sus bemoles, en mi caso, digo: ‘Buenos días señores y señoras’, pero no ando con estos asuntos de ‘todos y todas’ porque desvío la atención del problema de discriminación que tenemos las mujeres en sociedades profundamente machistas”. ¿Qué tan factible es que estos modos del lenguaje se integren como una norma en el habla cotidiana? De acuerdo con Company, aun si esta forma de diferenciar entre los sexos tuviera como objetivo dar visibilidad a las mujeres y no solo sirviera como una corrección política, no sabemos si va a permanecer. “Primero tienen que cambiar las sociedades y el cambio viene después de dos o tres generaciones, que es el tiempo de sedimentación. No conozco en la historia de la lengua española, que tiene dos mil y pico de años, ningún cambio gramatical ni léxico ni semántico hecho por decreto. Los decretos de autoridades normalmente no llegan a la gente de la banqueta, quedan en élites y no pasan de ser moda. Lo que queda es generar cambios sociales profundos que, por lo general, terminan incidiendo en cambios gramaticales. Quizá la lengua, en un futuro, incluirá mecanismos de desdoblamiento de sexo, porque hoy solamente estamos en lo positivo: ‘Estimadas’, ‘queridas’, ‘estimades’. Nadie dice: ‘Corruptos y corruptas del mundo uníos’, ‘ladrones y ladronas entraron al banco’, ‘violadoras y violadores de la ley’, eso no, las mujeres nada más para lo bonito. ¿Por qué solamente lo positivo? Es más falso que Judas y es peligroso. Esa es mi postura, y como calienta, me apasiono”. Concepción Company hace un llamado a las mujeres: “No pelearnos entre nosotras porque lo único que logramos es el empoderamiento de los hombres”. Reconoce que se trata de un asunto muy complejo y las mujeres debemos asumir que tenemos una responsabilidad, “educar a nuestros hijos e hijas —ahí sí desdoblar—, en la igualdad absoluta. Las mujeres debemos ser el pie de cría de la igualdad. Tenemos el patriarcado metido en las venas, es toda una reflexión muy compleja, el cuento de nunca acabar. El lenguaje va a retomar su rumbo cuando la sociedad cambie”.

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LITERATURA

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Autobiografías noveladas sobre la adolescenci y El gran Meaulnes son clásicos revisitados en

Dos novelas francesa MARCO ANTONIO CAMPOS ILUSTRACIÓN LUIS M. MORALES

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a adolescencia, esa edad cuando no sabemos dónde está nuestro sitio ni hacia dónde vamos. Ese pasar del orbe de la infancia, que pudo ser mágico o malvado o triste o baladí, a unos años que son el primer despertar y donde se descubre el centelleo sombrío de la mujer. Ya empieza a ver el adolescente un mundo como él le gustaría verlo y no como es. Se vive o se inventa una realidad y se aparenta una seguridad que pronto se ve que solo es una audacia mal entendida. Una edad, se va entendiéndolo con los años, colmada de dos palabras colmadas de melancolía: hubiera sido. Si no lo salva algo o alguien, si no se aferra muy bien de la roca o del árbol, la caída al abismo será funestamente inevitable. Quizá las novelas sobre la adolescencia, trabajadas con celo y desvelo por la memoria, son muy seductoras porque sabemos que es un capítulo de la vida que solo unos cuantos supieron cerrar. “Es nuestro error a los veinte años, creer que conocemos la vida y las mujeres”, escribe en algún momento Larbaud.

Tristeza en el alma

Al principio de la segunda década del siglo XX, en 1911 y 1913, se editaron en Francia dos emotivas novelas donde los protagonistas principales son adolescentes: Fermina Márquez, de Valery Larbaud, y Le grand Meaulnes (El gran Meaulnes), de Alain Fournier. Se suele considerar ambas novelas cortas como clásicos menores en el más alto sentido de la palabra. En general, si comparamos con hechos de la propia vida de Valery Larbaud, podría decirse de Fermina Márquez, igual que de El gran Meaulnes, que es una autobiografía novelada o una novela

autobiográfica, con variaciones o trasposiciones de los nombres de personajes, de lugares y de hechos. El sitio central de los hechos es el colegio religioso Saint-Augustin, internado para niños y adolescentes, primaria y liceo, próximo a París, y donde la mayoría de los alumnos son hijos de latinoamericanos acaudalados, pero donde estudian también franceses y una minoría estimable de orientales. Curiosamente, fuera de clases, la lengua más hablada en el colegio es el español. Un día, como una iluminación súbita para los alumnos, llega una familia bogotana, que trastocará por un tiempo la vida del recinto. A Francisco, de nueve años, el más pequeño de la familia, lo han inscrito en el colegio. Lo acompañan la tía (algo subida en carnes), a quien llaman María Doloré, y dos hermanas del niño: Fermina, de dieciséis años, y Pilar, tal vez de doce. El padre es un banquero colombiano. En vez de la familia, debí subrayar que quien trastoca la vida estudiantil es Fermina. Desde que el mexicano Santos Iturria anuncia al principio: ¡Des jeunes filles!”, “Unas muchachas”, el lector ya está expectante e intuye que de manera inevitable varios alumnos se enamorarán de Fermina, o al menos se ilusionarán, entre ellos Camille Moutier, quien se cree el más insignificante de todos, pero reza por ella cada noche. El colegio, dice el sujeto-narrador, lo forma “una banda de descarados”, que oscilan entre los quince y los diecinueve años, quienes se juegan el todo por el todo por glorificar “la indisciplina y la insolencia”, o lo que ellos entienden por eso. La familia colombiana vive en París, en Avenue Magram, y sube a diario en tren al colegio para ver al niño, que al principio sufre el bullying de sus compañeros. A horas de la tarde la familia pasea con un grupo de alumnos por el parque, “digno de Versalles”, y desde cuya terraza se domina el valle del Sena.

Sin embargo el círculo se va estrechando hasta que solo quedan en la competencia por Fermina el francés Joanny Léniot y el mexicano Santos Iturria. El quinceañero Léniot, venido de Lyon, destaca como el más estudioso y condecorado de todos, pero es feo, silencioso, tímido y a nadie le cae bien. Disfrazándose de humilde se cree genio, pero en el fondo tiene una gran apetencia de querer y de ser querido. “Los sentimientos estaban en él siempre vivos y más claros que los pensamientos”. Si tiene un miedo es que las chicas se burlen de él. Es visible en su frente la señal de la ceniza del desdichado. El regiomontano Santos Iturria, hijo de millonario, bien parecido y con mucho más mundo, es un joven seguro de sí mismo, limpio, franco, de ojos azules y “mirada directa y viril”. Por su trato podría parecer un joven mucho mayor. Tiene como acompañante a Demoisell, un negro antillano, violento y difícil. Demoisell no se parecía a los otros negros del colegio, “alumnos modelo, muy inteligentes, muchachos apacibles y de parvas palabras”. Los demás alumnos de la institución apenas son mencionados como de paso o generalizados. Un día Joanny decide jugársela, arma una estrategia basada en la defensa en el colegio del hermano pequeño de la bellísima Fermina, y por ello, logra ser aceptado como acompañante único de la familia y luego como alguien que puede estar a solas con Fermina, con la condición de que la muchacha aprenda “un francés sin faltas”. Se llevan bien. Léniot va descubriendo que además de tener “los ojos más bellos del mundo” es recatada y piadosamente católica. En el fondo sabe que será imposible la relación amorosa, e intuye que Fermina acabará yéndose, como lo creen

Existe una edad colmada de dos palabras colmadas de melancolía: hubiera sido


LITERATURA

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ia, Fermina Márquez estas páginas

as de culto

todos, con el mexicano, pero se da esperanzas y se le declara. A partir de entonces la relación se vuelve glacial. Sabiéndose enamorado, creyéndose perdido, para romper con la muchacha y quitársela de la cabeza, lanza a Fermina un largo, soporífero y petulante discurso sobre el genio, que está encarnado en él, y a lo que ella nunca podrá con su inteligencia llegar. Siendo una novela breve, si Larbaud hubiera recortado el larguísimo discurso quizá hubiera sido perfecta. Todo hace parecer que el gorrión volará, es inevitable, a los árboles del mexicano Santos. En el antepenúltimo capítulo (XVIII) aparece el otro lado del carácter de Fermina: en efecto, se enamora de Santos Iturria, esmera su cuerpo, andan solos, y aun los alumnos tienen la delicadeza de no darle la mano al compañero porque saben que trae una cinta de la cabellera rubia de Fermina, y por esa causa —por ese símbolo— Santos se ha vuelto sagrado. En el capítulo final, magníficamente aflictivo, el sujeto-narrador, de quien nunca sabemos el nombre, hace ver que la realidad es menos misericordiosa. El joven, luego de una larga temporada, vuelve en 1902 al colegio y encuentra que lleva varios años cerrado. Por azar descubre que en el inmueble trabaja aún el conserje, quien decidió quedarse con los nuevos dueños y quien le cuenta qué ha pasado desde su cierre, y de modo lateral los hechos, que resultaron otros a los que todos los alumnos del colegio esperaban, en cuanto a Fermina, a Santos y a Joanny. Al contarlos, sin conocer el conserje los entresijos, hace aún más desoladora la historia. El fue vence al hubiera sido. La novela de Larbaud es una de esas ficciones que desde su primera lectura dejan un sedimento de tristeza en el alma. Sea vanguardista o tradicional, lo importante es que una novela deje una variedad de emociones en el corazón y el alma; la novela nos hace sentir esa variedad. Fermina Márquez se publicó a los veintiocho años de Larbaud. Gracias a ser hijo de millonario, Larbaud viajó múltiplemente, y dondequiera que estuvo, tomó algo que sirvió a su poesía y a su literatura. Tuvo para sí como segunda patria el mundo hispanoamericano. Supo beber del vino de la vida pero desde 1935 la vida le pasó la cuenta: hasta 1957, año cuando muere, padeció una hemiplejia y una afasia.

nas veintiocho años (1886-1914). Dejó solo esta novela, que se publicó en 1913, fragmentos de otra (Colombe Blanchet) y poemas sueltos que se reunieron póstumamente (Miracles). El 22 de septiembre del año siguiente murió en combate en Les Éparges, al inicio de la mal llamada Primera Guerra Mundial, esa guerra que dejó, como ninguna, decenas de escritores y artistas muertos, heridos y mutilados. Su muerte precoz agrandó el resplandor de su leyenda. La novela ha tenido en el mundo millones de lectores. Lo increíble es que la novela nace ante todo, casi a lo Dante Alighieri, de un fortuito encuentro, cuando saliendo del Petit-Palais, Fournier encuentra a una bella joven el 1 de junio de 1905, de la cual se enamora. Se identifica a aquella joven, Ivonne de Quièvrecourt con la Ivonne de Galais de la ficción. Los acontecimientos de El gran Meaulnes se ubican en la última década del siglo XIX en el centro de Francia, zona que Fournier conocía muy bien, principalmente en tres lugares: un pueblo al que designa como Sainte-Agathe, una aldea o caserío al que designa Sablonnières, y un barrio parisiense, que podría ser el primer distrito. Los hechos son contados desde el punto de vista del adolescente François Seurel, hijo del maestro de escuela de la Normal de Sainte-Agathe, y aquellos de París los lee el mismo Seurel en un cuaderno autógrafo que escribe Meaulnes casi día a día cuando este vivió allá. Meaulnes llega en diciembre del pueblo próximo de Ferté d’Angillon, una semana antes de Navidad, para estudiar en Sainte-Agathe, cuya única vida pública se da en el animado café Daniel. Lo acompaña su madre, una viuda severa, muy rica, quien pensiona en la casa de la familia Seurel. Meaulnes compartirá con François cuarto en la mansarda de la casa. François hará pronto de él su ídolo al grado que parecerá personalizarse más en el amigo que en él mismo, o al menos, así lo ve el lector. No solo tendrá una admiración ciega por él, sino acabará justificando o perdonando todas sus acciones, estén bien o mal, en nombre de la aventura. Al llegar a Sainte-Agathe, Meaulnes tenía diecisiete años y François quince. El pequeño Seurel y sus padres llevaban viviendo en el poblado una década. El tiempo en que suceden las acciones de la novela será aproximadamente de cuatro años. El gran Meaulnes (lo llaman gran o grande por la estatura) trae una nueva luz a la apagada vida del adolescente. Al principio, por su fuerte presencia, François da por creerse que pueda ser el líder natural en la escuela. •

Algunos libros pueden leerse con delicia por cualquiera a cualquier edad

Un fortuito encuentro

Otra novela de culto francesa en el siglo XX es Le grand Meaulnes, de Alain-Fournier, cuyo nombre real fue Henri-Aban Fournier, nacido en La Chapelle d’Angillon, departamento de Cher, en la región central del Valle del Loira. Su vida fue un relámpago de ape-

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LITERATURA

• Un hecho baladí —ir a recoger a los abuelos de François a la estación de trenes— traerá calladamente un cambio de vida a ambos amigos. Meaulnes se apropia con engaños de una carreta, pero se acaba extraviando y termina en una suerte de aldea o caserío, Sablonnières, donde extrañamente están por verificarse en un castillo las bodas de Frantz de Galais y una costurera pobre de Bourges, hija de tejedor, fort jolie, de quien luego sabremos su nombre (Valentine Blondeau). La boda se verificará en el castillo de los Galais. Meaulnes no sabrá por años ni siquiera el nombre del lugar. La “fiesta extraña” ya va llevándose a cabo… salvo que los prometidos no aparecen.El extraviado Meaulnes aprovecha la fiesta, que es mitad para invitados que vienen de los pueblos de los alrededores y mitad de París, y logra dormir, vestirse y comer en el sitio. Como un convidado más, Meaulnes —confiará poco más tarde a François— se introduce en la “fiesta extraña”, y en algún instante ve y se deslumbra con la hermana del prometido, Ivonne de Galais. Por fin logra hablarle y ella le da algo como una esperanza que lo iluminará por años. Al preguntarle si podría volver a verla, Ivonne responde: “Lo esperaré”. La otra, Valentine, la conocerá Meaulnes en París, la corteja, pero se le revelará algo inquietante. Los invitados esperan al límite. Valentine, la novia, no se presenta por tres razones: no cree en tanta felicidad, ve a Frantz muy joven y quien parece vivir además en un mundo imaginario. El fantasioso Frantz, desesperado, intenta suicidarse; solo se hiere la cabeza. Lo salva Ganache, su amigo ultra leal y casi invisible en la trama. Valentine huye. Mora ese invierno con una tía de François y se va a París. La tía no supo quién era. Por su parte, Frantz, acompañado por su fiel Ganache, lleva a partir de entonces una vida de gitano. El secreto, o más bien los secretos, de la historia surgen a partir de la “fiesta extraña”. Cuando Meaulnes regresa a SainteAgathe, luego de estar tres días ausente, se sucederán los hechos: la llegada en un circo de Frantz y Ganache; los pleitos entre los grupos rivales de la escuela Normal animados por Frantz y el pacto y la promesa misteriosa que se hacen Frantz y Meaulnes; la partida de Meaulnes a París y el conocimiento casual de Valentine cerca de Notre-Dame, de quien, meses después, por deducciones, se da cuenta que es la novia perdida de Frantz; el descubrimiento por François, cosa de tres años más tarde, por una tía, de la identidad de Ivonne y el lugar donde está el dominio de Sablonnières, de cuyas construcciones solo queda “un dédalo de edificios en ruinas” y algunas casas, una de las cuales habitan Ivonne y su padre; el encuentro que organiza François, con el consentimiento de M. de Galais, entre Meaulnes e Ivonne; la boda de ambos, luego de cinco meses apacibles, y la huida de Meaulnes, ese mismo día, a un llamado de Frantz, para cumplir su promesa, dejando embarazada a Ivonne; los cuidados del padre y de Frantz de la muchacha; la muerte de Ivonne cuando nace la hija, y el regreso de Meaulnes, quien sin decir sus nombres sugiere que ha traído al terruño a Frantz y a Valentine, pero vuelve a imponérsele el anhelo de la aventura. A ratos la novela entra a terrenos del sueño y de la poesía, y podemos creer que leemos algo que recuerda a pasajes de relatos trovadorescos o de novelas románticas. Novela de la adolescencia para adolescentes, como en el caso de Fermina Márquez, la puede leer con delicia cualquier persona a cualquier edad.

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28 DE DICIEMBRE 2019

ROGER BARTRA

La inteligencia artificial, fría y carente de emociones

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HÉCTOR GONZÁLEZ FOTOGRAFÍA HG

l funcionamiento del cerebro es uno de los temas que obsesionan a Roger Bartra (Ciudad de México, 1942). Para el antropólogo, conocer sus conexiones e interacciones con el entorno es una ruta para comprender conceptos como la conciencia, objeto de su Chamanes y robots. Reflexiones sobre el efecto placebo y la conciencia artificial (Anagrama), ensayo en el que da continuidad al estudio de lo que en obras anteriores ha llamado exocerebro. ¿Qué es la conciencia? ¿Existe? Desde hace algún tiempo los neurocientíficos no solamente creen en la conciencia, sino que se han puesto a buscarla. Antiguamente creían que era asunto de filósofos, pero hoy la estudian. La mayoría de los neurocientíficos cree que la conciencia o la mente es una función neurocerebral, es decir, que ocurre dentro del cráneo. En lo personal prefiero hablar en términos de “autoconciencia”, a la que defino como el reconocimiento de la existencia del propio “yo” o de la existencia de una individualidad diferente a las demás. Aunque en el libro usted le atribuye otras características. Así es, considero que la conciencia está montada entre el cerebro y el medio social o cultural, lo que yo llamo las prótesis simbólicas o exocerebro. Si los científicos no entienden que no está encerrada en el cráneo, no comprenderán su funcionamiento. A partir del estudio de las redes simbólicas culturales me di cuenta que la existencia de un exocerebro podría ayudar a crear una conciencia artificial en las máquinas. Usted liga estas prótesis simbólicas con el chamanismo, ¿en dónde está el vínculo? Estas prótesis simbólicas o exocerebro, generan lo que llamamos efecto placebo. Asumo que en el título del libro generalicé e incluí en la misma categoría a los chamanes siberianos y a los chamanes de bata blanca, que son los médicos. Ambos practican rituales que tienen un carácter cultural y que influyen en la química cerebral para producir alivio, no curación. En el caso de las migrañas, por ejemplo, algunos doctores tratan al paciente con pastillas simuladas obteniendo resultados físicos positivos. Es decir, el efecto placebo de un tratamiento se sustenta en la creencia del paciente en el rito que establece con el médico.

Chamanes y robots, el nuevo libro del antropólogo mexicano

¿Es una cuestión de fe? Se podría hablar de fe siempre que se le separe de la connotación religiosa. Yo prefiero hablar de creencia. Estudios han comprobado que el efecto placebo es producto de una reacción cerebral. El arte, la música, la pintura y todo ese sistema de símbolos, también forman parte de la conciencia y afectan el funcionamiento del cerebro. En el libro plantea que la conciencia está ligada al sufrimiento, ¿la posible creación de una conciencia artificial depende de que las máquinas puedan desarrollar emociones? El exocerebro se genera a partir de un sufrimiento o una desorientación. Los primeros humanos necesitaron de símbolos para orientarse después de fenómenos climáticos como las glaciaciones o de sus enormes migraciones. Requerían de símbolos o de un lenguaje para comunicarse. Sus códigos nacieron como la reacción a un sufrimiento inicial producto de su nuevo entorno. A partir de aquí podríamos hablar de una conciencia. Sin embargo, la conciencia necesita de todas las emociones en su conjunto y actualmente, la inteligencia artificial por muy sofisticada que sea es fría y carente de emociones.

“Está comprobado que el efecto placebo es producto de una reacción cerebral”

Sin embargo, ya hay robots que sirven de acompañamiento para ancianos o niños. Leen de tal manera el rostro que reaccionan con movimientos que aparentemente son emocionales. En esos casos ya se incluye lo que en robótica se llama “aprendizaje profundo”. Gracias a este sistema las máquinas nos pueden ganar un juego de ajedrez o póker. Los dispositivos parten de cero y aprenden a partir de lo que van encontrando. Hoy día, las policías más sofisticadas utilizan estos sistemas para reconocimientos faciales. Las cámaras registran y clasifican todos los datos que absorben, además tienen la capacidad de archivarlos y nombrarlos dentro de una memoria. Los robots de acompañamiento han aprendido a reconocer emociones y a generar una respuesta, pero eso no quiere decir que generen emociones. Para hablar de una verdadera conciencia artificial los robots deberán contar con un exocerebro y para eso falta mucho todavía. Hay teóricos que prevén para 2040, el salto de la inteligencia a la conciencia artificial, yo lo dudo. ¿Cómo especie estamos preparados para este tipo de saltos? Es un tema muy complicado sobre todo en lo económico. La inteligencia artificial está entrando en muchas empresas y negocios. Desplaza gente, pero al mismo tiempo genera empleos en otras áreas. Como siempre, se necesita un proceso de adaptación que exige población bien educada, en ese sentido no estamos preparados.

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EN LIBRERÍAS

28 DE DICIEMBRE 2019

NARRATIVA, POESÍA, ENSAYO Historia de una ballena blanca

El último guardián de la isla de Ellis

Por tierras extrañas

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POESÍA EN SEGUNDOS

De Xipe a Marsias: Germán Venegas VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

A Luis Sepúlveda Tusquets México, 2019 92 páginas

Gaëlle Josse Ático de los libros España, 2019 127 páginas

Jacobo Sefamí UNAM México, 2019 136 páginas

Melville la nombró Moby Dick y ha pasado por representar a una fuerza descomunal que amenaza a la especie humana. Luis Sepúlveda propone una visión contraria: la gran ballena blanca tiene la tarea de proteger las costas del sur del continente americano de las embarcaciones con fines depredadores. Su historia llega hasta los oídos de un niño dedicado a la pesca y se va desgranando mientras nos adentramos en una isla de reminiscencias sagradas.

Premio de Literatura de la Unión Europea, esta novela discurre alrededor del último director de la isla Ellis, lugar de entrada de miles de inmigrantes que arribaron a Estados Unidos. Estamos en 1954 y John Mitchell se apresta a cerrar sus puertas mientras se sumerge en sus recuerdos. No tiene hijos, ni padres, ni familia, solo un pasado que no descansará hasta que se convierta en objeto de su historia. Una mirada a una época de grandes esperanzas.

El autor es nieto de judíos sefardíes de Siria y Turquía y las tierras extrañas de las que se habla en el libro son de aquellos lares, pero también de barrios mexicanos. La memoria juego un papel esencial: en Israel realiza un trabajo pesado en un kibutz, el cual se ve recompensado por unos sabrosos labios; en la colonia Roma va en busca de un horno en el que se deben cocinar platillos familiares; en Madrid, durante un fin de año, una multitud de jóvenes lo hace flotar.

La ciudad crítica

Juventud cósmica en construcción

Cultura

Pedro Ángel Palou Universidad Veracruzana/ Conaculta México, 2019 141 páginas

Patricia Figueroa Ediciones del Lirio México, 2019 116 páginas

Revista de la Universidad de México UNAM México, 2019 168 páginas

Dice Pedro Ángel Palou en las páginas inaugurales que el propósito de este ensayo (publicado originalmente en 1997) es definir a la literatura latinoamericana, rastreando “los planteamientos crítico-historiográficos” que se han hecho sobre ella. Vuelve así al discurso crítico durante la Colonia para después concentrarse en algunas figuras estelares: Pedro Henríquez Ureña, José Carlos Mariátegui, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Roberto Fernández Retamar y Ángel Rama.

La juventud a la que se hace referencia en el título es muy precisa: la de Sinaloa. Como lo señala la autora, en general cada generación elabora su propia historia a partir de “una cultura ya heredada, a un contexto económico específico y a una sociedad que construye su propio concepto de juventud”. Lo de “cósmico” puede dejarse de lado. Lo que interesa es ver cómo en un estado del país la juventud se visualiza para mejorar su entorno y sus condiciones vitales.

Un número doble entrega en esta ocasión la revista dirigida por Guadalupe Nettel. El asunto central es la cultura y su relación con la censura y los apoyos gubernamentales. Sobre ello escriben Marina Núñez Bespalova, Marcelle Bruce, Natalia Beristáin, Inti Muñoz y Tomás Granados Salinas, entre otros. La sección de arte dedica una mirada a la obra de Mariana Castillo Deball y Diego Rabasa entrevista al narrador cubano Pedro Juan Gutiérrez.

unque el mundo roto y ruidoso donde vivimos ha pretendido separar la unidad esencial de las cosas, la poesía —igual que la astrofísica— sabe que todo está comunicado de cerca y de lejos. Al pensar esta idea, Charles Baudelaire escribió, en uno de sus sonetos más recordados “Como distantes ecos que llegan confundidos [...] se responden perfumes, colores y sonidos”. Esta sensación de correspondencia profunda y avasalladora, la sentí todo el año después de haber visitado dos veces, a finales de marzo, la exposición retrospectiva Todo lo otro del gran pintor mexicano Germán Venegas. Desde la entrada, en el vestíbulo de la primera sala del Museo Tamayo, una Coatlicuepirámide esculpida y pintada en madera (heterogénea masa azulosa-gris envuelta en un feroz resplandor rosa), hablaba con una voz violenta y, a la vez, grave; irónica y, al mismo tiempo, serena. Era inevitable sentirnos sofocados e impelidos a seguir adelante. La secuencia de las imágenes, trocaba en la exposición a un discurso pormenorizado y preciso de cómo las formas de la estética precolombina, budista y del renacimiento italiano, encajan en las formas creadas en el arte voluble y destructivo del siglo XX. La concordancia insospechada entre estas formas tan diversas de percibir el mundo, provocaba en el espacio del museo una extraña algarabía de voces moviéndose de un lugar a otro en diversas figuraciones. Todo inmerso en un tumulto gaseoso y vibrante. Primero, perfectamente bien definido y, después, fuera de foco, saltando del dibujo a la madera y de ésta a la pintura y de ahí hacia lo otro desconocido, a través del cubismo, el expresionismo y la abstracción. Quizá por esta razón, una vez que habíamos comenzado a ver la retrospectiva, surgía, en medio del arte mexica, la cabeza de un Buda monumental. Dos epistemologías totalmente diferentes y alejadas, pero que Venegas nos hace ver que pueden convivir en el todo interior de la creación. Así, pues, cuando bajamos a la segunda sala y quedamos anonadados por las múltiples variaciones ejecutadas sobre el Desollamiento de Marsias, de Tiziano, advertimos que ese segundo nivel de invención plástica también estaba ligado, no sólo con las formas del arte budista, sino con las del México antiguo. En realidad, lo que he estado tratando de describir es el impacto enorme, múltiple y desconcertante que provocó en mí —y estoy seguro de que en muchísimos espectadores más— el uso de eso que hemos llamado en el siglo XX “vasos comunicantes” y que en el XIX representó la sinestesia. Estoy convencido de que una de las cualidades fundamentales de la exposición Todo lo otro de Venegas reside en mostrarnos la cercanía de esas realidades tan lejanas, la sinestesia no solo retórica sino psicológica que nos proponen todas ellas juntas. Y en este efecto de comunicación de lo impensado, Venegas ha creado un texto inédito y, desde luego, poético donde, como nos enseñó también Gerardo Deniz, los sacerdotes de Xipe pueden saludar a los ministros de Apolo en las escaleras de la pirámide. Error: no hay catálogo.

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PENSAMIENTO

28 DE DICIEMBRE 2019

FILOSOFÍA DE ALTAMAR

La sociedad de las enfermedades psiquiátricas

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yung-Chul Han, el “filósofo de moda” —como lo llaman varios intelectuales y filósofos que no están de moda— explora el concepto de “positividad”, definiéndolo como el estado de ánimo contemporáneo que uno espera del prójimo y que el prójimo espera de uno. Nos volvemos así la encarnación del optimismo, del éxito, de la eficiencia, de la eterna belleza y juventud: de la felicidad sin asperezas y sin negatividades. Este exceso de positividad aliena al individuo contemporáneo a ser un esclavo —ya no del capitalismo o de un capataz ambicioso— sino de sí mismo, volviéndolo un ser autoexplotado que, para insertarse en la dinámica del rendimiento, del prestigio y la aceptación ajena, lima cualquier aspereza que desacelere su producción laboral. Los sentimientos arrebatados y las pasiones son amputados en aras de un mejor rendimiento, no hay tiempo para el ocio, mucho menos para la tristeza. La salud emocional de esta época es dudosa, porque está marcada por una “agonía del eros” que cuantifica los sentimientos para no caer en duelos amorosos, o en emociones desbordadas que después serían difíciles de controlar. Para ser aceptado en esta que es también “la sociedad de la transparencia”, el individuo autoexplotado se muestra como un libro abierto, exhibiendo su vida personal al público, al escrutinio de las redes sociales, siempre y cuando tenga una vida lograda y alejada de la vulnerabilidad. Pero si en algún arrebato pasional, en algún episodio “psicótico”, este hombre o mujer tuviera la valentía de acelerar el desmontaje de su optimismo, sin temer aceptar sus “negatividades” como sagradas y necesarias para valorar las aristas entre el sufrimiento y la felicidad. Si se atreviera a ser más igual a sí mismo y menos igual a los demás. Si pudiera ser más humano, y, por ejemplo, exhibir la infalibilidad del dolor, en ese momento quizá sería diagnosticado de depresivo. O si en un frenesí de emociones, se resolviera en el amor y el odio ante múltiples amantes, escribiendo algo así como un Werther contemporáneo, posiblemente sería diagnosticado de Trastorno Límite de la Personalidad. Porque como escribe Han, esta es la época de las enfermedades neuronales que “que no son, como en siglos anteriores, infecciones

JULIETA LOMELÍ BALVER @julietabalver ILUSTRACIÓN MOISÉS BUTZE

bacterianas o infartos ocasionados por la negatividad de lo otro inmunológico, sino que son enfermedades causadas por un exceso de positividad”. En esa ironía de una vida sin sufrimiento, sin pasiones arrebatadas, sin negatividades ni asperezas, se encuentra algunas veces la inspiración de algunas enfermedades psiquiátricas.

Un sueño

El escritor ruso Petro Orlov en uno de sus libros más significativos sobre onirología, Cartas a Morfeo, narra desde la primera persona, algo que quiero dejar plasmado a continuación: “Un famoso escritor había muerto. En un escenario del cual entendía muy poco, me encontraba yo siendo el protagonista de la historia, un intelectual, especialista en la obra del recién fallecido escritor. Sentado en un sofá púrpura leía unos papeles viejos, anotaciones inteligibles del muerto. ¿Han intentado leer en sus sueños? Es imposible, por lo que yo trataba de descifrar ese manuscrito mientras

En esta época, algunas enfermedades neuronales son causadas por exceso de positividad miraba por las ventanas de mi departamento, un sitio de cliché, con vista al mar (en mis sueños tengo la costumbre de acomodarme en paisajes índigos) Llamaban a mi puerta, abría, un hombre me traía una carta. No recuerdo más, solo que tras despedirme del hombrecartero sabía que los derechos de la obra y los bienes materiales del escritor recién fallecido, por la cercanía de amistad, estima y relación intelectual que tenía con él, me habían sido heredados por completo. “Como si me hubiera saltado varios capítulos de una película, mi sueño me lanzaba a otro escenario. Estaba ahora en una casa derruida a punto de organizar un banquete en homenaje al famoso escritor. Ponía entonces a empleados a limpiar

la casa, ¡era realmente un caos! La mesa del comedor se encontraba astillada, quemada por todos lados con marcas de cigarrillo, pero su madera seguía vestida con un bello azul deslavado, como el color del mar que veía antes por mi ventana. Libros por todos lados, algunos apilados en la cocina, otros en el baño y unos más mojados en el patio. En la sala también había libros, aunque estos tenían hongos y raíces que rompían sus páginas creciendo hasta el techo, derrumbándolo. Mi terror aumentaba al ver a la cara a la mismísima entropía materializada en una casa vieja, defectuosa, que no daba al mar. Un limbo interior. Sería imposible resanar las paredes carcomidas por el tiempo y por las polillas enquistadas que se alimentaban de la pintura descarapelada y de los restos de comida convertida en partículas pegajosas. Esos asquerosos insectos que abrían uno y otro hoyito milimétrico, multiplicando al infinito las imperfecciones de la pared, me hicieron sentir en una pesadilla. El techo comenzaba a derrumbarse más rápido que antes, mientras que las raíces de los libros se extendían como maleza en el campo, enredándose en mis pies descalzos y haciéndome caer al suelo lleno de estiércol y otras cosas espantosas. Miré la inmundicia más de cerca. “En un último capítulo de mi sueño, me encontraba nuevamente preparando el banquete con absoluta serenidad, sin haber hecho un solo cambio o limpiado un solo cuadro de la casa. No sentía más terror. Mi cara se iluminaba con una sonrisa desquiciada, me admiraba en un espejo mientras escuchaba la musiquita de la bailarina de ballet dando vueltas en su pista: el alhajero del escritor. Después entraban los invitados en su papel de intelectuales de mundo, cultivados en la faena del conocimiento. Sembradores de ideas y cosechadores de libros, a la expectativa de un buen coctel, perfumados en el aroma de las letras. Pensé que entenderían el homenaje: ese era el escenario autentico del escritor, en el cual había pensado sus obras más bellas o transgresoras, sus críticas más amables o desplacientes. Pero no fue así, al ver aquello, los invitados empezaron a juzgar al escritor de loco, esquizofrénico, un vagabundo. Escuchando los murmullos de las buenas conciencias y de las señoras colmadas de espanto, me senté y en la mesa astillada comencé a escribir”.

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ESCENARIOS

28 DE DICIEMBRE 2019

DANZA

DOBLE FILO

Duane Cochran, pianista y bailarín

N Participantes del Primer Festival CompArte de Danza “Báilate Otro Mundo”, convocado por el EZLN

Otra danza es posible

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ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AG

l pasado 6 de noviembre el EZLN invitó al Primer Festival CompArte de Danza “Báilate Otro Mundo”. ¡Un festival exclusivamente de danza en territorio zapatista! La noticia se irradió por un amplio grupo, quienes, como convocados por el sonido del caracol, respondieron al histórico llamado. Había que hacer todo lo posible y hasta lo imposible para llegar. El lugar: El nuevo Caracol Tulan Ka´u, “caballo fuerte”; uno de los siete nuevos centros autónomo con los que el EZLN expandió su zona de influencia. Un ejército que no avanza estratégicamente con las armas; sino con el arte. Va a haber baile pero colgado de una nube. O sea que no cualquiera, exclama Calamidad, la nueva miembro de una pandilla de infantes zapatistas, en un cuento escrito por el subcomandante Galeano. El festival abarcó cinco días. La pluralidad de estilos, lenguajes y contenidos sorprende a neófitos y expertos: danza clásica, neo clásica, contemporánea, butoh, árabe, acrobacia, bailables zapatistas, circo, aérea, performance, participativa, belly dance, hip hop, manipulación de fuego y hula hula. Talleres de danza contemporánea, expresión corporal, salsa antirracista, malabar, danza árabe y danza africana. Además de una exposición fotográfica. La emoción de cada uno de los asistentes se desbordaba, el misterio sobre la naturaleza del espa-

cio donde se bailaría se reveló: un auditorio al que todos nombraron cariñosamente La Ballena con un aforo de aproximadamente mil lugares; palomitas de maíz a la venta en la entrada del auditorio. Una troupe de bailarines sacando acuerdo para apoyarse en el traspunte, ensayos, calentamientos; los cambios de vestuario, los tiempos necesarios para ser impecablemente puntuales con las funciones; un colectivo de danzantes que cuidaron del otro, pendientes de que cada danza naciera lo mejor posible, un fenómeno poco común en el gremio de la danza. Finalmente, un ejército de ojos expectantes y perceptivos; una cascada de aplausos caía en los momentos acrobáticos, emotivos, climáticos, dramáticos o intensos de las danzas. Risas, lágrimas y “vivas”. Una bailarina que levitaba sobre la punta de sus pies en un vestido blanco impecable. Un “Venado” irrumpió el espacio dando grandes saltos haciendo sonar sus sonajas. Una madre clamaba desde el público “¡Están en alguna parte, los desaparecidos están en alguna parte!”; y la respiración colectiva se contuvo. “No sabía que se podía bailar el dolor” le dijo el Sub Galeano

“No sabía que se podía bailar el dolor”, le dijo Galeano a la coreógrafa Laura Rocha

a la bailarina y coreógrafa Laura Rocha. Ella lo abrazaba cariñosa, emocionada. Le obsequió el libro que documenta el paso de Barro Rojo por El Salvador. Las delegaciones zapatistas con escenografías, colores, músicas y vestuarios muy esmerados compartieron sus historias de resistencia y rebeldía. La danza aérea de Marabunta y colectivo el Puente desafiaron la gravedad. Sentirse bienvenido fue la constante del festival. Los jóvenes del FARO obsequiaron su juventud y energía colectiva. La coreógrafa Anadel Lynton hizo llegar su danza a través de la bailarina Diana Betanzos. Cada ejecutante recibió Respetos hechos caracol de cerámica. El valor de ese trato digno a la profesión fue de un valor incalculable. En un rincón del mundo, alguien mira con dignidad nuestro oficio. El emotivo cierre lo hicieron Germán Pizano y Paulina Segura con Zapata, homenaje al 26 aniversario del levantamiento. Murió el general, la Tierra levanta las cananas; luego la niña Libertad Hernández pisó el escenario con una danza tierna y sentida. La esperanza es zapatista se llama su baile. Concluyó el festival con la voz del Subcomandante insurgente Moisés: “No tenemos más que darles, más que las gracias. Se van, pero se quedan…”. Como si la danza, el arte de bailar otro mundo, le hubiera lavado las heridas y el corazón, y le animara a seguir su absurdo empeño.

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FERNANDO FIGUEROA

acido en Detroit, Duane Cochran vive en México desde hace cuarenta años. Es el pianista titular de la OFUNAM y líder, coreógrafo y bailarín de Aksenti Danza Contemporánea. Estudió piano en la Interlochen Arts Academy y en la Universidad de Michigan. Con Lazos, su primera obra coreográfica, en 1991 ganó el Premio Nacional de Danza Contemporánea. La semana pasada, con la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, tocó la celesta en las 8 funciones de El Cascanueces en el Auditorio Nacional. ¿Cómo definirías el sonido de la celesta? Como su nombre lo indica es algo celestial. Ese instrumento ya lo había usado Debussy, pero Chaikovsky se la rifó con el Hada de azúcar. ¿No se te antoja dejar la celesta y subirte a bailar? Por supuesto, pero no puedo hacer las dos cosas a la vez. Hace tiempo estuve cerca de interpretar a Drosselmeyer, pero como te imaginarás hubo mucha controversia. ¿Qué tal bailas salsa? No lo hago mal. ¿Y reguetón? El reguetón no es lo mío. ¿Cuál fue la mejor enseñanza que te dejó György Sándor? Tomé pocas clases de piano con él, pero me inculcó la pasión. Una composición de Béla Bartók. Sonata para dos pianos y percusión. ¿Cuántas veces viste El diario de un loco con Carlos Ancira? Como 40. ¿Comes picante? Me encanta, pero tampoco que te haga un hoyo en la lengua. ¿En que se notaba la fregonería de Yehudi Menuhin? Era un hombre espiritual, muy callado, con un aura muy especial. ¿Y Zubin Mehta? La primera vez que trabajé con él me pareció un patán, pero la segunda, muchos años después, un caballero y muy chingón como director. Tu grosería favorita en español. No mames. ¿Y en inglés? Casi no hablo en inglés, y cuando fui joven no usaba groserías porque era muy nerd. Define en tres palabras a Héctor Infanzón. Compadre, musicazo, divertido. Tú eres pianista, bailarín y coreógrafo. ¿Vendes mole los domingos? Tamales oaxaqueños con mole. Define en tres palabras a Bernardo Benítez. Mi papá coreógrafo. Del uno al diez, ¿cuánto te simpatiza Trump? Cero. ¿Los mexicanos somos racistas? Conmigo, no. Si acaso he sentido algo de clasismo. Dos composiciones para piano. Sonata número 7 de Prokófiev y Balada número 4 de Chopin. ¿Quién es el mejor pianista mexicano? Jorge Federico Osorio. ¿Tocar la Sinfonía Turangalila es como correr un maratón? No. ¡Un triatlón! ¿Sabes quién es Dennis Rodman? Todo mundo sabe quién es él. ¿Por quién votaste para presidente de México? No voté porque ese día andaba de gira.

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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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LABERINTO

28 DE DICIEMBRE 2019

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TOSCANADAS

Lo que aprendí este año DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

ue Chéjov es mi escritor preferido. Que un pintor que pinta a una mujer desnuda, la cosifica; mientras que una pintora que hace lo mismo, la dignifica. Que antes labia mataba carita; hoy carita mata labia. Que la caballerosidad está tipificada como comportamiento tóxico. Que esa gente que tan fácilmente se indigna también se indigna porque hay gente se indigna fácilmente. Que aunque todos estemos de acuerdo con la implantación de cuotas, nadie se asume como parte de una cuota. Que el cine es como la política: cualquier improvisado puede llegar hasta arriba. Que los más vulgares chismes, cuando son entre escritores, se publican en las páginas de Cultura.

Toscana aprendió este año que Chéjov es su escritor preferido

Que admiro el estoicismo de los periodistas que cubren las mañaneras. Que los ateos son más éticos que los creyentes. Que los jóvenes de hoy suelen ser unos niñatos. Que Trump es mucho ruido y pocas nueces. Que los tuiteros no entienden la ironía sin emoticones. Que no corresponder al amor es un abuso. Que los criminales sexenales deberían irse a Rusia, no a Estados Unidos ni a Europa. Que la inteligencia pasó de moda. Que la democracia conlleva un botón de autodestrucción. Que hay dos grandes hipocresías: una se viste de verde; otra se pone sotana.

Que los rebaños prefieren las simplezas de los famosos que la lucidez de los sabios. Que me queda un año menos de vida. Que Hollywood y sus compinches de grandes y pequeñas pantallas realizaron el más grande exterminio de neuronas jamás perpetrado contra la especie humana. Que los grandes consorcios editoriales no le están haciendo ningún favor a la literatura, ni a la cultura, ni al pensamiento. Que somos menos libres que hace un año y más libres que dentro de un año. Que en el diccionario, después de “longanimidad” viene “longaniza”. Que, como diría un amigo asesinado, hasta hoy nadie ha inventado nada mejor que la vida.

El cine es como la política: cualquier improvisado puede llegar hasta arriba

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CAFÉ MADRID

La creación literaria de Almodóvar

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a otra noche, entre el frío y la lluvia, el cineasta más icónico de España llegó al que fuera el último cine porno de Madrid para presentar el libro de su última y exitosa película, Dolor y gloria. Desde hace tres años, la Sala Equis es un enorme gastrobar del centro de la ciudad, con una pequeña y refundida estancia para exhibir “cine de autor”. Con su remodelación (o gentrificación), la mítica sordidez se esfumó y la beautiful people empezó a dejarse ver ahí todas las noches A la presentación del libro de Pedro Almodóvar acudió tanta gente que los vigilantes del lugar tuvieron que cerrar las puertas para evitar que se colapsara. El manchego más universal (después del Quijote) fue recibido por un enjambre de fotógrafos y una avalancha de aplausos antes de que, con las canas electrizadas y el hablar pausado, contara los detalles de la creación literaria que envuelve sus películas. Los libros (y la lectura) están presentes en prácticamente toda su filmografía. Son paraíso, refugio o salvación de algunos personajes o son elementos que enriquecen la historia contada en la pantalla o incluso, de manera intencionada, forman parte de la escenografía. Los libros, además, han sido germen y columna vertebral de títulos como Julieta, basada en algunos relatos de Alice Munro, y La piel que habito, adaptación de Tarántula, la novela por Thierry Jonquet. Si el afamado director tiene que recurrir a los textos de otros es porque considera que él no tiene suficiente talento.

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA REGIS DUVIGNAU

“Desde mi más tierna infancia”, contó ante una audiencia embelesada, “lo que quería era ser escritor. Recuerdo que lo primero que escribí, a los ocho años, fue una historia de ficción sobre un cordero que se llamaba Inmaculado”. El hombre que hoy posee dos Oscar siguió escribiendo en su adolescencia, pero un día se le cruzó en el camino una cámara Súper Ocho y entonces su vocación tomó otro rumbo. “Empecé a ilustrar con imágenes algunas de las historias que tenía escritas y me fui dando cuenta de que no era muy bueno como escritor y de que la narración en imágenes me resultaba más asequible”. No obstante, Almodóvar se propuso leer cada vez más. En reali-

dad, más que leer, se dio cuenta de que le gustaba “trabajar” con los libros. Presume de tener la mayor parte de los ejemplares de su biblioteca muy subrayados y con un montón de notas al margen. “El libro con más páginas marcadas y en el que mis anotaciones a lápiz compiten en extensión con el texto original es la colección de relatos de Lucía Berlin, Manual para mujeres de la limpieza. Sus relatos son tan descarnados y tan divertidos que me tienta hacer algo con ellos”, confiesa en Dolor y gloria, el volumen (cuya portada es el estupendo cartel utilizado en Francia para promocionar la cinta —Antonio Banderas con la alargada sombra de Pedro Almodóvar sobre un fon-

Pedro Almodóvar presentó en Madrid el libro de su exitosa película Dolor y gloria

do rojo) que no es, simplemente, “el libro de la película”. Se trata de un artilugio literario que contiene guión, memoria, explicación del origen y desarrollo de las historias (con pinceladas autobiográficas) que engloba el film, así como fragmentos del storyboard y algunas fotografías del rodaje. Las luces de la Sala Equis tuvieron que ser atenuadas para que el cineasta no sufriera durante el evento por la fotofobia que padece. Así que pudo quitarse sus infaltables gafas de sol y hablar largo y tendido. Dijo que cada una de sus obras es una ficción que nace a partir de un elemento de la realidad. “Y no me preocupo por la verdad, sino por la verosimilitud y porque el resultado sea entretenido y emocionante”, apostilló. Además de guiones, suele escribir relatos cortos que, muchas veces, inserta en sus películas: “es el caso de ‘El amante menguante’, que incluí en Hable con ella, o de ‘El primer deseo’ y ‘La adicción’, que encontraron sitio en Dolor y gloria.” Si se comparan sus guiones con los de otros autores, salta a la vista que los de él son más detallados. Con ello, lo que pretende “es que el actor, cuando lea el guión, sepa desde el primer momento qué es lo que tiene que hacer, a qué gesto debe recurrir o qué tono tiene que utilizar”. Es la exhaustividad como herramienta, pero también es el control total sobre la obra cinematográfica. Por eso —y no por otra cosa— pasa mucho tiempo reescribiendo, especificó, y así desató más aplausos y, después de la lección, la noche se hizo menos fría.

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