Laberinto No.864 (04/02/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO MÚSICA

TEATRO

JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ

ALEGRÍA MARTÍNEZ

Iggy Pop vuelve a la escena con su disco Free

Adiós a Juan Tovar Foto: Pinterest

SÁBADO 4 DE ENERO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 864

Albert Camus: el primer hombre Melina Balcázar/ FOTOGRAFÍA: COLECCIÓN JEAN Y CATHERINE CAMUS

Foto: Secretaría de Cultura


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ANTESALA

4 DE ENERO 2020

ARTES VISUALES

El silencio de la luz MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA FLORIAN HOLZHERR

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n el Museo Jumex se presenta Pasajes de luz, del artista estadunidense James Turrell (1943), un viaje al silencio de la luz para descubrir que su trabajo se trata más, como él mismo lo ha expresado, del espectador observando que de él mismo ocupado en observar. Su tema es la luz, pero también es su medio, su investigación y su soporte. Al experimentarla, parece que la moldea para crear instalaciones en las que las experiencias visual, física y mental se unen casi en un rito. Turrell explora la luz para mostrarnos volúmenes, texturas, colores, para revelarnos nuestra fragilidad. Así nos sentimos al cruzar sus instalaciones, como si atravesáramos un umbral ignorando si en el otro lado está la luminosidad total o la oscuridad, como en Projection Piece. Transitamos por las instalaciones Double Shallow Space y Wedgework, esculturas que intrigan y nos ciegan cuestionando nuestro estar ahí. Envueltos en la luz de Turrell, el todo y la nada parecen sinónimos espaciales que borran cualquier imagen y eliminan cualquier ruido. Estos juegos de luz son también obras de silencio; al espectador no le queda más que volcarse hacia la experiencia en sí no para mirarse como si fuera un espejo, sino para cuestionarse la realidad. A Turrell le interesa la filosofía, se observa tanto en sus grabados (First Light) como en sus instalaciones. Transforma la tecnología en una pregunta: ¿qué hay detrás de la luz? Y las posibles respuestas las convierte en arte, como en Roten Crater, un ambicioso y emotivo proyecto en construcción desde hace más de 45 años del que se exhiben documentos y maquetas de una propuesta que, si bien evoca a las culturas antiguas y celebra a la naturaleza, es la tangible transformación de un volcán extinto en una obra de arte que se camina, se explora simultáneamente a la construcción de un túnel que funcionará como telescopio gigante cuyo propósito es capturar una parada lunar que ocurre cada 2000 años. Esta exposición nos tienta, despertando impulsos existenciales. No hay manera de evadir la fragilidad propia ni de no admirar el compromiso creativo de Turrell, sustentado en las matemáticas, la geología y la astronomía, sus primeras pasiones, que son la base de su exploración artística sobre las complejidades de la vista. La joya de la muestra es Ganzfeld, un pasaje hacia la luz… para —en ese otro lado— escuchar, sentir, abrazar y ver, más que la luz, lo sublime.

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Wedgework V, de James Turrell.

El faro. Dirección: Robert Eggers. Canadá, Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

El brillo de Lucifer

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA RT FEATURES

odo gran arte es misterioso. No solo es misterioso el impulso que arroja al ser humano a emprender la creación artística; son misteriosas las puertas que abren estas obras, eso que los semiólogos llaman “interpretación”. El faro, de Robert Eggers, es una obra maestra tanto por su calidad visual como por su valor intangible, un mensaje que gira en torno al mal que obsesionó a maestros románticos como Shelley y Baudelaire. El faro parece consolidar los intereses que el autor mostró en La bruja, su ópera prima de 2015. Ambas tratan del mal encarnado en lo que los judeocristianos llaman Lucifer. Si a la joven bruja de 2015 la seducía un demonio del bosque, al leñador de esta película de 2019 lo seducen sirenas, tritones y un hombre con el espíritu del dios del mar. Tom Howard, el protagonista, es un hombre vulgar en todos sentidos que interpreta Robert Pattinson con tanta pasión que uno puede ver en sus ojos la locura del alcoholismo. Dicha locura es la que lo ha llevado a dejar su trabajo como leñador para venirse a meter en un faro donde espera hacerse de más dinero y ahorrar. No puede saber que en el faro lo espera Thomas Wake, viejo perverso que va a sacarle del pecho

y de la mente las más malévolas de sus pulsiones. Desde el punto de vista narrativo, la forma en que el viejo marino abusa del leñador recuerda los cuentos en que Rudyard Kipling denunciaba los abusos de poder en las filas del ejército inglés. El duelo de actuaciones es fenomenal. Uno se pregunta si en realidad los actores Robert Pattinson y Willem Dafoe se molieron a golpes. Porque a diferencia de los soldaditos de Kipling, Tom, el leñador, no resulta tan fácil de intimidar. Las otras influencias literarias resultan mucho más evidentes: hay mucho de Melville, de Sarah Orne Jewett y en el clímax nos encontramos con el infierno de Dante. Evidentemente, Eggers es un conocedor de la literatura universal, pero desde el punto de vista visual también resulta notable la cultura de este genio de solo 36 años. Desde el inicio, la cámara nos introduce en el funcionamiento del faro: engranajes que crujen al girar, relojes viejos, hornos que lanzan vapor. Entramos en lo que parece una distopía

Eggers no necesita más que de aquello que hace del cine gran arte: imagen y actuación

steampunk que pronto se revela heredera del expresionismo alemán. Más adelante, cuando comienza el terror más sofisticado del cine estadunidense y comienzan las apariciones de sirenas y tritones, la imagen remite al danés Carl T. Dreyer; muy particularmente a una de sus obras menos conocidas: Vampyr, de 1932. Como Dreyer, Eggers es un maestro en la eficiencia de recursos, no necesita más que de aquello que hace del cine gran arte: imagen y actuación. En esta década que comienza vale la pena seguir la carrera de este joven autor. Si su tercera obra termina por ser tan buena como La bruja y El faro, será indiscutible que estamos escuchando una voz única en el mundo del cine; la voz de un cineasta capaz de cruzar la tradición de los cuentos medievales con el mundo del terror hollywoodense. El faro es una obra misteriosa como la joya resplandeciente que encuentre al protagonista al final. Su resplandor ilumina un infinito de interpretaciones. ¿Qué significa la luz del faro? Casi cualquier cosa, pero en el contexto de los intereses de Eggers, es el brillo de Lucifer. Un brillo que hace de nuestro leñador un Prometeo que será encadenado por haber querido mirar de cerca este faro que ilumina el mar y la eternidad. La muerte, la nada.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Instrucciones para pintar el cielo EDUARDO HURTADO

El cielo es falso. Si has de pintar un cielo verosímil debes tener en cuenta su esencial falsedad. El cielo es tan ficticio como las siete vidas de los gatos y la inmortalidad de los cangrejos. Para pintar el cielo debes considerar esta premisa: el cielo es un embuste, un hoyo camuflado con un remiendo azul, un simulacro necesario, la más grande ficción. De Siete poetas jóvenes de Tijuana. Entonces/ Después (XXII Ayuntamiento de Tijuana).

EX LIBRIS

2020/ EKO

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Flora ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

n pocas figuras se funde la imaginación romántica con la realidad como en Flora Tristan (1803-1844), la escritora y feminista francesa de origen peruano que ha sido musa y personaje de prominentes escritores hispanoamericanos desde Luis Alberto Sánchez hasta Mario Vargas Llosa. Flora fue hija ilegítima del aristócrata peruano Mariano Tristan (aunque hay versiones demenciales que mencionan a Simón Bolívar como su progenitor) y de la francesa Anne-Pierre Laisnay. En el curso de su niñez, Flora pasó de la opulencia a la penuria, pues, muerto su padre, el hecho de ser hija ilegítima la privó de cualquier protección. Creció en un sórdido barrio parisino y, apenas adolescente, la bella criolla entabló un desdichado matrimonio con el dueño del taller de litografía donde trabajaba. A los 22 años, con tres hijos y abrumada por la violencia doméstica, huyó del hogar y comenzó una larga errancia, siempre perseguida por la furia del marido. Acorralada, desempeñó los oficios más ingratos y vivió los extremos de la marginalidad. De manera fortuita, entró en contacto con su familia paterna, buscando hacer valer su derecho a una herencia, pero no recibió más que cortesías y donativos simbólicos que no aliviaban su situación, por lo que decidió emprender un largo y azaroso viaje a Perú. En ese país fue acogida por el opulento clan, aunque el patriarca de la familia, su tío Pío Tristan, se mostró inflexible con el tema de la herencia. De cualquier manera, Flora permaneció un año en la nación de su padre y la casi indigente esposa perseguida se transformó en una seductora y graciosa aristócrata peruana, que observaba los lujos y las miserias del Nuevo Mundo. A su regreso, escribió sus controvertidas Peregrinaciones de una paria, una desparpajada y original mezcla de relato de viaje, crítica social y política y abanico de retratos psicológicos que, aunque la enemistó definitivamente con su familia paterna y provocó un auto de fe donde su subversivo volumen fue quemado, la hizo, inesperadamente, una escritora. La prófuga pronto se convirtió en una intelectual rutilante, aunque su súbita celebridad fue un motivo adicional de agravio para su marido, que intentó matarla. En permanente autoconstrucción, Flora Tristan no se conformó con ser una escritora de moda, viajó a Inglaterra donde, a veces disfrazada de hombre, hizo una cruda crónica de las miserias y perversiones del epicentro del progreso y, luego, inspirándose en los radicalismos utópicos de la época, pero imprimiéndoles su acendrado sentido común y su propia experiencia formuló, en La Unión Obrera, una mancomunidad de oprimidos, los asalariados y las mujeres, que ligaba la liberación social con la redención femenina (en su propuesta social el matrimonio sería abolido y habría total igualdad de géneros). Sus últimos años los ofrendó de manera casi suicida a este apostolado social haciendo proselitismo por toda Francia hasta que, en un hotelito de Burdeos, el tifus la alcanzó y la derrotó.

En permanente autoconstrucción, Flora Tristan no se conformó con ser una moda

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MÚSICA

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El padrino del punk vuelve a las andadas con Free, un disco introspectivo en el que prevalecen los constantes cambios de piel

Iggy Pop y una familiar nostalgia de la muerte

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JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA

l Padrino del Punk, míster Iggy Pop, presentó el 6 de septiembre de 2019 su más reciente disco, titulado simplemente Free, otro material introspectivo y todo un manifiesto de evolución rockera, en consecuencia directa con sus trabajos anteriores: el extraño, decadente y profundo Preliminaires (2009), seguido del aún más galo Après (2012), poblado de homenajes a canciones francesas e iconos retro, además del revitalizado, brillante e iracundo Post Pop Depression (2016), que han situado al veterano Iggy Punk en la cima de ese ya longevo movimiento contracultural del que además se le considera precursor. De igual manera, demuestran que es tan innovador como versátil y sorprendente. Es todo menos convencional o predecible, es inagotable e imaginativo. Siempre intrépido y aventurero, podría darle lecciones de frescura a muchos niños salvajes del presente y el futuro, si es que existe un futuro, queridos internos de este manicomio colectivo. Como siempre, escuchar el mejor rocanrol me recuerda inevitablemente a mi padre, el gran escritor de la banda gruexa, José Agustín. Recuerdo cuando compró el primer disco de los Stooges, una pieza que no podía faltar en el rompecabezas de la historia del rock, que preciadamente recopilaba en su vasta colección de discos. Este debut de Iggy y compañía es una de cuatro joyas súper brillantes dentro de la era menos pulida de la piedra rodante. Los Stooges son los ancestros jurásicos del rock punk, puro raw power, sin reminiscencias ni coqueteos con el travestismo de Bowie o los New York Dolls, aunque los bailes y contorsiones superdotadas y estrafalarias de Iggy en el escenario

estuvieran influidas por las bailarinas de strip tease de los oscuros burdeles gabachos, a principios de los años setenta, como él mismo ha reconocido. Solo hay un par de discos de los Stooges en esa colección paterna, y después uno de grandes éxitos de Iggy, pirata, el Nude & Rude, que recoge con bastante fuerza los aciertos de Mr. Pop. El nombre Stooges hace alusión al aberrante show televisivo Los tres chiflados (perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen cuando inhalan pegamento). Y de pronto la voz estridente y primitiva de Iggy irrumpió compitiendo con una guitarra cruda y potente que auguraba el nacimiento del rock punkero, como antes lo habían hecho los agresivos riffs de Pete Townshend en The Who. La cronología de mis encuentros con míster Iggy Pop tiene mucho que ver con el cine, por las películas donde ha participado, como Arizona Dream (1993), de Emir Kusturica, con “In the Death Car”. Después, don Iggy Pop aportó una de sus rolas más emblemáticas para Trainspotting, “Lust for Life”. Es una canción que proviene de su segundo disco solista, del mismo nombre, y que fue producido por David Bowie durante el tiempo en que ambos compartieron aventuras en el Berlín de 1976, cuando la escena electrónica los atrajo como metales a un imán. Solo digamos que Iggy obtuvo su primera gran canción como solista, pues reflejó la pasión por la vida desde las entrañas de un drogadicto que busca redimirse. Y es que para 1974, después del fracaso mercantil de su tercer disco, Raw Power, los Stooges habían recaído en las adicciones a drogas duras y las acrobacias suicidas de Iggy llevaron a la banda a la ruptura, entre ellos y con la disquera, así que se recluyó en un hospital siquiátrico de Los Angeles. Mi siguiente recuerdo de Iggy Pop tiene que ver con mi visita a un tugurio teibolero en Acapulco donde, tras comerme un ácido lisérgico, me

metí para refugiarme de un huracán, y acabé gastándome medio sueldo de mi participación como jurado en el premio de cuento José Agustín, a principios de este milenio. Allí, una de las bailarinas del tubo, una mujer bellísima casi negra, eligió “The passenger” para bailarme una danza privada que casi hace estallar mi cabeza. Todo ocurrió en el table dance conocido como el Roxy (querido Roxy, nunca te olvidaré). Y fue así como también llegué a amar a Iggy Pop, a quererlo como a un hermano, un padrino: el mero abuelito del Punk. Pero volvamos un poco más hacia el presente, por ahí del año 2010, cuando mi padre ya se había accidentado —un año antes, en el teatro de Puebla— pero aún estaba bastante más fuerte mental y físicamente de lo que se encuentra hoy en día, a diez años de esa tragedia personal, familiar, y para las letras mexicanas y de habla hispana. En esos días, mi padre ya había sido despachado del hospital, contra las buenas indicaciones de los médicos, y había vuelto a Cuautla con ánimos de retiro, de dedicarse exclusivamente a descansar, leer, beber y fumar. Como si negara toda su vida, se había prohibido a sí mismo escribir otra vez. Y cuando se olvidaba de que había claudicado, e intentaba volver a escribir, trabajar en los varios proyectos de novelas que tenía abiertas como heridas en la mente, se encontraba con que no podía escribir más. La fatiga lo envolvía, su cabeza divagaba, su otrora concentración total y memoria insólita se transformaban en mareos y dolores de cabeza. Las letras, los entramados y sus queridos personajes huían de su vista, como agua entre las manos, como en esos despertares dentro de los sueños en que la realidad se difumina y desaparece al recobrar

El fantasma de un rey, mi padre, se me aparece vagando, en un castillo de letras abandonadas

súbitamente la conciencia, y con los rincones oculares se alcanzan a percibir conejos blancos que huyen a través de abismos negros, cruzan espejos mágicos dejándonos atrás, perdidos en una nueva realidad. Más allá de las fronteras de la cordura. Libre al fin, el fantasma de un rey, mi padre, se me aparece vagando, en un castillo de letras abandonadas. En ese año, entre los discos en el suelo de un gran puesto de piratería me sorprendió encontrar el que por aquellos tiempos era el nuevo de Iggy Pop, Preliminaires, un disco muy experimental para el máster Iggy, que rompió con cualquier molde que hasta entonces hubiera abanderado. Incluye un par de versiones de la canción “Las hojas muertas”, interpretada con harto filin y un pésimo francés, todo lo cual solo logró conmoverme más, pues en la infancia trataron de inculcarme esa lengua tan caprichosa (fracasaron, desde luego). Creo que también le cayó en gracia a mi padre, pues adora ese idioma y llegó a dar algunas conferencias en Francia parlándoles en su eurojerga. Y, por lo tanto, reconoció de inmediato “Les feuilles mortes”, cuando le compartí este pequeño hallazgo de un pescador sin esperanzas en el río de mis irresponsables desventuras. La siguiente canción, “I wanna go to the beach”, dejaba en claro que Mr. Pop estaba decidido a demostrar que había madurado, a regañadientes y a contrarreloj, todo lo cual era palpable tanto en su tono cavernoso como en sus letras y melodías, hasta un nivel que al parecer perseguía los pasos de Leonard Cohen por la gravedad de su voz, coqueteos con la muerte incluidos, y sus correspondientes disertaciones existencialistas. Es un ajuste de cuentas con la vejez, pensé, advirtiéndome que Iggy Pop se encontraba en un punto similar al de mi padre, invocando su partida del mundo, preparando el camino para un acto de desaparición pero en pleno uso de sus facultades mentales.


MÚSICA

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El músico y actor estadunidense nacido en 1947.

No se podía decir lo mismo de mi padre, que estaba ya muy alterado por el accidente, y sin embargo distinguió la profundidad y altitud que el máster Pop había alcanzado, en este intento desesperado, confuso y tardío de evolución filosófica y musical, pues tiene varias grandes piezas, y la calidad y variedad del álbum es extraña pero contundente. Es un disco bizarro y bello que tristemente coincidió con la sorpresiva muerte de uno de los integrantes de los Stooges: Ron Asheton. Pero especialmente, aparte de las piezas iniciales, me marcaron dos canciones,

cuya temática gira en torno a los amores perros: “King of the dogs” y “A machine for loving”. La primera es una pieza en tono de jazz, con ritmo de funeral estilo Nueva Orleans, que toma prestada una melodía de Louis Armstrong y le agrega una letra sobre un perro tan grande y feroz que llega a ser el rey de todos los perros, tal como Iggy es el Padrino de todos los punks. La escuché con gran placer, pues en la casa de mi padre siempre hemos sido perreros. Como les decía, el Preliminaires también incluye una canción, cerca del final, triste pero muy buena, que

versa sobre la pérdida de una mascota (yo las he enterrado muchas veces, en el jardín de mis padres). “A machine for loving” es, a mi parecer, una poderosa disertación sobre la muerte de un perro entrañable. Y todo esto ocurrió hace dos meses escasamente, en la casa de José Agustín, donde tuvimos que cavar una tumba para el sol, para el gran emperador Tonatiuh, el rey de los perros, un gran labrador dorado, el perro favorito de mi papá, quien se fue envejeciendo a un paso sincronizado con José Agustín. Y si aman a los perros y les late el Iggy

Poppers, no se pierdan este texto misterioso que raya en la ciencia ficción, leído por Iggy con un acento lúgubre y mortuorio. Está basado en un cuento de Michel Houellebecq. Escuchando Preliminaires, aplaudo a rabiar por este disco insólito, perdido muy adentro en el Mar de música, otro capítulo infame en la historia del rock & roll. Jim Jarmusch tomó la estafeta de mis cátedras de rock con su película Coffee & Cigarrettes (2004), donde aparece Iggy con Tom Waits, y cuyo soundtrack incluye “Down by the Street”, y su versión de la clásica “Louie, Louie”. Jarmusch nos regaló también el excelente documental que dirigió sobre los Stooges, Gimme Danger (2016), donde se conoce a fondo a este personaje y a sus camaradas. Y esto nos trae finalmente al presente, en el que don Pop ha presentado su más reciente álbum, titulado simplemente Free. En la portada lo vemos emergiendo de las olas, en un amanecer frío y nublado, como un espectro. Es un disco bastante hermano del Preliminaires, aunque no tan efectivo, pero también es oscuro y ominoso y casi desesperanzado, introspectivo. Lo levantan piezas como “Love’s missing” y “Sonali” y “Dawn”, en las cuales ya no canta, sino que recita (onda spokenword, como en “A machine for loving”), desafiando a la madrugada hostil del insomnio, como en La hora del lobo, de Ingmar Bergman. Mientras que la inicial, “Free”, que da nombre al disco, en una sola palabra expresa su cansancio de esta vida, su pulsión de muerte; una sensación bastante familiar, como diría Freud, no me acuerdo en qué lado. Pero comprendo que aquel anhelo de vivir, su vieja “Lust 4 Life”, se ha transformado en un hastío, una nostalgia por la muerte. Un ciclo que mi padre y yo conocemos muy bien, una sensación que hemos compartido, en esta calma marina, muy adentro en la sangre. Es una rola libertaria, como un mantra desesperado, atmosférica y misteriosa. Free es otro disco de distanciamiento con el rock proto punk que lo caracterizó, pues solo quería hacer música nueva. Y ahora cada trabajo suyo es diferente para crecer espiritualmente de cara hacia la muerte, cambiar su estilo y cambiar de piel. Y así, a sus 72 años, el maestro del caos está más joven que nunca, es moderno y renace siempre de sus cenizas. El señor Pop ha sobrevivido a sí mismo, a la violencia, las drogas y el sexo desenfrenado que caracterizan al rock salvaje, al tiempo y las vanguardias, y sigue de pie; aunque harto de existir, se defiende componiendo y produciendo. Y así ha llegado desde el fondo del subterráneo hasta la cumbre de las estrellas roqueras. Por lo tanto, camaradas, al menos en esta Nave de Locos, ¡este punk sigue vivo!

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DE PORTADA

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Con una lectura de su novela póstuma, un regr conmemora 60 años de la muerte del pensad

Albert Camus: el prime

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MELINA BALCÁZAR FOTOGRAFÍA COLECCIÓN JEAN Y CATHERINE CAMUS

unes 4 de enero de 1960. Después de haber iniciado el año con su familia y amigos en Lourmarin, al sur de Francia, donde vivía desde hacía un par de años, Albert Camus muere en un accidente automovilístico. Había emprendido la ruta hacia París el día anterior con Michel Gallimard, sobrino de su célebre editor, a quien acompañaban su esposa Janine y su hija Anne. En ese viaje debía ir también René Char, quien al final decidió tomar el tren para no sobrecargar el lujoso Facel Vega de los Gallimard. Únicas sobrevivientes del accidente fueron Janine y Anne; Michel, gravemente herido, murió cinco días después. Emmanuel Roblès, amigo cercano del escritor, fue uno de los primeros en ver su cadáver. Al levantar la sábana que lo cubría se le reveló “el rostro de un durmiente muy cansado”, con un rasguño que le atravesaba la frente, “como un trazo definitivo que cancela una página”. Camus tenía 47 años. Entre el lodo y los restos del coche, encontraron su portafolios de cuero negro. En su interior, algunas fotos personales, su pasaporte, su diario, algunos libros (La gaya ciencia, Otelo) y el manuscrito de El primer hombre: 144 páginas que llenaban una escritura minúscula, difícil de descifrar, resultado del proyecto en el que trabajaba desde 1953, y dos cuadernos de notas para su redacción. A pesar de que desde 1960 su viuda Francine descifró el manuscrito, el libro no se publicó sino 34 años más tarde. El contexto —juzgó la familia— no era propicio: en plena guerra de Argelia, el relato de su infancia durante la época colonial podía suscitar un malentendido respecto a su posición política. Quería respetar también ese ambicioso proyecto que le era tan preciado pues debía concretizar una nueva etapa en su labor literaria, una suerte de renacimiento tras la crisis moral y creadora que atravesó en la década de 1950. Así lo afirma en una carta

de 1959: “No he escrito más que el tercio de mi obra. Con este libro, la comienzo de verdad”. De ahí tal vez la enorme dificultad para encontrar una escritura nueva, que deseaba “directa” y más personal, como una vuelta a sí mismo, tras la dispersión que trajo a su vida el Premio Nobel, su pasión por el teatro, la acción política. Dejaba atrás a los escritores norteamericanos, y Proust se volvía su modelo: “Empecé con obras donde negaba el tiempo. Poco a poco fui encontrando el origen del tiempo —su maduración—. La obra misma será una larga maduración”. Para ello, modifica su relación con el lenguaje, pero sobre todo con su propia historia. El primer hombre marca así un regreso a los silencios que habían asediado su obra: el padre ausente, la relación con su madre, la Argelia de sus primeros años.

Una novela monstruosa

La materia autobiográfica prima en esta novela inacabada, no solo debido a la muerte accidental de su autor, sino a su naturaleza misma, “desmedida”, “monstruosa”, inabordable. La vida de su protagonista, Jacques Cormery, es la suya: la de un huérfano de la Primera Guerra Mundial, que creció en un barrio popular de Argel, dividido entre el mundo colonial de su infancia y su vida adulta en la metrópolis. La ficción le permite conferir a su experiencia personal una dimensión simbólica y mítica, contenida ya en el título. Pero sobre todo la ficción le da la ocasión de hablar de “quienes más quería”. De ahí quizá su plan en tres partes: los Nómadas, el Primer Hombre, la Madre. Por vez primera, abordaba la figura de su padre, Lucien Camus, con la que probablemente hubiera comenzado el libro: el primer hombre era él, uno de los miles de muertos de la batalla de la Marne al inicio de la guerra, en septiembre de 1914. Al visitar su tumba en Saint-Brieuc, en la Bretaña francesa, nunca visitada por su madre que permaneció en Argelia, Jacques constata la cruel paradoja que crea la marcha de la historia, su esencial absurdidad:

La ficción le permite conferir a su experiencia personal una dimensión mítica

“Fue en ese momento cuando leyó sobre la lápida la fecha de nacimiento de su padre, percatándose entonces de haberla ignorado. Después leyó las dos fechas, 1885-1914, e hizo maquinalmente el cálculo: 29 años. De pronto le asaltó un pensamiento que lo sacudió incluso físicamente. El tenía 40. El hombre enterrado bajo esa lápida, y que había sido su padre, era más joven que él”. Su desaparición hará de él, de Jacques, de Camus, el primer hombre, el huérfano que debe “aprender solo,

crecer solo, en fuerza, en potencia, encontrar solo su moral y su verdad, nacer por fin como hombre para después nacer otra vez en un nacimiento más duro, el que consiste en nacer para los otros”. La novela debía ser ante todo histórica, o, más bien, una novela en la que la historia se encarna en el cuerpo del padre y de la madre, pero también en el cuerpo de la mujer amada. Ya que, para Camus, solo la escritura y el amor pueden dar forma


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reso a Argelia, este texto dor, novelista y periodista

er hombre

afiebrada, se había detenido en él con tal expresión que el niño retrocedió, vaciló y salió huyendo. ‘Me quiere, entonces me quiere’, se iba diciendo en la escalera y al mismo tiempo comprendía que la quería locamente, que había deseado con todas sus fuerzas que ella lo quisiera y que hasta entonces siempre lo había dudado”. Los numerosos pasajes que le consagra figuran quizá entre los más bellos de su obra. Abandona su estilo enfático, grandilocuente, y encuentra el tono justo para relatar —respetando al mismo tiempo su doloroso silencio— la vida de su madre, tan parecida a muchas otras. Camus descendía en efecto de la “tribu de los sin nombre”, de quienes no pueden permitirse el lujo de construir una memoria: La memoria de los pobres está menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también menos puntos de referencia en el tiempo de una vida uniforme y gris. Tienen, claro está, la memoria del corazón, que es la más segura, dicen, pero el corazón se gasta con la pena y el trabajo, olvida más rápido bajo el peso de la fatiga. El tiempo perdido solo lo recuperan los ricos. Para los pobres, el tiempo solo marca los vagos rastros del camino de la muerte. Y además, para poder soportar, no hay que recordar demasiado, hay que estar pegado a los días, hora tras hora, como lo hacía su madre, un poco a la fuerza, sin duda, puesto que aquella enfermedad juvenil […] la había dejado sorda y con dificultad en el habla, le impidió aprender lo que se enseña hasta a los más desheredados, y la forzó a la resignación muda, pero era también la única manera que había encontrado de afrontar su vida, ¿y qué otra cosa podía hacer?, ¿quién en su lugar hubiera encontrado otra cosa?

vez con su vasto olvido el recuerdo del hombre monstruoso y [trivial] que había crecido y se había formado sin ayuda y sin auxilio, en la pobreza, en una orilla feliz y bajo la luz de las primeras mañanas del mundo, para abordar después, solo, sin memoria y sin fe, el mundo de los hombres de su tiempo, y su espantosa y exaltante historia.

Árabes sin nombre

El primer hombre es también la novela del Magreb o, mejor dicho, de su comunidad, los pieds-noirs, los franceses de ascendencia europea instalados en el norte de África durante la colonización. Al volver a su genealogía, Camus parece darle la espalda a la Historia. Responde al movimiento independentista con un relato en el que busca mostrar su pertenencia a la tierra argelina. En su última Crónica argelina (1958), deja claro su derecho a permanecer en la que considera también su patria, olvidando por completo la violencia de la colonización: “Con respecto a Argelia, la independencia nacional es solo una fórmula apasionada. Nunca ha existido aún una nación argelina. […] Hoy, los árabes no constituyen por sí solos toda Argelia. La importancia y la antigüedad del poblamiento francés bastan para crear un problema sin parangón en la historia. Los franceses de Argelia son también, y en el sentido fuerte del término, nativos”. Le resultaba tal vez doloroso pensar en el segundo destierro que le esperaba a su familia. Como si el afecto lo hubiera cegado políticamente. De ahí que creyera en una Argelia francesa, una comunidad franco-árabe que evolucionaría lentamente hacia una justicia social: “Una Argelia constituida por poblamientos federados y unida a Francia me parece preferible, sin comparación posible en lo que respecta a la simple justicia, a una Argelia unida a un imperio de Islam que no realizaría para los pueblos árabes sino una suma de miserias y sufrimientos y que arrancaría al pueblo francés a su patria natural”. Su apego a la tierra de su infancia parecía impedirle entender la totalidad del problema colonial o, para decirlo con Edward Said, su “inconsciente colonial” fue más fuerte y lo llevó a seguir afirmando la prioridad francesa en Argelia. A pesar de que en su labor periodística denunció las condiciones de pobreza extrema en la que se encontraban las poblaciones árabes y bereberes, como escritor, en El primer hombre, les niega de nuevo un nombre. Como en El extranjero o La peste, vuelve a designarlos solo como “los árabes”. Siempre al margen de sus relatos. Ninguno de ellos figuró como uno de sus personajes. Los mantuvo alejados de toda acción: presencias silenciosas —sino es que silenciadas—, espectadores, vigías de una conciencia occidental atormentada por las grandes causas y principios, pero que nada hizo para acercarse a las comunidades nativas.

Camus descendía de quienes no pueden permitirse el lujo de construir una memoria

a la existencia, tal como lo escribe a una de sus grandes pasiones, María Casares: “triste es que no logremos poner un orden definitivo, una unidad muy clara en lo que somos. Siempre me he negado a la idea de morir informe. Y sin embargo… habremos de morir oscuros para nosotros mismos, dispersos y no sujetos como el haz de espigas maduras, sino más bien sueltos como granos regados. A menos de que un milagro haga que nazca el nuevo hombre”.

“A ti, que nunca podrás leer este libro”

Así dedica a su madre, Catherine, la que debía convertirse en su obra magna. Una mujer sencilla, discreta, que no sabía leer, proveniente de una familia pobre que emigró huyendo de la guerra francoprusiana, con la esperanza de encontrar una vida mejor en Argelia. Una mujer a la que —nos revela la novela— siempre amó con la misma intensidad de la infancia: “La mirada de su madre, temblorosa, dulce,

El escritor nacido el 7 de noviembre en Dréan, Argelia, y muerto el 4 de enero de 1960 en Villeblevin, Francia.

Así, El primer hombre afirma con fuerza lo que, según Camus, la literatura debe ser: un memorial, donde la vida de los olvidados encuentra la palabra, se inscribe en la historia que se había empeñado en hacerlos a un lado. Sin embargo, su apego al mundo de la infancia lo llevó a ceder a la tentación de embellecer la pobreza, magnificándola sin cuestionarla: “al fin el único misterio era el de la pobreza, que hace de los hombres seres sin nombre y sin pasado, que los devuelve al inmenso tropel de los muertos anónimos que han construido el mundo, desapareciendo para siempre”. Como si la luz del Mediterráneo —que escindía su vida— purificara la pobreza, haciéndola ligera e incluso digna de añoranza: ahora sabía en el fondo de su alma que Saint-Brieuc y lo que representaba nunca había sido nada para él, y pensaba en las tumbas desgastadas y verdosas que acababa de abandonar, aceptando con una especie de extraña alegría que la muerte lo devolviera a su verdadera patria y cubriese a su

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LITERATURA

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RESEÑA

Poética del magma El más reciente libro de Gabriela Cantú reúne y a la vez refresca su obra

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scritora regiomontana de variada obra, autora de más de seis libros de poesía, de un poemario para niños, Poemas del árbol (2009), y de una novela, Hamburgo en alguna parte (2016); ganadora del Premio de Poesía Ramón López Velarde 2012 con Material peligroso (Hiperión, 2015), Gabriela Cantú Westendarp (1972) es una autora de gran fuerza cuya voz debe ser más considerada como un referente no solo generacional en nuestro contexto. Ahora nos brinda el poemario Un niño albino cruza la calle (Mantis Editores, 2109), que incluye una selección de su obra más poemas inéditos y que, de cierto modo, podría considerarse una antología aunque, en el fondo, estamos ante un volumen que rebasa dicho carácter ya que replantea la lectura de la poesía de Cantú. Si bien el libro incluye poemas de El efecto (2006), El filo de la playa (2007), Naturaleza muerta (2011), Material peligroso y Una flama de seda como la nada (2018), estos no fueron considerados entrópica o cronológicamente, sino a partir de su significado dentro de la totalidad de una obra. En ese orden y en cuanto a que podemos identificar dicho hilo conductor, nos situamos frente a un volumen construido bajo una conciencia de la unidad, aspecto que es muy apreciado por la autora. Para Cantú el poema unitario de largo aliento ha sido una estética. Es así como ha construido El filo de la playa y Una flama de seda como la nada, aunque particularmente esto se observa en Naturaleza muerta y en Material peligroso. Sin embargo, en Un niño albino cruza la calle esta estructura se desarrolla mayormente al aplicarse a la totalidad de su trabajo poético, acaso siguiendo las enseñanzas de Héctor Viel Temperly quien, en Hospital británico, a decir de Gabriela Cantú, “tomó poemas de sus libros y los reacomodó para conformar un nuevo poema; si bien yo no hice un poema, sí pensé en reorganizar así mi obra”. De esta forma, en tanto estructura de pensamiento y creación, la unidad es el modelo de escritura que, en el caso de Un niño albino cruza la calle, se organiza bajo ciertos ejes vitales: el erotismo, el dolor, los afectos, el insomnio y la búsqueda de sentido, a partir de espacios, ritmos y atmósferas entretejidos con tal solidez que muestran la historia interior de una obra, un subtexto poderoso que anima la escritura de Cantú.

CLAUDIA POSADAS FOTOGRAFÍA PASCUAL BORZELLI IGLESIAS

La autora de Un niño albino cruza la calle.

Así, el modelo de escritura se convierte en modelo crítico que desemboca en una construcción que, en Un niño albino cruza la calle, deviene poética de su obra. El título se divide en tres apartados: “El bulbo del tulipán”, “Muerte por agua” y “Un niño albino cruza la calle”. La primera sección responde a uno de los principales tópicos de la autora, lo amoroso y el erotismo, asuntos que conforman El filo de la playa, Una flama de seda como la nada y, en parte, Material peligroso. Sin embargo, a partir de esta panorámica nos percatamos que Material peligroso se erige como una especie de teoría de lo amoroso y de la existencia, es decir, de aquel magma profundo que guía la poesía de Cantú.

Nos situamos frente a un volumen construido bajo una conciencia de la unidad

Material peligroso es un ejercicio científico-poético donde se observa y reflexiona sobre un objeto de estudio conformado por las pulsiones señaladas. En esa vía, por supuesto que hay medida para tasar lo subjetivo: donde la ciencia termina, entra la poesía, como lo sugiere Cantú en un poema del citado volumen que, por cierto, abre Un niño albino cruza la calle a modo de declaración de principios: “El asunto de la medición es una constante entre los científicos. Esto no se refiere […] a la organización de datos de acuerdo a una escala, sino a la observación. La concentración, […] la intensidad de la mirada es lo único que puede conducir a algún tipo de revelación. […] Eran datos científicos, lo sé, pero todo el tiempo sentí que hablaba de poesía”. Por su parte, los asuntos amorosos se despliegan en la primera sección de Un niño albino cruza la calle tanto en lo cotidiano (la primera mirada y su brillo, la angustia del encuentro, el postergamiento, la presencia de lo deseado en el entorno) como en una

hondura metafísica que se pregunta por el sentido de lo vivido. Y es aquí donde se observa esta índole existencial vertida ante todo en Naturaleza muerta que, en Un niño albino cruza la calle, trasciende el tiempo y el espacio. En la siguiente sección predomina el tono reflexivo de Naturaleza muerta, el cual, en este ámbito albino, se desarrolla en torno a la incertidumbre que implica el paso del tiempo, las ausencias y una percepción de la nada como respuesta. Así, nuevamente, los textos pertenecientes a Material peligroso incluidos en el apartado brindan el eje científico que signa la poética de la autora: “Pensé en el agua detenida hecha hielo. […] Se trata de una suspensión, […] de una especie de muerte limpia y transparente./ Un estado temporal como el de la noche […] que perderá la batalla ante la luz y la temperatura”. De esta manera, los asuntos amorosos de los poemas de Al filo de la playa, El efecto y Una flama de seda como la nada tomados en cuenta para esta sección adquieren una dimensión más introspectiva que deviene reflexión de vida y magma interior que no deja dormir a la voz poética. Y ya que hablamos de insomnio, tema en la obra de Cantú, éste se despliega en la última parte del libro, conformada por el poema homónimo e inédito que le da título al volumen, “Un niño albino cruza la calle”: “El insomnio es un parásito que se instala en el cuerpo/ un artefacto frío que me lanza picotazos”. Insomnio que alimenta la profundidad de ese río magmático que signa esta obra, por lo que no es extraño que este poema cierre esta relectura ya que concreta el sentido unitario de las temáticas desarrolladas. Por lo mismo, es consecuente que este poema sea inédito dado que los demás textos no publicados e incluidos en el volumen también son bisagras de unión que dan sentido, unifican, enlazan esta poética, en tanto contienen la fuerza de los asuntos atendidos por la autora: el fuego que no se apaga, el fuego que trasciende en el tiempo y el fuego frío que vacía la existencia. Un niño albino cruza la calle constituye una poética fina que involucra la mirada objetiva del observante, pero sobre todo la mirada interior del poeta, frente al magma-pulsión que lo vulnera, ante una existencia extraña que siempre está a punto de disolverse en el agua del tiempo. Un volumen que, aun sin los referentes bibliográficos de la autora, nos destaca la esencia de una obra y le confiere otra magnitud.

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NARRATIVA, ENSAYO Los errantes

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EN LIBRERÍAS

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Para servirle

A FUEGO LENTO Los huecos de la memoria

Silvia México, 2019

Olga Tokarczuk Anagrama España, 2019 386 páginas

Anabella Giracca Alfaguara México, 2019 216 páginas

Raquel Martínez-Gómez Universidad Veracruzana México, 2019 296 páginas

Este libro deslumbrante avanza por vías distintas. En algunos tramos, adopta el carácter de una crónica de viajes; en otros, invoca al relato o la minucia histórica. Cada modalidad, por singular que sea, termina homenajeando a la vida y al pensamiento nómadas, a la alegría de no sentirse de ninguna parte, sin casa ni destino. Leemos como si paseáramos por las salas de un museo de maravillas. Un excelente acceso a la obra de la Premio Nobel de Literatura 2018.

La desaparición de una mujer lleva a la policía a dirigir sus sospechas hacia el marido, quien se enfrenta a los hechos con la convicción de un sonámbulo. Pero esto es lo de menos. La atención del fiscal se posa de inmediato en Candelaria Aguablanca, la sirvienta, que proviene de un pueblo donde el trato con la muerte es cosa de todos los días. Giracca se concentra en las relaciones de mando y subordinación, en la capacidad de supervivencia de los más débiles.

Martínez-Gómez es una escritora española que ha recibido los premios Ciudad de Móstoles y el de Literatura de la Unión Europea. En Los huecos de la memoria, Fabiola, una empleada encargada de desechar libros, descubre cierto día a la escritora Manuela Menéndez. Su curiosidad la lleva a investigar sobre su vida. Candela, la hermana de Manuela, le permite hurgar en sus papeles. Llega así a una historia de amor que tiene como trasfondo el franquismo; se valora el papel del arte.

La reconciliación

Monteverdi y Vivaldi

La teoría del todo

José Ramón Ruisánchez UNAM México, 2019 216 páginas

Adolfo Martínez Palomo El Colegio Nacional México, 2019 78 páginas

Stephen W. Hawking Debate México, 2019 169 páginas

Este libro, que se subtitula Roberto Bolaño y la literatura de la amistad en América Latina, toma como base la novela 2666 del autor chileno. Ruisánchez explica que el “núcleo de amistad”, dentro de la obra de Bolaño, “ha sido soslayado para privilegiar el desenfreno sexual y la violencia y el mal”. Un concepto, “reconciliación”, le sirve para fundamentar el estudio, además del acercamiento a Borges, Pedro Lemebel, Fabio Morábito y Luis Felipe Fabre.

Este es el primer libro de la serie Músicos y Medicina, historias clínicas de grandes compositores, que constará de catorce títulos. Claudio Monteverdi es conocido especialmente por sus madrigales, composiciones vocales, pero ante todo debería estar presente en la mente de los interesados en la música por haber creado la ópera. Vivaldi, por su parte, siempre será recordado por Las cuatro estaciones; para Bach, fue su principal inspiración como músico.

Siete conferencias agrupa este volumen ilustrado que discurre por el origen y el destino del Universo. Se ocupan de las ideas primigenias desde Ptolomeo hasta Copérnico, el Big Bang, los agujeros negros, la dirección del tiempo y la noción de una “teoría unificada que incluya la mecánica cuántica, la gravedad y todas las demás interacciones de la física”. El don para comunicar de Stephen W. Hawking es admirable, tanto que vuelve sencillo lo que es en verdad complejo.

¿Cualquiera puede hacerlo? ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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ubo un tiempo, no muy lejano, en el que escribir una novela era una tarea para quienes deseaban erigir mundos nuevos, explorar la condición humana, ensanchar las posibilidades del lenguaje. No era una tarea para informadores, amas de casa, líderes de opinión o dueños —según su inmodesta opinión— de una Idea Extraordinaria. Pues bien, aquel tiempo se ha ido y ha dado paso a la era en que vivimos gracias a menesterosos criterios editoriales: la Era de la Incontinencia. Cualquiera puede escribir y publicar una novela. Pienso en ello después de la lectura de Silvia (Libros del Marqués), del arquitecto y bloguero José Memún. Qué podemos esperar después de que en la página 15 encontramos la siguiente frase: “Aprovecha tu vida, ama intensamente y por ninguna circunstancia dejes ir lo que quieres”. Suena a uno de esos discursos inspiracionales que animan a los programas de radio conducidos por mesías de la autoayuda. Así, pues, qué nos espera. El infértil enamoramiento de juventud que trastoca el ánimo del personaje —aspirante a escritor, y guapo y sensible y elocuente— al punto de que por años no hace más que exhibir su pena por la Ciudad de México y Roma, dos escenarios descritos con insulsa rapidez. Como se trata de la autoconmiseración, el lector debe padecer numerosas retahílas del tipo “el tren de la oportunidad pasa pocas veces, si no es que solo una vez por la estación de la vida”. Casi 220 páginas de lloriqueo viran para tomar el rumbo que impone el azar. Después de una década y media, el narrador se rencuentra con Silvia —su Idea Extraordinaria— que vive en Berlín con un médico encantador. El amor parece cantar con su mejor tonada, y ahora incluye sexo, y el sexo trae vanidad y culpa… ¡y una hija! Llegados a estas alturas de la novela, el último tercer tramo, no sabemos ya si arrinconar a Silvia o ejercer la última penitencia de 2019. Y, encima de todo, la conciencia del estilo no se muestra por ninguna parte. La segunda de forros informa que José Memún “ha acreditado cursos de creación literaria”. Tengo la sospecha de que en esos talleres se cocinan las novelas que miran hacia cualquier lado menos a la tradición y a la buena literatura. Se cocinan de igual modo que la comida rápida. Ya son legión.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

Un telescopio con nuevos ojos En el desierto de Atacama se construye el instrumento más ambicioso de la astronomía

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GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA EUROPEAN SOUTHERN OBSERVATORY

n el desierto de Atacama se han registrado periodos sin lluvia de hasta 400 años. Es una de las regiones más secas del mundo solo superada por Los Valles de McMurdo en la Antártida que, según los especialistas, es la más árida del planeta. La ausencia de humedad en Atacama es garantía de un cielo claro y por eso el Observatorio Europeo del Sur decidió hace muchos años colocar ahí los aparatos que le han permitido estudiar la bóveda celeste del hemisferio sur. Ahora, en el Cerro Armazones, que se encuentra en el desierto al norte de Chile, se construye el telescopio más grande del mundo, sensible a radiación casi visible. El llamado Extremely Large Telescope es el proyecto más ambicioso de la astronomía mundial. Consiste en un espejo de 39 metros de diámetro capaz de colectar 256 veces más luz que el telescopio Hubble y comenzará a registrar información en 2025 usando óptica correctiva para obtener una calidad de la imagen dieciséis veces mejor que la del telescopio Hubble. La óptica correctiva, o adaptativa, es una técnica que consiste en enviar un láser a la atmósfera para medir los cambios meteorológicos que inducen distorsiones en la imagen: el espejo segmentado hace entonces los arreglos necesarios para corregir esas alteraciones atmosféricas moviendo los espejos de manera desigual. El resultado es la obtención de imágenes con una nitidez extraordinaria. Vista del llamado Telescopio Extremadamente Grande. Con este aparato se podrán ver objetos tan lejanos que permitirán ob798 piezas hexagonales de 1.4 metros tener una mejor comprensión de la transversales y 50 milímetros de esformación de las primeras estrellas, pesor. Cuando comience operaciones, galaxias y agujeros negros. Estudiará dos de estas piezas serán reemplaplanetas más allá de nuestro Sistema zadas cada día para asegurar que la Solar y quizá podrá ver la composisuperficie total esté siempre limpia ción de sus atmósferas para darnos y con un alto grado de reflectividad. una mejor idea de las posibilidades Con un costo de de vida en regiones remotas. Esas son mil millones de eulas expectativas pero, como siempre ros, 5 mil toneladas ocurre cuando se construye un dispode peso y una altusitivo así, lo más interesante está en ra de 80 metros, el los descubrimientos inesperados, la proyecto será teraparición de nuevos fenómenos o la minado en 2024. sorpresiva presentación de un objeEs el telescopio to que no figura en el mapa cósmico. que viene a camEl Telescopio Extremadamenbiar el paradigma te Grande es el proyecto principal de los liderazgos en el mundo de la asdel Observatorio Europeo. La obra tronomía. Estados Unidos no será más civil comenzó en 2014 y en 2018 se la nación que alberga los grandes insterminaron los primeros dos segtrumentos en esta área de la investigamentos del espejo que contará con ción científica, como no lo es ya en el cinco piezas. El espejo constará de mundo de la física de altas energías que

Es un espejo de 39 metros de diámetro capaz de colectar 256 veces más luz que el telescopio Hubble

ahora se encuentra en Europa con el Gran Colisionador de Hadrones. Consciente de que su preeminencia en esta área del conocimiento está por terminar, había propuesto la construcción del Thirty Meter Telescope (Telescopio de Treinta Metros) programado para ser construido en Mauna Kea, en Hawái, y el Giant Magellan en el Cerro de las Campanas en Chile, pero son proyectos inciertos por las dificultades financieras y las controversias que generan. El telescopio en Hawái ha sido detenido por movimientos ambientalistas que argumentan que el observatorio ha provocado daños considerables a la montaña, que tiene un significado sagrado para la cultura polinesia. El equipo de científicos ha sugerido mudarse a las Islas Canarias en caso de que no pueda seguir adelante en Hawái. Si los proyectos norteamericanos

llegan a realizarse, se demorarán tanto que quizá para entonces las oportunidades de descubrimiento habrán terminado. El Telescopio Extremadamente Grande está en camino. Estos nuevos ojos ayudarán a entender la naturaleza de la materia oscura porque podrá identificar supernovas muy distantes del tipo I. Las supernovas de esta especie son arreglos de dos cuerpos, uno de los cuales es una estrella enana blanca y la otra un objeto quizá mayor o igual. Sirven como marcadores para medir la expansión del Universo. Medir la manera en que se percibe la luz que proviene de astros muy lejanos puede darnos la velocidad con la que se mueven, y conocer esta información es fundamental para saber cuál es el futuro del Universo y de su estructura actual.

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ESCENARIOS

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PERIPECIA

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IMÁGENES

Mafalda

E El dramaturgo fallecido el 22 de diciembre.

Santa Anna: viejo amigo de Juan Tovar

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA SECRETARÍA DE CULTURA

ara Ludwik Margules, Juan Tovar fue el mejor dramaturgo mexicano; autor de Las adoraciones, La madrugada y Manuscrito encontrado en Zaragoza, llevadas a escena por el director de origen polaco, que encontró en el escritor nacido en Puebla en 1941 y fallecido el pasado 22 de diciembre a un autor contundente, cuyos textos dramáticos sobre la compleja historia de México dejaron expuestas las hondas contradicciones de un país que no deja de reconstruirse. De la vida de las marionetas, de Ingmar Bergman, montaje emblemático de Margules, fue traducida por Tovar, quien años más tarde volvería a traducir para este director la obra Lulú, de Frank Wedekind, trabajo en equipo que legó a nuestro teatro montajes indispensables. El escritor perteneciente a la generación de La Onda fue velado el lunes 23 en su casa de Ixcatepec, Morelos, cuyas señas para dar con la entrada describió hace años como “un portón negro con un árbol mocho al lado y alambre para abrir”. Reservado y discreto, Tovar, entrevistado en 2009 con motivo del estreno de su obra Horas de gracia, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro —entonces bajo la dirección artística de Luis de Tavira—, definió su texto como una onirofarsa en la que los dos personajes principales, Agustín de Iturbide y Antonio López de Santa Anna, se encuentran unidos por el deseo de emular a Napoleón.

Para Tovar, Santa Anna fue un viejo amigo al que empezó a estudiar en la década de 1960, cuando le encargaron escribir un prólogo sobre este personaje en torno al que 20 años más tarde el director José Caballero le pidió crear la opereta Manga de clavo. Para el también autor de Doble vista: teoría y práctica del drama, Santa Anna, “el bribón que jineteó a la patria durante años, le hablaba a Iturbide, en sus últimas horas de vida, sobre la esperanza del olvido. Aunque el personaje acepta en la obra que no se puede confiar tanto en esa opción, porque Iturbide ya parecía olvidado y sin embargo volvió a estar presente, ahora sobre un escenario”. Autor de piezas antihistóricas sobre importantes acontecimientos nacionales, Juan Tovar, para quien sus personajes se encontraban en el limbo de la historia, plasmó dramáticamente a Antonieta Rivas Mercado en El destierro, a Carlos Ometochtzin en Las adoraciones, a los asesinos de Pancho Villa en La madrugada y a las mujeres asesinadas en Juárez en Tlatoani. Al presentarse el volumen 6 de la Colección Cuadernos de Repertorio, Horas de gracia, de editorial Jus, con patrocinio de Kansas City Southern de México gracias a la gestión de Josefina

Sus textos dramáticos dejaron expuestas las hondas contradicciones de México

Laris, entonces presidenta de la Sociedad de Amigos de la CNT, Tovar envió un texto titulado “Santa Anna y yo”, al que se le daría lectura en su ausencia, que al final decía: “Comisionado por la CNT para escribir una obra sobre la Independencia, pensé en el final de la ‘Despedida de Iturbide’ en Manga de clavo, donde presiente que volverá para ser sacrificado, y decidí que mi tema sería ese retorno maléfico: las últimas horas de vida del protagonista, su recapitulación final, el ‘último sueño de Agustín Primero’. Y ya soñando, resultaba natural confrontarlo con su sucesor, el segundo napoleoncito criollo, ya no emperador sino dictador intermitente: nuestro viejo amigo Santa Anna, once veces presidente de la República. “Horas de gracia fue dirigida por José Caballero, quien no se abstuvo de intervenir en la dramaturgia, al grado de que entrambos preparamos una ‘versión del director’ bastante más extensa y populosa que la original. Es la que se llevó a escena y, por ello, la publicada en los Cuadernos de Repertorio, si bien el texto no incluye ese elemento dramatúrgico que José añadió al dividir el papel de Santa Anna entre dos actores: el joven ileso, el viejo mutilado. No se justificaba del todo, aunque servía al juego escénico, y es que no tenía apoyo en el texto. Para dárselo, habría que haber reescrito todo —resultando una obra sobre Santa Anna más que sobre Iturbide—. Que la escriba alguien más, si se le ocurre. Yo pinto mi calavera”.

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ANDREA SERDIO

l 29 de septiembre de 1964, en la revista argentina Primera Plana, nació Mafalda. Han transcurrido 55 años y desde entonces ha cultivado una extensa legión de admiradores a los que hace reír pero sobre todo pensar, reflexionar sobre los problemas de nuestro tiempo y las fragilidades de la condición humana. Joaquín Salvador Lavado, mejor conocido como Quino, es el autor de Mafalda. Es un hombre tímido y solitario, reconoce que Mafalda lo volvió famoso, pero está lejos de considerarla su hija. Es un dibujo nada más, dice cuando se lo preguntan; un dibujo hecho por encargo en 1963 para una campaña de publicidad que nunca llegó a realizarse. En 1964, Julián Delgado, secretario de Redacción de Primera Plana, le pidió a Quino una historieta. Sacó del cajón las tiras en las que había dibujado a la inquisitiva Mafalda y se las entregó. Nunca esperó el éxito de su personaje, célebre en el mundo entero, llevado a la televisión y el cine (en la película Mafalda, de 1982, dirigida por Carlos Márquez) y venerado por escritores como Julio Cortázar, quien llegó a escribir: “No tiene importancia lo que yo pienso de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”. Al principio solo eran Mafalda y sus padres, a quienes hacía preguntas que los dejaban mudos y temblorosos. Después fueron surgiendo sus amigos: Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Libertad y por último su hermanito Guille, un apasionado de Brigitte Bardot. Las críticas y reflexiones de Mafalda conservan una asombrosa vigencia; los personajes de la tira ofrecen una mirada crítica pero también conmovedora de su tiempo, que es el nuestro porque los problemas que plantean están lejos de ser resueltos, entre ellos la justicia social, los prejuicios, la condición de la mujer, el consumismo y el deterioro ecológico. Reunidas en libros (la colección completa está publicada por Lumen), las tiras de Mafalda han sido traducidas a más de 30 idiomas y sus ediciones alcanzan cifras millonarias. En Italia, Umberto Eco le dedicó un breve y elogioso texto en el que dice que en materia política Mafalda tiene ideas muy confusas, no sabe el porqué de muchas cosas pero de una sí está realmente convencida: no está conforme. Después de publicarse en Primera Plana, Mafalda estuvo en el periódico El Mundo y por último en la revista Siete Días, donde su creador tomó la decisión de terminar con ella. De esta manera, el 25 de junio de 1973, hace 46 años, Mafalda se despidió de sus numerosos lectores. El adiós de la tira no significó la desaparición de sus personajes. La inconforme Mafalda, el soñador Felipe, el materialista pero bondadoso Manolito, la chismosa Susanita, el egocéntrico Miguelito, la incisiva Libertad, el inocente Guille, los clasemedieros padres de Mafalda, todos ellos conservan su encanto en el gusto de sus viejos y nuevos lectores.

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El personaje de Quino.


LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

La fuerza física y cómo obtenerla DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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ntre los propósitos más pronunciados para el año que comienza está la realización de un ejercicio físico, ya sea salir a correr, inscribirse en un gimnasio o en cualquier versión de disciplinas aeróbicas. Hoy existen incontables métodos y videos para que cada quien elija un programa sin salir de casa. En mi infancia, el clásico en estos menesteres era Charles Atlas; pero fuera del mundo de los deportes, la literatura clásica me llevó a dos clásicos del acondicionamiento físico. El primero de ellos fue Eugen Sandow, nacido en Königsberg en 1867. Publicó un libro llamado La fuerza física y cómo obtenerla, el cual se volvió un éxito de gimnasio y librería. También contenía cierta dosis de erotismo para las damas, pues el bien formado Sandow se mostraba cubierto apenas por una hoja de parra, adoptando poses esculturales y apasionadas, e incluso en una de ellas se planta, sin flechas,

EUGEN SANDOW

El precursor de las fatigas en el gimnasio..

como un San Sebastián, el más sensual de los santos. Uno de los irregulares seguidores de su método fue Leopold Bloom, protagonista del Ulises de Joyce, quien deseaba en aquel 1904 rejuvenecerse a través del deporte, para lo cual se propone: “Hacer ejercicios físicos en casa, antes practicados intermitentemente, subsiguientemente abandonados, prescritos en La fuerza física y cómo obtenerla, de Eugen Sandow, que concebida especialmente para hombres de negocios metidos en ocupaciones sedentarias, habían de realizarse con concentración mental enfrente de un espejo de modo que pusieran en juego las diversas familias de músculos y produjeran sucesivamente una rigidez agradable, una relajación todavía más agradable y el más grato resurgimiento de la agilidad juvenil”. A otro de esos ejercitadores lo conocí en La historia de los siete ahorcados, de Leonid Andreyev. Se trata de Jorgen

Peter Müller, un danés nacido seis meses antes que Sandow. Serguiei Golovin, contemporáneo de Leopold Bloom, y condenado a morir en la horca, dice que para bien morir hay que mantenerse en forma, de tal suerte sigue el “sistema sumamente racional”, y hace diariamente los dieciocho ejercicios que lo componen, “como si fuese un propagandista de aquel plan mülleriano”. Luego se da cuenta de que la gimnasia le da tal bienestar, tal alegría de vivir, que la idea de morir se le vuelve más atemorizante. “Para que muera más fácilmente hay que hacer por debilitar el cuerpo, no por fortalecerle”. Intenta dejar la actividad física, pero con el paso de los días se da cuenta de que la necesita, y realiza en su celda “con toda escrupulosidad los dieciocho ejercicios”. Entonces concluye: “El asunto es que todavía queda el ejercicio diecinueve… suspenderse por el cuello en una posición inmóvil”. Y así fue.

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BICHOS Y PARIENTES

Síndrome de Néstor

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l año de las protestas en la década de la queja. En el último número del año de la revista The New Yorker, Robin Wright dice que “cuando los historiadores vuelvan a 2019, la historia del año no será el torbellino que rodea a Donald Trump. Será el tsunami de protestas que arrollaron seis continentes y envolvieron tanto a las democracias como a las implacables autocracias”. Por todos lados las protestas parecen surgir de la nada; los movimientos súbitos, de masas, no violentos se han convertidoenlaprincipal amenaza delos gobiernos en todo el mundo. “Siempre se han dado en olas”, recuerda Wright, y la más reciente inició en 1968, el “año que sacudió al mundo”. Ahora es quizá más profundo el movimiento: gobernantes han sido depuestos; otros están bajo amenaza de caer, y otros han tenido que dar marcha atrás en sus reglamentos. En 1968, el poder residía en el cañón de un rifle; ahora, las demandas de las insurgencias son dispersas y endebles porque las generaciones jóvenes vienen de una cultura política que ha confundido sentimientos y deseos morales con principios jurídicos. Asumen papeles de víctima sin registrar que su acción es decisiva y necesaria pero no inocente y, mucho menos, sin consecuencias. “Ni aguantan nada”, dicen los viejos mientras los jóvenes “se triguerean”. Los reclamos de la generación del 68 produjeron movimientos teatrales, de artes plásticas, musicales. Por un lado, los rockeros; por otro, los folcloristas, baladistas protestadores y todos los que odiaban o decían odiar la “música comercial”. Ahora no hay nada semejante, salvo alguna coreografía feminista, famosa y aguerrida, pero sin valor artístico.

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA ARCHIVO MILENIO

Aquella generación del 68 fue pacifista, utopista, ecologista, y varias cosas más que la debieran hermanar con los movimientos actuales. La diferencia es que en el siglo pasado todavía creyeron en el valor del lenguaje: la insurgencia se hizo con lemas, discursos, pancartas, artículos, libros, que también eran municiones contra el poder y el totalitarismo. Pero ignoraban todavía que se enfrentaban a un monstruo capaz de

Los de generaciones anteriores solemos burlarnos de las luchas de los más jóvenes

absorber todos los tiros y convertirlos en mercancía y camisetas. ¿Cómo pedir a los jóvenes de hoy que crean en lo mismo que echamos a perder y convertimos en baratijas? Llegamos a la era de la posverdad y los “otros datos”: el recurso fundamental, el que va de las palabras a la intelección, del discurso al pensamiento, se volvió inverosímil. ¿Para qué recurrir a lo mismo si buscan otra cosa? Ni siquiera saben decir qué quieren, pero saben qué sienten. Aquiles se va a llorar, solito, hasta que llega a consolarlo su mamá, Tetis. Pero el gimoteo de Aquiles ¿es equiparable al de Greta Thunberg? Ambos son guerreros, ambos son chillones, pero Aquiles mató mucho. Algo ha ganado la civilización para que podamos

Protesta de ambientalistas en la Ciudad de México.

considerar guerreros a quienes no recurren a la violencia, pero la guerra de los guerreros actuales tiene como enemiga a la humanidad contaminante, heteropatriarcal, y se libra por los sentimientos hermosos de los jóvenes buenos. Los de generaciones anteriores solemos burlarnos de las luchas de los más jóvenes: les falta fuerza, garra; no aguantan nada y tienen las manos suavecitas… Es el síndrome de Néstor, el anciano guerrero que no luchó en ninguna batalla de la guerra de Troya, pero se pasa la Ilíada entera gritando consejos desde su carruaje y despreciando los esfuerzos de los jóvenes, rugiendo que “nosotros nos las vimos contra fieras montaraces y gigantes y los derrotamos uno a uno y peleábamos incluso gravemente heridos”. Sus consejos y arengas resultaron inútiles o contraproducentes y, de todos los generales griegos, es el único que regresa indemne a su casa. Y allá en su tierra se dedicó a seguir contando a sus hijos y nietos lo rudos, tozudos y feroces que fueron los de su era y edad. Los néstores del siglo XX, orgullosos de las cicatrices de su ferocidad, lucharon contra comunistas, contra gorilas militares o presidentes que mandaban a callar con golpizas. Los sentidores de ahora no saben usar las manos, pero enfrentan un conflicto mucho peor: la anomia, la queja contra lo innominado, la lucha que no saben librar hasta que no logren inventarse un universo imaginario y poblado de formas musicales, poéticas, expresiones corporales, discursos. La verdad es que Néstor terminó por inventarse un heroísmo que no existió, pero dejó una cultura y un puñado de símbolos. De eso se trataba.

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