Laberinto No.866 (18/01/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENSAYO

ESCOLIOS

ANDREA RIVERA

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

El año en que celebramos a Beethoven

Retrato del controvertido Roger Scruton

Foto: Shutterstock

SÁBADO 18 DE ENERO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 866

JH Hermosillo: entre Dios y el diablo Fernando Zamora/ FOTOGRAFÍA: MÓNICA GONZÁLEZ

Foto: AFP


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ANTESALA

18 DE ENERO 2020

ARTES VISUALES

Apuesta plástica y social MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA UAM

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a Galería de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, presenta Leopoldo Méndez inmersivo, que invita a meterse literalmente en la obra de este fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y el Taller de Gráfica Popular a través de técnicas contemporáneas como la animación y la impresión digital, las cuales envuelven al espectador plástica y sonoramente. Esta exposición despliega diez imágenes —como la emblemática Las antorchas— de este artista clave en la historia del arte mexicano del siglo XX. Considerado el heredero de José Guadalupe Posada, Méndez (1902-1969) no solo supo combinar el hacer artístico (problemática e investigación) con la acción política; su elección de temas (movimientos obreros, injusticia, revolución, educación) devino exploración del dibujo, al que siempre retaba y al que utilizó como arma y lo expandió como una estrategia formal. Su línea, que recorre lo figurativo hasta toparse con lo abstracto, a veces es dramática, en otras compleja y casi siempre sublime, se erige como el eje de su legado. Más allá de su calidad técnica —que impacta—, y que en esta puesta abraza al visitante al desbordarse en la exhibición monumental de sus piezas, se impone su talento, su potencia dibujística que conmueve por su trazo expresionista. El visitante se adentrará a una gran instalación cinética que ensambla piezas clave de Méndez, de las que vemos salir a los protagonistas para convivir en el presente. Estos personajes animados emergen del poder del dibujo, que sintetiza el talento y el compromiso de este creador. La recreación vívida recupera el gesto, el proceso, la perfecta factura, así como sus experimentos con las vanguardias; él mismo era un hombre de vanguardia, y como tal también creía en el cambio y en la colaboración, como lo documenta su trabajo en el cine (los créditos de El rebozo de Soledad, de Roberto Gavaldón, van acompañados de la narrativa gráfica de Leopoldo Méndez). Así, esta muestra es una iniciación lúdica sobre la obra y propuesta de un artista que supo armonizar trazo e ideología. Esta propuesta —ideada y realizada por Víctor Martínez Díaz, con la colaboración en el desarrollo del diseño de Icetrip (M. A Estévez), Antonio Arango y Post Kaput, en la ambientación sonora— expande la mirada de Leopoldo Méndez en el espacio de la galería; están sus temas, pero sobre todo su compromiso: aquí queda claro que para este creador el hacer es estar. Su obra es apuesta plástica y social.

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De la muestra Leopoldo Méndez inmersivo.

Un buen día en el vecindario. Dirección: Marielle Heller. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

El actor que no estudió su papel

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BIG BEACH

red Rogers fue un religioso presbiteriano que descubrió su vocación: utilizar la tele para implantar valores cristianos en los niños de Estados Unidos. La historia de Rogers y su programa ¿Quieres ser mi vecino? son fascinantes; la película sobre él, Un buen día en el vecindario, no. Porque es como si en México alguien dirigiese una apología de CriCri. Se vale, pero hay problemas que sería necesario superar. Y es que para entender a personajes así hay que amarlos como quien ama a su infancia. Sin el elemento de la nostalgia, la idea de zamparse el biopic de un presentador infantil produce inapetencia. ¿Qué sentiría un extranjero ante un filme en que un mexicano neurótico “se cura” cuando recuerda los consejos que le dio Mafafa Musguito? Quien no supiera quién es Silvia Roche, quien no hubiese aprendido a hablar con Odisea Burbujas, sentiría el escalofrío de lo cursi, la pena ajena. Un buen día en el vecindario ha tenido mucho éxito de crítica y de público en Estados Unidos. Porque además resulta patriotera. A Rogers lo interpreta Tom Hanks, quien se ha autoproclamado “esposo de Estados Unidos”. ¡Misericordia! (exclamaría el propio Rogers). ¿Quieres ser mi vecino? fue un programa magnífico entre otras cosas porque

no trataba a los niños como idiotas. No había actores en pantalón corto haciendo voces estúpidas. Había, eso sí, un hombre que con voz temperada se dirigía a su jovencísimo auditorio con el respeto de quien puede tratar con niños de tres años temas tan controvertidos como el racismo, la muerte o la enfermedad. Vale la pena por eso mirar fragmentos del programa de Rogers para compararlo con Tom Hanks. Este tiene aquí la expresión extraviada que nos espetó en Náufrago: cuando hacía bizcos y hablaba con su pelota de basquetbol. Tenemos pues a un actor que más que hablar como hombre de fe parece sufrir de estrés postraumático. El problema crece con su contraparte, un periodista amargo y quejumbroso capaz de pelearse a golpes con su papá. En el encuentro entre Rogers y el periodista, este último “sanará”. La verdad, el duelo de actuaciones es surrealista. Pero mal. Y la cosa no termina ahí. Los productores impusieron a la directora la idea de dar

Tom Hanks aparece jugando con su peluche, cantando sin sazón y ofreciendo consejos

al público una suerte de probadita de lo que fue aquel mítico programa para niños. Así, aparece Tom Hanks jugando con su peluche, cantando sin sazón y ofreciendo consejos sabios a niños tristes. Por eso cuando el periodista depresivo, incapaz de superar la muerte de su madre, sale de su tristeza gracias a los consejos de Hanks, éste más que hombre sabio parece un chamán. ¿Por qué tanto contraste entre el Rogers de la vida real y esta pobre caricatura que hace Hanks? Hay un pequeño diálogo que lo explica. Rogers se la pasaba rezando. Creía profundamente en el poder salvador de su religión. Y Hanks olvida este hecho casi por completo. Lo vemos, sí, hincado un par de veces y pidiendo a un enfermo que rece por él, pero es obvio que, con todo y su método actoral, Tom Hanks no entró en la mentalidad de este hombre. No lo estudió. No se lo creyó. Fred Rogers pensaba, como Lacan, que la religión está hecha para curar a los hombres. Como en lugar de ofrecernos a un santo presbiteriano Tom Hanks interpreta a un psicólogo de banqueta, el fracaso está servido. Fred Rogers se vuelve inquietantemente sospechoso. Transita entre un Hannibal Lecter que adivina lo que piensa su entrevistador y un Forrest Gump que no sabe nunca hacia donde mirar.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Que yo sirva, María... PIERRE DE RONSARD (1524-1585)

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Roger Scruton ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

Que yo sirva, María, a un destino tan cruel, si tu boca me besa, con un beso de amor. Estoy todo perdido y el corazón palpita. ¡Y que en tus suaves besos que alcance hallar mi fin! Tus labios son tan dulces, que incluyendo al tomillo, al clavel y al jazmín, la fresa y la frambuesa, los supera en dulzura, viene una leve brasa de la boca hasta el pecho por un nuevo camino. Y de tu seno brota un oloroso aliento (pensándolo me muero) de perfume tan hondo, digno de alzarse al cielo a embalsamar a Júpiter. Mas cuando toda mi alma de placer se consume muriendo al ver tus ojos, entonces con despecho, te sueltas de mi cuello, para besar a un joven. Versión: Marco Antonio Campos

EX LIBRIS

La mirada masculina/ EKO

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@Sobreperdonar

ilósofo, escritor, músico, enólogo, urbanista y cazador, entre otras vocaciones, Roger Scruton (1944-2020) publicó decenas de libros, todos ellos vertebrados por un enfoque antimoderno, que incluyen semblanzas filosóficas sobre Spinoza y Kant, tratados sobre estética, denuncias sobre la frivolidad intelectual de la nueva izquierda, análisis de ópera, estudios sobre arquitectura, ensayos sobre erotismo, críticas de la utopía y del optimismo bobo y falaz, elogios del vino y diatribas contra la cultura de masas. La variedad de sus intereses, la flexibilidad de sus competencias, su erudición cargada de vitalismo y su estilo tan claro y elegante como agresivo, lo hicieron un perfil insólito, incapaz de encajar en las colectividades intelectuales. Aunque Scruton incursionó en la carrera académica y la política (incursiones frustradas por su incontinente sinceridad), la mayor parte del tiempo fue un libre francotirador, al servicio de sus auténticamente asumidas convicciones. De hecho, el joven Scruton, que en 1968 se encontraba en el epicentro parisino de la rebelión, halló en esta gesta extática para muchos el punto de convergencia definitivo hacia su conservadurismo y su permanente animadversión hacia la “juvenilia” que caracteriza nuestra época. Así, pese a su rigor y brillantez, la obra de Scruton está escrita en los márgenes y tiene un aire provocador que corresponde más a la inspiración amistosa y etílica de la tertulia que a la transmisión aséptica en el aula. De hecho, los últimos años de su vida, cada vez más conocido, pero también más controvertido y apartado de los circuitos normales de la difusión, Scruton abrió su propia tierra prometida, “Scrutopía”, presidida por la deidad de la conversación, y durante unos cuantos veranos fue anfitrión de un breve curso (véase la magnífica crónica de Enrique García-Máiquez en https:// www.nuevarevista.net/destacados/viaje-ascrutopia-la-experiencia-de-ser-alumnode-scruton-en-su-propia-casa/), en el que se combinaban las clases del maestro, los paseos campestres, las sesiones de caza del zorro, los conciertos y las largas cenas abundantemente salpicadas de vinos. Es difícil calibrar la admiración hacia una inteligencia tan vasta e incómoda, pues si bien es imposible coincidir con sus desplantes racistas, sus petardos contra la equidad de género y sus anacrónicas condenas a la globalización, tampoco es posible ignorar su lúcida denuncia de los principales vicios y degradaciones de la cultura moderna y de sus ideales más valiosos. Lo cierto es que, más allá de su pirotecnia y su ánimo polémico, las reivindicaciones de este humanista son simples e incuestionables: recuperar el sentido de responsabilidad moral e intelectual; balancear adecuadamente el respeto a las libertades y los imperativos de cooperación y altruismo que requiere la civilización y, frente al vale-todo estético y las escuelas de la vulgaridad, resguardar el valor y las jerarquías de la belleza.

Más allá de su pirotecnia, las reivindicaciones de este humanista son incuestionables

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DE PORTADA

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El cine mexicano de nuestros días es inconcebible sin Jaime Humberto Hermosillo, quien hizo de la independencia su estandarte artístico

El cineasta que liberó el deseo

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FERNANDO ZAMORA FOTOGRAFÍA NELLY SALAS

a importancia de Jaime Humberto Hermosillo supera con mucho el tuit desangelado de Alejandra Frausto, los previsibles homenajes y la retahíla de adjetivos a su extensísima obra. Maestro en sentido amplio, Hermosillo murió “campeón sin corona”, según se definió (en alusión a Galindo) en una entrevista que le hizo Cristina Pacheco en 2013. ¿Por qué sin corona?, preguntó ella. Él respondió: toda corona tiene su peso. El peso de la fama hubiese implicado la renuncia parcial a esa libertad que, ya se ha dicho, fue su más preciado bien. Ahora que ha muerto los investigadores tienen que darle su lugar; clasificar y estudiar su obra; sobre todo la gran cantidad de películas que dejó sin publicar en casi todos los formatos: antiguo celuloide de dieciséis, videocámaras caducas y celulares viejos. Vale la pena que estos trabajos vean la luz porque Hermosillo dio voz a deseos innombrables pero amorosos; escandalosos, pero siempre expresados con la despreocupación de quien tiene sentido del humor. “¡Ay, amigo! ¡Me dejas de boca seca!”, dice una amiga al galán de Doña Herlinda y su hijo. Así nos va a dejar la obra completa de Hermosillo cuando se publique: de boca seca. Como nos dejan Astruc, Fassbinder y Jarman; Maya Deren y Kenneth Anger. Como Astruc, Hermosillo consiguió que la cámara (cualquier cámara) fuese una suerte

de lápiz con el que garabateó poemas de luz. Como Fassbinder, entró en la psique atribulada de personajes como el de la ardiente reprimida en La pasión según Berenice. En estos títulos resuena una suerte de evangelio apócrifo que anuncia que el deseo arde, sí, pero también purifica. Como Jarman, Hermosillo levantó proyectos con recursos mínimos, si bien nunca se negó a rodar con la comodidad de una producción tan buena como la de De noche vienes, Esmeralda o Naufragio. Aun así, supo trabajar al margen de los sindicatos y por ello Las apariencias engañan fue enlatada. Hermosillo supo dirigir a profesionales como María Rojo, Alberto Estrella o Víctor Carpinteiro, pero no tuvo problemas para trabajar con no profesionales o incluso con amateurs. Supo hacer comedia convencional, pero incursionó en el virtuosismo formal con La tarea e Intimidades de un cuarto de baño. Se apropió de todos los géneros. Filmó Juventud, un bildungsroman nostálgico en el que se retrata angustiado por su ciudad natal. Hizo también una obra minimalista y difícil como quería Lyotard: eXXXorcismos. Antes de que se pusieran de moda, tocó los temas candentes de la teoría de género y “confesó” su homosexualidad antes de que el eufemismo “gay” apareciera para temperar la violencia de la palabra joto. Trabajó con Gabriel García Márquez, con Elena Poniatowska, con Emilio Carballido, con José de la Colina, con Luis Zapata y Luis González de Alba. Murió como vivió: fuera del centro, en la periferia. A veces hizo cine divertido, a veces frívolo. Las más de las veces, profundo.

••• Atropellan a un motociclista. Los transeúntes graban cómo se desangra. Eso y no la sensualidad que propició la censura de obras como Escrito en el cuerpo de la noche es la verdadera pornografía. En estos años de videos virales resulta difícil imaginar, primero, lo que significó para los jóvenes de México la obra de Hermosillo y, segundo, lo que significó para el propio autor levantar de modo independiente sus proyectos fílmicos. Fastidiado con tanto productor gazmoño en el cine nacional y animado por la grabación de La virgen de la lujuria de Ripstein, Hermosillo se lanzó a la aventura de hacerse independiente en el país del compadrazgo. En 1977 filmó su aventura de emancipación en clave simbólica. Amor libre cuenta la historia de dos mujeres que, por deseo, se transforman la una en la otra. En la metamorfosis ambas, como el director, se independizan, se liberan… y encuentran el mar. La homosexualidad latente en las protagonistas no es ya el tema. Es más bien una nota de carácter; la posible cicatriz de uno de tantos modos de amar. Con Hermosillo el cine mexicano trascendió los clichés del cine de jotos y ficheras, la loquita que hacía reír al macho calado cuando aparecía en escena Alberto Rojas joteando. Esto que el experto en cine latinoamericano del Tecnológico de Virginia, Vinodh Venkatesh, llama “cine maricón” fue trascendido por completo gracias al cine de Jaime Humberto Hermosillo. Los personajes homoeró-

Con Hermosillo el cine mexicano trascendió los clichés del cine de jotos y ficheras

ticos abandonaron con él la vulgaridad de un cine de quinta y prepararon el camino para el gran despunte del cine nacional en estos años del siglo XXI. Y es que, más que el sexo, el protagonista de las películas de Hermosillo es la libido. Es ella quien ofrece dimensión a sus personajes. Es la libido quien devuelve burla por burla contra el machín como si fuese un búmeran: aquí el ridículo es el patético come-tortas que en La verdadera vocación de Magdalena termina casado con la mamá. ¿Y Magdalena? Libre. Como Hermosillo, que se liberó del patético star system nacional; como se liberan una a la otra los personajes de Alma Muriel y Julissa en Amor libre. Hay en esta película otras notas que atestiguan el cambio generacional. Roberto Cobo aparece en un autobús vestido como Pancho, el asesino de Manuela en El lugar sin límites de Arturo Ripstein. En un sofisticado juego de espejos, Cobo canta “En el mar”. Ya para entonces la vida era más sabrosa, más libre. “Mar” se vuelve analogía del deseo de July por Julia, ese deseo que la juventud de la década de 1970 experimentó por primera vez como posible. Volvamos a pensar lo distinto de aquella generación. Un adolescente en aquellos tiempos solo podía ver a Hermosillo en los cines del Pecime o en el CUC de Ciudad Universitaria. Si no compraba su abono para la Muestra Internacional de Cine o no se paraba a las seis de la mañana para hacer cola en la Cineteca no iba a ver nunca ni a Hermosillo ni a Ettore Scola ni a Scorsese ni a Truffaut. Los sindicatos de taquilleros, de dulceros, de distribuidores, de acomodadores, lo dominaban todo. Televisa dictaba el qué se dice y qué se piensa,


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Zabludovsky era vocero del dueño de México, un hombre al que llamaban Tigre. Hacer un chiste sobre el presidente costaba la carrera al comunicador mejor plantado; ser joven era un crimen y con la policía no se transaba, se daba mordida. En ese México, que aún algunos recuerdan con nostalgia, Hermosillo normalizó la sexualidad. Eso fue arte. Si hubiese quien quisiera volver a hacer “hermosillos” sería un youtuber vulgar en el peor de los casos. En el mejor, tan solo un pornógrafo sin ton ni son. ••• Según su propio testimonio, Jaime Humberto Hermosillo admiraba a tres creadores: a los cineastas George Cukor y John Ford y al dramaturgo Eugene O’Neill. Con el primero la única coincidencia parece ser que ambos eran abiertamente homosexuales. El de Cukor es un cine preciosista que tiene poco que ver con la idea de Hermosillo de que la perfección técnica es inferior al aliento de un filme. ¿Qué tienen que ver las visiones oscuras

de la existencia humana en obras como El malogrado amor de Sebastián, El Edén o Dos auroras con la elegancia cándida del David Copperfield de Cukor? Nada. En cuanto a asumirse heredero de John Ford, la declaración resulta un poco superflua. Es como si un pianista manifestara su incondicional filiación con Chopin. En cambio, la relación con Eugene O’Neill es tan auténtica que no deja lugar a dudas. No se trata solo de que Hermosillo haya dicho que fue la versión fílmica de Largo viaje hacia la noche la que lo inspiró a dejar la contabilidad para dedicarse al cine. Un análisis somero de las búsquedas de O’Neill arroja auténtica luz sobre el espíritu de los personajes de Jaime Humberto Hermosillo. Tanto el dramaturgo estadunidense como el director mexicano comparten la suspicacia por la familia perfecta, el amor filial por las mujeres enloquecidas y ese secreto perfectamente guardado en una casa burguesa que va a estallar irremediable, repentino y cruel en el peor momento. La obra de Hermosillo es, en efecto,

como un largo e inteligente comentario al teatro de O’Neill; es una reflexión a veces lírica y a veces trágica. Se trata de una suerte de meditación que va más allá de la transgresión de la que todos hablan ahora que ha muerto. La cavilación constante en torno a la familia de Largo viaje hacia la noche condujo al cineasta al interior de sí mismo, hacia lo que adivinamos que fue motor de su existencia: esa necesidad de luchar ferozmente contra el padre para poder sobrevivir. Como el mismo O’Neill, como el hijo mayor en la obra del dramaturgo estadunidense. El aparente cinismo de Hermosillo es en realidad la fuerza vital de Jamie Tyrone, un joven que a pesar de su sensibilidad no va a permitir que lo arrastre ni la imbecilidad del padre ni la locura de la madre ni la enfermedad del hermano. O’Neill era este hombre. Hermosillo también. Y ni uno ni otro se dejaron aplastar ni por la farándula ni por el sexo ni por la droga. No se dejaron aplastar por su generación adormilada y, al contrario, despertaron a

El guionista y director, quien murió el 13 de enero, en Guadalajara, a la edad de 77 años.

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sus espectadores. De la familia de Largo viaje hacia la noche emanan los variopintos personajes de Hermosillo. Las mujeres encantadoras y enloquecidas. La señora Tyrone, en efecto, revive en Magdalena y en Berenice; es la Silvia que interpreta Diana Bracho en El cumpleaños del perro y es María encerrada en un manicomio en María de mi corazón. Al otro lado del espejo, el amor filial en esta familia tiene la ambigüedad homoerótica de todos esos personajes que en la filmografía de Hermosillo se atreven a soñar su deseo. En cuanto al padre, James Tyrone es en muchos sentidos el machismo y la intolerancia contra los que ambos creadores tuvieron que luchar. Es este padre (este patriarcado, dirían las feministas) quien provoca la mentira porque no puede soportar la verdad. Socialmente, muchas otras cosas unen a O’Neill con Hermosillo. Ambos disfrutaron y sufrieron una arraigada cultura católica y fueron, a un tiempo, amantes de los placeres de Dios y de los vicios del diablo

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MÚSICA

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Alemania se alista para celebrar 250 años del nacimiento del genio de Bonn, quien plasmó su credo musical en sus diarios

Beethoven 2020

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ANDREA RIVERA/ BERLÍN ILUSTRACIÓN BOLIGÁN

lemaniaesahora todaBeethoven.Bonnsehaenlazadocon Viena para conmemorar el aniversario 250 de su nacimiento, y el análisis acerca de su genio creativo se reaviva: este año, la figura de Beethoven reaparece en conjunción con la de otro grande, Rafael, uno de los hijos mayores de Italia, de quien se conmemoran 500 años de su muerte. Denominado BTHVN2020, el programa cultural incluye más de mil actividades: conciertos simultáneos entre Bonn y Viena, exposiciones, simposios, lecturas, proyectos cinematográficos, la celebración del primer centenario del Festival de Salzburgo y la salida de un barco que navegará sobre el Danubio. El llamativo logo de aniversario se apoya en los cinco pilares que en vida sostuvieron la figura del compositor: ciudadano de Bonn (B), músico del mundo (T*), humanista (H), visionario (V) y amante de la naturaleza (N). Con el Año Beethoven, la prensa alemana presume a su ídolo musical; se pregunta si el ámbito de la música realmente necesita un Año Beethoven, cuando el Titán de Bonn sigue omnipresente y es, junto con Bach, la exportación musical más exitosa de Alemania. Es cierto, dicen, que su única ópera, Fidelio, no compite en popularidad con La flauta mágica de Mozart ni con Carmen de Bizet; sin embargo, tanto Fidelio como su música de cámara y sus cuartetos de cuerda son“forraje para oídos analíticos especializados”. Solo existe un bemol: en esta imperante era de comunicación global y cultura de masas, donde la “cantidad” es el criterio decisivo, cómo dar a conocer las grandes obras de la música clásica a las nuevas generaciones. Los especialistas en mercadotecnia han optado por actualizar a los artistas de antaño vistiéndolos con el ropaje de estrellas del pop. Así ocurrió con Der Spiegel en

su edición del 7 de diciembre: “Bonn se viste de gala para el 250 aniversario de la estrella del pop clásico”, en la que también anuncia un proyecto de inteligencia artificial para completar con algoritmos la Décima Sinfonía. “Siempre tengo un cuadro en mi mente cuando estoy componiendo” Todo lo que se sabe de Beethoven proviene de sus diarios, más de 400 cuadernillos de conversaciones y un legado epistolar superior a 100 mil cartas. No existe un acta de nacimiento, solo un certificado de bautismo fechado el 17 de diciembre de 1770 en Bonn. Fue nieto del célebre Ludwig van Beethoven, maestro de capilla y director de orquesta de la corte. Su padre Johann se formó como tenor y profesor de música, pero nunca llegó a estar a la altura del nombre de la familia. Beethoven vivió una infancia desdichada, subyugado por un padre culto pero alcohólico que no soportaba verse superado por su hijo. Consciente de la extraordinaria capacidad del pequeño Ludwig, reforzó su educación musical con clases de violín, flauta y una estricta rutina de ejercicios al piano. A menudo sostenían escenas violentas debido a la habilidad de improvisación que Beethoven empezó a desarrollar, “basura sin valor” a ojos de su padre, que le exigía respetar el canon de cada nota. Muchas veces, cuando llegaba alcoholizado, lo despertaba de madrugada y le ordenaba interpretar melodías al piano para impresionar a sus amistades. Cuando fallaba una nota, lo golpeaba y encerraba en el sótano. A los 12 años daba clases de piano y compuso sus primeras obras: una marcha, tres sonatas de piano y una cantata fúnebre dedicada al emperador José II, piezas cuya originalidad y complejidad, en apariencia, no correspondían a la experiencia de vida de un adolescente. Su virtuosismo se hizo evidente cuando a los 13 años la corte lo contrató como segundo organista. Empezó a trabajar con músicos maduros y experimentados y a la par estudiaba las obras de Bach, Mozart y Haydn. En su diario anotó que a esa

edad su musa le susurraba: “Trata de escuchar las armonías en tu alma”. Toda la ciudad hablaba de aquel joven; sus vecinos comprobaban que en lugar de seguir aquellos rígidos ejercicios pasaba horas delante del piano “fantaseando”. No había dudas en cuanto a su talento, pero la vida en Bonn no lo llevaría muy lejos. A los 21 años decide mudarse a Viena; consigo lleva una carta de recomendación que le abre las puertas de los círculos aristocráticos y le permite continuar su preparación con Haydn, el más grande compositor vivo tras la muerte de Mozart. “Cuando estuve en Bonn me mostraron el manuscrito de la cantata. Me di cuenta de que con el tiempo ese joven daría al mundo mucho de qué hablar, y yo habría estado orgulloso de haber sido su maestro”, escribió Haydn es su diario. “Me vengaré del destino; nunca me doblegará” Beethoven llevaba una década en Viena cuando se manifestó su enfermedad. Según la prensa, actuaba con asiduidad en las salas más prestigiosas de la ciudad. Un responsable del Ballet Kinsky afirmó: “Beethoven emana encanto y temperamento. Una vez más, este extraordinario pianista ha logrado emocionar al público hasta conseguir hacerles llorar. Siempre hay hombres con lágrimas y mujeres desmayadas”. Se conservan numerosos informes sobre la impresión que causaba ante su público y ninguno de ellos hace referencia a su sordera. Por un tiempo consigue mantener sus problemas auditivos en secreto, pero se va convirtiendo en un hombre inválido. Evita a los amigos, deja de salir acompañado, la gente insinúa que es grosero. Beethoven prefiere pasar largas temporadas en el campo. Su numerosa correspondencia con médicos muestra lo desesperado que estaba por hallar una cura. En junio

Muchas de sus cartas muestran que se enamoraba apasionadamente de mujeres aristócratas

de 1802, por sugerencia de uno de ellos, alquila una casa en Heiligenstadt, un pequeño pueblo en las afueras de Viena. Allí toma baños en un balneario con manantiales medicinales. Su rutina diaria incluye las dietas más extrañas, ingiere decenas de pastillas, le introducen en los oídos un ungüento hecho a base de rábano picante y aceite de almendras y le envuelven los brazos con cortezas ácidas para extraer la enfermedad. Lee libros sobre acústica, medicina y homeopatía. Está dispuesto a probar cualquier terapia, incluso peligrosos experimentos con choques eléctricos, considerados en la época una cura potencial para casos graves de sordera. El 6 de octubre de ese año expresa su desesperación en una carta de despedida, su famoso testamento de Heiligenstadt, que por mucho tiempo permanece oculto en el compartimento secreto de un escritorio: “Aquellos que me consideran malevolente, testarudo y misántropo, qué injustos son y qué poco saben de los motivos por los que así me muestro.


MÚSICA

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misión creativa y disfrutando a toda costa de la vida: “Yo sería tal vez una de las personas más felices si el demonio no hubiera abierto su estancia en mis oídos. El destino quiere darme un golpe, pero yo me enfrentaré a él”. Con esta carta crea la metáfora de su renacimiento. Despidiéndose de sí mismo, emprende su nuevo camino: crear una música capaz de articular el poder indomable del espíritu humano, ser un artista bajo sus propios términos. De vuelta en Viena, entra en una etapa de rebeldía y se embarca en la composición de la Tercera Sinfonía, su obra más sobresaliente hasta entonces, dedicada a su héroe político Napoleón. Aunque se inspirase en los ideales de la Revolución francesa, también fue víctima de ella, pues cuando se entera de que Napoleón se ha autoproclamado emperador, Beethoven se siente traicionado, arranca la dedicatoria, rebautiza la obra como Eroica y la transforma en la historia de su propia batalla. Es su respuesta apasionada y desafiante a los estragos de la enfermedad. Una década después de su crisis existencial en Heiligenstadt, Beethoven es el compositor más famoso de Viena. En los siguientes 25 años compone 32 sonatas para piano, 16 cuartetos de cuerda, la ópera Fidelio y sus famosas nueve sinfonías. “Aún estoy aquí, esta es mi esencia” Beethoven era reacio a aceptar las restricciones sociales. Muchas de sus cartas muestran que se enamoraba apasionadamente y con regularidad de mujeres aristócratas, inalcanzables para su estatus de músico. Era un hombre amable y culto, con un muy alto sentido de la moralidad y, aunque las mujeres lo encontraban brillantemente talentoso, encantador y magnético, no les atraía su aspecto descuidado: “siempre con esos abrigos sucios, usando ropa que no es de su talla”. La Europa de los 1800 era un caos. Las fuerzas de Napoleón marchaban por el continente y en 1805 ocuparon Viena. A pesar de estos actos de agresión, los ideales revolucionarios tocan una fibra sensible en Beethoven. En ellos encuentra inspiración para su ópera Fidelio (titulada originalmente Leonore), llena de fiebre revolucionaria e idealismo, en la que triunfan la libertad y la justicia, un pasaje de liberación en el que, por primera vez en la historia de la ópera, una mujer, Leonora, se convierte en heroína: representa su visión idealizada de las relaciones amorosas, su fe inquebrantable en el amor sacrificado. Beethoven es el compositor más famoso de Viena, pero también el más triste. Tras su última ruptura amorosa, escribe una nueva sonata para piano, Appassionata. Con esta música de rabia violenta, trágica y desesperada se lanza a decir: “Aún estoy aquí, esta es mi esencia y no tengo pudor en exhibirla. Vean lo que cambié por el amor”. En 1812, su enfermedad era de dominio público. El archiduque Rodolfo de Austria (alumno y mecenas) le pregunta cómo consigue componer.

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Beethoven le responde: “Sé de esa curiosidad sobre mí. Es cierto que nunca oigo muchas notas agudas. Tengo días buenos y días malos, pero eso no me afecta tanto como se piensa. Toda la música que escribo puedo oírla en mi mente. Conozco el sonido de cada instrumento”. En 1814, en un esfuerzo por sacar el máximo provecho a su cada vez más deteriorada audición, solicita cuatro prótesis auditivas en forma de trompeta. También, se sabe, ataba un trozo de madera a su piano y sujetaba el otro extremo entre sus dientes; así podía sentir las vibraciones que viajaban del piano a su boca y de ahí a sus oídos a través de la mandíbula. De 1819 en adelante, para poder comunicarse, utiliza cuadernos. La mayoría de estas conversaciones escritas tienen lugar en tabernas; en ellas se muestra lo mucho que anhelaba la compañía de sus conocidos. Tenía un gran sentido del humor, aunque a veces era impetuoso. Tras una época de guerra, se vino abajo toda esperanza de un cambio social. Napoleón fue derrotado y se redibujó el mapa de Europa. Después del Congreso de Viena, la aristocracia se volvió aún más poderosa, las leyes se hicieron más restrictivas, había soplones por todos lados y cualquier figura política podía ser objeto de espionaje. Austria se convirtió en un Estado policial. Hay informes de que Beethoven expresaba su desaprobación en las tabernas. Sus amigos trataban de calmarle para impedir que fuese encarcelado, pero el hecho es que era tan famoso que nadie se atrevía a tocarlo. Beethoven ya no tenía que preocuparse por los convencionalismos, ni en términos de comportamiento ni de apariencia. En unas cartas enviadas a Bonn refleja su incomodidad: “Esperan que vista de forma más elegante y que me afeite la barba. ¡Es insoportable!” Finalmente, cuando Beethoven pierde las esperanzas de recuperar la audición, se encierra en sí mismo y en su arte. El 7 de mayo de 1824 se estrena la Novena Sinfonía, pero Beethoven no puede escuchar la ovación del público. En noviembre de 1826, al volver de una estancia en la campiña en un carruaje abierto, contrae neumonía. Estaba tan débil que al momento de entrar en su casa se derrumba, y desde entonces permanece en cama. En enero de 1827 sus órganos dejan de funcionar. Beethoven muere de un fallo hepático el 26 de marzo de 1827. Sabía que tras su muerte registrarían sus pertenencias. En un compartimento secreto de su escritorio hallaron su testamento: “Hombres, cuando lean estas palabras, piensen que han sido injustos conmigo. Guarden este documento para que el mundo se reconcilie conmigo tras mi muerte”. Aquel sótano, donde su padre lo encerraba cuando equivocaba una nota, conserva hoy sus cartas. Hacia el final, escribió sentirse cada vez más cerca de su objetivo: “Seré feliz de nuevo, tan feliz como este mundo me lo permita”.

Pudo mantener sus problemas auditivos en secreto, pero se convirtió en un hombre inválido

No fue mi elección apartarme de la sociedad y tener que vivir solo como un proscrito. Un poco más y habría puesto fin a mi vida”. Tenía 31 años. Idolatrado por la aristocracia, adorado por los ricos, tuvo que aceptar que su audición no mejoraría. Sus acúfenos eran mucho más pronunciados y se sumió en una profunda depresión al sospechar que su enfermedad sería

permanente: “Aquel demonio secreto, mi salud, está destruyéndolo todo. Mis oídos continúan con el zumbido noche y día. No me atrevo a hablar en público, porque, sencillamente, me es imposible decirle a la gente que me estoy quedando sordo”. Sin eludir las terapias radicales, continúa luchando pero de una forma más agresiva, obsesionado con su

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* En este caso, se tomó la última letra de la palabra compuesta “musikwelt”, cuyo significado es música del mundo.


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CULTURA

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ENSAYO

Carta en defensa del libro La lectura se reduce a un privilegio si no existen apoyos para la creación de bibliotecas JEANNETTE LOZANO AYUB FOTOGRAFÍA EDUCAL

Lic. Andrés Manuel López Obrador Presidente de México

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Sr. Presidente: eciba un cordial saludo. Me llamo Jeannette, nací en Chihuahua, vivo en Monterrey. Amo mi país tanto como amo los libros. Crecí en el seno de una familia libanesa; sé lo que es el trabajo arduo, no tener lengua propia y lo que significa dejar atrás las raíces. Por mis orígenes crecí en una casa en donde se hablaban tres idiomas. Mis abuelos, el árabe; mi madre y sus hermanas, expulsadas por Villa del territorio chihuahuense, se educaron en inglés en El Paso, Texas; yo me formé en español, en Chihuahua. Mis padres trabajaban, pero siempre los vi con un libro en la mano. Los libros han sido desde niña mi salvación. Por soledad comencé hace quince años una casa editorial en la que hemos publicado a autores nacionales y extranjeros. En nuestro fondo están las voces de Octavio Paz, Eduardo Lizalde, Elsa Cross, Alfredo Espinosa, Ricardo Yáñez, María Baranda, Christian Peña, José Luis Martínez S., diecisiete poetas jóvenes mexicanas recogidas en una antología donde está incluida Natalia Toledo, a quien mucho admiro y respeto. Tonalpohualli, Árboles de Tamoanchan, La entereza de los cuerpos despedazados de Javier Marín y un libro sobre el juguete en México, con prólogo de Elena Poniatowska, forman igualmente parte de un acervo que recoge a singulares artistas como Daniel Lezama y Javier Marín, y a sus críticos Erik Castillo y Néstor Braunstein. De la misma forma hemos publicado a poetas que escriben en otras lenguas, como el sirio Adonis, la israelí Hamutal Bar-Yosef, el libanés Abbas Beydoun, el esloveno Tomaž Šalamun, el serbio Vasko Popa, el portugués João Luís Barreto Guimarães, la italiana —recluida por veinte años en el psiquiátrico— Alda Merini, la polaca Julia Hartwig, la activista libanesa Joumana Haddad, la griega Maria Polydouri, la canadiense Anne Carson, estudiosa de los clásicos griegos y latinos. ¿Acaso podría Reyes haber escrito su Cartilla moral sin su profunda noción del mundo helénico? Asimismo, en el catálogo están poetas estadunidenses que, por vivir en un imperio, se alzan con toda la fuerza del dolor: Charles Wright, Charles Simic, W. S. Merwin, Jay Wright, el crítico Harold Bloom, Tracy Smith, cuyo libro Atravesar el agua denuncia el trato de quienes buscan cruzar el Río Bravo.

Librería móvil de Educal, herramienta del programa que lleva la lectura a zonas de difícil acceso.

Todas estas voces y tantas más que sería demasiado largo enumerar, claman desde el dolor. También lanzamos en 2006 el Primer Certamen de Poesía en Braille, lenguaje indispensable para que invidentes y débiles visuales se integren plenamente a la sociedad. Le escribo estas líneas para solicitar que dentro de su programa de gobierno se realice una revisión exhaustiva de la cadena de valor del libro con el fin de velar porque los procesos se ajusten al marco jurídico, lo que penosamente no ocurre en la actualidad. Creo en el libro como una cosa justa, tal vez el libro es una de las pocas cosas justas que quedan en el mundo. Todo ser humano necesita leer el dolor de los demás: hambre y sed, abandono y vacío, maltrato e indolencia, locura y privación. Cada molécula del dolor es un río helado en el que te hundes sin poderlo atravesar. El libro es una barca llena de piedad que te arrastra a la orilla. Por

Los pequeños editores trabajamos el libro como proyecto de vida o vocación personal

ello no deberíamos medir su valor en términos económicos. Publicar poetas en otras lenguas requiere de derechos, traducción, doble paginación si la edición es bilingüe. Esto hace del libro un producto, más que caro, costoso, lo que se presta a confusiones en el mercado. Subrayamos con respeto tres aspectos notables de su gobierno: su mirada a la pobreza, al indígena, a la corrupción. Su postura ante estos temas esenciales nos alienta. Le deseamos prosiga en esta lucha que se percibía impostergable, urgente. Lo que solicitamos hoy de usted es una revisión reflexiva del libro y de los lectores en México. Se ha dado énfasis a las bondades de la lectura, pero faltan subsidios en la creación de bibliotecas dignas para motivar a estudiantes e investigar en su seno; que los jóvenes adquieran el hábito de abrevar en fuentes fidedignas. El libro, fundamento del saber, es un derecho de todos los mexicanos, tendría que ser considerado producto de primera necesidad. Lo deseable es que escuelas, universidades, cuerpos culturales y las empresas cuenten con bibliotecas para estudiantes,

profesionistas y empleados, y así crear ciudadanos más humanos y comprometidos. Que por el diálogo se suba la mirada y en cada hogar se hable de ideas, se cree un futuro. Los pequeños editores trabajamos el libro como proyecto de vida o vocación personal. Se trata de dar a conocer ideas que muestren otras formas de entender el mundo. Nos alegra el acceso de miles de personas a los tendidos de libros que se llevan a cabo en Ciudad de México, y que se pretende homologar en otros estados. Las pequeñas editoriales, Señor Presidente, también necesitamos de su apoyo y del soporte de diversas instancias educativas y culturales para trabajar en la formación de mexicanos que, gracias al libro, crezcan en capacidad crítica, fuente de libertad y dignidad. La literatura, a diferencia de la economía, no se globaliza; se universaliza. Es oír, como pidió Hölderlin, los unos de los otros. Que quienes viven bajo una nube de dolor, hagan del libro la herramienta capaz de sanar la herida más honda de la sociedad. Agradezco su atención y consideración a estas líneas.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, POESÍA, ENSAYO Vestidas para un baile de nieve

El cantar de los nibelungos

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A FUEGO LENTO

El cristal en la playa

Una cita con la Lady España, 2019

Monika Zgustova Galaxia Gutenberg España, 2019 269 páginas

Anónimo Arpa España, 2019 500 páginas

David Huerta ERA México, 2019 89 páginas

Dice la escritora y traductora nacida en Praga que “la amistad y la literatura fueron los dos refugios de las mujeres rusas desterradas” a los campos de concentración de Stalin. Siguiendo esta certeza, recupera las vivencias de nueve mujeres sobrevivientes al horror, muchas de ellas judías, cultas y refinadas. Sus voces carecen de odio. A él oponen un amor incondicional por sus compañeras, tanto que aseguran que sus vidas habrían sido vanas sin aquella experiencia.

Con traducción, introducción y notas de Xavier Roca-Ferrer llega esta nueva edición de una obra clave de la literatura medieval europea. Se le ha considerado un thriller y una obra feminista por el papel central que ocupan las mujeres; en particular, Crimilda. Entre los datos que ofrece Roca-Ferrer se explica por qué a pesar de haber sido escrita en territorio austriaco pertenece a la literatura alemana. Igualmente, rastrea las fuentes escandinavas del poema.

Con la seguridad de que un cristal es a un tiempo un observatorio y un receptáculo, David Huerta compone este poemario en el que los sentidos y la reflexión unen sus mejores atributos para ofrecernos una imagen perdurable del mundo. Como muestra, este pequeño botón: “Detrás de ese cristal está la mano que buscabas/ con una blanca desesperación./ ¿No tiembla en medio/ de la turbulencia o brilla en la cara/ de los minutos?” La luz guía esta aventura literaria.

Palabras sin dueño

Cuartoscuro

Biblioteca de México

Adalber Salas Hernández UNAM México, 2019 216 páginas

Año XXVI Número 159 México, diciembre de 2019 72 páginas

Nueva época Número 169-170 México, 2019 128 páginas

En esta reunión de ensayos, subtitulada Variaciones sobre la traducción literaria, el poeta y traductor venezolano expone algunas imaginativas ideas sobre esta labor. Su idea de la “traducción” no se limita a lo literario, sino que se expande a otras zonas como en el caso del texto “Chaplin, el traductor y el astronauta”, en el que considera que en el personaje de Charlot se encarna una idea de la traducción: la del homo ludens como “artesano de la indeterminación”.

La revista dirigida por Pedro Valtierra entrega esta vez un reportaje de Pedro Anza sobre La Lagunilla, acompañado con registros fotográficos de Juan Pablo Cardona, y un acercamiento a la obra de Mariano Aparicio a cargo de Blanca Ruiz Pérez. Completan la entrega un perfil de Julio Galindo y un portafolio que celebra los 50 años del Metro de la Ciudad de México. Para no perder la costumbre, la calidad de la impresión es irreprochable.

Ensayistas y narradores redivivos es el título es esta entrega que incluye textos de T. S. Eliot, John Donne, Amado Alosnso, Anton Chejov, Isaac Babel, Guillaume Apollinaire, Ambrose Bierce, James T. Farrell, Sherwood Anderson... El lector encontrará asimismo una selección de siete poetas metafísicos, entre los que sobresalen Thomas Carew y George Herbert. Hay que decir que el cuento seleccionado de Ambrose Bierce fue traducido por Mario Benedetti.

Dulce y mortal heroína ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

pesar del guiño evidente en las líneas de apertura (“Vine al Zapotal para morirme de una buena vez”), no recomiendo leer Una cita con la Lady (Anagrama) como una parodia o un homenaje a Pedro Páramo. Sigue el dictado del viaje a la tierra de los muertos pero está en otro nivel, sobre todo porque ese viaje no sería posible sin la intervención de la heroína, la patrona de quienes persiguen la autoextinción. Mateo García Elizondo es una personalidad en el cine y la narrativa gráfica. Su guion para Desierto, dirigida por Jonás Cuarón, obtuvo un premio en el Festival Internacional de Cine de Toronto. En cuanto a sus incursiones en el cómic, no le faltan casas de publicación. Una cita con la Lady señala su debut, y despliega tal energía que parece escrita por un veterano marcado con toda clase de cicatrices. La novela es un sostenido descenso hacia ese otro lado en el que hombres y mujeres actúan del mismo modo en que lo hacían mientras se creían vivos: deseando una inyección más antes de ser alcanzados por la ansiedad y los temblores bajo la piel. Descender tiene mucho que ver con los viajes iniciáticos y por eso el protagonista —a quien seguimos mediante los apuntes que consigna en un cuaderno— recibe el impulso de una corte de apariciones en las que reconocemos una corriente fantasmal. García Elizondo registra por igual el trance alucinatorio, el del otro viaje, que la realidad infecta a partir de la cual el protagonista revive sus primeros tratos con la Lady y el despeñadero de sus compañeros de abismo. ¿Qué importa si la niebla que envuelve las percepciones inducidas por la heroína impide discernir el mundo de acá del mundo habitado por presencias que intervienen para luego desaparecer sin dejar rastro? En vez del telón de concreto y de las convulsiones urbanas, García Elizondo ha elegido el espacio inerte de un pueblo maderero. Eso le permite imaginar haciendas abandonadas, tesoros enterrados al pie de una higuera, sembradíos de nopal, puertas y ventanas selladas con el signo de la cruz. Un damnificado de la heroína paseando su miserable humanidad por un escenario igualmente miserable resulta así más convincente que esa misma versión escandalizando a los vecinos del Centro Histórico de la Ciudad de México. Resulta más convincente, y genuino, porque ha huido de los lugares donde estamos acostumbrados a cualquier cosa.

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SOCIEDAD

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ENSAYO

Pederastia clerical Tres películas enmarcan la partida de ajedrez que se juega en las altas esferas de la Iglesia católica

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asta hace muy poco tiempo, era impensable que un jerarca de la Iglesia católica mexicana dijera algo como esto: “Las víctimas no están contentas por esta historia, que es de silencio delictivo muy grave, más de medio siglo, en el que aparecen los límites de todos los que quedaron involucrados: las autoridades en el Vaticano, los gobernantes que tuvieron noticias de esto y los mismos miembros de la Legión que no informaron o que no les permitieron informar. Indica que hubo una cobertura criminal muy grande a lo largo de tanto tiempo”. La anterior es una declaración —del 23 de diciembre— del arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, actual presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, quien así se refirió al “tardío e incompleto” informe de los Legionarios de Cristo acerca de la pedofilia histórica en sus filas. El próximo 20 de enero, los Legionarios presentarán dicho informe en la reunión de su Capítulo General, pero ya se dieron a conocer cifras que levantaron ámpula: 175 menores abusados, 60 de los cuales se atribuyen al fundador de la franquicia, Marcial Maciel. De 33 sacerdotes legionarios involucrados en ese delito (suponiendo que no haya más basura bajo la alfombra), solo uno ha sido enjuiciado por las leyes civiles. Tanto en la Legión como en otras organizaciones religiosas existe la creencia de que los sacerdotes son una casta superior y que, por tanto, no tienen que ser llevados a los tribunales. Hasta ahora les ha bastado una amonestación o el cambio de parroquia para “resolver” el problema. El “castigo” que le impuso Benedicto XVI a Marcial Maciel fue mandarlo a rezar a su mansión de Jacksonville, Florida, donde el michoacano seguramente pasó sus últimos días tomando güisqui, metiéndose heroína y viendo en la playa a efebos practicando surf. Decía Rius que “lavar la ropa sucia en casa es hacerse pendejo”. Los dos papas (y el cardenal de Lyon) El tema de la pederastia en el clero ha sido tratado en este siglo por diversos cineastas. Baste recordar la excelente Spotlight (2015), de Tom McCarthy, acerca del arzobispo Bernard Law, quien en la vida real actuó como tapadera en múltiples casos de la arquidiócesis de Boston. Y la mexicana Obediencia perfecta (2014), de Luis

FERNANDO FIGUEROA FOTOGRAFÍA CCC

Fotograma del documental Lo mejor que puedes hacer con tu vida.

Urquiza, que muestra los mecanismos sicológicos que utilizó Marcial Maciel para dominar a sus víctimas. Dizque “basada en hechos reales”, la película de ficción Los dos papas (Fernando Meirelles, 2019) muestra a un Benedicto XVI abrumado por los problemas financieros, éticos y morales a los que se enfrenta un sucesor de San Pedro, y arrepentido por no haber sido más estricto con los casos de pedofilia al interior de la Iglesia mientras él fue prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el papado de Juan Pablo II. En una secuencia de la cinta, el papa Benedicto XVI (Anthony Hopkins) se confiesa con el obispo Jorge Bergoglio (Jonathan Price) y menciona el nombre de Marcial Maciel, aunque luego

De 33 legionarios involucrados en ese delito solo uno ha sido enjuiciado por las leyes civiles

los detalles ya no se escuchan porque el audio disminuye paulatinamente hasta llegar al silencio. Esta película de Netflix sugiere que Benedicto XVI representa la tradición dentro de una Iglesia caduca y Bergoglio la renovación. El alemán es el malo, y el argentino el bueno, aunque este último también confiesa el pecado de no haber sido más entrón frente a la dictadura de Jorge Rafael Videla. En la vida real, el papa Francisco abolió —apenas el 17 de diciembre— el secreto pontificio en los casos de abuso de menores. Aunque el Vaticano aún se reserva el derecho a la confidencialidad de los implicados, se abre la puerta para la colaboración con las autoridades civiles (más vale tarde que nunca). Tres días después de ese acontecimiento, sin querer queriendo, a los Legionarios de Cristo se les chispotearon las cifras del informe mencionado; un mea culpa que no convence a casi nadie.

Mucho menos fantasiosa que Los dos papas, Por la gracia de Dios (Grâce à Dieu, de François Ozon) se basa en el caso real del cura Bernard Preynat, una especie de Marcial Maciel francés que abusó de más de medio centenar de niños en la diócesis de Lyon, con el respectivo encubrimiento del cardenal Philippe Barbarin. Esta cinta se filmó en 2018, pero llegó a México en noviembre de 2019 como parte de la 67 Muestra Internacional de Cine. Por la gracia de Dios retrata no solo el encubrimiento de la alta jerarquía católica sino también la doble moral de feligreses que no quieren que las víctimas hagan olas, actitud típica de quienes prefieren el silencio cómplice en vez del “escándalo”. Lo verdaderamente escandaloso es el abuso en contra de menores en cualquier ámbito de la sociedad, en especial el que ejercen quienes usan una sotana como camuflaje. Aquí habría que recordar estas palabras del Mesías: “Al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en el fondo del mar” (Mateo, 18,6). Los Legionarios, en jaque Lo mejor que puedes hacer con tu vida, de la mexicana-alemana Zita Erffa, se presentó en 2018 en los festivales de Karlo Vivary, Berlín, Guadalajara y Morelia. En noviembre de 2019 se programó discretamente en unos cuantos cines alternativos de la Ciudad de México. En ese documental, Zita Erffa plasma cómo es la vida de su hermano Lázló en un seminario de los Legionarios de Cristo, en Connecticut. Su intención no es escarbar en el caso Maciel sino tratar de explicarse a sí misma por qué Lázló decidió abandonar a la familia y recluirse en un sitio donde los superiores tienen el derecho de abrir sus cartas y leer sus correos electrónicos. “Lo único que sé de su vida es que reza, come, reza, estudia, reza, trabaja, reza y duerme”, dice ella con voz en off. Llama la atención el hecho de que los Legionarios le hayan permitido a Erffa grabar dentro de sus instalaciones. Ese pequeño signo de apertura parece parte de un plan general de control de daños, cuya cereza del pastel es el informe de la congregación que al arzobispo Cabrera López le pareció “tardío e incompleto”. En este juego de ajedrez jerárquico, les toca tirar a los Legionarios.

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TERTULIA

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PERIPECIA

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IMÁGENES

Monsiváis, coleccionista

C La productora, dramaturga, cuentista y actriz.

El teatro de Carmina Narro

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA ROGELIO CUÉLLAR

os personajes de Carmina Narro supuran una ruda honestidad. Envueltos en circunstancias cotidianas que avanzan sobre la vía de la tragedia, se lanzan rumbo a salidas desesperadas que pueden abrir puertas o sellarlas drásticamente, con lo que generan el cambio que los hará salir del estado límite en que los ubica la dramaturga, aunque la única opción sea el precipicio. Llegado el primer mes del nuevo año en el que las temporadas inician, en su mayoría, a mediados de la segunda quincena, la opción de leer teatro se abre generosa para quienes necesitan el elíxir que solo puede proveer la escena, por más amargo que se perciba. A dos meses de culminar 2019, Ediciones El Milagro publicó dos tomos con obras de Carmina Narro, nacida en Los Mochis, Sinaloa, en 1969: Después de la ira, compuesto por ocho textos, y Sin ganas de matar, integrado por seis. La obra de la también productora, cuentista, guionista y actriz, se abre paso a navajazos francos que producen filosas verdades en boca de sus personajes, mujeres y hombres marcados por heridas invisibles y abiertas bajo la cicatriz de un pesar múltiple y crónico que los determina. Estancia en París, primer título de Sin ganas de matar, desarrolla esa lucha a muerte entre tres estudiantes de literatura que buscan ganar una beca para ir a París. La decisión está en manos del catedrático que se interna en un irónico y miserable juego de seducción y poder ante unos huérfanos de sí, impulsados a la traición, la expansión de

sus propios límites y el encuentro con el vacío. Raquel, Manuela y Adrián, personajes que nutren ésta —y con otros nombres y complejas características, la obra de Narro—, emergen de una sociedad mexicana de vicios arraigados en la que quizá la única salvación sea el arrojo y la franqueza. El color de tu piel, incluido en el mismo volumen, cuyo personaje central es también una escritora, plantea una historia sobrecogedora de discriminación, dominación y chantaje, que revela un Nueva York desconocido donde la identidad mexicana se extravía y el odio se extiende entre mujeres y hombres del mismo origen, permeados por el abuso y un acendrado racismo. Aplausos para Mariana, incluida en el volumen Después de la ira, invita al lector a asomarse a los camerinos de un teatro antes de que la función comience, donde el elenco padece malformaciones físicas que pudieran ser reflejo de un interior torcido, que les permite hacer tránsitos infértiles, incluido un incesto no aceptado y una tiranía asumida que vincula a los personajes con ellos mismos y con los otros, rumbo a un final irremediable. Carmina Narro escribe un teatro mexicano que revela, mediante una dramaturgia consistente que cincela

Su obra se abre paso a navajazos francos que producen filosas verdades en boca de sus personajes

a los personajes, define circunstancias, toma riesgos y asume consecuencias. Sus personajes dicen lo que les hierve dentro, por más extremo que sea. Lastimados y carentes de asideros, cada uno busca conseguir el mínimo triunfo, aunque sea a costa de sí mismo. La dramaturga abre y cierra sus planteamientos. Establece los espacios, propone la escenografía y los movimientos. Vicente Leñero diría que dirige desde el papel, como en efecto lo hace ahí y ante el escenario. Entrega la obra completa, en lugar de enunciar, para que los demás dispongan y la provee, además, de un humor que escuece, porque critica y expone la podredumbre de personajes que al nombrar con valor su miseria recuperan una dignidad magullada, siempre a la sombra de una humillación constante. Los dos volúmenes de El Milagro, editados por Pablo Moya, dan testimonio de la fecha en que algunas de las obras fueron estrenadas y de las becas otorgadas para su escritura, de las actrices, los actores, directores, escenógrafos, iluminadores, músicos, productores, y de los teatros donde fueron presentadas. Los libros integran textos de Sabina Berman, Víctor Hugo Rascón Banda, Juan José Gurrola, David Olguín, Guillermo Fadanelli, Rafael Pérez Gay, Rodrigo Johnson, Ernesto Velázquez y Patricia Rosas Lopátegui. Carmina Narro es una chingona, decía Gurrola a voz en cuello desde la sala de su casa. Coincido contigo, querido Juan José, donde sea que te encuentres.

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ANDREA SERDIO

oleccionista erudito y apasionado, Carlos Monsiváis fue reuniendo durante décadas un catálogo personal de la fotografía en México, desde fines del siglo XIX hasta principios del XXI. Imágenes anónimas o de grandes creadores que narran nuestra historia, o al menos una parte significativa de ella. Maravillas que son, sombras que fueron es el resultado de esa vocación por la historia, es una documentada mirada sobre una disciplina que llegó a nuestro país a mediados del siglo XIX impulsada por fotógrafos franceses, norteamericanos y alemanes, que en su desarrollo ha registrado rostros, atmósferas, escenarios cotidianos, bélicos o eróticos inscritos en el devenir nacional. La historia de México no estaría completa sin las fotografías de los Casasola. La revolución, con sus trenes, sus caudillos; con la mujer convertida en soldadera que es al mismo tiempo “proveedora, cocinera, forrajera, amante, enfermera”. Todo este mundo fue retratado por los hermanos Casasola, testigos de un pueblo en armas, y Carlos Monsiváis lo desmenuza, lo analiza a profundidad, con un irremediable espíritu crítico y una buena dosis de humor. En este libro publicado por la editorial Era, Monsiváis reflexiona también sobre la obra de fotógrafos como Manuel Álvarez Bravo, autor “de una galería imprescindible de políticos, escritores y pintores”; como lo fue también su primera esposa, Lola Álvarez Bravo, creadora, entre tantas otras, de una serie impresionante sobre Frida Kahlo, antes de que la mercadotecnia se encargara de hacerla popular y proyectarla al mundo. El libro es una antología de textos publicados como prólogos o ensayos para catálogos, revistas, suplementos culturales. En él, entre tantas otras cosas, Monsiváis recuerda el trabajo de los Hermanos Mayo, exiliados españoles de dos familias distintas reunidos bajo un apellido inventado, que llegan en 1939 y revolucionan, con su calidad y técnica, el fotoperiodismo en México, en el que introducen la cámara Leica, que comenzaron a utilizar desde 1934. Las imágenes clásicas de Gabriel Figueroa, el mundo de estrellas de Armando Herrera, las fotografías de la Ciudad de México de Héctor García, el trabajo de Rogelio Cuéllar, Mariana Yampolsky, Lourdes Grobet, Rodrigo Moya, Nacho López, Graciela Iturbide, Pedro Meyer, Yolanda Andrade y muchos otros es aquí motivo de celebración y homenaje. Los textos reunidos en Maravillas que son, sombras que fueron responden —o pretenden responder— algunas preguntas sobre la fotografía en México, interrogantes sobre lo ocurrido en nuestro país en poco más de un siglo; los cambios de mentalidad y los sucesos a veces violentos que los han propiciado, la manera como nos hemos inscrito en un mundo que tolera o incluso ve con naturalidad y regocijo a la multitud desnuda frente a la cámara de Spencer Tunick en el corazón de la Ciudad de México, en otros tiempos impensable por los anatemas religiosos y las llamadas buenas costumbres.

Monsiváis recuerda el trabajo de los Hermanos Mayo, exiliados de dos familias distintas

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

18 DE ENERO 2020

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Veintiocho minutos DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

H

ace unos días leí una entrevista que le hicieron a Martin Scorsese. Se le pedía explicarse por una crítica que había hecho a las películas de superhéroes. Él decía cosas que usted, amigo lector, comprenderá mejor que yo, pues nunca he visto uno de esos sancochos. El famoso director dice: “Me eduqué cuando me eduqué, y esa educación incluye un sentido del cine tan alejado del universo Marvel como la Tierra lo está de Alfa Centauri”. La comparación no es buena en términos astronómicos, pues Alfa Centauri es el sistema estelar más cercano al solar. Pero parafraseándolo un poco, yo puedo decir que me eduqué cuando me eduqué con los libros y el universo del cine está muy alejado de lo que entiendo por arte, y tanto Marvel como Scorsese están igualmente lontanos de mi galaxia, tanto como Ícaro.

MARVEL

La firma que tanto irrita a Martin Scorsese.

La perla de la entrevista llega cuando me entero de que el filme El irlandés costó alrededor de ciento cincuenta millones de euros, sobre todo por el uso de cierta tecnología para hacer más jóvenes a los protagonistas. Por dios. ¿Cómo respetar al cine luego de esta información? ¿Y cómo diferenciar a Scorsese de Marvel? Y es que los cineastas consideran que su público no tiene imaginación y habrá que darle todo digerido, nada que violente su limitada percepción, nada que lo haga participar en el espectáculo; ha de ser, simplemente, un mirón pasivo. Su mayor atención está puesta en pillar algún defecto de la producción. En el teatro, envejecer o rejuvenecer no cuesta sino un cambio de vestuario, unas barbas de algodón, o una frase: “Hace treinta años que no te veía”. Y ya está. En el teatro, como en la ópera, una gorda cuarentona puede hacer el papel de la chica joven y bella, y uno le entrega la imaginación a esa

actriz o cantante según su talento, y no según sus curvas. En el teatro recuperamos ese espíritu infantil en el que una tabla era un caballo, y cualquier niña, una princesa. Por supuesto, Scorsese aligeró su opinión luego de que, como siempre, mucha gente se sintiera ofendida cuando él equiparó las películas de Marvel a los parques temáticos. Alguien le habrá pedido que no pusiera en riesgo la inversión de ciento cincuenta millones de euros. Le habrán recordado que quienes dicen gustar del cine son poco selectivos, y ven lo mismo a él que los churros que él critica, e igualmente miran embelesados las telenovelas de alto presupuesto que ahora llaman series. No me cabe duda de que en algo será mejor la película de Scorsese que la última de Marvel; pero si me obligaran a ver una, elegiría la de Marvel, pues dura veintiocho minutos menos.

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BICHOS Y PARIENTES

Roger Scruton, ese conservador

H

a muerto Roger Scruton (27 de febrero de 1944–12 de enero de 2020). Deja una obra muy vasta, entre libros de filosofía, ensayos, artículos y varias novelas; también compuso dos óperas, El ministro y Violet, y la serie de documentales Why Beauty Matters, que puede hallarse en YouTube. Muere como el último de los grandes conservadores, “el mayor desde el mismísimo Edmund Burke”, según la nota de The Guardian. Pero no será por su conservadurismo que perdure su obra, como tampoco lo fue para aquellos otros grandes pensadores que él mismo antologó en Conservative Texts: Burke, Chesterton, Coleridge, Eliot, Hayek, Hegel, De Maistre, Nozick, Oakeshott, Paretto. Un libro que resultó dos veces abominado por las buenas conciencias progresistas que, sin darse cuenta, vuelven a coincidir en sus intolerancias: la actual academia y el gobierno totalitario y pro soviético de Praga. El primer boceto surgió en los años ochenta, cuando impartió un seminario clandestino, con estudiantes checoslovacos, desafiando las prohibiciones del gobierno comunista. En 1985 fue detenido, encarcelado y deportado. Para las izquierdas, Scruton se convirtió en una pluma de vomitar, no solo por su decisión de reconocerse como conservador sino porque ese mismo año publicó la primera versión de un libro lúcido, inteligente y, aunque lleno de ironía, muy poco simpático: Fools, Frauds And Firebrands. Thinkers of the New Left (que no he visto traducido al español). A unos los critica, a otros los trata como farsantes y simplemente tira a la basura a algunos más. Demasiadas afrentas a la zurda

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA WASHINGTON EXAMINER

santidad de la academia y fue expulsado de los campus universitarios durante mucho tiempo. Fue empresario editorial y granjero; escribió en varias publicaciones sobre vinos y cultura enológica, y hasta de mecánica de motocicletas. Con todo, su valor como pensador no pudo ser reducido a las anécdotas de sus malquerencias. La importancia de su obra hizo que hasta sus destierros fueran temporales. Tras el deshielo del socialismo, en 1993, Václav Havel

Sin crítica no hay conservadurismo sino patrioterismo, machismo, chovinismo

le otorgó la Medalla al Mérito del gobierno checo; el gobierno polaco, que también lo había perseguido, le dio otra presea importante; y en 2010, Oxford lo volvió a invitar como investigador y catedrático. Abrazó con gusto su lugar de conservador y, de hecho, intentó muchas veces describir y definir qué diablos significa eso. En el prólogo de su antología dice que “Un conservador podría decir que carece de convicciones políticas y que la gran herejía de la modernidad consiste precisamente en ver a la política como un asunto de convicciones… Sin embargo, hay buenas razones para pensar que el conservadurismo (como se entiende ahora) surgió como una reacción, primero, a la Revolución francesa y, segundo, al hábito, engendrado por esa

El pensador británico, quien murió el 12 de enero a la edad de 75 años.

revolución, de buscar en las transformaciones sociales de gran escala un remedio para la infelicidad humana”. Luego, en una entrevista con Christina Hoff Sommers, dice algo mucho más sencillo: que conservador es quien descubre que ama la tradición, la cultura que ha heredado y que el acto del descubrimiento es necesariamente crítico. Sin crítica no hay conservadurismo sino patrioterismo, machismo, chovinismo, que destruyen más una tradición que todas las formas de la adversidad. Semejante a lo que había dicho Eliot: “es deber de cada generación volver a traducir a sus clásicos”, la tradición no se recibe: se recrea, se elige, se reinventa, o no existe. Sus análisis estéticos y su crítica de las artes son suficientes para suponer que se leerá a Scruton entre los grandes de este cambio de siglo. No solo constituyen una de las más importantes de la modernidad sino que, además, y a diferencia de muchos filósofos que nunca se mojaron los pies en la práctica, se trata de un creador: novelista y compositor. En particular, su crítica de la arquitectura urbana moderna que concibe al espacio público desde la necesidad despojada de atributos. No se atora en la seducción de la lógica escueta: la fealdad mata al espíritu y resulta criminógena. Un espacio sin belleza va a ser vandalizado y, al final, terminará por ser abandonado o demolido. La fealdad y la impericia de las obras artísticas generan crimen y pobreza. Y lo mismo con la música… No se trata de un viejito que se queje de los ruidos contemporáneos: hay que oírlo despotricar contra casi toda la musicucha con que la idiotez rellena la vacuidad de su cabeza, pero entusiasmarse cuando oye a Metallica.

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