Laberinto No.877 (04/04/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO DOBLE FILO

CIENCIA

FERNANDO FIGUEROA

GERARDO HERRERA CORRAL

Enrique Singer a puerta cerrada

La física en acción Foto: Secretaría de Cultura

SÁBADO 4 DE ABRIL DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 877

Mario Molina: política y emergencia climática Leonardo Domínguez/ FOTOGRAFÍA: ITZEL MEDINA

Foto: Shutterstock


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ANTESALA

4 DE ABRIL 2020

DOBLE FILO

Enrique Singer a puerta cerrada FERNANDO FIGUEROA

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nrique Singer, quien está al frente de la Compañía Nacional de Teatro, nació en la Ciudad de México y estudió Letras Hispánicas en la UNAM. Durante más de 30 años de carrera ha dirigido obras de Shakespeare, Ibsen, Sartre, Lessing y un largo etcétera, además de algunas óperas. Con la sana distancia que genera el teléfono, Singer jugó ping-pong con Laberinto. ¿Cuál es la razón principal por la que perdura una obra de teatro? Porque habla de algo que la gente necesita escuchar. Resuma en una palabra la labor de la Compañía Nacional de Teatro. Didáctica. La mejor enseñanza que le dejó ser mimo en el inicio de su carrera. La limpieza visual. ¿Vio en vivo a Marcel Marceau? Un par de veces. La primera obra de teatro que lo marcó como espectador. La clase muerta, de Tadeusz Kantor. ¿Resultó premonitorio su reciente montaje de A puerta cerrada, de Jean-Paul Sartre? Exactamente, ahora todos vivimos detrás de una puerta. ¿Qué se siente triunfar en el teatro Colón con la ópera Rusalka, de Antonín Dvořák? Mucho orgullo. Si fuera un tenor, ¿qué ópera le gustaría interpretar? La Traviata. Un cantante de ópera que sea buen actor. Plácido Domingo. Una cantante que sea buena actriz. María Callas lo era. Gurrola en tres palabras. Encarnación de Dionisio. Héctor Mendoza en dos. El maestro. ¿Qué le dejó Manolo Fábregas al teatro? La certeza de que la calidad y el negocio no están divorciados. Su comedia musical favorita. West Side Story. Una anécdota de la representación de Ladies and gents, de Paul Walker, en los baños del Palacio de Bellas Artes. Se nos desmayaron varias personas. ¿De qué papel como actor de televisión se siente más satisfecho? De El Mayor (Mientras haya vida). ¿Y en cine? Todavía no llega. ¿Nunca hizo un monólogo? Hice Un judío común y corriente. ¿Ser de origen judío abre puertas? Nunca he buscado que me abra nada. ¿El apellido Singer tiene algo que ver con las máquinas de coser? No. ¿El teatro subvencionado puede darse el lujo de tener escaso público? Por supuesto que no. Es actor, director, productor, maestro y funcionario. ¿Acaso vende mole los domingos? No. Vendo pepitas.

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Sinónimos: un israelí en París. Dirección: Nadav Lapid. Israel, Francia, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

La cura, la salvación

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA SBS FILMS

a poesía clásica hebrea echa mano de la consonancia de los conceptos, no de los sonidos. En este hecho radica la clave de interpretación de Sinónimos: un israelí en París de Nadav Lapid. Al inicio, las imágenes prometen un filme posmoderno que, sin embargo, gira cuando no hemos llegado a los diez minutos. Una vez que el protagonista se encuentra literalmente desnudo, muriendo de frío luego de haber sido robado de modo idiota, comienza a haber lirismo en las imágenes. Cámara se detiene en nubes, colores y texturas. Yoav, el protagonista, un soldado de dieciocho años, llena la boca de palabras poéticas, ha venido a Francia para olvidarse de la locura que, dice, está viviendo su país. En Occidente, sin embargo, Yoav encuentra otro tipo de locura. Sinónimos: un israelí en París ganó el Oso de Oro en el pasado Festival de Cine de Berlín. La Berlinale sirve para generar hábitos estéticos en tiempos de contingencia. El hecho de que la corrida comercial haya sido suspendida para evitar al virus invita a quitarnos de una buena vez el yugo que quieren imponernos exhibidores y distribuidores. Aun así, es tan grande la oferta que circula por Internet que los festivales triple A, como el de Berlín, sirven de guía.

En cuanto sale del entuerto de haber sido encuerado, el soldado poeta de Sinónimos: un israelí en París se consigue un diccionario. Con él comienza a buscar sinónimos, mil y una formas de decir lo mismo para decir cosas nuevas. Está buscando hacer en francés poesía clásica hebrea. Entusiasmado con la sonoridad de su nuevo idioma, medita palabras mientras cocina o cuando sigue a sus compañeros de trabajo en descocadas aventuras en que los judíos se enfrentan a franceses apocados, de mirada gacha. No es la primera vez que Nadav Lapid medita sobre el poder de la poesía sapiencial. Su película de 2014, La maestra de kínder, cuenta la historia de una profesora que se enamora de un jovencísimo alumno que también hace poesía, no con la sonoridad de las palabras sino con sus conceptos. Sinónimos: un israelí en París se atasca a veces; su ritmo cojea y, sin embargo, en un momento lo entendemos todo. En la secuencia climática, Yoav, luego de haber asistido a una horrible lección para volverse

No es la primera vez que Nadav Lapid medita sobre el poder de la poesía sapiencial

francés (en la cual le aseguran que Dios no existe), se planta frente a un grupo de músicos de cámara y les dice que su música apesta. Ninguno responde nada. Yoav explota. Se ha fastidiado de un país lleno de gente que se deja humillar de semejante forma. La República Francesa sucumbe ante la debilidad de sus ideas. Sinónimos: un israelí en París es un efectivo retrato de la decadencia de un continente que se desprecia a sí mismo. Por ello el director contrasta los ánimos belicosos de sus compañeros judíos con lo apocado de la gente en el metro. Son como los músicos que se niegan a defender lo más sublime de su cultura (la música). En esta República todo mundo puede opinar lo que quiera, grita la maestra encargada de volver ciudadanos franceses a todos estos hombres y mujeres de África, América Latina y el Medio Oriente. “Cualquier cosa puede opinarse”, parece pensar Yoav, “mientras que sea débil, no comprometa a nada ni a nadie, mientras sea ridículamente posmoderno”. Sinónimos: un israelí en París retrata esta cultura que no volverá a ser la misma. Ni después de la pandemia ni después de los horrores del Holocausto. Pero el director lo sabe; tal vez la cura esté en la poesía. De conceptos o sonidos. Ahí hay un atisbo de salvación.

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ANTESALA

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POESÍA

Tierras y océanos

LOS PAISAJES INVISIBLES

El fin del mundo

JULIA FIEDORCZUK

Literalmente el fuego nos es cercano. A veces lo sientes en las plantas de los pies. Eso es una señal de que alguna vez todo fue un océano divino. Pero el profundo tiempo de la tierra se expresa en cifras tan preocupantes que su descubrimiento ha cambiado el curso del pensamiento humano. Que, claro está, aguarda tierra firme bajo los pies y un aura favorable. Desde esta perspectiva, el sol es algo así como una especie de eternidad, y el mar un testarudo subtexto. Un lugar tiene sentido si es posible excavar ahí una tumba. Solo en alguno que otro sitio se pueden construir casas. A pesar de todo se cree en la permanencia de estas huellas, aunque todo el mundo sabe que es mejor un puñado de paz. Aun otras versiones hablan de la atendida plegaria de los peces. Sea como sea, la vorágine tiene sus leyes. Cuerpos en cierto modo estables, finalmente tenemos lágrimas, y están en cada palabra: porque la sal está en la punta de la lengua y es el punto sobre la i. Traducción de Gerardo Beltrán.

EX LIBRIS

Desinfecta tus zapatos/ EKO

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IVÁN RÍOS GASCÓN

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@IvanRiosGascon

ulian Barnes dio una pincelada del gran inconveniente de sobrevivir al fin del mundo: la mente puede amotinarse y desarmar la psique pieza por pieza y revolver su contenido. El asunto no es tan grave, si consideramos que ese aparato tan complejo se puede volver a ensamblar, el gran problema radica en que el armado sea incorrecto y los tornillos se coloquen en orificios inexactos y conecten partes incompatibles, o de plano, que compongan un dispositivo diferente. En “La superviviente”, uno de los mejores relatos de Una historia del mundo en diez capítulos y medio, Barnes cuenta la historia de Kath Ferris, la única chica que sobrevive al Apocalipsis, bueno, eso es lo que ella cree, porque aislada en una barca a la deriva, no sabe a ciencia cierta qué pasó con esa gente que ignoraba la dimensión de la tragedia: tarde o temprano, el desastre nuclear ocurrido en Rusia iba a alcanzarla, pues como la polvareda de un derrumbe o la expansión de un bicho en los barcos y los aviones o los trenes, el mal era irremediable. Kath Ferris es (o fue) una mujer sumisa, maltratada. En la infancia padeció el hostigamiento, en el presente vive con un hombre que la ultraja. Cuando se entera del accidente ruso, decide abandonarlo todo y ponerse a salvo acompañada de Paul y Linda (dos gatos que quizá bautizó con esos nombres en honor a los McCartney), ya que intuye que el peligro estriba en el exceso de radiación en la carne de los renos y los visones, una amenaza invisible e impalpable pero inclemente y deletérea. La travesía resulta una pesadilla permanente. Entre el sueño y la vigilia, Kath Ferris naufraga en la memoria. Intenta, sin conseguirlo, ajustar cuentas con sus adversarios (y vaya que son muchos: todos los hombres, por ejemplo); trata de comprender a los otros y de entenderse a sí misma, reivindicar el sentido de la vida y el propósito de estar en tierra firme, y sobre todo, se esfuerza en esclarecer los atributos del superviviente: ¿perduran los más fuertes, los “más aptos”, o vencen los que creen? Quizá, los aprensivos sean los únicos capaces de superar a la hecatombe. Sin embargo, eso Kath nunca lo va a saber, porque al desembarcar en una pequeña isla, el único signo de esperanza no son la arena ni los matorrales ni las escasas palmeras de su lastimero asilo, sino los cinco gatitos que parió Linda. Cuando se espera el fin del mundo, la nostalgia recurrente no es la de los tiempos felices ni la de los sitios más hermosos o la de los encuentros entrañables, sino, curiosamente, la del territorio en que nuestra existencia transcurrió cuando la abandonamos, aunque ese espacio sea sucio, defectuoso, hostil. Para la mente apocalíptica, no hay nada mejor que lo peor. La sola idea de que, una vez culminada la catástrofe, su oscuro recuerdo renueve al planeta y lo haga más cordial, saludable y bondadoso no solo es patética como un final feliz sino que resulta repugnante. Quizá es por eso que en sus constantes, odiosas pesadillas, Kath Ferris departe únicamente con hombres necios, anhela armas, percibe un veneno en toda la piel y llega, incluso, a considerar que “el futuro estaba en el pasado”. El encierro, aun entre cuatro paredes, es como una barca a la deriva. La mente puede insubordinarse y desbaratar la psique pieza por pieza y revolver su contenido, aunque existe la posibilidad de volverla a construir. El riesgo estriba en dejarla contrahecha o en ensamblar otro armatoste, pues por desgracia, ese valioso componente carece de instructivo. No sé por qué, pero últimamente no dejo de pensar en Kath Ferris.

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DE PORTADA

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Mario Molina alza la voz ante los riesgos econó climática. No es una cuestión de apreciación, d

“Los populistas no ven

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LEONARDO DOMÍNGUEZ FOTOGRAFÍA ITZEL MEDINA

in la ciencia, el futuro difícilmente será próspero, como lo demostró Mario Molina quien, en los años setenta, junto a su colega Frank Sherwood, descubrió que unos diminutos compuestos devoraban al mayor escudo que tenemos ante los rayos ultravioleta: la capa de ozono. Sus investigaciones sobre los clorofluorocarbonos (CFC), que principalmente se usaban en la industria de la refrigeración y los aerosoles, fueron contundentes: estos gases generaban un agujero en la estratósfera, y si no se actuaba de inmediato habría consecuencias terribles para la salud y el bienestar de la humanidad. El mensaje del doctor Molina fue fundamental para que, por primera vez, los países trabajaran en conjunto sobre un problema ambiental global. El Protocolo de Montreal nació en 1989 y logró que se redujera la producción y el consumo de los CFC; las últimas mediciones en la Antártida indican que el agujero se ha reducido. La contribución de Mario Molina para atender tempranamente el problema, que la Real Academia de las Ciencias de Suecia consideró como el “talón de Aquiles de la biósfera”, fue uno de los motivos que lo hicieron ganar el Premio Nobel de Química en 1995. Después de 25 años, el científico aún confía y trabaja en fomentar políticas públicas para mitigar los impactos del cambio climático. Es una carrera contrarreloj, en la que resulta indispensable confiar en la ciencia. ¿Cómo cambió su vida al ganar el Premio Nobel? Mi vida no cambió inmediatamente; era profesor en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), donde seguí haciendo investigación. El cambio vino cuando, años después (en 2004), decidí regresar a la Ciudad de México y abrir el Centro Mario Molina para hacer investigación, conectado a políticas públicas de protección al medio ambiente. Era algo que había pensado desde tiempo atrás pero, con el Nobel, una de las ventajas es que uno tiene acceso más directo a los niveles de gobierno

necesarios para que haya cambios para la sociedad. Vi el Nobel como un honor enorme, pero ante las posibilidades de tener un mayor impacto lo tomé también como un compromiso social. No es algo automático, ni de todos los premios Nobel. Desde hacía muchos años trabajaba en cuestiones conectadas con el medio ambiente. A diferencia de lo que se logró con los Protocolos de Montreal, ¿por qué las naciones no logran ponerse de acuerdo para atender el cambio climático? Hay muchas cosas que son comunes pero la diferencia más importante es que el cambio climático está conectado con el uso de combustibles fósiles. En el siglo pasado estaba muy claro que eran un componente importante del desarrollo económico. Es difícil cambiar esa situación tan dominante a lo que pudimos hacer con la estratósfera y la capa de ozono porque nuestras investigaciones de los clorofluorocarbonos estaban relacionadas con un pequeño número de industrias químicas globales que, al principio, no estaban de acuerdo con los resultados, pero aceptaron que si la ciencia les demostraba los efectos adversos, podían cambiar. Las convencimos de que podían desarrollar otros compuestos, pero en el caso del cambio climático ha sido más difícil porque, a pesar de que ya tenemos otras fuentes de energía más sustentables, los gobiernos dificultan su uso generalizado, aunque ya hay soluciones tecnológicas. ¿Qué representa para la lucha contra el calentamiento global el ascenso de gobiernos populistas? Es muy bien conocido por la comunidad intelectual que los jefes de Estado populistas no tienen bases de conocimiento: desconocen cómo funciona la economía, cuál es la mejor manera de gobernar… Curiosamente, el presidente Donald Trump no tiene un grupo de asesoría científica; eso es parte del populismo. De acuerdo con muchos expertos, los populistas están cometiendo errores que afectarán a la sociedad; ojalá sean un fenómeno temporal. Pero errores tan básicos como el de Trump al no reconocer el cambio climático son una falta de responsabilidad gigantesca. Los científicos no estamos sugiriendo tener el 100 por ciento de certeza en nuestras predicciones, pero sí una pro-


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DE PORTADA

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ómicos que provoca la emergencia dice, sino un hecho irreparable

n por la sociedad” babilidad arriba del 95, y eso es mucho más que suficiente para que un presidente responsable actúe. Lo vemos con el coronavirus. ¿Sucede algo similar con el presidente de Brasil? En el cambio climático ya estamos viendo los impactos, con inundaciones e incendios. Como a Bolsonaro no le interesa mucho el medio ambiente, no toma las medidas necesarias para cuidar el Amazonas, y es muy preocupante porque no solo afecta a Brasil sino al clima de todo el planeta. Es una manera muy clara de ver la falta de responsabilidad hacia las futuras generaciones. Los líderes populistas no toman las medidas necesarias para cuidar a la sociedad. Estados Unidos, el principal emisor de gases de efecto invernadero, se ha salido de los Acuerdos de París. ¿Cómo avanzar sin la colaboración de Trump? A pesar de que el presidente ignora este problema, en Estados Unidos hay muchos grupos, tanto del sector privado como del público, que trabajan para enfrentar el cambio climático; tenemos además ejemplos como los estados de California o Massachussetts que han emprendido acciones, aunque es una desventaja que el gobierno federal no lo reconozca. Será muy importante lo que suceda en noviembre. Una buena parte de la sociedad quiere que Trump no gane la reelección porque el cambio climático es un ejemplo, quizá el más importante, de algo en lo que hay que cambiar. En México, el presidente López Obrador ha descalificado a la comunidad científica, la llama “la mafia de la ciencia”. ¿Qué piensa de este discurso? La ciencia es esencial tanto para el desarrollo económico como para el bienestar de la sociedad, eso es un hecho histórico. Esa idea de que la ciencia puede ser no progresista es totalmente absurda, representa una ignorancia monumental. Una manera de pensar de algunos países latinoamericanos es que hacer ciencia fundamental, básica, es caro, que eso hay que dejárselo a los países ricos y solo usar los resultados, pero es absurda porque, históricamente, se ha visto que la inversión en ciencia fundamental es importantísima para el

desarrollo económico. Hay que tener científicos que sean parte de la comunidad internacional en ciencia básica. Nuestro país tiene gente preparada, pero al parecer el gobierno no la escucha. Hay gente muy preparada, aunque es relativamente poca porque México solo invierte 0.5 por ciento del PIB en el sector científico, muy poco si lo comparamos con los países que tienen un desarrollo económico apropiado. Tenemos científicos y es absurdo no escucharlos. La ciencia es la misma aquí y en China, no hay ciencia mexicana y ciencia china. El presidente López Obrador apuesta por los hidrocarburos. ¿Qué piensa de esta situación? Me preocupa muchísimo porque tenemos una política energética totalmente equivocada. Desde el punto de vista del cambio climático, debemos abandonar los combustibles fósiles. En México necesitamos otra década y ayuda de otros países, pero sería un error continuar como ahora. Por otra parte, desde el punto de vista económico, sacar petróleo ya no es negocio. Regresar al siglo pasado es otro error grave. Por años, México dependió de los recursos que tenía de la venta del petróleo, pero ahora lo estamos importando. Hay cierta cantidad de hidrocarburos que nos conviene si pudiéramos sacarla, pero no hay que invertir en refinación.

El Premio Nobel de Química en 1995 por sus trabajos sobre el daño a la capa de ozono.

Tenemos científicos y es absurdo no escucharlos. La ciencia es la misma aquí y en China

En 2014, el Centro Mario Molina publicó un atlas de riesgos al espectro climático de la infraestructura petrolera del país. Señala que uno de los lugares que corre mayor riesgo es el puerto de Dos Bocas, en Tabasco, donde se construirá una refinería. Se puede inundar. Hemos hecho trabajos de medio ambiente (sobre los impactos en el lugar) pero hay expertos en energía que también cuestionan sobre qué tan buena inversión es. Desde el punto de vista del progreso económico, no. Para que México tenga su propia energía podría justificarse, pero solo parcialmente, porque la ener-

gía es un sistema que se puede comprar. Es de muy alta probabilidad que vamos a comprar energía mucho más barata de la que podamos hacer con esta refinería. Además, repito, se puede inundar. México tiene un gran potencial en energías limpias. ¿Qué opina de la política del gobierno federal al respecto? Estamos trabajando con la Secretaría de Energía, hay grupos en el gobierno que están de acuerdo con las ideas modernas, pero la pregunta es qué tanto van a poder hacer mientras trabajan con el Presidente; cuánto tiempo se va a tardar él. No podemos esperar otros cinco años para hacer la transición. México tiene un potencial muy importante para las energías sustentables, como la eólica y la solar. En el papel, seguimos en los Acuerdos de París, pero se han tomado acciones que van en sentido contrario. ¿Cómo califica la política medioambiental del gobierno? Me preocupa que no hay una política clara de cómo nos está yendo con los Acuerdos de París, con el cambio climático, qué estamos haciendo para proteger a la sociedad. Proteger el medio ambiente no es una cuestión de gustos, afecta a la sociedad y a las generaciones futuras. No se le da la importancia que tiene y que sí reconoce la comunidad científica; eso es lo que veo como equivocado porque hablamos del bienestar de la sociedad. No está claro qué es lo que estamos haciendo, hay una preocupación porque ya deberíamos de tener planes sobre cómo vamos a atender esta emergencia y progresar en el futuro. A pesar de las malas noticias, hoy vemos en los jóvenes un despertar y demandan a sus gobiernos que actúen ante la emergencia ambiental. Por fortuna, hay un movimiento importante en la juventud, que es a la que más le afectará el cambio climático. La comunidad científica, en general, es muy reservada pero en los últimos años hubo un entendimiento de que, si no se toman las medidas adecuadas, para finales del siglo el cambio puede ser bastante peor de lo que se pensaba. Había que poner una alerta. La comunidad científica trató de comunicar mejor esto a la sociedad y hablar de una emergencia climática: tenemos que actuar, no podemos seguir posponiendo bajar las emisiones. Hay una gran expectativa en los jóvenes por lograrlo. Ha dedicado gran parte de su vida a comunicar los efectos del cambio climático, pero aún hoy existen sectores de la sociedad que lo niegan. ¿Esto lo desalienta? La ciencia moderna no ha tenido el impacto que debería de tener en comunicar los efectos del cambio climático; en gran medida se debe a que la educación tiene muchos defectos. Algo que estamos haciendo en el Centro Mario Molina es tratar de que los niños aprendan ciencia haciendo ciencia. No me desalienta, soy optimista porque creo que vamos por buen camino, nos falta mucho pero estamos trabajando duro para arreglar esos problemas. La comunidad científica está haciendo lo que puede, falta que los gobiernos tomen las medidas necesarias.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

El conocimiento en acción La física ayuda a entender la conducta del Covid-19, la amenaza que ha transformado nuestro mundo

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l éxito que podamos tener ante esta y futuras pandemias depende por completo del desarrollo científico y tecnológico que hemos alcanzado, no solo en la medicina sino en todas las áreas que van de las matemáticas, pasando por la física y la ingeniería, a la biología y su vertiente aplicada en la medicina. La biología molecular estudia la estructura y función de grupos de átomos enlazados que tienen una actividad biológica. Esta rama de la biología cuenta ahora con programas computacionales que permiten el estudio en detalle de complejos arreglos de átomos. En estos programas de computadora está incorporado todo lo que sabemos sobre la manera en que interaccionan y se ligan para reaccionar con otros conglomerados de átomos. En la década de 1990 empezó a construirse un banco de datos de estructuras de proteínas llamado PDB (por sus siglas en inglés: Protein Data Bank). Es un repositorio donde se encuentra la estructura de las moléculas biológicas que se descifran día con día. Las técnicas modernas de microscopía permiten extraer rápidamente la estructura que tiene el arreglo molecular de un virus. La mayoría de los arreglos macromoleculares se obtienen con cristalografía de rayos X, técnica que comenzó a perfeccionarse desde que en 1934 se logró obtener el primer patrón de una proteína cristalizada llamada pepsina, una enzima digestiva que se produce en el estómago. Una mujer extraordinaria, Dorothy Hodgkin, obtendría el Premio Nobel de Química en 1964 por su ingenioso análisis que le permitió determinar la estructura de la penicilina en 1946 así como de la más compleja de las vitaminas, la B12, en 1956. Sin embargo, este desarrollo no sería posible sin los rayos X, motivo del primer Premio Nobel de Física en 1901, así como el estudio y aplicación de los rayos X al análisis de cristales por el físico Max von Laue (1914) o el conocimiento desarrollado por Henry Bragg y su hijo Lawrence, quienes mostraron cómo analizar la estructura de un cristal. Ahora contamos con fuentes de luz de rayos X mucho más intensos y con características especiales que permiten resolver la estructura y la dinámica de las moléculas biológicas. Estas fuentes de luz son conocidas

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

Imagen del Covid-19 captada por microscopio.

como sincrotrones. Son aceleradores de electrones que al ser curvados en su trayectoria de manera controlada emiten una luz muy especial. Fue en este tipo de laboratorio donde se diseñaron antivirales para el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) cuando en 1985 se identificó la proteasa del sida como una enzima que participa en el ciclo de replicación del virus. Eso permitió diseñar fármacos que inhiben el copiado y la multiplicación del virus. Fueron necesarios cuatro años para determinar la estructura de la proteasa del VIH y el tiempo tan largo se debió a la técnica de cristalización que no permitía tener muestras del tamaño necesario. Actualmente, las fuentes de luz de sincrotrón se han convertido en láseres de esta luz. La brillantez y las propiedades son tales que permiten usar técnicas para resolver estructuras complejas con cristalografía serial. Con esta nueva manera de estudio es posible tomar

Las farmacéuticas trabajan en el diseño de medicamentos como se hizo con el virus del sida

parcialmente datos de muestras que pueden ser muy pequeñas pero que se van integrando una por una para obtener la molécula en su totalidad. Ya no es necesario tener el cristal grande y completo para poder estudiarlo. El Covid 19 es un ejemplo del empleo exitoso de esta tecnología. El 5 de febrero, apenas un mes después de que el gobierno chino diera a conocer la existencia de este nuevo coronavirus, un equipo de la Universidad de Shangai Tech dio a conocer la estructura en la PDB (Protein Data Bank) que mencionamos arriba. Para eso hizo uso del Sincrotrón de Shangai, un acelerador de electrones que opera en China desde 2009. Con la estructura, que fue descifrada en tiempo récord, las farmacéuticas están trabajando en el diseño de medicamentos como se hizo con el virus del sida. Aun cuando las estructuras de interés se oponen a la cristalización, hay una nueva técnica conocida como Cryo EM, ideada por quienes compartieron el Premio Nobel de Química en 2017: Jacques Dubochet, Joachim Frank y Richard Henderson. Esta permite que se utilice un

microscopio electrónico para ver la estructura. Cuando hace unas semanas esto se hizo en Texas para analizar el coronavirus, se descubrió que el virus tiene una espiga en su estructura coronaria que parece utilizar para escurrirse dentro de la célula. Este hallazgo puede ser muy útil en el diseño de una vacuna. Esta no es la primera ni será la última de las pandemias. El mundo es cada vez más pequeño y los males son cada vez más globales. El futuro de la humanidad depende ahora de la capacidad de reacción, de la infraestructura científica y tecnológica, del conocimiento y la preparación con que podamos enfrentar lo desconocido. Desde hace muchos años los físicos experimentales de México hemos propuesto la construcción de un laboratorio de luz de sincrotrón pero la idea no fue bien recibida por los que consideraban que es más importante construir una Estela de Luz para celebrar el centenario de la Revolución o un edificio para los senadores, que han costado mucho más de lo que costaría tener un sincrotrón en México.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Nefando

De otro lugar

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A FUEGO LENTO El final del affaire

Brujas México, 2020

Mónica Ojeda Almadía México, 2019 000 páginas

Óscar Montoya Alianza de Novelas España, 2019 337 páginas

Graham Greene Libros del Asteroide España, 2019 311 páginas

El título de esta novela replica el nombre de un videojuego en boga hace algunos años: un llamado a incendiar las normas morales y aun a borrar la línea que separa el crimen de la normalidad social. Cómo fue creado, a qué intereses respondía, por qué su impacto en la red profunda. Mediante un coro de voces juveniles y atónitas, la narradora ecuatoriana indaga en las pulsiones más abominables para trazar el retrato de una generación y sus demonios.

Acostumbrado al microrrelato, con el que se abrió paso a través de internet, el escritor alicantino debuta en la novela negra con una historia ambientada en la España de 1980. El contexto es una pequeña ciudad y el dominio de células fascistas, la violencia en el País Vasco y la incipiente democracia. Por él se mueve el inspector Antonio Tojeira, quien investiga una muerte accidental y se ve obligado a dejar una vida cómoda ante la presión de sus colegas.

¿Qué significa ser católico en el mundo moderno? es la pregunta que persiguió al escritor inglés y ninguna novela como ésta para ilustrarla. Con Londres asediado por los bombardeos alemanes, contemplamos los amores adúlteros de un novelista ateo, más que gris, con la esposa de su mejor amigo. No hay que esperar una historia rosa sino una exploración de los sentimientos y del sentido de la fe religiosa. Vargas Llosa la califica como lo mejor de Greene.

Conciencia del tiempo

Las nuevas rutas de la seda

Martín Ramírez

Marcia Bjornerud Grano de Sal México, 2019 200 páginas

Peter Frankopan Crítica México, 2020 312 páginas

Víctor M. Espinosa Fondo de Cultura Económica México, 2019 260 páginas

Las geociencias, como observa la autora de este libro, son menospreciadas en general por los programas de estudio de las escuelas de educación media superior en Estados Unidos, pero puede decirse que esto ocurre en todos lados. La geología es la más joven de ellas y su papel ha sido importantísimo para consolidar el pensamiento científico frente al religioso. Sin su aportación, la edad de la Tierra no hubiera podido establecerse; ahora puede ayudar a salvarla.

En este libro el historiador inglés actualiza su perspectiva del espacio de Eurasia al que alude el título, el cual, como apunta, desde sus orígenes ha dado forma al mundo. En el volumen previo, Las rutas de la seda, Frankopan mostró sobre todo la lucha de las potencias occidentales por dominarlas. En nuestros días, el poder de Occidente sobre esta región se ha perdido y ahora lo ejercen los países de la región. China ha asumido un papel importante en el proceso.

Creador de una inquietante obra que forjó siendo paciente en un hospital psiquiátrico, Martín Ramírez empezó a adquirir fama, como era inevitable, tras su muerte. Catalogado como artista marginal, en las últimas décadas del siglo XX se le comenzó a revalorar en Estados Unidos, donde vivió su internamiento. Este volumen es una investigación sociológica que sigue su periplo vital: primero en su natal Jalisco, luego como migrante, y finalmente como interno psiquiátrico.

Simpatía por el hongo

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ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

uena muy conveniente hacer hablar a una periodista en pie de lucha contra la violencia de género así como a una mujer sin edad que en su niñez fue elegida para tomar un camino reservado a los hombres: el de curandera o bruja o chamana. Suena muy conveniente para aquellos tiempos en que las calles eran el campo de la reivindicación y la rabia. De igual modo, suena muy conveniente el retrato en colores cálidos de Paloma, antes Gaspar, el joven muxe que cambió la sabiduría de los hongos por el placer carnal, asesinado mientras se alistaba para perseguir la noche. Son ingredientes de un innegable atractivo publicitario mientras volvían a ondear las banderas del feminismo. Y sin embargo, y sin embargo… Brujas (Alfaguara) es la prueba de que algunos ingredientes pueden satisfacer el gusto de lectores ensimismados en lo que se dice pero no en la forma que toma. Si Brujas se presenta como una novela debería mostrar, por encima de la anécdota y los personajes, una conciencia artesanal del estilo. Qué pasa: que no se le ve por ninguna parte. Dos voces alternan y sirven de contrapunto: la de esa periodista indignada, Zoé, y la de Feliciana, la curandera de San Felipe. De Zoé nos llega una atropellada enumeración autobiográfica (infancia, escuela, juventud, amoríos, padres, hermana, vocación universitaria), con tanta prisa que es capaz de soltar frases de este nivel: “se inventó que le encantaba la biología y dijo una serie de datos que cualquiera habría creído que amaba estudiar”. De Feliciana nos llega una corriente sin cauce con presuntas reverberaciones poéticas: “me dijo prueba que siendo mujer, Feliciana, estás en un camino de hombres, y me tocaba recibir algo que ellos no habían podido recibir no por ser hombres, sino porque yo soy yo, ese era el Libro del que me había hablado mi papá Felisberto”. Autoconocimiento, saberes ancestrales, poderes curativos, visiones divinas, hongos, libertad sexual, mujeres rompiendo lanzas y machos ignorantes suenan muy convenientes para armar una novela con el puño en alto. Paradójicamente, el Lenguaje, el manto protector y dador de vida de Feliciana, es el olvido mayor en el que ha incurrido Brenda Lozano.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

HUSOS Y COSTUMBRES

De libros contagiosos ANA GARCÍA BERGUA

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ecuerda la Librería Hamburgo, que estaba sobre Insurgentes, más o menos a la altura de Álvaro Obregón. Le gustaba recorrer la avenida en aquella época, toparse con la librería, hojear libros durante horas; conseguía ahí los de la colección Austral muy baratos, libros que la llamaban, la contagiaban de curiosidad con sus títulos antiguos: el Cerco de Numancia de Cervantes, las Cartas desde mi molino de Alphonse Daudet, las Cartas de Madame de Sevigné. Se imagina caminando de nuevo, libre y alegre por Insurgentes, el día en que termine la cuarentena: muy elegante, quizá ataviada como de los años cuarenta, con tacones, sombrerito y velo, saludando de mano y de beso a muchos amigos, comprando libros y chucherías. Nunca usó sombrerito ni velo y en los cuarenta ni había nacido, pero no le importa: es ropa de celebración, para cuando podamos salir de nuevo,

EL NOMBRE DE LA ROSA

Una escena de la película inspirada en la novela de Umberto Eco.

dar besos y abrazos. Y también ropa del tiempo de la guerra; de algún modo estos son tiempos de guerra, se parecen un poco en el miedo. Más cerca le quedan las librerías de Miguel Ángel de Quevedo, todas muy grandes y buenas, pero ahora es imposible ir. Desde luego que los libros ya no se hojean: se leen las contratapas a través del plástico, y podría ser que pescara el virus si lo hiciera: un virus de las manos de otro probable lector, que permaneciera en el traje plastificado del libro. Se lo llevaría a casa con todo e infección. Las historias de contagios podrían escribirse también como raras historias de amor, de llevarse algo del otro, de darle algo al otro, en este caso algo nada conveniente. Y piensa que todos los libros han sido siempre contagiosos: el monje copista de El nombre de la rosa murió envenenado por un libro, pero en general contagian ideas, tentaciones,

siembran en nuestra mente palabras e historias que no son las nuestras y se vuelven nuestras; es la suya una hermosa inoculación de humanidad. Ahora, claro, y por amor a los otros, no debe salir a hojear libros, ni a leer contratapas: ¿será ya el fin del mundo? Evoca aquel episodio de la versión fílmica de La dimensión desconocida, donde el último hombre sobre la Tierra encuentra una biblioteca enorme y es inmensamente feliz porque, a pesar de estar solo, los libros lo acompañarán en lo que le reste de vida: ya no necesita a nadie más. Pero, ay, al pobre miope se le caen los lentes, sin querer los pisa y… Ella mira sus lentes de lectura: la graduación ha aumentado mucho en estos meses, y eso que nació mucho después de los años cuarenta. En su periplo imaginario por su antiguo Insurgentes, no solo tendrá tacones, sombrero y velito; también gozará de una vista perfecta, a prueba de catástrofes.

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CAFÉ MADRID

Como monja de clausura

N

o sé si lo he contado antes pero… sépanlo todos: tengo una tía que es monja. Si lo confieso (nunca mejor dicho) en medio de estos tiempos aciagos, cuando un virus nos acecha al estilo de las plagas bíblicas, es porque debido a ello me he visto en la necesidad de recurrir a su experiencia. ¿Quién mejor que una monja de clausura para guiarme y reconfortarme en este encierro mío de cada día (que cada vez, por decreto presidencial, se alarga más)? Puestos a ser sinceros, les diré también que no siempre he sido santo de la devoción de mi tía. Cuando era niño, mi concepto de monja se basaba en las encarnaciones terrenales e interpretativas de la India María (La Madrecita y Sor Tequila), María Victoria (Sor Metiche) e, incluso, en Sor Inés, una monja de verdad y muy moderna (que un día enjaretó Raúl Velasco a la numerosa audiencia de Siempre en domingo) y que cantaba entre sintetizadores y luces juguetonas su hit intitulado “Un rayo de sol” y el clásico remasterizado “Dominique nique nique” (años más tarde, todo hay que decirlo, quedé fascinado con “Las dos monjas”, el narcocorrido del grupo Exterminador que cuenta la historia de un par de “hermanitas de Durango”, quienes decían llevar en su camioneta “tecitos y leche de polvo pa’ los huerfanitos”, hasta que los federales revisan el cargamento y descubren que en realidad transportan mariguana y cocaína). Todas, en la pantalla, eran monjas dicharacheras, pícaras y divertidas (y las de la canción, unas delincuentes intrépidas y aguerridas). Mi tía, en cambio, parecía ser la antítesis de cada una de ellas.

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

Decía que se había casado “con el Señor” pero, una vez al año, salía de su convento y llegaba completamente sola a mi casa. Eso sí, siempre cargada de bolsas enormes, llenas de dulces, que nos repartía sin ton ni son a toda la familia. No obstante, debajo de su hábito, daba la sensación de ser una mujer aburrida y muy tiquis miquis. Se llama Antonia y yo, no recuerdo por qué, solía saludarla con un enérgico y risueño ¡Antonia, cara de demonia! Acto seguido, ella abría los ojos hasta

Decía que se había casado “con el Señor” pero, una vez al año, salía de su convento y llegaba a mi casa

el infinito, se agarraba el crucifijo que le colgaba en el cuello, y no tardaba en ponerse muy digna y seria. A la par, mi madre se escandalizaba y, al grito de “¡muchacho cabrón!”, mi padre me soltaba un trancazo con la intención de deslomarme. A mí no me importaba: me iba a ver las repeticiones de Chiquilladas en el canal 9, mientras me comía un buen puñado de monjiles y empalagosos dulces. Lo malo era que luego ella se despedía de mí con cierto rencor (¡por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa!). O esa era la sensación que me quedaba. Pasaron los años y nuestra relación mejoró cuando me enteré de que una tal Sor Juana Inés de la Cruz y una tal Teresa de Jesús aprovecharon sus enclaustramientos para escribir obras literarias. La ilusión me acercó

a ella: ¿y si un día mi tía nos sorprende y nos restriega en la cara un libro místico de su autoría? Hasta la fecha eso no ha ocurrido (y no juzguen mi ingenuidad) pero, a estas alturas del partido, y en medio del apocalipsis de estos días, ya da igual. Lo que importa es su ejemplar disciplina conventual y su fe inquebrantable, dos cosas que hoy pueden serle útiles a cualquiera. Así que por eso el otro día decidí llamarla por teléfono a su sacrosanta burbuja. Hablé con ella después de comer. En México eran los ocho de la mañana, pero para mi tía no era muy temprano porque todos los días se levanta a las cinco. Le pregunté cómo estaba, claro. “Muy bien. Sin ningún agobio. Es la ventaja de vivir encerrada”, me soltó al instante, y la envidia se apoderó de mi mente. “Rezando muchísimo. Por ti y por toda España y por todo el mundo”, agregó con cariño. Le pedí consejos para sobrellevar el confinamiento. “La actitud con que lo afrontes es muy importante. Mira en tu interior. Cuando algún pensamiento no te haga bien, deséchalo. Tómate tu tiempo para hacer cosas sencillas: limpiar, cocinar, leer… Escucha buena música. Habla con tus seres queridos. Y reza. Porque seguramente no rezas desde que hiciste la primera comunión, ¿verdad?”, me reprendió antes de zambullirse de nuevo en su vida contemplativa. Más tarde, desde la Basílica de San Pedro, el papa rezó por todos nosotros. Envió su bendición al mundo y concedió la indulgencia plenaria (que nos viene muy bien a todos los pecadores). Yo me dispuse a seguir los consejos de mi tía y ahora mismo estoy como monja de clausura. ¡Cuídense!

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