Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE
ENSAYO
FERNANDO ZAMORA
VICENTE QUIRARTE
Las verdades fílmicas de Gabriel Retes
Regreso al Jardín de niños de JEP
Foto: UdG
SÁBADO 25 DE ABRIL DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 880
Fernando Savater: este mundo vulnerable Víctor Núñez Jaime/ Madrid / FOTOGRAFÍA: OCTAVIO HOYOS
Foto: Rogelio Cuéllar
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ANTESALA
25 DE ABRIL 2020
EN EL BANQUILLO
Pausa TEDI LÓPEZ MILLS
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diarme a gusto es un privilegio que ejerzo seguido. Me observo de frente, de perfil, por detrás, en mi espejo mental, opaco y ligeramente cóncavo. Hago caras e invento nuevas. Me aseguro de que el escarnio sea mi primer impulso. Diluyo las certezas y me pregunto de dónde voy a sacar la información que necesito. Pienso en la panadería del Eje 7. Un empleado me ofreció gel antibacterial. Su mascarilla le colgaba del cuello como un adorno azul. Le sonreí mientras me frotaba las manos. No había luz. Puse mi pan solitario en la charola y pagué sin mirar a la cajera. Quise pedirle al empleado que se colocara la mascarilla, pero recordé que la contención es un requisito de la comunidad y que incumplirlo produciría casi de inmediato testigos que me examinarían con resquemor y susurrarían entre sí: qué señora tan rara, maltratando al joven… ¿Viste cómo trae su pelo? Pobre, ha de estar bien sola. Mi pan me supo seco en la noche. Tiendo a obsesionarme con los detalles. Actuar bien no me garantiza ningún tipo de paz interior. El odio lo impide. No se trata de una patología, sino de un método: me reduzco a un mínimo negativo para que los demás ocupen el máximo positivo; me empujo contra una pared que erijo para que la rectitud sea una forma de dolor. Tampoco se trata de un asunto moral o de generosidad. Con los demás siempre titubeo, me arrepiento, ofrezco disculpas. Sin duda, el odio al que me someto ha de poseer algún código ético, por decirlo en términos pomposos. Sé que crea un vacío constante y una austeridad casi luminosa. Sé también que me acomodo sin la menor dificultad en el hueco que ya tiene mi contorno: como si fuera el cuerpo de esa sombra. El sentimiento es retrospectivo. Ayer, antier o anteayer: de ahí viene el material que reviso con cuidado. El viernes me enquisté con mis propias reglas, me tropecé con una silla, pateé la silla, asusté a los gatos. Al día siguiente fui inflexible en una plática; burlona cuando se mencionó la buena fe de las autoridades, su amor por la cultura, su condescendencia cuando quitan lo que dan y declaran que es un triunfo y un acto solidario. Denosté en tono agudo los números barrocos en la prensa; si una cifra se mueve entonces tendrían que moverse todas. El arte de la imprecisión conduce a la devoción. Solté luego una risita dramática, exaltada. Hubo un silencio con ruido de fondo. Cambié de tema. Pregunté por la familia, por el perro, por la poesía que se está escribiendo, por los libros que se están leyendo. Hablé de mi “relectura” de La Odisea, del llanto continuo de los héroes, de las hecatombes, los muslos de la becerra y sus cuernos rellenos de oro. Dije adiós efusivamente y me odié. Encendí el piloto automático. Mis reservas son infinitas. Creo porque es absurdo, argumentó Tertuliano. Las historias estrambóticas generan un extraño equilibrio. Que yo salga a la calle y vea que las cosas suceden como si nada estuviera pasando me lleva a creer que lo que está pasando es de veras cierto.
Me reduzco a un mínimo negativo para que los demás ocupen el máximo positivo
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El Bulto. Dirección: Gabriel Retes. Puede verse en el sitio gabrielretes.com y a través de Primevideo.
HOMBRE DE CELULOIDE
Gabriel Retes: cuando el pasado parecía futuro
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA COOPERATIVA CONEXIÓN
onocí a Gabriel Retes en 1990, porque era mi vecino y porque su hija era mi compañera de prepa. Los lunes escapábamos de la escuela para ir a jugar cricket en casa de Retes. Solo ahí podíamos beber y fumar a las diez de la mañana. La idea de El Bulto surgió como experimento mental: ¿qué sucederá cuando me muera? ¿Y si despierto? La primera pregunta se habrá respondido el pasado 20 de abril, cuando murió Gabriel. La segunda se la contestó él mismo en El Bulto, la más famosa de sus películas y, probablemente, la mejor. El Bulto marca en Retes el tránsito entre el Cine de autor y el Cine personal. En la historia de México marca, además, el tránsito hacia un cine mexicano bien producido, bien grabado y bien fotografiado. Como Retes, su Cine personal trasciende las aspiraciones políticas del autor en los años de 1970 y los ensayos experimentales de los años de 1980. Enamorado como nunca de la vida, de su mujer y de sus hijos, Gabriel se ha desprendido ya, sin mucha dificultad, de los dogmatismos que lo marcaron en la adolescencia. Creía (y hasta el final) en la justicia social, pero dejó de creer en panfletos comunistas. Como se sabe, El Bulto cuenta la historia de un hombre que recibe
un garrotazo el 10 de junio de 1971 y cae en coma. Veinte años después Lauro despierta y encuentra que sus hijos ya no creen en el comunismo. Además, su mejor amigo se vendió al sistema y dice que Salinas de Gortari es un gran presidente con un entusiasmo que, en el fondo, parece compartir el autor. Así lo confirma la escena paradigmática de El Bulto: el hombre que ha revivido pasea por el Zócalo de la ciudad en su silla de ruedas y grita ¡viva México! ¿Qué te parece tu país?, pregunta la enamorada. Y él responde: chingón. El rojo, el que sonríe cuando se entera que Vietnam ganó la guerra, ha cambiado tanto como su país. “El Bulto me sobrepasó”, dijo Retes en una entrevista en que confesó también que le sorprendía mucho darse cuenta, ya en el cuarto de edición, de lo que realmente estaba queriendo contar cuando pensaba una historia. Debe haberle sorprendido que con El Bulto ya no buscaba cambiar las estructuras sociales sino elogiar el
Retes se había desprendido ya de los dogmatismos que lo marcaron en la adolescencia
amor a su familia en una obra que filmó así: en su casa, con su gente. La primera secuencia contiene lo que estéticamente es esta película. Y luego de haber visto, en Roma de Cuarón, el mismo episodio nacional, pero contado con una técnica impecable, puede que El Bulto resulte chambona a los jóvenes que hoy ven cine por streaming. Los golpes y la actuación pueden parecer inocentes y, ya al interior de la película, los diálogos explicativos y la intención muy evidente. Hay algo en El Bulto que, sin embargo, brilla más allá del tiempo y el espacio: la verdad. Gabriel Retes dice aquí la verdad de sí mismo y de sus hijos; la verdad sobre su madre y su mujer. El Bulto es una magnífica película no solo porque divierte y edifica; quienes conocieron ese mundo, además, se enternecen. Pues, en efecto, enternece ver al Bulto sorprendido con lo mucho que ha avanzado la tecnología frente a una computadora de aquellos años; enternece verlo maravillado con unos walkman y leyendo a José Agustín no para disfrutarlo sino porque es su único medio de información en un mundo sin internet. Dice Gabriel Retes en una secuencia: “estoy seguro de que cuando me muera, voy a seguir pensando y sintiendo exactamente lo mismo”. Que así sea.
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ANTESALA
25 DE ABRIL 2020
ESCOLIOS
POESÍA
Hay música en el barco SILVIA TOMASA RIVERA
Hay música en el barco y una cauda de historias paralelas. Nadie sabe lo que piensa el hombre en altamar mientras come sardina fresca con cerveza de lata. Habrá que ahondar en su rudo corazón, el que embalsama y guarda a 200 nudos. A su regreso viene fortalecido por el aire de las tormentas y contra todo pronóstico se declara fuerte por dentro suave por fuera como un fundido entre agua y acero. Este poema forma parte del libro Lobo de ciudad grande, de próxima aparición con los sellos de la Universidad Autónoma de Nuevo León y La Otra.
EX LIBRIS
Percy Bysshe Shelley/ EKO
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Poderes contagiados ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
H
@Sobreperdonar
ace más de una década, cuando devoraba bibliografía para un libro de prosas y poemas sobre la peste que yo estaba escribiendo, y cuyas ingenuas elucubraciones pronto se vieron superadas por la realidad del brote de influenza AH1N1 en México (y ahora por esta pesadilla global), encontré el libro del historiador Sheldon Watts, Epidemias y poder. Historia, enfermedad, imperialismo (Andrés Bello, 2000). El libro hace una historia social de las principales enfermedades epidémicas que asolaron a los cinco continentes, desde el siglo XIV hasta el XX. Como muchos filósofos y científicos sociales contemporáneos, el autor tiene la chocante propensión a atribuir culpas a entelequias (el imperialismo, la burguesía, la medicina occidental) y a fabricar teorías conspirativas; sin embargo, más allá de este sesgo, realiza una investigación que, por su detalle y variedad de fuentes, resulta expresiva y puede leerse con la emoción, fruición y dramatismo de una gran pieza narrativa. En estos tiempos de asedio del contagio, vuelvo a hojear este libro y las descripciones de los estragos de las epidemias, sean de peste bubónica, lepra, viruela, cólera o fiebre amarilla, resultan estrujantemente familiares. Igualmente, resultan familiares las luchas de poder, las tensiones entre la clerecía burocrática, médica y religiosa, el inevitable choque entre las prescripciones higiénicas y las creencias populares (las frecuentes escenas en las que los habitantes sublevados hurtaban los cadáveres de las fosas comunes y los llevaban a enterrar a sus iglesias) y las reacciones extremas de sociedades aterradas, en busca de exorcistas y chivos expiatorios. Watts traza dos dimensiones fundamentales de las epidemias: el enorme sufrimiento humano y la influencia de la desigualdad o la veleidad política en la magnitud de sus repercusiones. En efecto, por un lado el libro es un catálogo de enfermedades devastadoras que, sin embargo, tienen distintos significados, pues no es lo mismo el contagio azaroso y la muerte fulminante por peste bubónica, cólera o fiebre amarilla, que las muertes lentas y estigmatizantes de los leprosos o los sifilíticos. Igualmente, si bien es cierto que las epidemias son en cierto modo “democráticas”, los pobres invariablemente tienden a ser más vulnerables y a sufrir las peores secuelas. Las epidemias, por lo demás, han sido protagonistas invisibles de la geopolítica y muchos ambiciosos gobernantes o naciones en ascenso vieron frustrados sus afanes y terminaron en el sótano de la historia. El recuento de calamidades de Watts ilustra, sobre todo, que las epidemias implican estados de excepción que anulan los eventuales contrapesos sociales y magnifican el poder de las élites. Así, la templanza o la megalomanía, la virtud o la estulticia, de quienes conducen la crisis resultan determinantes y, con las oscilaciones y transfiguraciones emocionales de unos cuantos, la suerte juega sus dados con los humanos.
Las epidemias, por lo demás, han sido protagonistas invisibles de la geopolítica
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DE PORTADA
25 DE ABRIL 2020
Desde su casa en San Sebastián, Fernando Sa valora el alcance de la cultura en tiempos de la pandemia y la moralina que ha traído con
“No confío en los grande cambios de la humanida VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID ILUSTRACIÓN BOLIGÁN
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ernando Savater (72 años), escritor y “profesor de filosofía, que no filósofo”, como se define él mismo, acaba de volver de comprar el pan, una de las pocas cosas permitidas durante el encierro (tan estricto en España) al que nos ha obligado la pandemia. Es una mañana lluviosa y, por teléfono, Savater atiende una vez más a Laberinto (“¿pero vosotros nunca os cansáis de mí? Pues en el fondo me alegra. Porque así hacéis que me sienta más cerca de México”) para contarnos cómo está pasando estos días y qué reflexiones le ha suscitado la situación por la que atraviesa el planeta. ¿Cómo está? ¿Qué tal lleva el confinamiento? Con resignación. Supongo que como todo el mundo. Estoy en San Sebastián y tengo la suerte de tener una casa bastante amplia, que tiene un pequeño balcón desde el que, a lo lejos, veo la playa y el mar. Algo es algo. Algo así siempre ayuda. Estoy solo, entre varios libros, películas y discos. Estos días estoy leyendo mucho. Sobre todo novelas policiacas, que son las que me gustan. También novelas fantásticas, cuentos… De todo. Siempre he dicho que, si pagaran por leer, a muchos nos iría muy bien económicamente. Es curioso pero ahora echo de menos salir un poco. Ya sabes que, desde hace un tiempo, estoy medio confinado. Paso mucho tiempo aquí en casa. Pero, oye, basta que prohíban salir para que a uno le den ganas de hacerlo. ¿Cómo nos puede ayudar la filosofía a sobrellevar esta situación que padecemos a nivel global?
Mira: en estos momentos, lo que la gente necesita son guantes, mascarillas y, sobre todo, los test que se deberían hacer a toda la población para ver quién está infectado sin saberlo y que no ande contagiando por ahí a los demás. Y la filosofía es cosa de unos cuantos. No creo que sea una prioridad en estos momentos, la verdad. No creo que ahora mismo haya que dedicarse a la filosofía. De momento, lo que hay que hacer es proporcionarle a la gente los medios para que conserve la salud y la vida. Por eso a mí lo que me preocupa es lo mismo que a la mayoría de los ciudadanos: la enfermedad, que no tomo como algo metafísico. Aunque es verdad que hay momentos en que pienso en las personas abandonadas y las que padecen otras enfermedades y, por supuesto, en la crisis económica que habrá después. Porque habrá muchas empresas, restaurantes y tiendas que cerrarán para siempre y que dejarán a muchos sin trabajo. Pero en estos momentos habrá mucha gente pensando en el pasado, en la irrupción de la enfermad y en cómo afrontar el futuro. A ver: supongo que habrá gente que, durante su encierro, se ponga a pensar demasiado. Pero lo no sé. Unos cantan, otros piensan, otros hacen manualidades, otros ven series en forma maratónica. En fin, si uno tiene hábitos o aficiones intelectuales, a lo mejor se ocupa de la filosofía, sí. Pero vamos, que no es obligatorio. Uno puede dedicarse a la literatura, al arte… Lo importante es la cultura. La filosofía es importante en cuanto que es una pequeña parte de la cultura. Las personas que tienen cierta cultura o han estado interesadas en ella a lo largo de su vida tienen muchas más posibilidades de aprovechar este tiempo sin tener que echar de menos tantas otras cosas. La literatura, la poesía, el arte, el cine, la música, son instrumentos para ocupar el tiempo dentro de casa.
¿A qué libros de filosofía nos recomendaría acudir? No me atrevería a recomendar algún filósofo o alguno de sus libros, así en general, porque no sé qué le interesa a cada uno o qué ha leído cada uno. Depende del tema o de la arista de la vida que le apetezca abordar a cada persona. Pero no es obligatorio dedicarse a la filosofía. En absoluto. Ni ahora ni nunca. Lo importante, repito, es la cultura. ¿Qué aprenderemos de la experiencia de estos días? Creo que absolutamente nada. Estaremos encantados cuando esto acabe y simplemente querremos recuperar nuestra vida anterior. Pero pienso que hay algo que sí deberíamos aprender o tomar muy en cuenta: que nos quejábamos mucho en nuestra vida anterior y no sabíamos que, en realidad, éramos personas que gozábamos de cierta estabilidad en todos los ámbitos. En fin, quizá estaría bien que ya no nos quejásemos tanto ni discutiésemos tanto con aquellos que nos rodean y que son parte importante y querida de nuestra vida. ¿Se está poniendo sentimental, señor Savater? Bueno, bueno, bueno… ¿Pero qué dices? ¡Para nada! A mí lo que no me gustaría hacer es lo que últimamente prolifera: algunos que intentan filosofar y lo único que difunden son conclusiones moralizantes. Frases como “hemos vivido equivocados”, “hemos de cambiar nuestra manera de existir”, “la culpa la tienen los abusos del egoísmo o la falta del respeto a la ecología”. Pues, mira, ¡no! Ha habido plagas desde que los seres humanos tienen memoria y habrá muchas más, seguro. Ésta, en concreto, tiene una virulencia brutal, pero también tene-
“La felicidad no es compatible con el presente. O es el pasado o algo que llegará del futuro”
mos muchos más medios para enfrentarnos a ella. Lo que no entiendo es eso de conjeturar como en la Edad Media y pensar que es un castigo divino. No puede ser que ahora a los castigos divinos se les llame castigos de la naturaleza. Me parece insoportable que los moralistas vayan repitiendo cosas como que ahora nos enteramos de lo importante que son los otros. Es como si hubiera habido que esperar los veintiún siglos de nuestra era y una plaga para darnos cuenta de que los otros son importantes. Antes, ante las plagas, se creía en el castigo divino. Se decía que era un castigo porque la sociedad era lujuriosa y caía en los placeres de la carne, y que solo se dedicaba a fornicar y a la usura. Cuando había una plaga se pensaba que luego las personas ya no fornicarían ni serían avaras. La verdad es que los individuos seguían siendo iguales. Y ahora pasará lo mismo. ¡Todos volveremos a ser una panda de individualistas! Total que, por una cosa u otra, nunca alcanzamos la felicidad. Hay que joderse. ¿Sabes? El otro día leía algo muy interesante: que no se sabe si alguien ha sido o no feliz hasta el último momento. Es decir, puedes creer que eres feliz o que alguien es feliz pero nunca puedes estar seguro de la felicidad, ni de la tuya ni de la de otro mientras esté en el mundo de la vulnerabilidad, que es en el que vivimos todos. Decía Aristóteles que, por ejemplo, Príamo, el rey de Troya, parecía absolutamente feliz y era un hombre de avanzada edad. Pero todavía le quedaba la guerra, perder a su familia y perder su reino. Así que como dice el refranero español: “hasta el final, nadie es dichoso”. A lo mejor eres dichoso a partir de la muerte porque ahí te vuelves invulnerable. Los muertos son ya invulnerables porque todo lo tienen en el pasado. La felicidad nunca es una cosa compatible con el presente. O es el pasado o es alguna cosa que
avater e nsigo
es dad”
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DE PORTADA
esperamos que nos llegue en el futuro. Yo por eso prefiero hablar de alegría y no de felicidad, que me parece una palabra demasiado exagerada. Además de los cursis y los moralizantes, también están los que piensan en el miedo y en la muerte. Nadie se pasa la vida pensando en la muerte, y tampoco se debería pensar en la muerte, porque entonces no podríamos vivir. Pero si vas a un hospital, no ahora, cualquier día, y ves el panorama, te das cuenta de que la muerte está siempre. Ahora la vemos con más claridad, como un miedo a algo concreto que nos produce angustia. Estamos con temor a una forma de muerte que se nos aproxima y que puede alcanzar a seres queridos. Pero, en cuanto pase, nos olvidaremos y la meteremos en un cajón. Porque yo no confío mucho en esto de los grandes cambios de la humanidad. La humanidad cambió cuando hubo la peste en Europa, que sirvió a Boccaccio para escribir El Decamerón, y lo que quedó es solo eso. Después se ha vivido más o menos igual. Hay ciertas medidas, aparentemente improvisadas, para intentar frenar la pandemia que probablemente se queden entre nosotros para siempre y entonces la forma de relacionarnos con los demás y con la autoridad será distinta. ¿Ahora tendremos más seguridad pero menos libertad? Espero que esas medidas improvisadas que se han tenido que implementar por el coronavirus no se queden para siempre. Que nuestra libertad de tránsito y de relacionarnos no tenga cambios drásticos. Espero que siga siendo la misma, que volvamos a recuperarla. Hay muchas cosas que nos han impuesto de manera arbitraria y, solo por eso, por su arbitrariedad, deseo que no continúen después. ¡Solo eso nos faltaba! No, no. Espero que cuando se acabe el encierro no salgamos de casa muy atontaos y que no hayamos olvidado todo lo que habíamos conseguido como sociedad en materia de derechos y libertades. La comunicación a distancia y el distanciamiento social en los lugares públicos ya son normas generales y parece que muy aceptadas. ¿Qué va a pasar con la interacción social de toda la vida? Ay, hijo mío: te estás haciendo mayor. Pero esto es así, no te preocupes. De eso va la vida. A ver: quizá para alguien mayor, ¡alguien como yo, eh, como yo!, esté siendo un poco más raro todo esto. Pero sé que los jóvenes están muy acostumbrados a relacionarse a distancia. Por internet, por WhatsApp… y, por cosas así, para ellos esta situación no parece tan irreal. Para ellos esa forma de comunicarse es la realidad misma. Claro, hay cosas que es difícil hacerlas de manera virtual, como hacer el amor, por ejemplo. Pero hoy la comunicación es fundamentalmente a través de internet. Vis a vis se puede conocer en la vida a 100 o 200 personas. Y por internet podemos conocer a miles. No sé si eso sea verdaderamente una ventaja o una desventaja. Pero, bien. oye, por probar, está bie
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LITERATURA
25 DE ABRIL 2020
ENSAYO
Un país llamado infancia Reaparece Jardín de niños en edición facsimilar, con la colaboración gráfica de Vicente Rojo VICENTE QUIRARTE ILUSTRACIÓN VICENTE ROJO
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esde su primer libro de cuentos, El viento distante, de 1963, José Emilio Pacheco viajó a ese país llamado infancia. Los niños protagonistas de las historias aparecen como héroes solitarios que debían enfrentar todas las batallas, superar todos los obstáculos, enfrentar todas las pruebas. La niñez es miserable, pero todo el mal está por delante, subraya el autor la sentencia del académico Denis Donoghue. Así lo comprueba el adolescente que acude a su diario íntimo en el siguiente libro de relatos de José Emilio, El principio del placer. En ambos tuvo la compañía plástica de Vicente Rojo, aunque el artista haya preferido pasar a la lista del anonimato, como es su admirable costumbre. En fecha reciente, el amigo fiel llamado Vicente Rojo publicó, en forma privada, 100 ejemplares fuera de comercio de un hermoso libro titulado El niño José Emilio cumple 80 años. Se trata no de un homenaje forzado, sino de publicar en forma facsimilar los cuadernos en los que el infante José Emilio libró sus primeras batallas escriturales, sus dibujos espontáneos donde el niño representa los efectos inmediatos de lo que lo rodea, sus afectos más próximos. Completan el libro una fotografía del niño José Emilio, reproducciones de escrituras autógrafas y un certificado escolar, así como los cuentos iniciales del autor. El impacto de la guerra es visible en estos dibujos, en el cuento “Tarde de agosto” y en la novela Las batallas en el desierto, donde el niño es el héroe anónimo que es todos los combatientes: “y te sentiste el héroe, los héroes de la pasada guerra, los vencedores o los caídos de Tobruk, Narvik, Dunkerque, las Ardenas, Iwo Yima, Midway, Montecassino, El Alamen, Varsovia. Te sentiste en el Afrika Korps o en la caballería polaca, en las cargas suicidas contra los tanques alemanes. Te sentiste Montgomery, Von Rundstedt. Te sentiste el soldado capaz de toda acción guerrera, porque sabe que una mujer va a celebrar su hazaña y el enemigo va a perder, a ceder, a morir”. La expresión “Jardín de niños” significa que existe una frase para designar esa etapa del aprendizaje en que el niño se relaciona con sus semejantes en un huerto cerrado donde nada puede suceder. Pero afuera está el enemigo latente. Dentro de cada uno, el gusano conquistador que nos habrá de devorar una vez que el tiempo se encargue de decirnos que existe.
Portada del libro publicado con el sello de El Colegio Nacional.
En el prólogo a la primera edición de Tarde o temprano, Pacheco había dejado claro que toda su vida iba a continuar corrigiendo. Es decir, que no había una edición definitiva. “Jardín de niños” es la última sección del libro Desde entonces, que incluye poemas de 1975 a 1978, año este último en que aparece la edición de Jardín de niños, donde Vicente Rojo nunca deja de jugar el más serio de los juegos. Gracias al empeño de Vicente Rojo y a los esfuerzos del equipo editorial de El Colegio Nacional, encabezado por Alejando Cruz Atienza, ahora tenemos una edición facsimilar más accesible que la original. En 1980 apareció en las páginas de unomásuno la primera edición de Las batallas en el desierto, con ilustraciones de Vicente Rojo. Allí puede leerse la nota: “Quisimos honrarlo y él honra
Ninguna gran poesía es optimista. Su misión es recordarnos la condición del mundo
a Sábado con su primer cuento escrito en los últimos años”. Treinta años más tarde apareció la edición conmemorativa, con fotografías de Nacho López. Hoy leemos Las batallas en el desierto no como un cuento, sino como una novela. Sus poderosas 68 páginas hacen la odisea de un niño que se enfrenta a la dolorosa experiencia de crecer con sus principios íntegros y con su amor intacto en medio de un mundo donde prevalece el odio. “Jardín de niños” no es un poema optimista. Ninguna gran poesía lo es. Su misión es recordarnos la verdadera condición del mundo, desde que el ser es pura materia informe hasta que llega al fin de su aventura terrestre. Sin embargo, hay en las palabras de José Emilio sitio para la esperanza. Todo ángel es terrible, dijo Rilke. Y José Emilo hace eco a sus palabras: No eres un ángel sino algo más humano y terrible. Por ser humano estás sujeto a tu grandeza y tragedia.
No quiero terminar con patetismo estas palabras, aunque su mensaje sea claro y contundente. José Emlio nos dotó de hermosas, brillantes herramientas para enfrentar con entereza, aplomo y entusiasmo la aventura que nos corresponde. Mejor acudo a estos otros conceptos, que inspiraron el título de una de sus selecciones de poemas, Los días que no se nombran, y que se entregó de forma gratuita El Día Nacional del Libro de 2011: El niño tiene la intuición de que no es preciso formar una secta aparte o sentirse superior a los otros para hacer poesía. La poesía se halla en la lengua, en su naturaleza misma está inscrita. Y sus primeras frases son poéticas siempre. Como un poeta azteca o chino, el niño de dos años se interroga y pregunta: —¿Adonde van los días que pasan?
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EN LIBRERÍAS
25 DE ABRIL 2020
NARRATIVA De la vida de las ranas
El último dragón y otros cuentos
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POESÍA EN SEGUNDOS Victoria sueña
El cementerio marino: 100 años VÍCTOR MANUEL MENDIOLA rmendiola54@yahoo.com.mx
C María Baranda Ediciones El Naranjo México, 2019 40 páginas
Edith Nesbit Nórdica España, 2020 144 páginas
Timothée de Fombelle Nórdica España, 2020 104 páginas
Poeta, narradora y traductora, María Baranda tiene además una larga experiencia en el universo de los libros para niños. Este, el más reciente, vuelve al cuento tradicional en el que una joven hermosa besa a un sapo que termina convirtiéndose en un príncipe. Un abismo separa a la historia original de este nuevo acercamiento: Mariana, la protagonista, es más que consciente de la perspectiva de género, los derechos de las mujeres y sus luchas ideológicas. Los dibujos son de Israel Barrón.
No muchos saben que Edith Nesbit inspiró a escritores tan irreconciliables como C. S. Lewis, Diana Wynne Jones y, claro que sí, J. K. Rowling. Los cinco cuentos reunidos en este volumen ofrecen imágenes contrarias a la opinión común. Para empezar, los dragones no andan por ahí asustando y devorando a los seres humanos ni las princesas pasan el tiempo esperando al príncipe que ha de liberarlas. Las ilustraciones de Rocío Martínez refuerzan la atmósfera clásica.
En 2018, esta fantasía para niños entre 9 y 12 años obtuvo el Premio al Mejor Libro que otorga la revista Andersen; una “abrumadora e intensa historia, capaz de jugar con la aventura y el misterio mientras habla de crecimiento y relaciones, dentro y fuera de la familia”. Victoria, una soñadora empedernida, se sirve de los libros para vivir un sinfín de experiencias: viajar a Venecia, ser gladiadora en el Coliseo de Roma, aprender las artes de indios y samuráis.
Yoga para niños
Kibombo irrumpe en Ciudad Capital
Vampirina hace amigos
Leila Kadri, Elsa Mroziewicz Koan México, 2019 64 páginas
Monique Zepeda Ediciones El Naranjo México, 2019 136 páginas
Disney Altea México, 2019 96 páginas
Podría pensarse que el yoga es un asunto de mentes y cuerpos adultos o de regreso después de haber cometido algunas travesuras. Podríamos pensarlo y fallaríamos el diagnóstico. El yoga es para cualquier edad, como demuestra esta divertida introducción. En los niños aumenta la capacidad de concentración, la autoconfianza y el sano desarrollo de la personalidad. Los autores invitan a practicar catorce posturas mediante ilustraciones coloridas bien explicadas.
Además de ser vecinos, Valentina y Leonardo son muy buenos amigos. Como en las antiguas tradiciones celtas, un día encuentran una puerta que sirve de invitación a una gran aventura que conduce hacia el estrafalario Kibombo. Con su ayuda, descubrirán el poder esclarecedor de las preguntas y sortearán las dificultades a las que se enfrentan a diario, como el acoso escolar o la inquietud que produce no entender por qué los padres discuten o se ausentan.
Destinado para niños que ya pueden leer sin guía ni ayuda, y con frases que destacan sobradamente en cada página, este volumen cuenta las andanzas de la pequeña Vampirina, quien tiene un enorme parecido con la Merlina de la Familia Addams. Se enfrenta a su primer día de colegio y, como todos los recién llegados, está más que ansiosa por afrontar esta reveladora experiencia. No sin padecer algunos contratiempos, muy pronto hace nuevos amigos.
omo muchas otras cosas esenciales de la literatura mexicana moderna, la aproximación crítica de Xavier Villaurrutia a Paul Valéry animó el entendimiento, a lo largo del siglo XX, de El cementerio marino (1920) y de esa forma de creación que no hemos dejado de llamar —quizá de un modo fácil, sin tener en cuenta sus implicaciones precisas— poesía pura. El autor del “Nocturno de la estatua”, siguiendo al propio Valéry, nos mostró que la razón por la que éste era un clásico en vida provenía de un ejercicio de la escritura solo comparable al acto quirúrgico; un ejercicio que demanda la más alta audacia pero también la más alta precisión. Acaso no es menos significativo advertir que esta forma de práctica extrema y absolutamente moderna ocurría a contrapelo de la experiencia dominante de las vanguardias históricas —exploración de lo “instantáneo, prevalencia de la prosa”—. Además, este rigor quirúrgico —un salto del simbolismo a las experiencias radicales del siglo XX— desarrollaba el potencial latente de “El soneto en IX” de Stéphane Mallarmé, al llevar la fuerza sintética del poema corto al poema extenso. En la época convulsa pero insigne de las revistas Contemporáneos, Taller y Horizonte, un joven poeta, Alfonso Gutiérrez Hermosillo, tradujo por primera vez en México El cementerio marino (se publicó de manera póstuma en 1945 en Occidente). Octavio Paz, que conoció desde muy joven al escritor galo, no escribió un ensayo sobre él, tal vez por su fascinación en torno a la estética contraria: el surrealismo. Sin embargo, al comentar a Jorge Guillén, señaló otro de los rasgos de la originalidad de Valéry: “un gran escritor dotado de dos cualidades que en otros parecen opuestas: el rigor intelectual y la sensualidad”. Paz no se detuvo de manera especial en Valéry, pero alentó, en las publicaciones que él dirigía, el entusiasmo y las meditaciones notables de Salvador Elizondo en torno a Mallarmé y Valéry. El autor de Farabeuf demostró que, como toda la gran literatura del siglo XX, la obra de Valéry “estaba dedicada al minucioso estudio de sí mismo” y que esta búsqueda era un método. Así, Elizondo, desde la revista Vuelta y desde su programa radiofónico, se convirtió en el gran impulsor, no solo de la lectura de la obra de Valéry, sino de la comprensión profunda de sus implicaciones estéticas. Elizondo, tan consciente del poder de la innovación, insistió obsesivamente en no perder el rigor y el carácter insoslayable de la forma. Después, Alfonso Rubio publicó en 1974, gracias a Marco Antonio Montes de Oca, una segunda versión mexicana de El cementerio marino; Bernardo Ruiz, otra en 2004; y Alicia Reyes otra más en 2017. En 2014 apareció la versión de Julio Moguel que, aunque no respeta la forma, ofrece comparaciones muy interesantes. No obstante que la reflexión sobre Valéry ha venido a menos, quizá El cementerio marino nos haga reflexionar, en este periodo de feísmo y vulgaridad, sobre el rigor difícil y radiante de la pureza, sin la cual no es posible pensar ni crear.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
25 DE ABRIL 2020
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TOSCANADAS
ace mucho que predico en el desierto que la gente debería deshacerse de su televisión; pero en esta época es tanto como si en la Edad Media pidiese darle la espalda a Dios. En las viviendas contemporáneas los aparatos televisivos ocupan un lugar de privilegio parecido a un altar. La arquitectura moderna diseña los espacios para que las enormes pantallas de los televisores puedan verse simultáneamente por miembros de la familia en ese ámbito compartido de cocina, sala y comedor; entonces hay que subir el volumen para que todos la escuchen y no exista posibilidad de conversación. Por si fuera poco, el endemoniado aparato también se apropia de cafés, bares y restaurantes. En España, cuando el gobierno aún no tenía ninguna propuesta económica para la crisis del virus made in China, ya había decidido otorgarle un apoyo de quince millones de euros a la
Telebasura DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
TELEVISIÓN PRIVADA
Quince millones de euros recibió del gobierno español ante la crisis sanitaria.
televisión privada porque a los pobrecitos se les habían caído los ingresos. Eso sin contar que, con dinero de los españoles, el propio Estado regentea varios canales de telebasura. Mientras tanto, no ha tenido interés el gobierno ibérico en dar respuesta a la comunidad cultural. Su desprecio por la cultura se nota desde que ésta la regentea el Ministerio de Cultura y Deportes. Y me extraña que los artistas e intelectuales de España no hayan pedido una administración separada para dos actividades tan disímbolas e incluso antagonistas; máxime cuando en esta relación suele perder la cultura. Son muy conocidos los casos en que el ministro de marras deja plantados a un museo, una feria de libro o un festival de arte porque se fue a ver un torneo de tenis o un partido de futbol. En México también hay una gran tradición de cercanía entre el Estado y las televisoras. Ustedes que ven tele lo
sabrán mejor que yo. Entre menos vocación democrática tenga un gobierno, más cercana será esa relación. De vez en cuando se dará alguna polémica con respecto a un noticiero, pero esa es apenas la punta de la miasma televisiva. Lo que apesta es su omnipresencia, la dictadura de la pantalla, el discurso frívolo de tanto programa de variedades, el bombardeo mataneuronas, la sucesión de imágenes que vuelve pasivo al espectador, el chisme como máxima expresión filosófica, y, por si fuera poco, las telenovelas que ahora se llaman series y han atrapado incluso a los intelectuales con la fantasía de que eso no es televisión. Uta, ahí sí perdimos la batalla. Y se nota. La novísima generación de escritores viene muy televisada, infantilizada, fantasiosa, superficial, con lenguaje pobre, comercializada; sin ganas de ser una alternativa a la pantalla, más bien con un ferviente deseo de confundirse con ella.
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BICHOS Y PARIENTES
Por falta de una metáfora
M
e quedo con una imagen de azoro: toda esta debacle petrolera, ¿no será por falta de una metáfora? Algo no hemos entendido. Pero intento por vía de la historia… Por ejemplo, la primera vez que se habló de filogenética fue en la filología de los hermanos Grimm. Ellos sabían que los cuentos populares eran descendientes de un mismo tronco lingüístico que unía a casi todas las lenguas europeas. Después, el concepto de filogenia fue adoptado por otra disciplina, ya no lingüística, sino bioquímica. Sabemos de su importancia capital en las ciencias naturales, incluso aunque su método haya sido la adopción de una metáfora proveniente de otra disciplina. No tiene nada de raro copiar metáforas o procedimientos y aplicarlos en otro campo, completamente distinto, donde hallen vida nueva y mayor rango de influencia. Thomas Hobbes dijo más de una vez que su método de investigación para la moral y la política era herencia del Método de Euclides. Las traducciones de la geometría fueron pieza de toque para la filosofía racionalista. La obsesión por partir de axiomas (afirmaciones evidentemente verdaderas, pero indemostrables) y demostrar argumentos sin recurrir a la autoridad fue como soltar amarras. La Ética demostrada según el orden geométrico, de Baruj Spinoza; el Método de Descartes; y varias Meditaciones de Pascal también son herederos de la geometría. Y desde allá se venía cociendo la Declaración de Independencia de Estados Unidos, que comienza imitando el Método: “Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas…”. Stephen Jay Gould escribió un hermoso ensayo, “Por falta de una metáfora”
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA PINTEREST
(La sonrisa del flamenco, Crítica, 1995), en que rescata del olvido científico un libro de Maupertuis, la Vénus Physique (1745), para reconocerlo como precursor del pensamiento evolucionista y lo coloca de nuevo entre los grandes precursores. Maupertuis llamaba “gravitacional” (otra metáfora prestada) a su teoría física y entendió que la naturaleza no fabrica disparates. Dedujo que hasta los monstruos obedecían a una
Demostrar argumentos sin recurrir a la autoridad fue como soltar amarras
“fuerza gravitatoria” y que los miembros súpernumerarios —como un tercer pezón o un sexto dedo— “siempre se formaban en el lugar correcto”. Y se obsesionó con la herencia. Tenía a la mano microscopios. Sabía que el semen se componía de millones de “animales espermáticos” y supuso que dentro de cada animal espermático tenía que haber otro animal espermático, y otro y… que todas las generaciones humanas tendrían que estar contenidas en un primer animal, como muñecas rusas. Él mismo supo que se había metido en un callejón sin salida. No pudo salir, dice Gould, porque carecía de una metáfora: lo que se transmite no es un cuerpo sino una información. La ciencia echó a Maupertuis al bote de basura. Gould
Torre petrolera de perforación en el Golfo de México.
lo rescata para mostrar la importancia de renovar métodos y metáforas. Igual, Acción y Reacción (FCE, 2001) de Jean Starobinski, de formación científica, es una obra maestra en el arte de historiar el pensamiento. Comienza con las nociones que D’Alembert y Diderot, los naturalistas y enciclopedistas franceses, podían concebir acerca de estas dos nociones tomadas de la física y la química: ¿qué significa una acción en el mundo físico, en la materia, la química; qué es una reacción, por qué siempre van juntas; son simultáneas o una causa a la otra? La acuciosidad de Starobinski nos lleva de la materialidad científica a los usos políticos que hoy asociamos con esas nociones, completamente transterradas de su patria mental originaria. En el trayecto surgen conceptos afines, también trasladables: explosión, vacío, poder. Todo ello bajo un esquema que se repite desde la generación de energía, pasa a la economía capitalista, a las formas de administración pública y privada, y a la forma de pensar los gobiernos, los Estados y las sociedades. El esquema de acumular y luego distribuir —así como funciona la explosión en un motor— es como los Estados generan, acumulan y distribuyen la energía eléctrica, o como el capitalismo concibe la circulación de los bienes y la riqueza. ¿No es empecinamiento concebir mundo, energía y economía desde aquella mentalidad de acumular y distribuir, que ya quedó desvencijada? ¿No es hora de pensar en otras formas de energía? De entrada, cada casa, departamento y oficina puede ser productor de su propia energía eléctrica; los autos, prácticamente están al borde de olvidar los motores de combustión. Y queda pendiente la ciencia de los materiales.
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