Laberinto No.884 (23/05/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO RESEÑA

BICHOS Y PARIENTES

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR MORENO

JULIO HUBARD

Fanny del Río convoca a diez filósofas mexicanas

Kipling: imperio y burocracia Foto: Carlos Vargas

SÁBADO 23 DE MAYO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 884

¿Un futuro inhóspito para el arte y la cultura? José Ángel Leyva/ ILUSTRACIÓN: BOLIGÁN

Foto: Pinterest


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ANTESALA

23 DE MAYO 2020

EN EL BANQUILLO

Filología prestada

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TEDI LÓPEZ MILLS

ro: antes; oimê: canción. Proemio: antes de la canción. En su libro Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya, Daniel Mendelsohn explica que “oimê tiene un origen sugerente. Proviene de una palabra más vieja, oimos, que significa sendero o camino”. El proemio sería entonces el camino de la canción; también su movimiento hacia adelante, pues oimos se vincula con oima: ímpetu, impulso. La etimología puede ser revelación o fósil. En ambos casos se aclara una estructura, un orden cronológico, no necesariamente un contenido. Nostos significa regreso a casa; algos, dolor: nostalgia. El plural, “nostoi, fue, de hecho, el título de una epopeya perdida acerca del regreso de los reyes y caudillos griegos que lucharon en la guerra de Troya”. Sêma es signo, señal, pero también tumba. No hay conciencia sin problemas de conciencia. “La antigüedad existe para nosotros, no así nosotros para la antigüedad,” escribe Joseph Brodsky. El padre de Mendelsohn declara que a él no lo intimida Homero; Odiseo no es un héroe: siempre lo ayudan los dioses, sobre todo Atenea. “Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que… anduvo peregrinando larguísimo tiempo, vio las poblaciones y conoció las costumbres de muchos hombres y padeció en su ánimo gran número de trabajos en su navegación por el Ponto”. Hermes le ordena a Calipso que suelte a Odiseo para que el héroe emprenda el regreso a su patria. “Naves rapidísimas, como el ala de los pájaros y el pensamiento”. Los remos hieren el espumoso mar. Se llama Alcínoo el rey de los feacios que le dice a Odiseo: “lo mejor es siempre lo más justo”. Se llama Ea la isla de Circe. Se llama moly la droga que Hermes le da a Odiseo a fin de que se enfrente a Circe. Se llama Tiresias el único muerto a quien “dióle Perséfone inteligencia y saber; pues los demás revolotean como sombras”. Se llama Anticlea la madre de Odiseo. Se llama Elpénor el primer fantasma con el que habla Odiseo en el Hades. Murió borracho en la mansión de Circe y sin entierro. Se llama Trinacria la isla de Helios donde pacen las hermosas vacas cuyos huesos se siguen moviendo dentro de sus cadáveres luego de que las matan Euríloco y sus compañeros mientras descansa Odiseo. Hay negro vino, rojo vino y vino de miel. Se llama Ogigia la isla de Calipso. “El rasgo más definitivo de la antigüedad es nuestra ausencia”, escribe Brodsky. Los feacios dejan a Odiseo dormido en la playa de Ítaca; Poseidón los castiga y transforma el bajel en peñasco. Desconoce su isla Odiseo cuando despierta porque Atenea lo envuelve en una nube. “Los dioses no se hacen visibles para todos”. Se llama Argos el perro de Odiseo; “todo lleno de garrapatas”, identifica a su amo, alza las orejas, menea la cola y muere. Telémaco estornuda en la página 327 de mi Odisea. Penélope se ríe. Entiende que morirán los Pretendientes y pide que le traigan al forastero. Es Odiseo disfrazado de mendigo. Cunde el ansia de banderazos. Lo que aprendo nunca se convierte en lo que sé.

Hermes le ordena a Calipso que suelte a Odiseo para que el héroe emprenda el regreso a su patria

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Lazzaro feliz. Dirección: Alice Rohrwacher. Italia, 2018. Puede verse a través de Netflix.

HOMBRE DE CELULOIDE

Macondo mediterráneo

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA TEMPESTA

n muchos sentidos, la de Lazzaro Felice es la historia de los explotados del mundo que, ya se dijo, heredarán la Tierra. La directora italiana Alice Rohrwacher ha conseguido crear un personaje entrañable con un tema en apariencia pesado: la santidad. Pero no, no hay en esta película nada pesado. Al contrario. Lazzaro feliz muestra por qué esta joven directora ganó el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 2014 con otra película liviana y espiritual: Le meraviglie. Muchas cosas hay que destacar en Lazzaro feliz. La más notoria es, sin embargo, el actor que interpreta a Lazzaro. Rohrwacher encontró a Adriano Tardiolo trabajando en un despacho contable. Cuando ella le propuso contratarlo, él dijo: “lo voy a pensar”. Pero ella lo necesitaba de inmediato así que insistió. Afortunadamente. Tardiolo no tenía experiencia como actor y, sin embargo, ofrece los registros necesarios para dar sabor a este hombre que ama como los antiguos santos de la Toscana: con simplicidad. Inviolata, el pueblo de Lazzaro, ha sido secuestrado por una mujer a quien llaman Serpiente. La marquesa de Luna dice fumando desde lo alto de su torre: “así es el mundo, yo exploto a estos y ellos explotan a ese pobre diablo”.

Lazzaro parece salido de una hagiografía medieval. Y tiene, como los cuentos de aquel tiempo, un sentido del humor muy propio de la sangre italiana de la directora con una gota de la profundidad en el pensamiento de su parte alemana. De ella, de la parte alemana, se desprende el que parece ser el fondo del asunto, la parábola del amo y el esclavo de Hegel. El amo es el joven marqués que se hace servir por Lazzaro quien, como anuncia Hegel, es el único libre y, claro, feliz. La historia, sin embargo, no cae en el panfleto ni promueve (como tampoco hizo Hegel) la emancipación de los oprimidos del mundo. Cuenta más bien su historia en el transcurrir de la Historia. Así, la película no solo muestra la explotación de los campesinos por parte de un sistema feudal; narra también en forma sutil el cruce del Mar Rojo, la esperanza de la resurrección de la carne (por algo el personaje se llama Lazzaro) y el horror que representa, en el imaginario de

Tardiolo no tenía experiencia como actor y, sin embargo, ofrece los registros necesarios

Rohrwacher, el auténtico lobo del hombre: los bancos. Formalmente, vale la pena destacar el uso del sonido. La directora juega con la sonoridad en forma muy llamativa; con el ulular del viento, el aullido de los lobos y los niños que van y vienen por los trigales murmurando, “Lazzaro, Lazzaro”. Se burlan de su bondad que es como la del Parsifal de Wagner, el inocente del pueblo y el único, claro, que puede salvarnos a todos (en este sentido, el final resulta inquietante). Como toda gran película, Lazzaro feliz tiene muchas influencias. La más notoria es probablemente la de Emir Kusturica quien, en su película Underground, también consiguió deleitarnos con la historia de Europa en tono de fábula. Aquí están también los grandes del cine de Italia: Pasolini y sus preocupaciones religiosas identificadas con la justicia social, y Fellini y ese realismo mágico que tan bien supo traducir Gabriel García Márquez. En el momento más emotivo de la película la narradora (una muchacha que lo sabe todo sobre los santos) revela el auténtico secreto del muchacho: “tiene olor a santidad”. Es por ese olor y este tema que la película tiene el encanto de otro santo ficticio: el stárets Zósimo de Los hermanos Karamazov.

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ANTESALA

23 DE MAYO 2020

ESCOLIOS

POESÍA

Precipitaciones ÁNGEL VARGAS

Cada año me digo que compraré un paraguas. Que este sí. Pero no aprendo. Me instalo bajo el alero de las casas e imagino cómo el mundo doméstico se cierra en una escena íntima y aguardo a que el agua adelgace su presencia en el afuera de las cosas o quién sabe, tal vez sea optimismo que detenido en la puerta y sin tocar desea que alguien abra y lo invite a pasar. Este poema pertenece a un libro editado a finales del año pasado en Quebec, en edición bilingüe.

EX LIBRIS

Caímos del tigre/ EKO

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La huella de Caín ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

xiste una propensión cursi e irresponsable a idealizar la familia (especialmente la mexicana) como un remanso de calidez y solidaridad. Sin embargo, es ampliamente sabido que la familia, a la que Shulamith Firestone definía como una asociación delictuosa, también tiende a ser, en muchas circunstancias, un espacio detonador y reproductor de los peores vicios sociales. En efecto, la violencia, el abuso o la rapiña emergen, más frecuentemente de lo que se piensa, del núcleo íntimo, por lo que los enfrentamientos más virulentos se llevan a cabo entre miembros de un mismo clan, de un mismo partido o de una misma secta. La raíz de la violencia, desde Caín y Abel, pasando por la tragedia griega o Shakespeare, descansa inquietantemente en el fratricidio, sazonado por parricidios, uno que otro matricidio y numerosas traiciones conyugales y consanguíneas. El libro del ensayista norteamericano Russell Jacoby, Bloodlust. On the Roots of Violence from Cain and Abel to the Present, es un revelador e incómodo recuento de esta dialéctica filial de la violencia. Se trata de una exploración alucinante del otro lado de la violencia, que es esa querella doméstica, esa rivalidad y pasión familiar, que tan fácilmente se convierte en enfrentamiento y odio colectivo. Frente a la extendida noción de que la violencia se origina en la falta de comprensión del extraño, para Jacoby las más desaforadas batallas se perpetran entre parientes, conocidos y vecinos, al calor de rencores largamente añejados en la cercana convivencia. Para ilustrar su argumento, Jacoby alude a una lista de enfrentamientos intestinos o guerras civiles: la ofensiva mortífera de la Iglesia contra los cátaros, a quienes el Papa Inocencio III llama “hombres pestíferos”; las guerras de religión que durante décadas dividen barrios y familias en Francia y alcanzan su máxima cuota de sangre con la masacre de San Bartolomé; las derivas de terror de la Revolución francesa cuando la fraternidad se convierte en fratricidio; la Guerra Civil americana que produce más mortandad que cualquier otra batalla que haya emprendido Estados Unidos, o, incluso, la Primera Guerra Mundial, que tiene mucho de fratricida no solo por las afinidades culturales entre los países adversarios, sino por los intrincados lazos de parentesco entre la realeza europea de la época. Siguiendo a René Girard, Jacoby sugiere que la familiaridad y semejanza, cuyo más alto grado representan los gemelos, no es sinónimo de armonía, sino que, al contrario, da origen a un deseo mimético que induce muchas de las más cruentas rivalidades míticas, literarias e históricas. En este sentido, la creciente homogeneidad de aspiraciones del mundo moderno tiene un doble filo, pues, por un lado, una noción de universalidad requiere de valores compartidos pero, por el otro, una uniformidad total de las pretensiones y apetencias puede generar una inmensa familia planetaria de hermanos celosos, disputando los mismos bienes y el mismo trono.

La violencia, el abuso, emergen, más frecuentemente de lo que se piensa, del núcleo íntimo

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DE PORTADA

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Escritores, concertistas, teatreros, editores, miran el futuro con desconfianza. ¿Qué será de los rituales colectivos, del creador abrigado por su público?

Pandemia, arte y cultura

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JOSÉ ÁNGEL LEYVA* FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK

n México vivimos la fase 3, con la curva ascendente de contagios y defunciones por el coronavirus, y una guerra de cifras y de informaciones antagónicas en el plano nacional e internacional. Amigos de diversos países preguntan cómo vivimos la catástrofe sanitaria, el colapso hospitalario. Me parece ver la sonrisa de Daniel Sada agitando su novela: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe. Pero la preocupación a estas alturas son los cambios para bien —o para mal— que traerá consigo la pandemia. El ya desaparecido Zigmunt Bauman parece haber previsto esta crisis cuando en su Miedo líquido insiste sobre la irrefutable globalización, pero de carácter negativo, pues se basa en la concentración de la riqueza y el bienestar en unos cuantos países, mientras la pobreza campea en el resto del mundo. Para unos significa perder la primavera, el robo de un abril, como expresa la canción de Joaquín Sabina, para otros es la fuente de trabajo, el pan de cada día; para unos son vacaciones, retiro espiritual, oportunidad de trabajo creativo, para otros el riesgo de perder empresas, empleos, ingresos, bienes, salud, la vida misma.

Cuando Madeline Millán, escritora puertorriqueña radicada en Nueva York, se contagió con el covid-19 comenzaban las escenas de muertes y cadáveres por centenas en su ciudad. El golpe de miedo fue semejante a la experiencia del 11 de septiembre. Su marido llegó corriendo a casa y le dijo: “Ha comenzado la guerra”. La sofocó la noticia, pero no la paralizó, sin pensarlo salió corriendo hacia la escuela primaria donde estudiaba su hija, cerca de las Torres Gemelas abatidas. Madeline evoca ese acontecimiento porque desde 2001 no cesa de pensar en el miedo y en la cobardía. Por ello, cuando el 16 de marzo se le presentaron los primeros síntomas de coronavirus, su reacción inmediata fue no dejarse atrapar por el pánico y decidió ocultar su situación para no alarmar a su hija (que vive aparte). La State University of New York, donde labora, se encuentra en los suburbios de la urbe, en Manhattan, y fue de las últimas en cerrar. “Cómo siempre, donde hay negros e hispanos el interés disminuye, incluso en Nueva York”, afirma. El sistema hospitalario no se daba abasto. Decidió autoatenderse. Más tarde supo que su hija y su novio habían contraído la infección. “Cuando el miedo te envuelve, te destruye, no te deja pensar. Yo tomé mis decisiones. La

cobardía puede convertirse en prudencia y reflexión, luego en fuerza para enfrentar las consecuencias. Y aquí sigo, pensando que esta pandemia nos enseña que la verdad es dominio de los poderosos y se la venden distorsionada a los Nadie”. Sincronicidades le llaman algunos, pues Carlos López Beltrán, biólogo, literato y filósofo de la ciencia, fue también víctima del covid-19. Atendió las indicaciones del “quédate en tu casa” desde el 23 de marzo, solo, en un pequeño departamento. Días después tenía signos claros de infección, sospecha que adquirió el virus durante una compra de víveres. Llamó a los teléfonos de emergencia sanitaria y recibió atención inmediata, lo orientaron sobre el manejo de la enfermedad y le dieron seguimiento a su caso, y, como Madeline, hizo frente a sus malestares en aislamiento absoluto. Aunque sentía el cuerpo maltrecho y la cabeza adolorida y embotada, seguía a pie juntillas las órdenes médicas. Hizo pública su situación y rebatió descalificaciones al sistema sanitario. Recibió muestras de solidaridad de gente que le llevaba comida, que se ofrecía para lavarle la ropa, conseguirle

¿Qué sucederá con la interpretación de obras para orquestas de más de cien músicos?

medicamentos. Muchos también lo dieron por muerto en las redes sociales. “Es curioso, estuve también en Nueva York el 11 de septiembre, viví esa experiencia de dolor y pánico. Sentí también ahora, con el coronavirus, el temor, pero sobre todo la necesidad de recuperar la conciencia de lo que estaba pasando en mi cuerpo y de ser, por mi edad (62 años), un sujeto de mayor riesgo. Como biólogo, sé de los virus, entiendo su estructura y sus funciones. Son parte de la naturaleza, es un material genético del mismo proceso de vida en el planeta. Es momento de hacernos muchas preguntas sobre el porvenir de la ciencia y la cultura, sobre todo cuando vivimos para contarla”. Paola Stefani, antropóloga, productora de cine, afirma que vive este confinamiento como cuando tenía siete años de edad y sus padres vivían en la clandestinidad en Argentina y a ella y a su hermana Marcela las mandaron a vivir, a cada una, con sus respectivas abuelas paterna y materna. Vivían en la misma ciudad pero no podían verse. Luego vino el exilio y su llegada a México. “La realidad cambió y tuvimos que reinventarnos. Sé que después del horror nos juntaremos y abrazaremos todos. Y sí, habrá que reinventarnos en las nuevas condiciones impuestas por la pandemia”.


Otros horizontes

Jorge Arturo Vargas, director artístico del grupo Línea Teatro de Sombra, expresa con pesimismo que le toca ser testigo de una metáfora cruel: la muerte del teatro en México. No de todo el teatro, no del comercial o de entretenimiento, sino del de búsqueda, del que apuesta por la inteligencia del espectador. Recuerda la frase del personaje central de su obra Baños Roma, el exboxeador José Ángel Mantequilla Nápoles, cuando decide quedarse a vivir en la vorágine sangrienta de Ciudad Juárez: “Yo ya estoy muerto”. La cultura teatral vive en agonía desde hace años y ahora, con un desinterés institucional claro hacia el trabajo creativo, hacia todo lo que tenga un perfil intelectual, es inevitable que el teatro retorne a las catacumbas. El coronavirus se suma a la imposición de una distancia con el teatro. El también actor, dramaturgo y director escénico, teme el fin de cientos o miles de proyectos culturales autogestivos e independientes. Pero recapitula, “pensar la muerte del teatro es volver a imaginar la pulsión que lo mantiene vivo, aun en las catacumbas. No puede declararse muerto a quien aún pelea”. Enrique Arturo Diemecke, director de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y director artístico del Teatro Colón, se pregunta con preocupación: ¿cómo va a ser el futuro inmediato de la música, particularmente

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de la música de salas de concierto? ¿El público deberá ocupar asientos de manera alterna? ¿Solo habrá posibilidades para grupos pequeños o de cámara, qué sucederá con la interpretación de obras que demandan orquestas de más de cien músicos? Diemecke ve un panorama complejo para un tipo de música que no tiene como propósito central el entretenimiento, que debe hacer grandes esfuerzos para formar públicos y músicos, para ser parte de una educación y de una sensibilidad ciudadana. “Yo, que vivo viajando, ¿cómo será mi nueva realidad en los aviones y en las fronteras?”, se pregunta. Marta Eloy Cichocka vive en un pequeño departamento en Cracovia, habla casi a la perfección el español, pero afirma que domina más el francés y el inglés. Trabaja todo el día en Zoom con sus alumnos universitarios y debe atender a sus dos hijos pequeños. Su esposo, el gran contrabajista Marcin Oles, debe ensayar cuando menos seis horas diarias. Ya se anuncian acciones de desconfinamiento porque el calor de mayo hace imposible resistir el encierro. Pero Marcin no tiene empleo. El gobierno polaco ha creado un programa de apoyo a los artistas, que incluye un modesto estipendio y atención médica, pero, augura Marta, el panorama inmediato para las artes, particularmente para los músicos, es oscuro.

Ada Castells, periodista y narradora catalana, ve con mayor optimismo ese horizonte, dice que en su edificio, donde nadie intercambiaba saludos ahora todos saben que ella escribe, están enterados que su novela más reciente, Madre, quedó detenida en librerías y bodegas. No vive de sus libros sino de su trabajo periodístico, y no vive mal, pero una vecina le dejó un sobre en la puerta de su departamento con unas líneas y unos euros. Para unos podría ser una ofensa, a ella el detalle le arrancó lágrimas y le produjo un nudo en la garganta: “los necesitamos, escritores, sus historias nos son indispensables, por favor, vivan”. Algo semejante dice el poeta Eduard Sanauja, quien con otros colegas le compraron paquetes completos al también catalán Joan de la Vega, quien sostiene La Garúa, uno de los pocos proyectos editoriales de poesía que siguen dando la batalla, aunque el editor no es muy optimista sobre su futuro inmediato.

Información y desinformación

En Argentina hay una lucha política sin cuartel, la oposición culpa a la actual administración de manejar mal la pandemia y de imponer medidas autoritarias de confinamiento. Jorge Boccanera, periodista y poeta, quien vivió su exilio en México, cree que el gobierno ha actuado con responsabilidad, pero “se promueve desde la oposición un periodismo que taladra

la subjetividad, ante otro que busca crear conciencia. El rechazo a los inmigrantes y a los pobres será la consecuencia de esta crisis y de una información sesgada, se les culpará de ser los factores de riesgo del contagio”. Luis García Montero, poeta y director general del Instituto Cervantes, echa mano de la lectura de Benito Pérez Galdós: Un faccioso más y unos frailes menos. El asunto del libro parte de un bulo, una noticia falsa que se da por verdadera. Alguien culpa a los frailes de envenenar los pozos de agua y causar la epidemia que atormenta a Madrid. La trama culmina con una masacre de religiosos. Galdós, no obstante su anticlericalismo, alerta sobre la manipulación de las masas. “Envidio a las democracias maduras donde sin renunciar a las ideas e intereses políticos se antepone el bien común —expresa Luis García Montero—, donde se eligen líderes sensatos y no a aquellos que aconsejan limpiar y curar los virus con lejía”. Adriana Malvido, periodista y escritora mexicana, recuerda que alguna vez le preguntó a un colega suyo: ¿por qué son tan amarillistas? Y él le respondió: la realidad es amarilla. “Lo que sucede hoy es muy fuerte, es inédito, suscita una información inmediata que conlleva la noticia escandalosa, que provoca un periodismo emocional. Pero hay otro periodismo más reflexivo, menos apurado. Es una lucha entre vender noticias y dar información. Pero no se puede negar que cientos de periodistas se juegan la vida en las ‘mañaneras’ y en los hospitales, que en verdad hacen su trabajo en medio del peligro, mientras otros hacemos nuestra labor desde la comodidad y la seguridad de nuestras casas. Nuestros juicios sobre el periodismo, en este momento, hay que hacerlos también desde la compasión”.

Los pobres del mundo

Antonio Gamoneda vio los primeros ejemplares de su segundo volumen de memorias. El primero fue Un armario lleno de sombra, este se titula La pobreza, y se quedó varado en los comienzos de su distribución. El 30 de mayo cumplirá 89 años y vive para atestiguar la primera pandemia del siglo XXI. Acostumbrado al aislamiento voluntario a causa de largas jornadas de lectura y escritura, este confinamiento le causó fuertes depresiones. Pero ya no, ahora ha descubierto una serie de relatos olvidados y trabaja con ahínco en éstos, como una sublevación al confinamiento y el “bicho coronado”, contra la muerte. Su infancia transcurrió en la pobreza y entre el horror de la posguerra, de asesinatos, torturas y fusilamientos. Sabe, dice, que después del confinamiento vendrá más pobreza y para España un retroceso económico que la alejará de la Europa rica. En muchos países se deja morir a los viejos para dejar vivir a los jóvenes “y eso está bien, un joven tiene una vida por delante, pero esa es una valoración productivista. ¿Quién puede poner en la balanza la vida de Pedro joven contra la de Juan viejo? Lo que en verdad preocupa es que el ‘bicho coronado’ se cargue al capitalismo y no a millones de personas, menos aún si son pobres y si son viejas”.

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Escritor. Jefe de Publicaciones, UACM.


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PENSAMIENTO

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RESEÑA

Las filósofas mexicanas por fin tienen la palabra En un libro plural, Fanny del Río convoca diez voces que lo mismo se ocupan de Platón que de la bioética

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a filosofía mexicana ha sido machista. Esta es una verdad incómoda y difícil de digerir. Si echamos un vistazo a las (pocas) historias de la filosofía en México, nos daremos cuenta, enseguida, de que las mujeres brillan por su ausencia. Se les menciona poco y como de pasada. Los historiadores más “inclusivos” y open minded conceden un puesto de honor a Sor Juana Inés de la Cruz. Pareciera que, de ahí en fuera, del siglo XVII para acá, no ha habido más que “señoritas profesoras” de voz cadenciosa pero de ideas escasas. Nada más alejado de la realidad. La editorial Siglo XXI acaba de publicar un libro que es de aplaudir y de estudiar con lupa. Se titula, muy elocuentemente, Las filósofas tienen la palabra, aunque, siendo más precisos, tuvo que haberse llamado Las filósofas mexicanas por fin tienen la palabra. Fanny del Río se dio a la tarea de entrevistar a diez de sus colegas. Las versiones previas de estas entrevistas se publicaron en el suplemento Laberinto del periódico Milenio entre 2016 y 2018. ¿Cómo es que a nadie se le había ocurrido? Vemos a estas mujeres caminar por los pasillos de la Universidad. Las vemos en sus cubículos, frente al pizarrón, dictando una ponencia sobre Aristóteles, Nietzsche, Heidegger o Davidson. Pero nunca les formulamos una pregunta básica: “buenas tardes, doctora, ¿quién es usted?” ¿Serán esposas, tendrán hijos? ¿Cómo se compagina el quehacer filosófico, tan absorbente, con la maternidad? ¿Practicarán algún deporte? ¿Por qué una mujer decide estudiar Filosofía en México, sabiendo de antemano que lo tendrá difícil? El libro nos regala postales conmovedoras, como la de la doctora Virginia Aspe en su estudio, rodeada de pinturas virreinales, releyendo por enésima vez, con inagotable fascinación, la Carta atenagórica de Sor Juana; la de la doctora Paulette Dieterlen, embarazada, leyendo El ser y la nada de Jean-Paul Sartre en la sala de espera del ginecólogo, que siempre la recibía como tres horas tarde; la de una joven Maite Ezcurdia sentada en las Islas de Ciudad Universitaria, acabando la tarea de Lógica y diciéndose a sí misma: “creo

JOSÉ MANUEL CUÉLLAR MORENO* @Jmcuellarm FOTOGRAFÍA CARLOS VARGAS

La traductora y especialista en literatura y filosofía.

que lo que yo quiero hacer es esto”; la de Fernanda Navarro, en el 68, llevándole a José Revueltas, preso en Lecumberri, una gelatina de vodka, o acompañando a Althusser a su terapia con el psicoanalista; la de la doctora Carmen Rovira, profesora emérita, asegurando con infinita modestia que ella no es filósofa, que se contenta con ser una “aprendiz de Filosofía”. Kim Díaz, Juliana González, Olbeth Hansberg, María Pía Lara y Paulina Rivero completan el índice. Todas son investigadoras de primer nivel. Nadie se atrevería a

Uno se queda con la impresión de haber asistido a un cónclave de mujeres temerarias

poner en tela de juicio sus credenciales. Han publicado abundantes e importantes libros y ejercen (o ejercieron) cargos directivos dentro de la academia. Todas, al momento de ser entrevistadas, se hallaban en “plena productividad”. La doctora Rivero afirma, y con razón, que “la mujer le ha dado una segunda vida, un gran impulso a la filosofía en México”. Los itinerarios vitales y profesionales de las entrevistadas son muy diversos. Algunas transitaron de la ortodoxia aristotélica al pensamiento novohispano. Otras emprendieron el camino de la mano de Platón para desembocar en la genética y la bioética. La filosofía política, la filosofía de la mente, el marxismo analítico, la

ontología hermenéutica de Heidegger se cuentan entre sus campos de especialización. Todas se plantean preguntas medulares: ¿cómo logramos una sociedad más justa y más digna? En un país azotado por la violencia, ¿la razón será capaz de regular la afectividad y las emociones? ¿Qué es la pobreza? Se trata de un libro poliédrico. No podía ser de otro modo. Los “filósofos profesionales” hallarán aquí rutas y vetas de investigación y un apretado resumen de lo que ha sido (y no ha sido) la filosofía mexicana en los últimos 50 o 60 años: sus instituciones, sus maestros, sus corrientes, sus vicisitudes. Uno se queda con la impresión de haber asistido a un cónclave de mujeres temerarias, de inquebrantable tesón, inteligentes, por no decir audaces (tenían que serlo para sobrevivir en una “realidad patriarcal”). Su trabajo es la mejor defensa de la equidad de género: “la libertad de decisión sobre lo que queremos hacer en la vida. Tener igualdad de oportunidades e igualdad de decisión” (Maite Ezcurdia). La mayoría de las entrevistadas repite la misma queja: no existe, en México, una “comunidad filosófica”; lo que hay son voces aisladas que de vez en cuando se reúnen en coloquios y congresos. La filosofía se enseña como una disciplina abstracta y desligada de los problemas nacionales. De aquí que la doctora Rovira “se atreva a decir” que el filósofo mexicano “tiene que tomar una responsabilidad social”. La filosofía mexicana, para de veras ser responsable, tendrá que prestar oídos a su tradición, a su historia, y tendrá que reconocer lo obvio: las mujeres mexicanas han sido, y son, “sujetos de conocimiento”. Estamos ya en camino —así lo anuncia el libro de Fanny del Río— de resarcir esta y otras terribles “injusticias epistémicas”. Las filósofas tienen la palabra, el logos. Es momento de escucharlas.

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*Maestro en Filosofía de la Cultura por la UNAM y en Filosofía Contemporánea por la Universidad de Barcelona. Autor, entre otros libros, de La revolución inconclusa. La filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI.


EN LIBRERÍAS

23 DE MAYO 2020

NARRATIVA, ENSAYO Ni siquiera los muertos

Malasangre

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A FUEGO LENTO El enigma de la habitación 622

Testamento México, 2020

Juan Gómez Bárcena Sexto piso México, 2020 350 páginas

Michelle Roche Rodríguez Anagrama España, 2020 240 páginas

Jöel Dicker Alfaguara México, 2020 624 páginas

Con una estructura que se rebela contra las convenciones de lugar y tiempo, esta novela se concentra en un soldado olvidado por la Corona española una vez que se consuma la Conquista. Sin otra ambición, debe ahora dar cacería a un indio levantisco que más parece un profeta que un guerrero. El lector se descubre siguiendo los caminos que siempre apuntan hacia el norte hasta sumergirse en una bruma histórica que hace coexistir el pasado y el futuro.

Ambientada en la década de 1920, esta novela reinventa la tiranía de Juan Vicente Gómez, quien transformó a Venezuela en una prisión militar con la venia de la jerarquía católica. Una joven que ha heredado la hematofagia de su padre sirve como conducto para introducirnos en los círculos del poder y en la red de corruptelas al amparo de la más vulgar impunidad. El machismo, la voluntad rebelde de algunas mujeres y dosis de vampirismo crean un cuadro alucinante.

Vuelve el joven huracán del noir europeo con un enigma de una fuerte carga personal. En un lujoso hotel de los Alpes suizos, el personal encuentra un cadáver sin que la policía pueda ofrecer explicación alguna. Años después, el mismo Dicker se aloja en el hotel y acomete la tarea de resolver el enigma junto a una bella huésped, deseosa de convertirse en novelista. Por la novela rondan los fuegos del amor, las ambiciones y una sociedad podrida hasta los huesos.

Hiroshima

El planeta inhóspíto

El fracaso de la indignación

John Hersey Debolsillo México, 2020 192 páginas

David Wallace-Wells Debate México, 2020 383 páginas

Pierfranco Pellizzetti Alianza España, 2019 168 páginas

Publicado en el semanario The New Yorker en 1946, este trabajo periodístico recoge los testimonios de seis sobrevivientes del bombardeo atómico sobre Hiroshima el 16 de agosto de 1945. Es necesario recordar que se trata de un clásico y que perdura como un acto de protesta contra la barbarie. Hersey regresó a Japón cuarenta años después para reencontrarse con esos sobrevivientes. Así cierra este libro, un modelo de solidaridad al margen del profesionalismo.

Dice el autor de este diagnóstico desolador, quien por cierto no se hace llamar ecologista ni amante de la naturaleza, que mucha gente percibe el calentamiento global como una suerte de deuda moral y económica que contrajimos tras la Revolución Industrial. Su pico máximo se prevé en el lapso de una generación y llegará con el signo de sequías, huracanes, incendios, hambruna. La indiferencia, concluye, no hará sino precipitar los peores augurios.

¿Qué dejó la crisis global de 2008? Para los más apocalípticos, reforzó al neoliberalismo económico y golpeó aún más a una sociedad civil que ya de por sí luchaba por conservar un modesto nivel de vida. Desde entonces, las protestas no han dejado de acumularse. Pero ¿es suficiente con la indignación? Pellizzetti no confía mucho en ella. Sostiene que no habrá cambio sin conflicto, que las víctimas de la desigualdad están obligadas a ocupar los sitios clave del poder político y el dinero.

Puntos ciegos de la memoria ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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estamento (Destino) es el nombre de la segunda novela de Lisa Owen, y también el de la novela debutante que ha encumbrado a Federico Carreño, el narrador y protagonista de la historia que tenemos entre manos, quien se refugia en un poblado de la costa michoacana en busca de inspiración y sosiego. En efecto: se ha convertido en una de las tantas estrellas fugaces de un gran sello editorial pero lo ha hecho plagiando la novela testimonial de su hermano menor, muerto años atrás, colgado de una viga. La impostura es de esta manera el veneno que corre por la trama. Carreño no es solo el perfecto ejemplar del medrador que ha sacado provecho del azar sino una víctima de abuso sexual que a su vez paga por los favores de una niña-prostituta. Es también un escritor sin talento que ahora sí debe escribir una novela para dejar atrás su sentimiento de culpa y fracaso. Lisa Owen confecciona un presente que parece obedecer a la rutina de un poblado sin expectativas, y mientras vamos de la fonda marinera al hostal y de la playa a la ciudad cercana va soltando, a dosis bajas y decisivas, los recuerdos que asaltan a Carreño y conducen a su infancia sin lustre y a una temprana edad adulta sobre la cual reposa el único deseo de irla pasando. “Habito el futuro que imaginé en mi juventud”, anota Carreño, “y siento una especie de náusea al pensar en el trabajo que me espera”. Así que mediante la intercalación de los recuerdos y el flujo semilento de los hechos, tocados algunas veces por el efecto de la mariguana y la cerveza, Owen consigue un retrato de la medianía y lo ensombrece aún más con una red de complejidades y puntos ciegos. ¿Debemos confiar en las intervenciones de la memoria o son una argucia más de ese personaje lleno de dobleces? ¿Qué estamos leyendo: el diario de la inanidad o la novela que Carreño debe entregar? Testamento es un viaje de autoexploración que en ocasiones transita por los campos helados de la existencia sin propósito, y en otras por la compañía de quienes importan en la medida de la soledad en juego. Se concentra en lo profundo pero no renuncia a mirar hacia afuera. Estamos en Michoacán, no hay que olvidarlo, parque de diversiones de La Familia y del machismo empistolado. Vamos de una realidad a otra y decimos: qué difícil y unánime equilibrio el que consigue Lisa Owen.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

23 DE MAYO 2020

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TOSCANADAS

Incendios y naufragios DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

E

stán de moda ciertas preguntas para ver qué tan buenos somos. A un director de museo le preguntaron si en un incendio salvaría a un perro o Las meninas. Como era de esperarse, optó por el perro. Entonces habría que mandar a ese hombre a dirigir una perrera y no un museo. Por supuesto, yo salvaría Las meninas antes que a cien perros. Hubiera salvado Notre Dame y no las palomas que estercolean sus campanarios. Si se quema el Museo del Prado, ¿salvo Los fusilamientos del 3 de mayo o El fusilamiento de Torrijos? Sin duda salvo el de Goya. Si en cierta exhibición hay que salvar una Santa Catalina de Alejandría, rescato la de Caravaggio antes que la de Gentileschi, manque me lleven las pingas. Para complicar el asunto, alguien me preguntó: “Salvarías a un niño o Las meninas?” Le diría al niño: “Ayúdame, pinche huerco, que el cuadro pesa un montón”.

NOTRE DAME

Incendio de la catedral parisina, construida entre los siglos XII y XIV.

Me pueden cambiar la pregunta por la del famoso naufragio. Si se hunde el barco y solo puedo salvar a Luis Jorge Boone o a Messi, salvo al Boone; entre Brad Pitt y Carlos Velázquez, salvo a Carlos. Entre Maluma y Volpi, rescato a Volpi. Dilema más complicado se presentaría al tener que rescatar a Juan Villoro o a Christopher Domínguez. Ahora bien, si tuviera que salvar a Martín Solares o a Rosa Beltrán, no habría dilema, pues el propio Martín se dejaría ahogar tras pronunciar alguna frase encantadora, y hasta creo que se dejaría ahogar si en vez de Rosa Beltrán pusiéramos al consabido perro. Visité Belgrado poco después de la Guerra de los Balcanes. Mi editora me contó sobre una imagen que ocupaba toda la página derecha en una revista. En ella aparecían dos náufragos. Uno negro, el otro blanco. “¿A cuál salvarías?”, preguntaba el encabezado. Al pasar la página se repetía la misma

imagen, pero ahora el encabezado decía: “El blanco es serbio”. Pasar esa página de la revista es acto decisivo. ¿Salvaría usted a un viejo o a un veinteañero? Y en la página siguiente nos avisan: “El viejo es su padre” o bien, “El veinteañero es sicario”. O digamos que en la balsa hay una mujer y un hombre, y al pasar la página nos enteramos: “La mujer es…”. En fin, ¿qué falta me hace meterme en líos? Para la mayoría de nosotros, éstos no son sino juegos éticos que poco nos comprometen. Pero las guerras, las enfermedades, los partos difíciles, los terremotos, los propios naufragios, las hambrunas, han hecho que a lo largo de la historia tales dilemas exijan respuesta y acción. Las personas en ese mundo real han tenido que decidir con sus agallas, criterios y conciencia; mientras que la muchedumbre, desde el caramelo de sus vidas inanes, fantasea con la quimera de que ninguna vida ha de privilegiarse sobre otra.

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BICHOS Y PARIENTES

Kipling: imperio y burocracia

R

udyard Kipling es de mis escritores favoritos y sigue siendo uno de los poetas más sonoros, musicales y seductores. Por más que muchos de sus poemas resulten hoy adocenados, que sus novelas se hayan vuelto menores respecto de sus cuentos, a pesar de la melancolía con que se puede leer en su prosa una amalgama imperialista, militarista, racista y clasista, rígidamente formal, obediente del orden y las coronas, lo seguí leyendo con gozo y admiración, pero mezclados con una creciente lejanía moral. Después, el olvido. Me sucedía algo que no podía articular del todo hasta que me lo aclaró el magnífico ensayo de Edmund Wilson, “El Kipling que nadie leyó”: uno deja de leer aquello que no se aviene bien con la propia ideología. Mal hábito, demasiado frecuente. Orwell lo detestaba porque lo consideraba un fascista; T. S. Eliot reconoce que nada es más importante para Kipling que la médula del imperio y que despreciaba la democracia sin haberla entendido, pero le enmienda la plana a Orwell: el fascismo es una desviación de demócratas y, al final, lo que queda es la calidad de una obra literaria y “ningún autor ha sido más cuidadoso y diestro en el oficio de las palabras”. ¿Por qué podemos leer La República de Platón sin odiarlo por su totalitarismo, su elogio del sometimiento de la población, su uso de la mentira; o muchas de las utopías del Renacimiento, tan rígidamente jerárquicas, sin echar los espumarajos que nos provoca el imperialismo de Kipling? Quizá por eso, de todas las críticas, me quedo con la de Chesterton:

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA PINTEREST

Rudyard Kipling empequeñece al mundo. “El trotamundos vive en un mundo más pequeño que el de un campesino”. Estuvo en todos lados, pisó cien países, percibió sus aires y escuchó sus lenguas, y “debe ser inspirador, sin duda, recorrer el mundo entero en un raudo automóvil, y percibir Arabia como un remolino de arena, o China como destellos de campos de arroz. Pero Arabia no es una tormenta de arena y China no es un sembradío de arroz. Son civilizaciones antiguas con virtudes

En sus American Notes, un libro menor, Kipling relata su recorrido por Estados Unidos

extrañas enterradas como tesoros”. En sus American Notes (la parte americana de From Sea to Sea, sus viajes de 1889), un libro menor, pero extraordinario, Kipling relata su recorrido por Estados Unidos. Lo sorprenden muchas cosas: halla admirables las dimensiones del país y de la industria que se va tendiendo sobre esa vastedad; le dan risa las elegancias afectadas, la cursilería, las culturitas adquiridas en media docena de libros; lo intimida y perturba la belleza de las mujeres, dueñas de sus cuerpos y de su dinero. Aunque observa la facilidad con que un estadunidense puede hacerse de dinero, descree de la riqueza nacional. Duda que Estados Unidos pueda llegar a ser una potencia entre las naciones por dos razones. Una, que su ejército está disperso en vez de ser una fuerza

El escritor británico, autor de Kim y Capitanes intrépidos, entre otras novelas.

disciplinada y visible desde cualquier punto del territorio. La segunda: carece de burocracia. ¿Qué es el Estado si no está presente, si no gobierna? Kipling entendía que el tejido conjuntivo, lo que junta una célula con otra, un órgano con otro, es el Estado: la médula del imperialismo. Chesterton tiene razón y lo que no sé perdonarle a Kipling es justamente su seguridad ideológica, esa mirada que ha asumido su infalibilidad y no halla nada ajeno, nada por entender. Así como lo intimida la sexualidad libre de las californianas, huye de la evidencia del crecimiento económico en una sociedad que no padece burocracias. No logra darse cuenta de lo que observa. Cree haber adivinado como debilidad que el Estado no está suficientemente presente: la gente hace lo que quiere y se autorregula. Observa que los gringos pueden volverse ricos, o dejar de ser pobres, a una notable velocidad, con una de tres: trabajo, talento o suerte. Domingo F. Sarmiento, 40 años antes, supo reconocer en ello la mecánica de una democracia, dicha desde Pericles: “no es vergüenza ser pobre; vergüenza es no hacer nada para remediarlo”. El punto no es la pobreza o no, sino la posibilidad de disponer uno mismo de los recursos para construir un destino propio. Poniendo a Kipling de cabeza entendemos mejor: él veía que faltaba Estado y, por eso, los individuos podían ser ricos; quería lo contrario, como buen imperialista: que el Estado tenga en sus manos la riqueza y el control de los permisos. Gran Estado, grandes acumulaciones de capital… No se daba cuenta de que esa idea de gran Nación implicaba, necesariamente, la multiplicación de los pobres.

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