Laberinto No.890 (04/07/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO CIENCIA

BICHOS Y PARIENTES

GERARDO HERRERA CORRAL

JULIO HUBARD

Esfuerzos mexicanos contra el covid-19

Las nuevas hordas iconoclastas

Foto: Cinvestav

SÁBADO 4 DE JULIO DE 2020 AÑO 17 - NÚMERO 890

La izquierda y los intelectuales Carlos Illades/ Ilustración: BOLIGÁN

Foto: EFE


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ANTESALA

4 DE JULIO 2020

EN EL BANQUILLO

Pistas

E

TEDI LÓPEZ MILLS

l azar comienza a propósito. Estoy sentada en mi silla negra. Me levanto, me asomo por la ventana y observo la manguera azul a un lado de la maceta vacía en el patio de abajo. “No hay ideas sino en las cosas”, escribió William Carlos Williams en Paterson. Habría que adelantar el reloj. Las ideas no ocurren al mismo tiempo que las cosas. ¿Quién llueve cuando llueve? El sujeto se fija en el brillo pasajero de los charcos. “Yo no quiero decir lo que hay” —declaró Williams con fastidio en una carta de marzo de 1924—. “No es lo mío meramente ordenar las cosas de manera bonita”. Pero las ordenó de modo fundacional —no bonito— en su célebre poema “La carretilla roja” de 1923: so much depends/ upon// a red wheel/ barrow// glazed with rain/ water// beside the white/ chickens. Existen numerosas traducciones. Cito tres: cuánto/ depende// de una carre/ tilla roja// barnizada de/ agua de lluvia// junto a blancas/ gallinas (Octavio Paz); cuánto depende/ de una// carretilla/ roja// bruñida por el agua/ de la lluvia// junto a los blancos/ pollitos (Ernesto Cardenal y José Coronel Urtecho); tantas cosas/ dependen de// una carretilla/ roja// lustrosa por el agua/ de la lluvia// entre gallinas/ blancas (Ezequiel Zaidenwerg). Los pollitos son desconcertantes. Solo el poema tiene la razón. En la inmediatez de mi primera lectura yo deduje gallinas de “chickens”, aunque Williams no dice “hens”. Y pensé “tanto”, no “cuánto depende”. Las ideas que están en las cosas resaltan aun más cuando se trasladan a otro escenario de lo mismo y se revelan los matices de la interpretación: barnizada, bruñida, lustrosa. Los datos circunstanciales trastocan la posibilidad de que se retome con exactitud el instante: el rojo, el agua de la lluvia que esmalta a la carretilla, las gallinas blancas. Todo cambiaría en el sentimiento o el transcurso de la idea si la carretilla fuera verde o gris; si hubiera polvo o nieve en vez de lluvia, conejos o cerdos en lugar de gallinas. Depende, quizá, de lo que uno sigue viendo cuando deja de verlo y lo recuerda: la manguera azul a un lado de la maceta vacía en el patio de abajo ya no importa porque en este minuto estricto el parámetro se mudó hacia la toalla amarilla colgada del barandal junto a la figura del gato y, en media hora, cuando yo salga hacia el pasillo, la imagen casi retrospectiva será la tapa ocre de la cisterna que voy a levantar tan pronto se apague la bomba. Según algunos expertos en poesía, los poemas verdaderos no pueden parafrasearse, pues son inamovibles por sagrados, parece. Pero en cierta forma, “La carretilla roja” es una paráfrasis, como lo es el cielo de las nubes o del sol. Habría otras palabras; nunca serían sustitutas, sino paralelas. Por ejemplo, esta estrofa del poema “Humildemente” de López Velarde, de 1919: La gallina y sus pollos/ pintados de granizo/ interrumpen su fábula. No hay ideas sino en los adjetivos. La “apostólica araña” extiende su hilo y una aguja se clava en la tela de las visiones.

Según algunos expertos, los poemas verdaderos no pueden parafrasearse

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La red avispa. Dirección: Olivier Assayas. Francia, 2020. Puede verse en Netflix.

HOMBRE DE CELULOIDE

El cine según Assayas

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CG CINÉMA

ay diversidad de opiniones en torno a La red avispa, última película de Olivier Assayas. Unos dicen que el francés resulta ya incapaz de contar una película como se debe. Otros pensamos que para disfrutar de La red avispa hay que recordar primero aquella declaración de principios con la que Assayas ganó notoriedad: Irma Vep. Con esta película de 1996 no solo consiguió fascinar a la crítica del mundo; consiguió además dejar claro que también en el posmodernismo, con todo y sus pastiches, hay arte. Sí, La red avispa es un pastiche pero, como Irma Vep, es un buen pastiche. La película al inicio se presenta como un thriller en el sentido más pueril de Netflix: un hombre escapa de Cuba y se vuelve parte de la red de contrarrevolucionarios que desea matar a Fidel. Llegados hacia la mitad, sin embargo, La red avispa adquiere la forma de falso documental y hacia el final hay aún otro cambio formal. El primer cambio está marcado por la irrupción de Gael García Bernal. Hacia el final, por una intervención de Fidel mismo. No se trata, claro, de que Assayas haya revivido a Castro para actuar aquí. Su participación es mediante un clip de archivo que justifica exactamente por qué

Assayas se ha posicionado ya como creador de collages. Si uno explora superficialmente la filmografía de Assayas, verá que el cine para él es, ante todo, actuación. Y La red avispa tiene grandes actuaciones, pero la que brilla por encima de todas es la de Penélope Cruz. Corre el año de 1991. En Cuba las cosas van de mal en peor. Una mujer despide a su marido. “No llegues tarde”, le pide. Es Penélope Cruz. Y su acento colorido está a punto de hacernos soltar la carcajada. Pero la película sigue. Seguimos al marido que escapa y se va a Miami a vivir eso que los ilusos llaman el sueño americano. La cosa nos mantiene en el asiento gracias a Penélope Cruz, pero da un giro de pronto. Aparece en escena Gael García Bernal: dientes salidos, ojos porfiados y perfecto acento puertorriqueño. Assayas sazona la sorpresa con un cambio en el estilo. Ha comenzado el falso documental. Y puede que si uno consume lo más lineal de la narrativa Netflix encuentre chocante el

Quizá el descontento se relacione con que la película no toma posición política

cambio de estilo. Pero aun así Penélope Cruz nos mantiene fieles a la narración. Y, por más que durante unos instantes uno tiene la impresión de que Cruz está haciendo una caricatura del carácter cubano, todo lo resuelve Fidel. Su forma de expresarse, de mover las manos y el cuello es tan colorida que nos damos cuenta de que Cruz ha sido, incluso, reservada. Es posible que el descontento con La red avispa esté relacionado con el hecho de que no se decide a tomar posición política. Ni a favor de Castro ni a favor de Bill Clinton cuando ambos se enfrentaron en aquel asunto de los espías cubanos que lograron infiltrar al FBI en los años de 1990, pero la intención de Assayas nunca ha sido hacer política. Como creador, le interesa la historia del cine y sobre todo algo que siempre ha conseguido de modo cabal: hacer arte. Para Assayas, el cine es exactamente esto: lucir el talento de sus actores y, particularmente, de sus actrices. Lo apreciamos en Irma Vep y en Carlos, lo disfrutamos en Las nubes de María y en Asistente de compras (que son como la misma película). El cine según Assayas puede definirse así: detrás de una gran película hay una gran mujer. En el caso de La red avispa esta mujer es Penélope Cruz.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

B.O.N.I FRANCISCO J. SERRANO

Un vino nada caro, vasos cortos de vidrio. Caminé con el perro hasta el mercado de los campesinos y he comprado los quesos que nos gustan. En la mesa, manzanas y naranjas. Ordené ya la casa. Tengo ya tus cigarros y el mezcal ya destella en el cráneo de cristal. En las horas agónicas del día más álgido de toda la semana, tu presencia es mi último refugio. La opinión de los otros obrará en contra de nosotros como siempre. Ven de nuevo, que no lo sepa nadie, que son tus ojos y su ardor lascivo virus en mi sistema operativo. Este poema forma parte de un libro inédito.

EX LIBRIS

Marc Fumaroli/ EKO

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El pensamiento cautivo ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

E

@Sobreperdonar

l fanático se siente cómodo enfrentándose a otros fanáticos, en cambio detesta discutir con interlocutores juiciosos. Los mayores adversarios del fanático no son otros sectarios, sino el equilibrio analítico, el relativismo, el realismo y la mesura y, por eso, el fanático suele combatir a toda costa esos rasgos intelectuales. Uno de los análisis más esclarecedores, y actuales, del impacto del fanatismo sobre la actividad creativa e intelectual es El pensamiento cautivo de Czeslaw Milosz (1911-2004), publicado a principios de los años cincuenta. El célebre escritor polaco vivió una de las épocas más esperanzadoras y, a la vez, más amenazantes para la inteligencia de Occidente: muy joven sufrió el baño de sangre del nazismo sobre Polonia y, luego, la “liberación” por parte del Ejército Rojo y el régimen pro-estalinista. Milosz muestra, mediante una descarnada introspección, los dilemas del intelectual y el artista ante la polarización, el arte dirigido y el culto a la personalidad. Como señala Milosz, tras la instauración del estalinismo en Polonia, la debacle intelectual no se presentó de inmediato. Cierto, muchos sospechaban que al país había arribado una tiranía semejante a las anteriores; sin embargo, a diferencia del nazismo, al menos el nuevo régimen estaba empeñado, más que en destruir, en “reeducar”. Por eso, el terror, y el ridículo, se impusieron gradualmente. Al principio, solo había que guardar silencio al escuchar las sandeces morales y estéticas que rebuznaban los funcionarios o al observar la idolatría al líder; pero la vida era posible si el intelectual escogía áreas (la historia antigua, las letras clásicas) que lo mantuvieran fuera de los temas más candentes. El mismo Milosz, un creador sospechoso, fue nombrado diplomático por un régimen ávido de atraer prestigios. Sin embargo, esta distancia pronto se tornó imposible, la uniformidad y la simplificación se volvieron una exigencia intelectual; la lealtad se equiparó con el talento; se hizo una división tajante de buenos y malos, de fieles y sicarios y la caza de traidores se convirtió en un deporte. En este contexto, los únicos medios de supervivencia eran la simulación, la connivencia, la adulación, la delación y el canibalismo. Por lo demás, la vida del intelectual oficial resultaba cómoda, rentable y plena de reconocimiento y autoridad moral. Por eso, el creador que seguía su fuero interno solía preguntarse si no estaría soberbiamente equivocado buscando verdades en su pobre “yo”, en lugar de ajustarse al pulso de la historia; si no sería mejor curar el natural escepticismo y encauzarlo a los fines positivos de un arte edificante para el pueblo. Muchos terminaron este cuestionamiento con una oportuna autoincriminación y se incorporaron, purificados, al partido; otros, llevados por su apego a una pertinaz e incomprensible vocación, rompieron y afrontaron la persecución, el exilio y, sobre todo, los tormentos y gratificaciones del propio albedrío.

Los mayores adversarios del fanático son el equilibrio analítico, el relativismo

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DE PORTADA

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La unión entre las ideas y la acción colectiva fue una de las divisas de la izquierda mexicana. Esa unión se ha roto para dar paso a la improvisación

La izquierda y los intelectuales

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CARLOS ILLADES* FOTOGRAFÍA SPUTNIK NEWS

a izquierda ha tenido un fuerte lazo con el mundo de la cultura, las ciencias y las artes. Mucho se debe este vínculo a que es un producto de la Ilustración tardía, la cual tematizó la “cuestión social”, cometido que aquélla trató de cumplir. Asimismo, la izquierda asumió que la humanidad podría emanciparse mediante la razón, por lo que en el siglo XIX abundaron proyectos, construcciones teóricas y acciones específicas. Y, en el siglo pasado, después de la derrota de la revolución en Europa y el ascenso del fascismo, la izquierda se parapetó en los recintos universitarios, sin abandonar la intervención en la sociedad política y los movimientos sociales. En países como México, esto ocurrió a partir de la década de 1960, expandiéndose el fenómeno con la masificación de las universidades en el decenio siguiente. Para ese momento, la tradición comunista llevaba ya un largo trecho andado en el ámbito de la cultura y las artes, proceso que se empató con la política cultural del régimen de la Revolución mexicana. Revistas, periódicos, panfletos, editoriales fueron y vinieron para dar espacio a las elaboraciones de la

izquierda, educar políticamente a su militancia y prepararla para la acción. La unión entre la teoría y la práctica se consideraba esencial para alcanzar los objetivos previstos. La razón y no la emoción sería la guía. Aunque nunca dominante, porque no alcanzó el poder político ni disponía de muchos recursos económicos, la izquierda (particularmente la comunista) logró conformar una intelectualidad robusta. Esta inteligencia podía contender con solvencia con los ideólogos del régimen y con los intelectuales de la derecha. La hegemonía neoliberal, la debacle del bloque soviético y el salto de los intelectuales a pantallas televisivas muy poco abiertas a la pluralidad política dejaron a la inteligencia de la izquierda a la saga, tanto porque ya no estaba en condiciones de competir en condiciones tecnológicas (y por tanto de difusión) tan dispares como porque la caída del Muro de Berlín la dejó atónita. Ello no tanto porque fuera particularmente prosoviética —al menos comparativamente con las izquierdas comunistas latinoamericanas—, sino porque se quedó sin política frente a las nuevas coordenadas. Si a esto agregamos el tsunami cardenista que le vino encima, la izquierda comunista abandonó el campo renunciando a la batalla de las ideas y a la obligada revisión de su propia tradición. No fue la

primera vez en el siglo XX, pero sí la más contundente, en que el nacionalismo revolucionario avasalló al comunismo mexicano. Derrotado su proyecto político, la izquierda comunista se refugió en la nostalgia, se subió al caballo (neoliberal) ganador, abandonó la política o acabó diluyéndose en las dos izquierdas que surgieron (o resurgieron) en el último tramo del siglo XX: el nacionalismo revolucionario y el neozapatismo. Para todos hubo acomodo, pero poco se avanzó en la elaboración intelectual en el contexto radicalmente distinto del nuevo milenio. Luego de la fractura del campo intelectual por las posiciones encontradas con respecto al fraude electoral en la elección de 1988, un segmento de aquél participó en el PRD, pero pronto se desencantó por el caudillismo cardenista y el control de los expriistas de las posiciones clave en la organización. El EZLN acogió a algunos de los intelectuales que habían tomado el perredismo como adscripción temporal; fue más exitoso en retenerlos, no por disponer de una política mejor dirigida, sino porque el neozapatismo representaba más una causa justa que una alternativa viable al régimen.

Ya en el gobierno, el lopezobradorismo acusa la pobre calificación de sus cuadros directivos

Los intelectuales eran responsables de dar forma a las ideologías de las distintas corrientes políticas (orgánicos, los llamó Gramsci) y, con respecto a la sociedad, conducían sus demandas a la esfera pública. La autonomía con respecto del poder, aunada al reconocimiento que poseían dentro de un campo del saber o de las artes, es decir, una obra que los respaldara, abonaba en su credibilidad y autoridad al interpelar al Estado en nombre del común sobre asuntos de interés general (pensaba Bourdieu). Si Sartre, Chomsky, E. P. Thompson, José Revueltas, Luis Villoro, Pablo González Casanova, Carlos Monsiváis, Enrique Semo, Carlos Pereyra o Roger Bartra, por hablar únicamente de la izquierda, eran respetados como intelectuales se debía justamente a eso. Todos ellos pertenecen a la categoría del intelectual comprometido, la cual decayó en la década de 1980, cuando


DE PORTADA

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cobró importancia la del intelectual público, cuyo foro privilegiado son los medios electrónicos de comunicación masiva. La dependencia con respecto a los consorcios privados o a los medios estatales restó autonomía a estos intelectuales públicos, deudores de estos patrocinios. Este cambio del entorno generó un abismo que la inteligencia de izquierda no pudo salvar, amén de la transformación del panorama político de la que hablamos. Si en el PRD la reflexión intelectual había brillado por su ausencia, dado el pragmatismo de los nuevos socios (expriistas) de la vieja izquierda (comunista y socialista), el siglo XXI profundizó esta tendencia. Los movimientos sociales también eran claramente antiintelectuales (el CGH en la UNAM en 1999) o el movimiento-partido que cristalizó en Morena años después. La acción, incluida la “acción directa”

de raíz anarquista, cobró primacía sobre las discusiones a veces esotéricas de la izquierda comunista. Y el liderazgo altamente personalizado de la nueva formación política socavó la deliberación colectiva que había tenido aquella izquierda. Ya no se requerían intelectuales, los militantes verdaderamente indispensables eran los activistas, más ahora que la izquierda interactuaba con las masas de las que siempre habló, pero que nunca tuvo. Este sesgo provocaría consecuencias importantes cuando Andrés Manuel López Obrador ganó la elección presidencial, convirtiendo a Morena en la primera fuerza política del país. El giro hacia la izquierda ocurrió en medio de la crisis de las élites (incluida la intelectual) que condujeron el país durante el ascenso neoliberal y la apertura del sistema político a la alternancia. Cuando esto sucedió, la

izquierda tenía un contingente intelectual exiguo, desgastado, que no había asimilado el colapso socialista ni renovado sus ideas a consecuencia de él. Este núcleo provenía fundamentalmente de la familia comunista, la más ilustrada y cosmopolita élite intelectual con que contaba la izquierda partidaria. Anquilosada, presa de las viejas certezas y con reducida elaboración teórica original, esta intelectualidad tuvo poco que oponer a las políticas desarrollistas del nacionalismo revolucionario asumidas por la Cuarta Transformación. Y quienes se ostentan intelectuales públicos del lopezobradorismo carecen de la trayectoria política y del reconocimiento dentro del mundo de las ciencias, las artes y la cultura de sus predecesores. Conspiró también en el bloqueo de un proyecto potente y alternativo de la izquierda el hecho de que López Obrador fuera su propio ideólogo, reservando a la

El símbolo que representa la unión de los trabajadores, generalmente asociado al comunismo.

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menguada intelectualidad que lo rodea la tarea menor e ingrata de justificar las decisiones del líder, cuyo único saber que suscribe es el saber común, basado en la experiencia. En el sentido gramsciano del término, el intelectual cumple una función directiva en cualquiera de sus niveles, lo que permite que la sociedad civil y la sociedad política se pongan en marcha. Más aún, la propia empresa económica requiere de estos. Convertido en gobierno, el lopezobradorismo acusa la pobre calificación de sus cuadros directivos, consecuencia del menosprecio por la actividad intelectual. El famoso dicho presidencial de que en su gobierno se requiere 90 por ciento de honradez y un 10 por ciento de conocimiento es una falacia que esconde un desacierto, dado que se puede tener al mismo tiempo un 90 por ciento de honradez y un 90 por ciento de conocimiento. Y no digamos el maltrato de su administración a los sectores de la ciencia, las artes y la cultura que, junto con las universidades, han sido el semillero de la inteligencia que todo proyecto político requiere. Mientras el neozapatismo prácticamente desapareció de la escena pública después de la discreta precandidatura presidencial de María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy), el espacio de la izquierda no partidaria lo copó el anarquismo insurreccional, deriva radical del altermundismo y expresamente antintelectual (la vandalización de una librería bajo el argumento de que los libros son para burgueses no es una mera anécdota). En su culto a la espontaneidad, a la acción directa, al espectáculo, el juego (y el fuego), además del impacto mediático de su irrupción en la protesta callejera, este anarquismo sin utopía borra la elaboración ideológica. Para él, las convicciones se afirman en la acción y no en disquisiciones para iniciados; con mayor razón si la división entre los que piensan y quienes trabajan con las manos ha dado lugar a la formación de castas privilegiadas. El sistema tecno-industrial se desmorona cuando se le golpea, y cada ataque es un fin en sí mismo, la conclusión de una tarea que asocia con ese único propósito a un movimiento plástico, descentralizado y constituido por individuos autónomos e irreductibles, inasibles por una entidad superior, y para quienes la violencia contra los objetos, símbolos, policías, periodistas y representantes del capitalismo es un acto liberador. Quizá resulte anacrónico siquiera plantearlo, pero si la izquierda no recupera la fusión de las ideas con la intervención práctica y la acción colectiva tampoco destrabará la crisis nacional de la que le tocó hacerse cargo y permitió su victoria. Ahora es gobierno y su responsabilidad es darle certidumbre al país. Ello obliga a formular propuestas sólidas, coherentes y viables para que su compromiso con los desposeídos y la mejora de la sociedad en su conjunto puedan llevarse a cabo. La oportunidad es única y pasa por que se reconcilie con su vieja amiga: la inteligencia.

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*Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Su libro más reciente es Vuelta a la izquierda (Océano, 2020).


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CIENCIA

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DESMETÁFORA

Científicos mexicanos contra el coronavirus

L

a actividad de los científicos mexicanos alrededor del virus Sars Covid 2, que ocasiona la enfermedad covid-19, es intensa. Investigadores de diferentes instituciones del país y de las más variadas disciplinas han dejado de lado los temas de su especialidad para abocarse a lo que su competencia les permite en el marco de la variada, amplia y colorida paleta de tonalidades que tiene el Síndrome Agudo de Respiración Severo. Así, por ejemplo, investigadores del Cinvestav envían muestras biológicas para que sean expuestas a la luz del sincrotrón del laboratorio PSI de Suiza (Paul Scherrer Institut). El laboratorio cuenta con un acelerador de electrones que emiten luz penetrante y está abierto a los proyectos internacionales de investigación científica. Con los estudios que se han solicitado a la fuente de luz suiza, nuestros especialistas esperan encontrar fármacos inhibidores del virus. Liliana Quintanar, del Departamento de Química del Cinvestav, considera que el remedio podría estar en la relación que establece la proteína ACE2, que se encuentra en la pared de nuestras células y que es la puerta de entrada del virus al interactuar con una de las espigas del patógeno. La ACE2 es una métalo proteína que incorpora en su estructura a un átomo de zinc. La espiga del virus reconoce el arreglo atómico y se adhiere para proceder con una serie de reacciones químicas que acaban por abrir la membrana permitiendo el acceso del ARN del virus. Sin embargo, la interacción entre el virus y la proteína ACE2 podría ocasionar que el átomo de zinc cambie de posición. De ser así, la modificación del arreglo puede reportar el comienzo de la infección. El grupo de investigación que incluye a científicos de diferentes áreas considera que el conocimiento detallado de este proceso permitiría diseñar compuestos químicos inhibidores. Para eso, Luis Marat, investigador del Departamento de Genética y Biología Molecular del Cinvestav, considera que un aptámero sería útil. Un aptámero es un segmento de ADN o ARN con un solo hilo. Se obtiene por procedimientos descubiertos en la década de 1990. Esta secuencia corta de ácidos nucleicos con apenas unas decenas de bases —los peldaños de la escalera que forma al ADN— actuaría como un anticuerpo sintético. Las estructuras de este tipo son muy útiles en la biología molecular porque se pliegan reconociendo a un gran número de moléculas, de manera que quizá

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA CINVESTAV

Unidad del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados.

podría intercalarse oportunamente, evitando el acoplamiento de la espiga del virus con la proteína ACE2. Edgar Morales, bioquímico del Cinvestav, estudia la posible incorporación del virus a la célula a través de los microtúbulos que forman el citoesqueleto o soporte de la célula. Siempre se pensó que estos microtúbulos tenían una función mecánica de sostén, pero se ha podido constatar que también intervienen en el intercambio de material y se sabe que la proteína llamada dineína, que se mueve a lo largo de los microtúbulos, transporta al virus de la hepatitis, el dengue, el zika, entre otros. No es descabellado pensar que la dineína podría estar jugando un papel en la infección de Sars Covid 2. Para esto ha logrado cristalizar al binomio virus-dineína de manera tal que la estructura en su conjunto sea analizada con luz de sincrotrón. Luis Brieba (Unidad Cinvestav en Irapuato) se ha interesado por el mecanismo que, de manera natural, replica al ADN en las células. En este proceso interviene una molécula

Alfredo Herrera elaboró un procedimiento para diagnosticar a poblaciones enteras

llamada polimerasa que se encarga de sintetizar una copia del ácido desoxirribonucleico. Con el análisis que ha emprendido considera que el inhibidor debe ser un compuesto parecido a las bases que forman los peldaños del ADN. La analogía que tienen algunos fármacos con las bases naturales del ARN y el ADN hace que la polimerasa los reconozca y los incorpore en su estructura inhibiendo su actividad. Es semejante a la aproximación que Antonio Lazcano (UNAM) ha indagado desde hace tiempo. En un reporte reciente para la revista Nature, Lazcano propuso al Sofosbuvir como posible fármaco en el tratamiento del Covid 2. El Sofosbuvir es efectivo en el tratamiento de la hepatitis y, por la manera en que funciona, debe ser bueno obstaculizando la actividad de la polimerasa que hace posible la replicación del virus. Científicos de la Unidad Monterrey del Cinvestav han desarrollado detectores del virus que pueden dar un diagnóstico en cuestión de minutos. Para eso recurren a reactivos con los que se evita la espera forzada por ciclos de tiempo y temperatura tradicionales. Los métodos convencionales imponen etapas de diferente duración en el proceso de amplificación de los segmentos de ARN. Los

investigadores han recurrido a reactivos con los que no es necesaria la larga espera. La multiplicación de ciertos segmentos que delatan la presencia del Covid 2 es ahora cuestión de minutos. Alfredo Herrera, en la Unidad Irapuato, elaboró un procedimiento para diagnosticar ya no a individuos sino a poblaciones enteras. Su metodología permite analizar hasta 19 mil muestras de manera simultánea. Esto permitirá evaluar la evolución de la pandemia de manera más precisa que con el conteo de pacientes en los hospitales al aplicarse a una localidad de interés. El Cinvestav registró la marca Biopure, que elabora y distribuye reactivos para el estudio molecular del virus. No solo surte a los institutos de salud y laboratorios nacionales, con las sustancias indispensables, lo exporta también a un gran número de países después de que las farmacéuticas que tradicionalmente lo harían se encuentran sobrepasadas. El espacio no alcanza para describir el gran número de temas y actividades en que nuestros científicos están trabajando. Lo importante es que siendo una comunidad muy pequeña ha probado tener una capacidad inventiva enorme en tiempos de crisis como los que estamos viviendo.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO La belleza del marido

Los secretos que guardamos

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A FUEGO LENTO Cuanto más profunda es el agua, más feo es el pez

Los libertadores toman café México, 2020

Anne Carson Lumen España, 2019 224 páginas

Lara Prescott Seix Barral México, 2020 459 páginas

Katya Apekina Alfaguara México, 2020 354 páginas

La canadiense Anne Carson, ganadora del Premio Princesa de Asturias de las Letras 2020, es doctora en lenguas clásicas. Por instrucciones suyas los editores solo deben anotar como datos biográficos, además de su nacionalidad, que “se gana la vida enseñando griego antiguo”. Subtitulado Un ensayo narrativo en 29 tangos, este libro, escribió Harold Bloom, “nos conduce, sin remordimiento, más allá del principio del placer”. Una buena puerta de entrada a la obra de Carson.

En 2014, la CIA publicó una serie de documentos que exponían la operación mediante la cual el manuscrito de El doctor Zhivago, de Boris Pasternak, eludía a los servicios de inteligencia soviéticos para ser publicado en Estados Unidos. A partir de estas revelaciones, Prescott construye una ficción histórica en la que participan la intriga política, el thriller policiaco y la trama amorosa. Realidad e imaginación juegan sus mejores cartas para dar una visión desconocida de la Guerra Fría.

A la manera de un coro con el cual los hechos narrados adquieren un sorprendente espesor, esta novela pone en el centro a dos jóvenes hermanas que viven la sorpresa de estar vivas de maneras muy distintas. Luego de la agonía de su madre tras un intento de suicidio, se mudan a casa de su padre, con quien habían perdido todo contacto. La experiencia no solo crispa sus sentimientos sino que ahonda las heridas que permanecían enterradas bajo una capa de temor.

Querida niña

Prestigio

Historia de las creencias y las ideas religiosas

Edith Olivier Periférica España, 2019 164 páginas

Rachel Cusk Libros del Asteoide España, 2018 208 páginas

Mircea Eliade Paidós México, 2020 556 páginas

Nacida en 1872, Olivier perteneció a un selecto grupo de actores, músicos y escritores al tiempo que ejercía una intensa actividad política. Esta es su primera novela y fue publicada en 1927. Agatha Bodenham, su protagonista, es descrita como una mujer que nunca supo decir lo que sentía, “ni pedir y recibir comprensión”. De modo que cuando muere su madre, y solo tiene a la soledad por compañera, se refugia en una creatura imaginaria que representa la independencia emocional.

Con este volumen la autora canadiense cierra la trilogía Outline, que se completa con A contraluz y Tránsito. La originalidad de Cusk reside en su manera de narrar; el elemento autobiográfico es el fundamento de su obra, pero, según uno de sus lectores, ella lo transforma. Faye es escritora y una especie de alter ego. A diferencia de las novelas anteriores, aquí Cusk hila su historia a través de una variedad de personajes con los que Faye se topa en el camino.

El tercer volumen de la obra magna del explorador de los mitos y profesor de la Universidad de Chicago (publicada en 1983) se concentra en las ideas, las creencias y las instituciones religiosas en Europa entre los siglos IV y XVII pero dirige también su atención hacia las iglesias antes de la crisis iconoclasta, Mahoma y los inicios del Islam, la mística musulmana y las religiones tibetanas, entre otros temas. Eliade dejó en ascuas el cuarto volumen. La muerte lo sorprendió en 1986.

Dos estatuas parlantes ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

C

on formato de guion teatral, Los libertadores toman café (Grijalbo) recrea el encuentro que Agustín de Iturbide y José de San Martín sostuvieron en el Royal Coffee de Regent Street, en Londres, el 10 de mayo de 1824. El primero estaba por volver a México para reinstaurar la monarquía; el segundo se había resignado a vivir lejos del Perú. Se habían quedado sin dinero y hallaban consuelo en sus triunfos pasados. Como lección de historia, la novela de José Manuel Villalpando tiene el mérito de la atención por los detalles y una celosa investigación. La lucha entre los ideales republicanos y la nostalgia monárquica está suficientemente representada, lo mismo que Simón Bolívar, quien conspira desde las sombras. No falta asimismo la minucia biográfica y cierto color geográfico. Es decir: el propósito de divulgación podría dejar satisfecha a una clase aplicada de universitarios. La pretensión novelesca es otra cosa. Por el prurito de la veracidad, Villalpando hace hablar a sus personajes con la pompa de quienes ya se creían figuras de la historia americana. Y qué ocurre: parecen estatuas parlantes, con la frente en alto, montando su caballo y dirigiéndose a un público que debería escucharlos conteniendo el aliento. El efecto es el mismo que provocaría el discurso de un político pueblerino frente a sus partidarios: demasiado algodón caramelizado saliendo de su boca. Por ejemplo: “Es sabido que usted participó denonadamente en la famosa batalla de Bailén”; “no de nada se llega a primer jefe de un ejército y a Libertador de una patria”; “¡si es necesario mi sacrificio, así será porque amo la patria donde he nacido y dejaré a mis hijos un glorioso nombre sacrificándome por ella!” Imaginar el pasado, concebir una realidad posible siguiendo la lógica de los hechos, es una de las muchas tentaciones a las que se entrega la literatura. Pensemos tan solo en el Santa Anna de Enrique Serna y en los conspiradores independentistas de Jorge Ibargüengoitia. Gracias a ellos, sabemos que la iluminación de la historia se vuelve a una vez un acto de fidelidad y una traición. Para eso, y aunque parezca una obviedad, no es necesario el celo del historiador sino la inteligencia desconfiada del novelista..

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

Por amor al arte DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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stoy leyendo un libro titulado El imperio debe morir, de Mijaíl Zigar. Ahí aparecen estas líneas: “El una vez pobretón Gorki no solo se volvió el escritor más exitoso de Rusia, sino también el más adinerado. Junto con su amigo Piatnitski inventó un nuevo modelo literario de negocio. Crearon una sociedad llamada Znanie, mediante la cual los escritores recibían prácticamente todos los ingresos de sus obras, en vez de un pequeño porcentaje. Fue un modo revolucionario de retribuir a los escritores. Por su primer libro, Znanie pagó al joven Leonid Andreyev 5 mil 642 rublos y 71 kopeks, en vez de los 300 rublos que le había ofrecido el editor Sytin. La enorme suma convirtió de inmediato al pobre periodista en un opulento hombre de letras”. El escritor, tradicionalmente beligerante en una ristra de causas ajenas, ha sido bastante pacato en las

MÁXIMO GORKI

El escritor ruso, que acumuló una fortuna gracias a sus libros.

propias. A pesar de ser la pieza más importante del engranaje literario, se le ha asignado tradicionalmente un diez por ciento del pastel; porcentaje que nunca llega a ver, puesto que los editores tienen fama de no reportar correctamente las ventas de los libros. Además, es al escritor a quien le pasan factura por cualquier costo agregado. Pongo mi caso en Francia: la editorial me dice que por tratarse de una traducción, se incurre en más gastos, por lo que, en vez de 10%, me darán solo el ocho. Me informan que en Francia el traductor tiene derecho al 1% de las regalías, cosa que está muy bien, ¿pero quién paga ese porcentaje? Pues el escritor. Así es que me queda 7%. Mi agente, que cobraba el 15%, un día me dijo que “como la situación está muy complicada”, comenzaría a cobrarme el 20%. Me lo cobra sobre el 8% inicial. ¿Cuánto me queda? 5.4%. La hacienda francesa quiere también su rebanada: 30% sobre el 8 inicial. Al

final me resta un 3 por ciento. Eso, tratándose de una editorial honesta, pues muchas empresas editoras tienen la mala fama de cometer pillerías, de llevar dobles contabilidades, ¿y por dónde comienzan a rapacear? Por el autor, que nunca sabe en verdad cuántos ejemplares se imprimieron o se vendieron de su obra. Habría que cuestionar ese famoso 10% que se toma como una verdad bajada del cielo. ¿Por qué no 20? ¿Por qué no 30? Habría que averiguar qué sabía Gorki que no sepamos hoy. Lo cierto es que esos asuntos monetarios me agobian hoy porque escribo esto en el día último de mes, y ando completando la alcancía para pagar la renta. Luego tendré otros treinta días en que el dinero me tiene sin cuidado y todo lo hago por amor al arte; días en los que poco me importa el 10 o el 3%, mientras tenga vida, ideas, una botella de vino y abundancia de buena prosa.

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BICHOS Y PARIENTES

Perdonar al bronce

J

orge Ibargüengoitia sospechaba que México ya no tenía héroes porque quienes pudieran aspirar a tal reconocimiento se daban cuenta de que su destino sería una de esas repugnantes estatuas que afean las zonas públicas del país. Mejor el anonimato. En México se copia todo lo de moda, pero con retraso: la agresión contra monumentos está apenas comenzando. Nos llevan ventaja los europeos y los gringos buenistas, dados a odiar toda forma del mal. Fue emocionante ver a los rusos tirar estatuas soviéticas de Stalin: cambio de era, venganza contra el opresor. Vale. Pero en estas semanas la ira justiciera ha perseguido, y casi siempre alcanzado, a Cristóbal Colón, Voltaire, Gandhi, Junípero Serra… y encima, varias universidades, después de luchar arduamente contra el canon, han retirado “desde Homero hasta Joseph Conrad” (G. Owen) de sus bibliotecas y prohibido algunos títulos repugnantes en su syllabus, como la Política de Aristóteles. Son las nuevas hordas iconoclastas. Su motor primero es la justicia; no una idea de la justicia sino algo ominoso: la justicia en sí, que no requiere deliberación, que carece de matices, dudas, reflexiones. Nada que deliberar. Son Erinias. Cunden y se derraman por las ciudades porque se agujeró la vejiga vieja de la injusticia real, cuando la brutalidad policiaca contra George Floyd exacerbó las iras. El reclamo social no puede ignorarse. Basta. Las marchas y plantones en contra de las prácticas policiacas racistas, además de justificadas, son motivo de esperanza. Pero hay una ira justiciera que viene de otro lado, de un afán funesto: vejar

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA EFE

con pintura y derribar con cuerdas y marros todo aquello que represente a un sujeto falible si en algún momento de su historia cometió actos reprobables. Gandhi, sí, fue uno de esos abogadillos del Imperio, cruel con los negros de Sudáfrica, pero la estatua que trataron de derribar en Londres era la del viejo flaco, con sus trapos pobres y su cayado, el pacifista, el desobediente civil. Fue malo una vez y no tiene lugar en el buenismo que demanda la iconoclasia…

A los adoradores de imágenes los definen los cambios, las muchas sombras y pocas luces

¿Junípero Serra? “Genocida”, escribieron encima de su estatua derribada en San Francisco, donde habíamos visto a los jipis colocar flores en los rifles militares. Pintarrajeado de rojo dejaron al viejo Voltaire y su sonrisa irónica quedó como una mueca infernal. Y estamos empezando. La exigencia de pureza no tiene final mientras exista la materia orgánica y esa proclividad a la putrefacción. La iconoclasia actual ni siquiera sabe que conforma un fundamentalismo peor que los religiosos. Al menos, las disputas teológicas eran inteligentes y tenían el sentido de la trascendencia; la actual iconoclasia no cree en el cambio, ni en la redención: no entiende el perdón. En otoño de 2018, Istor dedicó su edición a la iconoclasia; Luis Xavier

Estatua de Cristóbal Colón en un parque de Houston, Texas.

López Farjeat dedica un estupendo ensayo a explorar las intrincadas disputas de las imágenes: “Aniconismo, iconoclasia y pro iconismo”. Juan Damasceno, neoplatónico defensor de imágenes, hace una analogía: los iconos son como sombras, que no existen sin la forma que las genera. Así, la imagen creada por mano es el rastro de lo sagrado. O con un verso de Severo Sarduy: “El paso no, del Dios, sino la huella…”. Mientras seamos seres de carne solo podemos asomarnos a la idea pura a través de las imágenes visibles. En el Paraíso, Dante, que veía con los ojos de su cuerpo, advierte luces y solo alcanza a discernir las formas cuando se las revela algún espíritu. Los iconoclastas son más radicales: nada que no sea la ortodoxia y, en general, basta un soplo de viento para que pasen del bronce al prójimo y degüellan por el bien del degollado. A los adoradores de imágenes los definen los cambios, las muchas sombras y pocas luces, las representaciones; los iconoclastas actúan bajo una sentencia que ya se emitió: si no eres la víctima, eres el criminal. Para evitar que te toque la podredumbre, te vamos a evitar las estatuas de gente mala y los libros de Aristóteles y Mark Twain, de Platón y de Joseph Conrad: gente blanca que usó malas palabras. No hay perdón: un acto malo, voluntario o por error, es imborrable. Píndaro, Agatón, Platón y Aristóteles enuncian una verdad que hallaban indudable: “Solo una cosa no puede un dios: que lo que fue, no haya sido”. ¿Cómo refutarlos? Quizá Oscar Wilde que, en su carta De profundis, afirma una cosa loca y genial que para los griegos sería imposible, pero no para cualquier cristiano: el perdón y el arrepentimiento transforman el pasado.

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