Laberinto No.899 (05/09/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

CIENCIA

FERNANDO ZAMORA

GERARDO HERRERA CORRAL

Fuga de Pretoria: las dotes de Daniel Radcliffe

La investigación en receso obligado

Foto: Footprint Films

SÁBADO 5 DE SEPTIEMBRE DE 2020 AÑO 17 - NÚMERO 899

El tiempo mexicano de Carlos Fuentes Carlos Rubio Rosell/ Madrid/ FOTOGRAFÍA: REUTERS

Foto: LIGO


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ANTESALA

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DOBLE FILO

El Madrigal de Martha FERNANDO FIGUEROA

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artha Madrigal tiene nombre de poeta y lo es, además de gran declamadora. Con raíces chiapanecas, nació en la Ciudad de México, donde siempre ha vivido. En febrero pasado, en la sala Adamo Boari del Palacio de Bellas Artes, presentó Cónclave de signos. Antología poética (Ediciones del Lirio, 2020). En 2017 publicó La rata y los geranios (Tintanueva Ediciones), que contiene diez magníficos cuentos breves. En 2014 grabó con Horacio Franco Enamorada travesía, álbum en el que ambos artistas establecen un amoroso y sensual diálogo entre poesía en voz alta y flauta. Madrigal jugó ping-pong con Laberinto. ¿Qué es la poesía? Emoción evocada en la tranquilidad. ¿Qué es el amor? Conocer el mundo a través de una mirada. Erotismo en dos palabras. Manos alfareras. ¿Qué es la muerte? Tu compañera desde que naces. ¿Qué enseña la muerte? Que una lámpara se enciende cuando otra se extingue. ¿A qué sabe el mar? A nostalgia con un poquito de sal. Su haikú que le gustó a Octavio Paz. Mariposas dormidas/ fingen sobre la tapia,/ las buganvilias. Evoque al Grijalva. De tanto lamer lajas/ se le volvió al río/ la lengua larga. Una frase de Jaime Sabines. “El poeta es el testigo del hombre”. Dos poetas mexicanos. Sor Juana y López Velarde. Dos cuentistas. Juan Rulfo y Roberto López Moreno. ¿Qué imagen le viene a la cabeza cuando piensa en Horacio Franco? Ayer verde rama/ en la fronda se mecía con el viento,/ con la lluvia danzaba./ Hoy convertida en flauta,/ entre tus manos y tus labios,/ canta. Dos óperas. La Traviata y Aída. Un compositor. Mozart. ¡Qué precocidad! Gusto musical culposo. Varios danzones. Dos pintores mexicanos. Diego Rivera y Enrique Estrada. ¿La pandemia del covid-19 es lo peor que ha visto? Sí, ya te preocupan nietos y bisnietos. Frase jocosa de un bisnieto. Al verme con bastón: “¿No te gustaría tener ruedas como bicicleta?”. ¿Qué ve al mirar atrás? No es bueno mirar atrás. ¿Y hacia adelante? Publicar dos libros más. El actor más guapo. Tyrone Power. Un bailarín. Baryshnikov. ¿Tin Tan o El Loco? Tin Tan. Su epitafio. Allá nos vemos.

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Fuga de Pretoria. Dirección: Francis Annan. Gran Bretaña, 2020.

HOMBRE DE CELULOIDE

El mundo es una caverna

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FOOTPRINT FILMS

uando aparece el letrero que anuncia “basado en una historia real”, uno sabe que lo que está por ver es increíble. Como en Fuga de Pretoria, que cuenta la historia de unos activistas sudafricanos encarcelados por fabricar bombas que, lejos de cortar cuerpos, lanzan al aire proclamas en contra del gobierno. Este hecho resulta notorio pues presenta el carácter de nuestros héroes: “terroristas” inteligentes, sofisticados y capaces de dar vuelta a un implemento macabro para hacer con este un medio de comunicación. En menos de un año en la cárcel, Tim Jenkin se vuelve un maestro relojero que produce llaves de madera. Con ellas, él y sus secuaces pueden abrir pesadas puertas de metal. Fuga de Pretoria tiene su encanto por más que tiene también algunos defectos de factura. Aun así nos mantiene al borde del asiento y sobre todo hace honor a la metáfora de la cárcel como ese lugar inhóspito en el que descubrimos quiénes somos. En efecto, según enseña Dumas en El conde de Montecristo, la única cárcel auténtica la llevamos dentro. La idea, claro, se remonta hasta Platón, de modo que en el subgénero que podemos llamar “películas de escape” el protagonista es una suerte de genio que consigue descifrar el

sentido de su propia existencia. Así lo constata un diálogo en Fuga de Pretoria, cuando Jenkin exclama: “solo la rutina da sentido al misterio del tiempo”, porque, claro, quien puede dar sentido al tiempo puede dar sentido a su condición de mortal. Jenkin, nuestro héroe en Fuga de Pretoria, está basado en Edmundo Dantés: “pensé cientos de formas de escapar, hasta que me dije: no es necesario inventar las cosas, sino partir de lo que se sabe y poco a poco profundizar en ello”. Con esta filosofía nuestro activista consigue abrir las puertas de máxima seguridad de un régimen fascista y dar libertad a un par de compañeros. Fuga de Pretoria tiene más de una secuencia en que se permite hacer “homenajes” a Fuga de Alcatraz, aquella obra que protagonizó Clint Eastwood en 1979 y que dirigió Don Siegel. Hay también una escena prácticamente calcada de Sueño de fuga de 1994, cuando un prisionero pone música clásica en el altavoz de la prisión simbolizando con

El director se concentra más en una serie de tomas extravagantes que en dirigir a sus actores

ello que no hay nada más contestatario que la belleza. Francis Annan, director de esta película, nació en 1984. Es un afrobritánico que escribió el guion de Fuga de Pretoria basado en las memorias de Jenkin. Y aunque la obra en general resulta atractiva desde el punto de vista comercial, desde el punto de vista artístico tiene esta falla: el director, tal vez por su juventud, se concentra más en una serie de tomas extravagantes que en dirigir a sus actores. ¿A quién le importa ver una toma imitando el punto de vista de una llave cuando entra en la cerradura? A los alumnos de la escuela de cine y nada más. Al público en general le conmueve mucho más la actuación. Y la actuación, hay que decirlo, no está mal. Daniel Radcliffe lanza toda la carne al asador; al final, incluso, convence, pero no gracias al director, quien en casi todas las escenas se olvida de sus actores y les permite decir sus diálogos como si estuvieran en un escenario teatral. Francis Annan introduce además un par de chistes que a todas luces resultan fuera de lugar. Aun así la película interesa gracias a que entiende a la prisión como el encierro de nuestro entendimiento, esa caverna que nos impide apreciar la injusticia de un régimen infame como el apartheid.

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ANTESALA

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POESÍA

Último acto

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LOS PAISAJES INVISIBLES

El pelaje de la vida

CLAUDIA KERIK

IVÁN RÍOS GASCÓN

Flotaremos en las tinieblas acechándonos antes de desaparecer Nunca más pasará nuestra sombra juntos por la tierra ni atravesaremos el uno la estela que el otro deja Y habiendo traicionado todo lo que fuimos permaneceremos en el punto ciego en que el amor nos convierta siempre en desconocidos Este poema forma parte de un libro en preparación.

EX LIBRIS

La vacuna/ EKO

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@IvanRiosGascon

l escritor británico V. S. Pritchett (1900– 1997) suponía que para descifrar un libro o una obra entera era menester asomarse a la vida de los autores. Para sus ensayos solía hurgar en diarios, cartas y biografías (prefería las de terceros y no las de los propios protagonistas pues “la autobiografía es una forma de vestir el pasado con ropas de gala”), y espulgaba anécdotas o testimonios peculiares a fin de registrar puntos clave entre la experiencia vital y el prodigio estético. Así elaboró retratos en los que no parecía faltar un solo detalle. Su estilo, como crítico y articulista, era expansivo y a veces de un sentido del humor fenomenal; no obstante, a la hora de narrar fluía por otros derroteros. Martin Amis, por ejemplo, abre así “En alabanza de Pritchett”: “Los relatos breves de V. S. Pritchett casi parecen femeninos por su pasividad, reflejan ambientes cerrados, son inclasificables e intemporales y tienden a la introspección. No le importa lo marginal que pueda semejar a veces su estilo. No hay en ellos situaciones efectistas, ni momentos decisivos, ni súbitas desgracias, ni premios inesperados, ni repentinas revelaciones. Pritchett nunca acaricia a contrapelo el pelaje de la vida, y solo deja en él una leve huella” (La guerra contra el cliché). Amis es uno de los grandes entusiastas de V. S. Pritchett. Para él, “Amor ciego” es una obra maestra del cuento inglés del siglo XX, y tiene razón: esa historia en la que Armitage, un flemático caballero invidente, conquista sin delicadeza ni romance sino con puro deseo a su asistente Helen Johnson, una mujer afligida por una mácula congénita (“Bajando desde el cuello por sobre el hombro izquierdo hasta el pecho y más allá, dilatándose como una lengua hacia la espalda, había una mancha horrenda, oscura como la sangre, que hacía pensar en un pedazo de hígado en la vidriera de una carnicería o en una isla obscena, de bordes irregulares. Era como si le hubieran arrojado un tarro de pintura encima”), consigue estremecer desde la impasible exploración de los seres que, a pesar de los maltratos, se mantienen inflexibles: al señor Armitage lo abandonó su esposa cuando quedó ciego; el matrimonio de la señora Johnson duró poco: el marido descubrió el defecto en la noche de bodas. Es por eso que el amor germina en la cama. A empellones, casi por la fuerza, Armitage no seduce pero Helen lo consiente, ambos se saben incapacitados para bordear el limen de la ilusión afectiva, y mucho menos, el de la fantasía carnal. Decíamos que, como ensayista, V. S. Pritchett solía husmear en la intimidad de los autores. Biografías, cartas, diarios, un caudal de documentos paralelos a la invención que, contrario a lo que Martin Amis decía de su estilo narrativo, le permitieron acicalar el pelaje de la vida ajena porque dilucidar el genio era su objetivo, aunque aprendiera poco en apariencia (Amis no dudó en calificar su prosa de nostálgica, anticuada, tosca e infestada de ripios). Pritchett admiraba a su compatriota Henry Green (1905–1973). De éste, su novela favorita era Blindness (1926): un joven sufre un accidente y pierde la vista. La repentina oscuridad lo vuelca a la escritura, su mundo se restringe a la monótona convivencia con su madrastra. De Blindness, Pritchett señaló que “El estudio de la ceguera parece expresar una vena mórbida, útil para Green porque no era sentimental; era, más bien, un modo de despojarse del propio ego para entrar en el laberinto de las mentes, los sentimientos y los intereses de la gente corriente, totalmente ajenos a los suyos propios, daba vueltas. No estaba utilizándolos como pretexto; amaba su misterio”. Eso es lo que, casualmente, Pritchett también hizo en su pequeña obra maestra en la que a pesar de las tinieblas y la malformación, aún es posible un remanso de consuelo.

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DE PORTADA

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Presentamos algunos pasajes de La escritura infinita. Conversaciones con Carlos Fuentes, publicado por la UANL. Son de una increíble lucidez y actualidad

Las profecías de Carlos Fuentes

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CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID FOTOGRAFÍA AP

n septiembre de 2006, Carlos Fuentes decía que estábamos viviendo una época de transición que comparaba con el Renacimiento. Aquel mediodía, mientras bebíamos una copa de martini en un bar de Madrid, me expuso un panorama que hoy pone los pelos de punta por la exactitud de su revelación: “Creo que vamos hacia algo como el siglo XIII”: la peste, la muerte negra y quizá después un renacimiento. Es una visión apocalíptica, pero todo indica que las cosas andan muy mal. Y todas las instituciones están en crisis y en una transformación muy veloz, imprevisible y quizá indomable, que va a presentar desafíos tremendos en los próximos 50 años”. La sorprendente actualidad de su pensamiento señala problemas, conflictos y hechos que Carlos Fuentes (1928-2012) supo apreciar y anticipar con claridad y que están presentes en su literatura, ese espacio donde “todo sucede hoy porque el pasado es la memoria hoy y el futuro es deseo hoy”. Durante los últimos 20 años de su vida recorrí con Fuentes la tierra de ficciones que había creado y cuyos polos, decía, eran el lenguaje y la imaginación, un vasto mundo intelectual y literario del que me expuso cuáles habían sido las razones, convicciones, sentimientos, inquietudes, tentativas, inspiraciones, dudas e ideas que lo marcaban. Los fragmentos que siguen forman parte del libro La escritura infinita. Conversaciones con Carlos Fuentes, que acaba de publicar la Universidad

Autónoma de Nuevo León y que quiere ser un homenaje a la generosidad de un hombre que no escatimó voluntad, acción y creatividad para animar a sus lectores a seguir y perseguir su propia vocación e inquietudes intelectuales.

La pulsión literaria

Una vez le preguntaron a Alfonso Reyes cuáles eran las influencias sobre Juan Rulfo y Juan José Arreola, en aquel momento escritores jóvenes que acababan de aparecer, y dijo: “Dos mil años de literatura”. Pudo haber dicho cinco mil; pudo haber dicho toda la edad, desde la reacción del cosmos y posiblemente desde que el primer hombre habló. Todos somos portadores de un pasado enorme, algunos más conscientes que otros; pero el hecho es que sin la tradición no habría creación nueva y depende de cada escritor saber qué tan vasta es esa tradición, hasta dónde quisiera que lo alcanzara a él o a ella. Hacer presente esa tradición en el momento de escribir le corresponde a cada escritor, decidir cuáles son los nódulos de ese tiempo de la creación en la obra de cada uno. A veces tiene que ser muy amplia, a veces quisiera uno que fuese tan inmediata como el titular de un periódico de ayer. ¿Se pueden separar una de la otra? No lo creo. En realidad, creo que todo ocurre hoy finalmente. Hay un momento en el que William Faulkner dice: “El presente empezó hace diez mil años; todo se da cita en el presente”. A mí no me importa tanto un pasado de archivo como un pasado que se actualiza hoy en la memoria.

••• La región más transparente fue la primera novela plenamente urbana que se hizo en México, aunque están las obras de Martín Luis Guzmán o de Mariano Azuela, porque nadie había tomado a la ciudad misma como pro-

tagonista, una ciudad que no existía antes. Antes de los años cuarenta y principios de los cincuenta, esa Ciudad de México que yo describo no existía. Yo la viví, era una ciudad mucho más pequeña, más provinciana, que recibió el aluvión de la Segunda Guerra Mundial y todo lo que trajo a México, su respuesta a eso y el proceso de industrialización. De manera que es un momento muy turbulento de la vida en que la ciudad se forma, se deforma, se descubre y se ignora al mismo tiempo. Había tantos niveles que era un desafío extraordinario vivir eso y luego escribirlo. Y el resultado es una novela que viví mucho en mi juventud. A ella sigue una especie de tránsito melancólico que es Agua quemada, un homenaje a Alfonso Reyes, como lo fue La región más transparente, pero a su visión desencantada. Cristóbal Nonato es una ciudad no solo posmoderna, sino post todo. Es una ciudad descompuesta, deshecha, quebrada, podrida y profética. En cierto modo uno quiere ser una buena persona y dice: profetizo para exorcizar. Y no: este fue un exorcismo para profetizar, porque finalmente mucho de lo que digo ahí, en el año 82, por desgracia, se ha cumplido: la corrupción del ambiente, una presidencia del Partido Acción Nacional, que era inconcebible, y muchos otros vicios y desplomes que se han acentuado hasta convertirla en una ciudad maravillosamente invivible.

“No me importa tanto un pasado de archivo como un pasado que se actualiza hoy en la memoria”

••• La novela del siglo XX formó parte de la vanguardia artística. Y la vanguardia ha muerto. Ya no la hay. Hay comer-

cio, hay publicidad; todas las formas más audaces de la pintura moderna han entrado al comercio y hoy se encuentran en anuncios. Ya nadie se espanta de juegos con el tiempo en un anuncio para vender medias, condones o lo que sea. Se quiebra el tiempo de una manera más extrema aun que en una novela de Joyce o de Faulkner. De manera que la gente ya está acostumbrada a todos estos experimentos y la novela vuelve, si no al siglo XIX, sí a una especie de espera en el todo vale: valen todos los estilos, valen todas las escuelas, pero detrás de esto hay el hecho de que vanguardia y progreso ya no son sinónimos. Creo que Picasso lo supo y lo dijo siempre; Joyce también: el arte no progresa; el arte se da mediante obras singulares y no forman parte de una corriente general de progreso económico o científico; eso es otra cosa”.

Sobre la vida y la muerte

No podemos vencer al tiempo porque la muerte nos impide hacerlo. Somos libres porque actuamos en el mundo, pero no somos libres porque vamos a morir. Sin embargo, la muerte es la condición misma de la vida y esto los mexicanos lo sabemos particularmente bien. La cultura mexicana de la muerte no separa arte y vida, sino que considera que todo es vida, incluyendo la muerte. Y más aún: que el valor de la vida sería imposible sin el valor de la muerte. Todos descendemos de la muerte; la muerte no nos va a llegar, la muerte nos precede; gracias a ella estamos en el mundo. ••• La vida se hace de muchos factores encontrados, disímbolos. Hay elementos de felicidad, de infelicidad; a veces la mayor felicidad se encuentra en la


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infelicidad, en el sentido de qué puede uno mismo al afrontar situaciones extremas o de muerte. Esa es un poco mi situación actual: estoy escribiendo, como siempre he escrito, contra la muerte. Y la muerte para mí ya no es una broma; es algo que yo puedo prever, oigo los pasitos a cada rato. Pero también me afecta la vida de los seres que quiero: mi familia, mis amigos; me hago cargo de eso cada vez más y la única manera que tengo de responder a ello es escribiendo, pero aún más profundamente queriendo a la gente, acercándome a ella y teniendo ese calor que tanta falta nos hace. De manera que hay la paradoja de una felicidad que a veces es alimentada por la infelicidad de la desgracia.

••• La esencia de la cultura consiste en decirnos que somos en el presente solo porque portamos cuanto hemos sido en el pasado y cuanto deseamos ser en el porvenir. Porque, al cabo, lo que la educación nos enseña, como escritores, como estudiantes, como comunicadores, como funcionarios, como ciudadanos, como hombres y mujeres, es a guiarnos por el deber supremo de mantener, en contra de todas las adversidades, la continuidad de la vida en este planeta.

Deber político y augurios para México

Tengo esperanza en la ciudad (de México), no quiero perderla porque es una

ciudad que amo demasiado y que siento muy aliada a la posibilidad democrática de México. (…) Es una bella ciudad que tenemos que salvar por todos los medios; no cejar en la imaginación de la ciudad, en la posibilidad de hacerla mejor. Pero eso está aliado a la posibilidad de una vida democrática en México. A medida que se desarrolle una vida democrática en nuestro país, los problemas de la ciudad también se van a ir resolviendo, porque finalmente solo los pueden resolver los habitantes de la ciudad y solo ellos pueden darle la plenitud de los que son en un sistema democrático. ••• Creo que la Ciudad de México está en ese filo de la navaja, de decir: aquí me

El novelista mexicano en Nueva York, 1995.

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muero o aquí renazco. Es una ciudad que todos queremos que renazca, no que se despeñe totalmente en el horror del crimen, la asfixia, la mugre, la pobreza, todo lo que está rodeando como unas manos negras a la Ciudad de México. ¿Hay esperanza en la Ciudad de México? Quiero creerlo. ••• Mi generación, que incluye a Porfirio Muñoz Ledo, Mario Moya Palencia, Enrique González Pedrero y Víctor Flores Olea, tiene una enorme deuda con Mario de la Cueva, quien nos inculcó el sentido del Derecho como un deber permanente hacia la justicia, de construirla en México. Esto fue para nosotros, sus discípulos, el sinónimo del Derecho. Se estudiaba Derecho para defender la ley y hacer justicia. Eso nos lo metió en el alma. ••• Hemos dejado atrás, por fortuna, el mandato de Jean-Paul Sartre del escritor comprometido, que llevaba a aberraciones y exigencias muchas veces imposibles de cumplir, y a adhesiones ideológicas muy rígidas. Eso pasó para dar lugar a algo más importante: por un lado, el escritor es libre de escoger su filiación política, su ideología, su actividad ciudadana. O no tenerla. El hecho de que un escritor no tenga una actividad política no me parece, como les hubiese parecido a los sartreanos de los años cincuenta, casi un pecado de lesa humanidad o de leso civismo, porque creo que hay una función fundamental que cumplen todos los buenos escritores: mantener vivo el lenguaje y la imaginación de una sociedad. Cumpliendo eso, se cumple con el máximo deber político y social del escritor. ••• Debemos ahondar y abundar en las posibilidades de apoyo que la cultura audiovisual puede prestarle a la cultura del libro, y viceversa. Para ello los medios deben crear lectores en vez de ahuyentarlos. Hay que insistir desde el inicio, desde el salón de clases y, si fuese posible, desde el hogar, en someter la imagen audiovisual a la misma crítica a la que siempre han estado sujetas la literatura y las artes plásticas. Hay que enseñarle al espectador a hacerse cargo críticamente de la imagen que recibe, porque vivimos en la aldea global de comunicaciones masivas, adelantos técnicos e interdependencia económica, pero podemos fácilmente alimentar los temores e incluso la rebelión de la aldea local que no se ve reflejada en dichos medios. ••• Los soles de la mitología mexicana que representan las sucesivas eras del universo están condensados con más conciencia que en ninguna otra época en el siglo XX, por la gran sacudida que fue la Revolución mexicana, la gran revelación de nuestra identidad plural y de las culturas que forman la cultura de México. Pero los soles siempre están en proceso de extinguirse para dar nacimiento a un nuevo sol, y yo espero que en el siglo XXI haya un sexto sol de México que sea el sol de la democracia, de la justicia y del bienestar para nuestros compatriotas.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

Los efectos del covid-19 La pandemia ha retrasado los proyectos científicos con participación internacional

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ace poco más de un año la colaboración internacional Telescopio Horizonte de Eventos (EHT) impactó al mundo con la primera imagen de un agujero negro. En ella se muestra por primera vez al horizonte de sucesos que poseen estos fascinantes objetos. El horizonte de sucesos es la línea divisoria fatal que separa a una región del espacio de nuestro universo y es la que da nombre al experimento. Sin duda, esta imagen es una de las más trascendentes en la historia de la ciencia. Los datos que permitieron reconstruir al agujero negro supermasivo que se encuentra en el centro de la galaxia elíptica M87, a 55 millones de años luz de nosotros, habían sido tomados en abril de 2017 en una campaña internacional con ocho telescopios, entre los que se contó con la participación de México a través del Gran Telescopio Milimétrico. El instrumento es el de mayor diámetro de los ocho que se ubican en diferentes países, de manera que la contribución es de la mayor relevancia. Para este año el experimento EHT tenía programado tomar datos, ahora con un telescopio ampliado a once observatorios; sin embargo, la pandemia por el covid-19 orilló a la colaboración internacional a suspender la observación del cielo a finales de marzo y se propuso esperar a la primavera de 2021 para un nuevo avistamiento coordinado. Por ahora se continuará con el análisis de los datos adquiridos anteriormente y en su programa a futuro intentará recrear una imagen del centro de nuestra galaxia —Sagitario A*, el agujero negro supermasivo en la Vía Láctea—, así como de las otras galaxias activas: Centauro A, OJ 287 y NGC 1052. Hace un par de meses, la colaboración publicó un espectacular video de la estructura elongada en dirección perpendicular al chorro de radiación que sale del agujero negro supermasivo 3C 279 en la constelación de Virgo. Este objeto había sido usado para calibrar las mediciones anteriores y ahora el análisis de los datos ha revelado este nuevo fenómeno en la cercanía del gigantesco hoyo negro. Que salga radiación en dirección perpendicular a como lo hace la mayor parte de materia y energía es algo que no se conocía. Por su parte, el acelerador de partículas Gran Colisionador de

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA IAC3

Sala del observatorio LIGO en Hanford.

Hadrones del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares en Ginebra tenía programado reiniciar actividades en mayo de 2021 pero los trabajos de mantenimiento sufrieron retrasos serios como consecuencia de la pandemia por el covid-19 y ahora el acelerador considera retomar operaciones hacia el otoño de 2021, es decir, cuatro meses después de la fecha original. Los otros aceleradores del CERN retomarán sus actividades gradualmente a partir de diciembre y los experimentos del Gran Colisionador de Hadrones volverán a tomar datos en marzo de 2022. El equipo mexicano que trabaja en Alice prepara dos estaciones de detección para ser instaladas en enero. Las dificultades para viajar a Europa colocan una presión fuerte en el equipo que está viendo la manera de cumplir con el calendario. Mientras tanto, los experimentos Atlas y CMS dieron a conocer la observación de la desintegración del

El equipo mexicano de Alice prepara dos estaciones de detección para ser instaladas en enero

higgs en dos muones. El higgs es la partícula descubierta en 2012 y fue la razón para el Premio Nobel de 2013. La manera de desintegrarse en dos conocidos muones verifica su identidad y da nuevas pistas para su mejor comprensión. LIGO, el observatorio que anunció en 2016 la detección de ondas gravitacionales y que fue reconocido con el Premio Nobel en 2017, suspendió a finales de marzo la tercera etapa de observación como consecuencia de la pandemia. El final de este periodo de observación estaba originalmente programado para finales de abril, pero los estragos por la contingencia llevaron a detener antes de tiempo la adquisición de datos. Sin embargo, en el tiempo que estuvo operando logró captar 56 eventos de ondas gravitacionales, es decir, cinco veces más de lo que había visto en las primeras dos etapas de adquisición de datos. En junio, la colaboración LIGO anunció el avistamiento de un objeto misterioso. Sabemos que cuando una estrella muere, acabará siendo una estrella de neutrones o un agujero negro, dependiendo de la masa que tenía en vida. Las estrellas de neutrones más pesadas que se conocen

tienen una masa del orden de 2.5 la masa de nuestro Sol mientras que los agujeros negros más ligeros tienen cinco masas solares. Los especialistas han planteado que, entre las 2.5 y las cinco masas solares, hay un “hueco de masas”. Sin embargo, LIGO acaba de observar las ondas gravitacionales ocasionadas por un objeto con 2.6 masas solares, es decir, con una masa en el “hueco de masas”. Este objeto se fundió con un agujero negro que poseía 23 masas solares y la radiación gravitacional llegó hasta el detector en agosto de 2019. Con la fusión de estos dos objetos se formó un agujero negro que se encuentra a 800 millones de años luz de nosotros A finales de junio, la publicación reportó la evidencia del objeto con una masa inesperada. El anuncio desafía nuestra comprensión de la evolución de las estrellas y nuestro conocimiento de cuerpos muy densos. Estos son algunos de los grandes proyectos científicos y la manera en que han sido afectados por la pandemia. No cabe duda de que la crisis de salud perturbó todos los aspectos de la vida en el mundo entero. La actividad científica no fue la excepción.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Cara de Liebre

La insurrecta

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A FUEGO LENTO El espejo de nuestras penas

Arigatou goza-y-más México, 2020

Liliana Blum Seix Barral México, 2020 296 páginas

Guillermo Barba Martínez Roca México, 2020 352 páginas

Pierre Lemaitre Salamandra España, 2020 448 páginas

Una de las voces más atractivas de la narrativa mexicana vuelve con una novela sobre las cicatrices corporales que terminan hiriendo el alma. La mirada se posa sobre una mujer que sabe cómo deshumanizar a un ser humano, cómo dar y recibir el pago de una apariencia “monstruosa” en vez de pasar por una persona común. El encuentro con un desconocido como una puerta abierta a las relaciones destructivas es uno de sus motores mejor afinados.

El hilo que conduce a esta novela no podía ser más sorprendente: la conspiración en el corazón mismo de la insurgencia para asesinar al cura Hidalgo. Su protagonista es Manuela Taboada, quien se rebela ante las atrocidades cometidas en nombre de la insurrección, más un baño de sangre y un ajuste de cuentas que un movimiento libertario. La trama se abre paso entre la intriga y el suspenso y ofrece un retrato que echa por tierra algunas inercias históricas.

Primavera de 1940. Louise Belmont, de 30 años, corre desnuda y cubierta de sangre por el bulevar de Montparnasse. Qué ha ocurrido. Para saberlo, esta joven maestra deberá adentrarse en un momento histórico sin parangón: mientras las tropas alemanas avanzan hacia París y el ejército francés está en plena desbandada, cientos de miles de personas huyen en busca de un lugar seguro. Louise acabará refugiándose en un campamento del Loira con dos soldados desertores.

El verano del adiós

La conquista de América contada para escépticos

La rebelión de las masas

Ray Bradbury Minotauro España, 2020 176 páginas

Juan Eslava Galán Crítica México, 2020 688 páginas

José Ortega y Gasset Austral México, 2020 328 páginas

Segundo volumen sobre Green Town, en el que Bradbury continúa rememorando los días de su infancia. Douglas Spaulding, como Peter Pan, se niega a crecer y junto con su pandilla, que incluye a su hermano Tom, libra una batalla contra los adultos representados por el señor Quartermain. Resulta curioso que, como líder, Doug le prohíba a sus compañeros que ya no consuman golosinas ni refrescos, pues considera que de ese modo el sistema los asimila más rápidamente.

A caballo entre la ficción y la recreación histórica, con diálogos imaginarios y una rica galería de personajes, este libro se ocupa de los motivos que animaron a príncipes, comerciantes, marinos y aventureros a buscar nuevas rutas de acceso a Oriente para encontrarse finalmente con tierras desconocidas. El peso recae en esas figuras, que encarnan las ambiciones, alianzas e intereses de su época, tan contradictorios como la historia que habrían de inaugurar.

Para Julián Marías, autor de la introducción, este no solo es el libro más famoso del filósofo español sino “de la lengua española en el siglo XX”. Como otras obras de Ortega y Gasset, se llega a creer que el atractivo título basta para entenderlo. Aparecido en 1930, una época de politización, las lecturas que se hicieron fueron en este sentido. Ortega manifestó en su momento su desacuerdo. La actualidad del libro se debe a las múltiples lecturas que sugiere.

Tokio en dos direcciones ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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a condición híbrida es cada vez más un sello de garantía de la narrativa mexicana. Se borran las fronteras entre géneros, priva un ánimo de experimentación, las formas tradicionales dan paso a mutantes omnívoros y ligeros. No es otra la condición de Arigatou goza-ymás (Elefanta Editorial). Pasa por una crónica (obtuvo, de hecho, el Premio Crónica Concurso del Libro Sonorense 2018) pero en su cuerpo hay lugar para la viñeta histórica, el haikú, el relato breve, el diario personal. A eso hay que agregar su exquisito carácter gráfico: las ilustraciones de Israel Urmeer son más que un soporte; son un cosmos en sí mismas. Tokio es el epicentro de una escritura que se entrega con facilidad y en ocasiones se desdobla para ofrecer la imagen a un tiempo quieta y telúrica, colmada y vacía, de la cultura japonesa. Caminando por sus calles, por sus barrios inesperados, la corriente, escribe Fernanda Ballesteros Fernández, el río de gente, “sigue un respeto; reverencias; profundo desinterés. Somos demasiados en una soledad multiplicada”. Con esta intuición haciendo de guía, Arigatou goza-y-más va adquiriendo la consistencia de un paseo que atrae a un pasado inscrito en el presente y a un presente que fluye muchas veces al ritmo de sus tradiciones. Mientras tanto, la experiencia se traduce en movimientos breves, miniaturas que podrían imitar los trazos de un jardín zen. Aunque el viajero ya iniciado eche de menos algunos momentos y lugares emblemáticos (una función de teatro No, los baños turcos, la zona donde la tecnología supera los más alocados sueños futuristas, los table dance a plena mañana), no deja de sorprender la capacidad de observación que Fernanda Ballesteros Fernández ejerce y, con franca naturalidad, su iniciativa para contener esas observaciones dentro de la cáscara de una nuez: “Los creadores de la danza butoh se inspiraron en los moribundos arrastrándose tras la bomba de Hiroshima”. Fernanda Ballesteros Fernández e Israel Urmeer me han traído de vuelta, como si fuera el sonido de una campana, un libro escrito en el siglo XIV, una colección de minucias del monje budista Kenko, quien construyó sus Ocurrencias de un ocioso mediante las notas y reflexiones que pegaba en las paredes de su casa.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

HUSOS Y COSTUMBRES

Ojerosos y desteñidos ANA GARCÍA BERGUA

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stá leyendo Ojerosa y pintada para una tarea, como dicen ahora. El protagonista de la novela de Agustín Yáñez, un ruletero, recorre la vieja Ciudad de México y sus barrios, y escucha a sus pasajeros conversar, quejarse o perorar. Aquellas voces, ya perdidas, corresponden a distintas clases sociales y oficios de entonces. Entonces es 1960, más o menos, pues se trata del año de publicación, no de escritura. El año en que ella nació, por cierto. Y al pensarlo evoca de manera confusa ciertas voces, olores, luces, los caparazones gordos y aparatosos de los automóviles de aquella ciudad de su primera infancia, los colores que a lo largo de aquella década se volverían claros. Una ciudad curiosamente oscura, o será que eso le provoca la lectura de la novela de Yáñez, ese recuerdo como en sombra, de noches que solo surcaban el paso torpe del tranvía y el chiflido del camotero: ¿será un recuer-

CIUDAD DE MÉXICO

Avenida Revolución en la década de 1960.

do o una imagen construida a lo largo del tiempo? Es difícil saber. El taxista de Yáñez recorre el centro, Peralvillo, la Tlaxpana, llega a las colonias Álamos y Del Valle, pasa por Tlalpan: dos oídos y dos ojos que nos muestran aquellas colonias y a sus gentes. Es muy extraño no sentir nostalgia, quizá alguna desazón, si acaso; tan ajena siente ahora esa ciudad como la de hace unos meses, antes de que salir a la calle se convirtiera en el temor de atraer al monstruo invisible y llevárselo a la casa. De por sí la de Yáñez es una novela nostálgica, moralista en algunas partes: el taxista se niega a cumplirles la súplica a los quinceañeros ardorosos de que los lleve a donde haya vicios y mujeres iniciadoras, para no cargar con sus probables pecados en la conciencia; así una ciudad probable, abstracta, moral, se superpone a los barrios con sus olores y sus costumbres, una ciudad en sombra quizá. También una

especie de fantasma sobreviviente del porfiriato le pide llevarlo al canal del desagüe a respirar el hedor que es para él producto de los pecados de la gran ciudad. Curiosa aquella Ojerosa y pintada; quizá en su época fue una despedida de la vieja urbe con resabios porfirianos, lópezvelardeanos, y familias como de película nacional: ¿se imaginaría el escritor la ciudad de pocos años después, aquella de jóvenes y protestas cuya represión como secretario de Educación aprobó? La ciudad era en marzo una ciudad de mujeres y protestas, en eso estaban cuando vino la peste y los alevantó, encerrados sin poder salir al sol, maldurmiendo; muchas se dejaron de teñir el cabello. Quedaron entonces, la ciudad y todos, ojerosos y desteñidos. Se pregunta qué será de su ciudad cuando todo pase, los olores y colores nuevos que la habitarán. Y en esa espera se va la vida.

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CAFÉ MADRID

Los golpes certeros de Pete Hamill

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l final de uno de sus apoteóticos conciertos en el Madison Square Garden de Nueva York, Celia Cruz —la peluca y los labios rojos furiosos, el vestido entallado y dorado, los tacones altos y la adrenalina disparada— se sentó frente al espejo de su camerino y, mientras se desmaquillaba, contó la otra cara de la moneda: “cuando me despierto me siento en casa. Por un momentito. Después ya no. Pero pasan los años y él sigue ahí y yo aquí”. Él era Fidel Castro y ella la exiliada cansada de esperar, deseosa de volver. Así se le iba la vida. En eso pensaba la diva tropical cuando no estaba encima del escenario. Celia Cruz no pudo ir a La Habana a ver por última vez a su madre y nunca pudo llevarle flores a su tumba. Después de encandilar multitudes, se apagó en el exilio. Y… “al final, el exilio es siempre un país frío. Nunca es un buen lugar para morir, especialmente para una reina”, escribió Pete Hamill en la mejor necrológica sobre La Guarachera de Cuba, una nota que releo con frecuencia, quizá intentando descifrar la estructura de una prosa llena de golpes certeros. Hace un rato he vuelto a ese texto —memorioso, sentencioso, puntilloso; la mejor deconstrucción que se ha hecho sobre una de las grandes figuras de la música popular— y esta vez lo he leído en voz alta, a manera de oración laica, para despedir a Pete Hamill, fallecido el mes pasado a los 85 años de edad en un hospital de Brooklyn. Hamill fue dueño de una vida envidiable y gurú de una legión de aprendices. Formó parte de la generación del Nuevo Periodismo (junto a nombres

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AP

como Tom Wolfe, Gay Talese o Norman Mailer) y con su trabajo les devolvió la dignidad a los tabloides de la Gran Manzana. Su olfato periodístico lo había llevado a estar en el momento preciso en el que surgen las grandes historias. En 1968 acompañaba a su amigo Robert F. Kennedy en la campaña para conseguir la candidatura a la presidencia de Estados Unidos cuando lo mataron en un hotel de Los Ángeles (y ayudó a detener al asesino, Sirhan B. Sirhan). La mañana del

Tenía 21 años cuando llegó al DF con la vana intención de convertirse en pintor. Era 1956

11 de septiembre de 2001, el cronista caminaba por las inmediaciones del World Trade Center cuando, de pronto, vio el impacto de un avión en una de las Torres Gemelas y, ese día y los siguientes, realizó la mejor cobertura del atentado terrorista que ha marcado la vida global reciente. Antes contó los conflictos armados de Vietnam, Nicaragua y Líbano. Escribió varias novelas y las biografías de Frank Sinatra y de Diego Rivera. Y, bueno, también fue novio de mujeres célebres como Jacqueline Kennedy o Shirley MacLaine. Pero todo comenzó en México, donde vivió un tiempo (y luego volvió muchas veces). Pete Hamill tenía 21 años cuando llegó al DF con la vana intención de convertirse en pintor. Era 1956 y la capital del país fue para

El periodista neoyorquino, quien murió el 5 de agosto de 2020, a los 85 años de edad.

él un posgrado sobre “lo que significaba ser humano”. Cantaba rancheras en Garibaldi y era un asiduo de la Arena Coliseo, donde boxeaba su querido José Toluco López (“mejor que el Ratón Macías”), quien “transformaba la violencia en arte”, y leía con fruición a López Velarde, Octavio Paz y Alfonso Reyes. Por eso, muchos años después, no entendía por qué los corresponsales de su país (y de otros tantos) solo se ocupaban de un aspecto de México: la narcoviolencia. “El periodismo puede relatar los hechos pero, en su versión obtusa, jamás cuenta la verdad”, escribió hace una década. “Si un periodista solo se ocupa de una cosa, y encima es sensacionalista, no ofrece el retrato fiel de un país. Si en los años veinte los reporteros extranjeros en Estados Unidos solo se hubieran ocupado de Al Capone y sus contrabandistas, se habrían perdido el surgimiento de una valiosísima generación literaria, con Hemingway y Fitzgerald a la cabeza, el triunfo del cine y el desarrollo creativo del jazz. A ver si entienden nuestros colegas corresponsales que los narcotraficantes no lo son todo en el México de hoy”. Además del texto sobre Celia Cruz, Pete Hamill hizo otros perfiles magistrales. Sobre su amigo Norman Mailer, por ejemplo. “Mailer era el hombre público, Norman el escritor privado. Yo quería a Norman. En privado, Norman era elocuente, chistoso, siempre sorprendente. Pero con frecuencia me encontraba incómodo en compañía de Mailer. Se ponía a beber, su mirada azul resplandecía de veneno y enseguida tenía un súbito estallido de violencia”. Así era la prosa pugilística de Pete Hamill: llena de golpes certeros.

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