Laberinto No.903 (10/10/2020)

Page 1

Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA JOSÉ GORDON

Los enigmas de Roger Penrose SÁBADO 10 DE OCTUBRE DE 2020 AÑO 17 - NÚMERO 904

Louise Glück: el poder de la voz femenina Sandra Lorenzano, Carlos Rubio Rosell/ FOTOGRAFÍA: TWITTER

Foto: AP


-02-

ANTESALA

10 DE OCTUBRE 2020

EN EL BANQUILLO

Memoria TEDI LÓPEZ MILLS

L

es dicen Miembros del Pueblo en el país de la revolución o Emepés en los discursos de los líderes frente a las multitudes que se reúnen en la plaza cuando urge detallar los éxitos recientes del gobierno en pie de guerra. Con los líderes suele haber dos poetas: el vate anciano y la nueva joven promesa. Lanzan arengas —¡desabasto es abasto!, ¡la merma nunca enferma!—, versos de libertad y de heroísmo que oigo con el aire caliente encima como un toldo aplastante. Detrás del casco de la catedral las montañas se ven secas y polvosas. Sus nombres legendarios figuran en las epopeyas de los líderes que cruzaron el país de la revolución luchando contra los enemigos hasta llegar a la capital ahora convertida en un santuario de paz y alegría. Riman con las palabras de los sentimientos de modo milagroso, pienso desde mi rincón mientras los líderes y los poetas sacuden sus sombreros color caqui como trapos cuando los gritos necesitan un énfasis físico. Al cabo de una hora dispersan a los Emepés. Cada quien se va a su sector. Yo pertenezco al de las esposas. En mi casa hay un patio largo y estrecho. La cocina es oscura, con paredes verdes y, al fondo, un refrigerador enorme, anaranjado, viejo. Yo misma lo pinté –me explica la casera–; se debe dejar abierto a veces para que descanse el motor, pero nunca lo hago. Le tengo miedo a la cocina; entro casi a tientas cuando la Emepé que nos asignaron vuelve a su barrio los domingos con su marido y sin hijos porque es estéril me confiesa con lágrimas: Tenga familia, señora, si no su esposo la va a lastimar cuando se aburra. Quiere enseñarme a guisar, sobre todo los platillos típicos del país de la revolución. Mañana, le respondo rumbo a la mecedora donde leo a San Juan de la Cruz para una tesis sobre las paradojas de la inefabilidad. Mi loro Pancho baja de su percha y se sube al brazo de la mecedora. Picotea la madera. Cierro los ojos en la patria de los poetas, según mi amigo sarcástico que se burla de las odas del vate anciano y trae en su mochila recortes de la época reaccionaria: fotos del vate en cenas oficiales con los antiguos jefes hoy desterrados por la revolución; poemas abstrusos acerca de las palmeras en la noche y el centelleo de una estrella en los “estanques invisibles de la luna”. Junto al vate está la joven promesa del momento. Sonríe. El vate aclara en una vieja entrevista que lo suyo es una poesía de símbolos, con tintes políticos y cotidianos: ¡Poesía para algunos y quizá luego poesía para todos! Mi amigo sarcástico vive en una casa abandonada. Su hermana doctora le receta litio para equilibrar sus estados de ánimo. Le pide que duerma y a veces le da dinero. Ella trabaja con los líderes. Elabora los planes de salud y distribuye medicamentos en las zonas de los Emepés. Mi amigo sarcástico se queja conmigo: los vi a todos antes con los poderosos de antes. Los conozco. Un colega, íntimo de los líderes, le advierte que hay listas. ¡Aprende a callarte o ya lárgate, estúpido!

El vate aclara en una vieja entrevista que lo suyo es una poesía de símbolos, con tintes políticos

_

Alguien, en algún lugar. Dirección: Cédric Klapisch. Francia, 2020.

HOMBRE DE CELULOIDE

El amor en tiempos de Tinder

R

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CANAL+

ecientemente apareció un artículo en el que podía leerse que una inmigrante norcoreana se quejaba de que en su país era imposible una historia de amor. Puede que sea cierto. Los regímenes totalitarios no parecen ser los lugares ideales para la producción de esas historias cursis en las que uno sabe qué va a pasar, pero quiere saber cómo. Ahora, ¿solo Corea del Norte carece hoy de grandes historias de amor? ¿No será más bien que la civilización occidental se está volviendo incapaz de procesar esta que es la narrativa más simple? Esta es la reflexión de Cédric Klapisch en Alguien, en algún lugar, película que inaugura este año el Tour de Cine Francés. En torno a ella valen la pena tres reflexiones. Primero: Alguien, en algún lugar no es una comedia romántica. Y qué bueno. Las comedias románticas parecían buenas ideas en los años de 1980 cuando Harry se enamoró de Sally y Arturo demostró que, borracho, podía ser un millonario seductor. Con el paso de los años la fórmula se fue agotando hasta volverse el cliché impresentable que hoy es: ese que ya no solo ha inundado el cine, también las series de televisión y los programas unitarios. Segundo: Alguien, en algún lugar es teatral. Esto que podría

parecer negativo, hoy no lo es tanto. Los efectos especiales, la imagen seductora y el montaje vibrante se han convertido en parte tan esencial del cine comercial que un poco de teatralidad no va mal: actuaciones y enredos. Como en los años de oro de la Comédie-Française. Rémy es un hombre convencido de que todo lo que ama terminará mal. Incapaz de criar a un gato, piensa que es inútil buscar amar. Mélanie, por su parte, es una bióloga que un día descubre las delicias del sexo instantáneo, el placer sin compromiso que proporcionan las aplicaciones tipo Tinder. La vida de nuestros héroes se cruza en su barrio de París, en el puente que los lleva hacia el centro y en la tienda de un viejo árabe que es el más teatral de los personajes en esta película. Y es que este tendero es una suerte de genio o djinn que no solo adivina las necesidades culinarias de sus clientes y es capaz de recomendarles un buen queso o la mejor marca de cuscús. Como en las viejas comedias francesas, el

La moraleja parece ser que quien no conoce la verdad sobre sí mismo no puede amar

tendero representa al destino y sabe el momento adecuado para unir a los amantes. Tercero: Alguien, en algún lugar es en realidad una historia de psicoanálisis. No se trata solo de que nuestros héroes hayan sido diagnosticados, él con ansiedad aguda y ella con depresión; es que la vida de ambos da un giro total cuando comienzan a ir a terapia. Por todo lo anterior, la moraleja pareciera ser que quien no conoce la verdad sobre sí mismo no puede amar y en esta frase se resumen las tres realidades sobre una película que trasciende la pequeña historia que cuenta para volverse metáfora de una sociedad: la occidental. Porque Rémy y Mélanie son especímenes paradigmáticos del mundo que vivimos. Carentes de convicciones en torno a la vida y el amor, las cosas les suceden sin control. Durante una escena, Mélanie llega a la conclusión de que el romance no es otra cosa que un intercambio de información y secreciones. Si así fuera, los amantes que se encuentran por Tinder deberían ser los más felices del mundo. Pero no. Debe haber algo más, aquello que aquí culmina en un baile de kompa, ese estilo musical haitiano que nos comunica con lo más basilar en el amor: la mirada, la sonrisa y una pregunta: ¿cómo te llamas?

_


ANTESALA

10 DE OCTUBRE 2020

ESCOLIOS

POESÍA

La orfandad muda LETICIA LUNA

Entre tardes e infancia el humo del pasado se difumina las nubes se asoman por la ventana de una casa y una familia como las páginas de un libro cayéndose a pedazos. Para abrir la cárcel del olvido necesito el silencio de golondrinas formando su mandala sobre el lago de Texcoco: la edad de mis hermanos, 7 años, 5 meses y mi madre con su lírica lozanía de vivir, en el tránsito del cuerpo a través de las consignas, rondaba por el pasto mojado y era como el silencio de una marcha estudiantil… Pequeños trozos de remedios ahora me encuentran sentada bajo el ahuehuete.

¿Qué fue de la vida después de la matanza? No había respuestas: solo la ruta de las lagartijas subiendo a las copas de los árboles desde donde divisé la sombra de mi madre ausente. Su acta de defunción (carcomida por el tiempo en los anaqueles del Panteón de Dolores) la firman el 3 de octubre de 1968, el médico que no sé si le atendió y un estudiante desconocido. Entre imágenes de niebla escucho el grito lleno de pavor de mi abuela: “Ahí vienen los granaderos”; o es mi forma muda de decir que mamá nunca volvió a casa.

Leticia Luna nació en la Ciudad de México, en 1965. Estudió la licenciatura en Periodismo y Comunicación Colectiva en la UNAM, el posgrado en Literatura Cubana en la ENA de Cuba. Ha publicado seis libros de poesía, entre ellos: Los días heridos (400 Elefantes, Nicaragua, 2007; Premio Internacional Caza de Poesía Moradalsur) y La canción del alba (Parentalia, 2018). Es Coordinadora Nacional de Literatura del INBAL.

EX LIBRIS

Lord Ganesh. Libertad/ EKO

-03-

Un lector ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

E

@Sobreperdonar

ste lector había tenido una escasa instrucción formal, pero era un consumidor compulsivo de libros y un ávido autodidacta que aspiraba a alcanzar las más ambiciosas síntesis del conocimiento. Su biblioteca era ecléctica: Shakespeare y Cervantes, sus favoritos literarios, se codeaban con una descomunal bibliografía militar, libros de historia, biografías de personajes famosos, novelas policiacas y juveniles, compendios de arquitectura, clásicos de la literatura y la filosofía alemana, libros de divulgación científica, numerosos volúmenes de eugenesia, libelos antisemitas, manuales de cocina vegetariana y obras de espiritismo, astrología y ocultismo. Muchos de estos libros tenían anotaciones y subrayados y mostraban que este lector, reputado como misántropo, escuchaba con un poco más de paciencia el consejo de los libros que el de los humanos. De hecho, mucho de su lenguaje cotidiano, o de su inflamada oratoria, parecían recargados de refranes y citas pedantes. Pese a su fiebre lectora, este personaje rara vez leía por placer, su lectura era profundamente utilitaria: saqueaba las obras de frases célebres, ponía datos y argumentos fuera de contexto, necesitaba que, más allá de lo que dijera el original, su doctrina preconcebida se llenara de referencias a modo y adquiriera el prestigio y la autoridad de los libros. Su ambición de entender y vincular saberes era ilimitada: mostraba gran interés por las fuerzas de la historia, pero también por las fuerzas y la inspiración sobrenatural que inciden en los asuntos de los hombres. Como ciertos lectores desaforados, leía los libros de manera demasiado literal, se identificaba fantasiosamente con personajes reales e imaginarios y aspiraba a convertir su vida en un hito histórico de dimensiones épicas, a fijar su propio nombre de manera indeleble en la imprenta de la historia. Este lector era Adolfo Hitler y en su excepcional pesquisa Los libros del gran dictador (Destino, 2010) el historiador Timothy W. Ryback ofrece un esbozo de su biblioteca, de sus hábitos de lectura y de los títulos que fueron más significativos para alimentar su racismo, su megalomanía y su delirio de poder. Ryback sigue al Hitler lector desde que el joven cabo compra un libro sobre la arquitectura de Berlín que modula su ulterior imaginación urbana como dictador hasta la adquisición de ominosos clásicos del segregacionismo como La muerte de la gran raza de Madison Grant pasando por baratijas esotéricas donde encuentra mucha de su parafernalia nazi. Ryback se ocupa también del escritor de los volúmenes de Mi lucha y sus postergadas continuaciones o de la memoria sobre la Primera Guerra Mundial que, inspirado en la visión de la batalla como epifanía de Ernst Jünger, el joven Hitler intentó escribir. Ryback muestra a un lector perturbado que, como el Quijote, no sabe distinguir la ficción de la realidad, pero cuyos extravíos lectores, a diferencia de los del inofensivo loco, dejan una estela de terror, dolor y muerte.

Este personaje rara vez leía por placer, su lectura era profundamente utilitaria

_


-04-

DE PORTADA

10 DE OCTUBRE 2020

El Premio Nobel de Literatura 2020 fue c estadunidense, cuya obra se inscribe en la

Louise Glück: cómo es

L

SANDRA LORENZANO FOTOGRAFÍA POETS & WRITERS

os poemas no perduran como objetos, sino como presencias. Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”, escribe Louise Glück en Proofs and Theories. Yo leo los versos de la propia Glück para escuchar esa voz cuya esencia cristalina no la vuelve frágil sino profundamente poderosa. Su presencia está aquí, como si su jardín fuera mi jardín; sus muertos, mis muertos; su silencio, mi silencio. “En nuestra familia, todos aman las flores./ Por eso las tumbas nos parecen tan extrañas:/ sin flores, solo herméticas fincas de hierba/ con placas de granito en el centro:/ las inscripciones suaves, la leve hondura de las letras/ llena de mugre algunas veces…/ Para limpiarlas, hay que usar el pañuelo./ Pero en mi hermana, la cosa es distinta:/ una obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre/ a leer catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo./ Cada primavera, espera las flores. / Nadie discute por los gastos. Se sobreentiende/ que es mi madre quien paga; después de todo,/ es su jardín y cada flor/ es para mi padre. Ambas ven/ la casa como su auténtica tumba./ No todo prospera en Long Island./ El verano es, a veces, muy caluroso,/ y a veces, un aguacero echa por tierra las flores/ Así murieron las amapolas, en un día tan solo,/ eran tan frágiles…” (“Amante de las flores”, traducción de Abraham Gragera López). Con poemas de una belleza que lleva a lo cotidiano pero a partir del recogimiento de un cierto misticismo naturalista, su historia —hilada a lo largo de doce libros de poesía— se cuenta desde una mirada que es casi de testigo, como quien mira lo que les sucede a los demás, pero sabiendo que esa mirada es a la vez la que teje su propia interioridad.

La autora, entre otros libros, de El iris salvaje y Averno.

“Al final del sufrimiento/ me esperaba una puerta./ Escúchame bien: lo que llamas muerte/ lo recuerdo”. Así comienza el poema “El iris salvaje”. Una poética del desamparo que sabe, al mismo tiempo, a miel y a óxido. No sé si me explico. No encuentro más explicación que esta sensación de quedarme en carne viva ante sus palabras. O mejor: recupero el término que algún crítico dejó caer cierta vez: “perplejidad”. Conmoción, perplejidad, un soplo al oído que de pronto me causa gracia, y un escalofrío o una punzada tal

vez —ay— en el ego que ya se paseaba orondo sintiéndose parte del deslumbrante universo poético, cuando nuevamente se me pierde el hilo y quedo a la intemperie. Recuerdo ahora esa dolida y culposa confesión de Telémaco que intenta desprenderse del reclamo infantil. Y quizá ésta sea una línea que nos guíe en la lectura de los versos: la pregunta por aquello que dimos por sentado y que muy tempranamente descubrimos perdido. Los textos se tejen entonces alrededor del asombro, del silencio y de esa ironía que

tan bien le hace a la poesía en lengua inglesa: ”No tendría yo mucho/ tacto si les recordara/ que uno/ no honra a sus muertos/ perpetuando sus vanidades, sus/auto-proyecciones” (de “El dilema de Telémaco”, traducción de Berta García Faet). Que glück en alemán quiera decir “felicidad” es hoy solo una manera de reforzar mi estado de ánimo. No me gustan las apuestas, ni las predicciones, ni nada de lo que ronda por las redes sociales y los medios en los días previos al esperado anuncio. Por eso saber que este nombre


DE PORTADA

10 DE OCTUBRE 2020

concedido a la poeta tradición confesional

-05-

Una potencia mitológica CARLOS RUBIO ROSELL/ ESPAÑA

scuchar su voz P Crepúsculo Louise Glück Trabaja todo el día en el molino del primo, así que al llegar a casa, en la noche, siempre se sienta junto a la ventana, observa ese momento del día, el crepúsculo. Debería haber más tiempo así, para sentarse y soñar. Es como dice su primo: Vivir-vivir te impide sentarte. En la ventana, no el mundo, sino un paisaje enmarcado que representa el mundo. Las estaciones cambian, cada una visible apenas unas horas al día. Cosas verdes seguidas por cosas doradas seguidas por blancura, abstracciones de las que provienen placeres intensos, como higos en la mesa. Al atardecer, el sol cae entre dos álamos, en una bruma de fuego rojo. Cae tarde en el verano, a veces cuesta mantenerse despierto. Entonces todo se desmorona. Por un rato más, el mundo es algo que ver, luego solo algo que escuchar, grillos, cigarras. O algo que oler, a veces, aroma de limoneros, de naranjos. Entonces el sueño también roba esto.

no circuló entre los “elegibles” le da un plus que me encanta. Que la mayor parte de su obra esté publicada en español por la editorial Pre-Textos, una de las grandes editoriales de poesía en nuestra lengua, es otro elemento para la felicidad. Ha dicho Manuel Borrás, fundador de la editorial: “el premio ha sido totalmente inesperado. Tú publicas, apuestas por un autor, absolutamente nadie te hace caso y le tienen que dar un Premio Nobel para que le paren bola. Los premios son útiles cuando nos descubren a alguien tan bueno”.

_

Pero es fácil renunciar a las cosas así, experimentalmente por una cuestión de horas. Abro mis dedos, dejo que todo se vaya. Mundo visual, lenguaje, susurro de hojas en la noche el olor de la hierba alta, de las fogatas. Lo dejo ir. Entonces enciendo la vela. Publicado con autorización de Pre-Textos. Forma parte de Una vida de pueblo (España, 2020). La traducción es de Adalber Salas Hernández.

oeta humanista de una coherencia y profundidad expresiva por encima de todo, la obra de la estadunidense Louise Glück, Premio Nobel de Literatura 2020, ofrece una mirada extraordinariamente lúcida, sin un ápice de autoindulgencia, sobre la muerte, la pérdida, el rechazo, el fracaso de las relaciones humanas, la herencia familiar, la religión, los mitos de la cultura occidental clásica. “Es una poeta”, dice su traductor al español Abraham Gragera, “que tiene una manera muy descarnada de acercarse a la realidad con una desnudez de estilo, aparentemente muy prosaico, pero lleno de sutilezas rítmicas”. Uno de los rasgos que definen la poesía de Glück, nacida en Nueva York en 1943, es la manera que tienen sus poemas de traspasar los lindes de la pura expresión emocional para dirigirse a cuestiones filosóficas. Gragera dice que “su poética, su manera de escribir, descansa en lo narrativo y reflexivo de un modo ensayístico, planteando estrategias narrativas con un distanciamiento irónico muy grande con respecto a la anécdota o al tema que aborda, y al mismo tiempo es una poeta de hondas reflexiones, expresadas de modo muy sencillo”. En ese sentido, “cada poema suyo es una indagación en un nudo biográfico, una indagación que tiene una especie de pasión fría, una pasión intelectual por el descubrimiento y el conocimiento muy arraigados, lo que hace que sus libros, que se plantean como un todo orgánico más que como poemas sueltos, estén compuestos por una especie de sinfonía o de novela por la que el lector transita acompañando esas búsquedas hasta llegar a revelaciones lúdicas y muchas veces descarnadas, lo que hace que sus libros tengan esa capacidad que tiene la buena poesía de transformarnos, de no dejarnos igual a como estábamos antes de leerlos”. Gragera explica que si bien el lenguaje de Glück es “aparentemente sencillo, esconde una gran complejidad, porque está lleno de matices, y el resultado es de una calidad que impone. Parece muy accesible, con un mensaje que se va entendiendo con mucha claridad. Sin embargo, hay una serie de pequeñas sutilezas, un uso muy inteligente de determinados vocablos que abren el significado de sus poemas. En su lenguaje, lo que está tratado con maestría absoluta es la línea dramática del poema. En ese sentido, es una maestra de la intensificación dramática, porque uno entra en el poema y vive ese poema, va descubriendo lo que ella plantea como un autodescubrimiento. Y también hay un anhelo por llegar a la profundidad de la experiencia mística”. La poesía de Louise Glück, marcada por claros rasgos autobiográficos, “no es nada complaciente”, puntualiza Gragera. “La suya es una manera de acercarse a la autobiografía sin condescendencia, como una forma de indagar en lo oscuro de los vínculos y en ese sentido hay una potencia mitológica muy fuerte. Todo empapado por un distanciamiento irónico muy fuerte, sin dejarse llevar por la emoción”. En cuanto a la condición femenina como una seña de identidad o marca de la poesía de Louise Glück, Gragera sostiene que “no usa ese aspecto como tema. La voz femenina que aparece en su poesía es poderosísima, pero es una voz arcaica, que tiene una fuerte carga mitológica. No es una poesía que se comprometa en la línea de mucha poesía que se está escribiendo en Estados Unidos. No es militante, aunque es una voz de mujer fuertísima que se impone”. Para Gragera, la herencia literaria de la que es deudora Louise Glück se ubica nítidamente en la gran tradición confesional estadunidense, con Robert Lowell a la cabeza. “A partir de ahí, ella tiene un mundo poético propio, aunque hay críticos que han hablado de su cercanía con Wallace, Williams y Auden”.

_


-06-

CIENCIA

10 DE OCTUBRE 2020

A Roger Penrose le debemos la idea de que la formación de agujeros negros es resultado de la teoría general de la relatividad

Matemático con alma de artista JOSÉ GORDON FOTOGRAFÍA AP

E

n la cinta Mente indomable, un profesor deja en el pizarrón un difícil problema matemático que ninguno de sus estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachussetts (MIT) puede resolver. Un joven conserje (interpretado por Matt Damon) da con la solución en forma anónima para sorpresa de todos. ¿Quién fue el que descifró de manera genial el problema? Roger Penrose, galardonado con el Premio Nobel de Física 2020, tiene algo de ese espíritu indomable que aparece en forma inesperada y desde miradores que no son los tradicionales en la ortodoxia académica. Sin embargo, se le considera una de las quince inteligencias más destacadas del planeta. El físico y matemático sir Roger Penrose es profesor emérito de la Universidad de Oxford en Inglaterra. Sus contribuciones científicas lo vinculan con genios como Einstein, ya que creó ingeniosos métodos matemáticos para explorar la Teoría General de la Relatividad y mostró que ello conduce a la formación de agujeros negros, una especie de embudos cósmicos que se tragan todo, incluso la luz: “Es una región en la que caes y no puedes escapar”, me dice Penrose. Nos encontramos en su oficina, en el Instituto Matemático de Oxford.

Las cámaras de Canal 22 registran su mirada atenta y curiosa. Tiene 81 años en los días en que realizamos la entrevista (este es tan solo un fragmento de esa conversación) y al ver sus ojos no me resisto a hacer una pregunta que estoy seguro que entenderá: —Usted ha dicho que a los niños no les da miedo preguntar. En ese sentido usted parece tener el alma de un niño que aún hace preguntas sobre el origen del universo, sobre por qué se puede ver el rojo, sobre el misterio de lo que nos rodea. Lo interesante es que tiene un buen ojo para detectar las grietas que hay aún en las teorías que damos por sentadas. Es como el niño que dice: “el emperador no trae ropa” —Penrose, sonríe de manera traviesa y cómplice. —Mi libro La nueva mente del emperador se basa en esa premisa, en el cuento de Andersen “El traje nuevo del emperador”, en donde finalmente hallamos la apreciación de problemas que en cierta forma parecen más claros para los niños porque son más directos y no tienen miedo a decir opiniones sobre enigmas. Muchos olvidan que hay enigmas. Le pregunto a Penrose sobre la educación y el espíritu que nutrieron su curiosidad. Me cuenta con nostalgia de los días de infancia en los que su padre les planteó a él y a su hermano el reto de imaginar un objeto con cuatro dimensiones espaciales. Antes de irse de viaje por una semana, les dijo: “A ver si tienen la respuesta cuando vuelva”. Los niños no tuvieron la respuesta. A

su regreso, les hizo un modelo con doce rombos que insinuaba una pista. La tarea que le encargó su padre se le quedó rondando por muchos años hasta que un día, cuando ya era profesor, descubrió cómo hacerla: —La vi en mi mente y luego la hice con cartón. Era algo absurdo porque si no la veías por dentro no significaba nada. La tenía en mi escritorio como una prueba para un ser cuatridimensional. Solo alguien así se sorprendería. Le parecería muy peculiar. Todos mis alumnos entraban a la oficina y no les interesaba. La sorpresa se dio cuando en una ocasión entró el conserje y dijo: “¿Pero qué es esto?” ¡Ese hombre tenía incluida la cuarta dimensión!

La mirada del conserje en Escher y Bach

Roger Penrose tuvo un asombro similar al del conserje cuando vio por primera vez las geometrías imposibles del artista plástico E. C. Escher. A los 23 años asistió al Congreso Internacional de Matemáticas que se celebraba en Ámsterdam. Al visitar el Museo Van Gogh, descubrió un área en donde se exponían los cuadros de Escher. Dice con emoción: —Me sorprendió lo que hacía, cómo jugaba con la perspectiva y muchas otras cosas nuevas e inspiradoras para mí. Al terminar el congreso, decidí hacer no exactamente lo que había visto, pero intenté elaborar estructuras imposibles: diseñé puentes, escaleras y caminos que hacían cosas imposibles y los perfeccioné en un triángulo

El Premio Nobel de Física 2020.

(conocido como “el triángulo de Penrose”). Se las enseñé a mi padre y él empezó a dibujar edificios y collages imposibles. Penrose cuenta cómo surgió la idea del triángulo que lleva su nombre. Estaba acostado en la cama aún impresionado por las obras de Escher. En su mente se abrió un triángulo imposible que puede expresarse en cuatro dimensiones espaciales con un giro de perspectiva. Años después, junto con su padre, Penrose escribió un texto que acompañaba a sus diseños imposibles. Fue publicado en 1958 en el British Journal of Psychology. Le enviaron una copia a Escher. Así empezaron a tener contacto personal. Lo que ocurrió fue una influencia mutua que se podría formular como en un cuadro de Escher: la mano del arte dibuja la mano de la ciencia que a la vez dibuja la mano del arte.

“Es bueno participar en la ciencia pero si a ti no se te ocurre una idea a alguien más se le ocurrirá”


EN LIBRERÍAS

10 DE OCTUBRE 2020

-07-

A FUEGO LENTO

Señales distantes México, 2020

Moradores de las pesadillas ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

Q

Penrose afectó la obra de Escher. Dos famosas litografías del artista holandés se basaron en una escalera imposible, conocida como La escalera de Penrose. En el dibujo Ascenso y descenso, se ven unos monjes que suben y bajan una escalera. ¿La suben o la bajan? La mente se queda girando en lo que el científico Douglas Hofdstadter denomina “circuitos extraños”, que desembocan de manera inesperada en una situación que rompe la lógica. Penrose comenta: —Escher fue generoso al reconocer esta influencia. Yo lo conocí después. Era un tipo muy interesante. Yo esperaba que en su casa hubiera escaleras como las de sus obras, pero era una casa normal. Después también tuve correspondencia con él. Hice un diseño especial que le mandé en piezas de rompecabezas. Él descubrió cómo armarlo. Me preguntó en qué principio se basaba y se lo expliqué. Eso ocurrió hace varios años. Lo usó en la última litografía que hizo poco antes de morir. —Esto remite a la naturaleza de la creatividad porque creo que los

matemáticos tienen tanta creatividad como los artistas plásticos y los poetas. Es un estado de ánimo distinto, una expresión diferente, pero ahí está la creatividad. —Claro. A veces envidio a los artistas, a los que escriben una novela que puede ser única, que nadie más escribirá. Si ellos no la escriben, nadie la escribirá, mientras que en la física piensas que si Einstein no hubiera planteado la relatividad general, alguien más lo habría hecho. Es bueno participar en el movimiento de la ciencia, pero si a ti no se te ocurre una idea a alguien más se le ocurrirá. Esto nos adentra en una zona en donde Penrose se mueve a contracorriente de otras tendencias en la ciencia. Está intrigado por la sensación de que las matemáticas —más que un invento del ser humano— tienen una existencia propia, atemporal. Para Penrose, el mundo de las matemáticas existe al igual que existe una piedra. El niño curioso vislumbra un reino al que se puede acceder como si uno se internara

en una especie de Monte Everest, pero de la mente. Penrose me dice: —Hay un elemento platónico. No es tanto que a alguien más se le ocurra lo mismo, sino que está accediendo a una verdad profunda. Creo que eso también pasa con la buena música. Hay algo más allá de la creación humana que accede al mundo platónico. Hay una combinación de elementos personales y elementos absolutamente platónicos. —En este aspecto, cuál es su música favorita. —He concluido que Bach es mi favorito. Puedo oírlo sin parar y siempre encuentro algo más. Me temo que son gustos de matemático. Conversamos sobre las armonías de la música que nos tocan y de las geometrías emocionales que generan en nuestro interior: —Lo que pasa es un misterio. Creo que es muy profundo y se relaciona quizá más directamente con lo que pasa en el cerebro, porque las frecuencias y las armonías están tal vez conectadas con cosas que ocurren en el cerebro. Creo que hay algo más profundo de lo que imaginamos.

_

uienes leyeron Ausencio (2019), una sorprendente novela sobre la figura paterna, se sentirán más que familiarizados con algunas de las atmósferas enrarecidas de Señales distantes (Almadía). Reconocerán esos pueblos resecos por el abandono, esas presencias humanas que se consumen de humillación y tristeza, y un estilo que se impone a base de imágenes coloridas y grandes dosis de paciencia. Señales distantes reúne diez relatos de factura e intereses desiguales. Puede recorrer la finitud rural, bordar una pesadilla urbana o aun interpretar el cuadro famoso de Hokusai: “El sueño de la mujer del pescador”. Puede elegir una voz femenina y a la vuelta de la página presentar a un narrador masculino o recurrir a la omnisciencia decimonónica. No hay duda de que Antonio Vásquez cuenta con recursos suficientes para imponer un tono y modelar a un personaje, pero también que se siente mucho mejor cuando el relato se instala en aquellos escenarios donde un cura es capaz de afirmar “Cuando Dios al fin cierre su ojo, todos desapareceremos” y los hombres se transforman dolorosamente en un montón de piedras. Hablo de “Prima materia”, “La jaula”, “Soledad”, “Señales distantes” y “Gestación”, en los cuales observamos la intemperie existencial que prometen los poblados sin esperanza ni puerta de salida. El que da nombre al libro, por ejemplo, quizá el más notable, trae hasta nosotros el rumor desconsolado de quienes peregrinan de un lado a otro en busca de un familiar desaparecido: “Mis sollozos se pierden entre los sollozos de los demás, pero las lágrimas permanecen, enfriándose sobre mi rostro”, leemos. Antes dije que Señales distantes se resuelve como un libro desigual. Aunque es patente el ánimo de establecer un carácter unitario, dejando huellas en cierto lugar de un relato que más tarde encontramos en algún otro, queda la certeza de que Antonio Vásquez fue incapaz de conciliar lo terrenal y la vacuidad celestial. Ofrezco una muestra lamentable: “Gnossienne”, que cierra la lectura. Hay un músico tocado por un hálito divino, una multitud que hace las veces de un coro mudo de oficiantes, un desasosiego que parece provenir del origen de los tiempos y una invocación a la madre que nunca quiso parir. ¿Y este viaje de hongo?, pregunto. ¿Por qué malograr lo que había comenzado de tan buena manera?

_


LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

10 DE OCTUBRE 2020

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto/Instagram: milenio_laberinto

TOSCANADAS

El rubio mequetrefe DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

M

e cansé de cierta publicidad que me aparecía en la prensa que leo en internet, sobre todo la de un fastidioso rubio que anuncia celulares. Por más que pedía no verlo más, seguía apareciendo. Para engañar a Google, me puse a buscar propiedades inmobiliarias de prestigio en Francia, como si quisiera comprar un chatocito en Aquitania. Ahora sus algoritmos me consideran un magnate o político corrupto y me llega publicidad de bienes raíces, subastas de arte, joyería, inversiones y otros objetos lujosos. Para alimentarles la fantasía, visito los anuncios en que me ofrecen castillos de varios millones de euros. Ahora mismo acabo de pasearme por un important château del siglo XVIII, a veinticinco kilómetros de Burdeos, inscrito como monumento histórico. Tiene tres mil metros de surface habitable, quince habitaciones y terreno de 770 mil metros, por la módica suma

CASTILLO DE CHAMBORD

Enclavado en el Valle del Loira.

de siete y medio millones de euros. Pas mal! Tengo debilidad por los edificios antiguos, por el mobiliario antiguo. Me gusta sobre todo su biblioteca, llena de libros y con retratos y bustos de autores de antaño. Hay otro aún más atractivo en la región de Poitou-Charentes que, según el vendedor, ha pertenecido durante más de mil años a la familia La Rochefoucauld. Tiene apenas mil cuatrocientos metros habitables, pero su biblioteca es aún mejor, y apenas cuesta dos millones ochocientos mil euros. Acaso rompe la fantasía que digan que el portón de entrada es automatisée, cuando yo esperaría un par de criados vestidos de librea para abrirlo y cerrarlo. El problema es que la publicidad está hecha para volvernos necesario algo que antes no deseábamos. Y yo, que viviendo en sesenta metros cuadrados, siempre me sentí en un palacio porque apilo tanta obra maestra

de la literatura en mis libreros, en el suelo y sobre cualquier mueble, ahora me pregunto qué sería vivir en esos tres mil o mil quinientos metros cuadrados. Sueño con esos jardines, con esos techos altos, con un sótano lleno de botellas de borgoña, con ese escritorio bellísimo de La Rochefoucauld, esa biblioteca de libros en piel y libreros que requieren de escaleras para alcanzar los estantes superiores, esos techos artesonados y bellos tapices. ¡Qué obras maestras no escribiría sobre ese escritorio! Mas luego despierto… solo está mi almohada. Y lo cierto es que mi teléfono celular ya está viejo, le falta memoria y tiene el cristal roto. Habré de confesarme ante Google como lo que soy, para que vuelva a bombardearme con anuncios de ofertas de celulares y yo recupere el modesto nivel de mis ambiciones, aunque tenga que seguir mirando al rubio mequetrefe.

_

BICHOS Y PARIENTES

Para un nuevo canon

U

n amigo, filósofo connotado, cometió el pecado de referirse al canon occidental frente a sus alumnos. Ruiditos guturales, incomodidad, sospecha. Es machista, opresor y patriarcal. Para los alumnos cultísimos, como supone serlo todo estudiante a la mitad de la carrera, era mejor que se abandonara para siempre esa funesta opresión libresca y caduca que produjo tanto mal, tanta injusticia y racismo y etcéteras. Y, por supuesto, la jerarquista competencia que decía el horroroso Harold Bloom: cuando leemos un libro, pensamos en “menos que, más que, igual a…”. Resienten que un anciano pretenda decirles qué libros leer y por qué leerlos. Repiten, sin saberlo, la actitud de los hippies y los adolescentes desde los años cincuenta que, con sus actitudes rebeldes, insurgentes e irreverentes, desafiaban dos cosas al mismo tiempo: al poder y a la autoridad. Los universitarios que protestaban ponían en riesgo toda su carrera: bastaba que un maestro los expulsara. Había que juntarse, mostrar con poemas, novelas, música desafiante y disruptiva, panfletos de invectivas literarias, un verdadero desafío a la literatura, la música, las actitudes morales. Aquellas subversiones dejaron toneladas de basura, unas cuantas obras admirables y, un puñado, fundamentales. El enemigo doble ya no existe: los universitarios ahora no tienen que vérselas con cachiporras y celdas, ni siquiera con expulsiones; solo luchan contra unos libros obligatorios y un temario. Para enfrentar al poder se requiere valentía: no se le puede ignorar sin sacarse un chichón. Para enfrentar a la autoridad, que es simbólica, basta

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA BRITANNICA

el gesto: doy la espalda y el símbolo no se cumple. Pero no se trata solamente de elecciones individuales. El canon, su sombra y su sospecha son necesarios en un ámbito distinto, que resulta de muy ardua imaginación para muchos. ¿Qué vamos a hacer con los programas pedagógicos, con qué criterio abastecemos las bibliotecas, cómo mostrar qué es buena prosa, buen verso, un argumento válido? La decisión implica mucho dinero público, una fuerza laboral inmensa, espacios, insumos, gastos.

Los estudiantes ocupan el lugar asignado a los soldados en los antiguos imperios

Quitemos a Aristóteles, a Dante; limpiemos la historia de México y que los muchachos no se raspen sus sensibles ojos con la maldad del genocida Colón, del etnocida Cortés, y ni se asomen a Bernal Díaz, apologeta del crimen… Suena idiota, pero se pone peor: en Seattle, las escuelas públicas comenzarán a enseñar que las matemáticas son racistas. Podríamos entender que eso de traer sotanas, junto con reglazos en las manos y orejeras de burro no resulta ni deseable ni simpático. Y es más fácil el rechazo que meterse a remedo de filólogo: el griego kanôn significaba “vara”, luego vino a “regla”, de donde queda la imaginación de cosa que golpea y mide y, al medir, somete y excluye. Pero kanôn también es raíz de cánula, canuto, canela: la vara está hueca, horadada. El medidor del estándar está vacío.

Las escuelas públicas de Seattle, Washington, comenzarán a enseñar que las matemáticas son racistas.

La respuesta que mi amigo obtuvo de sus alumnos fue notable. Los que se oponían a la mención del canon terminaron rellenando su cánula con lo mismo, pero sin condimento: un canon más pobre. No importa, es un primer paso: la actitud cambió cuando dejaron de ser recipientes, clientes, alumnos y se vieron ante la perspectiva de ofrecer, proponer, convencer al comprador. Y es que los universitarios tienen ese lugar de clase ociosa; son improductivos y caros. Ocupan el lugar que ocupaban los soldados en los antiguos desarrollos imperiales: para formar un ejército, el Estado secuestra a los jóvenes, que son los más fuertes y costosos de mantener y no producen nada, excepto esperanza y confianza en la supervivencia y el crecimiento. Igual que los universitarios. Una numerosa población de estudiantes es necesaria para el crecimiento económico, entre otras cosas. Pero, desde su lugar de recipientes, sin entrar en las batallas que les esperan, los universitarios de buena parte del mundo han comenzado a jugar a la deturpación de los símbolos. Como si hubieran decidido darle muerte a la lógica, la gramática, la astronomía, la música, la retórica y la dialéctica. Las siete artes liberales que dieron origen en la Edad Media a las universidades. La gnoseomaquia es la más nueva disciplina universitaria. No produce nada, todavía. Pero esperamos pronto la aparición de una lengua nueva, en la que sea imposible herir sentimientos propios y de otros; una aritmética de resultados insólitos y emocionantes, y una música de inauditas armonías. Qué nervios.

_


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.