Laberinto
David Toscana Lex dubia página 2 Martí Soler Poesía página 3 Ignacio M. Sánchez Prado Desafiar la contemporaneidad página 4 Santiago Gamboa Uróboros página 9
N.o 583
sábado 16 de agosto de 2014
William Blake: luz e inspiración
Adriana Díaz–Enciso Página 5
JUAN ALMELA EN GINEBRA CA. 1941/ ARCHIVO FAMILIAR
MILENIO
Gerardo Deniz Fernando Fernández · Juan José Reyes · Armando González Torres Páginas 6 a 8
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MILENIO
antesala DE CULTO
Alan Suárez Ortiz b alan.suarez.ortiz@gmail.com ESPECIAL
Lex dubia
José María Arguedas
La tierra
TOSCANADAS ESPECIAL
David Toscana
La historia de la resistencia a los tributos es larga y está llena de muerte. Y sin embargo, en la eyendo la Biblia, resulta mayoría de los casos hablamos obvio que en tiempos de impuestos que no pasaban de Cristo nadie era del diez por ciento. tan despreciado como los Hoy día todo es impuesto. Si el cobradores de impuestos. El mundo fuera como en el pasado sentimiento se ha prolongado a habría rebelión por todos lados. través del tiempo. Hoy día el tequila tiene más Lady Godiva paseó desnuda impuestos que alcohol. para protestar contra los Santo Tomás de Aquino excesivos impuestos implantados dijo que lex dubia non obligat, por su propio marido. cosa que entiende hasta el En Francia en el siglo XVI hubo que no sepa latín. O sea que, violentas y sangrientas protestas desde el punto de vista moral, por un impuesto a la sal. puede ser correcto evadir los En buena medida, la guerra impuestos. De hecho, pocos son civil inglesa tuvo como los que los pagan por razones origen asuntos de impuestos y del imperativo categórico y endeudamientos caprichosos una mayoría lo hace porque por parte de la autoridad. no quiere atenerse a las En Estados Unidos dio inicio consecuencias. Los legisladores el movimiento del Tea Party crean junto con leyes injustas como reacción a un impuesto una injusta ley para imponerlas. que pretendía cobrarles su ¿Cuál es la justificación para madre patria. Después, ya que un pacifista gringo de origen como país independiente, vio iraquí pague unos impuestos el surgimiento de una serie con los que se compra un de insurrecciones de 1791 a proyectil que acabará matando 1794 cuando se le aplicó un en Iraq a cuarentaidós civiles impuesto al whisky. que celebran una boda? El segundo punto del bando ¿Cuál es la justificación para mediante el cual Miguel que un mexicano que batalla Hidalgo aboliera la esclavitud para pagar la renta tenga el 6 de diciembre de 1810, decía: que donar mucho más que el “Que cese para lo sucesivo diezmo para que los políticos la contribución de tributos, se compren una casa en respecto de las castas que lo California o Texas o Florida? pagaban, y toda exacción que a Pero sobre todo, ¿cuál es la los indios se les exija”. justificación para que un Estado El diccionario de la RAE de derrochador se despache con 1803 define exacción como: la cuchara grande a la hora de “Recaudación de tributos, meterse en los bolsillos ajenos? impuestos y demás cosas que se Antes que una reforma pagan al príncipe, o república”. educativa o fiscal o energética, Sabemos que cuando Santa México requería una reforma Anna en 1854 decidió cobrar ética que incluyera un pacto impuestos por puertas y ventanas, y una serie de controles para muchos decidieron tapiarlas, así que los políticos no fueran se quedaran sin la luz del sol. tan rateros corruptos cínicos También sabemos que la ineficientes despilfarradores habilidad más apreciada de un impunes. contador público es explotar los En Estados muy corruptos, intríngulis fiscales para pagar la los impuestos no se distinguen menor cantidad de impuestos. de la extorsión. L dtoscana@gmail.com
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osé María Arguedas jamás olvidaría las palpitaciones de la tierra que sostuvo sus pasos. El escritor nació el 18 de enero de 1911 en Andahuaylas, Perú. Ese territorio andino sería el primer potenciador de su sensibilidad y, acaso, de su destino. Cuando José tenía tres años fallece su madre. Dos años después, su padre Manuel —abogado itinerante de oficio— contrae matrimonio con Grimanesa Aragón, una hacendada de San Juan de Lucanas. Manuel emigra a la hacienda con sus hijos José y Arístides. Por la naturaleza de su trabajo, el padre los visita esporádicamente. Desdeñado por su madrastra, José María se pasa la semana conviviendo en la cocina con los indios quechua, los sirvientes de la gran hacienda. Con ellos crece, se educa y, compartiendo sus costumbres, desarrolla una relación orgánica con la tierra, lo que hace florecer el germen de su literatura. En su novela Los ríos profundos está cifrado el testimonio de una forma religiosa de vivir en el mundo. El libro relata un año de la vida de Ernesto, internado en un colegio católico en Abancay. El trato con los chicos es la primera confirmación en la vida del protagonista: el hombre es despiadado. Ernesto se refugia en sus recuerdos, cuando pasea por ciudades del Perú —como el mismo Arguedas lo hizo por años— acompañando a su padre antes de caer en casa de la madrastra. Al describir el caudal del río Pachachaca, Ernesto reconoce la forma y la materia de su sangre. La novela, en particular, es una clave para sentir las vibraciones de la obra de Arguedas en general. Los ríos cantan entre los valles, asciende la música de su corriente a través de las moreras, y recoge los rumores de sus aguas una torcaza esquiva. En sus descripciones, Arguedas no realiza un simple acto de erudición ni escribe motivado por una nostalgia antropológica; su experiencia fue la del hombre que se incorpora a la esencia del mundo. La de aquel que asiste todos los días al
EX LIBRIS
mercado local y conoce las yerbas para condimentar o imprimir olor al alimento; la del paseante que sabe distinguir el trueno del ficus por la frescura que halla en sus sombras. Y así como la tierra es un manjar de frutos y sensaciones, entre sus certezas también se encuentra la de la muerte. Arguedas viviría perseguido por esa realidad perenne. Escribió en uno de sus diarios: “No tengo miedo a la muerte misma, sino a la manera de encontrarla”. El vértigo de la realidad le otorgó una visión aguda del hombre y la naturaleza, algo que siempre se comprueba en cada página de su obra ingente. Arguedas no resistió la tormenta de sus pasiones y, finalmente, colocó una bala en su cabeza el 28 de noviembre de 1969. Murió cinco días más tarde. Nos queda la complicidad de sus páginas, la brillante visión de Ernesto: “Mi corazón sangraba a torrentes. Una sangre dichosa, que se derramaba libremente en aquel hermoso día en que la muerte, si llegaba, habría sido transfigurada, convertida en triunfal estrella”. L Heliogábalo y Astarté bEKO
MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Alicia Quiñones Coedición: Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía
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LABERINTO
antesala
Un instante La cotidianidad extiende su majestuosidad simbólica en ese espacio que al vivirse plenamente reclama su total contemplación POESÍA
Marilyn Monroe en la memoria A SALTO DE LÍNEA ESPECIAL
Braulio Peralta
Martí Soler
juanamoza@gmail.com
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ay un ayer que carece de olores pero un presente sin fin y un instante que se prolonga en eternidades y una melodía que se desmiembra en hojas en blanco y un pie descalzo que se mira a sí mismo y una mirada que gotea en la fijeza y un techo que se alza sobre nuestra ceguera y una larga serie de cojines y almohadas dispuestos en triángulo a nuestro alrededor. Nada de esto tiene sentido más que en pensamiento y en recuerdo y en la soledad y entre la multitud y en la luz de la noche y la oscuridad del día y en el arriba y el abajo y en la escritura y en el vacío y en ti y en mí solos en el vacío y en la escritura. Piensa que en todo esto radica el tacto de unos dedos y descansa la fuerza de nuestra posesión.
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artí Soler (Gavà, Barcelona, 1934) emigró a México luego de terminar los estudios de educación primaria. De 1959 a 1966 fue técnico editorial en el Fondo de Cultura Económica. Entre 1966 y 1993 se desempeñó como secretario de producción, gerente de producción, director de ediciones, subdirector general y director ejecutivo de Siglo XXI Editores. En 2003 volvió al Fondo de Cultura Económica y en 2007 se hizo cargo de la gerencia de producción; desde 2009 y hasta fecha muy reciente, fungió como gerente editorial. El 18 de abril de 2006, el también traductor recibió la Condecoración del Águila Azteca, máximo galardón que el gobierno mexicano otorga a extranjeros que han contribuido al desarrollo del país, y en 2013 fue designado coordinador de las actividades editoriales para los centenarios de Octavio Paz, Efraín Huerta y José Revueltas. Mañana domingo 17 de agosto, el Instituto Nacional de Bellas Artes le dedica el ciclo “Protagonistas de la literatura
PASCUAL BORZELLI IGLESIAS
mexicana”, en el que conversará con el también poeta David Huerta en la Sala Manuel M. Ponce a las 12:00 hrs. El poema que aquí presentamos forma parte de Variaciones de voz y cuerpo, su más reciente libro editado por el FCE.
iempre aparece en su destino: Westwood Village, en Glendon Avenue, Memorial Park. De repente se encuentra una cripta que dice “Marilyn Monroe. 1926-1962”, con flores a un lado. Venir a Los Ángeles a visitar su tumba. O en Londres, en el barrio de Chelsea, en una galería exclusiva donde se exhiben fotos inéditas de Bruno Bernard, de los primeros en captarla. Adquiere el catálogo, con un regalo único: una fina foto de la actriz, “lista para enmarcar”. Cada quien rememora a su Marilyn. Camina y repasa las lecturas sobre su vida. El relato de Truman Capote (“Una adorable criatura”), cuando escribe que la actriz dice: “Los perros no me muerden. Solo los seres humanos”. Aunque a Paz no le guste Ernesto Cardenal, el poema de éste dedicado a ella sigue vivo. O la mezquindad de Arthur Miller en su biografía Vueltas al tiempo, donde dedica más páginas a Clifford Odets, que le presentó a la que fuera su mujer, de quien dice: “Estaba sola en el mundo”. O la lapidaria conclusión de Norman Mailer en su biografía, Marilyn: “Desde el principio viven con el dinero de ella. Del trabajo de ella… [Aunque] Miller le ha salvado la vida” (dato curioso, Miss Monroe vino a Ciudad Juárez a separarse de Miller, el 20 de enero de 1961, un año antes de su caída). La sonrisa que nunca se desgastó, ella, uno de los seres más tristes de Hollywood. “Al final del cementerio, en las lápidas verticales; no está sobre las criptas del césped”, le dicen. Ni siquiera la tierra le tocó, piensa: aquel 5 de agosto de 1962 en que Marilyn dejó de respirar en las primeras horas de la mañana, en el 12305 de Fifth Helena Drive... Era 6 de agosto y su cuerpo seguía en el depósito de cadáveres del condado de Los Ángeles, sin reclamarse. Ese día, Joe DiMaggio se encargó de su entierro.
El ícono del cine estadunidense
Joyce Carol Oates ficcionó la primera gran novela del símbolo sexual más entrañable del mundo, Blonde, en 2000. En The Nation comparan a la autora con Faulkner, al brindar una visión de Estados Unidos: la gloria y decadencia del sueño americano. The New York Times calificó la novela como una Monroe: “hasta ahora un fenómeno cinematográfico que se había resistido a la mirada más atenta de la literatura”. Una actriz utilizada por hombres en pleno macarthismo donde, para figurar, había que hincarse frente a las piernas de los productores. Oates nos pone en la piel de Marilyn. Consigue hacernos ver al ángel derrocado que logró sobrevivir en la adversidad. En Londres, recuerda la última película sobre ella, My Week with Marilyn, que dirigió Simon Curtis, en 2011. Una Michelle Williams la interpreta magistralmente. De repente, en Los Ángeles, caen unas gotas del cielo. Marilyn adoraba la lluvia. Y piensa con Capote: “¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿Por qué la vida tiene que ser tan jodida?” El destino lo llevó a Los Ángeles, al último escenario de una mujer que desde niño admira con delirio. Y en Londres, ve las fotos del catálogo y canta para sí “Diamonds are forever”… Se siente afortunado. L
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MILENIO
en librerías
Desafiar la contemporaneidad Dos autoras y dos libros que son prueba de que el ensayo en México vive uno de sus mejores momentos: uno mira al acto de la escritura ante la cultura de la muerte, el otro al del instante fotográfico frente a la violencia RESEÑA
Foto de Martin Gusinde, cuyo trabajo comenta Marina Azahua en su libro
Ignacio M. Sánchez Prado
E
l caos de la era contemporánea, de una época neoliberal definida por la violencia simbólica y real que atraviesa los distintos dominios de la sociedad, ha generado la respuesta de una ensayística cuya prosa e ideas buscan capturar los vectores proliferantes de la época actual. Esta práctica comenzó a emerger con fuerza en México en los años noventa, en la obra de autores como el primer Sergio González Rodríguez (en El centauro en el paisaje, que debe reeditarse) o Naief Yehya. Dentro de esta tradición han aparecido otros ensayistas (como Sayak Valencia, Fausto Alzati Fernández, Diana J. Torres y Cristina Rivera Garza y Marina Azahua) quienes, en su conjunto, han construido una cartografía que ha permitido dilucidar y dar sentido literario y crítico a una época definida por la híper-información, el absolutismo del mercado y el estado de guerra. Libros recientes como Capitalismo gore (Valencia), Inmanencia viral (Alzati), Pornoterrorismo (Torres), Campo de guerra (González Rodríguez) y Pornocultura (Yehya) han producido una conversación en torno a la compleja encrucijada del neoliberalismo avanzado, en la que son interlocutores también Los muertos indóciles. Necroescritura y desapropiaciónde Rivera Garza y Retrato involuntario. El acto fotográfico como forma de violencia de Azahua. Ambos fueron editados, al igual que Pornocultura, en la colección Ensayo de Tusquets México. (Como breve paréntesis quisiera reconocer el trabajo de Tusquets en producir libros de ensayo inteligentes y arriesgados pese a ser una editorial comercial y mantengo la fe que esto no se pierda en el futuro al ser ahora parte de Planeta.) Los muertos indóciles contiene reflexiones de Rivera
Garza sobre el problema de la escritura literaria en una época de violencia y desestabilización. El libro acompaña otros ensayos de la autora como Dolerse. Textos desde un país herido (Sur+) y Escribir no es soledad (UNAM). Rivera Garza se ocupa de dos cuadrantes de la escritura en la contemporaneidad. Por un lado, discute el concepto de “necroescritura” en el que habitan las voces de los muertos a causa de la violencia presente. Este concepto lo deriva Rivera Garza de la idea de “necropolítica” del pensador camerunés Achille Mbembe, quien con este término suma un componente más el concepto de “biopolítica”, o administración de la vida como forma de poder, de Foucault, con el fin de enfatizar la existencia de una cultura contemporánea que construye poder a partir de la capacidad de destrucción. Este planteamiento, que Mbembe desarrolla a partir de casos como la ocupación de Gaza, encuentra su ejemplo más fehaciente en el caso de Rivera Garza en la “guerra contra las drogas”. El texto de Rivera Garza es, sin embargo, una reflexión sobre un problema literario en conexión con la situación actual y su interés radica sobre todo en las posibilidades de la escritura ante la cultura de la muerte. El segundo concepto, “desapropiación”, tiene que ver con el cuestionamiento de los medios tradicionales de escritura implícito en la emergencia de prácticas descentralizadoras de la misma, como los blogs, las redes sociales... Rivera Garza discurre sobre las consecuencias de una escritura que tiene una relación cada vez menos necesaria con la autoría individual, el libro como objeto y mercancía y los filtros y curadurías de la cultura tradicional. Cabe decir que Los muertos
indóciles, pese a ser un libro, tiene su origen en dichas prácticas: muchos de los capítulos continúan o reproducen ideas y textos de su blog. Los muertos indóciles también incluye reflexiones sobre autores como David Markson, un autor cuya obra desestabiliza el concepto mismo de escritura literaria. Ambos puntos del libro confluyen al observar la tensión entre las libertades y potenciales de la nueva escritura desapropiada y el arrasamiento cultural y social de la violencia neoliberal. En el estilo subjetivo pero intensamente intelectual de Rivera Garza, informado en partes iguales por la teoría crítica y la literatura neovanguardista, el lector encuentra una forma de ensayar que utiliza la escritura como estrategia de dilucidación. Retrato involuntario es un libro sobre la violencia implícita en el ojo fotográfico. La prosa de Azahua es en general expositiva y su libro mantiene una estructura que parece haber migrado de ser una tesis a convertirse en un libro para público amplio. Por supuesto, ninguna de estas dos cosas es un juicio de valor, y el libro está lleno de virtudes: está bien escrito e investigado y es sugerente en sus ideas y argumentos. Ensaya sobre la idea de que existe una práctica del “retrato involuntario” en la fotografía contemporánea, que Azahua despliega en una serie de ejemplos: los paparazzi que capturaron la imagen del reclusivo Salinger, las fotografías de Abu Ghraib, las imágenes tomadas a los prisioneros en las cárceles del Khmer Rouge, los registros antropológicos y las representaciones de cadáveres, entre otros. Por momentos, el estilo de Azahua adquiere algunos giros subjetivos y narrativos que me parecen fuera de lugar y que quizá resulten, como en otros casos, de pensar que si el ensayo no tiene dejos estetizantes claros pierde validez como literatura. Es cierto también que Retrato involuntario no provee mucha novedad informativa, tarea que no necesariamente le corresponde en tanto ensayo. En casos como Abu Ghraib la información es algo redundante por conocida pero algunos de los casos más marginales, como el de Martin Gusinde, representarán un descubrimiento para la mayoría de los lectores. Azahua tiene un diálogo directo con la línea teórica sobre la fotografía, particularmente la genealogía que va de Benjamin a Cadava, pasando por Sontag y Barthes. Solo lamenté la ausencia de Ariella Azoulay, cuyas tesis sobre el “contrato civil de la fotografía” hubiera provisto una arista más de interlocución a la discusión planteada por Azahua. Estos son reparos menores. La mayor virtud de Retrato involuntario radica en que teje conexiones entre dominios distintos de la fotografía y entre casos que rara vez se piensan en paralelo, y pone de manifiesto una relación entre mirada y violencia que la fotografía materializa en muchas de sus prácticas. Es un libro que elegantemente teje presente y pasado a través de las imágenes que los representan y cuyo proceso de ensayar es, como en los mejores libros del género, una trayectoria de gradual descubrimiento e iluminación y no la simple aseveración de una idea decidida a priori. Azahua muestra gran talento para exponer desde el ensayo las historias que subyacen a las imágenes. Es triste que el lector tenga que acudir a Internet para encontrar las fotografías discutidas por Azahua (cuyas referencias ella provee para los interesados), sin duda por culpa de las anacrónicas leyes de derechos de autor que hacen la reproducción de las imágenes en libros críticos una pesadilla de dimensiones kafkianas. Pero esto no demerita en lo absoluto la enorme inteligencia crítica de Azahua y su capacidad de desdoblar todas las dimensiones de su objeto en conversación con el lector. Tanto Los muertos indóciles como Retrato involuntario son ensayos brillantes, que tendrán sin duda admiradores y detractores en el contexto de los debates sobre el género. Pero detenerse en la trivialidad de cuán ensayísticos son ambos sería lamentable. Ameritan ser leídos porque usan la escritura no como un espacio de virtuosismo sino como una estrategia para bregar ante los desafíos de la contemporaneidad y para explorar las cartografías en movimiento de una época marcada por la incertidumbre y la brutal violencia que nos acecha a los habitantes de la era neoliberal. Son dos libros osados y pertinentes, cuya lectura permite ingresar a la conversación que nos desafía a intentar esclarecer el sentido de nuestra época. L
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LABERINTO
en librerías WILLIAM BLAKE
Elohin creando a Adán
Luz e inspiración La segunda entrega de los Libros proféticos ofrece al lector hispanoamericano la totalidad estética del poeta y grabador inglés William Blake RESEÑA Adriana Díaz–Enciso
M
ilton y Jerusalén son los poemas más complejos y consumados de William Blake. Revelan su intrincada cosmogonía y su dilucidación de la existencia humana, forjada de materia y espíritu, en relación con la historia terrenal y el universo entero. Ambos poemas lamentan que la humanidad esté dormida, a la vez que anuncian su despertar merced a la encarnación de la presencia divina: el aliento del poeta y el Espíritu de Profecía. Con la traducción de Bernardo Santano de ambos poemas para el segundo volumen de William Blake. Libros proféticos (España, 2014, 617 páginas) Atalanta culmina su entrega de los poemas proféticos de Blake íntegros en una edición bilingüe, con láminas que reproducen cuidadosamente las imágenes originales y que, como se mencionó en estas páginas con la aparición del primer volumen, constituyen la genuina puerta de acceso a la obra del artista visionario inglés para el lector de habla hispana. La imagen en la portada de Los (el espíritu poético y profético que se adentra en un umbral a lo desconocido, o la Muerte, con sus sandalias de oro y el sol en la mano) es por tanto una elección justa. Leer estos extensos poemas, torrentes verbales que el autor afirmaba eran un dictado que él no se atrevía a cortar (de alguna manera precursor, como señala Santano atinadamente, de la escritura automática de las vanguardias), es un ejercicio que nos deja sin aliento. La labor de traducirlos debe ser titánica, pero uno de los mayores logros de Santano es el de haberse adentrado en dicho torrente sin arredrarse, sin intentar contenerlo, dividirlo ni domarlo. Los poemas son un inmenso canto y una épica y una letanía, con infinidad de digresiones y ramificaciones que
se expanden en visión cósmica o se contraen en los límites mínimos del cuerpo humano. La experiencia de leerlos en castellano es abrumadora, desconcertante y vivificante a la vez: lectura extática que escapa a las riendas de la razón, y por lo tanto un reflejo fiel de su lectura en el inglés original. Quizá por lo mismo la versión de Santano, que fluye sin trabas en la libertad del verso adaptado a la cadencia y extensión del dictado de la inspiración, tropieza en los fragmentos en que Blake se rinde a la “servidumbre” de la rima, como en el poema inserto a inicios de Milton (al que Hubert Parry puso música para crear el himno ahora conocido como “Jerusalén”, que no hay que confundir con el poema más largo del mismo nombre). En estos casos la rima llega a parecer forzada y resta fulgor a las hermosas y fieras imágenes del original. En cambio, fragmentos de enorme complejidad y belleza son traducidos con una inspiración a la altura de la tarea —que a veces es, ni más ni menos, que la de describir cuál es “la naturaleza del infinito”. La inspiración es la luz que ilumina la obra de Blake; es también su fuente y su materia. En Milton dice: “¡Estoy inspirado! ¡Sé que es Verdad!, pues Canto de acuerdo con la inspiración del Genio Poético que es la eterna todoprotectora Humanidad Divina”. Si John Milton, venerado por Blake, se equivocó en su paso por la tierra, fue por no haber comprendido la dimensión plena de este Genio que se opone a la razón y a sus estrecheces: vitales, poéticas, morales. Es para remediar este error, tras la visión en que el poeta desciende en el jardín de Blake y como un meteoro lo penetra a través del tarso de su pie izquierdo, que Blake concibe el poema, en el que Milton abandonará la eternidad en que vaga perdido para reunirse con su emanación y hacer
suyo el aliento de Los, personificación del espíritu poético y profético y alter ego de Blake en tanto que poeta inspirado. Jerusalén, el producto del trabajo inimaginablemente laborioso de grabar palabra e imagen en cien planchas de cobre según el “método infernal” concebido por Blake, es la culminación del drama iniciado en Milton —o su expansión—. El tema es de nuevo la tragedia de Albion: la humanidad ahora dormida, sometida, cuya esclavitud es indistinguible de la del espíritu. Jerusalén es la emanación de Albion, y el drama se desarrolla merced al conflicto de los personajes a medida que se separan de sus emanaciones, buscan la reunión con infinita agonía y son subyugados por sus espectros. Esta simbología, cuyos equivalentes fueron desarrollados mucho más tarde por la psicología moderna, pero que encuentra también su espejo en las más antiguas tradiciones espirituales, alude a las dos dimensiones de la humanidad. Una es la plural: la historia, la caída y redención de todos los hombres, el rostro múltiple de todos los que han sido, los que somos, los que serán. La otra es individual. Albion es cada hombre y mujer. Todos los personajes de la mitología blakeana, las encarnaciones de sus cuatro Zoas, sus emanaciones y espectros habitan en cada uno de nosotros. Nuestro camino por la tierra, y nuestras derrotas o conquista espirituales, se suceden según la interacción de todas las fuerzas contrarias que albergamos. La reunión con Jerusalén, el retorno a nuestro reino original de amor, perdón, gozo y libertad, es el Juicio Final que atravesamos todos, una y otra vez. Los es de nuevo el héroe, el herrero creador del tiempo que se opone a la tiranía de Urizen, dios obtuso de la razón. Junto a Enitharmon, su emanación y creadora del espacio, construye Golgonooza, ciudad visionaria de las artes y la ciencia. El redentor será el Cordero Divino, el Jesús radical de Blake que es uno con la Imaginación, y cuya gloria consiste en la salvación y la conquista por medio del perdón. Como bien sabemos, el perdón y la piedad son las manos abiertas del amor, y una de las virtudes más conmovedoras de Jerusalén es la fiereza con que Blake exalta la inocencia esencial, la belleza y la libertad del hombre. Esa exaltación se concreta en una de las ilustraciones más hermosas del poema (plancha 76), en que Cristo ya no pende de la cruz, sino de un árbol con frutos de oro, frente a un hombre desnudo a sus pies —un hombre libre— que abre los brazos también, las manos extendidas, ya sin clavos que lo sujeten a ningún sitio. Los pasajes verbales de esta celebración del prodigio de ser humano no son menos hermosos, y de nuevo la traducción de Bernardo Santano merece nuestros elogios (o quizá gratitud sea la palabra apropiada) al ser eco de esa exaltación que raya a veces (¡gloriosamente!) en la incoherencia. En algunos pasajes he encontrado inexactitudes. Cito como ejemplo el prefacio al capítulo “A los cristianos” de Jerusalén, en que Blake hace referencia a la Parábola de los talentos: donde Blake habla del talento que es una maldición ocultar, Santano traduce “ese Talento que es una maldición que hay que ocultar”, lo cual invierte el sentido tanto del texto de Blake como de la parábola misma. Igualmente problemático me parece, más adelante, “¿Amarías a uno que nunca murió /por ti o que jamás moriría por uno que no hubiera muerto por ti?”, cuando el sentido es “¿Amarías a uno que nunca murió / por ti o llegarías a morir por uno que no hubiera muerto por ti?”. Menciono estos casos aislados porque la alteración del sentido me parece de gravedad, pero sería injusto pretender que un par de errores demeritan una traducción en verdad admirable. Este segundo volumen de los Libros proféticos cierra con un útil glosario —el hilo dorado que nos guía por un “complejo y desbordante caudal de conceptos, nombres y referencias”— que toma como punto de partida el Blake Dictionary de S. Foster Damon. En ocasiones desconcierta que entradas de personajes fundamentales en Blake sean más breves que las dedicadas a conceptos menos cardinales, como en el caso de Los, que queda definido casi únicamente por sus rasgos negativos. Por lo demás, la publicación completa de los Libros proféticos de Blake en estos dos volúmenes, a manos de Atalanta, es un logro editorial cuya trascendencia para el mundo de habla hispana seguirá viva por muchas generaciones. L
LABERINTO
FERNANDO FERNÁNDEZ
Chapultepec, 23 de enero de 2011
En los 80 años de Gerardo Deniz El poeta nacido en Madrid y radicado en México desde 1942, cumplió 80 años el 14 de agosto. Laberinto quiere celebrarlo y por ello publica uno de sus poemas inéditos y tres paseos por su obra, tan levantisca como portadora de presencias inéditas y múltiples significados Fernando Fernández
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ara celebrar los 80 años del poeta Gerardo Deniz que se cumplen en agosto de 2014, podría referirme a los más diversos asuntos, quizá todos interesantes y oportunos,
como comentar los materiales que han aparecido a propósito precisamente de ese aniversario, empezando por el poema inédito que publica la revista Letras Libres, llamado “Murgas”, sobre cómo hiere la música cuando nos toma desprevenidos y sensibles, y que lo mismo puede ser una antigua tonada popular, como aquella que dice “Marinerito arría la vela, que está la noche tranquila y serena”, que una pieza dramática de Scriabin, poema que se acompaña de un espléndido artículo de Aurelio Asiain, uno de los genuinos primeros denicianos; o la discusión que publica Tierra Adentro entre tres jóvenes escritores sobre un poema
de su libro de 1978, Gatuperio, seguida de una inteligente nota sobre la faceta de Juan Almela como traductor de algunos autores esenciales, entre ellos Georges Dumézil;
calle de Parroquia, cuando hacia el oriente no había más que basureros y basureros y las oficinas de la editorial estaban plagadas de moscas;
o la entrevista que incluye la Gaceta del Fondo de Cultura Económica, en la que nuestro poeta recuerda detalles significativos y curiosos sobre las dos etapas en que trabajó para esa casa editorial, como aquel extravagante funcionario que dividía los libros entre los dedicados a la administración de empresas y todos los demás, los de historia o de literatura o de ciencias, a los que se refería como “libros para exquisitos”, o las amistades que hizo entre la revisión de traducciones y galeras, por ejemplo con Alí Chumacero por los días caricaturescos en que el viejo poeta de Nayarit fue expulsado de la editorial por sus supuestas ideas comunistas, o la amistad que hizo con el pequeño ratón que asomaba en su cubículo en aquella sede del Fondo que estaba en la
o referirme al fenómeno de la enorme cantidad de jóvenes que sobrepasa con mucho el número de lectores de las generaciones anteriores para quienes Deniz era sobre todo un autor para iniciados, la enorme cantidad de nuevos escritores que lo leen con entusiasmo legítimo y para quienes el gran poeta, reacio siempre a todas las militancias, ha resultado una suerte de bandera sugestiva y poderosa, aunque el asunto provoque entre algunos entusiastas de la primera hora una reacción crítica del tamaño de la perplejidad que provoca en el mismo Almela; o podría dar cuenta de algunos proyectos que están en proceso de llevarse a la realidad, como la transcripción de las 60 o 70 horas
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de portada OMAR MENESES
de audio en las que Almela habla de todo lo humano y lo divino, echa luz sobre los rincones más recónditos de su vida y de su obra, que fueron recogidas en interminables conversaciones de los miércoles de tres largos años entre 2009 y 2012, y que tarde o temprano, ordenadas por temas o por fechas y acompañadas de un gran índice onomástico, podrían aparecer en forma de libro, un libro en el que quede constancia de la manera originalísima que tiene el poeta de expresarse también coloquialmente; o el volumen de poemas de vejez, el primero en casi diez años de silencio, que reúne las composiciones que Almela ha escrito un poco a ciegas, con letra dubitativa y temblorosa en cuadernos de diversos tamaños, y de los que ha dado ya a conocer un puñado en algunas publicaciones periódicas, como el emotivo “Patria”, en el que intercala el relato de su única visita a España en más de 70 años con algunos pasajes de su vida amorosa, o el peculiarísimo “Mosca”, en el que cuenta las peripecias de una mosca que sobrevuela la Ciudad Universitaria y el Pedregal de San Ángel, libro que ya tiene título, uno por cierto especialmente atinado y acorde con el resto de su obra, tan llena de títulos felices, y que bien podría ver la luz este mismo año;
Lo veo echado en su sillón en medio de la estepa de la sala como un gran mamífero rumiante, dedicado a hacer la rumia prolija y silenciosa de su propio pasado
o el proyecto de reunir su prosa completa, para el que el poeta ya está en charlas con el Fondo de Cultura Económica, un libro que sería la pareja necesaria de su monumental Erdera, su poesía casi completa editada por esa misma institución en 2005, un tomo generoso que también ya tiene título; o el de hacer la segunda edición de Visitas guiadas, ese volumen inusitado que apareció en el año 2000 y que desde muy pronto fue inconseguible, en el que el poeta ofrece, como le gusta decir a él, los ingredientes de 36 de sus poemas preferidos, un ejercicio que puso en práctica por primera vez al poco tiempo de aparecer su primer libro con el objetivo de demostrar, siempre según sus propias palabras, que todo lo que incluyen está justificado y es necesario, proyecto de edición que al parecer la Dirección General de Publicaciones de Conaculta ha visto con buenos ojos y que podría cristalizar a principios del año próximo; o hacer un recuento de los materiales que a lo largo del último lustro he publicado yo mismo en mi página en la red, y que son producto de la cercanía y el asombro constantes, 16 entregas de Siglo en la brisa en las que ha aparecido de todo, entrevistas y poemas, manuscritos y fotografías, dibujos de infancia y cartones de madurez, apuntes de lectura y jeroglíficos anotados, un programa de radio y hasta una conversación pública con estudiantes, material que se
mantiene en línea y que en los últimos días he ordenado en un solo post que funciona como índice de consulta fácil e inmediata; y sin embargo nada de eso me satisface ni me resulta suficiente o apropiado, y me parece más bien que debería de dedicar el espacio que me queda a celebrar al entrañable amigo al que he tenido la enorme fortuna de tratar de cerca de manera ininterrumpida durante los últimos 25 años, hombre genuino donde los haya, erudito, el más colosal del que tengo noticia y sin duda el más memorioso de los mortales, al que veo echado en su sillón en medio de la estepa de la sala como un gran mamífero rumiante, dedicado interminablemente a hacer la rumia prolija y silenciosa de su propio pasado, o el repaso por los conocimientos más inabarcables de las ciencias y las lenguas y la música, que lleva en la cabeza una biblioteca anotada a detalle que nunca deja de sorprenderme, como cuando le consulto cualquier cosa, ahora que sé que ya no puede ver, que no es capaz de leer una línea, ni con lupa y al sol como al menos pudo hacer hasta hace poco, y le hablo de la extraordinaria fascinación de mi gata por el agua, por poner un caso de los últimos días, y a la mañana siguiente me pone al tanto de las costumbres acuáticas de los gatos del lago Van de la Anatolia oriental, en Turquía, con una precisión que parece sacada de una monografía especializada, y que no pudo consultar si no fue en la prodigiosa biblioteca que lleva en la cabeza; para celebrar al crítico de las instituciones y los prestigios ganados con la hipocresía y abonados con la estupidez que está en el aire, y que contrasta con la ternura que también hay en él para describir las costumbres de los pingüinos o de las jirafas o de las garrapatas, el crítico al que casi nunca he oído expresarse sin alguna nota de humor, y en el que hasta la amargura tiene un brillo de lucidez que le da sentido, porque una enorme cantidad de las muchísimas horas que hemos pasado juntos, ya sea comiendo en un chino, o en un yucateco, en un árabe, o trabajando sobre algún ensayo o una entrevista, o bebiendo largamente en su estudio del Eje 6, o en su departamento de la calle de Torreón, hemos reído a mandíbula batiente; pero sobre todo, como es natural, para celebrar al poeta, al grandísimo poeta, al hombre de palabras y de mundos singulares, al poderoso dueño de las palabras, por lo que renuncio a decir nada de lo que pensé primero y decido simplemente unirme al reconocimiento que por sus 80 años estos días le brindan las instituciones culturales, y que viene a sumarse al Premio Villaurrutia que le fue concedido en 1991, y al Nacional de Aguascalientes, en 2008, y alzo mi copa para saludarte, en fin, poeta, para celebrar tu generosa vida y tu literatura plagada de portentos, y hago por un instante mía la sonrisa invariable con la que asomas a la existencia que nunca acabará de tu magnífica obra, y acompañado de tus amigos y tus lectores alzo mi copa y te digo ¡salud! L
VIÑETAS Gerardo Deniz
1 El hongo blanquecino de la noche había girado un tercio de su obligación por un rumbo finústico y cursivo apoyado en una casita bonita un artesano maduro, de traza poco decente bregaba débilmente contra un enredo de enredadera y alambre de púas bajo un farolillo chinés, en espera de que el balconcito se abriese y una voz gruñona: —Retírese o lo coronará un bacín del cuarenta y dos (como había sido sábado, este número debiera haber revelado a un sobrio que estaba mancillando la morada de los siete enanitos). Lo dejé esperando estoico el ¡va de facto! ¿Por qué lo abandonaría su pelotón? ¿O sería un filósofo autodidacto? 2 Lejos pero cerca, en medio del ancho camellón desierto de una bella avenida iluminada un adolescente sin atreverse a ensayar un paso más fija la vista en nada. Era la primera vez pero no llegó al burdel. Los amigos gentiles lo contemplaron alejarse muy despacio por el claustro de un monasterio sin fondo, inclinándose con violencia bajo cada arcada. 3 No es que venga mucho al caso pero recuerdo de pronto mi noviecita de hace seis décadas más bien que medio siglo diciendo sin mirarme: —Tú me has enseñado a fijarme en las calles. Cuando, hablando de estas cosas, se lo conté a un amigo y ni me oye, aterrado por mi previa confesión: que cuando me abrazaba con ella junto al flanco sombrío de la Secretaría de Salubridad yo no ponía el menor empeño en disimular el bulto de la lubricidad.
08 b sábado 16 de agosto de 2014
MILENIO
de portada CONCHITA PERALES/ ARCHIVO FERNANDO FERNÁNDEZ
Otro poeta, otro prosista Juan José Reyes
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or lo visto es menos difícil señalar lo que representa la obra de Gerardo Deniz que decir del todo cómo es. Inclusive, según él mismo ha repetido, el término “obra” obedece aquí a advertencias suyas que apuntan a que estaría por verse si aquel trabajo corresponde a “la poesía”. No hay duda de que en buena medida lo que representa entraña los modos formales “poéticos” pero también es cierto que la “obra” no los agota y que quedan por verse enteramente sus discursos y sus significados. La propia complejidad de estos significados (se ha hablado aun de hermetismo al hacer referencia al mundo deniciano) va creando el curso de esta poesía de música extraña y rara y ciertamente asimilable, compartible. La poesía de Deniz tiene atrapada una realidad que gira, repta, asciende como elipsis y acaso sobre todo se dibuja como una música suave y de escasos y fuertes y sorpresivos sobresaltos. Se ha repetido que la poesía no es el primer quehacer de los preferidos de Deniz. Se subraya la descomunal inteligencia del autor al registrar que se hizo químico en su primerísima juventud. Ha sido Deniz también un singular traductor: no solo ha puesto en castellano muchos libros sino que ha conocido el pensamiento y la obra de varios de los científicos que ha traducido. Pasó largas jornadas en las oficinas del Fondo de Cultura Económica de las que recuerda con especial gusto sus encuentros con su admirado Alí Chumacero (cuya poesía no pone detrás de la de Paz entre sus preferidas, por ejemplo). De su madre, se recuerda en una entrevista con Fernando García Ramírez (FGR), “debe su afición a la música” y su padre —dice al mismo García Ramírez— “escribió varios libros y acabó asqueado por la política, lo cual fue especial para mí en todos los aspectos”. También se sabe (por el mismo FGR) que luego de una primera “iluminación poética” llegada con Baudelaire, a los 19 años, en 1953, vino su primer, definitivo “deslumbramiento” “al leer Libertad bajo palabra de Octavio Paz. ¿Puede hablarse de las influencias en la poesía de Deniz?
Son tan extraordinarias que son incontables y es más que probable (como se apunta en la entrada de estas líneas) que sean imprecisables y resulte del todo imposible dar con sus cauces. El conocimiento deniciano tiene sus fuentes en lenguas de veras lejanas a la(s) nuestra(s), una sabiduría que reposa y corre por mundos y rincones remotos y del todo ignorados en nuestros teclados y que se entrecruza en líneas multirreferenciales, que vuelan en distintas geografías y edades. En aquellas referencias y en aquellos vuelos está el lenguaje: las palabras y sus ritmos. Ha sido Octavio Paz quien ha visto con mayor profundidad y mayor alcance los irregulares vuelos paralelos del “cuento” y del “canto” en los poemas de Gerardo Deniz. Escribe en 1970 saludando la aparición de Adrede, el primer libro deniciano (en Las Dos Orillas, la gran colección poética de la editorial Joaquín Mortiz): “A Deniz no le pasa nada que sea distinto de lo que nos pasa a todos los hombres pero lo que les pasa a las palabras con Deniz —eso es el cuento y la cuenta de su canto—. Un canto en el que cada poema es una construcción rigurosa y, sin embargo, suelta, fluida. Como dijo el maestro Hilarión Eslava de la música, la poesía es ‘el arte de combinar los sonidos con el tiempo’. Los sonidos y los sentidos. Estrofas como una bahía hipnotizada por la luz, himnos sardónicos, dísticos salvados de las depredaciones del olvido, colusiones semánticas, conjunciones descabelladas pero nunca incoherentes […], alevosas geometrías, redes que nos entregan atados de pies y manos a enigmas amenazantes o deliciosos o cínicos o transparentes”. Flujo de sonidos, lujo de sentidos, reverberaciones del lenguaje, vaivenes de la memoria rescatada, una mirada que punza, acecha, desecha cualquier fleco. Música de metales pulidos y filosos y cálidos. Una poesía desflecada, en las orillas, sin ribetes. Muchas veces una poesía cuya sapiencia luce tanto en el decir como en el no decir y como en el decir no. Poesía de la elipsis, de la línea que es dibujo sin fin en cada línea, trazos de juguetes de aire.
E
l poeta ha cumplido ochenta años, pero su poesía tiene el impudor, la carga hormonal y la provocación de un adolescente. El cuerpo inevitablemente envejece, la precoz maestría y subversión del poeta, en cambio, se niegan a dejarse domesticar y a volverse canónicas. Si alguien se acerca a las páginas de esa genial invención literaria denominada Gerardo Deniz descubrirá que, en todas sus etapas, ha sido el vehículo de una escritura desconcertante y reveladora, que ha despabilado a varias generaciones. Pese al culto furtivo de que es objeto, esa escritura socarrona de sí misma se empeña en resistirse a conformar una obra definible e imitable. Y si bien, por alguna anticuada manía clasificatoria, se ha llegado a dividir la obra de Deniz en los estancos convencionales, el lector verá saltar de entre sus abundantes poemas y su puñado de relatos y
Por la obra de Gerardo Deniz circula el humor, tanto en los versos como en la prosa. Siempre se trata de un humor en nada amable ni cómodo ni condescendiente, que dice a las claras el talante inusitado de su dueño y de la forma con que este lo despliega. Hay sin falta una sutil y por tanto más poderosa manifestación de inconformidad en esta obra intrincada, surcada por extrañísimas constelaciones cuyo desciframiento corre junto a la luz que emiten sin parpadeo. La inconformidad es la actitud natural de Gerardo Deniz y suele aparecer en sus líneas con suavidad, con aparente parsimonia, con tiento socarrón. David Huerta ha visto, en uno de sus ensayos admirables, las prendas mayores de Deniz: “un talante extraño, una erudición pasmosa, una imaginación de primera línea, una actitud lopezvelardeana ante la ‘inepta cultura’, un devastador sentido del humor”. El mismo David Huerta atina cuando sitúa a Deniz como uno de los mejores prosistas en nuestro medio. Esa prosa tan sin adornos, sin alardes, la hallamos a cada línea de los cuentos ejemplares de Alebrijes (el único libro del autor de piezas de este género) o en los recuerdos, estampas, ficción, ensayos de Paños menores, por citar. No sale sin mácula ni un ápice del poeta Neruda, por ejemplo, en una de las recreaciones que el prosista hace de una escena inolvidable de sus mocedades. Esta escritura es fiel reflejo no solo de lo que piensa Deniz sino de la intrincada cartografía de aquel modo de pensar, discurrir, entrecruzar, desdoblar palabras, mundos, ideas. Una prosa, en efecto, insuperable. L
el lecho, flacas hacendosas en sus artes amatorias. Sus atmósferas y personajes más entrañables parecen escaparse de una novelita de amor y seducciones gozosas y su galante poesía transita de la emulación de los trovadores a la germanía del Siglo de Oro y a la sicalíptica dieciochesca. La obra poética de Deniz se puede adscribir a diversas genealogías poéticas, aunque, ya se ha dicho, las influencias más profundas no son librescas, sino científicas, musicales y, prosas, entes extraños y simpáticos, productos de ¿por qué no?, genitales. La palabra en Deniz es una materia para las más diversas cruzas entre géneros y lenguajes. experimentar asociaciones sonoras y mentales que a ratos escapan ¿Qué ofrece la lozana poesía de este nuevo octogenario? a cualquier linealidad e intencionalidad y que, sin embargo, pueden Neologismos y reliquias del idioma, ser seductoramente poéticas y narrativas. Ciencia pura jergas recónditas y especializadas y ciencia ficción, melodrama amoroso, deseo en seco, al lado de albures y frases de doble y mucha e inteligente mala leche contra las ideologías sentido, un larguísimo e interminable surcan los textos de este creador escéptico. Es fácil, pese canto al deseo, una exigencia erudita a su exigencia, hermanarse con esta escritura: cada que, sin embargo, rezuma humor y texto es un desafío intelectual, un acertijo que conmina picardía. Con una curiosidad poética a hurgar diccionarios, pero es, sobre todo, un guiño de a la Pound y una curiosidad científica complicidad. Porque curiosamente, esta poesía hermética a lo Valéry, Deniz crea un universo y escéptica oculta una forma auténtica y profunda de verbal, gobernado por sus propios vitalismo. Aglutinador de palabras y de historias, inventor ritmos y climas, donde el lenguaje es de lenguajes y personajes híbridos, en Deniz opera más protagonista de trances y desenlaces que la noción de obra, la de juego. El poeta incursiona inesperados. En esta peculiar poesía como pocos en la materialidad y en la espiritualidad de la experiencia, llena de palabras del lenguaje, ironiza y agota sus significados, pero no y, al mismo tiempo, de vida, sobresale la especie intenta crear otros significados más perdurables y más puros, sino femenina: visiones augurales de muchachas, Venus acaso simplemente retozar, solazarse, esparcirse, celebrar el vocablo que emergen de la espuma, mujeres pujantes en y el instante, “alabar lo que no dura pero es bonito”. L
Perdura y es bonito Armando González Torres
Zócalo de la Ciudad de México, ca. 1990
sábado 16 de agosto de 2014 b09
LABERINTO
en librerías
Después del anochecer Stephen King Debolsillo México, 2014 448 pp.
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onsiderar a Stephen King como un narrador “palomero”, para emplear un término cinematográfico, no es totalmente erróneo pero tampoco es justo. Si bien en México sus libros se venden en los puestos de periódico, en realidad la gente lo “ha leído” más bien en las adaptaciones fílmicas que se han hecho de ellos (la mayoría muy buenas, por lo demás). Además de gran novelista, King también es un eficiente cuentista, como lo muestra el presente volumen. Según apunta en la introducción, con él recobró el toque que se necesita para hacer relatos.
Solo cuento
Entropía remix Iván Farías Nitro Press/ Conaculta/ Fonca México, 2014 109 pp.
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nce relatos componen este volumen del autor defeño, cuya narrativa ostenta la marca de una virulenta válvula de escape. De Farías, el crítico Naief Yeyha dice en la contraportada: “Resulta inquietante imaginar el tormentoso proceso creativo de un escritor que en vez de recibir su inspiración de las musas lo hace de las pérfidas Erinias, la furia y la venganza, hijas de la noche que castigan con ferocidad cualquier transgresión. Y es que si hay un tono dominante en los relatos de Iván es el misterio femenino, la certeza de que algo siniestro y oscuro se oculta detrás de toda falda”.
AMBOS MUNDOS ESPECIAL
El robo de la Mona Lisa
Mayra Santos-Febres (comp.) Difusión Cultural UNAM México, 2014 354 pp.
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a autora portorriqueña Santos-Febres compila esta nueva entrega de la serie narrativa que ya cumple seis años y el mismo número de tomos, con prólogo de Edmundo Paz Soldán. En esta ocasión, entre los autores reunidos se encuentran Diamela Eltit, José Carlos Somoza, Carmen Boullosa, José Ovejero, J.J. Junieles, Awilda Cáez, César Augusto Mba Abogo, Pilar Quintana, Giovanna Rivero, Moisés Agosto Rosario, Betina González, Manuel Rivas, Alejandro Zambra, Rita Indiana Hernández, Andrea Maturana, José Manuel Fajardo y Luisa Valenzuela.
Poder leer es ya no volver a estar solo
Darian Leader Sexto piso México, 2014 187 pp.
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espués de presentar sus textos de escritores de otras lenguas, Víctor Roura hace lo propio con 101 literatos del mundo hispano. El catálogo, hay que aclarar, incluye tanto a escritores mexicanos como hispanoamericanos. El volumen abre con el poeta español Jorge Manrique y cierra con Juan Villoro. A los nombres conocidos y reconocidos como Octavio Paz, Julio Cortázar, José Revueltas y Carlos Fuentes, se le suman otros que merecen tener más lectores: Nellie Campobello, Ramón Rubín, Juan Marsé y Agustín Ramos, por mencionar algunos.
Inquilinos del viento
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Poetas catalanes Jordi Virallonga (comp.) La Otra/ UANL México, 2014 299 pp.
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ste volumen —parte de la colección cuyo espíritu consiste en reunir a 20 representantes del siglo XX de diversas literaturas—, prologado, seleccionado y traducido por Virallonga, ofrece una panorámica de lo mejor de las letras catalanas. Podemos asomarnos a la obra de poetas como Narcís Comadira, Margarita Ballester, Francesc Parcerisas, Pere Rovira, Jaume Pont, Enric Casasses, Montserrat Rodés, Maria Mercè Marçal, Eduard Sanhuja, Andreu Vidal, David Castillo, Jaume Subirana, Manuel Forcano, Sebastià Alzamora y Enric Sòria, entre otros.
De Largo Aliento
Mara Romero La Otra México, 2013 72 pp. on una vasta trayectoria en el performance y la promoción cultural, y con seis libros a cuestas, la escritora sonorense lanza este nuevo poemario en el que concurren los besos con olor a muerte, la ausencia de un dios que en otros tiempos fue más que un surtidor de perdones, la palabra como exaltación y dolor. En la poesía de Mara Romero, dice Uberto Stabile en el “Epílogo”, existe “una necesidad imperiosa por establecer diálogos entre el ser y el no ser, entre la realidad personal y ese imaginario simbólico que recrea en seres cargados de misterio y efímera belleza”.
Robin Williams en Patch Adams (1998)
n 1911, la celebérrima Mona Lisa de Da Vinci fue robada del museo del Louvre. Durante 24 horas nadie se había percatado de su desaparición, hasta que, poco a poco, la gente comenzó a acudir a la galería para contemplar el lugar que ocupaba el lienzo, un simbólico vacío lleno de espectadores. Este es el argumento central del nuevo libro de Darian Leader, miembro fundador del Centre for Freudian Analysis and Research de Londres, en el que expone una nueva teoría acerca de la omisión contemplativa, estrictamente apegada a su tradición ensayística relacionada con el arte y el psicoanálisis.
Víctor Roura Lectorum México, 2014 672 pp.
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Uróboros
Número 6 Agosto México, 2014
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n su sexta entrega, el periódico cultural celebra el centenario del nacimiento de Julio Cortázar con textos de Ignacio Solares y Víctor Roura. Asimismo se le rinden homenajes al Dr. Atl, a medio siglo de su desaparición, y a Gerardo Deniz y José Agustín por sus ochenta y setenta años, respectivamente. Antonio Saborit, director del Museo Nacional de Antropología, habla de las políticas culturales del recinto a 50 años de su creación. En la litografía de obsequio, Luis Fernando recuerda a dos explosivas parejas: Diego y Frida, y John y Yoko.
Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores
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a muerte de Robin Williams, su triste suicidio por ahorcamiento, es la puesta al día de una vieja y conocida muerte: la del artista que alegra y regala belleza a otros, pero que por dentro gime de dolor. Como ese monstruo mitológico que se devora a sí mismo, el Uróboros, representado en forma de serpiente o dragón que engulle su propia cola. Así es este creador: se carcome las entrañas y su vida es el laboratorio del que extrae los mejores hallazgos. La literatura está llena de Uróboros: Edgar Allan Poe, alcohólico, muerto a los 40 años, nos dejó en sus obras uno de los retratos más implacables y profundos de la condición humana, el vértigo de la vida, la obsesión por la creación literaria y la observación del mundo, y de paso, el germen de lo que más tarde sería la novela negra, con su inspector Auguste Dupin. Edgar Allan Poe, el solitario y el estrafalario, el que extrajo de su soledad y sus atroces sufrimientos un apacible mundo hecho de palabras, con una armonía que él jamás vivió. O Arthur Rimbaud, el poeta infuso, el genio adolescente y atormentado por algo que solo podemos intuir en su poesía, pero que a mí se me representa como una grieta oscura, un dolor que puede tener que ver con la ausencia del padre, y que lo llevó a su vez a alejarse y a quebrar todo aquello que amaba, a abandonar lo que era suyo, hasta la poesía, para esconderse en lejanas geografías etíopes. El sangrante Rimbaud que, desde su juventud sedienta de coherencia, nos indicó a todos el camino al decir: “En
la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las ciudades espléndidas”. O Truman Capote, alcohólico, drogadicto y genio, huyendo de una infancia de abandono, aferrado a la escritura como a la zarza ardiente y que murió de una sobredosis de alcohol, igual que Poe. O Malcolm Lowry, que escribió ese verso genial, “La única esperanza es el siguiente trago”, y que se suicidó poco después de dejar de beber. O Dylan Thomas, que en el hotel Chelsea de Nueva York se bebió cerca de 18 whiskys seguidos y falleció poco después. El mundo del cine también tiene sus Uróboros. El más reciente fue el actor Philip Seymour Hoffmann, cuya muerte aún me arranca lágrimas, y por supuesto el mítico actor John Belushi, muerto de sobredosis luego de una parranda por la que también pasó su amigo Robin Williams. Y ahora le tocó el turno a Williams, golpeado por el mismo boomerang que lanzó en su juventud, al lado de Belushi, y que siempre acaba por volver. Su caso agrega algo dramático y es su vocación por la comicidad, aun si el Williams que prefiero es el de El indomable Will Hunting, La sociedad de los poetas muertos o Good Morning Vietnam. Aunque, ¿cómo olvidar esa hilarante serie, Mork and Mindy? Es el actor cómico, vacío en su interior, que no soporta las heridas y se suprime. La tristeza del payaso aquejado de spleen, como en el poema de Juan de Dios Peza, que hoy vuelve con su frase implacable: “¡Soy Garrick, cambiadme la receta!” L
10 b sábado 16 de agosto de 2014
MILENIO
teatro CARLOS ALVAR
Fantasías renovadas Las pepenadoras, escrita y dirigida por Alaciel Molas, indaga en la ausencia real e imaginaria de la figura paterna, una suerte de rencor vivo CRÍTICA Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com
U
na guarida llena de ropa usada, ordenada por colores del claro al oscuro, es el hábitat de dos hermanas que se hieren y se necesitan para sobrevivir en el hueco de su existencia. La ropa ajena que desmanchan y aliñan, cuelgan y doblan, conforma trozos de telón, gajos de historia que arrastran, inventan, desechan y retoman para añadir elementos. Ambas se comunican mediante reclamos que las alejan, sueños que las separan, rencores que parecen unirlas por siempre. Lorena Glinz y Verónica Merchant son Francisca y Ramona, la joven de 17 años y la mujer de 30, respectivamente, que caminan en círculos concéntricos de desasosiego, en el desamparo y ante una presencia, interpretada por José Manuel Velasco, forrada de olanes y saco con manos, cabeza y rostro cubiertos, que entra y sale en una especie de evocación simbólica. Las pepenadoras, escrita y dirigida por Alaciel Molas, es un trabajo joven que vincula una interesante preocupación dramatúrgica y temática por exponer la problemática de dos mujeres que crean vínculos con un padre ausente, quizá nunca conocido, y que recorren, sin avanzar, un camino que parte del acuerdo implícito que las devuelve al punto de partida. Eslabonadas por mentiras y verdades a medias, enganchadas a la sombra del padre y al abuso, real o imaginario, de que hacía objeto a la mayor provocando en la menor unos celos por la posesión del dolor de la otra, la supuesta cercanía de las dos hermanas las hace vivir el despojo de su dignidad y respeto, aferrada una de ellas a la posibilidad de atesorar recuerdos ajenos, y la otra apegada quizás a ficciones propias. La búsqueda de objetos–basura, a los que Francisca otorga el valor de tesoros, se vuelve la pista de un misterio que la joven inventa para regalarse sueños, oportunidades que Ramona destruye como estorbos de su pesadumbre contenida, liberada en lamentos destemplados. El planteamiento dramático de la autora indaga en la desolación, en un rencor crecido con la ausencia y las fantasías renovadas y vueltas a masticar hasta el asco. La escenografía e iluminación de Sebastián Solórzano aportan la sensación de un espacio asfixiante, entre prendas vacías de cuerpos ausentes que adquieren una densidad inútil hasta volverse obstáculo, peligro, división frágil que cubre la posibilidad del autoenfrentamiento,
Funciones: jueves y viernes a las 20:00 horas, sábado a las 19:00 y domingo a las 18:00 horas en el Teatro Benito Juárez
hasta que llega la posibilidad del reflejo que va más allá de la escena. Romántico y setentero el vestido de Francisca, sencillo y serio el de Ramona, bidimensional el del personaje llamado Aquello que Permanece Oculto, el diseño de vestuario de Adriana Ruiz revela con eficacia señales de los personajes femeninos y cumple con el reto de vestir al tercer personaje, cuya presencia resulta confusa por la expresión corporal y las acciones que debe seguir. Las dos actrices se erigen en heroínas de una ficción que se rompe en la estructura del texto, se repara en la escena y vuelve a fragmentarse al correr de la acción hasta que vuelve a construirse, faltas de apoyos dramáticos y de dirección para sostener sin altibajos la obra completa. La conjunción de un texto que levanta interés, de un buen diseño de escenografía, de la actuación de
dos muy buenas actrices conduce al montaje por un camino accidentado en el cual el espectador pierde y retoma interés. La puesta en escena se nutre de la aportación de su elenco y creativos de mayor experiencia, pero pareciera que la dirección quiso conducir el trabajo hacia terrenos climáticos forzadamente, mediante indicaciones que el elenco cumple pero cuyo resultado se traduce en desequilibrio. Momentos brillantes y escenas que se desmoronan hasta que Verónica Merchant y Lorena Glinz, como actrices, rescatan a sus personajes, se suceden en esta puesta en escena que requiere pulir el texto, crear atmósfera, lograr un tono sin altibajos involuntariamente discordantes, aunque como trabajo joven con equipo experimentado deja imágenes y fragmentos que conservan su virtud. L
LA PUERTA ESTRECHA ESPECIAL
Un mal trago Alicia Quiñones aquinonescontacto@gmail.com
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l precio de la fama es demasiado alto”, confesaba Tennessee Williams mientras la crítica estadunidense escribía su obituario. El precio de la vida, del teatro, de la literatura, del desamor y de las ilusiones derrumbadas es aún más alto, pensaba tras conseguir un título de escuela a la edad de 27 años y tras perder a su primer gran amor a los 28 en tanto que su proyecto literario sufrió el rechazo por carecer de contenido social. Con el dolor a cuestas por el continuo fracaso, y su vida rodeada de los oscuros personajes de Nueva Orleans, Williams sostenía su orgullo a base de una esperanza: poder explicar, dar cuenta de su mundo. Corrían los años treinta y una vecina de la casa de huéspedes en que habitaba le echaba agua hirviendo por las grietas de la pared con la idea de matarlo. Tennessee se había ganado el odio del barrio francés de Nueva Orleans. Escapó escondido en un entramado de sábanas para toparse en la carretera con un músico itinerante, que resultó ser dueño
de una gran hacienda al sur de California. Esa hacienda era un rancho miserable. Un compañero de trabajo en el rancho le dijo a Tennessee: “Si te quedas, en una esquina de esta bahía, las palomas volarán sobre la mierda y sobre ti una recompensa”. Ahí recibió sus primeros cien dólares por American Blues, con ellos viajó a México donde fue asaltado y violado en una cantina. Fue en 1939 cuando la beca Rockefeller llegó a sus manos. “Los ricos tienen una conmovedora fe en la eficacia de las pequeñas sumas de dinero”, decía con una sonrisa en la boca y dolor en el estómago. La década de los cuarenta dio a conocer al escritor corrosivo, elocuente, que confrontó sus fantasías con los horrores de su vida: la homosexualidad, la promiscuidad, la frustración sexual, el alcoholismo, la impotencia, el fetichismo, la pedofilia, el canibalismo. Estos años despertaba el gran dramaturgo norteamericano. La década de los cuarenta vio nacer al autor de Un tranvía llamado deseo. La década de los cuarenta vio nacer también al cuentista, género por el que también vomitaba la maldad, la nostalgia y sus
El Lunario del Auditorio Nacional proyectará en septiembre un ciclo de Tennessee Williams
ilusiones. En 1959 se publicó el volumen de cuentos Hard Candy, nueve historias cuya envoltura de dulce nos lleva a la amargura, escritos entre 1941 y 1953, cuando Williams cargaba ya en su espalda el Premio Pulitzer. Hard Candy habla de un escritor frustrado y alcohólico que se la vive tomando whiskies dobles; consagrado, más por necesidad que por gusto, a una vida sibarítica. Nos cuenta también sobre Kamrowski y
Amada, una mexicana a su medida que tuvo la suerte de encontrar, y que apoya al escritor de aparente impotencia mental. Sarcásticos, duros, biográficos, con una narrativa vertiginosa, los cuentos y la dramaturgia de Tennessee tienen un ligamento a su infancia, a su homosexualidad y a la nostalgia. La vida de Williams (1911-1983) tuvo recompensas, pero también fue un mal trago. La puerta estrecha se ha cerrado. L
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LABERINTO
cine Julien Temple
“Quise ser director de ficción pero empecé de la manera equivocada” El prestigiado documentalista británico habla de las ventajas de filmar sin guión, de sus amigos músicos, de los videoclips y la experiencia detrás de cámaras ENTREVISTA ESPECIAL
Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com
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ay varias formas de hacer documentales sobre rock, pero hay una en particular que se ciñe al nombre de Julien Temple. Cuentan que cuando Martin Scorsese filmó George Harrison: Living in the Material World, le dijo a Temple: “Gracias por prestarme tu estilo”. Británico, testigo directo del punk, ha trabajado con Ray Davies, David Bowie y Neil Young, entre muchos otros. Es autor de filmes ya clásicos como The Filth and the Fury o Joe Strummer: The Future is Unwritten.
el rollo lo ponía en la bolsa. La segunda, con una cámara de 16 mm en que sí necesitaba un crew; para conseguirla, recuerdo que falsificamos una llave de la escuela. La tomábamos por la noche y a la mañana siguiente ya estaba de regreso. Cuando llegábamos al backstage de los Sex Pistols teníamos que pasar por la aduana de Malcolm McLaren, de modo que entre todos desarmábamos la cámara y una vez adentro la volvíamos a armar. ¿Qué le dejó esa experiencia? Después de trabajar con los Sex Pistols nadie quería trabajar conmigo. Pasé mucho tiempo sin trabajo. Quise entrar a la escena de los videoclips y la primera banda en darme la oportunidad fue Judas Priest, que para mí es una banda cómica más que de heavy metal. A partir de ahí agarré varios clientes que me permitieron terminar mi película The Great Rock and Roll Swindle. Una vez terminada, mostré la película a los encargados de darle la clasificación y entre ellos estaba David Bowie, quien a partir de entonces me invitó a hacer videoclips. Otro tipo de punk era el de Joe Strummer, a quien le dedicó Joe Strummer: The Future is Unwritten… Joe y yo fuimos muy buenos amigos hasta el final de su vida. Su muerte fue algo muy difícil, porque era un personaje muy diferente al resto de la escena del punk. Hablar de un amigo es difícil. El día de su muerte lo estábamos esperando para una fiesta. Cuando me hablaron para darme la noticia entré en shock. Salimos rumbo a su casa y pese a que sabíamos dónde vivía y de que no estaba tan lejos, tardé dos horas en llegar porque me perdí. Todavía recuerdo su imagen tendido en un sillón con el periódico. Terminar la película me costó trabajo porque no sabía cómo hacerla, quería un documental honesto y al final me alegro que saliera una especie de celebración.
¿Qué lo lleva a decidir el momento para iniciar una película? No siempre que quiero hacer una película coincide con el momento en que puedo hacerla. Se tienen que conjuntar varias cosas, pero casi siempre el punto de partida es una conexión personal con el personaje en cuestión. ¿Qué recursos de la ficción usa en los documentales y viceversa? Siempre quise ser director de ficción pero empecé de la manera equivocada. A estas alturas prefiero trabajar con cinco personas en un documental que tener a cien sujetos a mi cargo que me traten como si fuera el rey. Hoy ya no me planteo las películas en términos de género, me interesan más las distintas maneras con que puedes hacer cine. Por eso en mi película Vigo: A Passion for Life, retomo elementos de los Lumiere o o Méliès, es decir, me interesa más una cuestión plástica que de género.
guión lo determina el personaje, la luz o el momento del día. Solo cuando hago videoclips me apego al guión, es un subgénero rígido, una especie de examen porque tienes que entregar un producto que les guste a los clientes.
¿Trabaja con algún guión en los documentales? En el documental no me gusta el guión, en la ficción es necesario y aun así me gusta tener la libertad de irlo cambiando. Dentro del documental, el
Cuentan que acceder a los Sex Pistols no era sencillo, ¿cómo lo consiguió? Los filmamos de dos maneras. La primera con cintas de media pulgada, ésta era la parte sencilla porque yo llevaba la cámara y
Escena de Joe Strummer. The Future is Unwritten (2007)
¿Cómo ha sido la experiencia de trabajar con Bowie o Neil Young? Ambos músicos con una clara debilidad por el cine. Es muy diferente trabajar con uno y otro. Bowie es una persona que se clava mucho en el guión y todo el proceso de realización. En cambio, Neil Young no te pide ningún elemento formal. En la primera cita se ocupa de conocerte. Si le caes bien te deja trabajar con absoluta libertad, es una persona estupenda. Apenas me ofrecieron programar, junto a David Bowie, el Canal BBC 4 por dos semanas. He buscado a Bowie pero no me ha respondido, ignoro si está bien o si podamos llegar a concretarlo… estaría bueno. L
HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL
Incomunicación Fernando Zamora @fernandovzamora
D
esde la primera secuencia sabemos que El pasado es una película sorprendente: Ahmad busca la salida en cierto aeropuerto pequeño en los suburbios de París. Ella afuera, al otro lado de un enorme vidrio, trata de llamar su atención. Gesticula. Es en vano, él no puede escucharla. Finalmente Marie atrae la atención de Ahmad gracias a una tercera persona que se ha dado cuenta de los esfuerzos de ella por comunicarse con él. Esta primera secuencia tiene el germen de lo que nos espera. Para comenzar, hay que subrayar la creatividad en la presentación del conflicto: la vida de él y la vida de ella están separadas por un invisible muro de incomunicación. No hay nada qué hacer: aunque se quieran, aunque se digan “te amo”, ni él ni ella son capaces de entender. El pasado, del iraní Asghar Farhadi, es una fábula en torno a todo lo que es imposible decirse en una pareja. Es indudable: ambos se quieren, son capaces de perdonar, confían el uno en el otro y es más: desean lo mejor el uno para el otro. ¿Qué les falta? La respuesta, supongo que el cineasta la deja para que el público dé su opinión. Ahmad y Marie son inmigrantes. Ella está a punto de embarcarse en un cuarto matrimonio y
él ha venido desde Teherán para firmar el divorcio. La crítica en Irán ha exaltado en Farhadi el uso de temas propios de su país y debe ser que yo no soy iraní, pero a mí me parece que su principal virtud es que toca temas universales. El director hubiese podido aproximarse a la misma historia desde modelos más de moda en el Primer Mundo: el postcolonialismo, el feminismo o la teoría del sistema–mundo. Pareciera que el viaje de Ahmad a Francia es un pretexto, que igual pudiese haber sido filmada en Irán y es cierto. Si el director consiguió fondos para realizar su película en Francia me parece justo que la filme en francés visto que el tema de la incomunicación entre dos que se aman resulta más bien universal. Y para contar el cuento de dos que, por más que se aman no se pueden comunicar, no es importante que se filme en uno u otro lugar. Eso mismo está sucediendo ahora en Teherán, en Bagdad, en México y en París. Farhadi no tendría por qué haberla resuelto echando mano de teorías extravagantes. Los críticos que la exaltan en Irán son los mismos que se preguntan en Occidente por qué no ha jugado más con el tema de la migración. A mí la respuesta me parece simple: a Farhadi no le interesa hablar de migrantes ni de pertenencia, ni de feminidad ni de masculinidad. Quiere hablar de incomunicación.
El pasado (Le passé). Dirección: Asghar Farhadi. Guión: Asghar Farhadi. Música: Evgueni Galperine y Youli Galperine. Fotografía: Mahmoud Kalari. Con Bérénice Bejo, Ali Mosaffa, Elyes Aguis y Sabrina Ouazani. Francia, Italia, 2013. Usando recursos técnicos más bien escasos pero con recursos estéticos amplios, Farhadi consigue en El pasado seguir explorando el tema que le apasiona y del que daba cuenta ya en su película anterior, Una separación. Las actuaciones son extraordinarias. Lo sabemos desde esa primera secuencia en que ella le grita y él no la escucha, en que él trata de decir “Te ves hermosa” y sin embargo no puede. A estos amantes los separa una incomunicación transparente que hace imposible que se escuchen los dos. L
12 b sábado 16 de agosto de 2014
MILENIO
varia ADAM WISEMAN
AFP
Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes
Las ventanas de Tlatelolco
El sueño latinoamericano
Tlatelolco desmentido
ARCHIVO HACHE
GUÍA VISUAL
Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com
U
no de los secretos mejor guardados de la literatura mexicana es que realmente no se identificó con la literatura latinoamericana. De no ser por el idioma, el escritor mexicano estaría tan aislado del resto del continente como el 99% de los autores norteamericanos. El autor mexicano que más se identificó con la literatura latinoamericana —por más de una razón— fue Carlos Fuentes. Si bien Paz tuvo perspectiva internacional (ausente en sus epígonos), debido a la disidencia geopolítica del latinoamericanismo no se identificó plenamente con ese proyecto. Paz era de derecha que no soportaba saberlo (ser paceano, ni siquiera sospecharlo). Washington no aprobó la identidad post-nacional latinoamericanista asociada a un sentimiento de alianza intelectual con movimientos de liberación, socialismo, antimperialismo, indigenismo y rebelión popular. USA (veladamente) y PRI (presupuestalmente) promovieron que el intelectual mexicano no se identificara con el latinoamericanismo. Nacionalito se veía más bonito. Así se evitó que fuera latinoamericanista y (ya caduco) fuese hecho (¡pidiera ser!) globalizado. Diferencia: el mercado se sintió atraído por el Boom; el post-Boom se sintió atraído por el mercado. Similitud: el mercado. Vargas Llosa es el puente entre ambos periodos (y editoriales y premios cada vez más irreales). El post-Boom —estéril en grandes obras— ya no
fue una combinación de identidad nacional-literaria y latinoamericana sino de identidad nacional-literaria y mercado. El post-Boom ya no quiso ser parte del sueño bolivariano o la utopía socialista sino de la ilusión del mercado. El bajo nivel de esa aspiración colaboró con la inferioridad de su lenguaje. Los intelectuales no son importantes en el proceso geopolítico real. Además, la derecha geopolítica tuvo mediana suerte: no generó un grupo de figuras intelectuales de talla suficiente. Los postlatinoamericanistas sirvieron de pausa, no de trofeo. De todos modos, gobiernos norteamericano y mexicano consiguieron imponer su política intelectual. Este proceso lleva décadas. A nivel individual, ganó el miedo y la cobardía (disfrazadas de cosmopolitismo y búsqueda de éxito). A principios del siglo XXI en México, la intelectualidad se concibe en relación con la competencia interna, los medios (sobre todo Internet), el subsidio, condecorarse mediante la editorial anhelada o la (automatizada) identidad nacional-mexicana. Buena parte de la grandeza que alcanzó la literatura en Latinoamérica se debió a que quiso ser literatura latinoamericana; la grandeza de ese sueño fue la fuerza que impulsó a la poesía, ensayo y narrativa de más de un siglo. Pero el sueño latinoamericano era frágil y peligroso. Estados Unidos decidió que cuando la literatura latinoamericana despertara de la ceremonia de premiación, el sueño ya no estuviera ahí. L
Magali Tercero mtercero2000@yahoo.com.mx
T
latelolco, como comunidad, vive una especie de resurgimiento cultural. Y en buena medida, el Centro Universitario Tlatelolco (CUT) es el responsable. Ubicado en donde antes estuvo la Secretaría de Relaciones Exteriores y cuya célebre Torre distingue las noches defeñas por la instalación lumínica, una especie de malla cubriendo los cuatro lados de la construcción, que al encenderse viste la torre de rojos y azules. Su autor es Thomas Glassford, artista texano residente en México desde hace más de 20 años. Su intención es recordar, a un costado de la Plaza de las Tres Culturas, donde ocurrió la matanza de estudiantes de 1968, a Xipe Totec, “Nuestro Señor el Desollado”, dios prehispánico que se deshizo de su piel para alimentar a su gente. CRÓNICA COMO ANTÍDOTO No había vuelto a Tlatelolco desde que fui, en 2008, a ver el Memorial del Movimiento Estudiantil de 1968 —instalación multimedia con fotografía, video, cine y audio además de objetos y documentos— y a conocer la colección de pintura de Andrés Blastein, que estuvo ahí hasta 2012 en que fue desterrada del CUT. Este 2014 volví no solo a dar una clase magistral de crónica a la gente del barrio, con 150 asistentes que dan cuenta de la actividad cultural comunitaria, sino como jurado, con otros dos colegas, del concurso “La crónica como antídoto”, con el tema de Tlatelolco por su 50 aniversario, y para impartir un curso intensivo a los galardonados. Una lectura de casi 70 crónicas participantes, otra evidencia del gran espíritu comunitario que ha existido en esta célebre Unidad Habitacional Nonoalco Tlatelolco, construida en 1964 por el arquitecto Mario Pani, influido por Le Corbusier, para crear una ciudad dentro de la Ciudad de México. En su momento, la Unidad fue una pequeña urbe autónoma con iglesias, escuelas primarias y secundarias, ruinas propias, por decirlo así, tiendas de abarrotes e incluso una pista para correr descrita en la original crónica de J. C. Guinto “Ciudad espejo”, que obtuvo el segundo lugar. Cuatro años después, cuando ya vivían ahí los miembros de una clase media aspiracional a tono con la modernización de la capital del país, ocurrió la matanza del 68 en la que tantos estudiantes murieron ominosamente.
MEMORIA INDIGENTE En otra de las crónicas premiadas, la del tercer lugar de Gustavo Cantú (“Un complejo muy complejo”), aparece “Carlos”, quien pasó más de 40 años en la cárcel por su participación en el movimiento estudiantil. El autor nos revela su mundo lastrado de recuerdos —está ciego, perdió a su familia y vive como indigente en Tlatelolco—. En este lugar, la tragedia ajena al 68 o al 85 ha tocado también a individuos como el adolescente Jorge, asesinado a media calle por otro estudiante, frente a la indiferencia de los transeúntes, como se lee en la reconstrucción cronística de Jonathan García, ganador del primer lugar con “Silencio en Tlatelolco”. EDIFICIO CHIHUAHUA Y es precisamente una parte de esta comunidad, la del Edificio Chihuahua tan marcado por el 68, la que permitió al fotógrafo Adam Wiseman —hijo de estadunidense y escocesa criado en México— realizar en febrero pasado no solo una especie de coreografía de luces que puede verse en su sitio (http:// tlatelolcoproject.com/#/tlatelolco-timelapse ), sino el proyecto “Tlatelolco desmentido”, con imágenes del exterior del Chihuahua como de decenas de departamentos habitados (véase arriba). En septiembre este interesante trabajo se exhibirá parcialmente en la Galería Patricia Conde, como parte del Gallery Weekend México de la revista Código. Estén atentos y, por lo pronto, visiten el sitio arriba indicado. Además de fotos y videos encontrarán una historia sucinta de la Unidad y el porqué del interés de Wiseman en ella. “Tlatelolco desmentido es a la vez un paisaje urbano y el retrato de una comunidad, creado con la colaboración de más de 100 vecinos del Edificio Chihuahua, documentado con fotografías y video. […] Después del terremoto el complejo urbano se transformó: la piel de los edificios, unos grandes paneles que daban una elegante y uniforme forma cuadrada al conjunto, fueron retirados al descubrirse que eran de material altamente inflamable”, explica el autor. L