Laberinto No. 605 (17/01/14)

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Laberinto

sábado 17 de enero de 2015

Entrevista con Philippe Roger

Valentina Ortiz Página 5

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RO

David Toscana Cada quien su dios página 2 Araceli Mancilla Poesía página 3 Jonathan Coe La paseadora de perros página 4 Heriberto Yépez Houellebecq es Charlie Occidente página 12

N.o 605

MILENIO

Melina Balcázar • Robert Darnton • Alejandra Espino • Beli • BEF Página 6


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antesala DE CULTO

Cada quien su dios TOSCANADAS ESPECIAL

David Toscana dtoscana@gmail.com

H

ace un mes presenté una de mis novelas en un sitio al norte de Portugal, llamado Covilhã. Una mujer percibió que algo había de inmoral en mi libro y me habló de Dios. Dijo que las flores silvestres eran prueba de su existencia. La siguiente presentación fue en Lisboa. Era la hora pico, llovía a cántaros y justo frente a la entrada del auditorio había un sitio libre para estacionarse. “¡Dios existe!”, clamó mi editor. Yo no tengo automóvil, así es que los lugares de estacionamiento no despiertan mi fe. Cuando salgo de excursión a las montañas, me asombran más las formaciones rocosas, los ríos y cascadas que las flores silvestres. Pero hace tres semanas llegué a España. En mi primera noche cené una paella con bogavante. En el momento en que la probé escuché un coro celestial. Me sentí el hijo amado en el que alguien tomaba contentamiento. La señora y mi editor tenían razón: Dios existe. Desde entonces soy un hombre nuevo. Sigo en la Madre Patria, donde me he dedicado a invocar a la sabrosa deidad. Compré una paellera y regularmente me hago de azafrán, arroz bomba, camarones, almejas, mejillones, calamares y diversos ingredientes más con los que voy procurando cada día superarme para que Dios se digne a entrar en mi casa. Ayer lo logré. La cocción fue perfecta. También el trashumar de los sabores y hasta la justa cantidad de sal. Él estuvo en

la mesa. La prueba es que la paellera es redonda, la forma perfecta. Cada grano de arroz es una estrella o constelación del cosmos. Incontables criaturas se sacrificaron para que yo entrara en éxtasis. Flores, estacionamiento, paella. Tres formas plausibles de encontrarse con Dios. Mi deidad fue consumida por dos personas con la ayuda de un modesto Rueda verdejo, pero prometió renacer pronto para ser otra vez alabada y devorada. Mucho más sagrada me parece la transubstanciación de ciertos ingredientes incomibles en una deliciosa paella, que la de una hostia que no sabe a nada. Pero es muy respetable que cada quien encuentre a su dios donde lo quiera ver. Lo que no me parece respetable es que algunos piensen que su dios es omnipotente y luego lo traten como a una damisela petulante que se ofende con facilidad y pide que alguien dé la cara por ella. Piensan que su dios es perfecto y al mismo tiempo creen que posee las pasiones más bajas del ser humano. Esos imbéciles tienen que entender que Dios se basta solo, se defiende solo, actúa solo. Si algo le llega a molestar, entonces envía plagas o hace llover azufre. Pero no necesita abogados ni sicarios ni esbirros ni pilmamas. Lo que sin duda ofende a cualquier ser omnisciente es que otro hable por él, que otro juzgue por él, que otro condene por él, que otro ejecute por él. Y ese otro, llámese como se llame, más agradaría a su dios si él mismo se vuela la tapa de esos sesos que evidentemente no le sirven para nada. L

Sergio A. Ubaldo S. ESPECIAL

Patrick Leigh Fermor

La mochila del eterno viajero

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a noche del 16 de abril de 1944, en Creta, dos británicos secuestraron en su auto al general nazi Karl Kreipe. Camuflados con trajes de cabo de la policía militar alemana y cubiertos por media docena de guerrilleros cretenses, sortearon 22 puestos de control. Tras abandonar el auto y dejar una nota en la que subrayaron el origen británico de la operación, iniciaron junto con Kreipe una peligrosa aventura por el monte Ida. La historia culminó tres semanas después, cuando burlaron la persecución y lograron sacar al general de la isla. Del hecho existen varias anécdotas; la más curiosa: uno de los soldados, Patrick Leigh Fermor, comparte la manta con el enemigo y cerca del alba escucha recitar a Kreipe la primera frase de la oda Ad Thaliarchum de Horacio, que el propio Fermor continúa en un correcto latín. Originario de Londres, Fermor (1915) fue un personaje fascinante, al estilo de Lawrence de Arabia o Wilfred Thesiger. Hijo de un prestigiado geólogo y de una mujer apasionada de la literatura, que viajaron a la India y lo dejaron al cuidado de otra familia, Fermor creció libre y un poco salvaje. Expulsado de la King’s School, se convirtió en autodidacta. A los 18 años emprendió un viaje a pie de Rotterdam a Estambul. En 1935 tuvo en Macedonia su primer acercamiento bélico y cuatro años más tarde se alistó en la Irish Guard para luchar junto a la resistencia en Creta. Miles de historias, como la del romance furtivo con Balsa Cantacuzène, descendiente del emperador de Bizancio, enriquecieron la foja de uno de los más grandes escritores de viaje del siglo XX, a la par de Colin Thubron y Bruce Chatwin, este último su amigo y alumno. Marcado por los clásicos grecorromanos y por Tolstoi, Lord Byron y Norman Douglas, Fermor publicó en 1950 The Traveller’s Tree, su primera obra acerca de un

EX LIBRIS

maravilloso viaje por el Caribe, lugar donde también se desarrolla su ficción Los violines de Saint Jacques (1953). Más tarde publicaría Un tiempo para guardar silencio (1957), Mani (1958) y Roumeli (1966), las últimas dos acerca de su segunda patria: Grecia. En 1977 apareció El tiempo de los regalos, obra célebre que reúne sus recuerdos de los viajes mochila al hombro: muestra de su habilidad descriptiva, la elegancia de su prosa y su narrativa fluida. El texto reconstruye la Europa destruida por el Holocausto: con sus granjas, castillos, catedrales y tabernas; sus personajes entrañables, como la viuda del administrador de correos en Mitter Arnsdor, dos seductoras chicas de Stuttgart y un joven barón vienés, futuro enemigo. Otras obras importantes son Entre los bosques y el agua (1986) y The Broken Road (publicada póstumamente en 2013). Entre sus reconocimientos destacan la condecoración por sus servicios a la literatura y a las relaciones británico-griegas, y la Orden de Servicios Especiales otorgada por su heroísmo. El 11 de junio de 2011, en Worcestershire, murió Patrick Leigh Fermor, el eterno viajero. L Galatea y Góngora bEKO

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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antesala

Lejana memoria

El poeta del silencio

Un árbol es todos los árboles y también el certificado de nuestros lazos con la tierra CARACTERES

POESÍA

ESPECIAL

Araceli Mancilla

P

orque callan mientas se comunican dejando ver su majestad, el ritmo lento de sus gestos al cielo y hacen del aire y la luz el movimiento que anuncia una vieja alegría, amo a los árboles admiro y envidio su grave simpleza adueñada del azar y de esa voluntad desconocida que los hermana con la absorta liviandad del espacio; Álvaro Uribe

instrumento de sutiles armonías de la mirada son signo y seña del reclamo solitario en la inhóspita colina porque un árbol es todos los árboles que reconoce nuestra lejana memoria vegetal cuando advertimos el clamor del agua en el interior que gotea al ver cómo los monta alucinado el viento insumiso haciéndose una sola criatura con los pájaros, el sol y las tumultuosas hierbas sobre sus flancos, para que surja así la composición de algo con que nacimos y solo entonces regresa.

ESPECIAL

N

acida en el Estado de México en 1964 y con dos pies en Oaxaca desde 1986, Araceli Mancilla es autora de cinco poemarios: Desde la sombra (UNAM, 1999), Al centro de la ínsula (Instituto Oaxaqueño de las Culturas/ Fondo Editorial Cantera Verde, 2001), A luz más cierta (IOC, 2004), Instantes de la llama (Almadía, 2004) y Tramas de agua (Signum edizioni d’arte, 2009). Es colaboradora del periódico de arte y cultura Ciclo literario. Este poema forma parte de Asamblea de cantera. 25 años (selección y prólogo de Julio Ramírez), que reúne a 26 narradores y 21 poetas que se han formado en el taller literario de la Biblioteca Pública Central de Oaxaca.

la inefable verdad expresada en las notas, respóndele que ya John Cage demostró na inspiración irrefutablemente, con su célebre falsamente poética composición titulada 4’35”, que recomienda calificar a el silencio musical está poblado este personaje como “silente”: de toses y carraspeos y crujidos el poeta silente. Pero el epíteto de incómodas maderas y una podría sugerir que el individuo que otra risa desinformada. en cuestión es callado, y en Es probable que entonces los hechos ocurre todo lo el poeta del silencio se contrario. El poeta del silencio se remita a Hölderlin en la caracteriza por ser parlanchín. versión de Heidegger. Como Cuántas palabras, cuántas si la demencia fuera un acto frases, cuántos párrafos, cuántas voluntario y no una tragedia páginas dispendia en hablar de lo personal. Como si la inanidad que, de acuerdo con sus propias fuera un acto poético y no el certezas o convicciones, no se anonadamiento de la poesía. puede decir. La poesía verdadera Y ya en caso extremo —según proclama verbosamente intentará convencerte con el en artículos y ensayos y ejemplo de Paul Celan. Como presentaciones de libros, y si el suicidio fuera la forma según repite hasta el hartazgo última de la retórica. Como en pláticas íntimas contigo— si la muerte, y más si es por culmina en el silencio. Y tú propia mano, llevara al muerto te preguntas si entonces los a otra cosa que a morir. poetas que se abstienen de Y no sirve de nada que aludas callar son falsos. Y qué pasa a otros escritores que callaron con todo lo que escribieron los por razones menos metafísicas poetas verdaderos antes de que que la búsqueda del silencio renunciaran a escribir. absoluto. Verbigracia: Si escuchas con atención al Shakespeare y Rimbaud, que menos común de los sentidos abandonaron la poesía para —que es, como sabía Descartes, dedicarse a hacer dinero. O más el sentido común— oirás cerca de nosotros: Gorostiza y que el silencio, en sentido Rulfo, que dejaron de escribir estricto, no existe. O se da solo, en verso o en prosa porque ya hipotéticamente, en el vacío no tenían nada que decir. absoluto del espacio sideral, Y tampoco lo conmueve donde no hay moléculas que te refieras a Wittgenstein, susceptibles de chocar para quien estableció con autoridad transmitir las vibraciones que acerca de lo que no se de los cuerpos que se frotan puede hablar es mejor callar. unos a otros, ni mucho menos Digas lo que digas, el poeta tímpanos para recibir esos no silente insiste: no hay en imposibles mensajes sonoros. literatura arte mayor que la El silencio es, por consiguiente, poesía y no hay poesía más alta relativo. Una ausencia. Una falta que la que acaba por prescindir de sonidos. Y si el poeta que de las palabras. Y tú razonas, habla tanto y con tal facundia aunque prefieres guardar de este fenómeno te dice que el silencio, que si tu amigo piensa silencio existe en la música, que de veras lo que dice, debería es la condición sine qua non de predicar con el ejemplo. L alvatedy@cablevision.net.mx

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literatura

La paseadora de perros En sus novelas, el escritor inglés (1961) ha reflejado de manera satírica los imperativos socioeconómicos que moldearon a Inglaterra durante los años de Thatcher y Blair. En este texto inédito en español muestra la fría y esquemática forma en la que operan los dueños del dinero RELATO Jonathan Coe

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e llamo Livia, provengo de Bucarest y vivo en Londres desde hace más de diez años. Trabajo paseando perros para gente muy rica. La mayoría de mis clientes vive en Chelsea. Yo también vivía ahí hasta hace poco pero las rentas han subido tanto que tuve que mudarme a Wandsworth, aunque todos los días tomo el autobús para cruzar el río. Cuando el autobús deja atrás el puente, miro por la ventanilla y, a lo largo de las paradas siguientes, la riqueza se deja ver claramente en las calles, el olor ácido del dinero flota en la atmósfera. Desciendo en Chelsea y Westminster Hospital y, desde ahí, me dirijo a pie hacia los Boltons. En esa zona las casas son vastas y magníficas. Los jardines bien cuidados se esconden tras los muros, tan elegantes y suavemente disuasorios como el cadenero de un selecto club nocturno. Algunas cámaras de vigilancia brotan entre la hiedra y los plátanos. Mi primera visita de la jornada me lleva frente a uno de estos muros. Una pequeña puerta verde conduce al otro lado; está flanqueada por un discreto teclado en el cual, cuando se forma parte del secreto de los dioses, se digita un código de cinco cifras que da acceso al paraíso terrestre. Todos los días, desde hace catorce meses, me presento frente a esta puerta pero aún no me han dado el código. De modo que es necesario que envíe un mensaje al ama de llaves malaya, que sale un instante más tarde para abrir la puerta. Un enorme y hermoso labrador negro e inquieto la acompaña. Es Hércules. Él, al menos, me

recibe con simpatía. Luego, lo llevo a pasear. Si tengo un día pesado no vamos más allá del cementerio de Brompton. Si tengo tiempo, vamos hasta Hyde Park. En Hyde Park a veces me encuentro a Jane. La reconozco de lejos, por el número de perros que la rodean. Siempre cuatro o cinco, en ocasiones hasta diez. Cuando los perros son tranquilos, nos sentamos a tomar café en una terraza a lo largo del lago Serpentine. Antes, ella era trader en la City para uno de los bancos de inversión más grandes en el mundo. Pero, con el tiempo, se dio cuenta de que había alcanzado su tope y que nunca lograría ganar tanto dinero como sus colegas masculinos. Además, el estrés y las jornadas interminables estaban minando su salud. Renunció y se tomó algunas semanas de descanso. Por mera cortesía aceptó pasear el perro de uno de sus colegas mientras éste trabajaba, por lo que otras personas le pidieron el mismo favor. Les cobró 20 libras por hora por cada animal, pagadas en efectivo. Paseando muchos perros a la vez, se dio cuenta de que podía hacerse de hasta 500 libras por día, o sea 100 mil libras al año —libres de impuestos, claro está—. Más de lo que ganaba en la City. Por si fuera poco, a ella le encantaba caminar, y adoraba a los perros. Antes del mediodía llevo a Hércules a su hogar en los Boltons. De nuevo, envío un mensaje al ama de llaves e intercambiamos algunas palabras cuando ella lo recoge. Al despedirme del perro, me pregunto qué vida lleva, cuando no está conmigo, al otro lado del muro. Nunca he visto a sus dueños. No sé nada de la familia a la que pertenece. Todo lo que sé es que aparentemente estas

Se diría que una terrible plaga se ha abatido sobre Londres y que todo mundo ha debido irse

personas nunca están en su hogar. Pero la expresión “en su hogar” puede significar varias cosas. Cada vez que regreso a Rumania, tengo la impresión de volver a mi hogar. Aunque también considero mi pequeño departamento de Wandsworth como mi hogar pues es a donde vuelvo cada noche para descansar en total calma, y además lo he llenado con objetos que me gustan, a los que doy un valor sentimental. A mi parecer, las grandes y hermosas casas de Chelsea no son “hogares”. Están vacías tres cuartas partes del tiempo, o en todo caso es la impresión que dan. Pero sus muros contienen sin embargo una forma de vida, una vida fantasma. El personal, sirvientas, cocineros, choferes, sacude el polvo de las piezas encantadas y lustra vehículos en los garajes subterráneos toda la mañana, luego se reúnen en la cocina a la hora de la comida, siempre en silencio. Sentados frente a las ventanas, los perros

observan los jardines preguntándose por qué sus dueños se tomaron la molestia de comprarlos. En tanto, la familia se encuentra… ¿dónde, por cierto? El padre en Singapur, la madre en Ginebra, los hijos… quién sabe. Otras casas están aún más desiertas. Sin muebles en las piezas, sin cortinas en las ventanas, sin cuadros en los muros. Nunca están iluminadas. En el invierno, cuando llevo mis últimos perros con sus dueños, el silencio de estas calles oscuras me da un poco de miedo al cabo de un momento. Se diría que una terrible plaga se ha abatido sobre Londres y que todo mundo ha debido irse, sin que me hayan prevenido. Jane me ha explicado que estas personas, los ricos, compran casas y las dejan tal cual mientras ven cómo el dinero se adhiere a ellas como el barniz se adhiere a la madera. “Reflexiona, me explicó, una casa como ésas puede valer 35 millones de libras. Su valor aumenta 10 por ciento al año —o sea, 3.5 millones—. Eso equivale a 70 mil libras por semana, 10 mil libras por día. Una vez comprada, basta dejarla tal cual. Los dueños de ésta —señalaba una casa de estuco blanco en la acera de enfrente— se han vuelto 10 mil libras más ricos desde que pasamos esta mañana”. Siempre aprendo algo hablando con Jane. A veces, muy a mi pesar, siento respeto por las personas que comprenden mucho mejor que yo cómo enriquecerse y hacer fortuna. Otras me digo que, tal como mi célebre compatriota que chupaba la sangre de sus víctimas, es el dinero el que se ha puesto a vampirizar esta hermosa ciudad. L Traducción: José Abdón Flores Tomado de Le Point (noviembre de 2014)

Hyde Park/ Especial


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encuentro EMBAJADA DE FRANCIA EN MÉXICO

Los postulados de la revista Critique establecen que “se consagran a encontrar […] lo nuevo y lo esencial”. ¿Existe algo auténticamente “nuevo”? Tiene toda la razón: es bastante presuntuoso pretender identificar la novedad en el momento de su aparición. Hasta diría que se necesita enfrentarse a la “neomanía”, como la llamaba Valéry —o el “torniquete de la moda”, para citar a Roland Barthes—. Si hay algo “nuevo” hoy, nace comúnmente de los contactos entre campos disciplinarios distintos, entre culturas y espacios alejados. De ahí el interés en mantener, contra la tendencia pesada de la “especialización”, el principio de una revista polivalente, pluridireccional. Si somos capaces a veces de hacer referencia a las innovaciones del pensamiento, es porque organizamos tales encuentros en nuestras páginas.

Philippe Roger

“Nuestra fidelidad con los orígenes es grande” Polivalente, pluridireccional: así se define la revista Critique, que nació en 1946 bajo el impulso de Georges Bataille. Su director charla aquí sobre el propósito de ofrecer temas “difíciles” al lector de a pie ENTREVISTA Valentina Ortiz

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irector de la revista Critique, fundada en 1946 por Georges Bataille, Philippe Roger es uno de los académicos y pensadores más reconocidos de Francia. Profesor de literatura en la Universidad de Lyon II y especialista en literatura francesa de los siglos XVII y XVIII, es autor de libros como Genealogía del antiamericanismo francés, Sade, filosofía del exprimidor y de varios ensayos sobre Roland Barthes. Con motivo de su reciente visita a México, sostuvimos con él la siguiente conversación. Cuando escuchamos el nombre de Critique, la revista que usted dirige, pensamos en Georges Bataille. Las grandes revistas son inseparables del recuerdo de su fundador. Es el caso de Critique con Bataille o de Temps Modernes con Sartre. La fundación de Critique se remonta a 1946 y la fidelidad intelectual con sus orígenes es grande. Más aún tomando en cuenta que en setenta años Critique ha tenido solo tres directores: Bataille, Jean Piel (unido a Bataille por lazos amistosos y familiares) y yo. En Critique, Bataille no es un recuerdo. Es una presencia ligada poderosamente a su proyecto: hacer una revista “general” y culta a la vez, tomar el pulso intelectual del planeta dando testimonio de los libros importantes que se publican. Pero el nombre de Bataille no aparece con frecuencia en nuestros sumarios. Claro, le dedicamos un número especial en 2013 bajo el título Georges Bataille. De un mundo al otro. Hubiera sido extraño no celebrar el cincuentenario de su muerte (ocurrida en 1963). Pero aun intentamos concebir este homenaje al estilo de Critique: regresando al periodo fascinante y todavía mal conocido del Colegio de Sociología, con documentos inéditos, por una parte, y por otra pidiendo a nuestros corresponsales en Japón, Alemania, Estados Unidos y otros lados, que analizaran el impacto actual de la obra de Bataille en sus respectivos países.

¿Qué zonas del pensamiento de Bataille pueden considerarse actuales? Sus esfuerzos por analizar el alza totalitaria de los años 1930; su intuición de que el fascismo y el nazismo movilizaban en ese momento (como hoy sus equivalentes) fuerzas psíquicas y pulsionales que las hacían aún más terribles, mientras que la izquierda marxista quería ver únicamente el “último estadio” o la “verdadera verdad” de las democracias capitalistas; su análisis de situaciones sociales, políticas y culturales de “efervescencia” —concepto mucho más fértil que aquel, distorsionado hasta la irrelevancia, de “crisis” —. Todo esto es actual. Aún más, ya que Bataille no intentó hacer de esto un sistema. Piensa y reacciona por impulso, en el momento del Colegio de Sociología en particular. No se lanza en los brazos de ninguna certeza, como lo hacen muchos de sus contemporáneos. Bataille escribió sobre “la coexistencia pacífica”, sobre “la economía generalizada”. Analizó infatigablemente la atracción de los seres humanos por la tortura y la violencia. ¿Qué piensa usted que diría sobre la violencia extrema que nos acompaña diariamente en el siglo XXI? En principio, hay una trampa al pretender hacerlo hablar, porque lo hacemos forzosamente en los términos y conceptos que él utilizaba en los años treinta, cuarenta o cincuenta. Nada nos dice que hoy no tendría una perspectiva diferente. Pero en la cuestión que usted formula, la de la violencia, incluso la del “mal”, en la economía generalizada, me parece que hubiera encontrado pocas cosas que modificar en su análisis, el cual confronta constantemente el horror uniforme de las violencias institucionalizadas con formas eminentemente individualizadas (aunque sea posible ritualizarlas) de situaciones límite. Estas formas se inscriben en el gasto, en el “exceso”, en el vértigo (propio también de Roger Caillois) y, finalmente, en algo como el auto sacrificio. Es la “parte maldita”. Y la fuerza de Bataille era decir, en resumen: hacer caso omiso a la “parte maldita”, rechazarla, es promover las formas institucionalizadas del horror. Cabe decir que el fondo del pensamiento históricopolítico de Bataille es pesimista —como el de Sade, al cual leyó mucho—. Es poco probable que la época actual lo hubiera hecho cambiar de parecer.

Podría explicarnos el objetivo de la revista de “hacer temas complejos accesibles al lector no especializado”? La idea es muy simple. No somos una revista de “divulgación” —término desafortunado, por cierto, para designar una acción muy útil: la de difundir ampliamente el conocimiento; prefiero la palabra “popularizar” que se usaba al final del siglo XVIII, cuando se soñaba con “popularizar” la filosofía o las matemáticas—. Intentamos informar sobre obras o pensamientos explicándolos, en el sentido etimológico, es decir, desenrollando la lógica, las implicaciones, las dificultades. Ese es el ideal. No se logra siempre… De manera más concreta, esto quiere decir que un manuscrito que nos llega y pasa por el comité de lectura recibe dos reportes: uno hecho por un (o una) especialista en el campo, que da su opinión sobre la relevancia, la novedad del tema; y otro por alguien que no es para nada especialista, lo cual permite poner a prueba la legibilidad del artículo para los profanos. Una pregunta técnica: ¿cuánto tiempo le toma al equipo editorial preparar un número? Para un número común (con un conjunto temático y una parte de varia), casi tres meses. Un número especial requiere un año y medio, en promedio. Como sabe, México vive una crisis política y una de las principales definiciones de este sobresalto corresponde a la palabra “ingobernable”. En vista de las conclusiones de la edición de Critique que trata este tema, ¿cuál es su visión sobre la situación actual en México? Necesitamos en verdad eso que usted llama “cambiar de idiomas y de conceptos para pensar las relaciones con el poder”. No me gustaría adentrarme demasiado en un terreno que conozco mal. El concepto “ingobernable” que nosotros exploramos en ese número está ligado a los trabajos del antropólogo James Scott en su libro Zomia. Se trata de pueblos que, sin estar en una revuelta o en secesión manifiesta, se esfuerzan por escapar al control del Estado. Queda por saber si este modelo bastante particular que Scott analiza en ciertas regiones de Asia es aplicable a países como México o a otros Estados en los cuales un cierto número de fallos acumulados permiten a ciertos grupos (a menudo ligados al crimen) “autonomizarse” de las instituciones gubernamentales. Scott ve una cierta positividad, una “resistencia” de los ingobernables. En el caso de México, habría que distinguir las aspiraciones locales por sacudirse el yugo de las autoridades consideradas demasiado pesadas, y también hay que distinguir las estrategias de eliminación del Estado concebidas por las organizaciones criminales con el fin de tener control y beneficios. En este último caso, no se trata de una “ingobernabilidad” muy deseable ni muy deseada por la mayoría de la población, que es más bien abandonada que “rebelde”. ¿Podría darnos un adelanto de su próximo proyecto? Para este 2015, tenemos un número atípico llamado Fourier regresa, ligado a toda una serie de actualidad sobre Charles Fourier y también, de manera general, al regreso de la cuestión de la utopía política: ¿indispensable o estéril? Más adelante en el año, planeamos un número que recapitulará las corrientes actuales de la hermenéutica. Y después, un número sobre las humanidades numéricas, de las cuales se habla mucho sin saber de lo que se habla. Me gustaría saber más de ello. Espero el número con enorme interés. L


LABERINTO

ALEJANDRA ESPINO

BELI

Charlie Hebdo en la encrucijada En solidaridad con Charlie Hebdo, presentamos dos textos que miran con suspicacia al laicismo como credo y a la carcajada como el grado cero de la crítica. Junto a la portada, los cartones son hechura de dibujantes mexicanos, finos en el trazo y con la dosis probada de irreverencia Melina Balcázar Moreno

L

a primera época de Charlie Hebdo terminó a principios de los años ochenta. En aquel entonces, el Profesor Choron (Georges Barnier) comentaba con el otro fundador del semanario, François Cavanna, el interés mediático que había suscitado la “muerte” del periódico, y concluía —con su eterno cigarro en la mano— que “para que se hable de uno, hay que morir”. Tal parece ser el destino de Charlie, que al momento del ataque en su redacción enfrentaba nuevamente serios problemas económicos, que ponían en peligro su publicación. Las razones de la amenaza constante de desaparición por quiebra se han atribuido con frecuencia, entonces y ahora, al hecho de que ninguna publicidad aparece en sus páginas, lo cual

se nos suele presentar como una garantía de independencia creativa e intelectual (uno puede interrogarse, empero, por qué el impertinente Canard enchaîné, periódico que tampoco incluye publicidad, no ha corrido con la misma suerte). Otra de las razones que se ha dado a ello es el desinterés de los lectores, sobre todo de los jóvenes, que lo ven como un periódico de mal gusto, vulgar y pasado de moda. Los primeros sorprendidos ante las reacciones multitudinarias en Francia que provocó el asesinato de su director, de sus célebres dibujantes, sus columnistas y colaboradores, fueron los mismos sobrevivientes de Charlie Hebdo. Así puede leerse, entre gratitud y asombro, en el texto de Gérard Biard que abre su último número, el 1178, que salió a partir de este miércoles con un tiraje de tres

Se transformó poco a poco en un semanario consensual que adquirió así una notabilidad mediática y una respetabilidad intelectual

millones de ejemplares, en lugar de los 60 mil de costumbre: “Agradecemos de todo corazón a aquellos que, por millones, ya sean simples ciudadanos o encarnen a las instituciones, están realmente con nosotros, a aquellos que sincera y profundamente ‘son Charlie’ y que se reconocerán. Y que se vayan a la mierda los otros, a los que de todas maneras les vale”. Por su parte, los dibujantes explican de maneras diferentes la movilización de 3.7 millones de personas (según el conteo aproximado del Ministerio del Interior), como Coco, quien retoma en su dibujo las respuestas de algunos de los participantes de la manifestación del 11 de enero a la pregunta “¿por qué hoy son ustedes Charlie?” Las ocho respuestas de la gente que retrata, señalan el apoyo a la defensa de la libertad


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de portada BEF

TERROR Y RISA Robert Darnton

U de expresión. Tal vez es por ello que la portada del semanario hace figurar una vez más, como si no hubieran aprendido la lección, podrían pensar algunos, al profeta que sostiene una pancarta con el eslogan “Soy Charlie” y que lleva por título un ambiguo “Todo queda perdonado”. Reaparece también en esta portada el lema de “periódico irresponsable”, que responde, por una parte, a las críticas de la prensa anglosajona, en particular estadunidense, que, según lo señala Solène Chalvon en su artículo “El atentado visto desde afuera”, ha criticado el hecho de que a pesar de las amenazas recibidas el semanario haya seguido publicando caricaturas satíricas —y da el ejemplo de Tony Barber que en el Financial Times apunta la “irresponsabilidad que ha prevalecido en Charlie Hebdo” con respecto al tratamiento del islamismo e incluso del Islam mismo—. Subraya también el contraste entre la valentía del diario egipcio independiente Al-Masry Al-Youm, que reprodujo portadas de Charlie representando a Mahoma, Al-Baghadi o Ben Laden y la negativa de Associated Press o The Guardian a mostrar las caricaturas de la controversia. El lema responde también a las críticas en Francia a lo que varios políticos y periodistas han calificado públicamente, hasta antes del atentado, como una provocación. Charlie se ha convertido, mediante el eslogan que todo mundo enarbola, en el otro nombre del combate por la libertad de expresión, del coraje sin concesión. Desafortunadamente, no estoy tan segura de que el Charlie de hoy corresponda del todo con esta imagen de libertad y contestación. El ya antes mencionado primer artículo de esta última entrega confirma una de las razones por las que dejé de leerlo: su tendencia a participar en la formación, dentro del espacio público actual, de un pensamiento de dirección única, que aunque se quiera de izquierda no deja de ser biempensante. En este primer artículo se nos recalca que el combate de Charlie ha sido y es, en palabras de los sobrevivientes, la laicidad, que les aparece como lo único que, en el contexto contemporáneo, permite “garantizar el universalismo de los derechos, el ejercicio de la igualdad, de la libertad, de la fraternidad”. “Los millones de personas anónimas, todas las instituciones, todos los jefes de Estado y de gobierno, todas las personalidades políticas, intelectuales y mediáticas, todos los dignatarios religiosos que esta semana proclamaron ‘Soy Charlie’ deben saber que eso quiere decir también ‘Soy la laicidad’ ”. Y en nombre de la laicidad, no se dudó, no se duda en transformar con frecuencia en sus columnas la subversión en ortodoxia, en credo.

Pero Charlie no siempre fue así. Hablo aquí del de la segunda época, del que lideró Philippe Val y que, mal que bien, intentó enderezar el difunto Stéphane Charbonnier, alias Charb, que retomó la dirección en 2009. Bajo Philippe Val, Charlie se transformó poco a poco en un semanario consensual que adquirió así una notabilidad mediática y una respetabilidad intelectual. Baste como prueba que el políticamente correcto periódico Libération alberga por segunda vez en sus oficinas a la redacción de Charlie (en la época del primero, cuando la profesión no lo tomaba en serio, esto era simplemente imposible). O bien, el acercamiento y el apoyo del mediático y poco creíble intelectual Bernard-Henri Lévy. Sin mencionar a Caroline Fourest, pasionaria de la lucha contra el islamismo (o el Islam, la diferencia es tenue en sus escritos) en Francia. Fue también durante la dirección de Philippe Val que se despidió al caricaturista Siné, acusándolo de antisemitismo, dividiendo de esta manera a la redacción misma y a la opinión. Los tribunales calificaron este despido como abusivo y Charlie Hebdo tuvo que indemnizarlo. Charb, por su parte, parecía dudar entre su deseo de regresar al espíritu satírico y contestatario de la primera era y la línea heredada del periodo Val. ¿Cuál será el camino que ahora seguirá? A la pregunta que tímidamente se plantea ahora en Francia acerca de si debieron o no publicar las caricaturas danesas de Mahoma, si debieron seguir burlándose en sus caricaturas de todos los radicalismos religiosos y, con singular insistencia, del islamista, la respuesta necesaria me parece debe seguir siendo afirmativa. Que hayan continuado, a pesar de los ataques y las amenazas, a pesar de la vigilancia policial bajo la que se encontraban cotidianamente y llevado hasta las últimas consecuencias sus actos, demuestra que algo determinante quedaba aún de su combate por la libertad de expresión, que sobrepasa esta laicidad a ultranza, que en sus páginas de pronto toma aires demasiado serios. En su artículo para este último número, Zineb El Razhoui, dirigiéndose a los desaparecidos, escribe: “nos llevará un largo tiempo, un muy largo tiempo descubrir y redescubrir los tesoros escondidos e inesperados de su herencia”. Solo puedo esperar que sea el espíritu del primer Charlie, tan necesario hoy en el espacio público, el que resurja en esta nueva vida que se anuncia para ellos. El artículo de Bernard Maris, el economista llamado Tío Bernard, publicado póstumamente, nos recuerda que “la política de Charlie no es violenta y no está llena de odio. Es alegre. Y quiere continuar así. Ningún problema político debe resistir a una buena carcajada. Ríanse, amigos, ríanse”. L

na de las tantas viñetas publicadas en homenaje a los periodistas y dibujantes asesinados en la oficina de Charlie Hebdo mostraba una lápida con la inscripción “Muerto de risa”. Nadie ríe estos días en París. De hecho, la masacre levanta preguntas sobre la risa en sí misma. La diversidad francesa asume muchas formas, desde la carcajada rabelesiana hasta la ironía volteriana. Charlie Hebdo se especializaba en chistes groseros, cargados de sexo y mal gusto. De cierta manera, parecía anticuado. Fundado en 1970, expresaba la mofa izquierdista de la rebelión de mayo y junio de 1968. El nombre se burlaba de Charles de Gaulle, aunque algunos veían también algo de Charlie Brown en la sátira. Varios de estos famosos caricaturistas —Georges Wolinski, Jean Cabut, Philippe Honoré— eran sesentayocheros que pasaban los setenta años y que nunca dejaron de burlarse con petulancia, hasta que fueron abatidos en la reunión editorial del 7 de enero. Como historiador de sátira francesa, pensé en los escritores que apuntaron su ingenio contra el poder y el fanatismo: Rabelais, Bussy-Rabutin, Beaumarchais, Chamfort… y, sobre todo, Voltaire. La sátira escandalosa floreció alrededor de 1640, cuando Paul Scarron se mofó del jefe de gobierno de Luis XIV, el cardenal Mazarino, con la célebre frase: Sodomizando sodomitas, sodomizados sodomitas, y sodomizados hasta el grado supremo…. “Debemos tener la risa de nuestro lado”, escribió Voltaire tiempo después, intentando movilizar a sus compañeros filósofos en la campaña contra la persecución de la Iglesia. No había nada volteriano en el humor de Charlie Hebdo, pero su mofa hacia la ortodoxia religiosa de cristianos y musulmanes expresaba un espíritu anticlerical que tiene antecedentes en la historia francesa. Mientras las noticias sobre la masacre se desvanecen, sigo pensando en Voltaire y convocando su famosa sonrisa: labios crispados y mandíbula inferior prominente, como para desafiar a cualquiera que se atreviera a darle un puñetazo. No siempre fue una defensa adecuada. En sus últimos años, Voltaire se vio sobrepasado por el horror y las atrocidades cometidas por las cortes francesas, sobre todo en el caso de Jean Calas, un protestante torturado y ejecutado tras haber sido injustamente condenado por el suicidio de su hijo, quien se había convertido al catolicismo. El caso Calas se volvió el centro de la campaña de Voltaire para derrotar a la infamia —intolerancia, ignorancia, injusticia y, en especial, persecución perpetrada por la iglesia y el Estado—. En la cima de su furia, si recuerdo correctamente, Voltaire escribió una carta a D’Alembert, su principal aliado entre los filósofos de París, diciendo: “Este no es tiempo para la risa”. Risa contra el terror: un juego desigual. Un día después de la masacre, le pregunté a un tipo que vende periódicos cerca de mi departamento en París cuándo había vendido su último Charlie Hebdo. “En la hora siguiente al suceso”, respondió. Nunca tenía muchos ejemplares en su quiosco: “Tenía un tipo particular de lector”, dijo. ¿Sobrevivirá? “Por supuesto —respondió—. De lo contrario, habrían ganado [los terroristas]”. Oí de la masacre pocos minutos después de que ocurriera, cuando me encontraba sentando en la oficina de un amigo editor en Gallimard. Él conocía a varios colaboradores de Charlie Hebdo, lo mismo que sus amigos. El mundo de la palabra impresa en París es pequeño. Todos conocen a alguien que conocía a alguno de los asesinados. Todos están en estado de shock y sienten la atrocidad de manera personal, como si fuera un golpe a sus propios cuerpos —y también al cuerpo político, un golpe a la prensa, a la libre circulación de las ideas, al derecho a la burla—. Un comentarista lo describió como un “ataque contra el espíritu francés”. París vio drenada su risa la semana pasada. En días anteriores, los quioscos tuvieron un Charlie Hebdo totalmente resucitado, pero es difícil prever de qué manera la comedia humana podría otra vez parecer divertida. L © 1963-2015 NYREV, Inc. Traducción: Elisa Montesinos


08 b sábado 17 de enero de 2015

MILENIO

en librerías

Cuestión de magia

escapista de todos los tiempos, el legendario Harry Houdini. Al grupo se une, en calidad de aprendiz, un joven de San José, “pueblo sin otra vida que el billar y la Compañía Mineras Valcorba, el rumor de los escribientes, el silencio de las balanzas y la caja fuerte en la esquina de la oficina”. Este muchacho está dispuesto a dejar su pueblo y su familia por seguir a la misteriosa Florissa quien, como buena escapista, después de conquistarlo con sus curvas, sus saltos y volteretas, y su destreza en la cama, lo elude, no quiere saber nada de él. Pero en esta novela nada es lo que parece. Estos magos tienen un propósito secreto en mente, mucho menos modesto que su vida errabunda por pueblos paupérrimos: andan en pos, nada menos, que del diamante azul de Francia, una gema dotada de poderes mágicos, pero que también puede convertirse en una maldición para su infortunado poseedor. La gema ha pasado de mano en mano, ha atraído por muchos

años a la realeza: su peregrinaje no ha sido menos azaroso que el de los cirqueros trashumantes. En esta novela de peripecias, con ingredientes de la novela policial, el narrador sinaloense ha sabido tejer una trama cuyo interés va en aumento página a página. El diamante azul, se rumora, ha llegado al puerto de Mazatlán, procedente de Europa, en la nave pirata del holandés Oliver van Noor. Hasta esa ciudad se traslada el grupo de aventureros. La avaricia, la ambición se interpondrán entre ellos, al tiempo que se desarrolla una historia de amor. El aprendiz de mago no puede entender por qué Florissa le saca la vuelta cuando una noche, sin conocerlo, lo visitó en su cuarto y vivieron un apasionado encuentro sexual. Pronto tendrá noticias de su vida y trayectoria profesional. “Cada enigma de su infancia me daba una luz difusa sobre la escapista de firme silueta que semanas atrás me había poseído y ahora me ignoraba. ¿Habrá alguien que entienda a las mujeres?” No anticiparemos al lector el desenlace de esta historia de amor, ni las razones del obcecado silencio de la voluntariosa Florissa. Contada en su mayor parte por el joven pueblerino que anhela convertirse en mago y ser dueño del cuerpo y el corazón de Florissa, hay capítulos en que, sucesivamente, los otros miembros del clan de magos toman la batuta para contar en primera persona su propia historia. El gran Ludovico le revelará a su discípulo los secretos del mundo y de la existencia. En un cuaderno donde escribe su día a día, Florissa refiere su origen madrileño y cómo llevó a cabo su primer escape: la crucial huida de la casa familiar. Shakleton declara que sabe dónde se halla el diamante azul. Y averiguamos, por lo que él mismo cuenta, que toda la vida de Antonio de Osirni ha estado gobernada por la codicia y por el deseo de salir de la pobreza para nunca más regresar a ella. Hacia el final, el aprendiz recordará las palabras de Ludovico: “El verdadero hombre de magia es aquel que se arranca las cadenas que lo aprisionan, dándole a su vida el poderío y la consistencia del diamante”. Toda una lección de vida: los humanos somos en este mundo aprendices de magos, aunque no todos lleguemos a convertir nuestra vida en una joya. Al final, hacemos de nuestra existencia el mejor acto de magia o perecemos en el intento. L

pieza tan contundente dentro de nuestra tradición poética, cuya resonancia vital, literaria y artística empezará a vislumbrarse en muy breve tiempo. Pienso que de ser leído con atención, entusiasmo y claridad, es decir, libre de prejuicios en la medida de lo posible, Me llamo Hokusai será lo que fueron para anteriores generaciones Tierra nativa (1982) de José Luis Rivas, Ojo de jaguar (1982) de Efraín Bartolomé o Habla Scardanelli (1993) de Francisco Hernández: una piedra angular que abre nuevas posibilidades escriturales para los poetas de las generaciones emergentes y, en general, para los poetas de nuestra lengua dispuestos a reconocer sus cualidades formales y su entereza discursiva. El acierto más evidente de Me llamo Hokusai es la originalidad y la solvencia de su estructura; pero su verdadera vocación radica en una aplastante sinceridad comunicativa. Christian Peña ha venido desarrollando una poética renovadora que no rehúye a referir la experiencia honda de su condición humana, incluso su tránsito del poema breve al aliento sostenido en trabajos anteriores (De todos lados las voces, Janto, El síndrome de Tourrette) le ha representado una búsqueda que consigna su mejor expresión en Me llamo Hokusai. Las temáticas de los cincos poemas que conforman el libro de Christian Peña forman un entramado que se sirve de varios referentes japoneses, entre los que predominan las estampas del genio de Hokusai, para entreverar los destellos y los fogonazos de una erupción latente donde comulgan el duelo por la infancia, la inminencia del fin, la contingencia del ser, los rostros impredecibles del amor, el sentido más subjetivo de la identidad, aquello que intentamos preservar en la memo-

ria y la lucha del poeta por aferrarse a la palabra para encarar la vida, la enfermedad, la muerte. Es decir, los grandes y auténticos temas de la mejor poesía, desarrollados sin falsas pretensiones ni manierismos de ninguna índole. El recorrido formal se adentra en una prosa epidérmica que toca al rojo vivo aquello que nombra, en una cadencia versal que sirve para calar la hondura de la experiencia, y en una mixtura de lenguajes que ofrecen desde aspectos técnicos y clínicos hasta rasgos periodísticos, imágenes contundentes, soliloquios y atmósferas inquietantes que constituyen una compleja metáfora y una concreta enunciación de la realidad. Su estilo es descarnado mas no directo; puede utilizar el coloquialismo tanto como los referentes de la alta cultura; su voz dialoga permanentemente con la tradición poética, sin que por ello se supla el timbre particular y la mirada personalísima de los poemas. Se trata de un andamiaje en el que se lleva a cabo una superposición de los acontecimientos que otorgan al libro una atemporalidad suspendida en la remembranza, donde confluyen todos los tiempos, tal como pensaba Octavio Paz sobre la poesía: hacer presente cada instante que la palabra recoge. Hacia el final del libro, Christian Peña cita a William Carlos Williams, asombrado ante la voluntad y la disciplina del artista Hokusai, quien afirmaba sobre su trabajo que a los cien años lograría que cada punto sobre el papel fuera significativo. Resulta extraño decirlo, pero tengo la impresión de que prácticamente cada palabra escrita en cada uno de los cinco poemas es relevante porque aporta intensidad, sentido e ineludible belleza al libro de Christian Peña. L

RESEÑA Armando Alanís

E

l narrador Juan José Rodríguez (Mazatlán, 1970) pertenece a ese grupo creciente de narradores que escriben en alguna ciudad de provincia —Élmer Mendoza, Julián Herbert, Heriberto Yépez, por citar tres ejemplos—, y allá y desde allá construyen una sólida carrera literaria. Libro a libro, Rodríguez ha conseguido posicionarse como uno de los mejores narradores mexicanos. Baste citar sus novelas Asesinato en la lavandería china, El gran invento del siglo XX, Mi nombre es Casablanca y La casa de las lobas. En 2002 obtuvo el Premio Nacional de Cuento Gilberto Owen y en 2004 el Mazatlán de Literatura. Su más reciente novela es La novia de Houdini (Océano, colección Hotel de las Letras, México, 2014), en la que incursiona en el fascinante y casi inverosímil mundo de los gitanos —o húngaros— que, en las primeras décadas del siglo pasado, recorrían los polvorientos pueblos del norte de México, asombrando a la gente con sus espectáculos de magia y malabarismo. Al menos en sus primeros capítulos, recuerda a Albedrío (1989), la novela de Daniel Sada sobre el mismo tema, aunque con un tratamiento muy distinto. Los magos de Rodríguez no son volatineros pobretones que andan de aquí para allá ganándose unos pesos con sus trucos baratos. Son magos de verdad, tan diestros como experimentados, que buscan algo más que engatusar a los espectadores. Dueño de una prosa ágil y eficaz, Rodríguez refiere las aventuras y desventuras de un grupo de personajes singulares: el gran Lorenzo Ludovico, maestro entre los magos; Antonio de Orsini, lanzador de cuchillos; Shakleton, que indaga en los cementerios los secretos de los muertos, y Florissa, la bella escapista que, se dice, fue novia y discípula del mayor

Estos magos tienen un propósito secreto en mente, mucho menos modesto que su vida errabunda por pueblos paupérrimos

RESEÑA

Bordados japoneses Diego José

E

n Algo sobre la muerte del Mayor Sabines aparece una sentencia que advierte al lector: “¡Maldito el que crea que esto es un poema”. Lo dice entre paréntesis, como en fuga, como algo que no puede callarse por la pura vergüenza de nombrar el dolor. A diferencia de Jaime Sabines, en Me llamo Hokusai (Fondo de Cultura Económica, México, 2014), libro merecedor del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2014, de Christian Peña, hay una constante invitación a reconocer en cada línea, en cada secuencia y en cada desgarradura verbal que estamos frente a un poema, y que ser un poema es la única manera posible de nombrar le herida fatal del destino de un hombre. No se lucra con el talento ni con la poesía, mucho menos con la muerte, pero la poesía le devuelve al ser un consuelo a la altura del dolor de sus miedos: un bálsamo bajo los matices del alarido que le otorga una palpable significación al hecho de existir para escribir poesía (a esto habría que llamarlo destino). Las tecnocracias insisten en menospreciar el orgullo de los poetas, objetando una y otra vez que, al igual que cualquiera, éste no es más que un tipo ordinario por lo que su condición no debería privilegiarse sino uniformarse con el resto de la gente, es decir, que su singularidad es “meramente creativa” y por lo tanto no se le debe rendir un trato distinto. Esta visión democrática me parece eficaz pero inexacta, a menos que al resto se le exija crear una obra de las condiciones que este libro nos descubre. La singularidad de Me llamo Hokusai también es la singularidad de Christian Peña, no solo como sujeto sino como el poeta que es dentro de las letras mexicanas. Puede ser que la emoción altere mi lectura, pero a mi parecer no había nacido en los recientes años una


sábado 17 de enero de 2015 b09

LABERINTO

en librerías Vestido de novia

Los últimos días de nuestros padres

Pierre Lemaitre Alfaguara México, 2014 291 pp.

E

l género policiaco sigue prosperando en Francia. La lista larga de autores se ha enriquecido con Pierre Lemaitre, un guionista de televisión que en 2013 ganó el Premio Goncourt. Vestido de novia inicia con una secuencia demencial: Sophie, a quien sospechamos con un pasado violento y con desórdenes psiquiátricos, despierta para descubrir el cadáver de un niño de seis años, hijo de una influyente familia parisina. En su cerebro reina la confusión y el lector no puede menos que sumarse a ese estado. Vaya manera de sentirse manipulado por el esmero con el cual Lemaitre va creando suspense.

Amores adúlteros

Joël Dicker Alfaguara México, 2014 404 pp.

C

on la Segunda Guerra Mundial como escenario, esta novela, anterior a La verdad sobre el caso Harry Quebert, con la que Dicker saltó a la fama, condensa el destino del soldado Paul-Émile a las órdenes del Special Operations Executive, una organización británica que llevaba a cabo operaciones secretas en la retaguardia enemiga. El tono iniciático empata muy bien con las tribulaciones de una generación que partió a la guerra creyendo en el heroísmo y el sacrificio y volvió emocionalmente en ruinas. Dicker muestra ya sus dones para la peripecia y la pintura de personajes.

e reedita esta novela a cuatro manos que nació, han contado los autores, a partir de un taller de escritura a distancia: Beatriz le pidió a Federico que le enviara un cuento acerca del adulterio; ella lo retrabajó y, añadiéndole cosas suyas, se completó la obra. Aunque el adulterio esté en el centro, se trata en realidad de una historia de amor sin adjetivos. Su singularidad radica en la escritura: alterna narración, diálogo y observaciones pretendidamente ingeniosas. La historia está acompañada de fotografías que cada lector decidirá si son pertinentes.

Ver en las tinieblas

¿

Por que escribir poesía cuando ya ni siquiera es capaz de servir como tabla de salvación? Porque, dice Malva Flores en uno de los deliciosos ensayos que animan este libro, es “una explicación del mundo como experiencia de algo no visible: la tensión entre tu necesidad y tu deseo”. Al amparo de esta certeza, reflexiona sobre la pertinencia y el porvenir de la poesía en el mundo de Facebook, Twitter y en general Internet, invocando el espíritu de Rimbaud y Octavio Paz. Aunque se antoja una empresa infructuosa, Malva Flores consigue restituir las viejas glorias de eso que nombramos Belleza.

Efraín Huerta en El Gallo Ilustrado Raquel Huerta-Nava (antologadora) Joaquín Mortiz México, 2014 344 pp.

E

U

Un hombre no patea perros heridos

no de los grandes pendientes con respecto a la obra de Efraín Huerta es la recopilación completa de su labor periodística. Seguramente el esfuerzo de su hija Raquel pronto se verá coronado, pero mientras eso ocurre el lector puede gozar de la presente antología de su columna “Libros y antilibros”, que va de 1975 a 1982, etapa final de la actividad de Efraín Huerta en el periodismo. En estas páginas descubrimos al “lector abierto, cálido y efusivo”, como lo califica Armando González Torres. José Martí, Garcilaso de la Vega y los infrarrealistas, entre otros, fueron motivo de su interés.

Revista de la Universidad de México

Susana Iglesias Los bastardos de la uva/ Conaculta México, 2014 96 pp.

S

eres despreciables; amantes que saben conducir una silla de ruedas; mujeres sin identidad nacional pero henchidas de alcohol; perdedores, insumisas, condenadas a morir en la banca de un parque o en una cantina piojosa: estos son los convidados a los poemas que Susana Iglesias arroja a nuestra cara como si fueran escupitajos. Impera el propósito de seguir un ritmo narrativo que se nutre de una sabiduría para vagos y malnacidas. Corre tanto vodka como desencanto: “Un hombre no patea perros heridos./ Una mujer sí, una a la que todo le parece insignificante”.

ESPECIAL

Malva Flores literal publishing/ Conaculta México, 2014 121 pp.

José Manuel Mateo Fondo de Cultura Económica/ ERA México, 2014 388 pp. ste volumen aspira a ser una antología diferente de José Revueltas, y lo consigue. En el subtítulo Narrativa, ensayo, evocaciones se cifra precisamente la diferencia: ampliar el registro escritural revueltiano a otras zonas poco atendidas. Narrativamente, Mateo prescinde del canónico “Dormir en tierra” para incluir textos poco conocidos. Reveladoras resultarán tanto las páginas dedicadas al ensayo como a los recuerdos. En el primer caso, destaca el acercamiento a la novela sesentaiochoera de González de Alba y, en el segundo, el texto en el que rememora a su hermano Silvestre.

AMBOS MUNDOS

La culpa es por cantar

Beatriz Rivas y Federico Traeger Punto de lectura México, 2014 158 pp.

S

Volver al país

UNAM México, enero de 2015 112 pp.

D

oce autores rinden tributo a Vicente Leñero, quien desde 2007 hasta poco antes de su muerte publicó su columna “Lo que sea de cada quien” en las páginas de la Revista. Nada queda fuera de registro: están su dramaturgia, su producción narrativa, su carrera periodística, su talante privado. A los textos se suma un reportaje gráfico de Rogelio Cuéllar y el ensayo que el mismo Leñero leyó durante la ceremonia de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. La entrega culmina con un vasto perfil de José Emilio Pacheco a cargo de la pluma refinada de Álvaro Uribe.

Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

C

reo que fue a Juan Villoro a quien le oí una ingeniosa frase: “Siempre que te encuentras a un mexicano en Europa te dice que regresa a México el miércoles próximo”. Esto es algo que México comparte con Francia: los escritores mexicanos y franceses viajan por el mundo, pasan temporadas aquí o allá, pero luego regresan, indefectiblemente, a vivir en su país. Trátese de Malraux o de Octavio Paz, o Sergio Pitol, o Carlos Fuentes, incluso de Rimbaud, que escapó con odio de Francia y de Europa durante años, pero volvió a ella para morir. Houellebecq intentó vivir un poco en Irlanda pero acabó regresando. El único francés que oficialmente no vive en Francia es J. M. Le Clézio, una excepción, como lo es en tantas cosas. Esto a los colombianos nos parece curioso porque en nuestro caso fue más bien al revés: la mayoría de los escritores vivieron fuera del país y muchos murieron en esos exilios voluntarios. Álvaro Mutis, Gabriel García Márquez y Porfirio Barba Jacob vivieron y murieron en México. Rufino José Cuervo murió en París, donde vivió sus últimos diecisiete años de vida. Y autores vivos como Fernando Vallejo, Luis Fayad o Laura Restrepo han vivido la mayor parte de sus vidas por fuera. Y así muchos más. ¿Por qué? Sin duda Colombia —y esto en el fondo es una obviedad— no contaba con los mismos atractivos culturales de México o de Francia, ni a nivel de medio ambiente ni mucho menos de infraestructura, y por eso quienes encaminaban su

destino por las lides del espíritu y la letra tarde o temprano debían salir, migrar hacia ecosistemas más favorables, pues el país se les quedaba pequeño y resultaba asfixiante. La experiencia de mi generación fue también de viajes y lejanía. Muchos escritores se formaron —nos formamos— viviendo por fuera, en París o Nueva York o Londres o Barcelona. En mi caso podría decir que fue una pura intuición de lector: ¡estaba harto de leer fotocopias! En la triste Bogotá de principios de los ochenta no se conseguía casi nada en librerías. No exagero si digo que el 80% de lo que leí en cinco semestres de Literatura fue copiado de la biblioteca. La situación era insostenible y por eso cuando llegué a Madrid y fui a la Casa del Libro tuve alucinaciones. Y no solo eso: en España los escritores eran personas respetadas, a diferencia de la Colombia de esos mismos años, donde la sociedad biempensante consideraba que querer ser escritor era equivalente a graduarse de bohemio y de vago. Huyendo de esa ingrávida atmósfera autores como Tomás González, Héctor Abad o Juan Gabriel Vásquez, y muchos otros, incluyéndome, decidieron irse, y por eso hoy, cuando incluso a mí me llegó la hora del regreso, compruebo que casi todos los que se fueron ya han vuelto, y que hasta Fernando Vallejo compró una casa en Medellín. ¿Será que, entre los muchos cambios que se nos avecinan, nos llegó a los escritores colombianos una especie de “momento mexicano” con nuestro país? Ojalá esté justificado, aunque aún está por verse. L


10 b sábado 17 de enero de 2015

MILENIO

cine Carles Bosch

“El buen cine documental es caro” ESPECIAL

De la realidad que es una veta más grande que la ficción, del Nuevo Periodismo y de la censura; de todo eso y más habla el cineasta catalán ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

T

ras la muerte de Francisco Franco, Carles Bosch descubrió en el periodismo una forma de contar historias reales. Empezó en la prensa escrita pero con el tiempo se mudó al cine documental. Filmes como Balseros y Septiembres le han valido reconocimientos en los festivales de La Habana, Málaga y Copenhagen, además de una postulación al Oscar. Hace unas semanas visitó la Ciudad de México para recibir un homenaje. Lleva más de treinta años como documentalista. Le ha tocado ver el desarrollo del género, lo bueno y lo malo. Hace poco uno de sus filmes fue censurado por la televisión pública catalana. Durante un año y pico trabajé sobre los recortes y el movimiento 15-M. Sin embargo, a una semana de su emisión por la televisión pública catalana fue cancelado. No decía más de lo que dice mi madre de 94 años. Un partido de izquierda llevó al Parlamento la protesta y conseguimos que se emitiera un martes a las doce de la noche, a la misma hora de un partido de futbol. Por supuesto, rompimos el récord con el rating más bajo de la televisora. ¿La libertad de expresión vuelve a ser uno de los escollos del cine documental? En parte sí; es difícil hacer documentales sin dinero. El buen cine documental es caro y en mi caso la censura atraviesa por la producción o la coproducción. Hoy, por ejemplo, sé que la televisión pública no apoyará mis trabajos. Y ese es un problema porque la televisión pública es de todos y no de un partido político.

El director de Balseros

Su cine ha desarrollado un estilo muy cercano al testimonio de la gente. ¿Por qué? Soy periodista, me interesa lo social más que lo político. Para mí, lo sagrado es la realidad. Entiendo que hay documentales en que se juega con la ficción; sin embargo, mi formación me amarra a lo que sucede, entendiendo que es necesario llegar al gran público. Mi dosis de creatividad viene con los encuadres, el ritmo o el guión. A veces me gustaría hacer algo menos comprometido pero no me sale.

¿No le preocupa ser demasiado retórico? Mi película Balseros ganó en el Festival de La Habana y también en el de Miami. Además, estuvo nominada al Oscar. ¿Cómo conseguí esto? Simplemente siendo subjetivamente honesto. La honestidad fue superior a mi ideología. ¿Qué implica ser honesto? No sé, supongo que basarse en unas líneas éticas. A veces me pregunto si las personas que actúan mal son conscientes de su conducta. Si no lo son, quiere decir que responden a su propia ética. En Balseros habló de Cuba y la migración. Siguió Septiembres, donde exploró el tema de las prisiones; y después con Bicicleta, cuchara, manzana abordó el Alzheimer. Es decir, toca problemas universales desde situaciones muy específicas. Es un requisito del cine, ya sea ficción o documental, definir un espacio y un tiempo. Las obras maestras consiguen hacer de una cosa local y puntual algo universal. Para que el buen cine documental llegue a la gente necesitas que no se consume como un reportaje de actualidad. ¿Cómo adquirió estos recursos dramáticos para contar una historia y no hacer un reportaje? Durante más de veinte años estuve en la televisión pública catalana. Me tocó cubrir la guerra de Bosnia y algunas crisis económicas. La formación televisiva me obligó a especializarme en técnicas propias del Nuevo Periodismo como la utilización de recursos narrativos, la construcción de personajes, sin perder un ápice del total de información. La televisión te enseña a ganarte al espectador. ¿Cómo traduce las técnicas escritas del Nuevo Periodismo al audiovisual? Estudié periodismo, no cine ni audiovisual. Lo que más me preocupa es tener el máximo de imágenes que ayuden a la escritura audiovisual. Filmo mucho porque no llego con un guión previo, sino con apenas unas ideas básicas. Mi consejo es rodar bastante y sobre todo tener confianza porque la realidad siempre te ofrece unos regalos que ya quisiera un guionista de ficción. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Madre solo hay una… y qué bueno Fernando Zamora @fernandovzamora

C

ontendiente por la Palma de Oro en Cannes y ganadora del Premio del Jurado, Mommy es una obra canadiense que introduce al espectador en la que es, a decir de los freudianos, la relación más compleja del ser humano. He aquí una película más de madres disfuncionales e hijos con un tornillo que da tumbos en la cabeza. Es de notar que Mommy se inserta en una larga tradición de cine francófono que retrata estas relaciones tan complicadas. En Bélgica hace ya varias décadas se filmó Las bodas bárbaras, adaptación de una novela ganadora del Premio Goncourt con la que uno terminaba por odiar a la madre tanto como la amaba el hijo medio tonto. En Bélgica, también los hermanos Dardenne han rodado algunas de las películas más inquietantes en torno a esa madre de la que, gracias a Dios, solo hay una. Creo que la tradición francófona se regodea en lo malo de mamá por influencia de Los cuatrocientos golpes. No es que la madre de Antoine fuese mala, pero al menos era indiferente y, llegado el momento, rompía el corazón de su hijo. Los sucesores de Truffaut han llevado esta relación hasta los extremos de esta Mommy quebécois que no sabe qué hacer con un hijo que en un segundo la ama y al otro quiere matarla.

En efecto, Steve tiene problemas. Tantos que, desde el inicio de la película, sabemos que se está sacando un boleto para el psiquiátrico. Lo interesante sin embargo es descubrir que con la madre de Steve ser normal sería un milagro. No es que Mommy sea mala, no, está incapacitada y por más que es adorable también es irresponsable, infantil y contradictoria. A este dúo disfuncional se une en la pantalla una misteriosa vecina que los perversos como yo creen adivinar que tiene una suerte de enamoramiento (al menos platónico) con el muchachito mal portado. Mommy ofrece al público la fórmula para hacerse con un hijo incapaz de controlar sus impulsos. El montaje y la historia recuerdan a Ken Loach por su retrato de las clases bajas de un país del Primer Mundo, pobres que en México serían de clase media más bien acomodada pero allá… Aparentemente, la película está diseñada para que uno concluya que la pobreza es un factor en la mala educación que padecen el adolescente y su mamá. En muchos sentidos, Mommy completa el retrato de la juventud norteamericana que este año ofreció Richard Linklater con la sorprendente Boyhood. Las clases pobres de Estados Unidos y Canadá se nos presentan con un dejo de poesía en estos retratos de adolescentes que no saben qué les traerá el futuro. Además, creo que tanto Mommy como Boyhood consiguen esa poesía

Mommy. Dirección: Xavier Dolan. Guión: Xavier Dolan. Fotografía: André Turpin. Música: Noia. Con Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon y Suzanne Clément. Canadá, 2014 visual que tanto disfrutan los espectadores sensibles a causa de las nuevas tecnologías fílmicas; a saber, el video. En efecto, ya Boyhood demostró que se puede seguir a un niño durante doce años: desde la niñez hasta el inicio de la adolescencia. Mommy demuestra que el video va más allá del videoclip y está ofreciendo a los artistas audiovisuales nuevos medios para contar la vieja historia del irremediable amor disfuncional entre un muchacho sin escrúpulos y una mujer tan adorable como incapaz de ser mamá. L


sábado 17 de enero de 2015 b 11

LABERINTO

escenarios CORTESÍA PRODUCCIÓN

Y la Boñiga de Oro 2014 es para… MERDE! Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

H

La obra dirigida por Enrique Singer se presenta los viernes, sábados y domingos en la Sala Chopin

La integridad pierde Bajo reserva exhibe los desencuentros que suelen marcar la relación entre el poder político y el periodismo TEATRO Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

L

os tres personajes de Bajo reserva generan poca empatía con el espectador. El cínico presidente, su soberbio jefe de prensa y la flamante reportera son vértices de un triángulo humano cuyas acciones producen indignación y risa, como seguramente lo buscó su autor Pere Riera, dramaturgo catalán quien ha llegado a declarar que siente “desafección” por políticos y periodistas, como bien se nota en el proceder de sus personajes que no salen bien librados. La acción está planteada de forma que la audiencia sea partícipe de una doble realidad al recrear el despacho de una oficina gubernamental que será utilizada como set para la realización de una entrevista televisiva entre la periodista más importante del momento y un mandatario. El jefe de prensa y la reportera son saludados por un camarógrafo y acicalados por una maquillista, cuyas breves acciones a lo largo de la obra son el recordatorio permanente de que lo que ahí sucede es parte de una actividad que mucho tiene que ver con la imagen y la apariencia. Enrique Singer dirige esta obra en la que se exhibe la vulnerabilidad humana mediante un interesante juego de poder que inhibe la ética y resuelve acertadamente la delicada situación que desarrolla el dramaturgo, quien invita al espectador a observar lo que ocurre durante la antesala que debe hacer una periodista, frente a la entrevista que pondrá en juego el cargo del presidente. El personaje que propone el autor como secretario con funciones de jefe de comunicación social es un hombre que cumple con su trabajo al incidir en el equilibrio emocional de la periodista. Ella, por su parte, es una mujer de sensibilidad y nerviosismo extremos. Antes de que se enfrente al conflicto en que el dramaturgo la ubica, su fragilidad la lleva a ceder demasiado terreno, lo cual resulta poco creíble para las características del personaje que perfila el autor. Es aquí donde la historia cojea.

Difícilmente la reportera estrella de un importante noticiero que ha investigado al sujeto de su entrevista y conoce los ardides políticos y mediáticos —en el plano real que plantea el autor— caerá en la trampa del secretario antes de lograr su objetivo. Si bien esto funciona como un episodio fársico que ayuda a desequilibrar al personaje femenino rumbo a la dura prueba que enfrentará más adelante, da la impresión de que el autor tropezó en su construcción o que la propuesta escénica intentó restaurar el error del libreto al poner a una periodista de ficción en una probable situación real que claramente recuerda a Carmen Aristegui, sobre todo por el manejo de su voz. El secretario y el presidente son los personajes más sólidos de esta obra, tanto dramatúrgica como actoralmente, y pertenecen a cualquier rincón del mundo donde haya que ocultar los delitos o debilidades humanas para continuar en el poder. Álvaro Guerrero en el papel del mandatario es una muy buena elección para cumplir con el desafío escénico que implica enfrentar a la comunicadora. El experimentado actor proyecta claramente lo que su personaje debe aparentar y lo que se cruza por su mente en el veloz cambio de actitud que necesita realizar para coronar su objetivo. Hipócrita y claro en distintos momentos, según le conviene a su personaje, Guerrero encarna a todos los políticos. Cecilia Suárez, por su parte, construye fielmente a la periodista y en términos actorales asume sus contradicciones, aun cuando su inteligencia emocional se ve disminuida, hasta llegar a la encrucijada que determina su decisión. Arturo Barba consigue que su personaje tenga esa escamosa piel de lagarto que mediante una pasiva actitud cubre la veloz capacidad de reacción a todo gesto o dicho del personaje enemigo. Bajo reserva es una obra que aborda la descomposición de dos sectores importantes de la sociedad e invita al espectador a darle un vistazo a la relación de dos poderes distintos ejercidos por seres humanos en una lucha en la que pareciera imposible rescatar la integridad.L

ay dos obras de teatro que sorprendieron al medio durante 2014. Una por su éxito comercial, El curioso incidente del perro a medianoche, dirigida por Francisco Franco: trabajo redondo, creativo e inteligente, útil para entender a los autistas, con actuaciones en que la sensibilidad y la inteligencia se fusionaron (Luis Gerardo Méndez, primero, y Alfonso Dosal, en su segunda temporada). Y una escenografía —la mejor— de Víctor Ballina. La otra obra que despertó asombro: ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Edward Albee, en traducción y codirección de Víctor Weinstock, y dirección de Daniel Veronese, con soberbias actuaciones de Blanca Guerra y Álvaro Guerrero. Para ellos, ex aequo, va el Premio Boñiga de Oro por Mejor Obra y Elenco 2014, la primera vez que se otorgan en el teatro nacional. A Sabina Berman le debemos la Boñiga de Oro por Trayectoria Teatral 2014. Si hubiera existido antes este premio lo debieron haber ganado clásicos como Julio Castillo, Héctor Mendoza y Luis de Tavira. Es turno de la dramaturga. Su última obra, Testosterona, contiene formas de pensar del hombre y la mujer. Astucia donde el lenguaje es el poder. Un suceso teatral que nos lleva al meollo de cómo se dan, justamente, las relaciones políticas a la hora de escoger el espacio público de las féminas: ¿abajo o arriba? Casi una continuidad de aquella obra, Entre Pancho Villa y una mujer desnuda: con menos bla-bla-bla. Diálogos cortos, tanto como para dejarnos pensar después de terminada la obra. Por eso el galardón. México tiene dos vertientes para ocuparse del teatro: mitos, leyendas e historia del país y los sueños de un dramaturgo

para ocuparse de lo ajeno. Dos obras de enorme calado que merecen recordarse por mucho tiempo: El siniestro plan de Vintila Radulezcu, de Martín Zapata; y Otro día de fiesta, de Marco Petriz. Los dos hacen teatro en las orillas del país: uno en Veracruz y otro en Oaxaca. Uno es internacional y otro regional —donde el microcosmos es el universo—. Con mejor suerte, Zapata tuvo excelentes críticas. Petriz, viejo lobo de mar, no tuvo la suerte de ser atendido debidamente, por pésima difusión. Para ellos, ex aequo, la Boñiga de Oro por Dramaturgia 2014. La Boñiga de Oro por Mejor Director en 2014, esta institución inexistente, sin pensarlo mucho, lo otorga a José Alberto Gallardo por dos de sus mejores direcciones: Lo que soñé ese día que me quedé dormido bajo el puente, con texto de Antonio Zúñiga, y Drenaje.Un paisaje, de su autoría. Desde que empezó, seguimos su carrera teatral: Gallardo es una apuesta sólida del quehacer escénico. Independiente, sin beca, con dificultades ha demostrado amor por la escena, más allá de las instituciones. Drenaje —una instalación teatral— se realizó en el taller del pintor Guillermo Arreola, su productor. No fueron más de quince funciones. Claudio Valdés Kuri estuvo cerca de quitarle el premio por su dirección deLa vida es sueño, de Calderón de la Barca, pero consideramos que las realizaciones de Gallardo en todo 2014 fueron excepcionalmente creativas y vanguardistas. Una recomendación final: las instituciones deberían apoyar el teatro en casas ahora que parece desaparecer el Jiménez Rueda. Ahí están los caminos germinales del arte verdadero. Recordemos que las vanguardias siempre surgen escondidas, agazapadas en la clandestinidad, hasta que alguien las descubre y se oficializan. Conste. L


12 b sábado 17 de enero de 2015

MILENIO

varia CORTESÍA MUSEO DE LA CIUDAD DE MÉXICO

ESPECIAL

Houellebecq es El exilio español Charlie Occidente de Dolores Pla Brugat ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

B

urlarse del dominante es osado; burlarse de los condenados de la tierra, miseria. En su contexto real, la extensa campaña de Michel Houellebecq y Charlie Hebdo contra los musulmanes es belicosa, derechismo disfrazado y pop-porno eurocéntrico contra los migrantes discriminados en Francia, cuyas culturas han sido hazmerreír durante siglos. El Islam está más harto de Occidente que Occidente mismo. Sus extremistas están dispuestos a matar y morir por defender su forma de vida, animalizada por Occidente. La “libertad de expresión” es inferior a la lucidez. Las caricaturas de Charlie Hebdo (que no son pocas) involucradas en los ataques en París no solo son estéticamente convencionales (pastiches) sino que buscan ofender grotescamente a la religión de migrantes inferiorizados vía clichés que engordan la idiotez de una sociedad que muchos de sus intelectuales —de Bataille a Foucault— han denunciado como represiva. Houellebecq es un buen ironista ortodoxo, no un gran novelista (nada ha descubierto sobre el ser humano); en cambio, su obra abusa de prejuicios y frases absolutistas que estetizan el ego del cretinismo occidental alfabetizado. Houellebecq, además, es una copia francesa de literatura norteamericana de hace cuatro décadas. Desde Thatcher y Reagan, Occidente fantasea que ser reaccionario es ultra-cool. Querer ser un neocon(servador) “políticamente incorrecto” es mainstream, chingón & sexy. Mucha magazinería mundial vive de Derecha-Chic.

GUÍA VISUAL La islamofobia de Houellebecq y Charlie Hebdo es bullying de una civilización contra otra. Su xenofobia y hociconería se amparan en la “libertad de expresión” que cree que todo mundo tiene que aguantar su humor (pseudo) hitleriano. Los ataques en París son secuela de muchos años de represión policiaca contra los migrantes musulmanes marginados en París y de larga historia de violencia colonial francesa. Occidente es una civilización de muerte, la gran genocida. En 2014 mostró, en Europa y América, su disposición a reprimir sus propias calles e Internet y ha iniciado el 2015 distrayendo la atención de este híper control caricaturizando “monstruos” externos. Jugada perfecta, en cuestión de unas semanas Occidente pasó de ser el centro de la represión a ser el Capitán de la Libertad de Expresión. Primero la agresión de Sony-Obama contra Corea del Norte mediante una película boba que explota la cabeza del líder norcoreano y una ridícula indignación por la reacción. Luego la campaña islamofóbica antes y después de los ataques en París. Occidente es el perfecto terrorismo. Houellebecq ha decidido convertirse en su novelista ultra-reaccionario-cool y Charlie Hebdo en su bullying visual. Ambos son Freedom Fries. La gente cree que es libre porque se “expresa” (antes de pensar). Pero la libertad de expresión solo debe ser ejercida después (no antes) de cultivar la profundidad. Houellebecq simboliza la decadencia de Occidente. L

Magali Tercero @magalitercero

E

l 13 de enero se cumplieron seis meses del fallecimiento sorpresivo de la historiadora Dolores Pla Brugat, nacida en Vilasacra, Gerona, España, en 1954, pero residente en nuestro país desde los doce años. “Ni refugiada, ni antigua residente: catalana por nacimiento y mexicana por la misma vida”, solía decir Pla porque su familia llegó a México en 1966, casi treinta años después que los representantes del exilio español. Su abuelo y su padre sufrieron la Guerra Civil, el primero porque luchó en Francia y el segundo porque fue preso político, experiencia que lo decidió a trasladarse a México apoyado por familiares ya mexicanos. Sesenta años vivió, apenas, la autora del indispensable Los niños de Morelia. Un estudio sobre los primeros refugiados españoles en México (1981), su tesis de licenciatura. Pero tuvo tiempo de inaugurar en tierra mexicana, en el Museo de la Ciudad de México, la exposición que primero presentó como curadora, con el etnólogo Sergio Raúl Arroyo como coordinador, en El exilio español en la Ciudad de México. Legado cultural, en el Museo de la Ciudad de Madrid, en octubre de 2010, con 750 piezas, entre libros, documentos, objetos, fotografías, documentales, obras de Vicente Rojo... “EL COMÚN” Hace cuatro años la exposición El exilio español en la Ciudad de México. Legado cultural, realizada con motivo del bicentenario de la Independencia mexicana, ofreció en España una nueva visión de “la aportación de los exiliados españoles durante la guerra civil a la cultura y sociedad” mexicanas. A Pla le eran entrañables no solo los intelectuales, también el ciudadano de a pie, el miembro “del común”, como llamaba a agricultores, técnicos calificados (lanzaron en los cuarenta del siglo XX un aparato de radio europeo), panaderos, hoteleros, fabricantes de dulces (mazapanes Toledo), y quienes iniciaron la cultura de la tertulia alrededor de un café en establecimientos típicamente españoles. “YO VIVO EN LAS FRONTERAS” Pla, Arroyo y el curador Álvaro Vázquez Mantecón cuentan no solo la historia más conocida del exilio —sus aportes

intelectuales— sino su participación en la industria mexicana, la cual modernizaron, y en la vida cotidiana de México. Como directora del proyecto Historia oral de los refugiados españoles, Pla quiso encontrar el llamado “tono vital” o esencia de la narración de cada refugiado “del común”, para ella tan importante como la élite cultural del exilio. Las historiadoras Mónica Palma y Guadalupe Zárate, fundadoras con ella del pionero Seminario inmigrantes en la historia de México, siglos XIX y XX, cuentan que Pla se sintió muy mal en su primer colegio español en México, el Madrid, porque se le hacía sentir que no pertenecía a la élite intelectual del exilio (http://radioinah.blogspot.mx/2014/08/ entrevista-con-la-dra-monica-palma-y-la. html ). Luego la percepción de la joven académica se tradujo en intención crítica y lúcida. “Yo vivo en las fronteras”, decía desde su visión inquisitiva y amorosa de mexicanos y españoles. Influida por el brasileño José Carlos Neves, figura de la Historia oral, Pla construyó no solo memoria del exilio, también indagó sobre lo que el antropólogo Guillermo Bonfil Batalla bautizó como “desindianización” en México, y explicó por qué el gobierno mexicano escribió la historia oficial a partir de la falacia de que “todos somos mestizos”, ignorando a miles de indígenas. Sus aportes, valiosísimos, están también en las 800 horas de entrevistas que dejó en la Biblioteca Manuel Orozco y Berra. Por lo pronto, no se pierda su exposición sobre el legado del exilio en el Museo de la Ciudad de México (Pino Suárez 30, Centro), con más de mil metros cuadrados y 700 piezas en exhibición, con la excelente museografía basada en la propuesta de 2010 del Taller de Museografía (TdM+) que incluye un sistema de gráficas para sintetizar datos como el número de barcos y viajeros a partir de 1940, la petición de Lázaro Cárdenas de que vinieran a México un 60% de los emigrantes agricultores, 30% de artesanos y técnicos calificados, y 10% intelectuales (petición finalmente incumplida), e incluso un juego de maletas de algún exiliado y una instalación de retratos de exiliadas sobrepuestos a una fotografía de Héctor García que estarán expuestos hasta el 30 de enero. L


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