Laberinto 607 (31/01/15)

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Laberinto

Frank Stanford Poesía página 3 Álvaro Uribe El hombre de las ferias página 3 Ignacio Trejo Fuentes Sobre Gonzalo Celorio página 8 Braulio Peralta Balance crítico de la CNT página 11

N.o 607

sábado 31 de enero de 2015

La perra vida

Brian Nissen Página 4 GABRIEL VARGAS POR RAM

MILENIO

Centenario de Gabriel Vargas Agustín Sánchez González Página 6


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MILENIO

antesala DE CULTO

Hugo García Michel b hgmichel55@yahoo.com.mx ESPECIAL

Vida y letras TOSCANADAS CINTIA CARTES

Una interpretación de Gregorio Samsa

David Toscana dtoscana@gmail.com

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a reunión de los Karamazov en el monasterio es una de las escenas más deliciosas de la literatura. Las impertinencias de papá Karamazov, una detrás de otra, ante el asombro de los asistentes, sus anécdotas personales o sobre santos o sobre Diderot que no vienen a cuento, la molestia de Miusov y la paciencia del starets, se vuelven un laboratorio de pasiones humanas, humor y sabiduría. Y sin embargo, pese al disfrute que nos proporciona el bufón del patriarca Karamazov, lo cierto es que, de estar presentes, la mayoría sentiríamos una molestia parecida a la que sufre el pesado de Miusov. Otro personaje muy querido en la literatura es el buen Ignatius J. Reilly, de La conjura de los necios. Lo amamos durante más de cuatrocientas páginas, pero si tuviéramos que tomarnos un café con él, no lo soportaríamos ni diez minutos. Ni a él ni a su madre y menos aún a los dos juntos. Si en nuestra familia hubiese un pariente que frisara los cincuenta años y pretendiera reinstaurar la caballería andante y salir a enderezar entuertos, preferiríamos encerrarlo en un centro de ordinariedad mental antes que darle la oportunidad de ser loco y libre y admirable. Nos gusta creernos quijotes, pero solemos ser como el cura y el barbero. Los católicos tienen dos mil años bautizándose según su torcida interpretación del ritual que puso de moda el venerado Juan. Pero imaginemos que el bautista de marras se nos

aparece en una cena vestido como troglodita y llamando a los comensales generación de víboras y preguntando que quién les enseñó a huir de la ira que vendrá y dirigiendo sus amargas amenazas a diestra y siniestra. Apenas sentiremos alivio cuando un Herodes le corte la cabeza. Verdad es que a Gregorio Samsa lo queremos mucho, pero si se apersona en la habitación de al lado llamaremos a un servicio de fumigación. A los héroes de la picaresca les daríamos su buen jalón de orejas. Anna Karenina es seductora, pero a la vez insoportable, y sus allegados se quitan un peso de encima cuando ella se tira a las vías del ferrocarril. Sentimos que el mundo es injusto con el noble Quasimodo, pero a ver qué mujer se lo quiere llevar a casa para llenarlo de besos y caricias. En A sangre fría, no nos fascina la aburridísima familia Clutter, sino el par de asesinos. Quizá no apoyemos la pena de muerte, pero qué bien que a esos dos los hayan ahorcado porque si no, ¿cómo termina la novela? Nos conmueve el amor entre Florentino Ariza y Fermina Daza, aunque nada nos seduce la forma en que se compenetraron: “ella lo ayudaba a ponerse las lavativas, se levantaba antes que él para cepillarle la dentadura postiza que él dejaba en el vaso mientras dormía”. Y más o menos igual nos va con todos esos personajes memorables que amamos en la literatura pero que no queremos encontrarnos a la vuelta de la esquina. Entonces yo no sé por qué se dice que la literatura debe parecerse a la vida cuando no nos gusta que la vida se parezca a la literatura. L

Chester Himes

Negro Harlem

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aymond Chandler, Dashiell Hammett y James M. Cain fueron escritores duros, secos, oscuros, contundentes. Sus relatos y novelas, todos ellos dentro de lo que se conoce como el género negro, son en su mayoría piezas de la mejor narrativa (Truman Capote se refería a Chandler como uno de los grandes artistas de la literatura estadunidense). Sin embargo, ninguno de ellos provenía realmente de los bajos fondos que retrataban y sus personajes estaban sacados más de la imaginación que de vivencias propias en el campo del delito, de sufrimientos que hubiesen padecido en carne propia. Muy otro es el caso de un más que singular colega suyo llamado Chester Himes, gran pluma de la novela negra pero con características que lo diferenciaban de sus similares. Porque Himes no solo conocía los bajos fondos: había sido un delincuente y se había iniciado como escritor en la prisión, donde permaneció recluido varios años por robo. No es que hubiera caído ahí por error o siendo inocente: era realmente un ladrón y sabía de violencia y cómo ejercerla. Además era, como él mismo decía, un nigger. El mejor escritor negro de novela negra había nacido en Jefferson City, Missouri, en 1909. Hijo de una familia de clase media, todo parecía ir bien en su vida, sobre todo cuando ingresó a la Universidad de Columbus, en Ohio, pero en 1928 se involucró en un asalto a mano armada y fue condenado a 20 años de cárcel. Entonces sobrevino el desencanto y se olvidó de cualquier futuro promisorio. Su único consuelo fueron la lectura y la escritura. Gran lector de novela negra, en especial de Chandler y Hammett, pronto empezó a escribir también y logró publicar sus relatos en revistas nacionales como The Bronzeman y Esquire. En 1934 logró la libertad bajo palabra y se relacionó con gente de la industria editorial. En 1940 publicó su primera novela, Si grita déjalo ir, que logró un inesperado éxito en Europa que lo movió a emi-

EX LIBRIS

grar al Viejo Continente a principios de la década siguiente, donde se establecería en definitiva. Vivió en París a lo largo de quince años y en 1969 se mudó a Moraira, al sur de España, junto con su esposa, la editora francesa Lesley Packard. La literatura de Himes es tan dura y seca como la de sus mentores, pero desarrollada entre la población negra, especialmente la de Harlem, Nueva York. No es el suyo un estilo militante. Por el contrario, es muy crítico de los ambientes afroamericanos, a los que retrata sin concesiones y hasta con cierta crueldad, tal como se ve en novelas como La banda de los musulmanes, Todos muertos, Empieza el calor o Un ciego con una pistola (Bruguera editó varias de ellas en español). Sus dos personajes emblemáticos, los detectives Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones, son tan célebres como Philip Marlowe y Sam Spade, pero con un toque más rasposo. Chester Himes murió en España a fines de 1984. Es tiempo de revalorarlo y leerlo. L La toilette de Diana bEKO

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

La luz que ven los muertos

El hombre de las ferias

Veamos el hábito recurrente de quienes siguen en el mundo: imaginar la última (o la primera) escena durante el último suspiro POESÍA

CARACTERES ESPECIAL

Frank Stanford

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on muchos los que vuelven después de que el doctor ha alisado la sábana en torno de su cuerpo y abandonado el cuarto para hacer su llamada. Han muerto pero viven. Se les conoce como los muertos que vivieron a través de sus muertes, y en mi familia se les tiene por sabios y sinceros. Flotan fuera de sus cuerpos y se prenden del techo como una palomilla, siguiendo los afanes de todos los demás en torno suyo. Las voces e imágenes de los vivos se van desdibujando. Un bramido los traga bajo las ruedas de una tiniebla sin dolor. En la distancia hay alguien parecido a un guardavía que agita una linterna. La luz aumenta, crece una flor blanca. Se vuelve muy intensa, como música. Ven los rostros de gente a la que amaron, los que en verdad murieron y hablan dulcemente. Ven en un sembradío a su padre, sentado. Terminó la cosecha, y su silla de mimbre fue arreglada. Lleva una toalla alrededor del cuello que huele a tónico de ron. Luego ven a la madre de pie, a sus espaldas, con un par de tijeras. Sopla el viento. Ella le corta el pelo a él. Los muertos le han contado historias como éstas a los vivos.

ESPECIAL

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eyenda aún oscura de la poesía estadunidense del siglo XX; a menudo comparado por diversos críticos con Whitman y Rimbaud, Frank Stanford (Estados Unidos, 1948– 1978) se suicidó poco antes de cumplir treinta años. Pese a su corta vida llegó a publicar siete volúmenes, incluido El campo de batalla donde la Luna dice que te amo (1977), poema épico de más de 15 mil versos sin estrofas ni puntuación. El lanzamiento de la poesía completa de Stanford, What About This (¿Y qué me dices de esto?), fue anunciado para abril de este año e incluye cientos de páginas inéditas. El poema que aquí se reproduce dio título a una primera recopilación de Stanford en 1991 (Versión y nota de Hernán Bravo Varela).

Álvaro Uribe

El prototipo del hombre de las ferias es un o una novelista. Ganador(a) de algún premio internacional. Jurado frecuente ualquiera puede ser de otros premios. Dueño(a) o transformarse en el de una buena lap–top para hombre de las ferias (del libro). Lo mismo un autor redactar en donde sea su que un mero editor. Lo mismo columna sindicada o sus un varón que una hembra. Lo novelas todoterreno. Progresista moderado(a) o, si no, de una mismo tú que yo. Porque este radical incorrección política. síndrome propio de la vida Con ingenio para sortear las literaria no perdona a nadie, entrevistas. Aplomo al presentar y menos que a nadie, a quien libros que no ha leído ni le gustan. cree merecer el perdón. Desparpajo al hablar en privado Si la persona ordinaria del autor o editor es su doctor Jekyll, de otros escritores. De tirajes. De regalías. De traducciones. Y a el abominable hombre de las veces, pocas veces, de literatura. ferias es su míster Hyde. En la Un solo inconveniente calle y hasta en el aeropuerto es un ser de apariencia normal. dificulta la carrera del exitoso hombre de las ferias. Para que su Cuando mucho, lo delata el celular de última generación que presencia en los grandes foros editoriales del país y del mundo no deja de consultar mientras platica distraído contigo. Pero siga siendo indispensable, cada año o dos o a lo sumo tres debe apenas baja del avión, apenas publicar otro libro, aunque su lo recogen en una camioneta fletada por su editorial, apenas vida tumultuosa no sea idónea para escribir con arte. irrumpe en el lobby del hotel Cuánta envidia provoca en donde todos los feriantes se el narrador feriado la suerte hospedan, el monstruo toma más benigna de ciertos poetas posesión de él. oportunos que con un solo Asusta percibir cómo sus ojos se tornan esquivos, cómo poema, compuesto por lo su atención de por sí exigua se común en el éxtasis de una proba indignación ciudadana, dirige a lo que haya detrás de tienen de sobra para lucirse ti, cómo se diluye su sonrisa durante décadas enteras en en una mueca desdeñosa, festival tras festival. cómo se acelera su andar Pero la fama de los prosistas para escabullirse. De golpe, el es de quien la trabaja y, hay que hombre de las ferias no tiene tiempo para alguien como tú. reconocerlo, Brabante el feriante es muy trabajador. Cuando te Si aún no es tan famoso, topas con este ubicuo personaje procura la compañía de gente muy famosa que le contagie la en alguna de las escasas ferias a las que te es dado asistir, sueles fama por su sola proximidad. imaginar qué pasaría si les Si ya es famoso, se rodea de dedicara a sus libros la mitad admiradores que acrecienten del esfuerzo que consagra a su su fama con el caudal de la admiración. No hay lugar para imagen pública. Y más de una sus pares, sus simples colegas, vez te preguntas, avergonzado, si no cambiarías la reputación en esa estricta jerarquía. discreta de los tuyos por su Literal y literariamente, no le inmensa popularidad. L sirven de nada. alvuribe@yahoo.com.mx

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MILENIO bLABERINTO b http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: SCLaberinto


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artes

La perra vida Por cortesía de Editorial RM y la Dirección General de Publicaciones del Conaculta, reproducimos este ensayo del pintor, escultor y escritor inglés que radicó durante diecisiete años en México. Pertenece a Farándula, una selección de sus dibujos realizados entre 1966 y 1974, un periodo de alegría carnavalesca, que se presentará el martes 10 de febrero en la librería Rosario Castellanos

Snooze

Brian Nissen Tengo afecto a los cerdos. Los perros nos aprecian. Los gatos nos desprecian. Los cerdos nos tratan como iguales. W. S. Churchill

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a relación entre los seres humanos y los animales siempre ha sido tanto cercana como compleja. Desde el respeto que sentían las primeras tribus cazadoras por ellos, y la veneración a sus poderes, hasta la afición sentimental por exhibir perros perfumados, acicalados y premiados por sus atributos estéticos humanos, los animales —sean salvajes, domesticados o mascotas— han sido nuestros compañeros de vida. Las mascotas, como los perros y los gatos, comparten nuestro diario existir, sobre todo en el entorno urbano contemporáneo, el cual nos permite —de alguna manera— mantenernos en contacto con el espíritu animal; aunque dudo mucho que quienes tienen tortugas pequeñitas para hacerles compañía, gocen de esa relación. Nunca he entendido la indiscutible atracción de las personas por lucir un acuario en su sala, y me pregunto si esto solo se debe a una satisfacción visual. Dicen que en Los Ángeles hay un canal de televisión, llamado Acuario, en donde lo único que se transmite es una pecera con peces que van y vienen en la pantalla. Me parece que tiene muchas ventajas, pues no solo ofrece una buena selección de peces tropicales, sino también la opción de cambiarlos de acuerdo con el estado de ánimo de cada persona, únicamente con apretar un botón. Además, no es necesario darles de comer, ni siquiera limpiar el tanque y, por supuesto, el acuario se puede apagar cuando se salga de casa. A finales de los años sesenta, mi mujer y yo acompañamos a Montse Pecanins a visitar el rancho de sus tíos, ubicado en un remoto lugar del estado de Veracruz, no muy lejos de la frontera con Oaxaca. Aun cuando tenían un terreno inmenso, la mayor parte era impenetrable, debido a que la vegetación espesa y exuberante solo permitía que unos pocos campos fueran talados para la siembra y el pastoreo de ganado. Incluso, si no se les conservaba limpios, quemándolos cada año con fuego controlado, la vegetación inmediatamente los invadía. Plácido y Lola llevaban en ese lugar un buen número de años, habían dejado su tierra natal en Cataluña para instalarse allí, mientras el resto de la familia se fue a vivir a la Ciudad de México. Su casa y un arroyo que era usado para bañarse se localizaban en el borde de la propiedad. Vivían en una casa sencilla, típica de esos trópicos húmedos, con el techo de hojas de palma y el piso elevado un metro sobre el suelo para la ventilación. Habían excavado un pozo para obtener agua, pero carecían de electricidad y de los servicios básicos. Tampoco contaban con una carretera que comunicara con Isla, el pueblo más cercano, que estaba a dos horas a caballo, y muchas más si se viajaba en la carreta de bueyes, que era utilizada para transportar cosas pesadas. Originalmente, Isla solo fue una parada de tren donde se cargaba la cosecha de piña, pero creció tanto que llegó a ser un pueblo en el que suministraban herramientas, equipos agrícolas, víveres, abarrotes y granos a las zonas circundantes. Dado la ausencia total


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artes BRIAN NISSEN/ EDITORIAL RM/ CONACULTA

Chubasco

de la ley, la gente hacía justicia por su cuenta, lo que resultaba en venganzas interminables entre las familias agraviadas. El único crimen que se tomaba en serio era el abigeato, en cuyo caso llegaba el ejército a buscar a los ladrones de ganado. En el rancho había cuatro o cinco caballos, bastantes cebúes —una raza de ganado tropical—, cabras, pollos, cerdos, patos, gansos, gatos y una gran cantidad de perros. Éstos no eran mascotas sino perros de guardia, mestizos feroces y bravísimos. Si alguna persona, con la cual no estaban familiarizados, pasaba cerca de la entrada del rancho —a unos cien metros de la casa—, los perros se lanzaban contra ella ladrando con furia aterradora para asustarla. Servían como una alarma muy eficaz y un sistema de seguridad inmejorable. Por la noche, uno podía sentirse seguro sabiendo que los perros estaban cuidándonos abajo de la casa. Realicé numerosos dibujos de lo que me parecía, como habitante de ciudad, un paraíso; pero era un paraíso oneroso, pues para los que vivían tan a merced de la naturaleza la vida no era nada fácil. Pero para mí, la experiencia de estar dentro de esa selva y sentir el desenfreno y la exuberancia de la vegetación, además de la presencia habitual de los animales que siempre nos seguían a todas partes, era de lo más cautivador. En ocasiones, cuando se percataban de la presencia de serpientes peligrosas cerca de la casa llamaban al culebrero, quien tenía un talento extraordinario —más bien, un sexto sentido sobrenatural— para rastrear y encontrar en dónde se escondían. Atrapaba las serpientes con un palo de dos puntas, fijándolas a la tierra, y luego agarradas por la cola, las giraba velozmente en el aire, hasta darles un latigazo y decapitarlas. Yo dibujaba este incidente que para alguien acostumbrado a la vida urbana resultaba bastante perturbador, pero para los que vivían allí era parte de la rutina cotidiana.

Noticiero

Cuando los nuevos lechones machos cumplían unas pocas semanas de nacidos, llegaba el veterinario para castrarlos; los perros estaban listos para el evento y se formaban alrededor en un círculo, mientras el veterinario se ponía a trabajar. Éste, usando el índice y el pulgar como resortera, lanzaba las pequeñas criadillas extirpadas hacia los perros, que las atrapaban hábilmente en el aire y las tragaban. ¡Guácala! Recién llegado a México, en 1964, me fui a vivir un par de años a San Miguel de Allende, en el Bajío. En ese entonces, San Miguel era un pueblo pequeño muy distinto al de ahora, que se ha convertido en un lugar de moda. De hecho, era tan pequeño que recuerdo que cuando asistía al cine, al estar viendo la película, de repente se iba la luz, lo cual sucedía con cierta frecuencia. El público sabía que restaurar la corriente tomaría bastante tiempo, por lo que se iba a sus casas a esperar a que llegara; luego, regresaba para ver el resto de la película. Yo tenía la costumbre de caminar a diario en la planicie cuesta abajo del pueblo. En ocasiones, me encontraba a unos amenazantes perros salvajes que me rodeaban y gruñían e intentaban mordisquear mis talones. Me habían avisado que solo a gritos y fingiendo la acción de tirar piedras se les mantenía a distancia y, afortunadamente, así fue. Sin embargo, confrontarlos cara a cara resultó una experiencia algo inquietante. Con frecuencia he tenido un gato o un perro en casa y su compañía ha sido muy grata y enriquecedora. Por más que uno esté familiarizado con ellos, siempre hay algo misterioso en esta relación que es a la vez entrañable e impenetrable. Me pregunto constantemente cómo se sentirá el animal al estar vinculado con nosotros, y además intento interpretar sus señales y lenguaje corporal: observo su manera de comportarse y la forma en que sus instintos lo dirigen; asimismo, me maravillo de la manera en que su sentido del olfato, tan agudo, capta y lee su entorno y lo guía en todo. La gracia con que los felinos se mueven con garbo,

Bici

con cautela y alerta, señala cómo conservan su astucia e instinto cazador. No nos hacen mucho caso, siguen su vida independiente sin ser dependientes. La simbiosis entre perros y humanos es verdaderamente notable, y comparten múltiples actividades entre ellos. Por ejemplo, los collies ayudan al pastor; los terrier son acróbatas del circo; los sabuesos persiguen delincuentes; los punteros apuntan; los perdigueros recuperan la presa; los perros esquimales jalan trineos; el Gran Danés guarda la casa; los poodles son pizpiretos; los galgos corren carreras. Es indudable que los perros son los animales más fieles y emocionalmente compatibles con nosotros; por esta razón, disfrutamos mutuamente la compañía cotidiana que nos brinda esa suerte de relación íntima. Sin embargo, algunas personas caen en la tentación de atribuir valores antropomórficos a sus mascotas y hablarles como si fueran bebés, manoseándolas, adulándolas y tratándolas como estúpidas. Es probable que esta situación sea recíproca, pues pienso que en estos casos las mascotas cuestionan el juicio y la cordura de su amo, así como su comportamiento infantil. Al regresar a su hogar después de una estancia en México, un amigo inglés comentó que a pesar de que disfrutó enormemente el país, encontró en él algo que le pareció terrible, quejándose de que la gente allá “trata a sus perros como si fueran animales”. L


LABERINTO

La prehistoria de La Familia Burrón Con este ensayo que recupera sus primeros trazos como dibujante y sus incursiones de arranque en el mundo festivo de la historieta, recordamos a Gabriel Vargas, el padre de Borola Tacuche y don Regino, quien nació el 5 de febrero de 1915 bajo el signo de un planeta sonriente Agustín Sánchez González

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urante las seis décadas en que apareció La Familia Burrón la obra anterior de Gabriel Vargas fue olvidada; él mismo llegó a lamentar el desconocimiento de su trabajo previo a la vida de Doña Borola Tacuche y su parentela. La razón fue que las aventuras de los Burrón se mantuvieron en el gusto de la sociedad mexicana. De hecho, la revista, que llegó a tirar 500 mil ejemplares, es la publicación más longeva del mundo: comenzó en 1948 y el último número, el 1616, apareció el 26 de agosto de 2009. Es, también, una expresión de culto a la que escritores como Alfonso Reyes, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Juan Villoro y Hugo Gutiérrez Vega le han rendido pleitesía. Pitol, Premio Cervantes de Literatura, se sentía orgulloso de la influencia del humorista gráfico: “Mi deuda con Gabriel Vargas es inmensa. Mi sentido de la parodia, los juegos con el absurdo me vienen de él y no de Gógol o Gombrowicz, como me encantaría presumir. ¿Quién es Gabriel Vargas?, preguntará alguno. Bueno, es un fabuloso cartonista, uno de cuyos cómics, quizás el más famoso, se llamó La Familia Burrón”. A Carlos Monsiváis le debemos, sin duda, haber colocado en la palestra un sinfín de temas de la cultura popular, uno de ellos la caricatura. (Por cierto, Monsiváis pudo aparecer en un número de la historieta, tras insistirle a Vargas para que lo dibujara).El poeta Hugo Gutiérrez Vega dedicó una excepcional “Oda a Borola Tacuche”. Decenas de entrevistas y cientos de notas periodísticas conforman una vasta hemerografía pero, a pesar de todo, llama la atención los exiguos estudios en torno a Vargas (solo existe una tesis en la UNAM) y la escasa bibliografía sobre su vida y su obra. La caricatura en general no es algo que interese a la Academia, inmersa en la solemnidad y alejada, con mucho, de la cultura popular. UNA VIDA EN LA VIDA MEXICANA Gabriel Vargas Bernal nació en Tulancingo, Hidalgo, el 5 de febrero de 1915. A partir de los cuatro años vivió en la Ciudad de México. “Soy absolutamente citadino. Nací en Tulancingo pero llegué aquí a los cuatro años. Si hubiera un lugar más grande que el DF, ahí estaría”, le contó a Carolina Velázquez en una charla publicada en El Financiero. Sus primeros años transcurrieron en el Centro Histórico, en la calle de Moneda, a un costado de Palacio Nacional, a media cuadra de donde vivió José Guadalupe Posada. Vargas nació con el lápiz en la mano. Desde niño tuvo la febril y obsesiva idea de ser dibujante, de ser artista. A pesar de que apenas estudió la primaria, fue un hombre muy culto, gracias a que su madre le inculcó el amor por los libros. Fue dibujante a pesar de ella, que no quería que se convirtiera en un “pintamonos”; incluso, le prohibió dibujar. El veto terminó cuando el niño Gabriel estuvo a punto de provocar una quemazón mientras dibujaba debajo de la cama iluminado por una vela. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta que el colchón ardía.

UN ANTES PARA DESPUÉS Casi podría asegurar que no existe en el mundo un caricaturista con una carrera profesional tan larga. Alabado desde niño, en 1928 Gabriel Vargas realizó un dibujo que obtuvo un premio en un concurso mundial en Osaka y que se ha perdido. De igual manera, difícilmente conoceremos las obras infantiles que expuso en Sevilla o en Puebla. Dos años después, hizo un dibujo de gran calidad —Construcción de la Catedral de México—, del cual se conserva una copia fotográfica ya que regaló el original al director de la escuela y se extravió. Una de las desgracias de la caricatura se finca en la desaparición de los dibujos originales y las propias publicaciones. En el caso de

Gabriel Vargas por HUICI

La primera historieta de la que tenemos noticia fue una biografía de Pancho Villa, publicada en 1936

Gabriel Vargas, casi no existen archivos de buena parte de su obra anterior a la última etapa de La Familia Burrón, publicada por la editorial GyG (Guadalupe y Gabriel), fundada con su esposa, la escritora y periodista Guadalupe Appendini. La maestra Appendini comenzó a recopilar la obra de Gabriel Vargas, de tal suerte que la serie que publicó GyG es la más completa. Mejor aún: doña Guadalupe se dio a la tarea de localizar los trabajos anteriores, recuperarlos y digitalizarlos. Uno de sus primeros rescates fue una obra desconocida hasta hace poco, “El día del tránsito”, de 1930, encontrada como un rollo en la antigua Casa del Maestro. Una copia de ella se exhibió por primera vez en el Museo de la Caricatura de la Ciudad de México, el 18 de marzo de 2004. “El día del tránsito” muestra el afán por retratarlo todo. Vargas captó un desfile de más de 5 mil personas que trascurría a lo largo de Avenida Juárez. Realizada en tinta china, es una larga tira que mide 60 centímetros de ancho por 160 de largo. Impresiona la enorme cantidad de personas retratadas, así como las posiciones y actitudes de cada una de ellas. La obra posterior pude entenderse mejor una vez que conocemos este trabajo excepcional.


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de portada ESPECIAL

La criada Cuataneta

El debut de los Burrón

La carrera de Gabriel Vargas arrancó en 1931, cuando ingresó al grupo editorial Excélsior. Colaboró en Jueves de Excélsior y en Revista de Revistas con viñetas, dibujo publicitario, caricatura personal... Le tocó convivir con los más geniales caricaturistas mexicanos: Ernesto García Cabral, Mariano Martínez, Ángel Zamarripa (FaCha), Cadena M. y Andrés Audiffred.

PRECOCIDAD ARTÍSTICA Uno de los primeros artículos que se publicaron en torno a la obra de Gabriel Vargas apareció en Jueves de Excélsior, “Un notable caso de precocidad artística”, que reprodujo los dos dibujos antes señalados. El artículo hace un recuento de su obra previa. Una parte “fue remitida a una exposición en Sevilla”, mientras que la otra formó parte de una exposición de alumnos de primaria en Puebla. Fue una nota premonitoria pues se hablaba de Gabriel Vargas como un “admirable chiquillo, que se anuncia como un formidable dibujante humorístico”. Contundente, el periodista auguró: “Será un excelente caricaturista”. Tal vez el primer dibujo que publicó apareció el 31 de diciembre de 1931: un grupo de personas en La Corregidora. Bien puede tratarse de una chica que iba a la escuela de costura que tenía ese nombre o de la calle que quedaba a una cuadra de su casa. Fue hasta julio de 1932 cuando comenzó a publicar regularmente. Hay por ahí un dibujo sobre la huelga de tranviarios y algunas ilustraciones con firma y sin ella. En 1933, ejecutó en Revista de Revistas una serie humorística con sentido moral: Lo que usted siempre verá. Lo que usted nunca verá. El dibujo es muy rígido, con poco movimiento. Desde entonces estuvo presente en las dos revistas de Excélsior. Ya empezaba a mostrar las escenas de vida cotidiana que tanta fama le dieron. Poco después, Vargas hizo varias portadas en gouache para Revista de Revistas y el semanario Excélsior, caricaturas de personajes de la farándula, viñetas y dibujos que ilustraban cuentos, leyendas, artículos y reportajes para las secciones del diario, aun la deportiva. Así conoció a Ignacio Herrerías, “El Chamaco”, un reportero a quien ayudó en la edición del suplemento Mujeres y deportes y que al poco tiempo inició una nueva aventura en Novedades, adonde invitó al joven Vargas. La primera historieta de la que tenemos noticia fue una biografía de Pancho Villa, publicada en 1936, y que Vargas nunca mencionaba en sus entrevistas. Es probable que tomara el encargo debido a la simpatía que Herrerías sentía por Villa, pues su padre fue uno de los primeros reporteros que lo entrevistó para Tiempo, en 1911. Más tarde vino La vida de Jesús, una obra desaparecida de todas las hemerotecas nacionales. Aunque Gabriel Vargas era parco al hablar de política, fue perseguido durante el cardenismo, acusado de hacer proselitismo religioso. Le contó a Elena Poniatowska: “Me metieron a un cuartito donde había una cama toda desvencijada, rota, los sillones estaban agujerados. Así estuve todo el día, me mandaban tipos patibularios, fueron como tres o cuatro en todo el día. Ya a las siete de la noche yo estaba desesperado, cada uno que entraba me preguntaba: ‘¿Tienes madre, tienes papá, tienes hermanas, tienes hermanos, quiénes son, cómo se llaman?’ Ya sentía que la cabeza me tronaba, estaba muy asustado. De repente oí afuera la voz del señor Herrerías: ‘¡Que usted es un fulano de tal!’ ”. La aventura terminó con una notita que decía: “Por causas de fuerza mayor se suspende La vida de Jesús”. Casi al mismo tiempo que La vida de Jesús, durante seis meses apareció Franck piernas muertas en Jueves de Excélsior y, una semana después de concluir, Virola y Piolita. Franck respondía a los temas de nota roja que empezaban a tener éxito. Es muy probable que haya

Gabriel Vargas

sido escrita por él mismo utilizando un acrónimo, pues en 1940, cuando se transforma en Frank. El rey del hampa, ya firmaba todos sus trabajos. Virola y Piolita es considerada su primera historieta de humor, con argumentos y dibujos de su completa autoría. A lo largo de casi cuatro años, mostró lo que fue una de sus mayores cualidades: el uso de palabras y giros provenientes del habla popular (“mano”, “chirona”, “sesera”, “pasar báscula”). Aunque la historia no transcurre en la ciudad, los personajes ya delinean rasgos urbanos. Virola, Piolita, Sacabuche y Tafité hicieron las delicias de los lectores al enfrentarse a situaciones estrafalarias en lugares “exóticos”, como África, con caníbales que persiguen a los héroes, o el viejo Oeste, a la usanza de los westerns. Impresiona la capacidad de trabajo de Vargas. Tenía menos de 25 años cuando creaba, casi al mismo tiempo, Virola y Piolita, La vida de Jesús, viñetas y dibujos para campañas de publicidad y El caballero rojo. Colaboraba en Excélsior y en Novedades. Alguna vez le preguntaron a Vargas cuántos números de La Familia Burrón se publicaron: “¡Uyyyy! Han de haber salido miles. Ya ni me acuerdo. ¿Se imagina en cuarenta años lo que

hice? Durante dieciocho años trabajé una página diaria en El Sol de México : media página en el matutino y media en el vespertino. Después, en Excélsior, durante doce o trece años hice Sopa de perico y una bola de cosas que ya ni me acuerdo. Además, cientos de historietas pequeñas”. El caballero rojo fue una historieta de aventuras escrita y dibujada en su totalidad por Vargas. Apareció un par de años en las páginas de Jueves de Excélsior y llegó a su fin en los días en que ya estaba en marcha la Segunda Guerra Mundial. La siguiente historieta de gran éxito fue Sherlock Holmes, también imposible de hallar en las hemerotecas. Una de las series estelares, que Vargas firmó con el seudónimo de Velo, fue los Episodios de la guerra en España, para Novedades: una tira de cuadros ilustrando notas periodísticas que tuvo un gran impacto debido al apoyo que Cárdenas dio a la República Española. En 1940, en Pepín, apareció Purita Vaca, el nombre de la heroína, aunque la verdadera estrella era Máxima Moraleja, un personaje tan simpático como Cuataneta, la sirvienta de Jilemón, o la misma Borola Tacuche. Hay que hablar también de Los Superchiflados, que animaron las páginas de Paquito. Se trata de una curiosa historieta en la que los protagonistas son animales actuando como humanos. Hay un actor, parecido al Pato Donald, que surge al lado de Pipiole, un personaje casi surrealista, al igual que el Cuaco Pollo, quien sobrevive en algunos capítulos de La Familia Burrón. Otra serie interesante fue Los del doce, que transcurre en una vecindad, quizá la misma que habitaron los Burrón. La protagonista, Gudelia, a quien apodan “Fleco de burro”, mantiene a su hijo al lado del padre, Leontino Buchaca. Era dibujada por Héctor Macedo. El mayor éxito hasta antes de los Burrón fue Los Superlocos, que nacieron en 1942, también en las páginas de Pepín. Causó un enorme impacto por el retrato de los caciques que, lejos de desaparecer, continuaban haciendo de las suyas. Jilemón Metralla y Bomba, el protagonista, es la imagen justa de esos dictadores regionales como lo serían también otros caciques de la serie: El Güen Caperuzo, Pancho Lopes, Briagoberto Memelas o Juanón Teporochas. Jilemón es uno de los símbolos universales del cómic, un héroe–antihéroe fundamental que debe rescatarse. Carlos Monsiváis reiteró infinidad de veces la necesidad de reeditar Los Superlocos, pues representa el momento más importante de la historieta mexicana. En 1948 llegó La Familia Burrón y con ella empezó y terminó la época de oro del cómic nacional. L


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MILENIO

en librerías ESPECIAL

De Asturias a La Merced RESEÑA Ignacio Trejo Fuentes

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l horroroso título El metal y la escoria (que proviene de unos versos de Jorge Luis Borges) cobija una novela bien urdida, llena de historias, y escrita con precisión admirable. Dije novela, aunque puede llamársele biografía, autobiografía, rastreo histórico, crónica de familia. El autor, Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948), se zambulle en la cronología de su familia llegada de Asturias a México en tiempos porfirianos, y por supuesto antes de la diáspora española obligada por la Guerra Civil que orilló a tantos peninsulares a refugiarse en este país. La genealogía de los Celorio es amplia y diversa, sus miembros son contrastantes, pues mientras unos se rigen por la disciplina otros optan por la farra y la disipación, en movimientos que van de lo supremo a lo patético: estos últimos dilapidan la fortuna familiar y terminan su vida en condiciones lamentables. ¿Por qué? Eso es lo que trata de desentrañar el biógrafo, el novelista. Los primeros Celorio llegaron a tierras mexicanas con la intención de muchos españoles de “hacer la América”, es decir fortuna, y no por razones políticas ni de ninguna otra índole. Una vez establecidos en los rumbos de La Merced, en el centro de la entonces hermosísima Ciudad de México, ven cómo las puertas del éxito (económico) se abren sin dificultades, y luego hacen un peregrinaje por distintos rumbos de la metrópoli sin perder la idea de la familia como núcleo aglutinante. Mas no todos se mantienen fieles al orden y a las buenas costumbres. Tres hermanos, por lo menos, dilapidan dinero en el alcohol, las mujeres y otras cosas sagradas de la vida, y pagan consecuencias terribles. (No me queda claro el parentesco con el inventor de las máquinas de hacer tortillas que, como todos sabemos, llevan la marca Celorio.) Uno de ellos, perseguido por un tío, es expulsado del país por el mismísimo presidente de la República y embarcado rumbo a España; lo increíble del suceso es que era mexicano, y se le acusó de extranjero sedicioso, de amenaza para el país. No pudo volver, pese a que las autoridades habían corregido el error, y murió en el abandono total. Una de las Celorio, francófila hasta morir, es designada coordinadora del Instituto Francés de América Latina en Torreón, y se topa con una pequeña ciudad bárbara, horrorosa, incandescente; ella, que adoraba lo muy francés, la literatura, las artes, la cultura de aquel país (como tantos en tiempos de Porfirio Díaz). La sustancia de El metal y la escoria (Tusquets, México, 2014) es la búsqueda de las raíces de los Celorio, y por eso las travesías entre México y España (Asturias, concretamente) se suceden con agilidad. El propio novelista–biógrafo, Gonzalo, visita con su mujer los sitios de donde provino la parentela, y esos pasajes de la parte final de la obra están teñidos, más que de romanticismo, de una suerte de nostalgia: imaginar cómo habían vivido los ancestros en esos terruños que apenas figuraban en los mapas y cuya precariedad fue lo que obligó a la diáspora. Aunque se trata de una epopeya familiar, muy ajena a muchos de nosotros, es evidente que Gonzalo Celorio sabe mover sus piezas de manera tal que consigue involucrarnos en la trama central y en las subhistorias. Más que en sus novelas anteriores (Y retiemble en sus centros la tierra, Amor propio, Tres lindas cubanas), el autor aplica un control severo sobre los materiales, que en manos menos hábiles hubiesen podido provocar la dispersión, el caos. Gonzalo, por lo demás, sostiene un ritmo celebrable, casi de prosa poética que acaso solo los oídos atentos pueden detectar de inmediato. La claridad, entonces, es arma fundamental de esta novela, con la que Celorio acaba de obtener el Premio Mazatlán de Literatura, uno de los más codiciados de cuantos hay en el país. Quienes lean El metal y la escoria serán tentados a conocer o a revisitar el trabajo precedente de este autor, y puedo asegurar que no serán defraudados. Aunque la novela que ocurre en La Habana me gusta, me entusiasma más aquella donde un profesor lleva a sus alumnos a un recorrido por las cantinas de la capital y que tiene un final en verdad dramático. Mientras, espero los próximos trabajos de Celorio para averiguar si se arriesga por un cambio temático o persiste en la indagación de sus orígenes. L

Michael K. Schuessler

“Mi libro recrea un México que se nos fue” ENTREVISTA Vianey Fernández

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usto cuando Michael K. Schuessler, doctor en Letras Hispánicas por la Universidad de California que vive en México desde hace quince años, intenta explicar el porqué de la fascinación del extranjero por este país, a través de la ventana se cuela el sonido de una campanita. No es otra cosa que el llamado para tirar la basura. “¿Ves?, cosas como esas nos hacen entender que este país es tan peculiar. Los motivos por los que los extranjeros llegan aquí son diversos, como estos personajes que aparecen en mi libro. Unos lo hacen por huir de una orden de arresto o de una dictadura o régimen como el nazismo, pero por qué muchos deciden quedarse una vez que llegan, es porque son gente que no se halla en su propia cultura o que vienen aquí nada más porque quieren experimentar algo diferente”. Los cinco personajes a los que hacía alusión Schuessler antes de que el basurero irrumpiera en la conversación, son nada menos que un William Burroughs que encontró en México un refugio para evadir la cárcel por posesión de drogas, pero no sus adicciones; un billonario Howard Hughes, quien descubrió que el cielo de Acapulco le sugería una vida libre de las ataduras a las que lo sentenciaba la enfermedad que lo tenía postrado en cama. También Edward James, el mecenas de Salvador Dalí y René Magritte, que un día decidió abandonar el surrealismo de pose de André Breton y las charlas en Montparnasse para vivirlo en carne propia en un paraje de San Luis Potosí, donde construyó su edén llamado Xilitla. O una Marilyn Monroe que de rubia tonta no tenía nada y viajó hasta Cuernavaca para encontrarse con Frederick Vanderbilt, un magnate declarado comunista, para exponerle su apoyo a las revoluciones del proletariado. Por último, está el enigmático B. Traven, que en su intento por huir de las autoridades alemanas y tras quedar encantado por la cultura de los indígenas de Chiapas, termina hospedándose en varios lugares del país, entre ellos la casa del fotógrafo Gabriel Figueroa, donde escribió una veintena de libros. El paso por México de estos cinco forasteros es reconstruido y retratado por Schuessler en su más reciente libro: Perdidos en la traducción (Planeta, México, 2014), en el que a través de algo que él llama retratos biográficos de ficción documental ata cabos y reúne las piezas de la

historia personal de los personajes cuyo paraje terminó de este lado de la frontera. “Creo que todos vinieron a México como seres en fuga. William Burroughs vino porque lo iban a arrestar en Louisiana por posesión de heroína. Edward James, que nació en el seno de la nobleza inglesa y su vida era una aburrición total, dejó a los surrealistas reunidos en Montparnasse, en un café, pues invocaban esas situaciones raras con descreimiento porque no eran cosas que realmente percibieran, ni mucho menos observaban o sentían. Pero de repente viene a México y se da cuenta que nada más tiene que asomar la cabeza para experimentar todas en un salto”, dice el también autor de Elenísima: ingenio y figura de Elena Poniatowska. Experto en literatura mexicana, Schuessler defiende que, antes de ser tierra exportadora de migrantes, México ha sido por muchos años el albergue de muchos extranjeros. Basta recordar a los exiliados de la Guerra Civil española o de la dictadura argentina o chilena. De ahí que ante una vasta gama de pintores, escritores, músicos y artistas del exilio cultural, la tarea de Michael K. Schuessler de seleccionar solo cinco personajes no fuera fácil. De la mano de su maestro, Miguel Capistrán, eligió a los primeros cien. “Tuve el honor de ser alumno de Miguel Capistrán, que fue un gran cronista de la Ciudad de México, y una de las últimas cosas que hicimos juntos fue recopilar una lista de casi cien extranjeros que habían vivido en México con la idea de hacer un tipo de libro enciclopédico, pero cuando me contactaron de la editorial me dijeron que tenían que ser cinco. A éstos los elegí porque con mis investigaciones, con mis lecturas, sentí que ya casi los conocía aunque nunca los hubiera visto en persona”. Bajo la tutela de Capistrán, el autor también recrea el México de los años cincuenta, cuando el Cabaret Leda era el epicentro del show burlesque o en el que el edificio del Hotel Continental aún se imponía en una esquina de Paseo de la Reforma antes de que fuera demolido tras el terremoto de 1985. “El libro trata una época que no me tocó vivir, pero que recreo con las enseñanzas que me dejaron los paseos con el maestro Capistrán. Creo que muchas veces tenemos esa visión romántica de que todo pasado fue mejor. De modo que es un libro con un poco de saudade, como refieren los portugueses, de nostalgia. Una recreación de un México que se nos fue”. L


sábado 31 de enero de 2015 b09

LABERINTO

en librerías La muerte baja en el ascensor

Cuentos populares mexicanos

María Angélica Bosco Fondo de Cultura Económica Argentina, 2013 154 pp.

Fabio Morábito (comp.) Fondo de Cultura Económica México, 2014 595 pp.

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l cadáver de una joven mujer tendido en un elevador es el detonador clásico de un thriller policiaco. Lo que viene después supera los convencionalismos del género: un minucioso retrato de la alta sociedad bonaerense, la misma que se tapaba la nariz ante el nombre de Juan Domingo Perón mientras mantenía las ventanas de sus casas herméticamente cerradas. Por si fuera poco, María Angélica Bosco (1909-2006) es dueña de una prosa inmejorable que captura muy bien los registros orales de clase. A la hora en que a un cadáver se suma otro y otro... consigue transformar un indicio en un nuevo misterio.

El único y su propiedad

E

l poeta y novelista Fabio Morábito no solo recopila sino que reescribe un amplio conjunto de relatos ancestrales incluidos en libros de diversas épocas y ediciones, lo que evidencia una ardua investigación bibliográfica y además una lectura atenta de dichas versiones luego de la traducción de su lengua original. La revisión de estos cuentos creados originalmente en otomí, en zoque, en purépecha o en náhuatl convive con las espléndidas ilustraciones de Abraham Balcázar, Israel Barrón, Manuel Monroy, Isidro R. Esquivel, Santiago Solís y Fabricio Vanden Broeck.

recursor del pensamiento nietzscheano, solitario, casi anónimo, Max Stirner publicó esta obra en 1845 luego de abandonar su empleo como profesor. El único y su propiedad alentó la condena de sus contemporáneos, lo mismo de filósofos como Marx y Feuerbach que de las autoridades judiciales y eclesiásticas. La razón salta a la vista: llamó a la demolición del Estado y el orden social, a declarar la inutilidad de Dios, y a cultivar el más rebelde espíritu egoísta. No cree más que en el Yo, sin desvaríos gregarios. Fue el surtidor de donde manó el verdadero anarquismo, el de Bakunin, no el de los analfabetos.

Para cada tiempo hay un libro

lustrado con fotografías del mexicano Álvaro Alejandro que, dicho sea de paso, nunca se conectan con el espíritu de los doce textos del ensayista argentino, porque el discurso de las láminas no solo es disperso sino francamente acartonado, este libro es una especie de viaje por las aficiones electivas del también autor de Una historia de la lectura: aquí Manguel vuelve sobre el asunto, no de escritores ni obras precisamente, sino de la emoción, la experiencia de abrir un tomo y sumergirnos lenta, apaciblemente, hasta perdernos en sus letras.

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poyado en las más recientes investigaciones biológicas, antropológicas, sociológicas y de algunas otras materias, el autor ofrece su interpretación acerca del triunfo del Homo sapiens. Si en la lectura del libro, subtitulado Breve historia de la humanidad, las provocadoras opiniones pueden sonar tajantes, en entrevistas Yuval Noah Harare ha aclarado que se trata solo de un punto de vista y que el lector bien puede estar en desacuerdo. Por ejemplo, hace suya la teoría de otro colega que considera que el descubrimiento de la agricultura es “el mayor fraude de la historia”.

Francotirador Chris Kyle Harper Collins Español Estados Unidos, 2014 454 pp.

S

eguramente en la serie sobre el tema de History Channel se le dedicó un programa a Chris Kyle, “el francotirador más letal de Estados Unidos”. Por desgracia, este héroe que sobrevivió a la guerra de Irak murió relativamente joven asesinado por un ex marine que también sirvió en Medio Oriente, por razones que no se han aclarado. Su autobiografía ha sido un éxito de ventas y fue llevada a la pantalla por Clint Eastwood. Antes que la “lean” en una sala de cine, bien pueden hacerlo en papel. La edición incluye unas conmovedoras páginas de la esposa de Kyle y el guionista.

Sensus. El universo en sus ojos

Mi abuelo el luchador

Jorge Grajales/ BEF Nacional Monte de Piedad México, 2015 s/p

Antonio Ramos Revillas El naranjo/ Conaculta México, 2013 s/p

S

e trata del primer cómic en braille publicado en México, el punto de arranque de una trilogía. Los textos son de Jorge Grajales y las ilustraciones de BEF. Sale con un propósito altruista: el saldo de las ventas se destinará a la compra de anteojos para niños de escasos recursos del Estado de México a través de la Fundación Ver bien para aprender mejor. El argumento entrega a un astronauta que impacta su nave en un oscuro y lejano planeta. Está confundido y avanza a ciegas por un paisaje inerte, nada más que desfiladeros. El cómic sigue abriendo nuevas rutas de encuentro.

ESPECIAL

Yuval Noah Harare Debate México, 2014 496 pp.

Alberto Manguel Sexto piso España, 2014 90 pp.

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AMBOS MUNDOS

De animales a dioses

Max Stirner Sexto piso España, 2014 452 pp.

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La longitud de la mentira

E

sta es la historia de un abuelo que peleó incansablemente contra un sinfín de monstruos. Siempre ganó, aunque muchas veces salió raspado, adolorido y magullado de esos entuertos en cuadriláteros reales (y ocasionalmente imaginarios). La metáfora resulta eficaz si la aplicamos a todos los abuelos. Ingeniosa y más que profusamente ilustrado por la pintora Rosana Mesa Zamudio, este título es un buen material para los primeros lectores, aquellos que juegan en la vida como los gladiadores defienden sus máscaras o sus cabelleras.

Javier Cercas

Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa–círculo de lectores

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cabo de leer El impostor, de Javier Cercas, sobre ese pintoresco español que realizó una de las más laboriosas tareas imaginables: la de inventar una mentira monumental y sostenerla durante décadas, debatirla en foros y estrados y, como si fuera poco, medrar con ella parte de su vida hasta hacer una verdadera suplantación de la realidad, siendo para él un trabajo de tiempo completo, ejercido con las armas con que suele contar este tipo de personas: una extraordinaria labia, un carisma potente, una capacidad tan desmedida y sobrehumana para engañar, seducir, capturar y manipular a los demás, algo que solo puede ser posible en personas extremadamente vanidosas y egocéntricas, pero en quienes la vanidad y el egocentrismo están, por supuesto, ocultos bajo una máscara de bondad o altruismo o búsqueda de la dignidad, como en el caso de Enric Marco, el personaje de Cercas. Las reflexiones de Cercas sobre Marco, que convenció a todo el mundo de ser un sobreviviente del Holocausto, lo llevan a concluir que “las grandes mentiras se amasan con pequeñas verdades”, y todo el tiempo Cercas se pregunta, al igual que el lector, si el propósito de su libro es clavarle la última banderilla e incluso arrancar y ofrecer su oreja al público, o si más bien se trata de salvarlo definiéndolo como un hombre del montón, una metáfora de la España de la postguerra en la que la gran mayoría de españoles, y ya no digamos los que perdieron y

tuvieron que quedarse, debió reconstruir casi desde cero la narrativa de su vida. La relación de la mentira y la suplantación con la literatura ha sido ya muy teorizada, pero lo que sigue siendo fascinante es ese mecanismo que lleva a la gente a decir mentiras ya no en la página o pantalla sino en su propia vida. Recuerdo que yo mismo, por ser un niño de clase media en un colegio privado en el que todos eran ricos, decidí nivelarme inventando que mis papás eran los dueños de un restaurante muy elegante, y asimismo, durante toda mi adolescencia mentí sobre mi edad para hacerme más grande, hasta que fui desenmascarado por mi hermano, que no le veía a la cosa ninguna gravedad pero yo casi salto a las ruedas de un bus que pasaba. Fue uno de los peores momentos de mi vida. También, a lo largo de la vida, he sido amigo de grandes mentirosos que, como Marco, no le hacían daño a nadie con sus mentiras, pero que tampoco eran inocentes, pues les servían para trepar en sus trabajos o, en el caso de un colega, para vender más libros y construirse una biografía de héroe latinoamericano a la medida de los estereotipos europeos. La mentira ha salvado a muchos y a otros nos ha dado un clavo de dónde agarrarnos, pero da vértigo ver cómo Enric Marco, cuya mentira es como el Rolls Royce de las mentiras, logró mantenerse tanto y llegar tan alto, y sobre todo produce horror su caída, cuando incurre en la hybris o desmesura que, según Aristóteles, llega cuando el héroe se siente que vuela confiado sobre todos los demás. L


10 b sábado 31 de enero de 2015

MILENIO

cine ESPECIAL

Teniendo 54 historias relacionadas con el Caso Avena, ¿por qué la de César Fierro? Abordar todos los casos hubiera restado profundidad. Además, la historia de César Fierro impacta no solo porque existen pruebas que me hacen pensar en su inocencia, sino también porque ha vivido varias ejecuciones postergadas. Inocente o no, lleva treinta y tantos años esperando la muerte aislado en un cajón de concreto. Aquí la pregunta es: ¿nos hace mejor sociedad aplicar este tipo de sanción? El sistema de justicia texano es implacable porque ni el presidente puede hacer algo. Cuando la Corte analiza que la Corte Internacional de Justicia ordena a Estados Unidos revisar los casos de los prisioneros Avena, concluye que ni siquiera el presidente posee la facultad de intervenir en las decisiones de Texas. Lo más interesante de todo es que la Corte Internacional no pide que liberen a Fierro, solo que revisen el proceso a partir de una confesión llena de mentiras. ¿Cómo llevó a cabo la investigación? Los gringos tienen bibliotecas increíbles y si tienes la suerte de hacerte amigo del bibliotecario te ayuda en todo. En la Universidad de Temple logramos rastrear la transcripción del juicio y varios documentos. Después fui a El Paso a buscar evidencia pública. En algún momento di con una transcripción de una investigación privada. Con esos materiales me fui con el fotógrafo y un sonidista a Ciudad Juárez para localizar a los testigos.

César Fierro

Santiago Esteinou

“Mi empatía influye, la objetividad no existe” Los años de Fierro aborda el caso de un mexicano sentenciado a pena de muerte en Texas desde hace más de treinta años y aun en espera de la fecha de ejecución ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

E

n marzo de 2004, la Corte Internacional de Justicia dictaminó que Estados Unidos había violado obligaciones adquiridas bajo la Convención de Viena al no permitir la asistencia consular a presos mexicanos arrestados en Estados Unidos. El hecho, conocido como Caso Avena, motivó a Santiago Esteinou para filmar un

documental. En el camino se encontró con César Fierro, un mexicano sentenciado a la pena de muerte por el presunto asesinato de un taxista, que lleva más de treinta años esperando la fecha de ejecución, aun cuando en su proceso judicial existen elementos para suponer su inocencia. El resultado de la investigación es el filme Los años de Fierro, ganador de reconocimientos en los festivales de la Memoria, el Internacional de Santiago y DOCSDF, en su edición 2014.

Usted tiene estudios de psicología. ¿La personalidad y la psique de César Fierro representaron un enigma? Creo que le caigo bien y en ese sentido nuestra relación ha sido cordial. Es complicado tratar con una persona como él. ¿Qué le dices? A veces me envía cartas terribles. Hace poco lo mandaron a una celda al lado del preso que van a matar. Le tocó oír los gritos, los ataques de pánico. Ante eso, ¿qué puedes decir que no sea estúpido? Tiene dos amigas, una en Inglaterra y otra en Alemania; ambas son su sustento emocional. ¿Hasta qué punto su empatía con César Fierro influye en la dirección ideológica del documental? Sé que mi empatía influye, la objetividad no existe. Pero más allá de esto, los documentos no mienten. En este caso en particular, no hay lógica que concluya que César Fierro tomó una pistola y mató a un taxista. A veces creo que para el documentalista es más válido tomar una postura que intentar ser frío. Finalmente, de lo que se trata es de no falsificar la información. ¿Cabe la posibilidad de que su película tenga incidencia en el proceso? No creo. Sus abogados han visto la película pero las autoridades de Texas son durísimas. El año pasado, cuando ejecutaron a Tamayo, casi todas las representaciones diplomáticas europeas y miembros del gobierno federal estadunidense pidieron que revisaran el caso, y, aun con toda la presión mediática, no cedieron. No sé si una película pueda cambiar las cosas. Me encantaría pero no me hago ilusiones. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Un director en apuros Fernando Zamora @fernandovzamora

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sto es Brian De Palma: un director en apuros. Son tantos sus problemas como los de su encantadora protagonista, una de esas bellezas raras que trabajan en las agencias de publicidad. Una en Berlín en este caso. Raro que todos hablen inglés. Hubo un tiempo en que De Palma era uno de esos directores de cine que los esnobs llaman “autor de culto”. Sus problemas comenzaron cuando se hizo de la fama de que sus obras no recuperaban la inversión original. En el caso de Passion, los distribuidores de Estados Unidos la mandaron directo al DVD hace ya tres años. En México nuestros distribuidores (mucho menos elegantes) tratan de engañar al respetable inventándose que la película se estrenó comercialmente en 2015. Y puede que tengan razón, pero solo en México se estrenó. A veces es triste vivir en un país en que ni los distribuidores respetan al público que les da de comer. Hace poco, en una comida un amigo me preguntó si había visto la última película de Brian de Palma. “No tenía ni idea de que hubiese vuelto a dirigir”, le contesté, y tenía razón. Brian De Palma no había vuelto a dirigir desde hace tres años cuando Passion

se convirtió en uno de los fracasos comerciales más grandes de 2012. En fin, que “la última película de Brian De Palma” es tal solo en México, donde los dueños de los derechos la han traído para conseguir, de lo perdido, lo que aparezca. Con todo y todo, creo que Passion es una buena película, pero los fanáticos de De Palma tienen razones para sentirse poco más que defraudados, entre otras cosas porque la historia es un remake. ¿Qué necesidad tenía el autor de Scarface de hacer remakes? El capitalismo es cruel. Passion es una buena película entre otras cosas porque toca los temas recurrentes en las mejores películas de De Palma: el ejecutivo en apuros, el mundo del glamour que esconde tras bambalinas dos o tres cadáveres y un infierno. De Palma sigue siendo el mismo aunque con una cuenta de cheques agotada. Las actuaciones son excelentes y la trama… Lástima que el título en español implique semejante desatino porque, la verdad, si uno se relaja verá que este Asesinato perfecto se puede disfrutar. Tal vez la razón por la que la crítica y los distribuidores en Estados Unidos han odiado tanto la película estriba en el hecho de que ha sido dirigida por un monstruo de la historia del cine. No es que Passion sea demasiado mala pero si se compara con la filmografía de De Palma uno se pregunta: “¿qué fumó?”

Passion (Pasión, un asesinato perfecto). Dirección: Brian De Palma. Guión: Brian De Palma, Natalie Carter y Alain Corneau basados en la película Crime d’amour. Fotografía: José Luis Alcaine. Música: Pino Donaggio. Con Rachel McAdams, Noomi Rapace, Karoline Herfurth y Paul Anderson. Alemania, Francia, 2012.

Hay que verla, sin embargo. Verla sin prejuicios, en el caso de los cinéfilos recalcitrantes, y verla con una enorme bolsa de palomitas en el caso de aquel que no tenga ni idea de quién es Brian De Palma, que será quien, sospecho, va a gozar más de esta historia barroca, banal y entretenida. Está bien actuada y bien escrita, pero el mundo del cine es extraño y cruel. A menudo la sombra del pasado es más grave en los hombros de un director como De Palma que de todos los esnobs y críticos del mundo. L


sábado 31 de enero de 2015 b 11

LABERINTO

escenarios CORTESÍA PRODUCCIÓN

Balance crítico de la CNT MERDE! Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

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La obra de Hugo Alfredo Hinojosa se presenta los jueves a las 20:30 en el Teatro Helénico

Nada más que un desecho El laberinto de un hombre solo arroja a un anciano en brazos de la muerte por encargo, la más desolada manera de tentar al destino TEATRO Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

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l laberinto de un hombre solo, de Hugo Alfredo Hinojosa, obra originalmente titulada Calypso, encierra virtudes poéticas sobre una realidad desgarradora: la anodina existencia de un anciano que en el intento de transformar su realidad se propone llevar a cabo un trabajo criminal. La puesta en escena del texto —ganador del certamen de dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo 2009— revela un trabajo escénico inconcluso que llega a su estreno sin el estudio a cabalidad de la obra, cuya lectura revela un universo ignorado. El autor tijuanense entrega en esta ocasión una pieza compleja y poderosa, que desentraña parte del amasijo de terribles contradicciones por las que se transita durante la vejez. El pasado desarrolló una forma de escribir textos dramáticos desplegada al máximo por Eugene O’Neill, cuyas acotaciones extensas, bellas, poéticas y precisas, casi requerían el espacio de otro volumen; en México, Luisa Josefina Hernández lo ha hecho con las mismas virtudes. Hinojosa hace lo contrario y se apega a la dramaturgia de hoy, que acostumbra plasmar diálogos sin acotaciones ni señalamiento alguno que guíe al director por el camino a seguir, lo que transforma al texto en un arma de doble filo para el director de escena; muchos toman el riesgo y no todos trascienden. Hinojosa acató la lección de Vicente Leñero cuando sentenciaba: “No dirijas la escena desde tu texto. Solo escribe. Cuenta una historia”. Los parlamentos de Calypso se refieren a hechos que sabemos ocurren a los personajes porque sus palabras denotan una reacción sin que haya una acotación en la que, por ejemplo, se pueda leer previamente: “El hijo malagradecido le pega a su padre”. El dramaturgo despliega la fatalidad de un anciano que, hastiado de su vida, decide ser sicario. Pero como le ocurre a Calypso en la mitología griega,

el destino, y en el caso de la obra, la cercanía con la esencia humana, inciden en la decisión del viejo que augura un desenlace funesto. La obra ubica al personaje en su abandono, frente a la indiferencia y la distancia de sus dos hijos, en un intercambio de dinero por afecto con una prostituta, al centro de una fuerte exigencia por parte de su “jefe y el cobrador” que el viejo no alcanza a comprender, y en el casual encuentro con otro anciano cuya conversación saca a flote la cruda realidad que ambos enfrentan, como si se tratara de desechos en el mar. Como autor que trabaja por lo general cerca del proceso de puesta en escena, atento a las necesidades que ésta exige, Hinojosa accedió —supongo— a que algunas escenas tuvieran otro orden, lo que da un resultado muy distinto al planteado en su texto, que es sólido, redondo, filosófico. Da la impresión de que Claudia Ríos le dio una lectura veloz al texto y se enfocó mayormente en la sordidez de la anécdota, con lo que cumplió el objetivo que sugiere la obra, pero dejó de lado el fino y complejo entramado que contiene. Actores de reconocida y amplia trayectoria como Aarón Hernán, Eugenio Cobo y Óscar Yoldi —cuyo trabajo es necesario apoyar con la disminución del volumen de audio para que pueda escucharse su voz—, generan momentos brillantes a través de sus respectivos personajes, todos hombres viejos: uno en el desaliento, otro en la evasión y uno más en una realidad a su medida. La iluminación y la escenografía son diseños de Matías Gorlero, quien resolvió el espacio con elementos como una cama, mesa y sillas metálicas, un viejo televisor y un sillón, la proyección de diversas fotografías de exteriores, texturas como la de un viejo tapiz de pared de hotel, al igual que fotos familiares, que apoyan los cambios de escena y ubican bien al espectador en esa especie de submundo. Sin embargo, se hace más necesario un trabajo actoral a fondo, generador de la atmósfera necesaria que deje el rastro de los personajes. L

e la Compañía Nacional de Teatro hemos visto 20 de los 47 montajes que llevan desde que Luis de Tavira dirige la institución (2008). La calidad está por encima de lo que podríamos considerar creaciones fallidas. Sobresalen los directores de las obras por encima de los dramaturgos. Al elenco de actores y actrices es imposible atribuirles malas actuaciones. La CNT es sobria, seria, trabajadora. Lo que el Estado invierte en presupuesto, la compañía lo regresa con profesionalismo. No debe ser menos. La CNT es el espejo del teatro nacional. Con todo, se hace necesario un balance, con los números y los nombres de sus creadores. Uno pediría, por ejemplo, la diversificación de la CNT a fin de extender sus propuestas escénicas a generaciones —antiguas y actuales—, más allá de una cofradía que supuestamente hace el mejor teatro de México. Pienso en nombres reconocidos, directores como Germán Castillo, Claudio Valdés Kuri, Marco Petrix, o generaciones nuevas de ya prestigiados como David Hevia, David Gaitán o José Alberto Gallardo. Hay más. Dramaturgos de la talla de Sabina Berman, el recién fallecido Vicente Leñero o Martín Zapata y Hugo Salcedo, de solvencia absoluta. Hasta hoy no los han invitado. Uno no entiende, por ejemplo, que repitan hasta dos montajes de la CNT para dramaturgos como Bárbara Colio. O Juan Villoro, con apenas tres obras teatrales en su historia, contra un hombre de teatro, toral, como Óscar Liera, que este año cumple 25 de fallecido, o un dramaturgo impar, como David Olguín. Nada contra Colio o Villoro, aclaro: balance es balance. Felicitamos la incorporación de Alberto Villarreal y Richard Viqueira como directores invitados

sin importar sus resultados estéticos. Lamentamos la ausencia del experimentado Jorge A. Vargas. O invitar a directores reconocidos internacionalmente como Daniel Veronese contra, por ejemplo, Juan Antonio Hormigón. No es fácil el equilibrio en el arte del teatro pero es bueno procurarlo. Es loable que la CNT tenga su colección de Cuadernos de Repertorio a cargo de Alegría Martínez: dieciséis títulos que dan cuenta de montajes, con el libreto de la obra y entrevista a creativos. Pero insisto: falta el tono crítico en el mejor sentido del término. ¿Cómo mejorar la labor de una institución que ofrece lo mejor del teatro? No debe ser fácil dirigir una CNT en la que todos quieren estar. Luis de Tavira es un intachable director, pero dirigir a la gran familia teatral, la CNT, requiere liderazgo y rigor profesional más allá de toda reticencia contra algunos de los colegas del teatro. Ese equilibrio es lo que hace grande a las personas. Nuestros montajes preferidos son los del propio Luis de Tavira, especialmente El círculo de cal, de Brecht. Seguiría Innana, de un antiguo libro sumerio, inédito, dirigido por Lorena Maza, y finalmente Ilusiones, del ruso Ivan Viripaiev, escenificado por Mauricio García Lozano. Lo que menos nos ha gustado: Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente, de Wajdi Mouawad, en puesta escénica de Rolf y Heidi Habderhalden; El día más violento, de Bárbara Colio, en dirección de Mauricio Jiménez, y Carnada, de Bárbara Colio bajo la mano de Richard Viqueira. (Dicen que nos perdimos los montajes de José Caballero a la obra de Luisa Josefina Hernández. Debe ser.) En el arte no se gasta: se invierte. No estaría mal conocer los presupuestos de la CNT para sus montajes: una deuda en estos tiempos modernos. L CONACULTA

Escena de El círculo de cal


12 b sábado 31 de enero de 2015

MILENIO

varia SOPHIE CALLE

ESPECIAL

El filósofo Michel Foucault

Último momento de ¿Se está Benjamin y Foucault repitiendo Sophie Calle? ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

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emos vivido una época teórica que se define por su fascinación por Walter Benjamin y Michel Foucault, los dos pensadores más influyentes (y citados) de este periodo. ¿Qué significa su prestigio? Su semejanza no es obvia. Benjamin murió sin mucho reconocimiento público (murió arrastrando sus escritos en una frontera de la Segunda Guerra Mundial) mientras que Foucault gozó de un estrellato solo superado por Derrida (y hoy Žiẑek). Benjamin escribió una disertación más bien fallida (que hoy es un clásico); Foucault, en cambio, fue una estrella académica. Benjamin escribió ensayos sueltos, esotéricos, caóticos, fulminantes, personales o periodísticos; Foucault más bien preparó volúmenes densos, “impersonales”, arqueológicos, historiográficos. Las semejanzas, empero, son finalmente evidentes: ambos buscaron explicar la particularidad de nuestra época. Fueron filósofos que no quieren ya serlo. Son “teoría”. En Benjamin, Dios está a la sombra, flotando a modo de espectral Mesías golpeado por la Historia; en Foucault, Dios está ausente, aunque la figura del loco lo clama muy disimuladamente. Su popularidad se debe a que buscan explicar una época que posee ciencias duras pero no suficientes saberes acerca del hombre, ese naufragio. Ambos pensadores, por otra parte, alimentan muy bien las necesidades del nuevo experto post-filosófico dominante: el académico, que puede usarlos debido a su amplitud de temáticas y la ausencia de soluciones fijas.

GUÍA VISUAL Son pensadores sin certezas pétreas. Son hombres de las tentativas. Son palabras que pueden dialogar con Estados Unidos. Y los dos (secretamente) satisfacen la nostalgia del arte prosístico. No hay mayor artista del ensayo que Benjamin. Solo Borges lo supera. Pero Borges buscó el estilo, mientras que Benjamin aún buscó la verdad. Y Foucault deseó establecer el orden de lo sucedido, la explicación macrotemporal, el largo proceso de cada evento, mediante una serie de figuras que destilan gusto estético sin tener que declararlo. La popularidad de ambos tiene mucho qué ver con su carácter de artistas. Su contemporaneidad es indiscutible —dedicaron su obra a lo actual— y, a la vez, ambos son figuras retro, que recuerdan la elegancia del varón dedicado a la reflexión suficientemente distante de lo efímero del siglo XX. Son una crisis convencida de resolverse en un archivo. Son personajes que atraviesan la cuerda floja meditando. La popularidad de Benjamin y Foucault no solo se debe a su apabullante inteligencia sino a que son seres del umbral: ultramodernos y, a la vez, protagonistas de una próxima despedida, aquella del hombre buscando bellamente la verdad. Cuando Benjamin y Foucault sean sustituidos sabremos que un ideal se ha ido. Sabremos (quizá) que se ha ido el escultórico anhelo de la belleza abrazada a la verdad. La prosa (aún) desea permanecer. Los medios le otorgarán desaparecer. L

Magali Tercero

un par de veces al Tamayo y aún no termino de leer todo el material. En el transcurso de mis visitas he pasado por momentos de tedio, on siete años de retraso pero intacta en su curiosidad e incluso ira. La primera vez estuve significado, llegó a la Ciudad de México, diez minutos en la sala y pensé que esta artista desde octubre hasta marzo, Cuídese que siempre me vuelca a la reflexión y me mucho, la exposición de Sophie Calle. La frase emociona, estaba repitiéndose. Me fui, pues, es la última de una carta de ruptura pero sobre a ver otra exposición, la antológica de Pablo todo de desamor, que de un amante suyo habría Vargas Lugo. Pero algo me hizo volver a la sala recibido Calle, la gran maga conceptual de la donde estaban Sophie Calle y las 107 mujeres ficción construida desde un falso yo, eso creo, en que en una especie de coro realizaron una la instalación, la fotografía y el arte conceptual. obra colectiva bajo la batuta de Calle. Tomé Calle se considera una escritora y ante su obra fotografías de textos y videos y de ellas extraigo podemos preguntar legítimamente: ¿es el suyo este comentario, el más interesante para Calle un nuevo tipo de escritura? (para mí también) pues lo situó en primer ¿Por qué hablar de un “yo ficticio” en la obra término, de la psicóloga clínica y criminalista de una artista fascinante? Porque lo que menos Michele Agrapart: “Esta carta, si es auténtica, importa, aunque la duda se produzca con cada está escrita por un manipulador, un seductor, nuevo trabajo suyo, es “la verdad” de sus historias, cuyas relaciones con otros están basadas compañeras permanentes de sus imágenes. en la dominación y en la ascendencia. Esta Quizá no son “reales” en el sentido estricto pero ascendencia no es agresiva, es suave y sutil, sí suscitan emociones reales en nosotros. Cómo [proviene de un] conversador que tiene poder, desatan la imaginación e impulsan a otros a crear y es altamente efectivo, porque se las arregla alrededor de su constante juego entre ficción y para exonerarse a sí mismo de cualquier realidad, la “verdira” de la que oí hablar alguna acto que pueda ser percibido como negativo, vez. María Turner, el gran personaje de Leviatán, para hacer sentir culpable al interlocutor y la novela de Paul Auster, no es otra que Sophie posicionarse a sí mismo como una víctima […]. Calle, quien tuvo que insistir e insistir, puesto que Es psicológicamente peligroso”. ya era un personaje de Auster, para que el novelista le prescribiera algunas tareas a ejecutar en la vida ¿MANIPULACIÓN ES VIOLENCIA? real. No muy conforme, “pero sé cómo insistir” Las dos veces que recorrí la muestra hubo dijo la artista, Auster le dio cuatro páginas con siempre mujeres jóvenes sentadas en el suelo instrucciones. De ahí surgió el libro Double Game, frente al panel de videos, mujeres de todas las sobre la Sophie Calle ficticia y la Sophie Calle real. edades leyendo la interpretación de una lectora ¿Llegaremos a conocer la vida real de la francesa? del tarot, viendo la danza de una joven hindú, Seguramente no, pero qué riqueza hay en imaginar etcétera. El rechazo a la carta era general. Es su vida paralela a su obra, en comprobar que el arte quizás el signo de una sociedad femenina ya no representa la realidad sino el hecho de que la solidaria, de clase media alta que se ha realidad es una construcción. “empoderado” (horrible palabra). Pero Cuídese mucho no solo trata de asuntos de género. De LAURIE ANDERSON hecho, me faltó la presencia masculina en este En Cuídese mucho, expuesta en el Museo Tamayo, ambicioso trabajo expuesto en una veintena Calle no escribe. Se limita a contar que recibió de países desde que se presentó en la 52 Bienal una carta de un amante anónimo, avisándole de Venecia. ¿Qué habrían pensado algunos que la dejaba. La frase final, el ahora famoso profesionistas de la clase ilustrada? El otro día “cuídese mucho”, la habría hecho enviar la carta a escuché a una mujer calificar de dependientes 107 mujeres profesionistas. Cantantes, actrices, a su hija y a su marido. La observé durante una payasa profesional, una agente del Servicio varios días: es ella quien crea esa dependencia. Secreto y muchas otras representaron la carta o La manipulación del otro siempre es violencia, bien la interpretaron. Dan cuenta 107 fotografías una falta de respeto porque significa arrogarse donde cada una lee el mensaje letal, 107 videos el derecho a jugar con las emociones ajenas. donde cada una representa el contenido Por último diré que, como siempre, la obra —Laurie Anderson hace una pieza excepcional—, de Sophie Calle dice más sobre nosotros los e innumerables cartas donde ellas, no todas, dan espectadores que sobre ella y su vida privada. consejos a la abandonada Sophie Calle. Yo he ido No, Sophie Calle no se está repitiendo. L @magalitercero

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