Laberinto 608 (07/02/15)

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Laberinto

Ángela García Poesía página 3 Armando González Torres Thomas Merton página 3 Gerardo Ochoa Sandy La nueva novela de Enrique Serna página 8 Hugo Roca Joglar Sobre Ryan Adams página 11

N.o 608

sábado 7 de febrero de 2015

Octavio Paz en sus laberintos

Víctor Manuel Mendiola Páginas 4 y 5 DENIS ROUVRE

La anticipación política de Michel Houellebecq José Abdón Flores Páginas 6 y 7

MILENIO


02 b sábado 7 de febrero de 2015

MILENIO

antesala DE CULTO

Roberto Pliego b robertopliego61@gmail.com ESPECIAL

Libros gordos

Robert Byron

El último habitante de Bizancio

TOSCANADAS ESPECIAL

David Toscana dtoscana@gmail.com

C

ualquiera sabe distinguir entre una novela corta y una larga, aunque nadie sepa decir dónde está la frontera entre las dos. La cantidad de páginas no siempre es un buen indicio, pues hay ediciones de letra pequeña y tupida, así como otras que agrandan la tipografía, aumentan la distancia entre líneas y reducen los márgenes para dar la fantasía de mayor contenido y así poder cobrar más caro el libro. Soy un lector lento, entonces miro con recelo las novelas extensas. A veces leo diez páginas con cronómetro, calculo el tiempo promedio por página y lo multiplico por el total para saber cuánto tiempo voy a invertir en la lectura. El resultado es una mera escala de magnitud, pero no una buena aproximación, pues si la lectura me interesa me ocuparé también en subrayar, reflexionar, hacer apuntes y releer algunos fragmentos. Tengo un audiolibro en inglés de Los hermanos Karamazov. El tiempo total de lectura es de treinta horas con treintaiocho minutos. Otro también en inglés de la Biblia del rey Jacobo. Ahí la duración es de casi setenta y dos horas. Son libros largos, pero nótese que el clásico de Dostoievski reclama mucho menos tiempo que una telenovela, va sin comerciales y se deja leer a la hora y en el lugar que uno prefiera. Por su parte, la Biblia puede leerse en lo que duran doscientos veinte rosarios, y quizás Dios lo agradezca mejor que la repetición de letanías. El joven puede despilfarrar el tiempo como el rico hace con el dinero; pero entre más edad se tiene más se vuelve uno tacaño con los minutos y las horas y los días. En mis años mozos me entusiasmaba cuando el locutor

de radio decía que pondría al aire la versión completa de “In–a–gadda–da–vida” y más de la mitad del placer de escucharla estaba precisamente en que me haría perder diecisiete minutos sin pena ni gloria. Hoy me parece un dispendio. Hoy miro con cada vez más recelo los libros gordos. Casi todas las novelas extensas contemporáneas que han caído recientemente en mis manos las abandono luego de cincuenta o cien páginas, pues para atrapar al lector los autores no confían en la prosa o los personajes o las sorpresas estéticas o la inteligencia o la variación de juegos o la sutil filosofía o una extraña mayéutica, sino simple y llanamente en el argumento. Como no soy lector de tramas sino de literatura, termino por aburrirme cuando la novedad de las primeras páginas se vuelve repetición. En cambio Don Quijote tiene poco argumento. No es sino una sucesión de aventuras, pero cada una es un juego nuevo y fascinante. Tal como algunas piezas clásicas duran más de diecisiete minutos, pero no se basan en el mismo sonsonete, salvo en casos como el insufrible Bolero de Ravel o La cabalgata de las valquirias. Vargas Llosa suele decir que las grandes novelas son novelas grandes. Y entonces puedo responder con la obviedad de que Pedro Páramo o El extranjero o La metamorfosis o La risa roja o El viejo y el mar y tantas otras son también maravillosas. Pero el Nobel peruano tiene razón, pues cuando la prosa se sostiene fuerte y sana durante cientos y cientos de páginas, queda la sensación de haber experimentado algo sublime, de haber vivido intensamente. Entonces yo haría una contracorriente de la consigna popular sobre la brevedad, para decir que, en casos de novela: “si lo bueno es extenso, dos veces bueno”. L

D

e entre la orgullosa legión de viajeros ingleses del siglo XX, ninguno fue más apto para diagnosticar la moral de una civilización como Robert Byron. Tuvo palabras de repudio para la Rusia de Stalin, la Alemania de Hitler y el colonialismo británico, y testimonios de admiración por el Imperio Bizantino y sus realidades arquitectónicas. Nacido en 1905 bajo el techo de una familia burguesa, fue un hombre educado en Eton y en el Merton College de la Universidad de Oxford. Fue también un lector adicto a Homero y a la travesía iniciática de los argonautas. No es de extrañar que modelara su vida como si se hubiera tratado de una obra de arte. Esta pretensión se encuentra en el origen de sus actos que de modo casi natural inspiraron sus libros. Había cumplido 21 años cuando publicó Europa en el parabrisas (disponible en español en la editorial Confluencias de Almería), el relato de su paso por Italia y Grecia a bordo de un automóvil en compañía de dos amigos. Pero no vaya a creerse que la juventud era la alcahueta de la ingenuidad. Byron tuvo ojos para las primeras bravuconadas del fascismo y para las revueltas griegas tras la guerra territorial contra los turcos. Ya desde entonces mostraba su desconcierto frente a los símbolos culturales y sociales que contenían al mismo tiempo la fertilidad y la destrucción. Ya sugerí que en Robert Byron podemos reconocer a un esteta. Su concepto de la felicidad obedecía sobre todo a exigencias plásticas. En The Station (1928) vuelve a Grecia, esta vez a sus atmósferas rurales, en busca de un ideal que ya solo existía en las obras de los poetas y los artistas clásicos. Algo de ese ideal se manifiesta sin embargo en los monasterios ortodoxos del Monte Athos —coronación extática del viaje—, que Byron conservó en una serie irreal de fotografías. Todo en ellas es religiosamente sensual: la dura geometría en contraste con las formas caprichosas de la roca, la sobriedad de las galerías, la blancura doméstica de los patios. A pesar de la durabilidad de Europa en el parabrisas y The Station, Viaje a Oxiana (Península) es El Libro de todos los libros de Robert Byron. Apareció en 1937,

EX LIBRIS

cuando en Europa ya sonaban los tambores de guerra. Persia y Afganistán despuntan como los últimos guardianes del arte bizantino, y son tan irreconocibles para el lector de nuestros días como los fumaderos de opio en un antiguo barrio de Herat. Byron ve con los ojos del amante incondicional y no con los del especialista. Y qué ve: “la belleza lírica y menos mayestática de los alminares”, “las centelleantes colinas plateadas” de Laman, “los rayos cenitales rompiéndose mediante el juego de las superficies vidriadas” de la cúpula de la mezquita de Luft Allah, jardines que ocultan otros jardines sombreados, ciudades que deben su existencia al sueño de un sultán... y gente por doquier, mullahs y comerciantes, bandoleros y médicos... Murió cuatro años más tarde, a bordo de un barco al que alcanzó un torpedo mientras se dirigía a las costas de África Occidental. En el prólogo a la reedición de 1981 de Viaje a Oxiana, Bruce Chatwin lamentaba que en 1968 los hippies lanzaran a los afganos cultos en brazos de los marxistas. Años antes, “podías emprender el viaje a Afganistán con la misma expectación, pongamos por caso, que Delacroix al salir para Argel”, escribió. La Oxiana de Byron es ahora una tierra biliosa y sin espíritus que den sombra. Tiene la consistencia de la Grecia de Homero y la Constantinopla otomana: sabemos que un día estuvo en pie solo porque hubo alguien dispuesto a relatarla. L Venus frígida bEKO

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Minimalismo Hay una cierta armonía en los pequeños o los grandes traslados, ese estado ambulatorio en que transcurre la vida diaria POESÍA

Thomas Merton ESCOLIOS ESPECIAL

Ángela García

L

os pasos van y vuelven, el cuerpo haciendo rondas.

Grandes rondas, grandes y pequeños círculos. Rotación y giros en torno de sí. En torno a otro sol o al propio. En el tiempo total y en sus fracciones, en la vida toda y en el instante. Los pasos en la casa o en la plaza. Pasos que van, pasos que regresan. Grandes y pequeñas rondas. De la silla de trabajo a la silla del bar, de los andamios, a los pabellones. Atrás de la barrera y en la arena. De la cocina al sueño. Cien metros por segundo. Grandes y pequeños círculos. Marchas y maratones. Saltos y caídas, impulsos y vaivén.

ESPECIAL

N

acida en Medellín, Colombia (1957), Ángela García es poeta, periodista cultural y traductora. Cofundadora del Festival Internacional de Poesía de Medellín, pertenece a la Asociación de Escritores del Sur, con sede en Malmo, Suecia, donde colabora promoviendo actividades poéticas. De entre su obra múltiple y vasta, sobresalen Entre leño y llama (1993), Rostro de agua (1997), Farallón constelado (2003), Todo lo que amo nace continuamente (2010) y Retablos de movimiento (2013). Este poema forma parte de Apuntes para el ejecutante (2014), una coedición de La Otra y el Instituto de Cultura del estado de Durango.

Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

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on los años de resaca y contrición de la posguerra, en 1948 un monje publica una autobiografía donde narra su conversión. Paradójicamente, ese libro, La montaña de los siete círculos, se convierte en bestseller mundial y el aspirante a eremita deviene personaje abrumado por la fama. La trayectoria y la obra del centenario poeta y religioso Thomas Merton (31 de enero de 1915-10 de diciembre de 1968) constituyen un paradigma de las oscilaciones y avideces espirituales de un siglo. Nacido en Francia, de padres artistas, la vida de Merton está marcada por diversas pruebas: siendo niño pierde a su madre y, apenas entrando a la adolescencia, al padre. Trashumante entre familias y escuelas, el joven huérfano comienza la búsqueda de sí mismo, estudia en Cambridge y Columbia, conoce la ebriedad y la disipación, se entusiasma temporalmente por el comunismo y descubre, por diversas vías, su vocación religiosa: por la vía estética de Blake o Manley Hopkins, por la vía filosófica de la escolástica y, sobre todo, por las miserias y las revelaciones humildes de lo cotidiano. Tras un primer intento fallido de volverse sacerdote, entra al convento de Getsemaní y es ahí donde lo alcanza su inesperada celebridad. En sus conocidas memorias, Merton, con un logrado tono de autenticidad y espontaneidad, evoca sus andanzas y tribulaciones y sus pequeñas epifanías. Uno puede advertir en esas páginas que el autor, ansioso, enamoradizo

y contradictorio, es un alma turbulenta que encuentra muchas de sus mayores revelaciones en sus tormentas interiores. Merton es un modelo de la apertura y el eclecticismo de los sesenta: combina la vida monacal con la vida activa, publica numerosos libros, es ecologista y un tanto anarquista, simpatiza con los hippies, sugiere la reforma católica, busca impulsar el diálogo interreligioso (con el budismo, el Islam, las religiones indígenas), establece audaces analogías entre la religión, la meditación y el arte, apoya el pacifismo, se entusiasma con Fromm y Marcuse y no duda en expresar posiciones políticas controvertidas o en hacer públicos sus dilemas más íntimos (en 1966, después de casi tres décadas de parcial reclusión, se enamora de una enfermera, pero decide seguir la voz de su misión). Su fama le brinda más flexibilidad, es un asceta viajero y sociable: el 10 de diciembre de 1968, Merton se encuentra en Tailandia, pronuncia una conferencia por la mañana y la sesión de preguntas y respuestas se programa para la tarde. Bromea con sus interlocutores, “ahora desaparezco”, y los conmina a beber una Coca-Cola. Va a su habitación, toma una ducha, descalzo y mojado enciende el ventilador y muere electrocutado. No sé si la obra de Merton pudiera replicar el entusiasmo que generó en la llamada era de Acuario, pero atesora poemas extraordinarios y, sobre todo, muestra las tensas y ejemplares relaciones de un hombre acusadamente espiritual con el material inflamable de la carne y de la historia. L

MILENIO bLABERINTO b http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: SCLaberinto


04 b sábado 7 de febrero de 2015

literatura

Octavio Paz en La biografía de Christopher Domínguez Michael consigna las estaciones íntimas, artísticas e ideológicas en las que se detuvo el poeta mexicano. Puede leerse como la historia de sucesivas transiciones hacia la metamorfosis final

Víctor Manuel Mendiola

A

diferencia de otros textos —frívolos y amigueros— de Christopher Domínguez, Octavio Paz en su siglo (Aguilar, México, 2014) es un ensayo que merece una lectura atenta. El libro de 654 páginas nos propone, con una visión bien articulada, comprender cómo los accidentes de la vida y el desarrollo de la compleja obra del poeta son la expresión del enorme talento del escritor mexicano, pero también de una contradicción entre la moral de las convicciones y la moral de las responsabilidades. Domínguez recorre las estaciones fundamentales de la existencia de Octavio Paz y las instancias de su poderosa acción como poeta del verso, de la prosa y del pensamiento. En una entrega concienzuda y apasionada surgen escenas llenas de sentido y, más que de sentido, de búsqueda y concepto. El biógrafo va de las circunstancias del nacimiento y formación (Octavio Paz Lozano nació, pocos lo saben, en la calle Venecia de la colonia Juárez) a las condiciones excepcionales donde el escritor mexicano ejerce la “jefatura espiritual” de la sociedad mexicana. Domínguez —apoyado en Guillermo Sheridan, Enrico Santí, Anthony Stanton, Jorge Volpi y, sobre todo, al lado de las confesiones del propio poeta, de Elena Garro y la hija Helena Laura— dibuja los personajes primarios de la infancia de Paz: el liberalismo ilustrado del abuelo Ireneo, guardián entrañable y, a la vez, escritor y editor; el zapatismo cultivado y comprometido del jaranero padre alcohólico, Octavio Paz Solórzano, ausente en la vida de la familia; las lecturas poéticas de la tía paterna Amalia —“india feísima que fue la primera traductora de Baudelaire al español” —; y, en contraste, pero no en contradicción, la hermosura y la bonhomía de la madre, Josefina Lozano. Así, crecen y sobresalen las figuras de un entorno conflictivo y fértil.

Asimismo, Domínguez nos permite seguir la turbadora y enmarañada relación amorosa con Elena Garro. Vemos los encuentros y desencuentros juveniles de la pareja. Las singularidades y recelos de ella; los demonios masculinos y el temor a “la noche blanca”, sin sexo, de él. Atisbamos la leve reticencia del padre de Elena hacia Octavio y, en oposición, la simpatía y afecto de las mujeres de la casa hacia el bisoño pretendiente. Después, la separación y el viaje a Yucatán. El enamorado de Elena Garro no solo era un muchacho inquieto y, en cierta forma, desgarrado por los problemas del padre; era también, si no un militante de partido (nunca lo fue), sí un socialista ortodoxo tan decidido e indignado como otros compañeros suyos. Esa inconformidad fue el motivo que lo empujó a escribir un poema de combate, una elegía, y lo llevó, en los primeros meses de 1937, a la península de Yucatán con los campesinos mayas. Y de ahí, el viaje intempestivo de regreso en los primeros días de junio a la Ciudad de México para casarse con Elena, en una ceremonia cuasi clandestina; la celebración del banquete de la boda en Guadalajara 94, en casa de Amalia Navarro (madre de Amalia Hernández, la futura primera esposa de José Luis Martínez); el alojamiento de la pareja por dos semanas en el hogar de Josefina Lozano, en Mixcoac; y el recuerdo escabroso de la noche nupcial. En el diario de la Garro y en una confesión de la tía Concha, según la memoria, muchos años más tarde, de la hija Helena Laura, “la noche de bodas de su madre había sido una violación”. A mediados de junio, la salida hacia Valencia, al Congreso Antifascista. Las peripecias de ese viaje han sido contadas varias veces, pero lo que le da a la memoria de Domínguez un sesgo especial es que nos hace entender el grado de certeza de las convicciones del joven poeta y su transformación ardua, pero inevitable, gracias a su compromiso con la imaginación estética y, asimismo, moral. Primero el recorrido de México a Francia en compañía de Pellicer. El recibimiento de Neruda y los sucesivos contactos con muchos de los grandes escritores de esos años. Privilegio doble: codearse a tan temprana edad con una parte de la literatura ingente de principios del siglo XX y participar en las discusiones centrales del mundo contemporáneo. En esa aventura destacan tres hechos: la persecución ideológica contra André Gide, ante la cual Paz permaneció mudo —su ideología inocente y su juventud extrema, nos sugiere el crítico, le impidieron tener una actitud clara—; el descubrimiento de que el poema “Elegía a José Bosch, muerto en el frente de Aragón”era una equivocación, ya que Bosch, el joven amigo anarquista de la escuela, a quien enaltecía la pieza lírica, estaba vivo, temeroso y condenado a muerte por los comunistas; y el hospedaje, de Elena y Paz, en el hotel Victoria en la Plaza del Ángel de Madrid, rodeados por la guerra y también por el amor —imagen legendaria no solo del largo poema de 1957 sino de la poesía moderna—. En este punto, la historia individual adquiere la gravedad de un debate de tópicos y libros. En un ritmo doble, advertimos el ánimo de un joven decepcionado por la alianza Stalin–Hitler y encendido por la presencia de los escritores del exilio español; percibimos la alegría de abandonar México hacia Estados Unidos y el estímulo de conocer la cultura, la poesía y la pintura norteamericanas; presenciamos la estancia fundamental en Francia con el encuentro —develamiento de otra idea de la libertad poética y social— con André Breton en el Café de la Place Blanche; registramos el primer alejamiento del socialismo ortodoxo y real por la denuncia de la represión soviética realizada por David Rousset y que el poeta presentó en la revista Sur; y vemos el deslumbramiento provocado por Bonna Tibertelli de Pisis, la esposa del escritor André Pieyre de Mandiargues; atisbamos la nueva libertad estética y ética de Paz y el carrusel amoroso de esos años (Domínguez nos da los nombres de las múltiples compañeras eróticas de ese tiempo). Al final de este periodo aparecen Libertad bajo palabra, El laberinto de la soledad y ¿Águila o sol? Después acompañamos los viajes a la India y Japón —el inicio del descubrimiento de otra idea del tiempo y del haiku— y el retorno a México para comprender “el milagro mexicano”, los primeros movimientos sociales postrevolucionarios de protesta, la participación en Poesía en Voz Alta, la publicación de El arco y la lira, Las peras del olmo y La estación violenta, hasta llegar a la separación legal con Elena Garro y el vuelo a Francia, como “encargado de negocios ad interim”, para vivir con Bonna en la Rue la Planche y, en poco tiempo, la pérdida dramática del amor, bajo el imán del “interfecto”: Francisco Toledo. De manera simultánea, conocemos el nombramiento de Paz como embajador de México en la India y el azar y la fortuna de hallar a Marie José Tramini, la compañera de su vida, y la inquietud permanente de concebir una nueva revista en complicidad con Carlos Fuentes y Arnaldo Orfila, la publicación de los libros Ladera este, Blanco, El mono gramático y los ensayos sobre Claude Lévi–Strauss, Marcel Duchamp y al final,


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literatura

sus laberintos

FOTOS: RICARDO SALAZAR/ IISUE/ UNAM

después de su renuncia como embajador de México en la India, Posdata, nueva metáfora de “el laberinto” e intento de conciliar convicciones y responsabilidades. Desde este momento, la figura de Paz gana una dimensión muy original en la balanza de un pensamiento libertario. Gracias a esta independencia intelectual, Julio Scherer García lo invita a crear una revista para el periódico Excélsior. Paz funda Plural y comienza un cambio sobre las ideas de México y del mundo que culminará —consecuencia directa del golpe ruin del presidente Echeverría— con el establecimiento de una nueva revista, Vuelta, con la recepción, muchos años después, del Premio Nobel de Literatura en 1990 y con el análisis y comprensión del movimiento neozapatista. En esta fase, Paz ayudará al cambio político de nuestro país con el cuestionamiento del Estado mexicano y del bloque socialista. Durante esos años, Paz denunció, junto con Gabriel Zaid y —en la segunda revista— al lado también de Enrique Krauze, la repercusión desastrosa del marxismo–leninismo y de los grupos radicales de izquierda en América Latina en complicidad con Cuba. También atacó la desafortunada solución final de la revolución nicaragüense. Por esta orientación de Vuelta y Paz, la izquierda mexicana aborreció la figura del poeta, al grado de quemar su retrato en Paseo de la Reforma, y surgió un desacuerdo político fundamental entre el novelista Carlos Fuentes y el poeta, que terminó en la ruptura de una de las amistades intelectuales más significativas de la segunda mitad del siglo XX en México. Domínguez nos deja ver que Paz transitó, desde su juventud hasta su edad madura, de un socialismo cerrado a una visión social abierta donde el papel de una democracia liberal juega el rol central en la vida de la sociedad. En estos años aparecen, entre otros títulos, los libros de poesía Pasado en claro, Vuelta y Árbol adentro; y los libros de prosa El ogro filantrópico, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Tiempo nublado, Pequeña crónica de grandes días y La llama doble. Como dijimos al principio, Octavio Paz en su siglo merece una lectura atenta. Sin embargo, este ensayo tiene varios problemas. Aunque una biografía puede ser una trama compleja, el lector espera una escritura fluida y pulcra. La historia de una persona exige la utilización de un lenguaje eficaz y, al menos, limpio. El texto de Domínguez es, en varios lugares, desaliñado y abstruso. En no pocos párrafos tenemos que volver a leer para discernir quién es quién en la realización de las acciones. Por otro lado, ya en lo que toca al fondo del libro, la lectura de El laberinto de la soledad, aunque tiene indicaciones interesantes, pierde de vista aspectos insoslayables de la obra. Cuando Paz escribió el famoso ensayo tenía obviamente presentes, por un lado, las reflexiones de Samuel Ramos, de Reyes, del grupo Hiperión y, por el otro, de Heine, Freud, Unamuno, pero sobre todo estaba bajo la influencia poderosa y vivificante del surrealismo. Ignorar este hecho o no darle el peso enorme que tiene lleva a Domínguez a leer el libro como una obra aislada de otras obras de creación y de los otros libros de Paz de esos años (¿Águila o sol?, El arco y la lira, Las peras del olmo y La estación violenta). Igualar El laberinto de la soledad con explicaciones psicológicas y sociológicas permite concebirlo como una “filosofía” o como una “mexicanosofía”. Visto desde esta perspectiva, Domínguez podría tener razón. El ensayo de Paz sería de modo exclusivo una especulación y pondría en movimiento diversas categorías de distintos sistemas. Pero si dudamos o, más bien, si advertimos que lo que caracteriza esta escritura es la reflexión desde la poesía y si avistamos que el libro es la formación de un mundo a través de la invención verbal, entonces nos damos cuenta que tiene un valor especial el lenguaje de este texto y el lenguaje de los textos relacionados de forma directa con él, en primer lugar ¿Águila o sol? El libro de Paz no es una especulación teórica. Es lo contrario. Palabras no en el tostón de las categorías sino palabras en movimiento y, de esta forma, pensamiento de la realidad inmediata. Domínguez pasa a ciegas junto a este hecho y tan pasa a ciegas que no le dedica una atención significativa al primer gran libro de poesía de Paz: ¿Águila o sol? Curiosa coincidencia con Antonio Castro Leal, que también ignoró este título. A El laberinto de la soledad le quedan mucho mejor, para explicarlo, los versos del propio Paz, cuando compuso el poema “Blanco”: “no pienso, veo” o, incluso, podríamos decir lo contrario, en paráfrasis con él: no veo, pienso. Precisamente por ese motivo, dos líneas más abajo del verso

Rosenda Monteros, Leonora Carrington, Maria Luisa Elío, Octavio Paz, Tara Parra

que citamos, dice: “los pensamientos veo”. Es decir, la prosa de El laberinto de la soledad está cargada de múltiples referencias de lectura, pero es esencialmente el pensamiento que ve, la experiencia de la mirada viva y punzante de la poesía, más en vecindad del sentido despierto que de la pura interrogación abstracta de la supuesta “mexicanosofía” —un lenguaje que disgustaba a Paz—. Dicho ensayo estaría muchísimo más cerca de un acercamiento viajero, aventurero, y de un ejercicio sobre el terreno de los hechos y del habla. Y aquí es donde me parece que surge un vínculo estrecho con la literatura francesa y con el surrealismo que es esencial distinguir. Guardando todas las diferencias posibles, El laberinto de la soledad —como escritura— muestra un parentesco con otro gran libro de acción intelectual: Un bárbaro en Asia, de Henri Michaux. Ambos textos, el de Paz y el de Michaux, aún hoy nos dejan estupefactos —ya quisieran eso el noventa y tantos por ciento de los mexicanófilos y sociólogos de la literatura; ambos tienen un lenguaje verdadero; y ambos son visiones profundas de la cultura. Relacionado con esto y por la misma causa, me parece discutible la interpretación de El arco y la lira. Al desarticular el análisis de este libro de la defensa del surrealismo —aunque toque el asunto de paso en algún párrafo— y de la defensa de los propios libros de Paz de esa época —es necesario no olvidar que escritores mexicanos, entre otros José Emilio Pacheco, atacaron violentamente el movimiento de Breton— y no adivinar que este ensayo muy bien podría llevar el título de Las peras del olmo, la interpretación de Domínguez pierde la dirección y el contexto del sentido real del texto y no ve que, mientras ¿Águila o sol? es la configuración y desfiguración del lenguaje de El laberinto de la soledad, esta especie de poética en guerra que es El arco y la lira también está conectada con la prosa reflexiva del primer título y con la prosa lírica del segundo y con el futuro verso de “Piedra de sol” y de toda la Estación violenta. De la misma forma que la relectura de El arco y la lira nos deja descubrir adivinaciones del largo poema circular, nos permite también escuchar extensiones y ecos de “el laberinto”. Comprendemos la admiración de Domínguez por el gran poeta mexicano —todos o casi todos lo admiramos—, pero como crítico debería ser más suspicaz y no aplaudir

lo que la comodidad engañosa le ofrece. Por ejemplo, la idea de que “Primero sueño” es una “profecía” de “Un golpe de dados” de Mallarmé. La propuesta de Paz es seductora; pero, si lo pensamos bien, es una exageración. El poema de la monja y el poema del poeta francés poseen “epistemologías” totalmente distintas. El poema de Sor Juana, después de un esfuerzo, es claro; el de Mallarmé, no. En los últimos años de la revista Vuelta, Paz quiso regresar a la poesía o, por lo menos, darle un énfasis mayor. Tengo la impresión de que en buena medida no lo logró. Quienes lo acompañaban no lo entendían. Sin embargo, ahí están los intentos y, sobre todo, aquella lectura —Paz estuvo presente—, que apareció después en libro, De vuelta a la poesía. Esa presentación y el texto publicado mostraban el deseo de retornar al poema como fuente de comprensión y revelaban a algunos de los autores, viejos y jóvenes, por los que el poeta laureado sentía interés. Pasar por alto esta inquietud es ignorar el papel innovador que Paz le otorgaba a la imaginación poética actual, nueva. Domínguez, mal lector de poesía, ni siquiera adivina el significado de ese evento. El biógrafo nos muestra el proceso complejo de transformación de la conciencia de Paz. Este cambio proviene de un equilibrio y un choque entre la moral de las convicciones y la moral de las responsabilidades e implica el paso del socialismo ortodoxo a una perspectiva liberal. Sin embargo, no están bien trazadas las metamorfosis ni el resultado final, ya que Paz, al abandonar el marxismo dogmático saltó a un socialismo utópico, bajo la admiración a Breton y a Charles Fourier, y de ahí evolucionó a una postura política que no dejó de ser socialista. ¿A dónde llegó Paz? A un socialismo del corte de Eduard Bernstein y de Karl Kautsky, que aceptaban la idea de las diferencias de clase pero que creían en una democracia general, válida para todos, en contra del concepto discriminatorio y feroz de la lucha de clases. Para la izquierda mexicana esto era insoportable. Olía en el “liberalismo” de Paz la postura de un renegado. Al libro de Domínguez podemos hacerle algunos reparos más. Sin embargo, no cabe duda de que es una biografía informada y, si no fácil, sí entusiasta y, a veces, clarificadora. Vale la pena discutirla. Yo diría: Octavio Paz está en nuestro siglo. L


LABERINTO

La anticipación po de Michel Houell La coincidencia entre la llegada a librerías de Sumisión y el atentado a la revista parisina Charlie Hebdo en enero pasado confirma la peculiaridad del autor de La posibilidad de una isla: su vida extra literaria es más importante que sus libros, el público está más atento a su impostura que a la genuina calidad de sus relatos. A continuación una lectura de la polémica novela que quizá no es tan insolente o salvajemente islamófoba como se presume José Abdón Flores

E

n Francia, cada nuevo libro de Michel Houellebecq viene acompañado de un fuerte ruido mediático. Conocido por su actitud provocadora, sus últimas novelas lo han convertido en ese tipo de escritor más juzgado por su vida extra literaria que por su obra. El propio Houellebecq jamás habría imaginado que la aparición de su última novela coincidiría con los hechos que más han alterado a la sociedad francesa en varias décadas. El Charlie Hebdo de ese miércoles 7 de enero de 2015 tenía en su portada la caricatura del autor anunciando un peculiar futuro. Michel Thomas, su verdadero nombre, no salió indemne de los atentados: una de las doce víctimas fue su amigo, el economista Bernard Maris. Hablar de la última novela de Michel Houellebecq, Sumisión (Flammarion, 2015), es hablar de una obra de anticipación política. Dos de los autores admirados por Houellebecq son Aldous Huxley y J. G. Ballard, grandes exponentes en el subgénero de la literatura de anticipación. A diferencia de los maestros ingleses, el escenario propuesto por el escritor francés es menos arriesgado —temporalmente hablando— y ubica su ficción en 2022, cuando François Hollande está por terminar un segundo mandato. La ola migratoria ha hecho su efecto en Francia y el Frente Nacional de Marine Le Pen está a la cabeza para llegar al Elyssée. Pero la verdadera sorpresa de esta Francia “distópica” es un nuevo partido, la Hermandad musulmana, que terminará por irse a la segunda vuelta con la extrema derecha. Los dos partidos que han gobernado la Quinta República desde su creación, PS y UMP, optan por negociar con el partido musulmán comandado por un carismático Mohammed Ben Abbes quien terminará siendo presidente. En un acto calculado, Ben Abbes concede a sus aliados la mayoría de los ministerios salvo uno: el de la educación. A partir de 2022 Francia deja de ser un Estado laico y el Islam se vuelve obligatorio en todas las escuelas. El propósito a largo plazo es formar un imperio islámico tan amplio como el romano. Para conseguirlo, Ben Abbes y su partido saben que es necesario someterse a las enseñanzas del Libro, y aceptar el mundo tal como el Corán lo indica. Este es el esquema de la Hermandad musulmana y también el marco narrativo en el que se sustenta Sumisión. Era trágico, se quejaba con fervor, que una hostilidad irracional hacia el Islam impidiera aceptar a sus colegas esta evidencia: estaban, en lo esencial, en perfecto acuerdo con los musulmanes. Sobre el tema del ateísmo y del humanismo, sobre la sumisión necesaria de la mujer, sobre el regreso al patriarcado: su combate, en todos los puntos de vista, era exactamente el mismo. Y este combate necesario para la instauración de una nueva fase orgánica de civilización no podía ya ser realizada por el cristianismo; era el Islam, religión hermana, más reciente, más simple y más verdadera […], la que había tomado el relevo. Mediante coqueterías, zalamerías y flirteos vergonzosos de los progresistas, la Iglesia católica se había vuelto incapaz de oponerse a la decadencia de los valores. De rechazar firme, vigorosamente, el matrimonio homosexual, el derecho al aborto y el trabajo de la mujer. Era claro: llegado un nivel de descomposición repugnante, Europa occidental ya no estaba en condiciones de salvarse a sí misma —como no lo había estado Roma en el siglo V de

nuestra era—. La llegada masiva de inmigrantes impregnados de una cultura tradicional aún marcada por las jerarquías naturales, la sumisión de la mujer y el respeto a los mayores, constituían una oportunidad histórica para el rearmamento moral y familiar de Europa.

Para exponer estas ideas, Houellebecq utiliza a François, académico de la Sorbona especializado en el decadentista Joris–Karl Huysmans (1848–1907), escritor que al final de su vida optó por volverse oblato. Es aquí donde el autor comienza sus provocaciones al presentar un ácido perfil del académico parisino: François es un burgués cuarentón preocupado por la gastronomía y los buenos vinos, admirador del buen gusto y que muestra cierta misoginia; pero, ante todo, es un hombre solitario cuyos únicos conocidos son otros académicos que escriben para una revista especializada en autores del XIX. Se trata del personaje houellebecquiano por excelencia, mediante el cual se toca otro de los temas recurrentes en Houellebecq: la miseria sexual y la soledad del individuo moderno. Era evidente que Aurélie no había logrado concretar una relación conyugal, que las aventuras ocasionales le causaban un disgusto creciente, que su vida sentimental en resumen se dirigía hacia un desastre irremediable y completo. Sin embargo, lo había intentado, al menos una vez, lo comprendí por varios detalles, y no se había repuesto de ese fracaso, la amargura y la pesadumbre con las que evocaba a sus colegas masculinos […] revelaban una cruel evidencia


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de portada

olítica lebecq SPECTRE

de que había sufrido demasiado. Me sorprendió que me invitara, antes de salir del taxi, a “tomar una última copa”. No puede más, me dije, cuando las puertas del ascensor se cerraron ya sabía que nada ocurriría, ni siquiera tenía ganas de verla desnuda, habría preferido evitar eso, y sin embargo eso sucedió, y ello no hizo más que confirmar lo que ya presentía: no solo en el plano emocional había sufrido, su cuerpo había padecido daños irreparables, sus nalgas y sus senos no eran sino superficies de carne adelgazadas, reducidas, flácidas y colgantes, la pobre no podía más, ya nunca podría ser considerada como un objeto de deseo.

A lo largo de Sumisión, Houellebecq describe una sociedad confundida y apática, ablandada por la economía de mercado, pero que irónicamente es terreno fértil para que una religión severa pueda implantarse. En el gran plano, la novela es la historia de una conversión, la de François, quien repetirá, grosso modo, los pasos de Huysmans a finales del XIX. Sin embargo, el tono provocador del autor hará de esta conversión algo discutible pues lo que termina de convencer al cada vez más desesperado académico serán factores no del todo religiosos: poder tener tres esposas que una “especialista en mujeres” escogerá para él y obtener un salario de 10 mil euros en la nueva Sorbona Islámica por unas cuantas horas de enseñanza semanales.

En buena medida, François es una reencarnación de Huysmans; no solo es quien más sabe del autor en el mundo sino que terminará, según sus propias palabras, por conocer a Huysmans mejor de lo que el propio Huysmans se conocía. De nueva cuenta la conclusión revelada es desconcertante y sirve para reafirmar la decadencia burguesa de una Francia que en 2022 está por cambiar para siempre: “el único y verdadero tema de Huysmans era la felicidad burguesa, una felicidad burguesa dolorosamente inaccesible al célibe, y que ni siquiera era la de la alta burguesía, la cocina elogiada en Là–bas era más bien lo que se habría podido llamar una honesta cocina casera […]. Lo que verdaderamente representaba la felicidad para él era una alegre comida entre artistas y amigos, un estofado con su salsa de rábano, acompañado de un vino decente, y luego un alcohol de ciruela y fumar, cerca de la estufa, en tanto las ráfagas de viento invernal azotaban las torres de Saint–Sulpice. Estos placeres sencillos, la vida se los negó a Huysmans”. Michel Houellebecq inició su carrera literaria como poeta; en la década de 1990 publicó cuatro libros de poesía y un ensayo que lo definiría como narrador en muchos aspectos: H.P. Lovecraft: contra el mundo, contra la vida. De la poesía ha conservado la musicalidad: su prosa en francés es fluida y armónica pese a tocar temas repulsivos para muchos. El ritmo de su fraseo es envolvente, algo que comparte con los escritores que debutaron como poetas. De Lovecraft conservó otra cosa. Si bien el terror no es un tema que aparezca en sus obras, se advierte en éstas ese desprecio por la vida que tenía Lovecraft. Lo que en este último es descripción de criaturas ultra terrenales y paisajes desolados, en el autor de Plataforma es una degradación de la figura humana y un constante pesimismo: “–¡Ah!... —exclamó con un rictus de gnomo, que la afeaba aun más, antes de encender un Gitane—, me preguntaba si alguien iba a abrir los ojos en esta chingada facultad. No, no estamos a salvo, créemelo, sé lo que te digo”. Dejó pasar unos segundos antes de explicarse: “—Mi marido trabaja en la DGSI… —Yo la miré con estupor: era la primera vez en diez años de conocerla que tomaba conciencia de que ella era una mujer, e incluso de que lo seguía siendo, de que un hombre, un día, había podido sentir deseo por esta criatura obesa y rabona, casi batraciana”. A menudo se dice en Francia que Houellebecq no es un buen escritor pero sí un gran autor. Las ventas de sus libros respaldan esta espina que un lectorado riguroso ha erigido como sentencia. Sumisión es un libro solvente, como lo son la mayoría de los libros escritos por los grandes autores, cuya principal desventaja es la misma que acusa buena parte de los libros de la literatura francesa contemporánea: fuera de Francia son novelas que se indigestan por su alta referencialidad a lo francés. Habrá que añadir que el revuelo por el libro como objeto de escándalo anti Islam es improcedente. En las páginas de la novela se percibe al Islam como una solución si no ideal, al menos adecuada política, espiritual y, sobre todo, económicamente para Francia y para el mundo occidental. El escándalo, de haberlo, vendría en todo caso de la parte conservadora de la sociedad, esa parte a la que el título del libro bastará para ahuyentar. “En torno a mí se haría el silencio. Imágenes de constelaciones, de supernovas, de nebulosas espirales atravesarían mi espíritu; imágenes de fuentes también, de desiertos minerales e inviolados, de grandes bosques casi vírgenes; poco a poco, penetraría en la grandeza del orden cósmico. Luego, con una voz tranquila, pronunciaría la siguiente fórmula, que habría aprendido fonéticamente: ‘Ach–Hadou ane lâ ilâha illa lahou wa ach– hadou anna Mouhamadane rassouloullahi’. Lo que significa, exactamente: ‘ Juro que no hay otra divinidad mas que Dios, y que Mahoma es el enviado de Dios’. Y luego todo habría concluido; yo sería, a partir de entonces, musulmán”. L

ESPECIAL


08 b sábado 7 de febrero de 2015

MILENIO

en librerías

Para expiar la culpa adolescente RESEÑA Gerardo Ochoa Sandy

L

a doble vida de Jesús (Alfaguara, México, 2014), de Enrique Serna, se desplaza en tres ámbitos: la lucha de Jesús Pastrana por la alcaldía de Cuernavaca y los nexos La novela estructurales del narcotráfico y la política, la suble- entra a su zona de vación de las preferencias sexuales no asumidas reto. En la política en la adolescencia en batalla con las convenciones y la sociedad de México, morales y sociales adoptadas en parte y en parte no lo real solo lo es por propia voluntad, y las atmósferas de la ciudad. En lo anecdótico, la ficción apela a las contra- si es dantesco señas. En este aspecto es una evocación de los acontecimientos que asolaron a Cuernavaca en años recientes: las balaceras y los secuestros, los colgados en la vía pública y los cobros de piso, la guerra entre dos cárteles por el control de la plaza. La contienda electoral la encarnan los cuatro partidos políticos predominantes en México: el Partido de demuelen sin piedad. Sigue, al menos Acción Democrática en alusión al PAN, el Partido se lo repite sin cansancio, fiel al fin Institucional Revolucionario al PRI, el Partido De- de la política, la justicia, aunque, a mocrático Revolucionario al PRD, y colateralmente causa de los forcejeos a que lo llevan el Partido Ambientalista, eco del Partido Verde. Los sus aspiraciones, relaja el valor moral barruntos de las autodefensas, las damas católicas, que le da a los medios, acicateado la prensa activista y la prensa a sueldo y, faltaba más, por el alzamiento de lo que se ha Matilde Uriostegui, Carmen Aristegui para más ocultado, sus simas sexuales. señas, completan el boceto de época. Una reunión con ex alumnos de En esta latitud, salvo las retorcidas e innecesarias la preparatoria lo lleva a evocar su denominaciones en clave, Serna se desplaza con amistad con un adolescente que lo soltura. El retrato de las deshonestas negociaciones orilló a una escaramuza erótica fugitiva y crucial y a políticas alcanza una exactitud documental. El olor a asumir la culpa que acarrea por su falta de solidaridad descomposición de los principios ideológicos emana ante los denuestos que padeció el muchacho por su de las conversaciones y las conductas; la debilidad preferencia sexual. El deterioro de su matrimonio del “Estado de Derecho” causa vergüenza. La prosa, y un descalabro en su lucha política acicatean una con temple y brío, registra los oportunismos, los borrachera solitaria que encalla en la experiencia golpes bajos, las traiciones. Esto le da a la novela, iniciática con Leslie, una transexual a la que encuende corte local, un eco nacional. tra en la esquina donde ejercita su comercio sexual La ciudad, en tanto paisaje urbano, no acaba por de cada noche. La iniciación es carnal pero tiene su cristalizarse. A quienes les resulte familiar la halla- correlato espiritual: Abraxas, el dios dual de Demian rán en las menciones a calles, sitios y periferias o de Hermann Hesse, lectura juvenil de Pastrana, y variaciones climatológicas, pero básicamente en las del muchacho al que traicionó, cumple su epifanía. alusiones a los sucesos que ameritaron cobertura La novela entra a su zona de reto. En la política mediática y no tanto en las escasas descripciones de y la sociedad de México, lo real solo lo es si es sus tonalidades. Sin tales puntales, la ciudad es una dantesco, nos lo recuerda a diario la realidad. latitud más. No es, La doble vida de Jesús, la novela Los eventos que asolan a Cuernavaca hacen “sobre Cuernavaca”, y acaso no fue la intención. verosímil los más descabellados retruécanos de Junto al registro de la vida pública vuelta un asunto la contienda electoral de Pastrana que aborda la de hampas, la apuesta central de La doble vida de ficción. El alzamiento de las acalladas pulsiones Jesús es la búsqueda de la recuperación de un des- carnales deberá ir también en pos de su propia tino pospuesto. Jesús Pastrana es un “sacristán” de verosimilitud, y Serna lo logra en el arranque. La la política, un tradicionalista en asuntos privados, irrupción de esa dimensión en la vida de Pastrana un siervo de la compostura conyugal, a quien su tiene la eficacia de un insólito golpe de timón, búsqueda de la alcaldía y los sucesos de campaña aunque pronto el desarrollo tropieza en altibajos.

Los diálogos sobre la relación sexual y sentimental son artificiales y hueros. Pastrana balbucea frases hechas y Leslie replica con lugares comunes que banalizan su condición transgénero. No parece probable que se buscase el contrapunto fársico, pues se trata de un tema crucial y la voz narrativa, cuando se refiere a la relación iconoclasta y trágica, lo hace con seriedad y circunspección. Sucede que la fraseología recuerda los melodramas de la época de oro de la cinematografía mexicana y el desenvolvimiento de sus vicisitudes acude a soluciones hollywoodescas en la búsqueda de continuidad, una mezcla que mina el pulso de la narración. En fin, que uno de los más malos momentos es la llegada de la Marina que salva a Pastrana de su muerte en ácido. Ya no digo cómo los sucesos rocambolescos que la anteceden llevaron la anécdota hasta ahí. Esa faceta es un boquete en la novela, en lo que implica su apuesta central. Los sacrificios inauditos y las decisiones descabelladas de Pastrana para que Leslie se asome al menos un poco a algo que llamaríamos la felicidad son, por contraste, vívidos y entrañables, aunque las recaídas de la prosa opacan su alcance. La descripción de la batalla política de Pastrana sigue siendo solvente. Todavía más conforme pisotea su convicción en la honestidad como sustento de la política. Enrique Serna acude a su cultivado oficio de narrador, uno de los más consistentes en México en la actualidad, para darle más vueltas a la tuerca, pero en el intento salen rebabas por aquí y por allá. Pastrana accede al destino recobrado de su sexualidad y despedaza las tablas de la ley de sus creencias políticas para subirse a su ladrillo de poder municipal. Lo lleva a ello la asfixia de su subyugada inclinación sexual y la aspiración a la silla presidencial —referida colateralmente—, recurrente en la narrativa y cinematografía nacionales. Es en las escaramuzas del placer transexual donde La doble vida de Jesús se resquebraja. Lo que sí alcanza es a asumirse parte de esa tradición novelística, un tanto cuanto redundante no por el tema sino por sus enfoques, que se ocupa de nuestras cuitas nacionales a través de tonalidades melancólicas, desde la reiterada certidumbre de la fatalidad. En esta ocasión, Serna no acudió a la ironía que maneja, cuando quiere, como un florete. Una decisión literaria que, naturalmente, no puede ponerse en cuestión. Lo que suceda con el futuro alcalde Pastrana es de poca monta. La podrida vida pública es irremediable, pues lo que importa, sugiere el impecable final, es la expiación de la culpa adolescente, derivada del miedo de Pastrana ante sus propios deseos, y por la traición al amado. Desde esta lógica, La doble vida de Jesús es la historia de un amor no cumplido con el muchacho exquisito, provocador y cultivado que la vida le puso enfrente, y su expiación a través de la transexual todavía joven pero con el alma contrahecha, que levantó en la calle. Pastrana–Abraxas rompió su cascarón ¿demasiado tarde? La doble vida de Jesus ¿envejecerá antes de tiempo?. L

RESEÑA

El dios de las semillas

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ucho se ha escrito acerca de los vasos comunicantes entre sor Juana Inés de la Cruz y sus coetáneos peninsulares. En el ámbito teatral, ante todo, entre la monja y Pedro Calderón de la Barca. ¿Son las obras de la jerónima una imitación de las del dramaturgo español? ¿Cuál es el significado simbólico y alegórico de los ornamentos y del vestuario en la loa y el auto sacramental de El Divino Narciso de sor Juana y en el drama Eco y Narciso de Calderón de la Barca? En Cósmica y cosmética, pliegues de la alegoría en sor Juana Inés de la Cruz y Pedro Calderón de la Barca (Iberoamericana–Vervuert/ Universidad del Claustro de Sor Juana, 2014), Adriana Cortés Koloffon plantea respuestas —y también incertidumbres— a ésta y otras interrogantes. Sigue la teoría del pliegue de Gilles Deleuze, así como la emblemática y la teoría de los daimones de Angus Fletcher, para esta-

blecer semejanzas y diferencias en el plano de lo semántico y lo sintáctico entre las piezas teatrales citadas. Establece, asimismo, una comparación entre el escenario y la idea del theatrum mundi (el mundo como teatro) en boga durante el Barroco, un concepto que encuentra resonancias en El gran teatro del mundo de Calderón de la Barca, cuyo tema gira alrededor de la vida como un escenario teatral donde cada quien representa un papel. De allí el título de Cósmica y cosmética: el ser humano en relación con el cosmos, eje fundamental de todo auto sacramental en el que se representa el drama humano desde la perspectiva de la tradición católica, desde la Caída hasta la redención. El libro ofrece a la vez un análisis de la loa El Divino Narciso que antecede al auto. El drama de la Conquista de América se alegoriza en la loa a través de personajes que representan los poderes monárquico y religioso de ambas culturas: la española y la mexica. ¿Es el Dios de las Semillas una máscara de Cristo,

representado por Narciso? Sor Juana, criolla, monja e intelectual, abreva en las ideas sincretistas de los jesuitas (y aquí Adriana Cortés sigue a Octavio Paz en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe) para ubicar en un mismo nivel al dios de los mexicas y al de la religión profesada por los conquistadores. El género del auto sacramental, enfatiza Cortés, ofrece múltiples posibilidades de representaciones escénicas por tratarse de un teatro altamente simbólico, como lo dice Paz en su libro. El volumen se enriquece con los trabajos de Ignacio Arellano, profesor e investigador de la Universidad de Navarra, especialista en el teatro religioso y profano de los Siglos de Oro. Por sus páginas se asoma también la sombra de la escritora y profesora emérita de la UNAM, Margo Glantz, quien fuera la directora de esta tesis de doctorado de Cortés Koloffon coeditada por una de las pocas editoriales que le apuesta a la publicación de trabajos académicos. L -A.D.E.


sábado 7 de febrero de 2015 b09

LABERINTO

en librerías Perder es cuestión de método

La guerra de Galio

Santiago Gamboa Almadía México, 2014 437 pp.

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ublicada originalmente en 1997, esta novela avanza por los caminos pedregosos del thriller negro. Inicia respetando las convenciones del género (el cadáver de un hombre desconocido, un periodista en el papel de investigador, una serie de personajes amenazantes, una corte de mujeres sin escrúpulos) para torcer el rumbo y convertirse en una novela realista ambientada en una Bogotá que apenas se deja ver. Víctor Silanpa es un coleccionista de frases y también de proyectos inconclusos. Parece una pieza más en el juego de los misterios policiacos hasta que termina ocupando la trama entera.

Reinas malditas Cristina Morató Plaza y Janés México, 2014 560 pp.

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uego del éxito de su libro anterior Divas rebeldes, la periodista española continúa con el tema femenino pero ahora centrándose en la vida de seis reinas: Isabel de Baviera, emperatriz del imperio austro-húngaro, mejor conocida como Sissi; María Antonieta; Cristina de Suecia; Eugenia de Montijo; Victoria de Inglaterra y Alejandra Romanov. El adjetivo “malditas” hay que entenderlo no en el sentido de perversidad, sino en el de estar cumpliendo un castigo. En la mayoría de los casos, la felicidad no fue parte de sus vidas y en los más célebres la tragedia se cebó en ellas.

José Revueltas. Los muros de la utopía Álvaro Ruiz Abreu Ediciones cal y arena México, 2014 516 pp.

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ublicada originalmente en 1992, esta obra del investigador y académico de la Universidad Autónoma Metropolitana es una biografía y un ensayo minucioso, una lectura atenta del trabajo del autor de Los muros de agua y una contemplación objetiva, sin condescendencia, del militante político y el hombre de ideales al servicio de causas políticas y obsesiones místicas. Ruiz Abreu pasa revista a todos los detalles de la vocación literaria de Revueltas, de su vida privada y los años de encierro, y esboza conclusiones acerca del potencial creativo que imbuye una existencia atroz.

Detritos

Héctor Aguilar Camín Ediciones cal y arena México, 2014 643 pp.

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eedición de la que sigue siendo la novela emblemática de Aguilar Camín, La guerra de Galio vuelve a librerías para los lectores de una nueva generación: esta historia de intrigas y entuertos políticos, de falsedad y de impostura, de censura, autocensura y arreglos en lo oscurito es conveniente para estos tiempos en que la realidad confirma que en el país no ha cambiado nada, que volvemos a escribir la misma historia una y otra vez, quizá porque de vivir una auténtica transformación no sabríamos qué hacer con tanta libertad, tanta justicia e, inclusive, con tanta democracia.

scritura fragmentaria en la que caben la apreciación estética, la certeza literaria, un recuerdo autobiográfico, una meditación dispersa que une libros y autores o pinturas y películas, en este libro Bernal Granados asegura: “somos discípulos, en cierto sentido, de nuestros enemigos. Y con algunos de ellos —los encabronadamente acérrimos— tenemos una deuda de gratitud que lejos estamos de reconocer”. De ágil lectura e hilván entretenido, Detritos no se despeña en el letargo sino que se afianza en el espíritu del propio título: el rebusque en los desechos o los escombros del texto impulsivo.

LOS PAISAJES INVISIBLES ESPECIAL

¡Cavernícolas! Héctor Libertella Fondo de Cultura Económica Argentina, 2014 128 pp.

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irigida por Ricardo Piglia, la Serie del Recienvenido presenta libros de la literatura argentina que “han anticipado —o promovido— temas y formas que tienen un lugar destacado en la narrativa contemporánea”. Para Libertella, los cavernícolas del título son aquellos escritores “que custodian, en las cuevas […], la remota tradición de lo nuevo”. Tres historias conforman el volumen. La primera trata de la vuelta al mundo de Magallanes, la segunda tiene como protagonista a un representante del teatro de vanguardia y la tercera narra los avatares del desciframiento de la escritura cuneiforme.

Cortázar sampleado Pablo Brescia (coordinador) librossampleados México, 2014 240 pp.

H

ay que tomar este libro como una coda al centenario de Julio Cortázar, quien continúa siendo un autor que aún guarda sorpresas. Pablo Brescia, el coordinador, explica que este libro aspira a estar “alejado de las reverencias y de las celebraciones inertes y cercano a los encuentros y desencuentros que han tenido algunos escritores-lectores con los relatos, novelas, libros miscelánea, ensayos, poesía, cartas o hasta la misma figura de Cortázar”. La poco más de la treintena de escritores-lectores hispanoamericanos invitados, por lo demás, nació entre 1960 y 1980.

Sueños a prueba de balas

Gabriel Bernal Granados ERRR BOOKS México, 2014 235 pp.

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De curadurías y curanderos

Rosa Albina Garavito Ediciones cal y arena México, 2014 189 pp.

M

emoria del paso por la guerrilla mexicana en la década de 1970, este libro se suma a la insuficiente lista de testimonios que han dado cuenta de la opción armada a la que muchos jóvenes se entregaron tras la matanza del 2 de octubre. La experiencia abarca cinco meses a las órdenes de Raúl Ramos Zavala, líder de Los Procesos, simiente de la Liga Comunista 23 de Septiembre. Al recrear una atmósfera, Rosa Albina Garavito proyecta su biografía sobre el telón de la historia. Es honesta y sin nostalgia: nada tan erróneo como pensar los cambios del presente desde la revolución armada.

Iván Ríos Gascón

En el pasado reciente, un compilador o un antologador elegían lo más representativo de las literaturas. Lo mismo uras, curanderos, que un organizador de recitales curadores. Hoy hay que a la orden de sus afinidades curadurías y curetas electivas, favorecía a sus poetas para todo. En la Roma antigua, o prosistas favoritos o cercanos el curatore era un tesorero, un en giras, encuentros, festivales tutor, un cuidador. Lo mismo o meras presentaciones de un fontanero, si se ocupaba mucha o poca monta. Ahora del mantenimiento de ductos nos llegan boletines en los que y cloacas, o un vigilante o un los patrocinadores apodan superintendente si se encargaba curadores a sus contratados para de quehaceres policiacos. armar antologías o coordinar Curador también era un lecturas públicas. Y volviendo médico o un sanador, así de simple, o un taxónomo dedicado al concepto original, entonces esos facultados son una especie a conservar ciertas especies. de tesorero o tutor o cuidador Para asuntos legales, el curador o fontanero de los talentos es un representante de otro escriturales aunque al revisar ante la autoridad civil y en el las listas elaboradas por los arte un comisario que vela presuntos curadores, podamos por cuestiones museísticas, advertir que ni conservan ni colecciones, exposiciones. El curador artístico es una autoridad vigilan ni atesoran genialidad alguna. o al menos lo pretende, el rango Hoy hay curadurías y curetas se ha depreciado al tiempo para todo. Llegará el momento en que el arte se desvaloriza en que algún ocurrente decidirá al ungir con fama y fortuna a cualquier impostor o mequetrefe que en los congresos ya no hay senadores y diputados sino por fruslerías que confirman el curadores de leyes y decretos, rudimentario principio estético que refirió Cioran: el espejismo es analistas que se autonombrarán contemplar al hielo sin saber que curadores de opinión, repartidores de becas que no es agua. serán jurados sino curadores Hoy hay curadurías y curetas de excelencias, electores que para todo. En un diario español, dejarán de ser votantes o rebaño un periodista mexicano convertido en laureado novelista clientelar para asumir el cargo de curadores de la voluntad sobrado en ventas y escaso del pueblo más necesitado de de literatura, declaró en una curetas y curanderos que de entrevista que actualmente, curadurías. el editor de un diario o de Curador, título pedante un sitio web (la modernidad e inexacto, podemos serlo siempre por delante) es un cualquiera de nosotros. Basta curador de información. O sea con atribuirnos y ejercer una que atendiendo al significado “autoridad”, legítima o espuria, primigenio del concepto, el precisa o ambigua en cualquier editor o, por qué no, el jefe de orden de la vida diaria, porque lo información, cuida o conserva o cierto es que la propagación de mantiene el acontecer de la vida tan pomposa etiqueta solo es el diaria, vaya cosa más extraña, antaño el editor o el mentado jefe reflejo de la vacuidad intelectual y el esnobismo más primario y de información no preservaban sino que consignaban los sucesos para eso, señoras y señores, no hay curas que absuelvan ni cura de inopinada trascendencia verdadera. L política y social. ivanriosgascon.wordpress.com

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10 b sábado 7 de febrero de 2015

MILENIO

cine Sergio Tovar

“Veo un movimiento internacional del Gay Cinema” Cuatro lunas es un conjunto de relatos sobre la autoaceptación a pesar de los miedos y las presiones sociales ENTREVISTA ESPECIAL

Carlos Jordán

contemporáneo. No recuerdo, al menos en México, una película en que se expusiera a un niño y el conflicto que supone el descubrimiento de su orientación sexual. El reto, desde el principio, fue tocarlo de manera honesta y responsable.

gonzalezjordan@gmail.com

C

on un conjunto de relatos que no se unen en la trama sino en el discurso, Sergio Tovar Velarde construye Cuatro lunas, una película estructurada alrededor de las fases lunares. El realizador explora el arduo camino hacia la autoaceptación a través de personajes de distintas generaciones. El filme obtuvo el premio al Mejor Largometraje de Ficción en el Festival El Lugar Sin Límites, en Quito; el Cabrito de Plata del Festival Internacional de Cine de Monterrey, y el reconocimiento a Mejor Largometraje Mexicano del Festival Internacional de Cine de Mérida.

Sin embargo, contrasta el conflicto personal con los prejuicios sociales. Desde pequeños nos echan encima una cantidad de responsabilidades y cánones que debemos seguir. Básicamente nos programan. Con la película quería cuestionar estos preceptos. Ha declarado que de haber filmado esta película con personajes heterosexuales la habría terminado dos años antes. ¿Qué quiso decir? Antes de empezar, había hecho unos cortometrajes y varias personas me ofrecieron su ayuda para mi siguiente proyecto. Hoy puedo decirte que personas con absoluta posición de hacernos el camino más fácil se echaron para atrás porque no querían relacionarse con una película de temática gay, quizá por temor a los estereotipos. En el ínterin perdimos actores, equipo e inversionistas. Al final creo que quedamos quienes debíamos estar. Fue algo parecido al proceso de selección natural.

¿Qué detona Cuatro lunas? Primero trabajé sobre dos historias. En principio pensaba filmarlas como cortometrajes pero al descubrir que tocaban el mismo tema me propuse escribir dos más para armar un largometraje con cuatro episodios, que plantearan una problemática con ángulos distintos. Al final se me ocurrió relacionar las cuatro facetas de la luna con las diversas etapas de la vida. Así que sobre la marcha surgió la idea de relacionar cada historia con el protagonista de cada generación. Cada historia aporta cosas distintas y al final el espectador encuentra un buen mosaico de percepciones sobre una misma cuestión. Por ejemplo, tenemos a un niño que está en el proceso de autoaceptación de su condición gay y a un anciano que nunca la acepta ni la asume. Más allá de la condición gay, creo que su película termina por plantear una reflexión sobre la autoaceptación. Ese es un gran punto. Muchas veces crecemos con más miedo al miedo que a la situación en sí misma. Nos han repetido tanto que está mal ser diferente, amar a alguien de tu mismo sexo, salir a la calle vestido de tal o cual manera, que

Fotograma de la película nominada al Premio Mezcal

tenemos un miedo aun superior a las repercusiones o a las consecuencias mismas del hecho. Si el cambio no viene de afuera tiene que surgir de adentro, porque uno no puede andar por la vida pidiéndole a la sociedad que acepte algo por lo que uno no está dispuesto a luchar. ¿Qué dificultades representa abordar la condición gay desde las perspectivas de un niño y de un anciano? Al revisar películas de temática gay, encontré que la mayoría presentaba un rango de edad muy acotado: los jóvenes o el adulto

A las películas con temática gay se les trata como un subgénero, estereotipo que proviene incluso de los mismos realizadores. No debería haber un “cine gay” sino un drama en el que los personajes puedan ser o no ser homosexuales. En todo caso, lo que sí veo es un movimiento internacional del Gay Cinema, una batalla constante por crear películas que aborden la problemática de este sector, lo que ha dado pie al nacimiento de festivales de cine enfocados a estos filmes. Por ahora me parece bien, porque es verdad que las películas que abordan a los gays son marginadas de circuitos de exhibición, y estos espacios funcionan como guarida para dichos proyectos. Supongo que la sociedad irá evolucionando al punto en que la categoría de “cine gay” será absurda. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Amores impronunciables Fernando Zamora @fernandovzamora

T

engo la impresión de que ya vi esta película. No hace mucho, en realidad. En 2013 Colin Firth hizo a un soldado occidental maltratado hasta el horror por un japonés. The Railway Man, dirigida por Jonathan Teplitzky, culminaba, como Unbroken (dirigida por Angelina Jolie), con la necesidad existencial de un torturado por ver la cara de su torturador. Hay dos o tres diferencias entre las películas pero el fondo es el mismo: pasaron los años, cayó la bomba de Hiroshima y tanto el soldado de The Railway Man como el de Unbroken quisieron enfrentar al hombre que los humilló. Había llegado el tiempo histórico del reproche o el perdón. Unbroken tiene el mal gusto de publicitarse como basada en una historia real. Angelina Jolie, actriz metida a directora, vende con este eslogan la muerte de un héroe y atleta olímpico de Estados Unidos ofreciendo solo la foto de un viejito. Otra vez: esta película ya la vi. La película tiene dos valores: fue escrita por los hermanos Coen y goza de un diseño de producción magnífico. No cuaja sin embargo la actuación del villano quien pudo hacer la diferencia entre una película que vale la pena ver y una obra de arte.

Hace muchos años leí una inquietante historia de soldados de Rudyard Kipling. El cuento estaba centrado en un muchachito guapetón que era vejado por su capitán hasta el hartazgo. El cuento era magnífico por lo que no decía. El capitán (si uno leía con atención) estaba enamorado del soldado al que atormentaba. La historia de Kipling tenía así un giro psicológico de altos vuelos. Tengo la impresión de que los Coen quisieron escribir algo similar. Pero una cosa es ser buena actriz y otra muy distinta dirigir con la sutileza de quien puede ofrecer al espectador atento la historia de un amor perverso; la historia siniestra de un amor homosexual e impronunciable. Si fuese cierta mi intuición se explicarían dos cosas: la sonrisa que un muchachito japonés ofrece a nuestro héroe durante las Olimpiadas de Berlín y la expresión ambigua, femenina (casi de geisha), de un capitán que quiere hacerse el macho dando de golpes a un pobre tipo al que vemos sufrir durante dos horas. Aun interpretada así, la película de Angelina Jolie resulta bastante mala. Creo que ella misma no entendió el punto de acentuar la relación sadomasoquista, tal vez porque su “héroe real” fue un soldado que además ganó una medalla olímpica. Triste que ni siquiera una mujer como Jolie pueda suponer pulsiones homosexuales en hombres así.

Unbroken (Inquebrantable). Dirección: Angelina Jolie. Guión: Joel Coen y Ethan Coen basados en el libro de Laura Hillenbrand. Fotografía: Roger Deakins. Música: Alexandre Desplat. Con Jack O’Connell, Domhnall Gleeson, Garrett Hedlund y Finn Wittrock. Estados Unidos, 2015. Pero veámoslo: el malvado capitán japonés es apodado “El Pájaro”. Todo el tiempo lleva los ojos con más rímel que una prostituta y tiene con el soldadito de sus afectos y sus odios un diálogo reiterativo: “Mírame a los ojos” (golpe). “¿Por qué me miras a los ojos?” (golpe). Si la Jolie hubiese sabido explotar esta ambigüedad perversa con la maestría de Rudyard Kipling no hubiese necesitado explicar nada. Por sí sola la película hubiese brillado mucho más. L


sábado 7 de febrero de 2015 b 11

LABERINTO

escenarios DEAFBOY PHOTOGRAPHY

El músico y autor del poemario Infinity Blues

Crecer bajo lluvia envenenada Ryan Adams tiene tres nominaciones a los Grammy por Gimme Something Good, disco que le canta al miedo de extinguirse para siempre VIBRACIONES Hugo Roca Joglar hrjoglar@gmail.com

I “Murió Ryan Adams”. A nadie sorprende la noticia. Hasta sus amigos piensan que ya está muerto. “Un sol que se niega a ocultarse en el horizonte”, así se describe a sí mismo en “29”, que abre el álbum del mismo nombre (2005) donde, en orden descendente, describe sus veintes. “Anoche la calle se colapsó/ y caí en un campo de fresas/ que se abrió en un pozo de vino./ Vino de fresa/ y nubes ardiendo/ en este desierto rodeado por flores”, canta en “Strawberry Wine”, la segunda pieza, que corresponde a sus 28. La referencia al alcohol es muy importante en el arte de Ryan. “Dancing with the Women at the Bar” es la canción más conocida que escribió para su grupo country de juventud —Whiskytown—, y

en una de sus primeras obras como solista revela: “Sé que mis amigos tienen miedo de mí:/ puedo ver la preocupación pintada en sus rostros./ Pero a pesar de cualquier cosa que antes haya dicho:/ ¡El bar es un lugar tan hermoso!,/ sha na na na, sha la la la”. II Bebe solo encerrado en su cuarto. El alcohol le da paz; palia su adicción al trabajo. Escribe ocho horas diarias: música y poesía. Cada dos meses termina un nuevo disco: de rap, de country, de heavy metal, de punk, de new age. En su disquera (Lost Highway), nadie lo soporta. Le dicen: “producen dinero las canciones de folk–rock–pop sobre amor malogrado, como las que escribiste para Gold (2002)”: millón de copias vendidas y tres nominaciones al Grammy.

Ryan se niega y tiene ganas de pelear. Así que si le piden otro éxito tipo “When the Stars Go Blue” (del que han hecho covers The Corrs y U2), llega borracho a las oficinas para entregar una canción (“Star Wars”) que dice: “oh, oh/ quiero amar a alguien que me ame/ oh, oh/ de la misma forma/ en la que yo amo a los ninjas, las pizzas y la Guerra de las Galaxias”. III Sus álbumes son raros, inconstantes. Transitan, como Easy Tiger (2007), entre piezas muy buenas (“Everybody Knows”), cursilería (“Goodnight Rose”), ideas interesantes (“Oh My God, Whatever”), baladas de efecto inmediato (“Two” en dueto con Sheryl Crow), letras ridículas (“Halloweenhead”) y, sobre cualquier otra cosa, la autocompasión como historia de su vida. En “I Learn Myself How to Grow Old”,confiesa: “la mayor parte del tiempo no tengo nada qué decir;/ cuando digo algo resulta una tontería/ y de todas maneras no hay nadie que me escuche./ Sé que tal vez sea mejor así./ Me adormilo con las voces de la televisión/ hasta que siento los ojos pesados y me desvanezco./ Me he enseñado a crecer solo,/ sin ningún tipo de amor,/ bajo lluvia envenenada”. IV Rompe con su disquera, deja de beber y publica sus poemas (Infinity Blues y Hello Sunshine, Akashic Books, 2009). En uno narra cómo Einstein y Dios están tomando té. Einstein se esfuerza por no hacer demasiadas preguntas y Dios le responde en angelica, un idioma que suena como un cachorrito ladrando. V Se acentúan sus ataques de pánico. Va a cumplir 40. Junta una banda anclada en los ochenta. Crea canciones, cerca de 200. Selecciona once y anuncia un álbum homónimo (bajo su disquera independiente, Pax–Am), Ryan Adams (2014), cuya portada ofrece un acercamiento a su cara: muy despeinado y el gesto sombrío, casi iracundo. Arte contrastante con protagonismo del sintetizador y la guitarra eléctrica. De lucha y búsqueda. Frenético temor sensual e ira implacable. Paroxismos de insensatez y orgullo masculino. Extrañas metáforas (“My Wrecking Ball”) donde su alma es un coche viejo y averiado; no le ha puesto gasolina pero por algún milagro aún avanza. Terror a la pérdida (“¿estaré a salvo si ya no quiero estar contigo?” pregunta en “I Am Safe?”). Intensa nostalgia repentina por la lejana muerte de su abuela y frágiles llamas que surgen de cenizas tras luengas penas. En “Gimme Something Good”, la canción más poderosa del disco, insiste en que está solo y nadie, nunca, quiere escucharlo: “No puedo hablar/ mi mente está en blanco/ así que decido ir a dar la vuelta/ no tengo nada qué decir./ Me he quedado ciego;/ la oscuridad nace y se expande/ así que voy a esperar aquí/ hasta el fin de los tiempos”. Le obsesiona la idea de haber desaparecido. Se siente increado, sin consistencia; incapaz de leer las señales de su destino. Y la forma de dar su mensaje, a pesar de la sobriedad, sigue siendo el mismo: es Ryan cantándole al mundo cuánto sufre por ser un fantasma triste, uno antinatural, sin vida anterior que purgar. L

DANZA ESPECIAL

Imaginar el futuro Argelia Guerrero makarova81@yahoo.com.mx

C

ontinuando con las reflexiones en torno a la danza y su rol en la sociedad, me gustaría proponer esta vez una nueva línea de reflexión: ¿por qué vale la pena enseñar danza y formar artistas en el mundo contemporáneo? ¿En qué medida la enseñanza de las artes es necesaria para la formación de ciudadanos en el siglo XXI? Se trata de un tema de enorme profundidad. Entender la educación como un proceso de adiestramiento acrítico que capacite en el uso de técnicas y herramientas aplicadas al veloz desarrollo tecnológico ha demostrado que dejar de lado la esencia humana para privilegiar la tecnología trae consecuencias catastróficas no solo para la humanidad, sino para el planeta completo y el resto de las especies que lo habitan. Esto no implica la satanización del desarrollo tecnológico; más bien, la necesidad de volver a la ética para su uso y aplicación. Ante la necesidad de formar seres éticos, se hace manifiesta la pertinencia de incluir al arte como elemento esencial de un perfil educativo contemporáneo. Las escuelas de arte, lejos de quedar abandonadas, necesitan de un proceso de fortalecimiento que reconozca el rol de los artistas en el enfoque ético de la educación.

Bailarinas y bailarines solo llevan como herramienta de trabajo y expresión el propio cuerpo; es decir que el proceso epistemológico ocurre sobre ellos mismos. Además de llevarlos a una experiencia estética, tal proceso los conduce a una experiencia ética de autoafirmación e intervención sobre el universo en que se ubican, así como de proyección crítica y dinámica del mundo que se propone. Como diría el pedagogo brasileño Paulo Freire: a través de sí mismos, plantean una problematización del futuro. Promueven una visión crítica del presente y la necesaria creación del futuro y no la espera del mismo a modo de destino manifiesto e inexorable. Es a través de la danza, del arte en general, que transitamos de la estética a la ética. Vale la pena el esfuerzo por alentar la formación de trabajadores del arte, así como por difundir sus creaciones entre niños y jóvenes. Un niño o un joven expuesto a un hecho artístico se sumergirá en un universo estético en que contraste su presente y lo conduzca a reflexionar sobre lo que desea del futuro, a pensarlo, crearlo y trabajar por él. No se trata solo de difundir el arte para acumular experiencias estéticas, sino para asimilar elementos del proceso creativo que admiramos y con ello adquirir un rol dinámico, decisivo en la comunidad. Reconozcamos la importancia que en un mundo eminentemente tecnológico tienen las escuelas de arte, importancia que, como hemos reflexionado, va

Pedro y el lobo por el Royal Ballet

más allá del nivel ornamental. Aquí un par de propuestas especialmente dirigidas para que el público joven experimente la magia estética y epistemológica de la danza. En el Teatro Helénico, los sábados y domingos de febrero a las 13:00 horas, el Ballet de la Ciudad de México presenta Pedro y el lobo, el cuento ruso musicalizado por Prokófiev. En el Teatro Benito Juárez, la compañía Athosgarabathos escenifica Alicia… Alicia que recrea el maravilloso y complejo texto de Lewis Carroll. La obra estará sábados y domingos de febrero a las 13:00 horas. Dice Freire: “Sería una contradicción que el ser humano, consciente de estar inacabado, no se insertara en un proceso permanente de búsqueda esperanzadora. Este proceso es la educación”. Yo añado que a este proceso esperanzador necesariamente lo atraviesa el arte. L


12 b sábado 7 de febrero de 2015

MILENIO

varia PETER PAUL RUBENS

ESPECIAL

El eremita y Angélica dormida

Escribir en el siglo XXI

Puritanas y feministas

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

l escritor del siglo XXI enfrenta el peligro de ver su crítica estética desvanecerse por las leyes comunes del gobierno, mercado, lectores, academia e Internet. El orden de estos poderes varía según el país. Pero todos ellos controlan al escritor literario en este nuevo siglo. La escritura literaria se distingue de otras por encargarse del arte de la forma heterodoxa, el placer estético verbal, el difícil vínculo entre tradición e innovación de la palabra lúdica. El escritor que está en la cima del arte pertenece al presente, es contemporáneo de su época y, a la vez, pertenece a otros tiempos. Cuando un escritor solo pertenece al pasado no aporta nada a la literatura; cuando solo pertenece al presente, casi no pertenece a la literatura. El escritor debe ser infiel al ayer e infiel al hoy. Pero, ante todo, debe ser un amante del arte, que es el proyecto sensual de habitar una más intensa temporalidad. Ante los muertos, el artista parecería un frívolo; ante sus coetáneos, un solemne. El artista, en todo caso, es un traidor de la tradición y un traidor del ahora. Un escritor que está de acuerdo con su sociedad está fallando. El escritor es un innovador crítico. Artísticamente propone formas más complejas y menos represivas —impertinencia por partida doble— que las del presente social. Un escritor siempre termina mostrando que el consenso está equivocado. Para el arte, incluso la verdad es insuficiente.

El escritor solía distanciarse mediante el libro o, al menos, el texto; pero hoy, el libro y el texto artístico son sentidos como anacrónicos o no son identificados como distintos a cualquier otro medio o cualquier otro texto. Al (e)lector no le importa la particularidad estética. Para él, todo es texto, todo es opinión, todo es medios. En la pantalla, todo es juzgado por unos mismos criterios. Noticias, posts o pdfs son consumidos por un mismo juego de reglas. La literatura es solo ya una rama de la Publicación. Esa uniformidad del juicio ha empobrecido los sentidos. Pero el mayor desafío del escritor ocurre ante sí. Por un lado, hablar de un desafío ante uno mismo implica una paradoja en la Época Telefísica del selfie para que otros te vean (como tú te ves… para ellos). Por otro lado, el reto es superar el consenso sin caer en el ego–morfismo (creer que todo tiene la forma del Yo) y creer que toda forma es firma. Ser solidario del 99 por ciento desde el radical disenso de un 1 por ciento. Y el escritor debe saber que todo lo que haga será 100 por ciento procesado por reacciones espectaculares. Escribir en el siglo XXI es escribir dentro del espectáculo. Todo lo que un escritor hace hoy es “leído” por criterios del mundo del espectáculo, ejercidos desde el mercado laboral, redes sociales, editoriales o instituciones. El siglo XXI es el primer siglo en que la literatura es una zona dentro del espectáculo. A partir de ahora, salir del espectáculo es el gran reto del escritor. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

E

l cuerpo desnudo sigue avergonzando a los seres humanos. Qué somos y cómo somos es un motivo de oprobio para los extremos ideológicos: las feministas y los puritanos religiosos. En Londres el debate nacional fue la decisión del tabloide The Sun de retirar los desnudos femeninos que desde los años setenta publicaban en la página 3 ante la presión ejercida por la feroz y mojigata campaña de una asociación feminista que clamaba por el derecho de la mujer a ser vista como algo más que un cuerpo. Al mismo tiempo, la Royal Academy estrenó la exposición Rubens and his Legacy. Los argumentos en contra de las páginas de modelos desnudas del tabloide coincidían con las críticas a la exposición de Rubens. En el periódico The Independent, al mismo tiempo dijeron sobre la exposición: “son refinados trabajos de pornografía para el placer del rico patrón en el que la mujer es el sujeto de dolor y denigración”; y la columnista Alibhali–Brown afirmaba que las modelos de la página 3 en The Sun eran para “el hombre de las cavernas que recorre el papel y babea sobre los cuerpos semidesnudos de las modelos”. A principio del siglo XX las sufragistas inglesas entraban a la National Gallery para atentar contra las pinturas de desnudos porque, según ellas, el arte cosificaba al cuerpo femenino. En este extremo, la humillante esclavitud de una mujer que viste un burka que la oculte en cada centímetro coincide con los ideales del puritanismo feminista. Con ese ambiente, ver y gozar de la exposición de Rubens es un acto de libertad, apreciar la dimensión que cobra la presencia corporal del ser humano cuando el arte la estudia, la analiza y la recrea para mitificarla. La curaduría mostró la influencia de Rubens a través de los siglos en distintos artistas dividiendo los temas en Violencia, Poder, Lujuria, Compasión, Elegancia y Poesía. La estancia temporal en un cuerpo, padecerlo, poseerlo y ser poseído como símbolo, encarnación y provocador de la Historia misma. La obra de Rubens es un cuerpo que se reinventa en cada lienzo, que muta y renace, es una pintura palpitante que suda, gime, se retuerce de

furia, risa, placer y dolor. Lo que Rubens pintó, desde un paisaje en el bosque hasta el purgatorio que vomita cuerpos que caen en una orgía, es la exaltación de la vida, de lo que se transforma y genera sensaciones. La enseñanza de Rubens, el legado que influyó a generaciones de artistas, es su acercamiento al cuerpo, su descubrimiento de la piel como soporte de la narrativa de la existencia. El cuerpo es portador de atributos, valores y sueños, los demuestra; es mito y cruza triunfante en carruajes jalados por el pueblo, con ángeles que coronan al rey en el Triunfo de Enrique IV, o es un mártir que soporta la crucifixión con los brazos dóciles. La total aceptación de que esa carne con sus protuberancias nos da un lugar efímero para estar, para transitar por esta realidad y sentirla, llega a la apoteosis con el desnudo voluptuoso, con Angélica dormida, invitando al anciano eremita que la observa a recostarse al lado de su tibia respiración y soñar con ella; o con la vulnerabilidad de Venus que tiene frío, y queremos arropar al celestino Cupido que, temblando, trata de cubrirse. Rubens juega con el doble sentido de frialdad y frigidez, para enfatizar que esa escena sucede en la intimidad de Venus: la pinta de espaldas a nosotros, ella gira el rostro avergonzada, rechazando al sátiro Liber que le ofrece afrodisiacos espárragos y alcachofas. La insaciable representación de esta innegable condición humana desencadenó que François Boucher pintara Pan y Syrinx, la ninfa que será convertida en agua por las ninfas del río, recostada cómplice con otra ninfa, compartiendo la pureza del sexo que se entrega. Rubens nos acerca con lo que somos, nos describe el fatalismo de habitar una materia de la que nos despojamos cíclicamente, dejamos el cuerpo infantil para tomar el del adulto hasta ver cómo el desgaste de vivir nos convierte en algo que nunca esperamos. El puritanismo activista hace proselitismo para que el ser humano desprecie su propia condición y Rubens responde a esto con una piel brillante, suave, desbordada, deseosa de que la existencia la devore. L


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