Laberinto No.620 (02/05/15)

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Laberinto

David Toscana Más placer que sabiduría página 2 Xel–Ha López Méndez Poesía página 3 Sylvia Navarrete Sobre Carlos Ashida página 8 Hugo Roca Joglar Sobre Alexander Scriabin página 11

N.o 620

sábado 2 de mayo de 2015

Balance parcial de Octavio Paz

Evodio Escalante páginas 4 y 5 PER FOLKVER

Janne Teller

Los Estados vigilantes Entrevista de Jennifer Clement páginas 6 y 7

MILENIO


02 b sábado 2 de mayo de 2015

MILENIO

antesala DE CULTO

Más placer que sabiduría TOSCANADAS FRANCISCO DE GOYA

San Francisco de Borja

David Toscana dtoscana@gmail.com

D

ado que un día nos vamos a morir, y dado que tal vez en algún momento tengamos a nuestro alrededor a parientes o amigos que se acercan a la muerte, siempre me ha parecido importante leer La muerte de Iván Ilich. Al registrar a un paciente, algunos hospitales preguntan por su religión; de esto depende si le ponen un crucifijo en la pared o alguna otra señal de sus creencias. Y en verdad que la Biblia u otro libro sagrado puede dar cierto consuelo y esperanza al enfermo y a sus allegados. Pero da poco entendimiento sobre la propia muerte. En cambio, la novela de Tolstói nos ilumina sobre lo que puede pasar por la mente de un moribundo, sus conflictos emocionales, los complejos que trae la fragilidad física, la frialdad aparente o real de sus parientes, sus preocupaciones terrenales, el trato que espera de la gente que lo rodea, los brincos entre la esperanza de sanación y la certeza de la muerte. Es, además, una pieza de fina literatura; de magnífica prosa. Tolstói es un profundo conocedor del alma humana. Por supuesto, el que yo asegure tal cosa hace brotar la pregunta: “¿cómo puede Toscana emitir tal juicio si nunca ha padecido una enfermedad mortal ni, por supuesto, se ha muerto de ella?”, o bien, “¿cómo puede Tolstói ser un conocedor de tales cosas si el día que se enfermó de muerte ya no escribió nada?”. Ya encarrerado con este pensamiento, puedo alargarlo hacia otros textos emblemáticos del alma humana.

Si yo nunca he comprendido a las mujeres, ¿cómo puedo asegurar que Flaubert sí lo hizo? ¿Cómo puede certificarlo cualquier crítico hombre? ¿O cómo es posible que una mujer como Emma Bovary sea “las mujeres”? Dostoievski tuvo la oportunidad de estar preso en Siberia. Ahí debió conocer asesinos. Pero su Raskólnikov no es un mero ladronzuelo que asesine para apropiarse de los bienes ajenos; es un hombre con la certeza de que tiene el derecho de matar. Entonces, para que Raskólnikov sea auténtico debemos suponer que el autor llegó a las mismas conclusiones que su personaje; y solo le quedó pendiente partirle la cabeza a dos mujeres. Raskólnikov, sin embargo, no es prototipo de la mente asesina, pues si visitamos las cárceles mexicanas hallaremos cerebros primitivos que nunca podrían asimilar a Dostoievski. Ya ni digamos de Kafka, que explora el alma humana a través de una transformación que ningún ser humano ha sufrido jamás. Por más que lo intente, no tengo modo de juzgar sicológica o realistamente a Gregorio Samsa, aunque quizás esté más cerca de entender a un escarabajo pelotero que a las mujeres. No obstante, cuando leo a estos cuatro autores siento que he aprendido un montón de cosas sobre la condición humana. Quizá sea porque les creo con algo que se parece a la fe; aunque la fe suele hacernos creer en mentiras. Así las cosas, seguiré leyendo en busca de placer; no de sabiduría. L

César Blanco b blancocesar@hotmail.com ESPECIAL

Lord Byron

Primera sangre

E

n 1816 (el año sin verano), Lord Byron y Percy Bysshe Shelley decidieron emprender un viaje por Europa, costumbre común entre los jóvenes de cierta clase, solo que, en este caso, Byron estaba escapando de la nube de depravación que había dejado en Londres. Al primero lo acompañaba su médico y secretario particular, John William Polidori, un jovencísimo graduado de la Escuela de Medicina de Edimburgo (contaba solo diecinueve años) que, por supuesto, tenía aspiraciones literarias y veía en el viaje la oportunidad de compartir mesa con dos de las mentes más privilegiadas de su época. Al segundo lo alcanzaría su prometida, Mary Wollstonecraft Godwin y su hermanastra, Claire Clairmont. El joven doctor comenzó a llevar un diario de ese viaje en donde consigna, además de los excesos indispensables de cualquier pandilla romántica, un momento fundacional de la literatura de terror. Cuando el grupo se encontraba hospedado en la Villa Diodati, mansión ubicada en el lago de Ginebra, una noche tormentosa, como no podía ser de otra forma, dejó encerrados a los viajeros. Con el clima propicio, el grupo decidió leer Fantasmagoriana, una colección francesa de relatos alemanes de terror. Inspirado por aquellas oscuras fábulas, Byron le propuso al resto de sus compañeros escribir cada uno una historia espeluznante. La señorita Wollstonecraft encontraría en esa tétrica velada, y en las pesadillas que la azotarían días después, el germen de Frankenstein o el moderno Prometeo. Byron comenzó a trabajar en una historia sobre una pareja de amigos que viaja a Grecia, donde uno de ellos se topa con una muerte innombrable. El poeta acabaría por desechar esas ideas que serían recogidas por Polidori para redactar “El vampiro”, primer relato moderno en el que aparece la sedienta bestia que ha privado a la humanidad de tantas noches de sueño.

EX LIBRIS

ALFILERES

(Hasta ese momento, el folclor eslavo representaba al vampiro como un rupestre campesino que regresaba, sucio e hinchado, de la tumba.) La obra, que inicialmente le sería atribuida a Byron (hecho que la hizo, para fortuna y desgracia de su verdadero autor, tremendamente popular), narra la amistad entre el joven Aubrey, un tierno caballero inglés con aspiraciones sociales, y Lord Ruthven, un aburrido y despiadado aristócrata de mirada fría y pálido rostro, cuyo único divertimento parece ser el de llevar a la ruina a los hombres que solicitan su ayuda, y el corromper hasta el delirio y la muerte a las doncellas de la alta sociedad. No se pueden pasar por alto las similitudes entre estos dos personajes y los propios Byron y Polidori. Tanto en la realidad como en la ficción, ambas parejas realizan un viaje por Europa. En sendos casos, el lord trata con altivez y desprecio (a veces con culpa) a su joven acompañante (Byron solía llamar al galeno “Polly Dolly”). En una y otra historia, el desenlace es fatal. La literatura le debe mucho a la obra de Lord Byron, pero también a su vida. Su naturaleza extravagante, su talante vicioso, su sexualidad desbordada y su capacidad seductora, perfilaron los rasgos fundamentales del vampiro moderno —el monstruo por excelencia—, criatura que, de una u otra forma, terminó por devorar a su saturnino creador, quien, agobiado por deudas de juego, ensombrecido para siempre por los gigantes poetas de su tiempo, una noche, después de cenar, subió a su alcoba e ingirió, a la manera romántica, una dosis fatal de cianuro, tres años después de la publicación de su relato. L James Ensor bEKO

Armando Alanís balaniscanales@gmail.com

Para dormir, el lobo contaba ovejas que saltaban una cerca y caían directamente en sus fauces abiertas.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Tsssssssss

Contagio de la poesía

La niñez no se concibe sin esos globos que adornan el cielo de los parques. Cuánto tienen que ofrecer antes de que se extingan POESÍA

ESCOLIOS ESPECIAL

Xel-Ha López Méndez

se desinfla un globo dentro del que viaja un niño pobre no tenía nada su estómago era un puño cerrado el globo: único adorno de la sonrisa de un niño dije que era pobre, miento su risa era una joya llena de helio tsssssssss

El poeta y ensayista Philippe Jaccottet

se desinfla la generosidad del globo la sonrisa el puño cerrado sigue dentro del niño dije que era pobre el niño pobre tsssssssss de algún sitio se escapa el aire el elemento vivo.

ENRIQUE VÁZQUEZ

N

acida en Guadalajara en 1991, Xel–Ha López Méndez estudió Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara. Ganó el Premio Nacional de Literatura para Jóvenes muy Jóvenes y el certamen Creadores Literarios FIL Joven en 2006 y 2007. Su trabajo ha aparecido en las revistas Tierra Adentro, Replicante, Punto de partida y Reverso. Este poema forma parte del libro inédito El orden de las cosas y fue recogido en Astronave. Panorámica de poesía mexicana (1985–1993), a cargo de Gerardo Grande y Manuel de J. Jiménez, publicado por la UANL y la Dirección de Literatura de la UNAM.

Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

Y

a se sabe que cierta literatura tiene efectos físicos: depura u obnubila los sentidos, aclara la mirada, aguza el oído, pule el olfato, reduce (o aumenta) la tensión del individuo con el mundo. La obra del escritor francés Philippe Jaccottet (1925), la reveladora austeridad de sus paisajes y atmósferas, la paz y misterio que rezuma y contagia, tienden a ejercer estos efectos. Jaccottet nació en Suiza, se ha afincado desde hace muchas décadas en la campiña francesa y se ha dedicado fundamentalmente a la escritura de poesía y ensayo, así como a la traducción tanto de lenguas clásicas como modernas. Su figura es excepcional por la concentración de su obra y por la fecunda distancia que ha mantenido con la mundanidad literaria. Su reserva no está peleada con el reconocimiento: la obra de Jaccottet ha tenido el privilegio de ser incluida en ediciones canónicas, tradicionalmente reservadas a los muertos. Sus libros tampoco son desconocidos en español, pues desde hace décadas el poeta Rafael José Díaz lleva a cabo una devota tarea de difusión, aunque han circulado en pequeños tirajes casi inconseguibles en México. Con A través del trueno (El Tucán de Virginia, 2014, traducciones de Eduardo Uribe e Iván Salinas), que reúne material de tres colecciones de poesía y una selección de sus cuadernos, esta voz indispensable adquiere más ecos. Si bien Jaccottet es autor de un ejercicio narrativo sombrío y

delirante como La oscuridad, su búsqueda más característica es la de la luz de los paisajes abiertos que persigue en sus poemas. En Jaccottet el poema, más que un artefacto lingüístico, se concibe como un espacio vivo donde el mundo respira, palpita e imagina. Para construir ese espacio, para entrar en sintonía con lo circundante, se requieren la paciencia, el escrúpulo y, sobre todo, la atención. Dicha atención se puede ejercer en el verso medido o libre, en el apunte o en el poema en prosa. Todas esas formas pueden ser vehículos de la misma tentativa de interrogación y registro que involucra la lógica y la lírica, la filosofía y algo parecido a la mística. Jaccottet ejercita una espiritualidad concreta y terrestre, enarbola un impulso poético y filosófico que orienta toda su potencia, no solo a sentir, sino a conocer. Se trata de penetrar intelectual y perceptualmente, de abrirse tanto al horror como a la belleza de lo finito, de lo pequeño, mediante un nexo más próximo y prístino entre palabra, sujeto y vivencia. “El agua de los pensamientos: palabras para lavar el alma”. Jaccottet, como todo gran poeta, vuelve enigmático lo familiar, re-sacraliza lo ordinario con un lenguaje que busca escudriñar la presencia latente, la belleza y la verdad detrás de lo aparentemente nimio. Jaccottet fusiona las facultades epistemológicas y estéticas de la poesía con una expresión que, al aproximarse al silencio, permite escuchar y pensar mejor: “¿Qué es la noche? ¿Y el hombre que arde en esta oscuridad de la noche?” L

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literatura

Balance parcial de la poesía de Octavio Paz La publicación de El río reflexivo. Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931–1958), lleva al autor del siguiente texto a valorar los aciertos y olvidos en los que incurrió Anthony Stanton, uno de los guardianes de la obra del Premio Nobel mexicano ENSAYO RICARDO SALAZAR

Evodio Escalante

E

n la crítica literaria como en la vida misma, muchos son los llamados y pocos los escogidos. De entre los escritores que fueron próximos a Octavio Paz y que de algún modo administran su herencia, Anthony Stanton se distingue por ser un experto en los asuntos de la poesía, terreno esencial para abordar la compleja y abundante obra de su estudiado. Se explica en este contexto que la aparición de su libro El río reflexivo. Poesía y ensayo en Octavio Paz (1931–1958) (FCE, México, 2015) pueda suscitar expectativas en el marco conmemorativo del natalicio del autor. Tres son, me parece, los aciertos notables de este libro. En primer lugar, y haciendo gala de sus dotes como investigador, Stanton les complica la plana tanto a Enrique Krauze como a Guillermo Sheridan y Christopher Domínguez, todos autores de libros sobre Paz, al mostrar con apoyo en información periodística que el padre del poeta no habría fallecido el 8 de marzo de 1936, como sostienen éstos, sino el 10 de marzo de un año antes, o sea, 1935. En segundo lugar, me pareció revelador el estudio acerca de las fuentes prehispánicas de la sección “Semillas para un himno”, que Paz incorpora a las diversas versiones de su libro toral Libertad bajo palabra. Stanton documenta la forma en que Paz capta y traduce a sus propios textos no solo el léxico y las imágenes de los poemas prehispánicos, sino incluso el ritmo, la construcción y el centro gravitatorio de los mismos. Estos pasajes mostrarían la profunda capacidad de asimilación y de transformación que son la marca de fábrica del autor. Ejemplares igualmente en el estudio de la “alienidad” en Paz resultan las páginas que Stanton dedica a descifrar “Mutra”, el poema versicular que el poeta habría escrito a partir del choque de algún modo traumático que representó insertarse por primera vez en la geografía y la cultura de la India y que incluyó en ese libro de maduro esplendor que se llama La estación violenta. Por último, me pareció sugerente su abordaje de Piedra de sol. En plan de cierto modo modesto, puesto que no pretende aportar nuevas claves hermenéuticas para descifrar su sentido, sino indicar formas que él mismo ha descubierto con el objeto de detectar, en el desarrollo lineal del mismo, la recurrencia circular que lo enriquece y lo aproxima a una “estructura fractal”, estas páginas de Stanton son una estimulante invitación a la relectura del poema maestro. Fuera de lo anterior, las estrategias centrales de El río reflexivo no me parecen tan convincentes. Primero, dejándose llevar acaso por sus instintos de filólogo, Stanton decide estudiar solamente primeras ediciones. Esto es un error, pues tanto mi generación como las subsecuentes lo que conocemos son las ediciones modificadas que el propio Paz corrigió con el paso del tiempo. Salvo un libro como La estación violenta (1957), que permaneció intacto y que no conoce mayor variación, casi todo lo demás de Raíz del hombre (1937) a El laberinto de la soledad (1950), de Libertad bajo palabra (1949) a El arco y la lira (1956) son libros que el proteico autor sometió a revisiones notables. Al comentar solo las primeras ediciones, Stanton deja fuera a los lectores comunes y corrientes de la obra de Paz y, lo que es peor, se priva de lo que podrían ser interesantes análisis acerca del sentido y la justificación que habrían tenido estas alteraciones en las versiones subsecuentes que todos conocemos. ¿Qué significado tiene, por ejemplo, que Paz haya eliminado el epílogo original de El arco y la lira, y lo haya sustituido por ese texto tan cercano a las posiciones de la revista Tel Quel que se llama “Los signos en rotación”? Es una pena que Stanton no haya tocado este aspecto.

Segundo, ateniéndose demasiado a la autointerpretación del autor, al estudiar los orígenes y el desarrollo de su poesía, Stanton se limita a corroborar las influencias que el mismo Paz ha declarado como dignas de consideración. En este sentido, y acaso como un corolario implícito, Stanton minimiza en todo momento las consecuencias de la temprana formación socialista de Paz, así como el impacto que pudieron tener en él autores como Engels y Marx a quienes leyó fervorosamente en la década de 1930. Sin la fobia anticomunista que exhibe Domínguez en Octavio Paz en su siglo, Stanton deriva conclusiones muy parecidas: la lectura de los textos de Marx se difumina y se vuelve insignificante. Esta ceguera al impulso comunista que alienta en el joven

Paz (y que se prolonga mucho más allá de un poema como “El cántaro roto” de La estación violenta) impide a Stanton calibrar los alcances contestatarios de todo un sector de la producción del autor. Este es el caso, pongo por ejemplo, del comentario que hace Stanton con respecto a lo que se considera el “primer poema” que habría publicado Paz, titulado “Juego”. El poema comienza con este programa: “Saquearé a las estaciones./ Jugaré con los meses y los años./ (Días de invierno con caras rojas de veranos)”. No le cuesta trabajo al investigador detectar la fuente inmediata: es el “Estudio” que Carlos Pellicer habría publicado en Colores en el mar y otros poemas (1921), donde en efecto se lee: “Jugaré con las casas de Curazao,/ pondré el mar a la izquierda/


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literatura y haré más puentes movedizos./ ¡Lo que diga el poeta!”. Stanton ve una copia, creadora, pero al fin una copia: “El poema comparte con Pellicer no solo el deslumbramiento ante la plenitud de la naturaleza, ante el brillante colorido y la luminosidad, sino también la sensación de juego, humor, gozo, frescura y alegría”. Para concluir con esta frase: “No hay transformación de lo recibido”. Me parece increíble que Stanton no detecte que el joven Paz ha girado el divertimento de Pellicer a lo revolucionario: donde Pellicer hacía gala de vanguardismo burgués, Paz contesta proponiendo un vanguardismo rojo, que lo primero que refuta es justamente esta idea inocua de juego en la que se empantana su predecesor. Véase la violencia peculiar de los verbos que utiliza Paz: “Saquearé las estaciones… Quizás asesine a un crepúsculo… Para ayudar a los burgueses / haré anuncios luminosos… Me raptaré a la Primavera… Y por la carretera del Futuro, arrojaré al Invierno”. Que Paz ironice con los burgueses es ya por sí solo un indicativo de su temple revolucionario. “Saquear”, “asesinar”… Instalarse en la “carretera del Futuro”, estas expresiones no solo no están en el modelo, sino que lo subvierten. Stanton otorga importancia a las “Vigilias” que habría publicado Paz en diversas revistas mexicanas entre 1938 y 1945 —y que nunca recogió en libro—. Encuentra en estos textos en prosa que combinan diario, glosa, confesión y reflexión ensayística, el antecedente remoto de El mono gramático (1974). Estimo que se queda corto. Las sorprendentes “Vigilias” son como el semillero que alimenta la obra toda de Paz, tanto en verso como en prosa. Sirva de ejemplo este pasaje tomado de El arco y la lira: “Lautréamont […] profetizó que un día la poesía será hecha por todos. Pero como ocurre con toda profecía revolucionaria, el advenimiento de ese estado futuro de poesía total supone un regreso al tiempo original. En este caso al tiempo en que hablar era crear”. El claro antecedente de “Vigilias I” señala lo que sigue: “Mañana nadie escribirá poemas, ni soñará músicas, porque nuestros actos, nuestro ser, en libertad, serán como poemas”. En Piedra de sol, Paz nos deslumbra con esta imagen romántica de la mujer entendida como principio de todo conocimiento: “El mundo ya es visible por tu cuerpo,/ es transparente por tu transparencia”. Su fuente más antigua se encuentra en “Vigilias I”, donde leemos: “La mujer es la forma visible del mundo. Ella nos lo hace transparente”. Los ejemplos podrían multiplicarse y abarcar igual los temas del ritmo y del mito que se despliegan con amplitud en El arco y la lira. El primer gran poema de Paz, por cierto, Entre la piedra y la flor (1941), surge del compromiso socialista del escritor, quien se traslada a la Ciudad de Mérida durante los primeros meses de 1937 para enseñar en una escuela para obreros y campesinos. Los críticos por decir así “neo–liberales” de Paz coinciden todos en que se trata de un poema “malogrado”. Así lo califica Sheridan en Poeta con paisaje. No muy lejos de Stanton, quien a pesar de que lo estima “prefiguración juvenil” de un poema como “El cántaro roto” (del que por cierto, de modo inexplicable, no se ocupa cuando analiza La estación violenta), no deja de señalar lo que él llama sus “limitaciones” e “imperfecciones”. El poema, que consta de cinco secciones, está vertebrado por lo que podríamos llamar una rabia anticapitalista, y contiene en su sección cuarta una notable diatriba en contra del dinero que es parte de este “estado de ánimo” fundamental. Transcribo solo una estrofa final del poema, para que se advierta su temple socialista, no ajeno a ciertos rasgos anarquizantes: “Dame, llama invisible, espada fría,/ tu persistente cólera,/ para acabar con todo,/ oh mundo seco,/ oh mundo desangrado,/ para acabar con todo”.

El pasaje más o menos equivalente podemos localizarlo en “Vigilias II”. Ahí observa Paz: “El trabajo, en el mundo capitalista, es infinito, es decir, no tiene fin, ni finalidad; no solo no posee ningún sentido personal sino que su esencia consiste en no tener sentido y en ser impersonal, puesto que no es más que una rueda que exprime el tiempo y lo vacía, chupando toda su sustancia” (subrayado en el original). Al menos el fallecido Manuel Ulacia, en El árbol milenario, se había inquietado por la presencia de la sección dedicada al dinero. ¿De dónde podría haberle venido a Paz la idea de tematizar este asunto al grado de dedicarle toda una sección de Entre la piedra y la flor? La respuesta un tanto ingenua de Ulacia consistió en recurrir a unas letrillas de Quevedo. Pero la clave se encuentra en estas mismas “Vigilias”. Ahí afirmaba el joven Paz: “El trabajo se mide en tiempo como ha mostrado Marx, y el tiempo en dinero. El dinero es una abstracción sin savia ya, un signo hueco y mágico […]. El dinero ha adquirido su libertad y su autonomía, obra ya por sí solo; no es una clase la que se sirve de él para expresarse y mantener su poder, es él quien se sirve de sus poseedores para realizar su fatalidad”. A lo que agrega, como colofón: “Es la más pura de las realidades modernas, porque es la más abstracta […]. Todos giramos en su órbita, sin salida alguna, en un mundo sin principio ni fin, vacío”. Pues bien, estos comentarios de Paz no solo están inspirados en Marx, sino que provienen de modo directo del impacto que habría tenido en él la lectura de los Manuscritos económico–filosóficos que se acababan de traducir en México a finales de la década de 1930. Se colige que en esos años formativos la influencia de Marx no solo encarna en los ensayos y artículos políticos, sino que se trasmina al terreno mismo de la poesía. Muchas otras cosas merecerían unos renglones (urge un buen balance de El arco y la lira: ¿sigue siendo un libro pasmosamente actual, o bien se ha convertido en una curiosidad para anticuarios?), pero no puedo extenderme demasiado. Se sabe que Paz fue, al principio, casi un discípulo de Neruda, y que más tarde acabaron por distanciarse. Al reseñar esta vieja novela de amor–odio, Stanton incurre en inexactitud al sostener que “En su obra escrita Neruda no hizo ninguna referencia explícita a la ruptura con Paz”. Sí habría, según Stanton, un ataque “en bola”, como se demuestra en un poema del Canto general en que su autor arremete contra los gidistas, los intelectualistas, los rilkistas, los misterizantes, los existencialistas, las amapolas surrealistas, etcétera. Después de reproducir entero este poema, Stanton concluye, casi admonitorio: “Como se ve, Neruda suele hablar de sus enemigos en plural, sin individualizarlos, tal vez para facilitar así la caricatura satírica”. Se ve que Stanton conoce mal el Canto general, pues yo encuentro al menos dos referencias de algún modo explícitas en torno a su pleito con Paz. La más general tiene que ver con Laurel (1941), la antología elaborada por Juan Gil-Albert, Emilio Prados, Xavier Villaurrutia y el propio Paz, de la que habría sido excluido el gran poeta español Miguel Hernández y de la que Neruda nada quería saber. Por eso dictamina: “Y a los que te negaron en su laurel podrido,/ en tierra americana, el espacio que cubres/ con tu fluvial corona de rayo desangrado,/ déjame darles yo el desdeñoso olvido/ porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia”. El ataque individualizado contra Octavio Paz, aunque ligeramente velado por los prodigios del paragrama, se encuentra en el poema “México (1940)” del mismo Canto general. Ahí puede leerse en auténtico sentido peyorativo: “[y] los dientes solapados/ del pululante poetiso…” (subrayado mío). Quien sepa leer sin anteojeras, sabrá que en estas líneas se escucha el nombre muy preciso de Octavio Paz. Que es lo que intentaba decir. L

Lenguaje en libertad El Colegio Nacional reunió 26 testimonios sobre el autor de Las peras del olmo. Presentamos una charla con los compiladores Vianey Fernández

E

l centenario de Octavio Paz trajo consigo una andanada de reediciones, ensayos, compilaciones, homenajes y publicaciones. Sus 100 años desde diferentes aristas: el Paz poeta, el Paz prosista, el ensayista, el diplomático, el editor, el promotor cultural. Con Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz, el crítico literario Eduardo Mejía y su hija María José Mejía decidieron mostrar al escritor visto por sus pares. El libro recaba las voces de 26 miembros del Colegio Nacional que reconocen, critican, cuestionan, aplauden, analizan y hasta reinterpretan la obra del Premio Nobel de Literatura. “Lo primero que se nos ocurrió para conmemorar el centenario fue juntar lo mejor que se había escrito sobre Octavio Paz en todo el mundo, pero la cantidad sobrepasa los 500 libros y más de 10 mil ensayos. Lo más natural era, entonces, lo que habían escrito los miembros del Colegio Nacional”, explica Eduardo Mejía. “Estaba sobreentendido que todo mundo iba a reeditar sus obras, que todo mundo iba a escribir sobre el escritor reconocido, pero ¿qué pasa con el joven que empieza a escribir Entre la piedra y la flor? Las únicas personas que podían tener ese testimonio eran quienes crecieron junto a él en esta institución”, agrega María José Mejía. En la polifonía en que resultó la compilación desfilan Ramón Xirau, Eduardo Matos Moctezuma, Fernando del Paso, Alfonso Reyes, José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid, Enrique Krauze, Antonio Alatorre, Miguel León Portilla, por citar solo algunos. “Dicen que cuando quieres conocer a otra persona tienes que verla a través de los ojos de las personas que la conocen. Estos son muchísimos ojos de gente que sabe escribir, en igualdad de condiciones intelectuales. Quizá los estudiosos de la obra de Paz hablarán bien de él porque es su objeto de estudio. En este libro los autores hablan del que se sienta junto a ellos en la sesión”, reitera María José, quien junto con su padre trabajó casi cuatro meses en la selección de los textos. Eduardo Mejía dice que desde que comenzó el proyecto tenía claro que los textos abordarían la obra del autor de El arco y la lira por encima de la amistad que éste sostenía con personajes como Jaime García Terrés, Enrique Krauze, Luis Villoro y Carlos Fuentes. Entre las sorpresas que encontraron en la investigación, está la correspondencia con otros escritores y artistas. Se publican seis cartas que Carlos Fuentes le escribió a Paz entre 1966 y 1969, aunque no todas fueron remitidas. Documentos dirigidos al intelectual, pero sobre todo al amigo: tras la matanza de Tlatelolco, Fuentes le pregunta qué hacer ante el “gigantismo mussoliniano” que estrangula a México, para después responderse a sí mismo: “Hay que escribir, escribir, con audacia, vulgaridad, belleza, terror y sueño: todo lo que afirma niega a este miserable fascismo”. Son cartas que revelan tanto de uno como del otro. Como en la que Fuentes se sincera tras una noche de borrachera con Pedro Cuperman y José Emilio Pacheco, y le confiesa que, a pesar de las largas y apasionantes conversaciones que sostiene lo mismo con Luis Buñuel que con Gabriel García Márquez, es con Paz con quien siente la confianza de ser “borracho y pendejo”. Está también la correspondencia con Alfonso Reyes y con ella el Octavio Paz aprendiz. El maestro se congratula con la primera edición de Libertad bajo palabra. El Paz curioso, obseso y acucioso está reflejado en los mensajes que intercambió con Vicente Rojo, con quien planeó desde Nueva Delhi hasta el más mínimo detalle de Marcel Duchamp o el castillo de la pureza y los Discos visuales. De hecho, Eduardo Mejía consiguió que Vicente Rojo proporcionara los bocetos originales del diseño de ambos libros, que se añaden a las cartas en la compilación. El deleite visual continúa con las ilustraciones que Rufino Tamayo hizo para la edición de Águila o sol y con los planos del museo que erigiría Teodoro González de León en honor a los poemas y ensayos que Paz escribió sobre el arte mexicano y que fueron compilados en Los privilegios de la vista. Para María José Mejía, de todas las facetas del intelectual mexicano destacaría la del poeta que inspira, el que mueve algo en sus allegados para crear a partir de él. Como las partituras que Mario Lavista concibió a partir de sus lecturas del Nobel, dos canciones para mezzosoprano y piano, y cuyas piezas están en el libro. Como los poemas en los que, bajo el título de “Junta de sombras”, José Emilio Pacheco se convierte en una especie de escritor fantasma y se apodera lo mismo de la voz de Ramón López Velarde que de Sor Juana Inés de la Cruz, de Rubén Darío que de Carlos Pellicer. Lenguaje en libertad. El Colegio Nacional celebra a Octavio Paz es una obra multifacética como el escritor al que rinde homenaje. Es poesía, ensayo, epístola, música, arquitectura, pintura, disertación, crítica. Es, en palabras de sus compiladores, la oportunidad de descubrir a un Octavio Paz terrenal que va más allá del escritor inmaculado en el que se ha convertido. “Este libro te da la oportunidad de descubrir a un Octavio Paz que a su vez fue descubierto por autores de su generación y que podían mirarlo de tú a tú”, culmina María José Mejía. L


LABERINTO

Janne Teller

“Las identidades nacio de hoy son una plural En 2001 acaparó los reflectores de la escena internacional con su novela Nada. Comprometida con la agenda social del mundo actual, la escritora danesa comparte sus impresiones sobre Edward Snowden y su trabajo como activista en contra de la vigilancia masiva que ejercen Estados Unidos y el Reino Unido Jennifer Clement

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anne Teller nació en Copenhague en 1964. Ha escrito novelas, numerosos cuentos cortos y ensayos político–filosóficos. Es dueña de un estilo controversial que ha provocado apasionadas discusiones. Ha recibido numerosos premios nacionales e internacionales. Su polémico libro Nada, que incluso fue censurado, poco después obtuvo el galardón como Mejor Libro Infantil de 2001 que otorga el Ministerio de Cultura danés, el prestigioso Le Prix Libbylit de 2008 como mejor libro infantil de la región francófona y, en 2011, el Michael L. Printz Honor Award de Estados Unidos. En 2014 Janne Teller ganó el Premio Drassow de Dinamarca y fue designada como jurado del importante Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán. En 2013, fue una de los siete autores detrás de la campaña Escritores Contra la Vigilancia Masiva. Janne Teller participa con regularidad en debates públicos alrededor del mundo. En el mes de diciembre de 2013, seis personas, además de usted, se unieron para lanzar la Petición Contra la Vigilancia Masiva, en respuesta a las revelaciones de Edward Snowden. Díganos más sobre el trasfondo, la historia humana: ¿cómo llegó a formalizar esta protesta? En junio de 2013, casi inmediatamente después de las revelaciones de Edward Snowden, la escritora alemana Juli Zeh había hecho pública una carta dirigida a Ángela Merkel en la que le exigía a su gobierno la protección a la privacidad de los ciudadanos de su país. La carta no tuvo respuesta. A mí me preocupaba —me preocupa aún— la manera en que la libertad y la democracia se debilitan cuando las autoridades dejan de respetar la integridad y la privacidad personales. En aquel momento, nadie parecía reaccionar a la tremenda transgresión que Snowden había dejado al descubierto. Yo también pensé en escribir una carta pública al gobierno danés, pero sabía que el efecto hubiera sido mínimo, puesto que la vigilancia masiva no es un problema nacional sino global. Era evidente que había que tomar una medida internacional. Hablé con otros escritores que compartían esta preocupación, como la estadunidense Isabel Cole, el búlgaro–alemán Ilya Trojanov y la británica Priya Basil, y como Juli Zeh también había llegado a la misma conclusión, empezamos a escribirnos por vía electrónica; llegamos a ser siete al unirse a nosotros los escritores austriacos Eve Menasse y Josef Haslinger. Ahí fue cuando redactamos el texto y comenzamos a contactar a otros escritores. Esto ocurrió a comienzos de octubre de 2013. Fue una tarea titánica. Sin una organización que nos respaldara, ni secretarios o dinero, teníamos que hacerlo todo nosotros. Hubo que convocar a la prensa para lograr la publicación simultánea mundial de la apelación en el Día de los Derechos Humanos. Trabajamos sin parar durante dos meses y medio, utilizando todos nuestros contactos, editores, agentes y colegas escritores para alcanzar a otros escritores de todo el mundo. El resultado final nos dejó muy contentos: cuando la apelación se publicó, el 10 de diciembre de 2013, contenía la firma de más de 560 de los principales autores de 83 naciones, entre ellos seis premios Nobel.1

¿Qué consecuencias tuvo la iniciativa? Creo que el apoyo de tantos autores importantes al movimiento Escritores Contra la Vigilancia Masiva hizo que los políticos de todo el mundo comprendieran con claridad que no iban a poder desestimar la importancia de este tema. Hagamos un poco de memoria recordando el contexto. Snowden había sido completamente vilipendiado cuando la apelación se hizo pública. Los gobiernos de Estados Unidos y del Reino Unido negaban, cuando no simplemente ignoraban, todos los alegatos de Snowden, mientras que los aliados de aquellos países (incluyendo a Dinamarca, mi propia patria) con total cinismo declaraban que nadie vigilaba a los ciudadanos. Hubo amenazas, e incluso ataques, contra los periódicos que se animaron a cubrir la noticia, como la destrucción de computadoras en las oficinas de The Guardian en Gran Bretaña, pero una vez que la apelación de los escritores se hizo pública, resultó imposible a las autoridades desestimar el asunto como si se tratara de los delirios de un muchacho loco y de un par de periodistas de izquierda. Los gobiernos se vieron obligados a dar respuestas. ¿En qué se encuentra hoy la apelación? ¿Hay planes para realizar más protestas? La apelación fue una iniciativa puntual que tuvo el efecto que buscábamos: poner el tema de la vigilancia masiva en la agenda pública de forma tan contundente que los gobiernos se vieran forzados a dar la cara, dejar de mentir y de darle vueltas al asunto. Muchos escritores y otras personas continuaron firmando la apelación durante un largo tiempo hasta alcanzar las 220 mil firmas. Y nosotros siete, junto con otros firmantes, continuamos discutiendo el tema y escribiendo sobre él cada vez que nos resultaba posible: nos reunimos con el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schultz, en distintas ocasiones; algunos de nosotros incluso fuimos a Estrasburgo a dialogar con los parlamentarios europeos, presentamos la declaración en la Cámara Baja de Alemania y hablamos con los negociadores de las Naciones Unidas y la Unión Europea. También unimos fuerzas con el PEN para llamar la atención sobre el problema. Sin embargo, no somos políticos ni diplomáticos, ni siquiera pertenecemos a una organización; somos simples escritores, individuos que se preocuparon en ese momento y aún se preocupan, pero que ahora debemos regresar a nuestras tareas literarias. Para cada uno de nosotros, todo esto representó un esfuerzo enorme que consumió mucho de nuestro tiempo, de manera que no es algo que podríamos hacer de manera continua. Además, hay un momento específico para cada forma de acción. La nuestra fue una iniciativa puntual, pero existen otras estructuras que permiten la búsqueda de soluciones y de su implementación. Actualmente nos reunimos si resulta pertinente; de otra manera, dejamos que las negociaciones tomen su curso en los parlamentos nacionales y de las Naciones Unidas, y que sean las organizaciones y los grupos de activistas en cada caso quienes las continúen. No hay planes de futuras intervenciones, pero considero que estamos tan comprometidos con la causa que estaríamos dispuestos a volver a la acción si llegara a ser necesario. Y existen otros temas que nos preocupan, al menos a mí y a algunos de los otros, como el fanatismo y el extremismo en Europa. Por el momento, al menos estoy más directamente involucrada con esto.


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de portada ESPECIAL

ionales lidad” Hay quienes suponen que se puede conocer a las personas por su comportamiento en línea. Esto puede ser verdad hasta cierto punto, pero todos sabemos que ver algo en línea no significa necesariamente que se esté de acuerdo con ello. ¿Cómo podemos protegernos del riesgo de ser falsamente acusados de complicidad en ese caso? Resulta extremadamente difícil protegerse. Mejor dicho: resulta imposible. En el momento en que nos conectamos, nos rastrea una infinidad de cookies, lo que significa que una infinidad de compañías —o de organizaciones políticas— reciben información sobre nuestras preferencias, intereses y hábitos de consumo, las películas que vemos, las búsquedas que realizamos, los sitios electrónicos a los que entramos. En general, al entrar a una página electrónica se nos pide que demos nuestro consentimiento “formal” para aceptar las cookies, pero como es imposible usar Internet sin cookies, esa formalidad constituye una trampa. Al menos bajo la legislación vigente, o nos abstenemos de usar Internet completamente o debemos aceptar que otras personas accedan a cada clic de nuestro ratón de computadora. Pero incluso si nos mantenemos fuera de línea, no estamos completamente a salvo: un viejo teléfono celular es suficiente para que la Agencia de Seguridad Nacional [de Estados Unidos] pueda saber exactamente dónde estamos en cualquier momento. Nuestra posición es luchar en contra de la vigilancia masiva cada vez que sea posible, pero también tenemos que vivir, y en la sociedad contemporánea es prácticamente imposible vivir sin utilizar la tecnología moderna. Estoy hablando de que hay vigilancia incluso a través de los teléfonos fijos, los aparatos de televisión, etcétera. Así que hay que hacer un balance y tomar decisiones informadas, como no usar el sistema de posicionamiento global para no dejar huella de dónde hemos estado, no hablar de los secretos más íntimos en una conferencia de Skype, cubrir la cámara web cuando no se está utilizando y usar una cuenta de correo electrónico codificada. También es importante saber cuándo no es conveniente usar la tecnología y tener conciencia de que cada comunicación o acción dentro del espacio digital tiene el potencial de hacerse pública. Usted ha escrito de manera extensa sobre el futuro de Europa en ensayos como “Europa, ¿quién eres?” y “Que Mahoma tenga piedad de mi país”. En el contexto de su pensamiento, ¿qué opinión le merecen los recientes actos de violencia antisemita en Francia y en Dinamarca? Creo que el terror es el resultado trágico y espantoso de una política de exclusión de largo aliento, tanto en cada nación de Europa como en el resto del mundo. Si se humilla colectivamente a un grupo de personas, si se le discrimina y excluye de la posibilidad de formar parte de la construcción de una sociedad, lo previsible es que tarde o temprano esas personas se rebelen a través de actos de violencia. Eso no justifica a los perpetradores del terror. Cada terrorista también es personalmente responsable de sus propias decisiones. Pero si no somos capaces de enfrentarnos al problema mayor que es la discriminación, jamás seremos capaces de ponerle un freno al terrorismo. Por cada terrorista que pongamos bajo arresto surgirán cien para ocupar su lugar. También debemos encontrar una solución diferente al problema de los jóvenes marginales, desadaptados, desempleados y en busca de su identidad porque, por desgracia, ellos son los cuadros a los que la ideología extremista y violenta logra reclutar con mucha facilidad. Se les

La autora de la colección de cuentos cortos Todo

Creo que el terror es el resultado trágico y espantoso de una política de exclusión de largo aliento en cada nación de Europa y el resto del mundo

debe ofrecer una perspectiva positiva; mostrarles formas de contribuir efectivamente con la sociedad y de ser parte de esa sociedad sin renunciar a sus orígenes. Europa, en particular, tiene que comenzar a aceptarse como una región de inmigrantes; debemos abandonar la vieja y rígida manera que tenemos de definirnos a nosotros mismos y aceptar que las identidades nacionales de hoy son una pluralidad. Esto será posible si adoptamos una identidad basada en valores, no en normas. Si basamos nuestra identidad en la democracia, la justicia, la creencia de que todas las personas nacen iguales, así como en principios cualitativos, tal como el concepto de “cualidad sutil” que definí en el ensayo que usted mencionó antes, entonces todo el mundo podrá ser parte de esa identidad, al margen de cuál sea su origen cultural. Desde luego, esto debe ir acompañado del rechazo de la violencia contra la democracia. Debemos apoyar firmemente la tolerancia sin llegar al extremo de aceptar la intolerancia en cualquiera de sus manifestaciones o formas. No culpo a las políticas mundiales por el terror per se, pero las políticas injustas hacia un Islam que hoy se encuentra en el lado perdedor le han dado a los clérigos extremistas un terreno mucho más fértil para captar a la juventud inconforme y le proporcionan a los terroristas una justificación de sus acciones. Por estos y por otros motivos, debemos asegurarnos de no darles a los terroristas esa justificación. Háblenos de la respuesta mundial a su extraordinario libro Nada y díganos cómo se siente tener una obra proscrita. Me resultó alarmante que en la Europa de hoy un libro pudiera ser proscrito solo por la pregunta existencial que plantea y que, según creo, todas las personas se formulan interiormente. Mi libro no contiene lenguaje soez y apenas narra algún hecho de violencia menor que no se compara con la que hay en los libros de vampiros y otros temas que leen hoy los jóvenes, pero con el tiempo he

aprendido que ese temor a la “nada existencial” que tienen muchos adultos fue lo que los llevó a prohibir este libro para jóvenes. No fue un problema para los jóvenes, que están precisamente en la edad en la que se debaten estos temas. Los lectores jóvenes siempre ven la luz al final del libro; también comprenden que es tarea de cada individuo definir y aprovechar esa luz en su propia vida. Háblenos también acerca de su nuevo libro, Todo, que acaba de publicarse en México. Todo es una colección de cuentos cortos alrededor de lo que ocurre cuando no se encuentra ni se cuenta con la empatía y la coherencia del ser humano. Todo es sobre la vulnerabilidad que sentimos cuando en distintas circunstancias la coherencia humana falla o desaparece. Es lo que ocurre cuando los niños, los jóvenes o incluso los adultos deben emprender la búsqueda de esa coherencia sin ninguna guía y es sobre la naturaleza de esa coherencia. Todo también cuestiona la responsabilidad del individuo en una sociedad, respecto de sí mismo y de los demás. Sin embargo, cada historia es enteramente individual y está narrada en un tono y un lenguaje propios, que corresponden a esa historia puntual y a los personajes en ella. Los temas individuales van de la violencia, la exclusión y la libertad de expresión hasta la esclavitud moderna, la multiculturalidad y la identidad. Aun cuando hay violencia en la mayoría de las historias, la violencia no es el tema. Lo que importa es lo que la violencia pone al descubierto. Cada cuento es sobre un momento de definición, un momento en el que se obtiene una visión de uno mismo o del otro; una situación que revela o define quiénes somos en realidad. Ese momento o, mejor dicho, esos momentos pertenecen a lo que yo llamo Todo. Todo es como un lago infinito de humanidad universal, en el que reside una verdad eterna que nos concierne a todos y que por lo tanto elude el reflejo inmediato y deslumbrante de una realidad que es hoy más falsa que nunca. Todo es el lugar en el que cada cosa se conecta y adquiere sentido; un lugar en el que no existe el miedo, puesto que cada cosa es parte de ese mismo lago del ser, de un único ser. Todo es el lugar en el que nuestras vidas deberían hundir raíces, aunque desafortunadamente eso rara vez ocurre. Por ello es que cada uno de nosotros está en busca de su propio Todo. L 1La apelación y la lista de firmantes se puede ver en la siguiente liga: https://www. change.org/p/a-stand-for-democracy-in-the-digital-age-3. La apelación establecía los siguientes puntos: que el pilar básico de la democracia es la integridad inviolable del individuo, no solo física sino también de pensamiento y de comunicación. Que este derecho humano fundamental ha sido declarado nulo por el abuso de desarrollos tecnológicos en el que han incurrido los Estados y las corporaciones con el fin de llevar a cabo una vigilancia masiva. Que una persona bajo vigilancia deja de ser libre; y una sociedad bajo vigilancia deja de ser una democracia. La apelación subrayaba que para conservar su validez, nuestros derechos democráticos deben ser aplicables en el espacio virtual y en el real, y efectuaba una serie de demandas específicas, que incluían: 1) el derecho de todas las personas a determinar, como ciudadanos de una democracia, hasta qué punto sus datos personales pueden ser legalmente recolectados, guardados y procesados, y por quién; y 2) que Naciones Unidas reconocía la importancia central de la protección de los derechos civiles en la era digital, y que se redactaría una Declaración de Derechos Digitales. Traducción de Fanny del Río


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MILENIO

varia ESPECIAL

Carlos Ashida: la belleza al margen Impulsor de quienes hoy engrosan las filas del arte contemporáneo, fue un pionero que hizo de la curaduría un ejercicio de matices y sutilezas que contradecían el gusto común RETRATO Sylvia Navarrete Para Mónica y Jaime Ashida

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i tuviera que escoger una palabra para caracterizar a Carlos Ashida (1955–2015) sería “el gusto”. Bueno o malo, de eso no se trata. Carlos cultivaba una estética que anticipó y alimentó a su época. Arquitecto formado en tierras jaliscienses, lector cotidiano de poesía, temperamento parsimonioso y púdico, era de trato distante y dulce a la vez. Solo en la curaduría, que le apasionaba, soltaba realmente la aptitud a la libertad que guiaba su sensibilidad. Era un hombre muy decente, con gustos indecentes. Siempre tenía un libro al alcance de la mano (poesía, ensayo, novela), pero su modestia le impedía jactarse de erudición. Al contrario, era la antítesis de aquellos curadores de arte que anteponen un andamiaje de citas de Walter Benjamin o de Pierre Bourdieu a cualquier exposición, en pos de engrosar su propuesta discursiva. Interpretaba aquellos refritos teóri-

Tibol, quien no resistió destilar su despecho: “¿Y eso les parece atrevido? Si nosotros éramos mucho peores”. La muestra hizo historia. Todas las que en adelante se dedicaron a creadores emergentes siguieron su modelo y su tono: inclusión de formatos no tradicionales y de colectivos artísticos, nada de retórica, mucho porno, algo de caos, de insolencia adolescente, de desencanto finisecular. Su centro era la capital jalisciense, donde atendía con su hermano Jaime la Galería Arena México, pero sus curadurías circulaban por todo el país. Conviví con él todos los días, de 2002 a 2007, en el Museo de Arte Carrillo Gil, del que era director y yo subdirectora. A su vera, aprendí los tejemanejes de la institución: más creador que gestor, las broncas sindicales y anexas me las dejaba a mí; los ajustes presupuestales, al administrador. El equipo agradecía su cordialidad y su sentido del respeto. En las juntas, se limitaba a escucharnos, recortando lentamente con los dedos tiras de alguna hoja de papel que acababan formando montoncitos de origami. Pero algo más importante nos transmitió: cómo llevar a la práctica profesional una cuestión tan subjetiva como el gusto. Cómo armar una exposición partiendo de la compenetración con las obras para desembocar en la argumentación. Cómo incitar al público, no solo a ver sino a gozar. Lo mejor transcurría en salas, a la hora del montaje: todas las obras adosadas a los muros, Carlos levantando una, desplazando otra, jugando con las afinidades y forzando los contrastes, y así, en un par de días, armando las correspondencias más singulares e inesperadas entre autores disímbolos y piezas contradictorias. Sufría cuando tenía que escribir un texto, y acostumbraba entregar a destiempo. Pero el resultado siempre era hermoso. Me mandaba de vez en cuando una frase de Chesterton, versos de Valéry o éstos de Tu Fu, que le sirvieron para nombrar una muestra de dibujo:

cos como una empobrecida capacidad al placer, debida a un síndrome de líder de opinión o a un complejo de inferioridad social. Carlos Ashida no pontificaba, disfrutaba. Aun cuando siempre conservara un semblante impasible. ¡La belleza! Sí: la belleza -de lo superfluo, lo ambiguo, lo inútil, lo displicente- era la experiencia principal a la que aspiraba su gusto. Lo discursivo, para él, de ninguna manera era disociable de lo estético. Lo traté durante 25 años. El primer acercamiento nos lo facilitó el Centro Cultural Arte Contemporáneo de Televisa, al producir tapices para una exposición de Francesco Clemente en el Taller de Gobelinos que dirigía Ashida en Guadalajara. La conversación de ese joven con modales de buena familia, discreto y afable, despertaba fantasías sentimentales entre las chicas de investigación. Su carrera como curador independiente se estaba fraguando en Guadalajara. Con motivo de uno de los primeros coloquios de arte contemporáneo, montó junto con Patrick Charpenel en unos baños abandonados una colectiva de artistas jóvenes, Acné: causó sensación, furor, júbilo. En medio de una multitud, la visité con Raquel

Acné, Voraz fuego ebrio, Lesa natura, Segunda mano… También era bueno para los títulos. No solo fue un precursor que contribuyó a lanzar a quienes forman hoy las filas del arte contemporáneo, sino que se mantuvo, con distinción y serenidad, al margen de grillas y camarillas. Uno de sus últimos proyectos, el año pasado, fue una insuperable retrospectiva del Dr. Atl en el Hospicio Cabañas, del que era director curatorial. Tenemos una deuda con Carlos Ashida: reconocerlo como el pionero que fue, comprender la sutileza de sus opciones estéticas, valorarlo como un historiógrafo fuera de serie, fuera de escuelas, fuera del gusto común. L

de donde la historia es esculpida a golpe de cincel. Ya lo destacó Vicente Leñero: su denodado empeño por someter el qué argumentativo a un riguroso cómo. En ese infatigable juego verbal que Padilla se impone a sí mismo y al que invita a participar activamente al lector, cimientos insospechados de nuestro idioma recobran fuerza y nos hacen reflexionar acerca de hasta qué punto, con frecuencia, banalizamos las fórmulas expresivas. En Las fauces del abismo una persona, por ejemplo, no agoniza sino que “se entrega en el ansia de morirse”. Un enfermo no ve hacia abajo, “derrumba al suelo la mirada”. Después de una conferencia, el expositor “descose una gran aplauso entre sus pares”. Alguien más no se limita a caminar a ciegas, sino que “se tantea el paso en la penumbra”. Imaginación erudita, erudición imaginativa; arcaísmos refrescantes y, en ciertas situaciones, una intencionada anacronía que abre de par en par las puertas del angustiante presente, sólidos pilares sobre los que descansa Las fauces del abismo. Resta hablar brevemente del formidable inventario de monstruos que saltarán a la yugular del lector a lo largo de las pocas pero compactas páginas de esta obra. Hay un talismán en forma de tortuga que tiene en su caparazón una cruz con cuatro

ojos perversos. Un mono que involuciona para usar el lenguaje articulado de los humanos. Una araña, o cuatro —creo que mi bestia preferida—, del tamaño de un higo, blanda y con lunares, cuya picadura o bien hace olvidar todo a los hombres, o recordarlo todo sin descanso, o bien inyecta en un individuo los recuerdos de otro, o bien combina estas tres posibilidades a su insectil antojo. Existen también los escurridizos y nada fiables vorsaith, solo perceptibles para aquellos dotados de la Vista Otra. Y perros enormes y monjes sablistas fundidos en un horrible ritual de sangre. Por no hablar de la americana Anfiparta, un cuadrúpedo que no es macho ni hembra y que se come a su madre al nacer, lo mismo que, al parir, su cría la devora. Un leopardo acechante que muda de identidad. Manchas fotófagas. Una estremecedora rueda que zanjará la bienaventuranza o la desdicha de nuestras vidas, según se haga girar para uno u otro lado. Los seres aterradores de Las fauces del abismo despertarán muchos otros monstruos que, ni siquiera sospechamos, acechan en nuestro interior. No alcanzo a determinar si esto haya que agradecérselo o reprochárselo al autor. L

...llevada hacia las largas sombras del crepúsculo, precipitadamente, por los momentos obstinados y tercos, la vida gira vertiginosa como un voraz fuego ebrio.

RESEÑA

Monstruos de la sima Adrián Curiel Rivera

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as fauces del abismo (México, Océano, 141 pp.) es un libro donde de entrada se evidencia una de las obsesiones de Ignacio Padilla: la escritura entendida como orfebrería en filigrana. Se trata de un singular bestiario estructurado en nueve dilatadas narraciones, donde campean recursos estilísticos y de fondo a los que, en la actualidad, muy pocos escritores se arriesgan: la erudición y la imaginación, los arcaísmos y los anacronismos. La erudición puede matar a la imaginación, pero Padilla conoce el arcano de su delicado equilibrio para que esto no se verifique. De esta manera es capaz, sin que le tiemble el pulso, de colocar un arconte de la antigüedad griega en una intriga veneciana renacentista donde los fabricantes de espejos de Murano, en la lucha por hacerse de la hegemonía planetaria del cristal, conspiran para no ser derrocados por los artesanos de Bohemia, como sucedió históricamente. O, como si nada, provocar la aparición y mezcla del Torá y el Talmud, Marco Polo y el pintor de simios decimonónico Cornelius Max, el sufismo y el zen, la Guerra de Crimea, el imaginario medieval de las animalias, la patrística y el hereje Marción, derviches y nabíes, la cabalística del alefato, discusiones sobre el valor de lo nuevo y lo antiguo que remiten a las de Charles Perrault en la Academia Francesa o a Jonathan Swift, convergiendo todo ello en una atmósfera de una textura al mismo tiempo extraña y reconocible, una textura —y esto hay que subrayarlo— en la que Ignacio Padilla, en un juego brillante y deliberado, no deja de hacerle guiños a la conjetura borgeana. El lenguaje, para Padilla, es la materia prima moldeable y primordial


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LABERINTO

en librerías José Trigo

Justicia mayor Agustín Ramos Random House México, 2015 341 pp.

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sta novela reconstruye la revuelta indígena del siglo XVIII en las sierras de Tutotepec cuando, tras siglos de opresión, los pobladores desafiaron a los españoles, a sus leyes y su religión, convencidos de que un cambio radical era posible. El saldo de la lucha fue de cientos de indígenas masacrados por los conquistadores, la cárcel y un nuevo proceso de adaptación. La novela fluye a través del protagonista principal del episodio, don Pedro José de Leoz, secretario de la Cámara del Secreto de la Santa Inquisición y alcalde mayor de Tulancingo, conocido irónicamente como “el justicia mayor”.

Fernando del Paso Fondo de Cultura Económica México, 2015 467 pp.

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eedición de una de las novelas emblemáticas de Del Paso, publicada originalmente en 1966 y ganadora del Premio Xavier Villaurrutia ese mismo año, José Trigo es un retrato fiel de los ferrocarrileros de mediados del siglo XX: sus batallas laborales, la miseria, la esperanza redentora de la huelga, la traición. El tal José Trigo, más que protagonista un símbolo narrativo, atestigua los dramas personales de sus colegas, algunos de ellos supervivientes de la lucha cristera de los años treinta pero, también, de la corrupción sindical y del inicuo progreso de la nación.

El atelier de los deseos

Hombres buenos Arturo Pérez–Reverte Alfaguara México, 2015 582 pp.

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inales del siglo XVIII: dos académicos de la lengua ya entrados en años reciben la encomienda de viajar a París para obtener La Enciclopedia, prohibida en España, de modo clandestino. Hay, sin embargo, fuerzas oscuras, representadas por el clero y el periodismo zafio, dispuestas a truncar la misión. Como en tantas ocasiones, Pérez–Reverte confecciona una novela de peripecias, pólvora y sable, con un aparato histórico que ni abruma ni intimida al lector. Sensacional el retrato del bibliotecario Hermógenes Molina y el del almirante Pedro Zárate, y sensacional la cadena de golpes de fortuna.

Rock Doll

Agnés Martin–Lugand Alfaguara España, 2015 256 pp.

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sicóloga clínica de profesión, la historia de Agnés Martin–Lugand es similar a las que escribe: varias negativas editoriales hacia su primera novela hicieron que se autoeditara en Amazon, vendiendo miles de libros. Obviamente, como las moralejas de sus obras, fue contratada de inmediato por la firma Michel Lafon. El atelier de los deseos cuenta la vida de Iris, quien aspira a convertirse en modista pero sus padres casan con un tipo gris y aburrido, por lo que se divorcia y consigue empleo en el prestigioso atelier de Marthe, una leyenda en el mundo de la moda. Amores y enredos garantizados.

Solsticio de infarto Jessy Bulbo Ediciones B México, 2015 304 pp.

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ocanrolera, actriz, conductora de televisión y ahora novelista, en una de esas Jessy Bulbo se vuelve igualmente consejera del corazón. Pero mientras llega tal momento, continúa “malinfluenciando [sic] a la chamaquiza”, para seguir a sus editores, con una novela en la que inevitablemente la protagonista es una joven que se dedica al rock. Y sí, hay sexo, drogas y rocanrol, pero en realidad los propósitos de la Jessy son mostrar a una chava de hoy que busca su identidad y su independencia en un medio que todavía genera prejuicios entre las buenas conciencias.

Jorge F. Hernández Almadía México, 2015 368 pp.

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ste volumen ofrece una selección —de entre el 1 de julio de 2010 y el 20 de septiembre de 2012— de “Agua de azar”, la columna que apareció en Milenio durante quince años. Ahí había cabida para un responso por Armando Jiménez, el cronista extraoficial de la Ciudad de México; una alabanza al director de orquesta Ricardo Muti o un lamento por la llegada inminente de la Navidad. Jorge F. Hernández tiene no solo el don de la ironía sino el de la oportunidad periodística. Está siempre al día pero no se deja llevar por la euforia del presente. El prólogo corre a cargo del consabido Juan Villoro.

Me decían mexicano frijolero

La caída del imperio romano

Ana Luisa Calvillo Ficticia México, 2015 108 pp.

Adrian Goldsworthy La esfera de los libros España, 2011 631 pp.

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oberto Rangel, un indocumentado originario de Michoacán, comenzó a trabajar para la policía de Fresno, California, en agosto de 1999. Era informante: vendedor de cocaína y adicto que tenía buena relación con matones y pandilleros. En 2001 fue acusado de asesinato y condenado a 57 años de prisión. En su crudo y aterrador testimonio nada parece probar su culpabilidad. Lo que resulta evidente son los nexos de la policía de California con las bandas de narcotraficantes, su propensión a la brutalidad y la colusión de jueces y autoridades en el negocio de la fabricación de pruebas.

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i tomamos en cuenta que en el siglo II Roma era un imperio floreciente que se extendía por todo el Mediterráneo, resulta perturbador que para el año 500 fuera un remedo de sí misma. A qué causas debemos atribuir su decadencia y ruina irreversible. Esta es la pregunta que Goldworthy quiere responder mediante la revaloración del avance de los pueblos germanos y el estudio de los cambios lentos pero efectivos en el estilo de gobernar. El punto de partida es el año 180, que señaló la muerte de Marco Aurelio, y el de llegada es el 518, cuando el trono quedó vacante a la muerte de Anastasio.

Nuestros embajadores de las letras LOS PAISAJES INVISIBLES Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com

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n funcionario del INBA twittea fotos como gran paseante desde Londres: callejuelas, el Tate Modern, distritos varios. Aprovecha la visita con motivo de la Feria en que México fue invitado para mostrarle a sus seguidores que aparte de chambear arduamente como burócrata y escritor seleccionado al mismo tiempo, también aprovechó para hacer turismo cultural. De allá mismo llegan boletines confeccionados por la propia Agencia de Viajes Conaculta que la prensa hizo pasar como notas informativas, en las que se destaca a una joven escritora como la figura estelar de la celebración libresca y se ensalzan los honores que recibieron nuestros adalides (“autores extraordinarios”, los llamó Rafael Tovar y de Teresa), vaya generación más prodigiosa, en algunos casos los genios viajan en pareja, son matrimonios bienhadados con la aureola de la creación institucional. En Argentina, el éxito de los connacionales arrasó con los lectores bonaerenses, aunque las omisiones fueran escandalosas porque los cronistas verdaderos de la Ciudad de México terminaron relegados por el criterio de quienes elaboraron la lista VIP, porque hoy, más que nunca, se tachan, ningunean o de plano desconocen a los autores que no forman parte de la camarilla sexenal. Al fin y al cabo, si la crónica del Distrito Federal fue el pretexto de la Secretaría de Cultura del gobierno de Mancera para repartir boletos al Cono Sur, cronistas pueden serlo todos o cualquiera, la instantánea urbana a reseñar era lo de menos pues algunos de los elegidos poco o nada han escrito de la ciudad y ni siquiera viven ya en la metrópoli más grande del planeta. México se pavoneó en Inglaterra y Argentina con las figuras más representativas de sus letras, ni duda cabe, sembró inquietud y expectativas por las magníficas prosas y la desbordada imaginación que ilumina las obras maestras que promovió el Estado, libros con hartos premios, críticas laudatorias por

doquier y cientos de lectores, entre los que se cuentan los comisionados transitorios que dictaminan para el Fonca y cuya imparcialidad, consideración, profesionalismo y objetividad, han condecorado a sus autores con senda beca por tres años. Pero claro, amor con amor se paga, y los comisionados transitorios también recibirán su beca cuando les toque el turno de figurar como aspirantes. La literatura nacional se encuentra en su mejor momento. Sus embajadores se emplean con ahínco en la búsqueda formal y la renovación estética, asociados convenientemente en grupos de poder como dicta la vieja tradición. Son talentos puros, refinados e higiénicamente acríticos con el régimen que les reconoce y propulsa su carrera meteórica, gracias a ellos en el exterior se conoce el otro México del que nadie habla, ese que no es Ayotzinapa ni Tlatlaya ni Apatzingán, en el que no hay escándalos de casas blancas ni sospechas de censura sobre el periodismo incómodo, el país que algunos inconformes, por ejemplo Jorge Ramos, Alejandro G. Iñárritu o Guillermo del Toro, se empeñan en exhibir más allá de la frontera. En su discurso del Premio Cervantes, Juan Goytisolo dijo que “las razones para indignarse son múltiples y el escritor no puede ignorarlas sin traicionarse a sí mismo” e insistió en que nadie puede resignarse a “la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes” pero por fortuna eso sucede en España y en esta tierra, decíamos, solo vemos crímenes de lesa humanidad y una que otra corruptela. Venturosamente, los artistas se mantienen al margen de las truculencias de la vida diaria, para ellos —gracias a las instituciones y a nuestros impuestos, faltaba más— no hay paro ni precariedad, la beca es beca y el viaje es viaje y beca o sueldo y viaje aún mejor; para ellos solo importan sus fábulas asépticas, saludablemente libres de la polución sistémica. Qué orgullo nos da que en Londres y en Buenos Aires pusieran en alto, muy en alto el nombre de México. L


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MILENIO

cine Miguel Ángel Uriegas

“Dejamos que la televisión le hable a los niños” La increíble historia del Niño de Piedra combina el entretenimiento, los códigos de identidad y el mensaje didáctico en una aventura 2D ESPECIAL

ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

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n grupo de niños vive en un valle de la Huasteca. Un día, la feria llega a su pueblo y en ella encuentran al Niño de Piedra, condenado a ese estado por haberse enojado con la vida. El reto de los amigos es llevar a su nuevo conocido a través de un viaje fantástico que le permita recuperar su forma humana. Bajo la dirección de Miguel Ángel Uriegas, La increíble historia del Niño de Piedra es un filme de animación que reivindica la importancia del mensaje en el cine infantil. ¿Es más fácil llegar a los niños mediante animaciones? Siempre nos planteamos hacer una cinta de animación. La idea surgió a partir de un cuento

que escribió Nadia González, la guionista, con muchos años generando contenidos para niños. Sabe perfectamente que para el rango de entre 4 y 8 años la animación en 2D es muy atractiva. ¿Cómo captar la atención de los niños ahora que sus opciones de entretenimiento son más fragmentadas? Es fácil que los niños pierdan la atención; por eso estructuramos la historia de manera episódica y planteamos el mensaje de manera didáctica. Al hacerla por episodios los involucramos con la historia. Los niños son implacables: los atrapas o lo dejan. Por eso nos fuimos a lo básico. La generosidad es el mensaje que nos interesaba transmitir y preferimos

pecar de reiterativos a través de simbolismos y metáforas. Evitamos los gags y el pastelazo. Si te vas por el chiste fácil, los niños se dan cuenta y sienten que los tratas como tontos. Ante la homogeneidad en el cine infantil, pienso en las películas de Pixar que instauran una forma de hacer producciones para niños. Ustedes ubican la historia en un sitio como la Huasteca. ¿Qué ventaja supone crear códigos de identidad con los niños? Les hablamos a niños mexicanos que conocen el argot y los elementos que plasmamos en la película. Al hablarles en su mismo idioma y utilizar sus propios símbolos, les reafirmamos su identidad. ¿En términos de animación, con qué suplieron las carencias técnicas? Apostamos por una dirección de arte atractiva. Al ser una película didáctica, una animación simple y digerible nos favorecía. No nos fuimos por el 3D por cuestiones de producción. Es nuestro primer filme de animación en Mantarraya y no quisimos exponernos demasiado. ¿Se ha superado el prejuicio hacia la animación mexicana en 2D? Seguimos estando muy lejos de los norteamericanos. Nuestra película se hizo con 1.8 millones de dólares y tenemos que competir con producciones de 30 o 40 millones de dólares. No estamos en un nivel competitivo pero con el contenido subsanamos las debilidades. Afortunadamente, la animación mexicana está creciendo y otros países ya nos miran para maquilar series televisivas. ¿Pero es cuestión técnica o de historias? Los japoneses tienen una gran tradición de cintas de animación y trabajan en 2D. Los japoneses tienen una concepción del drama muy diferente a la nuestra. Se cuecen aparte, nadie se les puede comparar. Los norteamericanos son el mainstream; definen los arquetipos pero de una manera comercial y arman sus estructuras a partir de fórmulas. Aquí todavía tenemos una debilidad de recursos pero tampoco nos caería mal tener más guionistas y perfeccionar nuestra manera de contar historias. ¿Qué tan importante es el mensaje en el cine infantil? El mensaje es lo más importante y delicado porque le hablamos a un niño que apenas comienza a definir su pensamiento. Por otro lado, es verdad que están expuestos a un bombardeo de imágenes y contenidos pero no por ello puedes olvidar mensajes básicos como la generosidad o el apoyo. ¿En México se hace buen cine infantil? No se hace cine infantil. Desde hace varios años pasamos por una situación delicada. El presente demanda la denuncia social como tema y en contraste el drama comercial romántico también funciona. Entre un polo y otro, el cine infantil ha quedado en el olvido. En los últimos diez años podemos contar no más de diez películas. Dejamos que la televisión le hable a los niños y este es un error. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Sabor y desazón Fernando Zamora @fernandovzamora

E

ntre 1977 y 1984, Sebastiao Salgado volvió a América Latina (de donde se había exiliado huyendo de los militares brasileños) para seguir a un joven sacerdote. Con él caminó por los pueblos de nuestra región tomando fotos. El proyecto Otras Américas inauguró la carrera de un economista que se volvió así fotógrafo profesional. Salgado ha publicado algunas de las imágenes más impactantes del mundo contemporáneo y con Otras Américas consiguió unirse a la tradición del fotorreportaje a la altura del arte. Hoy por hoy Sebastiao Salgado es un Cartier-Bresson, un Robert Capa, un Alberto Korda. El nombre del bio-documental de Wenders es un acierto. La sal de la tierra es un deleite en el horror de sus fotos. La cita evangélica parece adquirir significados nuevos y mantiene a Salgado en la línea de aquel joven sacerdote que hacía la revolución predicando el Evangelio. En efecto, la cita de Jesús “ustedes son la sal de la tierra” puede entenderse como que somos los hombres y mujeres del mundo quienes damos sabor al mundo. También es cierto que la sal, cuando sala la tierra, la vuelve inservible, infértil. En esta dicotomía entre hermosura y horror, entre sabor y desazón se mueve el último documental de Wim Wenders. Con esta película, el director alemán ganó con justicia el premio Un Certain Regard en el Festival de Cannes. Wenders ha recorrido el camino contrario a tantos cineastas que comienzan por el documental con la idea de saltar a la ficción. En la suma de la obra de Wenders se trata de una noción absurda. Él, que ha conseguido ficciones tan enternecedoras como Paris, Texas o Der Himmel Über Berlin, parece haber caído en cuenta de que el documental es la forma más alta de la ficción. Detrás

The Salt of the Earth (La sal de la tierra). Dirección: Juliano Ribeiro Salgado y Wim Wenders. Fotografía: Hugo Barbier y Juliano Ribeiro Salgado. Francia, Brasil, Italia, 2014. de Salgado, con la solemnidad con que el fotógrafo siguió a un sacerdote, Wenders echa luz sobre lo ignoto. Los rostros de Salgado en esta película son los de quien nadie ha visto porque nadie quiere ver. Ya en Invisibles (documental del 2008) Wim Wenders había estructurado un arte ignoto en el sentido de que daba rostro a los niños a quienes el mundo no quiere ver. Decía que La sal de la tierra tiene las contradicciones de las que goza la sal. Lo que da sabor a la tierra es también lo que la mata. Tiene razón Salgado cuando dice que el hombre es un ser rapaz. Tiene razón, pero es contradictorio porque él, retratando a los pobres de los pobres, digámoslo

de una vez, se ha vuelto millonario. Y no está mal. También Salgado es la sal de la tierra. El artista que da sabor al mundo lo sala un poco más. A pesar de lo hermoso de este documental, uno no puede evitar la suspicacia de pensar que Wenders se ha prestado a la promoción de un nuevo proyecto que dará más dinero al fotógrafo de La sal de la tierra: el fotógrafo de lo más humano es también fotógrafo de lo más inhumano. La película se da en el contexto de un afanoso proyecto del brasileño. Por primera vez no va ya en busca de la gente. Ahora su sujeto artístico será la naturaleza salvaje y en este cambio por primera vez se está retratando. L


sábado 2 de mayo de 2015 b 11

LABERINTO

escenarios ESPECIAL

En busca del misterio final Alexander Scriabin murió el 27 de abril de 1915. Su nombre dividía a los diletantes en dos bandos: quienes lo creían loco, quienes lo creían un santo VIBRACIONES Hugo Roca Joglar hrjoglar@gmail.com

E

l lunes, ante políticos, Alexander Scriabin defiende a gritos el lado utópico e idealista del marxismo. El martes, ante escritores, jura ferozmente que el arte tiene espíritu aristocrático y que nunca hará concesiones a la mayoría. Lo acusan de inestable, lo acusan de contradictorio. Sobre todo los compositores. Pero Scriabin es un músico absoluto y eso lo hace único entre sus contemporáneos. Porque los otros, atrincherados en el nacionalista Grupo de los Cinco, lo son de medio tiempo. Tienen otras ocupaciones: Borodin, la química; Cui, la ingeniería; Rimsky–Korsakov y Mussorgsky, la carrera militar… En cambio, para Scriabin no hay nada más: la música acerca el alma humana hacia lo divino y él se considera a sí mismo como El Representante de lo Inexplicable sobre la Tierra. Crea partituras convencido de la inspiración divina. Sus conciertos escandalizan. Son rituales esotéricos. En la sala, sobre escenario y butacas, instala luces amarillas, blancas, azules, rojas, verdes y moradas. Quema incienso, tomillo y ajenjo. “¡Ustedes están aquí para ser salvados!”, grita y en el piano toca sus obras, que presenta como profecías. Entre pieza y pieza lee poemas y convoca a levantar plegarias. La poesía es muy importante en la esencia de su música. Primero está el poema; vienen después los sonidos. Están, por ejemplo, los definitivos versos que han inspirado su Poema del éxtasis (que técnicamente es su Cuarta Sinfonía): “Os llamo a la vida, fuerzas misteriosas/ ahogadas en las profundidades oscuras del espíritu creador./ Tímidos proyectos de vida. ¡Yo os aporto la audacia!”. Al definir claramente su conciencia de iluminado (el destino lo escogió para iluminar las almas y guiarlas hacia la salvación a través de su música), estos versos (que escribió en 1906) le ofrecen a Scriabin una sólida base poética para

construir una profecía musical en la cual las tres búsquedas torales que hasta entonces ha emprendido encuentran su expresión definitiva: claridad formal (incluso conservadora: movimiento único con división interna tripartita); ambigüedad armónica (trazada en los límites de la tonalidad), y pequeñas ideas melódicas (o temas) asociadas a instrumentos y conceptos (voluntad: trompetas; languidez: flautas, violines y maderas; sueño: clarinetes) que introduce por separado y luego va acumulando hasta hacerlas explotar en un nuevo y concluyente material melódico (el triunfo del espíritu humano en su lucha por la liberación metafísica: toda la orquesta con la sorpresiva aparición de un órgano). “Cada vez está más cerca del manicomio, ¿no creen?”, se burla Rimsky–Korsakov cuando escucha El poema del éxtasis. Sin embargo, los seguidores de Scriabin, ya miles, se reúnen para escucharlo (en su reducción para piano) una y otra y otra vez durante sesiones que se extienden a veces toda la noche. Están convencidos de que, a fuerza de experimentarla, terminarán fusionándose con la música y entonces, existiendo en esos sonidos, su alma se elevará para unirse por siempre con los dioses. Scriabin se obsesiona con esa idea: crear música capaz de desintegrar las almas en sonidos místicos, y para tal fin inventa su propio acorde (el disonante acorde místico: do–fa sostenido–si bemol–mi–la–re), con el que comienza a trazar una obra “en la que el arte debe unirse con la filosofía y la religión en un todo indivisible para formar un Nuevo Evangelio, pues el antiguo ya ha caducado”. Esta visionaria utopía cósmica, que intitula Mysterium, la detalla como una partitura de 168 horas (una semana) de duración que debe ser interpretada en un templo especialmente construido a las faldas del Tíbet. Sus planes son desorbitados: cuatro masas corales, gran orquesta con órgano, un teclado que asociará un color a cada sonido y silencios tan prolongados que deben ser llenados

El músico ruso

con pintura, danza, teatro, pantomima, escultura, lecturas de poesía, misas, escenografía y efectos especiales. Recluido en el campo, Scriabin trabaja del alba al crepúsculo; duerme tres horas y no acepta visitas. Está convencido de que es el Mesías. A mediados de abril de 1915, lo pica en el labio una mosca de establo que previamente ha picado a un caballo infectado de carbunco. Le salen tres pústulas malignas bajo su poblado bigote azabache y muere a la semana siguiente (día 27) con la boca rodeada de costras negras. Su Nuevo Evangelio queda inconcluso. Desmontan su casa y se encuentran apuntes donde se leen cosas como “¡será la celebración de una alegría colectiva!” y borradores orquestales que son despreciados por todos los compositores rusos. Mucho tiempo después, Alexander Nemtin (1936–1999) los junta y reconstruye una especie de prólogo (de casi tres horas) al malogrado Mysterium; lo bautiza “Preparación para el último de los misterios de Alexander Scriabin”. L

DANZA ESPECIAL

Imaginando un futuro digno Argelia Guerrero makarova81@yahoo.com.mx

E

ste 29 de abril se conmemoró el Día Internacional de la Danza. Bailarines, coreógrafos y “danzadores” de todo el mundo festejan la existencia del arte que usa al cuerpo como mecanismo de expresión y comunicación de ideas, sensaciones y demás pulsiones que han ocupado a la humanidad a lo largo de su historia. La fecha se determinó para coincidir con la fecha de nacimiento de Jean Georges Noverre, quien es considerado el parteaguas en la concepción de la danza como un arte capaz de codificar y configurar su propio lenguaje mediante una sistematización de los pasos más relevantes y significativos para sincronizar y armonizar con temas y emociones de intérpretes y ejecutantes; todo esto en el contexto de la corte de Luis XV, en Francia. Para la conmemoración de este 2015, el discurso al mundo estuvo a cargo del bailaor español Israel Galván. En México, los festejos contemplaron funciones en el Centro Cultural Universitario, el Centro Cultural Ollin Yoliztli, algunas explanadas de ciudades y delegaciones, así como intervenciones en espacios públicos; todo esto atravesado por el Encuentro Nacional de Danza realizado del 26 de abril al 2 de mayo en Torreón.

La conmemoración también está enmarcada por el Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga (INBA/ UAM), uno de los concursos de creación coreográfica más importantes del país. Y finalmente, en la Ciudad de México, el Encuentro de Escuelas Profesionales de Danza del INBA con espectáculos compartidos, cursos, talleres y conferencias. Sin embargo, no todo parece llamar al entusiasmo y optimismo entre los hacedores de danza en México. Como lo he resaltado en entregas anteriores, el dinamismo y la vitalidad se deben en gran parte, y sobre todo, al empeño de quienes crean y ejecutan danza desde sus múltiples estilos y espacios; pero la política oficial en torno a la danza evidencia falta de proyectos y de políticas culturales serias y de fondo, poca infraestructura, amenazas de desaparición de teatros, y la cancelación de apoyos a compañías y bailarines al que se suma el reciente anuncio sobre el recorte al presupuesto de la Red Nacional de Festivales, en el que convergen los principales eventos y encuentros dancísticos de todo el país. Al parecer, la política cultural se limita a festejos de este tipo y su respectiva difusión, pero sigue quedando pendiente una agenda seria de análisis, reflexión y discusión sobre la educación artística, la incidencia de creadores, ejecutantes e investigadores en la configuración de proyectos y programas que vayan más allá de las simples distribuciones de foros, becas y fondos entre bailarines y compañías.

Es urgente una reflexión profunda sobre la condición de maestros de danza en escuelas de arte y centros culturales, así como la de bailarines y coreógrafos que realizan su trabajo sin seguimiento ni apoyos. Es necesario valorar el impacto que la creación, investigación y difusión del arte tiene en una sociedad en crisis como la nuestra, y reconocer el poder de resanar (entre muchos otros esfuerzos) un tejido social cada vez más lacerado. La inseguridad social e incertidumbre bajo las que ejercen los trabajadores de la danza provocan también que se trunquen procesos creativos que, en condiciones diferentes, podrían ser mucho más ricos y propositivos. Claro que se debe festejar la danza y su universalidad, claro que se debe bailar pese a todo y contra todo, pero es también un buen momento para imaginar un futuro más digno para la danza mexicana. L


12 b sábado 2 de mayo de 2015

MILENIO

varia CARAVAGGIO

SCOTT DICKSON

Marta y María Magdalena (fragmento)

Neoliberalismo electrónico

Tinieblas

ARCHIVO HACHE

CASTA DIVA

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

l neoliberalismo electrónico es el gran ismo de las literaturas de inicios del siglo XXI. Su efecto es convertir al autor en un selfie–entrepreneur (ego–emprendedor), en viral mercadotecnia de sí. El libro ya es solo parte de la publicidad. El verdadero producto es el escritor–mercancía. La escritura pasó a la esquina y los selfies y pics, likes y comments son el centro de un intercambio de neo–capital selfinanciero y satisfacción instagramática acelerada. La “muerte del autor” ha muerto; hoy vivimos la época del Autor como lifestyle (o estilística de vida) que nos informercializa cada una de sus reacciones, comidas, viajes, compras, entrevistas, amigos, eventos, listas y ocurrencias. Al existir diaria y permanentemente en redes sociales, los escritores dejan de hacer obra. E intercambian renombre siguiéndose la corriente. El problema clave de las redes sociales es que son plataformas y géneros estructurados para obtener popularidad. Para ganar “seguidores”, el escritor se ve empujado a tener puntos de vista palomeables por su “comunidad” voyeur–clientelar. Cuando esta lógica se prolonga durante años, se produce un severo debilitamiento de los aspectos críticos con que contaba el escritor, pues para poder mantenerse dentro de Twitter o Facebook ha tenido que gravitar hacia el más bajo denominador común de poses y textículos. La literatura ha sido hecha por disidentes. Y ya no hay disidentes. Escritores en aprietos caen en el consenso.

Las redes sociales homogenizan a los escritores. También mercado y gobierno. Por eso la crisis actual de la calidad literaria y el auge de los intelectuales light. Antes se idealizaba al libro. Hoy se idealiza Internet. E Internet es mayoritariamente porno. Y las redes sociales son la grafía del porno. El neoliberalismo electrónico consiste en 24 horas continuas de especulación “literaria” basada en nombres no en textos; en apostar por carreras, no en construir una obra; en hacer menciones exprés, no lecturas reflexivas. La literatura desaparece: no hacia algo más radical, como esperaron las vanguardias y contraculturas del siglo XX, sino que está transformándose en un mercado especulativo bursátil de subjetividades reactivas hipervinculadas. Redes de escritor@s inflad@s publirrelacionándose entre sí. Al convertirse en un sistema de especulación financiera, los escritores están ya sujetos a las leyes de este tipo de mercados neoliberales. Ya hemos pasado del Boom (gran literatura absorbida por el mercado) al Crack (literatura de mediana calidad ofrecida a la especulación estado–mercantil). Pero del Crack sigue el Plop: literatura de poca calidad usada para inflar redes de carreras insustanciales. Y las propias leyes de estos mercados especulativos perfilan ahora el momento en que el reality check haga que toda la Bolsa Inflada de Valores Literarios reviente y estalle la burbuja: ¡PLOP! L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

L

a luz es evidente cuando está rodeada de tinieblas, el trayecto de la luz sobre la oscuridad es una forma de representar cómo transcurre el tiempo. La luz no es estática, se mueve con los instantes, se inicia y se extingue como una prueba de que el tiempo fluye sin detenerse. El pasado acumula memorias que ya no existen, el futuro inventa o planea esperanzas que son ficticias. En el barroco las tinieblas cubrieron la pintura para hacer visible el paso del tiempo, y plantearon con ese contraste una metáfora de contenido filosófico. En la penumbra está lo desconocido, es invisible porque lo ignoramos, es la incertidumbre. Lo visible está iluminado, nos consta su presencia porque damos credibilidad a nuestra percepción y somos sus testigos. En la pintura de Caravaggio Marta y Magdalena o Marta y la conversión de Magdalena la composición está dividida entre la luz y la penumbra. Marta trata de convencer a su hermana Magdalena de que renuncie a su vida “pecadora”. No vemos el rostro de la joven Marta, sus palabras están en las manos con las que enumera sus razones. Magdalena inclina un poco la cabeza y fija su mirada en el vacío para escuchar la voz que transtornará su destino. La luz entra del lado de la fe, cae sobre la espalda de Marta, su pasado, llega hasta el rostro y el cuerpo de Magdalena que tiene tras de sí la total negrura, el vacío o lo que está por iniciar, que como tal no existe. Magdalena representa el pecado, las tinieblas la envuelven porque el exceso nos arroja a lo desconocido, una vez que el deseo nos posee, fatalmente ignoramos hasta dónde nos llevará perseguir una satisfacción inalcanzable. Caravaggio, siguiendo el canon teológico, la pone al lado de un espejo, pero él lo hace convexo, negro, con un destello de luz sobre el que Magdalena posa un dedo señalando su propia vanidad; en la otra mano sostiene una flor blanca, símbolo de pureza en las pinturas de la Anunciación, con ese gesto medita qué elegir entre la contención o la disolución. La opacidad de ese espejo nos recuerda que la vanidad es un detonador de apetitos, el cuerpo es el instrumento del placer, el gozo es egoísta,

voraz, detrás de cada experiencia deja hambre. La función del espejo es reflejar ese cuerpo, el ser que lo habita cree reconocerse en él, cada apetito le exigirá más, lo orillará a buscar lo imposible de encontrar porque la saciedad no existe. Su forma convexa impide que la imagen se quede en él, la superficie del espejo rechaza lo que refleja para regresar una deformación, algo que es irreal, imposible, una ilusión. El espejo es la frontera final de la composición, Magdalena no puede verse en él porque el reflejo nunca es realista, usamos el espejo para tener una visión interesada y falseada, somos incapaces de aceptar una imagen verdadera de nosotros mismos, en ese sentido, pensarnos y recrearnos es nuestra primera obra de ficción. El tiempo pasa con esa luz, ese proceso en el que los argumentos y las experiencias cruzan por el plano pictórico analizando la metamorfosis de un personaje en otro ser, en alguien que apenas se está gestando en la obra. Las escenas pictóricas habitan en el tiempo presente que se detiene, en ese instante en que algo irreversible o irrepetible está sucediendo. Lo que hace que esta pintura de Caravaggio pueda contener ese significado es la sabia distribución de la composición, el estudio de la luz, la comprensión del valor de cada uno de los elementos. El contenido de las obras religiosas era muy restringido, tenían que cumplir con precisión el simbolismo teológico, sin embargo es el talento del pintor el que es capaz de conseguir que una obra comisionada supere su propio fin y trascienda como arte. La pintura de Caravaggio, la belleza de su composición con una escena tan humana logra que el tema de la conversión religiosa sea un punto de partida para presenciar el instante definitivo de la transformación humana. La revelación que provoca el fulgor decisivo que ilumina las tinieblas y descubre la posibilidad de dirigir la existencia a otro destino, nos da el arrojo de alguien que está en el tránsito de abandonar lo que sabe de sí misma para elegir el camino desconocido de volver a ser. L


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