Laberinto No.636 (22/08/15)

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Laberinto

Soja Åkesson Poesía página 3 Armando González Torres Misión diletante página 3 Hugo Roca Joglar Silvestre Revueltas página 11 Argelia Guerrero Alan Stark página 11

N.o 636

sábado 22 de agosto de 2015

Entrevista a Enrique Krauze

Héctor González páginas 4 y 5 OMAR MENESES

MILENIO

o v i t a r r a n o m s i d o i r e P Jua

e aim J z úñe mazán N r l to o A sta M. r Víc d jan co A a8 – Ale a 6 r s r ece ágina B o p abl nP


02 b sábado 22 de agosto de 2015

MILENIO

antesala DE CULTO

Marina Porcelli b marporcelli@yahoo.com.ar ESPECIAL

Fanfarria para el mexicano común TOSCANADAS REUTERS

David Toscana dtoscana@gmail.com

Y

a vamos para tres años en que nuestro gobierno hace cuanto puede para que el país se hunda. La corrupción, ya lo sabemos, es una epidemia entre los políticos. Los gobernadores desfalcan a los estados impunemente. Ahí está Coahuila, Tamaulipas, y ahora tenemos al casi saliente gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, que estuvo sangrando al estado mientras su familia se enriquecía, llegando a gastar la criminal suma de 1,168 millones de pesos en rentar avioncitos, o sea, lo que 45 mil mexicanos ganan en todo el año o bien, unas 7,500 casas de Infonavit o quince Casas Blancas. Y hablando de esto último, Peña Nieto ni siquiera puede poner control ni en su círculo más cercano. Es fecha que le apuesta al olvido con el asunto de la Casa Blanca y de paso hace ver a Virgilio Andrade, Secretario de la Función Pública, como el más incompetente de los funcionarios públicos, pues lo que cualquier hijo de vecino sabría determinar con el puro olor, él requiere de meses para evaluar de modo erróneo. En economía, a Videgaray no se le ocurrió mejor cosa que subir impuestos y bajar cada mes las expectativas de crecimiento. El peso pierde fuerza delante del dólar como siempre ocurre cuando gobierna el PRI y a ver si no se está cocinando una de esas crisis a las que nos tenían tan acostumbrados. En asuntos de justicia, ni se diga, muere gente, mueren periodistas, mueren activistas sociales, mueren estudiantes y no pasa nada. No hay pistas de nada, y las pocas que existen se hacen perdedizas. Si el único logro había sido la captura del Chapo, ahora hasta eso se fue por la cloaca. Y en un Estado tan alicaído, lo imperdonable acaba por perdonarse. La política, también por los suelos: en las elecciones cada quién hace lo que quiere y pisotea las leyes que le incomoden sin que paguen precio en votos o registro, sino solo en dineros que terminan solventando los ciudadanos. La educación sigue por los suelos sin que se vea interés de la SEP o de los maestros por resolver el asunto. Se está gestando una de las peores generaciones de alumnos, incapaces de leer

tres libros, dignos de ocupar los puestos más altos en las instituciones públicas. La lista de problemas sin resolver es interminable. Cada quien agregue lo mucho que me faltó y lo que se suma cada día. El barco hace agua, está a la deriva e infestado de ratas, y sin embargo no acaba de hundirse. Por eso hoy quiero aplaudirle a ese montón de mexicanos que, lejos de la política, trabajan, trabajan y trabajan para mantenerlo a flote y, de paso, mantener los lujos y despilfarros de los funcionarios y sus hijitos; para tapar los hoyos financieros que dejan los constantes desfalcos; para comprar casas ajenas en las Lomas o Malinalco o California o Florida, aunque ellos mismos se queden sin lana para reparar la grietas en los muros de sus casuchas. Hoy pido una fanfarria para el mexicano común, ése que mira tanta hijoeputés a su alrededor, y se encoge de hombros, y vuelve a su trabajo y espera con paciencia y sin ilusiones a que acabe el sexenio. Una fanfarria para esos mexicanos comunes que cada vez trabajan más aunque cada vez ganen menos porque ellos no se suben el salario por decreto como viles diputados o alcaldes. Una fanfarria en especial para todos esos mexicanos comunes, que sin robar ni abusar del presupuesto ni extorsionar ni engañar, sino solo haciendo su trabajo lo mejor posible, terminaron con una bala en la nuca; una de esas balas que nunca se sabe de dónde vienen. Una fanfarria porque así como muchos mexicanos causan asco en el mundo, también se siente gran respeto por esa mayoría silenciosa. Anda, Peña, tú también toma una trompeta y sopla una fanfarria. L

Nazim Hikmet

El tiempo atrapado

Q

uiero atrapar el tiempo” es un verso que rige “Cabello rubio”, uno de los poemas más notables de Nazim Hikmet (Salónica, 1902), que con un tono coloquial y líneas breves cuenta la historia de un hombre que va encontrándose con una mujer en diferentes ciudades y en distintos momentos (al punto en que se topa también con el muchacho que él fue a los 19 años). Ya que detener el tiempo, ese eterno regresar de la melancolía, es uno de los núcleos de la vastísima obra de Hikmet (de la que solo se conoce con precisión lo publicado en Turquía, donde estuvo prohibido hasta los años sesenta), y que incluye, además de innumerables artículos, cuentos, novelas y traducciones, una larga serie de poemarios, con títulos como 835 líneas, Retratos, Cartas de Taranta Babu, Epopeya de la Guerra de Liberación, Poemas escritos entre las nueve y las diez de la noche o Desde las cuatro cárceles. Alarma, sin embargo, lo poco traducido que está al español. El tiempo, esa pérdida y recuperación y de nuevo pérdida que es textura de la nostalgia, está en el centro de la obra. Nostalgia que muchas veces articula una poesía casi epistolar, y nostalgia también de un proyecto que está por realizarse, como si fuera posible hablar de la melancolía del deseo y de lo que vendrá. Lo cual no es extraño, claro, para un poeta que a lo largo de su vida fue condenado por un total de 61 años de cárcel, y de los cuales, al menos, pasó encerrado 18. Condenado por haber marchado a Rusia sin pasaporte, cuando tenía cerca de veinte años (estudió en Moscú, y el peso de Maiakosvki fue fundamental en su primera escritura); condenado por comunista después, ya de vuelta en Turquía, cuando trabajaba en el periódico Claridad.

El imperio otomano fue abolido en 1922, la vida de Hikmet estuvo atravesada por la construcción de la nueva Turquía. Y este vivir apartado en la cárcel (y nombrar la noche y el frío, y los árboles en la llanura), este hacer versos como si escribiera un diario o una carta, tiene una singularidad: su nostalgia nunca es dramática. Algo muy vital y profundamente lírico conforma el suelo de los versos de Nazim Hikmet. No por nada, entonces, su literatura ha sido señalada como renovadora, fundante. Su primera época futurista, con el trazado de campesinos, caballos hambrientos y grandes llanuras, y poemas como“Convertirse en máquina” (las máquinas serán nuestras/ y que yo podría convertirme en máquina) choca con “el misticismo y el trascendentalismo” de la poesía turca tradicional. A partir de la década del 40, la escritura de Hikmet da un vuelco; él mismo declaró que sus ideas “no cambiaron pero sí el modo en que creo que debo expresarlas”. Esto es, un alejamiento de la métrica regulada, la incorporación de lo cotidiano en versos libres, y de aliteraciones y asonancias, pero sin perder el tono casi triunfal, que se fusiona con el acorde nostálgico señalado más arriba. En 1950, la declaración de amnistía permite que Hikmet salga de la cárcel y se exilie como ciudadano polaco. Hizo una huelga de hambre, se habían organizado las Ligas Internacionales en su ayuda, Tzara pidió por él, Sartre y Guillén lo conocieron. Después residió en Moscú, hasta su muerte en 1963. L

EX LIBRIS

ALFILERES

Cocytus y Lethe bEKO

Armando Alanís b alaniscanales@gmail.com

El pulpo que se ahogó en su propia tinta era un escritor fracasado.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Deseos piadosos En ocasiones, los detalles más intensos de la vida se revelan a través de ambiciones pasajeras o de amargas parodias de la felicidad POESÍA

Misión diletante ESCOLIOS ESPECIAL

Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

Sonja Åkesson

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esearía tener setenta y cinco céntimos de sobra. Entonces podría salvar a un enfermo de malaria O comprarme un chocolate de menta. O: ¡si tuviese quince coronas! Entonces podría curar a un leproso. (Entonces me ahorraría tener que arrastrar chismes y bolsas; podría ir a casa en taxi). O: ¡Si tuviese quince mil coronas! Podría comprarme un chaquetón de piel para esquiar o una alfombra de nudos o una plancha. Entonces podría largarme a Rodas o a Alicante sin pensar un instante en lo que podría costar. Traducción: Francisco J. Uriz

ESPECIAL

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onja Åkesson (1926–1977) fue la gran revelación de la poesía sueca durante las décadas de los sesenta y setenta. Pionera en la incorporación de experiencias cotidianas y personales en sus versos, fue considerada como la poeta del modelo sueco, el revés oculto. A ese modelo, que se pretendía impoluto, higiénico y estéril como un hospital, la escritura de Åkesson añadió personajes de carne y hueso, de vidas difíciles, cuya existencia no se podía soslayar por eficaces que fuesen los estudios de productividad y tiempo. Publicó los poemarios Situationer (1957), Glasveranda (1959), Husfrid (1963), Jar bor i Sverige (1966), Pris (1968) y Sagan om Siv (1974). El poema que aquí presentamos forma parte de Vivo en Suecia, antología publicada por Vaso Roto que en septiembre comienza a circular en librerías.

S

e supo que cuando un especialista eminente perdió a su esposa en manos de un divulgador exclamó despechado: “lo que más me duele es que se haya ido con un diletante”. En un medio gobernado por las jerarquías del currículum, el peor insulto que alguien puede concebir hacia otro es el de diletante. Frente a la devota consagración a una especialidad, el diletante aparece como un advenedizo que pretende incursionar en distintos campos, sin pagar los derechos de piso correspondientes. Cierto, el diletante puede ser el odioso sabelotodo que infecta las tertulias, el saqueador superficial de jergas, el merolico de las ideas de otros; sin embargo, muy a menudo es un temperamento imprescindible para la comunicación y evolución entre distintas disciplinas. Cuenta José Antonio Portuondo que en una ocasión, cuando al gran escritor colombiano Baldomero Sanín lo llamaron diletante, este contestó: “Estudio con asiduidad y con deleite varias disciplinas a un mismo tiempo, para estar en capacidad de apreciar las ideas y nociones emanadas de la continua investigación y del constante estudio de los especialistas, no para rivalizar con ellos, sino para comunicar a lectores premurosos lo que de otra manera les pasaría inadvertido. Además, al periodista, al escritor cotidiano las matemáticas, la historia natural, la química, le ofrecen la oportunidad de hallar nuevas imágenes, formas no explotadas de expresión, venas sin explorar en las bellas sendas de la poesía." Si se acude a la tan en boga psicología de la creatividad puede observarse que el diletantismo tiene sus beneficios y que el pensar desde los márgenes abre vetas insospechadas. El diletante puede tener varias

Baldomero Sanín Cano

ventajas: por un lado, el acercarse a las disciplinas sin ser profesional brinda frescura y relajamiento; por otro lado, la vastedad de las apetencias intelectuales permite establecer conexiones insólitas entre distintos campos y, finalmente, la no pertenencia a los gremios puede alejar un tanto de los intereses e inercias internas. Con todo, el diletante debe mantener un equilibrio entre sus virtudes y sus defectos: el buen diletante juega a cruzar fronteras disciplinarias, pero conoce sus límites; enlaza ideas con libertad y placer pero también con rigor y responsabilidad; aprecia la novedad, pero no se vuelve esclavo de las modas; gusta dirigirse al público más amplio, pero no es gobernado por el aplauso y, sobre todo, sabe guardar esa sutil distinción entre ideas y estilo que permite que una intuición sea perdurable. El diletantismo es una de las formas más sonrientes del saber, el diletante es un comunicador, un transmisor de información, pero también un sembrador de zozobras e inquietudes, un curioso impertinente cuya misión no es afirmar verdades sino formular preguntas tan amables como perturbadoras. En suma, el diletante debe animar y aderezar esa conversación miscelánea que forma el núcleo de la cultura pública, aunque nunca pretender acapararla. L

MILENIO bLABERINTO b http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: SCLaberinto


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literatura Enrique Krauze

“Sin aliento literario la historia se empobrece” La nueva edición de Personas e ideas. Conversaciones sobre Historia y Literatura propicia el diálogo con su autor, quien recuerda sus encuentros con personajes como Borges, Isaiah Berlin y Daniel Bell, reflexiona sobre la tradición liberal y comenta la dificultad de establecer un diálogo respetuoso y tolerante con la izquierda mexicana

Héctor González

E

nrique Krauze (Ciudad de México, 1947), publicará entre 2015 y 2016 la colección “Ensayista liberal” en el sello Debate, seis volúmenes donde confluirán retratos, perfiles, ensayos y entrevistas. La colección comienza con Personas e ideas. Conversaciones sobre Historia y Literatura, título en el que Krauze reúne encuentros con pensadores y escritores de talla mundial, cuyo hilo conductor es el pensamiento liberal y la crítica de las ideologías. Entre otras, se incluyen conversaciones con Jorge Luis Borges, Irving Howe, Isaiah Berlin, Octavio Paz, Leszek Kolakowski, Charles Hale, Joseph Maier, Hugh Thomas, Paul Kennedy, Daniel Bell, Mario Vargas Llosa, Luis González y González y Miguel León-Portilla. Discípulo de Daniel Cosío Villegas, Miguel León-Portilla y Octavio Paz, el historiador platica con Laberinto sobre este proyecto —y desde luego sobre el primer libro de la serie— que ejemplifica su “ideario liberal”. Reunir sus ensayos implica un corte de caja. En efecto, lo es. Se trata de publicar la obra reunida después de casi cuarenta años de trabajo. En Tusquets/ Planeta reuniré mis libros de historia y biografías; en Debate/ Penguin Random House se publicará la colección “Ensayista liberal”, donde se incluyen los ensayos políticos, culturales, literarios, biográficos, así como las conversaciones sobre historia y literatura. En total, serán veinte títulos que saldrán a lo largo de un año. ¿Qué novedades ofrecen estas colecciones? Todas son ediciones revisadas, enriquecidas y con nuevos prólogos. Supongo que en algunos casos he matizado, pero en términos generales quiero creer que hay consistencia con un ideario liberal. Varios de sus entrevistados en Personas e ideas abandonaron la ideología de izquierda para abrazar al liberalismo. ¿Es su caso? Es verdad, algunos casos incluidos en el libro son Leszek Kolakowski, Mario Vargas Llosa y Octavio Paz. En mi caso, para no ponerle adjetivos, me adscribí en los años sesenta a una

corriente contestataria que en México tuvo su expresión climática en el movimiento estudiantil. En su momento formé parte del Consejo Universitario de Ingeniería, de modo que participé de las lecturas de espíritu contestatario y crítico de los años sesenta. Siempre he querido ser fiel a ello, aunque nunca me adscribí al marxismo ni a un partido o una corriente formal. Por otro lado, del pensamiento socialista derivé hacia posturas liberales. ¿Hubo algún hecho que motivara el giro ideológico? Un poco de todo. Entre las lecturas, una de las más relevantes, La miseria del historicismo de Karl Popper, en el 1969; otra fue Memorias de Arthur Koestler. Además, la invasión de los tanques soviéticos a Praga en el 68. No obstante, seguí creyendo en la posibilidad del socialismo. Celebré la llegada de Salvador Allende igual que deploré el golpe de Estado contra él; todavía en el 78 recibí de manera esperanzadora el arribo de los sandinistas, incluso lo escribí en la revista Vuelta. Lo que ocurre es que con el tiempo se fortaleció un punto de vista liberal motivado por la influencia de los libros de Daniel Cosío Villegas, Isaiah Berlin y Octavio Paz. Quiero aclarar que me refiero a un liberalismo político, que busca una sociedad civilizada, tolerante, dialogante, que sabe limitar al poder; que busca instituciones y prácticas que saben regular la vida humana. Su formación filosófica y literaria va de la mano de su trabajo como historiador. ¿De qué manera se retroalimentan estas disciplinas? José Gaos, de quien al final de su vida fui discípulo, decía que siempre había vivido a caballo entre la historia y la filosofía. Sin ánimo de compararme, podría decir que he vivido a caballo entre la historia y la literatura, viendo un poco a la filosofía. Creo que estas disciplinas tienen vasos comunicantes. La cercanía tan afortunada con los escritores de Vuelta lo explica. Se trata de una afinidad electiva. Sin un aliento literario o una mirada literaria, la historia desmerece, se empobrece, por más sólida que sea en sus explicaciones y búsquedas. Hay narradores que dicen que la Historia, con mayúsculas, la cuentan los historiadores... No creo. Una vez escribí un ensayo sobre la historia, la novela y la biografía, este último es el género al que más me he dedicado. En aquel trabajo admití con claridad que la biografía es una hermana menor de la historia y la novela. Las posibilidades de recreación que tienen ambos géneros, no las tiene la biografía. Esto no quiere decir que la biografía sea algo menor o despreciable. No creo que podamos reducir la historia a biografía, eso lo decía Thomas Carlyle, no yo, aunque tampoco es cierto lo contrario. A mí siempre me ha interesado la biografía desde sus formatos más largos, hasta los ensayos y las viñetas, esto se verá reflejado en la colección “Ensayista liberal”. El ensayo es un género que, dentro de la tradición de Montaigne, lleva implícita la libertad. Claro, esto de “Ensayista liberal” tiene algo de reiterativo. El ensayo es tácitamente libre. Para Alfonso Reyes era el “Centauro de los géneros”. Aun así, hay quienes lo consideran de un rango menor a la poesía y la novela. En lo personal, tengo la impresión de que en las tradiciones inglesa y francesa es igualmente digno y representa un gran universo de la literatura porque, además de la libertad, permite ejercer la curiosidad.

HÉCTOR TÉLLEZ

Hace un momento se refirió a los vasos comunicantes entre la literatura y la filosofía. Es interesante porque su diálogo con Borges es a partir de Spinoza, un filósofo; y el de Isaiah Berlin aterriza en la literatura. Tiene razón. Son las academias las que sistematizan, vuelven rígidos y colocan en departamentos estancos las disciplinas. En realidad la vitalidad intelectual depende


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literatura de estar a caballo, como decía Gaos, en una o más disciplinas. Vea usted la obra de Gabriel Zaid, es absolutamente extraordinaria e incomparable en el México contemporáneo, ha practicado la poesía, la crítica literaria y política, el ensayo corto y largo, la teoría económica, además de abordar temas económicos y lingüísticos. Zaid siempre ha sido un ejemplo de alegría creativa. Zaid, quien no le ha dado entrevistas ni a usted… Es verdad, nunca ha dado una entrevista. Desde joven se impuso ese código admirable, pero alguna vez dijo: “La cultura es conversación”, es uno de sus miles de hallazgos, no es nada más una ocurrencia. Hay una concepción del mundo y la cultura detrás de esa frase. Este libro es la puesta en práctica de esa idea. Converso mucho con él, no públicamente, y sus ideas están presentes a lo largo de mi trabajo. ¿Se considera académico? No, estudié ingeniería y aunque hice el doctorado en historia y he sido profesor visitante en las universidades de Cambridge y Oxford, mi vocación intelectual ha ido por otros rumbos: la escritura, la edición y la difusión de la historia de México. Durante la entrevista con Borges, en un momento le dice que él no tolera los totalitarismos. La frase no es menor, si tomamos en cuenta su episodio con Pinochet. La entrevista fue en 1978 y no quise hablar de política. Después siguieron decenas de periodistas impertinentes que lo cuestionaron al respecto. En lo personal, pienso que cometió un error que después intentó corregir al declarar contra los militares argentinos. Mi teoría sobre el asunto con Pinochet obedece a que no estaba suficientemente informado. La ceguera no le impidió escribir poemas ni cuentos, tampoco que le leyeran ni recordar la inmensa biblioteca que tenía en la mente; pero sí le impidió leer bien el pulso de la vida pública. Si un hombre no puede leer la prensa y está sujeto a lo que le comentan los demás, hay una dimensión que sufre y la dimensión política de Borges sufrió porque él no tenía simpatía por los dictadores. Para mí, Borges fue un anarquista natural, pero en fin, fue un capítulo desafortunado en su biografía. En su libro hay otras entrevistas que tienen una vigencia abrumadora, pienso en la de Daniel Bell… Daniel Bell era como un profeta y lo entrevisté en este siglo, era mi amigo. Fue un gran teórico y crítico del capitalismo; había sido socialista y terminó siendo un escéptico entre socialista y liberal, una combinación natural entre los intelectuales desencantados. Lo cuestioné sobre el Islam, y me dijo que tenía la esperanza de que más temprano que tarde el fundamentalismo se quebraría por la opresión a las mujeres. No sé si sea verdad o no, pero espero que sí, que todos los fundamentalismos se quiebren no solo por una rebelión cívica sino por las fuerzas de las redes sociales y la comunicación de Internet. Con Irving Howe habló de la crisis en Estados Unidos, una crisis que se viene cantando desde hace años… Esa es la entrevista más antigua. Es interesante lo que usted dice. La crisis del socialismo en Estados Unidos es poco viable, pero la de la izquierda que representa el Partido Demócrata, sí. Aquella plática tiene algunas claves, nos encontramos en la época de James Carter, pero Howe ya veía dilemas que todavía desgarran a esa compleja sociedad. Es una crisis que no termina por consumarse… Es verdad. Ahora vamos a ver qué pasa con la emergencia de un líder populista de derecha. El populismo sea de izquierda o derecha, cuenta con un líder carismático que le canta al oído al pueblo. En Estados Unidos es el caso de Donald Trump.

Isaiah Berlin habla de la crisis de la izquierda, aunque desde otra geografía… Berlin siempre pensó en la necesidad de convergencia entre el liberalismo y el socialismo. Cuando cayó el Muro de Berlín, sin duda, estaba complacido por la disolución de la opresión de la Unión Soviética sobre países de la “Europa secuestrada”, como la llamaba Kundera. Sin embargo, en distintas entrevistas dejó ver cierta melancolía y lamento en el sentido de que valores defendidos por el socialismo, como la igualdad y la fraternidad, se deslavaron ante el liberalismo económico. Esa postura era similar a la de Paz, y yo coincidía con esto. Nunca tuve ninguna euforia por el endiosamiento del mercado ni tampoco por el endiosamiento del Estado. Con Isaiah Berlin esboza una breve teoría del arte… Sí, hablamos de los centros creativos del arte y me dio su punto de vista, era un hombre más sensible a la música. Su editor me comentó que pasó sus últimos días escuchando ópera. Una de sus últimas frases fue: “Cómo he amado la música”, era un amante de la ópera y tenía una voz de bajo barítono. Su diagnóstico musical fue acertado, no así sobre la pintura, porque decía que muerto Picasso todo se había acabado. Una de las entrevistas más entrañables es la de Miguel León-Portilla… Fue mi maestro en El Colegio de México, en 1970. Era simpatiquísimo, le brotaba el humor festivo y libre. Además nos transmitía el conocimiento del mundo prehispánico por medio de los poemas. Me acercó a los tomos de su maestro Ángel María Garibay, incluso le hice un trabajo al respecto. Recuerdo que me dijo: “Si en verdad le interesa esto, deje todo y aprenda náhuatl”. No le hice caso, pero su curso fue memorable. Aunque en términos de indigenismo tuvieron diferencias. Siempre lo he admirado mucho, es una leyenda viva; un heredero directo del espíritu de investigación, curiosidad y empatía, que viene de los misioneros del siglo XVI. Lo entrevisté no solo en torno a sus estudios sobre los indígenas, sino sobre los indígenas vivos. En este sentido no comparto ciertas vertientes de su indigenismo, aunque las comprendo. Una postura liberal moderna no puede estar de acuerdo con algunos usos y costumbres porque no todos son inocuos en los ámbitos indígenas, pero eso no quita que el respeto a las culturas indígenas ha faltado en grandes tramos de la vida mexicana. Miguel León-Portilla es uno de los defensores de la esencia de México. Partiendo de las críticas a Paz, Vargas Llosa y a usted mismo, ¿qué tipo de debate se tiene con los liberales desde la izquierda? No hay un debate de altura. El tema del diálogo respetuoso, tolerante, firme, claro y público entre posiciones de las distintas facetas de la izquierda con los liberales es inexistente o pobre. Es una lástima. La izquierda mexicana, en sus distintos grupos, dejó pasar veinticinco años de oportunidad de dialogar con Octavio Paz, un intelectual de firmes convicciones liberales y sociales. Solo Roger Bartra supo dialogar con él y vio la importancia de las ideas de Paz. En cuanto a mí, hasta cierto punto puede decirse lo mismo. ¿Le pesa? No mucho. Hubo una época en la que sí porque pensé que sería útil. La corriente de las pasiones y la intolerancia es profunda en México, incluso he buscado las raíces y las encontré en el siglo XIX. La raíz de la intolerancia fundamental es cuando los liberales, en guerra civil contra los conservadores católicos, se mimetizan de la intolerancia de los católicos y se vuelven tan intolerantes como ellos. No quedó lugar para un liberalismo moderado. Era todo o nada. Esa polarización se proyectó al siglo XX, a pesar de que la tradición liberal es la tradición de la izquierda. Al negar el liberalismo amputaron su propia historia. L

POESÍA EN SEGUNDOS

Universo de metamorfosis y escatologías Víctor Manuel Mendiola mendiola54@yahoo.com.mx

A

principios de año Ficticia Editorial publicó dos títulos, traducción de Elizabeth Flores y presentación de Manuel Arroyo Stephens, de un interés enorme: Sobre el gusto (2015) y La Ignorancia de los eruditos (2015) de William Hazlitt (1778–1830). Ambos volúmenes son una selección apretada, pero al mismo tiempo suficiente de la obra del gran crítico inglés. Todos los ensayos contenidos en los dos volúmenes son fundamentales y nos ofrecen una reflexión alrededor de la poesía, la literatura y los sentimientos. La lectura arranca con una visión viva y personal sobre Samuel Taylor Coleridge, con quien Hazlitt trabó amistad en su juventud, y termina con un vertiginoso análisis comparativo acerca de Chaucer, Spenser, Shakespeare y Milton, pasando por ensayos profundamente atrabiliarios —reivindican el placer de odiar— contra “el ratón de biblioteca” y los críticos al servicio del poder literario o político, que se aman a sí mismos y no a las letras. En el contexto muy rico y, a la vez, extraviado de la literatura mexicana, donde textos muy buenos pasan inadvertidos y libros malos ganan premios o atención mediática, Hazlitt nos recuerda varias cosas importantes entre las que sobresale la idea de que en el arte hay saltos, no “desarrollo”. Por eso el crítico afirma: “Las profundidades y los sonidos del corazón humano se entendían tan bien hace tres mil años como ahora...”. En lo que hace a la poesía, en plena explosión romántica, Hazlitt ve un problema no solo de ayer sino de hoy: “El gran defecto de la escuela moderna es que es un experimento que busca reducir la poesía a una mera efusión de sensibilidad natural; o lo que es peor, despojarla de su esplendor imaginativo como de la pasión humana… Milton y Shakespeare no entendían así la poesía”. A los veinticuatro años, el crítico fue a Francia a estudiar pintura. Aunque la abandonó, el conocimiento de ese oficio le dio un poderoso instrumento de comprensión del arte y, sobre todo, del hombre. Cuando leemos a Hazlitt, sus lúcidas cavilaciones entre el arrobamiento y la repulsa, percibimos que su reflexión es un paisaje con los retratos de los autores que rápidamente define y compara sin miramientos. La mordedura de la risa (FCE, 2015), de Verónica Volkow, es un libro sorprendente. La autora de Litoral de tinta alumbra, con el poder que solo posee el rigor de la poesía, la idiosincrasia tanto de la plástica de Francisco Toledo como del vínculo entre obra y autor, y entre estos dos términos y el universo real. En el relato de Volkow, desde otro punto de vista la narración de un encuentro, la obra de Toledo y Toledo mismo emergen como la entidad orgánica de una fantasía violenta alrededor de entrar y salir. Obra, autor y tierra nativa (Juchitán) son los elementos de pulsiones voraces: el acto de penetrar y la necesidad de expulsar. En los dibujos, grabados y pintura de Toledo todo acaba siendo un “embrollo”, un laberinto, una matriz, un intestino y, en última instancia, excreciones, embriones o criaturas con forma de cosa o animal. La mordedura de la risa explica el carnaval delirante que va y viene a través de los orificios del cuerpo. El ensayo, narración, poema, al comprender la obra y, al mismo tiempo, al autor, inventa un cosmos de flujos y materias en transformación donde “Los personajes están […] siempre visceralmente conectados entre sí: se paren, se defecan, se devoran, copulan en un entrelazamiento que impide la separación...”. Volkow pergeña un universo de metamorfosis y escatologías, pero también la secuencia de un juego de igualdades feroces. En este ensayo hay algo que nos recuerda, de forma individual y microscópica, otros ensayos que han producido auténticas singularidades estéticas y culturales alrededor de la identidad, como Un bárbaro en Asia o El laberinto de la soledad. Si es posible que una analogía nos pueda revelar la cosa misma de una obra, de un sitio o —todavía más difícil— de una persona, el texto de Volkow sobre Toledo es un nuevo ejemplo de esta aventura. L


LABERINTO

OCTAVIO HOYOS

Periodismo narrativo

Detrás de la etiqueta Si la crónica es un género canónico del periodismo, si la verdad no puede alterarse con la ficción, si la noticia no es literatura, ¿qué es, entonces, el periodismo narrativo? Para intentar esclarecerlo, el siguiente texto no solo establece sus orígenes sino que recaba el punto de vista de figuras imprescindibles de la prensa contemporánea, seguido de dos visiones personales acerca de las fortalezas, las debilidades y las tendencias del periodismo de cara al futuro Víctor Núñez Jaime

C

uando en el otoño de 1962 Tom Wolfe se encontró en la revista Esquire un texto firmado por un tal Gay Talese, se preguntó emocionado: “¿qué es esto, en nombre de Cristo?” Lo que acababa de leer era un relato sobre la vida ordinaria del extraordinario Joe Louis, lleno de escenas íntimas, todas reales y precisas, en donde se alternaban la descripción de personas y paisajes con las acciones y los diálogos. Luego, el escritor vestido eternamente de blanco revisó otras publicaciones con trabajos similares, concluyó que “era posible escribir artículos muy fieles a la realidad empleando técnicas habitualmente propias de la novela y el cuento”, escribió un ensayo al que tituló El Nuevo Periodismo y lo ejemplificó con un compendio de trabajos en los que prevalecían esas características. En realidad, la fórmula no era nueva. A partir de la segunda mitad del siglo XIX, las “historias humanas” narradas a detalle comenzaron a ser comunes en la prensa estadunidense. Y en América Latina autores como José Martí, Manuel Gutiérrez Nájera y Rubén Darío también contaban hechos reales con gran potencia estilística. Pero “la preocupación de Wolfe no era tanto la historia del género como el futuro de su carrera. Era un vendedor y el Nuevo Periodismo era su producto”, dice Robert S. Boynton en El nuevo Nuevo Periodismo, publicado en inglés en 2005 y reeditado ahora en España, diez años después, por la Universidad de Barcelona. Boynton ha escrito varios reportajes para publicaciones como The New Yorker, The Atlantic Monthly y The Nation, y dirige el posgrado de Periodismo de Revistas en la Universidad de Nueva York. A sus clases suele invitar a periodistas destacados para que compartan sus métodos de trabajo con los alumnos y en su libro, precisamente, recopila esas experiencias. Debido a los temas de su interés (inmigración, choque de religiones, negocios, etcétera) y sus técnicas para reportear y escribir en los principales suplementos de los diarios y en las revistas de Estados Unidos, el profesor subraya que en la actualidad “los nuevos nuevos periodistas se permiten experimentar con la forma lograda por los ‘nuevos periodistas’ de los años sesenta con el fin de abordar las inquietudes sociales y políticas de escritores del siglo XIX (una generación anterior de ‘nuevos periodistas’), sintetizando lo mejor de ambas tradiciones.” Desde comienzos del siglo XXI, el tema más común entre la comunidad periodística de Iberoamérica (además de la crisis del modelo de negocio ante la irrupción de las nuevas tecnologías) es el “periodismo narrativo”. Si en los años 70 y 80 del siglo pasado los aprendices de periodista soñaban con realizar investigaciones capaces de tumbar presidentes (como lo habían hecho Woodward y Bernstein), la generación actual parece aspirar a “escribir largo y bonito” sobre asuntos sociales y

frikis, con la intención de ganarse la admiración de sus colegas y el pomposo título de “cronista.” Desde hace 20 años, la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada por Gabriel García Márquez, imparte talleres sobre crónica. En torno a las grandes luminarias de la profesión, sus sesiones emulan lo que hacía la vieja guardia al cerrar la edición del periódico del día: reunirse para reflexionar sobre el oficio, contar cómo se ha realizado tal o cuál historia, iluminar con experiencias e ideas el camino a seguir para trabajar sobre algún tema o personaje y analizar o deconstruir los textos del grupo con la intención de mejorarlos. Unos días después, los jóvenes reporteros vuelven a las redacciones de sus respectivos medios con nuevos proyectos en mente. La aduana que hay que pasar, controlada por los jefes, se vuelve, sin embargo, descomunal. Porque en los diarios tradicionales no hay espacio ni tiempo para aplicar lo aprendido en los talleres. Por fortuna, existen revistas (en papel y digitales) que acogen el periodismo de largo aliento y a ellas se recurre. Una vez publicados, los textos comienzan a ser comentados, sobre todo, entre los periodistas. También se organizan congresos y mesas redondas acerca del género. Las editoriales (de los grandes grupos y las independientes) publican libros–reportaje y antologías de crónicas. Entonces da la sensación de que hay un auge del “periodismo narrativo” e, incluso, hay quien se atreve a hablar de un “nuevo boom de la literatura latinoamericana”, en donde la ficción ha sido desplazada por los acontecimientos reales– maravillosos que ocurren a diario en el continente. ¿Realmente es así o estamos ante un espejismo? ¿Los medios ven cada vez más en las historias bien contadas su salvación y ahora son su principal contenido? ¿No será que hemos terminado haciendo lo mismo que Tom Wolfe, pero en nuestra lengua: solo promocionar hasta la saciedad un estilo periodístico? ¿Hay tanto rigor en las investigaciones como en las narraciones? ¿Se abordan las distintas aristas de la complejidad iberoamericana o solo una parte? “El periodismo que llamamos narrativo existe sobre todo en los libros; en general, los medios en castellano no tienen tiempo ni voluntad para albergarlo. Y esos libros circulan —como circulan los libros— entre un público bastante amplio, no entre tal o cual tribu. Lo que sí tiene interés tribal son las etiquetas: periodismo narrativo, por ejemplo”, dice a Laberinto el argentino Martín Caparrós, autor de libros como El interior (Malpaso) y El hambre (Anagrama). El término, agrega su compatriota Leila Guerriero, autora de Los suicidas del fin del mundo (Tusquets), “nos sirve a los periodistas, y solo a los periodistas (no conozco una sola persona que no sea periodista y que sepa qué cuernos es el periodismo narrativo) para entender rápidamente de qué estamos hablando y, también, para bautizar algún congreso.”

Alma Guillermoprieto OCTAVIO HOYOS

Jon Lee Anderson OCTAVIO HOYOS

Martin Caparrós

En 2006, la también editora había resaltado que “la crónica es un género que necesita tiempo para producirse, tiempo para escribirse, y mucho espacio para publicarse: ninguna crónica que lleva meses de trabajo puede publicarse en media página. Es raro, entonces, que se hable, como se habla, del auge de la crónica latinoamericana. Principalmente porque pocos medios gráficos, salvo las honrosas excepciones que todos conocemos, están dispuestos a pagarle a un periodista para que ocupe dos o tres meses de su vida investigando y escribiendo sobre un tema.” Hace siete años, Caparrós escribió un artículo en la revista peruana Etiqueta Negra (“Contra los cronistas”) para señalar la repercusión del “auge” del género entre los periodistas: “Dicen que son cronistas. Ponen cara de busto de mármol, la barbilla elevada,


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de portada JOSEPH MARZULLO/ CLASOS.COM

Alejandro Almazán

“Literatura sin ficción”

A

lejandro Almazán nació en la Ciudad de México en 1971, es autor de las novelas Entre perros y El más buscado, basada en la vida de Joaquín El Chapo Guzmán, y ganador en tres ocasiones del Premio Nacional de Periodismo en la categoría de Crónica. Parte de su trabajo como reportero se encuentra en Chicas Kaláshnikov y otras crónicas. Vía correo electrónico responde las siguientes preguntas: ¿CÓMO PUEDE DEFINIRSE EL PERIODISMO NARRATIVO? A mí no me gusta llamarle periodismo narrativo. Todo periodismo (toda escritura) es narrativo; los géneros periodísticos son los que determinan el tono. Si existe una definición a este tipo de periodismo, creo que Villoro la ha dicho hasta ahora: es un ornitorrinco. Cabe el ensayo, la crónica, la entrevista, la opinión, el reportaje, la nota. Es literatura sin ficción. Tomás Eloy decía que la crónica es el único territorio donde combaten con armas iguales la realidad y la imaginación. García Márquez dijo que la buena literatura debe ser tan creíble que parezca periodismo, y que las buenas crónicas periodísticas, a pesar de que sean ciertas, deben ser tan increíbles que parezcan literatura. ¿CUÁLES SON LAS FRONTERAS ENTRE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN EN EL PERIODISMO NARRATIVO? Creo que es una y es la de todo el periodismo: la honestidad. Engañar al lector no es periodismo de ningún tipo. Los reporteros trabajamos con hechos. ¿CUÁLES SON LAS DIFERENCIAS ESENCIALES ENTRE EL PERIODISMO TRADICIONAL Y EL NARRATIVO? El periodismo ortodoxo tiene reglas muy estrictas que, por fortuna, reprenden los abusos que pueda cometer el autor de un texto “narrativo”. Por ejemplo: hay veces que las preguntas básicas (qué, cómo, cuándo, dónde, por qué) ni siquiera son contestadas por el autor. Ponerle cara a las fuentes, buscar documentos (cuando los hay) u obtener las dos partes de la historia son puntos de los que, en ocasiones, carecen los textos “narrativos”. El ortodoxo recurre más el dato duro que al detalle. El periodismo ortodoxo no es el malo de la película. Al contrario, es nuestra Biblia y todo periodista debe acudir a ella para evitar los excesos. ¿CUÁLES SON LAS PRINCIPALES CRÍTICAS QUE SE HACEN AL PERIODISMO NARRATIVO? La ficción. Creo que ese es su talón de Aquiles. Ha habido Jedis del periodismo “narrativo” que se dieron sus licencias literarias y no dudo que ocurran y ocurrirán más. Pero creo que la tendencia, con las nuevas tecnologías (y las redes sociales), es ser mucho más estricto. Hoy cualquiera puede leerte y atraparte en el engaño. ¿QUIÉNES SON LOS GRANDES EXPONENTES DEL PERIODISMO NARRATIVO EN AMÉRICA LATINA? El de mucho antes: José Martí. Los de antes: Revueltas, Walsh, Gabo, Tomás Eloy. Los de hoy: Leila Guerriero, Caparrós, Villoro, Alma Guillermoprieto, Francisco Goldman, Diego Fonseca, Alberto Salcedo, Boris Muñoz, Leonardo Faccio, Daniel Riera, Villanueva Chang, Gabriela Weiner, Juan Pablo Meneses, Cristian Alarcón, Roncagliolo. Los de mañana: Óscar Martínez, Federico Bianchini, Maye Primera, Sinar Alvarado, Wilbert Torre, Marcela Turati, Diego Osorno, Eliezer Budasoff… De los que hemos aprendido sin ser latinos: Kapuscinsky, Jon Lee Anderson, Gay Talese, Tom Wolfe.

el ceño levemente fruncido, la mirada perdida en lontananza y dicen sí, porque yo, en la crónica aquélla. O incluso dicen no, porque yo, en la crónica ésta. O a veces dicen quién sabe porque yo. Son plaga módica, langostal de maceta, marabunta bonsái. Vaya a saber cómo fue, qué nos pasó, pero ahora parece que el mundo está lleno de unos señores y señoras que se llaman cronistas.” A esto hay que añadir que los “cronistas” se han ocupado, sobre todo, de la pobreza, las tragedias y la violencia latinoamericanas, temas, sin duda, predominantes en el contexto de la región. Pero, en cambio, los asuntos y personajes del poder político y económico son casi inexistentes en los contenidos de suplementos y revistas. “Hace falta abordar temas absolutamente pendientes, como la ecología. Eso da para todo: para crónica, para reportaje científico o político. Pero todo el

Gay Talese

mundo lo asume solo como un tema que hay que cubrir porque es bueno para la salud y le dedicamos media página. Entonces los lectores perciben eso y dicen: ‘la ecología es una hueva’. ¿Cómo va a ser una hueva nuestro futuro? Las grandes decisiones de la ciencia se toman fuera de nuestros países y nosotros no estamos ni siquiera en condiciones de entender qué son. Tampoco aparece en nuestros medios el narcotráfico más que en su dimensión criminal y nadie se ocupa del reportaje empresarial”, sostiene Alma Guillermoprieto, autora de La Habana en un espejo (Mondadori). Por su parte, y cada vez más, los editores se quejan de que reciben textos que son “un rosario de anécdotas” o que “aspiran a ser un lindo poema” pero no contienen suficientes datos y testimonios que sostengan una estructura periodística rigurosa. “El periodismo narrativo es el periodismo concebido como algo más que una simple entrega de información, sino como una historia contada con dimensión narrativa, con nociones de tiempo y espacio y elementos dramáticos en su relato para captar al lector. En fin, como ‘cuento bien echado’, diría Gabo. Pero todo ello sin olvidar que debe estar muy bien respaldado por un trabajo arduo”, puntualiza Jon Lee Anderson, autor de La caída de Bagdad (Anagrama). En España, la crisis económica parece haber desatado un particular interés por el periodismo narrativo. Los periodistas españoles leen los trabajos de sus colegas latinoamericanos, entran en contacto con ellos, comparten inquietudes y tips y, a pesar de la turbulencia, fundan revistas para contar los avatares de este periodo. Son pocos, todavía, los reporteros peninsulares que

se implican en este estilo periodístico, pero es menor, aún, la respuesta del público. Los medios establecidos también están recurriendo a él. Destaca el diario El Mundo, que últimamente coloca todos los días en su portada una o dos historias de largo aliento; potencia su suplemento Crónica y este otoño lanzará una nueva revista dominical “con narraciones profundas y extensas.” En las clases que imparte en la Escuela de Periodismo de El País, Miguel Ángel Bastenier suele hablar de la distinción entre “escritores de periódico” y “periodistas” para explicar su complentariedad que, desde su punto de vista, ha de prevalecer en los medios: “El periodista, animal de redacción, puede prolongarse hasta escritor de periódico, y el escritor de periódico englobar en sí mismo al periodista. El que llega a escritor de periódico habiendo vivido la redacción, puede decir que ha hecho el viaje completo a Ítaca o a la última Thule, de ida y vuelta. Sin los escritores de periódico los diarios no existirían. Se me dirá que sin los periodistas de a pie tampoco pero solo con ellos, con nosotros, haríamos periódicos opacos, dignos quizá, pero, especialmente en este tiempo tan digital, gravemente insuficientes. El escritor de periódico, al que no hay que confundir con el mero colaborador, es el que aporta el valor añadido. Un periodista de periódico, el que sabe que las historias han de tener personalización, protagonistas y visibilización, narrativa visual, porque todo lo que ocurre físicamente se le debe contar al lector para hacer como si lo viera. Suena bien, ¿no? Pero es muy difícil lograrlo. Yo conozco solo a dos que lo han hecho: Gabriel García Márquez y Tomás Eloy Martínez”. L


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MILENIO

de portada ROGELIO CUÉLLAR

Fernando Benítez, Henrique González Casanova, Manuel Becerra Acosta y Cristina Pacheco

La tentación (y la vejación) literaria del reportero ENSAYO Juan Pablo Becerra–Acosta M.

P

ara teclear acerca de esto, del periodismo narrativo (¿acaso no es eso una redundancia?), permítame que antes le cuente algunas historias… El hombre, cuyo apellido no quiero recordar pero me parece atisbar en la memoria que lo bautizaron como Ataúd —se hizo a la mala de un diario y éste terminó enterrado en el más abyecto servilismo hacia el poder—, nos advertía a los más jóvenes reporteros (y a los no tan noveles también): —No caigan en la tentación literaria. El reportero está para dar cuenta de hechos concretos, sin adornos. Reportear no es hacer una novelita que va a dar risa, es redactar una nota dura. Y ya… “Y ya”. Él era Jefe de Información, periodista de estupendas crónicas parlamentarias tejidas a finales de los setenta y principios de los ochenta, textos reporteriles siempre cercanos (postrados, de hinojos, dirían algunos mentecatos) a los hombres del poder, a los políticos y funcionarios del entonces partido de Estado. Y ese era su concepto: no sucumbir a la tentación literaria. “El reportero no debe pensar”, dirían ahora algunos editores. Desde el otro lado del discernimiento, El Director —en la Redacción, cuando alguien se refería a él, lo hacía así, con mayúsculas, con mucho respeto, a veces con temor que desataba temblores en no pocas piernas y sudoraciones en muchas manos— nos inculcaba las cosas de forma opuesta a las instrucciones del sepulturero. Con su intimidante vozarrón de Zeus y su penetrante mirada azul —de cuando en cuando tierna, pero casi siempre relampagueante—, nos aleccionaba: —El periodismo siempre es narrativo. No hay periodismo narrativo y periodismo no narrativo. Eso es una estolidez. El periodismo es narración. La narrativa va implícita en su quehacer: recabar información, documentarla, verificarla, confrontarla, contextualizarla… y narrarla. El asunto, al publicar,

es la forma de narrar: dónde, cuándo hay que escribir como un asceta, con frugales recursos monacales, y cuándo es válido usar copiosos instrumentos para navegar la tentación literaria de forma libérrima… Eran los pasillos siempre excitantes de aquel diario unomásuno nacido en 1977, luego del golpe a Excélsior instigado y patrocinado en 1976 por el ex presidente Luis Echeverría. De la diáspora de aquel periódico, Julio Scherer (que había sido director de Excélsior) fundó la revista Proceso y Manuel Becerra Acosta (que había sido el subdirector) creó el unomásuno. Los muchos reporteros que estaban dotados de una buena tecla (era una extraordinaria Redacción la de aquel periódico), esos reporteros que cada día generaban una pulcra elaboración de textos cuando aporreaban sus máquinas Olivetti para entintar con frases y párrafos cuartillas de papel Revolución —entre cigarro y cigarro y café y café—, ignoraban los lineamientos del hombre del PRI en la Redacción y se entusiasmaban con la libertad que El Director estimulaba para que cayeran en la tentación literaria. Solo había un límite: la verdad. La verdad que no, no es subjetiva: en periodismo la verdad es lo comprobable, es la información que tiene fuentes sólidas, y por tanto, es esencialmente irrefutable, imposible de desmentir porque se trata de un hecho documentado y verificado, aunque haya otra verdad igualmente comprobable que la matice. Un ejemplo trivial, para no entrar en intensidades: “El PRI ganó ampliamente los comicios”, cabecea un diario. “El PRI tuvo el peor resultado en su historia”, titula otro. Ambos enfoques son verdaderos. Son dos verdades. Pero volvamos… Manuel Becerra Acosta, en charlas informales, en comidas íntimas, en largas caminatas, ponía un par de requisitos para formar parte del grupo de reporteros a quienes se les permitía y fomentaba la elaboración de narraciones periodísticas más elaboradas, más descriptivas. El primero era el apego a buenos escritores, a los mejores escritores, sobre todo a aquellos que fueron periodistas,

o que de alguna manera estuvieron cerca del periodismo. Cada quien hacía su lista para abrevar estilos, artes y técnicas, según sus gustos, su educación, su cultura, sus pretensiones y sus sueños guajiros: Dostoievski, Dumas, Quevedo, Twain, Vargas Llosa, Capote, Wolfe, Cortázar, Camus, García Márquez. El periodismo es una hoguera de vanidades (para citar el título de una novela de Tom Wolfe). Y la vanidad, desenfrenada, obnubila y genera hordas de reporteros flamazos, esos que hacen una, dos cosas destacables y luego se desvanecen, se esfuman tan rápido como el tiempo que les llevó publicar su par de excelentes trabajos, aunque eso sí, tienen numerosos fanáticos que semana a semana los santifican hasta la náusea en aulas y redacciones comandadas por profesores y jefes de dudosa procedencia y nula rigurosidad. Por eso el segundo requisito establecido por Manuel, que buscaba contener la desmesura del pecado favorito del demonio (la vanidad, como dice el infernal personaje interpretado por Al Pacino en El abogado del Diablo), era acudir a la hemeroteca. Se trataba de una forma no solo de cultivar a los reporteros, sino de gobernar sus egos: exorcizarlos de la estulta idea que siempre tienen (tuvimos) los jóvenes más insolentes en el sentido de que nada existía hasta que, según ellos, publicaban la crónica más guapa de la historia del periodismo nacional, historia que... suelen desconocer. Y por tanto, en su desinformación, no tienen parámetros de comparación, repiten errores y vicios, o peor: no crecen como podrían hacerlo, se estancan y se extravían. Así, la indicación era buscar los grandes reportajes, las grandes crónicas, las mejores entrevistas publicadas en el país, o cuando menos en los diarios capitalinos, durante los años cincuenta, sesenta y setenta. Cuando los reporteros se topaban con aquellos magníficos textos de la vieja guardia (leer La vieja guardia. Protagonistas del periodismo mexicano, José Luis Martínez S., Plaza & Janés, 2005), recibían una inolvidable lección de humildad. El asunto entonces era cómo y cuándo ejercer la tentación literaria. ¿Daba lo

mismo en crónicas o reportajes? ¿Se trataba nada más de darle rienda suelta a un lenguaje abundante, casi insoportable por pedante, por excesivamente meticuloso, donde se describiera hasta el más mínimo detalle y cada minúsculo objeto llevara su nombre? Y, ¿cómo evitar caer en el peor de los vicios, el más ruin de los desvaríos, el más inmoral de los libertinajes que era (y es) volar? Mentir. Inventar. Al descubrir las voladas de dos de los más exitosos reporteros del diario (por ahí andan todavía), Manuel corrió a ambos. Y le dolió, porque a uno de ellos lo apreciaba mucho, pero no dudó en echarlo cuando comprobó que sus crónicas de guerra en Centroamérica en realidad eran textos… de taburete: no había estado en el frente, sino volando desde el cuarto de hotel. El miedo a las balas, a la muerte, nos da a todos, pero no se vale simular así. Engañar. Mejor te excusas y nadie te dirá cobarde, salvo algún pelafustán. Al otro expulsado, simplemente lo bautizó con el inolvidable epíteto del Jumbo 747, el más grande avión de la época, apodo que no se debía precisamente a su gordura. Entre los más destacados jóvenes (o ya no tan jóvenes) periodistas de hoy, he visto, en un par de ellos, las más descaradas voladas que recuerde, una con su consabido desmentido que… ni lo inmutó. También plagios de textos de otros colegas que usaron sin el menor pudor. En el extremo, colegas fotoperiodistas me han contado cómo fue que, enviados a zonas conflictivas (o no tan peligrosas), algunos renombrados reporteros no se desplazaban al lugar de los hechos para realizar sus crónicas, sino que… se las inventaban observando las imágenes cuando los fotógrafos retornaban al hotel. Y aun así, la falta de rigor en el medio periodístico ha permitido que a esos especímenes… los vitoreen por tales mentiras o robos que nadie revisó o cuestionó. Pésimo ejemplo para los más jóvenes. Y es justamente de ahí, de esas aberraciones premiadas, galardonadas, que en los años recientes ha resurgido, por enésima ocasión, lo de periodismo narrativo, una epidemia comercial que en buena medida se trata de la publicación de no pocos textos sin rigor: libros que son hechos pasar por grandes reportajes pero que carecen de sustento, de investigación comprobable. Historias de cantina, con uno o dos testimonios hallados al calor de las copas, bajo el techo de un picadero, o en la esquina del barrio bravo de un cuate. Un cúmulo de mentiras, inventos, voladas que no pasarían el filtro de la peor redacción pueblerina, pero que son impresos para vender con éxito humo... y escándalo. En esos textos se intenta novelar lo que no se reporteó, que no es otra cosa que darle rienda suelta a chismes, suposiciones, o nada más a la imaginación. Eso no es periodismo narrativo, es edición de falacias. Por el contrario, sí ha habido buenas investigaciones, trabajos con rigor periodístico, como el reciente libro La noche más triste. La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, de Esteban Ilades, editado por Grijalbo. No hace falta vejar a los lectores, a los estudiantes, a los jóvenes periodistas (y a sí mismos) con textos que no son novelas ni grandes reportajes sino delirios, ego trips publicados bajo el paraguas enorme de ese negocio llamado periodismo narrativo. Se puede describir, narrar acontecimientos, incluso lejanos, a punta de reporteo. Y ahí, en esas crónicas, en esos reportajes, en esas recreaciones, es donde se vale flirtear con algo que ha existido siempre: la tentación literaria, que no es otra cosa que la narración de hechos con una buena pluma, con la destreza de una destacada narrativa, sustentada y alimentada por decenas de libretas llenas de apuntes reporteriles, docenas de documentos, y una veintena de entrevistas grabadas. L


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LABERINTO

en librerías Cuentos completos

La dama del perrito y otros cuentos

Honoré de Balzac Páginas de espuma México, 2015 765 pp.

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obran razones para celebrar esta reunión total de los relatos de Balzac, el genio ambicioso y obsesivo, creador infatigable de la Comedia Humana. Sobran razones para celebrar que en un solo tomo puedan leerse magnificencias como “La bolsa”, “La Grenadière”, “Z. Marcas”, “Jesucristo en Flandes”, “La posada roja”, “El verdugo”, “El elixir de larga vida”, “La obra maestra desconocida”, “Pierre Grassou”, “La misa del ateo”, “La mujer abandonada”, “Facino Cane” o “Melmoth reconciliado” (homenaje a la inmensa novela de Charles Robert Maturin, Melmoth el errabundo), entre otros.

La diosa de las pequeñas victorias

Antón Chéjov Axial México, 2015 374 pp.

L

a presente antología del ruso nacido en 1860 y muerto en 1904, es encabezada por “La dama del perrito” e incluye obras maestras como “La corista” y “El miedo”. A través del gran Chéjov es posible echar un vistazo al alma humana, debido a que el estilo directo, pero con énfasis en los detalles dramáticos y las situaciones conflictivas, establece una perfecta combinación de sarcasmo y melancolía, esa tristeza perenne en su narrativa y su dramaturgia. Indudablemente, Antón Chéjov fue uno de los grandes renovadores de la literatura del siglo XX.

Persona

Yannick Grannec Alfaguara México, 2015 462 pp.

Erik Axl Sund Random House México, 2015 402 pp.

N

ovela ganadora del Premio de los Libreros Franceses, ha sido un best seller en su país y va por el mismo rumbo en otros lares. Cuenta la historia de la veinteañera Anna Roth, documentalista del Institute for Advance Study de la Universidad de Princeton, a quien le encargan la dura labor de convencer a la viuda del matemático Kurt Gödel, Adele, de entregar al instituto el Nachlass, es decir, el conjunto de documentos reunidos póstumamente, del estudioso. Grannec cuenta en paralelo los encuentros entre Adele y Anne, y, mediante flashbacks, la historia de la relación de los Gödel.

E

Por si se va la luz

Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal (1900–1938)

ste primer volumen de la trilogía Los Rostros de Victoria Bergman, traza las líneas del thriller: mientras la psicoterapeuta Sofia Zetterland atiende a dos pacientes difíciles (Samuel Bai, niño soldado de Sierra Leona, y Victoria Bergman, mujer de mediana edad que intenta resolver un trauma infantil), en un parque del centro de Estocolmo descubren el cadáver de un joven. Corresponderá a la inspectora Kihlberg y a la terapeuta Zetterland esclarecer el caso, misión que las orillará a una terrible angustia moral ante los instintos y la crueldad de la naturaleza humana.

Lara Moreno Lumen México, 2015 323 pp.

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sta es la historia de un viaje pero no de un viaje cualquiera sino de aquel que determina el destino de la gente. Una pareja sale de casa. No lleva nada consigo, ni siquiera la emoción por el desplazamiento o la expectativa o el interés por cambiar de aires. Simplemente salieron para llegar a un pueblo, escoger una casa, entrar y tumbarse en el colchón como si no hubiera nada más qué hacer. Al otro día esa pareja descubre que en ese sitio habita más gente, que hay casas, huertos y que los hombres y mujeres hablan muy poco. La pareja, entonces, decide quedarse ahí el resto de la vida.

La esperanza y el delirio

Ian Gibson Debolsillo México, 2015 960 pp.

E

l hispanista irlandés Ian Gibson se ha especializado sobre todo en las vidas de tres artistas españoles que estuvieron fuertemente unidos: Federico García Lorca, Salvador Dalí y Luis Buñuel. Si bien hay apreciables obras que han precedido sus esfuerzos, la biografía de Gibson de Buñuel, cuando sea terminada, será considerada la definitiva. En cuanto a la filmografía buñueliana, solo se acerca a Un perro andaluz, La edad de oro y Las Hurdes, donde ya se halla su obra posterior. Como explica, este trabajo se queda a la mitad debido a que el gobierno de Aragón no pudo subvencionarlo.

Los nuevos amos de la tierra

Ugo Pipitone Taurus/ CIDE México, 2015 552 pp.

A

un si vive en una profunda crisis, los partidos políticos reivindican la existencia de la izquierda mexicana. Para poderla superar, necesitan ejercer una severa autocrítica y ser imaginativos en sus propuestas, porque como le ocurrió a la italiana de la segunda mitad del siglo pasado, según el punto de vista de Norberto Bobbio, la vida política actual en México ha llegado al punto en que todos los partidos se prestan algo en su discurso. Subtitulado Una historia de la izquierda en América Latina, este libro invita a reflexionar sobre el tema y a abrir caminos para el futuro.

Stefano Liberti Taurus México, 2015 312 pp.

M

ientras continúe vigente, el mundo seguirá rigiéndose con las pautas del capitalismo. En su reciente investigación, Stefano Liberti señala que el nuevo objetivo de los hombres de negocios es el land grabbing o acaparamiento de tierras. Como explica Liberti, después de la crisis económica de 2007 y 2008, los inversionistas dejaron atrás el mercado accionarial y enfocaron sus esfuerzos a los bienes de refugio (los productos alimentarios básicos y las tierras). Aunque la huella colonialista es evidente, hay otros elementos que participan en este fenómeno.

El discípulo de Schopenhauer LOS PAISAJES INVISIBLES Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com

H

aruki Murakami comienza “Un órgano independiente”, quizá el mejor relato de Hombres sin mujeres, con esta idea: “Existe una clase de personas que, debido a una excesiva despreocupación, a sus pocos desvelos, se ven obligadas a llevar una vida sorprendentemente artificiosa”. El cuento habla de un exitoso cirujano plástico y solterón empedernido, cuyo goce existencial requería de pocos placeres: dos o tres amantes, una cena sencilla, una botella de Pinot Noir, tocar el piano, algunas prendas elegantes, un partido de squash y un apartamento de discreto lujo y en orden impecable. Por encima de todo, el doctor Tokai apreciaba su libertad. A la enérgica edad de 52, se jactaba de no haber amado a nadie. “¿Ha tomado usted alguna vez la decisión de no permitir que alguien llegue a gustarle demasiado? ¿Y, además, se ha esforzado por no permitirlo?”, le pregunta Tokai a Tanimura, el escritor (y alter ego de Murakami), quien responde que nunca ha intentado nada semejante e inquiere el porqué de la pregunta. Tokai confiesa: “Cuando alguien te gusta demasiado lo pasas mal. Como no creo que mi corazón sea capaz de soportar tal peso, me esfuerzo todo lo posible para que no me guste”. La manera en que el cirujano plástico conseguía su objetivo radicaba en contraponer los defectos a las virtudes de la mujer que pondría en peligro su independencia, y luego repetía mentalmente aquellos pros y contras como una especie de mantras curativos. La parábola es incontrovertible. Tokai termina enamorándose de la mujer equivocada. (Dieciséis años más joven que él, casada y madre, huidiza y de sentimientos complicados, la mezcla perfecta para el solterón empedernido pues en el colmo de la contrariedad, no era precisamente hermosa y lo traicionaba con otro hombre que no era su marido). Así, el cirujano plástico no solo cae en lo que Arthur Schopenhauer llamaría “la celada del amor” sino en la emboscada de sí mismo

porque luego de leer sobre un médico judío que sufrió hasta lo indecible en un campo de concentración, Tokai comienza a cuestionarse “¿qué soy yo?”. El amor es alimento. Intelectual, afectivo, emocional, sexual. Murakami mata de hambre a su criatura: le cierra la garganta para que no vuelva a entrar nada por ella y al final, ese tipo alegre y hedonista se consume hasta terminar hecho un harapo de huesos y pellejo. Schopenhauer gustaba de estos versos de Goethe: “¡Por todo amor despreciado!/ ¡Por las furias del infierno!/ ¡Quisiera yo conocer/ algo más atroz que aquesto!”. Asimismo, en su infame misoginia, Schopenhauer se obstinó en postular al engaño como una de las peores debilidades femeninas. El personaje de Murakami tiene la misma opinión: “Tokai estaba convencido de que todas las mujeres nacían con una suerte de órgano independiente especialmente diseñado para mentir. El dónde, cómo y qué mentiras cuentan varía un poco, dependiendo de cada una. Pero en algún momento todas las mujeres han de mentir, incluso tratándose de temas serios. En los asuntos triviales, naturalmente, también mienten, pero es que ni en los más serios se plantean no mentir. Y en esos momentos apenas les cambia el color de la cara o el tono de la voz. Eso se debe a que no son ellas, sino el órgano independiente del que están provistas, el que obra a su albedrío. Por eso, contar mentiras —salvo unas pocas excepciones— jamás atormenta sus hermosas conciencias ni altera sus plácidos sueños”. Sin embargo, el cirujano plástico también tenía un órgano independiente, el que lo hizo enamorarse. Aquella pieza está en todos nosotros pero es aun más complicada. Su diseño es frágil y convulso, desquiciado y nebuloso: nos precipita a desistir (o rehuir) del amor porque siempre se termina. Quizá es por eso que Tokai, el hombre sin mujer, se resigna dócilmente al abandono y, embebido de nostalgia, finge ignorar que la pasión perdura solo si se extingue. L


10 b sábado 22 de agosto de 2015

MILENIO

cine Gustavo Moheno

“El rock es festivo y se adapta muy bien a la comedia” Entre reflectores, micrófonos y bafles, Eddie Reynolds aborda temas como los reencuentros, las segundas oportunidades y las amistades que se quedan en el tiempo ENTREVISTA ESPECIAL

Héctor González gonzalezjordan@gmail.com

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os miembros de una extinta banda de rock vuelven a reunirse después de 30 años cuando Bono, de U2, se interesa en comprar una de sus canciones. El reencuentro saca a relucir viejas rencillas entre Eddie (Damián Alcázar), el vocalista, y Santos (Arturo Ríos), el guitarrista. Pronto, los músicos toman un segundo aire y empiezan a tocar de nuevo, con todos los riesgos que eso supone. En tono de sátira, Gustavo Moheno parte de un grupo de rock para crear Eddie Reynolds, una comedia apoyada en un sólido cuadro actoral que aborda temas como las segundas oportunidades y las amistades rotas. ¿Cómo nace la historia de Eddie Reynolds? Nace de mi conexión emocional con el rock mexicano. Empecé mi carrera como reportero de espectáculos a principios de los noventa, y en esa época me tocó vivir un poco del fenómeno del “Rock en tu idioma”. La película explora el mito del rockero de una manera ligera y sencilla. ¿Cómo abordarlo cuando en México no existe una gran tradición de episodios de este tipo? La historia parte de personajes arquetípicos. Retomo elementos de bandas nacionales y extranjeras. Casi todos los grupos de rock han padecido peleas y separaciones. Para la película me encargué de adaptarlos a nuestra idiosincrasia, creo que éste fue uno de nuestros mayores retos. Quería personajes complejos y verosímiles, por eso nos alimentamos de referencias que abarcan a Caifanes y Botellita de Jerez, entre otros.

Damián Alcázar interpreta a Eddie

A la hora de escribir y dirigir la película, ¿qué tanto pesaba la nostalgia, en este caso, como reportero de música? Nunca me interesó contar una historia que sucediera en esa época, eso habría sido abiertamente nostálgico. Quería algo contemporáneo, que les hablara tanto a los jóvenes como a quienes vivimos aquellos años. Supongo que seremos los adultos quienes más nos identifiquemos con las locuras de los protagonistas. No es el mismo entusiasmo cuando sientes que te puedes comer el mundo que treinta años después, cuando la vida cotidiana te ha aplastado. Habla de los arquetipos, ¿hay particularidades y distintivos entre el rockero mexicano y el sajón? El hombre es su circunstancia y la circunstancia del mexicano es bastante dramática. En otros países, un músico siempre es un músico, pero en México la realidad del rockero es distinta porque no hay una industria para él. Conforme pasó el tiempo, se tuvieron que adaptar a actividades cotidianas. En cambio los músicos sajones, al tener bases más sólidas en su economía, pueden o pudieron seguir desarrollándose dentro de esta industria. ¿Qué herramientas narrativas encontró en la sátira? No me interesaba un drama porque el rock es festivo y se adapta muy bien a la comedia. Un relato divertido me permitió hablar sin solemnidad de temas importantes como las segundas oportunidades, las amistades que se quedan en el tiempo y los reencuentros. Es verdad que hay sátira y burla sobre lo que fue la cultura rockera, pero es una burla que homenajea al rock en todos los sentidos, poniéndolo como la gran arma de la contracultura. Es un género musical que ha sobrevivido a todas las tempestades y que sigue siendo un estandarte muy fuerte para protestar y decir cosas que importan. La película, de alguna manera, refleja su impacto en las sociedades. En términos de discurso, ¿cuál es la riqueza metafórica de una banda de rock? La banda de rock es una metáfora de varias cosas, entre ellas de que las segundas oportunidades son posibles, y que cuando trabajas en grupo y todos estamos en la misma sintonía, cantando la misma canción, podemos crear armonía. L

HOMBRE DE CELULOIDE

ESPECIAL

El resplandor del eterno femenino Fernando Zamora @fernandovzamora

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n el contexto del 14 Festival Internacional de Cine de Horror– Macabro, aparece en la cartelera mexicana Controra. House of Shadows, película que en su estética imita las glorias del terror italiano de los setenta. Ahora bien, para encontrar la belleza en esta clase de cine siempre es necesario estar lo suficientemente enamorado del género como para reconocer las influencias, los guiños y, en fin, las referencias que salpican la pantalla con esa fruición con que Dario Argento nos salpicó de sangre en su momento. Y justamente, lo primero que llama la atención aquí es el hecho de que la directora haya decidido evitar el gore. Controra: House of Shadows asusta, sí, pero con ausencia de sangre. Para conseguir el horror macabro que anuncia el ciclo, la directora genera más bien un clima de esoterismo, un morbo que eriza la piel y hace justicia al eslogan de la película: “Mientras más fuerte es la luz, más intensas son las sombras”. Con esta frase, la directora Rossella De Venuto hace una declaración de principios: a ella lo que la guía no es tanto Dario Argento como Stanley Kubrick, quien en The Shining, de 1980, consiguió aterrorizar con el resplandor de la luz y no con la ambigüedad de la sombras. En italiano, controra refiere a ese momento del día en que el sol está en lo más alto del cielo y brilla tanto que es casi imposible ver. Controra, como The Shining, aterra en un ambiente en que son las luces y no la oscuridad lo que deja ciego. Y en la película resplandece también el rostro de Fiona Glascott, actriz irlandesa que en esta House of Shadows es una pintora dubli-

Controra. House of Shadows (Controra). Dirección: Rossella De Venuto. Guión: Rossella De Venuto. Fotografía: Ciarán Tanham. Con Fiona Glascott, Federico Castelluccio, Kelly Campbell. Italia, Irlanda, 2014. nesa que, casada con un hombre italiano, tiene que marcharse a vivir a la orilla del Mediterráneo, en un lugar que también sabe de castillos macabros pero en un sentido muy distinto al de aquellos que se levantan en el norte de Europa. Controra aspira a ser un clásico no porque siga la escuela de Kubrick sino porque la casa heredada y repleta de fantasmas aún está dando material para seguir filmando. El folclor del sur de la península brilla también en esta película de hermosura canicular. Todo clásico aspira a volver a contar lo mismo pero desde una perspectiva que nadie haya visto. Si Controra lo consigue es algo que ha de decidir el espectador, pero hay aquí dos cosas muy originales. Para empezar,

la película ha sido dirigida por una mujer. El género está prácticamente acaparado por hombres, así que dejarse aterrar por una realizadora tiene de suyo un encanto. Además, ofrecer una película de miedo en el ambiente del sureste italiano es también digno de ser notado, pero ojo: no todo es excelente en esta película, el final es predecible, y escuchar a los italianos hablando inglés resulta chocante. Como sea, Controra es una película cuando menos interesante en el contexto de una cartelera cinematográfica que en este verano parece agotada con secuelas de toda clase. Así, Controra brilla con la hermosura de un horror que no solo los fanáticos del género son capaces de ver. L


sábado 22 de agosto de 2015 b 11

LABERINTO

escenarios ESPECIAL

El volcán y los niños Hace 75 años murió Silvestre Revueltas, quizá el compositor mexicano más importante de todos los tiempos VIBRACIONES Hugo Roca Joglar hrjoglar@gmail.com

L

a música de Silvestre Revueltas (1899–1940) impone mundos salvajes. Hay algo en ella que solo puede ser tolerado por el instinto. Te aplasta si la enfrentas con cualquier otra cosa, como los sentimientos o la fantasía. Escucha, por ejemplo, el poema sinfónico Janitzio (1933), su única obra sobre un lugar concreto (la michoacana isla homónima), e intenta imponerle cualquier discurso, incluso uno afín a la ideología revueltiana —como la necesidad de que los pescadores se unan en torno a su indignación y, revolucionarios, levanten armas para defenderse de las injusticias— y el resultado será desastroso: las ideas no encajan con los sonidos; chocarán irremediablemente. Es música abstracta que no acepta intervenciones. De una brutalidad incontestable, que debe resistirse con la sangre. Por eso nunca ha sonado del todo cómoda en salas de concierto. No invita a la experiencia compartida: es demasiado íntima y violenta.

II

Silvestre Revueltas bebió hasta matarse. Durante la construcción de su música, el alcohol fue una presencia permanente. Como también lo fueron sus celos bestiales. Ahí están las cartas (julio, 1937) que le escribió a Ángela Acevedo Rivera, su tercera esposa, durante su famoso viaje a España (donde representó, en plena Guerra Civil, a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios, de la que era secretario general, en un congreso antifascista). En una le dice: “A últimas fechas he dudado tanto de tu amor (...) Tú al menos puedes leer claramente en mí. Yo te cuento todo lo que me pasa. Estás segura de que nadie podrá borrarte de mi cariño. Habrá otras mujeres. Les haré el amor tal vez, pero nunca podrás imaginarte (ah, no quiero que lo llegues a imaginar) qué dolor desesperado e infinito se siente de amar sin amor. ¡Qué digo! Quizá ya lo hayas sentido conmigo. Estoy loco. Qué de contradicciones. Digo que no creo en ti, y mi esperanza desolada se aferra en la creencia”.

Y en otra: “Ayer debe haberse inaugurado la temporada de Chávez. Seguramente fuiste al concierto. Luego te fuiste a cenar con los muchachos muy contenta. Ya me lo imagino. Libre. Sin trabas. Sin mí. Sin molestias. Seguramente bebiste bastante. Y reíste. No puedo soportar los celos. Prefiero no volverte a ver. Es preciso que no me ocultes nada. Yo siempre sabré. No me importa que dejes de quererme si así te place, pero te suplico con todo mi amor que no me engañes. Puedes hacer lo que quieras, pero dímelo siempre. ¡Oh!, no me lo dirás. No me lo dirás nunca. No podrás ser tan leal. Yo sí soy leal contigo, Ángela. ¿Por qué no podrás serlo tú conmigo? ¿Hay alguna razón? ¿Podrás odiarme tanto que seas capaz de mentirme?”.

III

En la música de Silvestre Revueltas (30 obras, 16 de ellas para gran orquesta, escritas en un lapso de 10 años), el ritmo genera, distribuye y organiza; es el parámetro más importante. Establece un fondo de movimiento vigoroso e indomable. De una potencia abrumadora, tan pujante e intensa que, cuando la melodía ensaya sobre ella canciones líricas, simples y espontáneas, de marcados rasgos infantiles, el contraste estremece por lúgubre y agresivo, como si un volcán estallara con niños jugando a sus faldas.

Alrededor de este escenario, planos armónicos superpuestos giran en torno a centros tonales definidos. Cada plano es autónomo; sigue un desplazamiento individual. El resultado es el inquieto misterio de múltiples voces encimándose unas sobre otras.

DOS APUNTES AUTOBIOGRÁFICOS

Sobre su padre: “De niño, y casi siempre por un fútil motivo, mi padre me imponía un castigo corporal y me encerraba en un oscuro cuarto. Al poco tiempo me traían un plato con frutas y me soltaban. Después, yo veía a mi padre y sentía por él una tristeza y una piedad infinitas; pero nunca lo he perdonado”. Sobre su propia música (fragmento de una carta que le escribió a Ángela Acevedo en 1937): “Me parece tan pobre. Lo único que me parece grande es el impulso que me movió a escribirla, pero ella en sí, apenas un poco de lo que yo quisiera expresar, de lo que yo siento. Tal vez algún día, ya tranquilo, pueda hacer la verdadera obra. Algún día que sienta verdaderamente tu corazón cerca del mío, sin dudas, plenamente. ¿Llegará? Entonces quizá no me avergüence mi obra, que ahora está llena de mis angustias, de mis desconfianzas, de mis vacilaciones, que está como enjaulada, hiriéndose las alas con los barrotes de la duda, de la desesperación, todavía incapaz de libertarse”. L

DANZA JULS FONSECA

Historia y pasión Argelia Guerrero makarova81@yahoo.com.mx

L

os próximos 27 y 28 de agosto se llevarán a cabo las Jornadas de Danza Española 2015. Reflexión y creación, en el Centro Nacional de las Artes. En dichos acontecimientos tomará parte como ponente el maestro, bailarín e investigador Alan Stark, de quien hice referencia en una entrega anterior dedicada a la historia de la danza y su relevante papel para la reflexión, investigación y creación de hoy en día. Aquí me gustaría abundar sobre la figura de Alan Stark y la relevancia de sus trabajos realizados a lo largo de muchos años, varios de los cuales ha llevado a cabo y han sido difundidos en México. Bailarín, investigador y maestro de danzas históricas, ha dedicado su trabajo a la recuperación de diversas danzas principalmente de corte renacentista; así como también ha llevado su campo de interés a la tradición dancística española culta y popular. Su quehacer no se circunscribe a la mera documentación histórica, sino que amplía su horizonte al de la recuperación y reinterpretación de las piezas en los salones de clase, inicialmente, y después en foros, teatros, plazas y museos. La labor de difusión de danzas antiguas lo ha llevado, incluso, a reponer piezas coreográficas para cine de época.

Reconstrucción de 7 danzas del Renacimiento

Es su convicción y gusto por las artes escénicas lo que contagia a quienes, primero como alumnos y después como amigos, nos acercamos y compartimos su visión dialéctica e historicista de la danza, pues escucharlo es un deleite del que siempre se aprende. Cautivado por las artes escénicas desde muy temprana edad en su natal Inglaterra, los trabajos de investigación de Alan están completamente ligados a la labor que realiza como académico, puesto que el resultado de sus investigaciones y reposiciones los transmite con claridad, paciencia y gusto a los alumnos, para comenzar con ello un recorrido por trazos coreográficos, vestuarios, códigos y tradiciones

que configuraron el carácter filosófico y estético de una época. A través de este proceso, los datos históricos aportados por el maestro Stark no se reducen a un bagaje cultural extenso pero inútil sino que dan lugar a un proceso de reflexión sobre genealogía y evolución de las artes y la danza a través del tiempo y, con ello, promueve un aprendizaje práctico entre los estudiantes, que los lleva necesariamente a una reflexión de su trabajo dancístico actual como consecuencia del proceso histórico que en teoría y práctica experimentan en la clase. Pensarse como un bailarín contemporáneo, producto de un proceso histórico complejo que incluye pasos y bailes, determina maneras diferentes de ver y estar en el mundo. Sobre danzas renacentistas, el maestro ha realizado un extenso trabajo bibliográfico de recopilación, rastreo y reconstrucción. Por lo que respecta a las danzas españolas, dedicó muchos años de su vida al trabajo de campo recorriendo buena parte de España para aprender estilos y tradiciones cultas y populares. En la conferencia de próximos días, abundará sobre ese encuentro y su experiencia como ejecutante e investigador. El maestro Stark no es un estudioso de escritorio. Siempre experimentó la danza en el hacer e interpretar y, aún hoy, la transmite constantemente desde la docencia. Tenemos aún mucho por aprenderle al generoso maestro Stark: para ser, hacer, crear e investigar con la pasión y cariño que él lo hace. Es una joya octogenaria que en próximos días celebrará un año más: feliz cumpleaños, maestro Alan. Gracias por su generosidad con el mundo y con la danza. L


12 b sábado 22 de agosto de 2015

MILENIO

varia VELÁZQUEZ/ FOTO: ALDO HINOJOSA

ESPECIAL

Mariana de Austria, Reina de España, Orante, 1655. Óleo sobre tela, 209 cm. x 147 cm. Madrid, Museo del Prado

Alfonso Reyes, la Yo, puta y el presidente el poder ARCHIVO HACHE

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

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opio una entrada de Museo del Chisme (Emecé, 2005) de Edgardo Cozarinski y después la comentaré. “Entre 1936 y 1938, Alfonso Reyes fue embajador de México en la Argentina. Notorio ladies man, el gran escritor y erudito se enamoró apasionadamente de una actriz porteña, popularísima en el teatro de boulevard y que más tarde renovaría ese éxito en el cinematógrafo. Don Alfonso no se ocupó de ocultar la relación y aparecía a menudo en público acompañado por la burbujeante rubia. “Para la diplomacia de la época, esa desaprensión era censurable y el embajador fue advertido de su imprudencia, en una conversación telefónica amistosa, por el ministro de Relaciones Exteriores de su país. Observó la discreción pedida durante unas semanas y volvió luego a su vida habitual. “Una segunda advertencia llegó muy pronto, en una carta adornada por mucho recaudo amistoso y efusivas expresiones de respeto intelectual, y encabezada por un sello que la declaraba ‘confidencial’; la siguió un nuevo período de recato y un nuevo regreso a la indolencia. “Como en los cuentos más tradicionales, un tercer, definitivo mensaje apuró la conclusión. Su forma habría sido la de un telegrama como solo un presidente puede enviar a través de los servicios telegráficos normales: ‘La embajada o la puta. Cárdenas’”. Cozarinski anota como fuente a Victoria Ocampo en Buenos Aires (c. 1970).

CASTA DIVA Importa poco que esta (inexacta) historia sea cierta o ficticia: es verosímil. Resulta creíble porque obedece a la imagen que se tiene de los escritores mexicanos y su gobierno. La historia también pide preguntarnos, ¿qué ha cambiado en la relación entre escritores, vida pública y políticos mexicanos? El primer cambio es que la literatura mexicana ya no genera escritores de ese nivel técnico e influencia. Esta pérdida de calidad (y notoriedad) ocasiona que el gobierno no tenga que vigilar demasiado a los intelectuales. Otro cambio esencial es que los escritores protagónicos mexicanos ya casi no buscan la carrera diplomática. Las embajadas han sido cambiadas por las becas y el pseudo–mercado. Sería muy improbable que el presidente mandara un mensaje privado por Facebook a algún escritor en Londres, diciéndole: “La puta o la beca. Peña”. No obstante, hay cosas que no cambian. Entre el mundo de Reyes y el nuestro, todo mudó menos esto: el escritor mexicano no quiere perder la protección del mandatario. Incluso cuando Paz dejó su embajada siguió cobrando el sueldo y terminó sus días como refinado secuaz de Los Pinos. El poder de la chusca historia de Reyes y Cárdenas reside en que retrata el justo momento en que el escritor nacional decidió que no volvería a recibir un mensaje de advertencia de ningún gobernante. Para tal fin civilizatorio, el intelectual mexicano, decidió hasta el fin de sus días, nunca decepcionar al presidente. Pórtense bien, chicos. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

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a pintura nos enseña que el retrato de un canalla puede ser arte. Goya pinta al populista y déspota Fernando VII posando frente al campo de batalla, no le da valor o dignidad, es un vanidoso con su uniforme al que Napoleón describía como “estúpido y ruin”. El arte está en los caballos sin jinetes, en el rostro del hombre que cuida el caballo del efímero monarca y el telón de fondo en gris óptico. La exposición Yo, el Rey, en el Museo Nacional de Arte sobre “las formas de representación de la monarquía hispánica en las artes” es injusta e insuficiente. Están injertados en el recorrido Iturbide, con sus folclóricos delirios regios, y Maximiliano, del que su familia se deshizo con un oportuno exilio en México. No se puede hablar de “representación en el arte” sin abordar la peligrosa relación entre el arte y el poder, sin la dependencia torturada, cómplice e indispensable que mantuvieron y que nos dejó obras maestras en pinturas, palacios, esculturas, música. El tema de las obras ya es anecdótico, es información, lo que las hizo trascender es su valor como arte: admiramos un retrato de Mariana de Austria porque es de Velázquez, por el fondo siniestro del barroco y las pinceladas abstractas del encaje. A los artistas les tomó siglos ser respetados como creadores y hoy esta exposición les regatea su participación fundamental en el mito de la monarquía. La magnificencia del gobernante estaba en las obras que los mostraron como héroes, que les daban esa estatura mítica, el poder y la religión son una invención ideológica y estética. El retrato del rey lo saca de su condición humana, esculturas, bustos, relieves, son un altar que glorificaba a un hombre que mandaba sobre vidas vulgares de las que no emanan rayos luminosos. El artista tenía con cada retrato una doble y difícil misión, inventar a un ser magnifico de un enclenque y enfermizo necio, y hacer un gran cuadro, una hermosa escultura, porque si la obra no alcanzaba a ser arte, la consecuencia fatal recaía en la imagen del soberano. Una obra mediocre es un golpe de Estado, es una guillotina. La exposición no valora que sin esa representación el rey es invisible para el pueblo, el delicado

equilibrio entre la mitificación y la objetividad. En la noche de Varennes, la absurda huida de Luis XVI y María Antonieta, los pobladores nunca habían visto en vivo al rey, jamás habían entrado a Versalles, lo reconocieron por la efigie de las monedas y dieron la señal de alarma: el rey está abandonando a su reino. Esa era una de las funciones de estas obras, de los grabados que se hacían a partir de las pinturas, y es el mismo fin de las imágenes religiosas, darle visibilidad a un ser que vive fuera de la realidad y de la sociedad. La inclusión del rey en las monedas y más tarde en los billetes, es la cúspide de la representación: el dinero es poder y, a su vez, el poder del gobernante es decidir cuánto vale su dinero, de ahí dimos el paso para convertirlo en el nuevo dios. La representación del rey no es una superficialidad, el mito depende irremediablemente de la obra, la herencia elegía pero el artista erigía. La configuración de la persona en un lienzo lo sacraliza, ya no es humano, es obra, es inmortal. Lo podemos ver en Felipe IV pintado por Gaspar de Crayer, la armadura es un cuerpo dorado, sobrehumano, ornamental. El Felipe V de Jean Rac, el terciopelo azul de la casaca, inconcebible fuera de esa pintura y la mano imitando el gesto de la anunciación: sus órdenes son designios. El gran poder y privilegio que tenía la monarquía era inventar sus virtudes y materializarlas a través del arte, no necesitaban actuar, ni siquiera gobernar, bastaba posar, el artista haría lo demás. El gran poder que tuvieron Velázquez, Rac, Crayer, fue la creación de obras maestras que han sobrevivido al juicio de la Historia, el arte continúa y las monarquías son obsoletas, anacrónicas. El rey muere y el arte permanece. Actualmente, la sociedad protesta por que resulte “costoso” que un gobernante comisione su retrato a un pintor talentoso; es un reclamo absurdo, gracias a eso por lo menos nos queda algo valioso del infausto legado de la mayoría de los gobernantes. El retrato de un rey vale más que su reinado. L


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