Laberinto No.637 (29/08/15)

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Laberinto

David Toscana Creo en Baal–shamin página 2 Vicente Gerbasi Poesía página 3 Álvaro Uribe El borracho página 3 Santiago Gamboa Julio Ramón Ribeyro página 9

N.o 637

sábado 29 de agosto de 2015

Breverías

Josu Landa, Guillermo Samperio, Javier Perucho páginas 4 y 5 SUE LYON EN LOLITA, DE STANLEY KUBRICK (1962)

Lolita cumple 60 Marco Antonio Campos José Abdón Flores

páginas 6 a 8

MILENIO


02 b sábado 29 de agosto de 2015

MILENIO

antesala DE CULTO

Creo en Baal–shamin TOSCANADAS ESPECIAL

El templo de Baal-shamin en Siria

David Toscana dtoscana@gmail.com

C

uando se heredan las supersticiones de primitivos pastores que vivieron hace cuatro mil años, se llegan a cometer barbaridades como la de hacer estallar el templo de Baal–shamin o la de degollar al arqueólogo que dedicó su vida a preservarlo. La paradoja es que precisamente fueron supersticiones las que en primer lugar motivaron a levantar ese templo, así como muchos otros, incluyendo sinagogas, iglesias y mezquitas. Sin embargo, hace cerca de dos mil años que ya nadie le reza a Baal–shamin, y entonces su templo ya no es un sitio para adorarlo, sino una mera obra de arte. De este modo, cuando los militantes del ISIS dicen que lo destruyeron por considerarlo una muestra de idolatría, no están diciendo sino una magna estupidez. Sean un poco más íntegros y digan: “Lo destruimos porque somos unos vándalos imbéciles”. Poco a poco vamos perdiendo todo nuestro pasado. Los propios romanos, que tanto construyeron, también se dedicaron a destruir. Los cristianos, ni se diga. A eso hay que sumarle el tiempo, los terremotos, volcanes, guerras, accidentes, incendios, inundaciones, capitalismo y demás cataclismos. Los frescos en muros, los óleos en lienzos también son mortales. Los restauradores nos dan una buena aproximación de lo que pudo ser La última cena de Da Vinci o El juicio final y demás frescos de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, pero imposible saber lo que en verdad fueron estas obras. Sabemos que perdimos muchos textos sin posibilidad de recuperarlos y que nunca nadie

sabrá tocar y cantar uno de los cantares del rey David. Pero así como se pierden cosas, hay muchas otras que se encuentran. Para eso hay un ejército de arqueólogos e historiadores escarbando, rascando, husmeando y hurgando. Alguien halla una ciudad entera. Otros encuentran estatuas o adornos o joyas o vasijas. A veces encuentran evangelios o poemas o leyendas. Entre tantísimo animal que camina en dos patas, existe una minoría de seres humanos con alma. Éstos forman parte de una comunidad histórica, son partícipes de una conciencia acumulativa que se llama civilización. Están muy agradecidos con esos arqueólogos e historiadores que encuentran el pasado, lo reconstruyen y le dan sentido. Entre ellos, hoy se erige como héroe y mártir Khaled al–Asaad, quien fue torturado y decapitado por proteger el sitio arqueológico de Palmira; pero, sobre todo, fue asesinado por pertenecer a esa minoría de humanos con alma, por ser cómplice de la civilización. Si en el nombre de un dios en el que cree una cuarta parte de los habitantes del planeta se puede torturar a un octogenario, colgarlo patas arriba, cortarle la cabeza y exhibirlo como trofeo, no me queda sino pensar que hasta el olvidado Baal–shamin es una mejor opción para la fe de mentes enajenadas. Al menos me parece que en los últimos dos mil años nadie ha matado ni torturado ni perseguido ni encerrado a nadie por órdenes de Baal–shamin, y eso ya es mucha ganancia. Desde hoy me declaro su creyente y fiel seguidor. Baal–shamin, santificado sea tu nombre. No hay más dios que Baal–shamin. Santo, santo, santo, Baal–shamin, el mundo entero se llena de tu gloria. L

Jorge Vázquez Ángeles b jorgito.vazquez@gmail.com ESPECIAL

Charles Addams

Familia muy normal

N

o es coincidencia que en una calle llamada Elm vivieran dos personajes que en contextos distintos enarbolaron la bandera de lo bizarre, lo macabro y el humor negro: Freddy Krueger, protagonista de A Nightmare on Elm Street, y el dibujante estadunidense Charles Samuel Addams. Nacido el 7 de enero de 1912 en Westfield, Nueva Jersey, a Chas le atraían los ataúdes, los esqueletos y las lápidas, materia prima de los dibujos que realizaría años después. Su padre, arquitecto de profesión, le inculcó la pasión por el dibujo sin sospechar que estaba ofreciéndole las herramientas que le darían de comer y que lo volverían famoso. Si los niños suelen pintarrajear las paredes para manifestar algún desacuerdo o frustración, Charlie no lo hizo en la suya, ubicada en el 552 de la calle Elm, sino en otra, abandonada, de estilo victoriano, dibujando esqueletos en los muros que encontraba. La incursión le costaría un breve arresto a los ocho años pero la recompensa fue mayor: dentro de esas paredes encontró la semilla de un mundo de valores invertidos en el que habitaría una de las familias más famosas de las tiras cómicas y después de la televisión: los Addams. Mientras estudiaba en la Grand Central School of Art, un día de 1931 Charles fue hasta las oficinas de The New Yorker para dejar la viñeta de un limpiador de vidrios en un rascacielos, clásico ejemplo de un one liner joke, un chiste que se explica a través de una sola línea. Se olvidó de anotar una dirección para que pudieran buscarlo por si acaso les interesaba su trabajo, y el día que regresó a que se lo devolvieran, meses después, con el aplomo de quien se sabe ignorado, se encontró con la noticia de que el cartón les había gustado. La sorpresiva muerte de su padre lo orilló a dejar la escuela para aceptar un trabajo propicio:

EX LIBRIS

ALFILERES

retocador de fotografías de cadáveres en la revista True Detective, famoso pulp donde aparecerían los primeros relatos de Dashiell Hammett y Jim Thompson. Al mismo tiempo, seguía mandando cartones a The New Yorker en los que iba surgiendo ese estilo que mezclaba lo macabro y lo siniestro que fascinó a los lectores, incluso a los niños. La edición del 9 de agosto de 1938 fue significativa para su trabajo: con la publicación de un cartón en el que un vendedor de aspiradoras muestra las ventajas de su producto, Charles acababa de inventar a los primeros miembros de la familia Addams. En el dibujo aparece una mujer vestida de negro y su mayordomo barbado, el antecedente del futuro Largo. Harold Ross, el fundador del semanario neoyorquino, lo animó a que desarrollara a esa familia que vive en una casa victoriana derruida llena de telarañas y murciélagos, que se siente viva contemplando los días tormentosos, que decora árboles de Navidad deshojados y cuyos hijos juegan a decapitar muñecas en guillotinas en miniatura. Chas no abusó de su creación ni se dedicó a administrar el éxito: de las más de mil viñetas que dibujó a lo largo de su carrera, solo en 150 aparecen los Addams. A raíz de la serie de televisión de los años sesenta, su creador tuvo que bautizarlos: Gomez (Homero), Morticia, Uncle Fester (Tío Lucas), Lurge (Largo), Grandmama (Abuela), Wednesday (Merlina), Pugsley (Pericles) Coussin It (Tío Cosa) y Thing (Dedos). “Esta familia muy normal” se burlaba en realidad de los valores tradicionales de una de las sacrosantas instituciones estadunidenses. En la tierra de lo políticamente correcto, nadie notó la sátira del autor. L Leteo y Eunoe bEKO

Armando Alanís b alaniscanales@gmail.com

El tren bala sustituye la melancolía por la velocidad.

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Edición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


sábado 29 de agosto de 2015 b 03

LABERINTO

antesala

El insomne

El borracho

No hay tregua para quien vive la noche perseguido por su propia imagen en el espejo y sus hordas de espectros POESÍA

CARACTERES ESPECIAL

Vicente Gerbasi

E

l insomne no descansa. Cierra los ojos y sigue viendo un espectro que traspasa la pared y regresa con la lámpara encendida, opaca, de los muertos. El insomne toca la madera de la cama, fría, y se siente dormido en el ataúd. El insomne abre los ojos y ve de nuevo el espectro atravesando la pared con su cabeza cortada. El insomne se coloca la cabeza cortada en el lugar de su cabeza y empieza a gritar, pero no grita porque nadie lo oye. El insomne grita, grita, pero nadie lo oye. El insomne flota en el silencio del Universo.

ESPECIAL

C

onsiderado el poeta más representativo de Venezuela en el siglo XX, Vicente Gerbasi (1913–1992) alternó con brillantez las carreras de escritor y diplomático. La aparición de su primer libro, Vigilia del náufrago (1937), coincidió con su iniciativa de crear el Grupo Viernes, que proyectó a su generación. Fundó las revistas Bitácora y El perfil y la noche, entre otras, y fue secretario de redacción de la Revista Nacional de Cultura en los últimos veinte años de su vida, y embajador en Haití, Israel, Dinamarca, Noruega y Polonia. Mi padre, el inmigrante (1945) es, sin duda, su obra más aclamada. El poema que presentamos forma parte de Iniciación en la intemperie. Poesía reunida (1937–1994), editado por Miguel Aguilar Carrillo, que apareció en estos días con los sellos del Fondo Editorial Querétaro, Calygramma y Conaculta.

Álvaro Uribe alvuribe@yahoo.com.mx

L

a vida de un borracho es muy difícil. No importa que sea meticuloso. Metódico. Perfeccionista. Como si la ebriedad fuera un arte y él aspirara a lograr con cada borrachera una obra maestra. Ese tipo de borracho es, o quisiera ser, el ínclito Ignacio: Nacho para sus amigos y también para sus potenciales enemigos, aunque no para los cantineros y meseros y taxistas y otros prestadores de servicios con los que por fuerza se topa cuando sale a emborracharse, y que lo llaman, con fingido respeto, “señor Ignacio”. A diferencia de aquellos borrachos ya irredimibles que beben nada más en su domicilio, con tal de no acabar tirados en la calle, Nacho nunca, o casi nunca, o muy contadas veces, y solo en ocasiones de veras especiales, toma en su departamento. Salvo una cervecita. O a lo mucho dos. Para curarse la cruda. Pero no se vaya a pensar que Nacho bebe todos los días. De ninguna manera. Porque has estado con él en cocteles y otras reuniones sociales donde corre el vino, te consta que no toca una gota de alcohol los lunes ni los martes ni los jueves. Porque lo secundas a menudo en sus borracheras, te consta que se desquita de esa episódica abstinencia voluntaria el resto de la semana. Su idea es beber con disciplina, como trabaja o debería trabajar un verdadero artista. Bastante el miércoles. Todavía más el viernes. Sin límites, salvo los del propio cuerpo, el sábado. Y con

moderación relativa el domingo, para empezar el nuevo ciclo con relativa prestancia. La ventaja de Nacho sobre los borrachos indisciplinados (o sea: casi todos) estriba en que, al saber cuándo y cuánto y casi siempre cómo y con quién se emborrachará, él puede programar sus borracheras. Por ejemplo, y si está en confianza: acordar con sus amigos, a la primera copa, que pidan la cuenta y lo pongan en un taxi cuando lo noten más para allá que para acá. O además: anotar su dirección en una hoja suelta que lleva desde el principio en el bolsillo de la camisa, para dársela al taxista que lo acarreará de regreso a su casa. Nacho contempla tales precauciones como variantes del viaje en el tiempo. Como mensajes que él le manda al otro, al futuro borracho, desde el presente de una rigurosa sobriedad. Y lo cierto, te consta, es que sus trucos (que Nacho prefiere llamar mañas artísticas) le funcionan por lo común. Solo una vez o dos el taxista ha abusado de su borrachera para llevarlo a dar vueltas y cobrarle de más. Solo una vez o dos el pobre borracho ha sufrido un traspiés en la banqueta, sin mayor daño que una fisura ósea. El único gran tropiezo de Nacho, hasta ahora, sucedió un día en que, inspirado en una anécdota quién sabe si verídica de Winston Churchill, perdió a un amigo histórico, por decirle en una borrachera a la esposa de éste: “qué fea te has puesto”. Y cuando ella (no muy guapa, en efecto, pero toda una dama) le respondió con sencilla dignidad: “estás borracho”, él insistió en recalcar: “pero a mí lo borracho se me quita mañana y a ti lo fea ya no se te quita nunca”. L

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04 b sábado 29 de agosto de 2015

literatura

Breverías

Minificción, aforismo o epigramas. El relato fugitivo, la reflexión dispersa, ha cobrado un auge inusitado en estos tiempos de lo instantáneo y la concisión. Enseguida, tres especialistas en el género presentan sus trabajos más recientes, invenciones reducidas pero de máximo aliento

Obsérvenlo: se inviste y, acto seguido, embiste.

TRIZEMAS Josu Landa

A Armando González Torres

Después de Armenia, Guernica, Auschwitz, el Gulag, Hiroshima, My Lai, los khemeres rojos, Sabra y Chatila, Sarajevo, Ruanda, Gaza, El Chorrillo... No se vale que la Mona Lisa siga con su sonrisita.

Nunca ames a nadie como a ti mismo: corres el riesgo de desencantarte más rápido. No es el tiempo lo que pasa. Eres tú el que pasa. Por el lugar en que se hallan, las bajas pasiones son las más fáciles de adquirir. La experiencia del Vacío absoluto tiene todas las trazas de una Plenitud absoluta. ¿Paradoja de un vértigo inefable o ardid de la Palabra siempre presta a decir hasta lo indecible?

La geometría también parece contar con asesinos en serie. ¿Cómo explicar, si no, que nos topemos con tanto punto muerto? Híbrido de profeta con sofista: eso es el intelectual moderno. Se entiende que haya fracasado en sociedades que claman por profetas puros y están hartas de la caterva de sofistas, que copan los más poderosos medios de expresión. Parece ser que al Diablo ya no le da por comprar almas. Es una lástima: ayudaría en algo a paliar tanta crisis económica.

Al menos en castellano, “cítrico” es anagrama de “crítico”. El lecho de Procusto sigue siendo el mueble de mayor demanda entre los políticos. La mueblería virtual donde puede adquirirse, desde hace milenios, ha extendido su franquicia por todos los confines del mundo, al margen de fronteras, religiones e ideologías.

El sueño —el adormilamiento— de la razón genera monstruos, pero su excesiva vivacidad, también. Así que solo le queda autogestionarse a diario el sedante que lo mantenga en equilibrio o batirse a muerte con sus engendros.

MUNICIONES*

Guillermo Samperio El amor enciende el corazón y apaga la luz.

Quienes hablan de dioses imbéciles están bajo sospecha de proyección.

Lo mismo que las ideas falsas y verdaderas, las moscas tienen también un sitio en el pensamiento.

El espectáculo de quienes hablan de “Sociedad del Espectáculo”, como si hubieran descubierto algo nuevo, 2400 años después de la caverna de Platón.

La mosca es un punto y seguido que anda por toda la página en blanco.

Ser dios y volverse hombre ¿no es una incitación a la decadencia como ley de la Historia? Hay que tener piel de monstruo, para lavarse con jabón hecho con grasa humana y seguir como si nada.

La mosca llena de puntos suspensivos el calendario. Ciertas corrientes filosóficas han logrado que algunos llenen sus bocas y montones de cuartillas de nada. (P.d.: El Filósofo Perro dice que eso se aplica a los oficiantes de todas las filosofías, pero eso es pura doxa —y de la peor: pura opinión personal.)

Anular el arte del vértigo en la gente, distraer ese anhelo con televisión, psicotrópicos, mercadotecnia e Internet: psicotráfico y narcotráfico... lo demás es vil dinero. Triunfar... ya resulta obsceno. Hacerlo por temor al fracaso ya es cosa de cobardes.

463. Descubrimiento del siglo: cada tanto, aparece un asesino, matando a la Gallina de los Huevos de Oro. Eso demuestra que ella es la verdadera Ave Fénix. Internet: la kriptonita de los culteranos.

La gallina ciega es impúdica. En la canasta, las víboras se mezclan a la manera de un inquieto abecedario de letras góticas. Cuando el borracho se cae, se cae de lado.

Asignaturas faltantes en el currículum de políticos, empresarios y burócratas: Vergüenza I y II, Teoría y Práctica del Escrúpulo, Arrepentimiento (Pasado y Presente), Taller Optativo de Retórica del Sentimiento (Rubor, Lágrimas, Gemidos, Suspiros).

El apellido del borracho empieza con “ese” y termina hasta las heces. Sobre la banqueta, las víboras dibujan las eses del borracho.

Palabras, palabras, palabras... Palabras, palabras, palabras... ¿Qué más se puede decir? Plagiador: persona que nunca llega a las citas.

Al menos, un tramo del camino hacia el infierno está empedrado con libros pésimos, malos, regulares... y alguno que otro bueno y aun excelente, colocado ahí con intenciones diabólicas.

La balada de Cioran: ahora que mi alma —esa impudicia— yace en el escupitajo que acabas de pisar, disfruta a tus anchas el premio prometido a tu hazaña: el asco.

Bienaventurados los simples de espíritu, mientras permanezcan callados. Porque, en lo que abren la boca o se ponen a mandar sus tuits, agitan los peores demonios. L

Buda necesita correr o poner en práctica el método aeróbico de Jane Fonda. Los zapatos amarillos con bolitas rojas y verde limón lucen agradables en los pies de la esposa del payaso Tornillín. Los teléfonos negros están de luto.


sábado 29 de agosto de 2015 b05

literatura TOMMY INGBERG

LOLA LA PARVULARIA* Javier Perucho Lo en el jardín

En las mañanas de cada domingo, tendías un cobertor sobre el césped, deshacías sus arrugas como si plancharas un mantel o tu blusa, luego desanudabas los tirantes para despojarte del vestido y tenderte bajo el sol del mediodía tal cual yo te conocía: blanca del mentón hasta el dedo meñique de tu pie izquierdo. Negras nubes en el pubis, girones más negros en la frente y un cúmulo oscuro y desordenado flotando sobre tu cabeza, coronada por diminutas flores arrancadas del jardín, injertadas por mí mientras te contemplaba, alelado por tu osadía: posar sin corpiño ni braga ante el sol resplandeciente y la mirada azorada de los niños del vecindario que transitaban en sus bicicletas. Si la baranda no te encubría de los fisgones, menos yo podría hacerlo de las miradas de esos mozalbetes, la histeria de sus madres y el ánimo lascivo de los padres que se asomaban al jardín para arrobarse con el nido de aves que resguardabas entre las piernas.

Pilosías

¿Por qué solo bajo la regadera me rasura el pubis, don Humbert? En el jardín justo al mediodía, ¿no podría?

Solitaria

No sé cuándo lo aprendí ni quién me lo enseñó. Ya que don Humbert no me llenaba durante las noches ni con sus turgencias matutinas. Cuando entraba a la ducha y su cálida llovizna caía sobre mi cuerpo, mis manos tentaleaban la grieta de mis piernas hasta que sonreía, hasta que reía, hasta la carcajada profunda de una dicha sin sosiego. Luego enjabonaba el cabello. Con una esponja me esmeraba en mis piernas, brazos, axilas, rostro y manos. Cuando salía, Humbert me preguntaba, Qué tanto hacías ahí dentro, se oía mucho ruido. Nada, le respondía. Y seguía mi camino hacia la recámara para escarmenar y secar ese torbellino que sobrevolaba mi cabeza —así le decía don HH—. Pero antes de vestirme, clausurada la puerta con el cerrojo, el cordial de nuevo husmeaba entre mis labios vaginales, pero sin llegar hasta la carcajada.

Prostática

Míster Humbert, ¿por qué su mástil ya no se eriza?

Novelerías El cíclope bizco mira solo un lado de la vida. En mi mente de arena transita sobre el horizonte una caravana de camellos contra media naranja solar y una grácil palmera.

Las palmeras son el pentagrama del desierto durante el ocaso. En el país de los ciegos, el cíclope es el rey. Las amapolas son la fiebre del jardín.

Un cíclope tuerto tiene ceguera de altura. Para dormirse, las tijeras cierran las piernas. Mi cerebro naranja piensa a gajos. En tus labios nacieron golondrinas rojizas. Los sueños espías son del desierto de la congoja. La brevedad es una catarina anaranjada. Mi mente es una arena gris entre la humareda de las fábricas.

La vanidad de la mujer se nota en su vergüenza por una bastilla deshilachada. Tu cabello es el sueño del campo de trigo. El canto del gato es la llave del sol.

Sentí la cabeza vacía semejante a la caja que extraña sus zapatos nuevos. La lluvia de papel la dibuja un lápiz. Cuando te llevaste tus cosas mi cabeza fue una legumbre que devora un sombrío topo.

La balanza lentamente danza el minué de los miligramos.

El durazno se sonroja.

Vemos la luna nueva en el fondo de la botella celeste.

Las palabras de las nubes son de espuma de afeitar.

La piedra de tus labios es mi corazón. Mis manos esbozan la media luna de tus hombros.

Las mariposas están ausentes. El papagayo de tus gestos es una máscara ignominiosa. L Los vidrios de los trenes llevan untada la nostalgia.

*Del libro Maravillas malabares (Cátedra, España, 2015)

Cuando Lolita envejeció, se convirtió en la protagonista de una novela sobre nínfulas.

Pioneros

Yo le pedía variaciones, le insistía cada noche con sus días, pero él era muy testarudo. Nada más se complacía con la grieta que mi pubis oscurece. Por eso busqué nuevos exploradores para que sofocaran los incendios que estallaban en mis grutas, planicies, laderas y colinas.

Genitálica

¿Ay, Humbert, por qué cada vez que hablas los genitales se asoman en tus palabras?

Reclamo

Le falta brutalidad, don Humbert. Azóteme, gríteme, regañe a su querida —eso soy para usted, ¿verdad?—. Enciérreme bajo llave, pero no me hable con esos melifluos pétalos de voz que no meten a la compostura, ni espantan, ni callan cuando lo ordenan.

Infidencias de Humbert Humbert

Retozaba con Lolita solo cuando su ciclo circadiano se anunciaba por los cólicos, justo en ese instante olía su cuenca, oteaba sus enaguas y, si mostraban rastros de sangre, me disponía a sorberla por la noche. Mentira que gozara de ella. Conmigo no conoció hombre. Únicamente me importaba su ninfulidad y la sangre virginal que escurría de su vértice, por eso nunca la penetré, ni la poseí por otros frentes. Sangre, virgen y nínfula: una promesa triplicada de vida: la mía. Nada más buscaba su sangre menstrual, que bebía directamente de su fuente, labios embrocados en otros labios. A ella no le gustaba —eso decía, la muy ladina, pero sus pupilas se iluminaban con lujuria gatuna a cada lengüetazo—, mas yo me afanaba hasta que dejaba de arañarme o empujarme o gritarme maldiciones con esa voz de carretonero ebrio para que no sorbiera más de su manantial. Al resistirse felinamente a que le chupara el líquido de su musgo, se intensificaban sus gemidos, espasmos y desmayos. Cuando terminaba su periodo —días de luna, así los llamaba Lolita—, ya en nuestro lecho le daba la espalda a esa mugrienta infanta pedorra. Yo lo único que quería era mantenerme sabio, joven y blanco sorbiendo sus fluidos. Nada más. L *Del libro Enjambre de historias (Naveluz/ UNAM, 2015). Descarga gratuita: http://issuu.com/naveluz/docs/enjambre—ltimo—1 _


LABERINTO

James Mason y Sue Lyon en el filme dirigido por Stanley Kubrick, 1962

Lolita, luz de m Con dos ensayos celebramos el cumpleaños 60 de Lolita, la novela que atrajo las miradas sobre la obra irrepetible de Vladimir Nabokov, uno de esos raros escritores que se sitúan más allá del bien y del mal Marco Antonio Campos

Y

a en 1956, en un irritado artículo, Vladimir Nabokov negaba que en la novela hubiera el “lastre moralizante” y argüía que una obra de ficción “solo existe en la medida que me proporciona placer estético” (“Sobre un libro llamado Lolita”). Mario Vargas Llosa, por otra vía, estaba del todo de acuerdo con él: contra lo que el mismo Humbert Humbert, el protagonista principal, cree, “no es un libertino, ni un sensual, es apenas un obseso” (La verdad de las mentiras). Con una ligera —gran variación—, Juan Villoro convenía: “Desde el punto de vista jurídico, Lolita es un crimen; desde el punto de vista literario, la más conmovedora historia de amor” (Efectos personales). Borges no lo vería de ninguna de esas maneras, si nos atenemos a lo escrito por Bioy Casares. Publicada la novela por Sur, la alcaldía ordenó sacar Lolita de circulación en 1959. El 21 de julio de ese año, Borges y Manuel Peyrou se reunieron a cenar en casa de Bioy. Contrariado, Borges señaló: “Me habló [José] Bianco para que firmara un manifiesto de protesta porque la Municipalidad secuestró el libro de Lolita. Yo lo firmé, por no pelearme para toda la vida con Victoria [Ocampo], pero creo que Sur no debería publicar libros así, ni como Lady Chatterley’s Lover” (Borges). A lo largo de las páginas, y al terminarla, uno se pregunta si Lolita es una novela pornográfica o erótica. No me lo parece. No se trata de la maquinaria helada del marqués de Sade o el erotismo denodado y monótono, con imágenes fijas que se convierten en símbolos cifrados, de Georges Bataille; hay momentos de fuego efímero, de ligeras y destellantes sensualidades, de excitaciones extremas por algo nimio o infantil, pero no recuerdo en toda la novela una escena de sexo explícito. Historia de un hombre maduro, cuando conoce a la familia Haze, Jean–Jacques Humbert, o Humbert Humbert, o solo Humbert, tiene 37 años (nació en París en 1910) y Dolores Haze, o también Dolly, o Loleeta, o Lolita, o Lo, o Carmen (nacida en 1935), tiene doce. La vida de Humbert con y sin Lolita ocurre entre 1947 y 1952.

Dividida en dos partes, contada en un monólogo que se vuelve en ocasiones diálogo sin respuesta, Vladimr Nabokov hace que el de la voz narrativa, Humbert Humbert, se dirija principalmente al jurado, que lo encauza por asesinato, y, en segunda vía, a los lectores, a Lolita, a sí mismo... Con el filo del cuchillo de la ironía, no deja bien parado a nadie, empezando, claro, por él mismo, con ese “toque de autoparodia” que, como señala Hernán Lara Zavala, es eminentemente característico en la obra narrativa de Nabokov (Contra el ángel). Lolita es un libro que necesita el repaso, al menos de varias partes significativas, para descubrir o apreciar un número considerable de sutilezas e ironías que no son perceptibles o no tanto en una lectura de corrido. En Lolita, como en la obra narrativa de Nabokov en general, Lara Zavala halla tres perfiles característicos: lenguaje inventivo, humor múltiple e imaginación calculada. Gran cantidad de frases irónicas de Humbert Humbert son para burlarse del proverbial mal gusto —del kitsch y de la empalagosa cursilería— de la clase media estadunidense. A los personajes sobresalientes de la novela, Humbert los tasajea o desuella verbalmente: a Valeria, su primera mujer, a Charlotte Haze, su segunda esposa y madre de Lolita, a Lolita, a la inestable y alcohólica Rita, su pareja después de Lolita, y a Clare Quilty, que le roba a la niña... La novela está poblada de personajes incidentales que sirven solo para ligar los hechos. Son apariciones súbitas o poco prolongadas: los amigos de Charlotte, los vecinos de Ramsdale y de Beardsley, compañeros y compañeras de Lolita, la directora de la escuela y la del campamento, doctores y enfermeras del hospital de Elphinstone, los invisibles miembros del jurado… En un ensayo (“La desprestigiada herencia de Cervantes”), Milan Kundera anotaba las ambigüedades y relativizaciones como condiciones de la novela moderna. En Lolita se dan en los perso-

najes, principalmente en el parisiense Humbert Humbert, quien puede ser visto como un perverso o un psicópata o un maniático sexual, y también como un ingenuo, o dicho por él, pese al “aire viril”, como alguien “terriblemente tímido”. ¿No se dirige así Humbert a quienes lo juzgan en el tribunal: “Señoras y señores del jurado, la mayoría de los delincuentes sexuales —que anhelan con una jovencita un palpitante contacto, delicadamente lloroso, no por fuerza a través de la cópula— son extranjeros inocuos, inadaptados, pasivos, tímidos”? ¿No se unían en su relación con la niña “lo bestial y lo hermoso”? “Lolita es una poderosa demostración de que el arte puede pactar con la patología”, escribió Juan Villoro. Como se dijo, la construcción de todos los personajes es exclusivamente a través de los ojos y la pluma de Humbert Humbert, quien es consciente de que no entiende ni entenderá nunca del todo a la ligera y espléndida niña. El enigma en apariencia más sencillo le termina siendo laberíntico porque él en verdad es quien es complejísimo. Cuando al fin la halla, luego de buscarla tres años, ya a la edad de 17, rematadamente mal casada, encinta, sin ningún aliño, Lolita confiesa con toda sinceridad que, pese a las relaciones que tuvieron durante dos años, nunca sintió deseo por él, ni menos lo amó. A Humbert Humbert el sí o el no lo hubieran desecho por igual: el sí porque su intranquilidad sería por algo que en algún tiempo al menos tuvo reciprocidad, y el no, como lo fue, por el dolor y desconsuelo extremos que no le dejan ninguna ilusión ni un mínimo vislumbre de futuro. Una cosa es real: el amor loco, el amor desesperado lo llevó a una obsesión ciega y a asesinar a quien se la arrebató. Después de todo, al único hombre que amó Lolita —se lo dice a Humbert en aquella conversación final— fue a Clare Quilty, al que Vargas Llosa considera el “personaje más inquietante” de la novela, un “furtivo dramaturgo aficionado al


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de portada ESPECIAL

mi vida

EFE

Vladimir Nabokov

marqués de Sade, libertino, borracho, drogadicto y, según confesión propia, semi impotente”. Frente a las depravaciones de Quilty, Humbert le parece al lector un religioso medieval de la orden de los mercedarios. La escena del asesinato de Quilty, de tan grotesca, se vuelve el revés del asesinato como una de las bellas artes.

Kundera arguye que la novela ha descubierto por sus propios medios los diferentes aspectos de la existencia. Si hay uno en la novela de Nabokov es la multiplicidad psicológica y la pluralidad de ambigüedades en la perversión del pederasta. Humbert Humbert es consciente de que para la sociedad lo que él hace es monstruoso y su vida con Lolita una “cohabitación inmoral y lasciva”, pero hay algo inevitable, compulsivo, que lo lleva a vivir angustiada y lúdicamente en la transgresión. Sin embargo, por sus gustos, como los llama, no se arrepiente ni en el último minuto de su vida. En eso, solo en eso, en su falta de arrepentimiento, podría igualarse con el personaje de Don Juan en la pieza teatral de Tirso. Pero ¿de dónde nace esa fascinación por las púberes? El Humbert Humbert de trece años tiene como primer gran amor a una doceañera (Annabel), quien muere meses más tarde, y en lo que le restará de vida lo encontrará en una variedad más o menos específica de nínfulas, de las cuales Lolita representa el non plus ultra. “Estoy persuadido, sin embargo, de que en cierto modo fatal y mágico Lolita empezó con Annabel [...]. Nos enamoramos al mismo tiempo de una manera frenética, impúdica, agonizante”. Después de todo —se justificará histórica y literariamente—, Dante se enamoró de Beatriz cuando ella tenía nueve años y Petrarca de Laura cuando ella cumplía los doce. La Justine del marqués de Sade empezó a foguearse a los doce. Como ha notado la crítica, el nombre de la primera niña parece provenir, o proviene, del poema “Annabel Lee” de Edgar Allan Poe. ¿Y quién es Jean–Jacques Humbert? Un profesor gris y un escritor de quien al parecer no hay libro que valga la pena. No sabemos ni siquiera cuánto es lo que crea él mismo de su mérito como escritor, salvo en la última línea de la novela, un guiño magnífico a Lolita y a los lectores: la certeza de que en la posteridad ambos tendrán un fulgor imperecedero. Con sus consortes, la obesa Valeria y la viuda Charlotte Haze, Humbert Humbert padecía un alto grado de autotortura para cumplir con el sagrado deber conyugal. Si ridiculiza a Valeria —quien, por cierto, para aumentar su humillación, acaba yéndosele con un mermado ex coronel del ejército ruso—, con Charlotte se va al extremo del sarcasmo. Le hartan de la madre de Lolita sus trivialidades estúpidas, su melindrosa cursilería, su mal gusto. No le concede un mínimo de atractivo corporal. Charlotte es ultracelosa, posesiva y, menos en el fondo que en la superficie, odia a su hija. Una frase de Humbert la compendia: “Su autobiografía estaba tan desprovista como lo estaría su autopsia”. Charlotte, a diferencia de su hija, no solo deseó, sino amó sin fondo a nuestro extraño protagonista. En la desesperanza ilímite le escribe una carta henchida de pegajosa miel en la que le hace un llamado melodramático a casarse o a irse para siempre: “Te he querido desde el primer momento en que te vi [...]. Tu permanencia significaría que me quieres tanto como yo a ti [...] y que estás dispuesto a unir nuestras vidas para siempre y ser un padre para mi niñita”. Charlotte solo se equivocó con la palabra padre; Humbert se casaría con ella solo por tener cerca a la niña. A veces fisgonear no es correcto. Charlotte descubre el diario de Humbert Humbert y, al leerlo, se le revela toda la atroz comedia. En el día 150 de su matrimonio escribe tres cartas, se dirige a depositarlas en el correo, pero por su desesperación la atropella un Packard conducido por Frederick Beale, quien en la calle pudo evitar a un perro pero no a la desdichada Charlotte. ¿Se conduele Humbert? Es uno de los días más felices de su vida. Al que atropelló a Charlotte, Humbert lo llamará en adelante el amigo Beale. Por demás, todos los protagonistas importantes de la novela acabarán muriendo: Annabel, Charlotte, Clare Quilty y, al final, fuera de cuadro, Lolita y él mismo: Lolita al dar a luz y Humbert por una trombosis coronaria, a fines de 1952.

¿Cómo es Lolita? ¿Cuáles son las medidas y peso de sus leves doce años? Humbert no las olvida. Caderas: 73 cm; circunferencia del muslo: 43; cintura: 58; altura, 1.48 m; peso: 38 kg; coeficiente de inteligencia: 121. ¿Cómo es Lolita en su comportamiento con él? Mientras más pasa el tiempo de convivencia, lo insulta y pelea por nada, payasea, hace pucheros, chantajea, extorsiona. “Una mezcla de candor y decepción, de encanto y vulgaridad, de azul malhumor y rósea alegría, Lolita podía llegar a ser una muchacha exasperante cuando tenía ganas”. Como en Humbert Humbert, de otra manera que en Humbert Humbert, hay en Lolita una perversidad sin remordimiento. Durante el juicio, nuestro protagonista recuerda aquella primera madrugada compartida: “¡Frígidas damas del jurado! Yo habría pensado que pasarían meses, años, antes de que Dolores Haze aprendiera a revelárseme, pero a las seis ya estaba despierta y a las seis y quince ya éramos amantes”. Descubre con asombro que la niña ya no era virgen desde hacía un año, es decir, desde los once, debido al favor de Charlie Holmes, el hijo de la directora del campamento de verano. Lolita encuentra desde cuando la desvirgan que hacer el amor resulta “divertido” y es “bueno para la piel”. Desde ese 1947, Humbert Humbert y la voluble Lolita viajan desordenadamente por Estados Unidos y conocen toda suerte de hoteles, moteles y cabañas. En los viajes, mientras él, por ejemplo, se fascina con los paisajes, Lolita lo hace a su vez “con las inscripciones en los retretes”. Nubes a la Lorrain u horizontes a lo Greco no pasan por los ojos de la niña. Muy pronto se vuelve menos dueño que esclavo de la púber. Como él con la madre, mucho peor que con ella, Humbert Humbert es ultraceloso y ultraposesivo, en especial cuando la ve con muchachos de su edad. Una constante del libro es el contraste creciente entre el deseo fogoso del padrastro–amante y las respuestas exasperadas y negativas de la niña. Luego de dos recorridos por Estados Unidos, nuestro protagonista concluye con algo que suena a la vez como epigrama y epitafio: “Habíamos estado en todas partes. No habíamos visto nada en realidad”. Si uno piensa en el filme en blanco y negro de 1962, el excepcional reparto principal parece elegido con magnífica lupa. No podían ser sino ésos los actores y actrices: James Mason personifica a Humbert Humbert, Shelley Winters a Charlotte, Peter Sellers a Clare Quilty, Sue Lyon a Lolita... Quien dirige es uno de los grandes cineastas de la historia (Stanley Kubrick) y el guionista es el autor de la novela (Vladimir Nabokov). ¿Y sin embargo…? Y sin embargo, no hay ese equivalente de gran novela y gran filme como en El gatopardo. Se pierde mucho de la complejidad psicológica y la ironía cortante. En 1997 se filmó una segunda versión, dirigida por Adrian Lyne, y actuada por Jeremy Irons (Humbert Humbert), Melanie Griffith (Charlotte Haze), Dominique Swain (Lolita), Frank Langella (Clare Quilty). Inferior estéticamente, es menos conservadora en su trama. Desde aquellos años sesenta los puritanos Estados Unidos habían abierto puertas y ventanas a la rebelión juvenil, a la acción feminista y a la liberación social y sexual. Humbert Humbert tuvo como objetivo principal del relato “fijar de una vez por todas la peligrosa magia de las nínfulas”, porque, como refiere en otra parte, “no hay en la tierra una felicidad igual que la de amar a una nínfula”. En efecto, muy probablemente el autor de teatro Clare Quilty sea el personaje más inquietante, como observó Vargas Llosa, pero no el más recordable. El sol central de la novela es Lolita. Todo irradia en casi cada página desde ella o por ella. ¿En cuántos millones de lectores ha quedado Lolita en la memoria? ¿En cuántos Quilty? Lolita es un personaje icono de la literatura moderna y, en el lenguaje diario y en el imaginario popular, su nombre se volvió un sinónimo lascivo de nínfula. La novela se publicó en septiembre de 1955. Han pasado 60 años. Los meteorólogos auguran buenos vientos para Lolita. L


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MILENIO

de portada ESPECIAL

Una novela cruel sobre la crueldad ENSAYO José Abdón Flores

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na encuesta realizada en 2005 a 125 escritores ingleses y estadunidenses1 sobre qué libro consideraban el mejor de los siglos XIX y XX arrojó a Anna Karenina como el preferido de la narrativa decimonónica y a Lolita como el del siglo pasado. Entre los interrogados se encontraban Julian Barnes, T.C. Boyle, Paul Auster, John Banville, Norman Mailer y Stephen King. La metodología fue sencilla: cada autor seleccionó sus diez libros favoritos de cada siglo. Al número 1 se le asignaron 10 puntos y al décimo 1 punto; después se realizó el conteo. Curiosamente, el resultado de esta elección recayó en dos escritores rusos. Este tipo de ejercicios siempre serán relativos, pero no deja de ser sintomático que la novela de Vladimir Nabokov, publicada en medio de la polémica, prohibida en Occidente y calificada de “pornografía pura” por editoriales como Simon and Schuster, fuera, en promedio, la más votada. No es de sorprender que la tórrida historia de Dolores Haze y Humbert Humbert haya sido bien acogida entre los escritores: es pródiga en cualidades técnicas, narrativas y de estilo. De hecho, fue gracias a sus colegas que Nabokov vio lanzada su novela a una altura que aún hoy mantiene. En enero de 1956, pocos meses después de que Lolita fuera publicada en París por Olympia Press, Graham Greene encendió la mecha al sentenciar que esa novela le parecía uno de los mejores libros publicados en 1955. Esta declaración inició el escándalo que duraría cuatro años y en el que habría de todo, desde cambio de leyes hasta golpes bajos del editor de Olympia Press, Maurice Girodias, quien usufructuó la obra al máximo (se dice que con parte del dinero que le reportó la novela pensaba incluso abrir un cabaret al que llamaría Lolita). Tres años después de publicarse en París, en inglés y en una editorial de mala reputación que se dedicaba a publicar libros prohibidos por la censura anglosajona, Lolita apareció en Estados Unidos rodeada de una fuerte polémica. La riqueza literaria de la obra le pagaría finalmente a Nabokov: su vida pasó de ser la de un modesto académico en Cornell a la de un autor de peso en el mundo literario. Lolita se colocó de inmediato como número uno en ventas y con las semanas y los meses fue el tema en ambos lados del Atlántico. Mientras personajes como Groucho Marx se tomaban a la ligera el asunto diciendo que esperaría seis años para leer la novela, cuando Lolita tuviera 18, otros como Stanley Kubrick se implicaron a fondo (fue Kubrick quien compró los derechos para hacer la película) y Anthony Burgess advirtió que “Nabokov no es el tipo de autor que se lee en la mesa mientras se come una manzana y se degusta un whisky. Lolita, como otras de sus novelas, puede leerse en varios niveles: como simple narrativa, como un tentador vuelo de la imaginación, como la explicación de un desarreglo onírico del tiempo y el espacio, y como una elaborada parodia”. Nina Berberova, que conocía bien a Nabokov y su obra, elaboró a la manera de Mendeleyev un sistema periódico pero de elementos literarios. Según Berberova, los elementos básicos para la trascendencia de un libro son cuatro: la intuición de un mundo disociado, la apertura de las compuertas del subconsciente, el flujo ininterrumpido de la conciencia y una nueva poética emanada del simbolismo. La escritora rusa no solo ve los cuatro elementos en Lolita sino que los ve armonizados como pocas veces lo ha logrado autor alguno. Como buena parte de los escritores que han admirado el libro, hace a un lado el tema de la pasión voluptuosa que se convierte en amor, y resalta dos aspectos que emparejan a Nabokov con los grandes maestros rusos: la ironía y el tema del doble. Pese a ser un escritor emigrado cuya obra fue en parte escrita en inglés, Berberova lo coloca como el último eslabón del linaje literario Gogol–Dostoievski–Biely. En Francia la novela fue publicada en abril de 1959 por la editorial Gallimard, con una traducción supervisada por Nabokov, quien tenía al francés como tercera lengua. En tierras galas la recepción fue menos tempestuosa que en los países de habla inglesa; de hecho, fue muy buena. Para la presentación, Gaston Gallimard ofreció un suntuoso coctel al que acudieron 2 mil invitados, incluidos Nabokov y su esposa Vera. Dominique Aury, autora de Historia de O, se encargó de abrir el baile de críticas en la NRF donde escribió que “Vladimir Nabokov

Vera y Vladimir Nabokov. Atrás, el hotel de Montreux donde vivían

Martin Amis consigna que el mal del cual es víctima Humbert no ha sido bien diagnosticado en estos años

es un escritor áspero y barroco, brusco y refinado, de quien se dice que alberga un Voltaire en lucha”. Nabokov fue siempre renuente al juego mediático. Con tal de que aceptara una entrevista, la revista Arts le propuso que fuera él mismo quien escogiera a su entrevistador. Alain Robbe–Grillet fue el elegido y días más tarde, en un restaurante, se llevó a cabo la única entrevista que concedió, en un ambiente por demás cordial y lúdico: la esposa de Robbe–Grillet, una joven actriz, acudió a la entrevista vestida de lolita. Si bien el argumento de la novela transcurre en Estados Unidos, París está muy presente en el libro —hay quienes proponen la lectura de una comparación entre las sociedades estadunidense y europea—. No solo Humbert Humbert nace en París sino que es ahí donde tiene sus primeras experiencias con chicas menores de edad que se prostituyen en los alrededores de la Madeleine. Este sustrato parisino, sumado al hecho de que Nabokov vivió en París algunos años y la complicada historia editorial de su novela más conocida, harán que en Francia se le tenga a él y a su Lolita como un autor y una obra si no de casa, sí muy allegados a Francia. El propio Nabokov declaró en 1974: “Consideré a París, con sus días grisáceos y sus noches color carbón, tan solo como un marco oportuno para los más auténticos y fieles deleites de mi vida: la frase colorida que irrumpía en mi cabeza bajo la llovizna, la página en blanco bajo la lámpara de mi escritorio que me esperaba en mi humilde hogar”.

En ocasión de los veinte años de su publicación, el hoy presidente de la Academia Goncourt, Bernard Pivot, realizó una de las escasas entrevistas televisivas que dio Nabokov —la última, pues moriría dos años más tarde—. Las condiciones del maestro ruso fueron dos: que le hicieran llegar semanas antes las preguntas para así redactar las respuestas y leerlas disimuladamente durante la entrevista, y que le sirvieran whisky oculto en una tetera. En la entrevista, Nabokov defendió por enésima ocasión la inocencia de Lolita, y adujo que el tufo de perversión que emana del libro es debido al comportamiento de su seductor, el malhadado señor Humbert. Añadió además un guiño de simpatía por su lengua adoptiva, a la que describió como un inmejorable vehículo para desarrollar Lolita. Según él, el ruso se quedaba corto en vocabulario y su francés no se plegaba al suplicio de su imaginación. La opinión de algunos autores contemporáneos confirma que la novela estaba destinada a convertirse en un clásico. Mario Vargas Llosa destaca los aspectos narrativo y satírico: “Humbert Humbert cuenta esta historia con las pausas, suspensos, falsas pistas, ironías y ambigüedades de un narrador consumado en el arte de reavivar a cada momento la curiosidad del lector. Su historia es escandalosa pero no pornográfica, ni siquiera erótica. Una burla incesante de instituciones, profesiones y quehaceres, desde el psicoanálisis —una de las bestias negras de Nabokov— hasta la educación y la familia, permean su diálogo”. Martin Amis, especialista de la obra nabokoviana, consigna que el mal del cual es víctima Humbert no ha sido bien diagnosticado en estos años. No es una vulgar pedofilia, un término de connotación legal, lo que padece sino una ninfolepsia, término literario que designa al frenesí causado por el deseo de lo inalcanzable. Amis ve como consecuencia de este deseo irrefrenable una crueldad inaudita y hace de ésta el motor narrativo de la novela. No duda en apuntar que “Lolita es un libro cruel sobre la crueldad”, pero un libro que “junto a Pnin, Desesperación y cuatro o cinco cuentos, es inmortal”. L ¹ En 2007 fue publicada como libro: J. Peder Zane, The Top Ten: Writers Pick Their Favorite Books.


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LABERINTO

en librerías En ausencia de guerra

Memorias de un hombre nuevo

Edgardo Cozarinsky Tusquets México, 2015 204 pp.

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na vez que Daniel encuentra el poemario de una vieja amiga en una librería de segunda mano en París, un encuentro sin visos de casualidad, la trama de esta novela comienza a desplazarse de manera vertiginosa. Oscilamos de un presente anclado en 2013 a un pasado que se remonta a las décadas de 1970 y 1980, cuando la barbarie se instaló en Argentina. El lector sospechará que Cozarinsky se mueve por terrenos de la política y estará en lo cierto. Lo que más sorprende es el juicio desapasionado que lanza contra guerrilleros y almas de izquierda, a quienes no duda en poner al lado de sus verdugos.

Daniel Espartaco Sánchez Random House México, 2015 108 pp.

L

a República Socialista de Ruritania está en Europa y mira el futuro con el optimismo de quienes guardan una fe ciega en la clase obrera. Es ahí donde nace el protagonista y narrador de esta novela, que tiene también como escenario a la Ciudad de México. El optimismo, sin embargo, empalidece frente al desencanto. El lector extiende la vista y solo encuentra un paisaje en el que privan la falta de oportunidades, la violencia en las calles y los sueños rotos. Como en muchos de sus relatos, Daniel Espartaco Sánchez dibuja una infancia cuyas canciones de cuna suenan a himnos marxista–leninistas.

AMBOS MUNDOS BALDOMERO PESTANA

El confeccionador de deseos

Ribeiro suites Josu Iturbe Suma de letras México, 2015 448 pp.

A

Aniela Rodríguez Ficticia México, 2015 88 pp.

unque su apellido paterno es Gutiérrez, Carlos Mina ha optado por usar el materno marcando así la distancia que existe entre su padre y él. Carlos es un cuarentón recién divorciado cuya vida está entrando en una nueva etapa. Cuando parece que todo va a reencauzarse, su padre, un español refugiado que ha hecho fortuna dedicándose al negocio de los hoteles de paso, se suicida. Carlos entonces se enterará de que su padre tenía otra vida, que viene aún de más atrás con la de su abuelo, que luchó en la Guerra Civil española. Iturbe hace un recorrido por la historia mexicana y española reciente.

C

La memoria de las cosas

¿Quién mató al Che?

on el presente volumen, la autora obtuvo el Premio Chihuahua de Literatura 2013. El tono de los once cuentos que lo integran está marcado por el epígrafe de Alessandro Baricco, que se refiere a la pérdida de los deseos. Hallamos historias de parejas que no encontraron la felicidad, el asesinato tumultuario de una joven que rompe los rígidos principios de un pueblo o la muerte de una mujer que no la está pasando bien durante su embarazo. Dentro de los márgenes de una narración de corte realista, se introducen elementos más alucinantes que fantásticos y que le dan densidad a lo narrado.

Gabriela Jauregui Sexto piso México, 2015 125 pp.

L

os editores anticipan en la portada: este libro de relatos es un gabinete de curiosidades; un espacio, parecido a los antiguos cuartos de maravillas, en el que la autora espera al lector para mostrarle ciertos objetos que, a través de la ilusión óptica de su escritura, adoptan una esencia diferente, una dimensión que antes nadie les había conferido, por ejemplo un biombo: “El biombo flota. El biombo está envuelto en capas y capas de paja como una cama. El biombo siente las patas de las ratas correr sobre la tapa de su caja. El biombo se mece con el pacífico. El biombo tiene paciencia”.

Lo que cuentan los muertos

Michael Ratner y Michael Steven Smith Paidós, México, 2015, 348 pp.

E

l subtítulo del libro de Ratner y Smith, Cómo logró la CIA desligarse del asesinato, deja claro cuál es su objetivo. No sorprenderá saber que desde antes de su llegada a Cuba, la agencia estadunidense comenzó a llevar un registro del revolucionario argentino. Aunque siempre se sospechó de la participación de la CIA en la muerte del Che, el hecho de que estuviera protegida por la política de la “negación plausible” no permitía probar su injerencia en éste y otros asuntos. Esta política, como señaló un investigador, mezclaba “la mentira con la hipocresía”. Ahora ya no puede negarse su culpa.

Historias épicas de la medicina

Enrique Dorado y José Antonio Sánchez Paidós, México, 2015, 212 pp.

E

Ribeyro, siempre en agosto

l cine y la televisión han hecho del médico forense una suerte de detective con un caudal enorme de conocimientos al servicio del sistema judicial. En parte lo es, aunque, como asientan los autores de este libro, sus tareas se extienden a la antropología, la historia social y la psicología. A partir de algunos casos que sacudieron a España en las últimas décadas, somos testigos del trabajo cotidiano, las técnicas de identificación y hasta de una autopsia. Destacan los apéndices dedicados a Francisco de Quevedo y al cuerpo momificado del general Prim.

Eduardo Monteverde Crítica México, 2015 487 pp.

I

nformación y reflexión se mezclan con arqueología, física, biología, navegación, toxicología, filosofía, poesía y moda. El autor expone un mural del relato clínico en el que caben lo mismo el camino de Damasco y la epilepsia, el Holocausto y los problemas de África a principios del siglo XX, la génesis de la varita mágica o que la manzana de Eva pudo ser un higo. Paco Ignacio Taibo II no duda en afirmar que éste es un “libro desconcertante como pocos, iluminador como pocos, abrumador como muchos, resulta como el baile de un jarabe tapatío a escala planetaria”.

Santiago Gamboa Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

N

o hay peor ciudad que París para andar jodido y sin un peso. Yo acababa de llegar de España con un título de filólogo en el maletín, a fines de 1990, pero el único trabajo que pude conseguir en dos meses fue unas clases privadas de español a dos niños en una lujosa casa de la rue de Grenelle. El sueldo era una miseria, pero me daban la comida y me prometían un cuarto en el sexto piso para vivir. Las cosas no eran fáciles, pero yo estaba dispuesto a dar la batalla. No quería regresar derrotado a Bogotá. Ya desde España había comenzado a escribir artículos literarios que se publicaban en algunos periódicos de Colombia. Por esa razón, además de cursar un doctorado en la Sorbona e intentar trabajar para sostenerme, quería hacer algunas entrevistas a escritores. Más por conocerlos que por interrogarlos, la verdad. Había leído y releído la obra completa de Julio Ramón Ribeyro, y por eso lo llamé y le pedí una entrevista. Su voz al teléfono me llenó de emoción, pero enseguida dijo que el momento no era bueno: “Estoy muy deprimido”, sentenció, “llámeme dentro de una semana”. Mi sustento eran las clases de español en la rue de Grenelle, pero un día llegué con mis cuadernos y la señora Chabrol, la mamá de los monstruos a los que enseñaba, me dijo con gracia: “Hoy no va a haber clase porque tengo invitados a cenar. Necesito que ayudes en la cocina”. La miré a los ojos, entre confuso e irritado, y le dije sin más: “Yo cocino

en mi casa o en la casa de mis amigos. Pero no aquí”. La última palabra se acompañó de un portazo que hizo temblar los tapices del lujoso edificio y que dejó a madame Chabrol, para siempre en mi memoria, congelada en un gesto de rabia. Salí enfurecido a la calle y fui a buscar alivio a un bistrot, dos cuadras más allá. Llovía a cántaros y con la tercera copa de vino pensé en Ribeyro, así que busqué una moneda. Volvió a contestar él y, sin mediar palabra, le pregunté por la entrevista. “No sé”, contestó, “sigo muy mal de ánimo”. Sentí que la bocina era una roca de la que me sostenía para no caer, y le dije: “Yo también… Acabo de perder mi único trabajo, y encima olvidé cobrar”. Hubo una pausa... Entonces Ribeyro dijo: “Eso cambia todo, lo espero mañana a las siete”. A partir de ese encuentro inicié una desequilibrada amistad con él. Me presentó amigos, se preocupó por que consiguiera un trabajo, me recomendó aquí y allá, en fin... ¿Qué podía yo darle a cambio? Siempre fue un misterio la razón que hizo que Ribeyro se volcara a ayudarme de ese modo, pero sí sé que mi vida posterior, mis trabajos sucesivos como periodista, mi obstinación por escribir y, de algún modo, la sorpresa de ver que al final me quedé diez años en París, todo lo que para bien o para mal terminé haciendo comenzó aquella tarde en que Julio Ramón Ribeyro dijo: “Eso cambia todo. Lo espero mañana a las siete”. Por eso lo recuerdo tanto, y más en agosto, por su cumpleaños. Si estuviera vivo se dispondría a cumplir 86. L


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MILENIO

cine ESPECIAL

¿Es una autocrítica a sus orígenes? Siempre me he sentido como alguien que la ve desde afuera, y hay muchas cosas que me llaman la atención, entre ellos su psicología medio torcida. Se conjugaron estos temas y busqué hacerlo lejos del cliché. La clase alta ha sido muy tratada en televisión pero siempre desde el lugar común. Yo quería dar otro punto de vista.

Andrés Clariond

“Me gusta el cine que oscila entre lo verosímil y lo inverosímil” Hilda crea una oscura relación de codependencia que sirve a su realizador para reflexionar sobre el clasismo, los egos insatisfechos y la frivolidad ENTREVISTA Carlos Jordán

S

El filme se apoya en el diálogo. ¿Cómo tradujo la dramaturgia teatral al cine? Mi adaptación es muy libre. Es verdad que reproduje fielmente algunos diálogos pero el texto me sirvió sobre todo para sacar mis propios parlamentos y llevarlos a situaciones diferentes, cercanas a nuestra realidad. De hecho, la obra de teatro tiene diálogos casi minimalistas.

¿Qué detona la película? Está basada en una obra de teatro homónima de Marie N’ Diaye. Me pareció que la trama aplica muy bien en México porque trata de la desigualdad social y el racismo.

La historia cuestiona a la izquierda, que termina formando parte de lo que en su momento criticó. Es un problema universal. El idealismo de los jóvenes contrastado con su absorción por el status quo se ha tocado poco en el cine mexicano. Yo soy parte de la clase alta regiomontana, de modo que siempre me ha interesado analizarla, no solo por su riqueza económica, también por su complejidad psicológica, su personalidad, sus incongruencias, sus derroches, golpes de pecho y doble moral.

gonzalezjordan@gmail.com

usana Le Marchand (Verónica Langer), una activista del 68 que abandonó sus ideales de izquierda por casarse con un millonario, padece una crisis de identidad detonada por la indiferencia y la contradicción. En medio de su conflicto, contrata a Hilda (Adriana Paz), a quien obliga a hacerle compañía. Inspirada en la obra homónima de Marie N’Diaye, el cineasta regiomontano Andrés Clariond presenta Hilda, ópera prima en la que profundiza en el comportamiento de las clases altas.

En el cine se le ha abordado desde la sátira. Un ejemplo reciente es Nosotros los nobles. No obstante, sin abusar del humor, usted plantea el conflicto de identidad de la protagonista, quien pese a su dinero ve cómo su personalidad se diluye. Cuando filmamos, Nosotros los nobles aún no se estrenaba. Me parece que el humor es una manera más fácil de llegar a la gente y hacerla reflexionar sin darle un sermón. Nuestro humor negro ya venía en el original francés, así que no fue algo tan estratégico. A diferencia de otras comedias, no quería subestimar al público; por eso en un punto me decanto por el conflicto de identidad que padece Susana, quien a pesar de que trata de ser buena y comprensiva tiene sus arrebatos de poder y control. ¿Cuál es la diferencia entre el humor fino y el de pastelazo? La diferencia radica en el tema que tocas. Nosotros tratamos temas profundos, universales y actuales como el clasismo, el racismo, la desigualdad social, el machismo. Eso es lo que eleva el humor. Por otro lado, hay que ser muy cuidadosos en el tono y en cómo se plantea para no caer en situaciones ridículas, un peligro cuando se habla de clases sociales. ¿Cómo encontró el tono actoral y fotográfico? Me obsesioné con el guión. Ahora no sé qué tan bueno sea. Con los actores fui muy exigente porque cada línea tenía un contenido ideológico y no quería perderlo. Con la cámara, tratamos de ir modificando la atmósfera para ponernos a tono con la locura de la protagonista. Por eso, en un inicio hay más emplazamientos y al final más cámara fija. La dirección de arte y la búsqueda de locaciones nos costaron mucho trabajo porque no quería hacer una crítica de orden materialista sino del comportamiento. Un comportamiento que raya en situaciones extremas y en lo absurdo. Me gusta el cine que oscila entre lo verosímil y lo inverosímil. Hilda no es una película de carcajadas, es una película de risas incómodas. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

Tres directores para una doncella Fernando Zamora @fernandovzamora

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n 1963, Luis Buñuel comenzó la filmación de Le journal d'une femme de chambre, basado en la novela de Octave Mirbeau. La película se estrenaría en 1964 y con ella comenzaría la última etapa surrealista. La aventura mexicana había terminado mal: Gustavo Alatriste cortó la producción de un tríptico del que hoy solo queda Simón del desierto, que se filmó antes pero se estrenó después. Le journal d’une femme de chambre pretendía ser el regreso del hijo pródigo del cine francés. Buñuel debe haberse sentido aliviado con tanta libertad. En México la industria lo había desencantado y, a decir verdad, ni el público ni la crítica parecían entenderlo ya. A pesar de todo, fue en este México, al que llegó exiliado desde Estados Unidos, donde produjo lo mejor de su cine, le guste a la crítica francesa o no. Con Le journal d’une femme de chambre devolvía a Francia lo que Francia había creado. Gracias a su éxito en Cannes, Buñuel pudo filmar en México sus proyectos más personales. Y aunque en Francia se realizaron Belle de jour, Cet obscur objet du désir y Le fantôme de la liberté, fue la industria mexicana, con actores mexicanos y dinero mexicano, la que produjo

lo más exquisito de una carrera contrastante: Buñuel es poesía religiosa y blasfemia. Podría pensarse que la nueva versión del Journal está inspirada en la obra de Buñuel pero no. A decir verdad, el director Benoît Jacquot se remonta a una tradición más francesa que hispana. Antes de Buñuel la historia de esta sirvienta de contradicciones burguesas había sido llevada al cine por Jean Renoir en 1946. La sirvienta había sido Paulette Godard, una bellísima estadunidense. Renoir no solo no podía, no tenía ninguna intención de encontrar la interpretación marxista de Mirbeau. La de Renoir es una comedia delicada, de flirteos en el campo y la ciudad. La sirvienta, más que ser la esclava que se ha aliado con sus explotadores (como en la versión de Buñuel), es una chica de cascos ligeros que quiere el ascenso social. Journal d’une femme de chambre, que Benoît Jacquot estrenó recientemente en el Festival Internacional de Cine de Berlín, tampoco parece ser la versión definitiva de una historia que Francia quiere tanto que no termina por encontrar al director que le haga justicia. Con una pobre recepción crítica, la historia de esta doncella sigue estancada donde la dejó Mirbeau en 1900, esto es, en el retrato picaresco de una mujer que hace uso de sus encantos para transformarse en el ama. Para los franceses

Journal d’une femme de chambre (El diario de Celestine). Dirección: Benoît Jacquot. Guión: Benoît Jacquot y Hélène Zimmer basados en la novela de Octave Mirbeau. Fotografía: Romain Winding. Con Léa Seydoux, Vincent Lindon, Clotilde Mollet, Hervé Pierre. Francia, Bélgica, 2015. (incapaces de imaginar que un clásico de su literatura pueda ser interpretado en inglés) será difícil aceptarlo, pero la verdad es que la versión más próxima al corazón de Octave Mirbeau es la de Renoir, quien tuvo que filmarla en Estados Unidos porque en Francia la guerra dejó a la industria fílmica devastada. Benoît Jacquot ha producido una obra caprichosa que, sin embargo, vale la pena ver por los ecos del cine que la precede. L


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LABERINTO

escenarios ADAIR R.

Una patria sin Clipperton MERDE! CONACULTA

La obra escrita y dirigida por Sixto Castro Santillán se presenta los viernes en el Centro Cultural Helénico

Cinco almas en pena Bolito lo explica todo expone el sinsentido y el hambre de riesgo de los que se nutre la juventud mexicana TEATRO Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

E

l texto dramático de Sixto Castro Santillán aborda lo que nadie quiere ver: el abandono, la violencia, el abuso y el pavor que envuelven la existencia de un grupo de adolescentes rumbo a su destrucción. Ganadora en 2014 del Concurso de Dramaturgia Gerardo Mancebo del Castillo, Bolito lo explica todo narra, en voz de un estudiante de secundaria, parte de la vida desgraciada de algunos de sus compañeros, al tiempo en que comparte varios episodios con estas víctimas de una sociedad defectuosa y de un núcleo familiar corrompido. El personaje que se dirige al espectador, apodado Bolito, cuenta lo que ocurre a los otros mientras se desarrolla la acción, en la que también interviene a ratos, como parte del grupo de amigos y compañeros. Tres varones y dos chicas se reúnen en la calle para irse de pinta y celebrar el cumpleaños de Diego, quien a punta de golpes exige ser festejado en casa de Bolito. Nunca llegan, debido a un desencuentro detonado por la terrible verdad que encierra el motivo por el que apodaron al cumpleañero como “El Cagado”. A partir de ese momento, los sucesos se precipitan, como si la vida de los personajes fuera una montaña que se desgaja. Tona, Diego, Violeta y Paola son hijos de alguien a quien odian o temen, padre o madre que no han podido generar confianza ni comunicación; figuras de una débil autoridad que los chicos no respetan ni quieren, a excepción de Bolito, el único que dice poder comunicarse con su padre. Cautivos de su ímpetu creciente por experimentar sensaciones y por conseguir un trago de libertad, los jóvenes, frágiles e inocentes, tiernos por momentos e incontenibles en su ansiedad por satisfacer necesidades, se acercan peligrosamente a circunstancias que les abren inmensas trampas. Estos niños crecidos oscilan entre el asombro y el atrevimiento en un vaivén de emociones y descubrimientos. Habitan

un entorno hostil que no les da tregua, donde las drogas, la policía, el sexo, el dinero y el pavor al maltrato urden una compleja trama. Fiel al lenguaje actual de los jóvenes de educación media que disparan palabras soeces sin pausa en todo diálogo, la obra tiene una buena estructura dramática sostenida por medias frases que anuncian anhelos por desbordar y temores gigantes; exponen crudos sucesos como si se hablara de paisajes y encubren la fatalidad por momentos con humor, u n frappé o un jocho. Bolito lo explica todo es una obra que sacude al espectador por la exactitud con que expone el aterrador universo al que son lanzados los jóvenes por una sociedad y un sistema que no han llegado cabalmente a una edad madura. Bajo la dirección de su autor, que pondera la capacidad transgresora de sus personajes sin aniquilar su ingenuidad y alguna pizca de dulzura, cuenta con un montaje que avanza a ritmo veloz, en el que la energía de un joven elenco conformado por Gonzalo Guzmán, Marco Guagnelli, Óscar Serrano Cotán, Mireya González y Darling Lucas, sostiene la atrocidad que viven los personajes como algo cotidiano, acierto en vía de encontrar aún matices y tonos. Un escenario cubierto por pasto sintético, sobre el que descansa una sencilla banca, conforma el dispositivo escénico de Natalia Sedano, espacio evocador de cierta paz, donde los jóvenes actores hacen transitar a sus personajes en un recorrido por zonas conocidas o recónditas, sin que haya forma de evitar el sobresalto. Notas de acordeón, xilófono, guitarra y batería, generadas sobre la escena por los actores, así como fragmentos de “Just Like Starting Over” de John Lennon y alguna letra de Roberto Carlos, producen un ligero respiro en el espectador que tarda en digerir lo que dicen, hacen y declaran cinco personajes endurecidos antes de tiempo, que tras la narración de tres fatídicos desenlaces deambulan bajo su propio cabezudo como una grotesca caricatura de sí mismos, antes de la última broma que a manera de epílogo deja caer el narrador. L

Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

C

lipperton sigue despertando interés sobre su larga y aún inédita historia: la incredulidad de que estando frente a las costas de Acapulco pertenezca a Francia, la irracionalidad que haya muerto gente allí porque se olvidaron de ella en la época entre Porfirio Díaz y la Revolución mexicana, la grandeza de que haya habido patriotas militares que la defendieron de la nada porque nadie la reclamaba al menos con armas. Parece todo ficción y todo es una verdad de la que se siguen escribiendo novelas (Laura Restrepo, Ana García Bergua, Pablo Raphael), obras de teatro (David Olguín, Víctor Hugo Rascón Banda y ahora Alejandro Ainslie). Las aristas del tema son infinitas. Una isla de seis kilómetros cuadrados. No hay nada que explotar y sin embargo está llena de crónicas atroces donde la muerte se encarna. Ninguna versión deja de lado la tragedia que se vivió entre 1858 y 1931. Nadie deja bien librado al gobierno mexicano. La cancillería tiene el expediente completo y de él tomó la historia Alejandro Ainslie, quizá la mejor versión teatral que he visto de los sucesos, sin el tremendismo de las violaciones a mujeres por un loco que se sentía el amo y señor del infernal paraíso. Con esta obra Ainslie ingresa a la dramaturgia bien equipado, con ayuda de la historia fragmentada, sin aditamentos ni ficciones inverosímiles. Un equipo de actores lo acompaña en la aventura que nos angustia minuto a minuto porque nos habla de la patria, del ciudadano, de

los derechos humanos, de los litigios internacionales, de las injusticias humanas y, sobre todo, de las mentiras de la nación. La bandera mexicana causa tristeza y risa en medio de la encomienda gubernamental. Preservar un espacio nacional que no le interesa a nadie (ni a México). La gente que tomó la orden presidencial vivió la falsedad de un país que dice defender a sus ciudadanos, cuando en realidad son civiles los que toman a la patria como bandera y orgullo nacional. El capitán Ramón Arnaud es un héroe junto con sus soldados al que México no le ha resarcido sus valores, incluida toda la ascendencia familiar. ¿Una isla que ni para prisión sirve es la razón por la que México no reclama a Francia su derecho? Fernando de Magallanes la descubrió en 1521. El orgullo de Porfirio Díaz se fue a los suelos. Pero también de los actuales gobernantes. Esa es la denuncia y la insistencia de ocuparse de esa isla, con historias desgarradoras de mexicanos que entregaron su vida a la defensa de un espacio originalmente nuestro. Excelente escenificación, historia, desarrollo, dirección y actuación de los intérpretes. Una polémica que debe seguir abierta para que el nacionalismo francés decline a favor de la razón. Relaciones Exteriores debería tomar sin dilación el asunto. Solo así puede darle dignidad y respeto a los defensores de esa isla perdida en el Océano Pacífico. El crimen que se cometió con esa gente que defendió a la patria no tiene madre. Vayan a ver El sueño de la mantarraya y levanten sus voces para que alguien nos escuche. L


12 b sábado 29 de agosto de 2015

MILENIO

varia YUI MOK-PA

ESPECIAL

El escritor como artista contemporáneo

Banksy y su Disneylandia oscura

ARCHIVO HACHE

GUÍA VISUAL

Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

M

ucha literatura del siglo XXI será una rama del arte contemporáneo. Casi todo escritor tendrá quince minutos de fama retro como artista visual. El artista–escritor quizá tuvo su cima en John Cage. Pero a partir de la transformación de la lectura y circulación del texto en Internet, apareció el escritor–artista. Primero el libro impreso y luego el texto en general pasaron a la periferia de la forma literaria, y la imagen fotográfica del escritor (su look) y su producción audiovisual (video, performance, obras visuales, etcétera) se colocaron al centro. Muchos textos literarios son ya gestos, ocurrencias, divertimento u ornamentos semióticos. La estética se vuelve cibernética. Al migrar de la literatura moderna al arte contemporáneo, no solo los objetos y sujetos literarios se modifican sino también su función política. Al imitar al arte contemporáneo, la literatura aumenta su participación en la moda, el espectáculo, los medios y las elites chic. Con esta integración, se alcanza el pleno reinado de la imagen dentro de lo literario. Por ejemplo, no es ningún secreto que hoy el ingreso y avance de una carrera literaria solo ocurre cuando el look del escritor o escritora es aceptable para las propias elites literario–mediáticas. Además, esta integración ocurre mediante técnicas, perspectivas, géneros y medios que ya fueron utilizados por sectores experimentales de hace varias décadas. Ahora los escritores contemporáneos (mainstream)

plagian, despolitizan o ablandan recursos de colegas viejos o muertos. Para poder ser moda, la literatura contemporánea tendrá que imitar a las artes visuales de hace 50 años. Muchos escritores de España, Sudamérica y Norteamérica (donde incluyo a México) están produciendo piezas que repiten experimentalismos de los años veinte, cincuenta o setenta. No hay experimentalismo actual que no sea un refrito. El paso de la literatura al arte contemporáneo es una jugada retro, realizada para sabotear la destrucción violenta del lazo del escritor moderno con el mercado. Para no dar este paso adelante, el escritor opta por el retroceso: volverse artista contemporáneo. Al refugiarse ahí aprovecha el incremento del conservadurismo en el mundo del arte. Los de por sí escasos elementos críticos o revolucionarios de la literatura están siendo desactivados al ser integrada a las artes visuales y digitales, dominadas por el neo– conservadurismo cool de redes y mercado. La entrada del escritor literario al arte contemporáneo es parte de su rendición ante el capitalismo. No nos engañemos, no se trata primordialmente de una renuncia a un esfuerzo estético que ya no quiere alcanzar, sino que el escritor se convierte en artista contemporáneo, sobre todo para entregarse al control de los poderes trasnacionales. Para no ponerse al servicio de la sublevación que viene, el escritor huye al arte que ya fue. L

Magali Tercero @magalitercero

H

ace muchos años, Banksy, el enigmático grafitero inglés cuyo rostro no conocemos, entregó en algún muro anónimo la imagen de Mickey Mouse. Junto a este personaje de Disneylandia situó un letrero: “Bienvenido a Dismaland. La vida no es siempre un cuento de hadas”. Siguió trabajando la idea y hace un par de semanas acaba de presentar al público un parque temático, una especie de Disneylandia al revés que bautizó como Dismaland, con obras suyas y de otros 58 artistas internacionales. Dismal es un término anglonormando originado en el francés antiguo: dis y mal, es decir, días malos. En Inglaterra, dismal tiene varios significados: depresivo, triste, nuboso, inadecuado, decepcionante… De manera que podemos traducir Dismaland como Tierra Triste o quizá Tierra Oscura. El artista y diseñador catalán Javier Mariscal ya había hecho una sátira de Disneylandia, pero ciertamente fue Banksy quien primero pegó en los muros de Londres su Mickey Mouse de Dismaland. DISMALAND ADOLESCENTE ¿Por qué una Disneylandia oscura o deprimente? Porque en años anteriores Banksy intervino la verdadera Disneylandia con una instalación de la Bahía de Guantánamo. Porque Banksy, como siempre ha hecho con otros temas, subvierte los mensajes “positivos” de Disneylandia —Europa tiene la suya en Francia—. Artista underground durante mucho tiempo, fue el anónimo autor de cientos y cientos de grafitis aparecidos en los muros sin que nadie supiera quién los realizaba. Pero todo se acaba y Banksy se ha convertido en una celebridad e incluso hay lectores de The Guardian que revelan el que sería su verdadero nombre. Dismaland fue instalado en un antiguo parque temático abandonado adonde Banksy iba de niño: Tropicana. La prensa inglesa publicó algunos reportes sobre el misterio que rodeaba al viejo sitio en donde trabajan muchas personas, y hasta ahora se supo que era nada menos que Dismaland, que estará abierto hasta el 27 de septiembre. CENICIENTA SARCÁSTICA La última exposición del artista en su Bristol natal, playa de moda a unas dos o tres horas de Londres, atrajo más de 300 mil personas.

¿Puede una celebridad entregarnos algo realmente subversivo así practique el sarcasmo crítico contra Disneylandia? Por lo que puede verse en videos y reportajes publicados por todos lados, y tratando de no descalificar a un artista que nos ha entregado imágenes formidables durante años, Dismaland es un parque temático más útil para adolescentes que para adultos. Con excepción de la espléndida pieza que cuestiona la migración a bordo de balsas, tan rechazada hoy en Inglaterra, no solo porque es un país carísimo sino porque sus habitantes sienten que los extranjeros les están quitando el trabajo, y partiendo del hecho de que no he podido viajar a Bristol, puedo imaginar que Dismaland sirve para disparar el sentido crítico de los más jóvenes desde un humor menos ácido que de costumbre. Sin embargo, los adultos que lo visitan a diario parecen muy felices. “¡Es taaan deprimente!”, dijo alguien por ahí. Por supuesto, en Dismaland no pudo faltar la versión sarcástica de Cenicienta. ARTE COMO ESPECTÁCULO Carmen Valiño, de El País, escribe que “en el fondo Banksy ha levantado una catedral de la risa amarga, una galería de obras e instalaciones que mezclan humor negro y mensajes sutiles para recordarnos que el nuestro no es, ni mucho menos, el mejor de los mundos posibles”. Y describe a continuación una maqueta de una ciudad entera vigilada por policías antidisturbios, con edificios decadentes y un sinfín de coches chocados. Las imágenes de los videos le hacen pensar a uno en un escenario edulcorado de Blade Runner, la película post apocalíptica de Ridley Scott que signó la década de 1980. Pero momento: ahí están artistas como Damien Hirst, muy interesante al principio y luego convertido en una simple marca. Si hace un año Banksy colocó en el West Bank de Londres nueve esténciles fabricados con spray sobre Palestina, quizá debamos esperar un poco para ver qué sucede. Por lo pronto se reportan 4 mil ingresos diarios al parque de Dismaland ubicado en Westonsuper-Mare, la zona más atractiva de este centro turístico. ¿El arte como espectáculo también ha trastocado la formidable ironía crítica de Banksy? L


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