Laberinto No.642 (03/10/15)

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Laberinto

INCOMPRENSIÓN adriana díaz enciso p. 12

ESCRIBIR PENSANDO EN ESCOPETAS iván ríos gascón p. 02

HUGO GUTIÉRREZ VEGA

iván trejo, josé javier villarreal p. 06 a 08

MILENIO

NÚM. 642

sábado 3 de octubre de 2015 FOTO: ANDREW WINNING/ REUTERS

SALMAN RUSHDIE: EL DERECHO A NO CREER EN DIOS andrea rivera p. 04 y 05


ANTESALA

sábado 3 de octubre de 2015

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LABERINTO

ESPECIAL

El freak creativo ARMANDO GONZÁLEZ TORRES agonzale79@yahoo.com.mx

ESCOLIOS

O

bservo la foto de 1984, remota adolescencia: tengo el pelo muy largo, los ojos deliberadamente desorbitados y un gesto de fiereza impostada, estoy muy flaco, uso una sucia playera con el grabado fluorescente de una virgen lúbrica y pantalones de mezclilla deshilachados, cargo un morral de terciopelo rojo donde atesoro libros y cervezas. Recuerdo al ver la foto que, más allá de la repulsiva indumentaria, a cualquiera que tenía el infortunio de acercarse a mí lo ahuyentaba con pedanterías, bromas pesadas o acertijos sin sentido, supongo que buscaba actuar como una mezcla de Diógenes y Hamlet y forjar mi prestigio de loco inconformista. No era extraño. Mi generación todavía padeció las secuelas de la creencia en el indisoluble matrimonio entre locura, excentricidad y talento artístico: la escena de aspirantes a artistas estaba llena de dementes sublimes, genios atormentados que bebían y blofeaban mucho, y producían poco. Un individuo apacible y sensato era lo antagónico al creador, quien requería vivir, con la mayor velocidad e intensidad, experiencias abismales, sufrimientos y placeres indelebles. Hacer arte no podía concebirse como una actividad que requería rigor y disciplina, sino como una enfermedad

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

prestigiosa, manifestada en síntomas visionarios. La vocación del arte era una inmolación, un sacrificio no apreciado por la sociedad banal, un oficio peligroso que, sin embargo, sacralizaba al practicante y le brindaba un valor agregado a sus productos. Por supuesto, la noción del desorden mental como fuente de creatividad (derivada de la más antigua entre la locura y el genio) es muy controversial dentro del ámbito de la psicología; sin embargo, su prestigio romántico modeló incluso la opinión de unos cuantos psicólogos que esgrimíamos como bandera. Lo cierto es que el consenso profesional en ese campo tiende a concluir que puede haber una correlación entre algún desorden psiquiátrico y la creatividad, pero no una causalidad. Por ejemplo, una depresión moderada puede contribuir a que un individuo pueda ser más espiritual, empático y sensible ante lo ordinario, en tanto que algún episodio de manía puede generar desinhibición, fomentar el pensamiento divergente y elevar la sensibilidad, pero no todos los artistas son depresivos o maniacos y, de hecho, el dolor emocional y la alienación que generan las enfermedades mentales severas inhabilitan la creación de largo aliento. Cierto, la locura y la depresión

han sido motivos artísticos inmemoriales y han marcado a muchos creadores eminentes; sin embargo, algunos críticos o científicos han exagerado las relaciones entre patología mental y creatividad y pasan de la especulación médica a la mitología artística. La identificación mecánica entre locura, enfermedad y arte conduce lo mismo a poses y desplantes pintorescos que a equívocos tragicómicos: conocí a muchas víctimas mortales de esta superstición y yo mismo, si se me permite la confidencia, soy un agradecido superviviente. L

La novela chorreaba tanta sangre que las últimas páginas eran ininteligibles: me quedé sin saber quién era el asesino.

Escribir pensando en escopetas LOS PAISAJES INVISIBLES

C

El poeta Leopoldo María Panero

inco años antes de su muerte, el tal Billy cenaba en compañía de su padre y de Allen Ginsberg cuando comenzaron las arcadas. Vertió un reguero de sangre sobre la mesa, lo llevaron al Hospital General de Colorado. El trasplante de hígado era inevitable; la cirrosis le había devorado de modo prematuro: tenía 28 mientras que su padre 62 y Ginsberg 50 exactos, pero los órganos de aquellos viejos parecían hechos de otro material, de ciertos elementos resistentes al alcohol, las drogas y el delirio o quizá sería que se habían curtido de otro modo. El tal Billy pasó meses de internamiento, la operación fue tan exitosa que lo primero que hizo al cruzar la puerta del nosocomio fue beber varias cervezas, como ya había sucedido en otras ocasiones, por ejemplo cuando salía de la cárcel, del psiquiátrico, de los centros de rehabilitación.

IVÁN RÍOS GASCÓN ivanriosgascon.wordpress.com

Vivió a la sombra de su padre, al que seguramente sigue maldiciendo desde el círculo del averno al que llegó (si no es que andan por el mismo rumbo), pues al final de su andrajosa existencia repudió airadamente a aquel tipo que mató a su madre Joan en la colonia Roma y que lo abandonó en casa de sus abuelos, el tipo que le dio asilo a regañadientes en Tánger, el que enviaba giros postales para pagar las múltiples fianzas para liberarlo de múltiples prisiones, y quizá es por ello que intentó vengarse de la mejor forma que podía: escribiendo novelas que se parecían más a las de Jack Kerouac, y con un inusual pero legítimo sentido del humor que no cualquier adicto puede presumir, sobre todo el otro Bill, su padre. De hecho, la primera novela de WB Jr., Speed (1970), fue moderadamente celebrada por la crítica, que la relacionó con On the Road, ya que una buena

parte de ese libro autobiográfico se centra en el viaje a Nueva York que hace con uno de sus colegas, luego de huir de la casa en que creció y de maltratar salvajemente a su pobre abuela. Sin embargo, el que quizá pudo ser su mejor libro, y aquí el pudo es inevitable porque nunca lo acabó, fue Pakriti Junction, que se publicó póstumamente bajo el título de Cursed from Birth: The Short, Unhappy Life of William Burroughs Jr., compilación de los textos de Pakriti… editados por David Ohle a petición expresa de William padre. Cárceles, sanatorios, borracheras, trips narcóticos, divanes de terapia, cárceles y vuelta a empezar, Cursed from Birth tiene algunas virtudes que redimen a ese relato de algo peor que los bajos fondos, entre los que destacan el temple para evocar los lodazales ontológicos con una nitidez casi fotográfica, los diálogos como copiados de un magnetófono, los escenarios que de tan cochambrosos pueden olerse, sentirse en su patética miseria, la naturalidad para encontrar un poco de sosiego en el hundimiento inexorable: Billy sale de la cárcel luego de que su chica hace hasta lo imposible para que Bill padre les envíe la fianza desde Londres. En la calle hace esfuerzos sobrehumanos para no beber en el bar que hay frente a la penitenciaría. Después de despacharse dos litros de cerveza, toman la autopista para volver a Colorado y estrella la furgoneta en una curva. No hay nada que hacer. Sin pena, sin reconcomio, hacen el amor en la parte trasera de la furgoneta mientras el mundo adquiere un tono blanco y negro. Los padres culposos siempre intentan redimirse haciendo alguna buena acción post mortem por sus hijos que nunca atendieron ni les importaron. La de Burroughs fue contratar a Ohle para que compilara y editara ese último libro aunque la pregunta es inevitable: ¿hasta qué punto, para bien o para mal, respetó el original? William padre mató a Joan con una de sus pistolas. El tal Bill Jr. hirió a un amigo con uno de los rifles de la familia Burroughs. Ambos escribían pensando en escopetas. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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ANTESALA

BORIS VISKIN

× I N G R I D

VA L E N C I A ×

Los rieles del cuerpo La autora de La inacabable sombra (2009), De Nebra (2013), Taxidermia (2015) y One Ticket (2015) ofrece este poema que pertenece a un libro en preparación

S

upongamos que es cierto. Uno sale de casa, mira rostros en el puente o la avenida. Alguien duerme en el vagón Uno escucha. Y todos vamos en secreto signos queloides acertijos que atraviesan con prisa la mirada Muy pronto ardemos entre atardeceres de alquitrán y polilla Los monólogos sobre los rieles del cuerpo dejan a su paso un sonido que recae en las ausencias que se acumulan en alguna parte El lugar al que llegaré con el bolsillo hinchado la mano vacía.

×EX LIBRIS×EKO×MARY SHELLEY×

Emboscada

El dios de Boris Viskin GUÍA VISUAL

MAGALI TERCERO @magalitercero

D

eus ex machina es la nueva muestra de Boris Viskin, artista integrante de una generación de pintores, nacidos en los años sesenta, cuyas exposiciones y sólida presencia y trayectoria han contribuido a posicionar a Le Laboratoire Galería. La locución latina Deus ex machina, literalmente “el dios que baja de la máquina” según la Real Academia Española, se originó en el teatro griego y latino pues, utilizando un mecanismo especial, los autores hacían aparecer a un dios para resolver una situación dramática. Es uno de sus proyectos más personales, me ha dicho Viskin. La búsqueda de autor es visible en una exhibición casi circular en su concepto, con obras en óleo y collage, objetos incluso, con títulos como “El ojo de Dios”, “El espíritu santo”, “La palabra de dios”, “Adán y Eva”, “La fe rota”, “Autorretrato: La caída”, “Anette, la esposa de Giacometti convertida al judaísmo”, “Hijo único o Kadish (Santificado)”. Viskin publicó, además, un catálogo-libro donde la palabra tiene un peso específico. Textos diversos entregan no solo una visión escindida de lo religioso sino la ineludible capacidad de dudar de un artista. ¿Dudar es pensar? Cito parcialmente en una especie de collage: I. “En vez de botas: sandalias, en vez de pantalón y saco: una manta bíblica; el Abraham de Caravaggio, Jodorowsky avejentado. Siguió apareciendo en bifurcaciones cruciales: ¿Raquel o María? ¿México o Israel? […] Invariablemente la conversación concluía con una promesa de fidelidad: “Sácame de ésta y creeré en ti” (Boris Viskin). II. “Quizá un día los conceptos más solemnes, aquellos por los que más se ha combatido y sufrido, los conceptos de ‘Dios’ y del ‘pecado’, no nos parecerán más importantes que los juguetes o las rabietas de la infancia le parecen a los ojos de un anciano” (Friedrich Nietzsche). III. “El hombre se crea demonios, dioses y santos a su propia imagen; luego han de ofrendarles incesantemente sacrificios” (Arthur Schopenhauer). IV. “Traté de explicarle por última vez que me quedaba poco tiempo. No quería perderlo con Dios” (Albert Camus). V. “Las contadas veces que acompañé a mi padre a la sinagoga, siendo yo aún un niño, las cubren sentimientos oscuros de miedo y aburrimiento. Lograba apreciar la bella voz del hasan (el rabino que dirigía el rezo) y la bella melodía de un klezmer [músico] a capela. También el movimiento de caderas de los demás feligreses al rezar, erótico y rítmico, me divertía por un rato. Pero eso no bastaba para darle algún sentido a mi estar ahí” (Boris Viskin). VI. “No creía porque nunca pensaba, simplemente. Y tampoco ahora pienso mucho en eso. Pienso en cualquier cosa, pero no en la religión. Y si uno no piensa nunca en una cosa, significa que esta cosa no existe para él” (Alberto Moravia). VII. “Mi primer encuentro con la religión católica fue en el cuarto de la nana […]. Ese primer encuentro fue húmedo y oscuro […]. Tres imágenes colgaban de las paredes […]. La belleza y el dolor se ligaron de por vida en mi mente […]. Mi primer encuentro con el arte fue a través de la religión católica […]. Lo divino y el arte están ligados para mí de manera indisoluble. Por más mundano que sea el tema, si me conmueve, esa emoción la vivo como una iluminación, como una aparición” (Boris Viskin). L

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LABERINTO

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Salman Rushdie

El derecho a no creer El lanzamiento en español de Dos años, ocho meses y veintiocho noches sirve de plataforma a este acercamiento en el que concurren la voz del autor de Los hijos de la medianoche y la crónica de sus años en Nueva York después de una década de vivir a salto de mata ENSAYO ANDREA RIVERA

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oy hombre muerto”, fue el pensamiento postrado en la mente de Salman Rushdie al enterarse de su condena a muerte, la fatwa emitida por el ayatolá Jomeiní el 14 de febrero de 1989, sin amor y sin amistad. Acaso sería interesante preguntarle al escritor qué habría sido de su carrera sin el Islam, sin aquel edicto sagrado, sin su sueño más importante, el que relató hace unos días a la revista Stern en entrevista exclusiva para Alemania, con motivo de la publicación de su reciente novela Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Planeta). En aquel sueño, se veía de nuevo como un niño. Vivía en la casa de sus padres y podía volar. Siempre que estaba en su habitación volaba alrededor, fácil, libremente. Quiso salir volando por la ventana y, mientras se elevaba a la altura de ella, de pronto fue perdiendo altitud. La casa de sus padres en Cachemira se ubica sobre una colina. Comprendió que si no regresaba a tiempo no podría volver a entrar porque ya iba en picada. En ese momento, el sueño se tornó una pesadilla. Lo que más quería era regresar a su habitación. Rushdie nunca lo olvidó. En todo momento, fue consciente del peligro que podría venir de Irán. Las amenazas de muerte suscitaron sentimientos de desesperanza y un estado de depresión muy profundos en la vida de este autor que en su juventud, cuando contaba con alrededor de 25 años, se enamoró de Nueva York, una ciudad a la que recuerda pobre, sucia, en bancarrota y peligrosa, un entorno que sin embargo fungió como imán para pintores, músicos y escritores. Al Rushdie joven, Nueva York le parecía excitante. Lo sintió el lugar adecuado. Deseaba quedarse, pero de algún modo su vida se encontraba en medio de todo. A veces, se decía a sí mismo: “Dejarás de ser joven. Si quieres volver a Nueva York, tienes que atreverte a ir”. Era exactamente lo que había soñado. De manera que un día volvió y se quedó. “Encajo bien aquí”. Nueva York le recuerda a Bombay. Esa ciudad americana significó su salvación, después de haber vivido oculto durante una década en Londres. Ahora puede ir sin guardaespaldas a ver el beisbol al estadio de los Yankees, despertarse en las mañanas e ir a la esquina por un café, comprar

The New York Times y sentirse feliz. Durante esos años de reclusión obligada permaneció tiempo completo con hombres armados en casa. No había modo de ejecutar acciones espontáneas. Si a Rushdie se le antojaba dar un paseo, tenía que informar a la policía. Ellos le respondían: “Danos una hora y te llevamos a dar un paseo”. Él no quería salir a caminar a una hora determinada. Lo que en verdad deseaba era salir de inmediato. “Fue muy claustrofóbico”. En Nueva York se siente como en casa. Manhattan y Bombay comparten la misma naturaleza geográfica y cultural. Ambas ciudades se asientan igualmente sobre una isla estrecha y sus centros tienen casi el mismo tamaño, las dos han desarrollado una marcada tradición multicultural y, lo más apreciado por Rushdie, están llenas de vida. La vida y el amor, el movimiento y el ruido simbolizan para él la esencia vital. Su vida es en estos tiempos completamente normal, podría decirse. A partir de 2002, cuando prescindió del personal de seguridad, dejó de mirar por encima de su hombro. Estaba casi seguro de que nadie lo perseguía. Fueron doce años de conducir su auto con guardaespaldas a bordo. Sin embargo, cuando esos hombres cumplieron su misión y sus servicios ya no fueron requeridos, a Rushdie lo atacó un sentimiento muy extraño, sintió como si sus cuidadores nunca hubieran existido y, a los dos días, todo se borró de su memoria. “Me acostumbré a no verlos. Fue muy rápido”. Ahora toma taxis en la calle o camina al supermercado para comprar el periódico. Rushdie nunca se habría imaginado convertido en amigo de la policía secreta. Recientemente visitó un edificio en el Támesis, “donde se acaba de filmar la nueva película del famoso Bond”. Tras haber convivido con los mejores vigías de la policía británica, aprendió varios trucos para esquivar a sus perseguidores y llegó a conocer estrategias interesantes. “Quizá algún día escriba una historia de espionaje”. Si la fatwa sigue o no vigente, le da igual, aunque reconoce que nunca llegará el día en el que se sienta a salvo. “Ser escritor me ha salvado la vida. Un escritor está familiarizado con la soledad, acostumbrado a ella. Se sienta solo en una sala y compone su trabajo. Mi situación me permitió hacer justamente eso. En esa época pude escribir unos seis libros y por ello, en muchos sentidos, creo que fue lo que me mantuvo con vida”. En el ataque a Los versos satánicos ve el prólogo al terror desatado en el mundo en años recientes e identifica cierta conexión entre el revuelo de ese momento y los ataques más serios, como el del 11 de septiembre. “Esta violencia forma parte de un movimiento paranoide que se desprende de ese compendio”. La condena no fue solo personal. La fatwa afectó a muchas personas, a su familia, a traductores y editores. “Mi hijo tenía nueve años y desde entonces ha tenido que sufrir este problema. Personas cercanas a mi círculo fueron afectadas, recibieron disparos. El traductor japonés fue asesinado y el traductor italiano también fue atacado. Hubo actos terroristas en librerías del Reino Unido y Estados Unidos, muchas fueron quemadas”. NADAV KANDER


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LITERATURA

ANDREW WINNING/ REUTERS

en Dios En 2012, Hassan Sanei, líder espiritual de una fundación iraní, aumentó el precio de su cabeza a tres millones de euros. Rushdie calificó de exageración las cosas que la gente decía al respecto. Aseguró que se trataba solo de un religioso que había vuelto a reactivar el tema, pero que eso no había provocado un cambio real de su seguridad. “Hoy habría que ser muy valiente para publicar un libro crítico sobre el Islam. Incluso, no tendría que ser un libro crítico. Simplemente, hablar sobre el Islam, escribir sobre el Islam parece ser cada vez más difícil. Pero los escritores somos muy cabezotas y al final acabamos escribiendo lo que queremos. Los escritores debemos hacer un esfuerzo mayor por defender el valor de la libertad de expresión. Hemos luchado por la tolerancia, por la libre expresión y podemos intentar abrir el mundo, comunicarnos con él de una forma más abierta. A veces no es posible cumplir esta función. No obstante, es nuestro deber seguir difundiendo estos valores y presentar una manera de ver el mundo contraria al fanatismo. Debemos entender lo que podría ocurrir en el futuro, porque esta historia seguirá afectando a muchas personas”, comentó hace tres años durante una entrevista concedida al noticiero 24 Horas de TV Española en relación a su autobiografía Joseph Anton. Memorias. El tiempo le enseñó a Salman Rushdie que el deseo de tener una vida normal es enorme, y que ante un dilema le resulta difícil hallar una respuesta. “Si me hubiesen preguntado cómo iba a lidiar con las amenazas de muerte, yo habría contestado: quizá no muy bien”. De su experiencia, aprendió que las personas son más fuertes de lo que creen. En su caso, un increíblemente fuerte instinto de supervivencia se apoderó de él. “Se desencadena cuando la vida está realmente en peligro. Uno no puede desencadenar este instinto apretando un botón, se desencadena por sí solo”. Se descubrió con más fortaleza de la que jamás pensó tener y hoy actúa sin concesiones en asuntos relacionados con su condena.

LA GRAN BATALLA

A decir de Rushdie, los terroristas del Estado Islámico “todavía no” han logrado transformar la apariencia de su vida; sin embargo, señala al EI como la peor amenaza de nuestro tiempo. La idea central de su nueva novela es la historia de un mundo que se precipita hacia una guerra global contra el terrorismo. La razón libra su última batalla contra la irracionalidad de los extremistas religiosos, cuyas identidades podrán ser descifradas fácilmente (Osama bin Laden y ElFührer al-Baghdadi, entre otros asesinos fanáticos). La novela comienza con una tormenta. En 2012, el huracán Sandy afectó seriamente a Nueva York y aquel panorama le dio la pauta a Rushdie. Los habitantes del centro de Manhattan se quedaron tres días sin energía eléctrica. Una escena que se le quedó muy grabada fue la imagen de un edificio que permaneció iluminado entre la oscuridad del centro de Manhattan, la torre de oficinas de Goldman Sachs, el banco de inversión más poderoso del mundo. “Un edificio que irradiaría más luz si Nueva York se hundiera en la oscuridad más profunda. Para mí, ese fue un símbolo de América”. En esta guerra entre los mundos, el conflicto entre razón, intelecto, tolerancia, lógica e irracionalidad es el punto focal del autor. “La irracionalidad en sí misma no es mala. En realidad, es el origen de sueños y fantasías”. En la novela, luchan dos protagonistas: el erudito Ibn Rushd y uno de sus descendientes, el jardinero Gerónimo, quienes están en favor de la razón y contra Dios. Los lectores descubrirán quiénes son estas figuras. Aunque su padre fue un ferviente admirador de Rushd, el personaje de Ibn Rushd en la novela no es su padre y tampoco Rushdie es Gerónimo, aunque ambos, Gerónimo y Rushdie, compartan la misma experiencia de la pérdida y el desarraigo. Ese migrante originario de Bombay, que vive en un mundo globalizado, es un fuerte oponente de Dios y de la religión. “Hesita como yo y casi cedió a la desesperanza, igual que yo, pero no soy él”. Rushdie toma el futuro en sus manos y deposita la victoria en la razón. “No soy ningún profeta, no actúo de tal modo”. No obstante, puede ver cómo la realidad sugiere un resultado muy diferente de la historia. En su calidad de autor visionario (así se siente más cómodo), hubiera sido demasiado fácil

haber escrito un libro que comenzara con una catástrofe, llevarla hasta los extremos y cerrar con un final terrible. “No quería un final banal”. Le resulta mucho más interesante escribir acerca de las posibilidades positivas de la humanidad que recurrir al triunfo inminente del mal. Lo cual no significa que haya escrito un cuento de hadas en el que todos vivieron felices para siempre. A la idea de que la humanidad se encuentra hoy ante la gran batalla, como lo describe en su novela, le falta cierta precisión, porque no estamos “ante” una guerra, “estamos dentro de ella, se lleva a cabo en este momento”. Justo aquí, Rushdie se remite a los inicios de Al-Qaeda como un pequeño grupo que creció hasta conformar el ejército del Estado Islámico, capaz de reclutar hombres y mujeres de todo el mundo. Porque no es un escritor especializado en el Islam, Rushdie carece de una explicación erudita sobre por qué ese ejército es hoy tan poderoso y popular, aunque se reconoce maravillado con el grado de perfección alcanzada por el EI en sus negociaciones con los medios de comunicación y por su habilidad para comunicarse con los “Ahora somos adultos. jóvenes. El EI “hace del Los dioses se han ido. yihadismo algo tentaPodemos hacer todo dor, casi glamoroso”. de la mejor manera Esos jóvenes, por otro posible sin ellos” lado, nunca han tenido una vida sexual normal, nunca tuvieron novias, nunca se enamoraron. Sus lecciones más importantes, en lo que a mujeres se refiere, consisten en tratarlas como meros objetos. Se descubrió que su líder, Baghdadi, violaba a sus prisioneras. “Este es el gran horror de nuestro tiempo”. A Rushdie le preocupa que los jóvenes de Occidente, provenientes de una sociedad abierta, tengan el sentimiento de que la vida en la ciudad siria de Raqqa es mejor que en Estados Unidos. La ascensión del Islam y la radicalización de los islamistas tienen sus raíces en la política exterior de Occidente, al establecer sobre el petróleo las reglas de la familia real de Arabia Saudita, practicante del culto wahabí, una estricta y literal interpretación del Islam. “Nadie en el mundo islámico estaba interesado en este grupúsculo”, señala Rushdie. Dice que con su dinero se fundaron las escuelas coránicas, que asumieron la responsabilidad de entrenar a los talibanes en la frontera entre Pakistán y Afganistán, así como a los muhlás, a quienes se instruyó para difundir por todo el mundo las leyes estrictas del Islam. Rushdie no ignora el peligro que otras religiones pudieran promover, pero este Islam del que habla es en extremo peligroso. Le resulta paradójico que sean los propios musulmanes quienes más sufren. Según su estimación, alrededor del 99

por ciento de los muertos en países musulmanes son víctimas de otros musulmanes. “Quien diga que esas víctimas no tienen nada que ver con el Islam tiene un serio problema con la realidad”. Para Salman Rushdie, en este mundo no existe Dios: está muerto y la humanidad sería mucho mejor si no padeciera su injerencia. Sin embargo, se abstiene de aceptar que su libro contenga un mensaje: no pretende incitar a las personas a combatir al demonio del Islam. Más bien, sostiene que debemos defendernos y ser conscientes de cómo queremos vivir, de cómo estamos viviendo. “Este mundo no debe sacrificarse por compromisos podridos. Tengo el derecho de decirlo: no hay ningún dios”. Como idea fundamental de su novela, sostiene que la humanidad debe liberarse de Dios y asienta la falla en las tradiciones impuestas por nuestros padres. “Ahora somos adultos. Los dioses se han ido. Podemos hacer todo de la mejor manera posible sin ellos”. En este mundo imperfecto, todo tiene su precio. La humanidad necesita madurar. “Seguramente no voy a vivir para verlo, pero estaría muy contento de ello. Sí, en la novela la humanidad paga un precio muy alto: se acabaron los sueños”. Los amigos a quienes mostró el manuscrito quedaron sorprendidos con el final. La intención de Rushdie era amargarlo todavía más, añadirle un poco de vinagre, pero ¿para qué? “Con todo, vivimos ya una pérdida dolorosa: la libertad”. Dos años, ocho meses y veintiocho noches está dedicado a Carolina, su publicista y amiga muy cercana desde hace varios años. Cuando Rushdie cumplió 60, fue ella quien organizó la fiesta. Cuando la reina de Inglaterra Isabel II lo nombró en 2007 Caballero de la Orden del Imperio Británico, fue ella quien organizó el festival. La dedicatoria es su manera de agradecerle por haber estado a su lado en los peores momentos. Salman Rushdie, quien estuvo casado en cuatro ocasiones, no tiene nuevos planes de boda, no está enamorado y vive solo en Nueva York. Muchos se preguntan por qué le gusta vivir solo. Bueno, duerme muy bien. En Nueva York se le ha visto con mujeres hermosas. No se cierra a las oportunidades. Por extraño que parezca, el final de su vida no es un asunto que lo mantenga ocupado. Mucho menos se entretiene pensando qué querría que grabaran en su lápida. “No me interesan las lápidas. Me gustaría vivir por siempre”. Quiere escribir todavía muchos libros y seguir rondando este mundo. A propósito, cita la respuesta que Woody Allen dio cuando le preguntaron si estaría orgulloso de pasar a la inmortalidad a través de sus películas y vivir en la memoria de sus compatriotas: “No, prefiero vivir en mi departamento”. “Ese es también mi plan. Amo la vida. Me encanta la ira. Mis sueños aún no han terminado”. L


LABERINTO

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Hugo Gutiérrez Vega

“La muerte llega y ni cuen ENTREVISTA IVÁN TREJO

E

n febrero de 2014, tras varios meses de no verlo, me reencontré con Hugo Gutiérrez Vega en la Capilla Alfonsina de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Bromeó sobre la edad (la semana anterior había cumplido 80 años), platicamos con gran ánimo con los poetas Minerva Margarita y José Javier Villarreal y acordé con él esta entrevista para el día siguiente en el Hotel Ancira. Al llegar al hotel, Lucinda, su esposa, amable como siempre, me pidió que subiera a la habitación, donde el autor de Los pasos revividos platicó conmigo durante dos horas. Aquí presentamos un fragmento de aquella charla en la que advertí que su memoria era lluvia inextinguible. ¿A qué jugaba cuando era niño?

Era un poco solitario. Nací en Guadalajara pero muy chicos nos fuimos a Lagos de Moreno. Mis primos eran charros aguerridos, capaces de suertes prodigiosas; yo me escondía debajo de la cama. Un día me perdonaron y un tío dijo: “Está bien, denle oportunidad de que tire un píalo”. Me dieron la reata, cerré los ojos, la aventé y lacé a la tía Elena. A raíz de esa aventura, el dictamen de mi tío fue categórico: ese pendejo que se vaya a leer.

CONOCÍ A MONTALE, FUI A VERLO A MILÁN, LE HICE DOS O TRES ENTREVISTAS Y HABLAMOS SOBRE TODO DE LA ÉPOCA FASCISTA

¿Cuál es el primer recuerdo de su educación sentimental?

Una prima. Con las primas se hacían comparaciones de lo que uno tenía y ellas no, y no se llegaba generalmente al extremo final. Poco después vino una sirvienta encantadora, porque fue la iniciadora, con una paciencia infinita lo sacaba a uno adelante. Se llamaba Margarita.

En Lagos de Moreno, Francisco González León significó el primer contacto con un poeta vivo, en la farmacia donde trabajaba.

González León era un poeta extraordinario, escribía en papel estraza y lo guardaba en un cajón de la botica, hasta que un día llegó Ramón López Velarde y dijo: “A ver, enséñeme esos poemas, ¿me los regala?”. Se los llevó a México y con ayuda de Pedro de Alba los publicó con el título de Campanas de la tarde. González León era un simbolista tardío. Después se van a la Ciudad de México. Muchos años después formó parte del cuerpo diplomático de la embajada de México en Roma.

Tenía 28 años, llegamos a Roma en agosto de 1963. Regresamos a México en diciembre de 1965, cuando me nombraron rector de la Universidad de Querétaro. En Roma fui agregado cultural. El embajador era Rafael Fuentes, padre de Carlos Fuentes. Mi amistad principal en Roma fue Rafael Alberti. ¿Cómo eran las tertulias en casa de Alberti en esos años? Maravillosas. Rafael era un histrión en el mejor sentido de la palabra. Concurrían además Pasolini, Vittorio Gassman, Vittorio Sereni, Alfonso Gato, Renato Guttuso, los españoles de paso por Roma, sobre todo comunistas. Alberti tenía casa abierta, era generosísimo, lo mismo María Teresa León, su mujer, y Aitana, su hija. De repente, a la mañana siguiente de una fiesta oíamos un quejido debajo de un sofá. Alguien se había quedado a dormir, salía de debajo del sofá, nos saludaba amablemente y se iba. Entre otros refugiados estaban Miguel Ángel Asturias, que llevaba una gran amistad con Rafael Alberti, Jorge Amado, los viejos comunistas. En esos años van a parar a Rumania. ¿La visita tuvo qué ver con la toma de poder de Maurer?

Con Maurer vino una especie de dictablanda. Era de mano suave, mucho más inteligente que los anteriores. Los rumanos empezaban a ver teatro de Ionesco. Se puso Rinoceronte, Radu Beligan actuaba ese papel. Yo había traducido La carta perdida de Ian Luca Caragiale. Obviamente, Rafael influyó para que me invitaran, él iba también. Llegando a Rumania me enteré que los otros compañeros de viaje eran Neruda y Asturias. Recorrimos Rumania de lado a lado. Un muchachito que apenas había traducido una obra y tenía un libro de quince poemas, muchos de ellos plagios de Marinero en tierra, no podía hacer otra cosa que escucharlos y cargar las maletas. De regreso a Roma vi a don Gonzalo Losada, editor de la mitológica Losada de Buenos Aires, quien me dijo: “Yo sabía que los mexicanos eran hábiles, pero no tanto. Mis lectores de poesía son Neruda, Alberti y Asturias y usted les cargó las maletas por toda Rumania; no van a poder decirle que no”. Ahí salió Buscado amor. ¿Quiénes eran los poetas italianos más cercanos a usted?

Sobre todo Pasolini. Conocí a Quasimodo, que era un personaje difícil; acababa de recibir el Premio Nobel y era más bien insoportable, muy arrogante. En cambio a Ungaretti lo traté bastante: era un viejito encantador, brincón y enamorado como Alfonso Reyes. Conocí a Montale, fui a verlo a Milán, le hice dos o tres entrevistas y hablamos sobre todo de la época fascista. Fue de los pocos intelectuales que no aceptó la credencial la tessera del partito. Conocí también a Cardarelli. A Umberto Saba no, me hubiera gustado, pero ya había muerto, igual que Dino Campana. MÓNICA GONZÁLEZ

Recordamos al poeta, hombre de teatro, diplomático, traductor, con esta conversación inédita, por la que pasan la infancia en Lagos de Moreno, la juventud en Italia, los años en Londres, y con un ensayo que restituye el halo protector de Los pasos revividos, uno de sus libros más personales


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sábado 3 de octubre de 2015

DE PORTADA

MOISÉS PABLO/ CUARTOSCURO

nta nos damos” Durante su estancia en Roma fundó una compañía de teatro.

El grupo de teatro latinoamericano de Roma estaba integrado por dos actrices argentinas, un actor mexicano, que era mi caso, un actor puertorriqueño, una actriz venezolana y un actor venezolano. Trabajábamos en un teatro de corte que se llamaba Goldoni. Logramos alquilarlo a buen precio. La dueña era una inglesa excéntrica que salía por la mañana en patines a comprar cosas al mercado. Le caímos bien y nos rentó el Palazzo Altemps, a dos cuadras de la Piazza Navona.

CINCO FUNDAMENTALES

Incluso llegó a actuar en una película de Pasolini.

Estaba filmando El evangelio según San Mateo. Le dije que quería trabajar con él y me citó al día siguiente en Cinecittà. Llegué muy temprano pidiendo mis líneas. Me entregaron unas alpargatas, una túnica y un tarbush. Me dieron un sándwich y una naranjada y me subieron a un camión con un grupo de gente. Yo esperaba mis líneas. Llegamos a un bosque de pinos mediterráneos, nos dieron instrucciones: caminen y al llegar al final del bosque desaparezcan por esta ladera. Yo pregunté por mis líneas, se me quedaron viendo y dijeron que obedeciera. Cuando se estrenó la película yo me buscaba como desesperado, pero no, mi papel fue como lo describe Lucinda: sombra que pasa en la lejanía.

1974

Información y sociedad

Estar aquí y estar de viaje

Mientras estaba en Inglaterra, José Carlos Becerra compró un carro para ir a visitarlo.

Carlos estuvo una temporada con nosotros en Inglaterra cuando recibió la beca Guggenheim. Yo le dije: “Toma el tren, el Europass”, pero él quería detenerse en una piedra, en un camino, y se compró un Volkswagen usado en malas condiciones. Manejaba muy mal. Primero fue a España, nos mandó varias cartas, la última fue una postal. Lucinda le estaba pasando a máquina Fotografía bajo un tulipán, una prosita sobre Calcaneo Díaz, un héroe tabasqueño que era familiar de José Carlos. En la postal decía: “Carissima, por favor envíale el prólogo a mi prima Angelita, estoy cansado de esta absurda errancia de ciudad en ciudad, lo que necesito llegando es un departamento como el de Luisita, ojalá que me presentara en Roma con il commendatore Hugo, suo marito”. Recibimos la postal días después de que murió. Esperaba con ansia una carta de Lezama Lima, le había enviado Relación de los hechos. Nos hablaba por teléfono preguntando por la carta de Lezama y yo le decía: “Ten paciencia, Lezama escribe muy lento, piensa muy bien las cosas, es un perfeccionista”. Por fin llegó ocho días después de la muerte de José Carlos, diciéndole, entre otras cosas: “Su voz es una de las más originales y profundas de la lírica española actual”. Lucinda y yo le enviamos esa carta a José Emilio Pacheco y a Gabriel Zaid que prepararon la poesía póstuma de José Carlos. Le dieron el título de El otoño recorre las islas, que es un verso de Lezama.

ENSAYO

1977

Cuando el placer termine

1987

Las peregrinaciones del deseo (poesía, 1965-1986)

Después del lamentable fallecimiento de su hija, ¿ha podido retomar la escritura?

No he acabado de retomarla totalmente, pero me estoy acercando a ella con cautela. Escribí un poema sobre la muerte de mi hija, un poema muy doloroso que dudo en publicar. Me quedé seco por tres años y medio, estoy tratando de retomarlo. Cada vez que hablábamos, Juan Gelman me decía: “¿Cómo vas? ¿Qué escribes?” 2014 comenzó con un enero negro. Partieron varios de la generación del treinta. Mi camada se va quedando sin maestros. ¿Considera que la generación de los cincuenta está a la altura?

Creo que de momento no, tal vez lo esté dentro de algunos años. Hay gente muy valiosa en proceso de maduración. Efectivamente, se fueron Rubén Bonifaz, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, Félix Grande, Paco de Lucía, Tomás Segovia, Mariano Flores Castro. Ahora que me hicieron un homenaje en Guadalajara, dije: “Huesuda, deja en paz a los poetas, dedícate a los diputados, que son más aburridos”.

T

uve la enorme suerte de conocer a Hugo y a Lucinda, de comer con ellos, de caminar, conversar y entregarme a un estado de contemplación en que el cariño de ella y la magia sapiencial de él hacían que me encontrara cómodo en cualquier sitio u hora que compartiera con ellos. La penúltima vez Hugo habló sobre Wilde, y Lucinda, pasado un buen rato, me lo encargó y se retiró a descansar. Lucinda era la presencia que nos construía el paisaje propicio, la zona afectuosa, donde el milagro era cosa de tiempo. Hugo me contó todo sobre Wilde y, a la menor provocación, desplegó un mapa sobre la poesía griega, polaca, rumana, y yo no hice más que asombrarme y asombrarme. La última vez que los vi mi amor y respeto por ellos ya era total y gozoso. Hugo y Lucinda se convertían en mi familia cuyo afecto e inteligencia me vulneraban. Hugo ahora ya no está, pero su poesía y Lucinda nos guían como la prueba de vida que son, que me son tan necesarios. A finales de 2013 tuve la suerte de leer y presentar Los pasos revividos (Vaso Roto Ediciones, Madrid, 2013, 112 pp.), libro que me acompaña y protege. Ahora, en este septiembre que finaliza de 2015, lo releo como la veta de luz y vida que es. Nuestra deuda con Hugo es inmensa, como su sabiduría y cordialidad. Me quedo con esos poemas suyos que ahora, desde hace tiempo, son nuestros.

•••

1994

Nuevas peregrinaciones (poesía, 1986-1993)

A los 80 años, ¿piensa en la muerte?

Siempre, desde hace muchos años, pero cada vez con menos angustia. A mí lo que me duele es la muerte de los seres que amo. Decirle a alguien “Te amo” significa: tú no debes morir. Decía Gabriel Marcel: “Y decía el negro cubano, pensar que llegar a quererte es creer que la muerte se puede evitar”. La muerte de los seres queridos es lo que realmente nos mata. La muerte personal llega y ni cuenta nos damos, pero la muerte de los seres que uno ama nos disminuye. L

JOSÉ JAVIER VILLARREAL

2006

Esbozos y miradas del Bazar de asombros

He leído con atención, que es decir, con mucho detenimiento, Los pasos revividos, de Hugo Gutiérrez Vega. Las lecturas se han repetido bajo el pretexto de una mejor comprensión; pero estas reiteradas lecturas —pluma en mano— han estado condicionadas por el deseo, un placer de ir recorriendo y haciendo mía la isla cantada. La isla se me ha vuelto conocida, y bajo esa proximidad me alude. Es y no es, pero es una geografía tan íntima que me produce vértigo, una sensación de inseguridad, un estado de desasosiego próximo a todo paraíso perdido. Pero no podemos seguir avanzando, si es que lo estamos haciendo, sin aferrarnos a la única tabla que flota sobre la superficie del océano, la voz del poeta, la expresión que domina con su presencia: Hoy he sentido un amor terrible, un poco deshabitado, tenuemente desesperanzado… un amor como esos días de lluvia sobre el mar, con los perfiles desdibujados y la niebla apoderada del horizonte gris. Pero es un amor y por eso importa. Las palmeras se inclinan al paso del viento, apenas hay jirones de azul y por obra y gracia de ese amor sin forma sigo escribiendo mientras la noche encuentra su camino.


DE PORTADA

sábado 3 de octubre de 2015

p. 08

LABERINTO

ARTURO LÓPEZ/ CUARTOSCURO

La intensidad del lenguaje ha hecho que las frases, los golpes de voz, las metáforas e imágenes, nos sean intraducibles. El lenguaje poético ha optado por el verso, sin desdeñar la prosa, por la agudeza y la síntesis. Los poemas ya no hablan, presentan todo aquello que nos rodea y constituye, una sentimentalidad desde dónde habitar el mundo. La belleza es tal que nos duele, se nos descubre como la huella viva de lo terrible, pero el poema, desde su composición, da forma, presentifica un rostro que nos ve y, a veces, vemos. La materia, que es la lengua, produce aquello que no estaba antes, pero que ahora, al haber leído el poema, nos acompaña, es nuestro. Más realidad a nuestra realidad. Supongo que a veces te duele esta belleza y lloras ante el espejo fascinado. Ten compasión de ti misma y de todos los heridos por tu vista. Agradece al cielo esta belleza y entrégala a los ojos del mundo con la terrible sencillez de las orquídeas que se abren en la noche de la selva, rodeadas de serpientes.

Ahora sé que lo que me ata y llama es la poderosa fuerza del amor. Es el Mediterráneo, pero es un espacio plomizo que se funde, que me hace suyo. La línea del horizonte está muy cerca, tanto que la podemos tocar con la punta de los dedos. Todo se acerca, los rostros, las voces, los cuerpos, los gestos y sus silencios; pero lo que más se carga es la ausencia que se remansa en estos cantos, en estas islas que conforman la presencia incuestionable de una isla que es el escenario sentimental donde transcurre mi aventura. Estoy ante presencias, sujetos que me rodean. La diáfana luz que creí percibir en un principio se me ha vuelto gris; los paisajes —tanto interiores como exteriores— obedecen a una luz opaca que difumina y evidencia como en esas tomas lluviosas, otoñales e invernales que veo en las películas de Angelopoulos, que me rodean en los monólogos de Ritsos, en ciertos poemas de Seferis o en algunos umbrales de Cavafis. No cito a Elytis por parecerme obsesivo en su resolana. No creo estar divagando, al contrario, me estoy arropando en un espacio que Hugo Gutiérrez Vega me presentifica, me impone, despliega al transitar esta estación de Amorgós, primer apartado de la arquitectura de este libro. Pero no olvidemos, yo no puedo hacerlo, que es el amor lo que nos mueve; entonces, el yo poético, que somos quienes leemos, dice: “me dejó, adolorido y deslumbrado, a merced del misterio”. El tono va subiendo, lo invisible se manifiesta y nos trastoca, lo implícito se adueña de un discurso que rebasa la anécdota y los personajes nos delatan, nos integran. Ya estamos a merced de todos nuestros fantasmas. Soy rico y poderoso, señor extranjero, el más rico y el más poderoso de esta casa en donde vivo solo.

Murilo Mendes, en un memorable y sabio aforismo, sentencia: “Todos tienen una misión, pero no todos tienen una misión excepcional”.

Hay una edad, un momento en el camino de la vida, en que nos encontramos pasos adelante de ese justo medio, de esa promesa que se nos va quedando atrás. Es el otoño, la ruta que nos lleva bajo “Los soles griegos”, segundo apartado en el que las concesiones brillan por su ausencia. La ausencia se nos ha vuelto vida, memoria que nos sostiene. La vida de todos los días se nos muestra ya que Las sinrazones nos permiten vivir todos los días como si fueran los únicos. Son intransferibles, pero no siempre sabemos identificar lo irrepetible de sus rostros. Cada día tiene impenetrable originalidad que su misterio rebasa las precisiones del calendario, va más allá de las predicciones, oráculos y horóscopos. No hay nada más misterioso que el día de mañana. Por eso lo esperamos, sabiendo que nuestros ojos, si lo logran, inauguran, con el primer sol, un mundo siempre desconocido. Debemos llegar sin miedo a ese acontecimiento, pues los días son totalmente nuevos, pero también absolutamente inocentes.

Y ante esta claridad el poeta canta la vida de todos, de esa inmensa mayoría que no sabe del poeta ni del poema, pero que un día, en esta o en otra vida, con conciencia o sin ella, se leerán en la épica íntima del discurso lírico, de ese testimonio sentimental que nos aglutina, aquello que al decir de Quevedo “permanece y dura”; esa memoria emocionada que puebla el mundo del sujeto, ese cruce de miradas donde la epifanía se hace presente. El milagro, el milagro de la vida cotidiana, aquella que transcurre y sostiene y da sentido al mundo; ya que ahora sabemos que Una columna trunca, rota, sola basta para sentir una ciudad.

Estamos viendo porque asistimos al cuadro, porque vemos el poema y el jardín está ahí con su fuerza constante. Hablamos de una isla, luego de una épica íntima, particular; ahora estamos, tal parece, ante el caudal de lo social, de lo que involucra a toda una comunidad. Pienso en ciertos poemas de Seferis en que la tradición se remansa, en Cernuda con sus alter egos que pronuncian el soliloquio que a todos nos atañe, en los personajes históricos que se mueven en los monólogos de Álvaro Mutis. Sin embargo, en “Cantos del despotado de Morea”, tercera y última sección del libro, la paradoja nos hace presa de su peso y sabiduría. De pronto me da por pensar en Tamerlán el grande, de Christopher Marlowe; en ese dolor tan hondo que no le cabe al protagonista y tiene que compartirlo con el pueblo todo por medio del horror y la barbarie. Aquí se trata de una negación, de una derrota que no se puede asumir y se confunde con una pesadilla que se ha de disipar con la llegada del alba. Ahora me da por pensar en el Cantar de Roldán, del abad Turoldo; otro poema a partir de una derrota poblado por héroes históricos y literarios que nos cantan desde el dolor. Pero la pesadilla es la historia sentimental de una voz que va recogiendo todo a su paso, un río emocional que se involucra con todos los sedimentos, con los materiales que el río arrastra. Volvemos a lo íntimo, a ese rostro que nos ve y vemos en el reflejo del poema. Las grandes aventuras, que no fueron —ciertamente— tan grandes, pero sí hondas en sus consecuencias, han pasado y son nuestra historia. Estamos más allá de la mitad del camino de nuestra vida y las cicatrices nos otorgan una corporeidad emocional desde la cual es posible pronunciar versos tan densos, fuertes y necesarios, como los siguientes, líneas medulares que nos obligan al silencio, al eco de todo lo vivido y con lo cual habremos de continuar: pero pensar en los demás, en los arrebatados por la muerte, es pensar en nosotros. Somos el mismo río que va pasando, lo dicen los poetas, el río es inmenso y en su seno oscuro habitan las tinieblas, sin embargo, debe haber una luz imperceptible al fondo del fracaso, una luz que encendieron los amores, una luz que vacila y permanece.

No me queda la menor duda de que esta “luz que encendieron los amores”, “que vacila y permanece”, es la que alumbra y canta lo nombrado y celebrado en este libro de Hugo Gutiérrez Vega. Las historias que se han decidido y conforman la arquitectura de Los pasos revividos hablan de un viaje, de un estar y de una exposición; también creo que el viaje es un pretexto afortunado, que el estar es una circunstancia y la exposición una forma de vida; considero que este libro va mucho más allá de estos accidentes, ahonda en un vacío donde el gesto entre el lector y el autor se nos vuelve impostergable, y es así como lo vamos llenando, primero, con nuestra voz, después, con una historia sentimental que solo a cada uno de sus lectores compete. Me congratulo de ser un lector más de este libro, de haber conocido a su autor, de estar bajo su tutela y guía. Me congratulo de ser contemporáneo y cómplice de esa pasión que sin duda es y seguirá siendo Hugo Gutiérrez Vega. L


MILENIO

p. 09

sábado 3 de octubre de 2015

EN LIBRERÍAS

DOS VECES ÚNICA ELENA PONIATOWSKA Seix Barral México, 2015 516 pp. Para la autora, la presente novela, junto con Leonora y Tinísima,“pueden ser el punto de arranque para que un verdadero biógrafo rescate la vida y obra de personajes fundamentales en la historia y literatura de México”. Dos veces única tiene como protagonista a Lupe Marín, que fue esposa de Diego Rivera y del miembro de Contemporáneos Jorge Cuesta. Poniatowska recrea la vida de la Ciudad de México de los años veinte. Figuras no menos relevantes como Edward Weston, Tina Modotti, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia también hacen acto obligatorio de presencia.

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS WILLIAM GOLDING Alianza editorial España, 2015 286 pp. Poco más de 60 años nos separan de este clásico de la literatura inglesa y, sin embargo, seguimos volviendo a ella con el temblor y el arrobo que trajo su primera lectura. Esos 30 niños que sobreviven a un accidente aéreo en una isla desierta representan a un tiempo el impulso civilizatorio y la atracción que ejerce la barbarie. Son también la imagen de la infancia trastocada por los símbolos del poder: el fuego, el toque de la caracola, el mar brillante. Cualquier semejanza con Lost, la exitosa serie de televisión, no es mera coincidencia.

CUENTOS EDGAR ALLAN POE Alianza editorial España, 2015 637/ 567 pp. Dos volúmenes reúnen los 67 cuentos que Poe escribió durante su corta vida de dipsómano asaltado por visiones y fantasmas. Apuntan en varias direcciones: el terror en estado puro, el thriller policiaco, el encanto de lo sobrenatural, la conjetura filosófica, la distopía, la supervivencia del pasado. La traducción y el prólogo son de Julio Cortázar, otro virtuoso del cuento, quien no oculta su veneración y escribe: “lejos de alguien que lo acompañara y cuidara, Edgar estaba siempre perdido. El más solitario de los hombres no sabía estar solo”.

DISCURSO EN LA ACADEMIA SUECA PATRICK MODIANO Anagrama España, 2015 34 pp. El Premio Nobel de Literatura 2014, más que reticente al escrutinio del público y los periodistas, no se había plantado nunca ante una audiencia tan numerosa. A pesar de ello, sus palabras suenan seguras y tranquilas. Son esencialmente nostálgicas por una época en que el escritor experimentaba el paso lento del tiempo y por eso que ahora llamamos el don de la identificación con los personajes de una novela o un relato. Suenan asimismo tristes frente a la cada vez mayor debilidad de la memoria, amenazada por la marcha triunfal de la amnesia y el olvido.

MEDIO SIGLO DE ORO EDUARDO MOGA (EDITOR) Fondo de Cultura Económica México, 2015 369 pp. Entre los siglos XIII y XV, el catalán se expandió por la península ibérica, el sur de Italia, Nápoles y Atenas. Luego habría de contraerse ante el empuje del castellano. Renació a la sombra del romanticismo y vivió una nueva época de esplendor en la segunda mitad del siglo XX, gracias a la audacia de los poetas nacidos en las décadas de 1920 y 1930. Los quince que antologa Moga son herederos de este filón. El más veterano nació en 1952, el más joven en 1979. Los hay cívicos y atados a la realidad, y los hay impulsivos y enemigos de toda tradición.

NI SOMBRA DE DISTURBIO DE FERNANDO FERNÁNDEZ

EN EL HUERTO DE DIOS DE SILVIA TOMASA RIVERA

Desconfianza rigurosa POESÍA EN SEGUNDOS

N

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

i sombra de disturbio (AUIEO/ CONACULTA, 2014) de Fernando Fernández aborda en cinco ensayos cortos sobre Ramón López Velarde dos asuntos esenciales y tres secundarios. En el primer texto de relieve presenta la discusión del valor de las poesías iniciales, exhibe las opiniones canónicas y señala errores y erratas. En el segundo de importancia, “El enigmático caso de ‘El sueño de los guantes negros’ ”, sigue algunos juicios —no todos— sobre el famoso poema. Vuelve al misterio y a la biografía del apocalíptico poema y, con razón, reprocha al erudito José Luis Martínez la manera como completó los borrones y huecos de la pieza. En estos dos textos, Fernández procede ora con inteligencia, ora con buena pluma. En su escritura eficaz comprendemos las coordenadas de dos temas insoslayables y, en los otros tres capítulos, datos complementarios de riqueza evidente. Sin embargo, al final el lector siente inconformidad. Salvo pequeñas observaciones, no hay lectura nueva. Solo relectura. Fernández, el acérrimo crítico de Pacheco, no arriesga un punto de vista propio y soslaya la discusión, en el primer ensayo, con quienes sí encuentran piezas decisivas en las poesías inaugurales. Asimismo, a casi un siglo de la aparición de La sangre devota, es necesario ir más lejos y romper los clichés. “El sueño…” es un lugar privilegiado para esta operación. La pieza muestra, igual que “La suave Patria”, el vislumbre de una literatura con otros paradigmas: la desconfianza rigurosa hacia la vanguardia y la apertura de una experimentación e idiosincrasia insólitas a partir de Lugones y Góngora. Las rimas asonantes monorrimas, en eo, de “El sueño…”, y las consonantes monorrimas, de “La suave…”, solo son microscópicos indicadores —“a escala”— de esta distinta forma de modernidad que impresionaron a Borges y que hoy son una alternativa a la decadencia lírica. López Velarde experimentó en sentido contrario: en vez de eliminar el código tradicional, lo radicalizó y creó una ecuación psicológica que expresa las tribulaciones del hombre moderno. Pero Fernández no vio el asunto de fondo y no saltó de la descripción de los detalles necesarios al “misterio” y a los problemas urgentes: el fracaso de una poesía en la superficie de las palabras y la renovada presencia de López Velarde. En el huerto de Dios (UANL, 2014) de Silvia Tomasa Rivera leemos muchos poemas vigorosos y frescos. De un golpe, la poeta de El Higo, Veracruz, introduce en su vivaz realismo lírico el amor a Dios. De las composiciones sobre los abigeos muda a la mística Santa Teresa; de los relatos de la alta montaña húmeda nos lleva al océano árido de “El barco de Ávila [...] en la sierra de Gredos”. Entre el eco todavía vivo de Neruda —es increíble observar las reminiscencias de la poesía de animación primaria y amorosa— y la voz sencilla, insolente y fascinante de Sabines, Rivera palpa sin miedo la realidad y pulsa la emoción religiosa. Su sinceridad y plenitud, su lenguaje tan espontáneo, a pesar de los prosaísmos y disonancias, nos convence. Poemas y versos tan naturales y acogedores nos permiten leer sin reconcomios: “Rumbo al convento de Tormes/ los rayos de la luna/ caían abrazadores/ sobre los hábitos de las novicias.// Han cambiado sus hábitos/ pero sus cuerpos guardan/ el olor de los bosques”. José Joaquín Blanco tenía razón cuando dijo de la obra de Rivera: “Una poesía profunda, sin brumas ni orquestaciones efectistas… pequeños cantos que expresan, con nitidez y realidad envidiables, a la muchedumbre amorosa”. En nuestros tiempos de enormes ciudades, muchedumbres y redes, el amor y la sensualidad del cuerpo anhelan encontrar al otro en “la noche oscura”. Rivera fue a Ávila a buscar a Santa Teresa. En su desplante brusco y peculiar, la encontró con las palabras y con el cuerpo. L


CINE

sábado 3 de octubre de 2015

p. 10

LABERINTO

Isaac Ezban

“El tiempo nos controla a todos” El realizador mexicano debuta con El incidente, una acertada mezcla de thriller psicológico y ciencia ficción HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

ESPECIAL

U

n par de interminables historias.En la primera, unos hermanos son confrontados por un agente policial. En medio del conflicto, se desata una serie de eventos fuera de lo normal. La segunda refiere a los miembros de una familia que salen de vacaciones y a medida que pasa el tiempo se descubren en una carretera sin fin. Con ecos de ciencia ficción y thriller psicológico, El incidente marca el debut del realizador mexicano Isaac Ezban.

Sin embargo, estos autores no son fáciles de traducir en imagen, precisamente por la complejidad de sus estructuras.

Por eso es necesario tener conciencia de que son escrituras diferentes. En una novela, las palabras y su poética

Entre tanto guiño y homenaje a realizadores y escritores, ¿cómo conseguir un trabajo que no termine siendo un embutido?

Cuesta tanto hacer cine que no tiene caso hacerlo si no es para buscar algo original. La originalidad no significa descubrir el hilo negro; al contrario, consiste en tomar las referencias sin perder una línea propia.

Me llama la atención que entre sus referentes no mencione El ángel exterminador de Buñuel, una película que tiene una fuerte presencia en El incidente.

Es verdad. Me encanta y es un referente nacional en términos de thriller psicológico sobre personajes atrapados en un espacio. Mi siguiente película se parece aún más a El ángel exterminador.

El incidente es una película que, me da la impresión, se debe más a la literatura que al cine.

Como buen fan de la ciencia ficción tengo claro que la literatura es muy importante. Me gustan programas como La dimensión desconocida, pero cuando leí Cloud Atlas, de David Mitchell, se me voló la cabeza por la forma en que maneja las historias. Me inspiraron también García Márquez y Cortázar, la literatura de Ray Bradbury y Philip K. Dick, y, por supuesto, Stephen King. La visión de este tipo de autores marcó el rumbo de mi película.

me parece una buena metáfora de cómo nos quedamos atrapados en una situación. Gracias a la cinta de Moebius cada quien hace una lectura diferente. Además, me interesan las historias cíclicas. Christopher Nolan es uno de mis directores favoritos. El origen e Interestelar son películas que, tras llevarnos por un viaje, terminan donde empiezan.

son fundamentales; en cambio, en un guión la historia se cuenta mediante imágenes o acciones. No puedes decir “El hombre está triste” sino mostrar a un hombre llorando. Se apoya también en los contrastes de historias, movimientos de cámara, etcétera. ¿Estos recursos sirven para disimular la ausencia de efectos especiales?

Los contrastes fueron uno de mis puntos de partida. Para la historia de las escaleras necesitábamos una cámara móvil, por eso usamos el steadycam y el plano secuencia. En

cambio, en la carretera funcionaba la fotografía estática, a fin de remarcar la contemplación del paisaje y los personajes. Hicimos un shooting list muy preciso, tomamos muchas fotos de la locación. Cuando no tienes mucho presupuesto debes ser muy puntual en lo que quieres. Uno de los temas de la película es el tiempo. ¿Por qué le interesa y a qué obedece el recurso de la cinta de Moebius?

El tiempo es algo sobre lo que nadie tiene control y nos controla a todos. Tomé la cinta de Moebius porque

HOMBRE DE CELULOIDE

Una de las cosas que más expectativa genera dentro de su película es el final, que, por cierto, ha generado opiniones encontradas.

Siempre supe cómo tendría que terminar. Una buena película genera expectativas y aun así termina por sorprenderte. No quería que el filme se cayera, por eso el primer acto es muy intenso; el segundo, contemplativo; y el último, estridente. Entiendo que divida opiniones. Hay quienes dicen que no le entendieron y otros me cuestionan porque les parece sobre explicado. Estoy a gusto con ambas posiciones porque demuestran que hice una película que te deja pensando. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Con bastón y con gracia

Q

uien la haya visto… ¿cómo podría olvidar a Catherine Deneuve quitándose la blusa al ritmo del “Dueto de las flores” de Lakmé? Probablemente The Hunger fue la última película en que vimos a Deneuve resplandeciente. En L’homme qu’on aimait trop no. La obra de Téchiné desvaría un poco. Solo un poco, como ella. Y aun así, por su sensualidad un poco rancia, porque es Téchiné y porque es Deneuve desmaquillada, esto es cine que hay que ver. L’homme qu’on aimait trop es una de las pocas películas en que el director francés deja la exploración de la homosexualidad. En esta historia de casinos y mafia la sensualidad emerge de los paisajes marinos y del amor loco de una heredera por el abogado de su madre. Hay, además, un caso para el inspector del pueblo, tres millones de francos involucrados y un crimen real que sucedió hace casi cuarenta años. Todo se combina para dar a la película el sabor local que ha hecho universal al cine de Francia. Y con la crisis de Europa es posible argüir, además, que L’homme qu’on aimait trop es una metáfora de lo que sucedió con las clases trabajadoras en esa Europa que de pronto se sintió suficientemente pujante como para embarcarse en la aventura de La Unión. Pero los culpables de la crisis no son

aquí los capitalistas (¿cómo podrían serlo, si los héroes son dueños de un casino?). Los culpables son, como se usa en Francia, los izquierdistas o, al menos, un abogado de izquierdas que decide aliarse con la mafia italiana para apropiarse de un negocio local y volverlo global. La dirección, el “cámara en mano”, los cortes bruscos y una que otra escena que parecen no conducir a ninguna parte, todo recuerda ese cine en que se miraba la vida con el placer de un mirón. Por mirarla y ya. Sin necesidad de justificaciones. La trama es un pretexto para filmar dos o tres escenas: una muchacha que baila como africana, una niña que se resiste al ballet, una diva cansada que canta canciones de rock. Y al fondo brilla el Mediterráneo. La imagen es deslavada. La textura imita el color de las películas Agfa, tal vez, como recordatorio de que por más que esto se filmó en la primera mitad del siglo XXI Téchiné sigue siendo pilar del gran cine francés, ese que tiene otro ritmo, un aliento distinto al cine al que nos ha acostumbrado la industria de California, siempre en tres actos, siempre lleno de diálogos chuscos. Aquí no. Téchiné trabaja como antaño: uno describe la escena y otro le pone diálogos. Es un trabajo en equipo. Como un retablo medieval.

L’homme qu’on aimait trop (Riviera francesa). dirección: André Téchiné. con Catherine Deneuve, Guillaume Canet, Adéle Haenel. Francia, 2014.

L’homme qu’on aimait trop cuenta varias historias interesantes que no parecen estar del todo pegadas. El producto sabe añejo y sabe bien. Quien se haya enamorado de Alain Delon, Brigitte Bardot, la Adjani o JeanPaul Belmondo no encontrará grandes bellezas pero sí el sabor, la neuma, el recuerdo nostálgico de otro tiempo del cine. Cuando lo veíamos fumando. Cuando la Nueva Ola comenzaba a pasar de moda y Téchiné era una joven promesa que hoy sigue siendo realidad. L


MILENIO

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sábado 3 de octubre de 2015

ESCENARIOS

CNT/ SERGIO CARREÓN

Medea: más viva que el mito MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

E

Eduardo López y Enrique Ballesté

La última función de Enrique Ballesté El actor y dramaturgo murió el pasado 19 de septiembre, después de practicar un arte con vocación social TEATRO

U

n actor que hace mutis permanente al margen de la lente televisiva se va sin ruido, como si su arte fuera menor. No hay grabaciones que nos regalen algún recuerdo de quienes trabajaron a su lado, ni filas de gente que quiera tocar su ataúd. Sin funcionarios ni guardia de honor, flores, fotos, ni homenajes, para quienes lo vieron sobre el escenario queda la impresión emotiva que dejaron su voz, su cuerpo, su alma y su mirada entregados a dar vida a decenas de personajes que no podrán vivir más sin su sangre. Enrique Ballesté, dramaturgo, compositor, actor, músico y cantante, oriundo de la colonia Doctores en la Ciudad de México, nacido en 1946, falleció el pasado 19 de septiembre en San Luis Potosí, donde radicaba hace ya tiempo, y ensayaba, con la compañía El rinoceronte enamorado, Blackout de Jaime Chabaud, que estrenaría el 1 de octubre, y en la que interpretaría a un Rey Lear desmemoriado que se refugia en grietas de locura. Su texto dramático Vida y obra de Dalomismo, que ganó el Premio Celestino Gorostiza en 1969, lo dio a conocer como autor. Desde joven, Ballesté entendió el teatro “como una acción que debe ayudar a la comunidad” y, abrazando metas políticas y sociales, fundó el grupo Zumbón. Entrevistado en 2012 antes de la función de Papá está en la Atlántida de Javier Malpica, en la que a sus 66 años interpretaba a un niño, Ballesté habló de que el tiempo trascendió su objetivo: “La película Noviembre trata de lo que queríamos hacer desde que empezamos a actuar: cambiar el mundo con el teatro social. Y sí, podemos decir que ganamos huelgas, que incidimos en los movimientos, y que de alguna manera transformamos individualmente a la gente que nos ve”. Al decir nosotros, Ballesté se refería al actor Eduardo López, con quien entonces compartió escenario y que ahora estrenará Blackout. En su recorrido por distintas ciudades, algunas madres llegaron a decirle que vieron su teatro cuando eran niñas y que ahora traían a sus hijos. “Entonces sentí la responsabilidad de Prometeo

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegríamtz@gmail.com

de llevar el fuego cada día y eso lo reivindica a uno desde la entraña. Nací para hacer esto, fui tocado. Por eso mi mamá, que ha sido a veces mi mecenas, me pide que sea bueno en lo que hago, y en mis hermanas me cobijo porque me dicen sigue, escribe, canta, actúa”. “Cada función tiene su particularidad. Recuerdo mucho una, fuera de San Luis Potosí. Ya llevábamos cuatro horas de viaje y solo veíamos desierto. Después de un largo camino, se alcanzaba a ver por ahí una preparatoria. Los estudiantes estaban en la cancha de basquetbol con los suéteres en la cabeza y nos vieron llegar. Éramos dos hombres de la tercera edad, como esos viejitos que se presentan y uno no sabe si aplaudirles porque son viejos o porque son actores. Cuando terminó la obra, los estudiantes se me acercaron y me querían tocar. Ya no era yo el viejito, ya era el actor, el ser mágico que los dejó pensando: yo quiero hacer eso”. Para Enrique Ballesté fueron muchos los frentes de combate. No solo el socialismo o el anarquismo sino la reconsideración de que todos tenemos derecho a estudiar, a ser, y a cambiar las condiciones, porque nunca se deja de aprender en México, que es una nación de teatro. En una cárcel encontró hombres que habían ido a conseguir trabajo a Estados Unidos, como los padres del personaje que entonces representaba: “Podían ser los reos más peligrosos del mundo y a lo mejor dejaron a sus hijos, pero al ver nuestra obra percibían la oportunidad de arrepentirse, de saber que habían dejado algo muy valioso”. Seguro de saber lidiar al toro gracias a los primeros años de su vida en que hizo teatro de calle, a sus 66 años Enrique Ballesté se sentía aún nervioso al entrar a un teatro bien equipado y presentarse ante una audiencia asidua. Guardaba en su memoria una función en Xalapa, el Día Mundial del Teatro, cuando al final la gente no dejaba de aplaudir, porque, me confió con una sonrisa: “seguramente los jóvenes dijeron: mira, tenemos futuro; podemos llegar a esa edad y seguir haciendo teatro”. L

n ciudades fundadas bajo crímenes es difícil no encontrar a los salvajes. Medea, nacida bajo ese destino, aprendió a matar. Primero para apoyar a Jasón, su marido. Después para aniquilarlo a él y a sus hijos, por feminismo radical. Se negaba al sacrificio de la separación en tiempos violentos. En el amor no hay necesidad de dioses en venganzas humanas. Esa es la enseñanza de Eurípides con su tragedia que trae a Medea a la era moderna tan viva como su mito. Bajo el sufrimiento basta con pensar para romperlo y rebelarse. Medea es una “bárbara” que no da su brazo a torcer, no es séquito de un rey. No es mujer para vivir resguardada en los brazos de Jasón. Quiere igualdad, no migajas de poder patriarcal. Por eso el temor ante ella. Por eso la tragedia. Por eso en mujeres como ella la historia se repite y se adapta. Por eso hablo de Medea en tiempo presente. Medeas hay siempre, son más que un mito. La escritora Christa Wolf escribió la novela Medea, que propone la ucronía —la reconstrucción lógica aplicada a la historia— para mostrarnos que un mito puede ser verídico. Tenía que ser una mujer la que lo hiciera para acabar con la idea de una asesina por amor y despecho como cualquier criminal, y no en defensa de derechos igualitarios. Medea no fue la perdición de Jasón. Fue la traición de él. Lo que sigue es kilos de adaptaciones para teatro, cine, literatura y ensayos de diversa índole donde lo que sigue es la discusión interminable. Ahora Germán Castillo y Mansell Boyd hacen su creación inspirada en el mito. Osadamente, Castillo utiliza a tres actores como síntesis que profundiza en la tragedia en un solo hecho: el asesinato y sus razones. A excepción de Lorena Glinz, lástima de reparto porque la concepción de la obra, la escenografía de Gabriel Pascal y la música de Rodrigo Castillo Filomarino son excepcionales. José Alberto Gallardo como Jasón da buen físico pero mal temple actoral, y Dobrina Cristeva se queda en hembra brava—bella— pero con escasa calidad tonal. Glinz, en cambio, narra claramente la crónica de aquel desastre en los pueblos antiguos que son los de hoy. No es difícil darle la razón emocional a Medea cuando dice: “Empezamos por tener que comprar un esposo con dispendio de riquezas y tomar un amo de nuestro cuerpo, y este es el peor de los males. La prueba decisiva reside en tomar a uno malo o a uno bueno”. Mujeres, aprendan. Libérense antes de terminar matando. Se puede con uso de la razón, lejos del dolor o la frustración. Eurípides escribió la tragedia más desgarradora de un presagio que se repite en siglos: una mujer asesina a sus hijos. El autor no la juzga. La escucha. La deja confesar. Da sus razones y emociones. El espectador decide. El público calla junto con el coro. Germán Castillo escribe en el programa de mano que quisieron “llevar la estructura de este trabajo a la solidez seca, rotunda y ética—no moral— de la tragedia”. Lo lograron. Ojalá que el Jasón de hoy encuentre su medida en la Medea de hoy, sin crimen de por medio. L TEATRO UNAM

El montaje de Germán Castillo


VARIA

sábado 3 de octubre de 2015

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Palabras infinitas TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

U

na de las razones por las que soy escritor es que el lenguaje siempre me ha maravillado. El que podamos articular conceptos, deseos, imágenes y demás en forma de palabras es un prodigio. Se me pueden antojar unos tacos de lengua con mucha salsa roja; entonces echo a andar la más portentosa computadora jamás creada para decir “Se me antojan unos tacos de lengua con mucha salsa roja”, de tal modo que no solo expreso mi deseo, sino que lo hago con las justas concordancias de número, género y demás accidentes gramaticales. Quizá nunca he leído, escuchado o pronunciado el verbo “encomiar” en pospretérito, pero en el momento en que se me ofrezca, puedo echar mano de ese “encomiaría”. Una frase en apariencia tan sencilla como “Si hubiera sabido lo que iba a ocurrir le habría pedido que no fuera”, incluye una variedad de perspectivas, tiempos, realidades, imaginaciones, potencias, sospechas, pruritos y deseos que parece un milagro articularla y otro milagro entenderla. Me asombra la letra que da el sonido, la palabra que da el concepto, la frase que expresa la idea. ¿Cómo entonces no me iba a deslumbrar con la novela? ¿Y cómo no voy a admirar a esos autores que antes que construirlas con tramas interesantes, las tejen con un lenguaje pertinente, creativo y bello? Felipe Montes dice que una novela es un polímero de palabras. Esto no significa meramente un agregado o una suma casi

ME ASOMBRA LA LETRA QUE DA EL SONIDO, LA PALABRA QUE DA EL CONCEPTO, LA FRASE QUE EXPRESA LA IDEA. ¿CÓMO ENTONCES NO ME IBA A DESLUMBRAR CON LA NOVELA?

interminable, pues el polímero necesita una gramática química en la que todo puede estropearse si se coloca una letra o signo de puntuación fuera de lugar. Ahí está el ADN, que sabe castigar severamente los errores de ortografía. Una novela, además, empuja la mente hacia el infinito si alguien se pone a computar las distintas maneras en que se puede construir. El famoso número gúgol es una pequeñez insignificante si se compara con la cantidad de decisiones que toma un novelista para que su novela sea lo que es. El cerebro de Cervantes tomó un gúgol de decisiones apenas para escribir “En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo”. Un gúgol se alcanza con

LO QUE CONTEMPLAS

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que”. Intenté hacer un cálculo de las posibilidades que implica escribir el Quijote o Cien años de soledad, pero mi computadora tronó; tampoco hallé una calculadora en línea que no me marcara error o diera como respuesta “infinity”. Al final, me resultó más un ejercicio de lenguaje que matemático tratar de sumar las voces en los distintos diccionarios; con sus acepciones, declinaciones, modos verbales, formas con prefijos y sufijos, géneros, números y accidentes deja a cualquiera pasmado. Si Blake habló de ver la infinidad en la palma de la mano, seguramente fue porque en sus manos tenía una novela. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

ESPECIAL

Incomprensión

D

e lejos se diría una nueva barrera contra bombas. Estridente. Al acercarnos crece la confusión: las muchas toneladas de bronce de que se ha hecho jactancia, instaladas al fin en King Charles Island en Trafalgar Square, tras la estatua ecuestre de Carlos I y donde alguna vez se alzó la cruz de la procesión fúnebre de Leonor de Aquitania, ¿son muestra de escultura contemporánea? O la plaza, ¿es parque de atracciones? Eso se diría, por la cantidad de gente que se turna, alegre, para tomarse fotos de pie entre los dos dedos monstruosos como publicidad inflable (aunque es bronce, y pesa) que la señalan. Muchas personas, muchas fotos por minuto, y no importa la lluvia que no deja de caer. La plaza llena de gente: tropiezan entre la lluvia absortos en sus pantallas móviles, luego se ríen y posan, torpes, infantiles de todas las edades, solos o en grupo entre los dos dedos blancos como de plástico (pero es bronce) cuya ostentosa presencia apareció un día con fanfarria y explicación pegada a un costado de las bases cuadradas sin

arte ni armonía que los sostienen. El título, eufórico: Tú (tú de pie entre los dos dedos, para que no haya pierde). La explicación, solemne: “En un mundo predominantemente desigual, la escultura invita al espectador a cuestionarse sobre su postura sobre un tema tan importante como la igualdad entre los seres humanos”. ¿Es una broma? ¿Se compensa la siembra de chlichés con inflarlos en metros y toneladas? Y más abajo, el anuncio del concurso: tómate una selfie (esa nueva palabra tan verdaderamente autorretrato en nuestro vocabulario, que nos muestra tal y como, tristemente, somos), súbela a la App de descarga gratuita y gánate un viaje de lujo para dos a México. ¿Otra broma? ¿Qué es esto? Gran acto del año de intercambio entre México y el Reino Unido, la escultura de Rivelino, la gente feliz bajo la lluvia posando o tomándose sus selfies. La igualdad a que aspiramos, ¿es este nuevo arte de patio de recreo? ¿Es esta perpetua distracción, la infantilización colectiva, esta confusión entre publicidad y arte, entre

adrianadiazenciso@gmail.com

La escultura de Rivelino en Trafalgar Square

vulgaridad y democracia? La ideal semejanza de lo humano, ¿es la estolidez global? ¿Soy una aguafiestas? ¿Hay alguien aquí, entre la ensopada multitud en Trafalgar Square, que tampoco entienda? ¿Hay alguien que me pueda explicar? Y allá en México las fosas comunes; los desaparecidos sin dedos que los señalen. ¿La opinión mundial? Dos dedos de premio. ¿Qué llamamos arte, qué significa, qué lugar ocupa en la vida humana? ¿Qué cultura es ésta hecha de inanidad, complacencia, esta insaciable sed de diversión y distracción y circo? ¿Dónde enterramos el cadáver de lo sutil? Horas después, de noche y ya sin lluvia, ¿dónde están, para qué sirven, qué alimento le dan a nadie todas esas fotos? ¿Y quiénes, con qué criterios, son los jueces del concurso? Y en el pavimento la hoja de bordes curvados, ocre, perfecta y reluciente tras la lluvia en el primer día del otoño. L


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