Laberinto
LA ESCRITORA DEL PERRITO víctor núñez jaime p. 12
HENNING MANKELL (1948-2015)
carlos rubio rosell p. 08
MILENIO
NÚM. 643
sábado 10 de octubre de 2015 FOTO: REUTERS
Nobel de Literatura 2015
SVETLANA ALEXIEVICH
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ANTESALA
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LABERINTO
JUAN CORREA
El infierno del ego AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
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a terrible obligación de ser está fuera de nuestro mundo, en otro que no podemos abarcar, comprender o conocer. La conciencia de nuestros actos es el primer paso, noción horrible, a partir de ese momento la causa y el efecto nos darán una guía. Juan Correa pintó su extraordinaria obra la Expulsión del Paraíso en 1680, su composición parece inspirada en el Paraíso perdido de John Milton publicado en 1667. El drama de esta fábula está en que Adán y Eva no tienen opción, no hay posibilidad de hacer una elección correcta en la ignorancia de una realidad voraz con nuestras fallas. Son seres amorales y su expulsión, como el príncipe Siddhartha, los inicia en el difícil camino de adquirir una ética personal. En ese momento entran al primer estado moral, el del miedo, actúan siguiendo la autoridad de un ser más poderoso. La composición es idéntica a la descripción de Milton: en un ángulo están Adán y Eva, vestidos, conscientes de su desnudez, una de las primeras manifestaciones de la conciencia es la vergüenza. En el poema de Milton la serpiente le habla a Eva durante un sueño, la irrealidad es el territorio del ego que pide y ofrece banalidades, por eso no aparece en la pintura, porque el acto de ceder se ha consumado. La pareja está de rodillas, la tragedia es que apenas saben que su falta fue seguir la voz del ego, que los despojó de la paz de no desear y emprenden con dolor su viaje al conocimiento de la realidad y
ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com
de ellos mismos, el miedo a ese trayecto espantoso, sin certezas, los hace suplicar un regreso imposible. A un lado están un conejo, que es la lujuria, una ardilla que es la astucia y maldad del Diablo. El arcángel Miguel, como en el poema, cumple la misión de expulsarlos del Paraíso, señala el cielo con la espada de fuego, les reprocha la dimensión de su falta y les advierte que aunque aspiren al perdón jamás regresarán a ese Paraíso marcado por un umbral simbólico, translúcido, triangular porque es divino, es la frontera entre la vida espiritual y la vida material, entre la satisfacción y la insatisfacción. El árbol es símbolo de la materialidad que crea ataduras, evoca a la vegetación de la Nueva España, los pensadores novohispanos especulaban que el Paraíso recobrado estaba en este continente, el Diluvio no había castigado sus tierras en las que iniciaría una nueva era de Adán. El árbol cargado de frutos es hermano del Árbol florido de los mexicas, del jardín del palacio donde habitaban los Padres Divinos, germinado de semillas-corazones, sus ramas sangraron cuando los hijos desobedientes las cortaron violando su abundancia. Los Padres los expulsaron, condenándolos a habitar en esta realidad. Milton canta: “Happiness in his power left free to will. Left to his own free-will, his will through free… Yet mutable”. Controlamos nuestra felicidad pero la libertad la puede convertir en otra cosa, la mutabilidad de la voluntad es una característica de esa libertad. La abundancia que han perdido Adán y Eva es la de la satisfacción, ignorando la voz del ego tenemos lo que necesitamos, eso nos hace verdaderamente libres, porque nos tenemos a nosotros mismos, somos uno. El trabajo cotidiano que ahora tienen como castigo es
Expulsión del Paraíso, siglo XVII
saber cuál es la satisfacción real y el hambre a la que el ego nos condena. Este castigo los empujará al proceso que da sentido a la existencia: conocerse, saber que son débiles, que solo formando su propia ética tendrán una razón de ser, que esa sabiduría los mantendrá lejos de la tiranía del ego. L
Se estrelló contra el muro: empezaba mal su vida de fantasma. ESPECIAL
Henning Mankell, adiós AMBOS MUNDOS
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a novela negra es una de las expresiones más interesantes de la novela contemporánea, qué duda cabe, y por eso alguien como el sueco Henning Mankell, muerto este lunes a los 67 años —edad en la que ya no es normal morir—, merece ser recordado y probablemente celebrado. Para ubicar su obra vale la pena hacer un rápido recuento de la novela negra. El género comienza en abril de 1841, con la publicación de Los crímenes de la rue Morgue, de Edgar Allan Poe, en la revista Graham’s Magazine de Filadelfia. A partir de ahí seguirían otros cuentos detectivescos de Poe que darían pie a la novela inglesa de detectives, con Conan Doyle y Agatha Christie, a los que vino a sumarse el belga Georges Simenon, una gran influencia para Henning Mankell. En esta tradición, la novela negra es un enigma que desafía la inteligencia de un hombre brillante y aristocrático: el detective. Este es el formato de Sherlock Holmes, Hercules Poirot y el inspector Maigret. Las novelas transcurren en ambientes elegantes. Se busca el crimen
SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores
perfecto y ciertos espíritus nobles consideran el asesinato como una de las bellas artes. Al llegar a Estados Unidos la novela negra se desclasa y baja de categoría social. Los criminales son escorias de barriada, jefes de bandas, estafadores y secuestradores que extorsionan y trafican con alcohol o drogas. Los detectives también bajan su perfil y ahora son solitarios, alcohólicos y depresivos. Es el caso de Philip Marlowe en las novelas de Raymond Chandler, o de Sam Spade, el de Dashiell Hammet. La novela es un tratado sociológico sobre las ciudades. Este es el formato que llega a América Latina y España: la novela sociológica urbana que retrata su psique atormentada a través de los crímenes, pero le agrega el compromiso político de los años setenta y ochenta del pasado siglo. Está el mexicano Paco Ignacio Taibo II, creador del “neo policial latinoamericano”, y Manuel Vázquez Montalbán, mostrando los retruécanos de la realidad en la España pre y post franquista. Más adelante surgirá Leonardo Padura, en
Cuba, con un detective semi alcohólico, Mario Conde, que sueña con ser escritor y lucha contra la corrupción. La novela negra sueca o nórdica de la que Mankell fue abanderado se parece a esta última, aunque un poco más globalizada: por un lado muestra las desgracias de una sociedad que el resto del mundo veía como perfecta, la nórdica, a través de la ciudad de Ystad, donde transcurren las novelas de Kurt Wallander, pero también se va a controversias más universales y de rabiosa actualidad como el imperialismo chino en África, la situación de los inmigrantes en Europa o la causa a favor de Palestina. Mankell quiso hacer un poco mejor el mundo a través de sus denuncias literarias, pero también con un compromiso personal y una coherencia que son ejemplo para sus colegas y lectores. Por eso desde esta lejana —para él— esquina del mundo le decimos: “Descanse en paz, maestro”. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
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ANTESALA
ESPECIAL
× R O D O L FO
H ÄS L E R ×
Berna Este poema pertenece al libro Cabeza de ébano, publicado por Ediciones Igitur (Barcelona)
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A mi padre
esde arriba contemplo a la bestia dentuda y recuerdo que en la infancia jugaba con una réplica en peluche, mucho menos imponente, presente en la formación de todo niño alpino. El foso es la salida del laberinto medieval, un camino sinuoso de piedra arenisca ocre en la que han sido labradas las agujas más sorprendentes y las ventanas de las viviendas. En una de ellas, mi padre, que ahora es mi hijo, tocaba la viola con método insistente mientras yo aprendía el dialecto gótico de mis antepasados. Los almacenes subterráneos de patatas y manzanas, los barriles de mosto campesino, las sedes de los gremios y sus emblemas, la cigüeña azul, el devorador de niños, la carpa dorada o el ojo de la aguja acaban en la rueda de la muerte que acucia a los berneses junto al símbolo del oso, el animal. Desde la altura de la nieve desciendo a la casa de las bestias, y apoyado en el borde, me asomo a ver sus fauces.
× E X L I B R I S × E KO × R A FA E L Y FO R N A R I N A ×
La portera CARACTERES
ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx
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unque su trabajo (que es también su vocación y llega a fundirse con su persona misma) las destina a custodiar las puertas de la calle, estas mujeres singulares ejercen el don de la ubicuidad. Como las sirvientas que retrató socarronamente Jorge Ibargüengoitia, viven en la azotea y tienen más luz natural y mejor panorama que cualquier inquilino o condómino. Pero la parte sustantiva de su tiempo transcurre en una zona equidistante del suelo y del cielo: los pasillos, desde donde atisban con sigilo y escuchan a hurtadillas todo lo que pasa a su alrededor. En los edificios clasemedieros del Distrito Federal, construidos hace varias décadas y ya obsolescentes, se les tolera vivir con sus hijos (muchos por lo general) y su madre (si la tienen) y quizás un primo (sospechoso de ser su amante) y, a falta de un lugar donde permanecer junto a la puerta, se les requiere asomarse de vez en cuando y (según la fórmula clásica) estar pendientes para ver qué se ofrece. En los edificios más pretenciosos, estas buenas mujeres han ido perdiendo sus empleos en favor de un ejército de varones no tan inquisitivos, cuya disciplina casi militar consiste en ver a todas horas el televisor colocado en el escritorio desde el que deberían vigilar las entradas y salidas, platicar largamente en la calle con otros porteros igual de ociosos y, aunque conozcan a los visitantes, llamar a los residentes para que los identifiquen. No es el caso, por fortuna, de tu edificio (para ser exactos: del edificio donde vives), que cuenta con una portera a la antigua usanza, de nombre Severina, aunque se la conoce como doña Severa por dos razones: porque a las encargadas de la portería y de otros servicios domésticos, si son tanto o más viejas que uno, se las trata de doñas, y porque ella se ufana de su severidad. Cómo le gusta a doña Severa denunciar y fustigar los pecados del prójimo. Que si el señor del 3 le pega a su mujer. Que si la chaparrita del 5 regaña todo el día a su esposo. Que si el chavo del 6 fuma mota. Que si las rorras rusas del 9 son teiboleras y reciben clientes en su depto y viera usted hasta dónde se oyen los gemidos. Pero si alguna vez le dices que ella también tiene lo suyo, y que su hija mete al novio a escondidas en el edificio, y que sus hijos y nietos y otros parientes suman 40 personas que no paran de ir y venir y comer y beber y hacer fiestas como si estuvieran en su casa, doña Severa se indigna y jura que nada de eso es cierto y que ella no le entra a los chismes. La otra noche, influida acaso por un programa que vio en la televisión cultural, doña Severa la portera soñó que, como a sus colegas parisienses, la llamaban conserje y la alojaban a la entrada del edificio en un bonito pabellón desde cuyas ventanas espiaba a los vecinos. A los que salían a deshoras. A los que llegaban borrachos. A la gente que estaba de visita. Y que se quedaba a dormir. Y que no era el marido de la señora visitada. Y se escabullía al amanecer, pegado a la pared como una sombra. L
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Svetlana Alexievich
“La gente aún cree en el poder de la palabra” Damos a conocer a la ganadora del Premio Nobel de Literatura con una entrevista que concedió en semanas recientes, una estampa autobiográfica traducida directamente del ruso y un fragmento de La fin de l’homme rouge ou le temps du désenchantement (Actes Sud, 2013), su último libro, en el que sublima el estilo polifónico que utilizó en Voces de Chernobyl, Los últimos testigos y La guerra no tiene rostro femenino. La Academia Sueca reconoce por fin que la crónica periodística, cuando se escribe con brillantez y coraje, es también un género literario.
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l número más reciente de la revista francesa Cassandre/ Horschamp publica una entrevista de Marina Skalova con la ganadora del Nobel de Literatura, para quien la Historia debe ser ante todo una escritura habitada por las voces de aquellos que su realidad ha condenado al anonimato y al silencio. Como lo reitera en cada uno de sus libros, la historia de la utopía soviética no puede contarse sin las emociones y experiencias de quienes la vivieron y que ningún archivo o crónica oficial consigna. Los testimonios de la “gente común” constituyen su materia de escritura, basada en el arte de la escucha y de la composición. “Para ser justo, el escritor debe mostrar el mundo con todos sus detalles”, y, por ello, a sus entrevistados, Svetlana Alexievich no suele preguntarles acerca del socialismo, sino del amor, los celos, la infancia, los bailes o incluso los cortes de cabello, “todos esos detalles de una vida que desapareció” con la Unión Soviética. Su propia voz busca hacerse discreta para que pueda ser escuchada la palabra del otro, pues se concibe a sí misma más como un cómplice que como un autor. Considerada disidente política por los regímenes ruso y bielorruso, Alexievich sigue consagrando su escritura a las voces de los “olvidados por la historia, pertenecientes a un pueblo privado de memoria”.
blo ya no es el mismo y Putin tampoco. El hombre ruso humillado, ofendido, al que el advenimiento del capitalismo le ha robado todo, busca vengarse. Y Putin reclama también su revancha. Los que apoyamos en su momento a Gorbachov hoy estamos estupefactos. Invertimos tanta energía para construir una sociedad nueva y todo lo que hemos logrado obtener como resultado es un desastre total. El país se transforma progresivamente en un imperio nacionalista. […] Lo más terrible para nosotros, los demócratas, es cuando vemos que Putin cuenta con el apoyo del 85% de la población. Ya nadie habla de libertad, solo se habla del gran imperio ruso. Y nosotros, los disidentes, somos, según la terminología de Putin, unos traidores a la nación. Pero no toda Rusia ha perdido aún la cabeza. Mi libro se lee y discute en Internet, provoca debates. En él la gente busca respuestas a la pregunta: ¿por qué el pasado no se queda nunca atrás sino que está siempre delante nuestro? Aunque esas personas sean minoritarias, existen.
¿Podría decirnos cómo recibieron la sociedad rusa y las antiguas repúblicas soviéticas su último libro, El fin del hombre rojo?
Con frecuencia me preguntan: ¿de dónde saca sus personajes? A lo que respondo: empuje la puerta de cualquier casa, póngase a hablar con cualquiera de nosotros y en unos instantes sentirá cómo va descendiendo hasta el fondo, en el abismo de los llantos y el sufrimiento, que no tiene fin. El Gulag, la Segunda Guerra Mundial, Chernobyl…, traumatismos como ésos los soporta la mayor parte de las generaciones. Pero para nosotros no ha habido ninguna generación sin guerra, cada una ha tenido la suya. No nos hemos podido dar el lujo de pensar en lo que sería tener un psiquismo normal. Estamos todos profundamente enfermos y aún por más largo tiempo. En cada uno de mis libros he explorado esos hoyos negros de donde surge nuestra memoria, como una matriz oscura. Recuerdo los años noventa, cuando creíamos que otra vida estaba a punto de surgir, que viviríamos como todo el mundo, pero no lo hemos conseguido. Rusia no es Europa, es una civilización aparte. Todo es ahí absolutamente singular, incluso la democracia. No se tiene el derecho de cuestionar la versión oficial, estalinista, de la Segunda Guerra Mundial. Se está eliminando de los
Un drástico cambio político se ha producido en Rusia y ha sido realizado por Putin. El Putin que reina actualmente no es en absoluto el mismo que accedió al poder hace quince años, justo después de Yeltsin. En aquella época, se hacía pasar por demócrata. Ahora el pue-
ESPECIAL
La experiencia soviética se encuentra en el origen de traumatismos psíquicos profundos, lo cual aparece de manera flagrante en sus libros. ¿Piensa que esos traumatismos podrán superarse? ¿Cuántas generaciones cree que se necesitarán?
programas escolares y universitarios El archipiélago Gulag de Solyenitsin. Tengo la sensación de que en la época soviética era una disidente con respecto al poder en turno y de que ahora lo soy con respecto a mi propio pueblo. Su libro Los muchachos de zinc desató un escándalo en su país puesto que destruía el mito del guerrero heroico. Sus libros no se publican en Bielorrusia, pues forma usted parte de la oposición a Aleksandr Lukashenko. ¿Cuál es su relación con su país de origen?
Se me juzgó ante un tribunal por Los muchachos de zinc, que consagré a la guerra soviética en Afganistán. Los diarios me acusaron de insulto al ejército ruso. La perestroika ya había comenzado, si no me hubieran enviado derecho a Siberia. No podría decir que la actual Bielorrusia puede distinguirse en algo de Rusia. Tenemos el mismo régimen autoritario. La única diferencia consiste en que somos un país pequeño que no tiene armas nucleares. En su último libro escribe: “Una barricada es un sitio peligroso para un artista. Una trampa. En las barricadas, los ojos se nublan, la pupila se retracta y el mundo pierde sus colores”. ¿No tiene la impresión de estar en las barricadas? ¿Cómo concibe el papel de lo político en su trabajo artístico?
Dejé Bielorrusia por motivos políticos. Era una manera de resistir a la dictadura de Lukashenko, que estaba instaurándose. Pero había también otro motivo que era más bien estético. Sentía que la barricada era un lugar peligroso para un artista pues enturbia la vista, distorsiona el oído, falsea nuestra visión del mundo. Desde la barricada, se pierde de vista lo humano, su multiplicidad, sus contradicciones, sus matices. Cuando se está en una barricada, no se ve el objetivo. Para un artista, es un suicidio. La barricada es una trampa para él ya que crea un mundo en blanco y negro, unidimensional: nosotros contra los demás. Todos los matices desaparecen. Quería recobrar una vista normal. Primero viví en Italia, después en Francia, Alemania y Suecia. Durante ese periodo, participé en todo lo que ocurría en mi país. Mi voz nunca desapareció. Desconfío de la revolución porque no será al final sino una revuelta absurda y estéril, como decían los clásicos. Pero los escritores no pueden nunca contentarse con permanecer al margen. En los países soviéticos, la gente sigue creyendo en el poder de la palabra. Es imposible alejarse completamente de la barricada pero hay que considerar al artista por sí mismo y preservarlo. La singularidad de su trabajo reside también en que da la palabra a las mujeres, que han sido siempre dejadas de lado por la historia oficial. ¿Cómo calificaría el lugar que ocupan las mujeres en la antigua Unión Soviética?
Para responderle, lo haré en pocas palabras: me gustaría que nuestro próximo presidente fuera una mujer. Así, podríamos tener una Bielorrusia nueva. Rusia sería también diferente si una mujer estuviera en el poder. Me di cuenta de esto cuando una vez vi la casa de una madre en el momento en que hacían entrar el ataúd de su hijo. Gritaba tan fuerte y arrancaba pedazos de fierro del ataúd que arrojaba al rostro de los hombres que iban cargándolo. Su grito no era un grito humano, era el de un animal. El amor del dios Marte es algo que pertenece al mundo de los hombres que es por ahora el mundo en el que vivimos. Un mundo en el que más vale ser una mujer que un hombre. L Traducción del francés de Melina Balcázar.
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LITERATURA
VASILY FEDOSENKO/ REUTERS
políticos, no los soldados, ni los historiadores. Sino los testigos más imparciales. La guerra vista por los ojos infantiles es aún más terrible...
EL TERCER LIBRO Los muchachos de zinc
El libro sobre la guerra, que fue desconocida y escondida al propio pueblo, la guerra del ejército soviético en Afganistán. La gente la adivinaba solamente por los ataúdes de zinc que llegaban del país desconocido. Esta ya era otra guerra y la gente en ella era otra. Después veremos gente así en nuevas guerras: en Yugoslavia, Chechenia, en Karabaj... Me preguntan a menudo: ¿por qué tantos libros sobre la guerra? ¿Usted es mujer, y sobre la guerra escriben habitualmente los hombres? Porque no tuvimos otra historia, toda nuestra historia es militar. O combatíamos o nos preparábamos para la guerra. De otro modo no vivimos nunca. Ni siquiera sospechábamos lo militares que éramos. Nuestros héroes, nuestros ideales, nuestras ideas sobre la vida eran militares. Es por eso que fluye tan fácilmente la sangre en la tierra del antiguo imperio.
EL CUARTO LIBRO
En lugar de biografía
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SVETLANA ALEXIEVICH
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urante mucho tiempo busqué el género que respondiera a la forma en que veo el mundo. Cómo está construida mi visión, lo que escucho... Me probaba a mí misma.... Escogí el género de las voces humanas... Examino mis libros y escucho en las calles. Detrás de la ventana. En ellos las personas reales dan cuenta de los acontecimientos principales de nuestro tiempo: la guerra, el desmoronamiento del imperio socialista, Chernobyl, todo lo que constituye la historia del país, la historia general. Lo antiguo y lo novísimo. Y en cada caso, la historia del propio y pequeño destino humano. Hoy, cuando el mundo y la persona han alcanzado tantas variantes y semblantes (el arte cada vez más reconoce su propia debilidad), y lo documental en el arte se ha convertido en algo cada vez más interesante, es imposible ya presentar sin este factor el cuadro completo de nuestro mundo. Él nos acerca a la realidad, nos afianza e impregna los originales del pasado y de lo que sucede en la actualidad. Tras más de veinte años de trabajo con material documental, habiendo escrito cinco libros, me persuado todo el tiempo y me repito que son muchas las cosas que ni siquiera sospechamos, ni adivinamos, y que todo lo no conocido desaparece sin dejar huella. Pero no escribo la historia seca, desnuda, del hecho, del acontecimiento; escribo la historia de los sentimientos. La historia de lo que se deja pasar. ¿Qué pensaba la persona, qué comprendía y recordaba durante el acontecimiento? ¿En qué creía o no creía, qué ilusiones tenía, qué esperanzas, qué miedos? Qué había comprendido de él mismo y del mundo... Todo lo que es imposible de imaginar, de inventar, en tal cantidad de minucias y detalles auténticos. Con rapidez olvidamos lo que fuimos hace diez, veinte, o cincuenta años. Y a veces nos avergonzamos, o no creemos que así o asá fuimos alguna vez. El arte puede inventar, pero el documento no engaña... Aunque el documento también sea la voluntad de alguien, la pasión de alguien. Pero colmo el mundo de mis libros de mil voces, destinos, mil trozos de nuestra vida cotidiana y nuestra existencia. Escribo cada uno de mis libros de cuatro a siete años, me encuentro y hablo, hago anotaciones de 500 a 700 personas. Mi crónica abarca decenas de generaciones. Comienza con relatos de personas que recordaban revoluciones, que pasaron guerras, los campamentos de Stalin, hasta llegar a nuestros días: casi 100 años. La historia del alma, del alma rusa. O, exactamente, del alma ruso-soviética. La historia de la gran y terrible utopía del comunismo, idea que no ha muerto del todo no solo en Rusia sino también en todo el mundo. Todavía intentará atraer las mentes humanas. Y yo quería dejar los relatos de sus propios testigos y participantes. Mi crónica continúa. Voy por el tiempo con mis héroes.
¿QUIÉN ES? Svetlana Alexievich (1948), de padre bielorruso y madre ucraniana, vivió sus años infantiles en una aldea bielorrusa, donde sus padres eran maestros. En 1967 ingresó a la Facultad de Periodismo de la Universidad Estatal de Minsk. Recibió una fuerte influencia del escritor Ales Adamovich, firme partidario de la “novela catedral”, “la prosa épica coral”. Svetlana Alexievich encontró su voz en esa experiencia comunitaria: sus libros son la crónica de lo que le ha pasado a la gente de su entorno en los últimos 100 años. Alguna vez afirmó: “Sí, veo y oigo el mundo a través de las voces, a través de los detalles de la vida cotidiana y la existencia. Estoy muy dispuesta por mi vista y mi oído. Y todo lo que hice, lo que fui, resultó necesario, porque fue necesario ser a un mismo tiempo escritora, periodista, socióloga, psicoanalista y hasta predicadora”. JORGE BUSTAMANTE GARCÍA
EL PRIMER LIBRO
La guerra no tiene rostro femenino
En los frentes de la Gran Guerra Patria en el ejército soviético combatieron más de un millón de mujeres. La mayoría de ellas tomó parte en la resistencia guerrillera y clandestina. Tenían de 15 a 30 años de edad. Dominaban todas las especialidades militares: aviadoras, tanquistas, francotiradoras, manejaban ametralladoras y armas automáticas... Las mujeres no solo salvaban, como lo habían hecho antes trabajando como hermanas de la caridad y como médicos, sino que también mataban. En el libro las mujeres cuentan la guerra, lo que los hombres no nos habían contado. De tal guerra no sabíamos. Los hombres hablaban de las hazañas, del movimiento de los frentes y los jefes militares, y las mujeres hablaban de otra cosa: de lo terrible que era matar la primera vez… o ir después del combate por donde yacían los muertos. Yacían desparramados, como papas. Todos eran jóvenes, una pena por todos, ya fueran alemanes o soldados rusos. Después de la guerra las mujeres tuvieron todavía una guerra más. Escondieron sus libretitas militares, sus informes sobre las heridas, porque era necesario de nuevo aprender a sonreír, llevar tacones altos y casarse. Y los hombres olvidaron a sus amigas de combate, las traicionaron. Les robaron la Victoria. No la compartieron.
Voces de Chernobyl (Crónica del futuro) Después de Chernobyl vivimos en otro mundo. Pero coincidieron dos catástrofes: una espacial representada en Chernobyl, y otra social cuando se sumergió el enorme continente socialista. Y este segundo naufragio eclipsó la primera catástrofe porque nos es más próximo y entendible. Lo que sucedió en Chernobyl fue la primera vez que ocurrió en la tierra, y somos las primeras personas que sobrevivimos a ello. Convivimos con eso, en nosotros algo sucede: cambios en la composición sanguínea, en el código genético, desaparece el paisaje conocido... Pero para la interpretación son necesarias otras experiencias humanas y otro instrumento interior, que todavía no tenemos. Nuestra vista, nuestro olfato no ve y no oye al nuevo enemigo, el enemigo, diría yo, del futuro: la radiación; incluso nuestras palabras y sentimientos no están adaptados a lo que ha pasado, y toda la experiencia de sufrimientos, que es nuestra historia, no ayuda aquí. La medida del horror es para nosotros una: la guerra. Más allá la conciencia no se mueve. Se congela. Es difícil defenderse de lo que no sabemos. De lo que la humanidad no sabe. Alguna vez estos años, nuestros años, los años de Chernobyl, serán mitológicos. Las nuevas generaciones, una tras otra, voltearán hacia atrás, hacia nosotros y se preguntarán: ¿cómo sucedió todo eso, qué gente vivió entonces, qué sentía, qué pensaba sobre lo que le sucedió, qué contó y qué recordó? Este libro no es sobre Chernobyl, es sobre el mundo después de Chernobyl. Los testigos cuentan su historia... Alcanzaron a contarla... Muchos de ellos han muerto ya... Pero nos han mandado una señal.
EL QUINTO LIBRO
El fin del hombre rojo o el tiempo del desencanto
EL SEGUNDO LIBRO
Sobre cómo la gente mataba y cómo la mataban, cómo construía y creía en una Gran Utopía, cómo la vida humana entre nosotros fue siempre igualada a algo: una idea, el Estado, el futuro. Vivíamos en las trincheras, en las barricadas, en las construcciones del socialismo. “¿Pero, –me preguntaba– todo esto es una verdad terrible, aunque no toda la verdad sobre el ser humano?” Así nació la idea del libro que en principio se llamaría El ciervo maravilloso de la caza eterna (cien relatos de amor ruso). Un libro sobre cómo el ciudadano ruso quiere ser feliz, sus sueños, pero no lo logra... ¿Por qué? ¿Y cómo se imagina la casa? ¿La felicidad? ¿El amor? ¿Y, al fin y al cabo, en qué radica para él el sentido de la vida? ¿Quiénes somos? La gente cambia. Nuestro mundo cambia. La crónica continúa. L
Los recuerdos de la guerra de aquellos que en la guerra tenían de 7 a 12 años. Sobre la guerra hablan los niños. No los
*Tomado de la página oficial de la autora. Traducción del ruso de Jorge Bustamante García.
Los últimos testigos (100 relatos no infantiles)
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Observaciones de u SVETLANA ALEXIEVICH
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stamos diciéndole adiós a la época soviética. A esta vida que fue la nuestra. Me esfuerzo por escuchar honestamente a todos los que participaron del drama socialista. El comunismo tenía un proyecto insensato: transformar al hombre “antiguo”, al viejo Adán. Y funcionó. Es tal vez lo único que funcionó. En setenta y tantos años, se creó en el laboratorio del marxismo-leninismo un tipo de hombre particular, el Homo sovieticus. Algunos lo consideran una figura trágica, otros lo tratan de sovok, de pobre soviético anticuado. Me parece conocer a este hombre, de hecho lo conozco muy bien, hemos vivido lado a lado durante muchos años. Él soy yo. Es las personas que frecuento, mis amigos, mis padres. He viajado a través de la ex Unión Soviética durante muchos años, porque los Homo sovieticus no solo son los rusos sino también los bielorrusos, los turcomanos, los ucranianos, los kasajos… Ahora vivimos en países diferentes, hablamos lenguas diferentes, pero no nos pueden confundir con nadie. ¡Se nos puede reconocer de inmediato! Nosotros, la gente del socialismo, somos iguales a todos los demás, y no somos iguales, tenemos nuestro propio léxico, nuestras propias concepciones del bien y del mal, héroes y mártires. Tenemos una relación particular con la muerte. En los relatos que consigno vuelven constantemente las palabras que hieren al oído, las palabras “disparar”, “fusilar”, “liquidar”, “enviar al matadero”, o incluso variantes soviéticas de la desaparición como “arresto”, “diez años sin derecho de correspondencia”, “emigración”. ¿Qué puede valer la vida humana si pensamos que, no hace mucho tiempo, millones de personas perecían de muerte violenta? Estamos llenos de odio y de prejuicios. Todos venimos de ahí, de este país que conoció el Gulag y una guerra espantosa. La colectivización, la desgulaquización, deportaciones de pueblos enteros… Era el socialismo, y era nuestra vida, así de simple. En esa época, se hablaba poco al respecto. Pero hoy que todo ha cambiado de manera irreversible, esta vida que era la nuestra interesa a todo el mundo, poco importa cómo era, era nuestra vida. Escribo, junto hebra por hebra, borona por borona, la historia del socialismo “doméstico”, “interior”. La manera en la que habitaba el alma de las personas. Eso siempre es lo que me atrae, ese pequeño espacio —el ser humano—. Un ser humano. En realidad, es ahí donde todo acontece. ¿Por qué hay en este libro tantos relatos de suicidios, y no de soviéticos ordinarios, con vidas soviéticas ordinarias? A final de cuentas, uno se suicida también por amor, por miedo a la vejez, o simplemente así nada más, por
ESPECIAL
curiosidad, por el deseo de descifrar el secreto de la muerte. Busqué entre aquellos que se habían adherido por completo al ideal, que lo habían integrado tan bien que era imposible extirpárselos: el Estado se había vuelto su universo, representaba todo, incluso su propia vida. No fueron capaces de abandonar la Historia, de decirle adiós, de ser felices de otra manera. De sumergir primero la cabeza… y de perderse en una existencia privada, como sucede hoy, cuando lo que era pequeño se ha vuelto tan grande. Las personas tienen ganas de vivir, simplemente, sin ideal sublime. Es una cosa que nunca se había producido en Rusia, y algo que no encontramos tampoco en la literatura rusa. En el fondo, somos unos guerreros. O porque estábamos en guerra o porque nos preparábamos para la guerra. Nunca vivimos de otra forma. Es de ahí de donde proviene nuestra psicología de militares. Incluso en tiempo de paz, todo era como en la guerra. Percutíamos el tambor, desplegábamos la bandera. Los corazones rebotaban en nuestros pechos. Las personas no se daban cuenta de su esclavitud e, incluso, amaban esta esclavitud. Yo también, me acuerdo: al acabar la escuela, toda nuestra clase deseaba ir a reclamar tierras vírgenes, despreciábamos a quienes no querían hacerlo, lamentábamos, al grado de llorar, que la revolución, la guerra civil, todo hubiera tenido lugar sin nosotros. Cuando uno mira hacia atrás, uno no regresa: ¿éramos realmente nosotros? ¿Era realmente yo? He revivido estos recuerdos al mismo tiempo que mis personajes. Uno de ellos me dijo: “Solo un soviético puede comprender a un soviético”. Todos teníamos una única y sola memoria comunista. Somos vecinos por la memoria. Mi padre se acordaba de que, por su parte, empezó a creer en el comunismo luego de que Gagarin voló al espacio. ¡Éramos los primeros! ¡Lo podíamos todo! Fue así como mi madre y él nos educaron. Yo fui octubrista, porté la divisa con el niñito rizado, fui pionera, komsomole.1 La desilusión vino más tarde. Luego de la perestroika, todo mundo esperaba la apertura de los archivos. Fueron abiertos. Y descubrimos una historia que nos había sido ocultada. “De los cien millones de personas que pueblan la Rusia soviética, debemos acarrear con nosotros ochenta millones. Con el resto no se puede tratar, hay que aniquilarlos” (Zinoviev, 1918.). “Ejecutar por ahorcamiento (y obligatoriamente por ahorcamiento, para que todo el mundo lo vea bien) al menos a mil koulajs inveterados, ricos… Tomar todo su trigo, tomar rehenes… Hacerlo de manera que el pueblo sepa de esto centenas de verstas a la redonda y que tiemble” (Lenin, 1918).
NOS FUE MÁS FÁCIL ACEPTAR EL DERRUMBE DE LA IDEA COMUNISTA PORQUE NO HABÍAMOS VIVIDO EN UNA ÉPOCA EN LA QUE ESTA IDEA ERA JOVEN Y FUERTE
“Moscú está literalmente muriendo de hambre, había dicho el profesor Kouznetsov a Trotski. Eso no es el hambre. Cuando Tito hizo el cerco de Jerusalén, las madres judías se comían a sus hijos. Cuando haya obligado a las madres a comerse a sus hijos, entonces podrán venir a decirme ‘Tenemos hambre’ ” (Trotski, 1919). Las personas leen los periódicos, las revistas y no dicen nada. Un horror insoportable se ha abatido sobre ellos. ¿Cómo vivir con eso? Muchos recibieron la verdad como un enemigo. Y la libertad también. “No conocemos nuestro país. No sabemos qué piensa la mayoría de las personas, las vemos, nos cruzamos con ellas en la calle todos los días, pero qué piensan, qué quieren, de eso no sabemos nada. Y sin embargo nos permitimos ponerles el ejemplo. No vamos a tardar mucho en saber todo, y entonces estaremos aterrados”, decía uno de mis amigos con quien solía pasar las noches platicando en mi cocina. Tenía discusiones con él. Era 1991. ¡Una época feliz! Creíamos que la libertad iba a comenzar al día siguiente, literalmente al otro día. A partir de nada, a partir de nuestros deseos. En el Cuaderno de apuntes de Shalamov encontramos esta frase: “Participé en una gran batalla perdida por una renovación efectiva de la vida”. Eso fue escrito por un hombre que había pasado diecisiete años en los campos de Stalin. La nostalgia del ideal estaba siempre ahí. Yo dividiría a los soviéticos en cuatro generaciones: la de Stalin, la de Kruschev, la de Bréznhev y la de Gorbachov. Yo formo parte de la última. Nos fue más fácil aceptar el derrumbe de la idea comunista porque no habíamos vivido en una época en la que esta idea era joven y fuerte, aureolada por la magia aún no disipada de un romanticismo desastroso y de esperanzas utópicas. Habíamos crecido bajo el reino de los dinosaurios del Kremlin. En una época vegetariana y templada.2 Los océanos de sangre vertida por el comunismo ya estaban olvidados. El énfasis seguía reprimiendo, pero ya sabíamos que era imposible dar vida a una utopía. ◆◆◆ Sucedió durante la primera guerra de Chechenia. En una estación, en Moscú, encontré a una mujer que venía de la región de Tambov. Iba a Chechenia para buscar a su hijo en la guerra. “No quiero que muera. No quiero que mate”. Su alma ya no estaba dominada por el Estado. Era una mujer libre. Las personas como ella eran pocas. En cambio había muchos que estaban irritados por la libertad: “Compré tres periódicos, y cada uno cuenta su verdad. Entonces ¿cuál es la verdadera? Antes, por la mañana, leíamos Pravda, y sabíamos todo. Comprendíamos todo”. Las personas anestesiadas por la idea emergían lentamente de su letargo. Si abordaba el tema del arrepentimiento, me respondían: “¿De qué debería arrepentirme?” Cada uno se sentía víctima pero no cómplice. Uno decía: “¡Yo también, yo estuve en un campo!”. Otro: “Yo en
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una cómplice la guerra”. Un tercero: “Yo reconstruí mi ciudad en ruinas, cargué ladrillos noche y día”. Era totalmente inesperado: todos estaban ebrios de libertad, pero no estaban preparados para ella. ¿Dónde estaba esta libertad? Únicamente en las cocinas donde, por costumbre, seguíamos hablando mal del poder. La tomábamos contra Yeltsin y Gorbachov. Contra Yeltsin, porque había traicionado a Rusia. ¿Y Gorbachov? Porque había traicionado todo. Todo el siglo XX. Aquí también, ahora, iba a ser como con los otros. Como en todo el mundo. Pensábamos que esta vez todo funcionaría. Rusia cambiada y detestaba estar cambiando. “El mongol inerte”, como decía Marx. ◆◆◆ La civilización soviética… Me apresto a consignar sus huellas. Rostros que conozco bien. Hago preguntas no sobre el socialismo, sino sobre el amor, los celos, la infancia, la vejez. Sobre la música, los bailes, los cortes de cabello. Sobre los miles de detalles de una vida que ha desaparecido. Es la única forma de insertar la catástrofe en un marco familiar y de tratar de contar algo. De adivinar algo. No termino de sorprenderme a qué grado es apasionante una vida humana ordinaria. Una cantidad infinita de verdades humanas. La historia solo se interesa por los hechos, las emociones; ésas se quedan siempre al margen. No es común dejarlas entrar en la historia. Yo, yo veo el mundo con los ojos de una literata y no de una historiadora. A mí me sorprende el ser humano. Mi padre ya no está aquí. Y no puedo terminar una conversación que tuve con él. Me había dicho que para ellos morir en la guerra era más fácil que para los jóvenes poco aguerridos que hoy día se hacen matar en Chechenia. En los años cuarenta, salían de un infierno para entrar a otro. Antes de la guerra, había estudiado en Minsk, en un instituto de periodismo. Se acordaba que a menudo, al regresar de vacaciones, no conocían a ningún profesor. Todos habían sido arrestados. No comprendían lo que pasaba, pero tenían miedo. También temían la guerra. No tuve muchas conversaciones francas con mi padre. Me compadecía. Y yo, ¿yo lo compadecía? Me es difícil responder a esta pregunta. Éramos despiadados con nuestros padres. Nos parecía que la libertad era muy simple. Al cabo de un tiempo muy corto, también nosotros nos doblegamos sobre este peso, porque nadie nos había enseñado la libertad. Solo nos enseñaron a morir por ella.
¡Y hela aquí, la libertad! ¿Así esperábamos que fuera? Estábamos listos a morir por nuestros ideales. A luchar por ellos. Pero lo que se vino fue una vida “a lo Chejov”. Sin historia. Todos los valores se derrumbaron, salvo los de la vida. De la vida en general. Los nuevos sueños son construirse una casa, comprarse un auto imponente, plantar matas de grosellas… Resultó que la libertad era la rehabilitación de este espíritu pequeño-burgués que se acostumbraba denigrar en Rusia. La libertad de Su Majestad el Consumo. La inmensidad de las tinieblas. Tinieblas llenas de una multitud de deseos, de instintos —de una vida humana secreta de la que no teníamos una idea aproximada—. Pasamos toda nuestra historia tratando de sobrevivir, y no de vivir. A partir de entonces, la experiencia de la guerra ya no servía para nada, había que olvidarla. Miles de nuevas emociones, estados de ánimo, nuevas reacciones… Bruscamente, todo cambió a nuestro alrededor: los carteles, los objetos, el dinero, la bandera… Y el hombre mismo. Se volvió más colorido, más aislado, un monolito explotó y la vida se dispersó en pequeños islotes, en átomos, en células. Como dice Dalh: “la libertad del placer”, “esta querida libertad adorada”. Los grandes espacios. El Mal Supremo se transformó en una leyenda lejana, en un thriller político. Nadie hablaba ya de ideales, se hablaba de créditos, de porcentajes, de operaciones bancarias, ya no trabajábamos para vivir sino para “acumular” dinero, para “ganar”. ¿Esto va a durar mucho tiempo? “La inequidad del dinero es inextirpable del alma rusa”, escribió Tsvetaieva. A todas las personas con las que me encontré les pregunté: “¿Qué es la libertad?” Padres e hijos dan respuestas diferentes. Los que nacieron en la URSS y los que nacieron después de la URSS no comparten la misma experiencia. Vienen de planetas diferentes. Los padres: la libertad es la ausencia de miedo; los tres días de agosto en los que vencimos el golpe de Estado; una persona que escoge en una tienda entre cien tipos de salchichas es más libre que la que escoge entre diez tipos; es no haber conocido jamás el látigo, pero no viviremos demasiado pera ver generaciones como ésa, los rusos no entienden la libertad, lo que necesitan, es un cosaco y un fuete. Los hijos: la libertad es el amor; la libertad interior es un valor absoluto; es cuando uno no tiene miedo de sus propios deseos; es poseer mucho dinero, así se tiene todo; es cuando se puede vivir sin pensar en la libertad. La libertad es una cosa normal.
NO TERMINO DE PREGUNTAR A QUÉ GRADO ES APASIONANTE UNA VIDA HUMANA ORDINARIA. UNA CANTIDAD INFINITA DE VERDADES HUMANAS
DE PORTADA
Estoy en busca de una lengua. Los hombres tienen muchas: con la que se habla a los niños, con la que se habla de amor… Y luego está la lengua en la que nos hablamos a nosotros mismos, en la que tenemos conversaciones interiores. En la calle, en el trabajo, durante un viaje, en cualquier parte escuchamos otra cosa, no son solamente las palabras las que cambian, es también otra cosa. Incluso en la mañana y en la noche, un hombre no habla la misma lengua. En cuanto a lo que acontece en la noche entre dos personas, eso desaparece por completo de la historia. Nos interesa solo la historia de los hombres diurnos. El suicidio es un tema nocturno, el hombre se encuentra entonces en la frontera del ser y de la nada. En un estado de sueño. Deseo entender eso con la precisión meticulosa de un hombre diurno. Me han dicho: “¿Y no tiene miedo de que eso le vaya a gustar?” Recorremos la región de Smolensk. En un pueblo, nos detenemos cerca de una tienda. ¡Cómo resultan familiares los rostros (yo también crecí en el campo), rostros hermosos, magníficos, y cómo la vida aquí es tan degradante y miserable! Charlamos. “¿La libertad? Dése una vuelta por nuestra tienda, hay vodka, cualquier marca: Standart, Gorbatchev, Poutinka… Toneladas de salchichas, y queso, pescado. Hay hasta plátanos. ¿Qué otra libertad necesitamos? ¡Con esto tenemos! Y la tierra, ¿se las dieron? ¿Quién se va a romper el lomo para trabajarla? Los que la quieren no tienen más que tomarla. Aquí solo Vasska Kroutoi quiso. Su hijo menor tiene ocho años, anda ya junto a su padre detrás del arado. Trabajar para él, ni pensarlo, no se gana nada. ¡Es un verdadero fascista!” En Dostoievski, en la “Leyenda del Gran Inquisidor”, hay una discusión sobre la libertad. Sobre el hecho de que el camino hacia la libertad es difícil, doloroso, trágico. “¿Para qué diablos sirve conocer sobre el bien y el mal si sale tan caro?” El hombre siempre debe escoger: la libertad o la prosperidad y una vida bien organizada; la libertad con los sufrimientos o la felicidad sin libertad. Y la mayoría de los hombres escoge siempre la segunda vía. L Traducción del francés de José Abdón Flores. Los octubristas y los pioneros eran los equivalentes (comunistas) de los lobeznos y de los boy scouts. Los komsomoles eran los miembros de las juventudes comunistas (N. del T.). 2 Expresión atribuida a la poeta Anna Ajmátova, que caracteriza a los años que precedieron y siguieron a las cumbres del terror estalinista (calificadas de “carnívoras” o de “caníbales”) (N. del T.). 1
LITERATURA
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LABERINTO
ESPECIAL
◆◆◆ Thomas Clarkson es un recuerdo puntual, obligado para Mankell en estas memorias. Él, al igual que el ideólogo inglés de la abolición de la esclavitud, tomó una decisión: dar un paso al frente. Clarkson lo hizo contra la venta y compra de negros; Mankell contra la venta y compra sexual, la prostitución. Hacen falta, como las suyas, decisiones radicales. ¿La fuente que nos impulsará? Valor, coraje, necesidad. ◆◆◆ Mankell no quiere ocultar el hecho de la muerte. Hacerlo, estima, constituye una derrota cultural.
Henning Mankell (1948-2015)
Dignidad ante la muerte El 5 de octubre murió uno de los máximos representantes de la novela negra. El lector encontrará aquí un acercamiento a su última obra, Arenas movedizas, un viaje por la memoria y por el infierno del cáncer terminal ENSAYO CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID
M
oriré, pero mi memoria sobrevivirá”, dijo Henning Mankell en 2014, luego de que le diagnosticaran un cáncer de pulmón que se había extendido como una sombra sobre su nuca. Nada más cierto cuando se lee su última obra, Arenas movedizas (Tusquets), un relato de su convivencia con la enfermedad que tuvo el aplomo de enfrentar con la mejor arma que poseía: la escritura. Mankell dedica esta obra —dividida en tres partes, 67 capítulos y un epílogo— al panadero Terentius Neo y a su mujer, cuyas caras se ven en un fresco de su casa en las ruinas de Pompeya. Sorprendidos por la erupción del volcán en el año 79, se trata de dos seres en la plenitud de la vida, que no tuvieron tiempo para comprender qué estaba ocurriendo. Todo ocurre de pronto. Mankell estaba lleno de expectativas. Pero sin saber siquiera por qué, puso fecha a su cáncer: 16 de diciembre de 2013. Los tumores debieron crecer antes, durante largo tiempo. Una semana después despertó con un dolor en el cuello. El 8 de enero de 2014, dos radiografías revelaron el tumor de tres centímetros de longitud en el pulmón izquierdo. La metástasis alcanzó la nuca. Tenía 65 años. ◆◆◆ La vida es maravillosamente tozuda. Y Mankell quiere vivirla así. Se sumerge en el tobogán de la memoria, que le lleva a su infancia: para comprender, para comenzar a enfrentarse a la catástrofe que le ha sobrevenido. Todo lo demás es incierto, pero al recordar la infancia
vuelve el miedo original: a morir ahogado bajo el hielo y a las arenas movedizas. Diez días tardó en superar la angustia de verse así, atenazado por el miedo. Pero al fin salió para enfrentarse a lo ocurrido. Y el tiempo se detuvo: ni “entonces” ni “después”, solo “ahora”. Y su primer paso fue leer libros sobre arenas movedizas hasta saber que son una invención. ◆◆◆ Mankell asume cada minuto como una oportunidad para desafiar al mundo. Adquiere perspectivas nuevas sobre asuntos como los residuos nucleares, que se guardan bajo una gran roca en su Suecia natal para que la radiación se extinga dentro de cien mil años. Piensa en la supervivencia de la especie y deduce que solo las civilizaciones se creen inmortales. Pero “morir siempre es difícil”, considera. A los 66 años se somete a quimioterapia y a partir de ahí comienza a tejer una espesa red de historias y viaja en el tiempo para imaginar y recordar. “El olvido es oscuridad”, sostiene. “En cambio, los recuerdos son relatos”. ◆◆◆ El proceso avanza. El tratamiento avanza. Mientras siga vivo, todo avanzará. Todo va cambiando, hasta la basura que se acumula y que al paso de los milenios forma estratos sedimentados. “En la basura, la vida de las personas se hace patente”. Mankell hace conciencia de lo que nos espera sin ecología. Incluso piensa, y estudia, lo que sucederá cuando sea un desecho y su cuerpo se descomponga. Pero hay que mirar atrás para poder mirar adelante. Y Mankell hurga en el pasado y se forja una esperanza porque sin ella no hay supervivencia y sobreviene el olvido. La verdad de nuestra existencia, muestra Mankell, es provisional. Y para muchas personas la vida consiste en algo que no consiguen acabar.
◆◆◆ El miedo, su lucha contra el miedo, vuelve una y otra vez a lo largo de todo el libro. Dominar el miedo, ese es el objetivo. Pero “hace falta valor y valor para morir”. ◆◆◆ La reflexión que crece contra la enfermedad, que trata de explicar lo inexplicable, es una serpiente que recorre el libro. “Todo este tiempo he pensado con frecuencia en las palabras que Selma Lageröf escribió en El cochero: ‘Dios, deja que mi alma alcance la madurez antes de cosecharla’ ”. Mankell entiende que es una verdad general: aquellos que han alcanzado una cierta forma de madurez espiritual no se esconden en las sombras. “Sigo siendo un ser vivo, no una persona que está al borde de la tumba o a punto de caer dentro”. Esa es la dignidad, lo que está de nuestra parte: la generosidad de otorgarle dignidad al otro. Lo cierto, advierte Mankell, es que vérselas con el cáncer es una lucha que se desarrolla en muchos frentes a la vez. Y lo principal, recomienda, es no malgastar fuerzas en combatir con ilusiones. “Necesito toda la energía para fortalecer mi capacidad de oponer resistencia al enemigo que me ha invadido”. ◆◆◆ Leer. Ver. Oír. Música, arte, literatura. Mankell recuerda, ya se ha dicho. París, decisivo. África, su amor. Suecia, el origen, el fin. España, el comienzo de la literatura. Ahí pensó que los únicos relatos verdaderamente importantes trataban de rupturas, de la ruptura de personas, de la ruptura de sociedades enteras; a través de revoluciones o de catástrofes naturales. “Escribir, me dije, era iluminar con la linterna los rincones en penumbra y, en la medida de mis posibilidades, desvelar lo que otros trataban de esconder”.
◆◆◆ Islas que se han quedado desiertas. Pintores rupestres. Héroes anónimos: una pareja de actores, unos bailarines callejeros de tango. Una madre, la suya, que abandonó a su hijo. Una que carga un saco de cemento en su cabeza que pesa más en su interior. Una joven que muere de sida. Mendigos que no merecían su destino. De todo eso escribe Mankell en los últimos tiempos. Su tono es confesional. Es lírico en la justa medida, como si su pulso se hubiera templado a partir de la conciencia de su provisionalidad. “Es difícil pensar que lo que tengo delante desaparecerá un día”, escribe. “El rumor de las olas será sustituido por el bramido del hielo al retorcerse y encogerse antes de quedar totalmente inmóvil”. ◆◆◆ Somos necios, apunta Mankell. Necios y opresores. Pero vivir en una sociedad que no se basa en ello es un sueño necesario. “En los mares nadan ballenas, cada vez más desorientadas y perdidas a causa de todas las ondas de radio y los impulsos eléctricos que envía el hombre. Por la tierra vagan millones de personas que apenas se atreven a creer que existe una vida más decente que la que se ven obligadas a llevar”. ◆◆◆ Aquí, ante el lector, se le debe reconocer: nació el 3 de febrero de 1948. Director teatral, dramaturgo y novelista. Creador del inspector Kurt Wallender. Escribió decenas de libros. “He dedicado mucho tiempo de mi vida a los crímenes y a las investigaciones de los mismos. Mi planteamiento es que el mal siempre es fruto de las circunstancias, nunca es congénito. He escrito sobre crímenes porque ilustran mejor que ninguna otra cosa las contradicciones que constituyen la base de la vida humana”. ◆◆◆ Henning Mankell murió el 5 de octubre de 2015 en Gotemburgo. Fue marino mercante en su juventud y hombre comprometido y solidario. Su mundo y su tiempo se caracterizaron por la vulnerabilidad, la soledad, la aceleración. Ese mundo es nuestro mundo. Vivía con Eva, hija de Ingmar Bergman. Tuvo un hijo, Jon. Se preparaba desde hace tiempo para lo peor y conservaba la esperanza de lo mejor. La enfermedad le dio una tregua. Escribió un último libro, Arenas movedizas. Vivió nuevos instantes de paz cuando en mayo de 2014, tras someterse a dos sesiones de quimioterapia, el médico le dijo que los citostáticos habían reducido en parte el tamaño de los tumores. Pudo crear y contemplar las creaciones de otros. “Instantes que vendrán. Que tienen que venir, si es que la vida ha de tener algún valor”. L
MILENIO
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× A
LADRÓN DE CADÁVERES PATRICIA MELO Océano México, 2015 200 pp. La caída de una avioneta en el río Paraguay, en la región de Mato Grosso, dispara una trama que envuelve un cargamento de cocaína y esa tendencia a la deshonestidad que asalta a todo buen hombre cuando está solo. Un momento de vacilación, una boca bien cerrada y una dosis de azar, bastan para ingresar a un mundo del que no hay escapatoria alguna, sugiere Melo, quien sigue a pie juntillas las enseñanzas de su admirador Rubem Fonseca: concisión estilística, descripción expedita de los personajes, diálogos escuetos, pintura de ambientes con una sola pincelada.
WAKOLDA LUCÍA PUENZO Tusquets México, 2015 216 pp. Un hipotético Josef Mengele llega al sur de Argentina huyendo de los cazadores nazis del Mossad. No ha cejado en su tarea de diseñar genéticamente al ario puro y menos en su desprecio por los mestizos. No imagina sin embargo que en esas tierras que se parecen a la Suiza rural entablará amistad con una niña que ama a sus muñecas, de una perfección gélida. Wakolda es el nombre de su favorita, símbolo de una humanidad desgarrada. Puenzo no es ninguna aprendiz de escritora, aunque sus triunfos han llegado sobre todo por sus trabajos cinematográficos.
UN MILLÓN DE GUSANOS ROGELIO FLORES Resistencia México, 2015 204 pp. Ganadora del Premio Lipp de Novela 2015, a este libro con ilustraciones, rasgo característico de la editorial, puede considerársele una novela de la onda de nuestros días. A través de las aventuras de Román, se recorren sitios que marcaron los años noventa —Rock Stock, Rockotitlán—, sin soslayar, claro, música de la época —Echo and The Bunnymen, The Smiths, Maldita Vecindad— que se escuchaba en casetes; el protagonista además hace algunas citas literarias. Las ilustraciones de esta entretenida obra son de Jorge F. Muñoz Yorko. El autor ha hecho igualmente un soundtrack.
EL ANZUELO DEL DIABLO LESLIE JAMISON Anagrama España, 2015 349 pp. El subtítulo de este libro puede hacer creer que estamos ante un estudio psicológico: Sobre la empatía y el dolor de los otros. En realidad, captura el espíritu de una docena de ensayos de perturbadora originalidad, unidos por el propósito personal de exponer el dolor físico y emocional y confrontarlo con el de los otros. Damos así con experiencias que Jamison vivió en carne propia y que suenan tan disparatadas como el oficio de “actriz médica” o la voluntad de correr 170 kilómetros sin descanso. Con instinto y buena prosa, todo es materia de ensayo.
LOS HIJOS DE LA IRA EMILIANO RUIZ PARRA Océano México, 2015 204 pp. Ocho crónicas reúne este libro que se suma a la larga lista de trabajos periodísticos ocupados en tomarle el pulso a la violencia que azota a México desde hace al menos dos décadas. La primera ahonda en la desaparición forzada del comandante del EPR Gilberto Alberto Cruz Sánchez; la última sigue los pasos de un promotor cultural, resguardado por el anonimato, víctima de un grupo criminal que azota su región. Desfilan también las familias de los mineros sepultados en Pasta de Conchos, un reportero asesinado en Veracruz y algunos héroes de la resistencia civil.
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
LAS ELEGIDAS
Jorge Volpi Tusquets, México, 2015 147 pp.
Democrática monotonía ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
D
espués de las lecciones de física nuclear de En busca de Klingsor, después de las arengas parroquiales que acompañan al fracaso de las utopías revolucionarias de El fin de la locura, después de ofrecer una versión Gerber del siglo XX en No será la Tierra, de reducir la teoría jungiana del inconsciente a un asunto para las revistas del corazón en La tejedora de sombras y de sonrojarse ante las trapacerías de los chacales del mundo financiero en Memorial del engaño, después de los Grandes Propósitos, Jorge Volpi ha reparado en la existencia de México. ¿Será que el mundo ya no da la talla o que México es ahora una atracción mediática a fuerza de consentir cada vez más horrores? Para ingresar al club del realismo que se alimenta de los escándalos periodísticos que hacen tambalear la buena conciencia del mundo occidental, qué mejor que una novela con la marca ostensible de la indignación. Las elegidas se alimenta de un hecho atávico transformado en dinero fresco y en expediente judicial: el mandamiento familiar que obliga a las niñas y púberes de Tenancingo a servir como esclavas sexuales de hermanos, padres, tíos, sobrinos, y a ser vendidas y explotadas por sus madres y abuelas, tal como éstas fueron vendidas y explotadas por sus madres y abuelas desde hace quién sabe cuánto tiempo. La familia Salazar transformó tal atavismo en una industria floreciente en los campos de fresas de California, tan llenos de trabajadores insatisfechos e indocumentados como de traficantes de armas y drogas. Las elegidas son por tanto esas niñas de quienes se puede prescindir en cualquier momento porque Tenancingo tiene grandes contingentes de reserva. Si algún mérito hay que reconocerle a Volpi es su renuncia al tremendismo. Damos gracias de que se haya ahorrado escenas y descripciones al modo de las crónicas de nota roja. Pero hasta ahí. Un pudor legítimo tiene quizá la culpa de que eligiera la letanía, ese pariente pobre de la auténtica versificación, para contar lo que significa ser despojado de todo resto de humanidad y de lo que significa asimismo ser una bestia orgullosa de sus crímenes. Nos ahorramos las visiones estremecedoras pero debemos soportar en cambio el vicio de la enumeración. Ya que eligió el verso, y ya que está muy lejos de alcanzar registros poéticos, Volpi encabalga un atributo tras otro hasta alcanzar la democrática monotonía: “Yegua vieja,/ perra anciana,/ grulla renga,/ rata tuerta,/ coneja abúlica,/ hormiga despanzurrada,/ cucaracha,// la maldita/ es/ la maldita// estéril”. En otras ocasiones, cae presa del lirismo o de algo semejante a la cadencia de los corridos. Y nada más. Aunque consigue perfilar a un puñado de personajes —el Chino, líder de la red de prostitución; Salvina, su esposa y cómplice; Lobato, el enemigo al acecho—, Las elegidas prefiere los arquetipos a los individuos. Es el camino más llano para erguirse en la tribuna y declararse un modelo de biempensante frente a las anheladas audiencias comerciales, siempre dispuestas a indignarse sin hacer el menor esfuerzo. L
CINE
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LABERINTO
ESPECIAL
exactamente qué es. Noelí piensa que puede salir sin estar cien por ciento convencida y en el camino se da cuenta que no es tan fácil ni tan sencillo. Aborda las relaciones desde un juego de poder.
En una relación en la que hay disparidad de edades o económicas das por sentado que hay un abusador y un abusado, pero no es tan sencillo. Aquí nunca sabes quién está abusando de quién. No en todas las relaciones existe una conveniencia tangible y justo eso fue lo que nos interesó explorar. El personaje de Anne es fuerte en tanto que carga de historia la relación con su hijo y con Noelí. ¿Cómo construyó su papel?
Anne es una mujer a la que la vida le está pasando facturas. No está sola por casualidad. En su búsqueda del bienestar a veces es muy egoísta y no ve las consecuencias. Fuera de eso es un personaje un poco patético. El trabajo con Geraldine fue muy enriquecedor porque aportó muchas cosas a nuestro diseño. Gracias a su edad y experiencia enriqueció al personaje. En sus películas los lugares se convierten en personajes.
Israel Cárdenas
“Siempre está el sueño de migrar hacia algo mejor” Una estafadora y una anciana en retiro hacen de Dólares de arena una película sobre los límites de la conveniencia ENTREVISTA
N
oelí (Yanet Mojica), una joven dominicana, viaja todas las tardes a las playas de las Terrenas. Allí, junto con su pareja, busca la manera de sacar ventaja y ganar algunos dólares a costa de alguno de los centenares de turistas que rondan el lugar. Entre sus clientes ocasionales, entabla una relación con Anne (Geraldine Chaplin), una francesa de edad madura que con el paso del tiempo ha encontrado en la isla un refugio ideal donde pasar sus últimos años. Después de Cochochi y Jean Gentil, Laura Amelia Guzmán e Israel Cárdenas vuelven con Dólares de arena.
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com ¿Por qué contar esta historia?
En principio nos atrapó Samaná y todo lo que envuelve: la música, el convivio, la gente. Hay un intercambio cultural y una convivencia cotidiana muy particular entre los de la ciudad, los de pueblos cercanos, los haitianos, los franceses, los alemanes, los rusos. De ser un pueblo pesquero se ha convertido en un lugar turístico. Sin embargo, la historia se centra en Noelí, una chica que quiere salir de su ciudad.
Como muchos aquí también. Siempre está el sueño de migrar hacia algo mejor sin saber
HOMBRE DE CELULOIDE
Resulta más natural adaptarnos a lo que nos rodea que tratar de adaptar lo que nos rodea a nosotros. El cineasta quiere cambiar lo que está en un set. Nosotros no buscamos maquillar tanto, sino más bien conseguir un balance, tener testigos de lo que sucede y dar una función narrativa en la historia. Nos gusta hacer de la locación un personaje y un punto de partida porque está presente todo el tiempo. De repente, la película se supedita al lugar.
Sí, nos da el tono, el contexto, la música, la atmósfera, el sonido y la manera en que se relacionan los personajes. Aunque la película considera esa parte silente...
Es aparentemente silente pero hay bullicio, sonido, olas rompiendo todo el tiempo, Es como una gotita que cae, al principio no la escuchas pero cuando le pones atención se convierte en algo importante. Cuando tienen el espacio físico tan presente, ¿cómo trabajan la puesta en escena?
Trabajamos en lugares que conocemos bien. Visualizamos los posibles escenarios para colocar la cámara, pero trabajamos mucho por prueba-error. También acostumbramos editar un poco durante el rodaje para ver cómo estamos contando la historia. ¿Y no es difícil estar editando durante el rodaje, en el sentido de que no se tiene el material completo?
No editamos con la finalidad de terminar la película. A veces sabes que ciertas cosas funcionan y otras veces tienes que esperar a juntarlas. En ocasiones la realidad te supera y es mejor adaptarse a lo que está ahí en lugar de ceñirse a lo escrito. En esos momentos es muy importante editar y ver qué puede hacer un puente entre las escenas que no estaban planeadas.L FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Una sombra de ruido y furia
U
no a uno de Kim Ki-duk cierra la Semana de cine coreano en la Cineteca Nacional. Lo hace contando la historia de un grupo extremista que se enfrenta al gobierno sudcoreano que en el imaginario del director es otro grupo extremista solo un poco mejor que el de Corea del Norte. Estos que se enfrentan al statu quo se hacen llamar Sombras, lo cual parece referir directamente a Shakespeare quien afirma en Macbeth que la vida es una sombra que camina. La anotación tiene sentido si consideramos que durante el clímax de la película el descarnado terrorista vuelve a referir a Macbeth y dice: “yo solo sigo mi papel, el de la ira, el rencor, la venganza”. Antes de esta secuencia, Uno a uno parecía alargada, aburrida. Si uno consigue despertar, encontrará que esta obra de Kim Ki-duk reflexiona sobre el sentido de la ficción para decir en un camerino terrorista: “por eso he dado a todos ustedes una voz en esta puesta en escena”. ¿Acaso afirma que hay algo de terrorismo en el arte? Puede ser. Las referencias dirigirían entonces hacia Artaud. ¿Acaso estoy “defendiendo” una obra aburrida de Kim Ki-duk usando para ello a Shakespeare y Artaud? Sinceramente creo que no. El sudcoreano ha acostumbrado a sus seguidores (entre los que estoy) a encontrar referencias que van desde el
misticismo budista de Las estaciones de la vida hasta el complejo de Edipo en Moebius. Además, en todas sus películas ha tratado de hacer coincidir forma y fondo: Las estaciones de la vida tenía una imagen preciosista mientras que en Moebius la ausencia de palabras nombraba más efectivamente que cualquier diálogo el miedo a la castración. Uno a uno es “un cuento contado por un idiota”, es “un pobre actor que sufre y se afana en el escenario”, es Shakespeare y para serlo es necesario negar el estilo de continuidad hollywoodense y decir abiertamente: “lo que ustedes están viendo no es la realidad”. La paradoja es ésta: confirmando que lo que estamos viendo es una ficción podemos apuntar a la realidad. Así Kim Ki-duk cuenta la historia ficticia de un grupo terrorista sudcoreano para confirmar su idea de que los abusos reales que comete el gobierno de Corea del Sur en nombre del patriotismo tienen, en realidad, el patriotismo del asesino Macbeth. Uno a uno es dos horas de cine grabado en solo seis días. No hubo guión previo. Cada noche después de rodar el director iba a su casa y escribía los diálogos del día siguiente. Por eso la película parece de pronto acartonada y teatral. Solo así es pertinente la pregunta: “¿quién eres tú en el panorama político del mundo?”
Il-dae-il (Uno a uno). dirección: Kim- Ki-duk. con Dong-seok Ma, Young-min Kim, Yi-kyung Lee, Joong-ki Kim. Corea del Sur, 2014.
En una rueda de prensa, Kim Ki-duk dijo que se había basado en un hecho real. Ofreció dinero a quien descubriera a qué hecho se estaba refiriendo, pero hasta hoy nadie ha reclamado el premio. La cosa me parece notable porque creo que es otra estrategia narrativa del director: buscando el hecho real tal vez notemos la ficción de estos grupos terroristas que se enfrentan a otros grupos terroristas en el teatro del mundo. Asesinos que matan niñas sin compasión. L
MILENIO
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sábado 10 de octubre de 2015
ESCENARIOS
ESPECIAL
Después de la ciencia Hace 40 años, Philip Glass terminó su ya clásica Einstein on the Beach, ópera minimalista que dura cuatro horas y media y solicita una elaborada representación escénica HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
VIBRACIONES CUADRO PRIMERO
Una y otra vez el coro repite tres cuentas que salen del uno hasta el cuatro, hasta el ocho y hasta el seis. Una mujer está atrapada en una danza perpendicular mientras su hijo arroja desde una torre avioncitos de papel. El tren llega y el tren se va con lenta, metálica y melancólica insistencia.
ARTE CÍCLICO
En el minimalismo musical, el tiempo sirve para acumular cosas: presentar cada una con calma, estirarla, introducir otra, variar la primera, estirar la segunda, meter una tercera, variar la segunda y aislarla mientras la primera y la tercera interactúan. Esa relación las convierte en algo diferente, que en realidad es el principio: lo que había antes que la primera cosa existiera. Entonces el ciclo comienza de nuevo.
CUADRO SEGUNDO
Un hombre y una mujer ven la noche en la parte posterior del tren. Piensan en las estrellas. Las ven ahí, inmóviles, brillantes y serenas, pero imaginan cómo arden y se colisionan en guerras secretas. La mujer, de movimientos abstractos, se va y llega otra (¿o acaso es la misma?) de cuerpo elástico y ardiente mirada que lleva una concha de mar entre las manos. El hombre, cautivado por esta realidad femenina más física y salvaje, le dice: “¿Imaginas poder abordar una nave espacial y juntos aterrizar en esas estrellas?”.
NUEVA TONALIDAD
Los minimalistas creen en la melodía pero le construyen un imperio estructurado en torno a la repetición. Siguen dos premisas: limitar los materiales (el extremo al que llegó John Cage en 4´33´´ es la ausencia de contenido) y construir secuencias de naturaleza obsesiva desarrolladas
con frecuencia en los intervalos microtonales que ofrece la música electrónica. Defienden una postura estética que promulga el desapego entre el compositor y su obra; por lo tanto, su escritura sigue una clara y concisa exploración matemática. Arrebatos e inspiración son variables calculadas; ideas y sentimientos meros eslabones. Sobre todas estas cosas, laten las yertas normas de un proceso sonoro perfecto, de líneas y modelos científicos.
CUADRO TERCERO
El compositor Philip Glass
Por la ventana de un edificio de ladrillo se puede ver a una mujer que calcula el espacio con el dedo índice de la mano izquierda apuntando al cielo. Un saxofón tenor interpreta una canción triste. Personas silenciosas de pantalón oscuro, camisa blanca y tirantes negros se detienen delante del edificio. Son 22 y ven el piso, excepto un hombre que tiene un tic en el cuello y lee con atención un libro negro. También hay un niño sobre una patineta roja. Detrás de la ventana, la mujer sigue calculando inmóvil y el saxofón tenor lentifica el ritmo. Una a una las personas se alejan, la mujer desaparece de la ventana y el edificio de ladrillo queda vacío contra la noche.
va. Sobre esta implacable ratonera musical se erigen caminos literarios (los diarios de un niño autista) y visuales que ofrecen al espectador la ilusión de encontrar salidas narrativas que le permitan dar algún sentido a la obra; mas son salidas falsas, construcciones aisladas que no llevan a ninguna parte.
El compositor Philip Glass (1937) y el director de escena Robert Wilson (1941) hicieron del minimalismo un juego macabro en Einstein on the Beach, ópera dividida en cuatro cuadros que dura cerca de cuatro horas y media. La partitura (escrita para sintetizador, coro mixto, violín solista, teclado, tres flautas, dos saxofones tenor, saxofón soprano, piccolo, clarinete bajo, un actor, tres sopranos, dos actrices y once bailarines) expone partículas melódicas promisorias de sensualidad y una vez que el oído se acerca atraído lo atrapan en un mecanismo perverso de repetición obsesi-
Einstein está representado por un violín solista que permanece solo en una esquina del escenario. Toca durante toda la ópera y es el único lazo de unión entre los cuatro cuadros. La música del violín parece ser una pieza más de la ratonera; no obstante, en la última escena soluciona el enigma a través de una melodía de lirismo desconcertante, por pegajoso-casi cursi, sobre la cual un chofer de camión cuenta la historia de dos amantes cuyo amor es tan grande que resulta imposible medirlo. Y de pronto este amor disparatado, que parece provenir de un lugar lejano, se convierte en el lógico final de un alma como la de Einstein: después de los números, después de la ciencia, la vida se abre hacia la esperanza. L
LA RATONERA
DANZA
CUADRO CUARTO
Todos calculan en el interior de una nave espacial de 20 habitaciones que está a punto de llegar a otra galaxia. Entre figuras geométricas de fuego, hay mujeres con linternas y telescopios, un hombre que vuela, otro que duerme en una cama brillante que tardó media hora en desplegarse y una bailarina está atrapada en un elevador horizontal. Afuera las estrellas chocan y estallan. El universo se expande.
UN FINAL DE AMOR Y ESPERANZA
ARGELIA GUERRERO
makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL
Zapatillas y tutús
L
a historia de la danza clásica ha atravesado por diversos procesos que la han modificado y caracterizado para llegar a establecerse como un estilo reconocido con una clara identidad que la define. Muchos de los aspectos técnicos y simbólicos del ballet se mantienen, mientras que otros van quedando en el ámbito del repertorio y el registro histórico de las piezas que se fijan y sobreviven a los cambios de estilo o a las nuevas cualidades de los bailarines. El estilo clásico fue pionero en sistematizar no solo los nombres de los pasos sino su correcta ejecución, logrando así claridad y limpieza en las piezas coreográficas y también una exigencia física en los bailarines. Los pasos de hoy conservan ese rigor histórico y a partir de éste es que han desarrollado matices que les confieren mayor o menor modernidad, aunque partiendo siempre del canon histórico. Por ello la relevancia de seguir enseñando la historia y evolución del ballet en las escuelas profesionales.
Conservar la sistematización de los pasos ha sido fundamental para la trascendencia histórica del ballet clásico, pues con ello también se facilita la recreación de piezas en distintas latitudes. Muchos de los pasos estrictamente conservados se han convertido en modelos del estilo: la bailarina sobre una pierna o con los brazos sobre la cabeza son representaciones gráficas que hacen referencia al ballet clásico y se identifican de modo inmediato. Las zapatillas de punta y los tutús también se convirtieron en referentes, primero simbólicos y después icónicos del ballet, pues aunque poseen una historia propia y han pasado por un proceso de evolución y transformación, se han mantenido como parte esencial del estilo clásico y han reconfigurado sus significados iniciales para adecuarse a las necesidades interpretativas que requieren los coreógrafos modernos. Las zapatillas de punta ya no pretenden aparentar que las bailarinas son almas etéreas sino personajes de todo tipo, reales o ficticios, cuya narratividad ya no se limita al cuento de hadas.
El tutú también ha tenido un desarrollo propio y complejo. Además de haber modificado su estructura y tamaño, el estilo contemporáneo lo ha resignificado o adecuado a nuevas necesidades estéticas, no como un vestuario antiguo sino como un elemento con múltiples configuraciones. La danza clásica no se reduce a una pieza de museo. Se ha adaptado a las necesidades de los creadores modernos y conserva el rigor técnico y la exigencia física de sus ejecutantes. El próximo 7 de noviembre se realizará en el Teatro de la Ciudad la Muestra Internacional de Ballet Contemporáneo con obras del autor inglés Mark Baldwin y el mexicano Ricardo Domingo, una oportunidad para admirar la belleza y perfección de la danza clásica al servicio de matices y temáticas más cercanas a los tiempos que vivimos. L
VARIA
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LABERINTO
Los estudiantes van al cielo ESPECIAL
TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
L
eo que en España, tal como en otros países de Europa, están echando la filosofía de las escuelas para darle espacio a la religión. Por supuesto, cuando se habla de “religión”, se está hablando de la versión católica. Hace unos meses, la Madre Patria aprobó la llamada “Ley mordaza”, digna de una dictadura de esas que el mundo democrático dice combatir. Ya antes sus medios masivos se venían encargando de comentar los zapatos de Letizia o el último gol de Messi por sobre asuntos más relevantes. El paso lógico hacia la proliferación de las mentes cautivas era deshacerse de la crítica que promueve la filosofía e imponer la obediencia que impone la religión. En esto, el matrimonio EstadoIglesia ha sabido bailar al unísono. Tanto así, que en la ceremonia de coronación del rey Juan Carlos, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón le aseguró que la Iglesia se encargaría de la obediencia de los ciudadanos. Mientras la filosofía promueve la duda, el cuestionamiento e incluso el escepticismo como fuentes de sabiduría, la religión se regodea en la amonestación de Cristo a uno de sus apóstoles: “Bienaventurados los que no vieron, y creyeron”. Mientras las ideas de la filosofía se sostienen por sí mismas, por su argumentación y fortaleza lógica, las de Cristo se sostienen porque caminó sobre el agua. Mientras en filosofía dudar es la fuente de la sabiduría, en religión “el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra”. Los huevonazos de los alumnos españoles han dicho que prefieren las clases de religión que las de filosofía, pues en las primeras apenas memorizan un poco, mientras que en las segundas los obligan a pensar. Esta pereza mental generalizada ha hecho que la religión avance por sobre las ideas que supuestamente la amenazaban. El primer gran peligro llegó con la imprenta y las traducciones de la Biblia a las lenguas vernáculas. Desde la Santa Sede se condenó a traductores y editores, se les persiguió y algunos pararon en la hoguera. “¿Qué será de
MIENTRAS LAS IDEAS DE LA FILOSOFÍA SE SOSTIENEN POR SÍ MISMAS, LAS DE CRISTO SE SOSTIENEN PORQUE CAMINÓ SOBRE EL AGUA
nuestro poder”, se preguntó la Iglesia, “ahora que no monopolizamos la información?”. Pero a los creyentes les dio lo mismo, y se conformaron con conocer el Libro Sagrado a través de las gacetillas que se recetan los domingos. Se sabe lo que ocurrió con el universo heliocéntrico de Copérnico. Igualmente entonces la iracundia papal fue injustificada, pues a la gente le dio lo mismo quién girara alrededor de quién. Luego Kepler halló que las órbitas eran elípticas, echando por tierra la perfección divina del círculo. También a los creyentes les dio lo mismo. Cuando Darwin publicó su libro, los teólogos se encolerizaron. No se trataba meramente de una historia natural diferente a las que se relatan en el Génesis, sino que había algo más grave. “Suponer que no existieron Adán y Eva”, dijeron los religiosos, “equivale a aceptar que no hubo pecado original. Y sin pecado original, el sacrificio de Cristo resulta inútil”. Otra vez fue más el ruido que las nueces, porque a los creyentes no les importaron las implicaciones darwinianas. Así, ese libro insostenible por la razón va ganando espacio otra vez en las escuelas, así como en la política, los juzgados y los congresos. Dios nos coja confesados. L
CAFÉ MADRID
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
periodismovictor@yahoo.com.mx CADU PILOTTO
La escritora del perrito
P
oco antes de morir, Carmen Balcells le mandó un correo electrónico a Pilar Reyes, directora editorial de Alfaguara. La agente literaria acababa de recibir un ejemplar de La camisa del marido, el nuevo libro de la escritora brasileña Nélida Piñón. “Estoy encantada. Me gusta mucho la portada, las solapas, todo. ¡Ojalá consigas venderlo bien!”, escribió desde Barcelona, rematando el mensaje con esa frase, “muy propia de ella”. Balcells y Piñón fueron amigas-hermanas durante 45 años. “Nos presentó Mario Vargas Llosa en Brasil. Ella se hospedó en casa de mi madre y empezamos una amistad familiar. Yo también pasaba temporadas en su casa y en su estudio. Tenía una gran inteligencia, un brillo ofuscante y la impaciencia de que a menudo no era entendida en todo lo que quería”, dice ahora, recién llegada a Madrid, la escritora que obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2005. La villa española de Guernica acababa de ser destruida por aviones alemanes cuando nació Nélida Piñón, en 1937, en Río de Janeiro. Sus abuelos eran emigrantes gallegos que habían dejado familiares en la península ibérica. Por esta razón, desde niña, Nélida viajaba varias veces a España. Poco antes de que cumpliera 10 años, decidió dedicarse a las
letras. Parecía lógico porque crecía rodeada de libros que disfrutaba leer. Años después estudió periodismo y luego filosofía. Fue hasta 1961 cuando comenzó su obra novelística con Guía-mapa de Gabriel Arcanjo. Su obra se caracteriza por ser una mezcla de realidad, fantasía, ilusiones, sueños, memoria y reflexiones. En cada uno de sus libros es ella y, al mismo tiempo, los otros. En su discurso de aceptación del Premio Juan Rulfo 1995, expresó: “Tengo el placer de servir a la literatura con memoria y cuerpo de mujer. Narro porque soy mujer. Narro porque desde mis orígenes cumplo con una creencia proteica. Bajo el ardor de la vida, bajo la epifanía de las palabras, me toca asumir todas las formas humanas”. En La camisa del marido, un conjunto de nueve relatos, Nélida Piñón cuenta enfrentamientos, desilusiones (“la familia nos da alegrías, pero también nos mata”) y encuentros sexuales. ¿Por qué hay tanto erotismo en estas páginas?, le pregunté la otra noche durante la cena. “La presencia del cuerpo es muy importante. La carnalidad viene de los místicos, la lengua misma es carnal y a mí la edad no me ha quitado las emociones”, respondió con una carcajada mientras sus ojos diminutos se hacían todavía más pequeños.
Nélida Piñón
Desde hace algunos años, la novedad en la vida de Nélida Piñón es su perrito. Un animal enano y coqueto, llamado Gravetinho (Astillita), que le da “lecciones de humanidad”. Dice que por momentos lo mira con el mismo gesto que una madre mira a su hijo. “Me está enloqueciendo, pero estoy encantada. Me está estimulando a pensar, me está despertando cuestiones morales relativas a los animales”, comenta con emoción. “Yo lo tomo en mis brazos, lo llevo a ver la laguna del paisaje deslumbrante que está frente a mi casa y le digo: ‘Mira el mundo, travieso, mira el mundo’. Él voltea para un lado y para otro, y mira. Y si a la ventana llega un poco de viento, él se emociona. Como yo”. L