Laberinto No.644 (17/10/15)

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Laberinto

DE CHIRIPA

armando gonzález torres p.02

MIRADAS AL PAISAJE BRITÁNICO adriana díaz enciso p. 08

SEÑORA KLEIN braulio peralta p. 11

MILENIO

NÚM. 644

sábado 17 de octubre de 2015 FOTO: ESPECIAL

ARTHUR MILLER: 100 AÑOS david olguín alicia quiñones p. 04 a 07


ANTESALA

sábado 17 de octubre de 2015

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LABERINTO

ESPECIAL

De chiripa ESCOLIOS

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

L

a historia popular de la ciencia se solaza enumerando (y exagerando) la cantidad de descubrimientos e inventos casuales y el papel de lo inesperado en su evolución. Se dice que la suerte también desempeña una tarea fundamental dentro de la creatividad artística y literaria. Puede ser: el prodigio del arte transcurre entre la planeación racional y la intuición genial, entre el esfuerzo sostenido y la espontaneidad festiva, entre la necesidad y la contingencia, entre la voluntad y la chiripa. En la escritura literaria, el azar creativo, la llamada serendipia, se manifiesta de muchas maneras: en esa palabra transcrita con una errata que afortunadamente mejora la originalidad del verso; en el eco retenido de la estrofa de una canción popular que inesperadamente resuelve el poema largamente rumiado; en ese personaje secundario de un narrador que va creciendo hasta opacar a los más estelares (y convencionales); en ese razonamiento incidental que se va volviendo esencial en un ensayo. Las fuentes del azar creativo también son variadas: el entresueño durante la siesta, la observación durante el paseo, la conversación distraída con un interlocutor aburrido. La conocida leyenda romántica reza que Coleridge recibió la instrucción para su Kubla Khan de un sueño de opio. Pero no solo hay azares en la génesis creativa, sino rutas aleatorias y misteriosas mediante las cuales la obra trastorna las expectativas de su autor: Montaigne crea un género nuevo narrando coloquialmente sus meros pareceres; mientras que Cervantes apenas

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

alcanza a vislumbrar que su divertimento con el enajenado lector de caballerías será la única obra suya que logrará plena posteridad. Para esperar al azar hay que salir momentáneamente del círculo metódico de la creación y dejarse recrear por el ocio o dejarse irrumpir por la sorpresa. Sin embargo, el accidente se corrompe cuando se quiere convertir en un medio infalible de creatividad al instante. La hechura artística no puede descansar solo en la improvisación y la invocación de la suerte, pues se requiere de una mínima hoja de navegación, aunque también debe disponerse de la apertura para recibir, asimilar o, incluso, imponer el accidente dentro de cualquier plan previamente trazado.

El accidente, entonces, no es tan accidental y hay que esperarlo con el overol bien puesto, ya que lo más frecuente es que surja después de mucho acarreo de materiales y de una larga incubación. Así, el azar creativo solo se produce cuando hay un trabajo anterior suficiente y cuando la casualidad acogida transforma fecundamente el sistema. El azar en parte reside en el autor, pero también lo rebasa, y el artista, en la búsqueda deliberada de un rumbo estético, está sujeto a una indeterminación que lo puede llevar a cambiar radicalmente sus medios y resultados. De modo que sí, a veces, el azar extrae a las obras de la hegemonía de la voluntad del autor y les brinda un principio de incertidumbre rayano en el milagro. L

Ahab comprendió al fin que no había más monstruo que el mar con sus fauces de agua. ESPECIAL

Nostalgia de Playboy LOS PAISAJES INVISIBLES

D

ebo ser honesto. De las páginas de Playboy yo no rememoro los textos de Norman Mailer, Kurt Vonnegut, Roald Dahl o Chuck Palahniuk; no evoco, con aires de nostalgia, que en esos folios Ray Bradbury publicó por partes su emblemática novela Fahrenheit 451 ni me interesa señalar que dos de mis autores favoritos, Jack Kerouac y John Cheever, encontraron en el magazín no solo a un editor inmejorable sino que la excelente paga les devolvió la esperanza de escribir a pesar de todo. Tampoco me parece conveniente mencionar que Borges, García Márquez y Vargas Llosa figuraron en la lista de colaboradores junto con el gran Vladimir Nabokov y otros no menos grandes como John Updike, Lawrence Durrell, Arthur Miller, Bernard Malamud, Allen Ginsberg, Alberto Moravia e Isaac Bashevis Singer, y con escritoras admirables como Nadine Gordimer o Joyce Carol Oates, plumas que matizaron la reputación misógina de los contenidos de la publicación de Hugh Hefner. A cambio de esa memorabilia, prefiero tener en cuenta que Marilyn Monroe fue la playmate de la primera portada, la inolvidable Marilyn que en 1953 apareció como una diosa enmarcada en terciopelo rojo (bueno, sí, era una diosa), y que en 1955 también se presentaron

IVÁN RÍOS GASCÓN ivanriosgascon.wordpress.com

la irresistible Jane Mansfield y la encantadora reina del pin–up, Bettie Page, y que esos fueron los comienzos de una sublime tradición que incluye a BeBe Buell, Shannon Tweed, Pamela Anderson, Corinna Harney, Anna Nicole Smith, Jenny McCarthy, Audrey Aleen Allen y, en fin, la lista es inabarcable. De las páginas de Playboy recuerdo especialmente a Erika Eleniak por ciertos detalles: lo que más me gustó de E.T., de Steven Spielberg, no fueron las travesuras del extraterrestre que bebía cerveza y se ponía peluca ni las llamadas que hace a su planeta con un teléfono improvisado con basura ni, mucho menos, el vuelo de las bicis sino la hermosa rubia que Eliot arrincona en los casilleros de la escuela, cuando por una especie de telepatía alcohólica entre él y E.T., se envalentona y toma por asalto los labios de la chica. La bella, bellísima rubia me impresionó de tal manera que esperé los créditos finales para saber su nombre y nunca lo olvidé: Erika Eleniak. Años después me quedé de piedra al encontrarla en la edición de julio de 1989 de Playboy, tenía 20 y era perfecta. Tras el debut en la revista, Eleniak hizo televisión (quizá lo más exitoso fue su rol en Baywatch) y películas de anodino Blockbuster, pero su presencia se convirtió en el eje de una perdurable fantasía.

Hugh Hefner y sus conejitas

Playboy ha anunciado que abandona los desnudos y que cambiará de línea editorial, con el consentimiento de un Hef de 89 años que hizo una fortuna vistiendo pijama en su mansión a la que todos quisimos ir, y con los múltiples negocios que le garantizó una empresa que desde hace mucho perdió su carácter transgresor. Para justificar el cambio, Scott Flanders, consejero de la revista, declaró que hoy “con un solo click ya se accede libremente a cualquier imagen sobre sexo”, refiriéndose a la red, aunque eso es una estupidez: el desnudo femenino no es pornografía y, para ser precisos, los de Playboy nunca lo fueron. Sus imágenes, acaso, confirmaron la infinita belleza de este mundo. De la revista de Hugh Hefner yo no rememoro ningún relato, ningún ensayo o reportaje, porque hay que ser honestos. Las colaboraciones de Mailer, Cheever, Wolfe o Murakami eran el plus de sus maravillosas páginas centrales. Y eso, a partir de ahora, ya es una nostalgia prematura. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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ANTESALA

ALEJANDRA VENEGAS

× C L AU D I A

H E R N Á N D E Z

D E

VA L L E -A R I Z P E ×

Vas cayendo Este poema proviene de Ninguna foto es fija, que empezó a circular con el sello de Ediciones Papeles Privados

D

Tan extenso

ónde colocarnos Solos y quietos

dónde encontrar el sitio

GUÍA VISUAL

que se parezca a tu cuerpo:

¿

el que debemos olvidar pero sin darle sepultura. Dónde la ciudad que no diga tu voz ni la escuche a cada paso. Vas cayendo como va cayendo el agua. Me dices palabras y las voy escribiendo en silencio con la esperanza infantil de olvidarlas.

× E KO × E X

L I B R I S × A N D R E AS

Magali Tercero @magalitercero

V E S A L I U S ×

Te has sentido tentada a hacer instalación o arte objeto?”, pregunto a Alejandra Venegas, pintora y escultora nacida en 1986 en el DF. Me interesa el tema en este momento en que muchos artistas de su generación emplean estos soportes porque se sienten cómodos y les sirven para decir, por simple moda, o porque lo pide la galería o el museo, como ha ocurrido en varias ocasiones. Su respuesta, veloz e inteligente, me demuestra que la pregunta no tenía razón de ser. Casi la oigo reír: “No me siento tan identificada con las disciplinas que mencionas. Lo más natural para mí ha sido el dibujo, la pintura, y aun la escultura en madera y cerámica”. “LA VIDA ES TAN CORTA Y EL ARTE...” Como vemos en su página web (https://vengeff. carbonmade.com/about), la vocación de Alejandra Venegas está muy clara. Por tradición familiar —su padre, Germán Venegas, es un artista notable—, pero sobre todo porque “me conmueve profundamente el observar una pintura… y no puedo decir lo mismo cuando me encuentro frente a una instalación… ¡Y no se diga hacerla! Siento que es mi lenguaje y, al mismo tiempo, es inagotable”. Alejandra Venegas no recuerda bien la frase pero hace suya la idea de que “la vida es tan corta y el arte tan extenso”. Finalmente dice: “¡Necesitaría varias vidas más para intentar hacer instalación en una de ellas!” ÁRBOLES QUE SON OTROS El lector que quiera conocer a esta pintora y escultora de cepa, hacedora de obra extraordinaria, puede ver, hasta fines de octubre, su primera exposición individual, Árboles que son otros, en Café La Gloria, conocido espacio donde se ha promovido el arte desde hace veinte años. La artista obtuvo la beca de Jóvenes Creadores en 2013 y en 2015. Fue seleccionada en la XVI Bienal Rufino Tamayo 2014. Por ahora forma parte de la colectiva Muralismo mexicano contemporáneo, organizada por la Galería Arte Hoy. Ahí participa con un mural extraordinario y vegetal, casi danzante porque hace pensar en el poema “Piedra de sol”, de Octavio Paz, aunque el poeta no se cuenta entre las pasiones primeras de Venegas; a saber, el arte prehispánico, el expresionismo alemán o la pintura tradicional oriental. Son parte de su formación Georg Baselitz , Cecily Brown, Willem De Kooning , Vincent Van Gogh y Germán Venegas. En el ámbito literario le importan, por mencionar unos cuantos autores de distintas disciplinas, Joseph Campbell, Serge Pey, Alejandra Pizarnik, James George Frazer y Carl Jung.

INTERVENCIÓN DE ESPACIO Cerremos con una acotación de la artista, interesada en que “las piezas interactúen con el espacio: me gustaría acercarme más a eso, sobre todo cuando haga mural”. De hecho, existe un mural en donde considera que logró intervenir el espacio. Fue realizado en 2012 y es similar al de la colectiva de Arte Hoy. La diferencia es que fue creado específicamente para una habitación completa. L http://www.milenio.com/cultura/laberinto/ Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


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Arthur Miller

La verdad es cosmopolita Hoy 17 de octubre, ni un día menos ni un día más, festejamos el centenario de uno de los grandes dramaturgos del siglo XX, cultivador del drama como arena de conflictos morales y sociales. David Olguín, quien practica un teatro antirrealista, expone la naturaleza y el temple de su obra, y nueve figuras de los escenarios mexicanos valoran la actualidad de su legado

ESPECIAL

DAVID OLGUÍN

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s curioso que una de las primeras obras de Miller se ubique en la Gran Tenochtitlan, centro del imperio azteca. Se titula The Golden Years y fue escrita hacia 1939, cuando su autor contaba con solo 24 años. La propuso al Group Theatre y permaneció casi 50 años en un archivo muerto durmiendo el sueño de los justos. El texto renacería hasta los años ochenta, acaso con mayor curiosidad por ser la obra de un clásico vivo que por su calidad intrínseca. Pero cuando reapareció, The Golden Years ofrecía una clave capaz de confirmar el sentido de toda una vida dedicada a la escritura teatral. Un destino semejante tuvo la primera obra de Miller, El hombre que tenía toda la suerte. Se estrenó en 1944 sin suerte alguna —duró en cartelera solo cuatro funciones en un tiempo y un país donde la crítica teatral decía no y la negativa era tan cósmica que tiraba por los suelos cualquier reputación—. Se requería de un temple de acero y también de mucha convicción en la voz propia para resistir algo así. Es interesante pensar que su gran amigo de vejez, Harold Pinter, con quien Miller emprendió varias cruzadas morales de activismo político en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado, también tuviera un inicio tan atropellado e incomprendido. Tan duro

fue el descalabro que ambos cambiaron temporalmente de género. Pinter escribió Los enanos y Miller, Focus (1945), su única novela, donde explora la responsabilidad del individuo frente a los otros que aparentemente le son ajenos. Al repasar más de sesenta años de escritura teatral, los primeros textos de Arthur Miller llaman poderosamente la atención, pues tienen muchas semejanzas con los últimos y dan cuenta de la característica que une a toda su obra: la dimensión moral y social del drama, los conflictos que surgen “cuando nos vemos en la encrucijada de elegir entre lo correcto y lo incorrecto”. Moctezuma se paraliza frente a la destrucción general que desata un puñado de conquistadores. De fondo, nuestra historia le sirvió a Miller para hacer una metáfora sobre el fascismo y la incapacidad de respuesta frente a la infamia. “Estamos paralizados. Sabemos perfectamente qué está mal y no podemos movernos”, diría Miller muchos años después a propósito de Bosnia. El trasfondo moral y existencial, la creencia en la carga histórica y en los deberes del individuo con su sociedad, identifican a Miller con el teatro europeo de impronta trágica: la herida de Filoctetes no es una herida física y personal; afecta, por el contrario, a todo el universo. Como buen moralista, Miller empieza con actos de autoacusación —en esa ruta uno recorre obras como Después de la caída y Caída de la montaña Morgan, por ejemplo—, pero el dramaturgo va ampliando los círculos a la familia, la sociedad y, finalmente, al género humano. “Ésta es una pregunta a la vez interesante y misteriosa, o al menos así me resulta”, reflexionaba Miller cuando le habían otorgado el Premio Príncipe de Asturias. “Me pregunto si el tipo de sentimiento que podemos denominar trágico tiene cabida actualmente en nuestro vocabulario. No lo tengo muy claro. Tal vez porque hemos matado a demasiada gente. Creo que no se ha reflexionado sobre cómo influye la historia de la humanidad de los últimos treinta, cuarenta, cincuenta años... en la conciencia de la gente; en el sentido de que un ser humano ya no tiene mucho valor, que puede ser fácilmente desposeído y olvidado con facilidad... y, consecuentemente, tampoco está muy clara la idea trágica que implica el ser humano”. A diferencia de la tradición que lo vio nacer en las tablas, esa de O’Neill, seguida por Tennessee Williams, Wilder, y otros grandes del realismo norteamericano, Arthur Miller no contaba cuentos o, mejor dicho, el cuento servía de vehículo para construir edificios de ideas en pugna. El estudio psicológico del carácter, la riqueza anecdótica o el gusto por la peripecia o el retrato de personajes complejamente norteamericanos, son una especie de gancho para ejercer un teatro cuyo enfoque es temático en esencia. Miller siempre discute ideas. El mundo es, como en los tiempos de plenitud del drama trágico, una puesta en disputa de convicciones sobre el mundo. Pero a diferencia de la conciencia trágica, los héroes de Miller no se libran de su circunstancia social e histórica. En Todos eran mis hijos (1947), la tragedia familiar halla su equivalente en la tragedia social de todo un país que llora a sus hijos muertos en la guerra, preámbulo de una Norteamérica con una carrera bélica interminable. En Panorama desde el puente (1955), los migrantes hacen de la tragedia personal el relato de una nación que expulsa a sus hijos y se desgarra. Miller cuenta y construye caracteres entrañables, pero también narra, enfría la escena, mira desde el puente y, ante todo, analiza con ojos críticos a su sociedad. Y sin embargo, característica emblemática de la obra de Miller, su análisis social encarna siempre en grandes emociones, pensamientos imperfectos, criaturas de carne y hueso. Willy Loman, uno de los más entrañables personajes del teatro de Estados Unidos, llevó a la consagración definitiva a su autor en 1949. Como ningún otro texto, La muerte de un viajante es el retrato de la gran crisis del llamado “sueño americano”. En 1988, Miller declaraba al respecto: “Jamás imaginé que adquiriría las proporciones que ha tenido. Era una obra literal sobre un vendedor, pero luego se convirtió en un mito, no solo aquí, sino en muchas otras partes del mundo”.


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DE PORTADA

CORBIS

En la década de 1940

El tema y la novedosa forma que La muerte de un viajante portaba, con su estructura cifrada en la simultaneidad, con sus juegos temporales y la yuxtaposición de realidades a medio camino entre la verdad y la subjetividad del protagonista, encontró ecos en todas las tradiciones teatrales. En México, por poner dos ejemplos, Los signos del zodiaco, de Sergio Magaña, evocó la estructura de la obra de Miller y la velocidad de sus situaciones simultáneas, mientras que Felicidad, de Emilio Carballido, recordó la catástrofe económica de una vida consagrada al orden —repentinamente descarriada y, a fin de cuentas, castigada por la obediencia de una vida hipotecada a la crisis económica y social de siempre. Miller ya había denunciado en Todos eran mis hijos el capitalismo armamentista. En La muerte de un viajante, la tragedia personal de la economía de mercado, y resucitó la noción de “ser obrero” en Recuerdo de dos lunes. A propósito de este entramado de pasiones familiares en el seno de la crisis económica de siempre, Miller también diría: “Trabaja uno toda la vida para comprar una casa, y cuando, por fin, la casa ya es de uno... no hay quien viva en ella”. En los años cuarenta, Willy Loman narró la trama del capitalismo anecdótico. En los años ochenta, Miller hablaría de la gran tragedia del hombre común, sin nombre incluso, anónimamente fracasado, en obras como El último yanqui.

Solo alguien de su temple, todo un anecdotario que atraviesa tres matrimonios —el segundo con Marilyn Monroe— y que confiesa a los 89 haber sostenido una relación de varios años con Agnes Barley, una pintora de 34 que al parecer fue la inspiración de uno de los personajes de Finishing the Picture, su último texto, podía cuestionar con tal honestidad y bravura el mito de la inocencia, el culto al optimismo y al éxito material, tan propios de su país, y confrontar el sueño americano con el sentimiento de fracaso y el quiebre de la noción de progreso. La doble moral y, de hecho, cualquier doblez ajeno a la moral individual y a la verdad, fueron los enemigos mortales de nuestro gran dramaturgo norteamericano. William Styron, su vecino y amigo, decía de Miller: “Es una especie de Abraham Lincoln judío, si es que algo así como un Lincoln judío pudiera vestirse de pronto con la rudeza de un gentil granjero”. Son numerosos los textos de Miller que se llevan a escena una y otra vez. Pero en estos tiempos de confrontación entre Occidente y el Islam, cuando se ha vuelto a poner al Demonio en el centro de la retórica política, Las brujas de Salem (The Crucible, 1953) me parece uno de sus textos más vigentes. En el Evangelio según San Marcos (5, 1–20), Jesús encuentra a un “ser inmundo”, un geraseno poseído por Satán que se agita y aúlla con gran aparato. Sus tormentos son innumerables, la contradicción de su alma lo pone en el potro

del espíritu. Y Cristo le pregunta: “¿Cuál es tu nombre?” Y el geraseno responde: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos”. Uno encierra a otros. Las voces que atormentan nuestro interior, las sombras y pasiones que nos acosan hacen de la conciencia un campo de batalla, el gran tema de Miller. Los defensores del dogma, las religiones verdaderas, las concepciones absolutas y los misterios que debemos creer aunque no los podamos demostrar, sienten pavor frente a la ambigüedad, la contradicción y la multiplicidad, posturas que han atribuido, desde tiempos inmemoriales, a la representación del mal. Arthur Miller, con aliento visionario, exploró un caso de histeria colectiva que provocó en la Nueva Inglaterra del siglo XVII una persecución destructora. Las brujas de Salem es un clásico no solo para interpretar la política bipolar a partir de los cincuenta y el retrato del macarthismo, sino para adentrarnos en los mecanismos sociales para perseguir al otro, al diferente, al que atenta contra la unidad del Estado, la Iglesia, la Familia, la Ideología, la Raza... Y no solo eso, la fuerza de la obra nos obliga a dar el paso de lo público a lo íntimo. La conciencia, pareciera decirnos Miller, le tiene pavor a los otros que tenemos dentro. Los demonios y sus pasiones, expresa, son capaces de tomar el cielo por asalto. Marlowe resumió mejor que nadie esa feroz lucha entre la unidad y la diversidad: “en nuestra conciencia”, dice el isabelino docto en Demonios, “podemos hacer del infierno un cielo y del cielo un infierno”. En 2002, el Premio Príncipe de Asturias quedó en manos de un clásico vivo. Para entonces, Miller había vivido demasiado y escrito todo. Que nuestra lengua reconociera la obra de un extraordinario autor dramático de Estados Unidos refrendaba una idea por demás intrínseca al homenajeado: lo ajeno es propio. Al final de Vueltas al tiempo, el libro de memorias de Miller, encontramos lo siguiente que refrenda la unidad extrema del individuo con el todo: “No sé de quién son estos campos que son míos. Los coyotes me miran en la noche. Se preguntan por mí. Todas las cosas del universo se preguntan unas por otras. Hasta los árboles”. Hace cien años, el 17 de octubre de 1915 para ser precisos, Arthur Miller nació en Harlem, hijo de un emigrante austriaco de origen judío. El mestizaje de factores y la historia personal es elocuente. Creció en Manhattan. Su familia llegó a prosperar económicamente y la fábrica de hilados de su padre contaba en 1928 con 400 empleados. Pero el gran colapso económico de 1929 echó el destino familiar por tierra y Miller empezó a trabajar haciendo de todo. Aprendió, en el tuétano de sus huesos, de las grandes tragedias asociadas al tener o no tener. Es uno de los grandes del siglo pasado y la muerte lo alcanzó el 10 de febrero de 2005 —fecha del aniversario número 56 del estreno de La muerte de un viajante—, a los 89 años de edad. En aquellos días invernales, aquejado de cáncer, neumonía y males cardiacos, Miller aún planeaba casarse con Agnes Barley. Hacía medio siglo de Miller cuenta y construye su amor con Marilyn caracteres entrañables, Monroe y había sido capero también narra, enfría paz de escribir: “¿Puede la escena y, ante todo, alguien recordar el amor? analiza con ojos críticos Es como querer conjurar a su sociedad el aroma de las rosas en un sótano. Podrías ver la rosa, pero el perfume jamás. Y ésa es la verdad de las cosas, su perfume”. Pero Miller fue, ante todo, un gran realista, un aterrizado inevitable, uno de esos que pensaban que a todos les agrada un tipo divertido, pero que nadie le prestaría dinero. Así que también nos legó este retrato de Marilyn en su lúcida y cruda autobiografía: “Para sobrevivir habría tenido que ser más cínica o que haber estado más lejos de la realidad. Marilyn, por el contrario, fue una poetisa callejera que había querido recitar sus versos a una multitud ávida de arrancarle la ropa”. L


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Sueños que nacen de OPINIÓN ALICIA QUIÑONES

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uando La muerte de un viajante se estrenó en Nueva York, en 1949, la crítica definió a Arthur Miller como un hombre lleno de compasión por la sociedad de su tiempo. El genio para revelar lo que en su teatro llamó “sueños que surgen de la realidad” le permitió descubrir el odio y la tristeza que se acumulaban en la imagen del padre y de su país: figuras de poder cuyas ideas moralistas nos llevan al fracaso. Más allá de haber sido catalogado en los periódicos de la época como “comunista peligroso” o el “esposo de Marilyn Monroe”, fue un autor que legó a la dramaturgia del siglo XX diversas formas dramáticas de escribir sobre los acontecimientos sociales sin caer en el panfleto. En México, la primera vez que supimos de su teatro fue en 1952, cuando se transmitió por Canal 4 Todos eran mis hijos. Cuatro años después, Ignacio López Tarso protagonizó la primera puesta en escena: Prueba de fuego (otra traducción de Las brujas de Salem), dirigida por Seki Sano en el Palacio de Bellas Artes, traducida por Luisa Josefina Hernández y Emilio Carballido. Sin duda, el director de origen japonés ha sido el mejor promotor del escritor neoyorquino en México. A casi sesenta años de ese primer montaje, ¿cuál es el legado del teatro realista norteamericano en nuestro país? Bajo esta idea, los siguientes actores, dramaturgos y directores teatrales reflexionan sobre el teatro de Arthur Miller, a cien años de su nacimiento.

CUANDO FUE LLAMADO POR EL COMITÉ DE ACTIVIDADES ANTIAMERICANAS PARA QUE DELATARA A SUS COMPAÑEROS, NO LO HIZO. ERA UN HOMBRE ÍNTEGRO

HUGO ARREVILLAGA

Conocí la obra de Arthur Miller en la escuela de actuación del Centro Universitario Teatral y tengo recuerdos entrañables de su literatura. Trabajé con un fragmento de Las brujas de Salem; quedé impactado por la precisión con la que Miller construye sus personajes. Se hizo toda una investigación sobre el contexto histórico de la obra para tratar de generar alguna conexión con el entorno político y social de México. Me sorprendió la manera tan profunda, lúcida, inteligente y sensible que tiene para construir a sus personajes: los diálogos que construye con palabras tan contundentes… Miller no solo cuenta historias de manera clara, sino que además nos regala su visión política. Recuerdo las palabras de uno de mis profesores: “Una de las grandes virtudes de Arthur Miller era la forma en que dejaba ver su postura política en la ficción”. En México podríamos pensar que el trabajo de Óscar Liera, quien trasladaba su posición política y social al teatro, se vio influido por Miller. Director escénico. En su trabajo se destaca la dirección de la tetralogía La sangre de las promesas, del autor franco–libanés Wadji Mouawad.

CARLOS CORONA

Algo en lo que definitivamente influyó el realismo norteamericano en nuestro país es en la formación de actores y en la creación de una técnica nacional. Con el teatro norteamericano se comenzó a enseñar el método de Stanislavsky que influyó de manera importante en jóvenes directores como Héctor Mendoza y Ludwik Margules. Desde que lo estudié, en la universidad, la obra que más me interesó fue Todos eran mis hijos, que reflexiona sobre la responsabilidad y la consecuencia de los actos negligentes. A la luz de los acontecimientos del mundo actual, esta obra resulta pertinente. Debo admitir que no me seduce demasiado el tono realista–cotidiano en el teatro. Creo que es un tono que nos fue arrebatado de manera más efectiva por el cine; sin embargo, es un tipo de teatro que estuvo muy presente en mi formación, pues el actor aprende la estructuración de la ficción con el realismo. Director escénico, dramaturgo, actor y académico. Actualmente participa en El chico de la última fila, en el Teatro Benito Juárez.

FLAVIO GONZÁLEZ MELLO

Al igual que en todo el mundo, Miller fue, junto con Tennessee Williams, el dramaturgo más influyente del teatro realista de mediados del siglo XX. Sus sellos se perciben en un caudal de obras escritas por la generación de Magaña y Carballido (como en Ante varias esfinges, la espléndida obra de Ibargüengoitia), e incluso por la siguiente, la llamada “Nueva dramaturgia mexicana”. Hoy ese tipo de realismo ya no impera en nuestras tablas; sus extremos de estridencia y sus clichés han sido desplazados por los planteamientos del teatro narrativo proveniente de Europa. Aun así, sigue conservando bastantes adeptos entre los dramaturgos actuales (aunque muchísimos menos que en Estados Unidos,

ESPECIAL


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e la realidad ESPECIAL

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DE PORTADA

ENRIQUE OLMOS DE ITA

El legado es la introducción de una dramaturgia moderna, que avisaba estructuralmente sobre la composición dramática de personajes fincados en la urdimbre emocional, más que en el peso de la peripecia y los cuadros de costumbres imperantes. En La muerte de un viajante se pone en duda el sueño americano; es proverbial en su época y de una valentía incalculable. Y ni hablar de la estructura donde el ensueño, la construcción de un tiempo sin tiempo, el juego de pasado y presente son naturales y desafiantes. Miller es un clásico moderno, uno de los grandes dramaturgos del siglo anterior y, evidentemente, el mejor autor dramático norteamericano nacido en la primera parte del siglo XX. Su influencia es notable en toda la escena contemporánea occidental. Dramaturgo y crítico teatral. Entre sus piezas destacan Inmolación y Generación Nini.

ENRIQUE SINGER

Miller es heredero del naturalismo que viene desde Ibsen y que pasa por O’Neill, continúa y le da un auge muy importante a un tipo de teatro social, que va a definir lo que es el realismo norteamericano, en el que los personajes son de carne y hueso, con situaciones dramáticas fuertes. Eso se heredó en México, en principio, en el teatro de revista; después, ese teatro reflexivo lo retoma Rodolfo Usigli y sus alumnos, como Vicente Leñero y Víctor Hugo Rascón Banda. Los dramaturgos de la segunda mitad del siglo XX estaban interesados en temas sociales, los de hoy le están dando de alguna forma la espalda al realismo para recuperar otro tipo de expresiones dramáticas que no necesariamente pasan por situaciones del drama convencional. Miller tuvo una afiliación dramática convencional, mientras que la dramaturgia actual se ha desprendido de eso: le interesa plantear situaciones y realidades, aunque sigue siendo un vehículo político, y eso es algo interesante. Actor y director. Tiene a su cargo la Dirección de Teatro de la UNAM. Su más reciente montaje es La anarquista, de David Mamet, en el Teatro El Milagro.

LUIS DE TAVIRA

Diana Bracho y Silvia Navarro en Todos eran mis hijos, dirigida por Francisco Franco

donde aún imperan sus temas y sus códigos de representación). La muerte de un viajante es una de mis piezas predilectas. Pese a que varias de sus convenciones han envejecido, su planteamiento dramático y temático sigue siendo muy poderoso. Una obra que plantea la paternidad como el fracaso de las expectativas conserva aún mucha vigencia.

Hernández y Emilio Carballido siguieron esa línea del teatro norteamericano al voltear a las costumbres mexicanas; otro ejemplo es Sergio Magaña y El pequeño caso de Jorge Lívido.

Dramaturgo y director de teatro y cine. En 2011 recibió el Premio Juan Ruiz de Alarcón. Actualmente presenta Hamlet, en el Centro Cultural Universitario.

HUGO HIRIART

GILBERTO GUERRERO

Uno de los valores intrínsecos del trabajo de Miller es que un actor puede explorar con intensidad distintos modelos dramáticos. Miller tuvo una presencia muy destacada en la escena de su tiempo gracias a su explosión estilística. En México se lee mucho, se tiene conocimiento de su obra, sobre todo de La muerte de un viajante, Las brujas de Salem y Panorama desde el puente. Sin duda fue un autor con tintes sociales y políticos, y en cada pieza nos alecciona sobre cómo tomar una postura política sin caer en el panfleto. Esa claridad parte de una estética realista y de cómo recupera la tragedia griega. En Panorama desde el puente, por ejemplo, pone en evidencia los valores del hombre y trata del problema migratorio que enfrentó Estados Unidos a mitad del siglo pasado, y parecería que plantea un problema semejante entre Centro y Norteamérica. En México, en la década de 1960, Luisa Josefina

Académico, dramaturgo y director de la Escuela Nacional de Arte Teatral.

El signo particular de Arthur Miller es el de ser un autor con un gran sentido social. Una vez, Marilyn Monroe dijo que su esposo era un escritor muy valiente. La represión de McCarthy sucedió justo en el momento en que él era un escritor destacado y con una posición clara. Cuando fue llamado por el Comité de Actividades Antiamericanas para que delatara a sus compañeros, no lo hizo. Era un hombre íntegro. En 1963, dio el mensaje del Día Mundial del Teatro, donde dijo algo así: “¿Por qué el teatro? Porque la gente puede ver cómo es”. El teatro existe porque la vida es difícil de aprender, es muy fugaz, enigmática. El teatro no es así, no es fugaz, no es ambiguo; el teatro es una cosa muy clara donde yo puedo ver, aceptar la vida, y por eso tiene la función de tratar la vida de manera que se pueda entender. Escritor. Entre sus obras de teatro se encuentran El caso de Caligari y el ostión chino y La noche del naufragio. Su más reciente libro es el ensayo El juego del arte (Tusquets, 2015).

Arthur Miller es un dramaturgo fundamental en la instauración del nuevo realismo de la modernidad. Heredero de Henrik Ibsen y Eugene O’Neill, refunda ese realismo que está presente hasta nuestros días. Es un dramaturgo profundo de los conflictos de la sociedad para la que están escritos sus textos, y muestra una clara posición frente al capitalismo, a las ideas que no sustentan el llamado sueño americano, es decir, también se ocupa de mostrar a este pueblo antiético de la década de 1960. Obras como Todos eran mis hijos o La muerte de un viajante son revisiones de los procesos fundamentalistas de la sociedad. En Panorama desde el puente trata la inmigración, tema presente en nuestros días. El teatro de Arthur Miller presenta conflictos que aún se discuten en nuestras sociedades. La dramaturgia norteamericana, en especial la de Miller, ha sido una escuela. No he montado alguna de sus obras, pero lo he usado en mi trabajo como pedagogo de la actuación. Sus obras son escuela para la estructuración de un actor. En México, la escuela de Rodolfo Usigli, Emilio Carballido y Xavier Villaurrutia aspiró al realismo, aspiró al encuentro de este nuevo impulso. Ellos veían la muerte de la poética teatral. Sin duda, influyó el modelo de confección de la poética de Miller y Tennessee Williams. Director de la Compañía Nacional de Teatro. Uno de sus más recientes montajes es El infierno de Vicente Leñero.

HUGO WIRTH

Hay cierta fascinación de los directores por llevar alguna obra de Arthur Miller a escena. Los que se atreven piensan que suben de nivel o lo ven como un gran reto. Creo que he tenido mala suerte y los montajes que he visto en México son realmente desafortunados. En ese sentido, esa necesidad egoísta de hacer con Miller experimentos comerciales para actores de televisión que quieren hacer cosas serias es un legado autoimpuesto. En cuanto a la dramaturgia, sin duda es un referente para todo el que quiera escribir teatro. La etapa que sigue a Después de la caída es una de las más interesantes de su trabajo: vemos a un dramaturgo más sensible, más crítico, más perceptivo. Hay una madurez técnica y, si bien toda su producción es fantástica, la genialidad se desborda a partir de esta obra. Miller es un barco de salvación sobre todo en cuanto a la creación de personajes. Es la filigrana. L Dramaturgo, director escénico y guionista. Entre sus obras destacan Tangram y La fe de los cerdos.


POESÍA

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LABERINTO

Miradas al paisaje británico Estas voces forman parte de Debajo la hierba. Arriba la bóveda del cielo, selección y traducción de Adriana Díaz Enciso, que convoca diversas generaciones y estilos que cantan a la naturaleza. El volumen se presentará hoy 17 de octubre en la Feria Internacional del Libro del Zócalo

¿

FUENTE DE INSPIRACIÓN

Roble de Grasmere

Mynydd Mawr*

Qué es naturaleza, qué es cultura, y cómo reconocemos lo que las distingue? Lo que llamamos “paisaje”, ¿es el mundo natural que nos rodea, o naturaleza vista, o de hecho distorsionada, a través de la lente estética, histórica y social de un grupo humano? En pocos lugares son estas preguntas tan intrincadas como en el Reino Unido. El paisaje que ha sido fuente de inspiración de incontables páginas y obras de arte ha sido alterado por una incesante sucesión de intervenciones humanas. Sus dimensiones sociales y políticas, y la forma en que los pobladores de estas islas se relacionan con él, han sido a menudo tema candente, y los cuestionamientos se han radicalizado frente a la catastrófica destrucción de la naturaleza de que el planeta es testigo. De lo que no hay duda es de que son incontables los autores y artistas cuya obra, directa o indirectamente, sugiere que lo que define “lo británico” no es la raza, sino el particular juego del paisaje, su clima y sus criaturas en su territorio. Debajo la hierba. Arriba la bóveda del cielo, que se presentará en la Feria Internacional del Libro del Zócalo en el marco del Año Dual México-Reino Unido 2015, aspira a algo mucho más modesto que una antología exhaustiva de poesía contemporánea británica sobre el paisaje, cosa que sería imposible dada la exuberancia del tema y las dimensiones del libro. Me propuse en cambio reunir a una serie de voces y poemas que hicieran las veces de introducción para el lector mexicano a este panorama tan rico como inquietante. El título es el verso que cierra el poema “Yo soy”, de John Clare, quien hoy día es considerado, junto a Wordsworth, el poeta inglés por excelencia de la naturaleza. Lo que sigue es una selección de tres poemas incluidos en el libro, de poetas de distintas generaciones y estilos, y confío en que despierten la curiosidad del lector. (ADE)

HELEN MORT

DAVID CONSTANTINE

Anoche, su sombra era lo único entre tú y la oscuridad que se filtraba,

Toda la noche sorbiendo lluvia Los pozos de la colina se abrieron al alba El animal en mi valle de cristal Se diseminó con mayor rapidez en la corriente.

la lluvia suelta y aciculando la corteza. De cerca, sus hojas dirigen al viento. Éste es el gozne oculto del paisaje donde todo empieza y se apaga: veranos a los que fuiste ciega, inviernos en que el árbol devolvía el cielo como tejado de zinc, el pequeño nudillo blanco de una granja lejana. Estas ramas tuercen el brazo del valle, acorralan la luz, estrangulan el aire hasta que ya no queda nada de él. Mira cómo mecen las hojas el cielo, luego lo dejan caer.

tan leve un pájaro que puede llegar THOMAS A. CLARK

tan leve un pájaro que puede llegar simultáneo a la mañana pesando poco más que una sombra en la punta de su impulso a descansar súbitamente en la rama más alta sin turbar ni una hoja curvando la luz apenas con la forma simple de una hoja pero más apartada de la rama puede caer por el árbol a través de un juego de sombras y tan súbitamente elevarse sin auxilio de brisa donde una hoja solo puede caer

Todo fluye, es su mandato, el cráneo Que se aloja en la corriente se alboroza Por los ojos y la boca ensanchada. En Mynydd Mawr Con un vendaval blandiendo la ley sobre mí Dejé ir esta casa, trocándola En los ríos al final del arcoíris Dejé ir nuestros lechos y el fuego El cuenco de moras y la madera de deriva en brazos Repartí al viento El acebo, la campánula y el único serbal Y los largos carámbanos traídos a casa Todo lo conjuré fuera de mí Búhos, sarapicos, picoteo de grajillas Y melodías de sueños. Luego me volví Había un firme centelleo Lo húmedo brillaba en la piedra de cada superficie Al acceder con ojos muy abiertos Al nervio del arcoíris y el fragor Y por arriba de mi piel delgada del cielo Manaba Mynydd Mawr —plata fría. * En galés, “gran montaña”. Mynydd Mawr es una montaña en Snowdonia (N. de la T.).

ESPECIAL


MILENIO

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EN LIBRERÍAS

MOBY DICK HERMAN MELVILLE Alianza Madrid, 2014 880 pp. A pesar de los intentos que se han hecho, por fortuna Moby Dick no ha podido ser rebajada a una obra de “literatura infantil y juvenil”. Y si ha sido así se debe a que, como toda obra maestra, no es catalogable siguiendo edad alguna. Para Alfred Kazin, quien trataba de ubicarla en su contexto histórico, su “audacia y vitalidad” eran un reflejo de la doctrina del destino manifiesto norteamericano; Carlos Fuentes, por su parte, señalaba que alguno de sus capítulos reflejaba al sistema capitalista. Estas no son, sin embargo, las únicas lecturas que acepta.

MARIENBAD ELÉCTRICO ENRIQUE VILA–MATAS Almadía México, 2015 150 pp. Una suerte de alter ego de Enrique Vila–Matas es testigo de las iniciativas artísticas de una instaladora, DGF, escurridiza y casi fantasmal, con quien además sostiene una relación epistolar que convoca a Rimbaud, Beckett, Godard, Duchamp, Conrad, Borges… Difícil adscribir este libro a género alguno pues avanza indistintamente por el ensayo, la narración, la estampa biográfica, el diario. El resultado es un rosario de obsesiones que giran alrededor del acto creador y los demonios que convoca, no siempre amistosos en su manera de servir de inspiración.

ASÍ ESCRIBO DELIA JUÁREZ G. (COMP.) Cal y arena México, 2015 226 pp. Hace algunos años, la revista Nexos publicó mensualmente una columna confesional en la que poetas, ensayistas y narradores daban cuenta de sus hábitos de escritura. Delia Juárez G. los ha compilado para disfrute de curiosos e impertinentes. Son 53 y entre ellos se cuentan Armando González Torres, David Toscana, Iván Ríos Gascón y Álvaro Uribe, columnistas de Laberinto. Daniel Camacho se encargó de retratar a cada uno de ellos y, en algunos casos, de caricaturizarlos de tal manera que parecen fenómenos de circo o aspirantes a reinas de belleza.

LA ALTERNATIVA LUIS VILLORO Fondo de Cultura Económica México, 2015 142 pp. Con el subtítulo de “Perspectiva y posibilidades de cambio”, este volumen es un sincretismo del pensamiento del filósofo nacido en Barcelona y que adoptó a México no como residencia sino como patria, nación de la que traza los derroteros que asumió tras la Revolución y las perspectivas necesarias para consolidar su democracia, su pluralidad, y los elementos necesarios en un nuevo proyecto de reforma política, económica y social. La edición incluye la correspondencia que Villoro mantuvo con el subcomandante Marcos entre 2011 y 2012.

VIVIR SIN LÍMITES, LA HISTORIA DE GUS MARÍA ELENA MARTÍNEZ Resistencia México, 2015 152 pp. Gustavo Ramón Sánchez Martínez es un atleta mexicano de alto rendimiento que se dedica a la natación. En los Juegos Paralímpicos de Londres en 2012 obtuvo cuatro medallas. Al contar su historia, su madre, María Elena Martínez, aspira a fomentar la “cultura de la discapacidad”. Ella escribe: “Querría que esta historia fuera motivadora para los papás. Necesitan saber que la discapacidad de un hijo no debe ser limitante para tener una vida digna, plena y satisfactoria y que si hay quien puede hacer esto posible, es indudablemente La familia”.

TESTAMENTO DE CLARK KENT

Héctor Carreto Almadía, 2015 93 pp.

Escenas de un héroe RESEÑA ATZAED ARREOLA

E

l nuevo filme de Superman se estrenó esta primavera de 2015. Está compuesto en verso y editado por Almadía. Podemos apreciar en la pantalla que estar incapacitado para este mundo es más significativo que tener la fuerza de un hombre de acero. Los poemas que componen Testamento de Clark Kent (Almadía, México, 2015), de Héctor Carreto, van de cielos kriptonianos a la desolación que representa andar por tierra ajena. El escritor de El poeta regañado por la musa (Almadía, 2006) y Coliseo (Premio de Poesía Aguascalientes, 2002) muestra en pequeños cortes ironía y humor recalibrados a 35 mm. Parece ser que no existen figuras inalcanzables para este director que edita y secciona la vida en sus versos (gran auscultador de la cotidianidad) y, con aparente simpleza, deja ver que la profundidad no solo vive en los poemas excelsos, también luce en la estampa de los personajes de celuloide. Estos poemas son más un detrás de cámaras que una reafirmación del águila de azul y rojo. Mientras la película gira, se desnuda el arquetipo más grande que se ha inventado el ser humano. “En realidad, Clark Kent personifica, de forma perfectamente típica, al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado por sus propios semejantes; a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier accountant de cualquier ciudad americana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de su actual personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de mediocridad”, afirma Umberto Eco. Es probable que el espectador, igual que el héroe, cuando ponga el separador y abandone su butaca, no podrá deshacerse del Clark que lleva dentro. En la cinta el personaje principal vaga en la búsqueda de la identidad. Vive con el peso de estar determinado a desempeñar el papel de defensor. Sabe que sus manos de reportero no son suficientes para abrazar a Luisa L. La soledad nunca lo abandona, va con él, incluso cuando el público lo ha ovacionado de pie en el cine. “A veces me aburro entre tanta belleza celeste”. Superman está sobrecalificado para el planeta Tierra. Lo vemos resolver conflictos sin manchar el atuendo, es más humano que los humanos, no piensa en conquistar al mundo, se desvive por protegerlo, llega temprano al trabajo, no miente, es un buen hijo, incluso puede ser que solo consuma alimentos veganos. La tarde se pasará en comer palomitas, en llenarse las inquietudes de aventuras y superpoderes, en apreciar cómo la trama se satura de vida cotidiana, en ver cómo el Godín es archivado en los convencionalismos del Diario El Planeta y cómo el Hombre de Acero está sujeto a la guarda de las buenas conductas. Al final, una vez vistas las páginas de este filme en 3D, después de las sonrisas, confiaremos en que alguna piedra verde nos golpee en la cabeza y nos restituya la vida común. “La kriptonita me lleva de regreso a la tierra./ Es una droga que me devuelve a un mundo/ racional y saludable”, dice el Clark Kent de Héctor Carreto. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

el que estamos. Fuera de México mucha gente no puede entender por qué suceden estas cosas. Por eso también queríamos retratar el aspecto empresarial del narcotráfico y no solo a los asesinos. ¿Qué posibilidades narrativas le aportaba hacer una comedia?

La comedia venía desde el guión. Solo con humor negro podemos soportar ciertas situaciones, mostrarlas de otra manera habría sido muy fuerte y doloroso. Pero conlleva el riesgo de caer en lo superfluo o evasivo.

Rafael Inclán y Julián Pastor

Armando Casas

“A los creadores nos toca retratar la condición humana” Narcotráfico, corrupción, violencia y enredos con guiños de ironía, Familia Gang es otro ajuste de tuercas sobre la realidad sociopolítica del país HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

U

n alto funcionario del sistema político mexicano (Ernesto Gómez Cruz) decide fingir la captura y muerte de El Coyote (Alonso Echánove), enemigo público número uno de México. Para hacerlo, pacta con su familia y les informa que requiere un doble de cadáver. Topillero (Rafael Inclán), un sicario con un sentido de disciplina y honradez poco convencional, es el encargado de llevar a cabo el plan. En el camino, se reencuentra con su esposa (Elpidia Carrillo) e hijo (Humberto Busto), a quienes abandonó años atrás. Entre una situación y otra, cualquier semejanza con la realidad no es mera coincidencia, reconoce Armando Casas, director de Familia Gang.

¿Qué detona la película?

Es un guión de un dramaturgo, Luis Ayllón. Me pareció una historia que como punto de partida vale mucho la pena. Trata de una familia inmersa en la situación de inseguridad que vivimos porque se vincula con diversos cárteles. Viven mucho tiempo separados y ante la adversidad se juntan nuevamente. La familia es un asunto que ha trabajado en sus películas.

No ha sido consciente, todo ha sido casual. Sin embargo, la familia es el núcleo de la sociedad, de modo que es fácil encontrar historias interesantes que la aborden como detonante.

En el caso de Familia Gang abundan guiños a la realidad inmediata del país. ¿Formaban parte del guión o usted los incorporó?

Eso no es un secreto. Hay complicidad por lo menos en dos niveles importantes. El narcotráfico mexicano no podría existir sin la complicidad directa de buena parte del gobierno y los empresarios. Pueden capturar a El Chapo, pero las cuentas bancarias siguen abiertas. ¿Cómo contar nuestro presente de manera distinta, desde un punto de vista fotográfico, estético, más allá de la opinión política?

Los temas pueden tratarse de muchas maneras. Entiendo tu pregunta y lo veo en las películas recientes y muy reconocidas, como La jaula de oro, Heli, Miss Bala, El infierno, aun en películas como Güten Tag, Ramón, filme bien hecho y con la mira puesta en el gran público. Cada película apuesta por una estética según sus intereses. La propuesta del director guía el sentido estético, no tanto el tema.

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora

ESPECIAL

S

i fuese cierto que la novela aspira a grandes personajes mientras que el cuento aspira a grandes situaciones, Carmín tropical estaría más cerca del cuento que de la novela. Sus protagonistas resultan enigmáticos en parte debido a que el director no se decide a explicárnoslos. Y digámoslo de una vez: no queda claro si se trata de la intención del autor. Habrá que esperar dos o tres películas más de Pérezcano para ofrecer una opinión mejor fundada. Por lo pronto, Carmín tropical no es magnífica pero hay que verla sobre todo porque termina, como los buenos cuentos, con un knock out narrativo. Hoy que los poetas aspiran al haiku de un buen tuit, Carmín tropical divaga, tarda en arrancar. El director inserta en su película perros echados, espejos rotos y un sinfín de elementos decorativos que, lejos de avanzar la trama, la arrastran. Hay también reiteraciones. Al menos dos veces se nos presentan las fotografías infantiles de la protagonista. Hay, además, varias secuencias que se resuelven o en el interior de un coche o bebiendo cerveza y, a pesar de que los travestis en general y los muxes en particular tienen fama de ser ingeniosos, los diálogos de Pérezcano no lo son. Y sin embargo al final, si tenemos buena

Una conclusión que se desprende de su película es que todos están coludidos.

Hice algunos ajustes y Luis estuvo de acuerdo con la incorporación de elementos actuales. Queríamos mostrar, con ironía, lo inaudito que resulta nuestro presente. Hicimos un estudio muy serio a partir de documentos, libros y reportajes, y En su caso, ¿por dónde iba esta búsqueda? descubrimos que este mundo es un en- Me interesaba tener una homogeneidad tramado más complejo de lo que parece. tonal con los actores. Se puede hacer comedia sin sacrificar el realismo. En Aunque lleva esta complejidad a los términos de narrativa me fui por lo clásico, límites del absurdo. los fuera de campo y las elipsis, siempre Así son las cosas. La fuga de El Chapo y cuando no distrajeran lo medular de demuestra el estado de inmoralidad en la historia. L

HOMBRE DE CELULOIDE

¡Knock out!

Respeto mucho el cine de evasión como posibilidad creativa, pero no podría entender mi trabajo sin el tono social. Cada comunidad en cada nación es distinta, y a los creadores nos toca retratar la condición humana.

Carmín tropical. dirección: Rigoberto Pérezcano. con José Pecina, Luis Alberti, Everardo Trejo. México, 2014.

voluntad y nos dejamos sorprender, todo lo perdonamos: un objeto, una sorpresa y el misterio se resuelve. Existe, claro, la posibilidad de que el público, lejos de sorprenderse con este final, se sienta defraudado, que necesite explicaciones. También por eso hace falta ver más cine de Pérezcano quien, por lo pronto, se nos aparece como un director muy capaz que, sin embargo, ha producido una película que

tiene sus problemas atribuibles, sobre todo, a la falta de experiencia. Tengo la impresión de que Carmín tropical nació con vocación de cine negro. La historia se presta: Mabel, un muxe juchiteco, vuelve a su pueblo para investigar la muerte de su mejor amigo. La policía ha encerrado a un hombre pero luego de una pequeña indagación, Mabel concluye que probablemente el susodicho sea inocente. ¿Se trata de un crimen pasional?, ¿un crimen por homofobia? Las cuestiones se abren y uno se llena de dudas. ¿Las dudas se resuelven? Lo dicho, solo el público decidirá si sí o si no, llegados los créditos finales. La cámara va y viene en un tono documental que no termina por ser el más eficiente para esta historia. El cine negro se caracteriza por lo estilizado de las imágenes y por más que los vestuarios, el pueblo y la resolana se prestan para grandes fotografías, Pérezcano no ha querido (o no ha podido) hacer justicia al colorido juchiteca. En cierto sentido, Carmín tropical recuerda las primeras películas de Almodóvar (Pepi, Luci, Bom…, por ejemplo), no tanto por el tema como por la promesa de un autor que aunque no domina por completo la técnica se nos aparece como un narrador muy prometedor. En cualquier país civilizado, a Rigoberto Pérezcano se le permitiría filmar cinco o seis películas más. Estoy seguro de que a la larga se volvería un director de culto y es a eso a lo que deben aspirar las instituciones que están promoviendo el cine nacional. L


MILENIO

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ESPECIAL

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ESCENARIOS

Señora Klein: teoría e inmolación MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

U

Nacho Tahhan y Mónica Huarte

La ley del abanico Constelaciones, del británico Nick Payne, juega a multiplicar las posibilidades de acción que encierra un hecho único TEATRO

¿

Qué pasaría si pudiéramos cambiar de opinión varias veces en un momento decisivo de nuestra vida frente a una situación determinada y volver a empezar? Como si existiera la posibilidad de poner en práctica el ensayo y error ante la toma de decisiones, los personajes de Constelaciones, de Nick Payne, repiten sus diálogos como mínimo tres veces con ligeros cambios, de lo que resulta una nueva posibilidad en cada ocasión. Hombre y mujer solos, al centro de un breve escenario en declive, reciben el reflejo multiplicado de su figura, junto con el de los trazos imaginarios entre las estrellas del cielo nocturno. Ubicados al centro de un vértice delimitado por paneles que semejan espejos de fondo, piso y laterales, Mariana y Rolando se conocen en algún lugar, al abrigo y quizá al acoso de unas constelaciones que subrayan lo que pareciera la tesis del joven autor británico, que establece similitudes entre la teoría de los universos paralelos y las relaciones humanas. Payne, un acomodador de teatro que se puso como meta ver su obra en escena antes de los 30 años como indicio de que la dramaturgia era su camino, escribió a los 28 esta obra que se estrenó en el Royal Court Theater de Londres, en Broadway, posteriormente en Chile, donde impartió un taller, más tarde en Madrid y ahora en México, sobre el escenario de un nuevo teatro construido al fondo de un restaurante. Al tratarse de una obra abierta a la posibilidad inagotable de sucesos, la compleja estructura de Constelaciones da cabida a distintos desenlaces sobre una circunstancia dada en torno a una relación de pareja, lo que de inicio exige a los actores una buena capacidad de memorización, y al mismo tiempo una amplia capacidad de registro actoral para transitar entre diversos géneros, motivaciones y objetivos en cuestión de segundos, como si se pudiera borrar lo dicho, lo sentido, lo vivido apenas al final de haberlo pronunciado, para volver al punto de partida. Mónica Huarte y Nacho Tahhan logran la naturalidad de sus personajes de forma que no se perciba su esfuerzo actoral, con lo que

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

dan la impresión de que el tiempo avanza y retrocede con un contenido diferente a la vez anterior y a la subsiguiente. La posibilidad de que un encuentro que puede ser romántico llegue a lo que para algunos sería un final feliz se asoma y desaparece. Mariana y Rolando transitan por el ¿y si hubiera? Súbitamente, el dramaturgo suelta a cuentagotas un detalle más que progresa en el transcurso de la historia de los personajes cada vez que retoma la situación, y logra así el avance de los acontecimientos que incluyen circunstancias cómicas y trágicas en desarrollo, hasta donde se pueda dar el siguiente paso. Si bien algunos espectadores se desesperan al principio, porque esperan que la anécdota se desarrolle de manera lineal, o que haya espacio para un intenso ejercicio emotivo, lo cual no sucede, debido a la rapidez de las transiciones, aceptan las reglas del juego hasta esperar el giro imprevisto. El director, José Manuel López Velarde, elige un texto con buenos retos para todos los involucrados, en el que plantea reflexiones profundas sobre la existencia, la organización y la certeza, el libre albedrío, el movimiento universal, la muerte, la enfermedad y el amor. El elenco sale avante ante el reto del texto y del montaje que lo deja solo y de pie sobre una rampa, sin un solo elemento de utilería y con un vestuario cotidiano y actual de Ilse Santana, ante los breves destellos de estrellas en una escenografía desafiante de Jorge Ballina, y un atractivo y poético juego construido por Ingrid Sac en su diseño de iluminación. El trabajo es limpio, raudo y diferente. Los desafíos se cumplen y el espectador se queda con sus interrogantes, o quizá con el propio reflejo que le devuelve uno de los espejos con algún brillo estelar, y su rostro, junto al de su colega de butaca, en una especie de añoranza por el anonimato de una butaquería de costumbre y una historia que lo absorba hasta desaparecer para retornar luego del viaje. Constelaciones propone un teatro de ahora, sin evasión, de frente a la multiplicidad y a uno mismo. La invitación está abierta.L

n texto teatral poderoso reclama actuaciones de nivel y una dirección perfecta. Nicholas Wright escribió La señora Klein en 1988 y siempre ha sido un reto para actrices. Melanie Klein existió y sus teorías psicoanalíticas son tan vigentes como las de Sigmund Freud en países de Europa, Estados Unidos y América Latina, aun con Lacan o la terapia Gestalt. Importa decirlo por si hay duda de la actualidad de la obra a la que asistimos como jurado popular para elegir quién tiene razón de lo sucedido en escena: tres especialistas en terapias de psicoanálisis —la freudiana, la kleiniana o una tercera en independencia y aprendizaje—, partiéndose mentalmente la conciencia para descubrir si la señora Klein es responsable del suicidio de su hijo, o si la hija de Klein tiene odio a su madre por revolucionar las ideas de Freud sobre pacientes infantiles: los hijos de Klein fueron sus primeros conejillos de indias. Asistimos a desafíos y disculpas, coraje y envidia, arrepentimientos y confrontaciones, la fortaleza de las razones contra la debilidad de las emociones, y las teorías e ideas en el aire como una inmolación pública, en una discusión sobre los usos y abusos del psicoanálisis. Si no sabemos a profundidad la historia del debate de ideas del pensamiento psicoanalítico, igual ganamos un duelo sobre esas teorías universales y, de paso, presenciamos uno de los grandes eventos del teatro que estremece. Porque sí. Porque los que hemos ido a terapia individual o de grupo estamos en manos de esas personas que también tienen su historia individual y, sin terapias ellas mismas, pueden dañar al paciente. De ese tamaño es la dimensión del contenido de la obra de Nicholas Wright. Y los que no han ido tienen la posibilidad de pensarlo después de ver la obra inspirada en un hecho histórico: Melanie Klein y la hija de Sigmund Freud —Anna Freud— vivieron intensos desencuentros por la forma de ver y aplicar el psicoanálisis. Culpa y victimización. Melitta Schmideberg jamás se reconcilió con su madre, Melanie Klein. La obra nos recibe con la intensidad de un diálogo a muerte verbal, con el diván colgado como conciencia. Tres mujeres, tres psicoanalistas, tres judías exiliadas en el Londres de la Segunda Guerra Mundial. Tres actrices de nivel: Emoé de la Parra, Paola Izquierdo y Alejandra Maldonado (no sé qué diría si hubiera visto aquel montaje dirigido por Ludwig Margules con Ana Ofelia Murguía, Delia Casanova y Margarita Sanz, consagradas por su trayectoria). Reclamaría una mejor escenografía que no fuera de casa de muñecas por falta de presupuesto. El diván en el cielo y un escenario vacío hubieran sido fantásticos para oír esas voces poderosas en vez del chillante amarillo de los muebles de juguete. También, un mejor director que la propia Emoé de la Parra: juro que hubieran salido chispas dignas de uno de los mejores montajes del año. Pero con todo, están en plena madurez. El Círculo Teatral cumple diez años de existencia con trabajos escénicos cada vez más profesionales.L ESPECIAL

Escena de La señora Klein


VARIA

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LABERINTO

La cultura de la censura DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

TOSCANADAS

E

l gobierno de Irán hizo su berrinche ante los organizadores de la Feria del Libro de Fráncfort. Seyyed Abbas Salehi, a quien buena parte de la prensa identificó como “ministro de Cultura”, amenazó con cancelar la presencia de su país en la feria si permitían que Salman Rushdie fuera orador en la ceremonia de apertura. Para darle más énfasis a su amenaza, recordó que sigue vigente la fetua que ordena a los musulmanes asesinar al autor de Los versos satánicos. Quizá pensó que con ese recordatorio los bibliofrancforteses se espantarían solo de imaginar algún atentado durante la fiesta mundial de los libros, tal como los medios del mundo se atemorizaron por el asunto de Charlie Hebdo y decidieron no difundir las caricaturas en un acto de cobardía informativa. Muy diplomáticamente, el director de la feria lamentó la postura oficial iraní, pero dijo que se continuaría con los planes, máxime cuando el tema central del evento es la libertad de expresión. El detalle es que, al reportar el incidente, la mayor parte de los medios evitaron decir que el nombre completo de la dependencia que encabeza Abbas Salehi se traduce como Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, o

ESPECIAL

sea, una vil agencia de censura. Lo que sorprende no es la postura del gobierno iraní, sino que la Feria del Libro de Fráncfort invite a países que tienen por costumbre encarcelar y ejecutar a sus poetas. Así las cosas, Jürgen Boos, el director de la feria, no debió esperar a que Irán decidiera boicotear, sino que debió echarlos a patadas en el momento en que lo amenazaron. No debió declarar: “Lamentamos mucho la anulación del Ministerio iraní de Cultura”, sino: “Celebramos que estos censuradores que promueven el asesinato de Salman Rushdie ya no estén por aquí”. Recordemos que el asunto de Los versos satánicos no resultó en mera incomodidad del autor, quien hubo de ocultarse del mundo y mudarse de casa alrededor de cien veces. Hubo decenas de muertos en marchas de protesta, dos traductores acuchillados, uno de los cuales murió, un editor baleado, explosivos y bombas molotov lanzadas a librerías y editoriales, secuestros, ruptura de relaciones diplomáticas, violencia, amenazas diversas, una explosión en la que murió un pelmazo que armaba una bomba para usarla contra Rushdie, 37 muertos en un festival literario, recompensa de tres millones

El ministro iraní de Cultura Seyyed Abbas Salehi

LO QUE CONTEMPLAS

JÜRGEN BOOS, EL DIRECTOR DE LA FERIA, NO DEBIÓ ESPERAR A QUE IRÁN DECIDIERA BOICOTEAR, SINO QUE DEBIÓ ECHARLOS A PATADAS

de dólares por la cabeza del novelista; y hasta el cursicantante Cat Stevens que nos invitaba a abordar el tren de la paz se declaró listo para matar a Rushdie. En todo momento hubo muestras de apoyo para la libertad de expresión encontradas con muchos discursos que apoyaban el derecho de matar a quien ofenda a los que se ofenden por cualquier mamada. En medio quedaron los cobardes, los que prefirieron callar o no vender el libro o no editarlo o no reseñarlo o no comprarlo o no leerlo. Ahí en ese medio estuvo la Academia Sueca, que decidió no apoyar al autor; por eso dos académicos renunciaron. Por eso, Rushdie nunca tendrá el Nobel. Lo que hizo el señor Abbas Salehi no fue un mero boicot; le recordó a millones de fanáticos de mentes retorcidas que aún tienen un deber sin cumplir, que por amor a su profeta deben ejecutar a un prosista. Bonito ministro de Cultura. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

adrianadiazenciso@gmail.com HARRY PEARCE

¿Quién? Y

entonces, ¿qué, o quién, es el artista? En su interpretación del mundo, ¿cómo teje los lazos de su pertenencia? Y si el mundo es atroz (y lo es), ¿qué sentido tiene la belleza? Supongamos que un gobierno corrupto construye en Sichuan edificios de ínfima calidad para escuelas que un día de 2008 caen como casas de naipes durante un terremoto y dejan muertos a más de 5 mil niños. Y el gobierno niega su responsabilidad, oculta información, quiere robar a esos niños de sus nombres, de los rostros que tuvieron, anular la certeza de que alguna vez tuvieron vida. El artista no quiere que esa vida que fue les sea negada. La sed de verdad quema, mientras que la búsqueda de la belleza se adelgaza hasta volverse casi un contrasentido. El artista es muchos: va tras la verdad con un grupo de asistentes. En las fotografías la devastación es un silencio de muerte al pie de montañas impasibles que ofrecen el contraste de su propio silencio, paisaje de hermosura que arrebata el aliento. Se encubren cifras, se niegan nombres y el equipo del artista crece concentrado en la recaudación laboriosa de la verdad: los nombres y alrededor de 200 toneladas de varilla de construcción proveniente de los mismos edificios derruidos. Una por una, a mano, se van enderezando las varillas: se endereza lo torcido, se restituye la materia a una forma prístina, de modo que deje de ser la materia que se dobla y quiebra acarreando muerte y se convierta en instrumento de la memoria. El proceso se lleva alrededor de dos años. El artista es perseguido, golpeado, encarcelado. El mismo gobierno que construyó las escuelas que se convirtieron en trampas mortales para niños ordena la demolición de su estudio. Sus seguidores —y son cada vez más— se

Ai Weiwei en su estudio de Beijing

reúnen en vísperas del ultraje a celebrar la indestructible dignidad del desafío, la gloriosa metáfora del arte como amuleto para perder el miedo. Cuando el artista sale de su prisión se encuentra a su equipo aún trabajando, paciente, decidido, enderezando las varillas. Manos y voluntad humanas transformando incesantemente la infamia y el duelo en creación que se levanta contra las fuerzas ciegas de la destrucción. La valentía del artista ya encendió su chispa en incontables otros. La obra Derecho ocupa un lugar central en la retrospectiva de Ai Weiwei en la Royal Academy de Londres. Los muros blancos

están inscritos con los nombres de los miles de niños muertos: que sí existieron, que sí tuvieron vida. Y al centro, cubriendo el suelo, las varillas de todos los tamaños de nuevo rectas; las mismas que se doblaron en los edificios colapsados forman ahora un paisaje de dunas que convoca a un silencio que no es solo el silencio del dolor. Si existe el arte radical, es esto. Belleza no como escapismo ni ornamento. Denuncia de la inocencia masacrada no como panfleto vociferante, sino como belleza y quietud. El artista es entonces, nos dice Weiwei, “aquel que usa su propia vida para sentir el mundo”. L


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