Laberinto No.646 (31/10/15)

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Laberinto

CARLO OSSOLA RASTREA A ITALO CALVINO carlos rubio rosell p. 04 y 05

METAMORFOSIS DE PASOLINI fernando zamora p. 07

LUPE MARÍN POR PONIATOWSKA braulio peralta p.08

MILENIO

NÚM. 646

sábado 31 de octubre de 2015 FOTO: ESPECIAL

NO ENJUICIAR claudio magris p. 06 y 07


ANTESALA

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LABERINTO

ESPECIAL

Genios ESCOLIOS

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

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ara bien o para mal, uno de los ideales estéticos más estimulantes, el genio, parece desvanecerse. Las teorías dominantes en la academia, desde los enfoques marxistas hasta los estudios culturales, tienen en común un determinismo que desfavorece la ponderación del genio individual. Acaso estos enfoques sean pertinentes para revelar las formas en que las circunstancias sociales, el poder y el mercado pueden influir en los prestigios artísticos; pero es indispensable distinguir entre la denuncia política de los usos del arte y la apreciación del arte. Desgraciadamente, al revés de la crítica romántica que exageraba la exaltación de la creatividad personal, estas corrientes conciben el genio individual como un mito burgués o un instrumento de dominación colonialista y entienden el canon como producto espurio de circunstancias inducidas. Es difícil hablar de una entelequia como el genio; sin embargo, sería muy empobrecedor admitir que la excelencia artística es una invención ideológica y dejar que el panteón literario se llene con meras cuotas de género, raza y nacionalidad. Por eso, sin ignorar su ostentación y grandilocuencia, resultan encomiables las querellas de Harold Bloom a favor del genio individual, pues como dice en su libro Genios (Anagrama, 2012): “No podríamos enfrentar el siglo XXI sin la esperanza de que también aquí nos espere un Stravinski o un Louis Armstrong, un Picasso o un Matisse, un Proust o un James Joyce”. Con mucha erudición y su perenne combatividad, Bloom intenta rebatir las nociones más chatas de democracia creativa haciendo una lista arbitraria de genios literarios y aventurando una suerte de definición. El genio combina en

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

El crítico literario Harold Bloom

distintas dosis los rasgos de maestría, audacia y carisma: los genios dominan su oficio, manejan formas e ideas innovadoras y controvertidas y ejercen una particular seducción personal. Las obras de los genios son monumentales y persuasivas, sus mundos abren puertas para la percepción y la imaginación, avistan ideas o descubren criaturas inéditas. Sus argumentos intelectuales, sus personajes o sus situaciones no son solo magnífico entretenimiento, sino incisiones en el alma de los individuos y en la cultura. El genio rebasa los condicionamientos históricos: “Las mismas fuerzas sociales, económicas y culturales producen simultáneamente obras inmortales

Bajo la férula de la odiosa princesa, el príncipe recordaba cuando era feliz y vivía en el charco.

Los ojos de PJ Harvey LOS PAISAJES INVISIBLES

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y obras que no trascienden su propia época. Thomas Middleton, Philip Massinger y George Chapman compartieron los mismos recursos culturales que supuestamente modelaron Hamlet y El rey Lear”. Además, el genio es afrodisiaco, contagia su ambición de infinito, induce a superar la mediocridad y el lugar común y aporta emociones o estructuras paradigmáticas. Acaso la idea más provocativa de esta obra de Bloom es que el genio, sin evadirse de las condiciones de su tiempo, no encuentra en ellas el motor o el obstáculo fundamental de su vocación, sino en el propio coloquio agonístico con otros genios y consigo mismo. L

a distancia se hace más corta entre lo que se encuentra y lo que se (d) escribe. La distancia desaparece en la contemplación del hormiguero existencial que abarrota otros espacios, es como hurgar en el espejo de la extrañeza solo para reconocer la analogía en la diferencia. A pesar de las fronteras, muy a su pesar, el mundo es uno solo, la desdicha, la fealdad, el caos, la penuria tienen un ímpetu salvaje, ningún sitio es mejor ni peor, el otro eres tú mismo. La insólita PJ Harvey escribe: “La gente pasa delante de la mano./ Hay sonidos de bocina y música./ La gente pasa delante de la mano que pide”. Halló esa imagen en Afganistán. “Tres niños con capuchas cruzan los brazos/ y se apartan de la mano,/ la mano que pide bajo la lluvia”. Antes miró secuencias paralelas en Kosovo. Sucederá lo mismo en Washington D.C. “Una mujer de azul no mirará/ la mano que pide,/ que se estira bajo la lluvia”. Las calles que recorre PJ Harvey parecen senderos simultáneos, acaso la demarcación de cada trazo pueda distinguirse en la tierra baldía o en el asfalto

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

enmugrecido. También, quizá, sean las máculas de la piel o los andrajos. “La gente va y viene, mirando sus teléfonos./ Nadie toma la mano/ que se estira, que brilla bajo la lluvia”. O tal vez sea el talante de la frialdad, la indiferencia, o el andar de los enfermos lo que marca la línea imperceptible de la lengua. “En el hueco de la mano/ hay un cuadrado doblado/ de papel,// pero nadie mirará dos veces el papel blanco/ que reluce en la mano que pide,/ que se estira y brilla bajo la lluvia”. El hueco de la mano. Silo fúnebre de una extremidad privada del don del tacto pues ya solo implora la limosna. El hueco y la metáfora del depósito universal de una absurda, inútil supervivencia, porque los poemas de PJ Harvey, emplazados en una secuencia epigramática en torno del fracaso planetario, persuaden a meditar y responder aquella pregunta fundamental de si la vida vale la pena de ser vivida en esos guetos, esas aldeas o ciudades polvorientas en las que la civilización confirma su irónica proclividad por la decadencia.

Desde su debut en 1992 con el álbum Dry, la pequeña y delgada PJ Harvey reveló que sus ojos poseen el atributo de congelar instantes y escenarios, y vertió esos fotogramas en canciones como “Dress” o “Happy and Bleeding”. Y luego vendrían los discos Rid of Me y el celebérrimo To Bring You my Love (¿quién puede olvidar el track “Down By the Water”?), que en 1995 confirmó lo que la crítica y el público habían prefigurado tres años atrás: la mirada de PJ Harvey extrae la esencia de las cosas y solo las revela, las exhibe, ahí no hay sentencias ni expiaciones y quizá es por eso que su primer poemario, El hueco de la mano (en español por Sexto piso), en mancuerna con el fotógrafo Seamus Murphy, es un libro honesto y sobrio, ahí no hay martirologios ni lamentos a pesar de los atribulados personajes que habitan cada línea: niños de piel escarapelada, mutilados, manadas de perros color de arena, indigentes haciendo fila para recibir mendrugos, convoyes militares, ganado famélico, suciedad, centros psiquiátricos, estaciones de tren con hedor a orines y abandono, mucho abandono: “Creí ver a una joven/ entre dos murallas agujereadas de viruela.// La busqué en la casa blanca/ que desmigaba barro del techo que se derrumbaba.// En un clavo de la cocina/ un delantal deshilachado// […] Busqué a la joven en el piso de arriba. Encontré/ un cepillo, flores secas, un ovillo de lana roja// desenredándose. Un ciruelo había crecido/ a través de la ventana/ en la repisa de la ventana una fotografía// en blanco y negro, pero le falta la boca,/ deteriorada y descascarada, hecha una nada blanca”. La poesía de PJ Harvey no es como la de Leonard Cohen ni como la de Patti Smith. Me gusta más pensarla como una Road Movie, sí, con esas señas: de nada sirve escapar, es inútil desplazarse, el mundo es todo igual, es uno solo. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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ANTESALA

VÍCTOR RODRÍGUEZ

× M A N U E L

BA N D E I R A ×

Inscripción Este poema pertenece a La ceniza de las horas (A cinza das horas), publicado en 1917

A

quí, bajo esta piedra, que el rocío humedece, Reposa embalsamado con óleos vegetales,

El albo cuerpo de quien, como ave que aletea, Con desgaire bailaba, y hoy no baila ya…

Saludable diversidad

Quien no la vio es muy probable que no vea Otro conjunto igual de partes naturales. Los velos tenían celos. Otras, tenían envidia. De verla los varones tenían pasmos sensuales. Sorprendióla la muerte un día cuando soñaba. Con el caer del sol, bajó entre sombras fieles A la tierra, en la cual pisó tan leve… Eran sus manos más lindas sin anillos… Tenía ojos azules… Era rubia y bailaba… Breve fue su destino y bueno… No la lloréis.

L I B R I S × A N TO N

MAGALI TERCERO @magalitercero

U

no no da significados místicos a las coincidencias pero éstas suceden y sugieren reflexiones. El 22 de octubre dos mexicanos inauguraron con propuestas muy diferentes. Uno es Francisco Toledo (1940), con Duelo, en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México (MAM); el otro es Víctor Rodríguez (1970), con God Complex (Your Father Is Dead), en Ge Galería de Nueva York. Este pintor, heredero de la corriente pop, optó por un lenguaje situado fuera de cualquier exotismo. Vive en Brooklyn y se ha creado una presencia como artista universal. No es cualquier cosa en esta aldea global. En México ya no estamos bajo el “No hay más ruta que la nuestra” de Siqueiros. Los artistas se lanzan sin malla de protección desde distintos lenguajes. Eso es crecimiento. No es un recuento de fin de año, sino entusiasmo ante la saludable diversidad de las artes.

FUERA DEL MAINSTREAM

Versión de Marco Antonio Campos

× E KO × E X

GUÍA VISUAL

C H EJ OV ×

El 5 de septiembre Pedro Meyer (1935) nos regaló el museo de fotografía Foto Cuatro Caminos (Estado de México). Ana Casas Broda (1965) y Gerardo Montiel Klint (1978) publicaron, en el contexto de su proyecto Hydra, Develar y detonar, libro de fotografía contemporánea mexicana. Abraham Cruz Villegas (1968) inauguró el 13 de octubre, en el vestíbulo del Turbine Hall (Tate Modern en Londres), la instalación Empty Lot. El 24 de octubre el ceramista Gustavo Pérez (1950) inauguró una exposición, en la Galería Juan Martín, de su quehacer reciente con piezas que dan cuenta de un lenguaje comprometido y poderoso. En mayo, Vicente Rojo (1932) presentó una retrospectiva de pintura y diseño editorial, Escrito/ Pintado, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). En medio de la violencia social y económica del país, los artistas están mostrando una resistencia como hacía mucho tiempo no se veía. También tuvieron lugar Relato de una negociación, en el Museo Tamayo, del belga Francis Alÿs (1959), mexicano adoptivo que además de videos, instalaciones y performance, presentó una serie de hermosos cuadros en formato pequeño; Bulbos de Mauricio Sandoval (1960) y Deus ex Machina de Boris Viskin (1960) en la Galería Lelaboratoire. Este año está siendo excepcional por iniciativa de los artistas, como lo prueban los ejemplos citados por su independencia del mainstream. Pronto tendremos más ejemplos de esta fuerza creativa en tiempos violentos. Quién sabe si el gobierno esté ganando o no la guerra contra el narcotráfico, pero los artistas están dando la batalla. Bien y a favor de la vida. No están cruzados de brazos ni en la queja.

POSDATA

¿Por qué los museos acogen tan pocas propuestas de todo este quehacer? ¿Por qué, cuando lo hacen, a menudo son muestras poco sólidas? Este año vuelve a quedar de manifiesto que el artista siempre va un paso adelante y no se deja amedrentar por la falta de presupuesto ni por rígidos conceptos curatoriales o mercantiles. Como bien dijo James Whistler (1834–1903): “El arte sucede”. L http://www.milenio.com/cultura/laberinto/ Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


LABERINTO

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Carlo Ossola

“Calvino mismo dijo que era la llama y el cristal” A propósito de la aparición de Italo Calvino: universos y paradojas (Siruela), presentamos esta entrevista en la que su autor devela los mecanismos narrativos y las claves ocultas en la obra del creador de Las ciudades invisibles y El castillo de los destinos cruzados CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID

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os universos del escritor Italo Calvino estaban en el horizonte, en el propio sueño de Calvino. En su libro Las ciudades invisibles, Marco Polo muestra a Kublai Kan cuál debería ser el imperio perfecto, pero ese universo encierra una paradoja; en Cosmicómicas, muestra todos los universos posibles y esa voluntad de conjugarlos todos también encierra otra paradoja; en Palomar, su última novela, Calvino parte de la lectura de una ola y llega a analizar el fin de los universos y, paradójicamente, de sí mismo. Como dice el profesor Carlo Ossola, director del Instituto de Estudios Italianos de la Universidad de Lugano, “Toda la escritura de Calvino está llena de universos y paradojas. Y es que la crisis que tuvo a partir de su conflictiva pertenencia al Partido Comunista le hizo comprender que no era suficiente dibujar utopías para llegar a la verdad, sino que había que darle la vuelta. Revolución significó para Calvino eso: darle la vuelta a las cosas. Y ahí radica también la paradoja: en darles la vuelta”. Ossola (Turín, 1946), quien acaba de publicar en nuestro idioma el libro Italo Calvino: universos y paradojas (Siruela) —que apareció coincidiendo con el trigésimo aniversario de la muerte del escritor, el 15 de septiembre de 1985—, expone en entrevista los motivos centrales de su libro y comenta algunas claves de la vida y obra de Calvino, sin duda uno de los autores clásicos de la literatura mundial del siglo XX. “Cito cuatro paradojas en mi libro. La más bonita e importante, que sirve para entender la diferencia entre superficie y profundidad, es la que encierra el relato sobre las caracolas que hablan a los hombres y dicen: ¿conocéis algo de nosotras? Tienes solo la caracola; pero lo que está en el interior, lo que se ha vivido, lo que se ha movido, lo que se ha sentido, lo que han sentido las olas, eso sí que no lo conoces y nunca lo conocerás. Calvino daba siempre la vuelta a las cosas para comprender. Al final del libro he incluido el siguiente pasaje del relato ‘Las caracolas y el tiempo’ porque es de lo más hermoso: ‘A partir de nuestras espirales interrumpidas construiste una espiral continua a la que llamas historia […]. Tu historia es lo contrario de la nuestra, lo contrario de la

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historia de lo que moviéndose no ha llegado, de lo que para durar se perdió…, la mano que movió la vasija, los estantes que ardieron en Alejandría, la pronunciación del escriba, la pulpa del molusco que segregaba la caracola’”. Plantear y poner de relieve las paradojas de Calvino, explica Ossola, “tiene como propósito el hecho de que toda la tradición del siglo XX, a la que en parte pertenece Calvino, es descriptiva. Calvino mismo empieza Palomar con lecturas de una ola y luego ve que no se puede leer una ola porque cambia continuamente. Entonces, a partir de eso, Calvino supera una dificultad que era la misma de los estructuralistas, quienes decían que la descripción es suficiente, pero él se da cuenta de que la descripción no es suficiente. Ahí la paradoja es la manera de superar la descripción misma. Y así, Calvino también cambia”. En el conjunto de su obra, Calvino parece dejar muchas claves para que en el futuro se reinterpreten, se retomen y se construyan nuevas formas literarias a partir de ellas. Al margen de sus célebres Seis propuestas para el próximo milenio, qué otras claves podemos retomar como fundamentales.

Calvino mismo dijo que era la llama y el cristal: construir una forma perfecta que al mismo tiempo se queme y lo queme todo: en el sentido griego, la llama y al otro lado la forma. Lo que atrae de la prosa de Calvino es que tiene una idea iluminista a lo Voltaire: todo tiene que entenderse. Como en El barón rampante, todo ese universo de referencias iluministas; una prosa de luz. Hay un puente entre la obra y la biografía que marca a Calvino: su ideología, algo que quizá no acaba de comprenderse, su militancia comunista. ¿Es posible que Calvino haya ido más allá del desencanto?

En una primera época, Calvino está en San Remo y con su hermano participa en la Resistencia italiana contra el fascismo. Hay dos cuentos de ese


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tiempo: “El sendero de los nidos de araña”, de 1947, y “Por último, el cuervo”, de 1949. Después se muda a Turín e ingresa al Partido Comunista. Tras lo sucedido en Hungría, abandona el PCI y sus cartas y su obra muestran este punto de ruptura, como se ve en La jornada de un escrutador electoral, basado en una experiencia verdadera. Esa obra representa un punto de inflexión, un punto de partida, en la obra de Calvino, que intenta ver si una sociedad perfecta es capaz de arreglar la imperfección individual, si esa sociedad puede construirse o si en una sociedad imperfecta hay un punto de unión entre lo justo y la justicia, porque a fin de cuentas creo que Calvino era un gran moralista en el sentido clásico y creía que ser justo es demasiado poco. Por eso intenta construir, como hará sucesivamente hasta Las ciudades invisibles, algunos puntos de identificación, de resistencia, una suerte de caza de lo ideal, de perfección, de luz. La jornada de un escrutador electoral se publica en 1963 y coincide con la aparición de Un día en la vida de Iván Denísovich, de Solyenitsin. Ambos fueron publicados por Einaudi y se leyeron a la vez. Es un momento de ruptura, como una grieta. A partir de ese momento, Calvino amplía su campo de visión. Incluso México entra en su horizonte y se vuelve un autor, hasta cierto punto, excéntrico. ¿Es así?

Absolutamente. Calvino nació en Cuba, en Santiago de Las Vegas; su mujer era argentina, muy amiga de la mujer de Julio Cortázar, Aurora Bernárdez, y ambas eran traductoras en la UNESCO. Viaja dos veces a Estados Unidos y esos viajes le hacen cambiar. De hecho, su último libro italiano es una recopilación de entrevistas titulado Nací en Estados Unidos. ¿Es un renacimiento?

Es un renacimiento, algo excéntrico. Pero en sus libros aparece también China; vemos la España de Tirant Lo Blanch, el nacimiento de los poemas sensuales; París, donde vivió durante más de diez años y se hizo amigo de Roland Barthes. Calvino vivió una experiencia global. Pero podríamos decir que entre los escritores italianos contemporáneos a él, mientras Pasolini o Rossellini estaban orientados hacia África o la India, Calvino se enfocó en China, donde había un pensamiento completo, y es que le interesaban los lugares como forma de pensamiento pues, en el fondo, también era un filósofo.

Permítame insistir en la política. ¿Cómo trasciende Calvino su primera ideología; cómo explica la realidad social y política, sintiéndose con seguridad en medio de muchas contradicciones? ¿Qué avizora y mira en el horizonte del mundo a nivel ideológico? ¿Cuáles son sus convicciones?

Es difícil de decir, porque en los últimos años escribió cada vez menos de política. Pero se preocupó muchísimo por la condición humana. Al final de mi libro cito a Calvino cuando se refiere a que los únicos momentos de abandono generoso son esos momentos en que uno sale de sí mismo, cuando se deja caer y se expande, se

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funde. Una idea final de generosidad, de apertura. Se nota muy bien en el último libro que publicó poco antes de morir, en el que dice que todo es arena y polvo, todo se va, pero tenemos que coleccionar los instantes perfectos. Hay un libro sorprendente por su estructura, por el juego combinatorio que establece con el lector: El castillo de los destinos cruzados. ¿Cree usted que estuvo influido por el Cortázar de Rayuela?

ERA UN CRÍTICO GENEROSO QUE CONTESTABA A TODO AQUEL QUE LE ENVIABA UN MANUSCRITO Y LE ENSEÑABA SUS PUNTOS DÉBILES

Toda esa obra que llega hasta Si una noche de invierno un viajero forma parte del periodo más estructuralista de Calvino, con una variante: Calvino no es solo el teórico de la especularidad; no es El año pasado en Marienbad con todos esos espejos. A él le interesa el juego combinatorio, y uno de los más logrados en esa línea es El castillo de los destinos cruzados, una arquitectura que ya había desarrollado Ariosto. De alguna forma es la competencia del abate Farias y el conde de Montecristo: uno debe encontrar muchas hipótesis para salir y el otro debe construir muchas barreras para que no salga. Se trata de un ajedrez de variables que pueden combinarse y donde, por un lado, juega la inteligencia, pero por otro está el moralista. Calvino dice que si interioriza una prisión hasta no ver los muros, entonces se puede ser libre. Este es el Calvino que se ve en ese libro. Otro universo insoslayable de Calvino es el del lector, el crítico, como se aprecia en Los libros de los otros. ¿Cuál es la evolución de este Calvino?

El Calvino lector era extraordinariamente lúdico. Creo que es el más importante entre los críticos de nuestra literatura contemporánea, no solo la italiana, porque leyó muy bien a los clásicos. Por otro lado, era un crítico generoso que contestaba a todo aquel que le enviaba un manuscrito y le enseñaba sus puntos débiles. Pero también era autocrítico y en la última entrevista que concedió a María Corti se preguntaba por qué los italianos no habían tenido una literatura de la Resistencia, por qué no habían sido capaces de escribir una literatura épica de la Resistencia. En otra entrevista dijo también que escribió más de lo que publicó. Hay un texto titulado Cibernética y fantasmas en el que plantea, por un lado, la necesidad de la sociedad contemporánea de unir, cruzar datos e información, y por otro, la presencia invencible de los fantasmas, y llega a decir que nuestras paredes, nuestros muros, transpiran fantasmas. Calvino es también un autor de ciencia ficción. ¿En qué punto se hermana con Borges, de quien se muestra gran admirador?

Eso lo puede responder nuestro amigo Francisco Jarauta, pues tuvo relación con ambos —Ossola mira a Jarauta (filósofo, autor de ensayos como La filosofía y su otro o Micro–utopías), quien le acompaña en esta visita a España y ha permanecido en silencio durante la charla en un extremo de la mesa. Jarauta asiente y, generoso, responde: —Calvino muere en septiembre de 1985. En 1984, la última semana de septiembre, en los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo en Sevilla, se organizó un gran encuentro sobre lo fantástico. En él participaron Borges, Calvino y Torrente Ballester. Yo había conocido a

LITERATURA

Calvino unos años antes en París, donde me lo presentó Julio Cortázar, a quien llegué a través de Severo Sarduy, muy amigo de Juan Goytisolo. Cortázar iba a un concierto que ofrecía el cuarteto Cedrón, que tocaba a Piazzola. A partir de ahí, Calvino me escribió nueve cartas, aún inéditas. No se encontraba bien de salud y me comunicaba que viajaría a Sevilla. La anécdota que refleja la relación de Borges y Calvino, que nunca hasta hoy había contado, es la siguiente: había una secreta admiración de Borges por Calvino, y aunque no llegaron a ser amigos, Borges pensaba que era genial lo que el italiano decía, la libertad que tenía. En aquel viaje, una tarde, subimos los tres a la terraza de la calle Gloria, desde donde puede apreciarse una vista maravillosa del atardecer sobre la catedral y el horizonte. Borges, que estaba un poco molesto por haber subido unas escaleras incómodas y llenas de dificultades, llegó hasta allí y se amparó en su bastón —el bastón de los ciegos tiene la fuerza que tienen los tótems— y mirando con la cabeza un poco alta, como hacen los ciegos, se dirigió a Calvino y le dijo: “Usted, Calvino, que ha visto taaantas cosas, ¿de qué color son los ojos de los tigres?” Calvino entendió perfectamente que en ese momento le estaban planteando uno de los grandes desafíos de su vida, porque era Borges quien se lo hacía. Y Calvino se retiró, pasaron dos segundos y respondió, aceptando el envite: “Ah… he visto taaantos tigres”. Y comenzó una historia que llegaba a diecisiete tigres, detalle por detalle: la forma de andar, el oro de la piel, los ojos verdes, unos más inocentes, otros terribles; todo el recuerdo no escrito de los tigres. Entonces se hizo un silencio que podía cortarse, y Borges, más solemne que nunca, dijo entonces: “Tantos, ¿eh?… Tantos…”, con una voz de admiración profunda. Eran dos almas que se perfilaban sobre el mismo horizonte de ficciones porque, como dice Carlo Ossola, para ambos la ficción es el verdadero laboratorio en el que se impostan esas posibilidades de los opuestos. Y solo en la ficción se resuelven las paradojas. Por último, profesor Ossola, ¿cuál es el sentido con el que usted ha escrito este libro?

En primer lugar, por mi admiración a Calvino. En Italia, por muchas razones, han destacado los escritores expresionistas como Pasolini o Gadda. Tengo la idea de que si la literatura italiana del siglo XX va a tener éxito será gracias a los grandes racionalistas como Pirandello o Calvino, que han sacrificado su prosa para llegar a la idea. Pirandello puso en escena la disolución de la identidad de la persona; nunca puso en relieve los peligros. Calvino puso en escena los universos, pero con una palabra que tiene que ser entendida por todos. La segunda razón es que he admirado mucho a Calvino desde el momento de su ruptura con el Partido Comunista, cuando eligió entre la coherencia colectiva y la personal y se decantó por esta última. En tercer lugar, creo que Calvino entendió que lo que tiene que dar el escritor no son detalles de la vida cotidiana, sino abrir mundos posibles, y sus últimos cuentos van en esa dirección. Como todos los grandes escritores, el suyo es un proyecto cosmológico: un hombre en el cosmos; en los universos, no en el universo. L


LABERINTO

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ESPECIAL

El coleccionista de máquinas de guerra Diego de Henríquez

La decisión de no enjuiciar Non luogo a procedere (No enjuiciar), de Claudio Magris, apareció en las librerías de Italia el 12 de octubre bajo el sello de Garzanti. El escritor triestino explora la devastación física, moral y espiritual de la guerra, inspirado en el obsesivo coleccionista de objetos bélicos Diego de Henríquez, muerto en un extraño incendio. Ofrecemos un fragmento de esta novela CLAUDIO MAGRIS

C

ompro y vendo submarinos usados”. El anuncio en el periódico Il Piccolo Banditore era del 26 de octubre de 1963; evidentemente él, rebasado por las deudas, engatusado por promesas millonarias de varias administraciones públicas e incluso de ministerios, estrangulado por los usureros, perseguido por los propietarios de los terrenos y de las bodegas en donde había acomodado sus aeroplanos y sus puentes militares bombardeados, se había visto obligado a tratar de vender algunos objetos de particular tonelaje pero, en el momento preciso en el que se aprestaba a vender, de inmediato lo volvían a asaltar sus arrebatos y también intentaba comprar —a saber con qué dinero, pero comprar de todos modos— sumergibles, tanques blindados o aparatos para el dragado de minas. Podría ser el inicio; la antesala del Museo, apenas se entrara. Sobre la pared frente al hall, una enorme pantalla negra, encrespada por un tremor indistinto, un rumor de agua en el fondo; su cara aparece en esa oscuridad, una fotografía de principios de los años setenta. Cabeza que emerge de las aguas negras, ojos febriles, picarescos; hilos de sudor, gotas de agua le escurren a lo largo de sus pómulos panonios. En medio de la sala, el submarino, un U–boot de la marina real de la Primera Guerra Mundial, adquirido o procurado a saber cómo. “Compro y vendo submarinos usados”. Voz pomposa, insinuante. Reconstruida, con una hábil elaboración de diver-

sas grabaciones radiofónicas en Radio Trieste. Un inocuo anuncio de compra y venta que deviene, gracias a la voz —editada, es decir, verdadera, absoluta, no la casual y cambiante del momento en el que se habla—, embeleso, la proposición de un rufián en la sombra. Entrar en el Museo como se ingresa a un club nocturno, promesas de neón; podría ser una buena idea, pensaba Luisa. Aun si faltaba el punto culminante, la atracción más buscada y comentada, esos famosos diarios. Un misterio iniciático, carente del dulcis in fundo, la espiga de trigo que consagra al adepto. ◆◆◆ ¿Qué es lo que se pudieron haber dicho, el sargento norteamericano que sobrevivió ileso a las granadas alemanas que parecían llover a lo ancho de la Línea Gótica sobre la Buffalo Division, 92 Infantry Division, la primera unidad formada completamente por soldados afroamericanos, que posteriormente llegaría con la 88ª División a la ciudad adriática suspendida en un vacío histórico —TLT, Territorio Libre de Trieste, Tierra de nadie, caricatura de la historia— y la judía triestina que a veces parecía avergonzarse de haber escapado con vida de las cachiporras y de la chimenea de San Sabba, que parecía avergonzarse, sobre todo, de su adolescencia feliz en Salvore, de ese mar y de ese viento y de ese perfume de mar y de pinos en los que ella zumbaba como una gaviota, mientras que en la otra parte del Golfo se levantaba —quién sabe, se preguntaba a veces Luisa, si, aguzando la mirada, se le podía ver, probablemente no, pero…— ese

EL MAL ALIENTO DEL TREN DE LA HISTORIA La fantástica y mitómana historia de la vida de Diego de Henríquez y de su terrible muerte abrazado por las llamas constituyen una parábola sobre los horrores de la guerra y sobre la condición humana con la que Claudio Magris forma el núcleo central de su más reciente novela editada por el sello italiano Garzanti: No enjuiciar (Non luogo a procedere). Desde hace años, Claudio Magris venía rumiando la génesis de un libro en el que Diego de Henríquez fuese el protagonista, aunque aquí su nombre desaparece para cederle su lugar a un anónimo Él. La tortuosa historia de Henríquez, la maniática necesidad de coleccionar objetos de guerra que lo llevó a arruinarse de tal manera que dormía en una camilla y su casa era uno de esos almacenes en los que murió a causa de un incendio, algunos dicen, provocado (porque él, recién había terminado la Segunda Guerra Mundial, pudo entrar en la Risiera San Sabba, el campo de exterminio nazi en Trieste, y copió los mensajes que los prisioneros dejaban en los muros de las celdas en los que se hablaba de altos personajes citadinos que habían colaborado con los alemanes), también es la historia secreta de la Trieste de esos años, con su complicado entramado de redes de colaboración y de delación en las que intervenían gobiernos y espías de diverso pelaje. Magris, por ejemplo, nos describe una fastuosa y grotesca fiesta que los nazis, ocupantes de la ciudad, organizaron el 20 de abril de 1945 en el castillo de Miramar para celebrar el cumpleaños del Führer, como si el Gran Reich Alemán de mil años no fuese, ya para esas fechas, un animal agonizante. En No enjuiciar, la historia de la postguerra en Trieste es contada a través de Luisa, la joven judía encargada del proyecto del museo del coleccionista que, al ir ordenando las salas y los materiales, también va recordando y ordenando su historia familiar, la historia local que llevó a miles de personas (judíos, gitanos, comunistas, yugoslavos) a terminar prisioneras y reducidas a humo en la chimenea de la Risiera San Sabba, con la complicidad de muchos prohombres triestinos. “El tren de la historia”, dice Magris, “tiene mal aliento”. (mtm)


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DE PORTADA

ESPECIAL

humo que también era su abuela y también aquellos que se habían vuelto humo por culpa de su abuela. Desde las pequeñas ventanas de Via Tigor, orientadas hacia la colina de San Vito, no se veía el mar. Su madre lo había elegido —Dios mío, no es que tuviese muchas posibilidades de escoger— porque no se veía el mar, porque desde esa noche en la terraza, con Ester, le hacía daño mirarlo. Ya, también ella había terminado por detestar el mar, por detestarlo incluso más de cuanto lo detestase ese otro capaz de amar solo el hierro y el fuego, porque ella lo había amado más que cualquier otra cosa, y se odia más que cualquier otra cosa aquello que se ha amado y que ya no se puede amar. Esa noche entré de la nada en la historia del mundo, pensaba Luisa ordenando los papeles. No imaginaba, no quería imaginarse esa noche, por el pudor de los hijos a los que les molesta pensar en los padres como amantes y que se pasan de largo este irritante y en el fondo poco creíble pensamiento; la historia de la cigüeña, en ciertos casos, no es tan estúpida. También le molestaba preguntarse si se habían amado; si se amaban, incluso si ciertas miradas que habían captado por casualidad, como una gaviota atrapa un pez que se desliza sobre el agua, le hacían pensar que sí; tierna mirada, casi tiernamente irónica la de él, una sonrisa apenas esbozada, ni siquiera una sonrisa, el instante antes de una sonrisa, una ligereza para eludir la pasión, mientras ella rehuía la mirada de sus ojos y los fijaba en un punto lejano, dura, pero una dureza que cedía, que poco a poco se abandonaba, los labios levemente entreabiertos, un beso a flor de boca, una dulzura —severa, sí, pero dulzura al fin—, de otra manera, extraña en ese rostro. El rostro del padre a veces podía revelar una tristeza todavía más profunda, más antigua; una historia también de esclavitud en Egipto y de cautiverio judío en Babilonia, de Galuth, de exilio, que se remontaba a tiempos remotos y se dilataba en espacios no menos vastos a aquellos en los que los hijos de Israel se habían esparcido por toda la Tierra. Cómo aparecían fuera de foco, banales, respecto a la cara negra de su padre y a la de su madre de grandes ojos oblicuos como lunas —o incluso respecto a la mirada afectuosa pero indescifrable del tío (tío abuelo, para ser más exactos) Giorgio bajo sus tupidas cejas blancas—, las caras de los demás, de los conocidos que se encontraba en la oficina o durante la cena, caras de actores ignorantes de que existan otras representaciones, en el destino, más allá de los que están interpretando, máscaras de ese teatro del mundo para el que habían comprado un abono esperando un lugar en un palco. Era eso, sentía curiosidad de saber qué fue lo que pudieron haberse dicho al inicio, antes de darse cuenta, o sin todavía querer darse cuenta, de lo que sucedería, que ya estaba sucediendo. Afortunadamente existen las frases de circunstancia, las formalidades, las reglas de la buena educación, esa lengua aséptica e inocua en la que se traducen los opacos embarazos del corazón, incluso cuando no se es un traductor de profesión. Pero hablar, decir la palabra que salva… ¿Cómo podremos cantar las canciones de Sion en tierra extranjera? Lenguas mutiladas de exiliados que solamente tienen en común eso que les falta, un lugar propio en el mundo, y que se reconocen tocándose en el silencio y en la oscuridad, como prisioneros en una celda, o en la respiración entrecortada por el prolongado errabundear. Dere’s no hidin’ place down dere, I’m burnim too. ¿Cómo podremos cantar las canciones de Sion en tierra extranjera? No hay lugar donde esconderse, también yo me quemo. Sin embargo han, hemos sabido cantarlas, pensaba Luisa, go down Moses tell old Pharao to let my people go, y el pueblo se ha esparcido por el mundo, a menudo inhóspito al igual que una prisión. Deep River, el río Jordán es ancho y profundo, un río que todavía se tiene que atravesar, un río que siempre se tiene que atravesar, la Tierra Prometida siempre está del otro lado. Las mismas canciones, canciones de tribus perdidas, diez de Israel, innumerables de África; no hay lugar dónde esconderse aquí o allende el río y el mar, bajo el sol atroz que expone la presa al cazador. Corre negro corre, también yo me quemo, travesía del desierto, el tren blindado corre a Treblinka, el hedor de los cuerpos amontonados y de la estancada nube de sus respiraciones ya es ese olor ácido que advertirán dentro de poco, dejando para siempre de olerlo un instante después. El tren de la Historia tiene mal aliento, también a las SS les provoca náusea ese olor, no es agradable para nadie, aun si les proporciona satisfacción ver cómo apestan los judíos. Entonces es verdad lo que siempre se ha dicho, ahora que ya no pueden esparcirse ungüentos y otras porquerías de Oriente se nota lo sucios que son, aun cuando fueron empujados bajo esas duchas seguirán estando sucios. El aliento ya no huele mal, es verdad, porque ya no hay aliento que salga de la boca, pero el olor de toda esa masa amontonada es desagradable, afortunadamente las cuadrillas están trabajando y el horno, el fuego que purifica toda suciedad, de inmediato se ha puesto en acción. L Traducción de María Teresa Meneses.

Metamorfosis de Pasolini El 2 de noviembre recordamos al escritor y cineasta italiano. Este artículo rescata algunos comentarios expresados en la entrevista que concedió 48 horas antes de su muerte, en 1975, y que hace unos días retransmitió Il Corriere della Sera MEMORIA FERNANDO ZAMORA

C

on voz aburguesada, un periodista francés lanza a Pasolini las últimas preguntas de su vida mediática. Il Corriere della Sera ha publicado (con motivo del 40 aniversario de su muerte) esta entrevista que traduzco aquí libremente. Por si no bastara el hecho de que es la última entrevista que ofreció Pier Paolo, 48 horas antes de su asesinato, digamos además que en las palabras que siguen están contenidos todos los temas que desde 1975 rondan a morbosos y filólogos en torno a su asesinato. Así pues, el entrevistador pregunta: “¿Cree usted que los cineastas han llegado demasiado lejos?” Y Pier Paolo dice: “Los cineastas no. Los productores tal vez, aunque solo los de películas porno”. —Cuando se estrene Saló, ¿cree que volverá a escandalizar? —Escandalizar es un derecho y ser escandalizado es un placer. Quien rechaza ser escandalizado es un moralista. —¿El sexo es política? —Naturalmente. —¿Y la escatología? —Sí. —¿Y el canibalismo? —En ciertos ambientes es un hecho político real, en ciertos otros un hecho metafórico. —¿Siempre ha cultivado el odio por los burgueses? —He tenido que renunciar a esta suerte de odio porque en la Italia de hoy todos son burgueses. —Cuando son los burgueses quienes aprueban sus películas, ¿usted se pone triste? —Nunca han sido los burgueses quienes aprueban mis películas. Son las elites burguesas a las que, además, yo pertenezco. —¿Por qué ha dejado de ser militante? —Soy militante. Nunca me inscribí en un partido político, pero soy independiente de izquierda y milito más que nunca. —¿Siente nostalgia por los años en que le insultaban en la calle?

—Todavía me insultan. —¿Le causa placer? —No lo rechazo. No soy moralista. —¿Por qué filmó Saló en secreto? —Se trabaja bien en el misterio. Además, había peligros inmediatos. —¿A qué se refiere? —A algún moralista que rechaza el placer de ser escandalizado. —¿En Saló quiere recordar el régimen de Vichy? —Es el equivalente exacto de Vichy. —¿Pero dónde? —En la Italia del norte. —¿Cree que fue una época decadente? —No más que la del gran capitalismo occidental. —¿Cómo escogió a los muchachos de su película? —He seguido los números que, para Sade, son mágicos. —¿Los actores son masoquistas? —Si los he escogido yo, lo son. Pasolini parece confirmar que Pino Pelosi, su asesino, no era masoquista o no quiso serlo con él. El no–moralista estaba listo para escandalizarse a sí mismo y transformarse en poema de carne y hueso. La clave está en todas sus transformaciones: el pederasta pobre expulsado de su pueblo en la Italia rural se había transformado en el poeta homosexual y millonario de una Italia industrial. La televisión italiana había conseguido lo que no pudieron los fascistas: imponer en Italia un idioma único. Las mujeres habían dejado de valer solo como esposas, de modo que los muchachos habían podido comenzar a cortejarlas. Este hecho hizo difíciles las estrategias eróticas que el propio Pier Paolo describe (con la culpa de “un moralista”, hay que decir) en los textos inacabados Amado mío y Actos impuros. Después de un escándalo tras el que solo recibió el apoyo de su madre católica (alguien debería escribir un ensayo sobre su madre), este hombre que vemos tan cansado en ésta su última entrevista está a punto de vivir el último cambio. Se había transformado en un iluminado que anunciaba su propia muerte: “Con una camisa blanca un muchacho me toca antes de salir corriendo. Un sol, la playa; un amigo, tal vez”. L

Nuestros lectores pueden consultar el número 617 de Laberinto en el que ofrecimos una crónica sobre el resurgimiento de la figura de Pasolini y un ensayo inédito, rescatado por el diario Avvenire en diciembre de 2014: “El intelectual absoluto”: http://www.milenio.com/cultura/milenio_laberinto-pier_paolo_ pasolini-ana_ruiz_cronica_pasolini-religion_mi_tiempo_0_496750639.html; “Lo sagrado está aquí”: http://www.milenio.com/cultura/milenio_laberinto-pier_paolo_pasolini-ensayo_paolo_pasolinipasolini_director_cine_0_496750611.html o http://issuu.com/sclaberintomilenio/docs/lab617/1


EN LIBRERÍAS

sábado 31 de octubre de 2015

p. 08

LABERINTO

ESPECIAL

Lupe: la peor de todas RESEÑA BRAULIO PERALTA

L

as hijas de Diego Rivera y Guadalupe Marín fueron estragadas por sus padres y por la política de cooptación en un México donde todos nos hicimos priistas sin pasar por la escuela de la democracia. Él, con su prestigio y fama, las marcó para siempre. Ella les mostró el camino del arribismo y las formas de hacer fortuna en un país donde importa el pedigrí, intelectual o aristocrático, donde ni siquiera importa la inteligencia sino la astucia de una mujer y su belleza. Esa es la lectura que deja la novela Dos veces única, de Elena Poniatowska. Lupe no es una protagonista como los personajes que Poniatowska delineó en Las siete cabritas (Nahui Ollin, María Izquierdo, Pita Amor, Frida Kahlo, Nellie Campobello, Rosario Castellanos y Elena Garro, entre la risa y el llanto, entre la lucidez y la locura, entre el arte y la destrucción, textos que reflejan la soledad y la incomprensión de estas creadoras, a pesar incluso de sí mismas). Lupe Marín es un caso aparte: ignorante, alejada de la educación, nada creativa —salvo en la gastronomía—, con su guapura e ingenio verbal le bastó para lograr sus objetivos en tierra de machos… y el veneno que le fascinaba para descalabrar a quien se pusiera en su camino, incluidas sus hermanas y madre. Una cabrona en toda la extensión y peor sentido de la palabra. Hay perversión en esta novela de Elena Poniatowska. No se siente el amor, persiste la ambición por llegar, el deseo de escalar, la satisfacción de joder a cualquiera que se acerque a ella. Lupe Marín es la peor de todas las mujeres que han hecho historia en la cultura mexicana. De la cocina a la calle, de sus pláticas con la empleada doméstica Magdalena Castillo a las de Josefina Bórquez (la Jesusa Palancares de su novela Hasta no verte Jesús mío), Poniatowska engulló el habla popular. ◆◆◆ “Durante mi adolescencia pasé muchas horas en el cuarto de azotea. Subía ‘a platicar’ y nada me emocionaba tanto como las historias que allí escuchaba. Tiburcia, Enedina, Concha y Carmen se envolvían en sus recuerdos y en la ilusión del novio, la salida del domingo. Las veía desenmarañar su largo pelo con su escarmenador después de haberlo lavado y enjuagado en el lavadero. ¡Qué bonito rechinaba su pelo, qué bonito! Tuve una nana cuando ya no estaba en edad de nana y su devoción fue infinita. Se llama Magdalena Castillo y nos dio su vida a mi hermana y a mí. No nos lleva ni siete años, diecisiete ‘entrados’ a dieciocho. No nos llevaba ni siete años y nos dio su vida. No se casó, no se casó, no se casó por no dejarnos. No se casó. Nunca. Nunca nada. Nunca se fue. Sus años más importantes, entre los veinte y los treinta y cinco, nos los dio. Nos dijo ‘Tómenlos’, para que con ellos hiciéramos papelitos de colores, tiritas de papel de china, lo que se nos diera la gana, le bailáramos el jarabe tapatío, la zapateáramos encima bien y bonito. Y de hecho, lo hicimos. Le hundimos nuestros taconcitos de catrinas cebadas a lo largo de todo el cuerpo. Le acabamos las trenzas ahora adelgazadas, la despachamos a su casa a la hora de nuestra luna de miel, la nuestra, ¿eh? Y le dijimos que regresara a cuidar a nuestros hijos. Aún estaba fuerte. Aún podía. Y volvió. Y todavía viene y trae manzanas y se acongoja por nuestras penas. Y nos besa y nos encomienda a Dios. “Del cuarto de azotea recibí dádivas. Siempre me dejaron oírlas platicar. Solo una vez, una, ordenó lanzándome una mirada negra: “—Bájese niña, ¿qué no le basta con lo que tiene allá abajo? “Años más tarde, Jesusa (Josefina) habría de lanzarme la misma mirada de cólera al relatarme su vida, al responder mi urgencia” (Luz y luna, las lunitas, Editorial Era, 1994).

Lupe Marín junto a sus hijas Ruth (izquierda) y Lupe Rivera Marín (derecha)

◆◆◆ Tuvo la escritora la fortuna y el tiempo para entrevistar a Lupe Marín ya vieja y con ganas de pasar a la historia como personaje literario; de que la familia Rivera Marín le contara los odios y frustraciones que la madre y abuela dio a toda su descendencia; de los más de 20 entrevistados para ficcionar esta novela —la recreación de un país, la atmósfera intelectual, la metáfora que es la vida— en la que nadie se expresa bien de ella. La ausencia de madre de Antonio Cuesta —hijo del poeta Jorge Cuesta, segundo marido de Lupe Marín—, un dolor clavado en la narrativa de Dos veces única. El anticomunismo de Lupe Rivera Marín impide que los compañeros de ruta de su padre pongan la bandera comunista en el féretro. Ella, tres veces diputada en épocas negras del peor priismo, amiga de Alfonso Corona del Rosal, quien junto con Luis Echeverría (novio de juventud) pide la participación del ejército para acallar a los estudiantes en 1968. Ella, autora de una novela, El círculo de los dioses, en la que jura que existen los extraterrestres. Ella, que odia a Frida Kahlo por encima de toda conciencia sobre el papel que la pintora ha logrado en el mundo, ya sin Rivera. Otro sentir, casi sin hacer ruido, es el de Ruth Rivera, aunque la nieta terminó trabajando con el peor de los policías de José López Portillo: Arturo Durazo. Lupe Marín irrita por sus comentarios. La leyenda se quiebra. No vemos a una mujer inteligente sino rapaz, poderosamente intuitiva y hábil para el habla popular, que pepena frases de clásicos para esconder su desconocimiento de la literatura y el arte. Bastaba rascar tantito para saber que leía poco y mal, que escribía maledicencias contra sus maridos y los poetas del grupo Contemporáneos, y a la que Salvador Novo le dedica un poema en La Diegada: “A una pequeña actriz tan diminuta/ que es de los liliputos favorita/ ¿es exageración llamarle puta?/ Por mucho que se diga y se discuta/ ella es tan servicial, que cuando cita/ las vergas que recibe de visita/ ornamenta con una cagarruta”.

La ofensa no es gratis. Lupe Marín escribió un libro con afán difamatorio, La única. José Juan Tablada escribió en Excélsior lo que sus amigos no decían en voz alta: “Sus páginas son como trapos con pringue o máculas secretas, exhalando ingratísimos olores […]. Es, en síntesis, un chiquihuite de ropa sucia por su contenido y por su forma burda y mal tramada. Esposa primero de un gran pintor y después de un letrado, la autora pudo darse un barniz de cultura, pero tan leve, que il craque sous l’ongle —poniéndose a su nivel— podríamos decir que en materias culturales ‘vacila de olete’ ”. No podemos decir que Elena Poniatowska haya escrito este libro con intenciones de denuncia. Literarias, desde luego. Gran personaje. Uno no puede soltar el libro en el que descubrimos lo poco que Lupe Marín entendió de pintura y literatura, aunque la osadía de sobrevivir la llevó a la cumbre hasta hacerla una leyenda que en la novela se desmorona. Que termine admirando a Martha Chapa lo dice todo. Que no entienda los autorretratos que le hizo Juan Soriano, más. Que no vaya a ver al manicomio a Jorge Cuesta —de las páginas más brillantes en la novela—, inhumano. Resulta incomprensible que no haya aprendido más que el falso refinamiento que le dejaron sus experiencias en París y vivir con dos creadores. “¿Dónde quedó el amor?”, se preguntaba Elena Poniatowska después de terminar esta novela tan diferente al mosaico mexicano que ha realizado (Tinísima, Querido Diego, te abraza Quiela y Leonora; lo mismo con Las siete cabritas). Dos veces única desnuda un mundo anti–intelectual donde es patente la ambición por la herencia de Rivera, una familia en la cual los hijos y descendientes de Rivera tienen el peso del nombre, que acaso dibuja —sin querer o intencionalmente— la imagen y destino de los hijos de famosos que podrían tener otros apellidos y ser los mismos sobrevivientes de sus padres. Esta novela es definitivamente gozosa porque el personaje, tan real, se convirtió en literatura por la pluma de una escritora de la estirpe de Nellie Campobello, Rosario Castellanos y Elena Garro. L


MILENIO

p. 09

sábado 31 de octubre de 2015

EN LIBRERÍAS

PEDIGRÍ GEORGES SIMENON Acantilado España, 2015 613 pp. Muchos lectores han querido reconocer en esta novela, sin parangón en el corpus de Simenon, un talante autobiográfico que ayudaría a explicar las obsesiones protagonizadas por el comisario Maigret, suma y código del thriller policiaco más refinadamente europeo. Se ocupa de los primeros dieciséis años de Roger Mamelin, en quien el propio Simenon se reconoce, y quien vive los años aciagos entre la irrupción del anarquismo y el fin de la Primera Guerra Mundial. Es rigurosamente verdadera pero, a despecho de los veristas, también rigurosamente inexacta.

LA CASA DE LAS MINIATURAS JESSIE BURTON Salamandra España, 2015 443 pp. Ámsterdam, 1687: las palabras se abren paso a través de las anchas paredes y corren de oído en oído. En este escenario refractario a los secretos, una ilustre familia debe ocultar sus esqueletos en el armario. Ahí también Nella Oortman, una joven que acaba de casarse con un gran señor, debe hacerse a la idea de que los poderosos no admiten otras leyes que las de la fidelidad y el silencio. Con mano de anticuaria, Burton recrea una atmósfera en la cual la intolerancia religiosa pugna por conservar sus dones frente a la embestida de una burguesía pujante y sensual.

EUROPA EN RUINAS HANS MAGNUS ENZENSBERGER Crítica México, 2015 388 pp. Dice Enzensberger que ahora que Europa no sigue más paradigma que el de la prosperidad, aunque agarrado con alfileres, no le sentaría mal recordar los años en que fue solo un montón de escombros. Con este propósito anticelebratorio, reúne un buen número de crónicas y reportajes que dan cuenta de la devastación entre 1944 y 1948. Van de la mano de testigos, escritores y periodistas, todos ellos capaces de practicar una mirada fría, “extranjera”, en las antípodas de la mayoría de los ojos europeos, que se negaban a reconocer los saldos de la barbarie.

KINGO NONAKA. ANDANZAS REVOLUCIONARIAS GENARO NONAKA GARCÍA (COMP.) Artificios México, 2014 84 pp. Este libro bien pudo haberse titulado Andanzas de un japonés en México. Kingo Nonaka llegó a nuestro país en 1906 como parte de una petición de colonización que el gobierno mexicano hizo a otros países. Su primer destino fue Salina Cruz, Oaxaca, y luego se dirigió a Ciudad Juárez. Allí una señora lo adoptó y terminó siendo enfermero. Sin saberlo, curó a Francisco I. Madero de una herida, quien lo hizo parte de su equipo médico. Luego se sumó a la División del Norte. Al final terminó siendo un honorable ciudadano en Tijuana.

POESÍA LUIS DE GÓNGORA Penguin Random House México, 2015 368 pp. Los siglos pasan y la dificultad de la poesía de Góngora se mantiene. Como se sabe, él representa una de las cimas del barroco literario español (el otro es Francisco de Quevedo). Como todo autor, su recepción crítica ha pasado del elogio al rechazo, pero tras la reivindicación que vino de los miembros de la Generación del 27 en España (que le deben su nombre), su fama se ha mantenido. Pedro Salinas, uno de ellos, lo calificó de “místico de la realidad material”. El volumen que se comenta es una antología que abarca diversos periodos.

HABITACIÓN CON RETRATOS

Guillermo Sheridan Era/ Conaculta, México, 2015 303 pp.

La inconformidad y la furia críticas POESÍA EN SEGUNDOS

A

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

unque Habitación con retratos (Era/ Conaculta, 2015) de Guillermo Sheridan no es propiamente una biografía y hay en el texto un caos de tiempos, memorias y sucesos, algo muy parecido a lo que ocurre en el magnífico libro La esfera de las rutas. El viaje poético de Pellicer (Bonilla–Artigas, 2014) de Álvaro Ruiz Abreu, este nuevo acercamiento a la obra y la vida de Octavio Paz es vehemente, lúcido y lleno de revelaciones. Desde las primeras páginas, en el ensayo “Tráquea traquetea: la poesía y la furia”, encontramos un análisis esencial no solo para entender a Paz sino para acercarnos a un temple literario que casi ha desaparecido en nombre del “todo está bien”. Sheridan dilucida el papel de la cólera, de la invectiva, del inconformismo y, en general, del arte de decir No y arrojarse a la fuerza creativa de las ideas y lanzarse contra un adversario ruin o, al contrario, respetable. “Como en el romano [Horacio], Francisco de Quevedo o Pablo Neruda, la violencia quema” —escribe Sheridan— en la escritura de Paz. Este arrojo está presente en el joven escritor radical que fue a Valencia en 1937 y también está vivo en el “viejo” que armó las legendarias Plural y Vuelta. La puesta en escena de la furia permite a Sheridan saber y leer con agudeza el primer gran libro de poesía de Paz, ¿Águila o sol?, e ir y venir con agilidad por las composiciones anteriores y posteriores. La revisión de los poemas en prosa devela el vigor poético e intelectual que el escritor mexicano adquirió y que nunca perdería. Quizá, en ese punto, hubiese sido mejor mostrar más enfáticamente el papel central del surrealismo en la completa “liberación” de Paz y en las reflexiones siguientes. No hubiera sobrado. Cuando leemos Benjamin Péret y México (FCE, 2014) de Fabienne Bradu comprendemos mucho más claramente todo lo que el poeta mexicano le debe a este movimiento y a este melenudo amigo surrealista (el afianzamiento de la crítica contra el autoritarismo y el empleo de la mina de oro del arte precolombino en la creación de poemas y ensayos). En contraste advertimos, si pensamos en los grandes libros de Paz, cómo el poeta mexicano llevó más lejos al surrealismo sin convertirse en surrealista. En las siguientes secciones de Habitación con retratos hallamos, por un lado, el tratamiento de una parte de la correspondencia ya conocida y, por el otro, de la desconocida como lo son las cartas a Octavio G. Barreda, Charles Tomlinson y José Bianco, entre otros. En las epístolas a Barreda observamos cómo Paz rechaza el carácter vacío de la crítica académica, casi siempre tiesa y banal, y valora el talante pleno de la literatura real en El Hijo Pródigo —“tiene más enemigos que lectores atentos”—. En el segundo caso, las cartas a Bianco y Tomlinson, apreciamos la riqueza única de la amistad intelectual, que en Bianco pasa por la revista Sur y la apertura a la autocrítica, y en Tomlinson por la aceptación de un temperamento literario opuesto y la colaboración creativa en obras comunes (Air Born/ Hijos del aire). Más adelante, en “Amor con faltas de lenguaje”, las cartas de la madre de Paz son una revelación de una intimidad, de un compañerismo y una ternura inesperados. Sheridan nos deja entender a este personaje primario recuperando, con justicia, las indagaciones sobre la familia de otros investigadores. Este es un libro esencial para entender la entereza, el rigor y la furia de la verdadera poesía. L


CINE

sábado 31 de octubre de 2015

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LABERINTO

ESPECIAL

Rigoberto Perezcano

“Prefiero la reflexión antes que imponer una forma de pensar” Con elementos del documental y el cine negro, Carmín tropical se ocupa del amor, la tolerancia y la discriminación en una historia ambientada en tierras oaxaqueñas ENTREVISTA

E

n el Istmo de Tehuantepec a los travestis se les conoce como muxes. Si bien se mueven con libertad, pueden ser víctimas de la homofobia. Con el propósito de investigar la muerte de su amiga Daniela, Mabel (José Pescina) regresa a su pueblo. Inscrita dentro del género negro, Carmín tropical, del oaxaqueño Rigoberto Perezcano, apuesta por revalorar el cine policiaco. Tras ganar el reconocimiento a Mejor Película del Festival Internacional de Cine de Morelia en 2014 y alzar el Ariel por Mejor Guión en 2015, el filme llega a las salas. ¿De dónde nace Carmín tropical?

Como oaxaqueño, me siento orgulloso de Juchitán, pueblo milenario que tiene la capacidad de evolucionar, aceptar y convivir con diferentes preferencias sexuales. En pocos lugares puede hablarse tan abiertamente de la homosexualidad o el travestismo. Una parte de la historia nace de esto y otra de combinar los géneros cinematográficos.

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com En términos de narrativa, tiene una estructura propia del género negro. Incluso otorga al narrador el papel de detective.

Si algo define a la película es precisamente el género negro; desde el principio fue una premisa porque en México casi no se hacen filmes de género. La narrativa se construye a partir de la investigación criminal. No se trata nada más de descubrir al culpable; creo que esto le da solidez. Sin embargo, hay una porosidad en tanto que por momentos parece un falso documental.

Es verdad. Quiero que la gente se cuestione lo que ve. Carmín tropical es ficción y si bien uso recursos del documental, la parte final tiene todos los elementos de un relato policiaco.

Algunos se notan en el registro de la vida cotidiana de los travestis.

Entre los muchos factores que detonaron la película, está una frase de Bukowski que me gusta mucho: “Busca el amor para que te destruya”. A partir de ahí nace Carmín tropical. Es la búsqueda del amor, sabiendo que puede ser peligroso.

Ahora que menciona a Bukowski, ¿qué tanto le debe su cine a la literatura?

Mucho. No podría existir el cine sin la literatura. Carmín tropical tiene mucho de la literatura y del género negro y de sus reglas. El protagonista debe enfrentar un conflicto. El descubrimiento del asesino debe ser sutil y elegante, el espectador o lector no puede sentirse engañado. Hay que envolver la historia con una atmósfera oscura o sórdida.

La identidad me parece muy sugerente como tema. No hay fórmulas para definirnos, por eso me gustan los finales abiertos y una fotografía en la que convergen elementos del documental. Junto a Alejandro Cantú, me gusta pensar dónde estaría la cámara si la película fuera un documental. Creo que eso aporta naturalismo e invita a la gente para que cuestione lo que ve.

Si me permite la generalización, en México el cine con perspectiva de género suele llevar una carga de denuncia, cosa que usted no hace evidente.

Jorge Pérez Solano, Ignacio Ortiz y usted son cineastas preocupados por hacer de Oaxaca su universo creativo. ¿El lugar define la estética de su trabajo?

¿Cuáles son las reglas básicas del género?

Me gusta la sutileza. El cine es tan poderoso que te ofrece la posibilidad de ser contundente sin decir las cosas de manera tan abierta. En la película, la denuncia es muy tenue porque no quería irme por el discurso de la tolerancia, eso habría sido un distractor. Prefiero incitar reflexiones en el espectador antes que imponerle una forma de pensar.

HOMBRE DE CELULOIDE

Nacer y crecer en Oaxaca te incita a hablar de tu comunidad, de su riqueza antropológica, cultural y artística. No se trata de exaltarla turísticamente. Los tres trabajamos sobre la tradición de lo que significa Oaxaca sin caer en el folclorismo. Si hay jóvenes que nos ven como referencias cinematográficas les pido que se olviden de nosotros y que busquen su propia voz. L

FERNANDO ZAMORA

Narcotráfico y teoría del complot ESPECIAL

S

icario tiene dos estrellas: Benicio del Toro y un tono francamente documental. La película del canadiense Denis Villeneuve mezcla efectivamente la historia contemporánea del narco con temas bíblicos y comienza explicando que los sicarios fueron asesinos judíos que en tiempos de los romanos mataban al invasor uno a uno, desde la oscuridad. La cuestión progresa cuando emerge en nosotros la inquietud: ¿quiénes invaden y quiénes son invadidos? La principal virtud de Sicario está en que no ofrece una respuesta contundente, de modo que sicarios podrían ser los narcos mexicanos, colombianos o estadunidenses. Todo depende de quién es el invadido y quién el invasor. Una vez que entendemos que Villeneuve dice que los gobiernos de México, Colombia y Estados Unidos se están invadiendo respectivamente es posible abrir la pregunta aún más. En el año 2000 Steven Soderbergh filmó un auténtico elogio de la DEA en el que, como es de suponer, los estadunidenses eran hermanitas de la caridad y se pintaban a sí mismos como La Civilización. Nosotros terminábamos

Carmín tropical y Norteado exhiben los vasos comunicantes de la frontera y la transgresión. La primera, corporal; la segunda, geográfica.

Sicario: tierra de nadie (Sicario), dirección: Denis Villeneuve. con Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin, Jon Bernthal. Estados Unidos, 2015.

siendo los bárbaros. También en Traffic, por cierto, Del Toro usó su acento colombiano aunque allá era un dislate porque se supone que estaba interpretando a un mexicano. Pero al margen de que Del Toro haya encontrado por fin una película en que funciona su acento latino, la pregunta más llamativa es: ¿no

será que México es el verdadero poder imperial que como los romanos del siglo I todo lo va arrasando? Porque el punto de vista puede cambiar, incluso en el terreno bíblico. Si dejamos de ver al norte como La Civilización tal vez nos demos cuenta de que, con todo y narco (o más bien, justamente por el narco),

@fernandovzamora

los bárbaros no hemos sido nosotros. Lo más flojo de la película, por otra parte, es la protagonista. Emily Blunt hace a una soldado que acaba de volver de Afganistán llena de ganas de salvar el American Way. Por cuestiones narrativamente muy forzadas, “los de arriba” la obligan a enrolarse en una misión de entrenamiento en México. ¿Para qué? Las razones no quedan claras y esto (que pudiese ser una virtud) enturbia un filme que de otro modo hubiese podido llegar a las alturas de la italiana Gomorra de Matteo Garrone. Y es que la actriz solo ofrece un punto de vista innecesario porque lo dicho: lo mejor de la película es el tono documental que, por definición, no tiene por qué ser subjetivo. Es como si un novelista se confundiera innecesariamente entre el uso de la primera y la tercera personas del singular. En todo caso, lo interesante de Sicario es que, a pesar de lo que se ha escrito sobre el tema, no se había visto una obra que diese un giro completo a las ideas políticamente correctas y otorgara a los mexicanos la dudosa cualidad de ser imperialmente bíblicos, un ejército romano que marcha silencioso, con sus finanzas, sus drogas y sus métodos, para lavar dinero. Va tanto hacia el norte como hacia el sur. Con el ímpetu de un país joven que se quiere adueñar de esta parte del mundo. L


MILENIO

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sábado 31 de octubre de 2015

ESCENARIOS

STEVE FORREST/ WORKER'S PHOTOS

Prohibido el sexo entre colegas ContrAcciones explora las relaciones interpersonales en conflicto con las relaciones laborales y toca asuntos como la invasión a la intimidad ESPECIAL

El dramaturgo inglés Mike Bartlett

Teatro gráfico vs. actuación MERDE!

L La obra se presenta lunes y martes a las 20:00 hrs. en el Teatro El Granero

TEATRO

D

os largos rectángulos con divisiones en piso y pared de fondo evocan los largos pasillos y anaqueles de frías y modernas oficinas. El escritorio se desliza suavemente y la luz blanca emerge del piso bajo los pies de dos mujeres vestidas con traje sastre, inmersas en un delicado juego de poder a partir del control que la empresa practica sobre toda posibilidad individual de ejercer la vida. Alejandro Velis dirige la obra del joven dramaturgo Mike Bartlett, que a lo largo de catorce cuadros expone el paulatino deterioro interior de una alta ejecutiva con excelente promedio de ventas, sometida al espionaje de la gerente, que inspecciona mediante interrogatorios, monitoreo vía circuito cerrado de televisión y confrontación de declaraciones, las relaciones románticas y sexuales de los empleados. El contrato de trabajo incluye una cláusula que impide los vínculos en cualquiera de sus formas entre los empleados, lo cual, aunque se estima como una medida ridícula y excedida, parece haberse puesto en marcha en cierto porcentaje de las compañías británicas que calculan al máximo su margen de ganancia. Los dos únicos personajes femeninos de esta obra, interpretados por actrices de la talla de Carmen Mastache y Aída López, se enfrentan en una batalla sorda mediante un duelo de cortesías huecas, sonrisas, silencios sobrecargados y trampas verbales, una cacería sin tregua que juzga y sentencia la conducta romántica y sexual entre colegas. La puesta en escena, que aglutina a un equipo profesional tanto en el diseño de la escenografía e iluminación de Patricia Gutiérrez Arriaga, como en la traducción de Constanza Brieba, el vestuario y accesorios de Tolita y María Figueroa, el diseño sonoro de Gerardina Martínez, video y multimedia de Daniel Primo y diseño de producción de Sheila Flores, cuenta con un entorno de apariencia eficiente y dinámica donde da la impresión de que el ser humano no tiene lugar, desentona.

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.coma

Alejandro Velis dirige con equilibrio el complejo texto del premiado dramaturgo británico, apoyado por la experiencia y la solvencia de las dos actrices, a quienes otorga el personaje adecuado, de modo que Aída López construye a una gerente fría pero amable, inquisidora, al mismo tiempo sexy y repelente; siempre en la línea de una mujer profesional que no puede permitirse una emoción delatora en ninguno de sus flancos. Por su parte, Carmen Mastache crea a un personaje de inicio fresco, espontáneo, alegre e inocente, que en pos de la excelencia y el éxito permite la intromisión directa en su vida personal hasta transformarse en un ser lastimado y vacío al que la empresa necesita como uno más de sus valiosos peones de alto rango. ContrAcciones es una obra que transcurre con dinamismo a partir de escenas que se repiten de inicio monótonas, como los días laborales, con la diferencia de que añade el avance de la técnica empresarial para borrar limpiamente la identidad de sus ejecutivos, bajo la máscara de la eficiencia, lo que incorpora un humor exasperante al plantearse en franca pugna con el sentido común. Los breves destellos rojos del cinturón de Emma, de los zapatos con tacón de la gerente o de su mascada, pendiente a un lado de su cadera, contrastan con el azul marino y el negro de sus respectivos trajes, con el blanco de la blusa de la joven que deja apagar el brillo de su mirada mientras el destello satinado de la blusa gerencial se mantiene hasta la victoria de la opresión por encima de una intimidad y un ánimo que se extinguen. ContrAcciones ostenta un humor metálico, como el sonido de las monedas que irrumpe a intervalos cuando la gerente cuestiona si hay algo más que debe saber, como la ansiedad que genera el monitor agente que transmite la desesperación silenciosa de Emma, o la lente del elevador que proyecta la incredulidad de esta mujer que asfixia su libertad de elegir, sujeta a un ficticio triunfo. L

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

a crítica teatral de esta quincena: dos recomendaciones —una buena y una mala—. La imposibilidad del teatro gráfico contra actuaciones de primerísimo nivel. Es mejor ir al Teatro El Granero, lunes y martes, y pagar boleto, que entrar gratis a dormirse en la Ciudadela los fines de semana. Lea usted por qué. No hay manera de hacer teatro a partir de una novela gráfica. No, si lo que haces es imitar la obra original como concepto ilustrativo, apoyado en música y unas marionetas que siguen el modelo luminotécnico. Esa es la conclusión de la obra dirigida por Sandra Félix, La llegada, escenificada en el Teatro Antonieta Rivas Mercado de la Ciudadela, basada en la pieza The Arriver, del austriaco Shaun Tan (1974). Uno se pregunta por qué mejor no contrató mimos en vez de actores profesionales como Antonio Zúñiga, Martín Pérez y Pilar Villanueva, mal utilizados. Destaca, en cambio, el diseño de escenografía, iluminación y multimedia de Philippe Amand. La obra parece más suya que de la directora por la que tenemos enorme admiración gracias a sus trabajos basados en las piezas teatrales de Elena Garro. Una obra, por lo demás, sin sentido teatral, más como “dibujos animados” que como una historia de los emigrantes que dejan todo para pasar a un país desconocido. En la pieza de Shaun adaptada por Sandra Félix no hay tensión de ningún tipo. Emigrar es una crónica color rosa para niños que no quieren saber de derechos humanos, explotación laboral y odio al extranjero. Extraña lo amorfo del contenido por el compromiso que ha impuesto a su trabajo la realizadora teatral. La vi dos veces porque no quise ser injusto con la directora, y por respeto a los actores. Pero no hay remedio. La primera experiencia, soporífera (duraba 75 minutos). La segunda, ya con retoques, con contextos de la historia utilizando la palabra escrita, y recortada a una hora. Pero ni así logra fuerza un montaje que se antoja más como experimentación para el escenógrafo que trabajo teatral de envergadura. Visualmente bella pero atrozmente hueca. Con menos presupuesto que La llegada, recomendamos también el trabajo de Alejandro Velis, ContrAcciones, de Mike Bartlett (Inglaterra, 1980): una parodia del mundo laboral que tanto estresa al hombre moderno, en este caso dos mujeres destrozadas por dejar de ser ellas para rendir en sus empresas. Primero el dinero y después el ser humano. Exprimir hasta extinguir. No es un panfleto porque la maestría con que Alejandro Velis dirige a Carmen Mastache y Aída López saca el mejor sarcasmo e ironía de las actrices. Finas, punzantes, estridentes y dolorosamente reales en empresas sin ningún respeto por las personas que entregan su vida hasta el final de sus sentidos. Si usted aún no se ha vuelto loco o vive deprimido por su trabajo, no le saque y corra a ver esta obra con la que Velis cumple 30 años de carrera teatral. Igual le sirve para regresar a ser usted mismo. L


VARIA

sábado 31 de octubre de 2015

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Números vemos, verdades no sabemos TOSCANADAS

I

ntente usted investigar un asunto a través de la prensa y ya verá la confusión en que se mete. Eso me pasó ahora que quise entender algo sobre el famoso impuesto a las bebidas azucaradas. En una nota de Milenio encontré que el tal impuesto “cumple con su objetivo”, pues el consumo de refresco había bajado un 10 por ciento en el primer trimestre de 2014. Se estimaba que ese año se recaudarían 12 mil 400 millones de pesos; y para el 2015 serían 18 mil 271 millones de pesos, lo cual no resulta lógico a menos que ahora se esperara un aumento del 50 por ciento en el consumo. Otra nota de La Jornada dice que si el impuesto de un peso por litro se baja a 50 centavos, se dejarán de recaudar 522 millones de pesos. ¿De dónde sale semejante número que no alcanza ni para la rapiña de un gobernador? Si se utilizaran como base los datos de Milenio, se dejarían de recaudar unos 9 mil millones. En diversas fuentes se reportan distintos costos de atender la obesidad en México, los cuales van de los 70 a los 98 mil millones de pesos al año. Varios medios le asignan 85 mil millones tan solo a la diabetes. Y aunque nos dicen que las medidas del Estado están funcionando, la OMS piensa que en el 2017 la obesidad le costará a México 150 mil millones. Los cálculos de diabéticos en México van de los 6 a los 10 millones, según la fuente.

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Por su parte, El País informa que “La Hacienda mexicana ha conseguido 1.2 millones de dólares en el último año por esta carga fiscal”, o sea, alrededor de una milésima de lo que reportó Milenio. Y nos informa muy reveladoramente que “aunque la disminución en las ventas del producto se presentó en todos los niveles socioeconómicos fue más profunda en los de mayor pobreza”. Mientras que en La Jornada la diputada Alba Ramírez Nachis dice que bajar el impuesto de un peso a 50 centavos ‘‘es una sentencia de muerte para los mexicanos’’, El País apunta que “de cada millón de personas que fallecen, unas 300 mueren por enfermedades ligadas a la ingesta de refrescos”, lo cual equivale a 500 personas anualmente; o sea, que el dulce embotellado sería 50 veces menos peligroso que el automóvil, pero nadie dice que haya que subir el precio de la gasolina para evitar accidentes de coche. Por supuesto, no hay quien calcule el incremento en el consumo de limonada azucarada hecha en casa, pues eso suelen preparar las madres cuando sube la Coca. Y sin embargo, un estudio serio no se limitaría a hablar de refrescos, sino de la venta y consumo total de toneladas de azúcar. ¿Han aumentado o disminuido? Algunos medios informan que este impuesto afectó negativamente a

LO QUE CONTEMPLAS

UN ESTUDIO SERIO NO SE LIMITARÍA A HABLAR DE REFRESCOS, SINO DE LA VENTA Y CONSUMO TOTAL DE TONELADAS DE AZÚCAR

las empresas refresqueras; otros dicen que salieron ganando, pues es mejor negocio vender agua embotellada que agua a la que se agrega azúcar, gas y concentrados. Y así como en este asunto, en muchos otros es difícil hacerse una idea del mundo a través de la prensa. Ya una vez me puse a “investigar” en distintos medios cuestiones sobre los hábitos de lectura de los mexicanos. Publiqué un artículo en el que tomaba multicitados datos de estudios de la UNESCO y la OCDE, estudios que incluso se habían debatido en el Congreso. Pues bien, me escribieron de ambas organizaciones para decirme que los tales estudios no existían. Y, en efecto, no existían, y perdí mi chamba en el NYT, que de cualquier modo vive publicando cosas que no son. Por eso hoy no tengo una idea clara de los efectos del impuesto a los refrescos y desconozco cuántos libros al año leen los mexicanos. En cambio tengo la certeza de que don Quijote vivió en un lugar de La Mancha, que Gregorio Samsa amaneció convertido en un espantoso bicho y que Juan Preciado fue a Comala porque le dijeron que allá vivía su padre. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

adrianadiazenciso@gmail.com ESPECIAL

Ciudad

V

isito la Ciudad de México tras cuatro años de ausencia. No veo la ciudad que imaginaba, amedrentada por el signo de la violencia. Veo en cambio un Centro Histórico revitalizado, tomado por los jóvenes. Quizá responden los artistas callejeros al lenguaje de lo atroz desde la veta oscura de sus disfraces, no intimidados sino desafiantes, entre la destemplada tradición de los organilleros. El Centro parece más seguro que nunca, calles de los ciudadanos. Lo gozo, pero me pregunto por el costo: esta transformación no se habrá dado sin desplazamientos. Y los desplazados, ¿dónde están? Si disfrutamos de espacios ciudadanos que parecen pertenecernos, ¿desde qué perspectiva definimos esa pertenencia? Las preguntas no son fáciles, ni es posible ignorar cuánto de ese renovado paisaje urbano está directamente relacionado con quien era hasta hace poco el hombre más rico del mundo, virtud que no puede ser sino obscena en este país. Paso diez días en el ojo de la contradicción, en la Feria Internacional del Libro del Zócalo: una feria rebelde, enclavada en la plaza pública más importante del país, entre un Palacio Nacional donde no deja de cocinarse iniquidad, y la Catedral. Durante diez días no cesan las exigencias de justicia por Ayotzinapa y los otros miles de desaparecidos, asesinados, ni las denuncias de corrupción e impunidad. Cada foro es un espacio abierto de palabra libre, un llamado a recordar lo que nos une: solidaridad, dignidad y celebración en medio del desastre perpetuo, cada vez más cruento, evocado en la conmemoración de los 30 años del terremoto e invocado de nueva cuenta para enfrentar el horror de nuestros

Zócalo de la Ciudad de México

tiempos. Poetas, narradores, editores, filósofos, músicos desafían o escarnecen a un presidente que no sabe leer ni pensar, o al cardenal que encubre a pederastas. Funcionarios que hablan como ciudadanos suman su propia voz a la denuncia. Rebeldía jubilosa o furiosa, o con la voz más valiente que quebrada de la madre de cuatro jóvenes desaparecidos. Más aun que denuncia, la feria es una invitación a recobrar el poder de la palabra como fuente de conocimiento y liberación. De cara a Palacio Nacional se le reclama al presidente iletrado: “¡Lee! ¡Escucha! ¡Despierta!”. Un filósofo termina su intervención nombrando las tres llaves que aún pueden abrir la puerta

de esta prisión hecha de sangre derramada, cinismo y estupidez: “bondad, verdad y belleza”. Si días así pueden suceder, y sembrar tanto, en el corazón de la patria herida, habrá sin duda motivos de optimismo. Y entonces, días después, el cuerpo torturado colgando de un puente, siniestra instalación del oficio de la muerte; el cuerpo calcinado en un tambo de basura; mensajes de advertencia: el horror está aquí. Luego en la carretera me pregunto sobre la sustancia, o la verdad, de la esperanza. Un espectacular pide justicia para otro hombre desaparecido. Paso por el motel Pistolas, dos armas cruzan su blasón. Más allá, quietos y majestuosos, los volcanes. L


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