Laberinto No.648 (14/11/15)

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Laberinto

MILENIO

núm. 648

sábado 14 de noviembre de 2015 FOTO: Kobi Kalmanovitz

exclusiva

Esperando a los bárbaros amos oz p. 06 a 08

incorrección política

iván ríos gascón p. 02

Poesía en voz alta: 60 años braulio peralta p. 11

Europa será voltaireana o no será andré glucksmann p. 08

Entrevista a rob riemen adriana malvido p. 04 y 05


antesala

sábado 14 de noviembre de 2015

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LABERINTO

especial

Artes y complicidades Escolios

Armando González Torres @Sobreperdonar

L

a anécdota se repite: hace unos días en un museo de Bolzano, Italia, una empleada de limpieza tiró a la basura la instalación denominada Dónde podríamos ir a bailar esta noche, consistente en botellas de champaña vacías, papel picado y colillas de cigarro. No solo la empleada, cualquiera que no esté familiarizado con el ya muy rutinario gesto de incorporar desechos para “cuestionar” las técnicas y jerarquías convencionales del arte haría lo mismo. En una mente sensata caben numerosas reservas contra el funcionamiento del sistema de las artes (y las letras) contemporáneas y sus formas de simulación y creación de prestigios. Sin embargo, no se puede juzgar este clima estético concentrándose solo en sus timos más notorios, pues a veces en un mismo creador (Damien Hirst, por ejemplo) se alcanzan extremos de originalidad artística y complacencia codiciosa. Por eso, a riesgo de encontrar demasiada basura en el camino, resulta prudente dirimir entre propuestas y aprender a justipreciar las más innovadoras y rigurosas. Tal vez una buena guía para este propósito sea el libro de Joanna Drucker Swett Dreams, Contemporary Art and Complicity (Universidad de Chicago, 2005). Para la autora, el arte del nuevo milenio, en su profusión de formas e innovaciones, ha rebasado los parámetros teóricos que guiaban las búsquedas modernas y posmodernas y si el discurso hegemónico en la academia caracterizaba al arte contemporáneo como una actitud contracultural contraria al gusto pequeño-burgués, la producción masiva y el sistema de mercado, esta actitud ha cambiado. Para la autora,

Alfileres Armando Alanís alaniscanales@gmail.com

Joanna Drucker

la relación del arte con el mercado y con los poderes ubicuos es mucho más compleja y cobija sentimientos encontrados, que van del rechazo al apego, de la oposición a la complicidad. La cantidad de patrocinadores, el prestigio mediático y la proyección política vuelven al arte una actividad atractiva y rentable, paralela a la industria del espectáculo, en la que se confunden deliberadamente el valor de lo que se conocía como el “aura” y el valor meramente económico. De hecho, el modo de producción individualista y a pequeña escala que caracteriza al artista romántico o al modernista crítico se modifica por obras que requieren modos

El fantasma más triste es aquel en el que nadie cree.

Incorrección política Los paisajes invisibles

C

de procesamiento cercanos a la industria o a las superproducciones del espectáculo. Drucker encuentra en esta complicidad, en esta ambivalencia entre lo profano y lo sagrado del arte, entre la protesta política y la imitación del mercado, un espacio propicio para la búsqueda formal y la reivindicación de una cierta independencia. En la nueva hibridez encuentra de todo: el impulso estético, la pulsión crítica, la reivindicación de técnicas, el humor, la mezcla y la emergencia de nuevas formas de virtuosismo. Así, al no depender de signos exteriores, técnicas o soportes materiales, el creador tiene la enorme libertad (no siempre la responsabilidad) de incorporar su sello a una concepción mutante de las artes. L

uando un artista mexicano recibe un premio de lustre internacional, lo mejor que los políticos pueden hacer es guardar un silencio respetuoso, pues todo intento de colgarse del brillo del galardonado suele terminar en la impúdica exhibición de su total desconocimiento del artista y su trabajo y, más ominoso aún, de su patética ignorancia. Las felicitaciones de los políticos no son, siquiera, como esas tarjetas que empiezan con las líneas de “Con los atentos saludos de…” sino que se parecen más a las esquelas, pues con un solo dislate aniquilan el espíritu de una obra que aspira a la universalidad del pensamiento. La memoria colectiva mexicana posee un amplio anecdotario de disparates

Iván Ríos Gascón @IvanRiosGascon

que funcionarios de todos los niveles han soltado sin pudor, ya sea en una alocución preparada por su panda de discurseros (y que a juzgar por la calidad de lo que redactan resultan más ignaros que sus jefes) o que emanan de su ronco pecho. Nombres equivocados o seres inventados (¿alguien puede olvidar al insigne José Luis Borgues o a la Rabina Gran Tagora?), confusión en los títulos de libros y autores (¿recuerdan quién afirmó que La silla del águila fue escrito por Enrique Krauze?) o bibliografías sin revisar ni en la Wikipedia (ejemplo: en la Asamblea del Distrito Federal, ni más ni menos, le adjudicaron Un tranvía llamado deseo y Crónica de una muerte anunciada a José Emilio Pacheco) y así, al infinito, los flamantes políticos de este país suelen adornar sus peroratas con

pifias vergonzosas. Sin embargo, es peor cuando “congratulan”. Pienso esto ahora que el eximio Fernando del Paso ha obtenido el Premio Cervantes 2015, y que pocas horas después de conocido el fallo, un conspicuo priísta se adelantó a la cargada de las enhorabuenas con un tuit calificando a Palinuro de México como “infaltable” y a Noticias del Imperio como “infalible”, adjetivos no solo pobres sino errados ante dos de las más portentosas obras del siglo XX mexicano (por cierto, en 2007 la revista Nexos convocó a 60 escritores y críticos para elegir las mejores novelas mexicanas de los treinta años anteriores a esa fecha y de las 79 mencionadas, Noticias del Imperio resultó la ganadora indiscutible, por encima de Las batallas en el desierto, esa sí, de JEP, y Crónica de la Intervención de Juan García Ponce, vaya el dato para los funcionarios que quieran emperifollar sus parabienes para el gran creador, también, de José Trigo y Linda 67). No obstante, la pregunta es: ¿cuál sería, para un político, la mejor forma de honrar, que no elogiar con estulticia, al escritor, pintor, académico, actor e intelectual hoy que se suma a la lista de mexicanos cervantinos conformada por Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska? En su discurso de recepción del Corazón de León en la Universidad de Guadalajara, Del Paso dijo que “hoy nuestro país necesita una lucha coordinada, que reconozca que México se fue a la barranca y que es absolutamente indispensable sacarlo de ahí”. Y quienes pueden hacerlo, en mayor medida, son esos analfabetas funcionales que mientras adulan exhibiendo sus precariedades, hunden más a México en la barranca de la corrupción, la impunidad y el desprecio absoluto por el arte y la cultura nacional. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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sábado 14 de noviembre de 2015

antesala

especial

× Co ra l

B r ac h o ×

Reacción en cadena Este poema forma parte del volumen Marfa, Texas (2015) que circula con los sellos de Literatura UNAM y Ediciones Era

A

quellos burros abandonados en sus ranchos por los dueños que huyeron de la violencia y de la muerte en México cruzan la frontera y han puesto en riesgo el equilibrio de la reserva Big Bend. Los guardabosques los matan ahora a tiros y han desatado oleadas de indignación. Un burro, dicen, es como un gato o un perro. ¿Por qué no matan, mejor, a los feos jabalís?

× e ko × e x

l i b r i s × t i b e r i o ×

El escritor británico William Boyd

Entre un chamán y un diseñador Guía visual

Magali Tercero @magalitercero

¿

Sabías que Nat Tate fue un pintor suicida y destruyó su obra antes de ahogarse en el río Hudson? ¿Sabías que a Nat, no muy buen artista pero bello como pocos hombres, le hizo daño conocer a Picasso y a Braque durante su viaje a París? ¿Que este neoyorkino se mató poco después de medirse con gigantes? ¿Habías leído sobre este tipo elegante y tímido que se arrinconaba en las fiestas de los expresionistas abstractos del Nueva York de los años cincuenta? ¡Jamás oí de Nat Tate! Vaya nombre ridículo. Pues sábete que Nat fue un suicida metódico y recuperó casi toda su obra para desaparecerla. Sin padre conocido, acabó criado por un matrimonio ricachón. ¡Y le daba vergüenza ser rico! Por eso sus vagos retratos al fondo de las fiestas. Ese Nat era un poco más feliz. Tuvo mucho éxito cuando Pollock. Lo entrevistaban todo el tiempo. ¿Habrá odiado a su padre benefactor? Él compraba cada exposición suya. Y estuvo un poco enamorado de él aunque sin abusar. ¿Nat Tate como la National Gallery y la Tate Modern? ¿No es un nombre perfecto para un artista? ¿Pero sí era artista? Malo pero su tiempo lo admiró. ¿Entonces por qué se mató? ¿Dices que uno de sus pocos cuadros se subastó en 7 mil 250 libras? Bueno, sí… pero lo compró su biógrafo, el inglés William Boyd, para beneficiar a los artistas. ¿El que hizo una fiesta esnob con David Bowie para celebrar a Nat Tate? ¿El que pintó dos cuadros horribles para atribuirlos a su engendro en Nat Tate. 1928–1960. El enigma de un artista americano? ¿De qué hablas? ¿Del biógrafo fraudulento que hace pasar a un desconocido por el inexistente Nat? Así que para ti ya es Nat. ¿No era su nickname, no la Peggy Guggenheim dijo que fue un amante extraordinario? ¿Es decir que el tal trágico pintor neoyorkino nunca existió pero ya casi eres su amigo? Pues sí, hasta siento que lo conocí. Entonces sí existió, ¿no? A menos que no te gusten las bromas literarias. En 1958, Max Aub también se inventó a Jusep Torres Campalans. Pintó unas 30 obras bajo su nombre y las expuso dos veces en la galería Excélsior de México y en la Bodley Gallery de Nueva York. Bueno… Aub era un intelectual, no este simplón que escribe novelas de James Bond. ¡Aub sí cuestionó el arte de su tiempo! ¡Pero caíste y ya le dices Nat! Te lo digo: 200 años antes William Beckford escribió sus Memorias biográficas de pintores extraordinarios con relatos falsos sobre los desconocidos autores flamencos de la colección de arte familiar. ¡A los dieciocho años, cuando aún no era el padre espiritual de Lord Byron! Evelyn Waugh hizo lo suyo con el inexistente Bruno Hat de la década de 1920, y su amigo John Banting (1902–1972) pintó y expuso en su nombre. Después se enojaba porque los críticos lo ignoraban. Un día te cuento bien. Lo que quiso Boyd fue demostrar que muchos artistas de los años ochenta, como el Damien Hirst de los Young British Artists, se parecían tanto a un chamán como a un diseñador. L

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LABERINTO

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Rob Riemen

La miseria espiritual y cultural de Europa El filósofo y fundador del Instituto Nexus estuvo hace unos días en México. Impartió un seminario y dictó una conferencia sobre el héroe en busca de sentido y el gran crimen del siglo. Aquí señala los peligros de un mundo sin orden humanista ni grandes ideas gobernado por la estupidez organizada

darko jelinek

Entrevista Adriana Malvido

R

ob Riemen estuvo en México. Impartió un seminario y dictó la conferencia The Questor Hero and the Crime of the Century. En tres días hizo un viaje imaginario y profundo desde la antigua Grecia hasta nuestro tiempo, para convencernos de que la filosofía y la cultura son las únicas vías posibles para comprender el mundo, encontrar el verdadero sentido de la vida y preservar la civilización. Pero para eso “hay que rescatarlas del exilio”. El filósofo holandés, presidente y fundador del Instituto Nexus en Tilburg, accedió a una entrevista antes de regresar a Holanda, donde esta mañana, en Ámsterdam, dio la bienvenida a Amos Oz como orador principal de la Conferencia Nexus 2015: Esperando a los bárbaros. Intelectuales de diversas nacionalidades debaten cómo es que, a estas alturas de la historia, la civilización occidental parece caer en nuevas formas de barbarie. Habla Riemen: “La tragedia de miles de refugiados, simbolizada de la manera más horrible en la fotografía de un niño sirio tendido sin vida en la arena de una playa turca, coincide con un texto que estoy escribiendo: El regreso de Europa, sus lágrimas, obras y sueños. Uno de mis argumentos es que la Unión Europea, tal y como está planteada ahora, nada tiene que ver con la cultura de Europa. En la mitología, Europa es una princesa secuestrada por el poder. Eso ha hecho la UE, secuestrar el espíritu europeo y enviarlo al exilio. En mi libro El eterno retorno del fascismo, quise advertirlo porque lo veía venir. Ahí están Viktor Orban en Hungría, Putin en Rusia, Le Pen en Francia… Estamos pagando el precio de una Comunidad Europea basada simplemente en intereses económicos y valores políticos que cultivan la xenofobia y los nacionalismos. Pero eso también está sucediendo en América y muchos otros lugares que desterraron la cultura, la filosofía, los valores esenciales de la humanidad, a cambio de un nuevo paradigma que se llama pragmatismo. Y una sociedad que no cultive las grandes ideas humanas acabará, una vez más, en la violencia y en la autodestrucción. Hay una enorme nube de vacío espiritual generando gases tóxicos y no falta mucho para que den lugar a explosiones sociales sin precedentes. Demasiada gente vive en condiciones indignas.

“No debe sorprendernos el ascenso de Mr. Trump, ni que la clase política europea esté paralizada ante cientos de miles de refugiados. Además de que hemos sido complacientes con la situación, somos responsables de lo que pasa en Libia, en Siria. En el mundo árabe no han ido las cosas mejor: ni Arabia Saudita ni los estados del Golfo Pérsico reciben a un solo refugiado. Es una tragedia para los migrantes pero también es trágico ver que no aprendimos la lección que nos dejaron dos guerras mundiales”. El autor de Nobleza de espíritu, una idea olvidada insiste en que las elites gobernantes no pueden solucionar el problema “porque ellas son el problema”. El cambio vendrá de la gente, de la sociedad, y “como todavía no vivimos en China o en Rusia, los intelectuales podemos escribir, publicar y exponer la situación, movilizar conciencias, como los ecologistas lo han hecho desde la década de 1970. Ahora nos toca luchar contra la pobreza espiritual, por la conservación de las ideas y los valores más importantes. Tenemos la responsabilidad de preservar a los clásicos, el significado de las palabras, la nobleza de nuestro espíritu”. Para Riemen, el problema de las izquierdas es que “renunciaron a la cultura y a los valores espirituales hace ya mucho tiempo. Su intelectualidad es superficial, vacía, más ideología política que cultura. Así, le han abierto espacio a la derecha. Y el problema de los valores espirituales de la derecha, que suelen ser utilizados como agenda política, es que hablan de cristianismo y de cultura al estilo de Mussolini o Hitler”. El mundo de la cultura es vital en la calidad de la vida humana, pero también es vulnerable. “No por nada los dictadores silencian a poetas y pensadores con la censura”. El filósofo recuerda a Nadezhda Mandelstam, víctima de Stalin. La poeta rusa memorizaba sus poemas y luego los quemaba para volverlos a escribir en la primera oportunidad. Pensaba que si en términos políticos había que ser progresistas, porque siempre hay una nueva forma de injusticia social que enfrentar, en términos de cultura era importante conservar todo aquello que contiene los más preciosos valores y aquellas expresiones que deben ser transmitidas. Refiere dos ejemplos: Primo Levi decidió sobrevivir a Auschwitz cuando recordó el canto de Ulises de la Comedia de Dante; Aleksander Wat supo que podría soportar la prisión de Stalin en la Lubianka de Moscú cuando una mañana, a principios de la primavera, oyó a la distancia un fragmento de la Pasión según san Mateo de Bach. “Ellos ilustran que si hay algo —además del amor y la amistad— que puede dar sentido a la vida, es la belleza del arte”. Y los clásicos “siempre te dirán algo, nunca te decepcionarán, porque contienen valores eternos”. Riemen menciona a Sócrates, Jesucristo, Nietzsche, Van Gogh, Dostoievsky, Mann, Goethe, T.S. Eliot, Musil, Brodsky… para ilustrar el término Questor Hero (héroe que busca). Son aquellos con el valor de ser diferentes, quienes dedican su vida a la búsqueda de sentido, de la verdad, el conocimiento, la introspección, el cultivo del alma; quienes emprenden el camino hacia la excelencia humana… Y aunque existen hoy en día, su figura “ha sido expulsada de la cultura occidental. Y ese es el crimen del siglo”.


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filosofía

especial

Protestas en Berlín contra el Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones

El Instituto Nexus ¿Cómo es que una cultura desarrollada puede caer en nuevas formas de barbarie? ¿De dónde viene el mal? ¿De dónde el nihilismo? ¿Por qué las humanidades han fallado en humanizarnos a todos? ¿Desde dónde se origina la deslealtad de los intelectuales y la connivencia de los científicos? ¿En dónde quedó la razón? ¿Qué tan civilizados somos? A partir de estas preguntas, el Instituto Nexus de Tilburg, uno de los centros de reflexión filosófica y cultural más importantes del mundo, abrió hoy en Ámsterdam su Conferencia 2015, Esperando a los bárbaros, con la participación de Amos Oz como orador principal. Fundado en 1994 por el filósofo holandés Rob Riemen (autor de La universidad de la vida, Nobleza de espíritu y El eterno retorno del fascismo), Nexus busca estimular el debate intelectual y ofrecer un contrapeso a toda forma de fanatismo y al enfoque unidimensional que rige a las sociedades contemporáneas, para poner al alcance del público aquellos valores filosóficos y culturales de la tradición humanística europea que tienen que ver con la libertad, la justicia y la verdad, el arte y la cultura. Además de la publicación periódica de su revista Nexus —que cumple 25 años—, el instituto cuenta con una librería, una editorial y lleva a cabo conferencias, simposios y clases magistrales por los que han pasado Jürgen Habermas, Susan Sontag, Roberto Calasso, Leszek Kolakowski, Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee, Gary Kasparov… Sus colecciones han cobijado títulos como La idea de Europa de George Steiner (publicado en español por Siruela) o La ética de la estética, de Daniel Barenboim. La idea de Nexus es abrir sus espacios a las ideas y puntos de vista más diversos. Entre sus proyectos más importantes están la creación de la Academia Nexus y el alcance de nuevas audiencias en el Oeste y en el Este. Riemen suele recordar a Steiner cuando escribió que, culturalmente, Europa ha vuelto a la Edad Media. “Y, como en los monasterios de aquella época, debemos conservar nuestro legado cultural y transmitirlo por los canales disponibles”. La Conferencia 2015 reúne a escritores, académicos, historiadores, periodistas, filósofos, editores y políticos de Estados Unidos, Túnez, Líbano, Reino Unido, Egipto, Alemania, Israel, Polonia y Mauritania. Son Anne Applebaum, Amin Gemayel, Donald Sassoon, Abderrahmane Sissako, Bettina Stangneth, Marian Turski, Ahmed Gaaloul, John Haldane, Azza El-Kholy, Robert Putnam, Michael Shermer, Zeev Sternhell y Leon Wieseltier. (AM)

Sigue: “Padres que dicen a sus hijos haz algo práctico, consíguete un buen trabajo, elije una carrera que te dé dinero… La noción de búsqueda se ha perdido. Las universidades se hacen cómplices cuando limitan la misión de la enseñanza a la obtención de un salario. La versión religiosa sería: sé obediente a lo que te decimos y deja la ética al cielo. Es una cultura kitsch: no pienses, no te esfuerces, busca lo fácil y rápido. También está la reciente religión: la fe se deposita en las finanzas o en la ciencia y la tecnología pensando que todo lo resolverán. Y no hay que subestimar el impacto si tomamos en cuenta que la fusión humano–robot ya no pertenece a la ciencia ficción, sino a la realidad y al núcleo duro de la economía. La noción de que la vida es una búsqueda espiritual y solitaria hacia la trascendencia, de que podemos ser mejores pero para lograrlo se requiere de muchas conquistas, está desapareciendo”. Así, continúa el filósofo, también perdemos la noción de una vida de calidad, y sin calidad no hay arte, ni humor (que es señal de inteligencia), ni diversidad. Todo es gris, uniforme, estandarizado, sin belleza y sin verdad, como en el mundo industrializado de Chaplin. La barbarie, dice Riemen, es la pérdida de la excelencia. “Cuando miro los noticieros y leo los periódicos me pregunto cómo es que hemos dejado todo en manos de una clase gobernante corrupta que promueve la estupidez organizada. Pero lo que más me inquieta es la aceptación. Hay una enorme presión hacia el conformismo. De ahí nuestra responsabilidad. Recordemos que la cultura no es más que una invitación a cultivar la nobleza del espíritu y que habla siempre en voz baja. La sabiduría se revela no solo en las palabras sino en los hechos”. Ya en 1876, Nietzsche advertía de una educación destinada a crear individuos intercambiables; por razones económicas y políticas, erosionó los contenidos culturales. “Así es en el mundo financiero. Las burocracias están creadas sobre esa base y así sucede en la academia: gente reemplazable porque así es mejor para la economía. Nada de personalidades diferentes; podrían provocar cambios. Y después nos sorprende ver que los más jóvenes, que han sido educados, no saben qué hacer con sus vidas. En el fondo, se sienten traicionados”. En ese vació espiritual es que proliferan las sectas religiosas. La religión, dice Riemen, tiene dos caras: “La que promueve el cultivo del alma

y saca lo mejor del ser humano; ese es el lado positivo. El lado oscuro es el que impone la culpa y ‘lo que se debe hacer’, cuando los seres humanos somos esencialmente libres. Una cosa es Dios y otra distinta es el clero; una cosa es Moisés y otra Aarón: el primero es profeta, el segundo es sacerdote, uno busca la verdad y el otro el poder. “Las religiones pueden ser un verdadero peligro como el que representa ISIS. Pero hay que entender que ISIS hace lo que antes hizo la religión cristiana: decapitar, perseguir… Así que ahora estamos confrontados con nuestro propio barbarismo y con la historia de la destrucción de las culturas que ha sido la historia de las religiones. En lugar de culpar al Islam, que nada tiene que ver con sectas actuando de manera fanática, es hora de hacer una pregunta incómoda: ¿por qué tantos jóvenes educados, que lo tienen todo, son atraídos de esa manera? No tengo otra explicación que no sea el vacío espiritual. ¿Qué opciones tienen? Una es la droga e integrarse a la narco–cultura; otra es unirse a ISIS. La tercera es buscar en el mundo financiero e intentar ser lo más rico posible”. Rob Riemen visitó México por cuarta ocasión. Le pido una opinión y responde sin titubeos: “La problemática social es increíble. No tendría que ser así con todo lo que tiene: una riquísima cultura, una muy fuerte tradición intelectual y artística. Con eso tendría que estar en la cima. México forma parte del espíritu europeo y me siento muy cómodo cuando vengo. Pero la narco–cultura, la corrupción política… Es tiempo de que la gente se resista, se rebele, haga una revuelta y diga: ‘la situación actual es inaceptable, esto no puede continuar así’, porque seguir en la misma dirección conllevaría un enorme desastre y todos lo saben”. Rob Riemen concluirá pronto el libro El regreso de Europa, con el que celebrará el 25 aniversario de la revista Nexus. Incluye un ensayo de su autoría, diez textos clásicos (de Victor Hugo, Robert Musil, Joseph Roth, Stephen Spender, Winston Churchill, Karl Jaspers…) y treinta inéditos de autores como Javier Marías y Timothy Garton Ash, que abordarán la cultura y los valores del humanismo europeo. Concluye: “El instituto quiere proveer una conciencia moral, un entendimiento crítico de lo que está sucediendo en nuestra sociedad, tener una idea de lo que es significativo y valioso en nuestras vidas”. L


LABERINTO

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especial

Vista de Jerusalén

Esperando a los bárbaros El día de hoy, 14 de noviembre, el escritor israelí pronunció una conferencia organizada por el Instituto Nexus en el Teatro de la Ópera en Ámsterdam. Se trata de una apasionada ofensiva contra los fanatismos y la ceguera frente a las insospechadas manifestaciones del mal. Con su autorización, reproducimos, en exclusiva, un extracto para los lectores en México reflexión Amos Oz

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ermítanme comenzar con un apunte personal. Durante muchos años me he estado levantando a las cuatro de la mañana. Un paseo antes del alba pone muchas cosas en perspectiva. Por ejemplo, si en las noticias de la tarde anterior un político usó palabras tales como “para siempre y alguna vez”, “para toda la eternidad” o “nunca en un millón de años”, a las cuatro de la mañana puedo oír las piedras en el desierto o los árboles en el parque municipal y reírme silenciosamente del sentido del tiempo de ese político. Vuelvo a casa, todavía antes de que salga el sol, me preparo una taza de café, me siento en el escritorio y comienzo a hacerme preguntas. No cuestiono lo que el mundo viene a ser, o cuál es la manera correcta de conducirse. Me pregunto: “¿Y si fuera él? ¿Y si fuera ella? ¿Qué sentiría, querer, temer y esperar? ¿De qué estaría avergonzado, esperando que nadie lo sepa alguna vez?”. Mi trabajo es ponerme en los zapatos de otra gente. Incluso debajo de sus pieles. Mi impulso es la curiosidad. Yo fui un niño curioso. Casi todos los niños son curiosos, pero pocas personas conservan esa curiosidad en la edad adulta y la vejez. Ahora sabemos que la curiosidad es una condición necesaria, incluso la primera condición, para un trabajo intelectual o científico.

Pero debo añadir que desde mi punto de vista la curiosidad también es una virtud moral. Una persona curiosa es ligeramente una mejor persona, un mejor compañero, un mejor padre, un mejor vecino y colega que una persona no curiosa. También es un mejor amante. Déjenme sugerir que la curiosidad, junto con el humor, son los dos antídotos principales para el fanatismo. Los fanáticos no tienen sentido del humor, y rara vez son curiosos. Porque el humor mina el fanatismo y la curiosidad lo asalta introduciendo el riesgo de la aventura, cuestionando y descubriendo respuestas incorrectas. Esto me lleva al papel principal de la literatura y el arte en general. Sus grandes méritos no son sugerir una reforma social ni hacer crítica política. Como ustedes saben, el patio trasero de la filosofía y la teología está lleno con los esqueletos de novelistas y poetas que quisieron competir con filósofos y teólogos, con ideólogos o hasta con profetas. Muy pocos tuvieron éxito, pero eso es inútil. La mala literatura puede incluir mensajes morales muy importantes y positivos, y aun así ser mala literatura. El rasgo determinante de la buena literatura y del arte es su capacidad de abrir un tercer ojo en nuestra frente. Hacernos ver viejas cosas lamentables de un modo totalmente nuevo. “Incluso una mirada antigua tuvo su momento de nacer”, como dijo el gran poeta israelí Nathan Alterman. La gran literatura ha entrado en los zapatos y las pieles de los otros, forasteros, seres humanos a veces desagradables, los Don Quijote, los Yago,

los Raskolnikov de este mundo. La mala literatura no abrirá un tercer ojo. Repetirá, simplemente, solo lo que ya sabemos y nos mostrará solo lo que hemos visto ya.

los sociólogos y psicólogos no reconocen el mal en absoluto. Pero están equivocados: el mal existe. estamos fascinados por él, lo admitamos o no

◆◆◆ Cuando escribo, no me dirijo principalmente a las emociones de mis lectores, aunque le hable a las emociones también. Tampoco me dirijo al intelecto de los lectores, aunque le hable a él también. Antes que nada, me dirijo a su curiosidad. […] Así que por favor no me pidan que esta mañana hable, como escritor, de la solución de dos Estados o la solución de un Estado. He hablado mentalmente de este tema durante medio siglo. Pero solo diré esto: mi apoyo para dos Estados separados, uno para israelíes y uno para palestinos, no proviene de la perspicacia del historiador, de la astucia del político o de la maestría del analista. No tengo nada de esto; solo tengo curiosidad e imaginación. Desde mi infancia en Jerusalén, me he preguntado lo que se sentiría ser un palestino, refugiado o no. Cómo sería vivir en la piel de un palestino. Abrigar las memorias de un palestino. Soñar sueños de palestino. Mientras me planteaba esta pregunta, seguí siendo un judío israelí. No me convertí en un palestino ni me hizo adoptar una narrativa palestina y sucumbir a cada demanda palestina. Tampoco me ha llevado a poner la otra mejilla, pero me ha inspirado a buscar un compromiso. El compromiso, ustedes lo saben, está lejos de la capitulación. No tiene nada que ver con lo de poner la otra mejilla. Por extraño


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sábado 14 de noviembre de 2015

DE PORTADA

especial

que parezca, el compromiso también puede ser un niño curioso. Para imaginar otras vidas, otras salas de estar, otros amores y otras pesadillas podemos salir de nuestra propia sala de estar e ir a conocer a otras personas a mitad del camino a través del puente. Sé que los jóvenes idealistas (en estos días preferirían la palabra “activistas”) a menudo odian el compromiso, se mofan de ello como un oportunismo débil, inmoral. Pero en mi diccionario, el compromiso es sinónimo de vida. Y lo contrario del compromiso no es la integridad o el idealismo sino el extremismo y la muerte. ◆◆◆ La curiosidad también ha inspirado mi fascinación por el mal. Las ciencias sociales tienden a asociar la agresión al sufrimiento de la infancia o a la crueldad de la sociedad o al colonialismo. No hay hechos malos, solo delitos inducidos por el trauma. No hay personas malas, solo víctimas convertidas en perpetradores. Así, los sociólogos y los psicólogos no reconocen el mal en absoluto. Pero están equivocados: el mal existe. Los teólogos, por otra parte, a menudo lo reclaman como su propio campo de especialidad. Pero también están equivocados: casi cada ser humano considera al mal y estamos profundamente fascinados por él, lo admitamos o no. La literatura siempre ha estado al tanto de la curiosidad que nos produce el mal. Desde Caín, Medea, Yago, Mefisto, Raskolnikov y el Patriarca de García Márquez. Todos ellos nos intrigan, porque todos y cada uno de nosotros lleva uno o dos genes o uno o dos gérmenes de la misma clase de aquellos monstruos literarios. […] Tengo una disputa amarga con un compatriota mío muy famoso, Jesucristo, que dice: “perdónalos, ya que no saben lo que hacen”. A veces estoy de acuerdo con la primera parte de la oración, la parte del perdón. Pero rechazo enérgicamente la segunda, implicando que todos o la mayor parte de nosotros deberían ser perdonados porque somos imbéciles morales. No lo somos. Sabemos lo que significa el dolor. Sabemos que es incorrecto infligir dolor. Toda vez que infligimos dolor a otros, sabemos lo que hacemos. Ah, sí, lo sabemos. Incluso un pequeño niño inocente que le jala la cola a un perro, sabe que él o ella infligen dolor. El dolor es el más grande común denominador de todas las cosas comunes. El dolor es una experiencia democrática, hasta una experiencia igualitaria. El dolor no distingue entre el rico y el pobre, el fuerte y el dócil. Siempre que provocamos dolor a otros no lo hacemos por ignorancia, sino porque, por lo visto, debe haber algún gen malo en casi cada uno de nosotros. Sin embargo, no se preocupen por mi desacuerdo con Cristo: no hay nada extraño en que dos israelíes tengan opiniones contrarias. ¿Así pues, cuál es, entonces, la parte difícil del trabajo moral? Se debe distinguir entre niveles del mal. Ya que hay muchos niveles del mal en el mundo. El robo, el pillaje y la explotación son muy malos. La violación y el asesinato son peores. La opresión de las mujeres, las minorías y los pueblos colonizados es muy mala. El genocidio es peor. La destrucción ambiental es muy mala. La limpieza étnica es peor. La comercialización y vulgarización de las relaciones humanas son muy malas. La quema de herejes y la venta de una joven por una cajetilla de cigarros son peores. La infantilización sistemática de la humanidad por el capitalismo de mercado es muy mala, como lo es el engranaje de la política y el entretenimiento. Pero las cruzadas, la yihad, la Inquisición, los gulags y los campos de concentración eran mucho, mucho peores. […]

Miembro de ISIS

◆◆◆ Soy hijo de judíos europeos pero ya no me considero un europeo. Intrigado por Europa, sí. Fascinado por Europa, muchísimo, en efecto. Atraído por Europa, desde muchos puntos de vista. Pero no europeo. Mis padres eran europeos devotos. Nunca se consideraron como rusos o polacos, lituanos o ucranianos. Amaron Europa. Eran políglotas, amaron las diferentes culturas y tradiciones, amaron la variedad de tesoros artísticos y literarios, amaron la arquitectura, amaron los paisajes, los prados y los bosques, las amos oz/ especial

ciudades antiguas con las piedras curvas que pavimentaron callejones. Amaron los cafés; incluso amaron el sonido de las campanas de la iglesia. Y, sobre todo, amaron la música. […] En los años treinta mi padre fue testigo de ese grafiti odioso en las paredes de las ciudades europeas: “Judíos: vuelvan a Palestina”. Hoy en día, las mismas paredes nos gritan: “Judíos: salgan de Palestina”. Por tanto, ¿en qué lugar de la tierra está la patria del pueblo judío? ¿En la luna? ¿O en el fondo del mar? Cuando el antisemitismo europeo dio vuelta de lo verbal a la violencia, a mis padres les dieron un puntapié de sus casas y universidades en Europa. […] Vinieron a Jerusalén porque en los años treinta nadie en el mundo entero quería más judíos. Algunos países, con respecto a la perspectiva de aceptar refugiados y perseguidos judíos, recurrieron a la famosa línea “Uno es demasiado”. Algunos dijeron: “Ninguno es demasiado”. Un país lejano fue más sofisticado que eso. Sus líderes renunciaron al antisemitismo como algo “monstruoso y sórdido”, e inmediatamente añadieron “y no vamos a recibir a más judíos en nuestro país porque no queremos importar el antisemitismo”. Algunas personas, incluso jóvenes israelíes, recientemente han comenzado a preguntarse si el precio de la creación y la existencia de Israel no es demasiado alto. Demasiado alto en matanza, en violencia, en separación de cientos de miles de árabes y judíos. Este asunto se basa en la ingenua y falsa consideración que cometieron mis padres cuando fueron a ver a su agente de viajes en Polonia en los años treinta e incurrieron en el terrible error de comprar billetes a Jerusalén. Si solo en vez de Jerusalén hubieran

dicho que querían ir a la Costa Azul, se habría evitado el conflicto, y el Medio Oriente habría evolucionado en un paraíso sosegado. Todos estarían felices. Pero en los años treinta mis padres, y los padres de mi esposa, y casi todos los otros judíos europeos, simplemente no tenían lugar adonde ir. Era Jerusalén o quedarse donde estaban, en cuyo caso yo no estaría hoy aquí. Lo mismo se refiere a aproximadamente un millón de judíos del Medio Oriente que fueron violentamente expulsados de una patada de los países árabes y musulmanes o que huyeron de aquellos países con la piel entre los dientes. Mis padres y su generación de refugiados llevaron Europa con ellos a Jerusalén. Trataron de crear un pequeño enclave europeo al borde del desierto. Uno a otro se decían Herr Doktor y Frau Direktor. Querían paz y tranquilidad entre 2 y 4 de la tarde. Vivieron en pisos pequeños y estrechos, en el caso de mi familia en un sótano minúsculo. Pero sus casas estaban llenas de libros, fonógrafos y reproducciones de paisajes europeos en las paredes. Como niño, me asombraba, era algo misterioso. Hoy sé que éstas eran manifestaciones de su amor no correspondido por el continente que los echó a patadas. […] Llevaron esta herida por el resto de sus vidas, y yo llevo la misma herida en mis genes y en mi mente. Por eso ya no me considero un europeo. Muchos judíos que huyeron, ellos mismos o sus padres, a Israel de países musulmanes, llevan el mismo sentimiento de amor–odio hacia el mundo islámico que yo siento hacia Europa. […] El día después del 9/11 escribí en algún lado: ¿quién podría adivinar que el siglo XX sería seguido de inmediato por el siglo XI? Perseguir a una pandilla de fanáticos en los desiertos de Irak y Siria o en los callejones de Gaza es una cosa; la lucha contra el fanatismo es otra. No tengo una suposición particular qué hacer acerca de la persecución. Pero, después de todo, mi infancia en Jerusalén me concedió cierta maestría en el fanatismo. Quizá sea tiempo para que en cada escuela y universidad se comience un curso de fanatismo comparado. […] Tampoco es una “guerra de civilizaciones”. Samuel Huntington sugirió que el síndrome de principios del siglo XXI es la lucha entre varias civilizaciones, incluyendo Occidente. Creo que se equivocaba. Creo que el síndrome de nuestro tiempo es la lucha universal entre fanáticos, todas las clases de fanáticos, y el resto de nosotros. […]


de portada

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LABERINTO

Baltel/ sipa

El ascenso del fanatismo puede tener que ver con el hecho de que mientras más complejas sean las preguntas que se hacen, más personas ansían respuestas simples. El fanatismo y el fundamentalismo, a menudo, tienen una sentencia para responder por el sufrimiento humano. El fanático cree que si algo es malo tiene que ser aniquilado, a veces junto con sus vecinos. El fanatismo es muy antiguo. Es mucho más viejo que el Islam, el cristianismo y el judaísmo. Más viejo que todas las ideologías. Por desgracia, creo que justo como la violencia, el fanatismo, también, es un componente perenne de la naturaleza humana, un “gen malo” que existe en casi cada uno de nosotros. El fanatismo a menudo proviene del impulso de cambiar a otra gente por su propio bien. Más aún, el fanático es un gran altruista: está más interesado en ti que en sí mismo. Muchos fanáticos no tienen en absoluto un sí mismo ni vida privada. Son público cien por ciento. Un síndrome común es una combinación de interminable lástima de sí mismo y fariseísmo con una fe ardiente en la redención inmediata, todo de un solo golpe. La gente que hace explotar clínicas de aborto en América, la gente que decapita a supuestos herejes en el Medio Oriente, la gente que quema mezquitas y sinagogas en Europa e Israel, la gente que asesina a otros simplemente porque aquellos otros rechazan cambiar, nacer otra vez, marcharse o convertirse, todos ellos comparten el mismo antiguo gen. El fanático es un signo de admiración ambulante. […] Mi última novela, Judas, se desarrolla, entre otras cosas, en la ambigüedad de los términos “traición” y “lealtad”. Muchos grandes personajes a lo largo de la historia fueron considerados traidores por sus propios contemporáneos, simplemente por adelantarse a su tiempo. A menudo, un traidor es solo una persona que cambia a los ojos de aquellos que desprecian el cambio, rechazan el cambio y odian a quienes traen cosas nuevas. El joven erudito que retrato en Judas sostiene que Judas Iscariote no era ningún traidor, sino todo lo contrario: creyó en Jesús aún más de lo que Jesús creyó en sí mismo. Persuadió a Jesús para ir a Jerusalén, ser crucificado y bajar de la cruz a la vista del mundo entero, para comenzar así, rápidamente, el Reino de los Cielos, y traer de un solo destello la redención universal. Cuando esto no se materializa y Jesús muere en la cruz, Judas se ahorca. Después de todo, la historia bíblica de las 30 piezas de plata, del beso del traidor, de los asesinos de Dios, ha sido el Chernóbil del antisemitismo occidental, el impulso detrás de milenios de persecución, inquisición y asesinato en masa de judíos. Es tiempo de volver a abrir y examinar esta vieja y fea historia. Como les dije antes, discrepo con mi famoso campesino Jesucristo sobre la cuestión de poner la otra mejilla. Otro desacuerdo que tenemos —ustedes ya saben que los israelíes adoran discrepar el uno con el otro— es sobre el amor universal. Para mí, el amor es una experiencia íntima, una materia rara. La naturaleza humana solo es capaz de amar a algunos pocos. Si alguien te dice que ella ama a América Latina o que ama al Tercer Mundo o que adora “el sexo justo”, hace solo un mal uso del término “amor”. […] Estoy consciente de la necesidad de recurrir, a veces, a la mano dura como último remedio. Creo aun que es imposible matar una idea solo con mano dura. Las malas ideas deberían ser vencidas, en última instancia, por ideas mejores. ISIS no es solo un grupo de asesinos, es una idea nacida de la rabia y la desesperación y el fanatismo. Se puede recurrir a la mano dura para derrotar a ISIS, pero el vacío consiguiente debe llenarse con mejores ideas. […] ◆◆◆ Terminaré reflexionando sobre la sublime línea del poeta inglés John Donne: “Ningún hombre es una isla”. A esto me atrevo a añadir: ningún hombre es una isla, pero cada uno de nosotros es una península: mitad conectado con el continente familiar, la sociedad, la tradición, la ideología, etcétera, y mitad conectado solo con los elementos y en profundo silencio. Somos penínsulas —y penínsulas es lo que siempre deberíamos ser—. Me ofenden aquellos que empujan a cada uno de nosotros no a convertirse más que en una molécula anónima de algún continente, alguna Tierra Prometida, algún reality show, el paraíso de algún extremista, tanto como me ofenden aquellos que tratan de convertirnos en un archipiélago de islas solas, cada uno sumergido en una eterna soledad y en la perpetua competencia darwinista con todos los demás. Nosotros, seres humanos, nos pertenecemos el uno al otro, pero no al modo de los fanáticos, y no del modo comercialmente infantil. Pertenecemos el uno al otro en el sentido, a veces alcanzado, por la buena literatura: el regalo de la curiosidad, la capacidad de imaginar lo que es vivir en la piel del otro. Y luego el momento de gracia, el momento metafóricamente judío, en el cual traducimos nuestras diferencias individuales profundas al milagro que tiende un puente de palabras. L Copyright © 2015, Amos Oz All Rights Reserved Traducción: Iván Ríos Gascón

Europa será voltaireana o no será El 10 de noviembre murió el filósofo francés, a los 78 años. A manera de homenaje, publicamos un fragmento de su última obra, Voltaire contre–ataque (Rabert Laffont, 2014) reflexión André Glucksmann

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esde hace treinta años un fenómeno increíble escinde la historia en dos. Millones de individuos son expulsados de la eternidad, enviados hacia un tiempo despojado de fatalidad. Un tiempo sin ilusiones, desacralizado, un presente estacionario que Europa enfrenta desde su origen. Chinos, indios, brasileños, indonesios, vietnamitas y otros “emergentes” se ponen a jugar, pensar, temer y esperar en nuestro mundo. Ya no se sienten condenados de oficio, como sus antepasados y los antepasados de sus antepasados, al eterno retorno de la miseria y la servidumbre. ¡Mermados, los dictados de la tradición! El horizonte ya no hace una promesa ineluctable, ni tampoco una anunciación paradisiaca; ofrece la certeza de que nada es cierto, que nada está decidido de antemano, que todo se juega aquí y ahora. Un cerrojo milenario ha sido roto. ¿Cómo reaccionan los defensores del universalismo que pretendemos ser? Entre Palermo y Estocolmo, Brest y Berlín, la gigantesca báscula del destino ya no suscita sino gestos ceñudos, sordas lamentaciones y anticuadas fiebres identitarias. ¿Ha llegado la hora de replegarse en sí mismo? En otros tiempos el ridículo: las niñas de las escuelas cristianas tejiendo bufandas para los pequeños chinos entumecidos en tanto que los sindicalistas ateos cotizaban en el Socorro Rojo. Los colonialistas invocaban su misión civilizadora y los anticolonialistas proclamaban el derecho a la igualdad de los pueblos oprimidos. La caridad cristiana y la solidaridad progresista se ponían de acuerdo sobre un punto: era necesario ayudar, apoyar, reconfortar a los pobres. Era parte de “el orden de las cosas”, éramos desarrollados y poderosos, convenía desear a aquellos que no lo eran un ordinario menos doloroso y un porvenir mejor. Hoy, los miserables de ayer, sus hijos, sus nietos, se emancipan, se enriquecen y se creen nuestros iguales, a veces nuestra competencia. El orden del universo, que nos colocaba en el centro para relegarlos a ellos a la periferia, estalla en añicos. Henos aquí paralizados, escandalizados, deprimidos, reduciendo la gran marcha del mundo a la compatibilidad del monedero. ¿Cuánto cuesta? El Viejo Continente de pronto se

da cuenta de su edad, se queja, se alarma por la avalancha de los recién llegados, se inquieta por sí mismo y teme como la peste a la globalización de las relaciones humanas que él mismo inició. Nos ponemos a soñar con candados, instalamos torres de vigilancia, nos llenamos de analgésicos, nos emborrachamos de fatalismos baratos. Europa cava un pozo sin fondo para encontrar a como dé lugar sus raíces difuminadas, en busca del virus de la universalidad que le dé la salud. El 25 de marzo de 2014, los electores hacen del Frente Nacional el primer partido de Francia. Una élite debilitada y amorfa no sabe cómo responder a tal sismo. La nación de los derechos del hombre cojea, paralizada por la marcha del mundo. No está sola: la fiebre identitaria es continental. Europa se entierra y se auto–anula. Los ciudadanos generosos, los individuos valientes, las mujeres y los hombres entusiastas abundan aquí; como prueba ahí están los French Doctors, las innumerables ONG y los reporteros audaces, los actores del Comercio Justo, los aventureros de la economía solidaria, los pioneros de la Web… No obstante, tales impulsos individuales o colectivos —por muy loables que sean— no logran el consenso que la derecha, la izquierda y los extremos confundidos, buscan en los arroyos pútridos de los egoísmos de corta vista, cerca, muy cerca de caer en el pantano de los miedos místicos. Por halagar las ansiedades, la política se vuelve un arte reaccionario. Intenta salvar los muebles, restaurar las fronteras obsoletas, retocar identidades dispersas y “valores” que nunca estuvieron destinados, en verdad, a enaltecer tiempos ilusorios. Sondeo tras sondeo, los jóvenes franceses se muestran más pesimistas respecto a su porvenir que los adolescentes afganos, los treintañeros cameruneses y los obreros de Bangladesh, por no hablar de los estudiantes chinos amordazados y las niñas indias violadas. Como si crecer en París, Marsella o Toulouse fuera peor que sobrevivir en Ulan Bator o vegetar en Lagos. ¿De dónde viene tal sentimiento de desastre? ¿No es Europa aún la región más rica del planeta, el mercado más grande del mundo, un puerto de paz en la zarabanda de los tumultos? Otros han conocido peores crisis financieras que la de Europa y han prevalecido. El desafío, en realidad, resulta ser menos material que mental, menos exterior que interior. L Traducción: José Abdón Flores


milenio

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× A

¡Llegaron! Fernando Vallejo Alfaguara México, 2015 171 pp. Con la intensidad de tantas ocasiones, Fernando Vallejo imagina una infancia idílica junto a una turba de niños insumisos ante la mirada complaciente de los abuelos en una finca no menos idílica en las afueras de Medellín. La historia corre de la mano de uno de esos niños ahora entrado en años que cuenta al ritmo de una conversación espontánea: “En Antioquía se consideraba”, dice, “un gran honor tener en la familia un hijo cura o una hija monja. En la nuestra no. No hubo de uno ni hubo de otra. Sacando cuentas post mortem, fuimos una progenie de descreídos”.

La inocencia y Gran ensayo sobre Baudelaire Felipe Polleri Tusquets México, 2015 269 pp. Dos novelas aguardan en este volumen. La primera ofrece a un narrador dividido entre la veneración a su hermana y el odio a su madre, sentimientos que cambian de bando a medida que seguimos leyendo. La segunda entrega a un escritor obligado a leer su más reciente novela frente a una muchedumbre que parece asistir a una ejecución. Polleri lleva la rebelión contra las convenciones hasta sus últimas consecuencias: descree del argumento, confía en el flujo de la conciencia, no obedece a la lógica del espacio y el tiempo. Se entiende por qué es objeto de culto.

El muelle del infierno Ingrid Astier Océano México, 2015 440 pp. La aparición del cadáver de una mujer perturbadoramente bella en un muelle de París enfrenta al comandante Jo Desprez a una corte de habitantes del bajo y del alto mundos, tan estrafalarios que el lector no puede sino concederles su simpatía. En Desprez reconocemos a esa clase de sabueso obsesionado con el orden y la marcha cronométrica del mundo, así como a un bon vivant capaz de desayunar dos docenas de ostiones. Astier sabe mantener la tensión narrativa y, sobre todo, llevarnos de la mano por los rincones más inusitados y menos accesibles de París.

Lazarillo de Tormes Anónimo Penguin Clásicos México, 2015 176 pp. Florencio Sevilla Arroyo, responsable de esta nueva edición, señala a Sebastián de Horozco y a Juan de Valdés como posibles autores del Lazarillo... No deja de ser curiosa la referencia a Valdés, quien defendió, digamos, la pulcritud del español en su Diálogo de la lengua. Porque en cuestiones estilísticas Alberto Blecua ha anotado que ésta debía ser escrita en “estilo humilde o cómico”, si bien lo más correcto es el término “grosero”, que menciona el protagonista. El coloquialismo es precisamente uno de los rasgos que le otorga su vigencia a la obra.

Norte. Una antología Eduardo Antonio Parra (comp.) Era México, 2015 344 pp. La gran virtud de la antología preparada por Parra es descubrirle al lector que la literatura norteña no comienza a finales del siglo XX, sino con los ateneístas —Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Julio Torri—. Otros ilustres nombres como los de Nellie Campobello, Rafael F. Muñoz y José Revueltas se les unirán, hasta llegar a los de Jesús Gardea, Daniel Sada, David Toscana y Élmer Mendoza, con los cuales se identificará más el lector reciente. Lo único que puede objetársele es que en la selección se piense en un lector de cierta edad, cuando el verdadero no la tiene.

f u eg o

en librerías

l e n to ×

Méjico

Antonio Ortuño Océano, México, 2015 235 pp.

¿De dónde son los gatonejos? Roberto Pliego robertopliego61@gmail.com

D

espués de La fila india uno habría esperado, aunque no deseado, que Antonio Ortuño fuera a salir con una novela menos exigente solo por la necesidad de recuperar fuerzas. No lo ha hecho, por fortuna, quizá porque ya no sabe hacer otra cosa que aumentar la exigencia… Y vaya que Méjico plantea retos de escritura. En primer lugar, porque ambiciona transformar casi 90 años de materia informe en una historia fiable que exhibe, contra la única norma de la vida, un equilibrio, una forma. En segundo lugar, porque, a la impecable tarea de erigir un pasado para cada uno de los presentes que van revelándose, debe evitar el sentimentalismo que de modo casi inevitable acompaña a la experiencia del inmigrante. Ortuño no se anda con ceremonias. Viaja de Guadalajara a Madrid, de Veracruz a Tetuán, de la Ciudad de México a Santo Domingo y a Toledo para seguir la ascendencia de un joven y más tarde adulto que teme incluso de su propia sombra. Su destino extiende y replica al de su abuelo, a quien vemos hecho para escabullirse, con todo y su cojera, desde que abraza la causa anarquista hasta que enfrenta a su némesis comunista, un criado de Stalin a quien mueve la venganza por celos, no su miseria ideológica. De este modo se revela una de las iluminaciones de la novela: los hijos replican a sus abuelos, a pesar de sus padres; los hijos están siempre en tránsito de una amenaza a otra, igual que sus abuelos. La otra iluminación es sin duda el centro de gravedad: las peripecias de aquellos españoles que combatieron a Franco y llevaron su derrota a tierras americanas alcanzan no solo para construir una novela de aventuras sino para volver a preguntar qué carajo significa la identidad nacional. Cómo termina por definirse ese descendiente de anarquistas que persiste en sobrevalorar el gen de la huida que corre por sus venas: como un “gatonejo”, “una cosa que nació en un lado pero con los pies en otro”. Ese bicho no pertenece a ninguna parte, no obtiene aceptación ni de unos ni de otros, pero puede ser capaz de recitar las hazañas y los nombres de los próceres que rescataron a México de españoles, franceses y estadunidenses, aunque con demasiadas zetas sospechosas. Sin sentido del humor, todo es mala literatura. Hay que leer para creer cómo Antonio Ortuño introduce dos libros mitológicos en el curso de la trama. La cordillera, el testamento literario de “un borracho” cuya familia “se torcía las manos porque gastaba el dinero de cualquier modo”, e Isabel cantaba, del hombre de quien después de un accidente de aviación solo quedó un zapato, valen tanto como los ideales políticos reducidos a la vergüenza y las piernas apetitosas de la abuela. Dominio del tiempo, narración de alto nivel, sentido del humor: la triada que hace que la obra de Antonio Ortuño resuene con más energía que la de cualquier otro escritor de su generación. L


CINE

sábado 14 de noviembre de 2015

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LABERINTO

especial

Andrés Landeros y Lilián Hernández

“Nada es apolítico desde una perspectiva social” El documental La omisión: caso Julio César Mondragón es otra mirada a los hechos de Ayotzinapa Héctor González gonzalezjordan@gmail.com

entrevista

E

l 4 de noviembre de 2015, peritos mexicanos y expertos argentinos iniciaron la exhumación del cadáver de Julio César Mondragón, el joven asesinado y desollado la misma noche en que fueron detenidos y desaparecidos sus 43 compañeros de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos. Al margen de la denuncia y del sesgo político que envuelve a esta historia, Andrés Landeros y Lilián Hernández se propusieron investigar quién fue la víctima. El resultado está en el filme La omisión: caso Julio César Mondragón, que se proyectará en la Cineteca Nacional el próximo 20 de noviembre. ¿Cómo se acercó a la historia de Julio César Mondragón?

Andrés Landeros: El primer acercamiento fueron las imágenes que vimos en Internet sobre lo sucedido entre el 26 y el 27 de septiembre en Iguala. La imagen de Julio César era indignante, dolosa, y anunciaba una amenaza hacia todo aquel que criticara al gobierno. Una segunda lectura advertía que las represiones empezarían a ser más fuertes. Así como se viralizaron las fotografías del desollamiento de Julio César, también se apagaron, supongo que debido a que son la prueba física del delito que cometieron las autoridades en Iguala. Y conste que no es mi opinión; es lo que resultó del documental. Su historia se ha manejado como un episodio alterno al de los 43 normalistas desaparecidos. ¿Esto dificultó su investigación?

Andrés Landeros: La dificultad del documental

radicó en convertir una desgracia en algo atractivo para la gente. Se puede apelar a que el morbo es lo que vende pero aun así la mayoría va al cine para entretenerse y abstraerse de la realidad. Un documental de este tipo no es amable por ningún lado. ¿Cuál fue el límite que se impuso a la hora de cuestionar a los familiares de Julio César Mondragón?

Andrés Landeros: Fuimos duros con los familiares. Queríamos contrastar sus opiniones con la verdad de la PGR, así que no nos cuidamos demasiado. Al principio, la abogada quería guardarse la información. No me limité a investigar si los padres o los familiares estaban diciendo la verdad o si nos mentían. Fuimos incisivos al saber cómo era Julio César y averiguar sus verdades. Nuestra ética estuvo apegada al rigor periodístico. Nuestras mayores limitaciones fueron económicas. ¿Se puede abordar una historia como ésta de una manera despolitizada?

Andrés Landeros: Nada puede ser apolítico cuando se aborda desde una perspectiva social. No podíamos censurar a los familiares y pedirles que no hablaran de los 43 desaparecidos o de lo que sucede en Iguala. Forma parte del discurso y de la tragedia; sin embargo, creo que al rascar en la parte humana conseguimos despojarnos de la ideología para buscar una conexión más íntima. Desgraciadamente, lo que le sucedió a Julio César Mondragón puede pasarle a cualquier joven en México.

hombre de celuloide

Cartel del promocional de la película (fragmento) Pero el cine trasciende a la denuncia pues busca una aportación estética.

Andrés Landeros: La posibilidad de transmitir sensaciones es lo que hace bonito al cine. Conseguir una sonrisa, despertar miedo, angustia o terror, son elementos propios de la cinematografía. En nuestro caso, el ritmo y la estética obedecieron a nuestro instinto y a nuestros sentimientos. Así construimos la narrativa. Lilián Hernández: Entre el debate legal y jurídico es fácil olvidar que se habla de un ser humano, por eso nos centramos en esa parte. Si nos hubiéramos mantenido en el plano noticioso o de denuncia, Julio César se habría quedado como un asesinado más. Al ponerle rostro y vida, lo humanizamos como personaje. Recién exhumaron los restos de Julio César. ¿Piensan añadir algo al filme?

Andrés Landeros: Si bien nuestra película ya está terminada, la historia sigue. Dependerá de lo que venga si hacemos o no una especie de epílogo. A nosotros nos interesaba hablar también de la deshumanización que vivimos. La violencia es parte del ser humano, pero no a estos grados. Nos estamos convirtiendo en algo que aún desconocemos y que no es bueno para vivir en sociedad. L fernando zamora

@fernandovzamora especial

Todavía inocente

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e han filmado tantas películas sobre la alta costura que parece justo decir que estamos ya frente a un subgénero. Prêt–à–Porter, de Robert Altman, tocaba desde 1994 un asunto que hoy retoma Saint Laurent, una de las dos películas francesas de la 59 Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional. El tema es éste: al acceder al Parnaso de las artes, la alta costura se ha pervertido. “Ahora las modelos salen desnudas a la pasarela”, dice una de las protagonistas a Saint Laurent y el diseñador responde: “sí, yo soy el último”. El último artista de la moda, se entiende. El director parece decir que después de él ha venido el diluvio. Saint Laurent es la segunda película sobre el modista que se filma en menos de dos años. Yves Saint Laurent, de Jalil Lespert, tenía este defecto: nunca veíamos el proceso creador del protagonista. Como aquí, hacía berrinche, se drogaba y ligaba, pero nunca zurcía, cosía o dibujaba. Bertrand Bonello, autor de Saint Laurent, supera con mucho el error de Lespert y en ello estriba su superioridad. Porque establecido ya que nuestro hombre es un

artista, todos los otros hechos dejan de ser anécdotas. Se vuelven motivo de reflexión. No es lo mismo ver a un millonario drogadicto ligando hombrones en parques de París que ver a un artista triunfador haciendo lo mismo. El primero es sujeto de decadencia, el segundo de confusión. Lo mismo sucede con el perfeccionismo, la relación con la madre. Su infelicidad. Saint Laurent se nos aparece aquí como un niño incapaz de crecer. Es el eterno hijo consentido que para inspirarse engulle ansiolíticos con whisky a las diez de la mañana; el que escucha a Wagner o a Mozart y se lamenta por no haber tenido tiempo de volverse un pintor como Matisse. Sobre todo, así adquiere significado la correspondencia que mantuvieron Saint Laurent y Andy Warhol. A pesar de que el cuadro de Warhol con los cuatro rostros del diseñador es un motivo al que volvemos durante toda la película, el artista de la alta costura parece despreciar un poquito el arte pop. Sus búsquedas son menos estrafalarias y trascienden el puro éxito comercial. Saint Laurent se identifica más con Mondrian que con el retratista de sopas Campbell. En sus textos está la

Saint Laurent. dirección: Bertrand Bonello. con Gaspard Ulliel, Jérémie Renier, Louis Garrel. Francia, Bélgica, 2014.

clave: en un poema que guarda la madre y que Yves escribió cuando era niño, en la carta en que responde a Warhol con respecto a la confesión de que el arte es aburrido “porque ha perdido la inocencia”, en las líneas que escribe al amante que lo ha abandonado y dice: “prefiero los cuerpos sin alma porque muestran que el alma está por doquier”. Con ecos de Rimbaud, el Saint Laurent de Bonello consigue convencernos de que la alta costura está a la altura de Proust. La vida del diseñador contada así se aproxima más al Mishima de Schrader que a la Coco avant Chanel de Fontaine. El protagonista, además, se presta para el experimento visual. Bonello consigue, en efecto, grandiosas secuencias, escenas que dan razón a Warhol cuando afirma en una carta que el cine, como la moda, es un arte que no se ha pervertido. L


milenio

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escenarios

daniel González/ imagen.d

60 años de Poesía en Voz Alta Merde!

Braulio Peralta juanamoza@gmail.com

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La obra dirigida por Martín Zapata se presenta de jueves a domingo en el Teatro Santa Catarina

Humanidad en fuga Camino a Fort Collins recurre a la ciencia ficción para escenificar los significados que solemos darle a una pérdida teatro

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na sacudida de altas dimensiones impactaría al universo si el acto sexual trocara su devenir. Los personajes de Camino a Fort Collins son poseedores quizá de esa cualidad, sin prescindir del enamoramiento. La joven y hermosa Zoe y el hosco David se comunican a nivel sobrenatural. Su predestinado encuentro tiene un objetivo cuyos signos se abrirán paulatinamente frente a un espectador que encontrará el motivo de un comportamiento poco habitual. La obra de Martín Zapata se nutre del mito griego y la ciencia ficción para plantear la historia de dos personajes que padecen una gran pérdida y comparten un súper objetivo. Propone una simultaneidad de tiempos que mezclan un futuro ubicado en el pasado en torno a dos personajes que se conocen en la década de 1950 en Colorado, poseedores de una inteligencia artificial fuertemente asida a la esencia humana. El depurado diseño escenográfico y de iluminación de Alejandro Luna provee el ámbito idóneo para esta obra en la que se combinan metal y madera, como al interior de los personajes, que se abre a pausas, como pétalos de un capullo electrónico. Luna le otorga un lugar central a una corpulenta consola cuya radio transmite música e interferencias, avisos, alertas de sucesos que revelan hechos fuera de lo común, canciones evocadoras de un romanticismo que se fractura al choque de la azucarera contra la superficie de la mesa, del cenicero, de cada utensilio puesto sobre la brillante aleación que conforma parte del mobiliario, en una cafetería que acopla modernidad y herencia. El espacio contiene a los personajes, los revela, como el instante en que una breve apertura rectangular en la parte alta deja ver al espectador la parte inferior de la habitación de David, de su buró, de la cama y de sus pasos firmes rumbo a su última botella de brandy. El montaje es un universo de acercamientos al misterio de lo que ocultan los personajes hasta

Alegría Martínez alegriamtz@gmail.com

antes de exponerse ante el otro. Es una sucesión de acciones pormenorizadas que agigantan la caricia de sus manos, como si éstas hicieran el amor: la reacción casi eléctrica a partir del acto sexual o de un beso. Es el baile seductor de Zoe bajo una luz que la baña al ritmo de su cadera, guía del hechizo que se prolonga más allá del serpenteo de su vestido verde. Diana Sedano elabora un complejo personaje que camina ligero bajo la densa carga de lo que ya no tiene y de lo que debe conseguir. Genera una capacidad androide y felina que lleva a su personaje a estar presente y ausentarse, a mirar de frente todos los planos, a ver lo que otros no pueden y a fugarse, sin dar un paso, hacia otra capa de una dimensión lejana. Por su parte, Manuel Domínguez desarrolla un personaje sin fisuras que mantiene ocultas sus facultades, que emite señales hasta transformarse en alguien más allá de lo mostrado hasta constatar la veracidad de su hallazgo. Camino a Fort Collins es una propuesta que retoma la utopía desde la oportunidad lúdica de lo fantástico, reveladora de ese anhelo por cumplir una misión urgente, por escuchar un sí a lo que se intuye, por coincidir sin rodeos. La evolución de Zapata como dramaturgo es patente en esta obra de género difícil de verificar en la escena, que en su montaje pondera también el detalle, la sincronía, el diálogo abierto, la palabra directa, la aceptación de lo que se siente y su dicho. El fundamental diseño sonoro de Joaquín López Chas, el buen diseño y la realización de vestido de Sophie Masson, el entrenamiento corporal de Rodrigo Anotia y el equipo completo dan cuerpo al complejo reto que se planteó Zapata. Camino a Fort Collins contiene toda la nostalgia por una época inundada de piezas del cancionero estadunidense, la década en que Truman ordenó la caída de Little Boy sobre Hiroshima. Sus personajes, francos y directos, templados a sorbos de brandy, revelan una humanidad que nos ha evadido. L

stamos hechos para olvidar pero el teatro mexicano le debe mucho a sus procesos escénicos. Sin Poesía en Voz Alta no comprenderíamos eso que los ingleses denominan Environmental Theater (propuesta espacial, manejo de textos y relación con el espectador). En 2016 se cumplirán 60 años de aquel suceso y seguimos sin comprender su trascendencia. Para que Poesía en Voz Alta sucediera en México se necesitó la importancia de un escritor, Juan José Arreola; un poeta, Octavio Paz; y un director de escena como Héctor Mendoza. Sin ellos no se hubiera creado esa amorosa democracia en que el teatro requiere de todos sus talentos para la totalidad del arte escénico, ese donde actores, escenógrafos, vestuaristas, utileros y el espacio teatral logran que un público se entregue a un propósito: la máscara de cristal donde todos nos identificamos. Me adelanto para que no lo olvidemos: es el momento en que el teatro nacional nace moderno, rompe con el anquilosamiento de las viejas vanguardias e introduce a México a uno de sus mejores momentos de la escena mundial. Si algún ignorante lo duda puede consultar el libro de Roni Unger, Poesía en Voz Alta, el mejor trabajo de investigación sobre el teatro mexicano y sus alcances universales. Arreola, Paz y Mendoza no fueron los únicos aunque sí cabezas del grupo. Pero sin el entusiasmo de Antonio Alatorre, Juan Soriano, Leonora Carrington, Elena Garro y actrices como Rosenda Monteros y Tara Parra —y un gran elenco de renovadores de la escena mexicana— hubiera sido imposible convertir en realidad un sueño. Paz aportó la única obra que realizó para el teatro: La hija de Rappaccini, y agregó el teatro francés y el surrealismo. Arreola apostó por el soneto y uso de la sinalefa, con todo y sus gongorismos y rebuscamientos, con todo su esquematismo y abstracción: ese barroco de la literatura castellana. Héctor Mendoza dio corporeidad a los deseos y ambiciones del poeta y escritor, dando la impronta realista que necesitaba la escena mexicana. Ojo: el único de los tres líderes que entendía de teatro en escena. El realismo llegó a México con aires modernos e innovación de la escena. Adiós al griterío español y la grandilocuencia sin emociones de actores que recitaban parlamentos. Hoy eso parece poco pero en los años cincuenta era una revolución. Hoy los dramaturgos y directores de escena se sienten únicos pero Poesía en Voz Alta fue la puerta que abrió los caminos de la contemporaneidad. José Luis Ibáñez, Juan José Gurrola y Nancy Cárdenas sumaron en esa aportación. No en balde lograron sus estilos únicos y sirvieron de base a las nuevas generaciones. Poesía en Voz Alta fue un parteaguas. Roni Unger hizo un caleidoscopio de voces en su libro que permite rastrear la importancia y trascendencia del grupo. La crítica teatral de entonces es el referente fundamental de las aportaciones estilísticas. Desde entonces el “adiós al recitado de los actores” fue el cambio histórico que marcó un hasta aquí a la visión de un actor, creador de personajes, no lector de textos. Ojalá no olvidemos los 60 años de aquel suceso teatral, los días 19 de junio y 31 de julio de 1956, cuando Poesía en Voz Alta nació en México —y México se hizo moderno. L especial

La actriz Rosenda Monteros


varia

sábado 14 de noviembre de 2015

p. 12

LABERINTO

especial

Otra encuesta David toscana dtoscana@gmail.com

TOSCANADAS

L

os resultados de la última encuesta sobre hábitos de lectura en México son optimistas. Un promedio de 5.3 libros al año suena bien si se compara con otros estudios. Sin embargo, las encuestas son un instrumento harto imperfecto para medir comportamientos en que los encuestados eligen presentarse mejor de lo que son. Si hacemos una sobre hábitos corruptos entre la clase política, el resultado dirá que el 99.99 por ciento son blancas palomitas. La excepción sería aquel alcalde que aceptó que robaba, pero poquito. Además, el resultado nos da un promedio. Así, por cada cien letrados que leen un libro a la semana, tendremos mil ignaros que nada leen en todo el año. Tal como el ingreso promedio de un mexicano es de 25 mil pesos al mes; pero la cosecha de Carlos Slim y otros oligarcas se traduce en la miseria de millones. Asimismo, ha de reconocerse que no todos los libros tienen mérito. Sería una bufonada una encuesta sobre alimentación cuyo resultado nos dijera “los mexicanos ingieren 300 kilos de comida al año”. De inmediato preguntaríamos: ¿carne?, ¿papas fritas?, ¿legumbres?, ¿dulces?, ¿Gansitos? Encima, el propio Conaculta desacredita la encuesta al decir que los resultados dependen de la metodología y por eso no son comparables con otros estudios

hechos en México, pero en cambio sí sirven para compararnos con Argentina o Chile. La parte más simpática de la encuesta se da cuando se pide el título del último libro que se leyó, y la respuesta número uno fue: la Biblia, libro que casi nadie lee, pero es ampliamente citado por quienes no leen. Seguro que los encuestadores sabrán relatar que ésta fue la pregunta más difícil de responder, lo cual es síntoma de que el encuestado miente. La mentira es matemática. Si el 8.2 por ciento de los encuestados dijo “el último libro que leí fue la Biblia”, entonces, con burdo razonamiento, podemos multiplicar la probabilidad de que la Biblia sea el libro más reciente, por los 5.3 libros al año, por treinta años en la vida de un lector; lo cual nos daría como resultado que todos los mexicanos que leen, leen la Biblia al menos diez veces, en promedio. Mi lógica no es exacta, pero sí la conclusión. Más que una crítica a la encuesta, quiero exponer la dificultad o imposibilidad de precisar los hábitos de lectura de un país. No puede hacerse con las ventas de editoriales o librerías, pues un libro se puede prestar, tomar de una biblioteca, bajarse piratamente del Internet, o comprarse y no leerse. Un gran lector puede pasarse la vida leyendo sin comprar libros. Además queda el espinoso asunto de separar las lecturas pobres de las enriquecedoras.

Lo que contemplas

Más que una crítica a la encuesta, quiero exponer la dificultad o imposibilidad de precisar los hábitos de lectura de un país

Yo mismo no sé cuántos libros leo al año, ni sé cuántos leo por placer u obligación o mero interés o por necesidad de éxtasis estético. No sé cómo distribuyo mi tiempo libre. Miento cuando me preguntan cuál fue el último libro que leí. Así las cosas, siempre será un misterio cuántos libros leemos los mexicanos al año, y en un país tan dispar hay que desconfiar de la palabra “promedio”. Lo que nadie duda es que somos una nación subletrada y que la sociedad civil, los escritores y el propio Conaculta estamos poniendo manos a la obra para hacer lo que las escuelas no hacen. Comoquiera, cuando asista a eventos sobre libros y lecturas, citaré el dato como certero. “5.3 libros por año”. Y esperaré que se repita la encuesta con la misma metodología en años futuros, para que los resultados sean comparables y sepamos si la temperatura sube o baja. L

Adriana Díaz Enciso

adrianadiazenciso@gmail.com ESPECIAL

Langosta B

aja a las profundidades de The Tube, el metro de Londres. Carteles en los muros curvos te dirán que no estás sola: tu dolor existencial tiene remedio; alguien en el ancho mundo comparte un rasgo fortuito de la superficie de tu ser. Entra al vagón, donde la gente absorta en sus diversos autismos electrónicos apenas y se mira. Por encima de sus cabezas, más anuncios: no estás solo. Si tu vida es tan frenética que no tienes tiempo siquiera de buscar al Otro, nuevas aplicaciones encontrarán la anulación de tu vacío a unos cuantos pasos de distancia. ¿No te dan ganas de llorar? O de morirte, de plano. Este es el mercado del amor en los tiempos que corren. Sorprende que no aparezca la mirada compasiva que borre de muros y pantallas la exhibición de tanta miseria: busco la fantasía que me dé ser y calme este terror de mi soledad. Esto es lo que quiero, éstas mis necesidades. Éstas las expectativas que colgaré de tu cuello en el instante en que hagas “click”. Dime que eres tú lo que calla el terror, y satisface. Miente, si es preciso. Miento yo también; es tanto el miedo... ¿O es esa mirada la del director griego Giorgos Lanthimos? Si la compasión es desnudar, pues en su película Langosta nos dice, rasgando todos los velos: “Mira. Esto es lo que somos. Esto es lo que hacemos”. Y la desnudez es brutal: una sociedad de adultos aterrados, atrofiados, donde una mortal mezcla de ingenuidad e ingeniería social convierte el estar solo en una infracción castigada con la metamorfosis. Al delincuente se le da una última oportunidad de encontrar el obligatorio amor en un hotel no menos siniestro o absurdo que nuestra transacción cotidiana de promesas y castigo,

Colin Farrell y Rachel Weisz en el filme de Giorgos Lanthimos

utilización mutua, búsqueda de gratificación y paliativos que acallen nuestra falta de ser. En el filme, los rebeldes son guerrillas de solteros que viven en el bosque y son cazados sin conmiseración. En su búsqueda de libertad y dignidad llegan al otro extremo del dogma, que también pervierte todo reconocimiento humano del amor. El humor es tan certero, y tan pulido el espejo que provoca, más que risa, sonrisas tristes. En una cultura en que nos sometemos constantemente al bombardeo de estímulos y ofertas para acolchonar los muros del vacío, entre los anuncios que pretenden deseable una vida infantilizada y subhumana y la

proyección de Langosta, vemos un corto de Love, última cinta de Gaspar Noé, que promete sexo en tercera dimensión. ¿De verdad? ¿Tal es el grado de nuestra atrofia? En entrevistas el cineasta no atina a argumentar mucho más que su voluntad de mostrar “lo real”. Quizá lo logra, aunque no como él piensa. La cultura en que esto es noticia es la del que se estrella el cráneo contra el asfalto para demostrar que tiene cabeza; la que rompe el juguete de lo humano para luego llorar, traumatizada, porque la humanidad no estaba adentro. El transgresor aquí no es Noé, sino Lanthimos, que se atreve a mostrar cómo confundimos el amor con la muerte.L


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