Laberinto No.651 (05/12/15)

Page 1

Laberinto

REALISMO ENCUENTROS MÍNIMOS ADIÓS A GLORIA CONTRERAS DE FARABEUF CON ESCRITORES MUERTOS hugo roca joglar gabriel zaid p. 05

jorge bustamante garcía p. 04 y 05

y argelia guerrero p. 10 y 11

MILENIO

NÚM. 651

sábado 5 de diciembre de 2015 FOTO: JUAN CARLOS BAUTISTA

FRANCISCO TOLEDO araceli mancilla y angélica abelleyra p. 06 a 08


ANTESALA

p. 02

sábado 5 de diciembre de 2015

LABERINTO

JEAN-ETIENNE LIOTARD

Extravagancia AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

S

oy una caricatura de mí mismo, y me gusta. Es como una máscara. Para mí el carnaval de Venecia dura todo el año”, nos dice el príncipe de la moda Karl Lagerfeld. La excentricidad rompe el ritmo, es la nota que se convertirá en canon, a pesar de su chocante presencia necesita guardar un equilibrio, va por la cuerda floja del ridículo y lo memorable, caer lo vuelve insoportable, la seducción es ingrávida. Jean–Etienne Liotard hacía del retrato una fábula, sus mecenas, amigos, clientes posaban con prendas exquisitas, sedas, encajes, tejidos y brocados de Turquía, la India. Realizaban en grupo largos viajes exóticos para comprar ropa y posar, desprenderse de su imagen y vestir la máscara que nos invita a ser esa persona que reprimimos porque no tiene sitio en la sociedad. “La moda es por sí misma un lenguaje que crea ropa para interpretar la realidad”, nos alecciona Karl. El arte ha rechazado el hedonismo, ha dejado de ser un vehículo de placer, hoy la sociedad es puritana, estigmatiza el gozo, se debate entre la estulticia y el panfleto porque ya ni siquiera comprende la plenitud lúdica y cómplice que el arte puede tener con el espectador. En la Edad Media y el Renacimiento la ropa en las escenas históricas o bíblicas hacía alarde de la creatividad y la audacia de inventar al personaje. Los parámetros cronológicos se rompían, dentro de la pintura no hay linealidad,

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

hay imaginación, túnicas, velos, terciopelos. Las escenas de la Biblia se vestían con las preferencias del artista, las capas de los héroes flotaban, sus armaduras estaban cuajadas de relieves, las vírgenes llevaban heráldicas bordadas en oro, todo era válido porque es pintura, es el gozo de ver opulencia. La Dama in rosso, de Battista Moroni, retrato de la poeta Lucía Albani, compite en elegancia con el manto que cubre a la Magdalena de Girolamo Savoldo, el objetivo no es el tema, es atrapar al espectador con un alarde de hacer lo irrelevante extraordinario, excéntrico. Liotard conquistó un color azul incorruptible, sus pasteles siguen intactos, deslumbrantes, y vestía con ese color a los clientes que se podían pagar esa fantasía, no es posible una tela de ese color, el pintor es artista y es dictador del estilo, su capacidad estética se divertía seduciendo. Los nobles, intelectuales y burgueses sabían que no existían sin un retrato vestidos de azul Liotard. El azul que provocó sueños, intrigas y celos, fue resultado de experimentos, años de trabajo, posee un brillo y contundencia abrumadora, es la abundancia por la abundancia, desbordarse, volcarse en la creación de algo que cause codicia, gozo, que se atesore. Liotard es un provocador, tiene el descaro que crea un canon. “Una buena apariencia es suficiente para que la gente se interese más en tu alma”, desde su púlpito dice

A Frankish Woman and her Servant

Lagerfeld, y los retratos de Liotard están vestidos para que los veamos, para que nos interesemos en quién se atrevió a usar esas zapatillas bordadas, ese turbante con un cinturón de pedrería. Es un shock ver la exposición de Liotard en la Royal Academy, después del panfletarismo de Weiwei, y saber que el arte contemporáneo VIP es culpígeno, moralista, puritano, es una ONG que reparte consignas, en medio de su inmensa falta de talento y ausencia de belleza. El nuevo canon es que si sufres haces arte, ahí está el performance y su gratuito morbo. El hedonismo de ver, realizar el trayecto ficticio que nos ofrece una obra, está en la intemporalidad de los artistas que pintaban por la dicha de hacerlo. L

En cada sopa de letras hay, desordenada, una obra maestra. ESPECIAL

Queremos tanto a James AMBOS MUNDOS

M

uerto García Márquez, no hay en la historia reciente de Colombia, que yo sepa, otro colombiano más querido por sus compatriotas que el joven futbolista James Rodríguez. Por él suspiran las mujeres del país y cuando hace goles con la selección o el Real Madrid las redes sociales se inundan de frases pícaras: “James, ¡arráncame el calzón!”, “James, ¡préñame!”. Cuando se trata de él, los periodistas deportivos están inusualmente de acuerdo. Pero es normal, porque a James lo quieren los millonarios en dólares y los pobres más humildes, los desplazados por la violencia y los paramilitares que los desplazaron; lo quieren los delegados de la guerrilla y los negociadores del gobierno en La Habana. Lo quiere Santos y lo quiere Uribe. A James lo quieren tanto los vigorosos deportistas de la patria como los jóvenes drogadictos que se tambalean cual estatuas de Giacometti por nuestras calles; lo quieren los pescadores del Magdalena y los raspachines de coca de las selvas; los narcotraficantes y

SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

las monjas, los terratenientes y los yuppies; lo quieren las madres solteras, las que suspiran por la respetabilidad y las mujeres de cuatro en conducta. Lo quieren por igual los escritores de autoficción y los novelistas telúricos o históricos, los New Age o de realismo sucio; lo quieren los poetas malditos y los escribas del poder y la gramática; lo quieren las comunidades indígenas wayúu del Cabo de la Vela y el sindicato de la fábrica de licores de Antioquia. Lo quieren Juan Manuel Roca y William Ospina. ¿De dónde viene ese idilio, más allá del talento futbolístico? Recordemos un poco: acababa de pasar la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y el país estaba realmente por los suelos, dividido a machete en dos mitades sangrantes que, prácticamente, se odiaban. Hasta que vino el primer partido de Colombia en el Mundial y luego el segundo, y llegaron los goles y la alegría de James, y gracias a él esas dos mitades volvieron a abrazarse. James fue el símbolo de esa reconciliación que no fue ni

El mediocampista de la selección colombiana y el Real Madrid

será nunca definitiva, pero que le permitió a las familias resquebrajadas volver a sentarse a manteles. Hay otro aspecto y es su historia personal. James viene de una familia modesta y de un episodio triste de abandono paterno que le dejó esa persistente tartamudez. Como el chileno Alexis Sánchez, hijo de una barriada pobre de Antofagasta, o el argentino Carlos Tévez, cuya niñez es la más tremebunda, pues a los seis meses la madre lo abandonó y a los cinco años asesinaron a su padre; siendo bebé regó agua hirviendo de una olla y se quemó la cara y el cuello. Estos son nuestros héroes. Vienen de muy abajo y transforman sus carencias y sufrimientos en esa versión del arte que es el futbol, donde el miedo aviva la imaginación y pone alas en los pies. Por eso queremos tanto a James, recién elegido en España mejor centrocampista de 2015, y por eso Rafa Benítez nos cae ahora tan pero tan gordo. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

p. 03

sábado 5 de diciembre de 2015

ANTESALA

ESPECIAL

× A N TO N I O

R I E ST R A ×

Bola de cristal Estas líneas indagan el más allá de la simple contemplación de los objetos, una mirada más simbólica que verdadera

Para Sofía Sylwin

G

rabado en plata el aroma de los elefantes que ayer sostenían lo esférico de dios, la doradez que nunca imagino austral de sus colmillos, esos detallitos hindúes sabe con qué técnica dibujados sobre el lomo, las visiones puramente ontológicas apenas descubierta la gran medida del diámetro ocular. La bola, todavía burbujeante/ a punto de caer cuando el temblor.

× E KO × E X

L I B R I S × W I L L I A M

B L A K E ×

El escritor profesional CARACTERES

ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx

H

ace cuarenta o cincuenta años, casi ningún escritor mexicano podía vivir de sus libros. (Las excepciones eran Carlos Fuentes y, quizá, Ricardo Garibay y, además, Luis Spota y algún otro cuya obra no pertenece a la historia de la literatura.) Hace cuarenta o cincuenta años, los jóvenes que aspiraban a escribir en serio en México no creían que ser escritores los libraría de trabajar en algo más. Periodistas, burócratas, maestros o diplomáticos, redactaban cuentos en sus ratos libres, con la esperanza de publicarlos en una revista. Y si llegaban a juntar suficientes para hacer un volumen, o si en su ocio componían una novela, se daban por bien pagados cuando un editor universitario o dizque independiente les publicaba su librito, sin anticipo ni regalías ni siquiera un contrato. (Los poetas eran y siguen siendo otra cosa: nunca esperan nada de los editores, ni tampoco de los lectores que no sean asimismo poetas.) Hace cuarenta o cincuenta años era impensable que un escritor mexicano de treinta y pocos ganara un premio internacional con una novela no por fuerza mala, y que en el acto se volviera famoso, y lo contratara un agente literario, y le tradujeran su libro a quién sabe cuántos idiomas, y lo llevaran a promoverlo en medio mundo, y lo invitaran a ser jurado de otros premios internacionales. Pero algo así ocurrió en los noventa. Y también sucedió en esa década que el gobierno de México empezó a becar sin ton ni son a sus artistas. Y desde entonces pulula en nuestro país un bicho que, por razones análogas aunque sin becas, contamina igualmente al resto de Hispanoamérica: el escritor profesional. Teodoro Amaral (a quien conoces de sobra, por más que pretenda no saber quién eres cada vez que los vuelven a presentar en una feria del libro) cultiva todos los vicios de su especie. En el desayuno o en la comida, en un coctel o en la cena, no se cansa de anunciarle al prójimo, sin mediar pregunta de nadie, que acaban de publicar en japonés un libro suyo. Que una editorial italiana compró los derechos de su última novela por hartos miles de euros. Que el año entrante le harán un homenaje en un festival literario francés. Que dedicarán varias mesas redondas a su obra en cierta universidad estadunidense. Y que, gracias a su nuevo agente, un editor transnacional le pagará una fortuna en dólares por su próxima novela. Además, Amaral tiene una página de Facebook que adorna con fotos suyas y de sus traductores y sus admiradores y las portadas de sus libros editados en diversos países de Europa y América y Asia, así como una cuenta de Twitter donde reproduce las reseñas elogiosas de su obra y propaga frases como ésta: “Tolstói era un loco que se creía Tolstói”. Y en seguida: “El talento consiste en saberse talentoso y no disimularlo”. Y luego: “Creamos en nosotros mismos. Creémonos”. Es fácil reírte de Amaral el escritor profesional: de su petulancia, de su imperturbable fatuidad. Lo difícil, aunque nunca lo confesarías, es no envidiar su éxito. L

http://www.milenio.com/cultura/laberinto/ Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


LABERINTO

p. 04

Encuentros mínimos con escritores muertos

“Los escritores muertos son soportables, los vivos incurables”, sostiene el poeta y ensayista colombiano en este texto que evoca a Augusto Monterroso, José Emilio Pacheco, Luis Cardoza y Aragón y Elías Nandino, tan solo algunas de las personalidades con las que compartió una breve amistad fincada en el privilegio de la conversación KARINA VARGAS

MEMORIA JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

P

or allá en 1982, recién llegado a México, realicé entrevistas a escritores para un periódico colombiano. Hice una selección de los autores que había leído al menos parcialmente, averigüé teléfonos, los busqué. Algunos aceptaron generosos, otros me dieron vueltas, unos cuantos se sentaron en su gloria y me asestaron un rotundo no. Monterroso siempre estaba muy ocupado; amable, me daba explicaciones —él, que era maestro de la brevedad, me hizo el cuento largo—. Pacheco aceptó, pero me advirtió que no le hiciera ninguna entrevista, no le gustaban, me invitó a su casa simplemente a conversar. Cuando llegué me alcanzó una hoja con un poema escrito. —Ahí encontrará —me dijo— las razones por las que no doy entrevistas. Es una carta dirigida a un estudioso de Colorado. Leí: “Carta a George B. Moore para negarle una entrevista”. En un instante encontré las siguientes líneas y me quedó todo claro: “¿Cómo explicarle que jamás he dado una entrevista,/ que mi ambición es ser leído y no ‘célebre’,/ que importa el texto y no el autor del texto,/ que descreo del circo literario?”. Muchos años después entendí que estas líneas eran el más vivo retrato del poeta, con versos de gran fuerza que descreen del circo literario, pero con asomos apenas perceptibles de cierta falsa modestia: ser leído y no “célebre”, importa el texto y no el autor del texto. Quién sabe, a lo mejor las dos cosas son importantes. Su conversación, fértil y sabia, fue para mí muy enriquecedora. Me abrió temprano las puertas de un país nuevo y fresco, pero al mismo tiempo complejo y doloroso, que aún estoy descubriendo y sufriendo. Salí directo a escribir la crónica de ese encuentro, que se publicó luego en la revista bogotana de Colcultura. Después lo vi muchas veces desde lejos caminando por las calles de la Condesa, donde ambos vivíamos. Vino a Morelia en distintos momentos. En uno de ellos lo llevé de su hotel del centro a una comida de amigos en las colinas de Santa María, embutidos los dos en un vochito viejo. Pacheco, que era un hombre robusto, parecía salirse por las minúsculas ventanas del auto. En el trayecto me habló de la historia de la ciudad con tanto lujo de detalles que solo pude mirarlo sorprendido. La última vez que lo vi me dejó una antología de su poesía, dedicada de su puño y letra con la generosidad de espíritu que lo distinguía. Cuando supe de su muerte me fui por las calles de Morelia con La fábula del tiempo entre mis manos. Leí muchos de sus poemas en una banca perdida del parque Cuauhtémoc, mientras en la ciudad atardecía. Quien sí quiso hablar largo en las entrevistas fue Luis Cardoza y Aragón. Cuando lo conocí, en 1982, era un hombre de 80 años, despierto, activo, de gran curiosidad, conocedor de los más diversos asuntos, amigo de los Contemporáneos y varios surrealistas como Eluard, Breton, Robert Desnos, testigo directo de sucesos sin fin en México, Guatemala, Colombia y muchos otros países. Estuve en su casa de Coyoacán varias veces, afinando el texto de nuestra conversación. Cada vez agregaba o quitaba cosas. Su mujer, Lya Kostakowsky, del-

Augusto Monterroso, Luis Cardoza y Aragón, Elías Nandino y José Emilio Pacheco

gada y alegre, siempre sonriente, era una amable anfitriona. Participaba en la conversación, a veces salía discretamente para dejarnos hablar a solas y regresaba al rato con tazas de café y bocadillos. El poeta vivía con la mitad de su corazón en México y con la otra en Guatemala, pero era un ser universal que parecía interesarse por todo. Cuando supo de qué país venía yo, se explayó, recordó con minuciosidad su estadía en Colombia de 1947 a 1948, mencionó a sus amigos poetas Fernando Charry Lara, Eduardo Carranza, Aurelio Arturo, Mutis y un largo etcétera. El 9 de abril de 1948, cuando asesinaron al líder político Jorge Eliecer Gaitán, se encontraba en Bogotá como delegado en la Novena Conferencia Panamericana. La gente se sublevó, hubo disturbios graves, el centro de la ciudad fue incendiado, muertos y heridos por doquier; después llamaron a esa tragedia el Cardoza y Aragón vivía Bogotazo, empezó un con la mitad de su corazón nuevo periodo de violenen México y con la otra en cia de todos los colores y Guatemala, pero era un matices que aún hoy no ser universal que parecía cesa. Cardoza y Aragón interesarse por todo y otros extranjeros de la Conferencia fueron involucrados mañosa e indirectamente en los sucesos, por lo que un grupo grande de escritores y artistas de la época publicó un manifiesto como desagravio al poeta. Al despedirnos la última vez, cuando pusimos punto final a la entrevista de varias sesiones, me regaló una foto donde aparecen él y Lya en la cubierta del barco De Grasse atravesando el Atlántico rumbo a Francia en 1948. Cuando se publicó la entrevista en Bucaramanga, volví para dejarle un ejemplar. Cardoza la leyó de pe a pa delante de mí en la puerta de su casa. Le conmovió ver la foto inmensa en medio de las páginas centrales, escudriñó cada párrafo y al final me dijo entre una leve sonrisa: “salió bien, ¿verdad?, le va a gustar mucho a Lya”. Unos cinco años después los volví a ver de lejos en una librería del sur de la Ciudad de México. Se veían bien, andaban con un grupo de

personas y no me acerqué. Cuando me enteré de su muerte a principios de septiembre de 1992, salía yo de campamento geológico y me llevé El río: novelas de caballería. Me sumergí a intervalos en su corriente en las tardes vaporosas de tierra caliente, frente a una mina de cobre de la que he olvidado su nombre. Cuando viví en Jalisco conocí a Elías Nandino. Yo vivía en Ameca y él en Cocula: “de Cocula es el mariachi”, asevera el rumor popular. Se lo pregunté a Nandino, me dijo que era puro cuento, que el mariachi se fue dando paulatinamente y casi de manera simultánea en varias regiones rurales de Jalisco. Fue una tarde de regreso del campo que decidí pasar por Cocula para conocer al autor de Erotismo al rojo blanco y Eternidad del polvo, libros que había leído unas semanas antes. Nandino me recibió con gentileza y cuando supo de mi interés por su poesía, no paró de contarme historias divertidas sobre sus amigos del grupo Contemporáneos y del colombiano Porfirio Barba Jacob, ese maestro terrestre, loco y mariguano, autor de algunos poemas dignos de la pluma mágica de un ángel. A sus 84 años Nandino me pareció un ser absolutamente vital, lleno de palabras y de músicas que se agitaban por todos los rincones de su inmensa casa de Cocula. Era un ser a esa edad tremendamente colmado de sueños, de miradas que indagaban los misterios del tiempo y de la vida, pero sin olvidar ni por un instante el cerco permanente de la muerte, ese irse apagando poco a poco, sin sentir, como si nos fuéramos sin saber a ciencia cierta si esto es una quimera o es la vida: “Cuando soñamos/ parece que vivimos,/ cuando vivimos/ parece que soñamos./ Y así,/ confundiendo los/ sueños, con la vida/ y la vida con los sueños,/ sin sentir/ nos apagamos”. Durante dos años lo visité esporádicamente en su casa, una casa recién renovada, tenuemente azulada, con un patio grande en la mitad y muchos cuartos alrededor. Nandino se sentía bien ahí porque podía deambular por los corredores, rociar las flores, las plantas de hojas grandes, recostarse en una columna de madera verde, dejar que la luz del sol le bañara sus años y sus antiguas fantasías. Tenía en su sala una


p. 05

sábado 5 de diciembre de 2015

LITERATURA

PAULINA LAVISTA

especie de biblioteca pública a donde llegaban estudiantes ávidos de conocer la vida y la obra de su poeta municipal, convertido ya en una leyenda nacional. Era fácil advertir lo mucho que Nandino disfrutaba la visita de los jóvenes y fui testigo de cómo, con frecuencia, se convertía en un desbordado maestro de escuela que explicaba a sus alumnos, con lujo de detalles, todo tipo de asuntos, desde cosas elementales de geografía e historia hasta complicados temas de medicina que él había asimilado a la perfección como médico de prostitutas, homosexuales, artistas, poetas y demás linduras que trató durante su vida profesional. En una ocasión, con algunos amigos lectores de su poesía, logramos convencerlo para que diera una lectura en Ameca. Nandino accedió a regañadientes, pues ya no le gustaba viajar y prefería quedarse en su casa a lidiar con los fantasmas de su larga existencia, de su tardío aprendizaje en compañía de sus insomnios en las noches quemantes. El recital de Nandino en Ameca resultó memorable. Leyó poemas viejos, de sus libros publicados y poemas nuevos, recién salidos de su horno viejo y solitario, pero todavía ardiente. Contó, como solía hacerlo, innumerables anécdotas sobre sus compañeros de aventuras y letras, recomendó a los jóvenes presentes “vivir intensamente la vida, para no caer en imposturas y ser víctimas de prejuicios y mojigaterías que destruyen el placer y la alegría… Gocen, muchachos, gocen, gocen, es el único deber del ser humano”. El público, fascinado, aplaudía frenético, hasta tal punto que un centroamericano despistado y delirante que andaba por ahí gritó de repente “Que viva Sandino”, creyendo tal vez que el poeta Nandino era pariente lejano del famoso prócer nicaragüense. Regresamos a Cocula el mismo día en una pick up que yo usaba para el trabajo de campo. En el centro del asiento iba Nandino contemplando cómo la luz del coche atropellaba la negrura. La noche era profunda, pero intensamente salpicada por estrellas que miraban en silencio el infinito. Aún me parece escuchar la voz de Nandino en ese viaje, en esa noche alucinante. Pasaban las casas, los cañaverales, los árboles, las hojas, las cercas, las luces lejanas de los postes escondidos, y las palabras de Nandino juguetonas, irónicas, a veces tristes, sabias, saltaban por la cabina del vehículo. Llegamos por fin a Cocula: en su casa no había luz. Lo ayudamos a bajar, vino su ayudante a llevárselo y el poeta, medio tambaleándose, no dejaba de invocar a sus fantasmas. Nos despidió con un abrazo. Lo vi alejarse entre las tinieblas de esa noche y me pareció un hombre muy solo. Fue la última vez que lo vi. Mirándolo alejarse pensé intensamente en su leyenda y en su vida y no pude más que recordar sus descarnados versos: “Estoy solo,/ con mi soledad a solas,/ amoldado a ella/ como el vino a los muros de la copa,/ y viviendo la íntima galaxia/ del alcanfórico abejeo/ de una conversación en las tinieblas”. Los escritores muertos son soportables, los vivos incurables. Con los primeros mantiene uno una viva relación de lector, no hay nada que interfiera o que opaque la fuerza de la obra, no importa ya que hayan sido pedantes, cascarrabias, arrogantes, pijos o desamparados, engreídos, sabiondos, simpáticos o antipáticos, admirables o abyectos, sin injerencias de sus rasgos personales apreciamos mejor su obra. Si leemos Trópico de Cáncer o Viaje al fin de la noche o Bartleby o Al otro lado del río y entre los árboles o Lo bello y lo triste, nunca nos pasa por la cabeza ni nos importa si sus autores fueron santos o ruines, borrachos o abstemios, heterosexuales, asexuales o suicidas, nada nos impide disfrutar de tan tremendos libros. Con los segundos, con los vivos incorregibles casi siempre surgen intromisiones estridentes, afinidades desafinadas, ruidos de fondo. Por eso aquí hablo solo de los que ya se han ido y con los que conversé al menos una vez. Con algunos hablé más de una vez: el medio espía soviético, periodista, cronista y biógrafo Yuri Páporov; el cuentista transterrado José Luis González, autor de Mambrú se fue a la guerra sin mí; el latinista, traductor, tenor, activista y autor de Mal de piedra y Minas del retorno, dos títulos del geólogo frustrado Carlos Montemayor; Ernesto Mejía Sánchez, poeta nicaragüense que vivió y murió en México, de la generación de Ernesto Cardenal y Carlos Martínez Rivas, gran conocedor de la obra de Alfonso Reyes, me regaló su Recolección a mediodía y me concedió una larga y palpitante entrevista que apareció en Vanguardia liberal de Bucaramanga a mediados de 1983: cuando le lancé a quemarropa la última pregunta, “¿Para qué sirve la poesía?”, me respondió con absoluta naturalidad algo que no he olvidado jamás: “La poesía no sirve para ganarse la vida, sirve para ganarse el alma”. L

Realismo de Farabeuf Con motivo del cincuentenario de la novela emblemática de Salvador Elizondo, El Colegio Nacional publicó una edición conmemorativa junto al testimonio de Paulina Lavista y las revisiones de amigos y lectores. Presentamos uno de sus textos, con la autorización expresa de su autor ENSAYO GABRIEL ZAID

E

xperimento. Ver un objeto luminoso, cerrar los ojos y ver que el objeto reaparece “en negativo”. Fijándose más, ni siquiera hay que cerrar los ojos: sobre un muro que sirva de pantalla, los ojos, como en el cine, proyectan lo mismo, agrandando o empequeñeciendo las figuras según la distancia del “proyector” a la pantalla. Con cierto entrenamiento, se llega más lejos: a descubrir el diálogo constante de los ojos con la realidad, a volverse consciente (por observación de ese reflejo visual involuntario) de objetos que nos llamaron la atención, sin que nos diéramos cuenta. Esta conciencia de la sensibilidad en diálogo con la realidad requiere observación. Valor civil, porque ver lo que no ven los demás complica la vida. Variedad de experiencias: la intensidad no basta para mejorar el registro de lo perceptible. Y también libertad: la realidad vivida se degrada en la pequeñez de la conciencia. Cada conciencia vive en la realidad que se merece. Los aprendizajes visuales de Salvador Elizondo (la pintura, el cine, la fotografía) lo enfrentaron con estas dificultades. No casualmente publica Farabeuf a los treinta y cuatro años. Una primera novela como ésta no se escribe por accidente, ni como ejercicio formal, ajeno a la realidad. La prueba de su realismo está en la experiencia de leerla. Mi testimonio es el siguiente.

Viendo El año pasado en Marienbad, me aburrí en sus laberintos. Al empezar con Farabeuf, temí que me pasara lo mismo. Pero la lectura era fascinante. El vocabulario, la fantasía visual, la tónica de los sujetos verbales, me resultaban de una milagrosa (¿deliciosa?, ¿insolente?) exactitud. Me recordaban algún poema de Cernuda que ahora busco y encuentro: “Luis de Baviera escucha Lohengrin”. Al avanzar en la lectura, tomaba forma la experiencia de una realidad enriqueciéndose, mostrada en un solo acto cada vez más intenso. ¿Mostrada? Participada vivamente. Esta tarde me sucedió algo insólito, que me tiene escribiendo sin parar. Así como he llegado a ver sombras, reflejos, proyecciones y otras reverberaciones visuales que están ahí, si uno se fija, empecé a ver sombras, reflejos, proyecciones y reverberaciones de un acto que acaba de hacer: que no acababa, porque seguía reverberando. Tuve que renunciar. Lo dejé hundirse en el océano de la realidad posible. Quizá vuelva esta noche, en sueños. Quizá nunca. No se puede hacer una novela de cada acto, porque todas las novelas serían Farabeuf. Además, solo algo como el trance de la muerte en un suplicio chino puede novelarse como proto–acto. “Conocer un proto–fenómeno en su elevada significación exige un espíritu creador que pueda abarcar muchas cosas con la mirada”, dijo Goethe. Salvador Elizondo nos da acceso práctico en Farabeuf a la experiencia de ese conocimiento. Nos enfrenta a una zona de la realidad: la que ocupa nuestra conciencia cuando se ocupa de su propia inmersión en la realidad. L


LABERINTO

p. 06

GINA MEJÍA

Francisco Toledo

El hacedor de libros

El artista oaxaqueño ha sido editor desde hace más de 40 años. El pasado mes de julio, recibió un homenaje organizado por el INBA en el que se reconoció esta añeja vocación. Ahora dialoga con una de sus colaboradoras sobre sus inicios en Juchitán, imprimiendo carteles y hojas volantes, y su intención de publicar libros y autores en sus lenguas originarias. Acompañamos sus palabras con un reportaje sobre su carrera como ceramista, cuya expresión más reciente puede verse en el Museo de Arte Moderno ENTREVISTA ARACELI MANCILLA Su trabajo como editor viene de mucho tiempo atrás. ¿Podría hablarnos del inicio de esta vocación?

Recuerdo cuando se abrió la Casa de la Cultura de Juchitán, hace cuarenta y tantos años. En ese entonces empezamos a imprimir, a editar hojas volantes, invitaciones, carteles; a mí me ha interesado mucho el arte gráfico. Hay toda una serie de carteles de las exposiciones que se hacían. Yo escogía las imágenes con Vicente Rojo en la Imprenta Madero. Empezamos a publicar porque, como preparábamos exposiciones históricas, fuimos encontrando textos, documentos, grabaciones. Grabábamos a gente que había participado en los movimientos políticos. A esta pobre señora que aparece aquí, por ejemplo, le mataron a su hijo. Es la mamá de Víctor Yodo: Naa China. Se murió de tristeza. Recuerdo cuando aparecieron una serie de cuadernitos, cuadernillos, folletos con canciones juchitecas, en zapoteco, corridos, títulos primordiales de Juchitán; hacíamos todo este material para apoyar al municipio, que en ese tiempo había ganado la COCEI:

por primera vez había logrado sacar al PRI del gobierno. Creo que hasta ese momento, en toda la república no había habido un municipio que no fuera priísta o panista y, para darle prestigio y fuerza, demostraron que estaban interesados en la publicación, en editar y difundir la lengua, por lo que creamos Ediciones del H. Ayuntamiento Popular de Juchitán. Se hicieron una serie de impresiones mientras yo estuve colaborando con la Casa de la Cultura. Se publicaron revistas con textos en zapoteco. Aquí tengo varias de 1984. Pedimos a los amigos pintores de México que colaboraran ilustrándolas. Se publicaron testimonios políticos, documentos históricos. Tratamos también de recuperar documentos fotográficos. ¿Estas publicaciones abordaron siempre temas variados, además de los artísticos?

La historia que sabemos de las revistas en Juchitán es que cuando Andrés Henestrosa, su esposa y otros grupos de juchitecos fueron a la Ciudad de México, crearon una revista que se llamaba Neza, que significa “En el camino”. Esa revista fue muy importante y es el modelo que seguimos muchos de los que hicimos revistas después. Víctor de la Cruz y Macario Matus hicieron una revista con el

La Dama, fotografía de Lourdes Grobet (fragmento). La madre del activista político Víctor Yodo

nombre de Neza Cubi, que es “El camino nuevo”. Más adelante, cuando aparece la revista de la Casa de la Cultura, yo les propuse que Neza Cubi fuera el órgano de difusión. Pero se buscó otro nombre, una palabra, que es un dicho: “la iguana rajada”. Guchachi’ Reza. Andrés Henestrosa me dijo sí, pero podría ser también “la iguana que se fue a pasear”. Con que se mueva un poquito el tono, entonces ya cambia el sentido, me explicó. Así que se podía encontrar otro significado en esta frase. Estas otras revistas que ve tal vez no son de mi época, porque aparecen mujeres encueradas. Bueno, esa no fue nuestra línea. Esta revista Guchachi’ Reza fue poética, política, de difusión de eventos, de documentos. Participaban también fotógrafos de México. En cuanto a los temas, desde niño yo había oído hablar de un familiar rebelde, a través de una tía mía, Laureana. Me quedaba con ella a la hora de la comida y me contaba anécdotas de los levantamientos en Juchitán. Yo había escuchado algunas historias, pero sin saber bien qué había pasado ni en qué momento. Cuando regresé a Juchitán, estando en la Casa de la Cultura, recordé lo que contaba mi tía. Empecé a buscar familiares. No había ya nadie de esa época, 1910. Pero vivían unas ancianas que de niñas habían oído toda la historia, que coincidía con la que nos contaba la tía Laureana. Y empezamos a


p. 07

sábado 5 de diciembre de 2015

DE PORTADA

GINA MEJÍA

buscar documentos; mandamos gente al Archivo General de la Nación para que investigara; a la Hemeroteca. Fuimos armando la información. Nos dijeron, queda la tía Guillermina en México, vamos a buscarla. La tía Guillermina tenía un archivo con cartas, telegramas, fotografías. Le compramos los archivos. Esto se publicó en un librito que se llama Cartas y telegramas. Ese material se encuentra actualmente en el archivo de la Universidad de Oaxaca, en la Biblioteca Francisco de Burgoa. Porque el archivo Benito Juárez Maza, que fue el enemigo del pariente nuestro, ahí lo guardan también. Se fue para allá entonces, para que estuvieran juntos. ¿Qué siguió después?

Cuando hubo un distanciamiento con Juchitán, con la Casa de la Cultura y con el municipio, me retiré y cree Ediciones Toledo, que publicó el Vocabulario de Juan de Córdova. Vamos todavía con la idea de publicar textos en las lenguas originarias; sobre todo el zapoteco, que es la lengua de la familia. Siguiendo en la misma línea interesada en las lenguas y en las tradiciones indígenas, en las tradiciones del Istmo, se imprimió, se hizo un facsímil de ese Vocabulario. También nos interesamos en la historia local, en la fotografía. Nuestro primer libro fotográfico fue El H. Ayuntamiento, con fotografías que Doniz tomó durante el movimiento de la COCEI: de marchas, de mujeres con banderas. Después publicamos un libro de Flor Garduño. También Foto Estudio Jiménez y otro de Graciela Iturbide, En el nombre del padre. Con la ayuda de Elisa Ramírez, que es poeta, que fue mi pareja y tenía contactos con poetas de su generación, se empezó a publicar poesía. Después de esto se abrió el IAGO (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca) y entramos en otra época. En 1990 fundamos El Alcaraván, boletín-revista trimestral de gráfica y divulgación del patrimonio artístico de México, en el que se difundió lo que nos interesaba en el IAGO. En su primera época se sacaron 19 números; el último, en 1994. En 2008 publicamos un número conmemorativo para celebrar el vigésimo aniversario del IAGO, en el que se reflexionó sobre el quehacer realizado. ¿De dónde surge la idea de continuar ese trabajo editorial, ahora con las fábulas de Esopo en traducciones a las lenguas de Oaxaca?

Esopo aparece en nuestra vida oaxaqueña a partir de un hallazgo de Juan Pascoe, que encontró un ejemplar de 1849 en una traducción que se hizo para los estudiantes del Colegio Seminario de Oaxaca. Para celebrarlo le propusimos a María Isabel Grañén Porrúa editarlo traducido al zapoteco; primero al del Istmo, después continuamos con el zapoteco del Valle y de la Sierra, y empezamos a formar un grupo de traductores. La idea creció y preparamos el volumen de Esopo en mixteco; tenemos la primera traducción de Esopo en mixe, mixe de San Pedro y San Pablo Ayutla; y ahora, con esta nueva relación que tendremos con la Normal Bilingüe Intercultural de Oaxaca, queremos formar grupos de hablantes de otras lenguas del estado para que hagan traducciones de otros materiales. También vamos a seguir con estudios anatómicos, discos de colores, el juego de lotería, de memoria. Materiales que ellos puedan usar, que sean como libros de texto para sus estudios y les sirvan para la enseñanza en su escuela, donde les piden practicar en las comunidades. ¿La convocatoria de la beca que lleva el nombre del poeta y lingüista zapoteca Víctor de la Cruz, abierta recientemente por usted, está ligada a este proyecto editorial?

En realidad, empezamos con la idea de buscar traductores. Pero encontramos el problema de que los jóvenes de esta normal estudian con muchas limitaciones. Las condiciones de los normalistas bilingües son realmente terribles. Entonces veremos cómo ampliar estas becas para que otros estudiantes también las tengan, siempre que quieran seguir con la carrera. Queremos ayudarlos para que no dejen la escuela. ¿Nos podría hablar de los temas y el enfoque de estas publicaciones?

Creo que tenemos que abrirnos a todo tipo de enseñanza, porque alguien dijo: “oye, ¿por qué Esopo, si hay una tradición de cuentos, de leyendas, de pequeñas fábulas también en las lenguas indígenas?” Es Esopo porque todos, de niños, lo hemos leído y lo conocemos. Yo creo que muchas de las fábulas que hay en los pueblos también vienen de curas; ellos, al castellanizar, catequizar, transmitieron la tradición de las fábulas de Esopo. No hay que negarse a lo que viene de fuera. También hemos estado imprimiendo cuadernos, con los que queremos darles información a los muchachos de las escuelas bilingües, ya sea con el pequeño fragmento de un canto o con poemas en su lengua. Encontramos hace poco un problema matemático egipcio, de no sé cuantos años antes de Cristo, que es muy simpático, muy bonito, y pregunta cuántas casas, cuántos gatos, cuantos ratones hay. Este problema matemático se tradujo al zapoteco y al mixteco.

Vamos a tratar de encontrar cosas que entretengan a los niños, así vengan de otras tradiciones. Si se observa, la tradición indígena también está mezclada. Nos interesa todo tipo de información valiosa que pueda darse a través de estos cuadernos. Se compró una duplicadora risográfica con la que estamos imprimiéndolos aquí, en el IAGO. Se ha entrevistado con los jóvenes normalistas. ¿Intentará fomentar el interés por crear publicaciones propias entre los estudiantes?

J. Gómez en el funeral de Venustiano Carranza. Hijo de un tío abuelo del padre de Francisco Toledo

Hay muchas ideas. Si logramos entrar en la Normal, hacer un convenio y tener dinero podríamos hacer una revista que fuera hecha por los estudiantes de las diferentes etnias; podríamos ver que en su lengua todos publicaran sus traducciones, sus propios textos. Podríamos hacer algo muy interesante. Porque estas revistas que hicimos en Juchitán son solo en zapoteco. De repente aparece algo distinto, en otra lengua, pero poco. En ésta que vemos aparece un familiar mío, que fue escolta de Venustiano Carranza y que se salvó de que lo mataran con el presidente, camino a Veracruz. Es el hijo de un tío abuelo de mi papá, otro político juchiteco, el Che Gómez. ¿Continuará esta línea editorial junto con lo que Calamus ha publicado tradicionalmente en español?

Nuestras ediciones de poesía han sido un fracaso económico, pero se hicieron y tal vez sigamos haciéndolas. Publicamos a un Premio Nobel, antes de que lo fuera: Seamus Heaney. Como esos libros no tenían premio cuando se publicaron, se regalaron. Nadie sabía quién era el autor. Al obtener el Nobel nos preguntaban, ¿dónde están los libros? Ya se habían ido. Vamos a centrarnos en lo que estamos haciendo ahora con la Normal, con las lenguas de Oaxaca. Haremos coediciones con quienes quieran ayudarnos. Finalmente, maestro, su perspectiva de las lenguas de Oaxaca. ¿Qué tendría que hacerse para apoyarlas?

Creo que todos están con la motivación de rescatar, de trabajar. Pero se está perdiendo la lengua. Hay un desplazamiento, una resistencia de los familiares a hablar la lengua. ¿Cuál será el futuro? No lo sé, pero hay que tratar de hacer algo. Si encontramos gente que todavía tenga cierto entusiasmo, debemos apoyarla. Ver qué pasa. ¿Cuál es la mejor manera de preservar la lengua? Creo que si hay lectores, si hay revistas, si hay periódicos, si hay una radio, la gente se va a sentir bien de que hablen en su lengua a través de los medios. Nosotros vamos a seguir publicando pero hay que grabar discos, hay que ir a las radios comunitarias; hay que hacer videos, caricaturas, cómics, cine. Todo lo necesario. Hacer materiales para que los niños estén en contacto con su lengua y eso los motive a seguir hablándola. ¿Hay algo que quisiera agregar sobre sus publicaciones?

Si alguien nos debe... que nos pague. L


DE PORTADA

sábado 5 de diciembre de 2015

p. 08

LABERINTO

JESÚS QUINTANAR

ese vaso hace sus texturas, sus dibujos, y casi siempre en silencio, sin música ni palabras. Le gusta más. Estructuralmente, tiene buena mano para construir. Resuelve. ¿Recuerda esa pieza tan fuerte con un zapato en llamas? Qué bonita manera de resolver tanto horror, ¿verdad? Y el color rojo le viene muy bien. Sí, es mucho trabajo encontrar el contraste ideal. Él lo consigue”.

UNA PASIÓN DE AÑOS, CON ALMA SOCIAL Y POLÍTICA

Piezas de la exposición Duelos

Barro purificador REPORTAJE ANGÉLICA ABELLEYRA

E

l barro tomó cuerpo para darle carne y visibilidad al dolor, a la indignación, a la muerte. Teñidos de rojo, verde y ocre por Francisco Toledo, pero sobre todo de rojo, los platones, vasijas, urnas y torres conforman el alfabeto visual más reciente que el artista deletrea en el Museo de Arte Moderno (MAM) en su exposición llamada así: Duelo. Luego de 35 años de no mostrar su trabajo en el recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes, y en pleno 2015, cuando en julio pasado cumplió 75, Toledo vuelve a mostrar su maestría con ese material quemado al fuego. Es su mismo repertorio de perros, zapatos, calacas, lenguas, sapos y entramados de petate, ahora con el tono emocional del momento mexicano tan enlutado por asesinatos, persecuciones, violencia y una descomposición social evidente. Es la cara más política de Toledo, convertida en barro. La otra, de carne y hueso, es la que otorga a los medios y frente a los políticos para defender al maíz de a deveras contra los granos transgénicos; para luchar (y ganar colectivamente) por la no afectación de El Cerro del Fortín —el único “pulmón verde” con que cuenta la capital oaxaqueña— ante los proyectos de la construcción invasiva de un Centro de Convenciones; para hacer volar papalotes con los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, a quienes dedica la muestra. Al constituir su presente duelo, Toledo confeccionó casi un centenar de cerámicas en alta temperatura durante los últimos siete meses. Lo hizo en el Taller Canela, del mixteco Claudio Jerónimo López, aquel tornero con quien trabajó hace casi 40 años en el espacio de creación en Cuernavaca del extinto ceramista Hugo X. Velásquez. Ahora, instalado en San Agustín Etla, el Canela fue lugar de parto para metáforas del desconsuelo y la indignación donde el rojo es teñido permanente. Un canasto colmado de orejas, un perro asentado sobre un túmulo de huesos, una calaca yacente en los linderos del plato; pulpos, murciélagos y chapulines erguidos entre mecates, cactos y espirales que son laberintos enrojecidos; hachas y pencas de maguey que atraviesan la panza del sapo; aros como herraduras que se entrelazan en la oquedad del jarrón o del

cesto y que a primera vista son “solo eso”, pero que en la síntesis toledana guardan la carga histórica de servir como moneda de cambio para comprar esclavos. En una museografía que invita a la introspección, a fijar la mirada entre el escenario negro y la luz cenital, sin más cédulas que el deletreo posible del espectador a lo que percibe en cada pieza y pueda ser nombrado, transcurren hileras de rostros ciegos y gritos congelados. Pero también hay ciertas pausas que dan aire al visitante con piezas de carácter ornamental, si cabe el término, con el entramado de petate, el tejido de palma tan toledano, sin rasgos evidentes de presencia torturada, humana o animal. Tras el momentáneo “respiro”, resurgen zapatos entre llamas y gorras de beisbol con una “T”. Y uno pudiera pensar que es letra autorreferencial del apellido oaxaqueño pero no, es el rastro de lo sucedido en Tlatlaya, Guerrero. Y las urnas funerarias de los xoloitzcuintle son un homenaje al perro que Toledo tuvo junto de sí por muchos años, como el recordatorio de la veneración de los mexicas a este acompañante en el reino de los muertos.

EL CANELA Y SU TALLER CANELA

Claudio Jerónimo López es ceramista de San Jerónimo Silacayoapilla, Oaxaca. Hace casi 40 años conoció a Francisco Toledo en el taller de Hugo X. Velásquez (1929–2011) en Cuernavaca, hasta donde llegaban tantos artistas. Claudio era entonces tornero y ya le llamaban El Canela por el color de su piel. Y bautizó así a su lugar de creación porque, al igual que su dermis, el taller es cafecito y ya tiene seis años de vida. “El maestro Toledo es muy exigente y nunca expresaba mayor comentario cuando del horno salía alguna pieza. No decía ‘mire qué belleza’ ni nada de eso. A lo sumo, me tocaba el hombro y comentaba: ‘ésta le quedó bien’. Pero hubo muchas piezas destruidas. ‘Esta ya no’, y se desechaba después de estar cinco veces en el horno. Es un reto trabajar con él porque no le gusta su pieza a la primera, busca algo más que lo de siempre. Inventa. “Lo que le cuesta más son los colores, pues no son tan precisos como cuando con el óleo puedes ver cómo reaccionan y cambian. La cerámica de alta temperatura es radical: a veces los grises oscuros se vuelven cafés o el rojo que intenta sale más opaco. En la cerámica hay muchas sorpresas para bien… y para mal. Siempre intervino en cada quema, con una corrección, añadiendo. Yo le ayudaba a tornear un plato, un vaso; pero sobre

El barro le ha gustado a Toledo desde siempre. Ya traía en la mente y las manos el interés por la cerámica a fines de los años setenta y principios de los ochenta. En Nueva York había trabajado en la Baldwin Pottery y en México el taller de Hugo X. Velázquez (en Tacubaya primero, y Cuernavaca después) ocupaba su tiempo de experimentación.1 Sin embargo, han sido contadas las veces que lo ha mostrado ampliamente. En 1971 lo expuso en la Galería Juan Martín; en 1983 se presentó en la Galería de Arte Mexicano una muestra muy festejada por Rufino Tamayo, y no fue sino hasta 2006 que el Palacio del ex Arzobispado recibió un conjunto con carácter ornamental. Pero el alma de esta serie reciente es el de la indignación por la violencia y la muerte en este 2015, como hace 40 años, cuando Toledo estuvo cerca de la Coalición Obrera, Campesina y Estudiantil del Istmo (COCEI). Si bien no militó en la coalición, apoyó causas reivindicatorias de izquierda a través de la revista Guchachi’Reza, en la que se difundía la historia coceísta y se hacían análisis sociológicos sobre ese colectivo que en 1974 se planteó en Juchitán como una opción popular frente al priísmo imperante en Oaxaca. Llevada a su creación artística, esa inquietud política dio vida al grabado Libertad a Víctor Yodo (1978), con el que abiertamente hacía una protesta ante la desaparición del activista Víctor Pineda, dirigente juchiteco de la COCEI. El resultado de aquella incursión gráfica no fue el mejor, a decir del propio grabador: “no logró ser una obra redonda. Algo no cuajó”. Sin embargo, ése fue hasta el momento su ejemplo de “arte político más directo”… hasta la llegada de Duelo.

“TOLEDO NO COMETE ERRORES ESTÉTICOS”

Gustavo Pérez es el maestro ceramista que hizo su propio recorrido de la historia toledana quemada en arcilla. “Aunque siempre que a Francisco se le llama ceramista, él lo considera inadecuado por su respeto a quienes dedican todo su tiempo al barro, es evidente que su capacidad de aplicar todo lo que sabe como artista le permite ir rápidamente a lo esencial, con resultados excelentes. En él, la cerámica del mundo prehispánico es clave. Muchas de sus piezas tienen un aire ancestral, inquietante. Podría pensarse que provienen de alguna tumba zapoteca, azteca o maya. Y a la vez no, para nada. No solo por la cocción del barro a alta temperatura, lo cual es una radical El alma de esta diferencia con todo lo serie reciente es contenido en los museos el de la indignación de arte prehispánico. por la violencia y la También porque Toledo muerte en este 2015 sabe establecer una distancia clara respecto a lo tradicional. Es su talento y su capacidad creativa lo que lo diferencia de tantos autores que, al abrevar del mundo prehispánico, caen en el mexicanismo barato y superficial. Otra característica es su paleta, los recursos múltiples en el tratamiento de las superficies: esgrafiados y texturas que provienen de su experiencia pictórica y de grabador que sabe adaptar al barro con intuición inequívoca. Toledo, como alguien dijo de e.e. cummings, no comete errores estéticos”, cierra Pérez sobre este relato en barro, donde quizá Toledo ha usado el fuego no solo para construir vasijas y platos sino como ritual de purificación y proceso de renacimiento que nos salve ante la violencia y muerte en México. L 1 Angélica Abelleyra: Se busca un alma. Retrato biográfico de Francisco Toledo. Plaza & Janés, México, 2001, pp. 84, 137-138.


MILENIO

p. 09

sábado 5 de diciembre de 2015

× A

DOLLY CITY ORLY CASTEL-BLOOM Turner España, 2015 164 pp. La doctora Dolly vive en Dolly City, una urbe situada en Israel o un país por el estilo. Dolly vive en un edificio de 400 plantas y tiene un laboratorio por lo que debe convivir con ratas y conejos. El mueble más preciado es la camilla en la que tortura al antiguo jefe de su padre aunque aún hay más: Dolly cuida de un bebé. Con esto, ya podrán imaginar hacia dónde se perfila esta novela con exteriores de clima caprichoso: a ratos llueve, a ratos nieva, el calor también puede volverse insoportable. La crítica de Le Monde califica a este libro como “un Kafka en Israel”.

CARTAS DE KELLY WOLF WONDRATSCHEK Herder México, 2015 139 pp. De este libro, Patrick Süskind escribe: “El tema del amor entre hombre y mujer constituye el ámbito principal del poeta Wolf Wondratschek. Ahora le dedica al amor también un texto en prosa, y a mi parecer ha resultado el mejor que jamás haya escrito: enloquecido, romántico hasta el límite con el kitsch (y a veces desbordando ese límite), y entre todo esto cómico y finalmente incluso también intrigante, y en algunos trechos tan bien trabajado lingüísticamente que queda atravesado por una maravillosa, casi despreocupada, ligereza […]. ¡Una novela epistolar de grandísima ternura!”.

LA EDAD DE LA NADA PETER WATSON Crítica México, 2015 836 pp. Hay zozobra en el mundo intelectual, y el del arte, desde que en 1882 Friedrich Nietzsche decretó la muerte de Dios. Con un aparato que se nutre indistintamente de la filosofía, la historia de la cultura, la observación social y la literatura, el editor y periodista británico rastrea los modos en que Occidente ha intentado llenar este vacío. Así llega al bolchevismo, a los delirios nazis, al American Way of Life y aun al ocultismo, con una erudición que ni cansa ni abruma. La virtud de Watson radica en multiplicar las interrogantes.

DENIZ JOSUÉ RAMÍREZ Ediciones sin nombre México, 2015 96 pp. A punto de cumplirse un año de su muerte, Josué Ramírez recuerda en este libro al poeta, cuentista, ensayista y traductor Gerardo Deniz, nom de plume de Juan Almela. El autor explica en el epílogo que los poemas que conforman este libro fueron “extraídos” de la lectura de dos libros de Peter Watson: Ideas. Historia intelectual de la humanidad e Historia intelectual del siglo XX. A partir de la figura del profesor Delmar —Deniz—, Ramírez elabora un retrato de su maestro, quien pergeñó su obra teniendo a la ciencia como fundamento, además de contar episodios de su amistad.

TÉCNICAS DE ACTUACIÓN ÉDGAR CEBALLOS Escenología-Conaculta México, 2105 448 pp. Este libro pionero, cuenta Ceballos, tiene su antecedente en Teoría y praxis del teatro en México de 1982, que realizó con Sergio Jiménez, hecho con más ganas que orden. El volumen que ahora presenta, mejor organizado, se divide en tres secciones: la primera ofrece un panorama de las técnicas de actuación en el mundo de la antigüedad hasta el siglo XX; la segunda expone lo que se ha realizado en México con textos de maestros como Salvador Novo, Fernando Wagner, Alexandro Jodorowsky, Carlos Ancira y Juan José Gurrola; la tercera muestra la historia oral.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

LA ISLA TIENE FORMA DE BALLENA

Vicente Quirarte Seix Barral México, 2015

La otra guerra contra la Intervención ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

Q

ué criatura tan ambigua es la recreación histórica. Exige una obediencia plena a la verdad documental y a la vez procura los buenos servicios de la ficción. Sirve pues a dos amos con la fe vacilante de un converso. No es de extrañar que provoque tantos despeñaderos. La más reciente novela de Vicente Quirarte se dejó seducir por esta criatura con una trama ambientada en Nueva York durante los años de la intervención francesa en México. Tiene un poco de intriga política, otro poco de juego de espías, una pizca de aventura y de explosiones amorosas, algunos interludios epistolares y hasta un episodio que pudo concebir la tradición gótica. Sus protagonistas son los liberales fieles a Juárez que aspiraban a que Estados Unidos reconociera la legalidad de la causa republicana. Son lo mismo Francisco Zarco, Ignacio Mariscal, Mariano Otero y Manuel Balbontín, que un capitán y un joven nacido en una familia conservadora —hijos, ellos sí, de la más encantadora imaginación—. Ante el anuncio de tales ingredientes, uno se sentiría llamado a arremangarse las mangas de la camisa, tomar asiento en el sillón y aun acompañar la lectura con una copa desbordante de whisky. El problema es que no tardaría en descubrir que el historiador Vicente Quirarte ha ganado con creces la partida y que el aliento narrativo ha sufrido una imperdonable derrota. El desaliento se hace presente desde las primeras páginas de La isla tiene forma de ballena. Llamar “don Benito” a Benito Juárez suena más a fórmula escolar que a distancia irónica, la única protección contra la solemnidad y el didactismo. Se hace aún más fuerte ya que vemos al capitán Arístides Bringas y Sebastián Casanueva arribando a Nueva York con la misión de obtener armas y enviarlas, por cualquier medio y a costa de cualquier riesgo, a México. A la acción, Quirarte antepone la erudición. De modo que el lector debe apechugar y tomar lecciones de arquitectura, urbanismo, alta y baja cultura, moda… No satisfecho, Quirarte hace hablar a sus personajes como si estuvieran ante una camada dócil de párvulos: sueltan fechas y decretos, propinan nombres de batallas y generales, y, cuando se hallan en una biblioteca, no pierden oportunidad para contar, por ejemplo, qué destino mereció Edgar Allan Poe y hasta Flaubert y Baudelaire. En fi n, que uno se encuentra en medio de un lance de pistolas y burdel, o en una antigua cripta en una mañana de enero, y, en vez del arte de narrar como si se tratara de lo único importante, recibe otra lección de historia. El peso atribuido a la investigación defi ne por entero el ritmo y el contenido de La isla tiene forma de ballena. La intriga palidece ante frases del tipo “El señor Juárez llegó a la presidencia de la República en situación tan dramática como la que enfrentamos ahora” y termina reducida a mera comparsa. Vicente Quirarte pudo escribir la novela de un novelista pero no resistió la tentación de confi rmar su estatus de meticuloso escrutador del siglo XIX mexicano. L


VARIA

sábado 5 de diciembre de 2015

p. 10

LABERINTO

De esto podemos suponer que la historia de Óscar se diluye.

Bernardo Ruiz

“Quise explorar la relación amor–odio entre México y Estados Unidos” Lo que reina en las sombras documenta la realidad del narcotráfico a través de tres personajes con visiones distintas sobre el mismo tema HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

ESPECIAL

D

os cosas tienen en común la activista Consuelo Morales, el traficante estadunidense Don Henry Ford y el agente federal Óscar Halgesieb: los tres fueron tocados por el narcotráfico, y los tres son fronterizos. Cada quien aporta una posición distinta sobre un mismo tema y con esa idea el realizador Bernardo Ruiz los convocó a participar en Lo que reina en las sombras, documental que parte del crimen organizado para abordar el dolor humano. Los protagonistas de Lo que reina en las sombras son complementarios y opuestos. ¿Cómo los seleccionó?

Un buen periodista o documentalista tiene siempre una historia guardada en el bolsillo. Desde hace nueve años quería contar algo de Don Henry Ford, dado que en México y Estados Unidos nunca se habla de los traficantes gringos. Cuando estuve en posibilidad de filmar de inmediato pensé en él. También había leído sobre la hermana Consuelo Morales de Monterrey, y empecé a imaginar cómo sería una película sobre un traficante y una defensora de los derechos humanos. Por último, me faltaba un puente narrativo entre ambos personajes, y Alfredo Corchado me puso en contacto con un agente federal de Estados Unidos. Fue entonces cuando conocí a Óscar, quien fungió como el

Su película podría inscribirse en la línea de Tierra de cárteles, que intenta dar cuenta de la posición de los narcotraficantes.

La parte mexicana de esa película me parece muy fuerte y bien lograda, pero no la parte estadunidense. Es imposible comparar a los vigilantes de Arizona con las autodefensas; son cosas distintas. A mí me interesa hacer conexiones y hablar de los lazos de sangre que unen a ambos países. Obviamente, es un tema personal: mi padre es mexicano y mi madre gringa. Mi película tiene narco y denuncia, pero quise ir más allá, explorar la relación amor–odio entre México y Estados Unidos. Si bien es verdad que los tres sufren, Don Henry Ford y Óscar tuvieron la posibilidad de elegir, no así los familiares de las víctimas.

enlace perfecto porque está en medio de ambos polos. Creo que juntas, las tres voces hacen un buen retrato del dolor. ¿Qué límites le puso Don Henry Ford al ofrecer su testimonio?

Es un hombre que no esconde sus opiniones aunque se cuida de dar nombres. Después de estudiar su caso me parece increíble que solo pasara cinco años en la cárcel. Le tocaron otros tiempos. Tras su salida las leyes se hicieron más severas.

DANZA

¿Cómo cuidó el balance entre las tres historias? Por momentos, Don Henry Ford parece llevarse la película.

Mi reto como director fue buscar un equilibrio. Al ser una coproducción México–Estados Unidos, nos dirigimos a dos públicos diferentes y por eso procuramos dar el contexto suficiente. Es fascinante descubrir que mientras que en México la historia de Don Henry Ford es la más atractiva, en la Unión Americana es la de Consuelo.

Justo por eso quería hablar de los norteamericanos que participan y lucran con el narcotráfico. Pocas veces conocemos sus puntos de vista. Óscar tampoco tuvo muchas opciones: entraba al negocio de la droga o al gobierno. No obstante, el corazón de la película está del lado de la madre Consuelo. Me interesan las historias sobre las personas. Sin duda es importante hablar de los poderosos, pero creo que la forma más directa para conectar con el espectador es mostrando gente a ras de suelo. Siento que cada personaje vive en un país personal que no es ni México ni Estados Unidos, una especie de reino de sombras. L

ARGELIA GUERRERO

¡Goya siempre, Gloria Contreras! ESPECIAL

E

l pasado 25 de noviembre la danza mexicana perdió a una de las figuras más importantes de su historia. Murió Gloria Contreras, coreógrafa para la que este espacio no sería suficiente si deseara reseñar su vida y obra. Van aquí algunos apuntes que a modo de homenaje y profundo agradecimiento tengo para ella. Fue en Nueva York donde encontró la inspiración que la llevó a crear piezas icónicas del ballet mexicano como Huapango y Mercado, reivindicando y resignificando a músicos mexicanos como Moncayo y Revueltas, respectivamente, trascendiéndolos del ámbito del folclor y la danza tradicional. Conoció a Balanchine y a Stravinsky, leyendas de la danza y la música contemporánea, pero no se deslumbró por la esencia cosmopolita de la ciudad; por el contrario, profundizó en la naturaleza de la cultura mexicana y mostró el inmenso potencial que el arte nacional tiene para ofrecer al mundo. Al volver a México, se encontró con un panorama adverso, que aun el día de su muerte le cerró las puertas del

Pocas veces hemos visto a personajes como él. Su historia demuestra la complejidad de la identidad binacional. Sus padres son indocumentados pero termina trabajando en la patrulla fronteriza. Hay sectores de la ultraderecha norteamericana que no saben qué hacer con este tipo de gente porque si bien promueve sus valores, es hijo de migrantes ilegales.

Palacio de Bellas Artes. Pese a que parecía una causa perdida, Gloria Contreras volvió y encontró una ventana abierta en donde muchos podemos renovar la esperanza: la UNAM le tendió la mano y le permitió fundar el Taller Coreográfico Universitario. Hizo de ella su casa hasta el día de su adiós y sería el “Goya” su voz de orgullo y batalla.

Por el Taller Coreográfico han pasado generaciones de universitarios, pues Gloria Contreras fue siempre una convencida de trabajar con empeño para que la condición económica no significara un impedimento para el disfrute del arte. Infinidad de bailarines se desarrollaron técnica pero, sobre todo, artísticamente, en su

makarova81@yahoo.com.mx

paso por el TCUNAM. Trabajando con ella, bailar se convertía en un proceso liberador, pues era capaz de identificar y explotar las cualidades de cada artista que interpretaba su obra para que encontrara su propio potencial y consiguiera, a su vez, conectar con el público. Se puede o no estar de acuerdo con la concepción que tuvo de los procesos creativos pero jamás podríamos reprocharle haber quedado inmóvil, sin una poética clara de su quehacer artístico o sin un compromiso ideológico con la sociedad y con la historia. El reto ahora es evolucionar el proyecto del Taller Coreográfico; muchas cosas, sin duda, deben prevalecer y trascender, pero muchas otras tendrán que redefinirse y purgarse por el bien del proyecto universitario y de la danza misma. El telón ha cerrado y damos por ella un “Goya”. Pero no, maestra, no se quede en paz. Baile, incomode, tire zapatos, cierre su puño. Donde quiera que viaje, cierre los ojos y sienta a Stravinsky, a Mozart, Chopin, ¡a Revueltas! Llévese su playera gigante con la imagen del Che. Échese unos pasos con la Janis, con Elvis; ayúdenos desde donde esté a dar de trompadas al infame que da la espalda al arte. Salte, grite, azote, agite los dedos de sus manos pero no se quede en paz. L


MILENIO

p. 11

sábado 5 de diciembre de 2015

ESCENARIOS

ESPECIAL

El perdón Gloria Contreras murió el 25 de noviembre, a los 81 años. Este relato sobre una coreografía con música de Schumann que nunca llevó a escena se desprende de las entrevistas que sostuvo entre 2007 y 2011 con el autor de esta columna VIBRACIONES

HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

G

loria está sentada en el sillón de su sala. La única luz prendida, tenue, azul y lejana, es la lamparita que reposa sobre el piano. Son las tres de la mañana. El cuello le huele a perfume de ciruela. Bebe tinto: una copa de metal en su mano izquierda y la botella apresada entre los muslos. Está muy fría. En su casa hay una regla inviolable: el vino debe enfriarse. ¿Temes a la muerte?

No temo a la muerte, sino a ese sufrimiento horrible que Julio Cortázar plantea.

¿Despertar con tal brutalidad que tu vida se desprenda del tiempo?

Permanecer suspendida en un abismo sin vida ni muerte ni tiempo... como quedó mi maestro. ¿Eso le pasó a Balanchine?

Me acerqué a la cama; pero él no estaba en ese cuerpo que aún respiraba. (Gloria viajó a Nueva York en cuanto supo que el coreógrafo ruso George Balanchine estaba a punto de morir. Ella tenía 49; él 79. Era abril de 1983.) ¿Viste su fantasma?

Sentí su presencia rondando el cuarto; sentí su horrible sufrimiento. Me quedé junto a la cama de Balanchine toda la noche. (Balanchine le daba a Gloria clases de coreografía en el New York City Ballet a finales de los años cincuenta. Fue su única alumna. Ahí estaba también Stravinsky —era el compositor residente del teatro— y le regaló un piano a Gloria.) ¿Te dijo algo?

Tomó mi mano y dijo: “Time, Time”. ¿Era su voz?

Era su voz, pero no salió de su boca, sino que me llegó desde dentro: la escuché en mi interior.

¿Como si su espíritu se hubiera confundido con el cuerpo?

Se metió en el mío en su desesperación por encontrarse. (Gloria hizo sus primeras dos coreografías —El Mercado y Huapango— con el piano que le regaló Stravinsky. Era blanco y vertical; tuvo que sacrificar el escritorio para que cupiera en su cuarto. Tocó Sones de mariachi, de Blas Galindo, y la famosa obra de Moncayo, todas las noches de 1957 mientras imaginaba cómo cambiar de mundo esos sonidos: sacarlos del piano, tomarlos en el aire y extenderlos con su cuerpo.) ¿Cuánto duró el espíritu de Balanchine dentro de ti?

Un instante, el tiempo que tardó en decir esas dos palabras... ¿Time, time?

He pensado mucho sobre eso. Creo que estaba desesperado porque su espíritu llegara a tiempo para vivir la muerte de su cuerpo. ¿Y lo logró?

Sí, el fantasma salió de mí e inmediatamente el cuerpo de Balanchine abrió los ojos. Sonrió y supe que ya estaba muerto. (La musicalidad de Gloria adquiría siempre formas inesperadas. A Stravinsky y Balanchine eso les gustaba mucho. En Huapango los movimientos se aventuran al después de la fiesta, a cuando el baile termina, se recogen las mesas y el alma, tras la noche de confeti, alcohol y risas, se siente más sola que nunca. “El folclor en el fondo es eso: la profunda tristeza del pueblo, y tú lo has comprendido;

La coreógrafa y bailarina mexicana

por eso tu ballet es muy hermoso”, le dijo Balanchine.)

¿Por qué se distanciaron? No pudo soportar mi embarazo.

¿Y qué hiciste después de que murió Balanchine?

¿Te dijo algo?

Regresé a México y le hice un ballet con música de Stravinsky (Homenaje a Balanchine, 1984). ¿Es la única obra que le has dedicado?

Sí, y lo hubiera ofendido. ¿Por qué?

Son seis hombres, no hay mujeres.

¿Balanchine no quería a hombres protagonizando ballets?

¡No toleraba que un hombre fuera el protagonista! ¿Los creía accesorios?

Sí, adornos para que las bailarinas lucieran. ¿Balanchine se enamoró de alguna?

Creo que un poco de mí. ¿Y tú de Balanchine?

Conmigo se mostraba como un hombre demasiado abstracto como para poder enamorarme de él. ¿Abstracto?

Amaba mi ser en movimiento, me amaba rodeada de música; amaba aquello que expresaba mi cara y mi cuerpo mientras bailaba.

Me dijo algo horrible: “Gloria, entonces esto del arte para ti fue un mientras en lo que alguien te hacía hijos, ¿no?”, y me hirió profundamente. ¿Qué año era?

Finales de los sesenta, poco antes de que Eduardo Mata me ofreciera fundar mi compañía de ballet en la UNAM. ¿Volviste a ver a Balanchine?

No volví a verlo hasta el día de su muerte. ¿Lo perdonaste?

Eso pensé cuando le coreografié el Homenaje, pero en realidad no fue así. ¿Lo has perdonado ahora?

Sí, y por eso quiero decírselo en una nueva coreografía íntima. ¿Sobre ustedes dos?

Sobre mi presencia en su agonía, sobre su espíritu entrando a mi cuerpo en la desesperación de perder su muerte. (Gloria tiene un bigote de vino. La copa se ha caído. El sonido del metal fue mínimo. Bastó para asustarla.)

¿Y fuera de la música?

¿Qué música vas a usar?

¿Se veían después de las clases?

¿Schumann?

Era frío, amable y distante: tenía miedo de que se rompiera el encanto. Sí, pero siempre bajo las mismas circunstancias: me acompañaba a mi casa. Diez minutos caminando. Me tomaba del dedo más chiquito de mi mano izquierda y así me llevaba hasta la puerta de mi departamento, como si fuera una flor en vez de una mujer. Hacía una reverencia y se iba.

Quise algo cercano a la locura. Su primer romance para piano y oboe. ¿Balanchine es el piano?

No, yo soy el piano; él es el oboe. Era tan dulce y yo tan violenta.

¿Por qué dices que será una coreografía íntima?

Solo de música.

Porque aunque te digo que el significado es mi presencia en su agonía y su espíritu entrando a mi cuerpo, lo único que va a suceder es una mujer y un hombre haciendo el amor.

¡Nunca!

¡El perdón! L

¿Hablaban?

¿Y sobre sentimientos?

¿Y cómo se va a llamar?


VARIA

sábado 5 de diciembre de 2015

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Filosofía de aeropuerto TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

C

uentan que hay literatura de aeropuerto. La desconozco. En parte porque suelen ser libros sin mérito literario, en parte porque en los aeropuertos no puedo leer. Wikipedia dice que este tipo de novelas “no son particularmente profundas o filosóficas”. Admiro a quienes leen pese a los constantes mensajes para los pasajeros que van a Berlín, Frankfurt, Ginebra, Marsella, Roma y otros destinos; así como avisos de puertas de embarque que están por cerrar o llamados a Mr. Nuncasentiendelnombre a quien le bajarán el equipaje del avión si no aborda de inmediato. En varias lenguas advierten que no aceptemos maletas de extraños. Se notifica que el aeropuerto es de no fumar, pero tiene áreas para fumadores. Abundan invitaciones para abordar a los de primera clase, mujeres con niños y quienes requieren asistencia especial, y luego a los de segunda clase bajo el eufemismo de “clase turista”. Entre tanta voz apenas puedo agradecer que no aparezca un merolico con mochila de bocinas anunciando los éxitos de la Sonora Santanera. Mientras espero mi vuelo a Bruselas, trato de leer una novela de László Krasznahorkai, pero estoy tan distraído que igual me daría leer aquello de “La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura” o bien: “Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza”, pues al igual que el Caballero de la Triste Figura, no puedo entender lo que leo. Saco de mi maleta un libro que me acompaña a todos mis viajes: Why Is There Something Rather Than Nothing?, de Leszek Kolakowski. Es raro que se hable de la ausencia de filosofía en las lecturas aeroportuarias, pues justo procuro este género cuando vuelo. Será que pienso que volar me resta todo libre albedrío y me entrego a un destino controlado

Aeropuerto de Frankfurt

A DIEZ MIL METROS DE ALTURA NO IMPORTA UN RESULTADO DE FUTBOL Y SE VUELVE RELEVANTE EL SENTIDO DE LA VIDA O LA EXISTENCIA DE UN SER SUPREMO

CAFÉ MADRID

por el azar. A diez mil metros de altura no importa un resultado de futbol y se vuelve relevante el sentido de la vida o la existencia de un ser supremo o la frontera entre percepción y realidad. A través de un indeterminado cielo de España, leo sobre los vanos esfuerzos de los filósofos por conocer lo que la justicia es en verdad. ¿Qué es justo y qué es injusto? En siglos de civilización no hemos dado con una respuesta. Por eso en Arabia Saudita es justo decapitar a un poeta y a otros nos parece la cumbre de la injusticia. Por eso no se sabe si lo justo es encarcelar a Elba Esther o confiscarle toda propiedad. ¿Cuál es la justa pena para un automovilista que rompe a un peatón la pierna? ¿Y si el peatón era Messi? ¿Es más grave robar un millón de pesos que robar VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

cien mil? ¿Robarle a un pobre que a un rico? ¿La cárcel es la respuesta para todo delito grave? ¿Es justo dar penas más leves a los ancianos? ¿Es más grave matar a un hijo propio que al hijo de otro? ¿Por qué en algunos sitios el castigo por violar a una mujer es casarse con ella? ¿Cuál es el salario justo por un trabajo? ¿Cuál es la diferencia justa de salario entre un jefe y sus subordinados? ¿Puede ser justa la pena de muerte? ¿Dejó de ser justo el justo varazo con que nos corregían los maestros? Veo por la ventanilla el mar Cantábrico. Podría hacer otras mil preguntas sobre la justicia. Bastan las de arriba para darnos cuenta de que no sabemos qué es lo justo, y por eso percibimos la justicia con un poco de historia y costumbres y cultura y religión. Y con mucho de conveniencia.L periodismovictor@yahoo.com.mx ORIOL MASPONS

Barral, el memorioso

E

l editor de grandes escritores contemporáneos como Guillermo Cabrera Infante y Mario Vargas Llosa escribió sus memorias en tres volúmenes, publicados a lo largo de quince años, pero nunca puso el cuidado suficiente en su edición. Jamás los publicó en un solo libro y la trilogía circuló con abundantes arbitrariedades y errores de composición. Los prefacios, las citas, el orden tipográfico e incluso la puntuación, parecían estar muy alejados de los criterios a los que sometía las obras de la que llegó a ser una de las editoriales más importantes de Europa: Seix Barral. Carlos Barral (1928–1989) ya no puede explicar esta paradoja de su vida profesional. Su edificio memorialístico, en cambio, ha podio apuntalarse y ya se ofrece en las librerías españolas. Lo ha hecho el filólogo catalán Andreu Jaume, 26 años después de la muerte del hombre que estaba más preocupado por pasar a la historia como marinero y poeta. Ya encarrilado en la tarea, Jaume ha agregado a Carlos Barral. Memorias (Lumen) los dos primeros capítulos del proyecto que Barral había comenzado poco antes de morir: sus recuerdos de infancia (hasta ahora inéditos).

Este hombre de nariz aguileña, melena y barba de lobo de mar nació en una familia burguesa y, al terminar sus estudios de Derecho, ingresó en la empresa de su padre, dedicada a las artes gráficas, donde formó una pequeña editorial en colaboración con el filólogo Joan Petit. No tardó en codearse, sin embargo, con sellos relevantes como Einaudi, Gallimard, Rowohlt y Grove Press. El envejecimiento prematuro, tanto físico como mental, la muerte de amigos, como los suicidas Gabriel Ferrater y Alfonso Costafreda, y la “adulteración empresarial” de su oficio llenan las últimas páginas de las evocaciones de Barral. Es curioso, observa Andreu Jaume (también responsable de los recientemente publicados Diarios de Jaime Gil de Biedma), pero “cuando su imagen pública de editor había eclipsado casi su vocación poética, de pronto se reveló como un prosista ambicioso, dueño de un estilo muy particularizado, gracias precisamente a la narración de su pasado”. En estas Memorias está el amor, el placer y el dolor de vivir y de todo ello habla con grandeza, desde los primeros amores, el deseo y

Carlos Barral, el legendario editor español

el descubrimiento del sexo, hasta las penurias, los obstáculos y las aventuras profesionales, pues fue él quien apostó por los jóvenes escritores contrarios al franquismo y también creó el Premio Formentor, además de ser uno de los fundadores del Prix International de Littérature. Tras la muerte de su socio, Víctor Seix, Barral tuvo serias divergencias con los nuevos directivos de la editorial y quiso continuar su camino en solitario. Fundó Barral Editores y creó el premio Barral de Novela. Pero ya nada fue igual. Y, en el fondo, parecía no darle demasiada importancia al asunto. Barral entendió la edición más como un acto intelectual y un diálogo permanente y no tanto como una actividad comercial. Por eso, entre otras cosas, no se eternizó en la casa que, con el Premio Biblioteca Breve, consolidó la carrera literaria de varias figuras en Iberoamérica. Para ejemplificar su distancia de las finanzas, dijo que cierto día un inspector de Hacienda llegó a su despacho y le pidió el libro de contabilidad. “Ese nunca lo he editado”, le respondió. L


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.