Laberinto
LEYENDO EN EL 2015
santiago gamboa p. 02
EL RISUEÑO álvaro uribe p. 03
GERARDO DENIZ REDIVIVO
fernando fernández p. 08
MILENIO
NÚM. 653
sábado 19 de diciembre de 2015 FOTO: ESPECIAL
PERLAS NAVIDEÑAS
elizabeth bishop, jonathan minila, lola ancira, lorel manzano, maritza buendía, maira colín p. 04 a 07
ANTESALA
sábado 19 de diciembre de 2015
p. 02
LABERINTO
AVELINA LÉSPER
Art Basel 2015: selfie crisis AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
A
rt Basel Miami 2015 entró en un doble conflicto: el odio a los selfies y su retorno a la fase fálica que, según Freud, desarrolla el superego. Los galeristas tienen su ideal de perfección en esas obras y los ponía furiosos que la gente se reía y actuaba los selfies como en un circo. La frivolidad del público en este circo del dinero fue consecuente con la frivolidad de las obras, continuaron el chistorete, dialogaron con la estulticia del concepto. Recorríamos un parque temático con galácticas de botas plateadas, marcianas tipo Blade Runner, admirando osos azules y decenas de dildos en pinturas, fotografías de salchichas, esculturas, dulces. Los artistas con su statement de ser niños envejecidos se estancaron en las búsquedas intelectuales que tenían entre los 3 y los 5 años: la obsesión por los genitales y el juego. En la galería Sadie Coles HQ de Londres, las dueñas pusieron a la venta el complejo de Electra de Sarah Lucas, con la obra Eros, un megafalo que se convirtió en un selfie–magnet, todo el mundo se fotografiaba enfrente de ese homenaje a la castración de Sarah Lucas y de sus retro–feministas galeristas Pauline Daly y Sadie Coles. Con la envidia diagnosticada por Freud ahuyentaban histéricas al público que posaba de rodillas y con la boca abierta ante la priápica “escultura”. La palabrería sobre la búsqueda de la reacción y la interacción del público se desplomó en su disfunción teórica. Les reclamé que respetaran la libertad de
ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com
expresión y gritonearon aún más, defendieron su obsesión por el padre persiguiendo a la gente. Su erudición y finura de argumentos frente al debate artístico fue levantar el dedo y hacer una peineta, la versión readymade portátil de su dildo teórico. ¿Cómo quieren que reaccione el público? Que estudien la diferencia de proporciones entre la injusta realidad y el arte, o que discutan la “contraspectiva sexo–feminismo–política”, tal vez podrían reflexionar que es una metáfora de la capacidad adquisitiva de los coleccionistas de estas cosas. Es la diferencia entre un museo y una feria, aquí sin cédula, sin el ambiente sacro del museo, estamos en el circo de Barnum y como dijera su fundador: siempre habrá un estúpido que pague un dólar por ver mis patrañas. El gigantismo, tan cercano a la fase fálica, fue otro tema a reflexionar, medicinas y cápsulas, zapatos, un guante, una camiseta, trastos: big money, big artwork. En la galería Peter Freeman la instalación de Jimmy Durham, inspirada en la poética de los cartoons: una roca que aplastaba un coche modelo Spirit de los años noventa, el toque filosófico era la happy face de la piedra. La galerista derramaba bilis porque la gente no entendía, insistía en que todos éramos unos ignorantes que no veíamos la profundidad del arte. Llegó a tal punto la paranoia colectiva de los galeristas que se montaban enfrente de las obras para impedir el selfie. En los museos
Galáctica en Art Basel 2015
los selfies son “formación de públicos” y aquí como no estamos comprando se desata un conflicto entre el ego de los visitantes y el superego de los galeristas. La solución ideal sería que cobraran en el ticket de entrada el derecho a hacerse selfies, así le sacan dinero a la horda que no tiene la intención de comprar y se repartirían la ganancia entre las galerías que más fotos contabilicen. Para que esto se facilite en el floorplan podrían incluir los selfie–magnets y el público no perdería el tiempo paseando por sus pasillos buscando lo más estúpido. Se olvidan de que los negocios también son un arte.L
Los abuelos se peleaban tanto que el nieto decidió separar sus urnas. ESPECIAL
Leyendo en el 2015 AMBOS MUNDOS
M
SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores
ucho leí, y con gran provecho, en este año que aún no termina, de muy diversos horizontes y géneros. Comenzaré por ByungChul Han, coreano y alemán, graduado en Filosofía en la Universidad de Friburgo y en Literatura Alemana y Teología en la Universidad de Múnich, con una mirada a la vez tremendamente simple y esclarecedora sobre la contemporaneidad, sus ritos y maleficios, en una serie de tres libros muy breves de ensayo: La sociedad del cansancio (2010), La sociedad de la transparencia (2012) y Psicopolítica (2014). “El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería bacterial ni viral, sino neuronal”, dice Byung-Chul Han en su primer libro, poniendo la mirada sobre un material muy similar al que trabaja su colega francés Gilles Lipovetsky, aunque con más profundidad.
Del lejano Oriente vino otro libro que reúne dos novelas breves, Escucha la canción del viento y Pinball 1973, del japonés Haruki Murakami, sus dos primeros escritos de juventud, de cuando tenía un bar y escribía en la mesa de la cocina, a mano. Según cuenta en el prólogo, tuvo la revelación de que sería escritor en 1978, tras recibir en la mano una pelota de beisbol bateada por alguien en el estadio de Jingû-kyûjô, en la periferia oeste de Tokio. Así podemos establecer que la primera frase que escribió este gran autor fue: “La escritura perfecta no existe. De la misma forma que tampoco existe la desesperación absoluta”. Acá en Colombia hubo muy variadas novelas, claro, pero la que más me llamó la atención fue Ornamento, de Juan Cárdenas, autor del que hasta ahora no había leído nada. Una escritura misteriosa, hipnótica, que va contando una historia igualmente
El filósofo Byung-Chul Han
extraña, por momentos banal, pero que le permite envolver su mundo con un halo profundamente literario. Leyéndolo, comprobé una vez más que el argumento en una novela puede llegar a ser tan irrelevante para su valor estético como lo bonito en una pintura. Gran escritor, Cárdenas. En libros periodísticos, 2015 fue el año en que el Nobel de Literatura consagró definitivamente a la crónica como género literario, con la gran Svetlana Alexiévich (de cuya existencia, obviamente, no tenía idea), a la que voy descubriendo con admiración a través de dos de sus libros: Voces de Chernóbil y La guerra no tiene rostro de mujer. También
leí el último de Salman Rushdie, Dos años, ocho meses y veintiocho noches, pero me derrotó su exceso de fantasía; leí con gusto el IV tomo de la saga Millennium, Lo que no te mata te hace más fuerte, y a un famoso autor al que no había leído aún por el poco profesional motivo de que me caía muy gordo, Jonathan Franzen, y la verdad es que su novela Pureza, que aún no he terminado, está bastante bien. Y por último, en el estante de las biografías, tres obras maestras del género muy recomendables: Rimbaud, de Enid Starkie, Marguerite Duras, de Laure Adler, y David Foster Wallace, de D.T. Max. Espero con esto darles algunas ideas para las vacaciones. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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sábado 19 de diciembre de 2015
ANTESALA
ESPECIAL
× R O B E RTO
T EJA DA ×
Cuerpo accidente Este poema pertenece a la antología Todo en el ahora que con edición y prólogo de Gabriel Bernal Granados lanzaron la Dirección General de Publicaciones y Libros Magenta
I ¿Habrá alguna diferencia entre esta miel y la lluvia? ¿El volcán una mujer dormida? ¿Queda el prado rumbo al norte?
El risueño
¿Se podrá cruzar el río antes de que anochezca? ¿Habrá comida suficiente para el camino?, ¿algunos nabos y carne seca? ¿Hay animales que puedan hacernos daño en el bosque? ¿Podré llevar mi pistola y resortera? ¿Pondré agua a hervir antes de contar la historia? ¿Oramos antes de cenar y Vuestros dones? ¿Lo que significa el cristal quebrado y el libro abierto? ¿Por qué será invierno en el desierto?, ¿los nopales en flor? ¿Por qué está fría la sopa? ¿Por qué me suda la mano? ¿Hubo estrellas sobre todo en abril? ¿Fue el martes pasado? ¿Hay voces en el pasillo? ¿Trabajo que hacer en la mesa y en las sillas? ¿El agua en que me pueden oír pensar? ¿Demasiado tarde como para cambiar de parecer?
× E KO × E X L I B R I S × G U STAV E F L AU B E RT Y M A DA M E B OVA RY ×
CARACTERES
ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx
P
arecería, en una lectura apresurada, que el filósofo Henri Bergson pensaba en los mexicanos o, para mayor exactitud, en cierto humor mexicano cuando escribió, en 1900, su tratado sobre La risa. Que el sabio francés no haya venido nunca a México, ni mencionado una sola vez a nuestro país en su copiosa obra, no invalida ese parecer. Como dice Bergson que dijo Aristóteles, el ser humano es un animal que (a diferencia de la hiena) ríe conscientemente. Pero aquí reímos de lo que a la mayoría de la humanidad la hace llorar. Ríen los albañiles o más bien sonríen desafiantes cuando, luego de soportar desde temprano los martillazos y el chirrido de la sierra y los gritos destemplados, vas a pedirles que le bajen el volumen a su radio. Y tan pronto te alejas un poco, se carcajean y lo vuelven a subir. Una sonrisa semejante encrespa la cara del líder de la izquierda al anunciar, frente a una muchedumbre aplaudidora, que violará la ley y la seguirá violando a su antojo y quien lo denuncie es traidor a la causa. Y si no se trata de aquel líder sino de un priísta o un independiente, también sonríe así. Y eso no es nada. Porque, como apunta Bergson, “la insensibilidad acompaña por lo común a la risa” y “la indiferencia es el medio natural de lo cómico”. Y lo menos risible del humor mexicano asoma cuando en una población del DF deciden linchar a unos policías que bien o mal realizaban su trabajo. Y, no contentos con destrozarlos a puñetazos y a palos y a patadas, los queman vivos o casi. Y las mujeres van a traer a sus hijos para que vean en familia el espectáculo. Y como ellas y sus maridos y los demás adultos ríen del sufrimiento ajeno, los niños aprenden a reír igual. Y dado que nadie paga por ese crimen, pues en México el pueblo jamás es culpable de nada, los linchamientos y otros asesinatos menos conspicuos se multiplican. Y en Puebla matan riéndose a un par de estudiantes despistados. Y en Guerrero no acaban de encontrar en las fosas clandestinas los cadáveres de cientos o miles de personas cuyos victimarios ríen mejor porque ríen siempre al último. En tales cosas piensas cuando te enteras de que tu vecinito, el niño Briseño, recogió un perro que alguien había abandonado en el parque. Y amarró al pobre animal con un collar de plástico que le lastimaba el cuello y le impedía moverse. Y, cuando otros vecinos lo regañaron, se llevó el perro de vuelta al parque. Y, como “nuestra risa siempre es la risa de un grupo” (Bergson dixit), se juntó con unos amigos. Y, ya en la noche, le metieron un cohete en el culo al perro. Y lo prendieron. Y entre risas vieron cómo el infeliz se retorcía de dolor. Y entre risas oyeron y hasta imitaron sus aullidos. Y luego lo colgaron de un árbol por el cuello. Y no dejaron de reír hasta que el ahorcado dejó de patalear. Y cuando te atreves a comentar el asunto con el padre de Briseño el risueño, el hombre te dice con una sonrisa retadora que no te metas. Que era solo un pinche perro. Y que te debería importar más la gente. L
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LABERINTO
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Perlas navideñas
Como ya es tradición, en estos días decembrinos ofrecemos un ramillete de textos inspirados en la Navidad. Abrimos con un poema de una de las máximas figuras de la literatura estadunidense y seguimos con cinco relatos que provienen de la más reciente generación de escritores mexicanos: seis piezas engarzadas con originalidad y esmero
la aldea de los pescadores Elizabeth Bishop
A
pesar del frío atardecer, en una de las casas un viejo remienda su red en la casi invisible caída de la noche; brilla el oscuro marrón-púrpura de su gastada lanzadera. Es tan fuerte el olor a bacalao que lagrimean los ojos y humedece la nariz. Las cinco casas visten pronunciados tejados y angostos travesaños que conducen a desvanes para el ir y venir de las carretillas. Todo es plata: la pesada superficie del mar, que lenta asciende como si temiera derramarse, es opaca, pero lo plateado de los bancos, las nasas langosteras y los mástiles, esparcidos entre dentadas rocas salvajes, revelan la aparente translucidez de los vetustos, diminutos edificios de musgo esmeralda en las paredes que dan a la costa. Los barriles están totalmente cubiertos con hermosas escamas de arenque y las carretillas están igualmente cubiertas de lechosas e iridiscentes conchas, de pequeñitas e iridiscentes moscas cintilando. Ladera arriba, tras las casas, plantado en el rocío disperso de la hierba, hay un cabestrante de viga antigua, rajado, con dos descoloridas manivelas y manchas de sangre seca, como la melancolía, donde el herraje ya se oxidó. El viejo, amigo de mi abuelo, acepta un lucky strike. Hablamos del descenso en la población, del bacalao y el arenque mientras espera que llegue la barca arenquera. Brillan, como lentejuela, las escamas en su chaleco y el pulgar; ha escamado, lo más hermoso, incontables peces con ese viejo cuchillo negro de hoja roma, de filo casi borrado.
Abajo, en la orilla del agua, donde jalan las barcas hacia la rampa que entra al mar, esbeltos plateados los troncos de los árboles yacen horizontales sobre grises piedras, descienden a intervalos de más de un metro. Frío oscuro profundo y absolutamente diáfano, elemento intolerable a los humanos, a los peces y a las focas... Tarde tras tarde miraba a una foca en particular. Despertaba su curiosidad. Le interesaba la música; y creía, como yo, en la total inmersión; así que solía cantarle himnos baptistas. También cantaba “Una fortaleza todopoderosa es nuestro Dios”. Erguida desde el agua me miraba atenta, moviendo apenas su cabeza. Desaparecía y de pronto volvía a emerger en el mismo sitio, con cierto desgaire, como si actuara contra su voluntad. Fría oscura profunda y absolutamente diáfana la claridad grisácea del agua helada... Al fondo, detrás de nosotros, los graves, altos abetos. Azulados, reunidos en sus sombras, miles de árboles navideños esperan la Navidad. El agua pareciera suspendida sobre el azul gris de las redondas piedras. He visto una y otra vez el mismo mar, el mismo leve e indiferente mecerse sobre las piedras, gélido y libre por encima de las piedras, sobre las piedras y luego sobre el mundo. Si hundieras la mano en él, de inmediato te dolería la muñeca, lastimaría tus huesos y ardería tu mano como si el agua fuese una transmutación del fuego alimentada de piedras para arder en la oscura llama gris. Si lo probaras, al principio te sabría amargo, después, salado, luego, seguro te quemaría la lengua. Es como imaginamos el conocimiento: oscuro, salado, claro, móvil, plenamente libre, extraído de la fría y áspera boca del mundo, nacido de rocoso seno, siempre fluye y se retrae; y al igual que nuestro conocimiento, es histórico: transcurre y pasa. Traducción: Jeannette L. Clariond
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sábado 19 de diciembre de 2015
DE PORTADA
FOTOS: ESPECIAL
hasta parecemos familia Jonathan Minila
L
legó puntual a la cita. Era la casa de su madre. Sacó el papel de su bolsillo, nervioso, y leyó el nombre: Cristina Gutiérrez Morales. Lo repitió en su mente y más abajo leyó: “Le dices Cristi”. Cristi, murmuró, y tocó el timbre. Mentalmente repasó todo. “No se preocupe”, le habían dicho, “de cualquier modo si algo se le olvida ellos lo ayudarán”. Por fortuna tenía buena memoria. Se escuchó el breve sonido de una campana. Empezó a correr el tiempo. Oyó pasos de alguien que bajaba por las escaleras a toda prisa. Eran sus sobrinos que tenían la extraña costumbre de competir por ver quién abría la puerta. “Lo primero que les dices siempre es que no le abran a extraños”. Así lo hizo. —No le abran a extraños —le dijo a Cati (Catalina) y a Edu (Eduardo) que peleaban ahora por abrazarlo. —¡Tío! ¡Tío! —gritaban éstos, al tiempo que se abalanzaban sobre él. De inmediato se sintió en casa. Se sintió querido. —¿Quién es, niños? —escuchó la voz de la que debía ser su madre. Él les hizo una seña para que no respondieran. —Shhhh… —¡Santa Claus! —gritó Edu, y luego se rio. “Edu es tu sobrino consentido”. —Loco —le dijo, y le removió el cabello como imaginó que se hacía a los sobrinos consentidos. —¿Quién? —preguntó su madre mientras bajaba las escaleras. Él se escondió detrás de un muro, “como cuando eras niño”, y cuando bajó la abrazó por detrás. —¡Cristi! —gritó. —¡Alejandro! ¿Estás loco? —gritó su mamá asustada. Luego lo abrazó, y le dio un beso en la nariz. Eso le conmovió mucho. Casi estuvo a punto de llorar.
Su madre, emocionada, lo llevó a la sala donde estaba su hermano, “el padre de Cati y Edu”, su esposa Ximena (“tú le dices Xime”) y su hermana Fernanda (“soltera, 35 años, contadora”). Por un instante se sintió incómodo. No supo qué hacer. Su hermano pareció notarlo. Se levantó, lo abrazó, y dijo una de “sus clásicas bromas”. —¿Estamos tan feos? —le dijo al tiempo que le daba palmadas en la espalda—. Hasta parecemos familia. Familia, familia… De inmediato se sintió en confianza. Lo abrazo también, con fuerza. Era su hermano. “Únicamente se ven una vez al año, en la cena de Navidad”. Se sentó con ellos y sostuvo una agradable conversación, “como cada 24 de diciembre”, entre risas y bromas. Sus sobrinos corrían de un lado a otro gritándole para que viera sus travesuras. La calidez del momento lo emocionó. Eso es lo que había querido y ahí lo tenía. Una bella y hermosa familia. Una rica cena. Por instinto miró el reloj. Aún le quedaban tres horas. Su madre se acercó. Platicaron de cosas más serias y rememoraron su infancia. —Eras incontrolable —le dijo ella al momento que le apretaba la nariz. Él le besó la mano. Se sentaron en la mesa. Lo niños estaban inquietos. —¿Ya vamos a abrir los regalos? —repetían una y otra vez. —Después de cenar, traviesos —les respondía la abuela. Ahí se sintió más la ausencia de su padre. Su lugar estaba vacío. “Murió mientras tú estabas de viaje”. Comenzaron con una rica ensalada. “Tú favorita”. Después fue el pavo, acompañado de un puré de papas dorado y de postre probaron
LA CALIDEZ DEL MOMENTO LO EMOCIONÓ. ESO ES LO QUE HABÍA QUERIDO Y AHÍ LO TENÍA. UNA BELLA Y HERMOSA FAMILIA. UNA RICA CENA
pastel de frambuesa. Platicaron de todo. Se sintió feliz. También cuando discutió con su hermano y cuando se reconcilió con él. Se abrazaron fuerte. Ya estaba un poco borracho. Hablaron sobre su padre y lloraron un poco. Se encaminaron a la sala y empezaron a repartir los regalos. Él no había llevado. “No es necesario que lleve”, le habían dicho. Estuvo tentado a mirar el reloj pero no quiso hacerlo. “Disfruta el momento, disfruta el momento”, se repetía una y otra vez. Sus sobrinos jugaban con lo que les habían regalado, su madre se reía feliz, él se había puesto el suéter que le habían dado. Fue un hermoso instante que se interrumpió con el sonido de una campana. El tiempo había terminado. De inmediato todos se relajaron. La mujer que representaba el papel de su madre dejó de sonreír y se quitó la peluca. El hombre y la mujer que habían sido sus hermanos durante unas horas comenzaron a desmaquillarse. Los sobrinos dejaron de jugar y entraron a una habitación donde los esperaban sus verdaderos padres. Un hombre de traje entró por una puerta. Era el agente que le había vendido el paquete. —Señor Alejandro —le entregó un papel—, gracias por adquirir este hermoso momento con nosotros. Espero que de verdad haya disfrutado su cena navideña. Lo grabamos todo por si quiere el recuerdo, aunque eso se cobra aparte. ¿Me podría firmar aquí? Gracias, qué amable. Vaya con cuidado y por favor no se olvide que todo el año tenemos servicio. Llámenos siempre que se sienta solo. Le dio la mano y echó un último vistazo a la casa. Vio a los actores poniéndose sus abrigos. No se despidió de ellos. Salió a la calle y se fue caminando a su verdadero hogar, donde sabía que nadie lo estaba esperando. L
Jonathan Minila (Ciudad de México, 1980). Es autor de Lo peor de la buena suerte.
LABERINTO
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CARTA DE BIENVENIDA Lola Ancira
C
ada año la muerte inaugura las fiestas de Yule, en Pictia. Durante los meses previos sus habitantes se preparan para una misma celebración: el solsticio de invierno. Al cumplir la mayoría de edad, el gobierno de Pictia le ofrece a todos los adultos la posibilidad de cumplir un deseo, con dos únicas reglas: solo se permite elegir a otros humanos, también mayores de edad, y expresarse con una honestidad plena. La Oficina de Justicia ha convertido los caprichos pueriles en necesidades, en deseos mortales y en un ejercicio catártico que ha evolucionado en su ejecución lo mismo que los autores en su malicia y aprehensión. La nieve grisácea que congela el único río que abastece a la población durante prolongados meses, el Clyde (mostrado en toda su majestad en la postal adjunta), ha nublado su juicio por el tiempo suficiente, cegando también su entendimiento de la clemencia. En Pictia el perdón se ha vuelto inexistente y el rencor es el único mecanismo que hace avanzar al tiempo. Dentro de la Oficina existen diversos Departamentos a los que son encausadas las cartas una vez examinadas, entre ellos el de Investigación, donde se valora el deseo en cuestión. El de Accidentes y Prevención propicia las circunstancias necesarias para lograrlo y evadir cualquier tipo de responsabilidad. El de Suicidios asiste a la muerte voluntaria de cualquier interesado, apegado siempre a las normas legales y éticas. Para asegurar el éxito al cumplir los deseos, se han designado a tres hombres cubiertos por completo con ropas negras para realizar cualquier tarea con la mayor precisión y a la mayor brevedad posible. Todas las dependencias tienen los recursos necesarios para actuar con libertad, e incluso existe el Departamento Legal y Jurídico. Cada uno cuenta con un consejo que estudia todos los casos y selecciona año con año los deseos más viables, aumentando indiscutiblemente la probabilidad de las cartas acompañadas por cheques o dinero en efectivo. El Departamento de Venganza es uno de los más solicitados durante esta época. A escasos días de iniciar las celebraciones, ha superado de manera exorbitante las expectativas del año en curso recibiendo, por poco, la totalidad de la correspondencia. Entre esas cartas se encuentran, como cada invierno, las escuetas, que expresan el simple deseo de la desaparición de otra persona, pero también las extensas, que describen con detalles que rayan en lo enfermizo cómo desean que sufra el objetivo en cuestión, qué utensilios o armas deberán usarse e incluso qué debe hacerse con el cadáver. Hay también quienes piden que se registre por cualquier medio el procedimiento, material que se les envía como obsequio durante el transcurso del 25 de diciembre. Otros, más sentimentales, solicitan joyas, mechones de cabello, un globo ocular o algún dedo, siempre conscientes de que no pueden pedir algo que exceda las dimensiones de la pequeña caja metálica asignada para este propósito. Durante décadas, dicho Departamento ha recibido infinidad de peticiones: el corazón de una mujer ajena; la fidelidad (que, tras algunas investigaciones, se descubrió en el centro mismo del lóbulo occipital) o incluso la visita del espíritu o ectoplasma de algún ser amado, a pesar de la única regla existente. Lo peculiar es que gracias a contados médiums que no cesaban de realizar estas peticiones, se inauguró el Departamento de Apariciones, donde se originaron entes que envejecen conforme lo hacen sus familiares, un toque que los vuelve mucho más cercanos a los vivos al no permanecer estancados en el tiempo como le sucede a los espectros comunes. Conforme a la información anterior y en caso de que decida acompañarnos en nuestras próximas fiestas, envíe su deseo a la misma dirección postal que aparece en la parte inferior izquierda de esta carta mientras tenga oportunidad. Bienvenido a Pictia y no olvide abrigarse bien. L
PELEA DE BOX Lorel Manzano
D
espués de muchos rezos, de invocaciones a la virgen con cabellos de oro y de abandonar en los charcos barquitos de papel con súplicas a los peces que beben agua en el río por ver a Dios nacer, llegó Santa Claus al salitral. Cuatro envoltorios bajo el triste pinito adornado con seis esferas y recortes deslucidos de renos, demostraban que la blanca Navidad existía, aunque los ojos ardieran bajo un sol bravo. ¡Pendejadas!, exclamó Emilio cuando su mujer, al notar el desconsuelo de las cuatro hijitas, reclamó regalos tan injustos: un par de patines para las pequeñas, un par de guantes de box para las mayores. El padre estaba feliz, corría de un lado a otro con un patín o un guante en las manos y rompía en risotadas cuando mostraba a las niñas cómo usar sus juguetes nuevos. ¡Mira, la chiquilla es brava!, exclamó alegre a su mujer, después de entrenar unos minutos a la Chiquis en el arte del boxeo. Siempre quise unos así, repetía infantil y, con la expresión de quien mira una escena completamente distinta a la que sucede frente a sus ojos, se sentó a contemplar a las criaturas hechas un revoltijo de manotazos, gritos, maldiciones. El padre llamó a la Chiquis. ¿Te quieres ganar otro regalo? La niña asintió. Entonces gánale a la grandota. En el plano vacío que entonces era el salitral, Emilio delimitó un ring en un patio imaginario, cercado apenas por unas piedras gordas que se había robado de la
construcción. Colocó a la Chiquis y a la Larguirucha al centro del cuadrilátero. Dos, cuatro, siete nudos muy fuertes alrededor de los guantes de box. Las bravatas. Los secretos para ganar una pelea. ¡De este lado la Chiquis Miaquis! ¡De este otro, la Larguirucha Estrella!, exclamó casi arrastrando de la mano a la hija mayor. Hizo chocar los guantes. Ya se verá quién es la buena aquí, dijo alocadamente y con un tronido de labios dio inicio a la función. La Chiquis, haciendo círculos con el brazo enguantado como si se tratara de un mazo de gladiador, avanzó hacia la hermana. Por su parte, Larguirucha Estrella se dedicó a esquivar una y otra vez la furia de la hermanita. ¡Fin del primer round!, gritó Emilio, tembloroso de tanto reír. Sonó de nuevo la campanilla. La Chiquis, muy envalentonada, fue a darle a la Larguirucha soberana patada en la espinilla. ¡Así no! ¡Así no!, detuvo Emilio la pelea. ¡Es box, no lucha libre! Corrió hacia la Larguirucha para animarla. Le echó un vistazo a la pierna, dijo que podía continuar y le dio técnicas de boxeo mostrando, con amplios ademanes, el secreto para aplastar a una más pequeña. Pero la Larguirucha no le hacía caso alguno, miraba intranquila en derredor. De nuevo avanzó la Chiquis hacia la Larguirucha, quien la detuvo con un manotazo en la cabeza, defensa que solo exacerbó el furor de la Chiquis: se aventó como loca soltando patadas y manotazos por igual. Larguirucha Estrella recibió valientemente los primeros golpes, pero como la otra no se calmaba, se escondió detrás del réferi. En el quinto round, Larguirucha Estrella estaba pálida, tenía en el rostro el puchero contenido. ¡Tú también pégale!, le pedían las hermanas menores. ¡Defiéndete, tonta, si no siempre te van a ganar!, gritaba el padre a todo pulmón. Sonó la campanilla. Desgreñada e iracunda, avanzó la Chiquis hacia su hermana mayor, quien estaba ahí, de pie, los brazos caídos, la cabeza gacha, para acomodarle un derechazo en la quijada, al cual le siguieron patadas en las piernas, manotazos en el pecho, un jalón de mechas y un empujón que mandó a la otra al suelo. Larguirucha Estrella se quedó ahí, tumbada, mirando inexpresiva su guante. Tantos rezos e invocaciones a la virgen con cabellos de oro, súplicas al dios nacido escritas en barcos papel; después de mucho soñar con peces que beben agua en el río y Santa Clauses y renos y copos de nieve, la blanca Navidad ni se asomaba. Solo ardían los ojos bajo un sol bravo. Emilio, con la Chiquis en hombros, se paró frente a la Larguirucha. No puedes decir que ésta es mi hija, le dijo rencoroso a su mujer. Mírala bien, lo que tiene de grandota lo tiene de pendeja. L Lorel Manzano. Premio Bellas Artes
Lola Ancira (Querétaro, 1987). Es autora de
Tusitala de óbitos.
de Cuento San Luis Potosí 2014 por Acá
pura matanza.
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el regalo
Maritza M. Buendía
D
esde hacía una semana, la serie de luces blancas había sustituido el cable de luz neón que enmarcaba el contorno de la pista. Ahora, El Qwin también se dejaba contagiar por el ambiente de Navidad que se respiraba en las calles, ese que entraba como oleada cada vez que uno de los guardias de seguridad abría la puerta para dejar pasar a otro cliente. Afuera, las esferas de colores, los niños dioses, las cajas de heno y de musgo, la agradable sensación de tener dinero en la cartera, llenaban de entusiasmo a Jorge y a Susana. Caminaban tomados de la mano, cargando paquetes y bolsas. “Bufanda para tu papá, listo; el nuevo jeep de Barbie, listo; caja de dentista play doo, listo…”, enumeró Susana con los dedos, repasando una lista imaginaria. “¿Y mi regalo?”, interrumpió Jorge con una sonrisa, consciente de que el dinero sería destinado para el predial o para el seguro del auto. “¿Te parece si lo demás lo compramos mañana? Aprovechemos nuestro viernes”, coqueta, Susana se mordió los labios y enrolló en uno de sus dedos un mechón de cabello. “¿Quieres ser mi novio?”, susurró al oído de Jorge, humedeciendo sus palabras, envolviendo la oreja de su esposo en un cosquillear de aliento cálido. Qué maravilla que los abuelos aún estuvieran fuertes. Qué maravilla que quisieran tanto a sus nietos: la inteligente Sofy de seis años y el travieso Jorgito de cuatro. Qué maravilla que Susana lo condujera hasta El Qwin, con esa seguridad de las mujeres que se saben amadas y hermosas. “Sí, es mi mujer”, pensó Jorge cuando ordenó la sexta cerveza de ella y la ya– no–sabe–cuál de él, orgulloso ante la mirada de los hombres que picoteaban el escote y las caderas de Susana. Con deleite, ella comenzó a chupar la mitad de un limón y, por unos segundos, su pregunta fue como una moneda
momento de renuncia Maira Colín
Héroes de la Independencia 301, colonia Morelos 13 de noviembre Querida Ximena:
¡
Acabo de mudarme de casa de mis padres! He juntado apenas unos muebles, pero tengo lo necesario. Me siento feliz. Es un cuarto pequeño y encantador, aislado. Está casi al final de una vecindad. Los techos son altos, las ventanas viejas pero enormes. El color es feo, pero ya me conoces, no soy el más exigente con respecto a esos temas. La gran sorpresa es que casi detrás de mi nueva casa está la tuya. Si me asomo con cautela para no caerme, puedo ver tu ventana. ¿Quién hubiera imaginado, cuando estudiábamos en la prepa, que algún día viviríamos tan cerca? Ahora estoy sin novia. No me lo has preguntado, pero he querido decírtelo. De vez en cuando es mejor ir al grano, ¿no crees? Quizá lo último que supiste de mí fue que estuve internado una temporada y tuve algunos altibajos. Ahora me encuentro muy bien. Espero poder invitarte a mi casa pronto. Estoy retirado de la vida académica. Ser filósofo es pasearse de un lado a otro en una habitación muy pequeña y yo no quepo en ese mundillo. Necesito poder caminar a mis anchas, respirar como respiro aquí, en mi nuevo hogar. He tenido que gastarme mis ahorros para dar este paso. Cuando firmé el contrato de renta casi lloro. Me sentí feliz. Y en la primera persona en quien pensé fue en ti. Después de tantos años de estudio, no he podido hacer ningún patrimonio. Las becas no alcanzan para nada. A veces me avergüenzo porque sé por mi madre que muchos de nuestros excompañeros han hecho mucho más dinero que yo a estas alturas de la vida. Luego pienso que cada quien lo suyo. Claro que no estoy molesto por eso. No soy así. Lo sabes. No puedo esperar a enseñarte el regalo que te tengo preparado. ¡Son los poemas que te escribí cuando nos conocimos en tercero! ¿Los recuerdas? Te mandé algunos en cartas que dejé entre tus libros de geometría. Pero ahora los he reunido y te he hecho un libro. Lo hice antes de mi última gran crisis. Los escondí entre mis libros del doctorado para que mis padres no los tiraran a la basura. Pensaban que material como ese era el que me tenía en crisis. No podían estar más equivocados. Aquí está y te espera. Tan entusiasmado y exhaltado como yo. Tengo ganas de comprar un par de pósters de Dalí y colgarlos junto
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en el aire: “¿Cuál te gusta?” Intermitentes, las luces blancas alrededor de la pista regalaban recortes de cuerpos: unas sandalias de tacón altísimo, transparentes, unos muslos girando alrededor de un tubo, unos senos redondos. Desde lo alto, un gorrito de Santa Claus cayó al piso, soltando una mata de cabello negro a lo largo de una espalda. En seguida los aplausos y los gritos, y los dedos de Susana jugando otra vez con su cabello, y sus pequeños dientes mordiéndose los labios, chupando un limón: “¿Qué tal ésa, la que tocó el techo con los pies?” El silencio volvió pesada la lengua de Jorge y lentos, hasta el cansancio, cada uno de sus pasos. Él se dejó conducir por la mano tibia de su esposa y por las anchas caderas de una mujer desconocida. Los tres sortearon mesas, hombres, sillas, hasta llegar al fondo del salón, donde había un cuarto de ventanas sin cortinas. Adentro, un único sofá corría a lo largo de cada una de las paredes. No estaban solos: otras cinco mujeres atendían a otros cinco hombres. Con naturalidad, Susana se hizo espacio entre dos hombres y le indicó a Jorge su lugar. Luego comenzó a desabrocharse la blusa. Cuando las caderas de la Santa Claus montaron a Jorge, él no pudo evitar que un ronco suspiro escapara de su pecho. Hipnotizado por el ir y venir de los pezones justo enfrente de su cara, intentó desviar los ojos y concentrarse en las manos de su esposa, quien sujetaba la cadera de la Santa Claus para soltar los hilillos de la tanga, como si lentamente desatara las cintas de un moño grande, rojo y dorado. “Y esto es para ti”, era la voz de su esposa, la misma voz que todas las mañanas lo apuraba a levantarse, a arreglar las cosas de los niños para ir a la escuela. O tal vez no. Esta noche, su voz era sinuosa y entrecortada, suave, llena de tonos y de matices. “Feliz Navidad, querido”, susurró una Susana demasiado dulce, una Susana feliz. Y Jorge, simplemente, estiró los brazos para tomar su regalo. L Maritza M. Buendía (Zacatecas, 1974). Es autora de Rumores,
gatos y otros cuentos . Premio Gilberto Owen 2012.
a mi cama. Recuerdo que era tu pintor favorito. ¿Lo sigue siendo? Porque después de saber de tu afición, me dediqué a estudiarlo. Tengo otra noticia. Espero que no te moleste, pero hace un par de semanas busqué a Adriana, la que era tu mejor amiga. ¡Después de tantos años! Dice que ya no son tan cercanas. Lo entiendo. Me ha dicho que no debía buscarte, pero creo que lo dice por la distancia que hay entre ella y tú. Le contesté que quién sabe lo que nos depara el futuro. Quería decírtelo para que no te lleves ninguna sorpresa. A veces me siento como si el tiempo no hubiera pasado. Es curioso cómo eso que todos veían como “mi éxito académico” siempre me dio un regusto a fracaso, como respirar esmog a todas horas. ¿Existe una palabra para nombrar todo esto? Creo que no, por lo menos no he podido encontrarla. ¡Ay, Ximena! No quiero criticarte, no podría, pero siempre ha sido muy difícil hablar contigo. Las veces que hablamos, me daba la impresión de que tu voz era muy tenue, como si te costara trabajo estar frente a mí. Supongo que ese es el problema. Recuerdo alguna vez haber marcado a tu casa. Te quedaste en silencio hasta que el sonido de la línea se interpuso entre los dos. ¿Dejaste colgado el auricular y la llamada se cortó?, ¿te quedaste callada y luego colgaste?, ¿fue un problema de la línea telefónica? Esa duda me ha invadido por años, he pensado mucho en ello, por eso te lo pregunto. Este es un buen tiempo, la medicación me ha ayudado. Puedo dormir y pensar sin saturarme. Mi médico dice que ahora hay muy buenos fármacos para la gente como yo. ¿Cómo es exactamente la gente como yo?, le pregunté alguna vez. Su respuesta no fue muy clara: algo de poder cuidar de mí mismo. Dejar atrás esa agua oscura que veo por todas partes, un líquido que se queda entre mi piel, que a veces siento como la piel de un gran animal adormilado. En fin, no quiero aburrirte con detalles sin importancia. Ximena, soy muy feliz, por eso te escribo esta carta. Escucho mi corazón a todas horas; retumba en estas altísimas paredes, me corta por dentro. Durante mucho tiempo pensé que nadie me ha herido como tú lo hiciste. Tus ojos de asombro, de ansia, cuando te dije que te quería. Ni una pizca de humildad en tu alma. Yo llevaba un anillo que todavía, de cuando en cuando, sueño que te lo meto por los ojos. La carne viva en la tierra y la sangre que brota hacia la luz, amada Ximena. Pero ese anillo se ha perdido. Ahora solo estamos tu libro y yo. Pronto será Navidad; esta carta habrá llegado a tus manos ya para ese entonces y los dos hemos de comenzar una nueva historia. Te lo aseguro. Te amo. Quedo de ti. Quedo contigo. Hugo L Maira Colín (Ciudad de México, 1978). Premio Nacional de Ensayo Político José Revueltas 2015.
DE PORTADA
LITERATURA
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LABERINTO
FERNANDO FERNÁNDEZ
Gerardo Deniz o la rigurosa necesidad A un año de su muerte (20 de diciembre de 2014), Gerardo Deniz vuelve a estar entre nosotros con la nueva edición de Visitas guiadas (Dirección General de Publicaciones de Conaculta), suerte de lista de ingredientes de algunos de sus poemas y cuya presentación ofrecemos a nuestros lectores ENSAYO FERNANDO FERNÁNDEZ
L
a advertencia que antecede a la serie de visitas guiadas que recoge este volumen, y que fue escrita para su primera edición (Gatuperio Editores, octubre de 2000), es bastante clara: “Nadie diga que éste es un libro de ‘explicaciones’. Nada hay que explicar”. Fiel a ese espíritu, me limito a ofrecer algunos datos sobre su historia con el propósito de que el lector tenga elementos suficientes para apreciar debidamente el conjunto. Desde poco antes de la publicación de Adrede, su primer libro (Joaquín Mortiz, 1970), Gerardo Deniz escribió “listas de ingredientes” de sus poemas. Un día se animó a dar a conocer uno de aquellos textos; a esa publicación siguieron otras. Como el ejercicio fue de su gusto, lo practicó más o menos activamente durante algunos años. Hacia finales de siglo, eran cerca de cuatro decenas; entonces, cuando se lo propusieron, aceptó reunirlos en forma de libro. El primero que fue escrito para ser divulgado fue el que dedicó al poema “Bruyéres”: apareció en la revista Cartapacios (número 2, pp. 16–17,
julio de 1979), y luego se reprodujo con algunas erratas en Vuelta (número 120, p. 65, noviembre de 1986). Más tarde, Deniz lo incluyó en la antología Mansalva, donde lo acompañó de tres más: los dedicados a “Bruja”, “Vivisección” y “Posible” (Lecturas Mexicanas, segunda serie, número 85, SEP, México, 1987; hay segunda edición: Editorial Mansalva —llamada así, por cierto, en homenaje al libro—, Buenos Aires, 2012). Es interesante echar un ojo a la manera en que los presentó aquella vez: “Con este género de textos en prosa trato nada más de enriquecer, por un lado especialmente mío, las lecturas de quienes se sientan inclinados a tomarlos en cuenta, lo cual no es forzoso”. Por lo que dice, sabemos que hubo quien se molestó por la existencia de esas prosas: “Ante los ofendidos por principio, no me queda sino excusarme, pensando que esa libertad interpretativa suya, tan quisquillosa como frágil, debe de padecer mucho en este mundo, donde por lo general el humo sube y las piedras caen —al igual que lo hacen hasta en mis poemas más problemáticos” (Mansalva, p. 9)—. Con el paso del tiempo, el poeta perdió el interés en ese “género de pasatiempo” y renunció a él.
Es cierto que los comentarios a los poemas reunidos en este libro no son los únicos que escribió. Entre los que dejó fuera hay uno particularmente interesante: un apunte esquemático fechado el 20 de junio de 1968, es decir un par de años antes de la aparición de Adrede, que muestra su manera de proceder no solo al comentar sus propios poemas, objetivo de ese género de trabajo, sino a la hora de escribirlos. Se trata del análisis, hecho a mano en el sentido horizontal de una hoja de papel tamaño carta, de “Madrigal cuarto”, poema que terminaría formando parte de la penúltima sección de su primer libro, y que no es sino una reescritura del célebre madrigal de Cetina. El documento, que daría para un pequeño ensayo independiente, se publica aquí por primera vez. El caso más importante de comentario no recogido en este volumen es el que escribió para “Piel de tigre”, también de Adrede, que fue publicado en el número 35 de Viceversa (abril de 1996). Ese texto, si bien tampoco fue incluido en las páginas que siguen, puede leerse en Red de agujeritos, el libro que reúne lo que publicó en la revista de ese nombre (El Gabinete de Curiosidades de Meister Floh, Ficticia Editorial, México, 2012, pp. 89-96). ¿Qué es lo que hay detrás de la decisión de Deniz de referirse a sus propios poemas? Sin duda, demostrar que casi nada de lo que menciona en la gran mayoría de ellos es gratuito, y que todo responde a la rigurosa necesidad. Pocas veces tendremos ocasión de ver con tanta nitidez el mecanismo de su operación imaginativa, que surge y se apoya de manera constante e hila cuidadosamente a partir de un apretado mundo de referencias. En el comentario dedicado al poema “Duramen”, lo dice con todas sus letras: está hablando de su primer verso, que tiene algo más que un eco de la famosa primera línea de un poema de Valéry, cuando añade: “Para quien tenga curiosidad por mis procedimientos […] es un inmejorable ejemplo de mi propensión natural a tener presente siempre, en lo posible, y sobre todo al escribir, mi contenido cerebral y visceral íntegro, y a echar mano de cualquier cosa en cualquier momento. A veces la alusión puede ser significativa y reflejar afi nidades esenciales. Otras veces, como aquí, no”. Los poemas que se comentan en este libro provienen de los siguientes títulos: Adrede (3), Gatuperio (16), Enroque (11), Mundonuevos (1), Amor y oxidente (2), Op. cit. (2) y Ton y son (1). En total, 36 poemas. A esta segunda edición se suma el texto al que Deniz se refi rió en la advertencia de la primera explicando que “la más terrible” de las visitas guiadas no figuraba en sus páginas: el poema se llama “Allanamiento de violeta” y es el último de la serie “Fosfenos”, sección que abre Grosso modo (FCE, 1988). En el año 2000, al entregar Visitas guiadas, decidió no incluirlo; poco antes de su muerte, cuando planeábamos esta edición, se cuidó de que aquel trabajo fuera restituido a su lugar original. El lector lo encontrará al fi nal de este volumen. Además de algunas otras singularidades, se acompaña de un mapa y tres sonetos. Es posible que la decisión de reservarse aquel texto esté en su tema, que no es otro que el “Hora”, de Enroque, que sí fue publicado en aquella ocasión. Para la facilidad de las consultas que se desprenden de la lectura de este libro, hemos sustituido las referencias bibliográficas de las ediciones originales de Deniz, que son inasequibles en su gran mayoría, por las que conducen a Erdera, su poesía completa hasta 2005, editada por el Fondo de Cultura Económica, cuyo tiraje está lejos de agotarse. Lo más valioso de la primera edición de Visitas guiadas es que fue cuidada por su autor, y por lo tanto, como todos los libros que aparecieron en vida suya, y que casi invariablemente vigiló en persona, está bastante limpia de errores y erratas. De aquella edición se ha sacado ésta. L
MILENIO
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× A
COCODRILO DAVID VANN Random House México, 2015 223 pp. Varado en un puerto de narcos es el subtítulo de estas memorias noveladas y hechas thriller del autor nacido en Alaska pero radicado en Nueva Zelanda, así que ya podrá adivinar de qué va la historia de quien antes de convertirse en escritor organizaba cruceros y chárteres educativos a bordo de su velero. De cualquier modo, digamos que se trata de las pesadillescas aventuras de Vann cuando su nave quedó varada en Puerto Madero, centro de operaciones del narco mexicano y zona de prostitutas y policías corruptos. No apta para incrédulos ni patriotas que se ofenden con la realidad aciaga del país.
CARNE DE DIOS HOMERO ARIDJIS Alfaguara México, 2015 216 pp. “Carne de Dios” es el nombre que reciben los hongos que curan los males corporales y espirituales. Son alucinógenos y hablan un lenguaje para iniciados, como María Sabina, la mujer sin edad que se hizo leyenda desde Huautla. Esta novela gira en torno a su figura, que atraía sin distinción a renegados y aventureros. Transcurre a fines de la década de 1950 y convoca a personajes reales e imaginarios. Los beat no son los menos atractivos de entre ellos. Por ahí encontramos también a un falso John Lennon, a Fernando Gutiérrez Barrios y hasta a Dennis Hopper.
NUEVO MUNDO WILLIAM BRONK Libros Magenta México, 2015 116 pp. Más que con la mirada del historiador, es con la del filósofo que el poeta y ensayista estadunidense William Bronk se acerca a cuatro ciudades prehispánicas: la inca Machu Picchu y las mayas Tikal, Palenque y Copán. El tema es la manera en cómo manejaron el tiempo y el espacio. No hay condescendencia en el acercamiento de Bronk, y sí objetividad y reconocimiento hacia los hombres que realizaron esas obras. Para él, esos hombres son nuestros contemporáneos porque, y esa es una de las ideas centrales del libro, tanto ellos como nosotros habitamos un presente continuo.
LA UNIVERSIDAD REDIVIVA IGNACIO SOLARES Taurus México, 2015 117 pp. Entre abril de 1999 y enero de 2000, la UNAM fue secuestrada por un grupo de estudiantes que impusieron la huelga. De aquí parten los diálogos que Ignacio Solares sostiene con el ex rector Juan Ramón de la Fuente y muy pronto recalan en el futuro de la educación pública y gratuita, la responsabilidad social de la UNAM, sus nexos con el proyecto de nación y su relación con los actores políticos. Las preguntas y respuestas discurren amistosamente pero no por ello renuncian a pensar la UNAM como una institución que es necesario fortalecer y renovar.
MUSEO DE GRIMA E INSOMNIO ALFREDO GARCÍA VALDEZ Conaculta/ Ediciones sin nombre México, 2015 148 pp. Discreta pero sostenida es la presencia del poeta Alfredo García Valdez en nuestras letras. En su nuevo libro, dividido en dos partes, “Sistema métrico decimal” y la que le da título al libro, maneja formas tradicionales como la décima, el soneto y la copla, pero no por someterse a sus reglas pierde libertad. García Valdez hace lo que el verdadero artista debe imponerse: juega con ellas y las renueva. Para ello se vale de referencias a figuras de la mitología clásica como Narciso e Ícaro, animales y también figuras cercanas a nosotros como los periodistas.
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
CAMPEÓN GABACHO
Aura Xilonen Literatura Random House México, 2015
Foquin morro bajo las estrellas ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
T
iene 19 años, estudia cine en la BUAP y con Campeón gabacho obtuvo el Premio Mauricio Achar de 2015. Pertenece a una generación que solo se reconoce en los libros que ha leído. Es tan… súbita para el mundo. ¿Qué edad tienen, por ejemplo, las “jóvenes” novelistas que la precedieron —Valeria Luiselli, Orfa Alarcón, Fernanda Melchor—? Aura Xilonen hace creer que los nacidos en la década de 1990 tienen vida más allá del blog, las series de televisión y el tuit promovido a la categoría de microrrelato. Se antojaría que Campeón gabacho invoca a una estrella del boxeo pero los juegos de cintura, los ganchos y rectos se dan a pequeñas dosis. En realidad, invoca a un pícaro cuya única virtud es la de superarse cada día más como peleador callejero. Responde al nombre de Liborio, proviene de algún agujero innombrable de México y, al igual que Lázaro de Tormes, define su maltrecha humanidad en virtud del hambre que consigue satisfacer o engañar. Debemos proyectarlo entonces con la piel curtida de un sobreviviente a la orfandad, al río Bravo, a la migra, a los cazadores de migrantes, al racismo y a sí mismo, sobre todo a sí mismo, pues no duda en sembrar su camino de peligros sin fi n. Este pícaro tiene una estimulante propensión a meterse en problemas con todos los habitantes de esa anónima ciudad estadunidense a un tiempo inmaculada y repulsiva hasta que encuentra refugio en un albergue donde se reconoce en el desamparo de otros niños en quienes presentimos la marca de golpes sin consistencia física, morados y profundos. De la calle a una comunidad de iguales en la desgracia, del trance solitario a la vida en común que sabe aferrarse a las poquísimas cosas que en verdad tienen importancia: no es otra la peripecia que traza Campeón gabacho. Como la del Auggie March de Saul Bellow, la carrera de Liborio ilustra la ascensión de la humanidad incompleta a la humanidad que se mide por la compañía de otros hombres, aun sabiéndose sola: “Yo estaba feliz, contento, pero de vez en cuando, cuando nadie me veía, miraba hacia la puerta para ver si de casualidad ésta se abría”. Si Campeón gabacho consigue superar la insulsa enumeración de injusticias que padecen los inmigrantes mexicanos es porque no únicamente conduce hacia una dimensión ética sino porque esa dimensión se expresa en un neoespañol —no spanglish, por favor— cuya oralidad huye del mimetismo para adquirir una tonalidad auténtica y originalmente literaria. Así escribe Liborio, que hace correr su insatisfacción por Campeón gabacho: “bajo ese jeroglífico que lanza madrazos ectoplásmicos a solo unos cuantos, cuando entre las calles, entre las farolas, entre los jardines colgantes de las foquin estrellas, alguien, en silencio, se enamora”. En efecto: las foquin estrellas guían a esos benditos personajes de novela creados y magnificados por Aura Xilonen, que buscan en vano una puerta abierta y pierden el don de la pelea una vez que dejan de escuchar su propia voz. L
CINE
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p. 10
LABERINTO
ESPECIAL
Un tema alterno es la forma en que las parejas se mimetizan.
Esa era otra de mis inquietudes. ¿Hasta qué punto podía tratarlos como personajes separados o como un personaje conjunto? ¿En qué momento terminaba uno y empezaba el otro? Eso nunca quedó del todo claro. Más de 60 años juntos da para mucho y es difícil saber en qué medida se componen uno del otro. ¿Y en qué momento dejó de verlos como sus abuelos y los convirtió en personajes?
Creo que pueden convivir ambas cosas. Nunca antepuse la dirección a ser nieto. No hacía falta usar una autoridad porque era como jugar tiernamente al cine.
Hermes Paralluelo
¿Se cuidó de no exhibir sus fragilidades?
“Me interesa el cine desmaquillado” No todo es vigilia aborda la inminencia de la muerte desde la perspectiva de una pareja de ancianos que comparten su vida desde hace 60 años HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
ENTREVISTA
A
ntonio y Felisa viven juntos desde hace más de 60 años. Sus fuerzas empiezan a flaquear y su estado de salud, cada vez más frágil, les impide cuidar el uno del otro. Los ancianos son también los abuelos del cineasta español Hermes Paralluelo, quien en No todo es vigilia retrata el cariño en la vejez, las noches en duermevela por miedo a la soledad, a la muerte y a la separación. ¿Por qué filmar a sus abuelos?
Desde que empecé a estudiar cine, o incluso antes, les pedía que me contaran sus historias, pero el mayor detonante se dio en Argentina mientras filmaba Yatasto, una introspección sobre una familia que no era la mía. Fue entonces
cuando me dieron ganas de hacer una película sobre ellos y la proximidad de su desaparición. ¿Qué le llamaba la atención de la historia: la convivencia, la vida en pareja?
Argumentalmente, no había un estímulo demasiado sólido. Retratarlos y verlos caminar justificaba, al menos para mí, hacer la película. Sabía que su simple retrato me permitiría conocer sus miedos y deseos. Contrapone su fragilidad con sus deseos, lo que ellos quieren contra lo que se puede.
No sé si tienen tantos deseos inalcanzables. Mi abuelo se toma la vida con mucha resignación y se debate con un
HOMBRE DE CELULOIDE
deber que ya no puede cumplir: proteger a mi abuela. Padece su fragilidad en tanto que no puede cuidar a su mujer, quien es el motor de su vida. En el caso de mi abuela, se mueve por miedo.
¿Descubrió eso desde el principio o sobre la marcha?
Un poco desde el principio. Cuando empecé a escribir la película mi abuela estaba en el hospital y teníamos tiempo para hablar con él. Ahí descubrí que era más fuerte la ausencia de mi abuela que la presencia de mi abuelo. Y cuando estaba con mi abuela, también. Había una tensión invisible que siempre los reunía y quería hacer una película sobre esas tensiones invisibles.
Sobre todo en el documental.
Me interesa el cine desmaquillado, desnudo, desencarnado. Ya sea documental o ficción, si no hago la verdad con cierta urgencia, no me estimula mucho. “No todo es vigilia” proviene de Macedonio Fernández.
Pertenece al título de un libro, No todo es vigilia la de los ojos abiertos, que se refiere a distintos estados perceptivos más allá de la vigilia. Todos pueden dialogar de una manera llana. Me gusta que en el cine convivan el sueño, el ensueño y la vigilia. ¿Qué sensación le produce verse en el espejo de sus abuelos?
Es una suma de muchas cosas; uno no se libera de ciertos miedos. Al mirar frontalmente a la muerte se exorcizan ciertas cosas y te liberas. El sufrimiento pasa; no hay mal que dure cien años. L
FERNANDO ZAMORA
Enamorarse no es de gente normal ESPECIAL
E
s lugar común decir que una actuación es excepcional cuando se trata de interpretar a una persona discapacitada. El lugar se confirma en Margarita con popote, obra india que vuelve a poner a Bollywood en el mapa del cine mundial. Que la actriz Kalki Koechlin hace un trabajo excepcional lo demuestra una escena al principio de la película: el elevador de la prepa se ha descompuesto y Laila, una chica con parálisis cerebral, tiene que ser subida, con todo y silla de ruedas, por las escaleras del edificio maltrecho. Koechlin transmite vergüenza, desamparo y la fragilidad de quien está irremediablemente a merced de otros. Llegados aquí, es importante aclarar que Margarita con popote trasciende la típica película sobre discapacitados: en otra escena ofrecen a Laila un premio y la animadora tiene el mal gusto de decir que se lo han dado porque es especial. Laila enfurece. No quiere ser reconocida por su parálisis sino porque su trabajo vale la pena. Poco a poco comenzamos a identificarnos con ella al margen de
En la película están expuestas las fragilidades. No hay por qué no mostrarlas cuando se trabaja con respeto, ternura y una distancia justa. El cine es un acto de desnudez. Yo lo hago y las personas que están frente a la cámara también.
Margarita con popote (Margarita with a Straw). dirección: Shonali Bose y Nilesh Maniyar. con Kalki Koechlin, Revathy, William Moseley, Hussain Dalal. India, 2014.
la minoría a la que pertenezcamos. Y es que lo que nuestra heroína quiere es encontrar su lugar en el mundo, lo cual incluye hallarse un amor. Ahora bien, ¿quién se atreve a amar a una paralítica cerebral? En ello estriba la originalidad de Margarita con popote y el trabajo de Kalki Koechlin quien, efectivamente, construye un personaje a quien uno no puede dejar de amar, incluso eróticamente.
Margarita con popote no se detiene en mojigaterías sexuales pero tampoco transgrede la intimidad de su protagonista. La aventura de crecer (discapacidad aparte) incluye viajar a Nueva York, tomarse un margarita y atreverse a amar a una chica. Todo esto bastaría para que la película fuese recomendable pero hay más: a pesar de nuestros prejuicios, la parálisis de
@fernandovzamora
nuestra heroína termina por olvidarse. El director nos pone más atentos en torno a la cuestión de nosotros mismos cuando nos enamoramos de modo que, si conseguimos introducirnos en la vida de Laila, veremos que el amor nos vuelve tan vergonzosamente frágiles como ella lo fue aquel día en que tuvo que ser subida por sus compañeros por las escaleras de la prepa. Establecido, pues, que todos nos volvemos un poco incapaces cuando nos enamoramos, los problemas físicos de la protagonista pasan a segundo plano. La magia sucede y tal vez podremos verla por dentro. Entonces entenderemos que haya quien se enamore tanto de Laila. Después de todo su sonrisa es hermosa, tanto como el amor por su madre, su cabello cuando abre la ventana en el coche que la conduce a la escuela, el agua sobre su cuerpo y aun las torpezas de quien quiere ser amable pero dice una estupidez. Bollywood sigue produciendo películas tan interesantes como Margarita con popote y (hace unos años) Amor a la carta: melodramas que enseñan a disfrutar de la vida a pesar del enorme esfuerzo que implica volverse lo suficientemente anormales como para ponernos a merced de los otros, en un categórico estado de indefensión. L
MILENIO
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ESCENARIOS
ESPECIAL
Ser Tosca La ópera de Puccini se presentó en Bellas Artes la semana pasada. Violeta Dávalos cantó el protagónico, un rol que ha interpretado durante 25 años. ¿Cómo ha crecido la heroína dentro de una de las más grandes sopranos mexicanas? HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
VIBRACIONES I
La soprano Violeta Dávalos ha sido Tosca casi toda su vida. Debutó con Tosca en Bellas Artes en 1989 y fue Tosca en Bellas Artes la semana pasada. “Ser” es el verbo correcto. La ópera contemporánea exige verosimilitud en crudo; encarnar con la voz y el cuerpo la vida de un personaje. Ser Tosca implica asesinar al hombre que va a violarte, presenciar la ejecución de tu amado y arrojarte al vacío desde lo alto del Castillo de Sant’Angelo. —¿Qué tipo de fuerza? ¿Vocal, física o espiritual? —Las tres. Si no tienes la voz, el papel te arruina; si no tienes el cuerpo, te tira, y te quiebras si no tienes el espíritu.
II
Puccini (1858–1924) no abre grandes perspectivas dramáticas en Tosca (1900), su quinta ópera. Diálogos abruptos; acción continua y rápida. Éste escapa, aquél persigue; una escena de celos y luego juramentos de venganza: así avanza la trama. La música es continua, sin números cerrados ni rupturas. Una orquestación sinfónica que incorpora el procedimiento del leit motiv wagneriano (se repiten cerca de 60 temas asociados con situaciones, personajes u objetos) presenta pasajes de aliteración (los instrumentos describen exactamente lo que pasa en escena, como el errático y
pesado andar del sacristán o la graciosa ligereza en el abrir de un abanico) y es rigurosa hasta la obsesión con la autenticidad de los ambientes (un ejemplo: las campanas deben tocar en mi grave, pues así sonaban en la Roma de 1800).
III
—¿Es Tosca un papel ingrato? —Si una soprano está buscando lucimiento vocal, podría considerarlo ingrato, pues Tosca tiene un aria única (Vissi d’arte, en el segundo acto). Heroínas puccinianas anteriores, como Manon Lescaut (cortesana) y Mimí (costurera), estaban hechas (reflejos del machismo italiano al fin y al cabo) para amar y sufrir, llorar y esperar. Quietas vivían; inertes, de fantasía en fantasía. La corriente verista (particularmente los dramas del francés Victorien Sardou, conocido como “El Caligula del teatro”) inspiró a Puccini para trazar a Tosca: una mujer brava, de armas tomar y respondona. Tosca actúa, no reflexiona; se entrega con el cuerpo antes que con el pensamiento, y le ata corta la correa a su amado Mario para prevenir que pueda ponerle el cuerno. Así las cosas, su canto no puede ser bello ni delicado. —¿Cuál es para usted, como soprano, el encanto de ser una heroína sin arias ni canto hermoso?
DANZA
La soprano Violeta Dávalos
—Cuando soy Tosca tengo que hacer creíbles sus emociones, que son el verdadero motor de la ópera y presentarlas profundamente humanas. El encanto es ir desdoblando eficazmente el contenido de su alma: convertirla de arrogante diva en mujer leal, de valiente asesina en amante liberada.
IV
Violeta Dávalos cumplió 46 años en septiembre. En el escenario pasaría por veinteañera. Hace cuatro horas de gimnasio diario y una la dedica exclusivamente a subir y bajar escaleras. Su figura es esbelta, de miembros fuertes y movimientos ágiles. Dice que el ejercicio es tan importante para una cantante como educar la voz o tomar clases de actuación. —¿Hasta cuándo podrá ser Tosca? —Cuanto me sienta vieja o cansada dejaré de ser Tosca. Pero ahora es un placer seguir siéndolo. Además, cada vez le encuentro nuevos matices y tengo nuevas interpretaciones sobre lo que vive en la ópera.
V
—¿Considera ridículo que Tosca, siendo la cantante más famosa de Roma y espía de los liberales, sea religiosa hasta una candidez cursi,
ARGELIA GUERRERO
Nace el Ballet Clásico de Morelos ESPECIAL
E
ste cierre de 2015 ha visto nacer, en el estado de Morelos, una nueva compañía independiente dedicada al ballet clásico. Fundada por Blanca Lilia Calvo Montaño, quien fuera maestra en el INBA y actualmente directora de su propia escuela formadora de bailarinas, ha fincado su sede en la colonia Maravillas de Cuernavaca con un foro al aire libre bien acondicionado para representaciones dancísticas pulcras. El Ballet Clásico de Morelos nació el 28 de noviembre con la suite El Cascanueces. Se formalizó así la creación de un valioso proyecto y comenzó un proceso de entrenamiento de bailarines, montaje y remontaje de piezas de repertorio, así como obras de la propia maestra Blanca Calvo; e incluso la oportunidad de convocar a muchas de las bailarinas oriundas de Morelos que, por no tener opciones para el desarrollo profesional, no ejercían a pesar de haberse formado por mucho tiempo y haber concluido sus estudios de danza.
como al inicio de la ópera, cuando le pide cinco veces a Mario que le quite a la mujer de la pintura los ojos claros y se los ponga negros al igual que ella? —Puede ser ridículo si se hace mal; ahí está lo difícil de ser una buena Tosca: se deben trazar tan bien sus emociones que estos contrastes en apariencia incongruentes luzcan naturales. —¿Tosca sabe que va a matar a Scarpia? —No, da con la daga por azar y actúa guiada por la ira. —¿De no haber encontrado la daga, Tosca se hubiera entregado sexualmente a Scarpia? —Ella estaba fuera de sí, dispuesta a todo con tal de evitar el fusilamiento de Mario. —¿Tosca cree en verdad que podrá salir impune del asesinato y escapar con su amado? —Sí, lo cree. —¿Para entonces ya está loca? —Nunca está loca; tal vez para entonces está en crisis nerviosa. —¿El suicidio de Tosca es heroico? —No, su suicidio es una afirmación de su propio destino: ella decide morir. —¿Para amar a Mario más allá de la muerte? —Posiblemente. L
Escena de El Cascanueces
Para El Cascanueces, el Ballet Clásico de Morelos contó con la presencia de los bailarines invitados Isabel García y Argenis Montalvo, quienes engalanaron la primera función con un pas de deux de hada de azúcar técnicamente muy complejo y exquisitamente ejecutado, musicalmente preciso, con un entendimiento claro del
estilo romántico. Ella mostró un trabajo muy limpio de puntas, mientras que él ejecutó piruetas múltiples y exactas, así como una serie de saltos cuya perfección se aplaudió con gozo. No solo el trabajo de los solistas resultó impecable; para cada una de las danzas que configuran la suite, pudo apreciarse
makarova81@yahoo.com.mx
un trabajo técnico bastante profundo, puesto que las exigencias de la coreografía no eran sencillas. El entrenamiento físico de bailarinas y bailarines es evidente, así como la depuración estilística de brazos, cabezas y direcciones en el escenario. Pocos remontajes o reinterpretaciones del repertorio clásico entienden a profundidad el estilo al que pertenecen las obras y en múltiples ocasiones se reduce el trabajo a una repetición de pasos tratando de ejecutarlos lo más correctamente posible, pero nada más. Para el caso del Ballet Clásico de Morelos, es digno de destacar el trabajo sobre el estilo y el carácter que esta suite posee. El Cascanueces es muy popular y eso suele limitar y empobrecer su ejecución, pero este grupo de artistas pudo reivindicar el sentido estético del ballet clásico. La novel compañía tuvo la última función de esta temporada de fundación el 17 de diciembre en el Instituto de Educación Básica de Morelos para tender puentes entre el arte y la educación y continuar por el sinuoso camino de la difusión de la cultura. Enhorabuena por este esfuerzo por promover el arte del ballet para proseguir por la ruta de transformación de esta sociedad a la que le urge humanidad. L
VARIA
sábado 19 de diciembre de 2015
p. 12
LABERINTO
ESPECIAL
Bibliobol TOSCANADAS
P
or esos caprichos del cerebro nos brotan recuerdos espontáneos que no invocamos. Así de pronto me llegaron las imágenes de los últimos segundos de vida de Karl Wallenda. Allá en 1978 su muerte fue noticia no tanto porque nos interesara el destino de un funámbulo, sino porque hubo un video que captó su caída. En la imaginación de la gente Wallenda no era “un gran equilibrista” sino simplemente “el equilibrista que se mató”. Y es que a nadie le interesan las habilidades de alguien para caminar sobre una cuerda; si así fuera, bastaría con colocar la cuerda a medio metro del suelo. Lo que en verdad atrae es la sensación de que alguien puede sufrir un percance. Y poder verlo. Sin imágenes, la muerte de Wallenda habría sido apenas una breve nota periodística. Ya desde entonces, la imagen iba ganando protagonismo a pasos agigantados en los medios, hasta el punto de que la propia imagen se convirtió en la noticia. Los parlamentarios ucranianos se agarran a golpes, pero a nadie le interesa conocer el fondo político de sus pleitos, lo relevante es que podemos ver puñetazos fuera de un cuadrilátero. Leer sobre cientos de inmigrantes ahogados da pereza, pero siempre se puede tuitear la foto de un niño muerto.
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
En estos días la BBC publicó como noticia destacada “A vaca se le atora la cabeza en silla en Northamptonshire”. Por supuesto había una fotografía de la infortunada vaca. Entonces pude especular sobre un diálogo entre periodista y editor. Periodista: A una vaca se le atoró la cabeza en una silla. Editor: ¿Tenemos imágenes? Periodista: No, pero puedo escribir un bonito texto. Editor: Largo de aquí. Como amante de la palabra, tengo una lucha casi religiosa contra la dictadura de las imágenes, pero cada vez que predico al respecto me va muy mal. Apenas la semana pasada, durante un encuentro sobre escritura en Lieja, se me ocurrió decir que en mis talleres literarios prohíbo que se hable de cine. Hubo un desacuerdo universal contra mi extremismo. Y en verdad resulta cruel que a un aprendiz de escritor se le cierre la puerta del cine durante un par de horas y se le obligue a pensar a través de la palabra. Pobrecillo. Dado que no puedo ir contra la corriente, se me ocurrió hacer un experimento que uniera imagen y palabra. Me puse a ver la final Pumas–Tigres, pero silencié por completo a los locutores. Puse en cambio la versión audiolibro de Don Quijote. Y como los equipos se fueron a tiempos adicionales y penales, me alcanzó para escuchar exactamente
El funámbulo Karl Wallenda
los doce primeros capítulos. En vez de “fulano de tal se escapa por la banda derecha y manda un centro”, oí “Todo el mundo se tenga, si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso”. Unos correteaban monótonamente el balón, otro se enfrentaba a molinos de viento, al gallardo vizcaíno y a una turba de yangüeses. Cuando
CAFÉ MADRID
el portero de los Tigres detuvo el penal definitivo, no escuché las frases celebratorias de siempre, sino: “Sancho Panza se acomodó entre Rocinante y su jumento, y durmió, no como enamorado desfavorecido, sino como hombre molido a coces”. Un gran partido, me dije, lleno de literatura, filosofía, sabiduría, belleza, aventuras y poesía. No en balde se habían enfrentado dos universidades. L
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL
Flamenco monumental
D
espués de una calada de cigarrillo, Martirio suelta con solemnidad: —Hoy hace exactamente cinco años, chiquillo. La coplera de Huelva (“¡Viva Huelva y sus fandangos!”) acaba de bajarse del escenario del Teatro Monumental de Madrid, donde actuó con un vestido que se compró en Oaxaca y, entre otros temas, cantó “Un mundo raro” (“en homenaje a José Alfredo y a Chavela”), y ahora encabeza la charla afuera de su camerino, junto a una ventana abierta, “por si vienen los perseguidores de los fumones, cariño”. La escuchamos Arcángel, Juan Antonio Valderrama, Rocío Márquez, Luis Calderito, Dani de Morón y quien esto escribe. Martirio se refiere a que el 13 de diciembre se cumplió un lustro de la muerte de Enrique Morente, a quien toda la tribu flamenca llama “Maestro”. —La falta que nos hace, mi arma —añade la cantante, que en este momento se ha quitado sus características gafas de sol con las que siempre aparece ante el público, y las tiene colgadas “en el canalillo de las tetas, pa’que no se pierdan”, y enseguida remata la frase con un suspiro. —Lo que lloramos aquel día. Y lo que le echamos de menos, ¡coño! —tercia Arcángel,
uno de los cantaores que hace cinco años, “en Graná”, cargó el féretro del “renovador del flamenco”. En realidad, el Festival Flamenco Monumental, que durante el pasado fin de semana reunió en Madrid a varias de las grandes figuras del cante, el toque y el baile que es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, no se organizó de manera expresa para conmemorar la muerte de Morente. Dice Juan Verdú, el director del festi, “que será cosa del Altísimo que todo haya coincidido”. Pero el recuerdo de una de las voces que dio el Albaicín es lo que domina todas las actuaciones. De hecho, al final de la noche del domingo, ninguno de los artistas dejó de mencionarlo y de dedicarle alguna canción. Un día antes también lo hicieron, entre otros, Carmen Linares y José Mercé. Fue Mercé —la melena leonina gris, el quejío bravío desgarrado— quien dijo, después de una bulería y antes de una seguiriya y una soleá, que “Madrid, le guste o no a los andaluces, es la capital del flamenco. Tal vez los puristas me darán de palos, pero es así. Yo viví aquí la época más grandiosa de nuestro cante, que fue en los años setenta”. No cabe duda de que, para estos momentos, los puristas estarán criticando la sentencia
del intérprete nacido en Jerez de la Frontera, pero se entiende si se toma en cuenta que esta capital ha sido el trampolín de este género musical. Porque en los espacios y escenarios de Madrid se ha dado a conocer a nivel internacional gente como Camarón, Paco de Lucía y el propio Enrique Morente. Afuera de su camerino, Martirio retoma el asunto durante la conversación. Juan Antonio Valderrama, hijo de Juanito Valderrama (1916–2004), está de acuerdo en que la ciudad de la Puerta de Alcalá ha sido la gran plataforma de lanzamiento para el cante jondo, “pero el origen es el sur, que es donde mejor se conserva la tradición”. Arcángel lo mira de reojo y suelta: “pero vamos a ver, Juan Antonio, si es que hoy en España gente como nosotros no tiene trabajo. ¡Nos presentamos más en Japón que aquí, joder! Y si no venimos a Madrid, los extranjeros no nos toman en cuenta”. Entonces Arcángel —el porte gitano, los rizos alborotados— baja unas escaleras para salir al escenario del Monumental. ¡Olé! L