Laberinto No.659 (30/01/16)

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Laberinto

LA HABANA, 2016

EL EUROPEO

santiago gamboa p. 02

álvaro uribe p. 03

ENTREVISTA A MICHAEL SLEDGE

araceli mancilla p. 04 y 05

MILENIO

NÚM. 659

sábado 30 de enero de 2016 FOTO: ESPECIAL

ESTÉTICA DEL PRODIGIO maría emilia chávez lara p. 06 y 07


ANTESALA

sábado 30 de enero de 2016

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LABERINTO

ESPECIAL

El momento del miedo AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

E

l momento de más miedo es justamente antes de comenzar a escribir, después de eso las cosas solo pueden mejorar”, nos dice con optimismo Stephen King, porque muchas veces las cosas empeoran, ese miedo continúa y paraliza, no hay una línea que se atreva a ahuyentarlo, una palabra que acabe con el terror. King es experto en escribir historias en donde los escritores padecen su mediocridad, se burla de ellos, los encierra con locas que les rompen las piernas por escribir novelas rosas de supermercado, los hace asesinos, su diversión morbosa es la incapacidad ajena. En su novela The Shining, el personaje Jack Torrance pretende escribir una obra de teatro, copia miles de veces, maniacamente la misma frase, “All work and no play makes Jack a dull boy”, se lo dice a él mismo, memoriza su impotencia. El escritor que se siente mecanógrafo escribe sin límite, no corrige y deja todo lo que su cabeza expulsó, sin la distancia para apreciar si eso tiene o no calidad, es tan mediocre como uno que no puede sacar una línea. Dura realidad. En la película francesa Un Homme ideal, del director Yann Gozlan, el personaje es un escritor joven, envía su primera novela a una editorial y le dicen que no les interesa, obviamente por mala. En su trabajo en una mudanza encuentra el manuscrito del diario de un soldado de la guerra de Argel, y su

esterilidad creativa lo empuja a plagiarlo. Este texto le regala éxito, fama y premios. La historia es un homenaje a King, lo citan varias veces y hacen el mismo escarnio con la falta de oficio. Al entrar en el vértigo de la fama se da cuenta de algo terrible: se puede plagiar un texto, pero no se puede plagiar a un escritor. No se puede fingir que se escribe, así que ensaya respuestas de escritores reales, se documenta para responder en las entrevistas. El fáustico regalo implica como condición ser un escritor de verdad, el editor le llama para exigirle que cumpla su contrato, escriba un nuevo libro o que regrese el adelanto. El joven escritor prefiere plagiar, asesinar, mentir, robar, y además, fingir su propio suicidio antes que sentarse a escribir. En el momento que se atreve a plasmar su texto ya la mentira lo tiene asfixiado, así que, como en una novela, decide matar al personaje, al escritor que nunca fue. Estas historias significan algo en países con un compromiso serio con la literatura, que no es nuestro caso. Aquí premian escritores plagiadores, las demandas no diezman en lo más mínimo su prestigio. Si el joven de la película toma el manuscrito rechazado, lo postula para la beca de Jóvenes Creadores, se la otorgan y además si se le tapa la vertiente creativa, se la vuelven a dar para desatorarlo. En la película el joven trabaja en una mudanza, algo inimaginable en nuestra realidad,

Jack Nicholson en El resplandor

¿cómo un escritor va a trabajar si necesita el tiempo para crear sus joyas en Twitter? La comprometedora gestión que muchos escritores hacen para que les den becas y premios es preferible que sentarse a escribir y hacerlo de forma decorosa. El aparato de favores produce la enorme cantidad de libros ilegibles pagados con becas y la pléyade de escritores con mala fama de ser talentosos. Siguiendo al escritor paradigmático que es Jack Torrance, deberían encerrar en un aislado hotel a los escritores, y como parte de la beca y del premio obligarlos a leer las novelas, ensayos, palíndromos y tuiters de todos ellos. Antes es recomendable que retiren las hachas para que no acaben como en el final de The Shining, poseídos por su falta de talento. L

Bajo el árbol, la liebre soñó que rebasaba la meta antes que la tortuga.

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

ESPECIAL

La Habana, 2016 AMBOS MUNDOS

D

SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

ías apacibles en La Habana y en Cienfuegos como jurado del Premio Casa de las Américas, leyendo manuscritos de más de veinte países, sobre todo de Argentina y de Cuba, pero también de Colombia y México. Días poco calurosos e incluso fríos, con un frente que proviene del norte y encabrita el bello mar habanero, haciéndolo saltar sobre el malecón e inundar la primera fila de casas del Vedado, donde está mi hotel, el Presidente, cuya piscina tiene forma de ataúd porque, según dicen, los mafiosos italianos que lo construyeron enterraron debajo a varios de sus enemigos. La gran pregunta al pasear por esta increíble ciudad, concebida con la exuberancia y la sofisticación de la capital de un imperio, es el futuro de Cuba, claro, ahora que su relación con Estados Unidos es amistosa y el dichoso bloqueo parece entrar en

fase de desmonte. Dicho de forma abrupta: el futuro de la isla, ¿será norteamericano o latinoamericano? He escuchado por aquí y por allá, hablando con cubanos y extranjeros, todo tipo de predicciones. Hay quienes creen que Estados Unidos se va a abalanzar sobre Cuba con millones de dólares en inversiones y proyectos, que los empresarios cubano–americanos controlarán el furor vengativo de los cubanos de Miami y sencillamente vendrán a explotar la enorme capacidad turística y económica del país, haciendo borrón y cuenta nueva. Esta hipótesis, bastante realista, da pie a más preguntas: ¿y qué querrán a cambio esos inversores? La absoluta mayoría de cubanos con los que he hablado dice estar de acuerdo con que Estados Unidos regularice su relación y abra el comercio, pero que no piensa renunciar a sus principios. La idea es mantener el socialismo pero con más

dinero y más actividad comercial, mirando hacia experiencias como la España de Felipe González o la Francia de François Mitterrand. Esto sobre el papel suena muy bien y sería muy deseable. La inmediata consecuencia sería para Puerto Rico, que dejaría de ser la isla consentida de Estados Unidos en el Caribe. Porque si las cosas salen bien, Cuba podrá ser la verdadera plataforma de unión entre las diferentes Américas: la anglosajona del norte, la multicultural del Caribe y la latina de los países de habla hispana y portuguesa. Es decir, el papel que Puerto Rico nunca pudo hacer por su situación de país invadido militarmente por

Estados Unidos, a pesar de ser una cultura claramente latinoamericana. Esta hipótesis optimista es la más deseable: una Cuba estrechando lazos y uniendo dos manos: la de Estados Unidos y Canadá con la de América Latina. En este contexto, la Casa de las Américas, con una tradición enorme y con la previsible ayuda económica de instituciones culturales de lado y lado, podrá ser uno de los grandes centros en lo relacionado con cultura. De este modo el viejo sueño de la unidad latinoamericana podrá volver a circular, en la órbita de grandes urbes como la Ciudad de México y Buenos Aires, pero con su centro en La Habana. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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ANTESALA

ESPECIAL

× B L A N C A

LU Z

P U L I D O ×

Memoria y fuga Poner a descansar los recuerdos es el dogma de este poema que se desprende de un libro en preparación

M

i memoria cambió de idioma, de lugar.

Cuando algo le pregunto me responde con errores, engranajes sin concierto, presa en los adagios de una incertidumbre musical. Se repite en bagatelas que ella, imprecisa, precisa, mientras vaga por corredores parecidos a recuerdos, mezclando ayer, mañana y cuándo. Luego se tiende perezosa al sol, como leona al mediodía africano en un grabado antiguo. Decidió detenerse y detenerme: dijo adiós a días rápidos, tareas urgentes. No quiere ya ser mía como antes era. He decidido dejarla en una casa de reposo. No buscar nada ni nada preguntar: vivir en su olvido por un tiempo.

×EKO×EX LIBRIS×ANTÍGONA Y POLINICES×

Plaza de San Marcos en Venecia

El europeo CARACTERES

ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx

A

primera vista, podría parecer español, portugués, italiano, griego, francés, alemán, inglés, hasta eslavo o escandinavo; en una palabra: europeo. Pero Amadeo es orgullosamente mexicano. Tanto que, pese a su aspecto físico y a no conocer sino muy pocas palabras de las lenguas originarias de Mesoamérica, suele decirles a los extranjeros y a los compatriotas que en una discusión atizan su nacionalismo: “cuando los gachupines nos conquistaron …” (las cursivas son suyas). Como si él o sus antepasados medio caucásicos, medio hispanohablantes y medio católicos hubieran estado en México en los años dolorosos en que Cortés y sus secuaces sojuzgaron a los pueblos indígenas. No es la única incongruencia en que incurre Amadeo ante el problema (o quizá sería mejor decir: el dilema) de su propia identidad. En las variadas ocasiones que se le presentan de hablar inglés, lo pronuncia, o más bien quisiera pronunciarlo, no con el acento estadunidense que mal aprendió en la escuela, sino con un farfullar incomprensible que él cree ser el acento de Oxford o de Cambridge: pues juzga que el idioma debe hablarse como lo hablan los hablantes originales. Pero si le dices que entonces tendría que pronunciar el español según lo pronuncian en España, se ofende y afirma categórico que el acento más natural es el mexicano (o, quién sabe por qué, el colombiano). También se desencuentra consigo mismo cuando se trata de comida. En México, Amadeo nunca come ensalada en su casa ni la pide en un restaurante y casi no la prueba si se la sirven en casa ajena. En París, donde según él es imposible comer mal, devora platos profusamente guarnecidos de tiras de zanahoria y rodajas de pepino y hojas de apio y mitades de jitomates cherry; y mientras consume ese soso huerto, anegado en aceite de oliva y vinagre blanco para darle sabor, exclama con fruición: “me encantan las crudités”. Igual le sucede con las computadoras y aplicaciones y otros gadyes (como le gusta decir en su inglés aproximativo). Aunque usa un iPhone 6 y es adepto de Facebook y de Twitter y de WhatsApp y de cuanta moda se imponga en Internet, Amadeo se deja impresionar por una cafetera Krups que lo despierta a la hora prevista con un capuccino caliente, y afirma deslumbrado: “no hay nada como la tecnología alemana”. Y luego están los recuerdos viajeros de Amadeo. Las doce campanadas de la medianoche que lo recibieron en su primera visita a la Plaza de San Marcos en Venecia. La retrospectiva de William Turner en Londres. El concierto de Navidad con la Filarmónica de Viena. El crucero en el Rin. “Qué castillos” —dice extasiado—. “Qué vinos blancos. Cuánta cultura”. Y si le señalas que a ningún lugar viaja tanto como a Nueva York, y que en ninguna parte dice haber visto más exposiciones ni escuchado más música ni comido ni bebido mejor, Amadeo el europeo te explica con grosera condescendencia que New York (sic) es la menos gringa de las ciudades de Estados Unidos y que debería estar, y espiritualmente está, en Europa. L

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LABERINTO

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Michael Sledge

“La ficción investiga con ARACELI MANCILLA

El escritor estadunidense desmonta la maquinaria con la cual trazó los retratos de la poeta Elizabeth Bishop y la arquitecta Lota de Macedo Soares, cómplices y amantes en un Brasil ensombrecido por la dictadura militar, origen y destino de su novela Cuanto más te debo, que ya circula bajo el sello de Vaso roto ENTREVISTA ARACELI MANCILLA

L

a novela Cuanto más te debo. El viaje interior de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares, de Michael Sledge, acaba de publicarse en español en Vaso Roto Ediciones. Su autor, quien radica la mayor parte del tiempo en el pueblo de San Jerónimo Tlacochahuaya, Oaxaca, comparte el proceso de creación de esta, su primera novela, que ha sido reconocida en su país tras su aparición en inglés, en 2010. A su vez revela el paralelismo que existe entre el encuentro que narra y su propia vida en medio de la naturaleza, y el camino que sigue su escritura después de esta experiencia. ¿Qué detonó tu fascinación por la relación entre Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares?

Fue un proceso. Para muchos escritores, Elizabeth Bishop es como una piedra de toque, una persona importante en su desarrollo, tanto en narrativa como en poesía. Pero el momento en que llamó mi atención fue al saber que tenía una conexión y había pasado mucho tiempo en Latinoamérica, incluso viajando por México; y despertó en mí la curiosidad de saber de qué forma esa experiencia había afectado su obra. Entonces empecé a leer más sobre su vida, especialmente sus cartas, cuando una colección de éstas se publicó en los años noventa. Fue una revelación porque poca gente sabía algo de su vida privada, la cual mantuvo un poco oculta. Cuando la historia empezó a salir a la luz, me llevé una gran sorpresa. No solo mantuvo un amor escondido por casi veinte años, sino también se encontraba en el centro de la vida política y cultural de Brasil. En ese momento, lo que más me impactó fue la revelación de esa historia, de una gran pasión, que fue el ímpetu para escribir la novela. Así se me ofreció la oportunidad de poder hacer dos cosas: investigar el tema amoroso en su vida y a la vez explorar cómo fue para ella vivir en una cultura que no era la suya, y de cómo las dos se interrelacionaron. Estructuras tu novela a partir de tres poemas de Bishop que representarían, cada uno, un parteaguas en su vida. ¿Cómo definiste esta ruta formal que va del encuentro con el paraíso que es Brasil hasta llegar al punto del vacío?

El libro tiene tres partes, cada una enmarcada por su poesía. Había encontrado en uno de los textos de Bishop un fragmento sobre lo que es el comienzo, la parte media y el final en la escritura; y jugué con ese concepto. Vi su llegada a Brasil como el comienzo de un tipo de libertad que nunca había tenido. En ese momento de su vida luchaba más que nunca con sus demonios. De joven tuvo una

vida extremadamente difícil, dura, que permeó el resto de sus días y que se convirtió eventualmente en una lucha con el alcohol. Llegó a Brasil y no solo se abrió en ella la sensación de estar en los trópicos, una fascinación con una naturaleza abundante, increíble, verde, sino su corazón. Me impactó ese poema que es la introducción de su La vida de Bishop fue llegada a Brasil: “Llegada conmovedora: una lucha a Santos”. Se trata de un continua consigo misma, momento de esperanza, a la cual al final sobrevivió. de exaltación. La última Encuentro que eso es lo línea de ese poema dice: maravilloso en ella “nos dirigimos al interior”, que da pie entonces a la primera parte del libro. La segunda parte fue la más complicada de escribir, pues abarca un lapso de diez años de su vida. Quise reflejar, narrándolo, el proceso sutil y lento de una intimidad que crece poco a poco hasta hacerse profunda. Son diez años de mucha felicidad para las dos. Su pareja, Lota de Macedo Soares, fue una

persona increíble: viva, inteligente, activa. Así, el poema “Canto para la estación lluviosa” se refiere al lugar en el que vivían, en medio de la naturaleza: a Samambaia. Quise presentar el proceso de enamorase a profundidad, de ganar intimidad, y también cómo para ambas éste amarse y crecer en confianza las llevó a crecer en su arte y en su creación. Fue el momento más productivo de su carrera. La parte más triste es la final; fue dura de escribir. También aquí utilicé algunos fragmentos sobre la vida de Bishop de ese tiempo, que hasta entonces no habían sido publicados. Se trataba de un momento difícil para todos, una época muy inestable en la historia de Brasil. El país entero estaba derrumbándose. Ese momento que abarcó los años sesenta culminó en una intervención militar. A partir de ahí Lota, quien solía ser la más fuerte y estable, empezó a tener muchas dificultades personales. Quise dramatizar la situación, porque durante los años en que la pareja fue feliz en su paraíso, fuera de Río, Elizabeth se fortaleció, se sintió más estable, y pudo enfrentar los años difíciles que


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la imaginación” vinieron después. Pudo sobrevivir. Ella, quien siempre había sido tímida, ansiosa y depresiva, fue quien sobrevivió. Elizabeth siguió escribiendo, siguió con su obra, siguió viviendo. Sentí que era importante transmitir esa experiencia. Diseccionas a los personajes que son Bishop y Lota entrando en profundidad en su sensibilidad femenina. ¿Qué dificultad supuso esto para tu escritura?

Nunca lo vi como un mundo femenino, si bien es un mundo que crearon dos mujeres con caracteres fuertes y específicos. Leyendo muchas veces sus cartas, Bishop me llevó a sentir su universo y a entender su manera de vivir. Pero también, como escritor, tal como un actor lo haría, debes asumir cómo funciona el personaje: cómo siente, cómo piensa, y puede ser hombre, mujer, niño o viejo; perro o burro. Pienso que al ser personas reales, los personajes terminan siendo un híbrido entre la realidad de sus vidas y mi propia sensibilidad. De igual manera siento que hemos compartido una experiencia vital paralela, lo cual se hizo evidente a medida que escribía la novela, pues en ese entonces me vine a vivir a Tlacochahuaya con mi pareja. Por eso, en cualquier momento de inseguridad o incertidumbre, pude echar mano de mi propia experiencia. Hay una relación entre el escritor, el personaje y la figura histórica. De algún modo hay tres figuras siempre presentes en la narrativa. He pensado mucho en lo diferentes que son la biografía y la ficción cuando tienes una figura histórica cuya vida estás investigando. Los dos géneros tienen su manera de investigar temas y vida de una persona real. La biografía se enfoca a lo que puedes verificar históricamente, mientras la ficción, en cambio, va hacia los rincones, a los lugares obtusos que nunca se podrían constatar. La ficción investiga con la imaginación. Pueden ser los mismos temas, pero la ficción utiliza la imaginación. En este caso tuve que tener una gran empatía para entender a mis personajes como pareja. Empatía y compasión. La compasión hacia sus personajes es la cualidad más importante en un escritor. Al entrar en los pensamientos y emociones de esta pareja que se amó por encima de geografías y diferencias culturales, ¿qué aprendizaje le dejó la escritura de su encuentro insólito?

Tengo que decir que salí del proceso de escribir esta novela un poco destruido. Pero también con un corazón más abierto. La vida de Bishop fue conmovedora: una lucha continua consigo misma, a la cual al final sobrevivió. Encuentro que eso es lo maravilloso en ella. No solo la poesía que nos ha dejado, que en este contexto es, también, aún más impresionante: perdió a su padre cuando tenía nueve meses; su madre terminó en el hospital siquiátrico cuando ella tenía cinco años; nunca la vio otra vez. Estuvo encargada con varios familiares. Pero siempre fue huérfana, sola. Así, empieza a beber alcohol siendo bastante joven, llevando una vida inquieta, sin poder quedarse en un lugar salvo unos meses, máximo algunos años. A pesar de todo eso sobrevivió y creó maravillas. En cuanto a la historia de Lota y Elizabeth, es fácil asumir que se trata de una historia trágica. Pero para mí no lo es; es la historia de un amor triunfante. Quizá esa fue la mayor lección, ya que el amor que se tuvieron y compartieron les permitió crear un legado impresionante, como el Parque Flamingo en Río, un bello proyecto social para el pueblo, no para élites, idea de Lota. Samambaia es otra maravilla de la arquitectura modernista de Brasil. Lota no tuvo educación formal como arquitecta y aun así no solo diseñó la casa, tam-

DE NUEVA YORK A SAMAMBAIA Parca en sus poemas y relatos, aunque caudalosa en su correspondencia, Elizabeth Bishop nació el 8 de febrero de 1911 en Massachusetts. Era cordial y tenía un extraordinario poder de observación. Luego de servir un año como consultora de poesía en la Biblioteca del Congreso de Washington, y de una breve estancia en su departamento de Nueva York, en 1951 emprendió un viaje en un buque carguero con destino a Tierra del Fuego. Pero quiso el azar que el objeto de ese viaje se esfumara luego de sufrir uno de sus típicos ataques de asma mientras visitaba a su amiga Lota de Macedo Soares en Río de Janeiro. Los días que tenía programados se convirtieron en casi dieciséis años. Lota provenía de una familia acaudalada y había hecho carrera como autodidacta de la arquitectura. Era metódica, dulce y llena de energía, las cualidades que Elizabeth ambicionaba y siempre se le negaban, y poseía una finca en Samambaia, a noventa kilómetros de Río de Janeiro. Ahí vivieron su amistad y su amor, hasta que en 1967 Elizabeth volvió a Nueva York, cansada de la amargura que había ennegrecido el corazón de Lota.

bién la construyó; igualmente, no tuvo educación como diseñadora de espacios públicos, pero los edificó a través de la fuerza de su carácter, por su amor y deseo de crear belleza. Al confrontar a tu lector con la intensidad de la relación de estas dos mujeres excepcionales, también nos ofreces la visión de sus tinieblas. ¿Qué significa esta relación en la escena de lo amoroso?

Creo que estamos constituidos de partes fragmentadas, y cuando encuentras y te identificas con otra persona hallas que no solo puede suavizar los aspectos fi losos de tu vida, sino que también tiene sus partes afi ladas, por lo que un encuentro impactante con alguien conlleva lo bueno y lo doloroso. Te hace ver en el otro lo más difícil de tu ser; así lo expresa Elizabeth en algún momento de la novela, al mencionar que se está enamorando de Lota. Ve a Lota y observa los aspectos complicados y tortuosos de ella misma. Creo que en un amor descubres lo más complejo de ti. En este caso las dos dieron con sus partes lastimadas y sufrientes, pero se ayudaron mutuamente a sobrevivir, a sostenerse. Encontré en la historia de Elizabeth y Lota la oportunidad de investigar este tipo de relación; es algo que he visto en mi vida y en vidas de gente que conozco. Creo que el arte o la creación, como el amor, son un acto de voluntad. Porque el amor no es algo que te pasa, es algo que sucede a través de un acto, algo que construyes, de la manera que creas un poema o un parque. ¿A qué tipo de narrativa te lleva haber escrito una novela como ésta?

Me siento atraído por este tipo de historias íntimas. Estoy a punto de terminar mi próxima novela y es la primera vez que estoy escribiendo sobre México. Me da un poco de ansiedad, pero otra vez elegí a un personaje real: el inglés Edward James, que llegó a México en 1945, después de la guerra. Estuvo metido en el mundo del surrealismo en Europa y también en México; fue amigo de Leonora Carrington, de Remedios Varo y de muchos de los europeos que vinieron a México después de la guerra, huyendo de ella y de la Guerra Civil española. Pero él, en vez de quedarse en la Ciudad de México, como

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LITERATURA

los otros, encontró su paraíso en San Luis Potosí, en la Huasteca, donde se dio a la tarea de crear un monumento surrealista. Allí compró una fi nca, en el lugar más espectacularmente hermoso e impresionante que he visto en México. En ese lugar pasó cuarenta años creando esculturas, edificios y otras obras, en medio de la jungla. Más o menos 300 estructuras en un terreno verde con ríos y pozos llamado Las Pozas. Es otra vez la historia de un extranjero, pero ahora en México. Creo que su vida no ha sido bien documentada. Quiso ser artista: poeta, novelista, pintor. Nunca encontró su forma de expresión, salvo cuando creó este lugar maravilloso. La primera vez que fui, hace unos diez años, iba de paso sin saber nada del personaje que lo había creado. Pero al deambular entre las esculturas, los edificios, pensé: “es como pasar por la Atlántida”. Fue fabuloso, y en ese momento se sembró en mí la semilla de una novela. Para mi sorpresa, cuando empecé a investigar, la historia se fue haciendo aún más y más interesante, y extraña. Edward James tuvo también un acompañante muy cercano sobre cuya relación existen diversas interpretaciones. Su compañero termina casándose con una mujer del pueblo (Xilitla), viviendo los tres juntos por casi treinta años, durante los cuales criaron cuatro hijos, quienes llamaban a Edward James “el tío mágico”. Es una historia muy interesante, que permite hablar de la ambigüedad que de alguna forma es vivir en México. Es, pues, una exploración paralela a la historia de Bishop, pero escrita con un lente más amplio, y enfocado más en la vida de un extranjero en otra cultura que no es la suya. Después de vivir diez años en Oaxaca, siento que mi experiencia ha sido muy útil al escribir esta novela. ¿Cómo sitúas esta novela dentro de las corrientes actuales norteamericanas?

Siento que coexisten en tensión dos tradiciones, o dos caminos de la literatura contemporánea. Por un lado, un realismo sicológico y social, libros que me encantan y que me mueven emocionalmente. Por el otro, una postura experimental que juega más con las técnicas, con formas y lenguajes. Eso siempre ha estado en mi mente. Tengo esa lucha entre mi mente y mi corazón al escribir. Siempre estoy buscando, y no sé si es de forma consciente o inconsciente, pero estoy buscando una ruta entre los dos caminos. Busco un realismo lúdico. Esto es evidente en mi nuevo libro sobre México, y quiero ser cuidadoso ya que creo que es muy fácil hacer realismo mágico malo. Pero al mismo tiempo siento que la vida en México tiene un elemento suprarreal, que he vivido en carne propia en la Oaxaca rural: lo sobrenatural con curanderos, limpias, apariciones; las cosas fantásticas que modulan y dan sentido a la vida diaria de un pueblo. Entonces, ¿cómo puedes reconciliar esto con la vida? Intenté hacerlo de una manera técnica, a través de la experimentación y el juego, pero al mismo tiempo basado en una tradición de realismo sicológico. Después de este arduo trabajo de investigación, ¿dónde ubicas a Elizabeth Bishop dentro de la poesía norteamericana?

Bishop está ganando importancia. Ahora tiene más reconocimiento como poeta norteamericana que aquellos que fueron sus contemporáneos en el momento en que aún vivía, como es el caso de Robert Lowell. Confieso que no soy experto en la poesía de Bishop, pero la primera vez que me encontré con ella, me resultó fantástica. Sentí que sus poemas eran joyas. Pero a veces joyas frías, al ser tan controladas y precisas. Mi experiencia de haber pasado tanto tiempo imaginando su vida, su corazón y la relación con su obra me hace leer sus poemas de una manera completamente distinta. Siento que son profundamente conmovedores. Siento toda su emoción y lucha debajo de la superficie de las palabras, y esto ha sido una revelación increíble. Bishop cambió mi manera de ver la escritura. Después de leerla comprendí que la escritura es un asunto de abordar la cosa directamente, no centrado en uno mismo o en lo que se espera de uno mismo, sino en observar el mundo que nos rodea. L


LABERINTO

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Estética del prodigio Por cortesía de Ediciones Cal y Arena, ofrecemos un fragmento del libro de la ensayista mexicana que empezará a circular en estos días, una colección de portentos humanos que provocan nuestro pasmo en virtud de la anomalía de sus cuerpos, un recordatorio del azar biológico que excluye o integra MARÍA EMILIA CHÁVEZ LARA

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spíritus alcanforados, imaginaciones fragantes, agua de maravillas, un absintetizador que destila ajenjo contra la crueldad del mundo, reductores y extensores del pensamiento, curas para la melancolía y los dolores del corazón —que quizá encuentran alivio por medio de “vistas” de amor (en una máquina de mirar, por supuesto)—, vibradores que disminuyen la histeria, potentes lanzabesos, desmaterializadores, el feto informe que una mujer dio a luz dos días después de muerta... Descubro todo esto en los frascos de una botica, en un gabinete de curiosidades. Hay aquí una sorpresa encerrada, una que ha dejado admirados a materialistas, católicos, positivistas, orientalistas, espiritistas y, en realidad, a quienes simpatizan con cualquier corriente del pensamiento. Asombra a todos por igual: es el prodigio de la inteligencia humana. Estoy en un circo de tres pistas: la primera es la materia, la segunda el intelecto (¿o acaso la razón?), la tercera es el alma. Los actores transitan de una pista a otra en sus trapecios, con o sin alas. Es el circo de lo inusual, el circo del azar. Todo es vapor, todo es electricidad. ◆◆◆ Mi cuerpo está formado por otros cuerpos, por retazos de otros seres —igual que el monstruo de Victor Frankenstein—; todo cuerpo es una anomalía. Mediante un acto violento que incluye dolor, hambre, cansancio y fragilidad, somos expulsados hacia la materia que se degrada. Pero ese acto violento es también un acto amoroso que permite la sorpresa y el deleite de los sentidos, la magia del intelecto, el milagro de una energía que da vida a la materia. La maravilla se compone de contrarios, de choques, de fricciones que generan chispas parecidas a las estrellas, al polvo que desprenden las hadas, a fuegos artificiales, a auroras boreales. Todos cargamos una herencia extraña generada hace millones de años; un recuerdo de cuando nuestras madres nos alumbraban en grandes camadas. Llevamos en cada uno de nosotros los cuerpos no formados de todos nuestros hermanos; los embriones que quedaron sin desarrollar —a quienes nuestro propio embrión ganó la partida— viven inmersos en nuestra materia. Hay monstruos en todo cuerpo. La palabra “teratoma” proviene del griego teratos, monstruo, y om, hinchazón. Los teratomas son tumores monstruosos. La ciencia médica los defi ne como restos de órganos que se forman generalmente durante las etapas germinativas: pueden contener pelo, hueso, dientes, tejido cerebral, trozos de hígado, pulmón, corazón... Viviremos con esos seres monstruosos sin darnos cuenta, pero seremos capaces de ver lo extraordinario y quizá hasta nos asombremos con la anomalía ajena.

Phineas Taylor Barnum (1810–1891), un empresario estadunidense, admirador de los cuerpos extraños, distintos, anómalos, forjó su fortuna a partir del asombro, de la maravilla, del prodigio. Era conocido como “El Príncipe de las Patrañas” y su colección de monstruos incluía una sirena muerta, varias fotografías de fantasmas, enanos —desde los perfectamente proporcionados hasta los que parecían salidos de un cuento de hadas— y decenas de personas que, orilladas por sus defectos físicos —tal vez sin alternativas, tal vez orgullosos— formaban parte del “espectáculo más grande sobre la Tierra”. Pero había seres que a Barnum le parecían “demasiado para el circo”. Theodore Lent (de quien no conocemos datos de nacimiento, no existen registros, tal vez hurtó el nombre y su identidad) seguía los pasos de Barnum, pero con una diferencia: además de interés económico, se sentía profundamente atraído hacia seres distintos que despertaban su apetito sexual. Sabedor de la expresión “La belleza está en el ojo de quien la observa”, probablemente Lent padecía una parafi lia llamada teratofi lia: atracción sexual hacia cuerpos inusuales (se dice que las parafi lias se padecen, pero yo diría que se ejercen y disfrutan). Y es que los cuerpos anómalos implican relaciones afectivas fuera de nuestra comprensión. George F. Orrin (1815–1884) llegó a México proveniente de Inglaterra, y fundó uno de los circos más importantes del país. Pero Orrin no tuvo la fortuna de los dos empresarios que lo anteceden: nunca consiguió, por más que lo buscó, un monstruo para exhibir en su espectáculo, y puede ser que viviera cuestionado por la necesidad de encarnar que tienen las almas pese a la brutalidad que implica el acto de la materialización. Los espíritus siempre buscan un cuerpo. ◆◆◆ Los monstruos, como las deidades, son dualidad y son totalidad. En 1811 nacieron los hermanos Chang y Eng Bunker. Nacieron destinados a una vida feliz, llena de fama, nacieron con el sino de ser

recordados después de muertos, pero con el problema de que no eran dos, eran uno. En la provincia de Makiog, Siam —hoy Tailandia—, Chang y Eng fueron los primeros hermanos siameses de los que se tiene un registro y los que darían el nombre a sus semejantes por su lugar de origen. Los hermanos siameses conllevan una serie de dilemas fi losóficos, morales, ontológicos y, de algún modo, todos tenemos un hermano siamés, una parte oscura inseparable, indivisible. Era el 13 de abril de 1843 cuando las hermanas Sarah Anne y Adelaide vistieron sus ajuares de novia. Caminaron cada una rumbo al altar para encontrarse con sus prometidos, dos hombres felices de llevar una vida normal —¿o era un solo hombre?—. Sarah se casó con Eng y Adelaide con Chang. No sabemos cómo, no sabemos a ciencia cierta si fueron los padres biológicos, pero Chang tuvo diez hijos y Eng, doce. Es difícil imaginar las escenas sexuales de los siameses, sobre todo por la disposición de cada una de las esposas para ser vistas desnudas por su cuñado, para convivir con otro hombre al tiempo que lo hacían con sus maridos. Para evitar problemas conyugales cada uno de los hermanos Bunker compró una casa para sus familias y acordaron que pasarían tres días consecutivos en cada una de las viviendas. Las mujeres accedieron y pronto se acostumbraron a su vida. Eng y Chang eran respetados por su comunidad —se habían establecido en Carolina del Norte—, tenían tierras, esclavos. Estaban agradecidos con sus vidas. Y, a pesar de tanta felicidad, Chang se lamentaba. Algo lo afligía. No se sentía satisfecho. Chang era el lado oscuro de Eng; Eng, el lado luminoso de Chang. Como en el Yin y Yang, eran fuerzas opuestas: uno más sensible, el otro más racional; uno tranquilo, el otro violento, pero se necesitaban el uno al otro para ser.


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DE PORTADA

FOTOS: ESPECIAL

Chang comenzó a beber y bebió tanto que sufrió un derrame cerebral. Eng no podía hacer nada para detener a su hermano, cargaba con un borracho a su costado, pero no lograba convencerlo de que tenía que pensar como dos y no como uno. Chang no se daba cuenta —nadie lo sabía— que afectaba directamente al único órgano vital que ambos compartían: el hígado. Y, aunque lo hubiera sabido, a Chang no le importaba, estaba seguro de su individualidad, cosa de la que Eng dudaba. El derrame cerebral de Chang no afectó a Eng, pero en enero de 1874, cuando tenían 63 años, el hermano oscuro enfermó de neumonía. Una noche, Eng despertó y sintió que uno de los timbales que a diario escuchaba había dejado de sonar, que el constante fuelle de Chang no funcionaba más. Antes de que pudieran separar el cadáver, Eng murió. Se realizó un examen post mortem y la conclusión fue que Eng dejó de vivir tras sentir el terror de la Muerte acechante. ◆◆◆ La monstruosidad puede expresarse como luz y sombra, pero también como eclipse. Había comenzado el siglo XX —al menos en el calendario gregoriano—, los hermanos Bunker hubieran estado a punto de cumplir 90 años cuando nació su contraparte: un ser que aunque no era monstruo deseaba serlo. En Córdoba, Veracruz, en 1904, llegó a la vida el poeta Jorge Cuesta. Su vida fue breve y, aunque publicó poco, fue reconocido y respetado por sus colegas. Miembro del grupo Contemporáneos, pronto se transformó en un monstruo completo, total —al menos, eso decía. Cuesta era ingeniero químico y su curiosidad hizo que experimentara consigo mismo. Cual conejillo de Indias, probó en su propio cuerpo con sustancias enigmáticas: un polvo que convertía el agua en una sustancia similar al vino; un líquido que permitía beber toda clase de alcoholes y cualquier cantidad de ellos sin embriagarse; la fuente de la eterna juventud, una sustancia que, supuestamente, detenía la maduración de los frutos y que él mismo se inyectó para mantenerse joven; complejo vitamínico de marihuana y ergotina (un antihemorrágico). Según Cuesta, si se alteraba la estructura molecular del fármaco, la ergotina se convertiría en una panacea. Su interés por la ciencia y por encontrar elementos que mejoraran la vida humana le ganó el sobrenombre de “El más triste de los alquimistas”. Afectado por hemorroides, Cuesta inició un tratamiento que modificó su cuerpo. “Sustancias enzimáticas” le eran suministradas por distintas vías. Un día tuvo una crisis: el sangrado de las hemorroides fue tal que aseguró que se trataba de una menstruación y era lógico puesto que él se convertía, poco a poco, gradualmente, no en mujer, sí en hermafrodita. Consultó entonces al psiquiatra Gonzalo Lafora. Fue diagnosticado con disturbios mentales, resultado de tendencias homosexuales reprimidas. Cuesta se inconformó con el diagnóstico, no lo aceptó. Escribió una larga carta al doctor Lafora. En la misiva, insistía en que sus cambios fisiológicos eran el resultado de “las sustancias enzimáticas que he estado ingiriendo”. Las causas, para Cuesta, estaban en la materia, no en la psique. Cuesta quería, anhelaba ser hermafrodita. Probablemente entendía al hermafrodita como un ser total, completo, pleno. Antes de suicidarse, en 1942, acuchilló y lastimó constantemente sus genitales.

Los hermanos Chang y Eng Bunker

Elías Nandino escribió: “Jorge Cuesta era completamente ajeno a su cuerpo. Su existencia se consumaba por su evasión. Como el rádium, se hacía presente por el poder que esparcía. Su cárcel molecular quedaba borrada ante la fuerza de su irradiación. Por esto su materia no intervenía en su palabra. Cuando hablaba se hacía oír, pero no se sabía de dónde venía su palabra; era como el ventrílocuo de sí mismo y las frases que transmitía daban la impresión de nacer de los fantasmas del aire”. La relación más difícil de Jorge Cuesta, como seguramente la relación más difícil de cada ser humano, fue con su propia fi gura. Lleno de necesidades, destinado a la degradación, el cuerpo nos llena de placeres que luego nos negamos a abandonar.

Porque, fi nalmente, ¿qué es un cuerpo?, ¿qué es una mano, un ojo, un pie? ¿Qué es una próstata o un útero? ¿Qué es un cuerpo malforme? Entre la dualidad y la totalidad existe una enorme gama de monstruosidades, como gamas de colores, como tonalidades, que se prestan para ser retratados ante un dispositivo mágico. Y a medida que el cuerpo se degrada, el alma se inquieta y obliga al intelecto a buscar panaceas, fuentes de la juventud, fórmulas de vida eterna. Un deseo se apodera de las mentes decimonónicas; ya se había apoderado de mentes más antiguas. Se apodera también de las mentes del siglo XXI. Es un anhelo siempre insatisfecho de alcanzar la Eternidad con el espíritu enfrascado en un cuerpo perfecto. Llamémosle panaceuforia. L


EN LIBRERÍAS

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LABERINTO

ESPECIAL

Aprender a leer poesía RESEÑA IGNACIO TREJO FUENTES

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ara hablar de poesía se necesita ser poeta. Eso hace Jorge Esquinca en su libro Breve catálogo de fuerzas (Bonobos/ Conaculta, México, 2016), donde reúne ensayos escritos a través de los años. Los divide en tres partes: “Tentativas”, “Conjeturas” y “Vislumbres”; más una “Adenda”. En el primer tramo, Jorge Esquinca se ocupa de Octavio Paz, Rubén Bonifaz Nuño, Alí Chumacero, Guillermo Fernández, Elías Nandino, Agustín Yáñez y Salvador Elizondo. En el segundo, analiza la obra de Francisco Hernández, Coral Bracho, Vicente Quirarte y Myriam Moscona. Casi al último, revisa autores extranjeros: Antonin Artaud, Henri Michaux, Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Luis Cernuda, Ray Bradbury, Dylan Thomas, Emily Dickinson y Gonzalo Rojas. Casi nada. Decir algo sobre Octavio Paz parece innecesario, pero cuando se habla de Rubén Bonifaz Nuño se está señalando al mejor poeta de lengua española, del tamaño de Borges y acaso mejor que Ramón López Velarde. No menores son Guillermo Fernández, Francisco Hernández y Coral Bracho. Creo que ella es, después de Juana Inés de la Cruz y Margarita Michelena, la mayor poeta mexicana. Reviso mis libros de poesía y me topo con textos extraordinarios, como los de Guillermo Fernández: Bajo llave no tiene límites. Tampoco Mar de fondo, de Francisco. No sé por qué Jorge Esquinca se olvidó de Francisco Cervantes, quien es, en mi opinión, el más grande poeta luego de los ya señalados. Relatorio sentimental es incomparable. (Sus cuentos Ustedes recordarán y Relatorio deben ser leídos.) Dice Jorge, refiriéndose a Guillermo Fernández: “Viene la noche a la ciudad que habito y de la que tú, hace tantos años, escapaste. Muy joven, niño aún, dejaste la casa materna y te fuiste por el mundo. Luego de mucho andar cruzaste el Atlántico y te anidaste —durante un tiempo que intuyo especialmente luminoso de tu vida— en Florencia”. Y de don Rubén: “Y se refiere, por supuesto, a los ojos de Beatriz que lo espera en la otra orilla. Como en la Divina Comedia, el poema de Bonifaz Nuño [se refiere a La flama en el espejo] encuentra su mejor sustento, su eje, su espuela, en la figura poderosamente simbólica de la mujer. Ella es, en palabras de Bonifaz, ‘la criatura mejor realizada del universo’, ya que, entre sus principales atributos, tiene en sí misma el poder de la revelación. El poema habrá de comenzar entonces por la mirada: receptora y silo de la luz, depositaria del ascua divina. Y habrá de comenzar con el amor y así aproximarse, paso a paso, al Misterio. Pues, leemos, ‘es amor el fuego que trasmuta/ y amor la materia trasmutada’ ”. Si leemos con atención Breve catálogo de fuerzas, de Jorge Esquinca, acaso aprenderemos a leer poesía. Jorge es poeta, y recuerdo un verso suyo que completa La noche en blanco: “No despiertes aún/ he pasado por ti la noche en blanco”. L

El filósofo Byung-Chul Han

Una política de lo bello RESEÑA CARLOS RUBIO ROSELL

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n lo pulido, lo aséptico, lo sano, lo que no presenta arrugas ni malformaciones y es absolutamente transparente, queda eliminada toda la negatividad del mundo. Pero con ese gesto también se eliminan el saber, la experiencia, la seducción, incluso la auténtica política, la muerte y el desastre. Y solo queda el consumo, el trabajo, la información y el imperio de la belleza, una belleza que elimina lo bello, entendido como la fuerza vivificante de la vida, como aquello que nos desembaraza de nosotros mismos y nos enseña a demorarnos desinteresadamente en algo, permitiéndonos, a fin de cuentas, experimentar la libertad. Estas son algunas de las ideas de fondo que subyacen en el ensayo La salvación de lo bello (Herder, España, 2015), del pensador de origen coreano Byung–Chul Han (Seúl, 1959), quien tras abordar asuntos como el exceso de rendimiento (La sociedad del cansancio), la vigilancia y el control (La sociedad de la transparencia), la desaparición del otro y la intensificación de lo pornográfico (La agonía del Eros), la sociedad digital (En el enjambre), el autosometimiento político (Psicopolítica) o la disyuntiva entre vita activa y vita contemplativa (El aroma del tiempo), reflexiona sobre el mundo de lo pulcro e impecable como seña de identidad de nuestro tiempo, para elaborar una crítica de la sinrazón hedonista cuya pura positividad elimina el dolor, la culpa y la herida convirtiendo toda experiencia en una “anestética” que borra el juicio, la interpretación o el pensamiento, y nos aísla en un entorno donde triunfan la homogeneidad, el disfrute inmediato y el consumo pasajero. Es la nuestra, dice Han en esta obra, una sociedad obsesionada por la limpieza y la higiene, que siente asco ante cualquier forma de negatividad, sea la ambivalencia o el secreto, y que demanda, a todas horas y por todos los medios, transparencia, que llega en forma de flujos pulidos de información cuyos datos carecen de intimidad, reservas o dobles fondos, ya que los datos, a diferencia del lenguaje, son nítidos: “Los datos convierten la acción en transacción, en un proceso que se realiza sin autonomía ni dramaturgia por parte del sujeto, que así se somete al cálculo y el control”. Para entender el discurso de Han hay que considerar que la estética actual de lo bello es

en realidad una estética de la complacencia: no conmociona, no arrebata ni asombra y mucho menos duele, de modo que lo bello se transforma en lo terso y optimizado. La cuestión es, precisa Han, “devolver a lo bello una sublimidad que no quepa interiorizar […], revocar la separación entre lo bello y lo sublime”, movimiento que nos permite, justamente, salvar lo bello. Para efectuar esta operación de rescate, Han apela a una categoría: lo bello natural, que se opone a lo bello digital porque no se consume ni conduce a la autorreferencia o al autoerotismo, al estar mirándose a sí mismo. “Lo bello natural no es algo que a uno le agrade”, escribe Han, “no es un paisaje hermoso”. Es, más bien, siguiendo a Adorno, lo que parece más que lo que es literalmente. “Es algo que todavía no es y que, con su expresión, rechaza su intención de humanizarlo, y así se sustrae al consumo”. Lo bello natural no se opone a lo bello artístico porque el arte imita lo enigmático del lenguaje de la naturaleza y así la salva. “Es la copia del silencio desde el que la naturaleza habla”. Esta operación de salvación de lo bello defiende la esencia de la belleza, que radica, señala Han, en el encubrimiento, en la indesvelabilidad. Y es que la belleza no se comunica ni a la empatía inmediata ni a la observación ingenua, como pretenden tantos críticos. Y el encubrimiento, apunta Han, también erotiza el texto. El bello vestido hecho de metáforas, dice, convierte la hermenéutica en una erótica, “maximiza el placer por el texto y convierte la lectura en un acto amoroso”. Las fuentes con las que debate Han a lo largo de su texto son de primerísima magnitud: Hegel, Kant, Heidegger, Benjamin, Barthes, Gadamer, Nietzsche, y al final da una vuelta de tuerca a su discurso proponiendo que lo bello es lo único que enseña a demorarse desinteresadamente en algo. Y bajo esta premisa, presenta una “estética de la verdad” que lleva implícito un movimiento de libertad y de reconciliación en cuyo juego aparece una “política de lo bello” que, asume Han, hoy no es posible, pues si la política de lo bello es una política de libertad en la cual las cosas y actividades no están dominadas por la necesidad ni por la utilidad, la falta de alternativas, bajo cuyo yugo trabaja la política actual, hace imposible la acción genuinamente política, que actúa y no trabaja, que ofrece opciones y alternativas. Salvemos, pues, lo bello, concluye Han, porque mediante lo bello nos desprendemos de nosotros mismos. Su salvación es así la salvación de lo otro. L


MILENIO

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sábado 30 de enero de 2016

EN LIBRERÍAS

ALEX PIERRE LEMAITRE Alfaguara México, 2016 383 pp Varios premios recibió esta novela cuando fue publicada en 2011. Inicia con la búsqueda de una mujer que ha sido raptada en pleno centro de París, una anomalía judicial pues, como leemos, “esto no es ni mucho menos México y no hay un rapto a diario”, y se complica una vez que empiezan a multiplicarse los cadáveres horriblemente consumidos por ácido sulfúrico. El comandante Camille Verhoeven, a quien ya vimos en Irène, dirige la cacería. Es uno de esos tipos señalados por la mala fortuna que saben renacer de sus cenizas a golpes de perseverancia e inteligencia creativa.

CUATRO LIBROS OMEGAR MARTÍNEZ Abismos/ Guxurumbu México, 2015 279 pp. Cuentos y más cuentos son los que reúne este volumen, aunque bien podrían llamarse “ludificciones” por su predisposición al juego y a romper todo convencionalismo. A veces siguen el curso de una historia, en otras experimentan con la forma o agudizan las sensaciones o hasta semejan un ensayo. Son, pues, inclasificables. Fueron escritos entre 1995 y 2015, y dejan ver que sus obsesiones han permanecido fieles a sí mismas, aguardando el momento preciso para ser expresadas. Fueron asimismo escritos “sin estímulo, beca, prebenda o apoyo de programa gubernamental alguno”.

CUENTOS DEL PACÍFICO SUR YURI SORIA–GALVARRO Ficticia México, 2015 89 pp. El escritor boliviano Soria–Galvarro ya había publicado en coedición con El Kultrún, de Chile, Plural, de Bolivia, y esta casa editorial, el volumen de cuentos Mar interior (2006), y formó parte de la antología realizada por Poli Delano también para Ficticia: Después del 11 de septiembre. En este nuevo título, publicado en cuatro países de manera simultánea, el autor vuelve sobre sus temas recurrentes: los marinos vagabundos de los canales, esos aventureros que sortean archipiélagos hasta llegar a la Tierra del Fuego y más allá del Cabo de Hornos, donde las islas y el mar tejen el misterio.

CUCOS LAURA ELISA VIZCAÍNO Ficticia México, 2015 108 pp. Quien dude que la minificción goza de una salud inquebrantable debería acercarse a este volumen y saborear cada una de sus páginas. Vizcaíno tiene sentido del ritmo y, aún mejor, pulso para poner en juego la ironía, tan útil cuando hace falta exactitud y contención. Sus intereses son tan múltiples que admiten lo mismo la escritura y los seres imaginarios que los estremecimientos del cuerpo y la vejez. Va una de sus perlas: “Le prometió un amor incondicional. Le dijo que nunca le haría daño, que ella era su todo, su razón de ser. Pero las palab se las llev el…”.

EL TIEMPO DE SHAKESPEARE FRANK KERMODE Debolsillo México, 2015 240 pp. Para comenzar a calentar motores por el centenario de la muerte de El Bardo de Stratford Upon Avon, el lector que quiera acercarse no tanto a su obra, de la que ya debe conocer al menos un par de piezas, sino a su vida, debe leer este libro de un reconocido especialista. Con prosa ágil, Kermode ofrece antecedentes como el paso del catolicismo al protestantismo en Inglaterra; habla del padre de William y la importancia que tuvo en su vida; de la llegada del dramaturgo a Londres, aunque hay un vacío en cuanto a datos; de la situación de los teatros en la capital y, finalmente, de su triunfo como autor.

SOBREVIDA. ANTOLOGÍA POÉTICA

Ida Vitale: pureza en lo cotidiano POESÍA EN SEGUNDOS

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VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

unque la poeta uruguaya Ida Vitale, nacida en Montevideo en 1923, es muy conocida en la literatura mexicana —ella vivió varios años en nuestro país— y forma parte de ese extenso y variado grupo de escritores extranjeros a los que podríamos llamar la otra cara de nuestras letras, todavía tenemos una insuficiente comprensión de su obra y es necesaria una relectura más profunda de su literatura. Vitale, junto con Eduardo Lizalde y Gabriel Zaid en México y, probablemente, al lado de Juan Gustavo Cobo Borda en Colombia, es una de las últimas representantes de la idea de la poesía como un estado de rigor máximo e ilustrado. Vitale encarna una experiencia donde el “discurso” lírico forja, sí, un mundo autónomo —eso que la cursilería académica, o los incautos aficionados a ella, han llamado “artefacto verbal”—, pero también la común realidad insospechada. No digo que no haya algunos poetas herederos de la tradición del lenguaje concebido como la realización de una actividad emocional e intelectual extremas y como la conciencia de que “forma es fondo”, si aceptamos el dicho de Díaz Mirón, secuestrado de manera cínica por los políticos “cultos” de los viejos tiempos. Pero son pocos, hoy en día, los autores con este pensamiento estético. Domina lo contrario: el culto a lo “espontáneo”, la superficialidad sofista y una tosca invención fullera. Por esta razón, la publicación de Sobrevida. Antología poética (Era, uanl, Capilla Alfonsina, México, 2015) de la poeta rioplatense Ida Vitale, avecindada en Austin, Texas, en selección y con prólogo de Margarita Minerva Villarreal, tiene un valor insoslayable: ofrece una buena muestra de esta obra excelente. La pieza de donde proviene el título del libro es un ejemplo de exactitud y originalidad. En “Sobrevida”, Vitale escribe: “Dame noche/ tus pájaros sin canto./ Dame, en cuanto cierre/ los ojos de la cara,/ tus dos manos de sueño/ que encaminan y hielan,/ dame con que encontrarme,/ dame como una espada,/ el camino que pasa/ por el fi lo del miedo,/ una luna sin sombra,/ una música apenas oída”. En este texto, para el lector mexicano es casi imposible no oír un eco de “Nocturno” de Xavier Villaurrutia: “Todo lo que la noche/ dibuja con su mano/ de sombra:/ el placer que revela,/ el vicio que desnuda”. En ambos poemas, el mismo clima sonámbulo y en ambas composiciones el verso de arte menor transformado en “ecuación psicológica”, la imagen elevada a idea y un subterráneo compás alejandrino quebrado de una forma perfecta. Ida Vitale tiene, muchas veces, esa claridad imprevista que siente nostalgia de lo que no ha ocurrido. De ahí que en otro poema nos diga, de nuevo en consonancia con Villaurrutia: “Ser aceptada viva en esa logia/ de muertos que están vivos”. Es interesante ver cómo la poesía pura evolucionó y, sin perder agudeza, absorbió en dosis controladas la anécdota y una cierta forma de historia. En Idea Vilariño y Roberto Juarroz, dominados por la esencialidad, hay un implacable drama abstracto y en Ulalume González de León, otra poeta de la pureza, el retorno de la realidad bajo la forma de hábiles epigramas y precisos cuentos insólitos. En cambio, en Vitale, la simetría, la limpidez, roza de un modo asombroso lo natural y cotidiano. Su pureza también es abierta y llana, el meollo es apariencia, tanto que falsamente podríamos creer que su poesía es suave y sencilla. Pero no, su claridad es filosa y su bondad, irremediablemente, nos hiere. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Peter Greenaway

“El cine es joven pero usa viejos esquemas” De visita en México, el cineasta británico habló sobre su más reciente producción ENTREVISTA

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penas empezamos a comprender la estancia del director ruso Sergei Eisenstein en México, a principios del siglo XX, comenta Peter Greenaway. De ahí el reto de abordar la vida del autor de ¡Viva México! a través de Eisenstein en Guanajuato, un biopic radical, fuera de todo convencionalismo, en el cual el cineasta británico confirma su compromiso por encontrar nuevas formas de narrativa visual. De director a director, ¿qué clase de empatía siente con Eisenstein?

Creo que hay muy pocos directores brillantes y visionarios, y él es uno de ellos. Una de sus ventajas es que estaba haciendo cine en 1920, cuando todavía no sabíamos lo que era. Al margen de propuestas comerciales, había gente como Luis Buñuel o Salvador Dalí, que trataban de entender su relación con la idea de la esencia del tiempo. Recordemos las películas silentes. Había, además, muchas posibilidades fílmicas y políticas. Pensemos en la propaganda y su labor para esparcir el comunismo no solo en Rusia sino en todo el mundo. El cine era importante y realmente serio, fue una

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

herramienta de organización y civilización de los sistemas políticos. Eisenstein hizo tres películas extraordinarias: La huelga, El acorazado Potemkin y Octubre, por supuesto muy politizadas. Sin embargo, creo que no solo deberíamos recordarlo como un pionero y publicista del comunismo. La Capilla Sixtina de Miguel Ángel es un extraordinario ejemplo de propaganda del catolicismo romano, pero no pensamos en propaganda cuando hablamos de Miguel Ángel. Entonces, ¿por qué sí lo hacemos con Eisenstein? Era lo suficientemente talentoso, fuerte y serio, como para construir una mirada particular. Desarrolló una habilidad para hablar en diferentes idiomas, para explicar una posición ideológica y hacer películas muy poderosas. ¿Durante el rodaje de su película descubrió algo de Eisenstein que no sabía?

Hice un descubrimiento personal cuando tenía 17 años. A esa edad eres muy fácil de impresionar y yo lo estaba por sus películas; comencé a estudiarlo desde entonces. Sentado en la biblioteca a la medianoche, entre 30 mil libros, me ponía a leer sobre su vida solo para espiar su experiencia alrededor del mundo. Creo

Momento de Eisenstein en Guanajuato

que la experiencia asociada con la figura del propio Eisenstein me dio la valentía para hacer una película sobre él. A partir del conocimiento que tiene de México y sus visitas recientes, ¿percibe algún tipo de vigencia en la película ¡Viva México!, de Eisenstein?

Hace veinte años gente como él, responsable de la imagen, solía ser importante. Ahora no lo es ni remotamente. Hoy se puede hacer lo que se quiera con las imágenes. No sé qué pensaría Eisenstein porque el cine ha avanzado tecnológicamente y él era un gran experimentador. Si estuviera vivo usaría hologramas 3D, estaría a punta de cañón con toda la tecnología. Usted suele decir que el cine ha muerto. ¿A qué se refiere exactamente, ya que es un arte aún joven?

Es muy joven pero usa viejos esquemas. Cada filme se puede ver una y otra vez. Si en una película muestras tu experiencia porque eres un cineasta profesional, que

HOMBRE DE CELULOIDE

no se deja regir por el público, entonces terminarás por abandonar el cine. Hoy, con solo ver cinco minutos de una cinta puedes reconocer el clímax y saber que terminará al estilo hollywoodense. No hay nada nuevo en el fondo. Una de las cosas que buscamos exhaustivamente es una nueva forma de hacer cine y creo que esto tiene que trascender nuestra actividad. No hay que buscar una historia en la vida, sino un frame en la vida. La vida está basada en frames creados por situaciones artificiales. Hay que cambiar estas nociones para reinventar el cine. ¿A quién sigue entre los directores actuales?

Algo sorprendente, incluso para mí, es que concuerdo con el cine comercial de Ridley Scott. Sus películas son brillantes a pesar de ser hollywoodenses, son mucho mejores que las de Kubrick o Scorsese. Creo que es un hombre que entiende la imagen y la fotografía; solo desearía que no utilizara guiones comerciales. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

La otra muerte mexicana

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isenstein, artista y teórico del cine, parece haber sido un poco loco. Casi tanto como Mozart en el Amadeus de Milos Forman. Al menos así lo retrata Peter Greenaway en Eisenstein in Guanajuato, una obra de arte que rinde homenaje a la vida del cineasta ruso en México. Ya antes, Olivier Debroise había intentado algo similar con Un banquete en Tetlapayac del año 2000. Por desgracia, su obra pasó desapercibida, algo que no sucederá con el filme de Greenaway, entre otras cosas porque la producción mexicana ha conseguido dar al inglés las locaciones perfectas para cocinar su banquete visual. Y es que Greenaway es uno de los directores más notorios en lo que se refiere al cine de búsquedas estéticas. Desde The Belly of an Architect hasta The Pillow Book nos ha acostumbrado a experimentos que ofrecen al público una experiencia de arte total. Para comenzar, lejos del lugar común, Greenaway da vuelta a la moneda de lo que se supone que México es y demuestra que al otro lado de Tánatos está Eros. En efecto, Eisenstein in Guanajuato es la más gozosa película de Greenaway hasta la fecha. Lo es porque el realizador ha encontrado en nuestro país algo que ni siquiera nosotros habíamos notado: lo erótico que esconde todo este gusto por la muerte. Nuestro protagonista ruso, genial y virgen, se encuentra así con un auténtico “Viva México” hecho de sensualidad y pasión gracias a que su guía, un tal Palomino, lo conduce más allá de los atractivos turísticos, hasta el placer al centro de un cuerpo que también puede ser arte. Este es el gran logro de la nueva película de Greenaway. Si Eisenstein in Guanajuato se hubiese contentado con volver

Eisenstein in Guanajuato (Eisenstein en Guanajuato). Dirección: Peter Greenaway. Guión: Peter Greenaway. Con Elmer Bäck y Luis Alberti. México, Holanda, Finlandia, Bélgica, Francia, 2015.

a retratar el lugar común de México, no hubiera pasado de una bonita postal. Greenaway ofrece en cambio esta faceta que ni siquiera los grandes directores mexicanos (El Indio Fernández, por ejemplo) habían encontrado: la sensualidad gozosa de quien no niega que va a morir. Eisenstein in Guanajuato es Greenaway por todo lo alto. El director, en este sentido, no ofrece nada nuevo. No hay en el montaje nada de realismo. Al contrario, el autor recrea un universo en el que aparentemente todo es posible: la película está hecha de un histrionismo desenfrenado, una imagen churrigueresca y colores pastel con los que más luce el erotismo del que hemos hablado. Con todo, Peter Greenaway se

cuida de evitar que su cine parezca fórmula. Lo suyo es “estilo”. Aquí lo demuestra realizando por primera vez una comedia hecha de chistes intelectuales que ridiculizan a Hollywood y a Rusia. Guión y montaje recrean entonces una de las épocas más interesantes de México y el mundo; ese momento histórico en el que comenzó la pugna entre la Unión Soviética y Estados Unidos por hacerse con el control del mundo. México se nos aparece entonces como un islote de paz y sensualidad lujuriosa en el que un atribulado director encuentra algo que no estaba buscando. Eisenstein, quien investigaba un país que elogia la muerte, encuentra un lugar lleno de voluptuosidad y placer sexual. L


MILENIO

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sábado 30 de enero de 2016

ESCENARIOS

ESPECIAL

Las batallas del sol contra el sonido El 10 de enero, en la capilla Sofitel, se interpretó el Magnificat de Vivaldi dentro del Festival Internacional de Música de Cartagena VIBRACIONES

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a mañana en Cartagena comienza con la promesa del Magnificat de Vivaldi. Han sido días raros; de luchas inesperadas. La música barroca en el Caribe colombiano resulta una permanente batalla: la batalla del sol contra el sonido. Un brutal calor asfixiante contra delicadas partituras cerebrales. El cuerpo reacciona al clima: bailar, nadar, mojitos y playa. La cabeza reacciona al trabajo: teatros, orquestas, concentración y compositores muertos. La lucha resulta despiadada: nunca antes las circunstancias han sido tan drásticas. ◆◆◆ Los críticos internacionales —su itinerario: tres o cuatro conciertos diarios durante una semana— se hospedan en el Chocolat, un pequeño hotel al lado del mar, alejado de la Capilla Sofitel, a 20 minutos caminando por la playa. Una caminata llena de distracciones sensuales. Pescadores descamisados —músculos tensos, piel tostada— abren en canal robalos que aún aletean y huelen a sangre y a sal. Las olas —pequeñas, inofensivas— tardan demasiado en desaparecer: permanecen suspendidas y despacio caen, envueltas en sorprendentes claridades.

HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

Dos adolescentes avanzan por la orilla. Van de la mano. El agua, cuando sube, les cubre los tobillos. Caminan, pero es como si bailaran. En sus pasos hay ritmo de salsa. El trazo de sus huellas sobre la arena es un frondoso camino serpenteante que lleva a muchos posibles lugares: a un vendedor callejero de cocos con ginebra, a una tarde de baños de sol y pensamientos con barcos, o al paisaje sonoro de una tarde invernal en el Caribe (anónima carcajada femenina/ el viento arrastrando una bolsa/ el motor de una lancha/ dos palabras sueltas de hombre ¿viejo?: “medicinas” y “regreso”). Los críticos internacionales —uno gringo, español el otro; ambos de pantalón sastre y camisa de manga larga— pretenden no sentir estas cosas. Pero son estímulos tan contundentes que ignorarlos les implica reprimir el lenguaje de sus nervios. Y es una mutilación que les duele y los pone de malas. Están perdidos. Buscan la capilla en donde será el concierto. Le preguntan a una muchacha —shorts diminutos, sandalias y ombliguera—. Ella alegremente los guía (“¡Es ahí, al final de esa calle!”). ◆◆◆ En la entrada de la Capilla Sofitel —a las 4 de la tarde— se regalan abanicos. Calor asfixiante. El aire acondicionado

DANZA

Vista de Cartagena

se prohibió por ruidoso. Coro y orquesta están acomodados sobre el atrio. Son los niños de la Filarmónica Juvenil de Caracas. Aguardan la salida de Rinaldo Alessandrini, su director. Estáticos, serios, de blanco. Parecen un cuadro. ◆◆◆ Vivaldi compuso su Magnificat (1715; revisado en 1720) para el orfanato femenino Ospedale della Pietá de Venecia. Musicalizó un himno a la Virgen María para que niñas sin madre lo cantaran y que, al cantarlo (una búsqueda de voces blancas), la oración hasta el cansancio repetida (de noche, de día) por primera vez surgiera dentro de ellas con la fuerza necesaria para consolar su orfandad. Vivaldi entendió algo clarísimo: la espiritualidad radica en la música, no en las palabras; rezar es acción infértil si no se canta. ◆◆◆ A la salida del concierto se reparten paletas heladas. Los críticos internacionales las rechazan. Envueltos en la sombra de un árbol, discuten sobre religión y música.

ARGELIA GUERRERO

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También evidenciaron una situación por todo el gremio conocido, pero que no suele cuestionarse y menos se actúa por modificarla; esto es, la dinámica insana de someter a los bailarines a una competencia muchas veces desventajosa por conseguir un lugar en las compañías o proyectos que ofrezcan condiciones mínimas para trabajar, proceso que se convierte en una verdadera carnicería pues la mayoría de las veces los bailarines se ofrecen por menos de lo que dignamente corresponde, convirtiendo la dinámica en un círculo vicioso de trabajar por lo menos posible “con tal de bailar”. Esto deriva además en una forma de trabajo marcada por la amenaza constante de no quejarse y aceptar malas condiciones laborales para no perder el puesto. Esta situación dramática, por decir lo menos, empobrece las condiciones materiales bajo las cuales los bailarines desarrollan su trabajo, pero también infecta el desarrollo escénico de la danza puesta en escena. ¿Cómo podemos aspirar a procesos

makarova81@yahoo.com.mx COMPAÑIA NACIONAL DE DANZA

Cuando los cisnes deben protestar a nota que en días recientes ocupó la agenda dancística nacional e incluso trascendió al ámbito internacional fue la del conflicto laboral desatado en la Compañía Nacional de Danza, la más importante del país. Esta crisis laboral propició una cascada de opiniones, manifestaciones de apoyo y, por supuesto, una seria reflexión sobre las condiciones laborales bajo las que trabajan los hacedores de danza en México, pues si la compañía con mejores prestaciones para bailar atraviesa una crisis, qué se puede decir de compañías con menor apoyo o, peor aún, de los proyectos independientes. Los bailarines de la Compañía Nacional de Danza arrojaron sobre la mesa muchos temas relevantes sobre el funcionamiento de las compañías profesionales y sus respectivas direcciones, ya que en muchas ocasiones se confunde el valor que la disciplina tiene para los ejecutantes de danza con el de la obediencia ciega y sin sentido, y se cae con facilidad en el acoso laboral y el trato indigno.

—¡Qué hermoso Vivaldi! Un sonido coral diáfano, de gran precisión —dice el gringo, que luce entusiasmado— y la orquesta exploró los matices, fraseó con delicada… —Música bella y bien tocada. Alessandrini hace maravillas con esos niños, no hay duda —dice el español con un brillo oscuro en los ojos—. Pero en el fondo, todo esto no deja de parecerme una pieza de museo. —¿A qué te refieres? —¿Qué podemos encontrar nosotros, humanos del siglo XXI, en himnos barrocos además de tranquilidad y deleite? —¿No es suficiente? —Deberíamos exigir música sacra capaz de acercar nuestras almas hacia lo inexplicable y para eso necesita estar escrita en el lenguaje de nuestro tiempo. La música de iglesia que hoy se canta está escrita en idiomas musicales de hace 300 años. Para las necesidades espirituales de hoy resulta anacrónica y ridícula. —¿Y qué propones? —Que las iglesias renueven su repertorio: misas electroacústicas, credos resueltos con arte sonoro; Aves Marías escritas en estricto serialismo integral. L

artísticos creativos y propositivos de las compañías de danza cuando lo que primeramente importa es garantizar el trabajo? Los factores artísticos e interpretativos pasan, evidentemente, a segundo término. Otros grupos artísticos que comparten muchas de las dinámicas viciadas que aquí hemos planteado padecen esta condición, a la que sumo, por último, la designación de directivos que aunque hayan pasado por el medio o hayan sido parte de las compañías que ahora dirigen, o

conozcan las generalidades del medio artístico, carecen completamente de la sensibilidad, inteligencia y preparación para dirigir, tomar decisiones y, sobre todo, anteponer el interés de los espacios que encabezan sobre sus personalidades. Muchos de ellos no se despojan de su ego para subordinarse a las necesidades de un proyecto de mayores dimensiones y son incapaces de reconocer un camino erróneo. Es entonces cuando los cisnes escapan del cuento y deben protestar. L


VARIA

sábado 30 de enero de 2016

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Mammón versus natura TOSCANADAS

E

l capítulo siete del evangelio de Marcos nos relata el encuentro de Jesús con los fariseos en el que estos últimos le preguntan por qué él y sus discípulos comen pan sin antes lavarse las manos. Entonces Jesús les tira una perorata que concluye con estas palabras: “Nada hay fuera del hombre que entre en él, que le pueda contaminar; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre”. Luego continúa en privado con los apóstoles, diciéndoles: “¿No entienden que todo lo de fuera que entra en el hombre, no le puede contaminar, porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina? Esto decía, haciendo limpios todos los alimentos”. La última frase no es palabra de Dios, sino de algún editor paulista que quiso interpretar el texto a su conveniencia. Jesús hablaba de manos sin lavar; el editor aprovechó para limpiar todos los alimentos. Jesús nunca hubiese comido una torta de pierna de puerco ni un coctel de camarón, pero quienquiera que haya agregado la nota explicativa debió ser un gentil porcófilo. De hecho, la misma escena se cuenta en Mateo 15, sin que se declaren limpios todos los alimentos. Pero más allá de minucias judeocristianas, hay que decir que el Hijo del Hombre se equivocó. Hoy sabemos que buena parte de lo que comemos no sale a la letrina, sino que entra en el

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

corazón. También en el hígado, los riñones y otros órganos, deambula por el torrente sanguíneo, tapa las arterias y buena parte se nos queda embodegada en forma de manteca. Otra fracción nos pellizca algunas células hasta provocar que se multipliquen de modos malignos, provocando cáncer. Tal vez las palabras del mesías funcionaban para una dieta mayormente compuesta por lentejas, habas, puerro, cebolla, aceitunas y aceite de oliva, pan, leche, ajo, uvas, higos, pescado, vino, granadas, dátiles, queso, huevos, pepino, miel y algún corderillo para la Pascua, todo natural; ¿pero quién puede hoy declarar limpios todos los alimentos cuando contienen tanta inmundicia? Jesús no conoció el azúcar, pero hoy a casi todo le agregan azúcar. Incluso los productos que con letras grandes dicen no contenerla, aclaran con letra pequeña que tienen jarabe de maíz, o sea: un azúcar peor que el azúcar. Alimentos tradicionalmente sanos como el yogurt contienen media tabla de Mendéleyev. Al jamón, que desde siempre se hizo para conservar naturalmente la carne, hoy se le agregan no sé cuántos conservantes. En su infinita sabiduría, Jesús no previó que un alimento podría contener ácido benzoico, sorbato de potasio, glutamato monosódico, benzoato de calcio, hidroxibenzoato de metilo, dióxido de azufre, metabisulfito de potasio,

CAFÉ MADRID

¿QUIÉN PUEDE HOY DECLARAR LIMPIOS TODOS LOS ALIMENTOS CUANDO CONTIENEN TANTA INMUNDICIA?

ortofenilfenato de sodio, natamicina, hexametilenotetramina, ácido propanoico, tetraborato de sodio y tantos otros, además de una variedad de colorantes, edulcorantes y saborizantes que no salieron de alguna cocina sino de un laboratorio. Si hoy se apareciera Jehová en los corporativos de Nestlé, Coca–Cola, Pepsico, Kraft, Kellog, Bimbo, General Mills, Campbell, Danone, Mars y Unilever, no les hablaría de animales que rumian o tienen la pezuña hendida, no de aletas y escamas, sino del modo en que prostituyen aquello que natura ofrece en estado de pureza. Les daría un plazo breve para corregirse antes de hacer llover sobre ellos el azufre ardiente que en otros tiempos destruyera a Sodoma y Gomorra. Mas ellos seguirán haciendo lo que siempre hacen, pues saben que hace ya muchos años Jehová se volvió un dios secundario y hoy Mammón es el único dios todopoderoso, el que nos tienta, cuya voluntad se hace en la Tierra y nos da el pan Bimbo de cada día. L

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL

La comida es cultura

D

icen —nadie asegura— que cuando más se come en Madrid es durante la última semana de enero. Con la celebración de Madrid Fusión, una de las cumbres gastronómicas más importantes del mundo, y del Gastrofestival, su actividad paralela que ofrece platillos a bajo precio en muchos bares y restaurantes de la ciudad, en estos días la gente parece convertirse en experta de los fogones. Acude en masa (nunca mejor dicho) a escuchar las ponencias y a participar en los talleres de la elite internacional de los cocineros. Habla con demasiada familiaridad sobre cocina molecular, esferificaciones, plancton, pan líquido, menús degustación e, incluso, de 80 variedades de lentejas. Identifica en el mapamundi las principales rutas gastronómicas. Compra guías de restaurantes, recetarios y novelas y películas de temática gastro. Y, con todo ello, no falta quien a la hora de comer expresa, sin reparo, su intención de ponerse de rodillas ante una mesa de manteles blancos. En los últimos años, la comida ha sido insertada en la industria cultural para promover en torno a ella tradiciones,

sentimientos y hasta una variante (efímera) de las artes plásticas. La televisión, con sus múltiples programas e Internet con su sobreabundancia de webs y blogs, sobre todo, han convertido a los chefs en rock stars sin importar que, muchas veces, sus experimentos culinarios tengan como resultado una gastrotontería (por la que muchas personas están dispuestas a pagar elevadas sumas de dinero). Y el cine y la literatura la incluyen cada vez más (de manera más explícita o como protagonista) en sus argumentos. Desde el Satiricón de Petronio hasta El Gran Gatsby, de Francis Scott Fitzgerald; desde Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, hasta el Cuento de Navidad de Dickens; desde la picaresca hasta Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais, comida y literatura siempre han ido unidas. En dos de las obras imprescindibles de la literatura universal, por ejemplo, la comida tiene un papel central: el principio de El Quijote —“Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían tres partes de su

hacienda”— y la magdalena de Proust —la cadena de recuerdos que surgen al principio de En busca del tiempo perdido se desata cuando el narrador prueba ese panecillo mezclado con té. La comida es importante en los libros porque lo es en la vida diaria y, por lo tanto, es parte (importante) de nuestra cultura. “Lo bueno de este boom de la gastronomía”, me contó el lunes pasado Roberto Ruiz, el chef mexicano laureado con una estrella Michelin por su restaurante Punto MX (Madrid), mientras nos dirigíamos al Palacio Municipal de Congresos, donde se llevó a cabo Madrid Fusión, “es que la gente descubre muchas otras cosas en torno a los alimentos. El otro día fue a comer con nosotros un señor irlandés. Le dije todo lo que lleva el mole y me sorprendió un montón la serie de explicaciones y analogías que hizo, porque parecía uno de esos que ustedes los periodistas llaman intelectuales, sobre la historia y las tradiciones a partir de los ingredientes”. O sea: en torno a un plato hay mucha cultura, me cae. L


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