Laberinto No.662 (20/02/16)

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Laberinto

DESDE EL ESPACIO ESCULTÓRICO magali tercero p. 03

ENTREVISTA A SOLANA OLIVARES PAULETTE DIETERLEN HABLA DE VIERNES fanny del río p. 04 y 05

itzel medina p. 08

MILENIO

NÚM. 662

sábado 20 de febrero de 2016

PRÓXIMA PARADA

FOTO: MIT

ONDAS GRAVITACIONALES gerardo herrera corral p. 06 y 07


ANTESALA

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LABERINTO

ESPECIAL

Rencor y juicio ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

L

a lectura y la apreciación literaria están sujetas a un carrusel de emociones y contaminaciones: es perfectamente humano, por ejemplo, formarse una impresión sobre una obra a partir de la percepción personal que se tiene del autor. La sedimentación de los prestigios se ha realizado con el cascajo de las filias y fobias individuales y no pocas inclusiones o exclusiones responden a lamentables inercias críticas (riesgoso y cansado regatear las reputaciones consolidadas, así sean cuestionables) y a francos prejuicios. Ciertamente, los intentos de hacer más objetiva la apreciación literaria a partir de una valoración de invariantes textuales, como los del estructuralismo, buscaban limitar esa emocionalidad a flor de piel; sin embargo, los extremos son insostenibles y, ante ciertas exageraciones del método que derivan en pobres y aburridos resultados, habría que volver a reivindicar la crítica que despectivamente solía llamarse impresionista, es decir esa lectura a veces desbocada de entusiasmo, a veces exaltada o biliosa, pero viva e inteligente. Aunque las emociones, efusiones o repulsiones siempre

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

están presentes, éstas, sobre todo si son conscientes y asumidas, no anulan el juicio crítico, ni la posibilidad de beneficiarse de herramientas técnicas, teóricas y filosóficas. Y es que tanto el elogio como el vituperio perdurables no pueden ser construidos en abstracto y deben responder, en mayor o menor medida, a la circunstancia objetiva. De este modo, la crítica pasional se distingue de la crítica superficial o interesada, debido a la forma de hacer verosímiles y verificables sus muy subjetivos puntos de vista. Sin duda, la parcialidad inteligente y honesta, mucho más que la quimera de la objetividad, son las que han construido las obras críticas más memorables desde Edmund Wilson hasta George Steiner, desde Paul Valery hasta Marcel Reich–Ranicki, desde Octavio Paz hasta Guillermo Sucre o Alberto Manguel. Crítica y rencor (Cuadrivio, 2015) es un libro en el que una decena de autores mexicanos —Geney Beltrán, Luis Bugarini, Eduardo Huchin, Gabriela Damián, Mónica Nepote, Ricardo Sevilla, Alejandro Badillo, Guillermo Estrada, Jezreel Salazar y Miguel Ángel Hernández— ofrecen distintos enfoques de la actividad

Edmund Wilson

crítica. Hay, sin embargo, dos denominadores comunes: todos nacieron a lo largo de la década de 1970 y la mayoría de ellos desempeña la crítica como un oficio literario, desprovisto de fueros facultativos (aunque varios tengan una presencia destacada en la academia). La lectura es sorprendente por la complejidad y variedad de perspectivas (del análisis

Soñó que no había vida en otros mundos y se sintió muy solo al lado de su mujer.

El complejo de Calzonzin LOS PAISAJES INVISIBLES

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y la confesión a la sátira o la denuncia), por el realismo con que se analizan las constricciones y potencialidades de la actividad y por el sano tono lúdico y autobiográfico con que se asume el oficio crítico. Estos testimonios permiten constatar que, en efecto, la crítica se realiza tanto con seso como con vísceras, con rencor, pero también con regocijo y fruición. L

n 1973, Alfonso Arau dirigió y protagonizó la sátira política Calzonzin inspector, inspirado en el cómic Los supermachos de Eduardo del Río Rius pero también en la obra El inspector de Nicolai Gógol. El guión, escrito por los propios Arau y Rius con la colaboración de Juan de la Cabada y Héctor Ortega, es una delirante parábola que condensa las aberraciones sistémicas del país en un espacio jeroglífico: un pueblo roñoso, miserable y harapiento en el que campean las prácticas más abyectas del poder. Calzonzin es un indio que al huir de sus asesinos, estrella una avioneta en San Garabato, municipio gobernado por don Perpetuo, arquetipo inconfundible del político mexicano de ayer y hoy: hipócrita, represor, corrupto, fraudulento, demagogo, cínico, ratero y hasta matón, ese modelo de la genealogía nacional por el que no pasan los años pues ya sea en 1930 o 1940, o en las

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

décadas de 1950, 1970, 1990 y hasta estos días, el político promedio sigue estancado en los mismos vicios y las mismas lacras, no evoluciona un ápice en lo moral, es como un ofidio que solo cambia de piel. Pero decíamos que Calzonzin cae en el San Garabato de don Perpetuo, y sus huestes lo confunden con el inspector que va de pueblo en pueblo encubierto en el anonimato para rendir un informe al gobernador. Así comienza la simulación: barren las calles, queman documentos comprometedores, encarcelan a los opositores, llenan los hospitales con soldados vigorosos para aparentar un servicio médico eficaz, remozan una escuela (una sola) y peinan a sus piojosos alumnos, colman al inspector de regalos mañosamente llamados “donaciones” y, sobre todo, sofocan manifestaciones, esconden a los más jodidos y destruyen todo tipo de pancartas que denuncien las transas de don Perpetuo y su gabinete.

Todo el país en un pueblucho, todo el sistema representado por seis o siete gatos: caciques, periodistas, clérigos, policías y, por supuesto, la elite, aldeana, vulgar y desaliñada pero oligarquía al fin. Pero ¿por qué recordamos a Calzonzin?... ¿Quizá porque en la reciente visita del papa, Miguel Ángel Mancera decidió cerrar las arterias más importantes de la Ciudad de México y asfixiar a la ciudadanía en sus autos, ahorcar la circulación por días enteros para que las calles lucieran amplias, seguras y apacibles, y mientras el ciudadano se desgreñaba tras el volante y el mofle de su coche envenenaba aún más el de por sí deletéreo aire de la urbe, don Mancera se tomaba un selfie con el Sumo Pontífice? ¿Será porque cuando Francisco habló de la desigualdad y la corrupción ante gobernadores y funcionarios, éstos únicamente pedían a gritos la bendición papal, cual horda de palurdos en delirio místico o en una función de lucha libre? ¿O porque el Ecatepec, el Michoacán o el Chiapas que el papa visitó fue solo un minúsculo escenario maquillado de comarca folclórica y bananera y no el México real pero eso sí, fue agasajado y asaltado para el retrato de familia por los politicuchos y sus mujeres, esas féminas que brincaron del teleguía a primeras damas y a las revistas de sociales? ¿Será por la foto de Norberto Rivera a bordo del papamóvil o por la de Javier Duarte de Ochoa dándole la mano al Santo Padre? ¿O, de plano, porque cuando el papa estaba por subirse al avión para abandonar San Garabato, volvimos a la mugre cotidiana y Hacienda nos recetó el primer descontón en los años por venir? No sé, pero México sería un festín para cualquier psicoanalista. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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ANTESALA

ESPECIAL

× F RA N C I SCO

D E

AS Í S

F E R N Á N D E Z ×

Luna mojada Este poema del escritor nicaragüense nacido en 1946 da título al libro publicado por Temblor de Cielo (México, 2015) Edificio H visto desde el Espacio Escultórico

H

ay un lugar en la oscuridad del sueño donde mi alma se esconde como un muerto de años.

El problema es despertar, volver de lo profundo de la tierra. Y de la nada. Con dolor paga el alma y paga el cuerpo aterrado empujando la piedra. Y me despierto Buscando la luz en los socavones de los sueños (buscar sabiendo que voy a vivir en vano). Y cuando salgo al final mi alma es lo que aflora y la veo partir y vuelve a ver mi cuerpo bajo el peso de la tierra cuando la muerte sin fin ya no tiene palabras ni recuerdos, y despierto nuevamente a descubrir este milagro.

×EKO×EX LIBRIS×PENTEO Y SU MADRE×

La culpa es de los unamitas GUÍA VISUAL

MAGALI TERCERO @magalitercero

E

n el principio hubo un hoyo, ¿no? Porque para poner los cimientos de un edificio de ocho pisos, como el Edifico H que dañó radicalmente el paisaje del Espacio Escultórico de la UNAM, tiene que haberse excavado un hoyo inmenso en tierra firme. ¿Nadie notó el trajín de las excavadoras y la posterior cimentación? ¿Ni a los albañiles que en una construcción modular precisan conectarse a las redes urbanas de electricidad, agua, drenaje y etcétera?: ¿de verdad nadie vio nada cuando se ubicó el primer piso? El ir y venir estruendoso de camiones con material de construcción y grúas con torres de unos 80 metros de altura, debe de haberlo notado alguien porque aunque se utilice material precolado éste se transporta en camiones. ¿De verdad nadie vio las cuadrillas de albañiles, plomeros, electricistas, maestros de obra, ingenieros? Luego vino el segundo piso. Ahí ya podían haber visto algo. Pero no. Con el cuarto y quinto pisos la agresión absurda al paisaje escultórico, tan disfrutado por varias generaciones, era un hecho. Obviamente hubo varillas altísimas. ¿O no? Si la Dirección General de Obras y Conservación de la UNAM comenzó presuntamente la obra en octubre de 2015, es de suponer que alguien se enteró y tuvo acceso a los planos del proyecto. ¿O se hizo todo en la mayor secrecía en tiempos del rector Narro? Qué va. ¡Brotó como un volcán! ¿El Edificio H se armó fuera de la UNAM y apareció de un día para otro? Repito: hubo grúas al montar los paneles precolados, ¿verdad? El mitin del otro día, tan registrado en redes sociales, ¿no pudo hacerse mucho antes? ¿Por ejemplo cuando comenzaba a hacer erupción este Edificio H que es todo menos mudo? Así no es más que un mitin tardío. Con todo y los impecables argumentos de la carta al nuevo rector. Cuando ya iban por el séptimo piso, ¿nadie en toda la zona vio nada ni lanzó la voz de alarma? ¿Pues qué pasó? ¿Se trabajaba de noche y al amanecer todo se volvía invisible? De verdad: ¿nadie pudo registrar con un simple celular ninguna etapa del proceso? ¿Nadie hizo circular una fotografía en… cuánto... cuatro meses? ¿Y nadie vio nada? ¿Por qué estando Narro en el poder no se le cuestionó la hechura de un bodrio así? ¿Por qué sí al nuevo rector que, por cierto, no es santo de mi devoción? El personal de Estéticas de la UNAM queda muy mal parado pues está mucho más cerca del edificio que la mayoría de los mortales. La Facultad de Arquitectura también… por evidenciar cierto tipo de mala arquitectura de moda en México. Si la UNAM comete una aberración como ésta, ¿qué podemos exigir a los arquitectos que están “reconstruyendo” grandes zonas de la Ciudad de México? Ahora nos explicamos por qué la ciudad está quedando tan fea. ¿Nadie ve nada? Sabemos que cuando se nombra una junta de notables es para no resolver nada. ¿Servirá? ¿Avalará un adefesio mochado de cuatro pisos? El Espacio Escultórico es público. Aquí no hay más que dos sopas: o nos ponemos radicales y exigimos la demolición total o lo dejamos como recordatorio de la pasividad académica y la culpa es de los unamitas. L

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LABERINTO

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Paulette Dieterlen

“La filosofía está cayendo en una especialización brutal”

En esta segunda entrega del libro Filósofas mexicanas, aún en preparación, la autora de Justicia distributiva y salud señala la necesidad de discutir los grandes problemas nacionales desde la perspectiva del derecho a la libertad y la igualdad, y de atraer al pensamiento a ras del suelo ENTREVISTA FANNY DEL RÍO

P

aulette Dieterlen obtuvo su maestría en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) con la tesis Sobre los derechos humanos (1981) y el doctorado en 1992 con El materialismo histórico como explicación funcional. Fue alumna de Gerald Cohen, defensor del marxismo analítico, en la University College London. En 2013 recibió el Premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades. Sus principales líneas de estudio son la filosofía política, la epistemología de las ciencias sociales (en particular el marxismo) y la justicia distributiva. En cuanto a la filosofía política, se ha especializado en Hobbes, John Stuart Mill y Rousseau, pero también introdujo en México el pensamiento de filósofos anglosajones como John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin y G. A. Cohen. Por lo que se refiere a la epistemología de las ciencias sociales, la doctora Dieterlen abordó en su libro Marxismo analítico. Explicaciones funcionales e intenciones el problema de la reconstrucción del marxismo como explicación funcional. Pero quizá la línea de estudio en la que más ha imprimido su sello personal es la de la justicia distributiva, aplicando sus teorías a problemas como la pobreza y la salud. Queda constancia de su preocupación por los asuntos sociales en sus libros La pobreza. Un estudio filosófico y Justicia distributiva y salud, y en su antología Los derechos económicos y sociales. Una mirada desde la filosofía. ¿En qué momento y por qué optó por la filosofía?

Tuve una infancia relativamente fácil, agradable; sin embargo, hubo un hecho que me quedó en la mente: mi padre, que era ingeniero textil, vino de Francia y con él vivimos en una fábrica en Veracruz durante el auge de los textiles. Eran unas fábricas enormes donde vivíamos como ingleses en la India: totalmente amurallados. Teníamos todo adentro: casas, escuela, casino, albercas, canchas de tenis, boliche. Los obreros eran otra cosa: vivían fuera de esas murallas. La diferencia de clases era brutal. Luego fue cambiando, pero a mí me tocó esa época. Cuando tenía nueve años, nos trasladamos a la Ciudad de México. Mi papá tuvo una fábrica, esta vez de su propiedad, y quebró de una manera estrepitosa. Mi hermana y yo empezamos a estudiar gracias a becas. Mi madre era católica y nos metió al Instituto Asunción de México. Al terminar, la opción fue la Universidad Iberoamericana pero, como quedé vacunada de tanto catolicismo, hice la maestría en la UNAM, con maestros como Adolfo Sánchez Vázquez y compañeros como Juan Garzón y Carlos Pereyra, que estaban en la realidad y escribían en los periódicos. Ahí me di cuenta de que existía otra filosofía, aquella que no discutía cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler o si el ser precede a la esencia. Leí El ser y la nada, de Sartre, en el consultorio del ginecólogo que nos recibía como tres horas después de la cita, cuando no se iba a un parto. También leí a Camus y a los existencialistas. Entré al ITAM a dar clases y me puse a leer a filósofos como Hobbes y Locke. Así surgió mi interés por la filosofía política. Habían nacido mis hijos y tuve que dejarlo porque no podía con todo, pero volví y conocí a Carlos Pereda y a Mark Platts, y se me abrió un mundo. Con Carlos por la riqueza de los temas y porque es una persona que impulsa mucho, y con Mark porque mi primer contacto con la filosofía analítica fue en su curso

sobre Ludwig Wittgenstein. Pensé: “Ahí tengo las Investigaciones filosóficas. Si no paso la materia, las quemo; si paso la materia, las empasto en piel”. Afortunadamente, las tengo empastadas. Con mis hijos ya un poco más grandes, el doctor Enrique Villanueva invitó al Instituto de Investigaciones Filosóficas a Michael Teitelman, a John Rawls, que había escrito la Teoría de la justicia, y a Robert Nozick, otro filósofo que estaba causando mucha polémica con su libro Anarquía, Estado y Utopía, la réplica neoliberal a Rawls. Ahí me volví una apasionada de estos autores. Estaba estudiando también Los derechos en serio, de Ronald Dworking, y en una plática con Platts éste me dijo: “¿Por qué no te vas a Inglaterra?”. Le tengo que agradecer a Emilio el haber ido con mis hijos dos años a Londres, donde tuve la gran fortuna de estudiar con el que se puede decir que es el precursor del marxismo analítico, Jon Elster. De regreso en México ingresé al doctorado; hice un trabajo que se llama Marxismo analítico. Explicaciones funcionales e intenciones, que es la discusión entre Jerry Cohen y Jon Elster. Cuando hice mi tesis, la verdad es que a nadie le interesaba el asunto, pero con el derrumbe del pensamiento socialista estos autores se volcaron a discutir temas de justicia distributiva: a eso me he dedicado los últimos veinte años. La pregunta interesante que formula Rawls es: ¿cómo logramos una sociedad más justa? Entonces hace la siguiente reflexión: la justicia no es una virtud teológica, algo “bueno” o “deseable”; la justicia es racional. Entonces, una sociedad injusta es una sociedad absolutamente irracional. Al margen del método que emplea, de una situación muy hipotética, lo que Rawls está diciendo es que si las personas fueran racionales escogerían estos dos principios de justicia: uno que protege las libertades y otro que promueve la igualdad. Hay que defender las libertades individuales. No podemos vivir sin los derechos políticos y civiles; tampoco hay que olvidar que las políticas públicas tienen un compromiso con la igualdad. Una cosa interesante en esta época de violencia es que un Estado pierde legitimidad si no cumple con su obligación de respetar los derechos políticos y civiles: es lo que vio Thomas Hobbes en Leviatán. No es posible vivir si pensamos que saliendo de la casa van a apuñalarnos. El Estado está para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Claro, en México estamos en una situación en la que hay que reforzar estos derechos civiles y políticos, pero los que más importan son los económicos y sociales, por la gran desigualdad que existe. El Estado también tiene la obligación de atender los derechos económicos y los derechos sociales.

A CUATRO TIEMPOS

Marxismo analítico: explicaciones funcionales e intenciones. Facultad de Filosofía y Letras, México, 1995

Ensayos sobre justicia distributiva. Fontamara, México, 2001

A pesar de su “resistencia” a la religión, en su libro La pobreza: un estudio filosófico hay un epígrafe de la Biblia. ¿Por qué lo eligió?

Fui muy criticada por ello. También cito la canción “Imagine” de John Lennon y creo que mi ideal va más por ahí. Lo que me pareció importante era hacerle entender a las personas que la justicia no es una virtud sino una obligación del Estado, y que debemos sentirnos irracionales al permitir lo que sucede en todo el mundo pero primero que nada en México. Al estudiar el problema de la justicia contribuí a fundar el Programa Universitario de Desarrollo Social con un seminario al que van miembros del sector público para explicarnos políticas públicas. Un día fue José Gómez de León, quien era coordinador de PROGRESA. Tenía un año sabático y me envalentoné, hice una cita con él y le dije que quería trabajar ahí, aun sin cobrar nada. Yo quería sobre todo hacer trabajos de campo y fui a comunidades en San Luis Potosí, donde se me reveló una idea en la que he seguido trabajando: la dignidad humana. En PROGRESA, un día una señora nos dijo algo terrible: “Yo fui raptada”. “¿Cómo que raptada?”, preguntamos. Resulta que para no gastar en la fiesta de la boda, un individuo la secuestró. Todos lo sabían, menos ella. En su casa no la admitieron de regreso. No hubo vestido de novia, ni fiesta, ni nada. ¡Cómo pega en la dignidad! PROGRESA les daba a las mujeres dinero en efectivo. Se le acusaba de programa consumista, pero el hecho de que ellas tuvieran el dinero les daba “empoderamiento”. ¿En qué gastaban? Muchas en salud. En México hay una inmensa cantidad de personas que pagan salud con gasto de bolsillo. Otras me decían: “Es para

La pobreza: un estudio filosófico. Instituto de Investigaciones Filosóficas/ FCE, México, 2002

Justicia distributiva y salud. Fondo de Cultura Económica/ UNAM, México, 2015


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FILOSOFÍA

OMAR MENESES

la falda de la fiesta de mi hija mayor”. Hay esta idea tonta de que personas que viven en pobreza extrema no deberían gastar en ropa, pero si la chica no baila en sus quince años con una falda nueva llevará un estigma. ¿Por qué lo juzgamos? Por otro lado, hay comunidades en las que las mujeres se pasan siete horas en conseguir dos cubetas de agua. ¿Cómo se pueden hacer otras cosas en la vida si gastas siete horas tan solo en conseguir agua? Estos programas son buenos; el problema es que no hay continuidad. Ese es el desastre. No sabemos nada de las políticas públicas. En lugares como Estados Unidos, la política pública de inmediato la discuten desde el señor con su vecina hasta los filósofos más renombrados. Pienso en el Obama Care, en los proyectos de Clinton, que menciono varias veces en Justicia distributiva y salud. En México no discutimos nada y los filósofos tenemos mucho qué decir sobre estos temas. ¿Hay una filosofía mexicana?

Hay una filosofía mexicana con problemas mexicanos, pero no una tradición. Podemos mencionar a Carmen Rovira, a los filósofos del grupo Hiperión, a quienes les interesaba una identidad, pero no existe una filosofía enfocada a los problemas sociales. La gran excepción fue Luis Villoro que se metió con sus botas y su boina a la guerra con los zapatistas, y transformó su vida. Hay personas como Guillermo Hurtado, que se ha dedicado a estudiar la filosofía de México y el mexicano, pero en general la filosofía está cayendo en una especialización brutal que nos aleja de nuestra realidad. Hay chicos muy bien formados, no es falta de calidad; pero a veces veo los seminarios de investigadores y ni siquiera se entiende el título. Creo que tendría que impulsarse una filosofía mucho más ligada con los problemas nacionales. En el Instituto de Investigaciones Filosóficas se ha abierto otra veta, con temas como justicia global, bioética, feminismo: bienvenidos sean, porque nos estamos convirtiendo en simple lógica, dejando a la ética y a la filosofía política un poco afuera. Aplaudo a personas que hicieron libros muy técnicos, como Luis Villoro con Ver, saber y conocer, y Guillermo Hurtado con Proposiciones russellianas, y que luego se han metido en temas de filosofía mexicana que repercuten en cómo nos entendemos. Hay que batallar para que no se enseñe la filosofía como una disciplina abstracta. No empezó así: Aristóteles estudió todas las constituciones, las especies de plantas; estaba muy metido con la realidad. No abandonemos este campo.

AFICIONADA AL BEISBOL El “beis” me ha marcado la vida: es el juego que tengo en las venas. Bárbara Jacobs y yo estudiamos en el misma escuela y ella escribió un artículo precioso sobre mí, recordando mi época beisbolera. A las monjas las cambiaban a menudo y trajeron el balónmano. Me quedó la afición absoluta, a veces casi irracional. Una vez vino a pitchear Fernando Valenzuela. Ya estaba grande, pero venía con los Charros de Jalisco, y entonces no sé qué pasó en mi casa que nadie podía acompañarme. Dije: “¡Yo no me quedo sin ver a Valenzuela!”. Y me fui temblando, porque el estadio estaba atascado. De pronto vi cruzar al doctor José Ramón Narro. No nos conocíamos, pero yo sabía quién era. Luego, cuando fui directora del Instituto de Investigaciones Filosóficas, se lo platiqué en una comida, y exclamó: “¿Cómo no me dijiste nada?”. Ahí empezó nuestra amistad, porque él también es un fanático del beisbol. Escribí un artículo en la Revista de la Universidad sobre Jackie Robinson. También estuve en un programa de deportes en el Canal 22, Ludens. Lo creó Juan Villoro, que no era como los locutores que vemos usualmente. Me invitaron y grabé un programa sobre Babe Ruth. Desgraciadamente, por historia soy seguidora de los Dodgers de Los Ángeles, porque me tocó una época en la que había un pitcher que era una maravilla: Sandy Koufax. Creo que fue el máximo pitcher en la historia del beisbol. Ahí me falló la educación, porque toda mi familia es Yankee. Hace siglos que los Dodgers no hacen nada. Si a alguien le gusta el beisbol, no puede dejar de ir al estadio de los Medias Rojas. Cuando entro en un campo de beisbol, ¡no me digan que no son preciosos!, quedo así como… Lo que sí creo es que es más fácil ser un buen beisbolista que un buen filósofo.

¿En qué temas de filosofía trabaja actualmente?

Me interesa la ética, pero relacionada con la justicia distributiva. Hay una idea que siempre tengo en la cabeza, lo decía hace un momento: la dignidad de los seres humanos. Esto tiene qué ver justamente con temas de pobreza y salud. Con el renacimiento de la bioética hay ahora este principio kantiano de tratar a los otros no solo como medios sino también como fines: ha sido una de mis obsesiones. Y también la de explorar cómo podemos llegar a sociedades más igualitarias. Siempre que empiezo mis clases, cuando le hablo a mis alumnos, les digo: “Primero, déjenme quitar la corrupción”, porque si hay corrupción, ya no puedo decir nada. No podemos alcanzar una sociedad justa con corrupción, pero sí podemos defender los principios. ¿Cómo comienza a vincularse con la bioética?

La justicia distributiva puede aplicarse a prácticamente todo. Entré por José Ramón Cossío, que sabía que estaba interesada en salud

y me propuso para la Comisión Nacional de Bioética. Juliana González inició el Programa Universitario de Bioética de la UNAM; ahora lo dirige Jorge Linares. ¿Ha trabajado también en problemas de género?

Voy a decir una cosa terrible: han cobrado más importancia las discusiones sobre los animales que la situación de las mujeres en México. Yo misma me he dedicado poco al pensamiento feminista, pese a mi condición de mujer, aunque he leído a muchas filósofas. El feminismo teórico está un poco más avanzado que el práctico. Yo digo: vamos a meternos en las cárceles, en las comunidades. Es muy bonita la pureza en las comunidades frente a los modelos occidentales, pero a la hora de que hablamos sobre vender a las hijas o sobre violar a las mujeres hay ciertos “usos y costumbres” que no podemos aceptar. Deberíamos tener muchísimos más académicos dedicados al problema, que es tremendo, y verlo desde el punto de vista de las propias mujeres. A mí me pareció muy atractivo lo de los programas de género y, de hecho, a veces quisiera tener un trabajo más empírico. Cuando estuve en Derechos Humanos había muchísima crítica a las cárceles. Las condiciones de los penales en México son espantosas, pero las de las cárceles de mujeres son espantosas al mil por ciento. Una mujer en prisión es una vergüenza para la familia; en cambio, a los hombres los visitan la esposa y los hijos. Hay una desigualdad institucional tremenda. Se combate la prostitución en los penales pero no hay condiciones, para las presas no hay perspectivas sobre lo que harán con su vida futura. A veces discutía con Luis Villoro, que decía que Occidente había deshecho las comunidades y sus tradiciones indígenas, y es que hay costumbres pavorosas que van en contra de las mujeres. Recuerdo que platiqué con un sociólogo acerca de unas fábricas de algodón en Sonora, donde las trabajadoras vivían en condiciones brutales. Eran de Oaxaca. Le dijeron que estaban encantadas ahí, porque les pagaban. ¡En su vida habían tenido diez centavos en las manos! Para resumir: creo que luchar por la igualdad, por los derechos básicos, es lo importante. Si bien en la UNAM nunca he sentido un trato desigual como mujer, hay que separar: una parte de la población femenina tiene satisfechos sus derechos políticos, civiles, económicos y sociales; pero otra parte no los tiene. Me interesa la igualdad pero también la libertad, porque la tengo como un abanico de opciones. ¿Por cuál de sus textos le gustaría ser recordada?

Por La pobreza: un estudio filosófico. Es un libro que tuvo muchos comentarios positivos. Fue traducido al inglés y lleva tres reimpresiones. Me gusta porque aplica conceptos filosóficos al problema. L


LABERINTO

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ESPECIAL

Próxima parada: ondas gravitacionales

El 11 de febrero pasado, el director ejecutivo del laboratorio LIGO anunció al fin la existencia de uno de los códigos fundamentales de la fuerza de gravedad. Se trata de un increíble descubrimiento que Einstein anticipó, aunque sin poder probarlo, en 1939 GERARDO HERRERA CORRAL

E

l anfiteatro de la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) no es un teatro donde se pueda ver el escenario por los dos lados, como uno esperaría de la etimología griega, pero sí es el lugar que ha reunido al mayor número de exaltaciones que rodean los anuncios de grandes descubrimientos científicos. Un jueves por la tarde, en el invierno de 1983, se anunció ahí el descubrimiento del bosón W, responsable de la fuerza débil. El anuncio presagiaba una llamada de Estocolmo y ésta llegó al año siguiente. No era para menos, con ese descubrimiento se descifraba la naturaleza de una de las cuatro fuerzas de la naturaleza. El jueves de la semana pasada, por la tarde y en la mitad del invierno, se anunció, en la misma sala, uno de los códigos fundamentales de la fuerza de gravedad. No es resultado del trabajo que se realiza en el laboratorio del CERN pero ahí se anuncian, de manera simultánea, los hallazgos del mundo de la física. Las viejas butacas de madera plegables, una grada muy inclinada, los palcos que avanzan al frente y la pequeña plataforma escénica, todo se llena de gente que ocupa los escalones, los umbrales de las puertas, los corredores y resquicios. En los andenes que rodean la galería se instalan los impuntuales. Desde ahí, y en silencio, intentan escuchar lo que

se dice adentro mientras recuperan la imagen en su computadora gracias a la transmisión electrónica del evento. Yo alcancé un lugar privilegiado a tres palmas del marco de la puerta abatible en el andador central. Así, mientras detenía, para otros, el alerón izquierdo de madera, escuché lo que tenía que decir Barry Barish, uno de los viejos impulsores del experimento LIGO (por sus siglas en inglés: Laser Interferometer Gravitational Wave Observatory). Desde hacía meses se venía rumorando lo que dijo de manera oficial en conferencia de prensa, y de buenas a primeras, el director ejecutivo del laboratorio LIGO, David Reitze: “hemos detectado ondas gravitacionales”. Las ondas gravitacionales son ondulaciones del espacio–tiempo, que se propagan como lo hacen las olas en el agua, alejándose de la perturbación que las originó. La teoría general de la relatividad predice la existencia de estas ondulaciones que deforman el espacio–tiempo con contracciones y dilataciones. Si pudiéramos percibir estas ondas y una de ellas pasara por donde nos encontramos, veríamos cómo la distancia entre nosotros y algún objeto se acorta y se alarga rítmicamente. Esto no sería el efecto del movimiento producido por nuestro esfuerzo corporal, sino el resultado del acortamiento y alargamiento del espacio que media entre nosotros y lo que se encuentre a su paso mientras la onda transita. No es la primera vez que tenemos noticias de ondas gravitacionales. En 1993

NUESTRO FÍSICO EN EL BIG BANG Egresado del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, Gerardo Herrera Corral nació en Delicias, Chihuahua, el 2 de enero de 1963. Vastos han sido sus intereses pero debemos destacar su participación en el Gran Colisionador de Hadrones —el simulador de los fenómenos inmediatamente ocurridos después del Big Bang—, y sus estudios sobre la producción y decaimiento de quarks pesados. Igualmente significativa ha sido su intervención en el diseño y la construcción de sistemas capaces de observar la interacción de protones y iones pesados ultra relativistas. En su campo de mira no están ausentes el trabajo experimental, el análisis interdisciplinario, la gestión académica, la difusión del conocimiento y la formación de nuevos cuadros. Autor de Universo: la historia más grande jamás contada (Taurus), en noviembre de 2015 fue reconocido con la Medalla de Honor de la División de Partículas y Campos de la Sociedad Mexicana de Física.

se otorgó el Premio Nobel a Russell Alan Hulse y a Joseph Hooton Taylor por el descubrimiento y estudio de un sistema binario que consiste de dos estrellas de neutrones. Este pulsar, conocido ahora como sistema Hulse–Taylor, fue observado en 1974 con la antena del observatorio en Arecibo, Puerto Rico. Al observar al sistema rotante, Hulse y Taylor se dieron cuenta de que la distancia entre los cuerpos en rotación se estaba reduciendo debido a la emisión de energía, muy probablemente por la radiación de ondas gravitacionales. Durante 30 años de observación, de 1975 a 2005, se registró un cambio de 35 segundos en el periodo que define la distancia más corta de la órbita elíptica que el objeto de menor masa sigue alrededor del de mayor masa. Cuando la variación paulatina de esta distancia se grafica contra los años transcurridos, la forma de la curva reproduce exactamente la esperada por la teoría general de la gravedad. Esta fue la primera evidencia indirecta de la existencia de ondas gravitacionales. En 2003 se descubrió un pulsar doble —PSR J0737–3039— con un periodo orbital de 2.5 horas. De nuevo se midió, con gran precisión, en este sistema, el decaimiento de la órbita constatando los resultados de Taylor y Hulse. En 2014 se anunció otra evidencia de la existencia de tales perturbaciones del espacio–tiempo, en esta ocasión provenientes del momento mismo cuando, después del Big Bang, el universo creció súbitamente.


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DE PORTADA

CALTECH/ MIT/ LIGO LAB

La observación, considerada indirecta porque medía la polarización de la luz que se liberó en el universo temprano, fue luego negada al encontrar que se trataba de ruido generado en polvo intergaláctico y no el efecto real de la inflación cósmica. Desde hace tiempo se busca la manera de construir aparatos que sean sensibles al efecto de las ondas gravitacionales. Actualmente, el mejor observatorio de ondas gravitacionales es LIGO. Consiste en dos detectores construidos con la colaboración de mil participantes de dieciséis países. El experimento LIGO utiliza un instrumento en el estado de Washington y otro en Louisiana. Este último es un interferómetro con dos brazos en condiciones de vacío y una longitud de 4 kilómetros cada uno. El de Washington es similar pero los brazos miden 2 kilómetros. Con la duplicación del arreglo se pretende identificar las falsas señales provenientes de perturbaciones sísmicas que solo dejarán señal en uno de ellos. Una onda gravitacional modificaría la longitud de los brazos, comprimiendo uno y alargando al otro, de manera microscópica pero suficiente para producir un patrón de interferencia al momento de sumar la luz de los haces que van y vienen en dirección perpendicular. La colaboración LIGO asegura en comunicado de prensa que el arreglo experimental puede revelar contracciones menores al tamaño de un protón. La señal captada empezó con oscilaciones de 35 ciclos por segundo y fue aumentando hasta los 250 ciclos por segundo. Todo esto duró la cuarta parte de un segundo. Otros interferómetros del mundo como VIRGO, que se encuentra cerca de Pisa, y el GEO600 en Hannover, no estaban operando ese día por lo que no pudo confirmarse la llegada del pulso intergaláctico con mediciones alternativas. Curiosamente, el experimento no daba inicio aún a la toma de datos cuando los sorprendió el breve sube y baja de la perturbación. La colaboración empezó el 18 de septiembre con el registro de fenómenos en modo de lectura. Tres días antes, ingenieros, técnicos y científicos trabajaban en la preparación del instrumento. Fue entonces que, en medio de las pruebas, registraron el pulso cósmico. Después de 25 años de búsqueda y mejoras al detector, la colaboración envió para su publicación en una revista especializada el trabajo titulado “Observación de ondas gravitacionales en la colisión de dos agujeros negros”. En este artículo, nuestros colegas reportaban que el 14 de septiembre del año pasado, a las 5:50 de la mañana, sus dos detectores captaron la señal de una onda gravitacional. Por las características del evento debió tratarse de los rastros que dejó la fusión de dos agujeros negros localizados fuera de nuestra galaxia. Las masas de los agujeros negros debieron ser de 29 y 36 veces la del Sol, de manera que al unirse formaron un agujero de 65 masas solares. En el proceso se liberaron el equivalente, en energía, a tres masas solares. Esta energía fue emitida en ondas gravitacionales que llegaron hasta nuestro planeta la madrugada de ese día. El accidente astrofísico que acabó con la existencia de dos agujeros negros para dar origen a uno solo debió ocurrir hace más de mil millones de años cuando, en nuestro planeta, la vida transitaba con dificultad de los organismos unicelulares a los multicelulares. La vida primigenia recorrió un largo camino desde entonces para agregarse, integrarse y desarrollar sistemas complejos que llegaran a construir un detector capaz de ver lo que ocurrió en el cielo en aquellos tiempos. La colaboración LIGO anuncia no solo la detección directa de ondas gravitacionales sino además la observación indirecta de agujeros negros, de sistemas binarios de agujeros negros y, por si fuera poco, la fusión de éstos

Laser Interferometer Gravitational Wave Observatory en Louisiana

HAZ A

EXPERIMENTO LIGO Se basa en la superposición de dos haces de luz láser. Los haces son enviados en direcciones perpendiculares a lo largo de brazos de 4 kilómetros de longitud. Cuando los haces se reflejan en espejos colocados en el extremo de los brazos, se recombinan para que la diferencia en la fase revele la presencia de una onda gravitacional.

SIN OND ONDA GRAVITACIONAL HAZ A

HAZ B

CON ONDA GRAVITACIONAL HAZ A

HAZ B

HAZ B ESPEJO en una explosión que perturbó al espacio–tiempo con potencia pico equivalente a 50 veces la contenida en el universo visible. Mucho decir…, demasiado quizá para una tarde de jueves en la mitad del invierno ginebrino. Los escépticos como yo desean resultados como éste pero también saben de equivocaciones, errores, exabruptos y pasiones que desbordan. Albert Einstein no creyó en la existencia de agujeros negros y llegó a escribir un artículo publicado en 1939 que aborda este tema. Los que continúan con los razonamientos de Einstein en contra de la posibilidad de que existan agujeros negros en el universo dicen que nunca se llegarán a formar porque existe un límite para la energía gravitacional de una masa. Ese límite máximo está dado por la misma ecuación de equivalencia que plantea la teoría de la relatividad entre masa y energía en la famosa ecuación E=mc2. La energía que se requiere para generar un agujero negro es más grande que la energía equivalente de su masa, y por eso éste nunca llegará a formarse en la naturaleza. Cuando la energía que compacta la masa a los valores extremos de un agujero negro se acerca a la equivalencia entre energía y masa, la

posibilidad de que la gravedad se siga compactando disminuirá por efectos relativistas de la misma gravedad sobre el espacio–tiempo. Los voceros del experimento LIGO dicen que Einstein tenía razón porque sus ecuaciones predicen ondas gravitacionales y ellos las han observado. Sin embargo, podrían decir también que no tenía razón porque en su trabajo, publicado en Annals of Mathematics, negaba la posible existencia de los agujeros negros. LIGO no solo ve ondas gravitacionales, ve además agujeros negros. Cuando el jueves pasado Kip Thorne, uno de los padres fundadores de LIGO, dijo: “Los agujeros negros que chocaron para producir estas ondas gravitacionales crearon una tormenta en la fábrica de espacio-tiempo. Esta observación prueba bellamente y con mucha fuerza ese régimen… y Einstein sale con radiante éxito”, se olvidó de este insidioso capítulo en la vida de Einstein que escribió la ecuación que predice la existencia de ondas gravitacionales pero que no estaba de acuerdo con la existencia de agujeros negros. El trabajo de 1939 puede estar equivocado y la existencia de agujeros negros ser una posibilidad real pero no podemos decir que Einstein estaba correcto en todo y que salió radiante siempre y en todo lugar. Tendremos que esperar a que nuevos experimentos con mayor sensibilidad entren en operación. Mientras tanto, LIGO deberá reportar la observación de más eventos. Esperemos la confi rmación con mediciones independientes de otros observatorios y el escrutinio cuidadoso de los datos. Ojalá que éste no se caiga como se han caído anuncios espectaculares de mediciones fantásticas. Por lo pronto, Michio Kaku aprovechará para vender más libros. Al día siguiente del anuncio, The Wall Street Journal publicó su nota con el título “Montando ondas de gravedad al Big Bang y más allá: una vez más, la teoría de la relatividad de Einstein se confirma. Próxima parada: La Creación”. Evidentemente, Michio Kaku ve el anuncio de LIGO como algo sorprendente que lo lleva al Big Bang y más allá. Para él no existe el origen sino la creación del Universo y con ese pregón se gana la vida. Pienso que LIGO no podrá decir mucho más de lo que ya ha dicho —que, por cierto, es mucho, para una tarde de jueves a la mitad del invierno de Ginebra. Ir más allá del Big Bang y llegar a “la creación” es algo que no está en el programa del experimento LIGO. Confirmar lo que ya ha dicho es bastante y bastante trabajo le costará hacerlo. L


EN LIBRERÍAS

sábado 20 de febrero de 2016

Testigo crítico RESEÑA JOSÉ ANTONIO LUGO

E

l título Viernes, el reciente libro de ensayos de Fernando Solana Olivares, publicado por Conaculta en su colección Periodismo Cultural, debe su nombre a la columna que el autor ha venido publicando ese mismo día en Milenio Diario. Ese día, consagrado a Venus, tiene otra connotación literaria. En Viernes o los limbos del Pacífico, de Michel Tournier, Viernes, el “buen salvaje”, se encarga de mostrar cuán alienado se encuentra Robinson. Y una de las virtudes del libro de Solana es precisamente mostrarnos, desde múltiples facetas, las muy distintas formas de locura individual y colectiva que padece nuestra civilización, si la vemos desde la mirada serena de quien medita. La meditación genera una atención que trae consigo una extrema lucidez y una distancia, la lucidez y distancia del “testigo crítico“, palabras tomadas del propio libro y que describen con exactitud al autor. El libro se divide en cinco partes: “En la época”, “Celebraciones”, “Primera persona”, “Crónicas”, “Narraciones”, a las que se agrega una coda, “Envío”. En la primera parte, Solana continúa, desde el ensayo, el brillante trabajo que realizó en Cuarenta y nueve movimientos, mostrando, a la vez, el deterioro de nuestra civilización y las formas y métodos con los que la conciencia puede mantenerse clara y, al margen de los engaños de esta época, la “noche histórica”. Me parece relevante y conmovedor este esfuerzo de Solana por mantener los ojos abiertos y mantenerse libre, aunque para lograrlo haya tenido que alejarse psíquica y geográficamente de ciudades como el Distrito Federal y Oaxaca para buscar otro modo de vida en lo que ha llamado el Alto Rulfiano, cerca de Lagos de Moreno. Esta sección termina con un texto, “Ya basta”, en la que su autor manifiesta su hartazgo lúcido ante la descomposición de nuestra vida política y social. La segunda parte hace un guiño a las celebraciones del gran narrador francés Michel Tournier para homenajear a personajes entrañables. Wittgenstein y Nietzsche, Jacobo Grinberg y Krishnamurti, Culianu y Schwanitz, Kapuscinski y Fernando Benítez son algunos de los nombres cuya admiración nos describe y comparte Solana. ¿Y qué otra cosa es la admiración sino un ojo amoroso? Todos tienen en EN EL ESTANQUILLO común haber llevado su búsqueda a alcanzar una maestría en su oficio Hoy sábado, a las que transformó su ser y los volvió, 13:00 horas, Fernando simplemente, ellos mismos: a punto Solana presenta de la debacle, como Nietzsche; de una Viernes, acompañado desaparición imposible de resolver, de José Martínez como Grinberg; o de la presencia Torres, Pura López ausente, como Benítez. Colomé, Alberto Vital En la tercera parte de Viernes nos y Miguel Ángel Pineda. encontramos esta cita de Solana, La cita es en el Museo que en buena medida define este del Estanquillo. trabajo: “Algunas lecturas me han hecho saber que el género del ensayo está emparentado con la palabra latina gutus, que significa cata, gustación o probadura, y designa además aquella arriesgada tarea que antaño se cumplía para saber si los alimentos de emperadores y reyes estaban envenenados. Acaso ensayar el gusto siempre entrañe un peligro potencial”. Y si bien Solana prueba, en la amarga realidad, sabores melancólicos, nos encontramos también con las epifanías, esos momentos luminosos, individuales, subjetivos, que en su destello fugaz nos devuelven la esperanza. “Crónicas” es un mosaico abigarrado donde nos encontramos a John Lennon, a Oaxaca y su mezcal, a Margules, a la decadencia repetitiva de Mazunte, entre otros temas y personajes aparentemente alejados entre sí. Sin embargo, Solana demuestra que Kioto y Santo Domingo en Oaxaca comparten esencias ocultas. Por último, “Narraciones” retoma algunas de las aproximaciones sobre el devenir de la conciencia que Solana ha esbozado a lo largo del libro y las convierte en relatos, a la manera de Cuarenta y nueve movimientos, donde uno de los personajes reza una frase memorable: “Hay que hacer como si…”, piedra angular de la magia que hace posible el rito. Viernes culmina con dos hermosos textos, aquel en el que describe el dolor de Pura López Colomé ante la muerte de Seamus Heaney, e “Impermanencia”, que no afirma que “todo tiempo pasado fue mejor” como Jorge Manrique, pero sí describe con melancolía la condición efímera de nuestro paso por la existencia. Fernando Solana Olivares: nuestro testigo crítico, el Zenón que dice “no”, uno de los mejores periodistas culturales de México, como lo muestra Viernes, libro fundamental y entrañable. L

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LABERINTO

Fernando Solana Olivares

“La lectura es un diálogo que completa al texto” ENTREVISTA ITZEL MEDINA

C

ada viernes, en Milenio Diario, Fernando Solana Olivares publica su columna “Elitismo para todos”, título que ha explicado de la siguiente manera: “el término viene de Jean– François Lyotard, quien plantea que abandonemos la idea de que la cultura es aburrida, o de que es para unos cuantos, a convertir eso en un bien colectivo. Creo que es una paradoja funcional”. Autor de libros como Oaxaca, crónicas sonámbulas, La rueca y el paraíso, Parisgótica, Buda y budismo, Cuarenta y nueve movimientos y Los libros, las palabras, las transfiguraciones, Solana Olivares tiene una larga carrera en el periodismo cultural. Fue coordinador, con Sergio González Rodríguez, de La Jornada Semanal, y director fundador del suplemento Dominical del periódico El Nacional, en el que también dirigió la sección cultural. Desde su fundación, en 2000, escribe en Milenio sobre asuntos literarios, filosóficos, religiosos, políticos, sociales, y es precisamente una selección de estos textos la que conforma su nuevo libro: Viernes, publicado en la colección Periodismo Cultural, de la ahora Secretaría de Cultura. Solana Olivares, quien fue director de Política Cultural de Canal 22, subdirector del Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México y director del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, responde un cuestionario en el que habla del libro, que es también un ejemplo de su itinerario intelectual. ¿Por qué el título de Viernes?

El título tiene un doble o triple sentido. Un guiño literario a Robinson Crusoe y su polisémico compañero Viernes, con los múltiples significados de este personaje: alguien secundario en apariencia que se convierte en central. Los viernes son el día que mi columna se publica en Milenio. Simbólicamente son los días de Venus, y toda escritura es un arte, posterior o anterior, del ejercicio del placer. ¿Qué encontrará el lector que se acerque a este libro?

Encontrará un itinerario intelectual que tal vez es el de la época, con sus propias perplejidades, tribulaciones y preguntas. Encontrará el esfuerzo por preguntar antes que por responder. También el ejercicio de escribir como forma cognitiva, existencial. ¿Qué criterio seguiste para la selección de los textos incluidos en Viernes?

Una mínima selección lógica que intentó mostrar la diversidad organizada que, según yo, ha caracterizado la columna. Un criterio de preferencias y de proximidades: textos entrañables para el autor y referenciales de la época. Al final, como en todo desorden organizado, se impuso una manera aleatoria y autónoma. Ciertos textos que dijeron sí. ¿Qué importancia le concedes al diálogo con los lectores de tu columna semanal y, ahora, a los de este libro?

Toda lectura es un diálogo que completa al texto. Los lectores son esenciales y definitivos, aunque al escribir trato de no pensar en ellos, salvo por una exigencia de accesibilidad y comprensión en cuanto a los temas y las palabras. El hecho escritural supone un autor, un medio y un lector. De no darse así, no se concluye. Entonces el lector es necesario. ¿Cómo lograr “permanencia y universalidad” en los textos periodísticos?

Tratando de hacer del lenguaje no solo un medio sino también un fin, e intentando, en lo posible, seguir los dos imperativos (entre tantos) del escritor, pues todo periodista, queriéndolo o no, lo es: odiar a la época y amar a la época. Universalidad cuando lo propio se hace común a otros, permanencia como aspiración siempre relativa. L ARTE Y GENTE


MILENIO

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sábado 20 de febrero de 2016

× A

JULIANA LOS MIRA EVELIO ROSERO Tusquets México, 2016 158 pp. Desafortunado ha sido el camino recorrido por esta primera novela. Fue publicada hace 30 años en Barcelona y quiso el editor que nunca llegara a Colombia, donde aguardan los más deseados lectores de Rosero, pues decidió refundirla en una bodega. Vuelve a ver la luz, como prueba de que en la década de 1980 la narrativa latinoamericana era más que una suscripción al boom. Juliana los mira es la historia del primer amor, el de Juliana, una niña rica de diez años que goza y también padece los cariños y desaires de su compañera de juegos, otra niña con chofer y guardaespaldas. NARRATIVA COMPLETA DOROTHY PARKER Debolsillo México, 2015 640 pp. Para Karen Chacek, autora del prólogo de esta recopilación, Dorothy Parker “encarnó a la mujer urbana dispuesta a defender, pluma y papel en mano, sus convicciones personales”. Los temas que trató fueron incómodos en su tiempo, y lo continúan siendo hoy en día: “el racismo, el aborto, la infidelidad, la doble moral, la ignorancia imperialista, los roles de género y el autoengaño como mecanismo de supervivencia en una sociedad con aspiraciones imposibles”. Pero si hay un rasgo que mantiene aún vigente su obra es el sentido del humor. Parker es una escritora que merece ser redescubierta. COCAÍNA M. CARLOTTO, G. CAROFIGLIO Y G. DE CATALDO Malpaso España, 2015 178 pp. Tres relatos independientes cuyo hilo conductor es la droga del título integran este volumen. En el primero, de Massimo Carlotto, un policía debe resolver un caso tratando de salir lo menos afectado y haciendo que se castigue a los criminales; Gianrico Carofiglio, en el segundo, presenta a un escritor que se vuelve confidente de una expolicía que vivió un pasión lésbica con una cocainómana; un operativo en contra de un capo italiano, en el que están involucrados mexicanos y peruanos, es lo que ofrece Giancarlo De Cataldo en el último. Todos están escritos con oficio. DE LA VIDA COMO METÁFORA A LA VIDA COMO ENSAYO BLANCA ESTELA TREVIÑO UNAM/ Coordinación de Difusión Cultural México, 2015 236 pp. A través de los libros Las genealogías y El rastro, la autora estudia la vida y obra de Margo Glantz, tomando como punto de partida la teoría autobiográfica y los aspectos del viaje y la presencia de la ciudad. Dividido en cuatro capítulos: “Retrato de escritora con paisaje”, “Travesías autobiográficas alrededor de Las genealogías”, “Un ars combinatoria: El rastro como novela–ensayo” y “Recursos literarios de Las genealogías y El rastro”, Treviño hace énfasis en la digresión y el estilo que indaga las prolijas significaciones del corazón como ejes estructurales de la narrativa de Glantz. LA REPÚBLICA DE PLATÓN ALAN BADIOU Fondo de Cultura Económica Argentina, 2013 440 pp. Con un poco de retraso, nada más tres años, nos llega esta obra esencial del filósofo, narrador y dramaturgo marroquí, catedrático emérito de la Université Paris 8 (Vincennes–Saint Denis), y fundador y militante activo del Parti Socialiste Unifié desde 1960. Casi toda la obra de Badiou ha sido traducida al español y no es para menos: su vehemencia e inventiva ha refrescado la forma de escribir y leer filosofía. Así pues, este libro es, más que una reflexión aguda sobre el mítico libro del ateniense, una gozosa invitación a la polémica.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

EL AMOR ES HAMBRE

Ana Clavel Alfaguara México, 2015

La piel está servida ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

E

l desgraciado Humbert Humbert, y no Vladimir Nabokov, designó a las nínfulas como “criaturas escogidas” cuya naturaleza demoniaca, es decir, sobradamente encantadora y letal, se manifiesta entre los 9 y los 14 años. Una antigua nínfula, que evoca su iniciación y sus correrías por las espesuras del deseo carnal, es quien justamente conduce El amor es hambre, la novela más trémula de Ana Clavel. El lector no debe esperar la consabida intervención de una colegiala ojerosa que ofrece una mira lánguida mientras cruza descuidadamente las piernas o la de un fauno entrado en años que espía a su hijastra por el ojo de la cerradura. No debe hacerlo porque el interés de El amor es hambre está puesto en las correspondencias —sutiles y a veces descarnadas— entre la gastronomía y el deseo sexual. Paladear, devorar, engullir, masticar, son acciones hermanadas a los juegos eróticos: celebran el triunfo del cazador sobre su presa y el del placer sensorial sobre los tabúes y la ley. Se trata, pues, de las experiencias a las que la protagonista y narradora —Artemisa—se somete como requisito para obtener la iluminación suprema: el deseo no augura la posesión; es más, el deseo solo conserva su magnífica suntuosidad cuando no puede saciar su apetito. Esas experiencias arrancan en la temprana niñez y se van decantando al amparo de los padres de Artemisa, y después de su tutor, hasta convertirse en un ars culinaria que mezcla a partes iguales el éxtasis y el olvido de sí mismo. Podríamos hablar de una educación sentimental pero cabe mejor hablar de una educación para recapturar el instinto animal que ya no debe sonar a ruido de fondo. Así que en el principio fue la carne y a la carne hay que volver. Las peregrinaciones de Artemisa —de la casa familiar al jardín sustituto, del desamparo en una playa mexicana a los fogones europeos, del Edén infantil a los Edenes en brazos de hombres siempre mayores— dejan, a pesar de las apariencias, un regusto convencional. El ingrediente que logra despertar nuestro entusiasmo es la vena ensayística que Artemisa practica a la vez que desgrana el fruto de sus amores jugosos o inconsecuentes y revive su iniciación en los secretos de la alta cocina. Artemisa monta un apasionado argumento que tiene como objetivo la pareja primordial formada por la ingestión y el deseo. En su erotomanía mórbida hay cabida para las estratagemas de las plantas carnívoras, los hermanos Grimm, John Donne, Jean Rostand y su Bestiario de amor, Brillat-Savarin y su refi namiento trascendental y Grimod de la Reynière y su guía para golosos. Diríamos que ofrece sus entrañas a los lectores, con la cadencia de una sacerdotisa, consciente y orgullosa de su animalidad pero sabedora también de que devoramos con la imaginación. Está claro, parece sugerir Ana Clavel a través de su personaje, una Caperucita en busca de lobos, que la piel es un plato que se come ya que se ha extinguido el deseo. L


CINE

sábado 20 de febrero de 2016

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LABERINTO

ESPECIAL

Es también una película sobre la convivencia con la muerte.

La película es sobre los vivos, gente que va todos los días a hacer su trabajo y está muy comprometida con lo que hace. No quería que los muertos se convirtieran en el tema central. ¿En qué momento decidió hacer a un lado la guerra contra el narcotráfico para aproximarse a otro tipo de muertes como el suicidio?

Cuando empezamos a hacer la película, nos dimos cuenta de que no podíamos contar los casos como si fueran parte de una serie de televisión, así que utilizamos un tipo de cine observacional para diluir la conciencia de que estábamos contando una historia. Por eso no hay música, entrevistas ni intertítulos. Queríamos lograr una experiencia lo más directa posible. Me dio la impresión de que, más que un guión, tenía unas líneas definidas.

Haciendo un documental de estas características no puedes prever lo que sucederá. Ahí está el reto. La realidad no tiene una estructura narrativa, por eso creamos tres hilos: las investigaciones, el cuerpo como evidencia y la reconstrucción cráneo–facial de la que se hace el molde.

Mauricio Bidault

“Tomar el camino de lo estridente es muy fácil” Hasta el fin de los días ahonda en el ambiguo valor de la vida humana al documentar algunos procesos forenses HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

¿

Qué hay detrás de una muerte violenta? Con la intención de proponer una respuesta, el director Mauricio Bidault se sumergió durante cuatro meses en el día a día del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses. Resultado de su investigación es Hasta el fin de los días , documental que detalla el trabajo de quienes se dedican a examinar los cadáveres para descubrir las razones de un deceso.

¿Qué lo llevó a indagar en el Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses?

Durante el sexenio de Calderón, las cifras de muertos se dispararon y empezamos a convertirnos en una sociedad insensible respecto a la violencia cotidiana. Tuve la oportunidad de contactar a una amiga que trabajaba en el Instituto y me habló del universo forense. Fue entonces cuando descubrí la manera en que valoran la vida humana.

Ejes que le ayudaron a salir de la nota roja.

Tomar el camino de lo estridente y amarillista es muy sencillo, pero esa no era la historia que queríamos contar. Lo que me interesaba era estar con la gente cuyo trabajo es buscar la verdad de las cosas y tener las evidencias correspondientes dentro de un ambiente de desconfianza. Nos encontramos con la sorpresa agradable de que era gente profesional y comprometida. No todos mueren por razones políticas. Cineastas como Wiseman o fotógrafos como Witkin han trabajado antes con la medicina forense. ¿Cuáles fueron sus referencias en este sentido?

La referencia más clara es el cine de Frederick Wiseman, quien se dedicó a hacer un cine observacional dentro de este tipo de instituciones. Su trabajo nos ayudó a tener una idea sobre dónde poner la mirada y enfatizar los detalles que nos interesaban. En términos de la relación entre vida y muerte, ¿qué le significó hacer esta película?

Nos afectó de distintas maneras. Nuestro trabajo era pensar en términos cinematográficos. Sabíamos que si no aprendíamos a manejar las emociones e impresiones, el documental se vería afectado. Lo más difícil fue ir a lugares y presenciar el momento en el que se le dice a la gente que su familiar acaba de morir; es una experiencia que nadie desea. L

HOMBRE DE CELULOIDE

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Pequeño Zeus

R

oom está dividida en dos partes. A la mitad hay una escena muy emocionante. La gran cualidad de la primera mitad está en que el director recrea un universo. Para contar la historia del amor filial no son necesarios más de nueve metros cuadrados en los que Jack vive encerrado. La segunda parte es más animada. Mucho más emocional y tal vez incluso esperanzada. Se presta a la especulación psicológica. El todo es excepcional. Cuando Jack cumple cinco años vienen a su mente esas preguntas que persiguen al ser humano. Variaciones de las más profundas cuestiones: ¿qué hacemos aquí?, ¿hay algo más allá de los muros?, ¿qué es la ficción? Y claro, a partir de ésta última, la más inquietante de todas: ¿qué significa la realidad? Para nosotros como espectadores, la realidad al interior de la película es una suerte de infierno; pesadilla de abuso sexual primer–mundista basada en cosas sucedidas en Bélgica, Austria y Estados Unidos: un hombre rapta a una niña, la encierra en el sótano y ella, después de unos años, tiene… a un niño. Las cosas para Jack no son tan sencillas. Si uno lo piensa, esta historia ofrece una visión mítica de nuestra propia existencia. Lo novedoso de Room está en que se concentra no en lo merdoso de un tipo como el que aparece en Michael, de Markus Schleinzer, o en The Captive, del afamado Atom Egoyan; lo particular en Room es que echa luz donde uno creería que no puede haber más que oscuridad. Y es que para Jack, en el fondo, la vida es como para cualquier niño. A sus cinco años apenas ha tenido contacto con la maldad. Solo ha visto al hombre viejo desde el armario. En confrontación con otras películas de este tema, Room subraya el amor y, se entiende, la cosa no

Room (La habitación). dirección: Lenny Abrahamson. guión: Emma Donoghue basada en su propia novela. con Brie Larson, Jacob Tremblay, Joan Allen, William H. Irlanda, Canadá, 2015.

es fácil. Pensemos este hecho: el niño, que es aquí la voz narrativa, es hijo de uno de esos que despierta en nosotros el más firme deseo de venganza. Pero es un pequeñito adorable. Y hay una madre y en ese amor (que solo es posible ver, no se debe contar aquí) y en esa relación todo horror cobra nuevos sentidos. Vuelve la maravilla de tener cinco años y comenzar a aparecer en la existencia, llenos de preguntas que no podemos dejar de pensar aunque sabemos ya que nunca podremos darles respuesta. Las mismas preguntas que nos hicimos de niños se ocultan detrás de máscaras muy distintas. ¿Cómo amar a Jack? La protagonista responde con contundencia durante una entrevista. Lo

hace muy sorprendida. Pero son tantas las cuestiones que se abren con esta premisa, que Room es una de esas películas que uno tiene que ver. Emma Donoghue, la guionista, es la primera que ha encontrado algo de luz en semejante clase de truculencias. Ha encontrado poesía gracias a la creación de dos personajes entrañables. Jack, preguntándose por el sentido del universo, es un pequeño ser humano que nos invita a seguir preguntando: ¿acaso hay algo más allá de esta ventana que es el mundo físico y que a nosotros nos parece tan normal? El gran logro de Donaghue consiste en haber escrito la historia de un Zeus a quien Rea debe salvar del padre asesino. L


MILENIO

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sábado 20 de febrero de 2016

ESCENARIOS

ESPECIAL

Las arrugas del tiempo MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com INBA

La obra dirigida por Alejandro Ricaño se presenta sábados y domingos en la Sala Xavier Villaurrutia del Centro Cultural del Bosque

Sucedáneos para evitar la pérdida Lo que queda de nosotros condensa los miedos y penurias que, a veces, son el precio que se paga por la compañía TEATRO

Q

uien mantenga diálogos en silencio con su perro seguirá muy de cerca las emociones que rigen a Toto, el perro que vive con Nata, una joven que averigua en qué consiste la fragilidad humana. Alejandro Ricaño y Sara Pinet son autores de Lo que queda de nosotros, en la que el rechazo a crear un vínculo como precaución para evitar la pérdida es parte del planteamiento esencial, y entre cuyas bondades se encuentra la de integrar un lenguaje ágil y actual, franco y con humor que seduce a espectadores de cualquier edad. La obra ha sido escrita para una actriz y un actor que interpretan a Nata y a Toto, e intercala breves narraciones que dan cuenta de lo que hacen otros personajes que inciden brevemente en la historia. Los autores intercalan las escenas de modo que chica y perro expongan por separado lo que a cada uno le acontece, hasta que la tristeza debido a una segunda gran pérdida lleva a la joven a cometer un error por miedo y rechazo a la dependencia que causa el cariño. Escuchar lo que podría pensar, sentir y preguntarse nuestro perro, en voz de un actor que utiliza un gorro para simular sus orejas como único elemento externo, fuera de un atuendo común que le permite transformarse mediante la expresión corporal en cuadrúpedo y humano, según se requiera, conquista enseguida a una audiencia que reconoce y festeja lo que el personaje comparte desde una ingenuidad que resguarda la esperanza. El acontecimiento que hace transitar a Toto de una existencia tranquila al miedo, el hambre y el sobresalto, sin contar la pérdida de una de sus patas, hace que se escuche un coro de sollozos en el patio de butacas de un teatro lleno de espectadores conmovidos ante la penuria de este personaje que, como la mayoría de su especie, es incapaz de guardar rencor, como lo reconoce su ama. Nata, por su parte, es también un personaje entrañable, encriptado en dolor y rabia que explotan inesperadamente ante un suceso escolar que vulnera su aparente dureza. Esta adolescente que quisiera ser inmortal se pregunta desde su orfandad por la justicia divina ante una

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

realidad como la de 9 millones de niños que mueren anualmente, mientras toma su vida sin transformarla en tragedia, más bien en algo que sirve para retomar el camino mientras se pueda. Sara Pinet, dramaturga junto con Ricaño, además de actriz, y Raúl Villegas, narran, interpretan, asumen el rol que les corresponde en escenas con naturalidad y sentido común. Ellos son Nata y Toto y a nadie le cabe duda cuando los miran comunicados o distanciados, extraviados y temerosos. Actriz y actor trepan y descienden de una alargada escalera banca y un tablón de madera que pisan en calidad de parque, calle, apartamento, perrera, aula; cada 30 centímetros el mismo mueble es un lugar nuevo. Los laterales del escenario son custodiados por David Ortiz y Ricardo Estrada, músicos que extraen de pie, y sin salir de escena, notas de guitarra, yaybahar y loopers: sonidos que envuelven la acción externa asidos a la marea interna de los dos nobles personajes. Ricaño dirige un montaje que desborda palabras como en cascada cual gotas raudas que se suceden en caída libre, plena de imágenes y emociones. Palabras que se eslabonan coherentemente por más descabellados que puedan ser sus planteamientos. Músicos en escena y actores crean una ficción irrompible al plantarse dentro del acontecimiento que la dramaturgia propone, sin necesidad de gestos grandilocuentes, ni estridencias atonales, sino más bien como parte de algo que afecta a los personajes intensa y directamente. No obstante su continuo entrar y salir de un personaje a otro, de un viejo recuerdo a un asombroso y revelador presente, Pinet y Villegas cumplen por separado un recorrido por la incertidumbre del que está solo. Camino que el perro transita con esperanza y la joven con armadura de indiferencia, hasta que otro perro le enseña la gratitud como último gesto. Lo que queda de nosotros se traduce en una experiencia que dialoga directamente con el espectador, cuya presencia devuelve al escenario lo que éste le da mediante el trabajo de una actriz dramaturga, un actor y un autor comprometidos con forma y fondo. L

Escena de Los albañiles

U

no cree descubrir el hilo negro de la religión, la explotación y el poder como forma de cooptación de los conjuntos humanos, pero lo que resulta de esa denuncia es el lugar común: un clisé. No hay arte, hay compromiso social. No hay obra literaria, hay frases repetitivas sobre el orden caótico de la vida y sus protagonistas. La obviedad: la religión no acepta cambios de ningún tipo. Un dogma es un dogma. Fuera el psicoanálisis para entender a Dios y su hijo, Jesús. Freud no tiene permiso de entrar a ese reino donde los fanáticos no piensan, actúan según sus creencias. Tampoco la historia interpretada en la que León Toral asesina a Obregón. En la que un fanático puede matar por ignorancia. Y nadie descubre la muerte del velador de la obra de los albañiles porque todos somos los asesinos. Vicente Leñero escribe Pueblo rechazado, El juicio y Los albañiles para describir un estado anímico, el mexicano, y sus creencias en Dios, el gobierno y las clases sociales. Estela Leñero, Luis de Tavira, José Ramón Enríquez y Naolli Eguiarte adaptan las obras en un “Proyecto Leñero” que termina en triple clisé que poco se entiende. Apenas de creerse que cuatro no puedan contra uno que, ya muerto, no tiene quien lo defienda. Un dineral de presupuesto para justificar un montaje de la Compañía Nacional de Teatro cuyos actores —esta vez sin excepción— están para llorar en sus estereotipos sin médula. Inconcebible. El sustento no da más que para hacer teatro pastiche. Las arrugas del tiempo se notan en las costuras. Pero el hubiera no existe. Por eso no puede uno pedir respeto a Vicente Leñero para sus derechos autorales. Seguro él no hubiera permitido semejante orden dramatúrgico por parte del director de la CNT, justo una de las razones de su separación profesional con el director, desde La noche de Hernán Cortés. No es que Leñero tuviera razón, pero eran sus obras. Sé que nadie se atreverá a escribir lo que escribo y por eso la necesidad de hacerlo. Dura poco más de tres horas el Frankenstein teatral. El público no sabe qué pretende el director y es hasta el final que —si lees el programa de mano— entiendes que el “Proyecto Leñero” va para más montajes. Lamentable que nadie le ponga un hasta aquí al despropósito. Luis de Tavira no tiene ningún interés por la dramaturgia mexicana. Cuando la monta se nota a leguas. Cuando adapta a los alemanes pasa la prueba y logra montajes tan hermosos como El círculo de Tiza. Pero el triste caso de Vicente Leñero es eso: triste… y lamentable. Los argumentos saltan a la luz del montaje en el Julio Castillo. Nadie entiende nada hasta que se acaba y la gente aplaude por aburrimiento. Solo los que llegan al final, porque varios ya se fueron. Qué poca autocrítica de parte de la Compañía Nacional de Teatro. Qué poca inteligencia de las instituciones al dar carta blanca para que estos sucesos pasen de noche y nadie arme una queja contra la estética del arte. Sería censura, dirán. No: respeto a un público pensante. L


VARIA

sábado 20 de febrero de 2016

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Dulcísonas palabras DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

TOSCANADAS

H

ace como veinte años busqué en el diccionario de la RAE la palabra “mazuelo”. La definición me dejó en blanco: “mano como de almirez con la que se toca el morterete”. A veces la duda no es tan turbia como la respuesta. Tengo la vida leyendo literatura y otros textos históricos, científicos y filosóficos. También libros de cocina, de viaje, revistas, instructivos y demás textos, y me sigue maravillando la cantidad de palabras que desconozco. Abro una página al azar del diccionario, y no sé qué es “oligotrófico” ni “olivarda” ni “olivino” ni “olma”. Abro otra y desconozco “rumpiata”, “runcho”, “rungue”, “rupicabra”, “ruqueta”, “rusel”. “rustir”. Y aunque “rusticano” me viene a la mente por la caballería, no sabía que se refería específicamente a las “plantas no cultivadas”. Y si en esta última página conozco “rútilo” es por el poema “Canción de la vida profunda” de Porfirio Barba Jacob, en el que habla de las “rútilas monedas”. Con el buen Porfirio también aprendí sobre los “niños rosicler”, el “jocundo címbalo”, los “bucles undosos” y la “noche estelífera”. Uno casi puede imaginar a los poetas de esos años con diccionario en mano, tratando de aparear por primera vez tal o cual adjetivo

con tal o cual sustantivo, sobre todo a la hora de las rimas, en ese mundo en que los besos se vuelven ósculos. Así debió de meterse en líos Amado Nervo cuando escribió “mirada azul” y “fino tul” y su diccionario rimador le daba opciones como “abedul”, “gandul”, “curul” o “baúl”, así es que para salir airoso del paso se convirtió en el único mortal que ha conocido el “trigo garzul”. El propio diccionario aclara que ciertas palabras son de uso poético, tales como “adamantino”, “alígero”, “amplexo”, “armífero”, “armisonante”, “astrífero”, “aurívoro”… y apenas vamos en la A. Esto no significa que tengamos que hacer poesía para emplear dichos vocablos. Si vemos a un militar que al correr hace traquetear su metralleta, podemos decir “Ahí va un soldado armisonante”, o sobre una mujer entusiasmada en una joyería, podemos comentar: “He ahí una fémina aurívora”, o en vez de decir “tengo sed” puedo declararme sitibundo. Pero sin duda sonará a fanfarronería. A alguien puedo decirle que su coche echa humo y hace mucho ruido, pero difícilmente me referiré a su “fumífero y grandísono vehículo”. Muchas palabras, entonces, se vuelven incómodas, mal recibidas en un discurso o conversación, pasan a ser parias y su

LO QUE CONTEMPLAS

presencia se limita al diccionario; sin ser palabras cómicas sirven para decorar un chiste. Se da, por supuesto, la llegada de incontables neologismos, pero la mayoría nace para nombrar cosas nuevas, no para darle un alias a las de siempre. Con el tiempo, quién sabe cuántos objetos, ideas, seres y conceptos pierden su nombre. Un personaje contemporáneo no diría “el mazuelo es como la mano de almirez con la que se toca el morterete”, sino “la cosa ésa es como la madrecita con la que se toca aquella chingadera”. L ADRIANA DÍAZ ENCISO

adrianadiazenciso@gmail.com RICHARD LEAROYD

Mirar al alma A

lrededor de siglo y medio separa dos visiones fotográficas del alma en las salas del Museo Victoria and Albert. Las mueven similares convicciones. Ambos artistas penetran el secreto que vuelve a la tecnología instrumento para sacar a la luz, y a través de la luz, no la apariencia de sus sujetos sino su ser verdadero: un silencio que elude las interpretaciones posibles en otras disciplinas. Ambos trabajan en formatos grandes en comparación con las convenciones de su época, y adoptan técnicas laboriosas sin escatimar tiempo ni riesgos para que la imagen final sea un testamento irrepetible de la realidad que intentan apresar. Richard Learoyd trabaja, en estos tiempos de portátil tecnología digital, con el primitivo método de la cámara oscura; sus modelos de años pasan largas sesiones en una habitación que es la cámara misma, y la imagen es tomada directamente, sin negativo de por medio. Es una imagen única de tamaño natural que nos enfrenta a sus sujetos como hiperrealidad, nítidos hasta el más mínimo detalle, ya se trate de la base opaca de un espejo, animales aún hermosos en la inmovilidad de la muerte, o sus modelos, retratados una y otra vez en innumerables manifestaciones de sí mismos. Si aparecen distintos no es porque sean otros, un personaje, sino porque el ojo de Learoyd sabe que un

ser humano es muchos, muchas, que en el paso del tiempo nunca somos una misma. Seguimos, por ejemplo, los cambios de Agnes, su modelo más constante, con la fascinación de estar atisbando en la intimidad de alguien que es y, sin embargo, permanece inasible. Los múltiples retratos expuestos en la sala son un paradójico ejercicio de exposición e introspección, y quién sabe en qué pensarán los modelos de Learoyd durante las solitarias horas en la cámara oscura, pero la suya es siempre la mirada interior, la esencial soledad de eso que, a falta de mejor palabra, llamamos alma. Ciento cincuenta años antes, Julia Margaret Cameron también sometía a sus modelos a sesiones de larga exposición (mucho más de lo que aun en sus tiempos se consideraba necesario) para lograr la imagen justa, y en la inmovilidad éstos se adentraban en esa misma mirada que aún nos ofusca porque es de nuevo alma que asoma, suspendida entre la intimidad y la distancia. Si en su caso un aparente fuera de foco y los elementos teatrales con que Cameron recreaba escenas literarias o bíblicas podrían hacernos juzgar sus imágenes como artificio, la artista buscaba también, a su manera, la manifestación de su propia concepción de la realidad (por ello se negaba a retocar sus fotografías). Su

Agnes, 2013

aspiración era “combinar lo real y lo Ideal sin sacrificar nada de la Verdad mediante toda la devoción posible a la Poesía y la belleza”. El contraste de estas dos miradas lado a lado en estos tiempos de furia, prisa e impaciencia es una conmovedora invitación a mirar en el alma humana vuelta visible como rostro, piel y mirada y descubrir que es, en toda su belleza, incognoscible. L


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