Laberinto No.665 (12/03/16)

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Laberinto

TODAS LAS MUJERES

santiago gamboa p. 02

UNA BIBLIOTECA PERSONAL

laura emilia pacheco p. 04

MILENIO

Nร M. 665

sรกbado 12 de marzo de 2016 FOTO: ESPECIAL

JOHN CAGE

AMISTAD, HOMICIDA DEL AMOR

hugo roca joglar p. 10

george steiner p. 06 y 07


ANTESALA

sábado 12 de marzo de 2016

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LABERINTO

MARINUS VAN REYMERSWALE

Consumo cultural 100% libre de impuestos AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

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l arte y la cultura padecen dos males esenciales que derivan en lo mismo: la falta de público y los constantes recortes en el presupuesto gubernamental. El Estado monopoliza el patrocinio, promoción y adquisición de los bienes culturales, y evidentemente, no puede con esta misión. La “generación de públicos” es un lugar común para implementar iniciativas que no han funcionado, las salas de los museos, conciertos y teatros siguen vacías. Es prioritario generar mercado y se va a conseguir con incentivos fiscales para que la sociedad civil consuma bienes culturales. Es tiempo de que el Estado, la comunidad cultural y el público asuman que tienen que generar mercado en lugar de continuar con el paternalismo de las becas, la discrecionalidad de las subvenciones y los recortes indiscriminados. Es más fructífero impulsar el consumo con la anulación de la ley Videgaray que estigmatiza la compra–venta de arte, para que la adquisición, patrocinio y divulgación cultural sean 100% deducibles de impuestos. Es un despropósito que por un lado reducen presupuestos y por otro estigmaticen el consumo de arte, si no hay dinero entonces alienten a la ciudadanía a que participe invirtiendo económicamente en la cultura. El paternalismo tiene paralizados, y en muchos casos comprados, a los “creadores culturales” que no están concentrados en la

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

creación de su obra, se dedican a tramitar, gestionar, cumplir favores para conseguir subsidios y becas. Esto ha fomentado un dañino tráfico de favoritismos, opacidad, y engrandece el monumento del gobierno como el gran salvador de la cultura. La cultura tiene que entrar en una mayoría de edad, ser autosuficiente y verdaderamente independiente. Si una persona compra un libro, un disco, un boleto para un concierto, el cine o el teatro, patrocina un montaje y, por supuesto, adquiere una obra de artes plásticas, entre muchas cosas, que ese gasto lo deduzca completo de sus impuestos. Esto fomentará el consumo, atacará de forma frontal la piratería, hará que mucha gente se inscriba en Hacienda, motivará el patrocinio, generará fuentes de trabajo y capital. El Estado debe cumplir su compromiso de apoyar a la cultura; eso no significa hacerlo todo, hay que motivar a la sociedad civil porque el consumo no solo se traduce en dinero, se logra una sociedad culta, pensante y crítica. El criterio de lo que debe ser apoyado y lo que no, hasta hoy es exclusivo del Estado y del grupo que está protegido por el Estado, estas decisiones en muchos casos o están de espaldas al público o despilfarran fortunas en espectáculos populistas. La sociedad civil decidiría qué apoyar si el consumo y patrocinio se deduce

Los cobradores de impuestos

de 100% de impuestos, y la cultura no estaría supeditada a los presupuestos, que son los que deciden la calidad de las iniciativas culturales. El público se hace partícipe de la cultura cuando sabe que su consumo le beneficia, es una deformación en la relación con el público que crea que el Estado le debe “regalar” el acceso a la cultura. El consumo y la producción cultural tendrían que estar dirigidos a fomentar la participación. El público no decide por la calidad de un espectáculo o un libro, decide por el precio o por lo que es gratis, y al “creador cultural” no le interesa el público porque exponga o no exponga, venda o no venda el libro, lo van a becar, así ¿cómo quieren generar mercado y público? No tiene sentido subvencionar y recortar, este círculo vicioso tiene hundida a la industria cultural, que literalmente no existe. L

Los dragones no se extinguieron: viven aún en los cuentos chinos. ESPECIAL

Todas las mujeres SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa–círculo de lectores

AMBOS MUNDOS

S

iempre que llega el 8 de marzo vale la pena hacer un balance, mirar a todos lados y mirarse a sí mismo, porque los problemas de género son los problemas de la especie. ¿Y qué veo? ¡Desesperanza! Que dos jóvenes turistas argentinas hayan sido masacradas en una playa de Ecuador, y que algunas autoridades, al notificar el crimen, mencionen que las dos chicas “estaban solas, en bikini y habían bailado y bebido con los asesinos”, como sugiriendo que eso implica algún grado de responsabilidad en su propia violación y posterior crimen, nos obliga a encender seriamente las alarmas. Porque, desgraciadamente, el machismo y la violencia con las mujeres en América Latina no es un hecho aislado, ni de un solo país, y además tiende a agravarse al descender en la escala social y educativa. Esto no es excluyente, pues en las clases altas y educadas también hay feminicidios y machismo. Pero quien no pudo ir al colegio ni pasó por una universidad tiene más posibilidades de repetir en su vida ese

esquema primario familiar en el que el hombre representa la manutención, el poder y la fuerza, mientras que la mujer, apéndice necesario para procrear, es la generatriz, encargada de la intendencia y fuente de placer. Y por desgracia este es el esquema que uno ve en la mayoría del campesinado e incluso entre los grupos indígenas. En su libro de memorias, Rigoberta Menchú cuenta cómo de niña, en su comunidad maya quiché, cuando el hombre era humillado por el patrón delante de otros, la forma de recuperar la dignidad consistía en violentar analmente a su esposa delante de los hijos. Solo con ese gesto de macho salvaje la armonía se restauraba en su psique. De ahí mi escepticismo ante quienes defienden cualquier comportamiento en comunidades indígenas o en otras culturas, so pretexto de que responden a tradiciones ancestrales. Al igual que con la ablación del clítoris en el Islam, creo que solo se debe respetar lo que es respetable en términos humanos, y esto, como lo de los maya quiché,

es una salvajada producto de la ignorancia, por mucho que esté inscrita en un contexto cultural. También en la Judea de Herodes era cultural crucificar a los ladrones y desollar a los mensajeros que traían malas noticias. Y cultural es también que en el Japón de hoy, si el ascensor de una empresa va lleno, una mujer deba salir para dar entrada a un hombre. Otros dirán, también basados en costumbres y taras culturales, que si dos mujeres se van a una playa en bikini, solas, y además a un sitio no muy seguro, es porque algo andan buscando, como se dijo de las dos jóvenes argentinas, agregando al crimen una humillación que no es solo para ellas, sino para todo ser humano pensante. Y si a esto sumamos hechos como el asesinato de la líder indígena Berta Cáceres en Honduras, el pasado 3 de marzo, podemos concluir que ya no solo la equidad, sino algo tan elemental como el cese al fuego contra la mujer, es todavía una lejana utopía en nuestra América. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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sábado 12 de marzo de 2016

ANTESALA

ESPECIAL

× P E R L A

SC H WA RT Z ×

Conjuro de decires De un libro en preparación, este poema confronta el vuelo de la imaginación con la cortedad de las palabras

Decir; redecir; contradecir; predecir; maldecir… Todos esos verbos resumen para mí el zumbido del paraíso y de la palabra. Paul Valéry: Monsieur Teste

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igo y me desdigo, me redigo para contradecir mi idea anterior. Nunca llego a la exactitud de la palabra, por más que mi travesía cotidiana en su afán por conquistar esa huidiza claridad me permita predecir el derrotero de una imaginación insaciable en su afán por decirse. Y así evitar la maldición de un pétreo silencio.

× E K O × E X L I B R I S × M A D A M E O LY M P E ×

El declamador CARACTERES

ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx

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esde Homero (y acaso antes) existe la creencia de que el poeta, además de componer sus versos, debe saber recitarlos o, de perdida, leerlos bien en voz alta. La especulación está de más. Para hablar de poesía hay que referirse a poetas individuales y a poemas específicos. Y es un hecho que dos de los mayores poetas del siglo XX no acostumbraban a recitar en público sus poemas y los leían bastante mal: uno, T.S. Eliot, con una ampulosa imitación del acento inglés, y el otro, Octavio Paz, con un incómodo sonsonete en español. También es vano multiplicar los ejemplos concretos. Las ideas erróneas se propagan tanto o más que las ciertas y hasta la fecha sobra gente que cree que el arte del poeta no está en la composición, sino en la recitación. O, peor todavía, en una variante teatral de ésta: la declamación. Al igual que los meros prosistas, la mayoría de los poetas escriben sus obras (poco importa si a mano o directamente en el teclado). Los declamadores, en cambio, las dictan. Como el elocuente Nabor, que a falta de secretario(a) vocifera sus versos para transcribirlos él mismo y a falta de sílabas en su nombre firmó sus primeros poemas con el seudónimo (abandonado después, por extranjerizante) de Nabucodonosor. No por ello desprecia la palabra escrita. A los cuarenta y muchos años, Nabor ha publicado no menos de ocho poemarios y ganado algunos premios municipales e incluso uno nacional. Pero lo mejor de sí necesita testigos para desplegarse y él debe su fama (que alguna tiene) no tanto a los lectores como a los espectadores. Sus presentaciones, en efecto, son todo un espectáculo. Bien parecido y bien conservado a su edad, cultiva una larga melena de rockero de los setenta y, para contrarrestar ese aspecto foráneo, gasta una indumentaria netamente local: botines de tacón alto, pantalón entallado y camisa del mismo color con flecos, al estilo narcobanda, y un sombrero norteño cuya ala curva le ensombrece el visaje. Mientras los demás poetas sentados a la misma mesa leen sus poemas, él cierra los ojos y aprueba con rítmicos vaivenes de la cabeza. Al llegar su turno se quita el sombrero y lo pone enfrente en función de atril. Pero no lo requiere. Pues aunque tiene entre sus manos un libro abierto y de vez en vez le echa un vistazo, para que el público no deje de notar que no está leyendo, Nabor declama sus versos con voz estentórea. Cuánta emoción (aunque si miras a otro lado podrías confundir esa cantinela con el discurso de un político en campaña). Cuántos ademanes y muecas (aunque un actor de telenovela sea capaz de eso y más). Cuántos aplausos no a la poesía sino al poeta (aunque, con suma franqueza, no te molestaría recibirlos también tú). Lástima que cuando hojeas su libro una hora después, en el hotel, toda esa oratoria grandilocuente se reduzca a unos versitos convencionales. Lástima que, luego de guardar su disfraz de grupero y vestirse de jeans y T–shirt para la cena, Nabor el declamador se transforme en un poeta (y en un hombre) ordinario. L

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ESPECIAL

Biblioteca Mark Twain en Detroit

Biografía oculta de una biblioteca personal Somos también los libros que leemos y somos los esfuerzos que hacemos para que nos sobrevivan en tiempos en que todo es desechable ENSAYO LAURA EMILIA PACHECO

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a biblioteca de una persona la revela; es una radiografía del individuo que reunió los volúmenes que la conforman. Esos libros nos dicen con exactitud quién es esa persona, cómo es su entorno, cuáles son sus sueños, intereses, aspiraciones —manifiestas y secretas—, aficiones y querellas; evidencian el rostro que se oculta detrás de la máscara. Los estantes no saben mentir: develan los secretos más íntimos de su propietario y exponen su alma, no obstante lo que éste quiera aparentar. Todo libro forma parte del retrato general. En su papel de universidad, eterno compañero, fuente de placer, caja de diversiones, espejo, abismo, símbolo de estatus, fraude o engaño, cada libro tiene una historia. Al elegirlo, pasamos a formar parte de él. Todos valoramos al volumen que se convierte en favorito, por su autor o tema, su encuadernación, el olor del papel, sus ilustraciones, la tipografía, o porque lo adquirimos en una fecha o en un lugar especiales. Quizá nos recuerda una visita a una de esas librerías que, por casualidad o destino, se convierten en auténtico afluente que nutre el río que es una biblioteca. También están los volúmenes que adoptamos al rescatarlos de alguna tragedia o de los escombros que deja atrás un amor malogrado. No falta aquel que nos obsequió un amante o el que de alguna forma selló nuestro destino; el que nos fue entregado por abuelos, padres o hermanos; el que inaugura o pone fin a una época de-

terminada de nuestra biografía; el que cambió nuestro rumbo, nos produjo infinita tristeza o nos llenó de alegría; el que heredamos de alguien cercano a nuestro corazón o el que perdimos y aún no terminamos de llorar. Hay libros que odiamos. El contenido de estantes y bibliotecas constituye a la vez un retrato y un autorretrato imposibles de falsear. II En muchos casos una biblioteca personal implica un ansia por descubrir y redescubrir, por dialogar y debatir acerca de una infinidad de temas y puntos de vista. La falta de interés en el mundo también queda plasmada en el librero. Esa suerte de “jubilación” anticipada y mortecina del ser conlleva horribles consecuencias que van desde la ignorancia hasta el aislamiento demencial: el peor tipo de vejez, la más degradante forma de decrepitud, sin importar la edad que se tenga. Se puede ser viejo de niño o permanecer joven en la ancianidad. Alguien que pierde el don del asombro está, para decirlo de una vez, muerto en vida. Los libros representan exactamente lo opuesto: una ocasión para vivir y ejercer la libertad, conocernos a nosotros mismos y al otro; saber por qué estamos dispuestos a luchar o a morir. Los libros constatan que nadie lo sabe todo, no importa si alguien opina lo contrario o uno mismo lo crea. El rey siempre está desnudo, aunque todos sus libros estén encuadernados, intactos. III Cada volumen que se añade al estante alberga dentro de sí la posibilidad de ser la piedra fundacional de una biblioteca propia que nos complete y nos asombre; que nos nutra y nos enseñe cuánto nos falta

por aprender y compartir. Al igual que las personas a las que amamos y los objetos que por algún motivo nos son queridos, las bibliotecas necesitan amor, cuidados, alimento, dedicación. Son múltiples los enemigos que enfrenta. La ignorancia es el primero, pero también cuentan los elementos. La humedad y el agua pueden destruir un libro y dejarlo reducido a una pulpa informe y nauseabunda. El viento, el fuego, la tierra son fuerzas destructoras. Las bacterias (cytophaga, cellvibrium y cellfacicula) rompen la cadena de celulosa y acidifican el papel volviéndolo quebradizo, atractivo para hongos e insectos. Existen más de 200 especies de hongos bibliófagos que dejan manchas oscuras y contagian fácilmente a otros libros. A su vez, los hongos son alimento para insectos, como el “reloj de la muerte” (stegobium paniceum) que atraviesa el papel y deja grandes huecos. En este grupo se encuentran también el pececillo de plata y las termitas a las que erróneamente se llama “hormigas blancas”: no están emparentadas. También existe el problema de la tinta. Las que son ferrosas tienden a oxidarse, decolorar y envejecer el papel. Más estables son las que usaron los chinos y los egipcios (hechas con goma arábiga, negro de humo y cola de pescado), aunque no comenzaron a emplearse en Europa sino hasta el siglo XV. IV Hay bibliotecas que nacen muertas porque nadie las toca. Otras crecen poco a poco, maduran y, si se tiene buena fortuna, continúan su vida a lo largo de los siglos. Pero las que resultan más desoladoras son las que se pierden por abandono que, a mi parecer, es la más cruel forma de traición. Hace poco vi en libropatas.com

fotografías estremecedoras de bibliotecas sumidas en el olvido que se encuentran en casas, hoteles, castillos, villas, la ciudad de Prpyat en Chernobyl, o la Biblioteca Mark Twain en Detroit, cerrada desde la década de 1990 debido a problemas económicos. ¿Y los libros? Permanecieron allí. Lo más trágico es que, decenas, cientos de ellos —derribados, sucios, húmedos, enmudecidos por la indiferencia o la crueldad y el cataclismo—, guardarán para siempre la belleza y la sabiduría que ya nadie conocerá. En el mundo en que nos ha tocado vivir las imágenes resultan estremecedoras. Pertenecen a una época, la nuestra, en que no hay posibilidad de permanencia: todo es desechable, todo es para hoy y no tiene mañana. En nuestro planeta —tan interesante y convulso; tan hermoso y feroz—, lo que fue ya no es, no será. Las fronteras se diluyen, los polos se derriten, los océanos se elevan, poblaciones enteras emprenden una migración que no halla destino ni bondad. Hoy, como nunca antes, un solo individuo tiene la potencia destructiva de un ejército: el terrorismo unipersonal llegó para quedarse. Todo y todos estamos sujetos a desaparecer de la faz de la Tierra. No dejan de sorprender las eternas contradicciones de la Historia: los grandes avances científicos y tecnológicos, la exploración del espacio, el desciframiento del genoma humano, conviven con el fundamentalismo más abyecto y retrógrada, con la destrucción de los pilares de la civilización en una virulenta campaña por erradicar todo rastro de belleza y humanismo; se alternan la aparente libertad que nos brindan los medios de comunicación y los transportes modernos con la caótica parálisis del terror que no anuncia hora ni lugar: puede ser París, Estambul, Nueva York o cualquier otro sitio. Hay objetos que debemos proteger a toda costa. V Siempre habrá quien llega por primera vez a un libro, a un autor. Esa vitalidad es la esperanza y la fuerza que impulsan al rescate y cuidado de una biblioteca, una cultura, una civilización. ¿Por qué leer a Cervantes o a Shakespeare si sus obras tienen 400 años? ¿Por qué importan los clásicos que escribieron en la más lejana antigüedad? ¿Por qué habría de alarmarnos una biblioteca abandonada aquí o en el fin del mundo? ¿Por qué deben existir los libros?: porque estamos reflejados allí, en esas páginas, no importa que hayan transcurrido mil años o que mañana la raza humana decida emigrar a otro planeta. Todo volumen tiene algo que aportar, por mínimo que esto sea. Los libros muertos son historias truncas, una esperanza por siempre cancelada, una posibilidad que ya nunca será: niños muertos en la infancia. Las bibliotecas abandonadas son dolorosos cementerios. Con su desaparición se extinguen una época, un fragmento de la Historia. Lo primero que condena la barbarie son los libros. No hay nada más terrible que la imagen de una pira de volúmenes “prohibidos”. Vuelto cenizas, un libro devorado por las llamas es una esperanza sepultada. Muy distinto es el caso de los libros moribundos, solos y polvosos. Ellos, al igual que nosotros, antes de exhalar su último aliento, aguardan en lenta agonía a que los rescate una mirada, una caricia, una voz que los haga suyos y les devuelva la vida. Salvarlos es salvarnos a nosotros. Quizá con ellos podamos construir una nueva biblioteca de Alejandría o una más modesta, más personal, que guarde entre sus páginas la huella de nuestra lectura. Tal vez nos atrevamos, inclusive, a poner nuestro nombre en la guarda. L


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sábado 12 de marzo de 2016

TESTIMONIO

UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

Tesoros de la Francisco Xavier Clavigero La biblioteca de la Universidad Iberoamericana tiene acervos de incalculable valor histórico REPORTAJE NANCY CORRO

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a Biblioteca de la Universidad Iberoamericana se formó con donaciones de libros que pertenecieron a antiguos jesuitas. Hoy, a sus 73 años, contiene un acervo de 240 mil volúmenes, de los cuales casi 100 mil son ejemplares históricos que van de principios del siglo XV a mediados del XX y contienen tesoros documentales. Esta riqueza en papel fue descubierta en las bodegas de la universidad en 1976, y al mismo tiempo inició su catalogación, mantenimiento y exploración. El área de Acervos Históricos de este gran archivo se encuentra integrada por tres secciones: Libros Antiguos y Raros, Archivos Históricos y el Archivo Histórico de la Universidad Iberoamericana, que suman más de 100 mil volúmenes. Una de las piezas emblemáticas de esta biblioteca es el acta de bautizo de Miguel Hidalgo, que presentó para ingresar al sacerdocio y que a la letra dice: “En la capilla de Cuitzeo, en los Naranjos, a los diez y seis días de mayo de los setecientos cincuenta y tres, el Bachiller, don Agustín de Salazar, cura, solemnemente bautizó y puso óleo, crismas y por nombre: Miguel Gregorio Antonio Ignacio a un infante de ocho días, hijo de don Cristóbal Hidalgo y Costilla y doña Ana María Gallaga, españoles cónyuges, vecinos de Corralejo”. El acta de bautizo forma parte de la Colección de Independencia, que tiene una sección dedicada a la vida personal de Miguel Hidalgo, y otra formada por impresos y manuscritos de los insurgentes y realistas. En este acervo también se encuentra la Carta de relación de Hernán Cortes al emperador Carlos V, publicada en 1524 y que incluye el primer mapa de la Ciudad

de México. A decir de la doctora Eugenia Ponce, académica del área de Acervos Históricos de esta biblioteca, “En México y en bibliotecas públicas solo se conocen dos ejemplares, con la diferencia de que el que resguarda la Ibero es el único que aún conserva el mapa de la Ciudad de México. Escrito en latín, es un libro impreso de 173 páginas, pero con el detalle de las capitulares iluminadas a mano. Hecho en papel de algodón de tamaño legal, es el primer mapa que se conoce de la Ciudad de México. Aquí están los asentamientos sobre la antigua Tenochtitlan y se aprecia el ordenamiento español de cuadrángulos y se identifican las cuatro calzadas. Es curioso notar que en el mapa se ven también Cuba, la Florida y España”. ◆◆◆ Un libro antiguo se puede valorar además de por su relevancia histórica o por su contenido, por la belleza de su hechura, que también da cuenta de la época que le tocó atestiguar. La maestra María de Jesús Díaz muestra con delicadeza el Libro de registro de nombramiento de priora, sacristana y secretaria del convento de San Bernardo, de la Ciudad de México, una bitácora iniciada en 1761 y cubierta de flores hechas con tintas naturales. “Es un registro —dice— en que para conmemorar el nombramiento de las religiosas se daba a Jesús, al esposo Jesús, porque cuando las religiosas tomaban los hábitos se casaban con él, ofrendas espirituales. El nombramiento se hacía cada dos años y todas las obras que ellas hacían, como comuniones, visitas al santísimo, misas, credos o novenas, se registraban. Este ejemplar, que es muy bello, tiene mucho arreglo y color. Sabemos quién iluminó algunas páginas pero otras no tienen firma. Es muy interesante porque el registro se interrumpe y revisando las fechas vemos que la interrupción de esta bitácora coincide con la Guerra de Reforma, la exclaustración y la venta de los bienes de la iglesia”. El libro consta de 98 fojas. Inicia con el nombramiento de la priora, la sacristana y la secretaria que corresponde a 1761. Las primeras hojas consignan los nombramientos por elección y a continuación aparecen un soneto y el listado de obras

espirituales. “Todo fue dibujado a mano con tinturas vegetales y minerales. Destaca la técnica porque aún en esos años, mediados del siglo XVIII, seguían utilizándose las técnicas prehispánicas”, dice la maestra Díaz, para luego leer la rúbrica de uno de los iluminadores que dejó su huella en este libro: “El escribano el maestro Antonio Gaspar de Buen Abat, que es el autor de esta escritura y esta decoración”. ◆◆◆ El cuidado que recibe este acervo es mayoritariamente preventivo. La temperatura se mantiene a 20 grados centígrados en promedio; la humedad está en 50 por ciento. Además, los libros reciben una fumigación anual y el restaurador revisa los documentos periódicamente para colocarles micas o guardas especiales según las necesidades. “Aunque se encuentra dentro de una institución privada, la Francisco Xavier Clavijero da servicio de biblioteca pública y cualquiera puede consultarla. Para la consulta de libros antiguos y raros hay más cuidado en vista de la edad de los documentos. E igual que cualquier otro acervo histórico, se pide una carta de presentación con el objetivo de la consulta y el compromiso de dar crédito a la institución”, detalla la maestra María Teresa Matabuena Peláez, directora de la biblioteca. Uno de los acervos más populares entre estos anaqueles cargados de historia es el dedicado a Porfirio Díaz, que fue recibido en 1977 y está en proceso de digitalización, para evitar que pueda resultar dañado debido a las consultas. “Nos donaron la colección Porfirio Díaz. Es nuestro archivo más emblemático por contener la correspondencia que recibió Porfirio Díaz. Consta de casi un millón de documentos, cubre todo su periodo como presidente y, aunque se maneja como su archivo personal, contiene las misivas que recibía y que, amparadas en el artículo 8 constitucional, le enviaban los habitantes de la República. Este casi millón de documentos refleja lo que sentían, lo que pensaban las personas y los problemas que padecían durante el porfiriato. Provienen de todo el país y algunos del extranjero, de todos los grupos sociales y de todas las edades”. La mayoría de estas cartas son solicitudes: “préstamos monetarios, becas, ascensos, trabajos, que

fungiera como padrino de algún niño, expedisión de patentes. Un aspecto interesante es que muchas incluyen un borrador de la respuesta de Díaz, lo que refleja el tipo de comunicación entre gobernador y gobernados”, detalla Matabuena Peláez. El archivo de Díaz posee también una pequeña colección de fotos que no llega a las 500 piezas. La mayoría son retratos, material gráfico, telegramas, dibujos, planos, folletos que muchas veces completaban la correspondencia. ◆◆◆ Otro de los archivos más importantes es el de Alberto Salinas Carranza, primer jefe de aviación y fundador de la Aviación Militar en México. Es rico por la colección fotográfica que posee y porque a través de sus documentos es posible conocer los primeros vuelos en cielo mexicano. “La aviación en México nace como aviación militar. El primer vuelo data de 1910, y tanto Francisco I. Madero como Victoriano Huerta tuvieron interés por enviar pilotos a prepararse a Estados Unidos y a Francia”. La directora de la biblioteca de la Ibero cuenta que este archivo revela que “México tiene incluso patentes de aviones, pues hubo personas que inventaron sus propios modelos para bombardeo, vuelos nocturnos, con lo que se puede advertir una serie de avances de ingeniería y tecnología. También es interesante ver que en el primer vuelo aéreo de México a Pachuca, para el primer correo aéreo en 1917, el piloto se guiaba por la línea del tren, o que los aviones se armaban y se desarmaban para que fueran trasladados en ferrocarril hacia el lugar de donde iban a despegar. Hay que destacar que los pilotos hicieron un esfuerzo por adaptar los aviones que habían combatido en la Primera Guerra Mundial. Todo esto se documenta en el archivo de Alberto Salinas Carranza”, señala Matabuena Peláez. El 35 por ciento del acervo aún espera su catalogación. En ese proceso, que no parece tener un fin cercano, es probable encontrar diamantes de papel que echen luz sobre el pasado, como la colección de casi 7 mil tarjetas postales que van de 1860 hasta 1950, y gracias a las cuales se han editado un par de libros y se organizó una exposición en el Museo Franz Mayer el año pasado. L


LABERINTO

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Amistad, homicida d Con Fragmentos, el pensador francés hace un recorrido por sus obsesiones intelectuales, respondiendo a la multitud de dudas sobre la cultura, la vocación, la fe y la apostasía. Con autorización de Ediciones Siruela, presentamos un ensayo de esta obra, traducida por Laura Emilia Pacheco, que en breve comenzará a circular en las librerías mexicanas. Ofrecemos además una lectura de este breviario y un acercamiento a Un largo sábado (Un long samedi, Flammarion, 2014), libro de entrevistas aún inédito en español GEORGE STEINER

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onocemos el valor y el papel trascendentes de la amistad, philia, en la sensibilidad clásica. La amistad es la compensación de la existencia humana, su inmerecida recompensa. Aun donde es manifiesta, la distensión homoerótica —culturalmente sancionada— es solo un complemento. El asombroso prodigio yace a mucha mayor profundidad. Nada supera “ser un amigo para un amigo” (la jubilosa frase de Schiller). La muerte es casi un privilegio cuando salva a un camarada. En cambio, la pérdida de un amigo es irreparable (uno puede volver a contraer matrimonio, adoptar un hijo…). Tres lamentos sobre el amigo perdido determinan el idioma de la desolación en la literatura y el sentimiento occidentales: Gilgamesh llorando a Enkidu, Aquiles sollozando por Patroclo, David doliéndose por Jonatán. La fuente de la amistad es insondable. Puede surgir de un peligro momentáneo que se apropia de nuestra conciencia, como el viento de una tormenta o como una melodía. “Porque él es él, porque yo soy yo” (Montaigne). Ya sea que se trate de encanto físico, compatibilidad social, alianza pragmática, pasiones u odios compartidos, las circunstancias reales, los atributos existenciales, son prácticamente irrelevantes y no negociables. Es bien sabido que E.M. Forster nos invita a traicionar nuestro país pero no a un amigo. Donde se forja la amistad puede anularse la incongruencia. El hombre o la mujer inmune a la amistad, que no tiene amigos, ya sea por accidente o por designio, es un exiliado, un caminante de la noche. Él o ella no pueden contar con una bienvenida segura. La amistad nos autoriza a decir: “Yo soy porque tú eres”. Al mismo tiempo no hay dolor más persistente, ninguna cicatriz más irremediable que la de la amistad traicionada. Ya sea que se haya conspirado contra un amigo o que él o ella nos haya sido desleal. La causa puede ser una palabra expresada con descuido, un gesto intrascendente. Quienes han sufrido tortura para revelar un nombre cuentan que la voz silente de la amistad puede más que la agonía. Quienes no logran soportar y enviaron a un amigo a la muerte, viven el resto de su vida en un intermedio. Así lo afirma René Char, poeta y miembro de la Resistencia, en Les Feuillets d’Hypnos. En la infancia pueden darse incontenibles amistades de la más grande efusión. La fidelidad inquebrantable marca la adolescencia.

GREG FUNNELL

NINGÚN MANDAMIENTO DE CORDURA, TEMOR, ABSTENCIÓN ADMONITORIA, IMPEDIMENTO MATERIAL NI SOCIAL ES MÁS APREMIANTE QUE EL AMOR

Se intercambian claves, se inventan idiomas secretos, se establecen rituales de confianza. Las intimidades contra mundum se vuelven más vitales que cualquier rutina familiar. La pubertad es el mayo y el junio de la amistad. Como se decía antes, el corazón, la mente y la sexualidad que aflora se “estrujan” con una necesidad mutua; con recíprocas lealtades, intimidades simbióticas de tal intensidad que pueden llevar al suicidio. El caleidoscopio de la amistad adulta es diverso. Pasa por encima de ideologías, barreras étnicas, largas separaciones. Homero y Virgilio sabían que la philia es indispensable para la sinrazón sacrificial del combate; para la solidaridad entre hombres armados que se enfrentan a la muerte. Hay algo de acre verdad en el escarnio de La Rochefoucauld cuando declara que el infortunio de un amigo no nos causa absoluta infelicidad, sino una pizca apenas de regocijo. El amigo verdadero se vanagloria por los laureles del otro. La mistad de los viejos tiene su propio encanto distintivo. Acepta las generosidades del recuerdo, las ironías que hacen tolerables las debilidades. Los viejos amigos se sientan en un banco del parque a olfatear el aire para captar el aroma a muerte y compartir las pavorosas presiones del vacío. Para que el diálogo no acabe, el que sobrevive continúa hablando solo. Las salas de geriatría o las escenas nocturnas en las casas con ancianos están repletas de esos murmullos, como la “última cinta” de Beckett. Incluso al final, la amistad es el enigma de la gracia que le es permitida al hombre (caído).

Entonces, ¿cómo es que la amistad “asesina al amor” (eros)? Las teologías, las filosofías que derivan de ellas, las canciones que tarareamos, que nos han hecho bailar desde la Creación, afirman que el amor es la cúspide, la corona, el regalo supremo de la herencia humana. Es, según Dante, el motor del cosmos. La herramienta summa summarum que une cuerpo y alma. Las distintas creencias imponen amar a Dios: aspirar a su amor y confiar en Él. En cambio, la idea de tener a Dios como amigo resulta incómoda. El amor carnal —Afrodita todo lo vence— engendra la totalidad de la vida orgánica. El amor espiritual nos permite ese atisbo que podemos llegar a tener de lo imperecedero. Ningún mandamiento de cordura, temor, abstención admonitoria, impedimento material ni social —el embravecido Helesponto de noche, el calabozo al que debe descender Fidelio— es más apremiante que el amor. Ninguna lógica, ninguna asimetría razonada enciende al amor. La pordiosera coja tiene un amante joven y hermoso. El amor extático puede centrar su atención en el cuerpo de los muertos, en los animales. Las inhibiciones del incesto son tan frágiles como los tabúes que deberían hacer de los niños seres intocables. El amor puede contenerse y no consumarse; hay visiones platónicas y castidades ardientes tan incontroladamente apasionadas como cualquier coito. El género es casi irrelevante a un grado trivial: el amor une a mujer con mujer, a hombre con hombre. La edad puede no tener importancia: mujeres jóvenes han sentido adoración por hombres mayores. En cambio, las mujeres maduras recolectan a sus amantes entre los jóvenes. Los celos que Eros engendra pueden conducir a la locura. Donde el amor mengua, el desánimo es como ningún otro y el gas de los pantanos cala nuestro ser. El orgasmo concorde (probablemente raro) es lo más cercano que hay en la experiencia humana a la abolición del yo, a sumergirnos en otro; es una traducción simultánea en el sentido más profundo. Además, no existe límite para los instrumentos de lo erótico: el dolor extremo —voluntario o impuesto— puede atender al amor, como también puede hacerlo el excremento. Al estar dentro del alcance de lo insaciable, el amor tiene intimidad con la muerte. En los códigos poéticos, “morir” puede ser sinónimo de satisfacción sexual. Eros y Tanatos son indivisibles, afirma el psicoanalista, y al hacerlo retoma miles de años de música y poesía. El Liebestod es tan antiguo como Safo. Solo en el amor nos miramos en el espejo y hallamos una imagen que no es la nuestra, que es más que la nuestra.


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DE PORTADA

ESPECIAL

del amor De nuevo nos preguntamos: ¿cómo puede ser que la amistad “asesine” al amor? En esta parte el pergamino está intacto. La amistad puede intepretarse como una crítica del amor. Puede hacer caso omiso de los anárquicos imperativos de la sensualidad, de las demandas y las desazones del sexo. Puede ser que su fuente sea oscura pero su dinámica y sus recompensas son las de la razón. La amistad está enraizada en la libertad: libertad de la posesión demoniaca, la histeria, el ardor. Pero libertad también en un sentido positivo y altamente fi losófico. Donde hay amistad hay una amplitud selectiva de criterio. Nos entregamos a la amistad sin necesidad de beneficios ni de las gratificaciones implícitas en lo erótico. La amistad puede defi nirse como el acto gratuito, pero profundamente significativo, de quienes están “en libertad”. Aun en su punto más pasional, el comercio sexual conlleva una dura veta de desconfianza (el éxtasis puede fi ngirse o comprarse). La amistad, además, puede ser poderosamente productiva: de acciones sociales y políticas, de descubrimientos científicos, de argumentaciones fi losóficas. Mucho del progreso político, del debate intelectual, de la innovación estética se da en colaboración; se origina y extrae su energía de estelares cúmulos de talento individual que colisionan, conspiran, rivalizan en la amistad. Las cartas de amor tienden a ser monótonas, incluso infantiles. Las que se intercambian en la amistad pueden ser auténtica fuente y taller de genialidad (Spinoza a Boxel, Goethe a Schiller, Coleridge a Wordsworth). El sexo no aspira a la igualdad. La simetría del aprecio, de colaboración en el valor, la diferenciación creativa, la promoción política del amigo, forman parte integral de la relación. En resumen —y resulta difícil enunciar esto de manera convincente—, la amistad es aquello que apasiona dentro de la razón, dentro de la bondad desinteresada que hace generoso al pensamiento e inteligente al corazón. En el matrimonio, en cualquier experiencia erótica prolongada, la amistad puede resultar fatal. Los amantes no son amigos. Tres inmortales palabras lo dicen todo: odi et amo. El calendario del amor se ve interrumpido por brotes de repugnancia, por acres discusiones, por un aburrimiento y una indiferencia a veces inexplicables y abruptos (las intermittences de Proust). La mayoría de los matrimonios, la mayoría de las relaciones amorosas, logra perdurar gracias a un rosario de reconciliaciones, no siempre veraces. No es solo tristeza, tristia, lo que le sigue al coitum. Es desaliño e incluso mal gusto. La libido que se extingue deja un sabor amargo. Pero también existe un mecanismo sutil y más ambiguo. En el matrimonio, en vidas compartidas que surgen de un amor auténtico, el tiempo puede asentarse para transformarlo en maravillas de madurez y desprendimiento propios de la amistad, con su humor, su paciencia, su recíproca adhesión a la creatividad y la percepción. Esposas y esposos, en ocasiones enmarañados por el deseo, se asientan en la energizada serenidad de la camaradería. En su primer otoño las necesidades carnales, el hambre física, las charadas y los melodramas de la sexualidad se vuelven irreales, infantiles (como los aniñados balbuceos del que está en trance). Percibidos sin pasión, las acrobacias del sexo, sus olores, los escabrosos jadeos que desencadena llegan a ser risibles, si no repugnantes. Esas posturas, esos gemidos de satisfacción (¡pregunten a las mujeres!)… La amistad no requiere de sobornos ni de juguetes sexuales; de unos previos elocuentes ni de vaselina. Freud creía que, pasados los cuarenta y cinco años, el sexo es un poco degradante. Con esta destrucción del eros a manos de la amistad, esta metamorfosis al interior del matrimonio requiere tanto de madurez como de buena suerte. Quizá por eso la amistad entre hombres y mujeres es una condición privilegiada, poco común, sobre todo durante los años de juventud. Puedo estar equivocado, pero esta modulación de eros en philia, el retroceso concomitante del amor, es un tema mayúsculo, ignorado por la ficción clásica y moderna. No tenemos una gran novela que muestre cómo dos amantes se vuelven amigos (aunque George Eliot habría tenido la maestría necesaria para hacerla). Bajo esta perspectiva, la amistad ciertamente puede ser la “asesina” del amor. Los ríos turbulentos mueren en la calma del mar. L

Steiner pregunta RESEÑA CARLOS RUBIO ROSELL

C

oncediendo que hasta ahora ninguna prueba de la existencia de Dios ha resultado satisfactoria —no digamos ya concluyente—, ¿qué prueba tenemos de su no existencia? En un giro francamente moderno, este es uno de los desafíos intelectuales que plantea el pensador y humanista francés George Steiner en su más reciente libro Fragmentos (Siruela, Madrid, 2016), en el cual, transmutado en un escriba romano del siglo II a. C., Epicarno de Agra, uno de cuyos papiros moralistas y retóricos es ficticiamente hallado en las ruinas de la biblioteca privada de una villa de Herculano, Steiner “rescata” ocho aforismos en tono de disertación a partir de los cuales elabora una serie de “conjeturas” que se confunden con lo que podría ser una síntesis de sus intereses intelectuales y vitales. Esos intereses del autor de Nostalgia del absoluto remiten a reflexiones sobre la elocuencia del silencio y lo no expresado que se manifiesta en el relámpago que “ilumina” la oscuridad volviendo visible la noche; las gratificaciones de la amistad; el potencial de la educación y la rareza del talento; la realidad ontológica del mal; la omnipotencia del dinero; los peligros de la religión; la trascendencia de la música, y la libertad de elegir la muerte. Con hondura y erudición fascinantes, haciendo gala de un manejo sobrio de la complejidad del pensamiento filosófico a lo largo de la historia, Steiner (1929) elabora un sencillo y hermoso tratado del ser y algunas de sus materias más trascendentales, que introducen al lector en el nudo de su propia existencia, de donde sale vivificado y sobrecogido. El libro de Steiner es, en su matriz, un compendio de preguntas, de grandes preguntas que el profesor, crítico y teórico de la cultura responde con honestidad y sabiduría: ¿qué cualidades existen en la mente de un genio y en la de un imbécil?; ¿la creatividad de

primer orden escapa al entendimiento, no digamos ya a la predicción?: ¿cómo debemos hallar sentido a la abierta injusticia de la distribución de talento entre los seres humanos?; ¿qué torsión, qué injerto de lo perverso, habita, contamina las iniciativas inspiradas?; ¿qué apariencia ha tenido el mal, qué máscaras ha empleado?; ¿qué es nuestra historia —desde el asesinato de Caín hasta los hornos de gas y la incineración nuclear— sino la crónica de lo inhumano?; ¿la sola noción de riqueza nos obliga a condenarla?; ¿la propiedad no es sagrada?; ¿bailamos la canción del dinero en torno al becerro de oro?; ¿cómo puede la razón reconciliar el concepto de una deidad omnipotente, piadosa y justa, con las atrocidades, el sufrimiento gratuito y la desesperanzadora miseria de la situación humana?; ¿qué le ocurre a la razón, a nuestra voluntad, a nuestra templanza psicológica y moral cuando escuchamos música?; ¿podría ser la experiencia musical el único encuentro humano con el tiempo que esté libre de temporalidad tal y como la conocemos en los procesos biológicos y psicológicos?; ¿el contrapunto y los cánones inversos revierten el tiempo como ningún otro dinamismo?; y, finalmente, ¿hay algo más cruel, más éticamente reprobable que el dictado que mantiene vivo a quien está mentalmente extinguido, al paralítico, a quienes son alimentados mediante tubos?; ¿qué tiranía hay más obscena que la que prohíbe liberar al que se encuentra en coma, a quienes están encarcelados por la inmovilidad, a los muertos vivientes conectados a un respirador artificial, vaciando sus intestinos bajo licencia química?; ¿podemos reclamar la autonomía de nuestro ser al elegir la manera y el momento de nuestra muerte? A estas cuestiones responde, y de qué manera, George Steiner en estos Fragmentos “un poco carbonizados”, como reza el subtítulo del libro, aludiendo a una época en llamas que insiste en prenderle fuego a lo mejor que han dado sus civilizaciones y sus culturas. L


DE PORTADA

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LABERINTO

ESPECIAL

UN LARGO SÁBADO (MOMENTOS) El lenguaje lo admite todo. Es algo asombroso en lo que se piensa poco: se puede decir todo, nada nos ahoga, nada nos corta el aliento cuando decimos cosas monstruosas. El lenguaje es infinitamente servil y —he aquí un gran misterio—, no conoce ningún límite ético (p. 27–28). No olvidemos (aunque es algo que hacemos todo el tiempo) que, en griego antiguo, la palabra para designar al huésped, al invitado, y la palabra para designar al extranjero es la misma: xénos . Y si se me pidiera que defina lo trágico de nuestra condición lo resumiría diciendo que mientras la palabra “xenofobia” sobrevive, está en pleno uso y todo el mundo la entiende, la palabra “xenofilia” ha desaparecido. Así se define la crisis de nuestra condición (p. 45).

La inhumanidad de las humanidades RESEÑA MELINA BALCÁZAR MORENO

G

eorge Steiner no es un tipo fácil”. Así comienza su libro de entrevistas la periodista Laure Adler, como si tratase de prevenir al lector de lo que sigue. Y, en efecto, a lo largo del conjunto de conversaciones reunidas en Un long samedi. Entretien avec Laure Adler (Flammarion, Paris, 2014) puede uno constatar esta afirmación. Pues lo que tal vez defina mejor a Steiner es su modo directo de expresarse, su claridad, su franqueza, que se contrapone al extremo cuidado con el que se suele hablar hoy en día o, mejor dicho, esa autocensura de la que somos testigos cotidianamente. Descubrimos a alguien que no se va por las ramas y responde a las preguntas de su interlocutora con fervor, involucrándose, poniendo en juego no solo la idea que se tiene de él, sino su persona misma. De esta forma, aparece grave, con esa lucidez que lo caracteriza y que la cercanía de la muerte —evocada aquí con frecuencia— parece exacerbar. Comienza recordando cómo sus orígenes lo confrontaron desde muy joven a la historia y lo llevaron de un continente a otro, de París, su ciudad de nacimiento, a Harvard, Princeton y, finalmente, a Cambridge, donde reside actualmente. Sin embargo, este ir y venir de una orilla a otra, de una lengua a otra, no hizo más que afirmar su apego a Europa, su rechazo a dejarla atrás instalándose en ese nuevo continente que lo tentaba con una vida nueva, lejos del peso de la historia, que finalmente decidió llevar a cuestas. Se volvió así “una especie de sobreviviente” de la Babel de su infancia, de esa Europa central cosmopolita, políglota, sin lengua materna; pero ante todo un sobreviviente del genocidio judío, del que escapó gracias al exilio de su familia, ya que “abandonar Europa era darle la razón a Hitler”, como decía su padre, quien tuvo una gran influencia en su vida. De su padre también aprendió a confrontar a la historia, a no tenerle miedo, y cuenta un hecho que dejó una profunda impronta en él. “¡Muerte a los judíos!”, recuerda que gritaba un grupo de gente en las calles de París en 1933, y frente al intento de su madre por protegerlo de esa violencia cerrando la casa, su padre reaccionó llevándolo a la ventana y diciéndole: “Eso que ves se llama la Historia y nunca debes tenerle miedo”. George Steiner se nos presenta en estas páginas como un desarraigado, un Luftmensch, un hombre del viento, como lo ha calificado su amigo el escritor italiano Claudio Magris. Alguien que rechaza con firmeza toda pertenencia nacional, toda idea incluso de una lengua materna,

natal, en la que ve un reflejo peligroso del imaginario de la nación, que tantos estragos ha causado. “Sé muy bien que, para la mayoría de los seres humanos (y están en todo su derecho), la búsqueda de una parcela de suelo, de un lugar propio, es una pasión muy profunda. Es algo que respeto, tampoco soy idiota. Pero a menudo encontramos también la otra cara de la moneda: el chauvinismo, el odio racial, el miedo al otro. […] El hombre es un animal territorial. Cruel, temeroso. Pero, por Dios, al menos hay que intentar liberarse de todo eso”. De ahí su orgullo de ser un apátrida, de ver en la mesa de trabajo —que puede encontrarse en cualquier sitio— su única patria. Y es justamente esto lo que para él significa ser judío: asumir la tarea de practicar el difícil arte de no instalarse, de sentirse en casa en todas partes, y que lo ha llevado a oponerse abiertamente al sionismo. “Sé que Israel es un milagro indispensable. Es posible que mis hijos y mis nietos deban, algún día, encontrar ahí su único refugio. Lo sé. Pero yo no puedo aceptarlo, porque creo que el judío tiene una misión: la de ser un peregrino de las invitaciones. La de ser en todos lados un invitado para intentar, en la medida de sus capacidades, hacer comprender al Hombre que, en esta Tierra, todos somos invitados”. No obstante, su fidelidad —que ha hecho que sea considerado por sus colegas en Cambridge como un “continental”, un outsider— no lo ciega con respecto a los problemas que enfrenta Europa. El desencanto, la falta de un modelo qué proponer a sus jóvenes dominan, a su parecer, el espacio europeo. Pues ¿qué puede ofrecerles un lugar que construyó y codificó Auschwitz y el Gulag? ¿Cómo podrían seguir creyendo en una cultura que no supo resistir al aniquilamiento masivo y que, en más de una ocasión, incluso le fue útil? Según Steiner, esta falta de respuestas explica el hastío actual de los jóvenes hacia lo que suele llamarse la “alta cultura”, que a lo largo del siglo pasado no cesó de mostrar su fondo de barbarie. Y tal vez sea el papel que las humanidades han desempeñado en “la catástrofe en la que vivimos” lo que produce en él ese gran desasosiego que predomina en esta serie de conversaciones y que lo lleva a denunciar la “inhumanidad esencial que comportan”: “¿Será acaso posible —y formulo la hipótesis después de sesenta años de enseñanza y de amor por las letras— que las humanidades puedan volvernos inhumanos? ¿Que lejos de volvernos mejores (por decir las cosas de manera muy ingenua), lejos de aguzar nuestra sensibilidad moral, la atenúen? Nos apartan de la vida, al darnos una intensidad de ficción tal que la realidad palidece a su lado”. Constata así con impotencia que lo que constituyó toda su vida —la literatura, el arte, la música “en altas dosis”— no hace sino volvernos menos reactivos a la realidad política y social y, lo que le parece

En Aristóteles, el idiota (idiôtês) designa al que se queda en su casa y deja que los bandidos gobiernen. Los bandidos toman el ágora (la gran plaza del mercado, centro de la democracia griega) porque él quiere seguir conservando su vida privada. Todo eso no le interesa mucho. Así que no tiene derecho de quejarse. Si la mafia nos gobierna es porque no hemos querido entrar en la política. (p. 122). Europa se ha convertido, por ahora, en el continente del turismo mundial: uno se pasea para contemplar la vieja Europa. Se ha vuelto un gran museo y vivir en él es ahora un enorme lujo. Pero hablar del porvenir, de un futuro positivo, es algo muy difícil (p. 146). Para muchos seres humanos, se necesita de mucho valor para levantarse por las mañanas. En lo que a mí respecta, por mi edad, hay momentos en los que dudo en prender la radio para escuchar las noticias, porque muy a menudo se vuelven totalmente insoportables física, moral y mentalmente. Pero hay que continuar; hemos sido invitados a la vida para seguir luchando, para tratar de mejorar un poquito las cosas. Para hacerlo mejor (p. 153). En mi vida, tengo una serie de errores, o por lo menos de flaquezas. El primero de todos es el de no haber corrido el riesgo de intentar crear. No tuve el valor del riesgo último, el de entregarse totalmente, el de olvidarse de todo para poder vivir lo absoluto (p. 157). traducción de M.B.M.

aún más grave, volvernos insensibles al sufrimiento ajeno. La falta de exigencia ética, es decir, la falta de relación entre la frase, la vida y la acción, es lo que ha llevado a las humanidades al bluff, a la sofisticación sin fundamento, al ensimismamiento. “Las torres que nos aíslan son más sólidas que el marfil”, constata tristemente. Señala así la dolorosa paradoja en la que se encuentra quien, como él, necesita la literatura, la filosofía, la música, el arte, para vivir pues son lo único que hace soportable la existencia. Y por ello, recalca, tenemos una responsabilidad hacia todas esas obras que nos piden “cambiemos de vida” y “las tomemos en serio”: “Kafka nos dijo que un libro debe ser el hacha que rompe el mar helado que llevamos dentro; sin esto, no vale la pena ser leído”. En el ocaso de su vida, quizá George Steiner busca legarnos este cuestionamiento ético que lo obliga a poner en duda su manera de proceder: ¿cómo encontrar un método para adentrarnos en los grandes textos, los grandes cuadros, la gran música, el gran teatro, y salir de esta experiencia siendo más sensibles, si es preciso, al sufrimiento humano? Una pregunta que a pesar de sus esfuerzos queda en suspenso, dirigida al futuro. L


MILENIO

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× A

FREUD ÉLISABETH ROUDINESCO Debate México, 2016 620 pp. Pocas figuras tan visitadas y a la vez tan desvirtuadas como la del padre del psicoanálisis. Se ha escrito tanto sobre su vida y su obra que cuesta trabajo abrirse paso entre tantas páginas y obtener un poco de claridad. Roudinesco decidió partir de cero y arriesgar una biografía del personaje y de su tiempo, una tarea nada fácil si tomamos en cuenta el material que debió consultar. Su paciencia ha sido la clave para pintar un mural en el que confluyen la ciencia más rigurosa, el ambiente familiar, las amistades peligrosas y los testimonios de los pacientes. SERGUÉI M. EISENSTEIN EDUARDO DE LA VEGA (COMP.) Conaculta/ Cineteca Nacional México, 2015 176 pp. Oksana Bulgakowa, Dominique Fernández, Emilio García Riera, José de la Colina, Peter Kenez y Joan Neuberger son algunos de los críticos que De la Vega reúne en este libro y que se acercan a la obra del cineasta soviético, quien en este momento goza de un renovado interés por la película que sobre él y sus andanzas mexicanas ha filmado el director inglés Peter Greenaway. En el prólogo, el compilador menciona además otros proyectos que no fueron realizados. El texto de José de la Colina interesará porque ahonda en la estancia de Eisenstein en nuestro país. CUADERNO FRONTERA GUADALUPE ALONSO CORATELLA UNAM México, 2015 188 pp. Frutos selectos de veinte años de trabajo periodístico en la televisión cultural, estos nueve ensayos sobre otros tantos personajes se “rigen bajo un mismo signo: el del artista que cruza fronteras, ya sea las que delimitan un espacio geográfico o las que desafían cuando se aventuran por distintos territorios de la creación”. Destaca la selección gráfica, que utiliza, con sobrada pertinencia, fotografías, ilustraciones, reproducciones de carteles, cuadros y esculturas. La mudanza, sugiere Guadalupe Alonso, es el destino del arte de nuestra era. EN EL ESPEJO HAITIANO LUIS FERNANDO GRANADOS Era México, 2016 300 pp. Este volumen repasa los detalles de la rebelión novohispana de 1810, esa que surgió de los trabajadores insurrectos que en el Bajío solían llamar indios laboríos, quienes se alzaron en armas con propósitos políticos, sociales y económicos que no todos comprendían. Primero consiguieron la abolición del tributo, lo que muchos llaman la victoria popular más contundente, pero lo cierto es que el gran alcance de la rebelión fue el derrumbe del orden colonial que en otra región del país, en Guanajuato, capitalizaría el cura Miguel Hidalgo. REDES SOCIODIGITALES EN MÉXICO ROSALÍA WINOCOUR Y JOSÉ ALBERTO SÁNCHEZ (COORD.) Fondo de Cultura Económica/ Conaculta México, 2015 194 pp. Cuando se piensa en redes e internet, lo primero que viene a la cabeza son las redes sociales tradicionales, digamos Twitter o Facebook, aunque, a decir verdad, el tema es mucho más complejo de lo que parece pues el espectro digital no solo es una expresión depurada de la desigualdad social, sino el signo de la limitación de las redes virtuales como vías de democratización. Los tópicos que se abordan en este volumen son el uso político de las redes sociodigitales, el activismo virtual, las redes indígenas y la cultura visual, entre otros.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

CARNE DE ATAÚD

Bernardo Esquinca Almadía México, 2016

No desafíes a la Bestia ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

E

n las últimas páginas de Toda la sangre, publicada hace tres años, alcanzamos a presentir una sombra de los hechos que animan a Carne de ataúd: Casasola, el periodista de nota roja, recibe la encomienda sobrenatural de acudir a la casa familiar para rescatar las memorias de su abuelo Eugenio, también periodista y amigo diligente de las almas en pena. Si allá nos movíamos por el presente apocalíptico de los crímenes rituales, aquí presenciamos los asesinatos en serie de Francisco Guerrero, El Chalequero, quien tuvo el poder de mantener en vilo a las fuerzas policiacas del Porfiriato. Así que estamos en los orígenes de la vocación abismal de Casasola y, por supuesto, en los de un género sin el cual ya no es posible escribir la historia social y política de México. Bernardo Esquinca no es un esclavo de la verdad documental. Pone en juego a Ireneo Paz, Félix Díaz, Rafael Reyes Spíndola —director de El Imparcial—, Julio Ruelas y Carlos Roumagnac —adelantado de la criminalística en México— sin otra conveniencia que la de servir a los propósitos de la ficción. Traiciona los hechos reales para elevar la temperatura de los hechos imaginados, confía en el instinto literario y descree de la imparcialidad de los expedientes. En virtud de esta compleja decisión, consigue hacer invisibles las fluctuaciones entre verismo histórico y ficción. Libre de ataduras, Esquinca puede así concebir una novela que es un thriller policial, que es a la vez un homenaje a los pioneros de la nota roja, que es también una recreación de la Ciudad de México en tiempos de carruajes negros, que es por igual un péndulo oscilante entre la razón y la cordura, que es asimismo un llamado a la rebelión. Tan pronto acompañamos a Eugenio Casasola siguiendo el rastro de El Chalequero, Carne de ataúd vira hacia el mundo del espiritismo y su trato con los muertos. Pero no solo eso. Esquinca se mueve con tanta soltura por los terrenos de la pesquisa policial que puede aderezarla incursionando en los bajos fondos de la política y aun recurriendo a los mejores artificios del terror fantástico a la manera de Eugène Sue y Alexandre Dumas. La caza de El Chalequero no es, a pesar de todos los indicios, la diana en el centro de Carne de ataúd. Eugenio Casasola disfruta el éxito profesional y desde ahí se precipita hacia un infierno habitado por fantasmas ceñidos con cascos prusianos y casacas henchidas de condecoraciones. Lo suyo es la catástrofe personal que antecede al miedo después de desafiar a la Bestia, el general Porfirio Díaz, y es también la suerte destinada a los periodistas que amenazaron a la dictadura. Como una condena, paga su raro talento con los efectos paralizadores del delirio. Gracias a su mezcla de complejidad narrativa y ritmo dosificado, a sus efectivas arquitecturas y remodelaciones del pasado, y a su emocionante inclinación por el retrato psicológico en carne viva, Carne de ataúd consigue transformar el plomo en oro, el colmo de la morbidez y de la sangre en creación artística. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Camilo Cavalcante

“El sertäo es una metáfora del alma” A través de la mirada de mujeres en una región desértica de Brasil, La historia de la eternidad explora las relaciones interpersonales y la naturaleza del amor y del deseo HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

E

l cine brasileño es más que Héctor Babenco, Fernando Meirelles y Walter Salles. Entre los realizadores emergentes, el nombre de Camilo Cavalcante comienza a sonar fuerte. Tras obtener el Premio de la Audiencia en el Festival Internacional de Cine de Sao Paulo, La historia de la eternidad, su ópera prima, llega a México. Convencido del alcance poético del séptimo arte, el director habla de su trabajo. Para La historia de la eternidad se fue a un pueblo pequeño. ¿Por qué filmar un microcosmos?

Creo que es una película universal porque se cuenta a través de arquetipos. Conozco la región del sertäo, un espacio árido en el que casi nunca llueve y donde la vida es muy difícil. Usé una pequeña aldea de ese lugar para hablar de amor, deseo, sueños y dolor, sentimientos universales pero manejados por arquetipos de la región. Este espacio y su atmósfera determinan el ritmo de la película.

Creo que el sertäo es una metáfora del alma humana. Es un territorio donde las relaciones interpersonales acontecen de

una manera muy sincera y honesta, por eso explotan amores impulsivos. Por eso también cuento la historia a través de tres mujeres, de quince, 40 y 70 años. ¿Por qué contarla a través de la mirada de la mujer?

No quería contar una película feminista, sino femenina. Después de tanto tiempo, la mujer ha dejado la cocina y se ha empoderado. Se puede pensar que el hombre sigue siendo todopoderoso pero en realidad la mujer es quien tiene la llave para abrir las puertas del amor, el sexo... Pese al machismo, una sociedad como la mexicana es matriarcal. ¿Cómo es en Brasil?

En Brasil existe también la estructura matriarcal pero también prevalece el machismo arcaico. Hay mucha violencia contra la mujer, por eso es importante mostrar el empoderamiento de la mujer. ¿Qué método usó para construir la psique femenina?

En mi familia predominan las mujeres. Mi abuela es la gran matriarca;

desde niño convivo mucho con ellas así que fue algo complicado. Alimenté la película con mis observaciones de toda la vida. Por otro lado, pasé mi infancia en estas regiones desérticas, de modo que conozco la geografía. Es decir, la película fluyó con naturalidad. Siempre será más sencillo, en especial cuando es una ópera prima, hablar de algo conocido; en cambio, mi siguiente película será una road movie sobre un asesino retirado que viaja de Bolivia a Paraguay y que va en busca de su hija. Aclaro que no conozco ambos países. En términos visuales se nota una ambición poética.

Una imagen poética no es solo la imagen, se alimenta de todo un contexto. La poesía es algo más profundo, algo que viene de la verdad o la honestidad. Se construye desde los actores y su sicología, y necesita de todos los elementos que conforman una película. La poesía está también en la construcción de las

HOMBRE DE CELULOIDE

relaciones humanas. Cada plano te dice algo y para eso necesitas la cooperación con el director de fotografía. En nuestro caso, buscamos la luz natural y estudiamos la obra de Caravaggio. La poética visual va más allá de la técnica. Usted es posterior a la generación de Walter Salles y Fernando Meirelles, que a partir de la violencia consiguieron una repercusión internacional. ¿Su peso abre puertas o creó un estereotipo del cine brasileño?

Soy de Pernanbuco, un estado lejano de Río de Janeiro y Sao Paulo, donde se concentra la industria audiovisual. En mi tierra buscamos películas con identidad propia, más allá del cine comercial. Filmes como Ciudad de Dios o Tropa de elite ayudaron a darle visibilidad a Brasil, pero también deformaron una realidad. Ese tipo de filmes ofrecen una mirada de la elite dominante. Ciudad de Dios hace de la violencia un fenómeno pop y lo banaliza. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Orfandad

H

ace años, un guionista me dijo que quería escribir una película “basada en la poesía de la vida cotidiana”. Pensé que para eso tendría que vivir mucho más. Al menos tanto como Kore-Eda Hirokazu quien en Umimachi Diary desarrolla una historia que, si no hubiese sido realizada por un hombre con tanta experiencia, no pasaría de telenovela en japonés. La película está basada en un shojo (cómic para chicas) y desde el título uno tiene la impresión de que aspira a ser lo que en Estados Unidos llaman un chick flick . Pero no. Hirokazu trasciende los clichés con sensualidad propia del cine oriental. Como Kim Ki–duk en Las estaciones de la vida, retrata no solo el cambio en el paisaje a lo largo de un año, también las costumbres, la comida y todo lo que hace que a los humanos nos guste vivir. Además, el realizador imprime en esta historia búsquedas personales: los padres ausentes, la orfandad. En 2004 Hirokazu se hizo famoso con Nadie lo sabe, historia de un niño de doce años que vivía con su madre y sus hermanos en un pequeño y caluroso departamento de Tokio en el que estaba prohibido tener niños. La madre deja de venir un día, de modo que Akira debe cuidar a sus hermanos y permanecer escondido en el departamento. Nadie lo sabe es el equivalente japonés de Los olvidados en México o Pixote en Brasil. En Umimachi Diary, Hirokazu usa el mismo tema, pero con perspectivas muy diferentes: las hermanas Koda han sido abandonadas por sus padres, pero han llegado al inicio de la edad adulta sin grandes traumas. De hecho, la vida de las muchachas es suficientemente buena como para compartirla con la hermana del título, una chica que hace catorce años tuvo su padre en un lejano pueblo japonés. A

Nuestra pequeña hermana (Umimachi Diary). dirección: Kore-Eda Hirokazu. guión: KoreEda Hirokazu basado en el manga de Akimi Yoshida. con Haruka Ayase, Masami Nagasawa, Kaho y Suzu Hirose. Japón, 2015.

pesar del tema, Umimachi Diary ofrece una visión rosa del mundo, de modo que incluso los pleitos familiares tienen sabor a manga japonés. En esta película lo que más importa es la imagen: los retratos de las niñas, la pulsión que brilla en los ojos del muchacho que se enamora de la protagonista, las fiestas con sus hermanas. Visto que el material original se sigue publicando en Japón no es de esperar que la película marche hacia un sitio claro. En realidad los personajes no terminan por crecer. Así, aunque tocan a menudo el tema de la muerte, no se mueven. Pareciera que las escenas, lejos de estar tejidas con base en suspenso, son un desfile de haiku en que el

director se detiene a admirar cómo florecen los cerezos o cómo se marcan las huellas de estas hermosas niñas en la arena gris. El Tokio de Nadie lo sabe ha quedado lejos; en Umimachi Diary la vida se disfruta en un pueblo donde las chicas usan vestidos tradicionales para ir al mar a ver los fuegos artificiales. Esta película de Kore-Eda Hirokazu me ha recordado una obra sueca que se llamó Mi vida como perro. La dirigía Lasse Hallström y en ella el niño abandonado por sus padres se hacía con una nueva vida en el campo; una nueva familia en la que reencontraba su infancia: jugando futbol y viendo caer las hojas de los árboles. L


MILENIO

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ESCENARIOS

PAUL BERGEN/ REDFENS

La poética del vértigo Hace 40 años se publicó la versión definitiva de Para los pájaros, conversaciones entre Daniel Charles y John Cage VIBRACIONES

J

ohn Cage aniquila la composición para poder inventar la música. Libera a los sonidos de su jaula —la partitura— y les da permiso de jugar afuera, en el jardín, como si fueran niños inquietos. 2) El espacio se convierte —en obras como Variations IV— en elemento fundamental. El sonido en sí mismo da igual: puede venir de una tuba, de un pájaro o de un motor averiado. Lo único importante es el lugar en el que suena: al lado del río, al final del mercado, en el semáforo que dirige el tránsito entre Tornel y Juan Cano. 3) “El mundo musical no tiene por qué desaparecer, aunque yo trate de restituirle su dignidad

HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

a sus ruidos. ¡Espero con toda confianza que en el futuro se siga honrando a Beethoven (en teatros inútiles para conciertos innecesarios)! Lo que ya no podrá existir será la credulidad obtusa en todo lo que no es flexible (la partitura como signo exterior de riqueza, como prenda de prestigio)”. 4) Para abrir una obra musical hacia el mundo de los ruidos es necesario estructurarla según el tiempo. El tiempo constituye la medida radical de toda música y debe ser liberado mediante procedimientos azarosos, como el I Ching —libro chino de los oráculos— o los cuadros mágicos. Cuanto más se descubre que los ruidos del mundo

DANZA

exterior son musicales, más música existe. El tiempo está con los sonidos, en cada sonido. Nace con cada sonido. Y eso no tiene fin. Es imposible escapar de la música. 5) Concert for Piano es un paseo por el bosque en busca de hongos. Se encuentra un hongo pequeño, que tiene una estructura clara y definida. Pero poco a poco, ante la suma de experiencias durante la jornada, el orden de este primer hongo —su estructura— se esfuma. Surgen, de pronto, varias organizaciones posibles de acuerdo al lugar y a la postura desde donde se observan los sucesos del paseo. Entonces cualquier intento de precisión resulta incierto. Y de esta reunión de diferencias extremas surge una poética del vértigo. 6) “¡Entrar en el azar hace desaparecer los prejuicios, las ideas preconcebidas, las ideas previas de orden y organización! ¿Cree usted que se pierde algo? ¡No, no se pierde nada! Cuando contesto por medio del azar (que no es una contestación) a un pedido, nadie, en el fondo, sale herido, nadie sufre perjuicio”. 7) La música experimental es aquella que se utiliza para buscar sin conocer el resultado. Una búsqueda en la que nada es seleccionado de antemano, en la que no hay obligaciones ni prohibiciones, en la que ni siquiera hay algo previsible. Todo lo que sucede antes de que haya habido oportunidad de medirlo es experimental. Experimental es una situación de anarquía. 8) El compositor no debe decirles a los sonidos lo que deben hacer. No debe hacer que lo sigan. No debe doblegarlos de acuerdo a su voluntad o a su imaginación. Los sonidos, para ser puros, deben sonar libres. Por sí misma, la música no obliga a nada. No hay que rechazar a la melodía si se produce por sí sola, pero es preciso que empiece por no ser impuesta. 9) Es música sin propósito. Que no intenta ir a ningún sitio específico. Que va en contra de la individualidad creativa. Que permite a los sonidos —a través del azar; del azar que suprime intenciones y deseos— ser lo que son: sucesos autónomos que broten de donde tengan que brotar, de manera natural, sin la intervención de un método construido por la inteligencia humana. 10) Schönberg, su maestro, le dijo “tú no podrás nunca componer; te lo impedirá, una y otra vez, la pared de la armonía”, y él respondió: “no haré otra cosa más que componer y pasaré toda mi vida dándome de cabeza contra esa pared”. 11) En una obra de John Cage, el intérprete se convierte en compositor y el público puede transformarse en el intérprete. Y John Cage se convierte en oyente. Simplemente se pone a escuchar. 12) “No me he metido en la cabeza ninguna idea de perfeccionamiento de los sonidos, ninguna decisión sobre mejoramiento de la raza sonora. Me limito a tener los oídos abiertos”. L ARGELIA GUERRERO

makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL

30 años en movimiento

E

ste 2016 la compañía Contempodanza está cumpliendo 30 años de existencia y trabajo ininterrumpido. Esto por más de una razón amerita celebrarse y podemos acompañarla los martes y miércoles de marzo en el foro El Milagro. A propósito de este aniversario, la directora y fundadora de la compañía, Cecilia Lugo, concedió una entrevista para disertar sobre la danza, su creación coreográfica y el trabajo de Contempodanza. —¿Qué esfuerzo implica sostener un proyecto durante tres décadas? Ella respira profundo y suelta respuestas contundentes. —Son varios, pero principalmente consolidar y confluir con un grupo que armonice. Se trabaja con diferentes personalidades y se manejan diferentes estados de ánimo. Es fundamental ser sensible a ello y respetar a los bailarines para armonizar el trabajo. —¿Qué ha cambiado o evolucionado en tu labor creativa y qué elementos constituyen una constante? —Ahora me permito tener más libertad al momento de crear; hace unos años llegaba con una estructura perfectamente armada y rígida. ¡Claro que llego con una idea o concepto!, pero con posibilidades de desarrollarla o variarla en el trabajo con los bailarines. Me parece que la exigencia técnica es la constante.

—¿Cuáles son las pulsiones que te llevan a crear? —Trabajo generalmente a partir de mi reflexión sobre ideas y conceptos, cuido mucho de no caer en hacer algo porque “es bonito”. Trato de hacer un esfuerzo por entender esencias profundas a través del movimiento que al completarse con una interpretación del bailarín pueda compartir con el otro esa parte esencial que tiene el arte. El arte toca las fibras sensibles del ser que no toca ningún entretenimiento, por eso transforma. La capacidad de conmover tiene que partir de una conmoción en el foro para llegar a la conmoción en el público, y es muy difícil conseguirlo pues, aunque se consigue en escena, a veces no con el público, o a veces el público es muy sensible y se conmueve rápidamente. Pero el reto es vincular la danza con un concepto no solo coreográfico sino temático, relacionarlo con la esencia del ser, con la vida y la verdad. Trato de llegar a la esencia y eso es lo que quiero compartir. —¿Cómo es tu método de trabajo con los bailarines? ¿Trabajas sobre un tema coreográfico, sostienes un diálogo con tus intérpretes? —Varía. Reflexionamos todo y todos participamos. Es importante hacer un trabajo de reflexión teórico acerca de lo que hacemos; la reflexión es un elemento cotidiano en nuestro trabajo. Establezco una retroalimentación de lo que pienso y luego

Bailarines de Contempodanza

la llevo a la práctica para volver a pensarla. También puedo llegar con un esquema hecho para partir de ahí y sostener un diálogo con los bailarines. —Es evidente cuando hay un trabajo teórico detrás o cuando no, aun cuando existe virtuosismo, pues eso no lo es todo y viceversa. —¡Exactamente! La danza es un diálogo entre técnica y poética; y claro que el arte tiene mucho que decir. L


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Música y prosa TOSCANADAS

Y

a para terminar El barbero de Sevilla, versión de Gioachino Rossini, los protagonistas se ven en situación comprometida y entonces se ponen a cantar que deben huir de inmediato y en silencio. Zitti, zitti, piano, piano, non facciamo confusione; per la scala del balcone presto andiamo via di qua.

Este pasaje siempre me ha maravillado, ya que ni Almaviva ni Rosina ni el barbero pueden huir en silencio puesto que tienen que cantar; tampoco pueden hacerlo inmediatamente, pues han de esperar al menos el minuto y medio que toma la pieza. He puesto algún esfuerzo para hallar el modo en que tal cosa pudiera hacerse en la narrativa, pero hasta la fecha no he dado con una solución. Inadmisible sería escribir en una escena de violencia: “Ahora mismo te encajo el cuchillo, sí, te lo encajo ahora mismo, te encajo ajo ajo el cuchillo ahora mismo, ahora mismo te encajo el cuchillo afilado”. Y ni aun tratando

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

de ser absurdo me acerco a la sana insensatez del Zitti, zitti. Además, la música hace buen uso de la repetición, mientras que en términos generales la narrativa debe evitarla. Bill Withers puede pronunciar veintiséis veces consecutivas “I know” en “Ain’t No Sunshine”, pero ya parece excesivo que en “Colinas como elefantes blancos”, la protagonista de Hemingway diga siete veces “please”, tanto así que en la traducción al español acaso llegamos a cuatro “por favor”. Más aún, ahora que estoy leyendo Cinco esquinas, el oído silencioso de la lectura se siente agredido porque en cuarenta líneas aparece cuatro veces la palabra “respiración”. O, continuando con repeticiones peruanas, ésta es de Bryce Echenique: “Nunca llegues a vieja, Alfonsinita... Nunca, pero nunca, llegues a vieja… Ni muchísimo menos llegues jamás a réquete vieja, Carlita... Ni tú tampoco, Ofelita... Nunca, pero lo que se dice nunca, llegues a réquete vieja... Y muchísimo menos a réquete réquete viejo, como yo. Réquete viejo de verdad, como solo yo.

Escena de El barbero de Sevilla

Réquete réquete viejo, como solo yo, eso sí que jamás de los jamases, Elenita”. El descabelle en la prosa suele encontrarse en el sentido. Por ejemplo, están las famosas razones por las que Don Quijote perdía el juicio y se desvelaba por entenderlas o, más contemporáneamente, recuerdo una joya de desvarío que aparece en El cazador de tatuajes, de Juvenal Acosta. Dice la protagonista: “Me llamo Vida, que en español quiere decir Life”. O bien, esta perla de Ignacio Padilla en Espiral de artillería: “marinos ebrios bajaban de sus barcos empujando

CAFÉ MADRID

contenedores de aluminio, cajones y costales que se perdían en el seno de largos galerones que recordaban linternas mágicas olvidadas en la playa por una familia de saltimbanquis inmensos”. O dos milenios atrás, cuando San Pablo escribe a los corintios: “La mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles”. Pero no importa cuán disparatada sea una frase, si se canta bien, suena bien. Por eso cantando decimos tantas cosas que nunca diríamos sin música, como “porompompó porompo porompompero peró porompo porompompero peró porompo porompompó”. L

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL

España… ¿cervantina? E

n la sala de exposiciones de la Biblioteca Nacional de España se puede ver durante estos días un puñado de objetos referentes a Miguel de Cervantes Saavedra. Hay libros, esculturas, grabados, óleos y hasta autógrafos del autor de El Quijote. Se trata del primer gran acto de la conmemoración de los 400 años de la muerte del escritor y por eso la inauguración corrió a cargo de los reyes Felipe y Letizia (aquí la gente no cree en los Reyes Magos, pero en estos sí). El Instituto Cervantes y la Real Academia de la Lengua Española (con las arcas medio vacías) llevan varios meses enfrascados en un rifirrafe por llevarse los festejos a su respectivo terreno. Pero en este país, afectado por la crisis económica y ahora, además, por la crisis política, ya que después de las elecciones de diciembre pasado todavía no se ha constituido un nuevo gobierno (el sistema parlamentario exige formar mayoría en torno a un candidato y aún no hay acuerdo), el autor más famoso de nuestro idioma no es una prioridad. Mientras Inglaterra ya tiene en marcha un intenso programa de actividades en torno a William Shakespeare (este año también se cumplen 400 años de su muerte), España no ha logrado articular algo sólido para revisar la vida y obra de su máxima figura literaria durante este año (y ya estamos en el tercer mes). No fue tampoco prioritario encontrar los restos mortales del también autor de Novelas ejemplares. Costó enfrentarse a la indiferencia y a la burocracia de las autoridades para buscar en las entrañas del Convento de las Trinitarias. No obstante, a manera de consolación, es grato darse cuenta de que la Biblioteca Nacional conserva en buen estado varios documentos que permiten al público contemporáneo aproximarse más al escritor citado por todos y leído por unos cuantos.

Convento de las Trinitarias

La exposición está distribuida bajo tres aristas: el hombre, el personaje y el mito. Al hombre lo descubrimos a través de los documentos que avalan su existencia (empezando por su acta de nacimiento y concluyendo con su acta de defunción, no sin antes pasar por papeles que avalan su paso por Argel, Lepanto, Italia, Lisboa, Andalucía, Madrid). Al personaje lo vemos en cuadros, grabados y textos sobre su obra. Y el mito está en las esculturas y bocetos de monumentos, fotografías de obras de teatro y fragmentos de películas. Cuenta José Manuel Lucía Megías, el comisario de la muestra (aquí no dicen “curador”), que cuando le encargaron organizar todo esto se propuso “animar el conocimiento sobre Cervantes y sobre todo

su lectura, para descubrir en sus libros ese ánimo por construir una sociedad más justa e igualitaria”. Bueno, por el momento sus buenas y solemnes intenciones están siendo correspondidas. Durante el primer fin de semana de su apertura, la exposición recibió a más de 5 mil personas (según datos oficiales). Los medios de información se han sumado (con timidez) para recordar al personaje y las librerías ofrecen en sus aparadores nuevas ediciones del Quijote (comentadas, ilustradas, para niños…). Pero cuando uno le pregunta a cualquier adolescente sobre Cervantes o sobre su obra más célebre, hay una respuesta que se repite una y otra vez: “¿Cervantes? ¿El Quijote? ¡Ah, el puto loco que confundía los molinos de viento con gigantes!” Nada más. L


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