Laberinto No.670 (16/04/16)

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Laberinto

CERVANTES: 400 AÑOS

armando gonzález torres, francisco rico, carlos rubio rosell, josé javier villarreal p. 02 y 04 a 07

MILENIO

NÚM. 670

sábado 16 de abril de 2016 FOTO: SHUTTERSTOCK

EL PRIMER FOLIO DE SHAKESPEARE emma smith p. 08

SOBRE SARAH MINTER magali tercero p. 03


ANTESALA

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LABERINTO

ESPECIAL

El asesino de Cervantes ESCOLIOS

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

A

caso el personaje de ficción literaria más famoso de todos los tiempos sea el Quijote, ideado por un casi fantasmal Miguel de Cervantes (15471616). En efecto, casi todos conocen al Quijote y muchos lo confunden con un personaje histórico, protagonista de chuscas pero ejemplares hazañas; en cambio, pocos alcanzan a apreciar a Cervantes como un hombre de carne y hueso. Ya en vida del escritor, el abusivo personaje había superado en fama a su creador y Cervantes lo asumió genialmente cuando escribió la segunda parte de su novela. Pero ¿quién es este individuo descabezado por su invención? Los datos de su vida son pocos y las conjeturas muchas: Cervantes nace en el seno de una familia empobrecida, estudia irregularmente y tiene una crianza precaria y errática. Es un cosmopolita a la manera en que le resulta viable serlo a un pobre, a través de la aventura y la servidumbre militar. De joven viaja a Italia, al parecer huyendo de una reyerta, y se incorpora a la milicia, pelea en Lepanto donde la coalición cristiana derrota a los turcos, se licencia del ejército y cuando regresa a su patria es secuestrado y llevado a Argel donde pasa un lustro en cautiverio moro. Por fin liberado, Cervantes regresa a España, pide mercedes y empleos (entre ellos venir a Nueva España) que invariablemente le niegan; practica con muy modesto éxito su temprana vocación como escritor, rodeado por la burla y animadversión de sus colegas más encumbrados; se casa, abandona a su mujer por años; se emplea como comisario de abastos y luego como recaudador de impuestos. Sufre las mayores penurias laborales, las incomodidades del

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

La Cueva de Medrano

trotamundos, las intrigas y celos de la baja burocracia y, por un tiempo, hasta va a dar a la cárcel. Definitivamente la biografía de Cervantes no es un caso de éxito: aspira a una hidalguía que se riñe con su realidad de empleadillo y escritor ignorado, con el estigma de un par de hermanas (las “Cervantas”) que viven de liarse con hombres y con sospechas sobre su propia virilidad. Sus días transcurren entre humillaciones, ambiciones frustradas y pleitos legales. Este infortunado soldado, alcabalero, solicitador de favores, fracasado como negociante y literato, ya viejo, inventa el Quijote. Resulta sintomático que un soldado que combatió en las mayores batallas de

su tiempo, como Cervantes, retrate a un guerrero enajenado, provecto y risible como el Quijote. Este caballero débil y perturbado manifiesta una solidaridad extensiva, que supera las fórmulas aceptadas socialmente de empatía, con todo aquel que es víctima de la injusticia, la ofensa y la exclusión. La capacidad de conmoción y contagio emocional de esta criatura ficticia solo puede concebirla alguien que ha conocido los más diversos matices del sufrimiento y la marginación. Sin embargo, a Cervantes le falta la última estocada del destino: el que su personaje frágil y cómico se convierta en un héroe trepador y lo remita definitivamente a las sombras. L

Expulsado de Bellas Artes, dirige con su batuta a los pájaros del parque.

El héroe de Patrick Bateman LOS PAISAJES INVISIBLES

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onald Trump era el modelo inspiracional de Patrick Bateman. Su nombre revolotea intermitentemente en las digresiones de ese yuppie xenófobo, cruel, clasista, ególatra, adicto, gregario, pornógrafo, maniático, despilfarrador y consumista (ah, cuántas virtudes le añadió Bret Easton Ellis al protagonista de su emblemática novela American Psycho) pero, curiosamente, no era su ídolo por afinidades electivas, digamos la obsesión por la supremacía sajona o las ambiciones de exterminio (las delicias del tal Bateman) sino porque Trump encarnaba a la oligarquía apuntalada por la ley del mínimo esfuerzo: Bateman aspiraba a convertirse en multimillonario sin mover un solo dedo, a poseer un imperio y acumular riqueza sin medida, las

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

ideas políticas de Trump ni siquiera circundan los pensamientos de Patrick Bateman con un grave o frívolo argumento. Bueno, Bateman tampoco tenía una postura definida en ese orden aunque es obvio que era republicano. Entonces, ¿qué apreciaba de Donald Trump? La respuesta es elemental. Como perfecto sátrapa de Wall Street, Bateman veneraba al magnate por su habilidad en el negocio de la especulación, ya que encarnaba (y deformaba) los preceptos de Lee Iacocca o de Dale Carnegie o de Peter Drucker, espejismo que hoy, a la distancia, el propio Bret Easton Ellis reconoce como un delirio, pues ya dijo que lo más probable es que su mítico Patrick Bateman no apoyaría la candidatura de Trump. Tamaña declaración suena a disparate porque Bateman es una

bestia que responde a los estímulos primarios del gringo idiotizado por la quimera del Destino Manifiesto y la prosperidad cueste lo que cueste, ese gringo xenófobo, racista, belicoso, intervencionista y bully que florece en la América profunda. El pensamiento progresista, a decir verdad, se halla solo en ciertas latitudes de EU. Y es que Donald Trump es un personaje ambiguo. Hay que tomar sus bravatas con seriedad, cierto, pero tampoco debemos olvidar que en las carreras electorales gana siempre el más charlatán, el más provocador y el más tramposo: con sus baladronadas, este individuo apuesta a enardecer al votante irreflexivo, al ciudadano opiado por la metralla mediática, al ejército de los Minuteman y, sobre todo, al elector ignaro. La carne de cañón

más susceptible siempre es aquella a la que se le ofrece el suculento plato de los linchamientos o las venganzas o la carta abierta para despedazar todo lo que, a su criterio personal, sean las causas de su frustración. Pienso esto al contemplar las ridiculeces de un Vicente Fox que vuelve a la escena pública para detener a Trump. La estrategia electoral que el esposo de Martha Sahagún llevó a cabo fue una maniobra semejante a la del millonario que intenta alzarse con la candidatura republicana, solo que los monstruos del vaquero de Guanajuato no estaban más allá de las fronteras sino aquí mismo, eran esas tepocatas, víboras prietas y alimañas del régimen priísta que en el año 2000, los mexicanos querían aplastar con las botas metafóricas del voto. El fin de aquella historia todos la conocemos. Ni cayeron víboras ni tepocatas, ni hubo un crecimiento económico del 7%, la corrupción se hizo religión. A Trump hay que tomárselo muy en serio, sí. La voluntad del electorado es algo extraño, oscuro, inexplicable. Tan complicado como entender por qué a pesar de todo y a pesar de tanto, doce años después los mexicanos volvieron a elegir al PRI. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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ANTESALA

ESPECIAL

× H U G O

G U T I É R R E Z

V EG A ×

La última fotografía de Malcolm Lowry Inspirado en el mítico escritor inglés, este poema forma parte de Antología personal, recientemente publicada por el Fondo de Cultura Económica

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And I crucified between two continents. n tu última fotografía,

Sarah Minter y el punk ochentero

tomada bajo las ventanas de Wordsworth,

tu camisa de algodón triste se arruga de tal manera que parece un hábito de fraile. Tu pantalón roto, deshilachado, ha perdido toda forma y tu cabeza se inclina levemente, como si un ángel de humo la empujara con sus dedos largos. La tomaron cuando ya estabas muerto. Tu humorismo condescendiente te obligó a posar junto a tu saco de viaje y a las pálidas latas de sardinas. Estabas ya en el cielo, morada del Señor que tal vez te escuchaba; bajaste para dejarte retratar y de paso te tomaste otra botella de mezcal, crucificado entre dos continentes.

×EKO×EX LIBRIS×ERZSÉBETH BÁTHORY×

GUÍA VISUAL

MAGALI TERCERO @magalitercero

T

oda forma de expresión tiene que ver con política. Puede ser consciente o no. La vida es política. El arte es político”, decía Sarah Minter (Puebla, 1953), fallecida el jueves 7 de abril a quien, por encima de todo y como verdadera artista, le importaban la libertad y el lenguaje. Videoasta pionera de los ochenta, se le conoció por su filme iniciático Nadie es inocente (1987), donde retrata el Neza de los chavos de la banda Los Mierdas Punk. Ganadora de todos los premios imaginables, Minter comenzó en los setenta haciendo publicidad para migrar luego al audiovisual cultural en los ochenta. Siempre habló de su búsqueda de libertad. Cuando Valentina Montero y Linda Valdés la entrevistaron, hace cuatro años, dijo no tener referencias mexicanas cuando comenzó: “Yo había viajado. Me empezó a meter al video no tanto un formato nuevo sino la libertad. Quería ser independiente. No había infraestructura para pedir fondos y hacer cine”. A México llegaron curadores extranjeros interesados en el trabajo experimental de Minter. Solo le importaba el lenguaje, que sus personajes se sintieran identificados con lo que ella proponía. No la tecnología, no el relato lineal. Sí entreverar géneros y tiempos. Grabó películas en 16 mm sobre el viaje. En Arcoiris y Video Road todo es movimiento. Vivió el rechazo de los cineastas al video. Nadie imaginaba la importancia que éste tendría. Pionera lo fue, y también artista. Obtuvo el premio del Primer Festival de Video de México, organizado por Rafael Corkidi, con Nadie es inocente (1987). “Luego vinieron los americanos y querían una versión más larga”, contó. Por eso hay dos, de una hora y media la primera, inencontrable, ni ella la había vuelto a ver, y otra de una hora. Fue vista en innumerables festivales underground de México y el extranjero. El interés por el punk renació veinte años después. Allá fue Minter a buscar a sus protagonistas, ya cuarentones, varios fallecidos. Como se lee en los créditos de Nadie es inocente. Veinte años después (2010), los participantes nacieron en Ciudad Neza, pertenecieron a Los Mierdas Punk y protagonizaron la primera Nadie es inocente. En noviembre de 2013 quise hablar con Sarah Minter. No se pudo pero hablé largamente con Pablo El Podrido Hernández, ex miembro de la banda con quien más contacto mantuvo Minter. Para él, y me asombró oírlo después de haber escuchado meses a la gente de Neza, la mala fama de violencia de Neza es falsa: “La violencia es parte de la vida, ocurre en todas partes”. Los punks son anti–todo y él lo fue toda su juventud. Ahora le parece mal que los Sex Pistols hayan venido a México “con la onda de la autodestrucción”. Ha visto demasiado. Me muestra flyers de los conciertos, fotocopias de portadas de discos hard core, ejemplares de revistas antiguas. Colecciona todo lo que tenga que ver con el Movimiento Punk del que formó parte. Muestra murales grafiteros: los del Panteón Municipal, los suyos. Es un artista. Y muy bueno. La obra de Sarah Minter queda ahí atestiguando la búsqueda artística de Pablo y sus amigos de Neza. Pablo vive en una casa de asbesto que le costó menos de cien pesos. No le afecta, continuará recogiendo la memoria del punk neza de los ochenta. Descanse en paz Sarah Minter. L

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LABERINTO

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Francisco Rico

“El Quijote hizo verdaderamente único a Cervantes”

De las andanzas del creador de la novela moderna, de su obra que sería grande pero no genial de no haber escrito El Quijote, y del poco entusiasmo que el gobierno español ha tenido para conmemorar los 400 años de la muerte (23 de abril de 1616) del más grande escritor en lengua castellana, de eso y más charla el especialista cervantino ENTREVISTA CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID

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ervantes puede ser muchas cosas, pero a efectos de conmemorarlo es únicamente el autor de El Quijote”, afirma de forma sucinta el escritor, académico e investigador español Francisco Rico. En ese sentido, el también director de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, uno de los máximos especialistas cervantinos, agrega que no cabe duda de que “las obras de Cervantes son de primera categoría, puestas en su tiempo y en su momento. La Galatea es una novela pastoril excelente pero como hay muchas en el Renacimiento europeo. El teatro es sumamente original, pero quedó muy olvidado a raíz del éxito de la fórmula de comedia de Lope de Vega. Como poeta, Cervantes a veces es gracioso pero nunca pasa de una medianía salvo en algunos espléndidos versos aislados. Las Novelas ejemplares son importantes y de gran categoría”, y agrega que “con estas obras, Cervantes sería un escritor destacado pero no genial. Lo que le hace verdaderamente único es El Quijote”. En entrevista con Laberinto, Rico (Barcelona, 1942) considera que a nivel institucional en España “no se está haciendo absolutamente nada” por conmemorar la efeméride del cuarto centenario luctuoso de Cervantes. “Recordé ya, con motivo del cuarto centenario de la publicación de El Quijote, que José Luis Rodríguez Zapatero, antes de ser presidente español, al llamar la atención sobre esa fecha e invitando a que fuera el principio de una renovación de la cultura española y de la contemplación de El Quijote, produjo en el Parlamento español no ya aprobación o desaprobación, sino burlas y risas entre el Partido Popular, que hoy gobierna y ha descuidado totalmente la efeméride, y ahora parece que se trata de cambiar esa línea. De hecho, se nombró una Comisión Nacional para la celebración, que no se había reunido nunca y que no tenía ningún proyecto”. Crítico también con la recuperación de los restos de Cervantes, llevada a cabo hace un año, Rico indica que se trata de una operación que data de mucho tiempo atrás, ya que la primera vez que se contempló ese proyecto fue en los tiempos de José Bonaparte. “Se tenía la idea francesa de crear un sentimiento nacional basado en la cultura. Y ya entonces se hicieron gestiones para conseguir identificar los restos. Pues bien, eso no es posible por las circunstancias en que Cervantes fue enterrado y lo que sufrió después el depósito de cadáveres del Convento de la Iglesia de las Trinitarias. Sin embargo, varias veces se volvió sobre el particular, y últimamente eso se ha convertido en una operación publicitaria, sobre todo por parte del Ayuntamiento de Madrid y su antigua alcaldesa para llamar la atención. Aquí también se nombró una comisión que, al final, contra toda evidencia, sin haber

identificado ni siquiera un hueso con autenticidad, ha dado por hecho que se habían hallado los restos de Cervantes. Se ha puesto la lápida; en fin, todo y nada, la consabida utilización política sin ningún provecho real ni positivo”. La razón por la que, en opinión de Rico, no tiene sentido buscar esos restos se debe a que considera que “el culto de los cadáveres es una superstición. El cadáver es el excremento de la vida y nadie conserva los excrementos de sus seres queridos, para decirlo en términos fuertes. Hasta el siglo XIX se había rendido culto solo a los reyes, soberanos y santos. Y hasta el siglo XIX a nadie se le había ocurrido conservar los restos de un gran escritor o alzarle un monumento, medida que en España fue muy mal recibida porque parecía que eso de las estatuas o los centenarios contribuía a crear, y es verdad, una religión laica, que la iglesia contempló con gran hostilidad. Pero la insistencia en los restos me parece una obscenidad”. En un sentido histórico, los últimos momentos de Miguel de Cervantes, recuerda Rico, tuvieron lugar mientras el autor de El Quijote estaba acompañado y recibiendo los sacramentos. Y fue enterrado con el hábito de San Francisco. Sin embargo, Cervantes, agrega el académico, fue consciente de haber escrito una obra maestra. “Cervantes era muy vanidoso y creía muchísimo en sí mismo, con razón. Estaba contento del extraordinario éxito que había tenido El Quijote. Y en la segunda parte de la obra, la publicada en 1615, poco menos que en cada página hace que se evoque, por diversos procedimientos, ese triunfo espectacular "Al principio, el Quijote de su obra. Ahora bien, fue visto simplemente creía que su obra maestra como un personaje iba a ser la que dejó con- grotesco y solo con el paso cluida en gran medida, del tiempo encontramos al pero no del todo porque personaje tragicómico" faltaba una revisión, poner títulos a los capítulos y otros particulares, que es Los trabajos de Persiles y Segismunda. Esa es la novela de imaginación, no constreñida al realismo, pero al mismo tiempo con una idea de la realidad, que Cervantes consideraba que debía ser su obra maestra”. Respecto a los hitos en la vida de Cervantes, Rico menciona que los señala el propio Cervantes: “Se enorgullece de haber estado en la batalla de Lepanto a las órdenes de don Juan de Austria. Otro hecho importante en su vida es cuando salió de España huyendo a consecuencia de un duelo cuando tenía 20 años. Los años de cautividad en Argel fueron muy importantes también, e intentó fugarse y estuvo en riesgo de muerte. Luego actuó de espía para el rey de Castilla en el norte de África, en Marruecos, y fue a parar a la cárcel varias veces por problemas relacionados con su gestión como recaudador de impuestos. Es decir, la suya es una vida que tiene muchos hitos significativos e importantes”. Sobre la posibilidad de que el Nuevo Mundo pudiera haber influido en la obra de Cervantes, quien se sabe

que consideró cruzar el Atlántico, Rico relata que al volver de su cautiverio en Argel, en 1590, Cervantes intentó, en parte como reconocimiento a sus méritos como soldado en Lepanto y cautivo, que se le diera alguna comisión, oficio, empleo o cargo, y entre varios que solicitó hubo una prebenda en Nueva España. “Pero se le dijo que no. Podemos pensar lo que queramos respecto a qué influencia hubiera podido tener ese hecho de haberse producido; pero después de la publicación de El Quijote, Cervantes solo hizo la segunda parte y no escribió nada más que el Persiles, porque las Novelas ejemplares son anteriores al primer Quijote. Si en aquel 1590 Cervantes hubiera ido a América, a las Indias, posiblemente habría hecho fortuna, encontrado otros caminos, y no habría escrito El Quijote. Cervantes tuvo muchos oficios y actividades. Hacía de prestamista, de mediador financiero, jugador profesional casi; hacía negocios, decía su hermana. Yo creo que no habría escrito El Quijote”. Aunque no podemos saber cuál fue la chispa que encendió la imaginación de Cervantes para escribir El Quijote, Rico acota que esta obra “empezó como una novela corta, una novela ejemplar en la que un personaje que luego sería don Quijote se volvía loco queriendo imitar a los héroes de los libros de caballerías y de los romances épicos. Escribió esa novela ejemplar, que seguramente tuvo olvidada como las otras durante años, y en un momento dado se le ocurrió recuperarla. Pero ese personaje no es el don Quijote que conoceremos. Al principio es un loco desatado, en efecto, y a lo largo de la primera y sobre todo de la segunda parte, va cambiando de carácter, teniendo una forma de pensar y actuar distinta. Así que el personaje no nace entero en el primer momento; se va haciendo a lo largo de la novela”. En el siglo XIX, precisa Rico, había una idea sobre cuál había sido el detonante de El Quijote. “Gustaba decirse que había encontrado un personaje parecido en la realidad. Pero en todos los tiempos hay un personaje parecido: el loco que se cree Napoleón. En El Quijote mismo se habla de un loco que se cree Júpiter. En cualquiera de esos casos pudo surgirle la idea, pero no necesariamente, porque es un prototipo conocido”. Sin embargo, a lo largo de la historia la crítica ha ido apreciando la obra de una forma distinta. “Al principio, en España, el Quijote fue visto simplemente como un personaje grotesco, cómico, desaforado, y solo con el paso del tiempo encontramos al personaje tragicómico. En un primer momento, cuando don Quijote libera a los galeotes, se pensaba: qué gracioso, qué absurdo, pero qué mal hecho. Y solo mucho después, siglos después, cuando don Quijote libera a los galeotes


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DE PORTADA

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POCO RUIDO Y ALGUNAS NUECES

RAE

El investigador y académico español Francisco Rico

se ve como un aspecto positivo, como un elogio de la libertad, de la no represión, del injusto castigo de la sociedad. Hasta ese punto cambian las cosas”. Rico sugiere que para transmitir y abordar El Quijote, especialmente frente a los estudiantes de secundaria, es recomendable “seleccionar algunos fragmentos graciosos y divertidos, y comentarlos muy bien, humanamente. Y solo después, quizá podrían hacer explicaciones de más hondura. Los alumnos de hoy están acostumbrados a leer más fragmentos de textos que textos enteros. El Quijote tiene la ventaja de que como todo mundo conoce o puede conocer el dato fundamental (el personaje que se cree un caballero), se puede ir leyendo sin necesidad de empezar por el principio y acabar por el final, porque además tiene una estructura fragmentaria. Y a quien tenga la suerte de no haber leído El Quijote, si no quiere leer seguido, que picotee aquí y allá, y algún día acabará cogiéndolo desde el principio hasta el final”. En cuanto a la totalidad de la obra cervantina, cuyas obras completas que edita la Biblioteca Clásica de la RAE se engrosarán dentro de poco tiempo con la publicación del volumen de la poesía completa y unos meses más tarde con la edición del Persiles, Rico afirma que no solo esa obra, sino ninguna, se agota del todo. “Como decía un maestro, si nos ponemos a buscar, un día encontraremos las cartas de Dante a Beatriz. Así que por fuerza tiene que haber materiales inéditos de Cervantes por ahí. No sé qué materiales,

pero puede ser. Hace pocos años (en 1991) apareció La Conquista de Jerusalén por Godofre de Bullón, una obra entera de teatro que acabamos de publicar en el tomo de teatro completo que forma parte de las obras completas de Cervantes de la Biblioteca Clásica de la RAE. Y hay varias que no son inéditas pero que están en disputa si son o no de Cervantes, como La tía fingida y otras”. No obstante, al investigador, autor de obras como Figuras con paisaje y Tiempos del Quijote, entre casi una veintena de títulos, de Cervantes le interesa el texto auténtico, “que está maltrecho”, lamenta, “desde las primeras ediciones. Con todas las técnicas que conocemos, algunas partes se pueden mejorar. Ahora sabemos cómo trabajaban las imprentas de la época. Por ejemplo, no hacían una página después de otra, sino varias páginas salteadas que primero tenían que cortar para formar toda la cara de un pliego. Luego hacían las otras páginas de otras caras de un pliego. Tenían que cortar o añadir muchas veces, y en bastantes casos se puede saber, a la luz de diversos elementos como el estilo o el léxico de un autor hasta los modos de trabajar de la imprenta, qué es lo que habían cortado y lo que habían añadido, no en grandes extensiones, sino una, dos, tres, cinco palabras, pero a lo largo del libro se pueden ver muchas veces. Y eso es lo que me interesa y es lo que ha ocurrido con El Quijote y con todas las obras de Cervantes, y casi con todos los libros españoles antiguos”. L

Aunque hay confirmados 133 actos que abordarán la figura y obra de Cervantes y el presupuesto que aporta el Ministerio de Cultura español llega a los 3.5 millones de euros, las celebraciones por el cuarto centenario luctuoso del manco de Lepanto no han alcanzado la dimensión que deberían tener. Ya lo había señalado el director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, quien acusó hace pocas semanas que España estaba perdiendo la oportunidad de homenajear al escritor, al no darle a este cuarto centenario el eco y la resonancia que merece. Asimismo, el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha, lamentaba que la Comisión Nacional creada para esta celebración fuese “un poco atrasada” cuando el “Año Cervantes” estaba ya encima y apenas había visos de actividad. Para salir al paso de esas críticas, el secretario de Cultura, José María Lassalle, quiso justificar la pasividad de las instituciones oficiales diciendo que una “fastuosa” conmemoración podría ser entendida como “una politización de la figura de Cervantes”, lo que ha aumentado las suspicacias en el medio cultural, pues, como señaló el académico Luis Mateo Díez, “nada hace que una celebración que rebasa cualquier posible apropiación, sea partidista o no, como la de la figura de Cervantes, se tome con tanta apatía, y lo único que demuestra es la incultura o, peor aún, el desinterés premeditado de quienes no se aplican a darle el lugar que merece y tiene entre los hispanohablantes el mayor genio de nuestra literatura”. Así las cosas, el pistoletazo de salida llegó fi nalmente a comienzos de marzo, con la inauguración en la Biblioteca Nacional (BNE) de la exposición Cervantes, de la vida al mito (1616-2016), la cual reúne un importante conjunto de piezas relacionadas con la vida del escritor, provenientes de diversos fondos cervantinos, como el de la propia BNE, el más completo de los conservados en cualquier institución pública del mundo. Otras actividades destacadas que figuran en el programa —estructurado en cinco bloques que abarcan propuestas de artes escénicas, exposiciones, congresos, restauraciones— son el Ballet Don Quijote, creación de la Compañía Nacional de Danza de España; el proyecto escénico organizado por el Centro Cultural de España para el Festival Cervantino de Guanajuato, Un Quijote de ida y vuelta. Miradas cervantinas del viejo y el nuevo mundo, un cruce de miradas entre México y España, cuyo montaje partirá de la convivencia entre un autor y una directora mexicanos que, a través de una mirada contemporánea, buscarán encontrar las resonancias morales e ideológicas que tiene el texto cervantino en el México actual, y la mirada de un autor y un director españoles que buscarán resaltar los valores clásicos presentes en Cervantes; la puesta en escena de la obra musical de Manuel de Falla El retablo de maese Pedro en el Teatro Real; el proyecto organizado por el Hay Festival, Acción Cultural Española y el British Council para conmemorar la coincidencia de los 400 años de las muertes de Cervantes y Shakespeare, en el que doce escritores contemporáneos (seis de habla inglesa y seis de habla hispana) escribirán un texto original e inédito para mostrar la repercusión e influencia internacional de los dos genios literarios; el Encuentro de Escritores y Críticos de las Letras Españolas en Verines dedicado a Cervantes (el 22 y 23 de septiembre); o el ciclo “En el siglo de Cervantes y Shakespeare”, que analizará los aspectos menos conocidos de la obra cervantina y su relación con la obra de Shakespeare, así como su contexto histórico. C.R.R.


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Cervantes en la voz d En 2007, salió a la luz La historia de Cardenio, escrita por William Shakespeare y John Fletcher en 1613. Se disiparon así las dudas de que el bardo inglés hubiera leído El Quijote. Este ensayo tiende puentes entre el drama teatral y la novela

JOSÉ JAVIER VILLARREAL

Pobre mamá, cuánto sufrió por mi culpa y cómo jamás se enteró de que toda mi “no–musicalidad” solo era ¡una música distinta! Marina Tsvietáieva (traducción de Selma Ancira)

E

n realidad nada comienza en la venta de Cervantes que Milan Kundera trata de taberna; yo diría que el comienzo está, si comienzo hay, en el hallazgo de la maleta —en Sierra Morena—, cuando el Quijote trata de levantarla y no puede, cuando Sancho la abre y encuentra el botín de guerra: los dineros, las camisas y el librillo de memoria. Ese librillo que, aun cerrado y extraviado, no dejará de cantar. Es que nadie leía en voz baja, a nadie se le ocurría, nadie era tan avaro como para callarse historia alguna, y las historias se valían del verso y de la prosa, de la celebración y la patraña; aún no existía contrato entre la novela y la realidad que exigiera lo verosímil, todo podía suceder; de un solo puñetazo se podían desmembrar cinco gigantes, con un soneto se aclaraba todo y el color volvía al rostro, se recobraba el juicio con una carta y de tristeza se nublaba el cielo de los perdidos. Pero todo en voz alta, atendiendo a una respiración que dictaba las frases. No son versos, es prosa que suena, conduce y narra, acompaña por los senderos discursivos que conforman la geografía de la novela. El librillo de memoria se pierde continuamente. Se le perdió a Cardenio* primero; a Sancho, después, y al Quijote se le olvidó durante su severa penitencia. Cardenio y el Quijote escriben en él, Sancho memoriza lo escrito y es incapaz de repetirlo. Los personajes tienen que contar su historia entre raptos de locura y de dolor, transformados en habitantes de una marginalidad que los aísla y aleja de todo continente amoroso, ya que han sido expulsados del paraíso. Me refiero a Cardenio, a Dorotea y a Luscinda. El arcángel terrible —de la flamígera espada— que los ha expulsado se llama don Fernando, y su combustible es el deseo: un camino violento, a trompicones, y por largas circunvalaciones, que lo ha de llevar, finalmente, al reconocimiento del otro, al amor. Pero el amor —en su caso, el de don Fernando por Dorotea, no así el de Cardenio por Luscinda— estará más cerca de la conmiseración.

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Se despliega la hoja y ésta contiene un pie de página que es imposible desatender. La expulsión del paraíso exige una territorialidad; el margen también posee sus montañas, valles y playas. El río que corre por él es el del olvido, el Leteo, pero éste está revuelto, no fluye de manera acompasada; se detiene, se encrespa, saca la cabeza, muestra la cornamenta, se enfada, se ofusca. El río del olvido no es uno, sino varios que se funden en crecidas que lo anegan todo. Cardenio es víctima del desencanto amoroso y decide irse a la sierra en una mula con un ligero pero punzante equipaje. No quiere saber nada del mundo y termina no sabiendo de sí. La mula muere reventada junto a un arroyo, su equipaje queda abandonado en una vereda y él se abandona en una locura que va y viene, en raptos que lo violentan y a momentos lo calman. No sabe de sí porque el amor lo ha expulsado de su tierra de gracia; errar será su destino. Dorotea ha sido abrasada por la flama de la pasión y después hecha a un lado, abandonada y violentada por el arcángel de su deseo. Ésta, en su estar a la deriva, se sumerge en el caudaloso río del olvido sin encontrar la gracia de su consecuencia; entonces decide transformarse, ser hombre, pastor, alejarse —también— del mundo y buscar refugio en la feracidad de las montañas y los valles tras la huella lastimera de las cabras y ovejas. Luscinda intenta matarse con un puñal que guarda bajo sus ropas, pero la desesperación es tal que pierde el conocimiento y, al recobrarlo, huye a un convento para transformarse en una contemplativa de su dolor. Don Fernando, enfrentado por su hermano mayor, intenta resarcir todo lo que ha provocado; se disfraza y rapta a Luscinda del convento haciéndose pasar por quien no es. Así, este ramillete de flores que no son, de locos, travestis y enmascarados llegan a la venta donde, después de oír la lectura de una patraña, de una mentira, de una ficción, llegan a la verdad, al reconocimiento propio que otorga el amor, pero que también despoja. Un exilio extremo, el del desamor, que Cervantes presenta alrededor de ese librillo de memoria que también nos canta en verso y en prosa. El librillo de memoria se ha perdido y nadie lo lee, todos tienen que remar a contracorriente y narrar su historia; sin embargo, el canto detiene a los oidores. Estamos en lo más intrincado e inhóspito de Sierra Morena, en los confines, en la frontera de lo transitable; es decir, donde lo transitable desaparece y se borran todos los caminos. Ahí, en ese lugar de privilegio, se oyen los versos que suspenden a los caminantes. Es Cardenio. Tres pasos más adelante vuelve el pasmo, el detenimiento, ya que de nuevo unos versos surgen de entre la maleza y los exploradores quedan sorprendidos por la respiración entrecortada de la voz que da cuerpo al poema; esta vez será Dorotea. El verso anuncia, la narración explica, pero explica un cuadro sentimental. No se trata de una oralidad, sino de la nostalgia de ésta, de un narrar con atención, con sístole y diástole, con plena conciencia de la entonación, del hechizo que la historia provoca desde su misma pronunciación. Y llegados a este punto de reconocimiento, a esta verdad de la lectura en voz alta, no nos queda más que asumir que a los únicos que no se les extravió el librillo de memoria fue a Cervantes, en 1605, y a Shakespeare y a Fletcher, en 1613. Aprender de memoria es aprender de corazón o a la inversa. El librillo que está en la maleta de Sierra Morena, y que perteneció a Cardenio y que Thomas Shelton —en 1612— tradujo al inglés, claro está al traducir El Quijote, fluye por dos caminos; los mismos de El Quijote, de Cervantes, y los mismos de la Historia de Cardenio, de Shakespeare y Fletcher. El del “sermón” y el del “carmen”; el de una imagen que se va desplegando paulatinamente frente al lector que, a su vez, la va recorriendo, y el de otra imagen que irrumpe y suspende al lector en un arrebato que lo pasma y detiene. En un caso es el fluido de la narratividad; en el otro, el vértigo, la abundosa síntesis del verso. En los dos —ya nos advirtió Mallarmé— se trata de una entonación, de una respiración, de un ritmo, un compás melódico: una música distinta, como lo entendiera Marina Tsvietáieva. Cervantes, desde la entonación, hace que el cura lea en voz alta la novela del “Curioso impertinente”. La atención de los protagonistas de ElQuijote es asombrosa y total. En la venta, pese a todo,


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de Shakespeare ESPECIAL

William Shakespeare

no hay moscas, ya que de haberlas escucharíamos el zumbido de su vuelo por el silencio que abraza a la voz narrativa. Hay un juicio de oro cuando el cura, al terminar de leer, dice no avalar el argumento por parecerle desmesurado, pero se siente cautivado por el modo en que está narrado. Y este modo es la conciencia de una respiración narrativa; Kundera la denomina “la sabiduría de la novela”. Cervantes la detona en ese encuentro de personajes que se lleva a cabo en la venta, a todas luces inverosímil; pero se trata —recordemos— de una novela del siglo XVII, de una ficción que versa sobre la existencia de sus lectores. Aquí la gana de adelantar el paso en el vacío rezuma seducción. Cuando nos enfrentamos a la historia de Cardenio, Luscinda, Dorotea y don Fernando —en El Quijote— nos detenemos, las acciones se suspenden, los protagonistas se acomodan para oír a sus anchas la historia; incluso don Quijote acaba por dormirse y Sancho se nos pierde por un rato. El encantamiento de las narraciones, desde su aparente oralidad, nos seduce al extremo de hipnotizarnos, de arrancarnos de una realidad para sumergirnos en otra. No hay distanciamiento, hay embrujo, duermevela que nos obliga a seguirle el paso a aquello que no vemos pero imaginamos. La pieza musical —que es la narración en sí misma— no tiene límites, nos rapta en un tempo que se prolonga y nos envuelve. No pasa así con la Historia de Cardenio. La música es otra, la pronunciación —lejos de prolongarse— se enfatiza por los acentos, por el timbre categórico de las imágenes, por los periodos versales que se fusionan con la acción gestual de las personas. El acto inicia y el ir y venir, la voz y el silencio, los movimientos nos subyugan; el mecanismo de las escenas es un resorte —un crescendo— que nos va azuzando, pero llegado el momento la historia —la música— se interrumpe; ha acabado el primer acto, el primer movimiento. Y volvemos a empezar, pero impulsados ya por una memoria dramática y el milagro continúa. Es una misma sinfonía pero es otro momento, otro movimiento. Siendo el siglo XVII, es difícil hablar de una adaptación; estoy cierto que se trata de un encontrar desde la perspectiva que significaba trovar desde finales del siglo XV. Shakespeare y Fletcher leyeron El Quijote y contemplaron aquello que la visión y la educada sensibilidad de su oficio les podía otorgar. Shakespeare y Fletcher se rinden ante los testimonios narrativos de Cardenio y Dorotea y los vuelven monólogos dramáticos, nerviosos diálogos que se valen de una métrica que rompe todo silencio y se enmarca en él. El silencio no solo es el origen y destino del verso. El silencio condiciona un ritmo en sus numerosas irrupciones. En unos casos se tratará de

la pausa; en otros, de la cesura; también dictará los quiebres, se agazapará en el vacío de los claros de la estrofa donde, de la obligada reflexión, volveremos a la sonoridad del encabalgamiento, de lo que sigue. El silencio, en el pentagrama de la voz, se nos vuelve ritmo. El silencio es monocorde; su incesante transcurrir, su no tener límites, lo tensa y endurece; hace de él una presencia de la no–presencia que lo llena y lo despoja todo. El ruido —al irrumpir—, lejos de quebrarlo, lo vuelve flexible, le otorga una presencia rítmica, arropa ese ruido y lo devuelve como ritmo, como pauta, como compás melódico; el silencio es rítmico. El verso, en su calidad de canto, nos lo permite ver y escuchar. El fluido de la narración cobra otro cuerpo en la escenificación, en el espacio teatral que niega a la venta y se refugia y establece en la arcadia que es el campo, la sierra, donde todo puede suceder. Si el teatro de los Siglos de Oro y jacobino tuvo una recurrente debilidad por escenificar poemas, acciones que solo podían suceder en la exposición de un discurso poético, Shakespeare y Fletcher oyen el dictado de las voces del concierto narrativo de Cervantes y levantan una maquinaria versal que jamás desdeña la prosa donde Cervantes dirige se escenifica lo narrado y presenta un torrente desde la pronunciación narrativo; Shakespeare misma de sus dramay Fletcher nos presentan tis personae. Decíamos una orquesta de cámara que en los personajes de Cervantes se da una portentosa nostalgia por la oralidad. Cardenio y Dorotea narran sus historias, pero no son personas, son personajes imaginarios que, a la vez, son narrados. Shakespeare y Fletcher toman a estos personajes imaginarios y los vuelven personas dramáticas a quienes vemos afrontar un destino; son cuerpos y voces en un espacio y tiempo determinados. La nostalgia de la oralidad cervantina se trueca en frases categóricas, en versos que se alejan de esa nostalgia para constituirse en un lenguaje que solo tiene cabida en la expresión teatral, en esos cuerpos y voces que la narratividad convoca, pero que el teatro escenifica. Shakespeare y Fletcher mezclan los dos ritmos: la prosa y el verso, que vienen a constituirse en dos realidades que —lejos de oponerse— se complementan como en el caso de la novela pastoril y de El Quijote. Este maridaje entre la prosa y el verso no tuvo la misma fortuna en la novela picaresca donde hay una decidida inclinación por la prosa. Shakespeare siempre gustó de la prosa para hacer cantar a sus personajes de baja estatura sentimental. La novela pastoril —que podríamos calificar como lírica—

DE PORTADA

nos halaga con los dos ritmos; Dante lo hizo en la Vida nueva, y Cervantes lo manejó con un agudo sentido musical en su Quijote. Cervantes dirige y presenta un torrente narrativo: un concierto, lo hemos calificado; Shakespeare y Fletcher nos presentan una orquesta de cámara donde el mundo presentado, el universo erotizado, selecciona y dirige sus venablos en pos de un clímax sentimental que no admite más compañía que la del cerrado círculo de sus protagonistas. Estamos ante dos formas de exposición que se hermanan en la confianza por el ritmo, por la música de la historia. La narración —como entendamos este término— descansa en lo sonoro de su pronunciación. Estamos ante una literatura que se oye y se ve como Garcilaso, ya desde el siglo XVI, había apuntado. Esta literatura nos convoca al rito de la presentificación por medio del oído y de la imaginación. Pareciera que la música no se viera, que los sonidos incidieran en una emotividad indefensa (no podemos no oír, estamos condenados, no hay forma de cerrar los oídos, Odiseo solo es uno). La música de la prosa se vale del instrumento de resonancia que es el lector; al leer esa música callada o sonora nos hace imaginar fantasmas, visiones que nos vulneran por su peso. La música del verso nos sacude, somos víctimas de un compás regido por patrones que nos conducen como la prosa, pero nos hacen bailar, también como la prosa. Pero el teatro suple la ausencia–presencia del fantasma con la irrupción del poseído, del dramatis personae que vemos y oímos. El cuerpo se hace presente, cobramos conciencia de él. Al leer nos olvidamos de nosotros mismos como instrumento sonoro que emite una melodía; el actor —gracias al distanciamiento— nos hace conscientes de nuestra corporeidad como instrumento acústico, espacio donde se produce y emite la música, tanto callada como sonora. La apropiación teatral de Shakespeare y Fletcher se erige como diálogo, como encuentro y pronunciación, como provocación para desatar el coro que Cervantes había concebido como concierto narrativo y que Shakespeare y Fletcher visualizaron como una ópera donde las voces —siempre en armonía— se individualizaran en su perfil tonal, que es decir su sesgo dramático. En este caso, la música que debía acompañar a las voces fue la imaginada, la del silencio rítmico que da cuerpo a los versos. Pero también fue la del desplazamiento, la del trazo escénico, la del espacio, esa otra música que distingue y subraya a los cuerpos. Pero en los dos casos se trata de aquello que no tiene nombre. En El Quijote transitamos por un laberinto donde se interrumpen caminos, se inician otros, y se retoman aquellos que habían quedado muy atrás. Se trata de una arboleda sumamente trazada. En la Historia de Cardenio estamos de pie admirando un árbol frondoso que se agita al ritmo de las imágenes que nos van seduciendo por su premeditada y alcanzada belleza. En los dos casos el destilado nos sabe a poesía. En Cervantes no nos movemos aunque parezca que sí lo hacemos por el incesante collage de sus historias encontradas, por ese ritmo violento y, a la vez, armónico por donde discurre su tumultuosa narratividad. El tono de las historias narradas por Cardenio y Dorotea nos clava en su desesperación, en su cruda tragedia. La debacle de sus destinos nos paraliza. En Shakespeare y Fletcher siempre avizoramos una lucecilla al final del embrollo. La escenificación nos lleva a danzar de una escena a otra y de un acto a otro. En Cervantes hay una polifonía narrativa, en Shakespeare y Fletcher una tensión dramática que apunta al juego de los enredos. Eso que no tiene nombre es la poesía, aquello que se define en el mero acto de su suceder. La música, en un caso, se trenza del árbol de lo solemne —el tono— (me refiero solo a las historias narradas por Cardenio y Dorotea); en el otro, se coge del talle a las personas y no cesa de danzar por todo el escenario. La forma, en los dos casos, condiciona y resuelve la historia. Los griegos vivían así la poesía. Un testimonio de ello es la riqueza de sus subgéneros líricos; los tempos de la ejecución musical, aquello que se ve y se oye, que se contempla y escucha, pero también se baila. L *Cardenio es el “Roto de la Mala Figura” que, enfermo de amor, enloquece y huye a Sierra Morena, donde habrá de toparse con Don Quijote. Su figura encarna al hombre que, incapaz de soportar el caos mundano, se repliega en sí mismo para volver a un estado salvaje.


LITERATURA

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LABERINTO

JA KITSU RYOU

Plano del Globe Theatre

Génesis del Primer Folio de Shakespeare ENSAYO EMMA SMITH

A

finales de noviembre de 1623, el librero Edward Blount finalmente aceptó entrega en su establecimiento bajo el rótulo del Oso Negro en St Paul’s Churchyard, Londres, de un libro cuya producción se había llevado mucho tiempo. Mr. William Shakespeares Comedies, Histories, & Tragedies (Las Comedias, Historias y Tragedias del Sr. William Shakespeare) fue la primera edición de las obras teatrales completas de Shakespeare, que apareció alrededor de siete años después de la muerte de su autor en 1616. Sus novecientas cincuenta páginas en folio incluían treinta y seis obras de teatro, la mitad de las cuales no habían sido impresas con anterioridad, divididas según los tres apartados genéricos del título. No hubo fanfarria a la llegada de este libro: ni promoción ni reseñas, premios literarios, listas de lo más vendido o publicaciones de remedo. En suma, nada sensacional. Sin embargo, es difícil exagerar la importancia de este momento literario, cultural y comercial. El consorcio editorial encabezado por Blount en asociación con la imprenta de William Jaggard y su hijo Isaac no lo sabía, pero ellos son los responsables de habernos dado a “Shakespeare”: no solo sus obras, no solo el famoso retrato, sino una marca integrada y sumamente exitosa con connotaciones de valor literario, longevidad e individualidad. El Primer Folio de Shakespeare es ahora un libro de extremo valor, aunque no particularmente raro. Sobreviven casi 240 ejemplares, o ejemplares parciales sustanciosos (quizá alrededor de un tercio del tiraje original), en compara-

ción con solo un ejemplar completo de la primera impresión de Venus y Adonis o Hamlet. Su peso y repercusión le otorgan una cualidad monumental, y ha acumulado el aura de una preciada reliquia. El ejemplar descubierto más recientemente en la biblioteca jesuita de St–Omer, será exhibido en el Teatro Globe este año de 2016 para los peregrinos de Shakespeare. Es parte de la naturaleza de una reliquia que tiendan a oscurecerse las circunstancias de su producción. Pero el libro en sí no es un milagro, sino el producto de recuperable iniciativa humana, tecnológica y comercial; surge de una muy calibrada red de relaciones y procesos. “Habría sido asunto”, escribieron John Heminge y Henry Condell, sus colegas actores de la compañía The King's Men en su prefacio al libro, “digno de desear, que el Autor mismo hubiese vivido para emprenderlo, y cuidar de sus propios escritos.” Pero a falta de un autor, surge todo un reparto de personajes: poetas y artesanos, hombres de negocios y actores, nobles e impresores, para dejar su huella en este libro. Del famoso panegírico de Ben Jonson que canta las alabanzas del “Cisne de Avon”: “no para una época sino para todos los tiempos”, a las huellas digitales accidentales en algunos ejemplares de los chicos de los talleres de impresión conocidos como diablos porque estaban tan ennegrecidos por la tinta, el Primer Folio es un producto profundamente social. El nombre de Isaac Jaggard está asociado con el volumen venidero de Shakespeare por el primer anuncio en la feria del libro de Frankfurt de 1622. Era un joven librero que estaba tomando el mando en el Barbican de Londres del negocio de impresión de su padre: William estaba para entonces ciego y empezaba a debilitarse, y moriría unas semanas antes de que su publicación más

La doctora Emma Smith es profesora de estudios sobre Shakespeare en la Universidad de Oxford. Ha realizado un trabajo sustancial con el Primer Folio (1623), un proyecto que combina aspectos de la historia del libro, historias de lectura y la intepretación de Shakespeare en la página. Junto a otros académicos corroboró la autenticidad del Primer Folio descubierto recientemente en Mount Stuart House, en la Isla de Bute, Escocia. El volumen será exhibido por primera vez al público en dicha mansión. El último Primer Folio descubierto antes de éste fue el ejemplar de la biblioteca de St-Omer en Francia. El ejemplar de la Isla de Bute fue propiedad de un editor en el siglo XVIII y apareció en la colección de la biblioteca en Escocia hasta 1896. famosa llegara a los quioscos de libros. Los Jaggard estaban involucrados con el teatro porque tenían un monopolio para imprimir carteles, aunque tenían poca experiencia previa en la impresión de obras dramáticas. En algún momento formaron sociedad con Edward Blount, un cosmopolita editor de literatura que había apoyado la traducción de Florio de los ensayos de Montaigne y la primera versión en inglés de Don Quijote, al igual que publicaciones de Marlowe y otros. Jaggard y Blount trabajaron con los actores Heminge y Condell para obtener los textos de las obras que no habían sido publicados previamente, y también negociaron los derechos con colegas y rivales de la Compañía de Papeleros para reimprimir los ya publicados. En algunos casos las

negociaciones se prolongaban: Henry Walley, quien era propietario de los derechos de Troilo y Crésida, parece haber accedido solo hasta el último momento, por lo que el catálogo de las obras teatrales enumera solamente 35 títulos, y ejemplares tempranos del Folio se vendieron probablemente sin la inclusión de éste. Como propuesta de negocio, es muy probable que el Primer Folio haya sido un caso marginal. Tendemos a asumir que debe haber habido un apetito enorme por obras impresas de Shakespeare, pero es probable que en realidad éste fuera un punto bajo de su reputación póstuma inmediata (pensemos por ejemplo en los Beatles en los años setenta: ni en boga ni vintage). Para principios de la década de 1620 las obras de Shakespeare estaban siendo eclipsadas en el escenario por el popular equipo de autores formado por Beaumont y Fletcher (muchas de estas obras eran, de hecho, de autoría solo de Fletcher). Y si bien la cuestión de la popularidad de Shakespeare impreso es controvertida entre los académicos, es cierto que de sus obras jacobinas se imprimieron menos en cuarto que de las isabelinas: una interpretación es que su obra estaba empezando a pasar de moda a medida que avanzaba su carrera. Quizá el teatro, al igual que el entretenimiento popular moderno, no era un país para viejos. Los riesgos financieros de la publicación fueron asumidos probablemente por Jaggard y Blount. Tenían que correr con los gastos del costoso papel importado (en esta época no había una industria inglesa de fabricación de papel), de impresión y almacenamiento, y de propiedad literaria. Habrían tenido que vender al por mayor la mitad del tiraje para poder recuperar el desembolso inicial: si el libro resultó lucrativo, le llevó tiempo. Para cuando se imprimió una nueva edición, el Segundo Folio, en 1632, tanto Jaggard como Blount ya estaban muertos. Y si bien el precio de venta del Folio de 15 chelines sin encuadernar significaba que 36 de sus obras dramáticas costaban el equivalente de cinco peniques cada una (menos del costo de un libreto individual de seis peniques), es probable que muchos compradores potenciales ya tuvieran varias de las obras en formato de cuarto, lo que volvía las más nuevas proporcionalmente más caras. No es sorprendente, por lo tanto, que el volumen fuera cuidadosamente comercializado. Heminge y Condell denigran las obras de Shakespeare impresas anteriormente como “diversos ejemplares, robados y subrepticios, mutilados y deformes”. Más que ofrecer una designación exacta de la procedencia de esos textos, es probable que estén persuadiendo a los compradores de que vale la pena adquirir el libro aun si ya tienen algunas de las obras. Su mensaje inicial “para la gran variedad de lectores” es un llamamiento inmediato a lo fundamental: “el destino de todos los Libros depende de… sus bolsas”. Dos verbos imperativos: leer y comprar, luchan por supremacía en su ingenioso anuncio: “lean… pero cómprenlo primero”; “hagan lo que hagan, Compren”. El primer comprador del que hay constancia fue un aspirante a cortesano de Kent, Sir Edward Dering, quien adqurió dos ejemplares el 5 de diciembre de 1623. El resto es historia. L Publicado con permiso de la revista Around the Globe editada por el Globe Theatre. Traducción de Adriana Díaz Enciso


MILENIO

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× A

LA NOCHE DE LOS ALFILERES SANTIAGO RONCAGLIOLO Alfaguara México, 2016 405 pp. Ubicada en Lima en los años noventa, esta novela es un thriller relatado a cuatro voces: Beto, Moco, Carlos y Manu, compañeros de banca en un colegio jesuita, comparten el despertar de la sexualidad, las inquietudes y debilidades propias de los adolescentes y, además, ciertas estratagemas para escapar del bullying, como borrarse casi por completo y llevar una vida de bajo perfil, aunque esto no siempre es efectivo: para conjurar el acoso de una vez por todas, deberán llevar a cabo un acto salvaje, irracional, que tatuará al horror en el resto de sus vidas. LA ÚLTIMA SALIDA FEDERICO AXAT Destino México, 2016 542 pp. Manipulación es el nombre que guía el curso de este thriller lleno de sorpresas que promete agarrar al lector por el cuello y no soltarlo. Lean si no, las líneas iniciales: “Ted McKay estaba a punto de pegarse un tiro en la sien cuando el timbre de su casa empezó a sonar con insistencia”. Si a Raskolnikov, en Crimen y castigo, le cambian la vida los golpes que llaman a la puerta después de asesinar a las dos viejas usureras, a Ted McKay el sonido de ese timbre lo conduce hacia un túnel que parece no tener salida. Una sospecha pende: alguien mueve los hilos con macabra solvencia. CERVANTES & COMPAÑÍA IGNACIO PADILLA Tusquets México, 2016 134 pp. A propósito de los centenarios de Cervantes y de Shakespeare, este ensayo invita a los lectores a recuperar, mejor dicho, revalorar la obra de los clásicos de España e Inglaterra. El autor formula múltiples preguntas y aventura respuestas a cuestiones como las estrategias de ambos artistas para construir personajes y ensamblar las tramas, su influencia en la cultura popular y su interpretación creativa del amor, la libertad o la locura, materias propiamente humanas, porque no hay un antes de Cervantes y de Shakespeare: ante la universalidad imperecedera de sus obras solo es posible el después. NEW ORDER, JOY DIVISION Y YO BERNARD SUMNER Sexto Piso España, 2015 377 pp. Como es habitual, los mártires siempre tendrán más atención. Así que es normal que este año que ambos cumplen 60 años se le otorgue más atención a Ian Curtis, el suicida cantante del grupo de Manchester, Joy Division, que a Bernard Sumner, el guitarrista del grupo, otra de las piezas fundamentales del sonido que revolucionó la escena del rock, y que aún se mantiene vigente con su derivación, más estilizada, New Order. En este libro, Sumner, al hacer un bosquejo de su vida, ofrece detalles importantes sobre la cambiante evolución del rock en los años ochenta. CODEX SERGIO RAÚL ARROYO Y DANIEL ARROYO Turner/ Conaculta México, 2016 328 pp. La afirmación de los editores de que el grafiti surge en México en la década de 1980 seguramente provocará más de una objeción. Sobre todo si se considera a las pintas como una forma de este nuevo arte. En su canción de 1964, “The Sound of Silence”, Paul Simon escribía que “las palabras de los profetas/ están escritas en las paredes del subterráneo”. Ya los especialistas decidirán. Los autores explican que su propuesta es “dibujar un sencillo portal, a la manera en que lo hacen los propios grafiteros, para conocer algunas bases de la historia y el significado del grafiti en la Ciudad de México”.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

EL PAÍS DE LAS MANDRÁGORAS

Ethel Krauze Alfaguara México, 2016

Raíces en la oscuridad ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

E

stamos en Xiutlaltepec, a las afueras de Cuernavaca. Nada sugiere tanto nuestro presente como los cuerpos que aparecen colgando de un puente y los jóvenes desaparecidos a manos de individuos con aliento infame. Sí, estamos en mitad de las tinieblas, ahí donde las madres se sienten cada día más deshijadas y los padres conocen el nuevo significado de la orfandad. Puestas así las cosas, podríamos creer que Ethel Krauze ha escrito una novela militante, de esas que enmascaran su desprecio a la imaginación literaria con el ardid de la consigna política. Podríamos creerlo y sin embargo no podríamos estar más equivocados. El país de las mandrágoras hunde sus raíces en el Morelos convertido en tierra propicia para las complicidades entre la policía y el narcotráfico. Toma entonces la forma de un responso por todos los muertos que se resisten a partir pues continúan siendo un recuerdo para los vivos. No olvidemos que, ante todo, Ethel Krauze es poeta. De modo que ese responso elude con suficiencia la banalidad sociológica para interpretar el dolor en clave lírica. Los hechos —decididamente cruentos como la tortura o la muerte por desmembramiento— adoptan la consistencia de las metáforas: son poderosos, y telúricos, no por lo que hacen evidente sino porque se disponen con una dimensión extraordinaria, porque se transforman en arte moral. Así que las mandrágoras no pueden ser solo mandrágoras. Son tubérculos cuya raíz guarda un inquietante parecido con la figura humana y son, por encima de cualquier significado, “todos los muchachos que van muriendo” y todas las muchachas que lloran su pérdida. Esas mandrágoras crecen a ritmo informe y poseen una enorme cantidad de información que esparcen como heraldos negros. Las almas pacíficas tiemblan frente a las desgarraduras que comunican. El país de las mandrágoras es así el país de la juventud segada. Sabe de su existencia la narradora de la novela —Tana—, maestra de español en una universidad de Cuernavaca; sabe porque la información irrumpe en su vida a modo de susurros, correos electrónicos, mensajes de texto, notas periodísticas, relatos que en trance va escribiendo en un cuaderno, frases que se perfilan en el retumbe de un rayo, sobre el aceite hirviendo o su piel cansada. Ahora podemos participar de la riada de voces a las que Ethel Krauze convoca y, por tanto, ver el empuje de esa corriente que más que sustancias vitales arrastra restos en descomposición. Una vez que lo hayamos hecho, tendremos más que la futilidad y la desazón que deja la muerte por mandato venal. Tendremos el consuelo de la transfiguración que ofrenda esta novela dolorosa sin renunciar a la belleza, bella porque se atreve a ser aterradora y cierta porque echa raíces en la oscuridad. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Jonás Cuarón

“La retórica del odio es real, no ficticia” Desierto se permite una reflexión en torno a las políticas xenófobas y racistas de Estados Unidos ENTREVISTA

S

egún la revista The Hollywood Reporter, Jonás Cuarón es uno de los diez directores jóvenes prodigios. Tras debutar con Año uña y coescribir el guión de Gravity, el realizador presenta un thriller sobre el hambre de supervivencia de quienes atraviesan el desierto en la frontera de Estados Unidos con México. A decir de su autor, Desierto, cinta protagonizada por Gael García Bernal y Jeffrey Dean Morgan, hace un llamado para alertar sobre los riesgos de la retórica del odio hacia un fenómeno como la migración ¿Desierto surgió como una respuesta al discurso anti-inmigrante en Estados Unidos?

Durante algunos años viví fuera de México. En Tucson, me dieron un tour por el consulado y escuché unas historias horribles. Fue entonces cuando me interesé en el tema y en particular en la retórica anti–inmigrante. Sin embargo, más que la experiencia de quien deja el país, me interesaba explorar el odio y la forma en que los migrantes son usados como chivos expiatorios. No encontré mejor manera de hacerlo que a través de una película de acción, también porque quería llegarle a un

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

público más amplio y que no necesariamente esté interesado en el tema. ¿No cree que al final cae en la victimización del migrante?

La retórica de odio es muy agresiva y últimamente se ha incrementado tanto en redes sociales como en círculos políticos. Me ha tocado ver cómo muchos espectadores simpatizan con el personaje racista. La película es una metáfora de hacia dónde nos puede llevar este discurso.

El desierto es tanto o más que un personaje, es casi el protagonista.

Totalmente de acuerdo. El desierto es la causa número uno de muerte para quienes cruzan la frontera con Estados Unidos. Más allá de eso, me interesaba como medio natural porque la naturaleza no distingue entre gringos y mexicanos, no perdona ni a unos ni a otros. Si no entendemos que las fronteras son arbitrarias y que antes que nada somos humanos, seguirá habiendo ese tipo de discursos. Otra forma de ver su película es como una historia de supervivencia.

Creo que el guión tiene muchas lecturas, desde las más arquetípicas, como

la metáfora de subir a la montaña para confrontar al monstruo, hasta la lectura política. Pero tienes razón, al final es una historia de supervivencia. ¿Por qué un final abierto?

No quería mostrar un final trágico porque hubiera sido muy frustrante para el público; al final del viaje tenía que haber una satisfacción pero tampoco el típico final feliz en el que llegan a Estados Unidos y todo está bien. Mi caso fue afortunado porque nos fuimos para que mi papá dirigiera Harry Potter y nos fue bien, pero la realidad casi nunca es así. Muchos de los migrantes que conozco batallan día a día. Quería dejar claro que aunque se terminó ese episodio, la travesía sigue. En las últimas semanas la película ha entrado en el juego político, y se le ha usado para criticar a Donald Trump. ¿Politizarla tanto no le resta contundencia?

En diciembre lanzamos el tráiler en Estados Unidos y desde entonces ha generado comentarios que me impresionan. La retórica del odio es real, no

HOMBRE DE CELULOIDE

ficticia, y me interesa recalcarlo. Ya no está solo en la boca de un político, se está transmitiendo a muchos ciudadanos que empiezan a pensar como Trump y eso es lo que me da miedo. Por otro lado, no plantea una crítica al trato que se le da a los migrantes en México. ¿Por qué?

Justo por eso quise que Desierto incluyera pocos diálogos y hacer una campaña para un lanzamiento mundial. La migración es un tema universal. Irónicamente, ha habido más deportaciones de México a Centroamérica que de Estados Unidos a México. Como mexicanos, tenemos que vernos en el espejo de la película y ver lo que estamos haciendo como país. Aunque en la película no está propiamente dicho…

La película tenía que ocurrir en un lugar determinado, me hubiera encantado hacer cuarenta películas e incluir a Palestina, Guatemala, pero me tomó seis años hacer una. Espero y creo que al ser una película tan arquetípica, va a señalar esto no solo en Estados Unidos y México, sino en todas las fronteras. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Un tanguito

N

o solo en México el cine se hace más allá de sus fronteras. También en Argentina. Al menos así lo muestra Una sonrisa a la vida, película producida en España en la que aparece el infaltable Ricardo Darín, ese que saltó a la fama con El secreto de sus ojos. Darín resulta tan importante para el cine de su país que si hubiese que poner cara al arte audiovisual de Argentina, el más factible sería este rostro divertido y flemático, anguloso y ratonil. Cámara abre sobre un paisaje nevado. Estamos en Canadá. Tomás, interpretado por Javier Cámara, despierta y se despide de su mujer. Todo aquí es una despedida. Seguimos a Tomás camino de Madrid. Nos acompañan una música y unos movimientos fotográficos que simulan el carácter de un divertido y pequeño tango. Cesc Gay, el director, es un catalán especializado en películas de amistad. En la obra que lo hizo famoso, Krámpack, la amistad tenía un elemento erótico similar al de Y tu mamá también. Ahora, con el mismo guionista de Krámpack, Cesc Gay parece haberse decidido a escribir la historia de aquellos adolescentes cincuenta años después, cuando uno tiene que morir. Tomás es amigo de este argentino en Madrid que interpreta Ricardo Darín. Un pícaro que se dedica al teatro. Es caprichoso e inoportuno. Solo lo suficiente como para seguir siendo adorable. El gran acierto de Gay y su guionista es que regalan a sus personajes suficientes defectos como para volverlos realistas sin que dejen de ser entrañables. Los amigos así son. A menudo se critican, se avergüenzan, se reprueban el uno al otro, pero la relación sobrevive con lo que hay más allá de esos sentimientos y, aunque los guionistas no explican las puntas de la amistad de Julián y Tomás (hace cuánto se conocieron,

Una sonrisa a la vida (Truman). dirección: Cesc Gay. guión: Cesc Gay, Tomás Aragay. con Ricardo Darín, Javier Cámara. España, Argentina, 2015.

cómo fue que vivieron juntos, etcétera), vemos la relación. No necesitamos más que el guión y la actuación para saber que estos dos se ayudaron en la aventura de aprender a ligar y a vivir. Ha llegado el momento en que uno de ellos tiene que apoyar al otro para aprender a morir. Una sonrisa a la vida parece escrita para Darín. Tal vez lo sea, porque el actor sabe hacer tangos. Buenos tangos. Su personaje a veces se mueve con elegancia, pero a veces zarandea al público en un discreto arranque de emotividad. Darín puede ser el tipo libre y enamorado de Doce reinas o el hombre encadenado a sus rutinas de El hijo de la novia. Lo que distingue a sus personajes es la

emotividad desbordante. Todos ellos tienen una sensibilidad que el actor sabe contener. En esta película, por ejemplo. Independientemente del chisme de tabloide, resulta interesante que el padre de Darín haya muerto de cáncer, que haya sido actor, que, como este personaje, haya tenido que luchar con los dolores de una vida hermosa pero que se está desmoronando. Gay ha hecho una película cursi pero entretenida. Tiene el encanto de cierta escena en que, después de hacer el amor, Tomás llora. Llora porque la vida sigue siendo bella, pero todos vamos a irnos de ella. Y no importa a qué edad. Siempre vamos a estar demasiado jóvenes para morir. L


MILENIO

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ESCENARIOS

ESPECIAL

La ficción como redención MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

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Quien quiera asistir a Un grito de libertad debe enviar un mail a info@sinergia.com

Don Quijote en prisión Un grito de libertad pone en escena al clásico de Cervantes en el insólito tablado del Reclusorio Oriente TEATRO

C

ómo entrar a la ficción de El hombre de La Mancha, donde Quijote y Sancho Panza se encuentran encerrados en una cárcel, cuando los actores del montaje son internos del Reclusorio Oriente de la Ciudad de México, que actúan junto a sus compañeros ante un grupo de espectadores conformado por sus familiares, a quienes en algunos casos no han visto en años. Imposible mantenerse por completo dentro de la convención teatral, ante un elenco de 170 personas, incluidas 20 mujeres que pertenecen a otro centro penitenciario, que actúan, cantan y bailan, junto a sus compañeros de reclusión, entre quienes 25 son músicos y 75 se dedican al área de producción, que abarca utilería, vestuario, sonido, luces, limpieza y alimentos. El escenario hierve de humanidad. Ellas son campesinas, gitanas, la sobrina, el ama de llaves y Aldonza. Ellos, inquisidores, parroquianos, el ventero, el cura, el barbero, campesinos, gitanos, Rocinante, Rucio, saltimbanquis, acróbatas, Cervantes y Sancho, casi siempre juntos sobre el escenario, en una comunidad que se mueve armónicamente al son de la música compuesta por Mitch Leigh y letras de Joe Darion, en esta ocasión adaptadas, en versión libre como la obra de Wasserman, por Napoleón Ochoa. La impresión es la de estar ante más de cien almas puras que no saben engolar la voz, ni revestirla, pero a cambio exhalan las palabras que dice su personaje, francas y en perfecta sincronía con su cuerpo y rostro. Los personajes están allí, plenos, en la libertad que les da el escenario, donde su mirada se abre como su sonrisa en un paso de danza, una acrobacia, o en más de 400 brazos que se levantan. Las piernas de tela se abren para dar entrada y salida a los actores, rumbo a un desahogo que, en vez de un camerino, deja ver una blanca reja de metal resguardada por un custodio, pero de regreso al escenario están a salvo de miradas, de órdenes y barrotes, al interior de una cárcel donde se enjuicia a Don Quijote, que lucha contra molinos de

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

viento, en este caso de madera, movidos por brazos que hacen la labor del aire, y aparece la magia que todo lo inunda. La música surge desde un templete superior, adosado a un extremo del escenario, donde los intérpretes, vestidos con pantalón beige, camisa blanca y roja corbata de moño, son parte del grupo que ofrenda cada respiro por estar ahí, enjuiciando al loco que les permite brindar en la imaginación con tarros rebosantes. El sueño se verifica. Los 280 internos que dedican once horas de trabajo los lunes en talleres de vestuario, utilería y maquillaje, paralelos a las sesiones de baile, canto, actuación, concentración, charlas sobre tolerancia, generación de energía y meditación, además de la lectura de El Quijote, cumplen con el director de escena, Arturo Morell, presidente de la Fundación Voz de Libertad AC, que muestra el resultado de su séptimo proyecto con internos del sistema penitenciario capitalino, hombres y mujeres que reciben aplausos y bravos a cambio de su entrega. Morell, quien incluye en su equipo al actor y bailarín Bernardo Vega, ensaya con tres personas distintas los personajes de Aldonza, Sancho y Quijote, de forma que se pueda seguir adelante con el montaje aunque haya diligencias en los juzgados, o no haya autorización para que alguien salga del dormitorio. Sin conocer el motivo individual de la reclusión, Un grito de libertad le da al director la oportunidad de trabajar con seres humanos respecto a su postura frente a la vida y al paréntesis que significa el encierro, sin que importe si son culpables o inocentes. Sobre este escenario, donde se da la lucha del caballero andante contra la injusticia, la transformación de Aldonza en Dulcinea y la ternura de Sancho, que como Cervantes persiste en la amistad, se persigue el ideal por el que cada alma grita con toda la fuerza de que es capaz y los muros del reclusorio parecen desvanecerse, al menos durante las horas de teatro en las que cada quien, espectador incluido, tiene la oportunidad de ser otro. L

e la ficción como redención, el teatro de Eugene O’Neill es uno de los mejores ejemplos. Nada de famosos o triunfadores: el mundo de los fracasados, su gran tema. Lo inspiraban su padre, su madre, sus hermanos e hijos, adictos a las drogas, alcohólicos, suicidas, sin futuro. Él mismo, bebedor por largos periodos. Su escritura es el paisaje de los perdidos, desdichados, desahuciados, o sea, los marginados. En las clases de dramaturgia con Esther Seligson se recordaba al hijo de irlandeses, nacido en Estados Unidos en un hotel de Broadway —su padre fue actor—, en 1888. Muere igualmente en un hotel de Boston, en 1953. Precursor del realismo de Chéjov, Ibsen y Strindberg pero con el toque decadente de los granjeros norteamericanos que odian a sus padres, que aman a las mujeres casadas o imposibles, que pierden sus fortunas, cuyo destino es trágico, sin escapatoria. En México se conoce más la dramaturgia de Edward Albee o Tennessee Williams que la de O’Neill; los tres maestros del realismo norteamericano, los tres impecables, ni a cual irle aunque este crítico prefiera los paraísos de soledad de Williams. En segundo término O’Neill, porque se asoma a la ironía con el lenguaje que escupe el silencio que se guarda años pero, cuando estalla, hace pedazos el universo. Es famoso O’Neill en las clases de actuación porque sus diálogos atrapan a los intérpretes para decir con verdad el parlamento porque de lo contrario todo se escucharía falso. Así el monólogo del alcohólico Tyrone en la última pieza del autor escrita en 1943 como homenaje a su hermano muerto por cirrosis hepática, Una luna para los malnacidos, en traducción y adaptación al castellano de Humberto Pérez Mortera bajo la dirección de Mario Espinosa. Dicen que es el preámbulo de otra de sus piezas, Largo viaje hacia la noche. El trabajo actoral de David Hevia como el hijo del terrateniente que jamás pudo superar la muerte de la madre tiene poesía, humor entre amargo y salvaje, la soledad atrapada en la garganta de un bebedor que por fin declara su verdad. Freud y su relación con lo inconsciente, sí, pero ante el teatro y esos espectadores acostumbrados a reírse de nada. Por fortuna aquí la risa se les congela y la mueca los desangra. Hevia está sublime. Mario Espinosa logró sacar de Hevia su verdad. Desde su montaje Copenhague, escrito por Michael Frayn —el encuentro de dos físicos sobre la bomba atómica y Hitler—, no le había visto algo tan complejo, estéticamente logrado como este trabajo alrededor de O’Neill. La primera parte de la pieza es para Patricio Castillo y Alaciel Molas, interpretando a padre e hija en disputa por las formas de vida y, esa, la frustración cotidiana. La ironía fluye como una sopa fría en pleno invierno pero a pesar de todo sonreímos porque la vida es así, de superación, aunque nunca llegue, aunque esté la luna, siempre. Pinche vida. Una armónica bluesea. Es la música que nos acompaña hasta el final, en caída interminable. Si pueden, no se la pierdan. L ESPECIAL

Escena de Una luna para los malnacidos


VARIA

sábado 16 de abril de 2016

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

España sin ti TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

E

stoy en Madrid. Entre otras cosas vine a ver la exposición de Georges de La Tour en el Museo del Prado y a comer jamón. Ambas cosas son muy disfrutables. Los cuadros del pintor francés son para mirarse largo rato y llevarse un trozo de belleza en la memoria. El jamón de bellota es para dar gracias al creador, o sea, al porcicultor. En la tradición que proviene de algún evangelio apócrifo, La Tour pinta a José como un anciano. También la tradición dice que el jamón debe añejarse, al menos seis meses, pudiendo llegar hasta los cuatro años. En la exposición de La Tour, también había tres cuadros dedicados a estafadores o ladrones o pillos o como se les quiera llamar; gente que hace trampa en el juego o mete la mano en el bolsillo ajeno. Aquí ya no encontré un paralelismo con el jamón, pero sí con ciertos truhanes mexicanos. Salí del museo y tomé por la calle Cervantes. Entonces me puse a pensar que la libertad de caminar por esa y otras calles madrileñas estaba vedada para ciertos gobernadores, políticos y empresarios de mi país. Ahí me vinieron las sabias palabras de don Quijote: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”. Me sentí contento de ser un personaje que nunca ha desfalcado las arcas de un estado, ni tomado una casa que no me pertenece; de solo necesitar al Virgilio que dijo Furor arma ministrat y no a otro para que proclame mi honradez; de que mi pasaporte sea suficiente para viajar de un lugar a otro, sin temor de que en algún país me esté acechando una orden de arresto.

La calle Cervantes en Madrid

De ahí bajé a la calle Lope de Vega. Entonces pensé en su célebre Fuenteovejuna, en la que los habitantes de un pueblo deciden matar al comendador para quitarse de encima sus abusos. “¿Quién mató al comendador?”, pregunta el juez. Y la respuesta no varía: “Fuenteovejuna, señor”. Los gobernadores de varios estados han de agradecer que los mexicanos seamos poco fuenteovejunescos. Pero sería bueno que se organizaran representaciones de la obra de Lope y se llevaran hasta el último rincón del país. No está de más recordarle a la gente que el poder es del pueblo, y para esto funciona mejor la literatura que cualquier arenga partidista. Caminando un poco más, se llega a la calle de las Huertas. Una ruta empedrada que sirve como tributo a varios escritores, como Góngora, Pérez Galdós, Bécquer, entre otros.

LO QUE CONTEMPLAS

En los muros hay placas conmemorativas y en la propia calle están grabados algunos versos o líneas. Son dignos homenajes a personajes que nos heredaron palabras y sabiduría. Ellos no necesitaban este reconocimiento para merecer honores. Algunos funcionarios se mandan erigir monumentos y acaban por deshonrarse aún más. Cuando caminaba por sobre los versos de León Felipe, recordé aquel que dice: “que los huesos del hombre los entierran con cuentos”. Me encogí de hombros y seguí mi camino. Las calles de Madrid están siempre repletas. Se tiene la sensación de que ahí está el mundo entero, de que uno podría toparse a cualquier conocido a la vuelta de la esquina. Pero no a todos. Hay gente que ya no puede venir a España. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

adrianadiazenciso@gmail.com ESPECIAL

Respetables E

l problema es la respetabilidad. Y la gente está enojada. Miles salieron a la calle y se apostaron afuera de Downing Street pidiendo la renuncia del Primer Ministro. El leitmotiv era un cerdo: máscaras, narices postizas, una piñata–cerdo con el rostro de David Cameron. Cameron es un hombre respetable. Fue a Eton, el colegio privado de la elite. Sabe hablar, marear a sus oponentes y es bueno para las relaciones públicas. Es cierto que primero negó haberse beneficiado, ¡jamás!, del fondo de inversiones creado por su padre en un paraíso fiscal descubierto por los Papeles de Panamá, y que se fue enredando en la negativa hasta que tuvo que aceptar que bueno, sí: un poquito. Pero muchos otros hombres y mujeres respetables han salido en su defensa. Lo que él y su familia hicieron es práctica común y lo hacen muchos. (Ricos, se entiende. La plebe no tiene con qué.) Es legal, dicen. No hay que confundir evadir con eludir impuestos, no es lo mismo. Y es nuestra culpa si creemos que legalidad y ética son sinónimos.

No sabemos si llegaremos tan lejos como Islandia, pero ya hay gente en las calles pidiendo la renuncia: “¡Cameron fuera!”. En el teatro de la Cámara de los Comunes hubo gritos, furia, risas. Corbyn, el líder laborista de la oposición, le espetó a Cameron que no se diera cuenta de por qué la gente está tan enojada: la gente despojada por los súper– ricos, subyugada por los recortes impuestos por años de la llamada austeridad. Otro laborista, Dennis Skinner, quien parece ya haber visto muchas cosas, fue expulsado de la Cámara después de llamar a Cameron “tramposo” y, señalándolo con el dedo, decirle que nadie ha dividido a la nación más que él. Le pidieron que se retractara. No lo hizo. “Tramposo”, insistió, y cuando le pidieron que saliera entonces de la Cámara simplemente se marchó. Estaba indignado. Todo este tiempo Cameron apretaba los labios, la cara roja, con el coraje del que es atrapado con las manos en la masa. La defensa de su colega conservador Alan Duncan (un respetable que ya tiene su historial

Protestas contra David Cameron

de notoria codicia) fue de las más indignas: “la gente parece molestarse”, dijo, “por el más mínimo indicio de riqueza en otros. De seguir así vamos a acabar con una Cámara de los Comunes repleta de fracasados”. Más claro ni el agua. La voracidad de esta gente respetable (grandes banqueros incluidos) no implica solamente faltar a su responsabilidad cívica mediante la evasión de impuestos, que ya es bastante grave. El subterfugio de sus negocios “legales” los vuelve cómplices de un

submundo responsable de tráfico de armas y tráfico humano, apoyo a gobiernos criminales, masacres de inocentes, fraude, despojo a nivel global de los más desprotegidos, protección de propietarios de obras de arte mal habidas durante el nazismo y convertidas en meras inversiones en obscenas subastas que manejan cifras multimillonarias. Nos rodean y están entre nosotros; nos dan trabajo, nos lo quitan, nos gobiernan. De respeto no saben nada. L


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