Laberinto
SOBRE LA FOTOGRAFÍA DE NACHO LÓPEZ magali tercero p. 03
ANISH KAPOOR: EL TRIUNFO DEL OBJETO AUSENTE
miriam mabel martínez p. 04 y 05
MILENIO
NÚM. 678
sábado 11 de junio de 2016 FOTO: ESPECIAL
BORGES SIGUE VIVO santiago gamboa p. 06 y 07
ANTESALA
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LABERINTO
ESPECIAL
La venganza de los animales ESCOLIOS
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
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n un pueblecito español parte de la población protesta por la prohibición de un festejo en el que, sin siquiera pretextar del arte de la tauromaquia, hordas intoxicadas lancean un toro hasta la muerte; en México, particularmente en los estados más asolados por la violencia, se vuelve una moda que ciertos psicópatas suban a las redes sociales imágenes de animales torturados o quemados. La crueldad gratuita y recreativa contra los animales muestra una extrema desensibilización ante el sufrimiento del otro y es evidente que el individuo que la perpetra suele replicarla con sus semejantes. La memoria literaria prefiere los ejemplos de fraternidad entre el hombre y las bestias; sin embargo, también ha registrado un expediente de afrentas humanas hacia los animales. En sus estremecedores aforismos, Elias Canetti auguraba una jornada de venganza de las bestias contra el hombre, en la que éstas torturarían a los varones y preñarían a las mujeres. Pero, mucho antes, en su magistral fantasía futurista, “La última guerra”, de 1906, el poeta Amado Nervo narra una pavorosa revancha de las fieras: para el año 5532 se ha alcanzado un grado inmenso de progreso material, tecnológico e intelectual; sin embargo, la paz y prosperidad de que goza la humanidad, así como su extraordinaria evolución (es una especie más bella, saludable y sabia, que vive en una arcadia socialista y se dedica a la contemplación), la hace confiarse y no apercibirse de un
ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com
evento que se viene incubando. El costoso descuido de los hombres consiste en que, inmersos en su fecundo y feliz ocio, se han vuelto indiferentes al comportamiento de los animales, los cuales, también evolucionados y ya poseedores de un lenguaje común, acompañan al hombre en labores subalternas. Los animales, cansados de su condición, muy benigna pero al fin servil, conspiran contra sus amos y planean la revolución definitiva. Precisamente, la asamblea de animales, que corona la conspiración y antecede la letal guerra, tiene lugar en México, que para esa época se ha convertido en el centro del mundo. Así, en un gimnasio para animales situado en las faldas del Ajusco, el perro orador, Can Canis, marca, con un explosivo discurso, el
inicio de la batalla: “Por eso nos reunimos aquí hace mucho tiempo, por eso pensamos y maquinamos hace muchos siglos nuestra emancipación y por eso muy pronto la última revolución del planeta, el grito de rebelión de los animales contra el hombre, estallará llenando de pavor el universo”. La guerra es cruenta y mortífera: “todos los factores de combate de que la humanidad se servía en los antiguos tiempos eran risibles juegos de niños; aquella guerra constituyó un inopinado, nuevo, inenarrable aprendizaje de sangre”. Solo unos centenares de hombres dispersos, perseguidos, confundidos y mal alimentados sobreviven en todo el planeta, y el relato de este hecho, dictado por un superviviente, representa el testimonio postrero de lo humano. L
El asesino había borrado todas las pistas pero olvidó al perico.
Atroces viñetas de junio LOS PAISAJES INVISIBLES
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omenzó el mes en que nació Marilyn Monroe en 1926, y algunos intentamos imaginar de qué manera se habría marchitado su sublime hermosura de haber llegado a los 90 años. Recordamos que García Lorca nació el día 5 de 1898 y que Borges murió un 14 de hace ya tres décadas o que el 13 de junio de 1959 se publicó 1984, la emblemática novela de George Orwell, y que también un 13, pero de 1888, nació Fernando Pessoa en el Distrito de Lisboa. De Pessoa podríamos evocar ciertos aforismos: “Somos avatares de la estupidez pasada”. “La triste confianza en el futuro”. “La elegancia de la descreencia”. Las palabras de Pessoa suelen impactar en los estiajes individuales o de toda una sociedad incluso, basta hacer un alto en la espesa confusión que nubla la confianza en el futuro. Esta semana Open Society presentó su informe Atrocidades innegables. Confrontando crímenes de lesa humanidad en México, en el que documenta que de diciembre de
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascón
2006 al cierre de 2015, más de 150 mil personas fueron asesinadas intencionalmente mientras que otros miles han desaparecido en el disparate improvisado de la guerra contra el narco que Felipe Calderón impuso en su mandato, y al que Peña Nieto dio continuidad sin hacer un solo ajuste a la obligada rendición de cuentas. Las más de 200 páginas de la evaluación realizada por Open Society con cinco organizaciones mexicanas de derechos humanos, concluyen que dada la magnitud de la crisis delictiva y de impartición de justicia, existe la posibilidad de establecer responsabilidades ante la Corte Penal Internacional, pues hay que recordar que en 2005 el gobierno mexicano ratificó el Estatuto de Roma, mismo que creó la CPI. Los casos exponen la excesiva dimensión de la impunidad, la corrupción y la violencia; corroboran la casi generalización de la tortura y el incremento del delito de desaparición forzada. Lo más grave es que estas atrocidades
fueron perpetradas no solo por los cárteles sino por las policías y las fuerzas armadas. En suma, crímenes tipificados de lesa humanidad. El informe de Open Society no es únicamente un Yo acuso. También emite una serie de recomendaciones y medidas de carácter urgente, para que el gobierno mexicano, por cuenta propia y, sobre todo, por voluntad política, lleve a cabo una investigación exhaustiva de estos delitos y llame a cuentas a los responsables, provengan de donde provengan. Y sin embargo, lo nota periodística de la semana fueron los comicios en doce estados de la república más la insulsa elección de los Constituyentes de la Ciudad de México que a pocos, poquísimos interesó. Elecciones que, digámoslo con palabras de Pessoa, imponen la elegancia de la descreencia, ya que no renuevan ni renovarán absolutamente nada, sino que marcan el guión trillado de nuestra falsa democracia: “celebrar” la derrota numérica del PRI ante un PAN que no es un cambio verdadero (ya
tuvimos dos sexenios de Estado fallido, el primero de corrupción campante y el segundo el que pavimentó el camino a las atrocidades innegables exhibidas por Open Society); suponer que los electores emitieron un voto de castigo hastiados de la corrupción es un patético autoengaño (hay que ver quién es el Yunes ganador en Veracruz, de qué familia proviene el próximo gobernador de Oaxaca, el despilfarro en las campañas de Quintana Roo), o imaginar que por fin veremos la captura de peces gordos que han arruinado a México de extremo a extremo, solo refuerza la noción de que este país no tiene memoria, que su capacidad de indignación es muy liviana y que somos conformistas, dóciles, ingenuos y hasta vanidosos. Escribió Pessoa: “Descendió sobre nosotros la más profunda y mortal de las sequías de los siglos —la del conocimiento íntimo de la vacuidad de todos los esfuerzos y de la vanidad de todos los propósitos”. Y la pregunta sigue siendo: ¿atenderá el gobierno mexicano las recomendaciones de Open Society o confiará en jamás comparecer ante la Corte Penal Internacional? Responderé a lo primero con un rotundo NO. El solo beneficio de la duda sería como creer que al Duarte de Veracruz le va a caer la sociedad civil encima como a los Porkys, para obligar al tal Yunes a ejercer el imperio de la ley. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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ANTESALA
ESPECIAL
× M I G U E L
M A L D O N A D O ×
Los invisibles Los empleos, la ocupación como actividad inútil y garante de inexistencia, son los ejes de El libro de los oficios tristes (Ediciones Monte Carmelo, México, 2015) que incluye este poema
A
quien corresponda
dar mantenimiento a monumentos fumigar de noche las ciudades revisar el rojo en la etiqueta supervisar niveles de clorato calibrar resistencias en los tanques procurar que no llegue lo caduco asegurar los tornillos del ensamble … gracias
×EKO×EX LIBRIS×EL RAPTO DE LAS SABINAS×
Acciones provocadas GUÍA VISUAL
MAGALI TERCERO @magalitercero
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uando Carlos Monsiváis dijo que tomaría tiempo asimilar la estética de Nacho López se refería no solo a su obra en general sino a las célebres “acciones provocadas” del artista. Una de las más importantes, el propio Monsiváis la inmortalizó en la portada de A ustedes les consta. Antología de la crónica en México, que tiene como protagonista a Maty Huitrón, la chica que participó en el juego creativo del fotógrafo nacido en 1923, siempre adorador de la Ciudad de México de los marginados, de las comunidades indígenas también marginadas en los años en que se cantaba el milagro modernizador de la década de 1950. En 1953, Nacho López invitó a Maty Huitrón a caminar por las calles céntricas de la Ciudad de México, dispuesto a captar el instante en que el tan denostado macho mexicano, el chilango por excelencia, mostraba su admiración por una clásica belleza mexicana de cintura diminuta, caderas amplias y curvadas y frondosa cabellera rizada. Nacho López se ubicó estratégicamente, la siguió a pie, fotografiando todas las reacciones (por ahí anda la secuencia) y nos regaló la reacción admirada e ingenua de los jóvenes y no tan jóvenes de la época ante una mujer “despampanante”, como se decía antes. La foto de Nacho López muestra que, en vez de irnos liberando de prejuicios sexuales, nos hemos ido llenando de ellos. En ese entonces el hecho de que Nacho López tuviera la idea, y la llevara a cabo, y tuviera una amiga que estuviera dispuesta a ejecutarla, nos habla de que la relación entre hombres y mujeres todavía no se deterioraba al grado de marcar estrictamente el “ustedes hombres”, “nosotras mujeres”. Aún la parte femenina gustaba a los hombres y viceversa. Éramos un todo y no hablo de que no hubiera ni machismo ni acoso o violaciones, siempre los ha habido, pero no se consideraba que una mirada o un piropo fuera una terrible agresión sexual. Lo demuestra la cara de Maty Huitrón en la foto quien, parafraseando a Octavio Paz, oye los piropos como quien oye llover, ni atenta ni distraída. Nacho López y su modelo, al realizar esta acción experimental, se estaban anticipando a uno de los sueños de Italo Calvino para el siglo XXI: la ligereza. La exhibición estará hasta julio en Bellas Artes. Los curadores son José Antonio Rodríguez y Alberto Tovalín, para quienes es importante que las bellas impresiones del fotógrafo, que en octubre cumple su 30 aniversario luctuoso, sean apreciadas por las nuevas generaciones “formadas a partir del pixel”. La ciudad de los años cincuenta en adelante está en esta muestra, sobre todo las clases populares. El espectador podrá ver 235 impresiones, entre ellas Penitenciaría Lecumberri (1950), y las series La Venus se fue de juerga, el paseo de un empleado con un maniquí que sugirió a López sus acciones provocadas para narrar historias, colonias bravas como Santa Julia. A esta cronista le gusta en especial la serie Cuando una bella parte plaza por Madero (1953). L
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LABERINTO
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Mi patria roja (detalle)
Anish Kapoor
El triunfo del objeto ausente
El Museo Universitario de Arte Contemporáneo presenta Arqueología: Biología, que no es una retrospectiva ni una evaluación, aunque incluya obras que abarcan el periodo 1980–2016. Se trata de piezas de múltiples significados, que replantean el acto de mirar en el que el espectador abandona una narrativa para simplemente asumirse como una acción–reacción entre el objeto y él mismo MIRIAM MABEL MARTÍNEZ
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esulta casi imposible no caer en la tentación de tomarse una selfie al reflejarse en alguna de las piezas de Anish Kapoor. Es casi hipnótico el acto reflejo de tocar la pantalla y capturar el instante en una foto. “El acto de mirar desde el momento en que tenemos una cámara en mano ha dejado de ser pasivo”, dice este artista indio nacido en Mumbai en 1954. “Queremos envolvernos en el hecho de mirar. Es un fenómeno interesante y problemático”. El espectador quiere pertenecer a la pieza, integrarse: “el mundo es tan confuso que siempre estamos en busca de reafirmación”. Y cómo no desear ser parte de estas esculturas que no solo hablan, como ya lo ha acotado Kapoor, acerca de la presencia del mundo, sino de la presencia ilusoria de este mundo. Cómo no caer en la tentación de auto– tomarse una foto en estas esculturas que se emancipan de este mundo para crear un paisaje que sintetiza lo corporal y lo mental. ¿Adónde se va esa selfie? Quizá al vacío que evoca la obra de Kapoor, la cual no permite la distancia y nos coloca —al espectador— en el mismísimo lugar de la representación. Los espejos de Kapoor son entradas a la imaginación. Son apenas una puerta, como se corrobora en la exposición Arqueología: Biología, que se presenta en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC). Todo un acontecimiento no solo por lo fotogénico de sus piezas (la Cloud Gate, en Millennium Park de Chicago, es la escultura pública más selfieada del mundo), ni porque es la primera exposición de este artista en América Latina; esta muestra es un suceso porque impacta sin recovecos la
Es hombre
experiencia estética del visitante. Las 22 piezas que conforman esta exhibición nos invitan a navegar en un intersticio entre obra y mirada; nos meten a una espacialidad que se expande del otro lado del espejo y en la vastedad del color. También volvemos a sentir confianza para abandonarnos a la mirada y experimentar qué implica ver sin explicaciones ni razones, simplemente por el gozo de observar… Luego vendrán las preguntas, que no son pocas. Pero qué es el arte sino un cuestionamiento. Esta exposición, que se exhibirá hasta el 27 de noviembre no es una retrospectiva aunque sí incluye obra de distintos periodos, desde 1980 hasta 2016 (algunas de producción reciente que se presentan por primera vez, aunque no fueron con-
cebidas para esta muestra), y tampoco es una evaluación—Anish Kapoor no cree en ellas— sino una revisión que fue trabajando de la mano de Catherine Lampert, su curadora, en diálogo con el MUAC. El guión es original y las piezas se acomodan plácidamente al espacio. Este confort se siente de inmediato en el Espejo resplandeciente, cuya luz ilumina Para reflejar una íntima parte del rojo: los pigmentos rojos y amarillos intensos se disuelven en la mirada, formas geométricas que emergen del suelo, escaleras que llevan a ninguna parte. La textura se desmorona en una ilusión entre estas formas, y nosotros los volvemos a mirar y experimentamos en carne propia por qué esto es arte; esta certeza nos despierta otros cuestiona-
mientos sobre cuál es la identidad de los objetos. Y en busca de respuestas miramos una vez más sin miedo. El acto de mirar deja de ser una narrativa o una historia para simplemente asumirse como una acción–reacción entre el objeto y uno mismo, entre lo material y la textura. Sentir e imaginar. Llenar de significados los intersticios que se van abriendo entre piezas, sin palabras. En silencio, sin explicaciones que nos dirijan, nos integramos al objeto, nos reflejamos aunque no haya espejos. No estamos ni adentro ni afuera sino en una zona intermedia, justo adonde Kapoor nos quiere llevar. Ahí nos encontramos con el color. “El color es parte central en mi trabajo, para mí éste descansa entre la ilusión y la realidad”, apunta.
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ARTES
FOTOS: ESPECIAL
Anish Kapoor no es el primer artista que trabaja con espejos (Dan Graham, Robert Smithson, Giuseppe Penone, Luciano Fabro y un largo etcétera lo han hecho), sin embargo nos invita a cruzar hacia el interior. No se trata de ver a través, sino de meternos en ellos; al igual que sus pigmentos nos absorben y nos intrigan sugiriendo que detrás de la pared o del piso hay otro lugar, un espacio intermedio como 1000 nombres, que evoca la ausencia de la otra mitad. ¿Qué hay más allá? ¿Qué es ese espacio que penetra con sigilo? ¿Lo que vemos son objetos? ¿Lo que nos seduce son los no–objetos? En esa frontera se mueve la propuesta de Anish Kapoor, a esa frontera es a la que nos conduce para confrontarnos con el vacío. Estos objetos están y no están. Desaparecen, están presentes, como No objeto (Puerta). “El hecho de que estos objetos acarreen una ausencia me resulta muy importante. Muchas piezas tienen una oscuridad ulterior, una sensación de oscuridad y vacío”. Los espejos y los pigmentos representan una ilusión, son objetos que al ser mirados se transforman en no objetos. En este tránsito, el espectador se compenetra en una experiencia estética que lo lleva a una vivencia conceptual. Y así, caminando solos, sin argumentos que nos señalen caminos —apenas un título—, vamos transitando un espacio en que cada pieza plantea un cúmulo de significados, como Sin título, una “piedra” que enmarca a un rectángulo oscurísimo que sugiere la posibilidad de habitar un espacio imaginario. ¿Qué hay más allá? ¿Cuál es el límite entre lo real y lo ilusorio? En el límite entre el adentro y el afuera se sostiene nuestra mirada. Ahí sentimos la tentación de dejar de observar para viajar al interior de uno mismo. Pese a lo onírico que resulta contemplar piezas como Vacío, su cuerpo de trabajo no es producto ni de la “inspiración” ni de la “genialidad” ni del “talento”; si bien se siente íntimo, no es una “confesión lírica”. Si nos toca la emoción, este acercamiento es desde las ideas, a pesar de que sus obras no le temen —ni niegan— su belleza.
Kapoor no hace ideología, tampoco cuenta historias; su obra es investigación, es práctica, ejercicio. “Soy un artista de estudio. Siempre pienso que no tengo nada que decir. Porque eso que podría decir tiene que ver con lo que sé, y eso que sé con mi educación, la cual —al fi nal— a quién le interesa, lo importante es la posibilidad de crear un cuestionamiento. El problema del arte —del artista— no es lo que sé, es algo más complejo: la tarea artística tiene que ver con las posibilidades del significado”. Cuando estoy gestando (un brote blanco, que emula en forma a una panza de una embarazada) emerge de una pared blanca, su presencia es casi imperceptible. Esa delicada presencia–ausencia evoca esos instantes en los que se gestan ideas, es un no–tiempo que sintetiza belleza, conocimiento, experiencia, sensaciones… un momento que contiene la esperanza del futuro. “Ese nada que decir” se transforma en posibilidades que descansan en el espacio entre el objeto y el espectador como una continuidad del proceso creativo y como una exploración de significados que convierten al artista en un médium —en la línea de Duchamp—; sin embargo, Kapoor también hace de ese espectador un médium. “Es la posibilidad del significado, y lo que existe en esta práctica (artística) de estudio entre objeto y observación, abre la posibilidad de significado”. Las 22 piezas de esta exposición generan cuestionamientos fi losóficos, son piezas pensantes que nos llevan a otras preguntas, a otras, y así. Con Kapoor comprobamos que de la vista nace la idea, ideas que nos conectan con lo esencial. Al contemplar su obra, además, se rompe con los lugares comunes que quieren simplificar su relevancia en el hecho de que su propuesta surge del sur, de una estética no europea. Su obra es más universal, no pretende ni exacerbar ni ocultar su origen. “Es ya una especie de cliché esa idea de que todo lo que viene del sur es político y espiritual. Estas dos lecturas son muy problemáticas. Creo fehacientemente
en el poder de ser político; también creo que es importante tener fuerza espiritual —o como la quieran llamar— pero esas son cuestiones muy privadas. No se pueden ‘hacer’, simplemente son. Es como querer hacer cosas ‘hermosas’ así nada más. Es imposible. Sin embargo, la belleza siempre está aquí, es ahora, al igual que los derechos humanos”. Kapoor está más allá de los estereotipos, quizá porque está acostumbrado a ellos. Sabe que por ser indio su obra puede leerse desde la espiritualidad, y lo es, pero no se limita a esa lectura. Su trabajo es antes una búsqueda de significados. Este pensamiento queda claro al contemplar Arqueología: Biología, una herida roja en la pared, su belleza está aquí y nos ancla al hoy; mientras que Mi patria roja nos provoca a través de sus materiales y de la intensidad del color, nos incita a descubrir un cúmulo de significados, algunos de ellos políticos, sí, como también estéticos, filosóficos y espirituales. Lo importante de la obra es la obra. “La única responsabilidad del artista debe ser crear una buena pieza. Un buen trabajo”. Lo que suceda después es otra historia. “Hay muchas buenas piezas mal recibidas y muchas malas bien aceptadas”. Tampoco se trata de colocar piezas atractivas y ya; por ejemplo, Curva C es llamativa y plantea relaciones simbólicas, como la escala entre el cuerpo y el objeto, y la experiencia física de lo material, “que es irremplazable, porque nosotros al fin y al cabo somos materia”, dice Kapoor. Pero más allá de los significados y las calidades hay un mercado. “El mercado del arte es muy complicado, por una parte nos permite a artistas como yo hacer lo que hacemos, pero en otro nivel representa el trabajo de una manera reducida. Mis piezas de espejos se venden muy bien. Sin embargo, nunca he vendido una pieza de resina, o una y eso apenas... Al mercado le gusta cierto tipo de obra. La pregunta no es cómo combatirlo sino cómo seguir desarrollándote. ¿El que se venda mucho un tipo de obra la disminuye o la engrandece? Es una pregunta muy difícil de contestar para uno mismo. No tengo respuestas, pero eso no significa que no debamos cuestionarnos, no podemos pretender que no nos afecta. Es parte del extraño mundo contemporáneo que le ha otorgado tanto valor al objeto”. Quizá por ello a Kapoor le interesa trabajar con la idea del no objeto, como en Gu Gu Ma, la cual podría ser simplemente todo lo que no es, eso que nos cuesta trabajo ver pero que ahí está con formas grotescas provocándonos, cercándonos; tal vez es el exceso en el que vivimos, el excedente que nos rodea y que nos angustia, contrariamente a Al borde del mundo II que nos jala hacia el silencio y nos reconforta. Arqueología: Biología de Anish Kapoor es, ya está muy dicho, una exposición que se debe ver. Romperá récords de asistencia, será la más selfieada del año. Sí, y sin embargo sus piezas son revolucionarias, se revelan a esa dictadura del mercado que las abraza, porque son honestas, son lo que son: objetos–no objetos que nos confrontan, que hacen vernos aunque no haya reflejo, que nos integran y nos convierten en intersticio. El trabajo de este artista indio nos seduce porque es resultado de la práctica de la inteligencia, del cuestionamiento. A través de esta muestra logramos entender a Kapoor como el artista de estudio —de conocimiento— que es, ese que investiga lo posible, lo imposible y muchas cosas que son más importantes que el éxito. L Gu Gu Ma (detalle)
LABERINTO
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ESPECIAL
Borges sigue vivo El 14 de junio se cumplen 30 años de la muerte de quien, contra todo pronóstico, sostuvo que leer es una actividad “más resignada, más civil, más intelectual” que la escritura. ¿A dónde ha ido a parar su legado? Este ensayo ofrece no solo una nueva geografía sino un directorio que atiende a la tradición y a la vez sigue nuevos derroteros ENSAYO SANTIAGO GAMBOA
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n uno de sus extraordinarios ensayos, Juan Goytisolo afirma que la renovación de la literatura en lengua española en el siglo XX provino de dos hechos fundamentales que no se dieron en España sino en América Latina: la relectura que Jorge Luis Borges hizo de la obra de Cervantes, y la que José Lezama Lima hizo de Góngora. A partir de ahí, dice Goytisolo, la escritura en español recuperó su condición universal, enriquecida por una cantera de la que formaron parte autores como Octavio Paz, García Márquez, Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Fuentes, Cortázar y tantos otros. Con ellos el castellano volvió a ser el vehículo de una gran literatura que rompió los confi nes de su propia geografía y se difuminó por todo el mundo, en una especie de segundo Siglo de Oro. Esto quiere decir que en el principio estuvo Borges. En el principio, en el medio y en el final, pues si hay un autor latinoamericano del siglo XX que pertenece al canon de las letras universales es él. Esto podemos decirlo hoy, 30 años después de su muerte, cuando la literatura en lengua española ha recorrido otros caminos y cuando el paso del tiempo, que en el fondo es el gran tema del arte, nos va revelando la materia esencial de la que están hechas ciertas obras. Pero vamos por partes. ¿Cuál fue la gran revolución de Borges? William
Ospina afirma que la cultura en la que vivimos no sería concebible sin él, pues de algún modo “trajo a América Latina todas las cosas del mundo”. Dicho de otro modo, la obra de Borges familiarizó a sus lectores con contenidos que provenían de culturas lejanas, en la geografía y en la Historia, sin necesidad de que todo eso pasara antes por España o cualquier otro de los centros culturales de los que América Latina era subsidiaria, pues él, con su inmensa curiosidad, fue directamente a las Eddas escandinavas, a Swedenborg y a los místicos en lenguas originales, a Dante y a la Biblia y a Platón, por poner solo unos pocos ejemplos, y lo procesó todo a través de sus obras, y por eso al leerlas uno tiene la sensación de estar en contacto directo con un legado que, de otro modo, habría tardado tal vez siglos en llegar por la vía de los tradicionales intermediarios. Esto indica que Borges, al escribir, fue también un gran divulgador de ideas y estéticas que, sin él, habrían sido sencillamente inalcanzables. Es notable también el modo en que Borges, tal vez de forma involuntaria, encarnó una de las grandes señas de identidad de América Latina, que es el espacio de la frontera, ese lugar en donde todo tiene cabida porque todo se mezcla: la gran cultura de Occidente y de Oriente con la tradición criolla, las filosofías helénicas, las gestas épicas, la mística monoteísta del Mediterráneo con el austero fragor de las tradiciones de la pampa, Aberdeen y Stratford con Buenos Aires y el sur, “que guarda un puñal y una guitarra”. La periferia cultural que era América Latina vista
desde Europa acaba transformada en El Aleph, ese gran “centro que está en todas partes” y que es la verdadera metáfora del Nuevo Mundo. De algún modo, Borges dejó sentada una verdad que tanto Lezama Lima, en Cuba, como Octavio Paz y Carlos Fuentes en el extremo norte de América profesaron: se es latinoamericano a condición de incorporarlo todo. La cultura del mundo nos pertenece porque ninguna tradición nos limita. Tal vez la gran influencia de Borges consistió en subrayar el hecho de que la cultura humana, toda, es una larga tradición que nos precede en muchas lenguas y que se ha escenificado en variados géneros, pero que a todos nos pertenece por igual y por eso debemos aspirar no solo a incorporarla a nuestra vida sino además a continuarla. Y algo más, que está en Borges de un modo visceral: la alegría del conocimiento, el buen humor de la cultura. Borges, ciego, levanta la cara y esboza una sonrisa. Su amor por una frase, por un titubeo de Platón o Schopenhauer, provoca un resplandor en su rostro. Cuando habla de Dante y se fija en detalles increíbles, cuando nos sugiere que Platón fue el primer novelista al decir “Platón, creo, no estaba allí” en “La muerte de Sócrates”, o cuando le avergüenza que en alemán la palabra “luna” sea masculina. La cultura universal hará más intensa y feliz nuestra vida, pero esa cultura no es una agencia de pompas fúnebres, sino algo jubiloso. Su admirado Nietzsche lo esbozó en La gaya ciencia. El saber no está desligado de la sonrisa y esto Borges lo desarrolló en otro arte en el
que fue genial: el de la conversación. Su repentismo, su ironía, su capacidad de síntesis, su humor negro y a veces su lúcida picardía, como cuando dijo que Lorca era “un andaluz profesional”, o que Cien años de soledad estaba muy bien pero que podría haberse quedado en cincuenta. Borges nos enseñó que vivir entre libros es uno de los muchos modos de ser feliz. “Que otros se jacten de las páginas que han escrito. Yo me enorgullezco de las que he leído”, dijo. Pero si vemos su escritura, esa alegría de la cultura infinita está unida a un extraordinario rigor y a cierta prosodia, a una idea casi mística de que hay palabras que se buscan y desean estar juntas, y otras que se repelen. Porque Borges enseñó que un texto es un espacio de austeridad en el que solo sobrevive la palabra necesaria, y así es su escritura: desnuda de elementos hipnóticos, implacable, sorpresiva en su sencillez. ◆◆◆ Tal vez por eso, la obra de Borges no solo permanece intacta, sino que crece y revive en los nuevos lectores. Esto a diferencia de algunos de sus contemporáneos argentinos, como Ernesto Sabato o el propio Cortázar, que comienzan a ser golpeados por las nuevas generaciones y sus incómodas preguntas, que reconocen en los libros de Sabato la voz de un moralista algo cascarrabias que no siempre les agrada, y con Cortázar surgen dudas: ¿por qué los hombres de Rayuela se burlan de la poca cultura de la Maga, pero todos quieren acostarse con ella? Son las vacilaciones de los jóvenes lectores del siglo XXI.
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Borges, en cambio, sigue siendo un referente porque la cultura latinoamericana de hoy —como dijo William Ospina— es en gran parte una creación suya. Una de sus herencias para las nuevas generaciones es el derecho a apropiarse de cualquier tradición, no solo de la propia y nacional. Como si Borges hubiera puesto un visado en los pasaportes de sus discípulos que les permitiría, a partir de él, visitar literariamente todos los mundos. Los mismos que él incorporó a nuestra cultura. Esto es algo que está en el ADN de la que podríamos llamar Generación de los Noventa, con autores como los de la antología McOndo, publicada en 1996, o los mexicanos del Crack, de ese mismo año. Borges hizo ver que no era obligatorio ser mexicano ni colombiano en cada libro, y así novelistas como Jorge Volpi, Alberto Fuguet o Ignacio Padilla se sintieron libres de escribir ficciones situadas en otras geografías y tradiciones, con personajes de otros mundos. “Olvidadizo de que ya lo era —dijo Borges, refiriéndose a su primer libro, Fervor de Buenos Aires— me impuse la obligación de ser argentino”. Estas palabras y su verdadero sentido fueron escuchadas por sus discípulos. Luego, un autor como Rodrigo Fresán decidió centrar su escritura en la reflexión sobre la propia escritura. Haber leído a Borges se transformó, de repente, en el convencimiento de que todo era posible y que nadie estaba obligado a escribir de un modo y no de otro. Ahora bien, quien desea seguir en la estela de Borges debe contar con un gran talento y una extraordinaria originalidad, pues es muy fácil caer en lo que podemos denominar “escritura borgiana”, que en su versión más banal consiste en el uso indiscriminado de ciertos verbos, como “fatigar” de forma transitiva (“fatigó los oscuros corredores”) o de ciertas frases iniciales al estilo de “Antiguas leyendas permiten afirmar”... La prosa de Borges, como la de García Márquez o la de Cortázar, tiene un fuerte acento en lo formal que delata a cualquiera que desee cobijarse bajo su sombra. Quienes hemos sido jurados de premios literarios a obras no publicadas sabemos que hay un verdadero ejército de escritores borgianos que se quedaron atrapados en su prosa (igual que hay garciamarquitos y cortazaritos, y más recientemente bolañitos). No son los únicos casos y por supuesto hay verdaderos escritores, algunos muy grandes, que lograron entrar en su tradición sin transformarse en copistas. Autores que partieron de Borges para ir hacia fronteras literarias más lejanas. Veamos algunos casos. Uno de ellos fue Roberto Bolaño. Su primer libro publicado, La literatura nazi en América (1993), es una clarísima relectura de Historia universal de la infamia, de Borges, que a su vez se basa en las Vidas imaginarias, de Marcel Schwob. Bolaño, como Borges, estructura el libro en una serie de biografías apócrifas, en su caso de escritores latinoamericanos de ideología nazi, lo que le permite crear una suerte de “Bestiario latinoamericano” y a la vez hablar de los problemas del continente, tal como hace Borges, solo que con un pasado más remoto, pero ambos configuran la idea de que este continente, en su extraordinaria historia, también puede ser el nido de las más pavorosas serpientes. Para Bolaño, Borges fue el centro del canon literario y, a su vez, las nuevas generaciones consideran a Bolaño el eje insoslayable de una temática posterior al Boom que expresa la desesperanza de la juventud y su deseo suicida de continuar creyendo y apostando por la poesía. Pero Bolaño, que fustigó a los autores del Boom en sus textos, jamás tuvo una palabra que no fuera de admiración hacia Borges, al cual idolatraba y a quien, de algún modo, prolonga y enriquece en sus libros. En la literatura argentina, César Aira es probablemente el autor que más sigue una senda borgiana. En su libro Ema, la cautiva, por ejemplo, el segundo capítulo comienza
sábado 11 de junio de 2016
Antología personal HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA
En el prólogo a estos “ejercicios de prosa narrativa”, como escribió en 1935, Borges hace de la modestia una de las encarnaciones más tramposas de la inmodestia. Afirma que derivan quizá de sus relecturas de Stevenson, Chesterton y aún del cine. No afirma, porque hacerlo habría significado faltar a la modestia, que se deben a su deseo de reponer a Marcel Schwob, lector de Stevenson y autor de Vidas imaginarias.
FICCIONES
Estas ocho piezas fueron suficientes para que Borges impusiera una costumbre que se ha extendido como el culto a los futbolistas argentinos: la de reconocer que no existe un solo estilo sino muchos que cobran forma y consistencia en los libros que hubiéramos querido escribir aunque terminaran por pertenecer a nombres ajenos.
SIETE NOCHES
Dictadas en el teatro Coliseo de Buenos Aires en 1977, estas conferencias harían pensar en un Borges oral que por momentos se impone a ese otro Borges, el que escribía y paseaba por los parques. Son, quizá, la prueba anticientífica de una versión alterna del aserto de Erwin Schrödinger que sostendría que Borges podía estar en sus cuentos, ensayos y poemas, y al mismo tiempo sentarse a la mesa con Bioy Casares.
EL LIBRO DE ARENA
Una ideología tiende a engrandecer a quienes se adhieren a ella. Borges no deja nunca de recordar nuestra pequeñez, la misma de un grano de arena.
BORGES INÉDITO
Hay un Borges que no pertenece a la página sino a la leyenda, sentado frente a un auditorio rebosante de especialistas en Shakespeare, quien, dicen, dictó una conferencia con voz apenas audible y en la que solo alcanzaba a distinguirse esta salmodia: “Shakespeare, Shakespeare, Shakespeare…”.
R. P.
DE PORTADA
así: “Tan invariable era la configuración de la pampa que en el curso de toda la mañana solo tuvieron que desviarse unos cien metros”. Ahí se ve la temperatura de Borges, su lenguaje sencillo y conciso, pero puesto al servicio de algo más. Aira tiene su propio mundo, y en él está sobre todo esa profunda libertad que Borges promulgó y obtuvo para la escritura. Y algo más: la brevedad. Las novelas de Aira, ninguna de más de 150 páginas —aunque dependiendo del tipo de letra—, parecen sentir la nostalgia del cuento; y a cambio son precisas, rigurosas e implacables, otro rasgo en el que podemos reconocer la huella de Borges. Uno de los autores colombianos de más éxito en el mundo, Héctor Abad Faciolince, tituló el libro en el que narra el asesinato de su padre con un verso de Borges: El olvido que seremos (“Ya somos el olvido que seremos”) pues el día en que lo mataron, el doctor Héctor Abad Gómez llevaba ese poema en el bolsillo, copiado a mano, para leerlo en el funeral de un sindicalista que había sido asesinado el día anterior. A raíz de este episodio, Héctor Abad Faciolince buscó el original del poema y no lo encontró en las obras completas, lo que dio pie a una intensa búsqueda bibliófila que lo llevó a escribir un segundo texto llamado Un poema en el bolsillo. De algún modo, la obra de Borges gravita en torno a la de Abad Faciolince, aunque de un modo trágico, pero es que en el fondo cada escritor, sea de la generación que sea, lleva a su propio Borges consigo. Esto se ve también en William Ospina, que al igual que Borges ha ido creando una obra conformada por poesía y ensayos de factura muy literaria. Autores más jóvenes como Andrés Neuman o Juan Gabriel Vásquez también habitan un ecosistema en el que Borges está presente a través de sus variadas metamorfosis: el interés por ocupar literariamente los resquicios o las zonas de penumbra de la Historia, el interés por incorporar la literatura y en general la cultura como parte esencial de la novela, el rigor del lenguaje y sobre todo la mezcla de géneros, esa voluntaria supresión de las fronteras literarias que permite transformar en cuento fantástico lo que empezó siendo un ensayo, o viceversa. Es cierto que todos estos aspectos pertenecen no solo a la obra de Borges, sino también a la de muchos otros autores, pero al estar en sus libros pareciera que influyen más y que repercuten con mayor fuerza en la escritura de las generaciones que lo sucedieron en estos 30 años, y por eso su imagen de autor totalizador, que no solo dejó una obra magistral sino que además abrió todos los caminos, es la que seguimos viendo hoy, al recordar ese 14 de junio de 1986 en el que su escritura se detuvo, dando inicio a una nueva serie de infinitas e inagotables lecturas. L
ESPECIAL
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LABERINTO
sobre la enfermedad, sobre la muerte? Sí, pero de otra forma: de la sociedad como cuerpo, de nosotros como enfermedad, de la propia experiencia y de la dimensión que le dio conocer su propio cuerpo enfermo. A través de un mapa del cuerpo, Sergio Loo realiza una radiografía propia pero al mismo tiempo de nosotros mismos. Se trata del enfrentamiento al dolor y el encuentro del pensamiento, y la conciencia de la existencia. Una reflexión profunda que se descubre bajo la lectura de una obra contundente. En las páginas de Operación al cuerpo enfermo un narrador —él— nos sumerge en el duro proceso que enfrenta contra el cáncer y que de forma autobiográfica comienza por invadirlo en una pierna. Las visitas al hospital y el choque con una realidad nueva: la de los médicos, la familia cercana, la memoria, las relaciones humanas y la sexualidad. A través del reconocimiento de su cuerpo, de la memoria misma, presenta a dos extraños personajes que podrían parecer él mismo. En un exquisito juego de las estructuras, que es precisamente un reflejo del pensamiento, y forma característica de su estilo, Loo nos adentra en las profundidades de los personajes: el enfermo, una mujer y un hombre, que de varias formas, y cada vez más, están relacionados entre sí. No es una lectura fácil, pues a detalle se revela la representación metafórica de cada uno de ellos, y mientras se avanza uno se pregunta sobre qué son estos personajes. A peligro de que en una próxima lectura encuentre otro significado, esta vez se me revelaron así: él, en representación del ser, del enfermo; Cecilia, como el tumor —haciéndonos recordar que somos potencialmente células dañinas: “entonces esta ya no es la historia de Cecilia, sino la historia sobre los juicios sobre Cecilia”—, y Pedro, como el cuerpo, que es imposible dejar a un lado, que parece imposible conocer hasta que el dolor nos hace conscientes de él. Sergio Loo buscaba explorar la representación de las formas, de la estética. Como lector me habló de su gusto por José Juan Tablada, por obras que experimentaban con la palabra, con el lenguaje,
con las posibilidades del espacio. Así, pues, por medio del descubrimiento de sí mismo, a través de un acercamiento a la conciencia de la exploración personal, encontró las vías para fundir sus obsesiones, para escribir sobre la imperfección, sobre la deformación, sobre la búsqueda de la aceptación. “La historia de Pedro es la historia de la gente contra el cuerpo de Pedro”. Operación al cuerpo enfermo es, posiblemente, la historia sobre el peso de los juicios a uno mismo, los juicios de la sociedad, y la no pertenencia. Todos estamos deformes. Aquí él —en la enfermedad: “Tengo la carne abierta. Soy carne abierta”—; aquí Cecilia, que ha intervenido su cuerpo, que se ha arriesgado a ser diferente: “Por eso Cecilia ha deformado su cuerpo, para que los objetos no se le metan, para que no se le injerten con sus reglas y sus contextos fastidiosos”. Aquí Pedro, que ha nacido distinto, que no encaja con los patrones, con la estética, con lo correcto: “El cuerpo de Pedro es una historia antropométrica. Su belleza no reside en los elementos, sino en la armoniosa proporción que mantiene un dedo con otro dedo con otro dedo con otro dedo con otro dedo con otro dedo hasta formar la mano y la otra mano y la otra mano”. A través del juego de palabras, como si él mismo fuera el cirujano del cuerpo del lenguaje, Sergio Loo cuestiona el significado de estar sano (socialmente), de la muerte (social), de la salud y del dolor (personal y social). ¿Será el dolor la respuesta a un intento de ruptura del orden? ¿Será la enfermedad la única forma de revelarse?: “Has deformado irremediablemente tu cuerpo para estar en contra de las cosas”. Y fi nalmente cuestiona el miedo. ¿Será el miedo el camino a la aceptación de nosotros mismos? ¿Quiénes somos capaces de sortear esa barrera? Sergio Loo no da respuestas. Pone las piezas para que nosotros mismos les demos forma a nuestros demonios. Así, Operación al cuerpo enfermo no es un libro sobre la muerte (o no del todo); es un libro sobre la vida y la estética y las formas. Es un libro crudo, cínico, honesto, contundente y mordaz; un libro de ruptura, de estética en la deformación, de riesgo donde se juega con la palabra, con el lector, con el vacío, con la estructura, con sus propias formas, con el dolor, con el miedo y con nuestros prejuicios. L
Pastiche distópico
El sistema de Menéndez Salmón cumple a cabalidad con los requisitos de la distopía literaria: presenta una sociedad de ilusoria perfección, la isla Realidad, inmersa en una posthistoria donde un cerebro cibernético, el Dado, rige la conducta de los Propios, borregos sometidos al pensamiento único y a una especie de neohabla reductora (el Ingsoc de Orwell) cuyo máximo temor son los Ajenos, los famosos mefi de la novela de Zamiatin, los rebeldes que han quedado marginados de las bondades del régimen y que reaparecerán bajo otros nombres en todas las distopías. Realidad se enmarca en una geopolítica de naciones–archipiélago tras la guerra que destruyó la Historia Moderna, y representa en última instancia el sueño colectivo de la perfección científica y tecnológica a costa de la libertad individual. El Narrador trabaja en la Estación 16 (sospechosa similitud con el Distrito 12 de Katniss Everdeen de Los juegos del hambre) vigilando que los bárbaros no lleguen por mar, pero empieza a dudar. Es reprimido y reconducido por la buena senda. Finalmente se une a los Ajenos, donde descubre una comunidad seudoarcádica y los valores de un antropologismo entre esotérico y filosófico por momentos rayanos en una ciencia ficción de autoayuda. No se puede afirmar que El sistema esté mal escrito. De hecho, hay pasajes de prosa brillante. Pero no deja de ser un pastiche. Quizá a los miembros del jurado, entre quienes se encuentran Pere Gimferrer y José Manuel Caballero Bonald, les haría bien ir más al cine, o volver a los grandes maestros de la distopía literaria. L
Sortear el miedo RESEÑA JONATHAN MINILA
S
ergio Loo falleció el 28 de enero de 2014 a la edad de 31 años. En vida publicó cuatro libros: tres de poesía —Claveles automáticos (Harakiri, 2006), Tus brazos labios por mi boca rodando (FETA, 2007) y Guía Roji (Ivec, 2012)— y una novela —House, retratos desarmables (Ediciones B, 2011)—. En 2013 ganó la primera convocatoria para publicación de novela de la Editorial Moho con Pesadilla en la Narvarte del infierno, aunque hasta el momento no ha sido publicada. Después de su muerte, en 2014, la Universidad Autónoma de Nuevo León publicó Postales desde mi cabeza, y a fi nales de 2015 Ediciones Acapulco publicó el que quizá sea —hasta ahora— su libro más intenso y experimental: Operación al cuerpo enfermo. Hice mi primera lectura de este último en 2014, a los pocos meses de la muerte de Sergio Loo. No fue fácil. Las referencias sobre el dolor y la enfermedad que se hacen en Operación al cuerpo enfermo, que es al mismo tiempo una extensa obra poética y una novela, no me dejaban dar distancia a su imagen. Lo creía vivo, a la mano. Se interponía una conversación truncada, que sin saberlo se retomaría justo en esas páginas. Hice recientemente la segunda lectura y hasta entonces entendí que es un libro donde Sergio Loo nos habla desde los espacios vacíos. La experiencia fue otra. ¿Entonces no habla
RESEÑA ADRIÁN CURIEL RIVERA
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l sello literario Seix Barral, hoy bajo la férula editorial de Planeta, alguna vez representó una ventana abierta a lo más vanguardista de la narrativa occidental. La reciente concesión del Premio Biblioteca Breve 2016 a un bastante desconocido novelista español, Ricardo Menéndez Salmón, por una fábula de ciencia ficción que vuelve a incurrir en la distopía política, llama la atención al menos por dos aspectos. ¿Qué ha sido de ese famoso reconocimiento que catapultaría a la fama a Vargas Llosa en 1962? Un galardón que, desde que se instauró en 1958, solo cuatro mexicanos han podido ganar y que en sus cinco últimas ediciones han obtenido escritores ibéricos. ¿Por qué, otra vez, una distopía, un género o subgénero —según los gustos— al que Seix casi nunca ha acogido en su catálogo? La historia de la literatura utópica, como ha demostrado Raymond Trousson, parece inherente a la propia evolución de las sociedades, y aunque sus orígenes se atribuyan a la República de Platón, y su forma moderna al tratado renacentista de Tomás Moro, esa fan-
tasía colectiva del no lugar donde es posible la redención humana, la cueva salvadora en medio de la tormenta de la historia, ha pervivido en todas las épocas. La distopía, por su parte, se presenta siempre como una utopía aparente, pues precisa de las propiedades básicas de la utopía (urbanismo geométrico, erradicación de la enfermedad, permisividad religiosa y sexual, desarrollo científico y tecnológico) para trastocar el optimismo antropocéntrico en la pesadilla de una realidad siniestra que se ha materializado o está por concretarse. La gran tradición distópica del siglo XX se inaugura con Nosotros de Evgueni Zamiatin, una novela a la que 1984 de Orwell adeuda en más de un sentido. Le seguirán Huxley, el propio Orwell, Bradbury, Clarke, Dick y, en el cine, una amplísima filmografía que incluye tanto distopías en estricto sentido (Farenheit 451, Blade Runner, Children of Men) como otras modalidades de la sci–fi de sesgo distópico: Space–Operas, ciberpunk, ucronías, tramas apocalípticas. A últimas fechas, en el mundo del cinematógrafo se ha hecho evidente el resurgir de la fiebre distópica a través de sagas juveniles como Los juegos del hambre, Maze Runner o Divergente.
MILENIO
BREVE TIEMPO DEL IMPOSIBLE JOAQUÍN–ARMANDO CHACÓN Cal y arena México, 2016 219 pp. Así presenta el propio autor los nueve relatos de su libro: “Muchos de mis personajes de estos cuentos han sido sorprendidos por el acercamiento de un demonio personal. Y mientras algunos intentan defenderse, otros lo admiten con plena satisfacción, pero en ambos casos la huella de su marca permanecerá indisoluble. […] Estas narraciones tienen como columna vertebral la sexualidad, motor indiscutible de toda existencia, pero aquí manifestada desde variados enfoques: la ensoñación, la venganza, el miedo, la posesión, la culpa, la nostalgia, la soledad y el recuerdo”. NAT TATE (1928–1960) WILLIAM BOYD Malpaso España, 2014 89 pp.
El enigma de un artista americano es el subtítulo de esta suerte de novela o de crónica o memoria inventada sobre el pintor abstracto, alcohólico y desventurado, que se arrojó a las heladas aguas del río Hudson neoyorquino en enero de 1960 y cuyo cadáver nunca apareció. De Nat Tate solo quedaron algunos restos de su trabajo (dieciocho obras para ser exactos) porque lo demás lo destruyó antes de morir. De esto y otras cosas habrían de hablar personajes como David Bowie, Gore Vidal, John Richardson y el propio William Boyd en la fiesta que Jeff Koons organizó en homenaje al ido Nat Tate. SIETE BREVES LECCIONES DE FÍSICA CARLO ROVELLI Anagrama México, 2016 97 pp. No solo breves, brevísimas y sencillas son estas siete lecciones en las que el teórico italiano lleva a cabo un recorrido por los tópicos más importantes de la física en los últimos cien años. La teoría de la relatividad de Einstein, la mecánica cuántica, la arquitectura del universo, las partículas elementales, la gravedad cuántica, los agujeros negros, el tiempo y su naturaleza, y el sitio que ocupamos en el infinito, son los hilos conductores de cada texto que compone esta suerte de best seller en Italia y que ya se comienza a traducir a más de veinte idiomas.
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F U EG O
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L E N TO ×
Monterrey en carne viva ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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al haría el lector en creer que tiene entre manos un thriller policiaco. Es cierto, la trama cobra impulso a partir del asesinato de una adolescente china —su cuerpo consignó sesenta puñaladas— y toma aún más fuerza luego de que la policía descree de la confesión del presunto asesino, un joven feo y pobretón que a cada interrogatorio siembra cada vez más mentiras y dudas. Es cierto también que desfi la una corte variopinta de abogados, agentes ministeriales e investigadores y que muy pronto testificamos los turbios modos empleados para torcer la ley. Y no se trata de un thriller porque Hugo Valdés tiene un propósito superior en mente: pintar un fresco de Monterrey a fi nes de la década de 1930, con las herramientas y el oficio de un arqueólogo. Mientras va tomando consistencia la sospecha de que Paulina Lee fue víctima de una venganza entre miembros de la comunidad china, Valdés dibuja un mapa en carne viva de la ciudad. No parece movido por la nostalgia sino por el deseo de sentir el pulso de una sociedad enferma de xenofobia y a la vez transformada en modelo de progreso económico. El dinero corre hacia los más audaces pero los crímenes de odio son un espectáculo que compite con el cine, y esos crímenes parecen más atroces cuando se cometen contra los comerciantes prósperos de la comunidad china. Monterrey se impone así como escenario privilegiado de la nota roja que ofrece además grandes oportunidades para el paludismo, las inundaciones, la proliferación de limosneros y prostitutas.
La ciudad se desvela ante nosotros a través de las acciones de casi una docena de personajes, de manera que se presenta múltiple y nunca igual a sí misma. Lleva consigo la frustración de Cesáreo Hernández —el presunto asesino—, el indómito despertar sexual de Paulina Lee, el encono racial de un reportero de pocas luces, la rabia del abogado defensor, la desgana de una hermana condenada a un matrimonio por conveniencia, las ambiciones religiosas de una taumaturga caída en desgracia… Hay un Monterrey que se ahoga con su propio vómito y otro que hace lo impensable para disfrutar de un cielo espléndido, y hay infinidad de puntos ciegos que solo alcanzamos a imaginar. Si un reproche merece El asesinato de Paulina Lee es el estilo que por momentos suena proveniente de un expediente judicial. Leemos “Cesáreo había admitido ser el asesino de Paulina Lee alegando como motivación que le disgustó que la cortejaran otros jóvenes” y nos armamos estoicamente de paciencia. Es un reproche menor, sobre todo cuando terminamos por reconocer el mérito mayúsculo de Hugo Valdés: a la tentación de asumir la postura del anticuario antepuso la desmesura del novelista. L
CINE
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LABERINTO
ESPECIAL
Matías Meyer
“Me gusta decir las cosas de frente” Basada en un cuento de Le Clézio, Yo toca las relaciones entre niños y adultos y sus perspectivas de mirar la realidad HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
ENTREVISTA
Y
o (Raúl Silva) es un hombre joven y fuerte pero con habilidades mentales limitadas. Dice tener quince años aunque parece tener bastantes más. Vive y trabaja en el restaurante de su mamá, a un costado de la autopista. Un día conoce a Elena, una niña de once años que cambiará su vida para siempre. Inspirado en un cuento de Jean–Marie Gustave Le Clézio, Matías Meyer filmó Yo, cinta que llega a las salas precedida por el reconocimiento al Mejor Largometraje Mexicano en el Festival Internacional de Cine de Morelia. ¿Por qué decidió hacer una versión del cuento Yo de Le Clézio?
Le Clézio es un gran creador de personajes. Le interesan las relaciones de los niños con los adultos. En una ocasión me contó que la inspiración del cuento le vino después de ver a un chico que intentaba unir la cabeza con el cuerpo de un pollo. Esa fue la imagen fundadora del relato. Aunque no necesariamente fue respetuoso del relato.
Desde el principio busqué crear mi propia estructura. En un encuentro con Le Clézio, él mismo me pidió que no lo respetara, que hiciera mi versión porque de lo contrario no iba a funcionar. Ya lo tenía claro, pero tengo que reconocer que contar con su autorización me dio más libertad. Cuando adaptas una obra literaria al cine, la mano del director se nota en la realización y la puesta en escena.
El protagonista se mueve en una dualidad constante: inocencia y perversión.
Quería destantear e intrigar al espectador. Es una historia agridulce en tanto que el personaje es tierno y peligroso al mismo tiempo. Por momentos parece un monstruo bueno aunque al final termina con una tragedia. ¿A la hora de construir al personaje tuvo como referencia Frankenstein de Mary Shelley?
En principio no, conozco el libro pero no lo tenía presente. Tomé más conciencia de las similitudes cuando el protagonista, Raúl Silva, me lo hizo notar. Para mí tiene más referencias de Hombres y ratones de John Steinbeck. Creo que es la primera vez que trabaja con tantos personajes femeninos.
Las mujeres representan el deseo y son quienes motivan que se mueva el personaje. Me pareció interesante trabajar con ellas porque además son figuras arquetípicas: la niña, la mamá, la prostituta, una transexual, Luisa, con quien se identifica más, precisamente porque en ella se funden todas las demás. ¿Le fue fácil meterse en la psique femenina?
No sé si me metí en la psique femenina. Cuando uno dirige, al menos en mi caso, las cosas son corporales y mecánicas. Mi metodología para dirigir a los actores se basa en la particularidad. Cada personaje me pide una técnica distinta.
HOMBRE DE CELULOIDE
Sigue fiel a situar sus historias en el campo. ¿Por qué se resiste a las ciudades?
La naturaleza nos trae mucha paz. Cuando estoy en la naturaleza me relajo. Me gusta el sonido y la imagen; en las ciudades siempre hay un bombardeo visual y sonoro. No obstante, creo que esto podría cambiar en el futuro. No me gusta pensar en que tengo un estilo rígido. Aunque la cámara fija es otra de sus improntas.
La fotografía tiene más relación con mi forma de ser. Me gusta encuadrar cuerpos completos porque soy muy frontal y me gusta decir las cosas de frente. Es curioso porque mucha gente me habla de los planos fijos y yo siento que ahora abusé del movimiento. Hay travellings pero no cámara en mano porque creo que es un recurso que funciona en documentales pero no en películas más narrativas. En cierta forma, la cámara fija es más pura y perfecta. Kubrick la usaba mucho. Trabajar con actores no profesionales también es parte de su sello.
Sí, pero esto lo cambiaré para mi próxima película porque hay muchos diálogos y emociones. Ambas opciones me gustan. Una ventaja de trabajar con un actor no profesional es que te permite ser más fiel al personaje, porque necesariamente tiene que encontrar a alguien con vivencias parecidas. En Yo, por ejemplo, si Raúl Silva lo hace tan bien es porque conectó perfectamente con la historia. L FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
La bestia y la espada
D
emasiado niño para controlar a su bestia interior, Kyuta acaba de perder a su mamá. De su papá no sabe mucho. Es una foto en el álbum familiar. Como sucede en el cine fantástico japonés, en cinco minutos todo cambia. Kyuta escapa de la familia que quiere adoptarlo, lo persigue la policía, se mete en un callejón y aparece en un universo de bestias parlantes. En este lugar, entre la vigilia y el sueño, Kyuta se encuentra con una bestia que quiere volverse campeón de kendo y, como es evidente por el título, la bestia simplemente lo adopta. El niño y la bestia es la última película de Mamoru Hosoda, maestro de la animación japonesa. Hosoda está a la altura de Isao Takahata, Katsuhiro Otomo o Hayao Miyazaki. Como en todos estos maestros del cine japonés, esta película trasciende la noción de que el anime es “cine para niños” y demuestra que es un estilo que puede ser disfrutado por todos, incluido, claro, el público infantil. Es cierto que hay cierta inocencia en el héroe, en sus afectos y en la moraleja, pero el todo resulta muy atractivo para cualquier
persona sensible a la poesía como la entienden en Japón. Que la animación es un recurso estético lo demuestran los movimientos de una cámara que evidentemente solo lo es en apariencia. El niño y la bestia además está llena de cambios en las texturas, hay también variaciones en los puntos de vista y el director se detiene curioso en los detalles, como sabe hacerlo el gran cine: el atardecer, una sandía que gotea, las flores en una ciudad en que todo lo otro parece ya muerto. Más que cine para niños, El niño y la bestia es una fantasía propia del país de los once millones de dioses. La película tiene el espíritu de las leyendas del Japón medieval. Como en El viaje de Chihiro, Kyuta se encuentra sin necesidad de explicaciones viviendo en un mundo de seres mitológicos con los que, como todo héroe, se dará cuenta de que el trayecto por alcanzar la perfección en un arte siempre implica el camino interior. Así, la historia del niño y la historia del maestro de kendo que busca un discípulo son la historia de un padre y un hijo suyo que ha llegado al primer momento trascendente de su existencia: la pubertad.
El niño y la bestia (Bakemono no ko). dirección: Mamoru Hosoda. guión: Mamoru Hosoda. con las voces de Bryn Apprill, Kumiko Asô, Morgan Berry, Jessica Cavanagh. Japón, 2015.
El niño y la bestia estuvo nominada en la categoría de mejor película en el Festival de San Sebastián. La belleza de este cine no se limita ni a la historia ni a los movimientos de cámara ni a la enorme cantidad de peripecias que pueblan la obra. Lo en verdad sorprendente en el cine japonés son las alegorías. La rabia de Kyuta al inicio de la película, por ejemplo. El niño y la bestia más que tratarse de un muchacho que encuentra a un monstruo en
una esquina, es la historia de un niño que se encuentra con el monstruo que le vive en el pecho. Es una alegoría similar a la del joven protagonista de Donde viven los monstruos, pero con una imaginación todavía más desbordada. Si algo vale la pena aprender del anime japonés es su capacidad para llevar al héroe de peripecia en peripecia, siempre aprendiendo en un universo tan lleno de metáforas como el Japón medieval. L
MILENIO
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ESCENARIOS
ARTURO LÓPEZ/ SECRETARÍA DE CULTURA
Músculo con alma de actor MERDE!
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
S La obra dirigida por Hugo Arrevillaga se presenta de miércoles a domingo en el Teatro de las Artes del Cenart
La ciudad contra ella misma Las lágrimas de Edipo reinterpreta el destino trágico de los 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa TEATRO
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a muerte de personas jóvenes tiene un eco que no alcanza el silencio. A casi dos años sin respuesta clara sobre la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, los casos sin resolver, a los que cada día se agregan nuevos, levantan más energía, ímpetu y voces en busca de una brizna de consuelo. Wajdi Mouawad encontró durante la visita que hizo a México, en noviembre de 2014, dos meses después de los lamentables hechos ocurridos en Tixtla de Guerrero, un país estremecido que lo impulsó a escribir Las lágrimas de Edipo, obra que dirige Hugo Arrevillaga. El dramaturgo franco–canadiense–libanés, autor de la tetralogía La sangre de las promesas, que incluye Litoral, Incendios, Bosques y Cielos, estrenadas también bajo la dirección de Arrevillaga Serrano, retoma la tragedia de los estudiantes mexicanos desaparecidos, a partir de la muerte de Julio César Mondragón, desollado a los 22 años de edad, y la de Edipo en Colono. El héroe griego se encuentra ciego, al final de su vida, acompañado de su hija–hermana en un teatro abandonado, donde coinciden con un joven llamado Corifeo, que huye la noche del 26 de septiembre de 2014. La obra dolorosamente poética de Mouawad, característica que define sus textos, y la depurada actuación que Arrevillaga genera en sus actores, unen la urgente necesidad de refugio, presente en autor, director, actores y espectadores, ante una guerra que, como dice el texto, libra la ciudad contra ella misma. En Las lágrimas de Edipo, por encima de la certeza de vivir “una vida invertida”, donde los pájaros vuelan hacia atrás, los hijos mueren antes que los padres, y caer o levantarse causa el mismo dolor, hay un llamado a retomar el valor de las palabras, la urgente necesidad de contar historias, de dar testimonio, de acudir a los felices abrazos y paisajes de infancia, por encima de la afonía que padecen los dioses.
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
Edipo se pregunta al interior de las ruinas del teatro donde se encuentra esperando la muerte cómo es que la rabia pudo cegarlo tantas veces, cómo es que el mundo cree ver y no cesa de sacarse los ojos, al tiempo en que advierte sobre el monstruo del odio que se asemeja a la esfinge devoradora en espera de la respuesta precisa. Males frente a los que contar la propia historia es parte del consuelo, en tanto se aprende a nombrar cada muerte y se busca “la paz perdida entre los pliegues de la noche”. Arrevillaga, conocedor de la obra de Mouawad, es su traductor escénico en nuestros escenarios desde donde le ha abierto paso a una dramaturgia insoslayable, para la que ha encontrado un lenguaje sólido y terso. Por lo general, los actores se desenvuelven en distintos planos sobre tablones de madera, iluminados por una luz que puede emerger de los laterales o del suelo, para perfilar el movimiento, la voz, el cuerpo de unos actores que abren el corazón con sus propias manos, se trate de la obra que el director elija. En Las lágrimas de Edipo, traducida y adaptada por Humberto Pérez Mortera, quien ha trabajado y pulido la obra del también autor de Pacamambo, tanto como el propio Arrevillaga Serrano, actúan Vicky Araico, Ulises Martínez y David Illescas, actores que conforman un elenco distinto a los que habían trabajado con este director y que aportan una nueva mirada, otra calidad de movimiento, sobre todo en el caso de la actriz, y un equilibrio entre el aplomo joven y una madurez abierta, un tanto inocente, que refresca la interpretación. Nadie sale indemne del entramado conseguido por la mancuerna Mouawad–Arrevillaga, aunque algo parece diluirse cuando se ha alcanzado el mejor destilado. Quizá sea momento de abrir un distinto camino, de hallar otra estructura escénica, otra estética que evite detenerse en la búsqueda incesante del ser humano por encontrar las respuestas que lo sosieguen y el equilibrio interno que lo contenga. L
e trata de perpetuar lo efímero de la existencia sin un dejo de autocompasión, con la crudeza de la naturaleza, sin artificios. Se trata de apreciar lo indiscreto del arte y desnudar las pasiones de seres perdidos en laberintos de razones y emociones. Se trata de asimilar cómo Tennessee Williams deja constancia en su obra de que la generosidad es el espejo de los extraños donde nos reflejamos, con o sin salvación. Se trata de aventarse al tejado caliente en busca de redención. La vida no se rompe: uno es el que se deshace. La vida no es una caída: es un vértigo donde la huida es el peor camino. La vida es el miedo constante por el que uno se aferra a la vida. Tennessee Williams lo sabe y por eso esculpió en diálogos su experiencia de vida a través de sus personajes teatrales. Obra personal, como toda verdadera obra. Nadie puede reclamarle a Blanche Dubois en Un tranvía llamado deseo que, a punto de caer, la “generosidad de los extraños” acuda a su rescate. O a Maggie en La gata sobre el tejado caliente que, cuando flaquea a punto de perderse, la mentira surge como salvación al vacío para sus objetivos. La realidad es lo que queremos aun a costa de mentirnos, sobre todo cuando la verdad es tan relativa como en el teatro. En 2013 Scarlett Johansson interpretó en Broadway a Maggie en la obra de Williams. Vergüenza, arrepentimiento, desesperación y angustia en un personaje sensual y provocativo. Escribí en aquel año: “es atrozmente hermosa y poderosa actriz, de primera: aun mejor que en el cine. Una voz ronca, firme, ambiciosa, suculenta corporalmente. Pelirroja, de talle fino, con apenas 1.65 máximo de estatura esta mujer es algo más que una beldad de pantalla”. No podemos decir eso de Iliana Fox en la versión dirigida por Enrique Singer en el Foro Chapultepec. Correcta, sí. Coqueta, también. Pero difícilmente cubre el perfil ambivalente de Maggie. Mucho mejor los actores Luis Roberto Guzmán y Rafael Sánchez Navarro. Del primero se puede decir: uno, que encarna la belleza que exige Williams para el personaje de Brick; dos, que el susurro con el que maneja sus parlamentos es el del mejor alcohólico en la escena; y tres, que bien podría encarnar la timidez patológica que padecía Tennessee Williams, el alter ego de ese Brick enamorado de un hombre, Skipper, que se suicida porque no puede soportar la verdad en sociedad. Duro como un hachazo en la nuca. Sánchez Navarro, al contrario de Luis Roberto Guzmán, a grito pelado, formalmente racional, impone sus criterios de vida ante el cáncer que lo llevará a la tumba. La puesta en escena no es lo ideal de Enrique Singer pero está equilibrada por los actores y la escenografía e iluminación de Philippe Amand es tal como la exige el dramaturgo en sus indicaciones. Vayan a verla porque no siempre hay oportunidad de escuchar la poderosa palabra de Tennessee Williams. Eso lo vale todo, junto al músculo —con alma de actor— de Luis Roberto Guzmán. L ESPECIAL
Luis Roberto Guzmán y Rafael Sánchez Navarro
VARIA
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LABERINTO
ESPECIAL
Sobre la libertad TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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n siglos pasados, a muchos pensadores les horrorizaba la idea de que un Estado proporcionara educación para todos. Era la ruta más corta para matar la individualidad. Uno de estos abanderados fue John Stuart Mill. En su ensayo Sobre la libertad, habla de que el Estado debe hacer obligatoria la educación, pero no debe proporcionarla sino por excepción. “Una educación establecida y controlada por el Estado solo debe existir, si acaso ha de existir, como una entre diversos experimentos competitivos, realizada con el propósito de servir de ejemplo y estímulo, para obligar a otros a cierto estándar de excelencia”. El papel del Estado sería ofrecer becas para los pobres. La educación de un niño sería obligación de los padres y el gobierno podría castigar a los padres que no cumplieran. Esto me hace recordar novelas e historietas antiguas en las que la policía arrestaba a chamacos en edad escolar que estuvieran en la calle a la hora de clases; aunque creo que en países como Estados Unidos estas historias no son viejas sino muy contemporáneas, sobre todo si se tiene piel oscura. Supongo que a John Stuart Mill le hubiesen horrorizado los libros de texto gratuitos, los programas uniformizados para todo un país, los sindicatos de maestros. En sus palabras: “Una educación general ofrecida por el Estado es una estratagema para moldear a la gente de modo que sean exactamente iguales unos a otros; y el molde será aquel que convenga a la clase predominante en el gobierno, ya sea un monarca, el clero o una aristocracia”.
Pero las ideas de Mill no triunfaron. Todo lo contrario. Ya no le tememos a la uniformidad; la deseamos, la exigimos. Hoy se reconoce como obligación de cualquier gobierno dar a todos sus ciudadanos la misma educación: las mismas ciencias naturales, la misma formación cívica y ética, la misma historia, el mismo español, la misma geografía, la misma educación artística, con sus asegunes regionales. Todos avanzando al mismo ritmo como niños cantores en la escalera de seis, nueve o doce años. En el mundo de John Stuart Mill, el modelo educativo ideal sería enseñar habilidades de lectura y de escritura, así como proporcionar una adecuada biblioteca y tiempo para pensar. Pero esto requeriría que el alumno tuviese hambre de saber, cosa casi inexistente en el ser humano. Por eso para la mayoría la educación no es un derecho sino una obligación. Los padres le dicen a sus hijos: “Estudia para que no
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te mueras de hambre”, y la escuela se convierte en un proceso para sacar el certificado de primaria, secundaria o preparatoria, y así responder a los llamados de empleo que exigen primaria, secundaria o preparatoria terminada; en vez de decirles: “Estudia para que dejes tu estado simiesco y crezca tu espíritu hasta alcanzar una humanidad que sepa apreciar los clásicos literarios, conozca los secretos del cosmos, establezca un diálogo con los grandes filósofos, sepa lo que es la ética y la tolerancia, pueda expresarse correctamente, tenga ideas propias, conozca el pasado del hombre y encuentre en los libros una fuente de gran satisfacción. Estudia, mijo, pa que seas hombre, pa que seas libre”. Pero no, el mensaje de un padre, dicho en buen español es: “Estudia para ganarte el derecho de que te esclavice un patrón”. Y es que la educación ya no está de moda; por eso pronto también pasará de moda la libertad. L
ADRIANA DÍAZ ENCISO
adianadiazenciso@gmail.com BLAKE SOCIETY
Albion duerme E
n sus Poemas Proféticos, William Blake refirió la batalla psíquica del hombre dividido (su Albion que duerme), en la que el mal no es sino un estado de error en que Albion traiciona, roba, rabia, sufre y vegeta, sin más redención posible que la integración de todas las potencias que lo hacen humano. Al final de los tres años que pasó en Felpham, Blake vivió en carne propia una batalla semejante, cuando fue acusado de sedición por un soldado borracho. Más de 200 años después se libra otra contienda en el cielo de Felpham, justo en la casa que habitó el artista y poeta visionario. Cuando en 2014 unos cuantos miembros de la Blake Society lanzamos la campaña para adquirir la casa de Blake en Felpham y convertirla en un centro de creación para la imaginación disidente, nos animaba el ideal del hombre nuevo que Blake creía era nuestro ser legítimo, personificado en su imagen conocida como Glad Day. El grueso de la campaña lo dirigimos entre el presidente de la Blake Society y yo, entonces la secretaria y, localmente, el grupo The Big Blake Project de Felpham. Era un proyecto noble, digno, y digno de Blake. Lo que siguió fue la furia del “estado de error” desatada: profunda falta de ética dentro de la Blake Society; ocultamiento; la exclusión del proyecto, mediante hostigamiento, de mi persona y del grupo local; la fundación a escondidas de un fideicomiso de solo tres personas, con el mismo presidente de la BS, en lugar del amplio consorcio de individuos e instituciones que habíamos prometido, para administrar la quinta; la negación de que éste había sido un proyecto de la Blake Society y, de hecho, del proyecto original mismo.
Blake's cottage
El caudal de mentiras, encubrimiento y deshonestidad han dado lugar a lo que es, en última instancia, fraude. Hoy mismo se hará una primera visita a la vez pública y subrepticia (a Blake le atraían los contrarios), en todo caso deshonrosa, a la casa abandonada (nadie sabe en qué ha trabajado el nuevo fideicomiso, ni cuáles son sus planes, desde que la adquirió el pasado septiembre), que intentó ampararse en una inexistente transparencia invocando sin permiso el nombre de una asociación local. Esto, en lugar de la celebración que el proyecto y sus donadores merecían. Además de mi indignación y preocupación sobre el futuro de la casa, fundada sobre
tal falta de escrúpulos, mi gran pregunta ha sido “¿por qué?”. ¿Por qué abandona una persona de esta forma sus principios, y por qué lo encubre un Consejo cobarde que sabe bien que el asunto es un ejemplo insuperable de deshonestidad? Mis consideraciones prácticas se pueden encontrar en mi blog, www.diazenciso.wordpress.com. Lo más curioso y trascendente es sin embargo la batalla espiritual misma desencadenada así alrededor de Blake: como si a solas se estuviera escribiendo su último Poema Profético. ¿Despertará Albion? ¿Abrirá la casa en Felpham sus puertas como lo prometimos, como un triunfo de solidaridad humana y de la imaginación? L