Laberinto No.679 (18/06/16)

Page 1

Laberinto

ENTREVISTA A RÉGIS DEBRAY

carlos rubio rosell p. 04 y 05

DE UNA PALABRA A LA OTRA: LOS PASOS CONTADOS

octavio paz p. 08

MILENIO

NÚM. 679

sábado 18 de junio de 2016 FOTO: ARCHIVO TRAVEN

TRES CARTAS INÉDITAS b. traven p. 06 y 07


ANTESALA

sábado 18 de junio de 2016

p. 02

LABERINTO

ESPECIAL

Dress code AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

L

a moda da la libertad de aniquilar el pudor del ridículo, divertirnos con lo que mañana nos avergonzará. La combinación de elementos de El arte de la indumentaria y la moda en México que se expone en el Palacio de Iturbide es la arqueología del kitsch neonacionalista. La presentan como la relación entre arte y moda y ese es justamente el malentendido: que expongan dos cuadros de Diego Rivera, un Anguiano y algo más no es suficiente para establecer esta relación. La indumentaria indígena y la obra de Rivera son una muestra aparte que se sale de contexto. La ritualidad, elegancia y austeridad del corte y los tejidos indígenas poseen una armonía estética que choca con el ruidoso carnaval del resto de la pasarela. La muestra permite una experiencia ilustrativa y recreativa: la descripción cronológica de cómo se gestó el kitsch neonacionalista. Podemos decir que tenemos dos etapas de modernidad: la que fundó el exilio español con su influencia art déco y la determinación constructivista de

ALFILERES ARMANDO ALANÍS alaniscanales@gmail.com

vigencia intemporal; y la que surgió en los años cincuenta y sesenta que degeneró en desechable. El recorrido está acompañado con películas, es una tesis de cine y sociología ver los fragmentos de Tulio Demicheli, Gavaldón o José Luis Ibáñez, telenovelas filmadas, la “pose” ser ricos en un ángulo de sala, la modernidad peinada con pelucas de caireles, la nouvelle vague la recontextualizamos en nouvelle camp, la radicalidad se viste de poliéster estampado. La falta de talento es un leguaje cinematográfico que consagra a sus actores y directores. En estos años se construye nuestra nueva identidad nacional, y entra lo más fallido de la moda, la arquitectura y por supuesto el cine, fueron tan modernos que ni cuenta se dieron de la dirección estética engendrada y que merecía que se cayera a pedazos en el terremoto de 1985. De las ruinas construyeron el neonacionalismo y surgieron los vestidos de crinolina “inspirados” en los alcatraces de Rivera que desencadenaron la masificada industria tacky de Pineda Covalín. La ausencia de

Modelos de la exposición en el Palacio de Iturbide

fragmentos de telenovelas y del concurso Señorita México es un terrible vacío conceptual, porque son los escaparates de la moda y de la esencia nacional, la apoteosis de la pureza de nuestra raza está en las misses vestidas de concheras, en la venganza de clase de la sirvienta con senos de silicona, pestañas y uñas postizas como la patrona. El rebozo se convierte en bandera política que padece la pusilánime percha de sus usuarias, las “primeras damas” se lo amarran como un estorbo que tiran después de la foto sexenal. Pirámides, águilas, lentejuelas, mariposas, reconfiguradas en el mismo proceso de los tacos de canasta servidos con guarnición de “espuma de aguacate y jitomate confitado” o guacamole resignificado. La literatura de Laura

Esquivel y Elena Poniatowska, la pintura y la cocina de Martha Chapa, ven cantar y bailar a sus hijos en el extinto grupo Garibaldi. El neonacionalismo adquiere su épica en la intelectualidad y los museos de arte contemporáneo, el ensayo literario se ocupa del futbol y sus autores son galardonados; la revista Artes de México derrocha cursilería oportunista con los luchadores AAA; la balacera de la falta de sintaxis, narración y trama de la “literatura del narco” invade las mesas de novedades. Las obras de Betsabeé Romero, Amorales o Cruz Villegas le deben más a Mitzy, Pedro Loredo y Armando Mafud que a Jacques Derrida. Lo que queda de “nuestras raíces” es el orgullo del populismo reinventado. L

De noche se transforma en lobo; de día espera la visita de su nieta. ESPECIAL

El factor Ulises AMBOS MUNDOS

L

a melancolía de los feos, última novela de Mario Mendoza, es de nuevo una extraordinaria reflexión sobre los males de nuestro tiempo y una propuesta para sublevarse y resistir desde algo que es a la vez vital, filosófico y profundamente literario. La historia narra el reencuentro (epistolar) de dos amigos de infancia que se formaron juntos, en Bogotá, soportando el rechazo y la hostilidad que los rodeaba. Uno de ellos, Alfonso Rivas, nació con una horrible deformidad física (es jorobado y enclenque) consecuencia de la droga psiquiátrica que su mamá tomó mientras estaba embarazada para neutralizar sus fases esquizofrénicas. El otro es León Soler, hijo de una pareja disfuncional, padre alcohólico y ausente y madre bipolar que, sin motivo, daba correazos a su hijo dejándole la espalda llena de cicatrices. Estos dos personajes vivieron la etapa de formación juntos para luego separarse por motivos fortuitos, hasta que años después el jorobado Alfonso encuentra a León y le envía tres extensas cartas en las que le cuenta qué fue de él todo ese tiempo, su visión de la niñez

SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

compartida y, sobre todo, el gran proyecto de fuga en el que está comprometido y que será el eje profundo del libro: la estética de la lejanía, la búsqueda del sentido a través del viaje, la salvación por la aventura, el valor supremo de la soledad para quien siente que debe luchar por cambiar el mundo y, por supuesto, como es común en las novelas de Mario Mendoza, los valores implacables de la juventud y su férrea búsqueda de la coherencia, opuestos a la claudicación de la edad adulta, la que renuncia a sus ideales para instalarse en una zona de confort familiar y social. Dos vidas contrapuestas que partieron desde abajo y son un canto a la amistad, al valor de la formación y la educación, a la alegría de compartir no solo palabras sino también silencios y dudas. Y es ahí donde Mario Mendoza despliega su gran artillería de novelista: en el modo en que conjuga una apasionante historia de búsquedas y desencuentros con un principio vital que denomina “el factor Ulises”, y que tiene que ver con esa fuerza “que nos lanza por fuera de nosotros mismos”, hacia “el llamado de la aventura y lo indeterminado”, como

El novelista Mario Mendoza

al navegante argentino Vito Dumas o al francés Bernard Moitessier, que buscaron en el mar la suprema libertad y a la vez la gesta solitaria y heroica. “Mi barco es un símbolo de la fragilidad humana”, dice un personaje. “Mi tripulación la conforman las víctimas de los cinco continentes, de cada rincón del planeta donde haya un hombre o una mujer sufriendo o buscando a un familiar desaparecido”. Porque Mario Mendoza no escribe desde el centro ni desde la luz, sino desde la oscura periferia, desde la solitaria y lúcida melancolía de los feos, los apartados, los repudiados… Desde las hazañas de aquellos que han sido excluidos del gran festín del presente y que reivindican, a través de la aventura y el viaje, su derecho a la vida. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

p. 03

sábado 18 de junio de 2016

ANTESALA

ESPECIAL

× J O R G E

SO U Z A

JAU F F R E D ×

El oro Este poema es uno de los muchos que recoge En la línea de juego (La Otra/ Ayuntamiento de Guadalajara, México, 2015), cuya única regla es la incertidumbre que antecede al amor

I

ndividuos tocados por la luna despiertan cada día sobre su cama

abren los ojos pónense de pie al espejo se miran se sonríen reconstruyen su rostro con sus manos

El exquisito

y sacuden el polvo de la noche CARACTERES

usan la regadera se rasuran salen a caminar por las banquetas suben a taxis metros y camiones y se pierden de nuevo entre la bruma Nunca regresan. Nunca regresamos. Pero en la noche cuando todos duermen Logran oír el canto de los peces cuando beben la luz a la orilla del alba con viejo polvo de oro en sus escamas

×EKO×EX LIBRIS×ANTONIO CANOVA×

ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx

B

ien mirado (por muy difícil que sea mirarlo a los ojos) el exquisito es de una subespecie afín a la del espiritual: no porque, como a éste, le repugne el comercio con las exigencias e imposiciones de la vida ordinaria, sino porque él también piensa y actúa como si su espíritu estuviera por encima del de los demás. El exquisito está seguro de ser más inteligente y más culto que sus amigos, enemigos y meros conocidos. Pero nada lo enorgullece tanto, ante sí mismo y ante los otros, como su fina sensibilidad. Gracias a esa virtud o a ese defecto, el exquisito cree superar a todo el mundo en perspicacia y delicadeza. Es él quien detecta la menor falta de higiene en la cocina cuando lo invitas a comer en tu departamento. Quien se priva de ponerle hielo a su jaibol al percatarse de que la hielera está al aire libre en la terraza. Quien enjuaga aparatosamente su copa con agua mineral y hace abluciones con ella antes de permitir que le sirvas vino de una botella distinta a la previa. Él es quien se viste con ropa muy cara, aunque no muy bonita, y reprueba tus mocasines gastados, tus jeans luidos, tu camisa a cuadros arrugada y vieja. Y pese a no ser en modo alguno atlético ni mucho menos guapo, señala en público tu lonja o tu papada y, cuando te ausentas de la reunión para ir al baño, deplora el pésimo trabajo de tu dentista con el puente que te acaba de poner. El exquisito es igual de riguroso en sus gustos literarios. Durante tres décadas, a Brito no le interesó (lo decía casi con asco) la novela. Leía ensayos, algo de historia, un cuento o dos al año. Escribía ensayos, reseñas, aforismos. Se hizo una reputación de crítico severo, fincada en su costumbre de analizar, preferentemente, libros que no le gustaban. Pero ya sea por envidia, o porque le urgía tener (más) lectores, o porque lo persuadió un editor astuto, o por todas estas razones a la vez, Brito se animó a ser novelista. Y como no había leído muchas novelas, la primera que escribió era resueltamente aburrida. Y en vez de corregirla a fondo o desechar el compuscrito y escribir otra, él se afilió a una doctrina literaria oportuna para justificar sus carencias y dio a la imprenta el texto tal como estaba. Desde entonces, Brito el exquisito va por el mundo presentando su novela en la que no pasa nada y arguyendo (con una paráfrasis de Breton, pues lo encandilan los teóricos franceses) que la literatura será escritura pura o no será. Y si le dices que no es cierto, y le mencionas a John Banville o a Richard Ford o incluso a Pierre Michon (para no hacerte bolas con los narradores hispanoamericanos, ni recurrir a los clásicos como Flaubert y Dickens y Tolstoi y ya no se diga Cervantes), él replica desdeñoso que no se puede hablar contigo. Que no entiendes que el autor ha muerto. Que a ti solo te gustan los obsoletos que escriben como a ti te gustaría escribir. Que la anécdota es un recurso demasiado fácil para atraer al lector. Y que en el fondo eres un escritor, y una persona, bastante convencional. L

http://www.milenio.com/laberinto/ Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


LABERINTO

p. 04

Régis Debray

“Un muro es la negación

La aparición de su más reciente libro en español lleva al pensador francés a reflexionar sobre un nuevo significado de la idea de nación: una casa con una puerta que lo mismo puede abrirse que cerrarse, donde se reconoce que el otro tiene derecho a existir como otro ENTREVISTA CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID

C

on un punto de vista novedoso y polémico, el escritor y fi lósofo francés Régis Debray aborda en su más reciente libro, Elogio de las fronteras (Gedisa, Barcelona, 2016), la separación entre naciones. “La frontera es —dice— civilización y a la vez puente, aunque a veces se cierre”. Pero lo que no se puede hacer con las fronteras bajo ningún concepto, asegura, “es levantar muros”. En ese sentido, proyectos e ideas como los de Donald Trump —a quien califica como “un imperialista clásico sin vergüenza”— de alzar un muro entre México y Estados Unidos “niegan la frontera y abogan por la supresión de las soberanías”. A Trump, expresa Debray en entrevista con Laberinto, en una amplia aula del Instituto Francés de España a donde nos encontramos para hablar de su libro, “hay que enseñarle las reglas del juego civilizado y contestarle que la frontera es lo contrario de un muro. El muro es un paso prohibido. La frontera es un paso regulado y controlado; pero es un pasaje, se puede ir y volver. La frontera es el reconocimiento de una soberanía: yo soy soberano, usted es soberano; reconozco su soberanía y tiene que reconocer mi soberanía. Una frontera está controlada por ambos lados. Si no, es un muro. Y un muro es la negación de una frontera. Los mexicanos tienen que abogar contra el muro y por la frontera”.

ESPECIAL

Debray es explícito y vehemente cuando habla de este tema. “Los imperios no quieren fronteras”, sostiene con mirada chispeante, mientras sus ojos de un azul acero miran con firmeza. “Los imperios quieren estar en su casa en cualquier lado del mundo. Los imperios, como el capital financiero y el fanatismo religioso, niegan la frontera porque no reconocen lo otro, lo ajeno; son soberbios y tienen orgullo imperial. Reconocer la frontera es reconocer que el otro tiene derecho a existir como otro. Por eso la civilización es autolimitación y no impone límites al otro. Lo que hacen los imperios es extraterritorializar sus propias leyes. Por ejemplo, cuando castigan a un país por no reconocer un bloqueo económico”. El ámbito de las fronteras le ha permitido a Debray —una de las figuras clave del pensamiento postmarxista de la segunda mitad del siglo XX, nacido en 1940 y discípulo de Louis Althusser— reflexionar sobre el alcance de la libertad. “De puente que son las fronteras, cuando se convierten en puertas cerradas estamos ante una frontera salvaje. Por esa razón he querido enderezar una serie de conceptos que creo estaban pensados de forma confusa en esta época de globalización. La frontera ha sido muy calumniada, aunque con cierta razón, porque la frontera puede ser un factor bélico, de nacionalismo, de superioridad de una nación sobre otra. Y así lo hemos visto en los últimos decenios. Pero creo que hay otra visión posible de la frontera que hay que reivindicar, porque la frontera es, en última instancia, la igualdad. En la frontera prevalece el respeto mutuo. Esta puede ser una interpretación optimista, pero es real. Y por supuesto puede haber otros usos de la frontera, porque se trata de un ser ambiguo: es a la vez puente y puerta. Y a veces, como ocurre hoy en Europa, es una puerta cerrada. Quizá habría que considerar ambas cosas. Pero tener una puerta no está mal, porque uno en casa tiene puerta para separarla de la calle y evitar también la ley del más fuerte. Yo abogo por las puertas entreabiertas. En ese sentido, la ética de las fronteras pasa por afirmar que una puerta cerrada no es frontera”. Eso es justamente lo que reprocha Debray a Europa: que haya cerrado sus puertas “de una forma bastante vergonzosa. Alemania, por razones propias, empezó por abrir totalmente la puerta; pero hay tanta gente que llega y causa tantos disturbios, que la señora Merkel ha cerrado la puerta, y la negociación es cómo se va a entreabrir la puerta para la gente que está pidiendo asilo político. Hay que buscar un arte de la puerta, de la separación y la unión, un arte delicado, pues no se puede coexistir de otra forma, porque la frontera es una forma de coexistir, un medio que hemos encontrado para coexistir más o menos en paz”. La cuestión de por qué se exacerban los ánimos en las fronteras, como ocurre entre palestinos e israelíes, se debe a que ahí hay, señala Debray, “una confrontación entre dos mentalidades, dos lenguajes, dos memorias, y esta fricción exacerba las identidades. Yo digo que el fundamentalismo religioso es una enfermedad de la piel, en el sentido de que el mestizaje exacerba los tradicionalismos. Y ese es un fenómeno antropológico, algo que se ve en los campos de inmigrantes del norte de Francia, donde asistimos a peleas terribles entre afganos y sirios, entre comunidades culturales, que encontrándose arrinconadas en un mismo campo no pueden soportarse. En Birmania ocurre la

UN ITINERARIO EN UNA NUEZ Tan controvertido que participó en la aventura boliviana del Che Guevara y más tarde fue acusado de traicionarlo, tan cambiante que asesoró a François Mitterrand para después exponer públicamente sus desacuerdos, Régis Debray forma parte de la memoria del siglo XX por sus retratos de Fidel Castro y el Chile de la Unidad Popular y de Salvador Allende. El joven revolucionario se transformó en un hombre que optó por condenar la acción directa y que, como escribió en sus memorias, ya no necesita “apelar al juicio ajeno”. Su obra es extensa y comprende por igual la literatura, el ensayo filosófico, la crónica histórica, el análisis de la transmisión de la cultura y los medios de comunicación. Si pudiéramos resumir en unas cuantas palabras su pensamiento actual, diríamos que Régis Debray ha puesto en duda la importancia otorgada al acto de comunicar y el desdén con el que las sociedades contemporáneas asumen el compromiso de transmitir el saber. Imprescindibles son La guerrilla del Che, Los imperios contra Europa, Alabados sean nuestros señores: una educación política y Dios, un itinerario.


p. 05

sábado 18 de junio de 2016

de una frontera” ESPECIAL

misma cuestión entre budistas y musulmanes. Así que entre el monoculturalismo, que es tribal, y el multiculturalismo que no tiene un Estado central para repartir derechos y deberes, puede haber una lucha de todos contra todos, y ahí la frontera puede ser una especie de fórmula intermedia de curación, aunque por supuesto la frontera puede propiciar los guetos”. Debray lleva reflexionando sobre las fronteras desde que los palestinos le hicieron comprender que anhelaban una frontera. “Para un internacionalista como yo, anhelar una frontera era algo absurdo, era anhelar un cierre, un aislamiento. Pero me hicieron ver que para ellos la frontera sería su liberación, porque iban a estar en su casa sin que un israelí pudiera entrar en cualquier momento del día o de la noche a arrestarlos. Hoy tienen un muro porque no tienen frontera. Así que el problema israelí-palestino es saber qué frontera quieren los israelíes. Que lo digan de una vez. El problema del sionismo es que nunca habla de fronteras, y cree que Israel puede colonizar y expandirse de forma ilimitada. Y una expansión ilimitada crea una resistencia también ilimitada. Vi entonces que la frontera podía ser una llave de la paz”. Era, no obstante, un momento en que el discurso de la globalización crecía en todo el mundo, algo que para Debray hay que atajar. Autor de un considerable corpus analítico, entre el cual destacan Revolución en la revolución, Crítica a la razón política o El Estado seductor: las revoluciones mediológicas del poder, Debray piensa que hay “un círculo vicioso entre globalización capitalista, por un lado, y territorialización nacionalista por otro; es decir, la globalización como balcanización: la globalización tecno-económica, con las mismas normas estándar, y por otro lado, una desculturización, la vuelta a una cultura más o menos fantasmática de los orígenes, del Islam del siglo VII, como rechazo a este no man’s land

identitario. Y eso puede ser una especie de círculo vicioso que crece: de un lado el supermercado y del otro la tribu. Y el supermercado crea reflejos tribales. Yo me reclamo como patriota republicano, que aboga por una comunidad de derechos y leyes; una nación cívica, no étnica”. ¿Y qué ocurre con los países islámicos? Debray medita y responde: “La globalización es una americanización; pero puede ser que haya países islámicos que se adueñan de las normas dominantes para sacarles provecho y, como ocurre con los préstamos, inventar unos métodos que respetan formalmente al Corán. La globalización es reversible y el fundamentalismo islámico pone las técnicas de los dominantes en su contra. Finalmente, ¿de dónde salen Una lengua es una los integristas religiosos? frontera; pero una Salen de las universidades frontera lingüística científicas y de los instidebe admitir que tutos tecnológicos. Ese existen otras palabras es un fenómeno que me y modernizarse ha llamado la atención desde hace cuarenta años, cuando estaba en Argelia y Túnez, y veía que los religiosos eran científicos y los progresistas o laicos eran los letrados. ¿Por qué? Porque las normas, los métodos de pensamiento que uno aprende en las escuelas científicas son tan universales que quitan un poco la identidad y crean un vacío simbólico, afectivo y existencial, que uno colma volviendo a su religión o a sus antepasados. Pero este no es un fenómeno específico del Islam; ocurre también con los fundamentalistas cristianos. Francia no es un país especialmente retrasado, pero tiene a Le Pen”. En ese contexto, el papel de la cultura, subraya Debray, “es proteger las fronteras. Una lengua es una frontera; pero una frontera lingüística debe admitir que existen otras palabras y modernizarse, integrar otros nombres y palabras. Renunciar a

DE PORTADA

ELOGIO DE LAS FRONTERAS RÉGIS DEBRAY La globalización misma provoca la construcción de muros electrificados y videovigilados —contra amenazas sentidas como neurálgicas debido a su naturaleza imperceptible, infra— o transnacionales. Para desbaratar el apartheid y la ruptura no solicitemos trabajos de costura. La diversidad humana no se obtendrá poniendo en el cesto carnets de identidad, sino procurándole un pasaporte a cada uno. Las fronteras están aún a la espera de tener su comité ético. Solo deberían ser admisibles las honradas: bien a la vista, declaradas y de doble sentido, que testimonien que el otro existe de veras a ojos de cada una de las partes. Buenas —porque las hay muy malas— serán llamadas aquellas que permitan el viaje de ida y vuelta, la mejor manera de seguir siendo uno mismo entreabierto. Un país, como un individuo, puede morir de dos maneras: asfi xiado o por las corrientes de aire. Tapiado o agrietado. Conviene alternar en busca del buen ritmo —del griego rhythmus, raíz réin, fluir, hundirse, noción geográfica que indica un ordenamiento de partes en el espacio, en una palabra, una forma, y solo después una partición del tiempo—. Nada para el tono como darse en el exterior puertas giratorias como las de Duchamp. Guardiana del carácter propio, remedio para el ensimismamiento, escuela de modestia, afrodisiaco ligero, invitación a soñar, una frontera reconocida es la mejor vacuna posible contra la epidemia de los muros. mi lengua es renunciar a mi frontera; es dejarme invadir por el otro; es frustrarme y, al fi nal, me voy a enfadar y voy a usar la violencia sobre quien me impone su lengua y sus productos culturales. Tratemos de buscar otros medios de contracultura, que la contracultura no sea salvaje”. Debray considera que “hay que ser un poco marxista para entender el mundo”. Al respecto, explica que, “para decirlo muy esquemáticamente, la falta del marxismo es no haber tomado en serio la cultura. Sin embargo, debemos tomar en serio al marxismo, porque en materia económica tiene aportes. Con su visión no solo materialista sino también dialéctica, que es paradójica, puede ayudarnos en el análisis de la actualidad. Pero, como digo, el problema del marxismo es no haber tomado en serio la religión, el idioma, las identidades culturales, las costumbres. Creo que se pueden compatibilizar ambas cosas: una visión del mundo que no reniegue del marxismo, que entienda que es necesario pero insuficiente. Yo escribí una ópera sobre Walter Benjamin, quien quería reconciliar el marxismo económico con la tradición cultural. Benjamin era un hombre paradójico, porque era un progresista conservador, un poco como Pasolini en Italia, como George Orwell en Gran Bretaña, hombres que no escupían sobre el pasado y reconocían el deber de asumir cierta tradición, pero poniéndose del lado de los oprimidos, de los más débiles. Para salvar la idea revolucionaria hay que injertar algunos puntos de tradición”. Por último, Debray, quien fuera amigo de Fidel Castro, François Miterrand, Salvador Allende y el Che Guevara (con quien combatió en Bolivia y por cuya captura llegaron a acusarlo de haberlo traicionado), recuerda su simpatía por el movimiento zapatista en Chiapas y su amistad con el subcomandante Marcos: “Espero que el subcomandante dé noticias. Espero alguna vez recibir una carta suya”. Y sonríe. L


LABERINTO

p. 06

Tigres, pájaros y sheriffs El miércoles pasado el Museo de Arte Moderno inauguró una exposición dedicada al escritor de origen alemán cuya obra más representativa se gestó en México. Aprovechamos este acontecimiento para publicar tres cartas inéditas, gracias a la iniciativa de Malú Montes de Oca Luján de Heyman (que en estas mismas páginas hace un retrato desde la admiración y el cariño), que muestran una candorosa faceta familiar, la del hombre que se dirige a sus hijastras como si les narrara un cuento B. TRAVEN CIUDAD DE MÉXICO, 31 DE MAYO, 1956 Querida Malucita:

¿

Recuerdas cuando tú yla querida Chelenita (su hermana Rosa Elena) estaban en Acapulco el año pasado —parece como si hubiera sido hace diez años— y te conté sobre una gran caverna en la cima de una de las altas montañas cerca del puerto y que en dicha caverna vivían dos tigres colosales, un macho y una hembra? Hace dos semanas estaba en Acapulco y lo primero que hice fue visitar la cueva para ver si los tigres seguían ahí. Aún estaban. Y qué crees, tenían dos pequeños bebés. Desearía que hubieras visto lo guapos que eran, pero cuando te invité a venir conmigo a la cueva el año pasado te negaste. Ahora que vi a esos dos pequeños tigres, difícilmente más grandes que unos gatos corrientes, pensé que sería el regalo preciso para Malucita, ponerlo en un canasto bien cerrado y enviarlo por vía aérea a Porterville. Pero ahí residía el verdadero problema. Solo intenta sacar a un tigre bebé del lado de su madre si el padre te está gruñendo e intentando golpearte y derribarte de un zarpazo y yo no tengo nada más para defenderme que un machete y ni siquiera muy bueno y mal afilado. Así que pensé que el hombre de verdad sabio no intentaría negociar con dos hermosos y grandes tigres que podrían no entender cuando él les dijera: “Oh, por favor, hermosos grandes tigres, por favor denme uno de sus bebés, solo uno, el más pequeño, para que pueda enviárselo a Malucita, quien les garantizo cuidará de la mejor manera a su bebé”. Como ves, querida Malucita, no puedo enviarte un tigre bebé, al menos por ahora, quizá el próximo año los tigres me conozcan mejor y haya tenido tiempo de estudiar su lenguaje que, como me ha dicho un zoólogo, es bastante difícil de aprender a menos que vivas con los tigres todo el tiempo, duermas con ellos en sus cuevas y salgas a cazar con ellos. Trataré de hacerlo tarde o temprano porque amo inmensamente a los tigres y pumas. Ellos se cuentan entre los más bellos y gráciles animales que el Dios de la naturaleza ha creado. Como no pude hacer nada con los tigres, me fui a la huerta donde hay unos árboles gigantes de anacardos. Me trepé a los árboles más altos, todo el tiempo en peligro constante de que una de las ramas en que estaba sentado se quebrara y me viniera cabeza abajo, lo que creo que habría sido muy bueno para mi salud. De todos modos, recogí un gran canasto lleno de aquellos deliciosos frutos multicolores, los empaqué en una caja y se los envié a tu querida madre, a quien como sabes la vuelven loca los anacardos. Cuando la vi unos días después me dijo que estaba un poco triste de que tú y Chelenita no pudieran compartir el goce del maravilloso sabor de esos anacardos, ya que a ti y a Chelenita las vuelven igual de locas que a ella. Solo espero que no se te caiga la baba en este momento en que lees estas líneas y recuerdes el año pasado cuando te comiste casi tú sola una caja llena y les dejaste solo unos cuantos a Chelenita y a tu madre. Por cierto, Malucita, el anacardo es el único fruto en la Tierra que tiene sus semillas afuera. Pero incluso la semilla es buena cuando le sacas la cáscara. Todo mi amor para Chelenita, y para las dos Los mejores deseos

12 DE AGOSTO, 1956 Querida Malú:

F

ue realmente muy dulce de parte tuya y de Chelenita pensar en mí cuando estaban en San Francisco y enviarme esa postal tan bella. Y estaba pensando a quién de ustedes amo más, a ti o a Chelenita. El caso es que las amo a las dos por igual. Pero, solo por hacer un poco de diferencia, he decidido amar un poco más a Chelenita el 1 de agosto, por eso es que le escribí una carta por esa fecha. El 1 de septiembre te amaré a ti un poco más y, nuevamente, el 1 de octubre amaré a Chelenita un poco más, y creo que esto es realmente muy justo. Sin embargo,

durante el resto de cada mes las amo a las dos de la misma forma, ni menos, ni más. Tu madre está muy contenta de que pudo verlas por dos semanas y ver que habían crecido bastante, que estaban saludables, bien educadas y que hablaran inglés tan bien que la sorprendió mucho que hubieran hecho tanto progreso en tan corto tiempo. Ya saben que su querida madre trabaja muy duro para ganar lo suficiente para que ustedes puedan tener la mejor educación posible para unas jóvenes tan ambiciosas como ustedes dos. Oh, por cierto, Malú, hablando del estudio de una nueva lengua, ¿sabías que un pájaro francés no comprende el idioma de un pájaro estadunidense incluso si ambos pájaros son de la misma especie? Pero así es. Los ornitólogos —éstos son eruditos que estudian e investigan todo sobre los pájaros— descubrieron el fenómeno por accidente. Han hecho registros de un tipo especial de aves cantoras en Francia cuando estos pájaros llamaban a sus compañeros. Al ser reproducidas estas grabaciones en el bosque, los pájaros respondían los llamados que salían del registro. Cuando los discos fueron reproducidos en ciertos bosques de Estados Unidos donde vivían estos mismos tipos de aves, los pájaros estadunidenses no entendieron el lenguaje de los pájaros franceses y tampoco respondieron a sus llamados. Así que los ornitólogos de las universidades estadunidenses grabaron a su vez los llamados de los pájaros de la misma especie nacidos en Estados Unidos y cuando las grabaciones realizadas en Estados Unidos fueron reproducidas en los bosques de Francia, los pájaros franceses no reaccionaron en lo más mínimo. Pero de nuevo, siempre que las grabaciones realizadas en Estados Unidos eran reproducidas en los bosques de ese país, los pájaros estadunidenses respondían inmediatamente, tal como los pájaros franceses cuando las grabaciones francesas eran reproducidas en su vecindario. Ahora, ¿a quién se le habría ocurrido pensar en algo semejante? Podría explicar por qué los nativos de Sumatra no comprendan el lenguaje de los nativos de Bolivia a pesar de que ambos son miembros de la raza humana. Adjuntas encontrarás algunas estampillas para ti o Chelenita o para las colecciones de sus amigos. Cordiales saludos para todos ustedes.


p. 07

sábado 18 de junio de 2016

DE PORTADA

FOTOS: ARCHIVO TRAVEN

Apartado 2701

14 DE MARZO, 1957 Mi querida Malú:

E

l sheriff del pueblo fantasma ha conocido todos mis seudónimos todo el tiempo y por muchos años, pero nunca pudo, no importa cuánto lo hubiera intentado, hallar mi nombre real hasta que tú tenías que venir y decírselo. Por qué sentiste que debías hacerlo y volver mi vida más difícil de lo que ya es, sobrepasa mi entendimiento. Quizá lo hiciste solo por hacer justicia o quizá para estar en posición de recibir la recompensa de cinco mil pesos. Bueno, el daño está hecho y no hay remedio. Todo lo que puedo hacer por el momento es irme a esconder hasta que el ambiente caldeado se enfríe y pueda mostrar mi cara otra vez en la calle. Pero en lo que respecta al robo de caballos no es así. Al menos no exactamente así. Y si soy autorizado a comparecer en juicio y a ser juzgado por mis propios colegas, y no soy colgado en el árbol más cercano si es que una pandilla me “captura” tras buscarme por todo el campo, puedo decirte que es posible que salga en solo seis meses de la cárcel del condado y no sea enviado a San Quentin. Porque soy acusado inocentemente de robar caballos. No es tal, te diré cómo sucedió todo y entonces quizá, si conoces la verdad, puedas decir una o dos cosas buenas sobre mí al sheriff, a quien por cierto conozco personalmente muy bien porque tanto ahora como antes solía invitarle unos tragos. Bueno, todo sucedió así: a veces debía hacer una huida rápida. Tú sabes que cualquier persona decente puede verse en una situación donde lo único seguro es huir tan rápido como las circunstancias se lo permitan. Por lo que si debía salir rápido del pueblo porque otro sheriff me estaba buscando y si sucedía también que mi viejo carro, modelo 1920, tenía dos llantas desinfladas y ninguna de recambio y si justo yo veía a un caballo ensillado qué más podía hacer sino montarlo y ya estaba afuera. Pero nunca robé ningún caballo en las muchas ocasiones en que me vi en aprietos. No, señor. Cada vez que había alcanzado el condado vecino donde el sheriff que me perseguía no tenía jurisdicción dejé al caballo ir libre y hallar su camino de regreso a casa. Si ese pobre caballo ahora mientras trotaba a casa era “capturado” por un verdadero ladrón de caballos que lo recogía y lo vendía en la próxima finca, ¿qué podía hacer yo? Por eso es que ha llegado a suceder que cuando fuera y donde fuera que un caballo desaparecía en cualquier lugar de Estados Unidos era a mí a quien acusaban de robarlo. Y te lo vuelvo a repetir y es la verdad de Dios: yo solo monté un caballo que se sentía solo en la pradera y siempre lo dejé ir tan pronto como me había servido lealmente. Por lo que si ves a ese sheriff, dile que soy totalmente inocente de cualquier cargo y que en realidad después de todo no soy un tipo tan malo. Aquí te envío estampillas y también dos billetes de banco alemanes muy lindos. También una entrada para visitar la tumba de Napoleón primero, que en realidad era de tu madre. Y en lo que respecta a tu querida madre, acaba de decirme ayer que las quiere a las dos, a ti y Chelenita, más que nunca, y que la única razón por la que no les escribe es porque está terriblemente ocupada revisando y retipeando un nuevo guión. Tú sabes que ella tiene que vivir y para eso debe ganar dinero. Recuerdos a tu tía y tío y mi amor para ti y Chelenita. L Traducción: Elisa Montesinos

Traven íntimo JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

B. Traven plantea numerosas incógnitas, que van desde su fecha de nacimiento (1882 o1890) hasta su nacionalidad (alemán o estadunidense) y desde luego su verdadero nombre. Entre otros, en algún momento de su vida fue Ret Marut, Goetz Ohly, Heinrich Otto Becker, Traven Torsvan Croves o Hal Croves, este último utilizado para hacerse pasar como su propio agente literario. Autor de El barco de la muerte, El tesoro de la Sierra Madre —llevada al cine por John Huston en 1948—, La rosa blanca, La rebelión de los colgados, Macario, Canasta de cuentos mexicanos, entre muchos otros libros, se escondió del público convencido de que lo único que importa de un autor es su obra. Por lo mismo, cobra mayor importancia el testimonio de su hijastra Malú Montes de Oca de Heyman, presentado como un monólogo; ella refiere a un Traven aún más desconocido: el Traven íntimo, el hombre enamorado de su madre, cariñoso con ella y su hermana Rosa Elena, el narrador que siempre lamentó no ser considerado un escritor mexicano a pesar de haberse nacionalizado en 1951 y de que su obra principal tiene como escenario nuestro país.

B.

Traven fue actor y escritor en Alemania —donde nació— con el nombre de Ret Marut. Era anarquista, creía en la total libertad y en Múnich publicó el periódico Der Ziegelbrenner. Por sus ideas fue condenado a muerte por el gobierno alemán, pero pudo escapar y anduvo de país en país hasta que llegó a México en mayo de 1924, ya con un nuevo nombre (había matado a Marut en 1923). Llegó a Tampico, un puerto en el que había gente de todas partes del mundo; nadie les pedía papeles y podían viajar a Estados Unidos. Traven utilizó la B en su nombre porque decía que en México vivía la segunda parte de su vida. Lo de Bruno surge porque así le ponían en las ediciones piratas de sus libros. Él lo supo pero no dijo nada, le servía para despistar a quienes querían conocerlo. Mi mamá, Rosa Elena Luján, conoció a Traven en 1936 o 37, se lo presentaron las hermanas danesas Helga y Bodil Cristensen. Pero no lo volvió a ver hasta muchos años después, en 1951, cuando ya se había separado de mi padre, Carlos Montes de Oca, de una familia muy rica; los puso en contacto un norteamericano que había estado en la Guerra Civil española. Le dijo a mi mamá que había muerto la traductora —Esperanza López Mateos— de Traven y le preguntó si estaba interesada en ese trabajo, porque ella hablaba varios idiomas. Mi hermana Rosa Elena y yo estábamos internadas en Estados Unidos y mi mamá nos contó que desde la primera vez que lo vio le gustó mucho. Ellos fueron muy felices; mi mamá se hizo cargo de la obra de Traven durante más de 50 años, desde antes de casarse con él —el 16 de mayo de 1957— y hasta la muerte de ella, en 2009. Cuando se casaron, mi hermana Rosa Elena y yo venimos a conocerlo. Vivían en un edificio en Paseo de la Reforma, por donde ahora se encuentra el Senado de la República, después en Durango 353 y finalmente en la casa de Mississippi 61.

Tenemos documentos de él, pero todos dicen lo que él quería que dijeran. Inventó muchas cosas sobre su origen, sobre su vida; desde luego, mi mamá sabía la verdad pero ella hizo una alianza con él y un día me dijo: “A mí nunca me van a sacar nada de lo que él no quería que se supiera”. No se lo dijo a nadie. Cuando era niña, un día me regalaron una grabadora y yo lo grabé; los estudiosos que han escuchado la grabación dicen que su acento era del norte de Alemania. Ahí canta canciones de su novela El barco de los muertos. Cantaba en inglés y alemán, a veces nos cantaba en el antecomedor. Le encantaba la música y se sentía feliz de tener una familia que lo cuidaba y quería. Mi mamá lo ayudó mucho, traducía, enviaba su correspondencia. Fueron muy unidos. Nosotras regresamos de estudiar a Estados Unidos y mi padrastro le decía a mi mamá: “Quien quiere a la rosa quiere a las espinas”. Nosotros éramos las espinas. Pero lo decía en broma, porque nos quería mucho. Todas las noches teníamos discusiones políticas, estábamos muy politizados, y todas las noches también nos ponía dulces bajo la almohada. En la casa de Mississippi 61, diseñada por Luis Barragán, tenía su estudio en el tercer piso y nosotras no podíamos hacer mucho ruido. Se pasaba el tiempo ahí, escribiendo; en la noche bajaba a cenar, recién bañado e impecablemente vestido. Tenía un perico y le encantaban los perros. Esa casa, que heredó mi sobrina, era muy bonita, a una cuadra de Paseo de la Reforma. Cuando estábamos en Estados Unidos, nos mandaba cartas, preciosas, nos contaba, por ejemplo, de los tigres de las montañas de Acapulco. Las cartas permanecen inéditas y creo que deberíamos publicarlas algún día porque parecen cuentos. A mí me gusta recordar a ese Traven que se convirtió para nosotras en el mejor de los padres, que nos compraba telescopios, juguetes educativos y estampillas —teníamos nuestra colección de estampillas. Me fui a París en 1967. Se me ocurrió ir a la Unión Soviética, le escribí a mi mamá y me dijo que no. Pero Traven le dijo: “Por supuesto que va a hacer ese viaje”. Me envió el dinero para hacerlo y me comentó lo que iba a ver en el trayecto, porque él había hecho ese viaje cuando era joven. Tengo muchos álbumes con sus fotos; le gustaba mucho la fotografía, siempre viajaba con sus tres cámaras, su tocadiscos, sus discos, sus libros de música y su máquina de escribir portátil. Traven vivió más años en México que en ninguna otra parte, y siempre le dolió que no lo consideraran un escritor mexicano, sobre todo porque se nacionalizó en 1951. Pudo adoptar cualquier otra nacionalidad, pero quiso ser mexicano. En México tuvo muchos amigos. Al principio fue gran amigo de Tina Modotti y Edward Weston (nosotras heredamos una colección de fotografías de Tina, selladas y fi rmadas, que decidimos vender al MoMa). Fue amigo también del escultor Federico Canessi, de Federico Marín (hermano de Lupe Marín), de Esperanza López Mateos, pero sin duda su mejor amigo fue Gabriel Figueroa, cuñado de Esperanza. Fuimos muy felices con Traven. Murió en 1969 y fuimos a dejar sus cenizas a Chiapas —él había pedido que se esparcieran en la selva chiapaneca—. Llegamos a Ocosingo con toda la prensa nacional y extranjera. Los indígenas prepararon una ceremonia impresionante y todo olía a pino. El gobierno chiapaneco decidió ponerle a este lugar Ocosingo de Traven, pero luego se le olvidó. L


LITERATURA

sábado 18 de junio de 2016

p. 08

LABERINTO

ESPECIAL

De una palabra a la otra: Los pasos contados Por cortesía de Vaso Roto, publicamos un pasaje de un ensayo más extenso que originalmente apareció en Camp de l’Arpa. Revista de Literatura, en abril de 1980, y que el poeta y ensayista dejó fuera de sus obras completas. Se trata, entonces, de una revelación. El bello volumen está acompañado por un prólogo de Aurelio Major y pintura de Frederic Amat ITINERARIO OCTAVIO PAZ

C

asi al mismo tiempo en que me abandonaba al fluir del murmullo interior —aunque con los ojos abiertos—, empecé a leer a los poetas japoneses y después a los chinos. Fue un recurso inconsciente para oponer un dique al desbordamiento surrealista. Me cautivó la economía de las formas: mínimas y precisas construcciones hechas de unas pocas sílabas capaces de contener un universo. Sin duda en mi amor por esas formas poéticas había un eco de mis antiguas lecturas de la poesía popular española: durante muchos años uno de mis libros de cabecera fue la Antología de la poesía medieval y tradicional española de Dámaso Alonso. Mi pasión por la poesía china y japonesa es anterior a mi primer viaje a Oriente. Comenzó a fines de 1945, en Nueva York. Mi estancia en esa ciudad coincidió con la muerte de Tablada, que desde hacía años se había instalado en Manhattan. Fui a la biblioteca de Nueva York, pedí sus libros y volví a leerlo. Aquella lectura fue tan estimulante como años antes había sido la de Gómez de la Serna. El ejemplo de Tablada me llevó a explorar por mi cuenta la literatura japonesa y, después, la china. Por cierto, creo que he contribuido un poco a la revaloración de este poeta, injustamente desdeñado. Se dice que Tablada es un poeta menor pero ¿qué se quiere decir con esto? Un gramo de poesía pesa más que una tonelada de retórica. Mi primer viaje a Oriente me hizo profundizar y ampliar mis lecturas de poesía china y japonesa. En cambio, la poesía de la India —al contrario de lo que me ocurrió con su pensamiento, sus artes plásticas y su música— no me tocó. Solo años después, cuando conocí a los poetas vernáculos y a la tradición tántrica de Bengala, la poesía india me conquistó. Leí muchísimas traducciones de poesía japonesa y china y entre ellas recuerdo siempre con placer a las de Arthur Waley. Es uno de mis santos patrones. A mi regreso a México, animado por Donald Keene —otro de mis guías—, me atreví a traducir, con la ayuda

CONFLUENCIAS La curiosidad poética de Octavio Paz abarca todas las épocas y latitudes. En estos fragmentos, el escritor relata su encuentro con las tradiciones poéticas de Oriente y prehispánica (excéntricas y periféricas para el espíritu de la época) y muestra su excepcional método de lectura. Paz aborda estas poéticas más allá de su carácter meramente pintoresco o etnográfico, las asimila y las confronta desde su condición de hombre moderno y destaca la actualidad de su legado y sus recursos creativos. Con ello, muestra esa prodigiosa confluencia entre lo arcaico y lo contemporáneo, entre lo sacro y lo profano, entre lo tradicional y lo experimental. de Eikichi Hayashiya, el haibun de Basho: Oku no Hosomichi. Más tarde, con la ayuda de Wai Lim-Yip y otros amigos, sirviéndome de distintas versiones y de transcripciones fonéticas, traduje algunos poemas de Wang Wei, Tu Fu, Su Tungp’o y otros. Esas traducciones —y todas las otras que he hecho— son homenajes: con ellas no he querido tanto pagar la deuda que contraemos con cada poeta que nos ilumina o nos encanta como levantar un frágil monumento a su memoria. Más que ejercicios poéticos, han sido recreaciones, en el doble sentido de esta palabra. Mis juicios sobre mis escritos —creo que no soy una excepción— van de un extremo a otro: a veces me gustan mucho, otras los encuentro abominables o, lo que es más triste, insignificantes. Pero tengo una vanidad inocente: me gustan algunas de mis traducciones.

◆◆◆ Cuando empecé a escribir, casi nadie, en México, apreciaba la poesía precolombina. Reyes había citado en las últimas páginas de la Visión de Anáhuac un largo fragmento de un poema (¿o una serie de poemas?): Ninoyolnonotza. Es un arreglo de José María Vigil de la traducción inglesa de Brinton, solo que el Padre Garibay nos advierte que Brinton sabía poco náhuatl, de modo que se sirvió de una versión castellana: el arreglo de Vigil era una traducción al español de una traducción al inglés de una traducción al español de un original náhuatl. Los juicios de Reyes eran inteligentes y perspicaces —lo guio siempre esa sensibilidad que en él, por no sé qué mecanismo espiritual, se convertía en una especie de segunda y más cordial inteligencia—. Pero esos juicios también eran condescendientes: creía, como casi toda su generación, que los indios eran primitivos. Los poetas de la generación anterior a la mía (los Contemporáneos) tampoco se sentían atraídos hacia el mundo indígena, salvo Carlos Pellicer. Por desgracia, al entusiasmo de Pellicer le bastaban el ojo y el tacto: era más sensible ante un monumento o una escultura que ante un texto que, para poder amar, debemos antes descifrar. Bernardo Ortiz de Montellano, un poco más tarde, mostró un amor más inteligente y lúcido por la poesía indígena. Lástima que no haya tenido a la mano sino el libro de Rubén M. Campos: La producción literaria de los aztecas (México, 1936), valioso como antecedente pero, como dice Garibay, “modesto”. Las traducciones de este último, seguidas por las de Miguel León Portilla, cambiaron el panorama: un mundo nuevo apareció ante nosotros. Sin embargo, recuerdo que la publicación de la primera antología del Padre Garibay (Poesía indígena de la Altiplanicie, México, 1940) fue comentada con desdén por alguno de mis amigos. Esta actitud repetía la de los europeos y norteamericanos que durante muchos años se obstinaron en ver a las obras de arte precolombinas como simples documentos etnográficos. Cuando se hizo la primera exposición del arte mexicano en París, en 1951, no pudimos vencer la resistencia del director del Petit Palais, que se negó a prestar su museo porque la exposición le parecía que era más etnográfica que artística. Unos pocos años después esas resistencias desaparecieron; el arte y la poesía precolombinos conquistaron a muchos escritores y poetas. El entusiasmo de Novo fue tal que comenzó —gesto admirable— a aprender el náhuatl. Mi afición a la poesía náhuatl es inseparable de mis exploraciones de la poesía moderna. Aunque leí con avidez las primeras traducciones de Garibay, no estaba preparado, poéticamente, para entenderlas. Tuve que pasar por la experiencia del arte y del pensamiento modernos —pienso no solo en la poesía surrealista sino en la antropología— para poder penetrar, deslumbrado, por ese laberinto de formas-conceptos y de ideas-imágenes que es un poema o una escultura precortesianos. Ahora, de vez en cuando, vuelvo a esos poemas. Debo confesarlo: su hermetismo me cansa. En cambio, me maravillan, como hace treinta años, los breves, adorables poemas y adivinanzas de los otomíes. Como las figurillas arcaicas, esos poemas poseen una frescura que no hay más remedio que llamar milenaria. A medida que pasan los años me atraen más los comienzos y los fines de las civilizaciones que sus épocas de madurez. Las dos grandes pruebas del valor de un espíritu o de una sociedad son el saber comenzar y el saber acabar. Pero en esos años de París leía un poema náhuatl con el mismo entusiasmo con que asistía a una exposición de Matta o de Max Ernst. Esas lecturas dejaron sus huellas en Semillas para un himno y en otros poemas como “Himno entre ruinas”, “El cántaro roto” y “Piedra de sol”. L


MILENIO

p. 09

sábado 18 de junio de 2016

× A

DE MARRAS GERARDO DENIZ Fondo de Cultura Económica México, 2016 859 pp. Por primera vez un libro recoge toda la prosa escrita por el poeta nacido en Madrid que murió en la Ciudad de México en diciembre de 2014. Consta de dos partes: la primera concentra los siete títulos narrativos que aparecieron entre 1992 y 2012; la segunda reúne los textos dispersos en periódicos y revistas esencialmente mexicanos. Se ha hecho según la voluntad del mismo Deniz quien se movía con igual agilidad por el cuento, el ensayo, las curiosidades científicas, la polémica, la brevedad agridulce. La selección y el prólogo corren a cargo de Fernando Fernández.

EL LIBRO DE LOS BALTIMORE JÖEL DICKER Alfaguara México, 2016 476 pp. Al centro de esta novela se halla una familia, los Goldman, encarnación del sueño americano. Como toda familia que se ufane de su posición y se respete, oculta esqueletos en el armario. El narrador pertenece justamente a ella y escribe su historia “porque los libros son más fuertes que la vida. Son su mejor revancha”. Al desenhebrar el hilo de la memoria, emprende no solo un viaje a sus propios orígenes sino a las fuentes mismas de la psique estadunidense, donde el éxito económico y los actos más repugnantes comparten la mesa, bailan y se dan la mano.

MONTEHELL GERSON GÓMEZ Celosía México, 2016 102 pp. El título no es otra cosa que la conjunción de Monterrey y el infierno que creía lejano y ahora consume a sus habitantes. Agrupa una serie de crónicas que, más que una geografía, intentan asir un estado de ánimo. Por ellas desfilan compañeros de cerveza y mariguana, neopunks en trance musical, quinceañeras pisando la cola de su vestido, soldados y federales congelando las risas de los asistentes a un baile, muertos anónimos y el mismo Gerson Gómez, que no solo tiene ojos sino un oído entrenado para atrapar al vuelo las expresiones con las que Monterrey combate el miedo.

CÓMO ENTREVISTAR A UNA ESTRELLA DE ROCK Y NO MORIR EN EL INTENTO FERNANDO GARCÍA Jus México, 2016 184 pp. El texto que mejor ilustra el título del libro del periodista argentino es la “¿entrevista? muda”, la interrogación es de él, que le hizo a Paul McCartney, que culminó la persecución por Buenos Aires, a bordo de un Renault 12 manejado por “el conductor más temerario” del periódico donde trabajaba, el auto donde iba el ex Beatle. Privilegiado, García estuvo con Bowie, quien le arregló su grabadora de caset, y con Lou Reed, que elogió su inglés. La mejor es la que le hizo a John Lydon. Con razón éste reclama que en un concierto de PIL el público sacara una playera del don nadie Syd Vicious.

LA GRAN GUERRA Y LA MEMORIA MODERNA PAUL FUSSELL Turner España, 2016 480 pp. Para su colega Jay Winter, esta investigación de Paul Fusselll unió el estudio literario de la guerra con la historia cultural. Como ya ha sido demostrado, la Primera Guerra Mundial provocó que desapareciera el ideal romántico que veía en ella un elemento purificador. Lo inesperado de su violencia fue registrado en los textos de escritores que participaron en ella. Centrándose en autores fundamentalmente de habla inglesa, Fussell da cuenta de cómo motivos de raigambre literaria como el amanecer y el atardecer dieron pie a una nueva sensibilidad.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

SOLEDAD.PIEDRA

Edson Lechuga Cal y Arena México, 2016

Por amor al artificio ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

tendamos las palabras siguientes: “entre el llanto dijo que te quiere, que aún le dueles, que es terrible cuando el mar se apaga y sus orillas no lo notan. habló de la verdad que alguna vez tocaron juntos. de todo lo que tiembla entre ustedes. habló de septiembre bajo la lluvia, de las veces que contaste los besos que caben entre sus pechos y su ombligo, de la poca importancia que tenían las calles cuando estaba enredada en tu cabello”. Pertenecen a uno de los cuentos —cinco— que reúne soledad. piedra pero podrían asignarse a cualquier otro. Atendamos si no estas palabras: “no había entonces resentimiento, ni pudor, ni miedo. No había soledad, ni este hoyo negro que descubrí en mi pecho hace algunos años, ni esta sensación de lejanía que siento ahora mientras camino y cavilo en el anonimato de las calles, escondido del mundo, luido por dentro”. Pertenece a otro relato y, sí, exhibe el mismo recurso cansino de la enumeración. Consideremos el relato que cierra el libro, “soñeus”. Sin intenciones claras, Edson Lechuga acumula cinco sueños que no tienen más relación que la de terminar de golpe cuando se levanta la neblina. Convocan por igual a una manada de tigres o a un papalote o a un filme proyectado sobre el agua, en fin, y lo mismo daría que fueran protagonizados por cacahuates o vendedores ambulantes porque se sustentan en la pura apariencia verbal que se solaza mirándose el ombligo. Lo mismo hubiera dado también que, en vez de cinco, Edson Lechuga hubiera presentado veintitrés o cuarentaiséis. Concluimos la lectura y queda la sensación de que cualquiera puede escribir un relato mientras se sienta dotado de cierto ingenio (manifiesto en la voluntad de suprimir las mayúsculas y armar palabras al estilo.com) y muestre un amor incondicional por los epígrafes y por Roberto Bolaño. Erraríamos si creyéramos que soledad.piedra es una máquina verbal. Cree a ciegas en el artificio pero no desdeña el argumento. Digamos que no renuncia a que pase algo o a que sus personajes se sientan de pronto merecedores de súbitas revelaciones o repentinas desgracias, lo que los convierte en encarnaciones de un romanticismo que, en términos psicológicos y no literarios, tiende a derramar tanto pero tanto sufrimiento que uno se ve obligado a tomarlos muy poco en serio. Cuando no están a punto del suicidio por horca, lloran a la mujer que dejaron ir por tibieza de ánimo. Claro, algunos de ellos saben de poesía y dictan conferencias en universidades, y dicen cosas como “¿cuántas constelaciones se podrían dibujar uniendo los lunares de tu espalda”? En el prólogo, Sergio González Rodríguez señala que “Si la narrativa en lengua española de los últimos años ha privilegiado la novelística y, en menor grado, el cuento, con soledad.piedra comenzará a reconocer que sus mejores cuentistas están aún por ser descubiertos y aclamados, como es el caso de Edson Lechuga”. ¿En serio? ¿Debemos aclamar un libro que solo se vale del artificio, la enumeración y el lloriqueo? L


CINE

sábado 18 de junio de 2016

p. 10

LABERINTO

ESPECIAL

de los clichés positivos y negativos. La paciencia de José Iturriaga fue enorme. Me ayudó a comprender al personaje más allá de la Conquista y a conocer su infancia y juventud, su labor de geógrafo y explorador. Ahora sé cómo lo maltrató el emperador Carlos V. Otro hallazgo fue la Malinche, una figura que consideraba menor y quien todavía se ve como la amante de Cortés o la traidora, cuando la realidad es que fue una mujer con una enorme inteligencia. Una de las conclusiones de su película es que a Cortés le pesó no haber sido nombrado virrey de la Nueva España.

Fernando González Sitges

“Pervive el miedo a lo distinto” A través del lenguaje documental, el cineasta español desmitifica la tan vilipendiada y compleja figura de Hernán Cortés HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

R

epudiado por muchos y enaltecido por otros, Hernán Cortés ha propiciado continuas revisiones. Se sabe, por ejemplo, que Steven Spielberg trabaja en una magna producción en torno a su vida. Por ahora, la aproximación más reciente a su figura es la dirigida por Fernando González Sitges, autor de Hernán Cortés, un hombre entre Dios y el Diablo, que en breve se proyectará en la Cineteca Nacional. Hay más mitos que investigaciones objetivas sobre Hernán Cortés.

Sucede en ambos lados del Atlántico. Cuando les pregunté a mis hijos sobre

cómo lo mostraban en la escuela, descubrí que está olvidado en España. ¿A qué lo atribuye?

Hay varios factores. La Historia no tiene una aplicación práctica como las matemáticas pero es esencial en la formación de las personas; por eso tiene usos políticos. Cuando se esconde a figuras como Cortés, las más afectadas son las nuevas generaciones.

En México, a partir de José Luis Martínez, han circulado distintas versiones sobre Hernán Cortés. ¿Cómo armó el discurso historiográfico?

En principio me aterrorizaba el planteamiento. No soy historiador y, efectivamente, hay distintas versiones. La UNAM me encargó el documental, cosa que en sí misma ya supone una gran presión. Por fortuna, conté con el apoyo de expertos como José Iturriaga, Miguel León-Portilla, Eduardo Matos, Antonio Rubial, además de investigadores franceses, alemanes y españoles.

¿Al momento de desarrollar el guión, qué tipo de personaje quería retratar?

En cualquier documental el contexto es fundamental. Esto me permitió huir

HOMBRE DE CELULOIDE

Esa es su gran tragedia. Además, no se le permitió volver a la Nueva España en los últimos años de su vida. La Corona lo trató mal, tomando en cuenta que él dobló la superficie del imperio español. ¿Qué conclusión saca de Moctezuma?

Da para otra película. A Moctezuma la Historia lo maltrata. En España se le considera un derrotado, una especie de supersticioso que se dejó avasallar por los conquistadores. En México se le ve como un pusilánime y traidor. Sin embargo, creo que fue una persona con una gran avidez por conocer una nueva cultura, con todos los riesgos que eso supone. Si llegó a asociar a los españoles con los dioses, se le pasó de inmediato porque tenía información de sus combates con otros pueblos, incluyendo los mayas. Su relación con Cortés merece un guión aparte. Este no es su primer trabajo sobre aquella época. Antes filmó un documental sobre Gonzalo Guerrero.

Cierto. Ambos trabajos me dejan la misma conclusión: hay cerrazones en el ser humano que se repiten a lo largo de los siglos. Pervive el miedo a lo distinto. Antes eso se solucionaba a golpe de espada y hoy se resuelve a tiros. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

El horror es cosa de familia

E

l conjuro de 2013 resulta interesante porque, como El resplandor, ofrece una probada de las fantasías que nos negamos a ver y arrinconamos en esa bodega del alma que Freud llamaba inconsciente. El padre quería matar al hijo en El resplandor. La madre quiere matar a la hija en la primera emisión de El conjuro. El conjuro 2 ofrece nuevas sorpresas. La primera es que esta película barata, sin grandes estrellas ni efectos especiales, ha superado con mucho a la que tendría que haber sido el gran golpe de la temporada: Warcraft. ¿Qué sucedió? ¿Por qué ha gustado tanto esta secuela? Si uno va por la vida buscando Tarkovskis, evidentemente El conjuro 2 no es gran cosa, pero desde la tradición del cine siniestro funciona bien. Que los créditos de inicio y la publicidad anuncien que lo que vamos a ver es un hecho real es lo de menos. El cine no es la realidad por más que haya ilusos que así lo crean. El cine es ficción que refleja cultura de masas. Y ¿qué mejor termómetro de los miedos clasemedieros que el cine de horror hollywoodense? Los esposos Warren vuelven a enfrentarse con un demonio tan perverso que quiere obligar al moralismo estadunidense a aceptar que ahí donde está la cura está la enfermedad. La institución de la familia es el bálsamo, sí, pero también produce desasosiego.

Luego de haber ayudado a los Perron a enfrentar los demonios de una madre que quiere matar a su hija recién llegada a la pubertad, el matrimonio de caza-fantasmas profesionales está listo para cruzar el Atlántico e ir a la capital del psicoanálisis, el terror y los cuentos para niños: Londres. Apenas ha terminado el prólogo de El conjuro 2 comienza a sonar esa música deliciosa que se apropió de la movida en la Inglaterra de la década de 1970. Todo en efecto conjura para que, además de cumplir con los sustos, esta película sea también bastante divertida. Y es que el director James Wan sabe musicalizar, dirigir actores y, encima de todo, coloca la cámara en el sitio justo para ponernos nerviosos a pesar de que aún sentimos las vibras del glam. Los movimientos de cámara son elegantes y los niños en la casa embrujada entrañables. Al menos lo necesario para que nos identifiquemos con su fragilidad. Que la película funciona gracias al director lo prueba el hecho de que el guión es una ensalada de cuanta película de horror venga a la mente: El exorcista, Amityville, La profecía… Están todas. Pero hay algo que tienen en común y no es el diablo. Es aquello de lo que hablaba Freud en su estudio clásico Lo siniestro: la cotidianeidad, lo familiar, lo hogareño. Eso que debiese producir agrado

El conjuro 2 (The Conjuring 2. The Enfield Poltergeist). dirección: James Wan. guión: Carey Hayes, Chad Hayes, David Johnson, James Wan. Con Vera Farmiga, Patrick Wilson, Frances O’Connor, Madison Wolfe. Estados Unidos, 2015.

por alguna razón (que nos asusta) produce más bien tribulación. Lejos de ser el elogio de la familia adorable que imaginan las buenas conciencias de Estados Unidos que debe existir en alguna parte, la franquicia de El conjuro demuestra que lo más perturbador es la familia. Esa de nuestros hermanos, nuestros padres, la niñez. La casa embrujada del inconsciente. L


MILENIO

p. 11

sábado 18 de junio de 2016

ESCENARIOS

ESPECIAL

La conquista de los sones Presentamos una entrevista con Adelaida Isabel Coronel, cantante del ensamble Tembembe VIBRACIONES

HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

T

ixtla, Guerrero, es mi tierra. Tierra vibrante de son y de mezcal. Adelaida Isabel Coronel, del ensamble Tembembe, fue la única cantante mexicana en el Festival de Música de Cartagena 2016. Su voz —timbre agudo, estilo intenso, expresión traviesa— existe en y para el mundo de los sones: picante y astuto, abierto hacia el baile, la tragedia, el desamor y la improvisación. —Fui la única intérprete en todo el festival que no sabe leer una partitura. Hace ocho años, Jordi Savall estaba en Guanajuato con motivo de un concierto sobre la agonía medieval. Durante un desayuno en su hotel, escuchó a un grupo popular ensayar una sorprendente variación a un villancico anónimo, de finales del siglo XVI, que formaba parte del repertorio que él estaba preparando con Hespérion XXI, su agrupación especializada en música antigua. —Jordi Savall volteó mi mundo de cabeza. Todo aquello que creía contrario, antagónico, a mi formación, a mi canto, resultó ser la misma cosa exacta, solo que presentada bajo una apariencia nueva. En España, Jordi Savall revolvió bibliotecas y recorrió archivos de conservatorio y de musicólogos. Extrajo las más viejas folías —fórmulas melódicas simples utilizadas para componer canciones y danzas que requerían palmas y zapateado en posible relación con bailes primitivos alusivos a la fertilidad— que pudo encontrar, escritas a finales del siglo XV y principios del XVI: el exacto momento histórico en que la música —guiada por los madrigales del príncipe asesino Carlo Gesualdo de Venosa— comenzó a deshacerse de sus colores renacentistas —regidos por orden, serenidad y pureza— para adquirir apasionados, sanguíneos y angustiantes tintes barrocos.

La agrupación dedicada a interpretar música popular

En México, Adelaida creció cantando sones en una tarima. Debía cantar y patalear. Cantar y agitar sonajas. Cantar y extender con su cuerpo el significado de las palabras. Cantar convencida de que la actuación es parte inherente de la música. Y en ese mundo teatral, de movimiento y pantomima, su voz debía ser la protagonista. Un protagonismo expresivo, no técnico; de exigencias sensuales, nunca académicas. Su canto creció libre e incierto. Una incertidumbre llena de jocosidad y atrevimiento. Al no cantar leyendo notas, la voz de Adelaida responde a sus cambiantes humores (a veces honda, a veces áspera, a veces más perfumada); por lo tanto, la misma pieza suena distinta de una noche a otra. Y esa naturaleza impredecible, en el son —género abierto hacia la improvisación— es una exigencia. La idea está ahí, por ejemplo: un hombre en altamar le pregunta al viento “¿qué es el enamoramiento?” y cada cantante toma esa pregunta, la repite una y otra vez, imprimiendo sutiles variaciones expresivas y luego debe inventar, sobre la marcha, un verso nuevo. Así que si se trata de un cantante con el corazón caliente, hará que el viento le responda con pasión encendida, algo como: “¿qué es el enamoramiento? Y me dijo al resoplar: cuando te quema el aliento y también el respirar”.

DANZA

—Nunca he leído impreso un son. Ni la letra ni la música. Los aprendí porque mi abuela los cantaba, porque mis tías los cantaban, y ellas, a su vez, los aprendieron porque se los escucharon cantar a sus abuelas y a sus tías. Y así, rodando hacia atrás en el tiempo, a través de la ascendencia de Adelaida, a través de las generaciones que han poblado América Latina, el origen de estas canciones se remonta al descubrimiento del Nuevo Mundo. Y la música permite imaginar una historia distinta: algunos conquistadores cantaban. Estaban aterrados y cantar los consolaba. Contra el terror a un mundo desconocido y a una barbarie de la que —casi sin quererlo— formaban parte, acudían a melodías de su infancia. Y los sometidos escuchaban el miedo y la nostalgia de esos españoles que cantaban un canto suave y nocturno, de expresión muy triste, que les permitía identificar en los conquistadores formas humanas. Y tras muchas noches de escuchar la misma canción triste de un religioso, marinero o soldado barbado, una joven guaraní adoptó la misma melodía para cantar sus propias cuitas. —Me fascina imaginar cómo es que, a través de la música, muchos pueblos masacrados supieron que sus conquistadores no eran diablos, que en sus voces pudieron identificar sentimientos comunes. ¡El canto pudo haber sido el primer paso para que fuera posible el mestizaje! L

ARGELIA GUERRERO

makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL

Cronopios y quijotes

E

ste segundo semestre del año comienza con dos propuestas coreográficas presentadas por la compañía mexicana Tándem, agrupación que ha centrado el propósito de sus obras en rendir homenaje y retomar los pensamientos de un par de escritores que han trascendido en la historia de la literatura y las mentalidades, tanto por su exquisita pluma como por sus planteamientos filosóficos: Julio Cortázar y Miguel de Cervantes. Los días 17, 18 y 19 de junio la compañía dirigida por la coreógrafa Leticia Alvarado presenta, en la Sala Miguel Covarrubias, Cortázar, compás al corazón, una pieza que reconoce al eterno cronopio argentino, tan ligado al lenguaje de la música y ahora retomado por bailarines que revientan e interpretan algunos pasajes de sus obras, sin faltar, por supuesto, el maravilloso capítulo 7 de Rayuela: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca...”. Para la compañía Tándem es importante recrear el pensamiento de Cortázar, pero también recordar al

hombre, su gusto por el box y el entorno fantástico de París y Buenos Aires, las ciudades en las que abrevó para crear su extensa y maravillosa literatura. Veremos una serie de motivos que los cortazarianos identificarán, en un lenguaje fluido y lúdico que logra plasmar el carácter ingenioso del escritor. Gozaremos de una creativa danza de cronopios. Además, para la temporada de danza en el Palacio de Bellas Artes, el 2 de agosto la compañía presentará uno más de sus recientes trabajos, inspirado en otro escritor relevante de la lengua hispana: Cervantes: el trágico sueño de la memoria, de la coreógrafa Leticia Alvarado, que busca hablarles a aquellos que creen en la posibilidad de la imaginación para cambiar su época. Nada más atinado que apelar a la luz de la imaginación en tiempos tan oscuros. Nada más atinado que retomar a Cervantes, creador del máximo soñador de habla hispana, y hacerlo transitar por los oscuros campos del mundo postmoderno, cuerpos del siglo XXI con detalles que recrean la moda

Bailarines de la compañía mexicana Tándem

renacentista, acompañados del estilo musical barroco que no deja más que soltar cuerpo y mente en su marea de arpegios interminables. Cervantes, a 400 años de su muerte, ha dejado inscrita en la historia de la humanidad uno de los motivos que aún quedan para caminar: la utopía. Y ha dejado al luchador que no se derrota, que no se cansa, que no acepta al mundo como es y batalla por cambiarlo, logrando con ello ser considerado un loco, el loco más cuerdo de la literatura universal: Don Quijote.

Leticia Alvarado y la compañía Tándem han pensado que la utopía es necesaria en tiempos de oscuridad y han recreado al loco caminante como ejemplo del pensador ávido que quiere cambiar su entorno. Han elegido que los cuerpos de cada bailarín muestren un Cervantes capaz de imaginar un mundo distinto y de inventar a un personaje con la imaginación suficiente para construirlo. Que cronopios y quijotes muestren sus pasos. L


VARIA

sábado 18 de junio de 2016

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

No juzguéis, para que no seáis juzgados TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

¿

Quién soy yo para juzgarlos?, preguntó el papa refiriéndose a los homosexuales; pero el mero día en que el sacerdote Krzysztof Charamsa presentó a su novio, fue echado de su puesto vaticano. ¿Quién soy yo para juzgarlos?, pero se negó rotundamente a aceptar al embajador que Francia presentó en la Santa Sede, por la sencilla razón de que era gay. ¿Quién soy yo para juzgarlos?, pero deja que la jerarquía católica de Polonia los insulte en las homilías y a través de los medios, deja que esa iglesia auspicie a grupos racistas, antisemitas y homofóbicos. ¿Quién soy yo para juzgarlos?, pero le soltó la rienda a todas esas asociaciones católicas que andan viendo cómo dejar a los homosexuales sin derechos elementales, como el del matrimonio, y de paso sueltan discursos para dejar claro que son gente inferior, pues no los quiere ese fantasma imaginario que flota sobre nosotros y ve todo lo que hacemos. Luego resulta que uno de tantos simplones que se creen el cuento del dios antigay se pone a dar de balazos hasta matar a medio centenar de personas, y entonces el papa Francisco se dice “horrorizado” y agrega que se deben “identificar y contrastar las causas de tan terrible y absurda violencia”, olvidándose por completo de que él es el vicario de esa deidad que hizo llover azufre hirviente sobre dos poblaciones, y que esa misma historia la cuenta el Corán y ha servido para que a lo largo de muchos siglos quienes siguen supersticiones monoteístas se pongan a apedrear,

El papa Francisco

quemar, ahorcar, torturar, expulsar, ametrallar, descuartizar, defenestrar, golpear y linchar a quienes prefieren otra cosa en el amor. Ahora la Iglesia mexicana pretende decir que los malos resultados del PRI se debieron a la iniciativa del matrimonio igualitario, haciendo suya una bandera que no le pertenece, o mejor dicho, lanzando sin escrúpulos una mentira. Aquí el lenguaraz mayor es el cardenal Rivera, muy bíblico en sus prejuicios, pero más juguetón cuando el asunto es la pederastia o la boda de un futuro presidente o el enriquecimiento ilícito. En un templo pueden creer que un “sí” entre un hombre y una mujer establece un misterioso enlace en otra dimensión mediante el cual dos carnes se vuelven una sola y pasa a llamarse sacramento lo que era fornicación. Están en su derecho, aunque ningún ser humano haya visto la otra dimensión y las dos carnes sigan siendo, evidentemente, dos carnes. Pero nadie tiene

CAFÉ MADRID

derecho a declarar que ese mismo “sí” de dos hombres o dos mujeres ante un juez civil es una “perversión”. Hay que saber callarle la boca a la Iglesia oportunamente. Decirle que la Biblia es letra muerta en asuntos legales. Hacerle ver que en una institución tan antidemocrática suena mal que ahora pretendan hablar de “mayorías” de mexicanos que se oponen al matrimonio igualitario. Contarle los muchos granos de arena que ponen para que en tantos desorientados perviva un espíritu homofóbico. Entonces volvamos a la pregunta retórica del papa: ¿Quién soy yo para juzgarlos? Nadie, Francisco, no eres nadie. ¿Y Norberto Rivera? Tampoco es nadie para juzgar. ¿Y los representantes de las dos mil iglesias cristianas que protestan contra los matrimonios de homosexuales? Tampoco son nadie. ¿Y Dios?, preguntará alguien. ¿Quién es Dios para juzgar? Ah, hijitos míos, Él más que nadie es menos que nadie. L

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL

Misa en chino

A

seis metros bajo tierra, en la cripta de la Parroquia de Santa Rita de Madrid, un grupo de 50 chinos escucha con devoción la misa de los domingos en su lengua materna. Casi todos tienen en las manos un libro de 400 páginas, con rezos y cánticos en ideogramas, que les da seguridad para intervenir a lo largo de la eucaristía donde un hispanohablante cualquiera como yo apenas es capaz de identificar dos palabras: amén y aleluya. En un extremo, una joven de lentes finos y concentración suprema toca con delicadeza un teclado electrónico (Made in China, por supuesto) para darle ritmo a las alabanzas de los feligreses mientras, en el altar, el sacerdote se dispone a consagrar el cuerpo de Cristo, custodiado por dos niñas risueñas de túnica blanca que hoy son las monaguillas. En este rincón oriental de la Iglesia Católica española, los inmigrantes del país de la muralla han encontrado el sitio ideal para celebrar su fe y no descuidar su vida cristiana, tal y como lo siguen haciendo (“como rasgo cultural”) los españoles viejos. Hace siete años, el padre Juan María Guo (“Juan María en español, pero Kun Peng en chino”) se propuso consolidar un espacio donde, en su lengua, por lo menos algunos de sus 180 mil paisanos que viven en este país (50 mil en la capital) pudieran asistir a clases de catequesis, recibir los sacramentos y confesarse (“todos son muy trabajadores pero, por desgracia, siempre hay tiempo para pecar”). Así que puso un anuncio en el periódico El mandarín, muy popular aquí entre la comunidad china, y pronto las bancas de su capilla soterrada y circular comenzaron a ser ocupadas por familias enteras que salen un rato de sus tiendas, peluquerías y restaurantes. En la celebración lo acompaña el padre Guillermo Zhang (de “34 años en España, pero 35 en China, porque ahí se toma en cuenta el momento de la concepción”),

Parroquia de Santa Rita de Madrid

que antes oficiaba la misa para los chinos católicos de Zaragoza (“unos 150”), primero una vez al mes y luego cada semana. “Ahora me vine a Madrid y se ha quedado en mi lugar un sacerdote mexicano, Rodolfo Hiela. Él no habla chino, pero le asiste un intérprete. Qué gracioso, ¿no?: un mexicano atendiendo a un grupo de chinos en España”, dice en perfecto español, y con una sonrisa, este sacerdote de los Agustinos Recoletos, una orden religiosa presente desde 1923 en China, donde una minoría de 12 millones de católicos (la mayoría de la población es budista) pertenece a la Asociación Católica Patriótica, controlada por el Estado, o al grupo semiclandestino que reconoce como única autoridad al Vaticano. Hace un rato, la señora Linong (40 años,

madre de cinco hijos y “delgada sin dietas”) estaba en los ensayos del coro. Luego se hizo cargo del salmo cantado, se esforzó por dar “la paz del Señor” a casi todos y, cuando la misa terminó, esperó en la entrada de la capilla a que su hija menor, de seis años, fuera a despedirse de su amiga que, como ella, había sido la monaguilla de hoy. La señora Linong (“católica de toda la vida”, con un marido “que dejó el budismo” por ella) me explicó que en esta parroquia nunca ha habido distinciones entre niños y niñas para ayudar al padre con la eucaristía y, según ella, eso es un signo de la iglesia inclusiva, donde cabe todo mundo, “hasta la gigantesca y milenaria China”, con su respectiva delegación en España. L


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.