Laberinto
ENTREVISTA A MERCEDES MONMANY MARCOS DANIEL AGUILAR p. 04
ENTREVISTA A JENNIFER CLEMENT
vianey fernández p. 05
NÚM. 689
MILENIO
sábado 27 de agosto de 2016 FOTO: JESÚS QUINTANAR
IGNACIO PADILLA (1968–2016) pablo raphael, enzia verduchi y ana garcía bergua p. 06 a 09
ANTESALA
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LABERINTO
ESPECIAL
Diamantes, estafadores y cenizas AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
Sol: No, it's a moissanite. Bad Boy Lincoln: A what–in–ite? Sol: A moissanite is an artificial diamond, Lincoln. It's Mickey Mouse, mate. Spurious. Not genuine. And it's worth... fuck–all. Snatch, The movie.
L
o peor de toda esta trama vulgar es que ni siquiera es un diamante “genuino”, es una imitación sintética, es un recuerdo fúnebre tacky. Las cenizas del arquitecto Luis Barragán convertidas en “diamante” es una de las estafas más ridículas de la historia del arte con la participación de los familiares del arquitecto, el Congreso y las autoridades de Jalisco. El esperpéntico engaño de la artista VIP Jill Magid fue posible porque tratándose de arte contemporáneo VIP nadie hace preguntas. Vamos por partes: los diamantes fabricados con cenizas de cadáver no son “genuinos” como Magid les dijo, son sintéticos y son una costumbre tétrica para “recordar a los seres queridos”, es un servicio que muchas funerarias ofrecen en cualquier ciudad de Estados Unidos, la gente puede hacer diamantes con las cenizas de sus mascotas y hay una gran variedad en venta, de distintos colores, quilates y los montan en anillos, cadenas o lo que el cliente elija. La artista les hizo creer que era algo exclusivo, valioso y artístico, ustedes pueden entrar a Internet para consultar precios y estilos en Cremation Solutions (www.cremationsolutions.com). Magid además
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
Abriendo la tumba de Barragán
les dijo que tenía que viajar a Suiza a realizar el “complejo proceso” cuando pudo hacerlo en Orlando o en Las Vegas, y seguramente ahí lo hizo. Es tan fácil fabricar diamantes sintéticos, se pueden hacer con crema de cacahuate en el horno de microondas, pero aquí Magid pudo realizar su patraña porque tenía de su lado la frivolidad de la parentela y los custodios del arte nacional. Supuestamente este “diamante” era para intercambiarlo por los archivos de Barragán que posee Federica Zanco en Suiza, ¿Se pueden imaginar que los suizos intercambien un archivo de 3 millones de dólares por un diamante falso que en Internet cuesta entre 19 mil y 24 mil dólares? Los familiares de Barragán y los poderes estatales comparsas de esta comedia, violaron la dignidad de un homenaje al abrir la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, exhumaron el cuerpo, para que Magid convirtiera a Barragán en un recuerdo mortuorio de una viuda tacky de Las Vegas. La obra de arte es la farsa, participaron en lo que creen que es la vanguardia del arte y la “resignificación de un cuerpo en diamante”
y a cambio les entregaron un souvenir barato. ¿Quién financió este circo? ¿Quién le pagó a Magid para que se riera de su ignorancia? Como en una escena de ópera bufa “les pidió la mano de Barragán” en las instalaciones del Museo de Arte de Zapopan en presencia de la directora Viviana Kuri y toda la familia. Afortunadamente los archivos de Barragán están resguardados en Suiza por una fundación seria, que los mantiene lejos de la ignorancia y el oportunismo de las autoridades y los familiares, nada más falta que a otra artista se le ocurra hacer una piñata con ellos y seguramente se los entregarían. Magid eligió los restos de Barragán porque aquí podía montar esta zarzuela, tiene un montón de proyectos inconclusos con “diamantes” de cenizas. La galería suiza expone el anillo y el certificado que especifica el mismo proceso que ofrecen en Cremation Solutions. Magid proyecta en una de sus obras que al morir la conviertan en un diamante, ojalá la pongan en una plaquita con las llaves de la Rotonda que diga “abro y saco lo que me da la gana”. L
Barría temprano a sus amantes, antes de que pasara el camión de la basura. ESPECIAL
El declive AMBOS MUNDOS
A
SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa–círculo de lectores
ntonio García Ángel acaba de publicar la que es sin duda una de las mejores novelas del año en Colombia. Se llama Declive, con el sello Random House. Un hombre llamado Jorge se despierta a las cinco de la tarde en Bogotá, para ir a trabajar a un call center en el turno de seis de la tarde a seis de la mañana, pero al vestirse nota que los pies ya no le caben dentro de los zapatos. Qué raro, se dice, pues no parecen hinchados, simplemente han crecido cuatro tallas mientras dormía. Agobiado por esta extraña situación sale a la calle y se dirige a la estación de Transmilenio usando sus viejos zapatos como si fueran zuecos, y a partir de ahí su solitaria vida empieza a dar un inquietante vuelco. ¿Quién es este hombre? Con una escritura precisa, implacable, por momentos casi desnuda y extraordinariamente
lúcida, Antonio García Ángel nos va mostrando la frágil vida de Jorge, sus anhelos y extraños ritos: los programas de televisión en su hora de descanso al filo de las dos de la mañana en la zona de relax del call center, o los solitarios encuentros con una joven que trabaja haciendo reemplazos en el mismo galpón atestado de pequeños cubículos, donde mil doscientos ochenta operarios —cuarenta filas de treinta y dos escritorios— trabajan respondiendo llamadas con sus almohadillas de oreja, sus tubos acústicos y sus micrófonos. Una vida exasperante, repetitiva, con muy poco tiempo para sorpresas, y que le sirve a García Ángel para hablarnos de la soledad, de ese brutal contraste entre el hombre y la urbe de la que no se puede salir indemne. Porque el otro personaje de Declive, además de Jorge y el padre y la triste Cecilia, es la ciudad, una Bogotá que es un Saturno
Antonio García Ángel
devorador de sus hijos, espacio que parece condenar a la soledad extrema y a la locura a quienes se vuelven frágiles. Esta imagen de la ciudad sin piedad, implacable y cruel, es uno de los grandes logros de la novela, un rostro de Bogotá que hasta ahora no había visto en ningún otro libro o filme y que más bien me lleva hacia literaturas de otros lugares, tal vez a un Kafka escribiendo la desesperanza de Joseph K. o a un Rulfo buscando a Susana San Juan en el centro de una paila ardiente que es también un pueblo. A esto debe sumarse el sofisticado humor, expresado a través de los diálogos entre los compañeros del call center,
la ironía y la emulación de la vida que, cual grupo de reclusos, sienten que está allá afuera mientras ellos se pasan las horas respondiendo llamadas. Después de Su casa es mi casa, que lo sentó en la mesa de los jóvenes autores colombianos, en 2001; de Recursos humanos, escrita bajo la tutoría de Mario Vargas Llosa con la beca Rólex, y de la extraordinaria Animales domésticos, de 2013, Antonio García Ángel continúa con Declive la construcción de una obra literaria particularísima, sofisticada, que a través de su visión del mundo nos va mostrando un rostro nuevo e inquietante de la condición humana.L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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sábado 27 de agosto de 2016
ANTESALA
ESPECIAL
× C E S Á R I O
V E R D E ×
Noches gélidas Este poema proviene de Tres poetas portugueses del siglo XIX, publicado por la UAM Azcapotzalco, e incluye, también, textos de Antero de Quental y Camilo Pessanha
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La (anti)racista
erina
Rostro alargado, airosa, angelical, suave, a veces, la alemana que sigo y que me agrada, más blanca que el luar de invierno que me enfría, en calles a las que el gas da noches musicales; con los buenos agasajos que el norte escogería, con su corto paso y de lana forrada, me recuerda la elegancia, la gracia, la gallardía de una ovejita blanca, ingenua y delicada. Traducción de Miguel Ángel Flores
×EKO×EX LIBRIS×LEONORA O EL AMOR CONYUGAL×
CARACTERES
ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx
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ara que alguien sea racista debe darse esta condición elemental: que haya (o parezca haber) al menos una raza diferente de la suya. En otras palabras: el racismo existe donde existan (o parezcan existir) varias razas. Toda comunidad se funda en la exclusión de los otros. No hay quien no sea, en mayor o menor medida, racista. No hay quien no mire con curiosidad o extrañeza o recelo o desprecio o temor o hasta odio, si no con resentimiento y con envidia, a la gente en apariencia distinta. En México nos las damos de puros frente a los Afrikaaner, que sometieron a los negros al Apartheid, y frente a los gringos, que los esclavizaron. Como si los mexicas no se hubieran comido a los demás mesoamericanos. Como si en la vieja España no hubieran expulsado a judíos y musulmanes y privilegiado a los purasangres castizos. Como si en la Nueva España no hubiera regido una estricta jerarquía social que marginaba a los indígenas y les confería todos los derechos a los peninsulares. Herederos de una activa tradición discriminatoria, los mexicanos acriollados o semimorenos discurrimos un método parmenídeo para lidiar con nuestro propio racismo: simplemente, negamos que existiera. Aquí, de acuerdo con el pensamiento oficial ya en desuso, no había razas. Tanto el campesino más pobre como el dueño de la máxima fortuna del país, todos aquí éramos mestizos. Hasta que los indígenas, por su cuenta o con ayuda mestiza, tomaron la palabra. La doctrina (anti)racista de la enjundiosa Amatista, originada en la época de gloria del neozapatismo, es aún imperfecta. Por un lado, aplaude el levantamiento indígena en Chiapas y ha ido varias veces allá para servir a la causa. Por otro lado, la subleva que no pocos indígenas de otras regiones (y también bastantes chiapanecos) vendan su voto. “No entiendo por qué se dejan manipular”, dice con amargura, refiriéndose al segundo caso. Tampoco entiende cómo fue que en un municipio del sureste, con población cien por ciento indígena, varios lugareños mataran con saña indefensible al edil y a otros funcionarios locales elegidos según los usos y costumbres del lugar. Y si le dices que la capacidad de hacer el mal está homogéneamente distribuida entre todos los seres humanos, y que negársela a unos porque pertenecen a una raza discriminada equivale a negarles la humanidad, y que esa forma inversa y perversa de discriminación se llama criptorracismo, Amatista iracunda te tacha de racista. Lo bueno es que ustedes son amigos. Y, para sellar las paces, ella te invita a comer a la mansión que le regaló su padre, un rico empresario español. Y pasa por ti en el BMW que le expropió a su ex marido, hoy subsecretario. Y en el trayecto sube la ventanilla del coche para rehusarle la limosna a una anciana, quizás otomí. Y ya en su casa te lleva a ver a su hijo tardío, un niño de grandes ojos verdes que adora a su nana, oaxaqueña como la cocinera a quien Amatista la (anti)racista saluda de beso antes de presentártela: “Jacinta es como de la familia”. L
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Mercedes Monmany
¿Qué literaturas, de qué sitios, qué autores te llamaron más la atención?
“Los europeos estamos unidos por la cultura” A propósito de Por las fronteras de Europa, su nuevo libro, la crítica y ensayista española reflexiona sobre la literatura como enlace continental ADRIÁN VÁZQUEZ
Cada uno tiene sus preferidos, a los que siempre vuelve. Creo que ya he citado a algunos: Zweig, Musil, Joseph Roth, también el siglo XIX francés por el que tengo una gran devoción: Stendhal, Flaubert, Maupassant, Balzac, Chateaubriand, Barbey d’Aurevilly, Jules Renard, o entre los rusos Gógol y Nabokov. Pero siempre me ha divertido decir que la letra b es muy importante en una pequeña lista privada de escritores que me fascinan: Bábel, Bulgákov, Bashevis Singer, Borges, Beckett, Banville, Barnes, Bassani. Tienes textos dedicados a Claudio Magris, ¿cómo ha sido tu relación con él?
Para mí no es solo un amigo, es un maestro. El maestro que a cada persona le es dado conocer en la vida, aparte de los maestros que conocemos a través de los libros. Lo admiro mucho, no solo como intelectual sino como persona. Es alguien de una gran integridad, un auténtico maître à penser de nuestros días “líquidos”, como diría Zygmunt Bauman, llenos de confusión y falsos ídolos. Conocí a Claudio y a su mujer fallecida, Marisa, a finales de los años 80, con motivo de la publicación de El Danubio, y desde entonces nos une una gran amistad. Tiene un enorme sentido del humor y hemos compartido también amigos muy queridos, con los que intercambiamos siempre “anécdotas magrianas”, de no parar de reír en un buen rato, cada vez que nos encontramos. Es el caso de Predrag Matvejevic, el escritor croata, autor deBreviario mediterráneo, otro libro por el que siento devoción.
ENTREVISTA MARCOS DANIEL AGUILAR
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ercedes Monmany (Barcelona, 1957) ha sido una viajera cultural irremediable. Crítica literaria en los principales diarios españoles, editora y traductora, Monmany se ha encargado por largos años en traer a España y a Hispanoamérica, por medio de la crítica y el periodismo, las obras provenientes de todos los rincones de Europa. Galaxia Gutenberg acaba de recopilar sus reseñas críticas bajo el título de Por las fronteras de Europa. Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI, libro que por sí solo cohesiona al viejo continente a través de la vida espiritual y estética. A propósito de su próxima presentación en la Ciudad de México, el 1 de septiembre en el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia del INBA, conversamos con esta española sin fronteras. Mercedes, el libro es la recopilación de tu obra crítica, tus ensayos, como dice Claudio Magris en la introducción, ¿qué son para ti estos dos géneros?
Yo me considero sobre todo una escritora y ensayista. También una historiadora de la literatura y, más en concreto, de la literatura comparada. El ensayo, la crítica literaria, de la que habla Claudio Magris, y que él ha practicado de forma tan ejemplar, parte en lo que respecta a mi lado biográfico, pues siempre he sido una lectora empedernida, dominada desde muy pronto por “ese vicio impune, la lectura”, como lo llamaba el francés Valéry Larbaud. Y siempre me ha gustado dar a conocer autores y obras
para mí imprescindibles y también para intentar entender el mundo en que vivimos. ¿En qué momento comienzan a interesarte estas literaturas, sobre todo hablando de aquellas que son mucho más alejadas de España o Hispanoamérica?
Yo creo que los lectores, como también las personas en la vida, se distinguen en dos categorías: los que tienen curiosidad y los que carecen de ella. Para mí, los autores, las lecturas, han sido como eslabones, unos han tirado de otros. O como muñecas rusas: un escritor, una época o un periodo que me parecía interesante, me hacía dirigirme a otros más de ese mismo tiempo. En unas épocas leí fervorosamente a los grandes autores italianos de la segunda mitad del siglo XX (Calvino, Bassani, Buzzati, Lampedusa, Manganelli, Pasolini y otros), en otros periodos he leído más a franceses, españoles e hispanoamericanos. O literatura portuguesa, una de mis grandes pasiones. En el caso de Europa, siempre digo que el contenedor es infinito. Cuando empezaba a leer a un autor de un país, ya fueran noruegos maravillosos como Knut Hamsun o más actuales como Knell Askildsen, continuaba leyendo a los de sus países vecinos, como si se trataran de un sistema radial. En mi época de universidad empecé a leer con verdadero fanatismo a los grandes maestros austrohúngaros (Musil, Kraus, Joseph Roth, Schnitzler) y todos ellos me llevaron al Este y Centro de Europa, a Hungría, a Polonia. Por las fronteras de Europa es un libro raro pero deslumbrante porque rastreas autores que pocas veces nos llegan al español, ¿ese era tu objetivo?
No quería perder de vista, en ningún momento, el espíritu del viaje. Uno sale de
casa para conocer y la lectura es siempre un viaje. Físico o estático, pero un viaje. Y lo quería hacer a mi gusto, sin ninguna tiranía de líneas o espacio. Unir autores de obra extensa como Imre Kertész, Patrick Modiano, John Banville o Bashevis Singer, con autores en ocasiones de un maravilloso libro que los hizo célebres en su día, a veces una vez desaparecidos. Es el caso de Verde agua, de Marisa Madieri, esposa de Claudio Magris, fallecida prematuramente, pero también la impresionante despedida de un amor, ese pequeño libro de culto que es Déjame de la francesa Marcelle Sauvegeot, que murió a comienzos de los años 30, solo un mes después de verlo publicado. También hay un componente autobiográfico en ese atravesar fronteras: de pequeña yo vivía en Barcelona con mi familia y mi abuela francesa vivía al otro lado de la frontera. Durante generaciones habían sido dueños de agencias de aduanas. Nada más llegar al “otro lado” —y en aquella época se trataba de diferencias planetarias, nosotros vivíamos en una dictadura, la de Franco, y ellos en la Europa libre— todo era distinto. Todo era más bello, luminoso, deseable. Nuestro mundo era el de cualquier dictadura, sin distinción de signo: había un algo triste, abatido, sin brillo en el ambiente. En la biblioteca de la casa de mi familia francesa, todo se percibía también como algo distinto: había una enorme Encyclopédie de laGrande Guerre, libros y recuerdos de la Segunda Guerra Mundial. En ninguna de las dos guerras los españoles habíamos participado. Tan solo habíamos tenido una terrible guerra civil, cuyas tragedias aún rezumaban por cada esquina y rincón. Quizá de aquella época me vino el empeño por conocer más a mis vecinos, sus realidades diversas.
Mercedes, ¿sigue existiendo un espíritu europeo, incluyendo a la Península Ibérica?
Aunque con distintos avatares políticos e históricos, todos estamos recorridos por un eje invisible, constante que es nuestra cultura, nuestra literatura, nuestra arquitectura, nuestro arte, nuestros museos. Los artistas y músicos italianos recorrieron las cortes europeas durante siglos, igual que ahora nos leemos todos en traducciones. Más allá de la barbarie de guerras y dominaciones en Europa lo que ha unido siempre a sus pueblos ha sido el espíritu de la cultura, de unos valores determinados, que son sin duda la democracia y la libertad. Como mi admirado Stefan Zweig, soy una convencida europeísta y más allá de una unión política y económica siempre he viajado por el continente con la impresión de seguir estando en casa, de que había un pasado común a todos, desde Homero, Virgilio, Dante, Shakespeare, Cervantes, Goethe o La Celestina. ¿Cuál es tu punto de vista sobre la Europa del siglo XXI en medio de crisis y terrorismo?
Yo creo que la cultura, la escritura, el arte, nacieron ya con la palabra crisis. El terrorismo, por supuesto, los españoles sabemos de qué se trata, no es algo nuevo. Es siempre un acto de barbarie, atroz, ya se trate de Irak, Turquía, el País Vasco hace unos años, o en estos momentos, de forma terrible y reiterada, en Francia. Muy en concreto en París, uno de los símbolos de la libertad europeos que más odian y detestan los terroristas. Con una juventud que se ríe, disfruta, espanta la tristeza y los problemas a diario. Algo que un fanático no puede tolerar: la alegría. L
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sábado 27 de agosto de 2016
LITERATURA
ESPECIAL
personas desplazadas. Esta campaña defenderá el derecho al santuario, a la celebración de literaturas de escritores desplazados, y combatirá la xenofobia hacia los refugiados, así como la censura o el silencio por el exilio. Hablas de “una reorganización de género”. ¿A qué te refieres?
Jennifer Clement
“PEN enfrenta los grandes momentos sociales y políticos” La escritora explica la urgencia de un Manifiesto de Derechos de Autor universal y la modificación de la Carta Constitutiva de la organización de escritores más importante en el mundo ENTREVISTA VIANEY FERNÁNDEZ
J
ennifer Clement defiende la literatura como un espacio de denuncia. La escritora nacida en Greenwich, Connecticut, Estados Unidos, pone dos ejemplos difíciles de rebatir: la repercusión que tuvo Oliver Twist, de Charles Dickens, para cambiar las condiciones de miles de niños víctimas explotación laboral y el empoderamiento de las mujeres tras las novelas de Jane Austen y Charlotte Brontë. Por eso, en su novela Ladydi (Lumen, 2014) retrató el calvario de las mujeres de la sierra de Guerrero, acosadas por tratantes de personas para ser vendidas como esclavas sexuales. Pero la actividad de Clement en favor de los derechos humanos va más allá de la literatura: durante su presidencia en el centro PEN México impulsó, entre otras cosas, una ardua defensa y protección de los periodistas en nuestro país. Hace menos de un año fue elegida como presidenta de PEN Internacional, la organización de escritores más antigua y grande en el mundo, convirtiéndose en la primera mujer en presidirla en casi cien años. Desde que asumió esta titánica labor planteó retos específicos, como el de crear un Manifiesto de Derechos de Autor y modificar, por primera vez en la historia de PEN, la Carta Constitutiva con el fin de incluir cuatro conceptos que necesitan formar parte de la defensa de derechos humanos y de la literatura: género, orientación sexual, identidad sexual y religión. ¿Por qué si el PEN aboga por la libre expresión y el libre pensamiento no había contemplado en sus documentos estos cuatro conceptos?
No lo sé. Llevo 23 años colaborando en PEN y siempre me he preguntado lo mismo. Debo aclarar que hacer una modificación de la Carta Constitutiva no es fácil. El PEN está conformado por 140 centros autónomos en
distintos países, y todo cambio se discute y vota en un congreso mundial. Cada modificación debe ser propuesta o nominada por dos centros; en el caso de la Carta, los cambios fueron nominados por el de Sidney, Australia, y el de Sudáfrica. Ahora serán discutidas y votadas en el congreso internacional, que celebraremos en Ourense y Santiago de Compostela, Galicia, el próximo septiembre. La propuesta de modificar la Carta Constitutiva tiene como objetivo hacerla más fuerte. PEN no puede permanecer en silencio cuando las mujeres son censuradas a través de la violencia, cuando las religiones son atacadas y cuando escribir sobre ti mismo o sobre la persona que amas te lleva a la cárcel o a la muerte. Ha llegado el momento de modificar nuestros estatutos para ser más inclusivos y defender que cada historia debe tener la libertad suficiente para ser contada. La escritora y periodista Catherine Amy Dawson Scott crea el PEN en 1921, una asociación mundial para defender a quienes se dedican a las letras; 95 años después es también una escritora y periodista quien quiere revolucionar esta organización.
En los tres años que estaré al frente de la organización tengo muy claro lo que quiero hacer. No es posible que en países como Kenia los homosexuales sean encarcelados, perseguidos, que tengan prohibido escribir. Incluso en ciudades como Londres (se vio sorpresivamente en una encuesta este mismo año) hay quienes en su trabajo ocultan su preferencia sexual. Es importante que tanto las mujeres como la comunidad LGTB se sientan representadas por PEN; de ahí la importancia del cambio de la Carta y el hecho de crear toda una reorganización de género y considerar la violencia contra la mujer como una forma de censura. Otra de las cosas a las que PEN Internacional no es ajeno es a las problemática mundial de los desplazados, por ello, este año hemos creado una campaña global que se construye sobre el legado histórico de PEN, que siempre enfrenta los grandes momentos sociales y políticos, y esta campaña abarca a las comunidades y las
Tiene que haber cambios radicales en todos los centros. Hay que empezar por ver cuántas mujeres están en PEN y pueden trabajar como periodistas o escritoras en sus países. Pero además del conteo, haremos un manifiesto en el que se deje claro que la violencia contra la mujer es censura. Hay 14 millones de niñas en el mundo que son obligadas a casarse entre los 9 y los 13 años. En la Ciudad de México hace apenas unas semanas se prohibió el matrimonio adolescente —en los últimos cinco años se casaron más de 10 mil menores de edad—. Esas niñas no van a leer ni van a escribir un libro. Agrégale la violencia, la trata. Hay países donde las niñas ni siquiera pueden ir a la escuela y en otros, como China e India, hay unos pequeños carros que van a las comunidades otorgando el servicio de ultrasonidos y, si la mamá está embarazada de una niña, le ayudan a abortar. Es importante que el PEN se enfoque en todo esto desde el punto de vista de la censura ya que es una organización que defiende la libertad de expresión y ahí hay un gran potencial creativo perdido. Pasando a otro tema, ¿por qué el PEN ha mantenido hasta ahora una actitud cautelosa en la defensa de los derechos de autor, que con frecuencia son vulnerados?
El PEN, sin duda, tiene la responsabilidad de defender a los autores. Y hay que decirlo tal y como es: la posibilidad en esta era digital de hacer reproducciones no autorizadas a escala masiva y distribuirlos infinitas veces a infinitos recipientes, a costos que ni sabemos, es una amenaza seria para los autores, realmente uno tiene que decir que esto es una forma de robo. Negar a los autores la posibilidad de obtener una recompensa monetaria por sus obras, es negar el valor de las obras y negarles a sus autores un medio de vida. Por eso, con asesoría jurídica y el trabajo especializado de los centros PEN de Australia y Alemania, se presentará en septiembre el primer Manifiesto de Derechos de Autor. Cuando asumí la presidencia internacional, prometí dos cambios: modificar la Carta Constitutiva y crear el Manifiesto de Derechos de Autor. PEN, como la organización más importante en el mundo de escritores, tiene la responsabilidad de defender los derechos de autor como parte de la libertad. Este manifiesto se podrá usar para la defensa legal y también para abogacía. ¿Cómo se realizó el manifiesto?
Es un documento de nueve puntos, cuyo valor principal es volver a la idea filosófica de honrar la creación individual. Este documento tiene un carácter universal. Por supuesto que cada país tiene sus propias leyes, pero la idea de este manifiesto —que también tiene que ser puesto a votación en la asamblea de delegados—, es que aglutinaría un reclamo mundial y podríamos llevarlo ante un juez, ante la Unión Europea o el Parlamento Inglés y decir: el PEN defiende los derechos de autor a toda costa. En otro momento me explicaste que este documento contempla el derecho del autor sobre su obra en la red, así como la defensa moral de la obra no solo ante el plagio sino también frente a la atribución falsa o malintencionada. ¿Podrías ampliar esta idea?
En países como China tu libro puede ser censurado o modificado, entonces le quitan partes que no les gustan y tú ni te enteras. Y si modifican algo que le gusta a un gobierno pero no a otro, entonces estás en dificultades. Por otra parte, hay todo un problema con la Internet. Las grandes compañías como Facebook, Google, Yahoo y Amazon tienen la posibilidad de negociar para que los parlamentos de la Unión Europea, el Parlamento Inglés o el Congreso de los Estados Unidos hagan leyes de derecho de autor menos estrictas. Necesitamos un pronunciamiento global en contra de todo esto. L
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ARCHIVO: PABLO RAPHAEL
Nachoplan La partida del escritor Ignacio Padilla (1968) el 20 de agosto en un accidente automovilístico, autor de una sólida obra narrativa y ensayística que comienza en 1990 con Subterráneos y alcanza su mayor altura con Amphitryon (2000), conmocionó al medio cultural y a sus lectores. A manera de homenaje, presentamos tres recuerdos de sus amigos PABLO RAPHAEL
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Para Constanza y Esteban
amiana tiene un amigo al que le dicen el Dele. Hace ciencia sobre el devenir del cosmos o algo parecido. Algún día le dijo que lo más triste del mundo era saber que nunca más pasarás tus cumpleaños con todos los amigos que quisieras. Cuando me lo contó pensé que esa idea era una forma de ponerse en el centro del universo, pero hoy entiendo que en dos años (otra vez la vanidad) cumpliré la edad que tenía Nacho Padilla y que en treinta (no estoy aprendiendo la lección) me será imposible hacer las caminatas que mi padre y el suyo suelen hacer con frecuencia para recorrer su infancia. Porque mi papá y Paco, el papá de Nacho, crecieron en el mismo edificio de la calle de Medellín en la colonia Roma. Nos enteramos de eso el día que nos graduamos de la preparatoria, cuando ellos se fundieron en un abrazo que recuperaba los años que pasaron sin verse. Estoy viviendo en Madrid. Hace quince días llegué a México de vacaciones y no quedé en citarme con Nacho porque debía visitar al médico y, además, esperaríamos la vuelta del viaje que estaba haciendo Jorge con Rocío para encontrarnos a cenar en parejas. Olivia, mi hija, visitaba a los primos, y Damiana y yo nos regalábamos unos días solos, por primera vez desde
OMAR FRANCO PEREZ REYES
que nos conocemos. Al final la cosa se complicó con todo y aviones cruzados. Sin embargo, justo hace una semana, a punto de volver a Madrid y por coincidencia, nos encontramos por aquella zona de la ciudad que mi padre y el suyo se saben de memoria. Lo vi venir a lo lejos, de la mano de Ix. Nos abrazamos igual que nuestros padres en la graduación de prepa, me dijo que viniera al Cervantino, que estaba preparando un curso sobre el tema de las barbas en Cervantes, me dijo que de cualquier forma teníamos diciembre. Yo le conté cosas del trabajo y mi reciente exploración a las cuevas de Puente Viesgo, en Cantabria. No sabía que se trataba de una despedida y esta era la última huella. Mi padre le preguntó por el suyo y él contestó: donde siempre, don Ricardo, llámele que el tiempo pasa (me estaba diciendo una indirecta). Ya caminando hacia donde iban, Ix se giró y gesticuló con la boca diciendo: No tienes madre. Te extrañamos. Si sumamos la preocupación que Nacho traía sobre las barbas, las canas y el devenir del tiempo, si a esto agregamos su interés por los encendedores como forma moderna de nuestra antorcha primitiva e incluimos el reciente homenaje que le hicieron en Bellas Artes, donde declaró que le faltaría tiempo para escribir todo lo que deseaba, resulta visible sobre la pared que la premonición dibujaba el universo como el
Nacho y Pablo en París, 1999
último de los hados que privilegiaron su imaginación sin límites. Una imaginación de demiurgo capaz de convertir al mundo en cueva, con todo y fogata. Uno de sus objetos literarios favoritos eran las antorchas, esas con que, por ejemplo, iluminó la Gruta del Toscano con todo y zarigüeyas fosforescentes. En 1987 filmamos un cortometraje que se llamaba originalmente La descendencia, pero que presentamos a un concurso escolar como La Marca de Caín. Junto con Jorge Villalobos (un abrazo hasta tu casa, querido Onder) nos lanzamos a la laguna seca de Sayula para filmar la historia de un grupo de cavernícolas que vagaba en el desierto y luego esa historia se replicaba
en un grupo de soldados extraviados que erraban por el mismo lugar. Caín mataba a Abel dos veces y en universos paralelos y nuestro amigo Gerardo Piña lo encarnó por peludo y barbado y también porque el actor principal se quemó la cara (cejas, bigotes y barba cervantina) cuando intentamos encender la fogata para los cavernícolas. Otra vez las antorchas. Durante las últimas horas, cada que el llanto empieza a desbordarse, recurro a la imagen del juego que hicimos aquella vez para matar el tiempo que nos sobraba. Mientras unos se llevaron al quemado al hospital, otros, vestidos de cavernícolas, nos escondíamos en las piedras disfrazados con pieles de peluche, para atravesar en manada y de costado a costado esa recta infinita que lleva hasta Comala. Los automovilistas, impávidos, se detenían para buscar a los seres prehistóricos que habían visto (el día que nos despedimos quedé en enviarle la fotografía de la mano roja de 40 mil años que tanto me fascinó de Puente Viesgo). La carcajada nasal de Nacho con las manos bañadas en ocre y recargado en las piedras aún me retumba en la cabeza. Se trata de la misma carcajada imparable cuando, unos años después, lo visité en Edimburgo y reímos hasta el
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desmayo, por un chiste que le gustaba contar como si fuera una anécdota científica y que se trataba de un niño que había nacido con un tornillo en el ombligo ¿Sabes qué pasó el día que por fin logró desatornillar de su tuerca a esa pieza larga? No. Pues, se le cayeron las nalgas, reía Nacho con los ojos pequeñitos y la mano en la espalda. Intento calmarme: no vale la pena tomarse en serio la pérdida del universo. No vale la pena tomarse en serio la pérdida del universo. Me repito para no repetir: Nacho está muerto. Nacho está muerto. Esta mañana a las cuatro treinta de la madrugada me llamó Lili y me dijo la noticia, y nos vi amontonados en aquel chambre de bonne en París, donde llegué una noche después de dormir en un cine porno de Pigalle porque a Nacho se le olvidó darme la clave de su edificio o porque yo la perdí. Era 1999. A eso de las ocho de la mañana, ya rescatado, pasamos las horas muy divertidos escuchando los pleitos de sus vecinos los Kukurtu (o algo así) mientras desayunábamos pan dulce y café. Esta mañana desperté a Ricardo, mi hermano, con síndrome de hermano menor y nos recordé cayendo en una cueva del Desierto de los Leones. Esta mañana hablé con Jorge Volpi (su hermano vital, mi amado amigo por quien en estas horas detesto al mar) y nos vi en el patio del CUM con Fernando Álvarez del Castillo, y en casa de Jorge con Rocío y el mes que entra en Guanajuato escuchando a Nacho hablar sobre el tema de las barbas en Cervantes y compañía. Esta mañana lloré con César por escrito y pensé en Dudi Sapiens quien se enteró gracias a una televisión muda que por momentos le hizo creer que anunciaban una buena noticia. Esta tarde lloré con Charlie Dada y el Onder en las antípodas y al teléfono, compartiendo el peso del luto a larga distancia, que resulta doble, torpe y quizás aún más solitario. Esta mañana conversé con mi amigo Diego Celorio de nuestra última cena en Segovia donde hablamos del treinta aniversario del terremoto de 1985 y el año que se destruyó la Roma y la infancia de nuestros padres. Mientras tanto, Gonzalo, su padre, comprende desde su silla el vacío de la pregunta que se producirá todos los jueves en la comisión de la Academia de la Lengua, que curiosamente se llama “de dudas”. ¿Por qué? Esta mañana el Crack reventó con ese ruido. Los abrazo. Esta mañana hablé con Ix Nic y se me deshizo el alma mientras la fuente de la Ibero y la historia más bonita de amor y perdón que conozco me ahogan en estos minutos que no parecen tener fin. La felicidad siempre tiene una bomba en su seno y ellos se merecían cincuenta años sin que estallase. Esta mañana te escribí al teléfono por última vez diciendo: Querido Nachoplan, sabiendo que nunca contestarás: ¿Qué pasó, Pablotas? Nada de que nos vemos pronto y que donde estés sea un lugar mejor o que el cielo te depare un sitio donde nos bendigas a todos. Que alguien me convenza de lo contrario porque el destino es una mierda y espero que la barba te siga creciendo hasta que te mueras. Aquí nos dejas, huérfanos de universo y de la cisterna de sol que aún eres. La misma cisterna de sol que, tras la carambola de vehículos, utilizaste como antorcha para iluminar la lluvia, dejar la huella de tu mano sucia en el cristal del coche, llamar a tu hija con la mano zurda tan tuya y decir que no llegabas. Como siempre, todavía te diste el tiempo para lo más importante. Segundos después, en medio de los vehículos, un putazo cayó del cielo, la tierra se abrió en grieta, un bólido salió de la nada y apagó la antorcha. Ya nadie nos contará esa historia ¿Qué caso tiene escupirle a la fogata? L
Barcelona, 20 de agosto de 2016.
sábado 27 de agosto de 2016
DE PORTADA
Un día del cual tengo ya el recuerdo… ARCHIVO: ENZIA VERDUCHI
ENZIA VERDUCHI
“¿QUÉ ES UN SUSHI?”
A
finales de noviembre de 1989, unas semanas después de la caída del Muro de Berlín, conocí a Nacho Padilla. Me lo presentó Beatriz Meyer, quien era su compañera en las becas de literatura del INBA. Enfundado en un suéter color rojo y unos pantalones de gabardina beige. La mirada suave tras el armazón ligero de los lentes y mochila al hombro. Conversamos sobre Borges, Savinio y Quiroga. Hablamos del mar, un tema que le apasionó a Nacho a lo largo de su vida: “la magia del mar, de los mitos invadiendo nuestra pinchurrienta vida y pobre realidad, de la necesidad tremendamente humana de soñar y amar al otro lado del espejo (lo cual siempre es más divertido, más macabro, más excitante).” Nacho recién había obtenido el Premio Literario Nacional de las Juventudes Alfonso Reyes. Yo aún no vivía en la Ciudad de México. Nacho sugirió ir al Daruma a comer sushi. —¿Qué es un sushi? —pregunté. —Te va a gustar, es comida japonesa, es un viaje… Así supe y probé por primera vez un sushi. Así inició una intensa relación epistolar. Así nació una amistad que guió mi forma de ser y estar en el mundo.
NOVELA–RÍO
“La novela se ha portado bien, en lo que cabe. Cada página aparece un Nacho más exigente, lo cual no es del todo positivo: resulta obsoleto escribir cuartillas casi siempre destinadas al basurero por un espíritu demasiado preciosista. El semestre terminó hoy y mi casa está prácticamente vacía desde hace tiempo; eso me agrada por ser promesa de horas enteras frente a frente con Orlando y con Eva...” (16 de abril de 1990). Cada semana llegaba a Campeche una carta de Nacho, de los sobres surgían los capítulos I, V, IX, XVI... de su novela–río. Cuartillas mecanografiadas: “Es que mi máquina soy yo”. “Tallereábamos” nuestros textos a la distancia. Sus personajes eran Orlando y Eva. “No tienes idea de cuánto te agradecemos Orlando y yo tus cartas. Poca gente ha podido entender el aire que flota en nuestra Isla, y por eso estamos entregados a nuestra historia más que nunca.” Orlando lo obligó a cuidar los gerundios. Fue una lucha a teclazos y a liquid paper, a fotocopias que han sufrido el paso del tiempo: el tóner es una pálida sombra, solo destacan las anotaciones del bolígrafo, esa letra clara, redondita, de Nacho. Aún no imaginábamos que vendría la Internet. Sin embargo, nunca fue más corto el trayecto de la colonia Xotepingo a la calle Siris.
“I TOOK THE OLD TRACK...”
Durante algunos años coincidimos en la cafetería del Fondo de Cultura Económica cada viernes por la tarde junto con Ernesto Lumbreras, Jorge Fernández Granados, Armando Oviedo, Pedro Guzmán, Guillermo Fernández y Joel Mendoza. Intercambiábamos libros, conversábamos de cine y nos prestábamos los entonces novísimos Cd’s que conseguíamos con mucho esfuerzo. Extrañábamos el roce de la aguja en los surcos del vinilo, pero nos maravillamos con la nitidez de la versión digital de “Here Comes the Flood” de Peter Gabriel y Robert Fripp. Fueron años efervescentes. Trabajábamos de día, escribíamos y leíamos de noche. Con poco, organizábamos fiestas divertidísimas y algunos fines semana hacíamos viajes cortos a Malinalco, a Zirahuén o a Cuernavaca, donde Pedro Guzmán pedía estar al volante: “Nacho, manejas a sesenta, como ancianito. ¡Nunca vamos a llegar!”
Nacho y Enzia en Campeche, 1994
Nacho se preparaba para cursar la maestría en literatura inglesa en la Universidad de Edimburgo. Yo redactaba la tesis de licenciatura sobre Thomas Mann. Me mostraba, entusiasta, sus hallazgos sobre Shakespeare en los tomos de Aguilar e íbamos a las librerías de viejo en la calle de Donceles. Éramos unos gambusinos en busca del arca perdida. Dimos brincos de felicidad cuando descubrimos la edición chilena de Amo y perro, de la Biblioteca Zig–Zag de 1927. Las calles adoquinadas de Edimburgo, las gárgolas, el cielo plúmbeo y el verde fosforescente de los campos de Escocia, “esta tarde me encontré a Robert Louis Stevenson, o ¿acaso su fantasma?...”, la bulliciosa residencia de estudiantes, la magra beca universitaria y los muchos sueños... Después vendría el Manifiesto del Crack, el doctorado en Salamanca, otras misivas cruzando pacientemente el océano, cuartillas cargadas de nuevos proyectos o sobre relatos breves que fueron creciendo como una partida de ajedrez. Cervantes y El Quijote. El regreso a México, el establecerse en Querétaro. Empezó la era de los correos electrónicos, nos sentíamos raros y fascinados con la inmediatez de la Internet. La alegría por los nacimientos de sus hijos Constanza y Rodrigo. Su residencia diplomática en Londres, mi breve cotidianidad en Montevideo. Otra vez México…
SOLO PARA FUMADORES
Hace unos años, coincidimos en un Encuentro literario en Tampico. Después de las lecturas, salimos a tomar unas horchatas en la cafetería del zócalo. Observamos a la gente pasar al comienzo de una tarde calurosa, desde una mesita, rodeados de palmeras. Cada quien encendió su cigarro. —Nuestros amigos han dejado de fumar, de beber, algunos van al gimnasio. Tú y yo somos parte de un club sin lustre. —Agregó. —Quizá deberíamos intentar dejar de fumar, tendríamos más probabilidades de llegar a viejos… Me es difícil, disfruto fumar. —Como Julio Ramón Ribeyro en Solo para fumadores, ¿recuerdas?, concluiremos este cuento yendo a la esquina por una cajetilla de Camel y otra de Marlboro. Y aplastamos nuestras respectivas colillas en el cenicero.
ÚLTIMA CARTA
Nacho queridísimo: Unos minutos antes de que llegaras al Panteón Francés, cayó una granizada que devino en aguacero. Sí, como en el poema de Vallejo. Después, se desprendía una suave bruma que rodeaba los árboles y las placas del camposanto. Lo sé, estoy sacando mi “vena melodramática italiana”, como me decías. Releí tu último WhatsApp, (ya ves, pasamos de las misivas a la mensajería multiplataforma), que aún está en modo disponible: “¡Enzia queridísima!, ¡veámonos pronto!, ¡urge!” Y aquí estoy, Nacho, con “la soledad, la lluvia, los caminos…” L
DE PORTADA
sábado 27 de agosto de 2016
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LABERINTO
Los grandes dones de Ignacio Padilla *
ANA GARCÍA BERGUA
C
onocí a Ignacio Padilla en Veracruz, en el año de 1992, fecha que ya se siente bastante lejana a estas alturas. Formábamos parte de la tercera generación que recibía la beca para Jóvenes Creadores que el Fonca sigue otorgando en nuestros días, venturosamente, y representan para quienes la gozan no solo de un apoyo para dar los primeros pasos en cualquiera de las artes, sino también un espacio para conocer a sus pares, a sus hermanos de pinceles o de letras, entre otras cosas. En ese encuentro, en el que cada grupo de los que pertenecíamos a las distintas disciplinas “tallereábamos” nuestras obras con tutores exigentes —ese año nuestra guía era Silvia Molina, atenta, detallista, cuestionadora, y entre nuestros compañeros se encontraban los admirados Rosa Beltrán y Roberto Ransom—, escuché al muy joven Nacho Padilla leer el borrador de su primera novela, La catedral de los ahogados, y me maravilló la naturalidad con que su escritura asumía la tradición del relato fantástico y de aventuras —teñido, como lo estaban muchas de nuestras primeras obras, por la influencia inevitable de García Márquez y el realismo mágico— y su capacidad para llevarla adelante sin miedo ni complejos, como quien se asume continuador de una larga historia común y sabe que no le resta más que ocupar su lugar. Ha pasado ya bastante agua bajo el puente, como dicen, y a lo largo de este tiempo el aliento y la ambición narrativa que me impresionó en aquellos años más o menos juveniles ha creado una obra sólida y original en la narrativa mexicana, sustentada en las mejores razones que desde hace siglos, desde la Iliada y el Quijote y Melville y Stevenson y Borges y García Márquez, tenemos los seres humanos para escribir y leer novelas: descubrir, aventurarnos por mundos fantásticos y ajenos, maravillarnos por las pequeñas y enormes realidades, por el mundo de lo imaginario y el prodigio de poderlo contar. Montado en esta corriente que a mi modo de ver es, de la prosa, la más pura, la más noble y la más difícil de todas, Ignacio Padilla no solo ha escrito muchos libros, entre novelas, cuentos y ensayos que indagan en la fantasía, la política, el alma humana y los objetos cotidianos —he de decir que soy admiradora de sus ensayos reunidos en La vida íntima de los encendedores. Es necesario decir, por la profusión de ellos, que ha ganado muchos premios, también ha ocupado tremendos cargos llenos de honores, y además, junto con sus amigos Volpi, Palou, Urroz, Herrasti y Chávez Castañeda, formó un grupo que en sí mismo es otra obra literaria, una serie de libros que como cajas chinas van formando un gran libro que se puede llamar el Crack. El Crack, como su nombre daría a pensar, no solo ha hecho bastante ruido en el medio literario de México, sino que todavía da pie a airadas discusiones, lo cual, independientemente de razones y sinrazones, es siempre síntoma de gran salud, una novela o una historia que, pienso yo, no se ha terminado de escribir. Y sé que, de ese grupo, Ignacio Padilla es el más querido y admirado por su afán puro e inagotable de hacer, ante todo, literatura. Su figura no es la del intelectual sumergido en las preguntas de su tiempo, sino en la de quien sabe que, a fi n de cuentas, las respuestas se encuentran en el hombre mismo y su larga historia. Más un Alfonso Reyes que un Paz.
Su figura no es la del intelectual sumergido en las preguntas de su tiempo, sino en la de quien sabe que las respuestas se encuentran en el hombre mismo
Yo, como cuando lo conocí, sigo admirada de ver a Nacho hacer tantas cosas, ese empeño caudaloso que por supuesto celebro con gran alegría junto con todos ustedes esta noche, y continúo preguntándome a estas alturas de dónde ha sacado la energía para lograrlas todas tan bien, a lo que por épocas me respondo que quizá Nacho tiene muchos dobles —aunque por supuesto que no son nazis como los personajes de su celebrada novela Amphitryon—, o bien que es sherpa o dragón, que ha logrado ingresar a la gruta del Toscano y conoce los círculos del infierno dantesco, de los que siempre regresará con noticias, o que en cualquier café en el que nos encontremos distraídos fumando un cigarro, Nacho se encontrará, fantasmal, preguntándose por los ya mencionados encendedores o por androides, gatos y quimeras. De todas sus incursiones tanto en lo enorme y lo fantástico como en lo más pequeño y cotidiano extrae una fuerza como la del Borges más ciego y fantástico, gracias a la cual nos concede el privilegio de su imaginación. De vez en cuando, como hoy, Nacho y yo coincidimos en el tiempo y el espacio de la vida o la escritura y entonces él me obsequia con generosidad alguno de sus libros. El último, que disfruté enormemente, fue uno que desde el mismo título anuncia su fi liación protofantástica y la afición del autor por las quimeras: Las fauces del abismo. Pero no trata de dragones ni de fieras, sino de animales pequeños tras cuyas fauces habita el misterio, desde las tortugas kaní cuyo caparazón marcado con una cruz se encontraría en el origen del brillo deslumbrante de los espejos venecianos, hasta los terribles lúmenes que devoran la luz, pasando por el qnvar, la araña que priva a los hombres de la memoria, o la refutación a la fealdad de los animales americanos alimentada por el fi lósofo Villiers. En estas narraciones, Ignacio Padilla da rienda suelta a sus grandes dotes de estilista, pues su prosa, gustosa del disfraz antiguo, cervantino, europeo, mexicano u oriental, domina una gran variedad de registros, de modo que una parte de lo que maravilla al lector son las historias fantásticas detrás de estos seres, y la otra es la riqueza con que están contadas, como ocurre, por lo demás, con sus otros libros que, ya lo dije, son múltiples e inagotables, entre narrativa y ensayo. Creo que después de este libro de cuentos, Nacho ya publicó otro y otro, pues así es de prolífico; me pregunto de cuál caverna o mar surgirán nuevas narraciones y cuántas generaciones de lectores, niños y adultos, pues es también maestro consumado de narrativa infantil, agotarán su disfrute. Yo, por lo pronto, me congratulo de poderlo leer y acompañar como en este momento, junto con todos ustedes. Gracias, querido Nacho, por todos tus libros. L *Texto leído en el ciclo “Protagonistas de la Literatura Mexicana” dedicado a Ignacio Padilla el 2 de agosto de 2016 en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Lo publico como un homenaje al querido amigo y al gran escritor que perdió la vida de manera trágica, dejándonos tantos buenos libros y el privilegio de haber podido disfrutar su bonhomía y generosidad. ESPECIAL
MILENIO
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sábado 27 de agosto de 2016
DE PORTADA
SHUTTERSTOCK
SIN DOCUMENTOS* Ignacio Padilla A mediados de 2016, el escritor recopiló los cuentos escritos durante toda su carrera y que publicó en revistas o antologías pero jamás en un libro suyo. Le dio el título de Inéditos y extraviados, y saldrá a la venta en la primera quincena de septiembre. Con autorización de Océano, presentamos uno de ellos
E
l caso es más grave de lo que parece. Es cierto que apenas se han publicado unas líneas al respecto en la sección de sociales, pero el tiempo demostrará que, bien mirado, el asunto podría alcanzar dimensiones más bien trágicas. Sucede que el dragón ha extraviado sus documentos mientras peleaba con un príncipe de identidad hasta hoy desconocida. La bestia declara que dicha pérdida no puede ser accidental. Se trata, asegura, de un acto premeditado, quizás incluso de una auténtica conspiración. En el mundo que habita el dragón, cualquiera lo sabe, hay numerosos personajes que con gusto lo desalojarían de escena: ciudadanos hartos de sus desayunos de caballero errante y de tierna virginidad de princesas histéricas; seres cansados de su monopolio del terror y de su desorden cavernario y de esos torpes aleteos con que logra que los ángeles tropiecen en pleno vuelo. Tal vez sea esta abundancia de posibles culpables la que ha impedido al dragón identificar al causante de su desgracia. Y visto que él es el único miembro de su sindicato, sabe que si llegase a hallar
a un sospechoso, difícilmente tendrá el apoyo requerido para presentar una viable acusación en los tribunales. Perder los documentos resulta en ese reino una catástrofe equiparable a la muerte, pues un personaje que no puede identificarse como es debido pierde al instante la posibilidad de llevar una vida normal. En tales casos las autoridades no permiten a los desdichados personajes participar más en las escenas de su repertorio ni alterar el curso de las historias en las que antes participaban. De hecho, alguna cláusula perdida en los reglamentos sugiere que semejante descuido sea castigado con la eliminación definitiva del personaje en cuestión. Consciente de la gravedad de su problema y resignado a nunca dar con los culpables, el dragón ha intentado lo imposible y lo insufrible para recuperar sus documentos. Ha enfrentado a una burocracia particularmente agresiva; ha pagado sobornos en los archivos que debieran conservar su acta de nacimiento; ha cumplido con
larguísimas esperas hasta concluir que su historia, demasiado antigua, carece de registro. Todos en el reino lo conocen, pero la ley es muy clara en este sentido y los enemigos del dragón son demasiados. Al dragón solo le resta pedir clemencia. En casos como éste, si el condenado encuentra el favor de las autoridades y se le exime de la pena capital, debe optar por exiliarse en un bosque donde ninguna historia puede verificarse. Así que el dragón marcha al exilio; construye una cabaña en medio de un claro y allí se encierra por las noches a beber vodka de pésima calidad. Ebrio, sale a recorrer el bosque y departe con otros exiliados. Las conversaciones son breves porque las voces de quienes llevan mucho tiempo allí se borran con facilidad; ni siquiera duran lo bastante como para que el dragón sepa quiénes fueron esos seres antes de extraviar sus documentos. En ese lugar nadie se arruga ni encanece; en ese infierno los seres simplemente van perdiendo color y forma hasta quedar reducidos
a nubecillas grises que cualquier día se desvanecen en el aire. El dragón entiende que ése es su destino y se resigna a esperarlo. Si el dragón supiera al menos lo que está ocurriendo en el mundo que dejó atrás, probablemente no se sentaría en el suelo de su cabaña a aguardar la oscuridad final. Las historias, desde su fatal exilio, han comenzado a colapsar: los caballeros, antes apuestos y atléticos, se han convertido en señores obesos que padecen sus tardes de gota y sus partidas de golf y sus habanos; las princesas de antaño pasan horas leyendo novelitas rosas y hojeando revistas de moda para dar con el maquillaje que les retarde la holgura de la piel; los magos ahora venden remedios contra la sífilis en las esquinas de las grandes ciudades. Así las cosas, cabe esperar que las autoridades del reino saldrán pronto en busca del dragón. Pero llegarán tarde: al abrir la puerta de la cabaña, verán tan solo una nube gris que sale por la chimenea en busca del olvido. L *Título de la Redacción. En el libro, los textos solo fueron numerados por el autor. Éste corresponde al número diecinueve.
CINE
sábado 27 de agosto de 2016
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LABERINTO
Bernardo Arellano
“En los márgenes encontramos nuestros vicios culturales” A través de una pareja desprotegida familiar y económicamente, El comienzo del tiempo medita sobre la soledad y la pobreza en la vejez HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
ENTREVISTA
ESPECIAL
U
na pareja de ancianos se ven en problemas cuando les retiran su pensión por la crisis financiera en el país. Ante la necesidad de subsistir solos, ya que sus hijos no los han visto en muchos años, tienen que vender sus pertenencias y sostenerse haciendo comida callejera o robando. Ganadora del Premio a la Mejor Película del Festival Internacional de Cine de Beijing, con un jurado que incluía a Luc Besson y Kim Ki–duk, la cinta El comienzo del tiempo, del mexicano Bernardo Arellano, llega a las salas nacionales.
No es común que un realizador joven hable de estos temas.
Los temas dentro del cine o el arte en general deben ir más allá de la edad. Por otro lado, es una película muy vigente porque el asunto de las pensiones genera debate en todos los países. ¿Qué dificultades le representó trabajar con actores no profesionales y tan mayores?
Trabajé la película de manera intuitiva. El guión lo escribí hasta que tuve a los
Habla de una juventud adormecida, yo añadiría temerosa de las implicaciones que representa.
Es verdad. El nieto es un chico que no sabe qué hacer; es una especie de nini, ni estudia ni trabaja. Sin embargo, intenta aprender por medio de los consejos y la disciplina de los mayores. Si no hay movimiento o transformación en los personajes, transmitimos la sensación de que no hay posibilidad de cambio. No me interesaba una película tan pesimista. En una película anterior trató el tema de niños en situación vulnerable, ahora los ancianos. ¿Por qué le interesan los personajes marginales?
En los personajes que viven en los márgenes de la sociedad podemos encontrar muchos de nuestros vicios sociales y culturales. El comienzo del tiempo es lo que se llama cine de personajes, ¿está de acuerdo?
¿La película obedece a una ausencia en la reflexión sobre la vejez?
La película intenta hablar sobre la realidad de una pareja de ancianos. Pierden las pensiones, carecen de una familia directa y por lo tanto se enfrentan a las dificultades de salir adelante día a día.
laboral. Los ancianos intentan heredar su experiencia sin más propósito que motivar el despertar de los jóvenes ante lo que enfrentarán en el futuro.
personajes que necesitaba. Hice un casting muy amplio con la ayuda del Instituto del Adulto Mayor en la Ciudad de México. Quise proponer un ambiente acorde a los adultos mayores, por eso hay pocos jóvenes. Fue un ejercicio interesante porque somos un país donde cada vez habrá más ancianos y menos dinero para las pensiones. Digamos que vendrá un conflicto que, conforme pase el tiempo, se irá agudizando y no podemos hacer caso omiso. Pese al panorama, la película no es una tragedia ni un dramón, todo lo
HOMBRE DE CELULOIDE
contrario. Maneja un humor ácido al referirse a la soledad.
Sí, la soledad es un tema que me interesa y es algo a lo que se enfrentan constantemente los adultos mayores. Cada uno de los personajes enfrenta la vejez de diferente manera. La soledad es una de las preocupaciones contemporáneas, dicen algunos.
Sí, por eso muestro a un hijo y a un nieto de la pareja de protagonistas. Su presencia me permitió retratar a una juventud un poco aletargada o adormecida, que bien a bien no sabe insertarse en la vida
Sí, a la hora de crear o construir un personaje tengo mucho cuidado con el rumbo que toma su transición o cambio. En este caso se mueven, primero, en relación a cosas cotidianas como el trabajo, y después hacia conceptos más complejos como la muerte. Cada personaje tiene su propio desarrollo de acuerdo a su propia experiencia de vida. En este sentido, los actores no profesionales aportan agilidad y naturalidad a la historia. ¿A lo largo de la película se filtran sus temores acerca de la vejez?
Obviamente en la película hay cuestiones familiares o de conocidos. La película me hizo pensar en la vejez, sin duda, y en la forma en que me gustaría afrontarla. Sin embargo, creo que lo que más me interesa a nivel personal se relaciona con el legado o la transmisión de experiencias y conocimiento. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Más allá de la comedia romántica
C
omienza Me estás matando Susana y uno no alberga esperanza. Después de todo, el cine nacional se distingue por sus inconsistencias y aunque Gael García y Roberto Sneider han sido firmes en la producción de cine de buena calidad, pareciera que se han unido para hacer una de esas comedias que gustan a los directores de cine fácil. Pero no, la película despega y nos embelesa la magia del buen realizador. Que Sneider sabe dirigir lo muestra el cuidado con que elige las posiciones de su cámara, la aguda interpretación del guión y el contraste entre lo que para el actor es una tragedia y para nosotros, crueles espectadores, una comedia. Sneider trasciende las obviedades de la comedia romántica y nos introduce en la atribulada realidad de Eligio, joven esposo de la Susana del título. Eligio es un actor de medio pelo. Hace comerciales de televisión y aunque no es rico gana lo suficiente como para
mantener un departamento en la zona de moda en la ciudad. Tiene coche y un matrimonio con una chica guapa que de noche no puede dormir. Susana tiene pretensión de novelista. Eligio y ella son paradigma de cierta clase media urbana y cien por ciento mexicana. Un día Susana se va. El éxito en la carrera de Sneider estriba en su capacidad para interpretar textos de la literatura nacional. Ha llevado a la pantalla Dos crímenes de Jorge Ibargüengoitia, Arráncame la vida de Ángeles Mastretta y este texto basado en José Agustín. Por su parte, Gael García es un actor natural e inteligente. Ha conseguido evitar la sobreexposición a pesar de ser tan notorio dentro y fuera de México. Escoge sus películas como un buen ajedrecista y es claro que le interesa muy particularmente el tema de la migración. Conscientemente o no, con Me estás matando Susana García Bernal completa
Me estás matando Susana. Dirección: Roberto Sneider. Guión: Roberto Sneider y Luis Cámara basados en la novela de José Agustín. Fotografía: Antonio Calvache. Con Gael García Bernal, Verónica Echegui, Ilse Salas, Daniel Giménez Cacho. México, 2016.
una trilogía de películas sobre emigrantes: ha hecho ¿Quién es Dayani Cristal? (2013), Desierto (2015) y esta película en que se burla del prejuicio de los gringos con respecto a los mexicanos. Más allá de la comedia, lo más importante en esta interpretación de García es el retrato de la tensión cultural entre los habitantes de Estados Unidos y México. Así que Me estás matando Susana trasciende el cine romántico y la comedia ligera. Es una obra que reflexiona en torno a lo que padecen nuestros paisanos que viven al norte. El tono de comedia con el que Gael García y Roberto Sneider han construido
al personaje de Eligio no resta fuerza al retrato de los complejos del mexicano en Estados Unidos. Complejos porque son un entramado de deseos y pensamientos contradictorios: a aquel país se le ama y se le aborrece al mismo tiempo. Me estás matando Susana es una película entretenida que habla, además, de la crisis de pareja en el siglo que vivimos. El buen gusto con que está dirigida, fotografiada y actuada es evidente en la escena de amor en que escuchamos una guitarra y volvemos a disfrutar de Rodrigo González cantando aquella hermosa canción casi olvidada: “Si volviera el amor”. L
MILENIO
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sábado 27 de agosto de 2016
ESCENARIOS
VINCENZO ROSCIONI
El niño perseguido A 280 años de la muerte del genio italiano Pergolesi, he aquí nueve miniaturas que redondean la génesis de una carrera que se corona con la composición de su Stabat Mater VIBRACIONES I El misterio de Pergolesi (1710–1736) es haberse entregado —¡a los 26 años! — tan sereno a la muerte. Pasó sus últimos días en cama, tuberculoso y tranquilo, componiendo un Stabat Mater. Y así se fue: rezando, sin réquiem, como un niño bien portado —célibe probablemente—, envuelto entre los suaves sonidos del llanto de su Madre. II Giovannni Battista Draghi era su verdadero nombre. Cuando llegó a Iesi proveniente de Pérgola en brazos de su madre, a la gente del pueblo se le hizo muy práctico identificar a los forasteros como “i Pergolesi”. Fue un niño perseguido por la sensación de ser un intruso. Creció pálido y desconfiado, atormentado por la permanente angustia de existir lejos de casa con un apellido falso. Entonces se entregó ávidamente a la historia de Cristo y creyó con fe inquebrantable en la promesa de una vida secreta. III A la música llegó tarde; sus primeras clases las tomó adolescente, primero en Iesi y luego en Nápoles, de donde se graduó del Conservatorio dei Proveri en 1930, a los 21 años. Estamos, por lo tanto, ante un compositor que solo tuvo 60 meses para buscar, entre el ocaso de la estética barroca, su propio idioma. IV Siempre quiso ser actor, pero su cuerpo era ridículamente débil: frágiles huesos y sangre fácil. El esfuerzo físico del teatro lo hubiera destruido. Por eso, a manera de venganza, volcó su ardoroso pensamiento musical hacia la escena y se convirtió en un operista frenético: en cuatro años escribió
HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
seis óperas —cuatro serias: Salustia (1731), Ill prigioner superbo (1733), Adriano in Siria (1734) y L´Olimpiade (1735); dos cómicas: Lo frate´nnamurato (1732) y Flaminio (1735)— en las que depositó sus ilusiones de trascendencia. V Su ópera Ill prigioner superbo le resultaba tan intensa, tan profunda, tan potente y tan dramática, que decidió escribir el intermezzo La Serva Padrona, para que se representara a la mitad y le permitiera descansar a la gente. Se trata de una historia tonta —la astuta criada Serpina (soprano lírica) consigue, ayudada por las grotescas intrigas del mozo Vespone (personaje mudo), que su senil amo Uberto (bajo bufo) se case con ella y le herede todas sus riquezas— narrada con música jocosa de la que destaca la invención melódica de claridad galante y pícaro lirismo. VI La historia de la ópera le sonríe a Pergolesi. Aunque se trata de una sonrisa profundamente irónica. Tan pronto los estrenó, sus esfuerzos operísticos mayores, como Ill prigioner superbo, desaparecieron del mundo; en los últimos 250 años no existe teatro que los haya considerado. Y, sin embargo, Pergolesi es eterno por La Serva Padrona, un divertimento que escribió en unas cuantas horas. VII Pergolesi se retiró a un monasterio napolitano para morir. Pidió un rosario, pidió velas blancas, pidió las paredes vacías y papel pautado. Entregó su agonía a componer sobre el dolor de María cuando ve morir en la cruz a su hijo. No obstante, sus sonidos van más allá del sufrimiento y buscan expresar la suave serenidad que llena el alma de la
DANZA
Madre llorosa, quien sabe —con la sabiduría del instinto— que la paz llegará tras la sangre y que de ese horror nacerá la vida después de la muerte. VIII El Stabat Mater de Pergolesi se divide en 12 secciones (42 minutos de duración aproximadamente) y está escrito para soprano y contralto solistas, dos violines y bajo continuo (a cargo del chelo y el órgano). Su escritura armónica es audaz —por momentos las progresiones de acordes producen atmósferas ambiguas— y la libertad melódica —sus diáfanas texturas— anuncian la pureza melódica que permeó en el clasicismo que representaron Gluck y Mozart. IX Escuchemos las partes 6, 7 y 8 del Stabat Mater. El órgano, al fondo, avanza con su sonido inexplicable mientras las cuerdas, que sutiles escalan, buscan alegres soluciones. La soprano llora por la Madre: Así vio a su dulce Hijo, desolado y moribundo, abandonar el alma de este mundo. La contralto llora por la Madre: Alto, ¡ah!, Madre, fuente de amor; ¡hazme sentir tu dolor!, pues contigo he de llorar. Juntas, las dos cantantes le lloran a la Madre; la voz aguda persigue a la grave: Haz que mi corazón arda amando a Cristo, mi Dios; cumpliendo así su voluntad. L ARGELIA GUERRERO
makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL
Una ruta sin miedo
H
ace unas semanas el Instituto Nacional de Bellas Artes anunció la entrega de su máxima distinción, la Medalla Bellas Artes, a la bailarina y coreógrafa Isabel Beteta junto a otros cinco creadores nacionales. Para la danza mexicana es indispensable conocer y reconocer la labor tanto de ejecución y creación dancística como de la incansable promoción del arte en general, y de la danza de manera particular y empeñosa. Se trata de un perfil ejemplar para llevar a cabo la titánica labor de hacer y compartir danza en un país como México, además de lograrlo de manera independiente de las instituciones oficiales con las que, si bien, se relaciona al reconocer su peso en el mundo de la danza, pero no depende en absoluto de ellas para llevar a cabo los diversos proyectos que se ha planteado. Sumar más de treinta años de trayectoria y fundar una compañía independiente, así como un Centro Cultural con su respectivo foro, no es un mérito menor para el que se requiere un carácter sólido, una disciplina férrea y una pasión inagotable. Hace muchos años, cuando estudiaba danza, experimenté las contradicciones que a casi todos los profesionales de esta disciplina nos abordan casi de manera inevitable: ¿se puede vivir dedicando la vida a la danza? Las respuestas son pocas y las rutas parecen, también, absolutamente reducidas.
Sin embargo, pasa que, como a mí y a muchos de mi generación, el universo de la danza pone frente a nuestros ojos a figuras como Gladiola Orozco, Valentina Castro, Guillermina Bravo o Isabel Beteta, quienes desafiaron y desafían al pesimismo inherente de dedicarse a las artes, y se plantan como ejemplo de tenacidad y amor incondicional a la danza, algo que solo alcanzan a comprender quienes han sido tocados por cualquier musa. Temples como el de Beteta, se arriesgan a experimentar e imaginar pues no temen errar o volver a comenzar, ya que no solo poseen confianza en sí mismas sino que despiertan confianza en quienes trabajan a su alrededor. El Centro Cultural que dirige, llamado “Los talleres”, se ha convertido en un referente básico en la oferta cultural en el sur de la Ciudad de México, por el que circulan compañías independientes, solistas, funciones especiales para niños y niñas y encuentros con compañías de todo el mundo, además de las funciones de los alumnos y alumnas del propio centro. Isabel Beteta es una convencida de la necesidad de ofrecer danza a esta sociedad convulsionada, dar un respiro de vida y poder mirar más allá de una realidad violenta y violentada. Ha demostrado a muchas generaciones que la
La coreógrafa Isabel Beteta
danza es generosa y que representará siempre un camino por el que vale la pena arriesgarse a transitar. Yo la veo cada sábado al terminar una clase de ballet y hasta hoy no le he expresado mi felicitación y admiración profunda, vayan estas líneas para que las reciba, además del agradecimiento por contagiar su claridad y pasión por este maravilloso universo que es la danza. L
VARIA
sábado 27 de agosto de 2016
p. 12
LABERINTO
ESPECIAL
Falta uno TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
S
uelo preguntar si alguien conoce una novela en la que no se muera nadie. Nunca he recibido una respuesta afirmativa. Alguien dice: “Tiene que haber una”, pero no sabe mencionarla. Yo no lo sé de cierto, pero si las novelas se parecen a la vida, entonces la muerte tiene que ser parte de la novela. “Lo dijo el sabio Merlín: Morir es haber nacido”. Tratando de pensar en la supervivencia, vienen títulos como La muerte de Artemio Cruz, La muerte de Iván Ilich, Muerte en Venecia, Una muerte en la familia, y sin embargo no hace falta la muerte en el título para que el protagonista o alguien más haya de morirse. Pienso, como siempre pienso, en don Quijote “el cual, entre compasiones y lágrimas de los que allí se hallaron, dio su espíritu, quiero decir que se murió”, y pienso en las sabias palabras que Sancho le dirigió un poco antes: “No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir”. Máxime cuando el propio caballero andante había sentenciado: “¿Por ventura es asumpto vano o es tiempo mal gastado el que se gasta en vagar por el mundo, no buscando los regalos dél, sino las asperezas por donde los buenos suben al asiento de la inmortalidad?”. Sí, ese asiento está en otro lugar, pero yo prefiero creer que se encuentra en éste. Pienso, porque tengo que pensar, en las palabras más solitariamente mortales de Joyce: “Sí, los diarios tenían razón: la nieve se había extendido por toda Irlanda. Caía en todos los rincones de la oscura llanura central, sobre las montañas desnudas de árboles, caía dulcemente sobre la ciénaga de Allen y, más al oeste, dulcemente caía en las oscuras y amotinadas olas del Shannon. Caía
también en todos los rincones del solitario cementerio de las colinas, donde yacía enterrado Michael Fury. Se amontonaba, arrastrada por el viento, sobre las cruces y las lápidas agrietadas, sobre las lanzas de la pequeña verja, sobre las áridas espinas. El espíritu de Fury se desvanecía lentamente mientras oía caer la nieve mansamente sobre el universo y mansamente caer, como el descenso de su último fin, sobre los vivos y los muertos”. Pienso en Gregorio Samsa que agoniza con una manzana clavada en el costado y en el propio Kafka que muere poco a poco de mucho dolor. Pienso en “Elí, Elí, lama
CAFÉ MADRID
sabactani?”, en el pobre Yorick, en Ana Karenina cuando se acerca al ferrocarril, y en Tolstói dando sus últimos respiros en una ignota estación de trenes. Pienso en Pedro Páramo, que “Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras”. Y es que esta semana todo me habla de la muerte. Incluso si veo un gato, pienso en el poema de Szymborska: “Morir, eso no se le hace a un gato. Porque qué puede hacer un gato en un piso vacío”. Y es que a veces, bien lo sabemos, el mundo se vuelve un piso vacío, no porque falten todos, sino porque falta uno. L
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
Sontag introspectiva ANNIE LEIBOVITZ
S
usan Sontag (1933–2004) tomó la decisión de divorciarse gracias al rock and roll. Era una chica de 24 años, residente en Boston, madre de un niño de cuatro, doctora en filosofía, escritora en ciernes, esposa harta del sociólogo Philip Rieff y una rockera convencida. “Debido a Bill Haley & His Comets y Chuck Berry me divorcié y dejé el mundo académico para empezar una nueva vida”, le soltó en 1978 al periodista Jonathan Cott, miembro del equipo fundador de la revista Rolling Stone, con quien tenía varios amigos en común. Ambos coincidían en fiestas, estrenos cinematográficos y conciertos. “Siempre quise hacerle una entrevista. Pero el momento llegó hasta febrero de 1978”, recuerda el editor que también ha escrito en profundidad sobre John Lennon y Yoko Ono. Para entonces, Sontag ya era todo un referente intelectual en Occidente y solía pasar largas temporadas en París, adonde había llegado por primera vez en el ocaso de los años cincuenta del siglo pasado, recién divorciada. Todavía no tenía su característico mechón blanco en el pelo, le gustaba vestir de pantalón de mezclilla y camisa y ponerse un poco de perfume Dior Homme. Era, decía ella misma, “una freak de la
belleza.” Después de que le extirparan un tumor canceroso en el pecho, el tratamiento recetado por los médicos aceleraba su recuperación. “El año anterior [1977] había publicado su libro sobre la fotografía y estaba por aparecer La enfermedad y sus metáforas”, puntualiza Jonathan Cott, quien llegó a la capital francesa listo para una de las grandes entrevistas de su carrera. “Me sorprendió su exactitud moral
y lingüística. A diferencia de casi cualquier otra persona a la que he entrevistado, Susan no habló mediante oraciones, sino con amplios y medios párrafos.” Sontag habló —sincera, vehemente, apasionada y sin recato— durante tres horas sobre el amor, la amistad, la sexualidad, la autonomía personal, la construcción de ideas. Una extensa y profunda entrevista es capaz de revelar todos
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los entresijos de un personaje. Lawrence Grobel lo hizo con Capote y Fernanda Pivano con Bukowski. Una extensa y profunda entrevista, sin embargo, no es algo a lo que esté dispuesto a someterse cualquiera. No es común, sobre todo, que alguien como la autora de El amante del volcán, con fama de huraña ante la prensa, opte por alargar una introspección. Pero en aquel febrero parisino de 1978, Sontag le propuso a Cott seguir charlando en Nueva York. Así que en noviembre de ese año, el editor de Rolling Stone llegó a un departamento con vistas al río Hudson y encontró a la ensayista “rodeada por su biblioteca de 8 mil libros, a la que se refirió como ‘mi sistema de recuperación y mi archivo de nostalgia.’ Ahí hablamos hasta entrada la noche.” Entre París y Nueva York fueron doce horas de entrevista. Por supuesto, la tiranía del espacio obligó a Jonathan Cott a realizar una difícil selección de preguntas y respuestas y a publicar en la revista solo un tercio de la conversación. Ahora, más de treinta años después, Cott nos ofrece Susan Sontag: The Complete Rolling Stone Interview (Yale University Press), todavía sin traducción al español, un conjunto de reflexiones y observaciones de la escritora que no titubeó entre la alta cultura y la cultura popular: “Cuando voy a un concierto de Patti Smith me gusta, participo, lo disfruto y lo experimento más intensamente porque he leído a Nietzsche”. Muerta y expuesta, Sontag todavía provoca.L