Laberinto No.700 (12/11/16)

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Laberinto

RODOLFO HINOSTROZA

margarito cuéllar p. 08

CAMUS Y EL PERIODISMO

víctor núñez jaime p. 04 y 05

KAMEL DAOUD melina balcázar moreno p. 07

MILENIO sábado 12 de noviembre de 2016 FOTO: ESPECIAL

TEXTO INÉDITO albert camus p. 06 y 07


ANTESALA

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sábado 12 de noviembre de 2016

LABERINTO

HENRI CARTIER-BRESSON

Lo transitorio que dura ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

H

ay quienes suponen que la prosa periodística es pasajera; sin embargo, la noche de pesadilla del martes 8 de noviembre, mientras observaba el triunfo de la retórica del odio y el parto de la incertidumbre, descubría con fruición la actualidad de un puñado de artículos de Albert Camus, escritos entre 1946 y 1949, en los que rechazaba los chauvinismos y los mesianismos y abogaba por un orden mundial fundado en el diálogo multicultural. “Se nos pide amar o detestar a tal o cual país, a tal o cual pueblo. Pero somos de los que se dan muy bien cuenta de nuestra semejanza con todos los hombres como para aceptar tal opción”. Dicen sus biógrafos que, entre los géneros que practicó, Camus amaba el periodismo porque entrañaba la adrenalina, la camaradería y la exigencia simultánea de lucidez y equilibrio. Ciertamente fue un periodista atípico que atraía, o exasperaba, a sus lectores por su búsqueda de ponderación. Y es que su voluntad de balance analítico, su pacifismo, su sentimiento de compasión y

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

su renuencia a esgrimir absolutos morales iban a contracorriente de la polarización de la época. Para Camus, no había ni víctimas ni verdugos perdurables, los papeles podían cambiar y todo acto moral implicaba cierta ambigüedad. Por eso, la labor del periodista y del escritor no era liderar o arengar sino ofrecer mayores elementos de juicio para afinar la crítica y sensibilidad del lector. La prosa periodística de Camus no siempre es redonda; sin embargo, toca fibras delicadas, plantea ásperamente dilemas morales y tiene sentido común y asombrosa vigencia. Debido a sus matices, Camus genera sospechas en los círculos intelectuales, pasa de la fraternidad al enfrentamiento y sufre dolorosas desafecciones. Con todo, trata de mirar con objetividad, intenta no convertir los deseos personales en verdades y asume la tarea pública del escritor como un camino a tientas y no como una ruta infalible. Camus discurre de la guerra, el colonialismo, la geopolítica emergente, la realidad naciente del multiculturalismo

L

a democracia es el mayor mito del planeta. Democracia no es ejercer el voto para elegir a un grupo o un individuo que dirigirá a un país porque ni el grupo ni el individuo harán valer los intereses colectivos. La democracia tampoco la encarnan los miembros de un congreso ya que solo se defienden a sí mismos y se afanan por lograr sus ambiciones, el mito radica en figurarlos como alter egos de la sociedad. Y luego están los tribunales y las instituciones, herramientas del proyecto diseñado por un pequeño círculo político. La democracia, en su acepción de poder del pueblo, es la falacia más patética que sigue vigente tras décadas de barbarie e ignominia, es un concepto elemental que se administra por dos vías, oral y mediática, pues la demagogia toca hábilmente las

y la necesidad de la democracia como guía de la toma de decisiones a nivel nacional e internacional. Pero, sobre todo, Camus se refiere a los deberes del escritor que participa en la vida pública y sugiere que su principal misión es luchar contra la tentación de la abstracción, esa “vocación homicida de la inteligencia”, que ignora el sufrimiento concreto y emascula al hombre de su mayor virtud, identificarse con el otro. L

La Mala Fama sería muy feliz si todo lo que se dice de ella fuera cierto.

Conjeturas sobre el fin del mundo LOS PAISAJES INVISIBLES

Albert Camus

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

fibras más sensibles de los espíritus mientras que la propaganda no ha perdido la efectividad en su poder de persuasión. La victoria electoral de Donald Trump fue un shock a nivel mundial. Propios y extraños se preguntaron (y no dejan de preguntarse) por qué triunfó la sinrazón, el discurso del odio, la xenofobia, la misoginia y etcétera, sobre las aspiraciones globales de progreso, concordia, alteridad. Se imputa a las encuestadoras un error de cálculo, cuando desde hace años Giovanni Sartori señaló el gran fraude detrás del negocio de esas empresas que a nada ni nadie representan, son solo una variante del provecho comercial de la “democracia” contemporánea: ¿a quién le preguntan; cómo preguntan; qué fiabilidad hay en las conciencias

que hipotéticamente responden formularios? Las encuestas son inútiles. Las encuestadoras primero se crearon para sondear a la opinión pública pero rápidamente comenzaron a usarse para inducir el voto a través del efecto de rebaño en los ignorantes, los apáticos, los conformistas, y después se convirtieron en instrumento de propaganda personal o partidaria y ahora simplemente son un lastre en los procesos electorales. Las encuestadoras son aves de rapiña que se ceban con dinero público. Cuando Michael Moore expuso cinco razones por las que Trump iba a ser el nuevo presidente de Estados Unidos, nadie lo tomó en cuenta, ignoraron sus tesis, quizá porque el escepticismo es una de las rémoras que nadan junto al mito democrático. Nadie cree en los peligros verdaderos (y subrayo verdaderos porque “peligro” es el sustantivo predilecto de los charlatanes y de la politiquería), se concede el beneficio de la duda, todos hablan de contrapesos dentro y fuera de una nación, de los avances y conquistas sociales en cada país, del rechazo general a los fascismos. Nada de eso es cierto. El planeta es una caja de resonancia cuyas coordenadas son los instintos

primarios, el odio, el rencor, el dominio a toda costa, la destrucción del otro. Quitémonos la venda: la democracia es una quimera, una esperanza endeble. Los anhelos germinados en la sensibilidad, en la cultura, no están rotos porque nunca prosperaron. Los ideales, en EU, de Walt Whitman se quedaron como hojas de hierba. La historia dejó cicatrices pero ninguna moraleja. Rob Riemen evoca una alocución de Sócrates en su libro Nobleza de espíritu: “A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, no habrá, querido Glaucón, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano”. Por desgracia, la filosofía de Donald Trump (bárbara, perversa, intolerante y despótica pero filosofía a su modo) es inadecuada, una invitación a conjeturar el fin del mundo. Al menos, tal como hoy lo conocemos. Quitémonos la venda una vez más: lo siguen millones de votantes. Ellos exigirán que cumpla esas promesas de campaña que Trump estimuló desde el cuarto de guerra. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× D I O N I C I O

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ANTESALA

WALID RAAD

M O R A L E S ×

III Este poema pertenece a Puerta soledad, un homenaje al endecasílabo, publicado por Gatsby Ediciones (México, 2015)

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l cuerpo, en su memoria, ensombrece su canto fiel. Los silencios se pierden entre los gritos desolados. Trunca la ácrata sagacidad del tacto por esa soledad amurallada, la noche y el día se petrifican bajo la misma sábana. El aire ahoga los espasmos febriles y ese frío interior del abandono de los que no poblarán las hélices del corazón febril paralizado, baña raudo los seres y las cosas como un bautizo nuevo. Desvalido, el mundo es una llaga: es eterna.

×EKO×EX LIBRIS×TRUMAN CAPOTE×

El arte de la no–ficción ARTES VISUALES MIRIAM MABEL MARTÍNEZ

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ecorrer la exposición Walid Raad, que se presenta en el Museo Jumex hasta el 8 de enero de 2017, implica introducirnos a una ficción, a una experiencia artística que nos envuelve a través de las piezas exhibidas en una narrativa en la que fantasmas, documentos, hechos reales, objetos y referencias históricas nos envuelven sin adoctrinamientos, pero sí guiadas por un proyecto artístico en el que forma y fondo invitan a la reflexión. Si bien los temas de este artista nacido en Líbano en 1967 son políticos, con una sutileza conceptual y un acercamiento formal impecable Walid Raad lleva a contemplar el mundo árabe sin juicios de valor. Sus piezas no son trágicas ni victimarias ni enarbolan premisas ideológicas; son ficciones que nos introducen a una experiencia más sensorial y narrativa en la que el artista, más que “escribir” o “contar la historia”, crea piezas que surgen a partir de acontecimientos y objetos reales, combinando otros ficticios. Su arte, digamos, es de no–ficción: la realidad da pie a la imaginación. La propuesta es más conceptual, sin limitar el hacer manual. Las piezas exhibidas demuestran dominio de la técnica, y la creatividad no está cercada por conceptos semióticos ni artificios teóricos que nos alejen del objeto artístico (estético). La exposición puede observarse y entenderse sin explicaciones excesivas, como la emotiva serie “Secretos en el mar abierto”. Lo que vemos son impresiones de 111 x 173 cm en distintos tonos de azul, o al menos eso parece, hasta que las vemos detenidamente y descubrimos siluetas escondidas; la cédula cuenta que son retratos de individuos encontrados muertos en el Mar Mediterráneo entre 1975 y 1991, que un supuesto The Atlas Group mandó revelar. Es aquí cuando el visitante se sumerge en la ficción. Raad ha utilizado oficio y teoría para armar series–concepto integradas, a su vez, por otras series que pueden ser contempladas individualmente, como estas seis fotografías (de 29, que conforman la original), que a su vez son un “documento” perteneciente a la pieza The Atlas Group (1990–2004). Esta obra traza una narrativa en la que un “grupo” —que es una invención de Raad— se ha propuesto la tarea de crear un archivo sobre las guerras de Líbano, alimentado por documentos encontrados y “donados” para su clasificación metodológica, sugiriendo que lo que se ve es el despliegue de dicho archivo. Y lo que el espectador contempla es una propuesta artística inteligente y lúdica que invita a recorrer y sentir la creatividad sin condiciones. L

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LABERINTO

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Albert Camus y el Laberinto ha llegado a su número 700 y quiere celebrar con estas páginas dedicadas al escritor, dramaturgo y pensador argelino. Dos motivos inmejorables son la aparición del libro de María SantosSainz (Editorial Libros.com, Madrid, 2016), que se ocupa de una faceta poco atendida de quien nunca renunció a servir a quienes más sufrían, y la publicación de Mersault, caso revisado de Kamel Daoud. Coronamos esta entrega con un texto inédito que rescató la propia María Santos-Sainz

HENRI CARTIER-BRESSON

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

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oco después del término de la Segunda Guerra Mundial, Albert Camus (1913– 1960) salió de París con destino a su natal Argelia. Habían pasado cinco años desde el día en que publicó una serie de reportajes sobre las estrecheces cotidianas de la población árabe en ese país del norte de África y decidió recorrer de nuevo las calles de Cabilia, el sur de Constantina y Argel, para ver si después de ese tiempo la situación había cambiado. En la primavera de 1939, cuando tenía 26 años y la tuberculosis ya era la enfermedad crónica que lo acompañaría hasta su muerte, había viajado durante diez días por esa zona con el objetivo de retratar la miseria de los habitantes. Argelia seguía siendo una colonia de Francia “abandonada por la administración de la metrópoli”, y el periodista quiso poner énfasis en las injusticias que muy pocos conocían. En las páginas del periódico Alger Républicain, Camus contó “con precisión, rigor, datos, análisis y una impecable técnica narrativa” la falta de escuelas, carreteras, comida y salarios dignos en un lugar “en el que el día a día transcurre, más bien, bajo un régimen de esclavitud”. En cada entrega de ese trabajo quedó manifiesta su intención de que Francia no desdeñara a ese pueblo y tomara las medidas necesarias para darle una emancipación intelectual, moral y financiera. Un lustro después, lejos de mejorar, todo había empeorado. El escritor, que para entonces ya había publicado El extranjero y El mito de Sísifo en la prestigiada editorial Gallimard, se encontró además con el aumento de las protestas contra la colonización francesa, muchas de ellas reprimidas con violencia. En esa ocasión no recurrió al reportaje para abordar el tema sino a los artículos, el género que lo consolidó como un intelectual comprometido que pretendía influir en la vida pública a través de la prensa. Gracias a esos textos, publicados en el diario Combat, consiguió sensibilizar a sus lectores sobre la situación que imperaba en esa región, pero nada cambió. ¿Para qué Camus seguía haciendo periodismo? “Para defender la libertad, la dignidad humana, la justicia, la verdad, el progreso y, de paso, para pulir su estilo literario”, dice María Santos–Sainz, autora de Albert Camus, periodista, recién editado en España por Libros.com, una editorial independiente que publica cada uno de sus libros después de hacer una campaña de crowdfunding. Santos–Sainz es una profesora y periodista española afincada en Burdeos, donde enseña historia del periodismo en el Institut de Journalisme Bordeaux Aquitaine de la Universidad Michel de Montaigne, que ha decidido “exhumar y revisitar” al Camus periodista “porque sus enseñanzas pueden ayudarnos a refundar

el periodismo en esta época digital”. Asegura ver en él a “uno de los verdaderos maestros del periodismo en Europa, alguien a la altura del polaco Ryszard Kapuscinski o del español Manuel Chávez Nogales. Cuando leí y empecé a manejar la bibliografía existente en Francia y también en lengua española, descubrí que realmente no había ninguna obra que se centrase en su faceta de periodista. Hay libros de memorias magníficos como el de Jean Daniel, quizá el que más fiel permanece a sus trabajos periodísticos, pero el resto de biografías contemplan más al Camus escritor y pensador y apenas aluden a sus años de periodista”. El libro desmenuza la trayectoria y producción periodística del autor de La peste, deteniéndose en los principios morales y éticos que guiaron su paso por el oficio al que decidió dedicarse después de concluir la educación universitaria. “Camus entiende el rol periodístico más como el rol de perro guardián que como mero transmisor de la información. No se conforma con ser un testigo, sino que ejerce de ‘abogado’ o ‘justiciero’, con sus ideas al servicio de ‘la verdad’, en un papel activo e intervencionista. Se trata de una concepción divergente del modelo periodístico anglosajón, construido bajo un sistema de valores profesionales fundados en la objetividad. Es decir: mientras en Estados Unidos presumían de ser imparciales, plurales y objetivos, de separar información de opinión, en Francia los periodistas se posicionaban abiertamente respecto a los hechos”, explica María Santos–Sainz. “Porque para Camus, además de dar información, el periodista ha de ayudar a sus lectores a desarrollar un espíritu crítico”. Albert Camus creció en un hogar sin libros. Su padre murió al combatir en la Primera Guerra Mundial y debido a ello recibió una beca que le permitió estudiar. Cuando su abuela materna le sacó el carnet de una biblioteca pública, Camus se volvió un lector voraz y vislumbró su vocación: la escritura. Al terminar la carrera de Filosofía y Letras pidió trabajo como profesor pero nadie lo contrató por padecer tuberculosis. Por eso se refugió en los periódicos. Por eso y porque ahí encontró el espacio que un joven comprometido como él deseaba para denunciar las injusticas y destapar los abusos del poder. Lo dejó claro años después, ante los miembros de la Academia Sueca, al recibir el Nobel de Literatura (1957): “el papel del escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren”. Comenzó a escribir en el diario Alger Républicain, un periódico modesto, surgido en 1938, en el que la mayoría de sus miembros eran debutantes “porque salían menos caros”. Esa redacción se convirtió en su escuela de periodismo. Ahí se ocupó primero de las condiciones infrahumanas del “proletariado blanco” y de la población musulmana más humilde, pero no tardó en convertirse en cronista judicial. Una explosión de gas en un barrio pobre le servía, por ejemplo, para denunciar el abandono del poder y la corrupción municipal. La visita a una prisión, para fijarse en celdas minúsculas sin luz “en donde los seres humanos son tachados de la humanidad”. Cada una de esas experiencias nutrió años después los argumentos de sus novelas y obras de teatro. El día en que un funcionario municipal es acusado de malversación de dinero público, Camus investiga el caso y concluye que lo único que ese hombre hizo


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periodismo ESPECIAL

fue ayudar a los campesinos árabes más desfavorecidos, protegiéndolos de la especulación de los precios del trigo fijados por los grandes terratenientes. Con su investigación convierte al funcionario en un símbolo de la injusticia que reina en Argelia y ataca sin disimulo a su sistema político y judicial. Estudia la normativa de las tarifas de trigo, habla con los campesinos, denuncia la complicidad de las élites con las autoridades y su trabajo influye en la destitución del juez que acusaba arbitrariamente al funcionario que, después de un juicio, fue declarado inocente. Pero con cosas como esta, a Camus no lo invade una sensación de poder sino, simple y llanamente, la satisfacción de haber contribuido a la búsqueda de la verdad y la justicia. O eso era lo que decía, porque Jean Daniel, fundador de Le Nouvel Observateur, escribió sobre esta actuación de su amigo Albert Camus: “el escándalo resulta rentable al periodismo y el error judicial es un escándalo virtuoso. [...] Pero el mérito consiste en continuar cuando se sabe que los lectores están cansados del asunto. Ahí es donde se demuestra que lo que se busca no es tanto un deslumbramiento cuanto una reparación”. Después de estar en Alger Républicain, el escritor que murió el 4 de enero de 1960, cuando el coche en el que viajaba junto al editor Michel Gallimard se estrelló contra un árbol, continuó su labor periodística en Soir Républicain, luego en Paris–Soir y se consolidó en Combat. En 1943 ingresó a la Resistencia, el movimiento popular contra la ocupación nazi que editaba, de manera clandestina, un

periódico llamado Combat, “para contar a los lectores lo que realmente está ocurriendo”. Cuando Francia fue liberada y la censura se atenuó, Camus se convirtió en uno de los articulistas más prestigiosos y leídos, pues para muchos era “el vigía de una generación que luchaba por un cambio profundo en Francia tras la Liberación”. A lo largo de Albert Camus, periodista se citan varias reflexiones que hoy vienen a cuento debido a la actual crisis de buena parte de la prensa europea, causada por la transformación tecnológica y la injerencia de los grandes grupos fi nancieros Comenzó a escribir en el que dificultan su indiario Alger Républicain, dependencia. “Toda un periódico modesto, reforma moral de la en el que la mayoría prensa”, escribió en de sus miembros eran un artículo de 1944, debutantes “sería vana si no fuera acompañada por medidas políticas capaces de garantizar a los periódicos una real independencia respecto al capital”. Y como si el autor de El hombre rebelde viviera en estos tiempos de información “en tiempo real”, dice más adelante: “poco importa ser el primero, lo importante es ser el mejor. No se trata de ser rápido, lo importante es ser verdadero”. Camus concebía al periódico, sobre todo, como un proyecto intelectual en el que se embarca un grupo de periodistas, es decir, gente con ideas. Porque para él un periodista es “alguien al que, como mínimo, se le exige tener ideas”.

DE PORTADA

Desde su punto de vista, también ese grupo de periodistas tenía la misión de “liberar a los periódicos de las presiones financieras y dotarlos de una verdad que saque del público lo mejor de sí mismo. Porque un país vale lo que vale su prensa. Y si es cierto que los periódicos son la voz de una nación, estamos decididos a levantar este país elevando su lenguaje”. María Santos–Sainz le pidió el prólogo para su libro al periodista francés Edwy Plenel porque considera que “en él y en el diario digital que preside, Mediapart, podemos ver en la actualidad la influencia de Camus y de Combat ”. Plenel vivió durante su juventud en Argelia, militó en la Liga Comunista Revolucionaria, una organización trotskista, trabajó durante 25 años en el periódico Le Monde y desde hace casi una década encabeza el equipo de www. mediapart.fr, una publicación en Internet que ha alcanzado el éxito editorial y económico al no depender de la publicidad sino de sus miles de suscriptores, a quienes a cambio les da información y análisis que los medios tradicionales franceses no ofrecen. En su prólogo, Edwy Plenel recuerda lo que Camus subrayó en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura en 1957: “Sin duda, cada generación se considera a sí misma destinada a rehacer el mundo. Sin embargo, la mía sabe que no lo hará. Aunque su tarea sea quizá aún más ardua. Consiste en evitar que el mundo se deshaga”. Plenel no ve en esto una invitación a la prudencia o a la indiferencia, sino una descripción realista, una obsesión con el presente y un llamado al compromiso. Por eso, dice, el libro de María Santos–Sainz es “un manual de resistencia para periodistas (y ciudadanos, pues uno no va sin el otro) en estos tiempos tan mediáticos en los que el oficio está amenazado y la profesión desestabilizada. Nos invita a aprender de Camus para recuperar el valor y la dignidad, bajo la exigencia del derecho a saber del público y la preocupación de nuestra responsabilidad ante los ciudadanos. Cuando el entretenimiento gangrena la información, cuando la concentración arruina el pluralismo, cuando la propaganda mata a la verdad, el periodismo solo puede entrar en resistencia, o renegar de sus posiciones. Sencillamente por deber profesional. Sin pretensión ni gloria, nada más que por la necesidad existencial”. Hace unos días, Plenel estuvo en Madrid para participar en la presentación de este libro y en ella exhortó a los periodistas (y a los aprendices) que acudieron a ser “los servidores escrupulosos de las verdades políticamente más importantes y no los adeptos oportunistas de las pasiones de la opinión”. Junto a él estaba el periodista español Jesús Maraña, director de Infolibre, la réplica de Mediapart en España. Maraña fue director de la edición en papel de Público (hoy solo online), un periódico que decía (dice) representar “de verdad” a la “izquierda progresista” y, desde hace un tiempo, es un rostro habitual en las tertulias políticas de la televisión. Dijo que al leer Albert Camus, periodista fue tomando notas y al final se dio cuenta de que tenía una lista que bien podría ser la de “las vitaminas del buen periodismo”. Entonces, como para englobar el contenido de la obra, enumeró: “respeto a los lectores, autocrítica permanente del oficio, elevación de la calidad del lenguaje, rigor al verificar y contrastar la información, humildad para aceptar errores, no informar primero sino mejor, ser antisectarios y refractarios a todo dogmatismo, respetar los datos y manifestar ideas, ir contra la banalidad y seguir los lineamientos que señaló Camus: lucidez, rechazo, ironía y obstinación”. L


LABERINTO

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El manifiesto cens THE FOOTAGE COLLECTION

Este artículo debió aparecer el 25 de noviembre de 1939 enLe Soir Républicain, un diario que Camus codirigía en Argel y donde definió los cuatro mandamientos del periodista: la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación. Fue encontrado en los Archivos Nacionales de Ultramar de Aix–en–Provence y denuncia la desinformación que gangrenaba a Francia en 1939. Fue incluido en Albert Camus, periodista de María Santos-Sainz ALBERT CAMUS

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s difícil evocar hoy la libertad de la prensa sin que lo tachen a uno de extravagante, lo acusen de ser un Mata–Hari o lo persuadan de que es el sobrino de Stalin. Sin embargo, esta libertad entre las otras no es más que una de las caras de la libertad a secas, y se comprenderá nuestra obstinación en defenderla si se admite que no hay ninguna otra manera de ganar realmente la guerra. Es verdad: toda libertad tiene sus límites. Aunque tendrán que ser libremente reconocidos. Ya hemos dicho todo lo que hemos podido decir sobre los obstáculos que se ponen hoy en día a la libertad del pensamiento y volveremos a reiterarlo hasta la saciedad. Para ser más concretos, nunca nos sorprenderemos bastante, al imponerse el principio de la censura, de que se haya prohibido a Soir Républicain la reproducción de textos ya publicados en Francia y que se encuentran bajo la diana de los censores metropolitanos, por ejemplo. El hecho de que un periódico dependa del humor o de la capacidad de un hombre demuestra mejor que cualquier otra cosa el grado de inconciencia al que hemos llegado. Uno de los buenos preceptos de una fi losofía digna de tal nombre es no explayarse nunca en lamentos inútiles frente a un estado de la situación que ya no podemos evitar. La cuestión en Francia ya no es saber cómo preservar las libertades de prensa. Es buscar cómo, ante la supresión de esas libertades, un periodista puede seguir siendo libre. El problema ha dejado de interesar a la colectividad. Concierne al individuo. Y precisamente lo que nos gustaría defi nir aquí son las condiciones y medios por los que, en el seno de la guerra y de sus servidumbres, la libertad puede no solo conservarse, sino manifestarse. Estos medios se resumen en cuatro: la lucidez, el rechazo, la ironía y la obstinación. La lucidez implica una resistencia al arrastre del odio y el culto a la fatalidad. En el mundo de nuestra experiencia, es cierto que todo puede evitarse. Incluso la guerra, que es un fenómeno humano, puede evitarse o pararse en todo momento mediante métodos humanos. Basta con conocer la historia de los últimos años de la política europea para saber con certeza que la guerra, cualquiera que sea, tiene causas evidentes. Esta visión clarificadora de las cosas excluye el odio ciego y la desesperanza a la que conduce. Un periodista libre en 1939 no desespera y lucha por aquello que considera verdadero como si su acción pudiera influir en el desarrollo de los acontecimientos. No publica nada que pueda enaltecer el odio o provocar la desesperanza. Todo ello está en su poder.

Argelia, 1960

Frente a la marea ascendente de estupidez, también es necesario oponerse con cierto rechazo. Ningún obstáculo del mundo hará que una persona con cierta integridad acepte ser deshonesta. Así pues, por poco que conozcamos el mecanismo de la información, es fácil asegurarse de la autenticidad de una noticia. Y a ello debe dedicarse todo periodista libre. Porque si no puede decir todo lo que piensa, sí le es posible no decir lo que no piensa o lo que considera falso. Y de la misma manera, un periódico libre se mide tanto por lo que dice como por lo que no dice. Esta


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surado libertad negativa es, de lejos, la más importante de todas si se sabe mantener. Porque prepara la aparición de la verdadera libertad. Por lo tanto, un periódico independiente aporta las fuentes de su información, ayuda al público a evaluarlas, se opone a los lavados de cerebro, suprime las invectivas, palia con comentarios la uniformización de la información y, en pocas palabras, sirve a la verdad en la medida humana de sus fuerzas. Esta medida, con toda su relatividad, le permite al menos rechazar que ninguna fuerza del mundo pueda hacerle aceptar una cosa: servir a la mentira. Llegamos así a la ironía. Se puede establecer como principio que un espíritu que tiene el gusto y los medios de imponer la coacción es impermeable a la ironía. No se ve a Hitler, por poner un ejemplo, utilizar la ironía socrática. Por tanto, se aprecia que la ironía sigue siendo un arma sin precedentes contra los demasiado poderosos. Contempla el rechazo en el sentido en que permite no rehusar lo que es falso sino, muchas veces, decir lo que es verdadero. Un periodista libre, en 1939, no se hace muchas ilusiones sobre la inteligencia de los que le oprimen. Es pesimista en lo que concierne al hombre. Una verdad enunciada con un tono dogmático es censurada nueve de cada diez veces. La misma verdad dicha con agrado solo lo es cinco de cada diez. Esta situación explica con bastante precisión las posibilidades de la inteligencia humana. También explica que periódicos franceses como Le Merle o Le Canard Enchainé pueden publicar con regularidad los valientes artículos que conocemos. Un periodista libre, en 1939, es por lo tanto necesariamente irónico, aunque a menudo ponga en riesgo su propia vida. Pero la verdad y la libertad son amantes exigentes, por los pocos pretendientes que tienen. A la vista está que esta actitud brevemente descrita no se podría sostener de manera eficaz sin un mínimo de obstinación. Muchos obstáculos se imponen a la libertad de expresión. Ni siquiera los más severos pueden desanimar a alguien perspicaz. Porque las amenazas, las suspensiones y las persecuciones obtienen en Francia, por lo general, el efecto contrario del que se proponen. Pero hay que admitir que hay obstáculos desalentadores: la constancia de la estupidez, la apatía organizada o la falta de inteligencia agresiva, y detengámonos aquí. Este es el gran obstáculo sobre el que hay que triunfar. Y para ello la obstinación es una virtud cardinal. Por una paradoja curiosa pero evidente, se pone al servicio de la objetividad y la tolerancia. Por lo tanto, he aquí un conjunto de reglas para preservar la libertad hasta en el seno de la servidumbre. ¿Y después?, se podría preguntar. No tengamos prisa. Si cada francés quisiera mantener en su esfera todo lo que considera justo y verdadero, si quisiera ayudar lo poco que pudiera al mantenimiento de la libertad, resistirse al abandono y mostrar su voluntad, entonces, y solo entonces, se podrá ganar esta guerra en el sentido profundo del término. Sí, los espíritus libres de este siglo hacen a menudo notar de mala gana su ironía. ¿Qué satisfacción se puede encontrar en este mundo en llamas? Pero la virtud del hombre consiste en mantenerse de frente a todo lo que se opone a él. Nadie quiere volver dentro de 25 años a la doble experiencia de 1914 y de 1939. Hay que intentar, por lo tanto, un método aún más novedoso, el de la justicia y la generosidad. Pero éstas solo se expresan en los corazones ya libres y en los espíritus clarividentes. Formar estos espíritus y corazones, o más bien despertarlos, es la tarea a la vez modesta y ambiciosa que se le devuelve al hombre independiente. Hay que atenerse a ella sin mirar más adelante. La historia tendrá en cuenta o no estos esfuerzos. Pero en todo caso se habrán hecho. L RENE SAINT P

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DE PORTADA

KAMEL DAOUD REVISITA A MEURSAULT MELINA BALCÁZAR MORENO

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engo atorado este país y no puedo pensar en nada más”, escribía Albert Camus a un amigo suyo en 1955, acerca de la Argelia que lo vio nacer. Un año antes había estallado el violento conflicto que llevaría a esta colonia francesa a su independencia en 1962. La relación que ligaba al escritor con ese país era, en efecto, compleja, y hasta nuestros días las polémicas al respecto no han cesado de surgir en ambas orillas del Mediterráneo. Durante largo tiempo, en Argelia se consideró a Camus como un traidor que permaneció fiel al régimen colonial; no fue sino en la década de 1990, al momento de la guerra civil, que los periodistas y escritores comenzaron a reivindicarlo como parte de su patrimonio literario. Mientras tanto, en Francia, se prefería dejar de lado su origen argelino y realzar el carácter universal de su legado. Sin embargo, la posición de Camus no fue ambigua en ningún momento: nunca apoyó al movimiento independentista, ya que creía que una Argelia francesa era posible todavía, una comunidad franco–árabe que evolucionaría lentamente hacia la justicia social. “He intentado definir claramente mi posición. Una Argelia constituida por poblamientos federados y unida a Francia me parece preferible, sin comparación posible en lo que respecta a la simple justicia, a una Argelia unida a un imperio del Islam que no realizaría para los pueblos árabes sino una suma de miserias y sufrimientos y que arrancaría al pueblo francés a su patria natural”. Su apego a la tierra de su infancia parecía impedirle entender la totalidad del problema colonial o, para decirlo con Edward Said, su “inconsciente colonial” fue más fuerte y lo llevó a seguir afirmando la prioridad francesa en Argelia. Su muerte en 1960 impidió saber si su posición habría cambiado con el curso de los acontecimientos y habría terminado por reconocer el deseo de independencia de aquellos a los que siempre llamó árabes, a pesar de la diversidad de sus orígenes. Más problemático aún que su posición política resulta el hecho de que en la obra literaria de Camus la realidad argelina haya sido silenciada como en El extranjero o en La peste, donde los muertos son árabes a los que se les niega un nombre. Anónimos y sin palabra, así aparecen en sus relatos. Este doloroso silencio es el punto de partida de la novela del escritor y periodista argelino Kamel Daoud (1960), Meursault, caso revisado (Almuzara, España, 2015), que se propone darle por fin voz al árabe asesinado por el famoso personaje de El extranjero. Y ante todo darle un nombre porque “es tan importante darle un nombre a un muerto como a un recién nacido”. De esta forma, la novela va colmando progresivamente las lagunas del relato de Camus, se va filtrando por sus intersticios hasta hacer surgir la realidad argelina que ocultaba la visión de Meursault. Así conocemos finalmente el nombre y la historia de ese célebre personaje anónimo, Moussa Ould el–Assasse, gracias al relato que de él hace su hermano, a lo largo de una serie

de conversaciones en un café de Orán con un joven francés que prepara una tesis sobre Camus: “Como todos, has tenido que leer esta historia tal y como la relató el hombre que la escribió. Escribe tan bien que sus palabras parecen piedras talladas por la mismísima exactitud. […] Su mundo es pulcro, cincelado por la claridad matinal, preciso, nítido, trazado a fuerza de aromas y de horizontes. La única sombra es la de los ‘árabes’, objetos borrosos e incongruentes, venidos ‘de otro tiempo’, como fantasmas con un sonido de flauta como única lengua”. Entre lectura insolente y variación independiente de su centro, el libro de Kamel Daoud toma el partido de la ficción, de la libertad creativa que le permite escribir el reverso de la historia y, tal vez, de liberarse del peso que representa la herencia de Camus en su país de origen: “Camus es inevitable en la genealogía del escritor argelino, pero no soy un camusiano. No me gusta la tendencia que construye un templo alrededor suyo. Cuando comencé a escribir Meursault, caso revisado, mi editor me había propuesto que escribiera un ensayo sobre Camus y me negué. Quería conservar la mala lectura, falsa, aproximativa, que tiene la gente de él en Argelia. Mi propósito no era hacerle un juicio. No tengo su genialidad, pero tampoco quería enfrentarme a su texto sintiéndome inferior”. No sin cierto placer desacralizador, el autor aborda El extranjero reutilizando varios de sus pasajes o incluso reescribiéndolo a la manera de otra célebre novela de Camus, La caída, en la que un hombre durante un largo monólogo se confía a otro en un bar, tal y como lo hará el hermano de Moussa, el árabe asesinado. Como si se tratase de hacer ver la indiferencia del mismo Camus hacia esos personajes que dejó sin nombre. “Esta historia debería escribirse entonces en la misma lengua, pero de derecha a izquierda”, le dice el narrador al joven que lo escucha. Pues para hacer justicia finalmente a ese muerto sin nombre habría que forzar la lengua del otro, el francés, a seguir el sentido del árabe, a incorporar en sí esa tensa relación con la alteridad y a contar lo que hasta ahora ha callado. Mediante un dispositivo que funciona por inversión, Daoud reflexiona ante todo acerca de la Argelia contemporánea, marcada por la relación aún conflictiva con la herencia que dejó la colonización y que, por lo mismo, continúa influyendo en su relación con Francia. Tal vez en esto reside el principal interés de la novela que peca en ocasiones de cierto didactismo. Más que resentimiento o búsqueda de venganza, Meursault, caso revisado ahonda en la historia del país como para intentar entender dónde se sitúan las fallas, la línea de fractura que ha dividido profundamente a la población. Una sociedad dominada por la indiferencia, la indolencia, en la que la religión ocupa cada vez un lugar más predominante, disminuyendo la libertad de actuar y de expresarse. Kamel Daoud nos ofrece así otra lectura del texto de Camus, que suele leerse como una parábola de la condición humana: la suya es una lectura encarnada de quien mediante la palabra se rebela y defiende su libertad de pensar, de imaginar en un contexto hostil. L


LITERATURA

sábado 12 de noviembre de 2016

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Las muchas vidas de Rodolfo Hinostroza MEMORIA MARGARITO CUÉLLAR

E

l nombre de Rodolfo Hinostroza (Lima, Perú, 1941–2016), aunque asociado solo a tres libros de poesía: Consejero del lobo (1965), Contra natura (1971) y Memorial de casa grande (2002), es parte, sin duda, de la inmensa cumbre de la poesía latinoamericana actual. Aunque estos tres títulos hablan de dos momentos, formal y temáticamente distintos y distantes, no pienso, como afirma Eduardo Moga cuando habla de la poesía completa de Hinostroza, que el tercer libro sea prescindible, al menos para el contexto peruano. Si bien las dos primeras apariciones del poeta son afines a un lenguaje que emerge con brío renovado de una poética de lo cotidiano, siento que en las edades poéticas de Hinostroza el lenguaje emerge como un corcel que sigue su carrera vertiginosa transitando por confines tanto terrestres como siderales más allá de los ismos. Aunque coincido con Moga en el sentido de que “la violencia de la metáfora se corresponde con la violencia de lo metaforizado, dando pie al abordaje de un mundo urbano, caótico y delirante”. Antes de señalar cuáles serían las aportaciones de Hinostroza a la poesía latinoamericana de hoy, creo prudente dar un pincelazo a la poesía peruana posterior a José María Eguren (1874–1942) y a César Vallejo (1892–1938). Por un lado voces que son disímbolas entre sí, pero que fueron configurando un mapa poético en la poesía de ese país: César Moro (1903–1956), Oquendo de Amat (1905–1936), Martín Adán (1908–1985), Emilio Adolfo Westphalen (1911–2001), Jorge Eduardo Eilson (1924–2006), Blanca Varela (1926–2009), Carlos Germán Belli (Lima, 1927) y Pablo Guevara (1930–2006). Por el otro, la poesía de Antonio Cisneros (1942–2012), Marco Matos (1942) y Rodolfo Hinostroza. Esto es, voces que lanzan sus primeros libros en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado. Encapsulado en lo que llaman neobarroco, sobre todo a partir de la publicación de Medusario, Muestra de poesía latinoamericana (Fondo LUCERO DEL CASTILLO

de Cultura Económica, México, 1996), Hinostroza se despliega en la joven poesía latinoamericana como un icono de esta expresión. Medusario incluía además a Gerardo Deniz, José Carlos Becerra, David Huerta, Mirko Lauer, Arturo Carrera, Marosa di Giorgio, Raúl Zurita, Marco Antonio Ettedgui, Támara Kamenszain, Eduardo Milán, Osvaldo Lamborghini, Haroldo de Campos, José Kozer, Roberto Echavarren, Wilson Bueno, Néstor Perlongher, Coral Bracho, Reynaldo Jiménez, Eduardo Espina, Gonzalo Muñoz y Paulo Leminski, así como sendos prólogos de Roberto Echavarren y Néstor Perlongher. Si bien es cierto que una parte de la poesía de Hinostroza apunta a rasgos como el El poeta peruano, aspecto fónico del nacido el 27 de lenguaje, la rebelión octubre de 1941 y contra lo simétrico y autor de Consejero el ejercicio de regisdel lobo, murió el 1 de tros variados (para noviembre de 2016 más previsión sobre la poesía neobarroca ver: “Neobarrocos y modernistas en la poesía latinoamericana” de Jacobo Sefamí), me atrevería a decir que el alcance de la poesía de la mayoría de los poetas de Medusario, incluido por supuesto Rodolfo Hinostroza, va mucho más allá de los rasgos establecidos por lo que se considera como poesía neobarroca. Si leemos con atención sobre todo los dos primeros libros de Hinostroza, encontramos una raíz oral muy firme, seguida de un tono cercano a la conversación y a la sensualidad, pautado ya por poemas de largo aliento que lo acompañarán siempre. Están ya definidos desde ahí los rasgos estilísticos de su poesía, aunque mantiene un tono más directo, puede decirse que más fresco y lleno de matices lingüísticos.

LABERINTO

Para quien quiera ponerse al día con la poesía de Hinostroza, Visor publicó en 2008 su poesía completa. Una muestra introductoria confiable la ofrece Material de lectura de la UNAM, fácil de conseguir en la red y con una nota introductoria de Rafael Vargas que ubica de manera precisa los alcances de la poesía del poeta peruano. “Para que Hinostroza ocupe un lugar eminente en la poesía escrita en nuestra lengua, basta el medio centenar de poemas que ha entregado a la imprenta en los últimos treinta años, pétalos arrojados al abismo en espera de escuchar su eco”, dice Rafael Vargas. ◆◆◆ La vagancia y la poesía suelen ser cómplices. El aura del poeta como sinónimo de vago no se ha desterrado del todo. Sin duda, la vocación literaria de Hinostroza se reafirmó a los 19 años cuando, decidido a cohabitar toda la vida con las musas, abandona sus estudios de Medicina en San Marcos para dedicarse al dudoso oficio de la poesía. Su madre, apesadumbrada, termina echándolo de la casa familiar al grito de “¡No estoy para mantener vagos!”. No andaba la madre tan errada. En sus 75 años de ir y venir, Hinostroza no solo afinaría sus sentidos en dirección a la poesía, sino también su pasión por la cocina y la astrología; todo esto, aunado a su genio creativo y a su concepto de libertad y transformación de las cosas, termina por convertirlo en un vago con oficios múltiples, aunque ninguno de ellos lucrativo. O quizá la vocación literaria de este peruano de cejas pobladas y blancas como su pelo, nacido en Huaraz, se reafirmó a los 17 años cuando su profesor de historia le dice que felicite a su padre “por el entrañable cuento publicado en La Crónica hace unos días”. El cuento no era de Octavio Hinostroza, padre del poeta, sino de Octavio Hinostroza Clausen, quien a partir de entonces nace para las letras y para el imaginario como Rodolfo Hinostroza. Estaba convencido, así lo decía, de que ser poeta era ponerse en manos del destino. Por lo que con la partida de Hinostroza se va no solo una de las voces más destacadas de la poesía latinoamericana, parte además el lector de cartas astrales, el poeta autor de cuentos, novelas, ensayos, obras de teatro, guiones para televisión, crónicas, artículos periodísticos y crítica gastronómica. Y todo lo abordó con singular maestría, como dice Víctor Ruiz Velazco en una entrevista, la última, publicada en El Comercio de Perú. Yo me quedo con esta entrada al poema “Los bajos fondos”: “Ahora que se hunden las nodrizas inglesas/ en túnicas brillantes, como cuchillos con astas trabajadas,/ ahora que en los corredores de los monasterios/ vuelven a surgir apariciones (bolas de fuego,/ gavillas donde aúlla el verano asesinado, un altar bizantino/ sostenido por ángeles curiosos). Ahora que la responsabilidad/ de las espaldas rotas/ se le atribuye al tiempo, hoy que bibliotecarios desconfiados/ se parapetan en las tapas metálicas de un tratado de montería/ y avisan a los suyos/ que se construyen muchas torres de Babel, hoy sube,/ como el vaho de un crimen, la certeza/ del primitivo parentesco del poeta con los criminales./ ¡Y ese júbilo/ que se advierte en las callejuelas de hojalata, en los barrios/ torcidos como un juego de dados, preludia/ las fiestas del reconocimiento!” La de Rodolfo Hinostroza es una voz vigorosa y desafiante que no se calla con su partida. Una lectura atenta a sus libros nos permitirá encontrar en la atmósfera de sus versos las muchas vidas del poeta. L


MILENIO

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× A

LA COMPOSICIÓN DE LA SAL MAGELA BAUDOIN Almadía México, 2016 157 pp. Con este volumen, la escritora boliviana obtuvo el Premio Hispanoamericano de Cuento Gabriel García Márquez 2015, y no es para menos: dueña de una prosa clara y directa pero, sobre todo, experta en la construcción de ambientes y en la arquitectura de personajes, su propuesta se concentra en la experiencia humana cuando el vacío la invade, la tristeza agobia, la nostalgia asfixia. Entre los entusiastas de Magela Baudoin se encuentran Alberto Manguel y Silvina Friera, quien la asocia con Alice Munro, Anton Chéjov y Silvina Ocampo.

FUERA DE LUGAR MARTÍN KOHAN Anagrama España, 2016 222 pp. Con una escritura que se asoma al abismo sin dejarse llevar por sus falsas promesas, Kohan construye una historia desgarradora protagonizada por un grupo de “empresarios” que comercian con fotografías de niños en poses dulces e inocentes. Si alguna cualidad destaca por encima de otras es la renuncia a la vulgaridad y a erigirse en inquisidor moral. De pasada, Kohan va dejando pistas y huellas que no tardan en sumarse hasta conformar un perfecto thriller policiaco.

LA CARNE ROSA MONTERO Alfaguara México, 2016 236 pp. “Solo se muere de amor en las malditas óperas”, dice la narradora de esta novela que traza a una mujer entrada en años que alquila a un gigoló por el puro gusto de hacer rabiar a su ex amante. Lo que parece un juego de despecho, sin embargo, tuerce de rumbo para transformarse en una autopsia de la rabia que provocan los estragos causados por el paso del tiempo. El amor cede así su paso a la conciencia de la vejez, a la desilusión, a un cuerpo nunca preparado para morir.

EL PRIMER HOMBRE MALO MIRANDA JULY Penguin Random House México, 2016 272 pp. July es una inquieta artista que ha destacado como cineasta; con este libro debuta como novelista. Cuenta la historia de Cheryl Glickman, una mujer cuarentona que vive sola y que ha ordenado su vida siguiendo algunas reglas que rozan la obsesión. Sirve a una organización que enseña a las mujeres a defenderse. Con ella trabaja Philip, un sesentón con el que cree tener una opción para hacer vida en pareja. Todo se sale de ruta cuando tiene que darle asilo a la hija de sus jefes y Philip le dice que está enamorado de una menor.

AQUÍ ESTOY JONATHAN SAFRAN FOER Seix Barral México, 2016 712 pp. Safran Froer recrea la crisis humana a través de un horrible terremoto que sacude a América del Norte y que no solo resquebraja el suelo, devasta las ciudades y destruye el medio ambiente, pues con el temblor también se desmorona el equilibrio personal de Jacob Bloch: un matrimonio fracasado, otro fracaso en su desempeño como padre, en su trayectoria profesional, en el sosiego emocional y hasta en la fe. Bloch deja de creer en todo aquello que aprendió en la sinagoga y se lanza al vacío absoluto, como una prueba de que la caída nunca tiene fin.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

EL SALVAJE

Guillermo Arriaga Alfaguara México, 2016

¿Hecho para grandes cosas? ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

V

aya caos disfrazado de novela el que ha montado el guionista de cine Guillermo Arriaga. Para empezar, armó una historia con sensibilidad juvenil ambientada en la década de 1970 por la cual merodean un adolescente huérfano, un policía judicial aviesamente corrupto y una pandilla de vendedores de morfi na y LSD enfrentada a la ola purificadora de un grupo ultra conservador denominado Jóvenes Comprometidos con Cristo. Entre la geografía laberíntica de la Unidad Modelo y las zonas indómitas del oriente de la Ciudad de México, esta historia consigna un crimen y perfila una venganza. Pero en vista de que aspira a Grandes Cosas, Guillermo Arriaga se siente apto para erigir uno de esos conglomerados en donde conviven lo más disparatado con lo menos eficiente, la barahúnda y el desatino. Tiene, por ejemplo, el impulso de seguir las vicisitudes de un cazador de lobos en quién sabe qué bosque pues ha ideado que el joven huérfano adopte y, sí, comparta hogar con un lobo, y como tal impulso debe parecer legendario (e invocar el espíritu de libertad) va esparciendo relatos y mitos nórdicos, brahmánicos, amazónicos, griegos… con alegre despilfarro. No estamos, por supuesto, frente a dos cauces paralelos nacidos del virtuosismo técnico de, digamos, William Faulkner, sino ante la consigna de moda, y con rubores mercadotécnicos, que llama a identificarnos con los animales. Aquí no paran las ambiciones. Ya que el mero acto de narrar parecería de una trivialidad provinciana, Guillermo Arriaga deja caer algunos poemas, construye un diccionario, regala unos cuantos fi losofemas plenos de sabiduría (de Confucio, de Buda, no suyos), imparte clases de latín. El lector entenderá por qué El Salvaje ocupa 690 páginas con letra de talla chica. El nombre del juego, diría un aficionado al cine y a las series de televisión, es complacer. ¿Qué sucedería si El Salvaje hubiera prescindido del cazador y de toda la pedantería? Nada, pero los autores de libros de este tiempo parecen actuar según esa imagen deformada de Hollywood que proyecta despachos en donde sacerdotes del marketing y ejecutivos dispuestos a vender a su madre con tal de satisfacer sus apetitos empresariales trabajan para moldear el gusto del público. ¿A poco el lector desconoce en qué irá a parar el ánimo de venganza del joven huérfano, el único sostén de El Salvaje, diseñado con los oficios apenas acreditados de un buen redactor? Como en la política, como en la gastronomía, eso que llamamos literatura se ha convertido en pasto de aficionados que un día despertaron creyendo que tenían las virtudes para gobernar un país, cocinar unos tacos de cochinita o escribir una novela. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Nila Guiss

“La grandeza de un país se mide por el respeto a su pasado” El documental Dispositio expone los procesos de resguardo y restauración de materiales fílmicos ENTREVISTA

C

on el objetivo de hacer conciencia sobre la importancia del resguardo de los archivos fílmicos, la restauradora y directora Nila Guiss realizó Dispositio, documental armado con fragmentos de películas mexicanas. La apuesta es hacer un homenaje al cambio de formato de análogo a digital en el cine. El largometraje muestra imágenes de personajes como Francisco Villa, Agustín Lara y Frida Kahlo, que hasta ahora habían permanecido inéditas. ¿Qué los lleva a hacer un documental sobre el resguardo de archivos fílmicos?

Trabajé cinco años en la Cineteca Nacional como restauradora. Ahí descubrí una enorme cantidad de rollos por trabajar. De muchos se desconoce su contenido y somos muy pocos quienes conocemos los procesos. Con el cambio de administración, la mayoría de los restauradores salimos y el acervo a trabajar sigue creciendo.

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

Es una lucha contra el tiempo porque las películas se degradan y no se hace nada para proteger los archivos. ¿Con la digitalización pierde o gana la restauración?

La digitalización es un apoyo, no una ganancia. Para compartir conocimiento, ofrece una ventaja porque ¿quién tiene un proyector en su casa? La tecnología de cine ya es obsoleta. La Cineteca contaba con un programa llamado “Archivo memoria”, que consistía en el cuidado de los archivos caseros. Lo importante, en este sentido, es detener el proceso de degradación, más que la digitalización. En el documental señalan que solo el 15 por ciento del cine mudo sobrevivió a la transformación tecnológica de entonces.

Así es. En México el porcentaje es todavía más bajo. Se hablaba de alrededor de ocho por ciento, y la pérdida se incrementó después del

HOMBRE DE CELULOIDE

incendio de la Cineteca en los años ochenta. Calculamos que sobrevive apenas el seis por ciento.

conferencia al Museo Reina Sofía en Madrid y descubrí que los españoles están en la misma condición.

¿De lo que resta, de qué tipo de contenidos estamos hablando?

La película es un llamado a la conciencia del legado fílmico en los archivos históricos pero también en los particulares.

Hay material de la Revolución mexicana. Clío ha ayudado a rescatar una parte pero aún falta mucho. Hay otro material muy interesante: las copias entintadas o pintadas a mano. La Cineteca cuenta con uno o dos restauradores y el trabajo es muchísimo. ¿Por qué hay tan pocos especialistas en el rescate de estos materiales?

No hay una licenciatura de restauradores fílmicos. Existe una carrera de restauración que pertenece a Bellas Artes en la que se enseña a restaurar pintura, fotografía, de todo menos fílmes. Los pocos que hay son cineastas que saben manejar equipos análogos. Las escuelas de cine ya no enseñan este formato. Fui a dar una

La grandeza de un país se mide por el cuidado y respeto a su pasado; creo que no cuidamos el nuestro. En el Archivo General de la Nación no hay filmes y las autoridades deberían tener conciencia de la importancia de estos materiales aun cuando se los delegue a la Cineteca. No hay tampoco un seguimiento sobre lo que sucede en el interior de la república. Como colectivo nos encontramos colecciones de material de súper 8 o 16 milímetros en basureros, en portales que te los venden a peso, y son archivos enteros de familias que representan un tesoro invaluable porque nos hablan de nuestras costumbres y comportamiento como sociedad. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Amnesia por la ventana

A

menudo los escritores dicen que la primera imagen de su novela llegó en un golpe de inspiración. Eso parece haberle sucedido a Paula Hawkins, autora de La chica del tren. La primera imagen nos mete de lleno en la ficción. Cosquillea en nosotros la curiosidad que atrapa. Lo mismo sucede con la película: está tan bien escrita que ya hay críticos apostando a que la guionista ganará un Oscar antes, incluso, de haber sido nominada. Con base en la imagen de una mujer que mira las casas de campo desde su asiento en el tren, la guionista Erin Cressida Wilson ha construido esta obra de suspenso con dos o tres toques de poesía y cine de arte. La metáfora de una vida que pasa a toda velocidad, sin que podamos detenerla, se presta además para la construcción de un gran personaje: esta mujer alcohólica que vive extraviada, llena de remordimientos. Imaginamos el terror de despertar una mañana con la jaqueca que da el alcohol. Amanecer ensangrentados sin saber qué sucedió. El suspenso se vuelve psicológico y la mujer está tan bien actuada que vivimos con ella la paranoia de quien no sabe qué le hicieron… o qué hizo. El de Rachel es un personaje con tantos niveles de lectura que vale la pena darse un tiempo para pensarlo. Porque si bien La chica del tren es sobre todo

La chica del tren (The Girl on the Train). Dirección: Tate Taylor. Guión: Erin Cressida Wilson basada en la novela de Paula Hawkins. Con Emily Blunt, Rebecca Ferguson, Haley Bennett, Luke Evans. Estados Unidos, 2016.

cine para entretenerse, tiene grandes momentos. Escenas de un encanto mucho más elaborado que el puro divertimento. Puede que las otras mujeres (y sobre todo el psicoanalista) resulten más bien chambones, pero Rachel, esta chica del tren que vive borracha, parece haber sido creada por Lars von Trier. Aun así el misterio termina por resolverse en forma más o menos convencional. Y sin embargo vale la pena detenerse un poco en lo que significa fantasear

en la vida de todas esas personas que pasan afuera de la ventana de un tren. Estar borrachos imaginando que asistimos, con la impotencia de quien vive sometido por el alcohol, a una vida que se vuelve un rompecabezas. Momentos dispersos que no logramos aprehender. Lo interesante sobre todo es que en uno de estos instantes está la clave de un asesinato. Ni el tren ni la vida se detendrán. El pasado no vuelve. ¿Hay algo que podamos cambiar? L


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ESCENARIOS

PILI PALA

CNT, el cambio MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

U La pieza de Alejandro Ricaño se presenta en el Foro Lucerna, de viernes a domingo

Ausencia es dolor La guerra en la niebla acude a la figura del hijo desaparecido para encarar uno de los rostros sombríos de México TEATRO

U

na familia incrustada en la neblina abismal que genera la desaparición de uno de los hijos padece, desde el centro del dolor, el exaltamiento, la desconfianza, la enfermedad, el engaño, la ansiedad y la emergencia de las propias miserias, que en la vieja cotidianidad pasaban inadvertidas. Alejandro Ricaño incursiona con su obra La guerra en la niebla en el género del thriller social en que se ha transformado la vida de gran cantidad de personas en México. Autor de obras como El amor de las luciérnagas, Más pequeños que el Guggenheim y Lo que queda de nosotros, por mencionar solo tres de más de una decena de sus piezas dramáticas, Ricaño decide dejar a un lado las preocupaciones existenciales para adentrarse en la vorágine que implica no saber nada de un hijo y hermano, a nueve meses de que acudió a una fiesta. Hasta una pequeña casa alejada de la ciudad, donde vive desde hace seis meses, este matrimonio de mediana edad con su joven hija, en el punto muerto de la espera, llega un ex teniente que cobrará para ayudar en la búsqueda de respuestas. Ricaño, dramaturgo nacido en Xalapa en 1982, que en este caso es también director de escena, ubica a la madre, el padre, la hija y el tío dentro de un pequeño búnker para que sigan orbitando alrededor de su desgracia. La espera ha transformado a los personajes que buscan respuesta a la cascada de preguntas detonadas por la ausencia. La madre, desbordada en su desesperación, agrede, desenmascara y evidencia grotescamente la bajeza del tío Benny, ahí presente. Lisa Owen construye la cuarteadura interior de un personaje que apenas puede decir que está vivo. Arturo Ríos, en el papel del padre que encripta su sufrimiento para adherirse a una mínima posibilidad de saber algo sobre la inmensidad que ignora, contiene ese océano de llanto que apenas asoma cuando aparece un nuevo signo, por vacío que pueda intuirlo.

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

Por su parte, Álvaro Guerrero, como el ex militar cuya anunciada experiencia aporta una mínima luz a la carencia de certezas, deja ver un personaje en el filo del acantilado interior que esculpe inmisericorde lo que deja la desaparición de personas. Sara Pinet se ve obligada en esta ocasión a edificar un personaje rudo, sin la gracia y la dulzura de otros tantos, salidos de la pluma de este mismo autor, que pegan y soban al espectador al mismo tiempo. La hermana del joven desaparecido es una mujer acotada por su nueva circunstancia, que grita su fragilidad desde un dolor petrificado, sin dejar de hacer un último guiño a esa confianza que solo puede haber entre hermanos. Adrián Vázquez, autor, actor y director, que en este montaje encarna al Tío Benny, crea al personaje depredador y estridente, del que nadie podría externar sospecha. Este elenco de actrices y actores de probado profesionalismo genera la tensión de una obra contenedora de secretos y revelaciones, cuya trama central desgaja una historia dentro de otra: aconteceres en la vida de los personajes, enlazados mediante acciones permeadas de descuidos, engaños e incertidumbres que levantan una amplia derrota ante el vacío de autoridad y justicia que nos agobia. La obra de Ricaño se interna en esa zona minada en la que se vuelve la vida de quienes se quedan sin posibilidad de cerrar su duelo, de abandonar la esperanza, aunque esté muerta. Su texto se acerca al tiempo encapsulado de quienes se encuentran presos de sí mismos, de sus angustias y miedos, internos en un laberinto de preguntas, de reproches y rabia, adicciones y enfermedades, que agigantan su impotencia. La guerra en la niebla no solo muestra el pantano de los dolientes, sino que da un giro hacia la capacidad humana del abuso, desde la absoluta indefensión que hunde a quienes no vuelven a ver a su hijo amado. L

na Compañía Nacional de Teatro tendría que ser el referente por excelencia de la escena mexicana en todos los órdenes: dramatúrgico, de dirección teatral, escenográfico, de actores y actrices principales y de reparto en las piezas seleccionadas para los espectadores, donde la representación es el espacio codiciado por los mejores: no para ganar una beca sino para estar ahí donde palpita el arte. Eso no ha sucedido. Una Compañía Nacional de Teatro tendría que tener un repertorio donde lo clásico y lo contemporáneo de la escena nacional se den la mano, desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta Rodolfo Usigli, del teatro de Salvador Novo y Contemporáneos a Poesía en Voz Alta, de Emilio Carballido y Sergio Magaña a Elena Garro y Sabina Berman o Hugo Hiriart, David Olguín y Luis Mario Moncada. Apostar por los jóvenes dramaturgos, o no tanto. Eso no ha sucedido. Una Compañía Nacional de Teatro que haga la necesaria revisión de obras clásicas y actuales de la mano de directores irreverentes de los últimos años: Claudio Valdés Kuri, Alberto Villarreal, Richard Viqueira, José Alberto Gallardo, Alexandro Celia, Alejandro Ricaño, Hugo Arrevillaga, Antonio Zúñiga, Alberto Lomnitz y los que se acumulen. Ser referente implica aventurarse a lo nuevo. Eso no ha sucedido. Una Compañía Nacional de Teatro que nació por decreto presidencial en 1977 debería ser transformadora del arte escénico en los tiempos que vivimos, no receptora de familias teatrales que poco o nada aportan a la dramaturgia nacional. De los tiempos en que la CNT estaba al servicio de las escuelas secundarias pasamos al autoservicio de un teatro que quiere ser inteligente pero resulta poco útil para las nuevas generaciones, que olvidan el quehacer dramático. Eso es lo que ha venido pasando (y se puede comprobar). Una Compañía Nacional de Teatro no tendría que envejecer, al contrario, su vitalidad debería ser garantía de los cambios vividos por el arte y el país. Tener un comité de 40 miembros para hacer lo mismo de siempre desde su reestructuración es condenar a la CNT al inmovilismo estético, sin respetar las transformaciones que la escena mexicana ha experimentado con los nuevos directores que son dramaturgos que son actores que son escenógrafos (la CNT tiene un escenógrafo de planta como el máximo exponente del teatro en México). Eso no puede seguir así. Una Compañía Nacional de Teatro, la de México, tiene ahora, con la entrega de la dirección general a manos de Enrique Singer, la posibilidad de un cambio urgente de aquí al fin del sexenio: dos años escasos. Menudo paquete. Pero Singer es empecinado, administrado, aventado, capaz de sacar a la CNT del inmovilismo en que Luis de Tavira la mantuvo hasta hoy. Singer no necesita un comité tan gordo para trabajar. Necesita manos libres y la voluntad de los integrantes de la CNT para renovarse o morir de soberbia. L ESPECIAL

Enrique Singer


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

El mono amaestrado TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

E

scribo esto cuando todavía no se sabe si ganará Hillary o Donald; pero para cuando usted, desocupado lector, lo lea, sabrá perfectamente qué ocurrió, o quizá lo sabrá de modo imperfecto, en caso de que haya acusaciones de fraude y conteos voto por voto. Pero cualquiera que haya sido el resultado, la preocupante revelación es que la democracia está pasando por una crisis. Lo que hoy llamamos democracia es capaz de dar el poder a un fanático desorientado como Kaczynski en Polonia, convertir a un Daniel Ortega en todo aquello contra lo que luchó a los veinte años, transformar a un buen chofer de autobús en un pésimo jefe de Estado en Venezuela, destruir bellos proyectos a golpe de referendos, darle las riendas de México a quien no leyó ni siquiera los libros citados en su tesis y, también en nuestro país, crear una banda de cacogobernadores inmunes a toda acción penal, pues, se sabe, buena parte de lo que se roban va a parar a las arcas del mismo partido para financiar las candidaturas de más cacogobernadores. El caso gringo es emblemático y alguien tendrá que hacer sonar la alarma. Si el país todavía más poderoso del mundo fue apenas capaz de presentar dos impresentables candidatos, ¿qué le espera al resto del mundo? Y es que la política se convirtió en un juego privado de los políticos; y apenas nos invitan a jugar cada tantos años para marcar un recuadro con una cruz.

Se sabe que un mono amaestrado puede elegir entre dos o más opciones. Puede votar. Se sabe también que el ciudadano promedio se distingue poco de un mono amaestrado. Al mono se le enseña a elegir entre opciones sencillas, como son las formas o los colores o los sabores. Si al votar por la opción roja le cae un plátano, y si al votar por la blanca le sale una copa de un buen Chambertin, sabemos que votará por la roja. Sabemos que un mono prefiere a una mona que a la más brillante de las mujeres. Prefiere un bongó que un piano. Entiende mejor un monosílabo que un poema épico; un pellizco que un argumento. Le seduce más el copete que la cabeza. Sea copete rubio o moreno. Elige lo inmediato por sobre lo duradero. Sin grandes protestas, acaba por aceptar el cautiverio. Las ironías no le hacen sonreír, y en cambio se divierte con supremas vulgaridades. Entiende el pastelazo, pero no a Sancho Panza. Quesque las mujeres, quesque los millennials, quesque los latinos, quesque

LO QUE CONTEMPLAS

la ilusoria clase media, quesque los obreros desempleados, quesque los jóvenes desencantados, quesque las minorías sexuales, quesque los evangélicos, quesque los católicos, quesque los jubilados… No, queridos amigos, las elecciones las deciden los monos amaestrados; y a ellos se dirigen las campañas de los candidatos, quienes tratan de seducir con bramidos, gestos, amenazas y bananas a las distintas especies de primates, en especial a los Macaco televisius e Iletropitecus simplicius. Verdad que hay candidatos impresentables, pero también hay votantes igual de impresentables. Para garantizar la democracia no hacen falta INES, sino mejores escuelas. Hace falta apagar la tele y leer un libro. Entonces, sin importar lo que pase en el mundo de allá afuera, el Homo sapiens se sentirá libre, igual que si viviera en una democracia perfecta, en una realidad alterna que difícilmente conocen los monitos. L

ADRIANA DÍAZ ENCISO

ESPECIAL

Día de Muertos en Londres

E

l mundo abre cada vez más ventanas a lo que sucede en sus distintas latitudes, pero no siempre nos muestra mucho más que la superficie del paisaje. En Londres, por ejemplo, cada año hay más altares para el Día de Muertos, con sus indicios de fiesta exótica y explosiones de color, pero no dicen mucho sobre la realidad cotidiana de un país que camina sobre los huesos de víctimas anónimas y entre las sombras de sus desaparecidos. La agrupación Justice Mexico Now invitó a hablar sobre esta paradoja a Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista; Catherine West, portavoz de Asuntos Exteriores de la oposición, y Francisco Domínguez, profesor en la Universidad de Middlesex y secretario de la Campaña de Solidaridad con Venezuela. Junto a una Catrina tamaño natural, la consabida ofrenda, y tras un festín de tamales, chocolate y pan de muerto, los

panelistas intentaron elucidar el lugar justo para estas distintas realidades. Partieron del reconocimiento del orgullo de los mexicanos por su historia; de su poderosa constitución secular y los logros de su revolución, así como de la integración de las tradiciones prehispánicas al tejido de la cultura del México moderno. Sin embargo, encuentran también inquietante el que cada año medio millón de turistas británicos visiten México, la pasen la mar de bien y regresen sin tener la más remota idea de la atroz crisis de derechos humanos que asola al país. Un país cuya violencia rebasa el cruento saldo del Chile de Pinochet, con un sistema político corrupto hasta la médula, en el que la gente tiene la autoridad para asesinar a activistas y periodistas a una escala horripilante que los medios extranjeros no parecen terminar de asimilar.

adrianadiazenciso@gmail.com

Se habló de la tortuosa relación con Estados Unidos, pero la conversación derivó a la posición del Reino Unido frente a la atrocidad mexicana. West habló de los cuestionamientos constantes en el Parlamento sobre las violaciones del Estado de derecho en México, pero se reconoció que esto no basta si no se asume responsabilidad sobre el papel del Reino Unido en la apropiación de recursos nacionales (el acceso de BP al petróleo mexicano, por ejemplo); sobre los acuerdos comerciales firmados por Peña Nieto en este país sin que se cuestionen los graves fallos de su gobierno; la exportación de armas del Reino Unido a México; el papel

de algunas instituciones bancarias de Londres como centro financiero en el lavado de dinero proveniente del negocio de las drogas. Corbyn señaló que debe haber un giro en la política de Asuntos Exteriores; en lugar de llenar las embajadas del mundo de asesores comerciales, por muy importante que sea el comercio, habría que configurar dicha política alrededor de los derechos humanos y la protección ambiental, que van íntimamente ligados. En suma, la respuesta ante la injusticia y el horror que padecen millones y millones de personas en el mundo es la solidaridad. La ventana que asoma a lo real. L


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