Laberinto No.752 (11/11/17)

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Laberinto

TUTEAR AL PAPA julio hubard p. 03

ENTREVISTA A MIGUEL LITTÍN praxedis razo p. 04

MILENIO

NÚM. 752

sábado 11 de noviembre de 2017 FOTO: MARK RALSTON/AFP

PSICÓPATA AMERICANO josé gonzález p. 06


ANTESALA

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sábado 11 de noviembre de 2017

LABERINTO

ESPECIAL

La derrota de los artistas ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

D

urante la era moderna los artistas y la revolución han experimentado un recurrente y conflictivo idilio. Desde la Revolución Francesa hasta las revueltas contemporáneas, el magnetismo del cambio social súbito y radical subyuga al artista. Quizá porque tanto el revolucionario como el artista sienten que la historia y las sociedades son materiales para la creación y que la materialización de la utopía requiere tanto arrojo y voluntad política como imaginación desbordada. Una etapa climática de las seducciones y tensiones entre los artistas y la revolución comenzó precisamente hace cien años y el gran humanista Tzvetan Todorov la documenta en El triunfo del artista. La Revolución y los artistas rusos: 1917–1941, (Galaxia Gutenberg, 2017). Los artistas rusos no solo

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

saludan la revolución, algunos la “huelen” y escriben textos premonitorios donde, con la elocuencia de la Anunciación, describen el tránsito de la degradación a la ventura pasando por la destrucción purificadora. Cuando la revolución se consuma, la mayoría de los artistas, particularmente los vanguardistas, buscan colaborar y armonizar su ruptura estética con el parto social en curso. Ambos contingentes, artísticos y revolucionarios, quieren gestar un hombre nuevo; sin embargo, los métodos y las sensibilidades son muy distintos. Si los creadores quieren fundir arte y cambio social, los hombres de acción conciben el arte como un mero instrumento para la consolidación de su benigna dictadura; si los artistas ensalzan ingenuamente la libertad, los políticos prescriben

Tzvetan Todorov, autor de El triunfo del artista. La Revolución y los artistas rusos: 1917-1941

pragmáticamente la obediencia. Las líneas de la tragedia están trazadas: paulatinamente las discrepancias ideológicas se traducen en violencia hacia todo aquel que no se pliega a los dictados del poder. Todorov esboza una historia de la compleja relación entre los muy diversos grupos de artistas y el naciente Estado soviético y la ilustra con numerosos dramas verídicos como los de Mayakovski, Tsvietáieva, Zamiatin, Pilniak, Pasternak, Eisenstein,

Era un mago que volvía propias las ideas ajenas.

El mecanismo de la ilusión LOS PAISAJES INVISIBLES

K

Shostakóvich y, sobre todo, el genial y desdichado Malévich. A través de estas tramas novelescas, llenas de grandeza y capitulaciones, de solidaridades y traiciones, Todorov hereda un libro conmovedor que refleja el ambivalente amasiato entre arte y revolución: por un lado sus inquietantes coincidencias (la adrenalina de la violencia, los rompimientos enfáticos con el pasado) y, por el otro, sus insuperables choques y conflictos de interés. L

rysztof Kieslowski exploró el sentido concreto de la ilusión, en una de las escenas más plásticas de Azul (1993): después de pasar la noche con el hombre que la había deseado durante años, Julie Vignon (Juliette Binoche) le dice: “Lo ves, soy una mujer común. Me apesta la boca, ronco y transpiro igual que las demás”. Después coge sus cosas y se marcha sin más explicaciones, como si la partida simbolizara el aborto instantáneo de las posibilidades afectivas de su cuerpo con el otro, ahondando el universo emocional que los separaba irremisiblemente pues, para Kieslowski, el personaje de Julie Vignon debía vaciarse por completo. Al retirarse, aquella mujer enlutada (perdió a su esposo y a su hija en un accidente automovilístico) lanza un

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

hechizo en el amante: la cadena perpetua del recuerdo, la dudosa evocación de una figura que él jamás volverá a mirar, besar, acariciar. Así es, según Kieslowski, el mecanismo de la ilusión. No se basa en la conjetura, no es ensueño. La ilusión brota de la proximidad que, aunque breve, se torna absoluta porque para la ilusión es imprescindible que la materia del deseo deje de ser un objeto impenetrable y que podamos abarcarlo hasta donde el tiempo, siempre despiadado en su finitud, nos lo permita. La ilusión nace de la experiencia irrepetible. Germina de lo que, sabemos, solo fue un halo fugaz en nuestras vidas. La ilusión se nutre de un gozo pasajero, efímero. Es imposible en los amores prolongados porque su dinámica es lo transitorio, lo que nunca va a quedarse. Al

fin y al cabo, acostumbramos mirificar lo que sucedió una sola vez (en la continuidad de un beso, un abrazo o una caricia, el cuerpo o la sensación o el tacto de ese objeto pierde su cualidad de fantasía y se vuelve limitado). Un ejemplo: la esencia de El nombre de la rosa, de Umberto Eco, no es el laberinto detectivesco de Guillermo de Baskerville ni la intriga macabra de una abadía donde estaba prohibido el regocijo intelectual, sino en el encantamiento de Adso de Melk —el discípulo adolescente del sabueso—, cuya aventura erótica con una extraña chica le causa un grave conflicto entre lo mundano y lo divino. Aquel encuentro fugaz provoca que Adso de Melk desentrañe dos polos de su quebradiza humanidad: el del asceta y el del hombre ordinario, y aunque al final elige el camino espiritual, en él se ha quedado la huella profunda de un contacto pero solo como una dulce remembranza: auténtica o inventada, la experiencia sigue ahí, en sus sentidos, no obstante que jamás haya podido indagar cómo se llamaba aquella rosa. Y cuando en Azul Julie Vignon afirma que en lo elemental de su naturaleza palpita la vulgaridad, lo demasiado humano, no advierte que lo eterno y lo etéreo de su presencia se revela en la partida. Que al condenar a aquel tipo a la obsesión que suscitará la pérdida, el ostracismo de sus cavidades y su piel, la ilusión se apoderó de él porque a sus ojos, lo imposible de estar con ella desparrama un limbo mágico donde reina su delicada, hermosa desnudez. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× C É S A R

sábado 11 de noviembre de 2017

ANTESALA

ESPECIAL

M O R O ×

País franqueable Este poema proviene de la sección “1938–1947 (México)” de Praderas temporarias/ Prairies temporaires (Secretaría de Cultura/ Libros Magenta, 2017), una amplia selección de la obra del poeta peruano que radicó en Francia

Q

uemado al gran sol de la desesperación En el espacio infinito de la monotonía Solo un agua para lavar tanta sangre El movimiento subleva nubarrones de mosquitas Un único camino para la fortuna De despertarse dentro del sueño resplandeciente Tu sombra cubre varias veces el cielo El sol ha bebido lágrimas grandiosas Lo real agazapado bifurca Pena perdida En adelante se eleva Tu rostro de castillo hirviendo en la noche México, 7 junio 1940 Traducción: Reynaldo Jiménez

×EKO×EX LIBRIS×ELECTRA Y EURÍPIDES×

Petrarca

Tutear al papa BICHOS Y PARIENTES

A

JULIO HUBARD

Petrarca se le deben casi todos los tópicos de la poesía amorosa occidental, la formalización de muchísimos modos literarios, y el origen del Humanismo, pero también la condenación injusta y eterna de la Edad Oscura —que así llamó a la Edad Media—. Y no importa que Duby, Eco y muchos vuelvan a explicar que el Medievo está lejos de haber sido una era oscura, la leyenda negra es más perseverante. Petrarca se quejaba de que las formas de la herencia eclesiástica habían “pervertido el latín y olvidado el griego”. Decidió restaurar el brillo que tuvo el latín en la era de Cicerón. El latín de clérigos y juristas se corrompió porque dejó de ser coloquial y literario para convertirse en lengua de autoridades y jurídica. Empezó por recuperar la forma más simple de referirse a la segunda persona, y le escribe al papa con su latín restaurado. Juan Olmutiense, su amigo obispo, lo reconviene por andar tuteando al papa. Pero Petrarca responde con un desafío: “No cambiaré el estilo... y en esto mismo me gloriaré modesta y familiarmente contigo, porque a aquel estilo de los padres, femenino y sin vigor, yo solo, o al menos el primero por Italia, parezco haber cambiado y haber recuperado el estilo viril y sólido”. Lorenzo Valla (“el perfecto”, quizá el mayor gramático del Renacimiento) lo pone en su lugar. Ese latín de Petrarca tuvo su arrojo y todo, pero no era el de Cicerón. Eso le pasa por petulante y por eso se cargó con la fama injusta de ignorante. Cometió y fue víctima de injusticias. Pero en esa misma carta dice algo interesantísimo: “rechazaré las lisonjas y las meras tonterías de los modernos”. O sea que, según Petrarca, los modernos son los medievales, los que escriben en latín mortecino, con esa moderna blanditia afeminada. El Renacimiento invertiría los términos: haría modernos a los griegos y al latín clásico, y vería como vejestorios a los tradicionalistas de las universidades, con su latín pobretón e inexpresivo. Petrarca cambió el estilo: introdujo el tuteo, que lleva un lugar distinto en el diálogo, mucho más coloquial, respondón, igualado (cosa importantísima para imaginar la vida política y los albores de los estudios independientes de la Iglesia, las artes liberales, pues) y con ello, aunque metiera las patas, incidió en la recuperación de los clásicos. Y ni siquiera distinguió su propio lugar: murió creyendo que su inmortalidad vendría de su escritura latina. No supo que la inmortalidad lo mordería desde su lengua vulgar, el italiano, y que él mismo sería el primer moderno. L

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LABERINTO

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Miguel Littín

“Chile es mi Comala”

A propósito de la Medalla Cineteca Nacional que se le otorgó en días pasados, el director de Actas de Marusia entre otros filmes, rememora su estancia en México y la amistad con figuras emblemáticas como Luis Buñuel, Carlos Fuentes, García Márquez y otros cineastas y escritores de su generación ARCHIVO MIGUEL LITTÍN

ENTREVISTA PRAXEDIS RAZO

E

l miércoles 1 de noviembre, el cineasta chileno Miguel Littín Cucumides recibió la Medalla Cineteca Nacional —otorgada a Costa–Gavras y a Atom Egoyan en 2015, y a Adolfo Aristarain en 2016—. Fue una buena oportunidad para conversar con él sobre su carrera, sus recuerdos de México y sus proyectos. ¿Cómo pasaste de la exacerbación política del “cine imperfecto” a la antesala del Oscar? Siempre estuve, y aún lo estoy, por un cine de identidad cultural de la América Latina. Desde un inicio, planteé que no creo ni en el panfleto político ni en que el cine tiene que ser necesariamente imperfecto. Creo que el cine latinoamericano es parte de una cultura inconclusa, y esto lo defiendo hasta nuestros días, porque pienso que el cine existe en la misma medida que encuentra una estatura estética, es decir, existe solo cuando un autor crea un mundo, plantea y narra la vida de personajes y la situación de un tiempo determinado. Por eso mi gran inspirador siempre fue Juan Rulfo y su Pedro Páramo. Como ciudadano, siempre estaré en contra de las dictaduras partidistas, pero jamás en blanco y negro. En ese sentido, Los náufragos es un buen retrato sobre mi postura política frente a mi país, donde no me perdonan haberla hecho. Así, mi presencia en la ceremonia del Oscar es muy sencilla de explicar: hice Actas de Marusia en México, y este país, que me permitió una libertad de expresión absoluta y total, fue el que la inscribió en los premios. Pero no había ninguna posibilidad de que yo fuera a Hollywood, pues aunque el Banco Cinematográfico hizo la petición de la visa, Estados Unidos no la otorgó en primera instancia. Tuvo que haber una intervención directa del gobierno mexicano para que los estadunidenses me dieran a última hora una visa especial, con la que viajé con un comunicado de la Resistencia Chilena, que me pidió que usara esa tribuna para hablar del atropello a los derechos humanos que realizaba la dictadura chilena en ese momento. Aunque no gané, leí la carta en conferencia de prensa, que era mi propósito esencial. ¿Cómo fue tu en cuentro con Rulfo? Leerlo fue descubrir el camino hacia la verdadera identidad. Vengo de familia inmigrante, árabes y griegos, que llegaron al campo chileno en 1914, y me crié en un mundo rural. Cuando encontré en la obra de Rulfo que ese mundo rural llegaba mucho más allá del criollismo con el que lo trataban los escritores chilenos, que iba más allá de todo lo que yo conocía, fue un impacto profundo en mi vida. Por eso no hablo del manifiesto comunista; hablo del manifiesto rulfista.

Buñuel y Littín jugando vencidas, en una foto autografiada por ambos. Década de 1970

¿Cómo encuentras la industria del cine en México cuando llegas y cómo la dejas cuando sales? Conocía mucho el cine mexicano cuando llegué: a los grandes autores, Gavaldón, Buñuel, el Indio Fernández; a los actores, Cantinflas y su 777, a su D’Artagnan; a Tin Tan y su Sultán Descalzo, por supuesto a Pedro Infante y su duelo con Jorge Negrete. Cuando era niño, con un amigo escríbíamos cartas amorosas a las actrices mexicanas. Recuerdo una ocasión que le escribimos una a Elsa Aguirre y nos respondió mandándonos una foto autografiada. Y pasaba todo eso porque el cine mexicano traía un impulso muy grande ya que era verdaderamente popular. Es una lástima que se haya perdido todo eso por ideologizar al cine. Si algo hizo la industria en esos años fue conseguir que el cine hablara en español y se convirtiera en un fenómeno popular en nuestros países. Uno de los primeros actos del presidente Allende en torno al cine fue llevar a una delegación mexicana de actores y directores a Chile. Fueron Rodolfo Echeverría, Felipe Cazals, Sergio Olhovich, entre otros. Yo en ese momento estaba filmando al sur de Chile La tierra prometida, y como nunca abandono un set en medio del trabajo, no encontraba un buen pretexto para decirle al presidente que no iba a recibir a los amigos mexicanos. “Pero, Miguel, tienes que venir, eres el director de Chile Films”, me decía. Me mandaron a buscar de la presidencia, y resolví el compromiso enviando a un actor con el que estaba trabajando en la

película y no tenía escenas próximas, Rodolfo Ubeda, que la hizo muy bien de mí. Ubeda los llevó a cenar, acordaron cosas en varios términos, y atendió tan perfectamente a los mexicanos que cuando yo llegué acá exiliado, y me presento en su oficina, Rodolfo Echeverría me dijo asustado: “¡Pero usted no es Miguel Littín!” Tuve que explicarle la historia y después de eso teníamos que hacernos buenos amigos. Luego vino un momento dramático: la época en que la hermana de López Portillo llevó al cine mexicano casi a cero, lo que casi coincide con mi salida de México. ¿Cómo recuerdas la producción de Actas de Marusia? Fue una experiencia gozosa. Yo venía de Chile con este proyecto, que cerraba una trilogía que partía del primitivismo del hombre analfabeto, sometido, del centro agrícola, que es El Chacal de Nahueltoro. Después hice La tierra prometida que tiene ya a los grupos humanos y a los primeros líderes campesinos que surgen para recuperar la propiedad común. Esos procesos son derrotados, dejando la historia inconclusa en el sur del país. Y luego sigo con el norte, donde ya los campesinos analfabetos que se han convertido en combatientes por su tierra en la segunda película, ahora ya son hombres politizados, que saben de los sindicatos, que hay teoría y práctica revolucionaria, y ésta es Actas de Marusia, cinta que yo pensaba que no haría nunca después del golpe.


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CINE

LEONARDO PARRINI

Mi encuentro con Santa Elualia, en Chihuahua, un pueblo perdido y tan maltratado como cualquier pueblo minero del mundo, fue esencial para entender que podía acabar esta trilogía. Fue una suerte encontrar no solo el pueblo sino a la gente con la que yo quería seguir trabajando; la gente real, que me prestó su dolor y su experiencia, queda plasmada en la pantalla. Ya en Cannes, cuando dieron los premios, estaba yo como mejor director a lado de Ettore Scola por Feos, sucios y malos. El jurado discute y da un ex aequo, pero se quedan inconformes y vuelven a discutir, pero ya era tanto tiempo el dedicado a esto, que el jurado del Líbano dice que ya está harto de tantas discusiones y se va. Vargas Llosa y Costa– Gavras se paran para ir por él y continuar la discusión, en ese momento la secretaria toma ese acto como abandono del jurado, pasa el acta tal y como está y me excluye a mí de la decisión para mejor director por Actas... Carlos Fuentes viajó en ese momento desde París a armar la trifulca, quería voltear las mesas: “¡Eso que te hicieron, Littín, son chingaderas!”, decía, y en fin, ya solo pudimos hacer rabietas. Chile es el gran protagonista de tu obra, ¿cómo describirías al país en términos dramáticos? Como un Comala. Aquí he venido a buscar a un tal Pedro Páramo, que dicen que es mi padre... Uno va a Chile en busca del padre, como en cualquier pueblo de América Latina, busca la raíz misma de lo que uno ve para extender ese sentimiento y hacerlo universal. Chile es mi punto de partida y de llegada, mi Comala. Te exiliaste a punto de estrenar La tierra prometida, y con esa película empezaste tu viaje por el mundo, ¿cuándo y cómo puedes ver esa película en Chile? Al terminar la dictadura de Pinochet, después que asume el gobierno Patricio Aylwin, proyectamos la película en la comuna de Palmilla, donde se filmó, frente a cuatro o cinco mil campesinos; luego la pasamos en rodeos frente a ocho mil personas, y así. Hasta este año se proyectó en el Salón de Honor de la Universidad de Chile con motivo de los cincuenta años de la reforma agraria pero proyección oficial, estreno como tal, en Chile no ha tenido nunca. Sigue siendo una película oficialmente exiliada, solamente se vio protocolariamente en un Festival de Moscú, donde iba como representante de mi país y me quedé yo nada más en la sala. En su momento se habló mucho de ella en Chile mismo, se decía que era una alegoría de Allende y no sé qué, había nerviosismo, hasta que se la puse a él y a Neruda y les gustó mucho. Tan es así que el poeta me propuso escribir un Canto de amor a la nación chilena para que lo filmara tal como la película, que él decía que tenía que ver mucho con Diego Rivera y el muralismo mexicano, y había comenzado con ese trabajo cuando llegó la dictadura. Entonces tienes dos grandes pendientes en tu filmografía, lo que ya nunca podrás hacer con Neruda y El viajero de las cuatro estaciones. Lo de El viajero es cosa seria. Cada vez que intento realizarla, el proyecto se cae por razones misteriosas. Me persigue ese fantasma que he superado con todas mis otras películas pero sí es mi gran pendiente, aunque acabé escribiendo una novela basada en la premisa de la película. ¿Qué clase de “condena” te impuso García Máquez al hacerte protagonista de uno de sus libros? El primer capítulo de esa aventura lo viví en Bogotá, en la presentación a la que me pidió Gabriel que fuera. “¿Y por qué no vas tú?”, le pregunté. No recuerdo cómo me engañó y acabé yendo solo a Colombia, donde vendían por todos lados, en serio, por todos lados, el último libro del Nobel. “¡Llévelo, llévelo!”, gritaban en las calles, “¡el más reciente libro de nuestro Nobel, La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile!”, en medio de fruterías, los ejemplares olían a guayaba, a durazno, a sandía... Y obviamente, me pasé horas y horas y horas firmando dedicatorias en la presentación. Me decían los organizadores: “lo está esperando la ministra o el ministro de aquí o de allá”, y yo les preguntaba: “¿Y cómo salgo de aquí, frente a esta multitud?” En la India, ¡en Japón!... Diez días inolvidables en Japón, dandole la vuelta a la isla, ciudad por ciudad, firme y firme ejemplares con budistas, con comunistas, con hispanistas, con el que fuera... ¡En Turquía! En ciudades que nunca me imaginé visitar ni en sueños, ahí me llevó ese libro.

Las portadas son extraordinarias. Cada país, cada edición transforma la cubierta y con ella el personaje: a veces aparezco representado con gorro turco, una cosa árabe, animales... Fue Salman Rushdie quien me dijo: “Es un error muy grande el que hayas permitido ser un personaje de un novelista como García Márquez, porque te va a perseguir toda la vida”, después lo escribió para El País. Al principio a mí no me preocupaba, me daba lo mismo, pero ya ves... Ahora, también hay que decirlo, más que sobre mí, es una novela contra la dictadura. Yo le conté aquello y a Gabriel le fascinó sumarse al desquite que significa entrar al país de la dictadura con pasaporte e identidades falsos, y sortear todos los obstáculos posibles y salir indemne de todo eso. En cuaquier caso, lo hiciera quien lo hiciera, es notable. Si lo hubiera hecho un guerrillero para derrocar al dictador, más, pero cuando el que triunfa es un cineasta y sus inocentes cámaras, la derrota del régimen es mucho mayor y aún la resienten muchos. Lo que me dejó García Márquez ha sido una experiencia verdaderamente feliz, además de que sirvió de mucho para divulgar y hacer popular la resistencia chilena frente a la dictadura, porque si algo tenía Gabo es que era como del rey Midas: lo que tocaba lo transformaba en una obra de arte. Por ese libro millones de personas se enteraron no solo de que había una dictadura con tales características en Chile sino, incluso, de que existía Chile mismo, sin contar con que los fondos que recauda ese libro van directamente a la escuela de cine de San Antonio de los Baños, en Cuba. En fin, hay que entender que éramos amigos de verdad. Tú y Luis Buñuel fueron amigos también. Los unía, además del cine, un exilio político. Lo conocí en una reunión del sindicato de directores en México. En medio de todos los grandes maestros me llega una servilleta, que pasaron de mano en mano, con la siguiente inscripción: “Soy Luis Buñuel, usted y yo debemos ser amigos

necesariamente”. Me anotaba su dirección y su teléfono. Allá estaba, al fondo. Me acerqué y ya cuando lo tuve enfrente, le dije, un poco con reserva: “Yo nunca he sido buñueliano”, a lo que él me miró sorprendido y respondió con fuerza “Yo tampoco”. Con él todo era risas y tragos. Llegó un día en que nos tuvimos que despedir, porque don Luis ya estaba un tanto cansado y yo me iba a una producción de la que no tenía fecha de vuelta. Habíamos tomado mucho, como era costumbre con él. De pronto, cuando yo trataba de defender a Neruda de los comentarios incisivos que hacía sobre el machismo del poeta, me dice: “Le voy a dar algo que tiene que tener usted”, y bajó una edición dedicada e ilustrada por Rivera y Siqueiros de Canto General de Neruda. “No, don Luis, yo no puedo aceptar esto, además está dedicado a usted por todos ellos”, dije para disculparme. “Ah, no se preocupe, eso se arregla fácilmente”, y comenzó a escribir “De Luis para Michel de parte de Pablo, de David Alfaro y de Diego”, y quedó saldado el regalo. Esa fue nuestra despedida también. Producir cine hoy en Chile, ¿qué significa? Es un desafío constante. Mi primer desafío es encontrar interrogantes que hay que responder, pasiones a las que hay que serles fiel y leal, amores para poder contar la historia, y ya que tengo eso escribo un guión y voy construyendo como se pueda. Hoy por hoy casi siempre es por medio de concursos, ya que no hay inversión privada porque no existe la distribución del cine. Se han resuelto todos los fondos para producir películas, pero nadie invierte para distribuir. Y esto es un círculo vicioso, una condena, porque al producir cine por medio de los fondos estatales para ganar un festival europeo y obtener dinero para su distribución, la mirada de los cineastas jóvenes está condicionada y se amolda a los gustos de los festivales. Creo que ahí se va revelando mucho una cuestión indignante ante la que hay que tener una respuesta clara y contundente: tenemos que trabajar en la creación de una plataforma latinoamericana de exhibición. L


LABERINTO

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Psicópata americano

Escritores y artistas en Estados Unidos hacen un análisis del gobierno de Donald Trump a un año de su arribo a la Casa Blanca. La radiografía no es halagüeña, pero algo positivo ha surgido: la resistencia de las letras estadunidenses contra este régimen racista JOSÉ GONZÁLEZ

E

l escritor estadunidense Paul Auster ha defi nido a Donald Trump como un “psicópata incapaz de leer un libro”; Stephen King lo llama “nuestro presidente idiota”, y Salman Rushdie ve en él, no a un jefe de Estado, sino a un “vulgar depredador sexual”. En EU nadie se ha callado nada contra el republicano. Afuera tampoco. Para la creadora de Harry Potter, la británica J. K. Rowling, el presidente es “un fascista en todo, salvo en el nombre”. Más rotunda, la escritora canadiense Margaret Atwood asegura que “Hillary Clinton ha sido más hombre que Trump” antes y después de la contienda electoral. Desde que asumió el poder —hace exactamente un año—, el mandatario de la nación más poderosa del planeta ha envenenado también el mundo de la cultura estadunidense. En la discusión del Presupuesto 2018 pidió dejar fuera los programas nacionales para las artes y las humanidades y frenar todo apoyo a bibliotecas, radio y televisión públicas de EU, pese a que solo representan 0.001 por ciento del gasto federal. Es la primera vez que un presidente propone eliminar los subsidios a la cultura desde que Lyndon B. Johnson los instauró en 1965. Trump ignoraba que esos programas han permitido la publicación de 7 mil libros, de los cuales 16 ganaron el Premio Pulitzer, y han sido torales para que bibliotecas, museos y universidades hayan preservado documentos de Mark Twain, Emily Dickinson, Walt Whitman y Albert Einstein. Para tranquilidad de la comunidad artística, el Congreso de EU frenó la decisión, pero el amago del mandatario ahondó la división con los escritores y

KIM KYUNG-HOON/REUTERS

artistas de su país. Para hacer frente a este tipo de amenazas, Paul Auster anunció que a partir de 2018 encabezará el PEN America. Además, por todo el país siguen en pie pequeñas trincheras culturales que resisten a la forma de hacer política de Trump desde el teatro, la literatura y las artes plásticas. El año pasado, antes de ser ungido candidato republicano, más de 400 escritores estadunidenses firmaron una carta de abierta oposición a su campaña. “Trump atrae a los elementos más viles y violentos de la sociedad; alienta la agresión de sus seguidores, intimida a los disidentes y denigra a las mujeres y minorías (…) La historia de las dictaduras —recordaban entonces autores como Stephen King, Junot Díaz y Colm Toibin— es la historia de la manipulación y la división, de la demagogia y la mentira”. En mayo pasado hubo un choque memorable entre los partidarios del presidente y Public Theatre, la icónica e inestimable institución de las artes de Manhattan, por la puesta en escena de la obra Julio César, de Shakespeare, en Central Park. Oskar Eustis, director artístico de la institución, vistió a su Julio César de traje azul y corbata roja, y le añadió una cresta dorada en el copete. Como lo dicta el texto del dramaturgo inglés, César/Trump muere apuñalado por un grupo de conspiradores. La prensa de derecha (con Breitbart News y Fox News a la cabeza) vio en la obra una invitación para asesinar a un presidente en funciones y desató tal golpeteo mediático que Delta Airlines y Bank of America retiraron sus fondos al Public Theatre. “¿Trump es Julio César?”, se le preguntó a Eustis el día del estreno. “¡Por supuesto que no! Durante más de 400 años se ha contado esta historia. No inventamos ni una línea. Esto es Shakespeare”. En su novela La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Premio Pulitzer 2008, Junot Díaz hace referencia al fukú, una maldición o condena que persigue a la familia Cabral durante tres generaciones. Decir fukú es decir mala suerte. Para los argentinos, fukú es mufa. Para los gringos, es slum, aunque en los últimos meses parece que su presidente se ha convertido en su propio fukú. “Hay un vasto segmento del planeta que lo ve como el imbécil reaccionario que es”, dice Díaz a Laberinto, escritor estadunidense de origen dominicano. “Para nosotros que crecimos pobres y tuvimos el color de la migración en Estados Unidos, el trumpismo (racismo) siempre ha estado presente, aunque nunca a esta escala. Uno sobrevive lo mejor que puede: leo, organizo, enseño, aprendo, hago comunidad, resisto”, asegura el profesor de escritura creativa del Instituto Tecnológico de Massachusetts.


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sábado 11 de noviembre de 2017

DE PORTADA

BORDER/ FEGGO

¿Trump tiene seguidores entre los artistas?

No he conocido a nadie, salvo el que hizo su retrato.

“El papel del caricaturista político es cuestionar el poder”, afirma el artista mexicano Felipe Galindo Feggo Se cumple un año de Trump en la Casa Blanca…

Ha habido años mejores, pero es lo que es. Uno se centra en lo que hace, en cómo puede ayudar y te quedas cerca de las personas que comparten esta lucha. La solidaridad hace la diferencia. ¿Ya hemos visto lo peor de la sociedad de EU?

La demagogia racista de Trump ha dado poder a grupos neonazis, nativistas y homofóbicos. Esto no es nuevo, pero la impunidad con que se mueven no se veía desde los años 60 del siglo pasado. También es increíble el arduo trabajo que realizan los racistas para negar la injusticia racial en este país: el mundo se sorprendería. García Márquez, Vargas Llosa, Roa Bastos y Miguel Ángel Asturias retrataron a los dictadores de América Latina. ¿Será Trump materia prima de la literatura?

Sospecho que su estupidez, hipocresía, venalidad y cobardía serán irresistibles para los futuros escritores.

El encono de Trump ha tocado también a México y a sus migrantes en EU. El republicano amenaza con expulsar a 11 millones de indocumentados, insiste en que el país pague el muro fronterizo y ha puesto en la mayor de las incertidumbres a 800 mil dreamers. Andrea Arroyo, artista plástica mexicana radicada en Manhattan desde los años 80, ha padecido directamente esta amenaza racista. En febrero pasado quedó atónita con un comentario en televisión de Juan Pablo Andrade, director de Diversidad de la oficina de Trump: “Ella es una artista que apoya a Hillary Clinton y usa su tiempo presentando a POTUS (President Of The United States) como racista, enemigo de las mujeres, nazi e incluso como inconstitucional, lo cual es profundamente irrespetuoso”. La noche en que se confi rmó la victoria de Trump sobre Clinton, Arroyo fundó el movimiento Unnatural Election (Elección Antinatural), una convocatoria por Internet a los artistas de todo el mundo para poner el arte en guardia ante lo que ya representaba el republicano. Hasta ahora se han sumado 230 artistas de 38 países con dibujos, pinturas, ilustraciones,

diseño gráfico, foto, video, performance, collage, bordado y textos. Las obras han sido expuestas hasta ahora en Nueva York, Nueva Jersey y Alaska, y pueden verse en www.unnaturalelection.com. “Unnatural Election nació de la rabia ante el triunfo de Trump. He vivido en Nueva York por décadas y no conocía la vulnerabilidad de la democracia”, dice la artista, quien ha participado en 40 exposiciones individuales y 200 colectivas. “Esa noche mi percepción cambió: comprendí que las fuerzas retrógradas en EU son muy poderosas y que casi la mitad de la población las apoya”, añade Arroyo, cuyos trabajos se han publicado en portadas de The New Yorker y The New York Times. La misma opinión tiene Felipe Galindo, Feggo, creador de la popular serie de dibujos “Crónicas de Manhatitlán”, donde une a la Coatlicue con Marilyn Monroe, la Virgen de Guadalupe y la Estatua de la Libertad, Trump atrae Frida Kahlo y Santoclós, a los elementos más y hace remar trajineras viles y violentos de la por el río Hudson. sociedad, intimida a los “Con Trump vivimos disidentes y denigra a las un nuevo tipo de extremujeres y minorías mismo. No llega a la violencia física, pero ejerce una violencia moral contundente”, dice el artista nacido en Morelos, asentado en Nueva York, y colaborador habitual de The New Yorker, The New York Times y The Wall Street Journal. ¿El arte ha sido suficiente para oponerse a Trump?

El arte no ha derrocado gobiernos, pero es una antena que capta lo que piensa y siente la comunidad. El papel del caricaturista político es cuestionar el poder. Esa crítica también está presente en el Guernica de Picasso, los murales de Diego Rivera y las caricaturas de Rius. ¿Los artistas se sienten amenazados en la era Trump?

La comunidad artística de Nueva York se aterró con su llegada, luego empezó a unirse, a resistir, a apoyar, a publicar, a no tener miedo, a salir a las calles a protestar como no se hacía desde la guerra de Vietnam o la época del desarme nuclear.

En el primer año de Trump al frente de la Casa Blanca han surgido nuevos movimientos artísticos y culturales contra el republicano. Las hermanas Chris y Allison Tobey crearon en Portland, Oregon, la organización Women Writers Against Trump (Mujeres Escritoras contra Trump) justo el día que el magnate asumió el poder. Ambas organizan lecturas públicas de textos y poemas a las que asisten autoras de todo el estado. Es una forma modesta de “resistir”, pero clara en su rechazo a las maneras burdas del republicano de atacar a minorías, inmigrantes y derechos civiles. Artist Repertory Theater diseñó su temporada de este año a partir de temas como la tensión racial, la posverdad, la supremacía blanca y el cambio climático en un intento de “enfrentar y responder visceralmente” al presidente, según su director artístico, Dámaso Rodríguez. El centro comunitario Open Signal y el estudio de cine Lower Boom financiaron el cortometraje Nemesis, sobre la “fragilidad masculina blanca” en tiempo de la posverdad. Una de las más famosas Drag Queens de Portland, Pepper Pepper, narra en la obra Diva Practice la incertidumbre que genera un presidente de derecha entre los colectivos de diversidad sexual. La revista The New Yorker ha publicado este año dos números con críticas artísticas al presidente, sobre todo cómic alternativo e ilustración hecha por mujeres. The New York Times se negó a suspender su apoyo económico a Public Theater tras la polémica generada por la obra Julio César. “Como institución que cree en la libertad de expresión en las artes y los medios, apoyamos el derecho de Public Theater a organizar sus producciones como lo deseen”, aclaró el diario. En el mismo sentido se pronunció la matriz de CNN. Jorge Volpi acaba de publicar Contra Trump (Debate, 2017), un “panfleto” político a la manera del que Carlos Fuentes presentó en 2004 contra los excesos de George W. Bush por las invasiones de EU a Afganistán e Irak y la tortura documentada en Abu Ghraib. El autor apunta en el libro que el triunfo del magnate surge de factores como el desencanto de las clases medias en el futuro, el repudio del votante a los políticos profesionales, la incapacidad de los republicanos para frenarlo a tiempo y los medios de comunicación que repitieron sus mentiras. ¿Fallaron los políticos?

El surgimiento de un líder mesiánico es culpa del sistema político que lo permite, que luego se equivoca en combatirlo o que colabora para que eso ocurra. Trump no llegó al poder solo por su capacidad mediática, sino por el concurso de ese sistema que no tuvo candados para detenerlo. ¿Las instituciones de EU podrán contener los excesos del presidente?

Hasta ahora han podido contenerlo en alguna medida. Es claro que ha intentado cumplir todas sus promesas de campaña, y si bien ha fracasado en varias ocasiones, no desiste. Siguen adelante sus propuestas de dinamitar el Obamacare y el TLC, y de construir el muro con México. ¿Está Trump para ser materia de la literatura?

Es un personaje terriblemente negativo para el mundo, pero interesante para la literatura por sus abusos y excesos. Se trata de una figura que encarna lo peor de nuestra época, en un país donde no esperábamos su aparición. Pronto habrá novelas sobre Trump. Seguro. L


CIENCIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Da la casualidad Los números están en todas partes y pueden contener la clave de hechos que creemos fortuitos DESMETÁFORA

E

l significado oculto de los números fue tan importante para Pitágoras que la escuela creada por él consideró conveniente guardar en secreto la existencia de los números irracionales. Estos números no pueden expresarse como el cociente de dos números enteros. La raíz cuadrada de dos o el famoso número pi son ejemplos de este tipo de números. Su existencia conmocionó a los hombres de conocimiento en aquella época y sigue inquietando a muchos hoy. Se dice que Hipaso de Metaponto rompió el secreto dando a conocer al mundo los números irracionales, ¿ese gran defecto de la naturaleza?, y por tan terrible violación de lo que estaba reservado a unos cuantos se le construyó una tumba para mostrar que él, uno de los más grandes miembros de la escuela pitagórica, estaba muerto. La obsesión de Bach por los números también es conocida. Se dice que asignó a cada letra un número. A, B y C, que equivalían a 1, 2, 3 y de manera correspondiente y sucesiva a todas las otras letras del alfabeto. De esta manera la palabra BACH tenía una correspondencia: B=2, A=1, C=3, y H=8. Sumados los números de las letras de su nombre uno obtiene 14 y curiosamente sumando los valores correspondientes a Johann Sebastian totaliza 144. Qué coincidencia. El 14 y su orden invertido 41 están en toda su obra, en el número de compases, el número de notas de una frase, etcétera. Los conocedores de su música dicen que hay secuencias de tonalidades en sus sonatas o los intervalos entre los tonos, en las que la suma de valores asignados arroja 14 y su multiplicación 144. En 1953 Juan Rulfo público El Llano en llamas. Era una colección de cuentos entre los que se encuentra “El día del derrumbe”. “Sí, si yo me acordaba bien. Fue en septiembre del año pasado, por el día veintiuno. Óyeme, Melitón, ¿no fue el veintiuno de septiembre el mero día del temblor?” “Fue un poco antes. Tengo entendido que fue por el dieciocho”. Así comienza Juan Rulfo el relato de la visita del

GERAGDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx

gobernador a Tuxcacuexco. Era la primera vez que el gobernador visitaba el pueblo y lo hacía para ver la manera de ayudar a los afectados por el temblor. “La cosa es que aquello, en lugar de ser una visita a los dolientes y a los que habían perdido sus casas, se convirtió en una borrachera de las buenas”. La visita acabó en una fiesta donde no faltó la música de Tepec, “que llegó retrasada por eso de que todos los camiones se habían ocupado en el acarreo de la gente del gobernador”. No faltó la comida, la bebida, el borlote y la balacera, para acabar en todo menos en la planificación de medidas de apoyo al derruido Tuxcacuexco. A todos nos puede resultar curioso que este cuento de Juan Rulfo se publicase en septiembre de 1953 como parte de su primer libro. Sobre todo ahora La numerología cuando sabemos que el es uno de los juegos temblor de ese cuento favoritos de la podría coincidir en día imaginación, sobre con el terremoto que todo cuando de ocurriría 32 años más tragedias se trata. tarde, en septiembre 1985, y luego, nuevamente, 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, con otro más, también catastrófico. Como si la devastación de los temblores en la Ciudad de México ocurriera en septiembre cada 32 años. Los aficionados a la numerología tomarán nota diligente de los intervalos de 32 años remarcando que el 32 es un número defectivo, lo que significa que es mayor que la suma de sus divisores propios exceptuándose a sí mismo. Es decir que siendo 1, 2, 4, 8 y 16 divisores de 32, éstos suman 31, que es menor que 32. Esto es lo que hace ser al 32 un número “deficiente”, o como dicen los matemáticos: “defectivo”. Los que creen que existe una relación mística entre los números, los seres vivos y las fuerzas de la naturaleza no dejarán de resaltar que

32 es un número de Leyland, de los que, por cierto, no hay muchos. El 8, el 17, el 32, además del 54 y 57, así como el 100 son los primeros números que se pueden escribir como la suma de potencias intercambiadas con las bases. En el caso de 32 esto quiere decir que 4 al cuadrado más 2 a la cuarta da 32. Eso es un número de Leyland, llamado así en honor al estudioso de sus propiedades, el inglés Paul Leyland. Más aun, podemos decir que 32 es la temperatura en grados Fahrenheit en la que el agua se congela al nivel del mar, que tenemos 32 dientes y que el ajedrez tiene 32 piezas al inicio de la partida. Hay 32 casillas blancas y 32 casillas negras en el tablero de las damas chinas. Por si esto fuera poco: el número 32 se obtiene de sumar la unidad a la primera potencia más 2 a la segunda potencia, más 3 a la tercera potencia; esto no es poca cosa. La numerología es uno de los juegos favoritos de la imaginación, sobre todo cuando de tragedias se trata. En El péndulo de Foucault encontramos el pasaje: “El autor de este libro debería recordar que Piazzi Smyth descubre las medidas sagradas y esotéricas de las pirámides en 1864. Permítanme ustedes que solo dé números enteros, a mi edad la memoria empieza a fallar… Es singular que su base sea un cuadrado de 232 metros de lado. Originariamente su altura era de 148 metros. Si lo expresamos en codos sagrados egipcios, tenemos una base de 366 codos, que es el número de días del año bisiesto. Según Piazzi Smyth, la altura multiplicada por 10 a la novena da la distancia entre la Tierra y el Sol: 148 millones de kilómetros. Que era una buena aproximación para la época, ya que actualmente esa distancia se calcula en 149 millones y medio de kilómetros y nada nos asegura que los modernos estén en lo cierto. La base dividida por el ancho de una de las piedras da 365. El perímetro de la base es de 931 metros. Si se divide por el doble de la altura da 3.14, el número π. Deslumbrante, ¿verdad? “Belbo sonreía sin saber qué decir. “¡Imposible! Dígame cómo hace para… “No interrumpas al doctor Aglié, Jacopo —dijo solicito Diotallevi. “Aglié le agradeció con una sonrisa cortés. Hablaba dejando vagar su mirada por el cielo raso, pero me dio la impresión de que no era un examen ocioso ni casual. Sus ojos seguían una pista, como si estuviese leyendo en las imágenes lo que fingía exhumar de la memoria”. Los números están en todas partes. En su película Pi, el orden del caos, Darren Aronofsky puso en boca de Max las palabras que describen una obsesión: “Si te empeñas en encontrar el 216, lo encontrarás por todas partes. Habrá 216 pasos desde la esquina hasta la puerta de tu casa y el ascensor tardara 216 segundos en llegar a tu piso. Cuando tu mente se obsesiona desechas todo lo demás y solo eres capaz de ver eso. 320, 450, 22 o 10. Tú has elegido 216 y lo encontrarás por toda la naturaleza. Escucha, en el momento en que descartas el rigor científico dejas de ser un matemático para convertirte en un numerólogo”. A los que ven en el 32 algo más que el número de años que separan el temblor de Rulfo del temblor de 1985 y a éste del temblor de 2017, les diremos que en 2049 —es decir: 32 años después—, el temblor podría ser más fuerte. Es posible que ese año se estremezcan las raíces más profundas de nuestra naturaleza cuando recibamos señales de vida extraterrestre. Y es que en octubre de 2008 se envió una señal al sistema planetario que orbita alrededor de la estrella Gliese. A la señal le tomará 20.5 años en alcanzar el planeta y la señal de regreso tardará 20.5 años más en llegar hasta nosotros. Esto significa que en 2049 podríamos estar recibiendo la primera señal de vida de este lejano sistema solar. L


MILENIO

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× A

BERTA ISLA JAVIER MARÍAS Alfaguara México, 2017 544 pp. “Durante un tiempo no estuvo segura de si su marido era su marido, de manera parecida a como no se sabe, en la duermevela, si se está pensando o soñando, si uno aún conduce su mente o la ha extraviado por agotamiento”. Esas son las tres primeras líneas de la poética aventura existencial (como suelen ser todas las novelas de Marías) de Berta Isla y Tomás Nevinson, dos amantes que se devoran uno al otro de manera clandestina. Escenarios: el Madrid convulso y el Oxford apacible, otros sitios emblemáticos en la obra de Marías.

EVA ARTURO PÉREZ–REVERTE Alfaguara México, 2017 388 pp. Lorenzo Falcó es enviado a Tánger, donde vivirá incontables aventuras: entre el enjambre de espías y traficantes, las conspiraciones no dan tregua. Agentes nacionalistas, republicanos y soviéticos desatan una guerra sucia en la que vuelven los fantasmas del pasado. Es marzo de 1937 y Falcó se juega la vida, no puede confiar en nadie: “No me tengas por una de esas burguesitas perdidas entre las filas obreras. Soy una agente soviética, y tus criminales jefes fascistas podrían pedirte cuentas”, le revela, a bocajarro, una chica de apariencia inofensiva.

LOS DE ADELANTE CORREN MUCHO CARLOS ELIZONDO MAYER–SERRA Debate México, 2017 352 pp. Los de “adelante” a los que se refiere el nuevo libro de Elizondo Mayer–Serra son las élites políticas y económicas de América en general y México en particular. Los de “atrás”, parte final del dicho, los pobres que parece que serán siempre mayoría en el continente. Si bien el énfasis del investigador está en América Latina, la mención de Estados Unidos resulta inevitable como elemento comparativo. El libro investiga, sobre todo, cómo las élites “han perdurado a lo largo de toda la historia de América Latina”.

METRONAUTAS. UNA CRÓNICA NOVELADA DEL METRO ARMANDO RAMÍREZ Contraluz Producciones México, 2017, 96 pp. Suponemos que por el título que ha elegido el autor, no faltará algún lector curioso que se pregunte sobre el término “metronauta”. Lo cierto es que Armando Ramírez no es el primero en utilizarlo; el interesado ya se encargará de rastrear su origen. Lo singular de esta “crónica novelada” es que, a pesar del título, los usuarios de este medio de transporte no son los únicos protagonistas. Como lo explica el director Jorge Gaviño Ambriz, Ramírez tuvo la libertad de hablar con cualquier persona de todas las áreas.

Laberinto Felicita a su editor y columnista

Iván Ríos Gascón ganador del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario Malcom Lowry 2017

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

OLEGAROY

David Toscana Alfaguara México, 2017

El sabio tonto de Monterrey ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

D

avid Toscana ha dado vida a un personaje insustancial, un don nadie sin oficio ni inteligencia, que a pesar de sí mismo provoca disputas intelectuales y encontronazos teológicos, que pone a las matemáticas de cabeza y hasta remueve los cimientos del arte y el futbol. Ha conseguido, en pocas palabras, que las piedras hablen y los páramos tengan la apariencia de un vergel. A eso se dedica la gran literatura: a convencernos de la existencia de gigantes con la apariencia de molinos de viento. Olegaroy es pues la novela de un personaje: Olegaroy, un hombre de 53 años, insomne y obeso, atenido a su madre, quien se alimenta, y alimenta a su hijo, con los canapés que hurta de los funerales. Suena carnavalesco y carnavalesco es el mundo que Toscana ha erigido desde Estación Tula y Santa María del Circo. ¿En qué radica la grandeza de este personaje que pasa los días intentando resolver el crimen a puñaladas de una joven solitaria y hermosa en la disciplinada ciudad de Monterrey de 1949? No en su habilidad para sacar conclusiones erróneas de todo hecho cotidiano sino de su incapacidad para estar en el mundo. Sabemos de Olegaroy por la intervención de un narrador malévolo, siempre dispuesto a confi rmar los desatinos que se transforman en verdad revelada y en la bandera de fanáticos o seguidores. Si resuelve, por ejemplo, contraer de nuevo matrimonio porque “En estos días he tenido experiencias transformadoras. Ya no soy el mismo con el que Salomé se casó”, sus palabras se vuelven la semilla de enconados debates sobre la vitalidad de las células humanas y los misterios de la resurrección. Este “impío sofista regiomontano” alcanza, sin llegar a comprenderlas, revelaciones como por qué hay algo en vez de nada o si es posible que un infi nito engendre otro infi nito. Es, en muchos sentidos, un pícaro que por las noches diserta en un parque donde se reúnen una prostituta —su esposa—, un matemático esquizofrénico y un cura rebelde. Si las acciones transcurren en un tono de teatro guiñol, la escritura se piensa como una glosa de las ideas que generan los axiomas de Olegaroy. No es posible, por lo mismo, tomarse las cosas en serio. Solo importa el acto de contar. David Toscana es incapaz de quedarse en un mismo lugar, de sentirse cómodo en una realidad que parece sentarle bien. Se reinventa en cada novela. Con Olegaroy ha reflexionado sobre la imposibilidad de conocer las leyes terrenales y del universo mediante las palabras. Lo que resulta irónico, y por demás placentero, es que Toscana expresa este vacío con toda la potencia estética del lenguaje. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Marcelo Tobar

“Defiendo la democratización del cine” Oso polar fue filmada en su totalidad con un smartphone ENTREVISTA

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

T

res viejos amigos se encuentran rumbo a una reunión de generación. Casi de manera natural replican el trato que tenían de adolescentes y aplican el bullying a Heriberto (Humberto Bustos), el conductor, sin saber que ya es otro tipo de persona. Ganadora del Premio a la Mejor Película del Festival Internacional de Cine de Morelia, Oso polar se estrena en las salas mexicanas. La cinta de Marcelo Tobar busca ganarse un lugar como pieza artística y trascender el dato anecdótico de ser el primer largometraje mexicano filmado con teléfono celular. Tengo entendido que la película nació a partir de un video policiaco y una reunión generacional.

Es una mezcla. El video al que te refieres me inspiró para usar las grabaciones que hacemos con el celular como fuente dramática. La premisa anecdótica nació de una reunión de generación a la que fui. La mayoría de las películas acerca de estos episodios son comedias, pero pocas abordan los enfrentamientos personales. Un director joven hablando de experiencias juveniles. ¿No se convierten estas historias en ombliguistas?

Oso polar trata de tres personas. No es mi biografía. El arte se nutre de experiencias personales y hay que diferenciar entre una película en la que una perspectiva individual se convierte en el centro y una película que se basa en situaciones biográficas para crear drama.

La película plantea una reflexión sobre la tecnología que es evidente a partir del formato con que se grabó: un teléfono celular.

Defiendo la democratización del cine. El elitismo le hace daño y entre más voces y pluralidad… mejor. El diseño de producción fue inédito. El iPhone no solo abarata los costos, también cambia la relación con el actor porque la cámara es casi invisible. Tangerine, de Sean Baker, Detour, de Michel Gondry, y su película. ¿Se puede hablar de una tendencia real en esta dirección?

Empecé a realizar mi proyecto antes de Tangerine. Ojalá se convirtiera en un movimiento. De joven me apasionó Dogma: su propuesta desnudaba a la película de artificios. Cuando vi Los idiotas de Lars Von Trier y Festen de Thomas Vinterberg, sentí que podía hacerlo. Es posible que filmar con celulares venga un poco de lo que pensaron estos daneses. Pero usted no querrá que Oso polar se recuerde únicamente por ser la primera película con iPhone.

De acuerdo. Si en la Nueva Ola francesa no hubieran existido Truffaut o Godard, y solo nos

HOMBRE DE CELULOIDE

hubiéramos quedado con Jacques Rivette, no habría pasado nada. Mucha gente me critica por mencionar la cámara, pero creo que es importante recalcarlo porque si no la gente no podrá enterarse de lo que puede hacer con sus teléfonos. A lo mejor algunos la verán por morbo, pero también es importante ofrecer una pieza artística que emocione. ¿Qué recursos plásticos encontró en el teléfono?

Me permitió abrazar la estética de lo feo. Para emocionar no necesitas que las cosas sean bonitas. No creo que Christopher Nolan apruebe este formato.

Algunos llegan al trono y quieren cerrarle la puerta al pueblo. Almodóvar quiso cerrarle la puerta a Netflix en Cannes y su postura solo sirvió para demostrarnos que está caduco. Igual Nolan. Cuarón le contestó de una manera magistral: “Así como los cineastas independientes no deberían filmar en estas condiciones, como tú dices, los negros deberían seguir trabajando en el campo”. Las élites no quieren que las cosas sean horizontales y el cine con iPhone lo es. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Un mal olor en Checoslovaquia

S

uele identificarse a ciertos asesinos con la descomposición de una cultura. Lo que fue Jack el Destripador para la Inglaterra victoriana es Chikatilo para la Rusia soviética y Devin Kelley para el Estados Unidos de Trump. Yo, Olga. Historia de una asesina narra con la elegancia propia del cine de la extinta Checoslovaquia la historia de una asesina en masa. Pero lo de menos es la anécdota; lo demás es el montaje, la fotografía y la actuación de Michalina Olszanska, quien ofrece a la asesina una interesante forma de caminar y hacer el amor. Por otra parte Yo, Olga… es una película difícil. A menudo se hace lenta y está narrada en viñetas que no siempre se explican por sí mismas, pero el director se inserta en una importante tradición

del cine de Guerra Fría, un cine influido por el checoslovaco František Vlácil, autor de Marketa Lazarová, y el polaco Krzysztof Kieslowski, autor de No matarás. La influencia más decisiva, sin embargo, es la de Jerzy Kawalerowicz, autor, en 1961, de la inquietante Madre Juana de los Ángeles. Kawalerowicz se basó en un famoso caso de posesiones satánicas en la Francia de 1631. No es que el director de Yo, Olga… haya decidido interpretar las acciones de su protagonista como posesión, pero la actriz parece habitada por un espíritu que blasfema y dice cosas hermosas. No hay nada más opuesto al descubrimiento de Hannah Arendt (la banalidad del mal) que estos elogios de la muerte y el asesinato. Gracias a ellos, Olga deja de ser una proletaria que asesina

Yo, Olga. Historia de una asesina (Já, Olga Hepnarová). dirección: Petr Kazda, Tomas Weinreb. Guión: Roman Cílek, Tomás Weinreb, Petr Kazda. Con Michalina Olszanska, Martín Pechlát, Kiara Melísková, Marina Soposkárnal. República Checa, 2016.

sin por qué para convertirse en una sofisticada adolescente que seduce y hace el amor en un país a punto de desaparecer: Checoslovaquia. En ello estriba el arte del cine. Para hacer atractiva a la protagonista, los directores de Yo, Olga… ocultan los detalles más desagradables del caso real que tuvo lugar en 1973 y el guionista le hace

blasfemar como si fuese Rimbaud. La actriz, además, le da a la asesina una belleza macabra. La realidad es que Olga Hepnarová marcó el fin de una época no por señalar a un espíritu desprendiéndose del cuerpo sino por señalar sus secreciones. Como Hamlet cuando dice que “hay algo que huele mal en Dinamarca”. L


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ESCENARIOS

ESPECIAL

Dormir con filosofía MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

R La obra dirigida por Fernando Bonilla se presenta los miércoles a las 20:30 horas en el Foro Shakespeare

Chefs a la cacerola Trattaría d’improvizzo confirma que el arte de la improvisación actoral puede ocurrir en cualquier ámbito PERIPECIA

U

na reluciente y amplia cocina recibe a los chefs de la Comida del Arte. Entre cacerolas, sartenes y cucharones, los expertos, con mandil y filipina, improvisan a partir de las sugerencias de un público dispuesto a aportar frases, lugares y palabras clave para formar anécdotas y acciones inéditas aderezadas de ingenio, destreza e ingredientes recién cosechados. Al centro del escenario, transformado en laboratorio gastronómico para el ánimo, una actriz y cuatro actores que han hecho preguntas al público sobre su película de terror favorita, el oficio que detestarían ejercer o el lugar donde no les gustaría estar, consignan las respuestas en sus comandas, que más tarde se mezclarán en una olla. Como en los restaurantes, el menú cambia según el día, por lo que durante el festejo del Día de Muertos había Quesadilla de ouijla– coche, Espadinha de epitafo, Cadáver al pesto, Parrilla de anfitrión y, para finalizar, Pan de muertes. Entre las salsas a elegir, para intensificar el platillo, había Terror gringo adolescente, Expresionismo alemán, Juan Rulfo, Alfred Hitchcock, Ópera gótica y Comedia de luchadores, determinantes del estilo de actuación. Reglas, señalamientos sonoros y reconocimientos a partir de un ave con pico en versión plástica o en calcomanía son también parte de este juego que pone a prueba la destreza física y mental de un equipo de muy buenos actores dispuestos a ejercitar frente al público el arte de la improvisación. A dieciséis años de la fundación de la Liga Mexicana de Improvisación (LIMI), que se presentó con diversos espectáculos durante siete años, hoy parte de ese mismo equipo de once actores, al que se han sumado algunos nuevos, alternan su participación

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

en grupos de cuatro por función, arropados por un anfitrión, Fernando Bonilla, un diseñador de iluminación, Matías Gorlero, y un músico, Leo Soqui. Darle forma a una nueva historia cada tres o cinco minutos exige, además de experiencia actoral, un entrenamiento que mantenga en óptimo nivel la capacidad de proponer en segundos la historia por crear, captar lo que su compañero hace en escena y retomar la acción en el punto en que le toque intervenir, de forma que el planteamiento, por disparatado que parezca, progrese al interior de cada nueva lógica, sin que la intrusión del azar destruya lo que se ha conseguido. El factor sorpresa que en cada función incluye a los actores, a sus personajes y al público, el ejercicio de un humor que pueda crecer cumpliendo nuevos acuerdos, la oportunidad de transformarse en objeto, animal o persona sin mayor antecedente que su sola mención, es una labor para exponentes de grandes ligas de la escena. Julieta Ortiz, actriz de altos vuelos, capaz de transformarse hasta ser un latoso chimpancé; Juan Carlos Vives, que transita con aplomo entre los diversos géneros, convertido en poeta rural; Carlos Corona, presto a navegar por un humor súbito y detonante hasta ser un luchador avezado; Juan Carlos Medellín, bien plantado en el escenario, de adulto a estudiante reincidente; Fernando Bonilla, director y anfitrión escénico que estimula, acota y propicia la buena comunicación entre elenco y audiencia, conforman un equipo actoral despojado de ataduras, que crea imágenes, historias y personajes. Trattaría d´improvizzo es el equivalente escénico a una buena sesión de jazz para la que los intérpretes han pulido a conciencia el instrumento de su arte, esta vez para salir en busca de un rato feliz. L

ecordé aquella noche de 1981 en el Palacio de Bellas Artes donde Héctor Azar dirigía la tragedia de Alfonso Reyes, Ifigenia cruel. Ni siquiera sus amigos podían decir que la obra fuera, digamos, “interesante”, porque se cansaron tanto de la puesta en escena que se quedaron dormidos. Y sin embargo, por educación, todos aplaudieron al final. Si buscan las reseñas de los diarios de época, nadie pensará que hay mentira en lo escrito. Algo similar sucede con La huida de Quetzalcóatl, única obra teatral de Miguel León Portilla, escrita en 1952 y editada por el Fondo de Cultura Económica en 2001. Es tanto lo que debemos al especialista en el tema indígena que la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, buscó homenajear al especialista con un montaje teatral de la obra dirigida por Mónica Raya, con un presupuesto digno de guardar el secreto por las autoridades. Echaron la casa por la ventana y ni así les salió el numerito. Si hacer dramaturgia es difícil, teatralizar filosofía debe ser más complicado. El mito lo conocemos: el dios Quetzalcóatl se niega a morir y pretende perdurar. O como dice la leyenda: “se alzó su corazón y hasta los cielos llegó… subió mudando en astro”. O sea, escapó a la galaxia. Hay quienes aun esperan su regreso, aunque estos días los científicos dicen que eso es imposible: la serpiente emplumada nunca bajó a la pirámide... Usos y costumbres, leyendas de un pueblo donde León Portilla aplica la filosofía existencialista. Como libro debe ser hermosa lectura. Como obra teatral, un aburrimiento. Inexplicable montaje por donde quiera uno verlo. Danza, música, vestuario y escenografía que de nada sirven porque poco alcanza uno a comprender de un texto hermético en la puesta en escena, salvo el origen de la leyenda del Dios que se inmoló al intentar huir del tiempo. Lo peor: no ve por ningún lado la esencia indígena del mundo prehispánico. Uno ve preciosismo en un vestuario entre chino, tailandés y japonés, pero no el de nuestros ancestros. Hermoso en verdad, pero uno no entiende para qué Mónica Raya tuvo asesores si solo imaginó lo creado. Mentiría si escribiera que leí la obra. Me costó trabajo seguir el hilo conductor de la pieza que huele a tragedia. Conocía más el mito prehispánico como cualquier estudiante medio. Casi dos horas de representación. Ni modo, a dormir con filosofía (más de un espectador quedó como un servidor). Nos despertó el susurro de la música, en el momento en que Quetzalcóatl se disponía a encumbrar al cielo. Entendí que León Portilla merece muchos homenajes más, pero no como dramaturgo. Ojalá algún día un director de teatro, de verdad, le haga honra a sus palabras. Igual que a Alfonso Reyes con su Ifigenia cruel. Igual y con una adaptación rigurosa, no por conveniencia, logran hacer teatro a cabalidad. Y una certeza final: algunos ganaron mucho dinero con este montaje. L ESPECIAL

Escena de La huida de Quetzalcóatl


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Paraíso TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

H

ace unos días intenté leer en voz alta el primer capítulo de Noticias del Imperio. “Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo. Yo soy María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia–Coburgo y Rey de Bélgica, a quien llamaban el Néstor de los Gobernantes y que me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaños y me decía que yo era la pequeña sílfide del Palacio de Laeken. Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina, hija de Luisa María de Orleáns, la reina santa de los ojos azules y la nariz borbona que murió de consunción y de tristeza por el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todavía era Rey de Francia me llenaba el regazo de castañas y la cara de besos en los Jardines de las Tullerías”. Cosa maravillosa, damas y caballeros. Cosa hermosa, niños y niñas. Para cuando llegué a: “pongo tu corazón y lo escucho latir y escucho los cañonazos de la Ciudadela de Trieste y del Peñón de Gibraltar saludando a la Novara, y escucho el triquitraque del ferrocarril de Veracruz a Loma Alta y escucho las notas del Domine Salvum fac Imperatorem y escucho de nuevo la descarga de Querétaro y sueño entonces, quisiera soñar, Maximiliano, que nunca abandonamos Miramar y Lacroma, que nunca nos fuimos a México, que nos quedamos aquí, que aquí nos hicimos viejos”, la voz se me quebró. No pude más ante una prosa tan bella, intensa y con

Fernando del Paso

significado. Lo repito: bella, intensa y con significado, tres pilares en los que se ha de sustentar la literatura para ser arte, no mera narrativa o anecdotario o propuesta o despliegue del ego o tríler o bestséler. Porque aunque digamos que la literatura es una de las bellas artes, más precisamente deberíamos decir que ciertas obras literarias alcanzan a ser bellas obras de arte, apenas unas cuantas, tal como el grueso de la arquitectura carece de entrañas y apenas unas cuantas obras arquitectónicas poseen belleza. Así las cosas la buena literatura ha de abrumarnos, ha de emocionarnos hasta el punto en que la voz se quiebre y broten las lágrimas, pero con esto no me refiero a conmoverse ante una escena triste, no, pues hasta un perro

sabe lloriquear con la tristeza. Al leer una maravilla literaria el llanto ha de brotar por una emoción artística, que no es feliz ni triste, sino exaltada, impetuosa, asombrada, abrumadora, trascendente, indescifrable, humana, demasiado humana. Si a usted el arte no lo ha hecho temblar, balbucear, sudar, saltar, dar de puñetazos, embriagarse y llorar, entonces usted no conoce el arte, acaso como objeto intelectual o estético o comercial. Haga la prueba, lea en voz alta ese primer capítulo que le mencioné. Si llega incólume hasta el final, entonces, estimado lector, usted no tiene alma. Mas si por acaso, si por ese soplo de vida que se sopla a unos cuantos, la voz se le quiebra en algún pasaje, entonces de cierto le digo que hoy estará conmigo en el paraíso. L

LA GUARIDA DEL VIENTO

ALONSO CUETO ESPECIAL

La literatura es fuego L os discursos de los escritores constituyen un género aparte. Entre mis preferidos se encuentra “El maletín de mi padre” de Orhan Pamuk al recibir el Premio Nobel en 2006, una historia familiar convertida en reflexión narrativa. Otro de los discursos memorables es sin duda el de William Faulkner al recibir el Premio Nobel en 1950. El pasaje final de ese texto es un canto al futuro de la humanidad en nombre de la literatura: “Creo que el hombre no va solamente a resistir. Va a prevalecer. Es inmortal no porque es el único ser vivo que tiene una voz perdurable sino porque tiene un alma, un espíritu capaz de compasión y sacrificio y resistencia”. Poco después, Faulkner afirma que el escritor debe abordar estos temas y que su privilegio es ayudar al hombre a permanecer “alzando su corazón, recordándole del coraje y el honor y la esperanza y el orgullo y la compasión y el sacrificio que han sido las glorias de su pasado”. Acaba de terminar la Segunda Guerra Mundial y Faulkner concede un enorme poder a la literatura

como benefactora de la dignidad humana. Según su texto, el escritor es un héroe. Esa cualidad heroica del escritor vuelve a aparecer en el discurso más famoso que haya dado un escritor latinoamericano. El texto acaba de cumplir 50 años y con frecuencia todavía se cita. En agosto de 1967, al recibir el Premio Rómulo Gallegos por La casa verde, Mario Vargas Llosa acuñó dos frases que quedarían como parte de su poética. Una de ellas es que “la literatura es fuego”. La otra es que se trata de “una insurrección permanente”. Según Vargas Llosa, los escritores muestran “en sueños, testimonios, alegorías, pesadillas o visiones, que la realidad está mal hecha, que la vida debe cambiar”. En los tiempos recientes, la idea del escritor que está al servicio de una causa (“rebelde con causa”, dice Vargas Llosa) ha disminuido notablemente. Hoy se leen más libros que antes pero el escritor ha perdido el aura de “conciencia de su sociedad”. Muchos lo ven no como un héroe sino como un objeto de consumo. El sistema, es decir, el mercado, parece haberse apoderado de la literatura y hoy

William Faulkner

ya pocos creen que los libros pueden transformar el mundo. Pero no hay que engañarnos. Los verdaderos libros siguen allí. En cualquier lugar del planeta, una novela puede remecer a alguien y otorgarle una nueva conciencia del mundo. Allí están los textos de Coetzee, Javier Cercas o Lorrie Moore. La literatura sigue siendo fuego solo que ahora se dice menos. L


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