Laberinto
SOBRE YVES BONNEFOY
miguel ángel flores p. 08
JULIETA, DE ALMODÓVAR
fernando zamora p. 10
ENTREVISTA A PEDRO JUAN GUTIÉRREZ carlos rubio rosell p. 04 y 05
MILENIO
NÚM. 682
sábado 9 de julio de 2016 FOTO: OMAR MENESES
CONVERSACIÓN CON HÉCTOR AGUILAR CAMÍN roberto pliego p. 06 y 07
ANTESALA
sábado 9 de julio de 2016
p. 02
LABERINTO
ESPECIAL
Risas frías ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
ESCOLIOS
E
n el mes de julio de 1535 Tomás Moro es conducido al patíbulo. Por una deferencia del rey hacia su persona no le será aplicada ninguna de las penas destinadas a los traidores (descuartizamiento, ahorcamiento o destripamiento) y, en lugar de esas ejecuciones infamantes, solamente será decapitado con hacha. Moro se despide de la vida con un dulce sentido del humor y son célebres sus bromas postreras: pide a un guardia que le ayude a subir los escalones al cadalso, “pues ya me las arreglaré para bajar solo”, y, antes de que el verdugo descargue el hachazo sobre su cabeza, pide apartar sus barbas, “pues ellas no son traidoras”. El drama de Moro es prototípico del conflictivo idilio del intelectual con el político. Porque este humanista y fino ironista no ignora las aristas de la participación del hombre de letras en política y casi un par de décadas antes de su muerte, cuando en los ocios de sus primeras misiones oficiales con Enrique VIII escribe su célebre Utopía, pone en labios de su personaje, Rafael Hitlodeo, una premonitoria declaración de independencia del intelectual. En efecto, Hitlodeo, el descubridor de islas míticas, hace un agudo diagnóstico de la situación
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
política de su tiempo y cuando es conminado por sus interlocutores a utilizar su sabiduría y prudencia para aconsejar a los príncipes él responde enfático que frente a la intrínseca univocidad y terquedad del poder la opinión prudente está condenada a ser vista como traición y la aquiescencia significa complicidad, por lo que es preferible permanecer lejos. La discusión sobre el papel social del hombre de letras sin duda revela el propio dilema de Moro; sin embargo, poco puede esta prevención contra la imantación afrodisiaca del poder. El humanista Moro y el fascinante déspota Enrique VIII se atraen mutuamente, la familiaridad del rey seduce al humanista (el soberano visita a su subalterno sin avisarle y lo abraza mientras caminan deliberando asuntos de Estado) y Moro acumula puestos, honores y responsabilidades. Muchos de sus encargos parecerían traicionar sus convicciones, pues cumple tareas parlamentarias en las que debe subir impuestos para financiar guerras, ejerce tareas diplomáticas ingratas o es encargado de combatir furiosamente a sus adversarios religiosos (él, que proclamaba la libertad de cultos en su utopía).
Tomás Moro
Hasta que el conocidísimo asunto, digno de las actuales revistas del corazón, del divorcio del rey y su casamiento con Ana Bolena, termina con la capacidad de conciliar del atribulado Moro. El servidor del rey, incapaz de impulsar políticamente ese hecho, pide a su soberano lo exima de sus tareas; sin embargo, no puede huir de la ratonera, Moro debe juramentar una ley que reconoce el
Deslumbrado por el espejo del mar, el capitán se quedó tuerto.
Inglaterra, Inglaterra LOS PAISAJES INVISIBLES
A
matrimonio del rey, se niega y, hábil jurista, utiliza todas las estrategias para justificar su postura hasta que, con artilugios, es condenado a muerte por traición. Los textos y testimonios dejan ver sus últimos días anegados de una paradójica serenidad y jovialidad. Moro acude sonriente y dicharachero a su tragedia y sus conocidas bromas arrancan risas frías. L
Sir Jack Pitman lo asaltó la genial idea de construir un parque temático que reviviera todo lo inglés, en lo puro y en leyenda, para que el turismo anglófilo gozara la experiencia de sentirse en la genuina Gran Bretaña que la modernidad había vaciado de esencia, de sentido. Sir Jack elige la isla de Wight para el proyecto. Recluta historiadores, filósofos, semiólogos y ejecutivos. Detalle curioso: la psicóloga Martha Cochrane, una terapeuta con más nubarrones mentales y conflictos de ego que los que sufren sus pacientes, se convierte en la cuña más filosa de la empresa. Sir Jack levanta un delta paralelo a la otra isla, la original, y ahí comienza la aventura: lenta pero eficaz, los mitos resucitan gracias a la recreación exacta del pasado, y comienza la mudanza. Algunos miembros de Buckingham se trasladan a esa nación hiperreal para
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
ejercer una monarquía de plástico, el Parlamento se fragmenta en la perplejidad, y al contemplar la consumación de su utopía, Sir Jack consigue que el parque se independice de Inglaterra, aunque para eso deba adherirse a la Unión Europea con fines de protección internacional (asunto menor, ya con el tiempo verían la forma de emanciparse). Anglia será el nombre de su país alternativo. Sin inmigrantes, libre al fin de influencias extranjeras y enardecida por su quintaesencia y su cultura, el único inconveniente de esa tierra es que retorna al orden medieval. Sin mayor ambición que la de esbozar un irónico retrato, Inglaterra, Inglaterra, novela de Julian Barnes, parodia los excesos del pundonor patriótico y la flemática añoranza de individualidad de una sociedad en la que las minorías se toman demasiado en serio la idea de Imperio. El brexit solo es el paradigma de un fenómeno
que Orwell ya había desmenuzado décadas atrás: el patriotismo adquiere formas distintas según la clase social, la más inmune a esa fuerza es la intelectualidad europeizada, mientras que en los extremos funciona de modo desigual. Para los millonarios, el patriotismo es prácticamente nulo. En cambio, en la clase obrera es profundo e inconsciente, la insularidad y la xenofobia son rasgos mucho más marcados que en la burguesía. Pero todo esto no es más que una idea arraigada en el concepto de familia aunque, como en todos los clanes, persista la arrogancia, la fobia al integrismo. Escribe Orwell: “Inglaterra no es la isla enjoyada del pasaje de Shakespeare tantas veces citado, ni es el infierno que describe el doctor Goebbels. Si acaso, más bien recuerda a una familia, una familia victoriana y enclaustrada, sin demasiadas ovejas negras, pero con los armarios repletos de esqueletos. Goza de parientes ricos ante los que es preciso rendir pleitesía, y tiene parientes pobres a los que se trata de manera horrible. Y hay una densa conspiración de silencio en torno a las fuentes de los ingresos familiares. Es una familia en la que los jóvenes suelen ver frustradas sus aspiraciones, y la mayor parte del poder queda en manos de tíos irresponsables, de tías que no se levantan de la cama debido a sus achaques. Con todo y con eso, sigue siendo una familia. Dispone de su lenguaje particular, de sus recuerdos comunes, y ante un enemigo que se acerca, cierra prietas sus filas. Una familia cuyo mando está en manos de quienes no debieran tenerlo. Tal vez ésa sea la máxima aproximación que se puede dar para describir Inglaterra en una sola frase” (El león y el unicornio). ¿Ahora entendemos más la razón del brexit? L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
p. 03
sábado 9 de julio de 2016
ANTESALA
REYNALDO VELÁZQUEZ
44
× DA N I E L
T É L L E Z ×
Este poema pertenece a un libro en preparación y discurre por esos amores prohibidos que saben a temor y temblor sal y agua nuestro idilio se volvió Lucho Cuadros esta proliferación de canas al aire archiva poluciones y los gallos que moro, no hay albura mas que piélago de brío y cuarenta y cuatro estribos en argenta barba, y no hay polillas que Lorca vio en Whitman, tan solo sapos como esponjas de quisicosas, transfinitos vanos para tragar saliva, y calado hasta el pellejo y coronilla acontece en mis sienes un pío franciscano, y un amante poseso que destila monadas en cuatro puntos de mangas cardinales, solo hay temblor y máscara de sacrificio en calcáreos bienes de este amanuense axial, que entre hoguera y letra vegetal de Pompeya emulsiona cardiogramas, homilía y florestas, trastocada la pura boca de este Foro Cristal
×EKO×EX LIBRIS×DANTE GABRIEL ROSSETTI×
El tallador y la materia GUÍA VISUAL
MAGALI TERCERO @magalitercero
B
atallas en el misterio de Reynaldo Velázquez Zebadúa es una de las exposiciones del Museo del Chopo que más he disfrutado en años. Reviso con lentitud las fotografías que tomé hace unas semanas: ¡la obra escultórica de este artista es extraordinaria! Y no uso el adjetivo desde la pereza. Una muy pequeña talla en madera, en realidad un busto masculino de extrema delicadeza, me lleva de inmediato al Louvre, en donde hace nueve años vi, en el salón de arte egipcio, una casi diminuta y altiva mujer caminante cuya falda ondeaba con el viento imaginado por el autor. Hace dieciséis años, Raquel Tibol festejó así su primera exposición individual: “¡Por fin el grabador, dibujante, pintor y, sobre todo, escultor Reynaldo Velázquez (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1946) tendrá en la próxima primavera su primera individual de esculturas en la Ciudad de México! Seguramente […] es en la actualidad el más talentoso y más arrojado de los artistas mexicanos que practican la talla directa en madera”. Velázquez Zebadúa tenía 54 años en el año 2000, y asombra que apenas se le estuviese “concediendo el privilegio” de exhibir individualmente en un recinto de la Ciudad de México. Los artistas dependen de los caprichos de funcionarios y curadores. Sabemos también que la palabrita “curador” se empleaba, entonces como hoy, para designar a los editores (¡!). Ignoro por qué a un artista de su estatura le estuvo vedada la revisión pública de su obra, cuando siempre ha habido artistas menores en los museos de la capital. Ahora podemos estudiar, y emocionarnos a cada paso, esta muestra retrospectiva con más de 30 esculturas en madera y numerosas placas de grabado. Tibol mostró su alegría ante la obra de este lector empedernido, hacedor de portadas en relieve sobre madera —para libros maltratados de Cervantes, Dante y muchos otros clásicos—, en la revisión somera de 30 años de trabajo representado por esculturas en miniatura o en dimensiones mayores, piezas de bulto y relieves. Comenzó a hacer las portadas para proteger su amplia biblioteca personal. Alfredo Matus, quien seleccionó la obra, escribe sin más: “Aleluya porque aún existan artistas como Reynaldo Velázquez”. En el marco del 29 Festival Internacional por la Diversidad Sexual (FIDS), a mí me emocionan, y mucho, Umbral, Adán y Eva (en realidad dos adanes), Mater, Niño y un Chac Mool en caoba, además de las soberbias portadas. Umbral recuerda El buey desollado, también llamado El buey en canal, uno de los óleos más conocidos de Rembrandt, hoy exhibido en el Louvre. Como Francis Bacon y otros artistas, Velázquez Zebadúa homenajea aquí al gran holandés, por cierto poco afecto a pintar bodegones. Umbral es la obra de un gran artista; representa con gran economía sintáctica un torso masculino sin cabeza, con los muslos mutilados y los huesos expuestos. Posdata. En este recinto también tiene una presencia extraordinaria la escultura hecha para la Galería Central del Museo: Siphonophora de Thomas Glassford (Texas, 1963), donde el artista retoma la forma de los sifonóforos, organismos marinos que invitan a recordar el desaparecido Museo de Historia Natural albergado por el Chopo entre 1913 y 1964. L
http://www.milenio.com/laberinto/ Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto
LABERINTO
p. 04
Pedro Juan Gutiérrez
“La literatura tiene que funcionar como memoria”
ENTREVISTA A propósito de la aparición de la antología poética CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID La línea oscura, de os temas de los poemas y las narraciones del cubano la que ofrecemos Pedro Juan Gutiérrez cuajan una pieza, y de su un desencanto y una furia que asume como más reciente novela, parte de unespecial oficio bastante malsano Fabián y el caos, el para la mente y para el espíritu: el de “Hay gente —dice— que cree autor de Trilogía escritor. que uno se exalta escribiendo. Pero yo sucia de La Habana creo que no, que es peor, porque quizá la vendría en el olvido, olvidarse charla aquí sobre el salvación de lo que pasó y ya. Pero un escritor erotismo, los años siempre trabaja con su memoria, esa nuestra materia prima, y en vez de de persecución a los es olvidar lo que haces recuerdas cosas creadores artísticos, y que pasaron cuarenta años atrás. Por lado, hay un problema vocacional, los vientos de cambio otro que es el deber de escribir cosas que en Cuba, con todo y no deben ser olvidadas. Es algo que los lectores y compensa los desfiles de moda y agradecen un poco. Siempre que termino una los Rolling Stones novela acabo mal, como si saliera de
L
una enfermedad: agotado, debilitado, emocionalmente vulnerable, y necesito unos meses para recuperarme. Pero a la larga merece la pena”.
Quizá una línea que ayuda a Gutiérrez a salir de esa zona tan oscura en la que se sumerge cuando escribe sea el erotismo, elemento que también desborda su literatura por los cuatro costados. “Yo diría que el erotismo y el sexo forman parte de la vida cotidiana de los cubanos. Creo que esa mezcla de negros africanos y de españoles produce un mestizaje muy interesante, muy erótico y sexual, un gusto por el sexo de manera muy natural, algo que no es así en otros países de América Latina, donde esto está más atenuado y se vive de manera diferente. En Cuba hay como un exhibicionismo continuo, tanto de las mujeres como de los hombres: las mujeres se transforman constantemente en una hembra provocativa, y el hombre se transforma constantemente en un macho provocador, un poco violento y fuerte. Y la vida se desarrolla alrededor de esos ejes. En Cuba hay machismo, sí, pero también hembrismo, porque también hay la mujer muy provocativa que está siempre como excitando al macho”. En entrevista con Laberinto a su paso por España, Pedro Juan Gutiérrez (Matanzas, 1950) habla de su obra literaria a la luz de la publicación de una antología de sus poemas escritos entre 1994 y 2014
titulada La línea oscura (Verbum), y de su más reciente novela, Fabián y el caos (Anagrama), aparecida a finales del año pasado, en la que narra, con su ya característica prosa en la que mezcla desolación, vigor y erotismo, la amistad de dos jóvenes parias de la revolución cubana. “A mí me da igual escribir un cuento, un poema o una novela”, explica Pedro Juan. “Yo tengo una serie de obsesiones, temas, preocupaciones, ideas, sueños y pesadillas que son constantes en toda mi literatura. Lo que ocurre es que cuando escribo una novela me quedo muy agotado y me deja un tiempo en blanco, y después de cierta pausa empiezo a escribir poemas. Pero es lo mismo. Decía García Márquez que lo único que hace un escritor es escribir un solo libro a lo largo de su vida, y con esto quería decir que uno tiene determinadas ideas y obsesiones que va repitiendo en cada libro, mirando un contexto desde diferentes puntos de vista. Y así escribo yo”. De esta forma, es posible establecer algunos paralelismos entre los poemarios que Gutiérrez ha ido escribiendo y publicando a lo largo de los años, y sus novelas y libros de cuentos, de modo que entre Espléndidos peces plateados y
p. 05
Fuego contra los herejes, sus primeros poemarios aparecidos entre 1994 y 1996, y Trilogía sucia de La Habana, novela publicada en 1998, hay vasos comunicantes. “Leyendo ahora esta antología de poemas, me he dado cuenta que, por ejemplo, Espléndidos peces plateados fue como una preparación para escribir Trilogía sucia de La Habana, porque empiezo a caracterizar mi escritura con ese primer poemario. La novela está escrita con mucha furia, con mucho sentimiento de venganza por lo que entonces estaba pasando, cuando en agosto de 1994 yo veía el problema de los balseros, que fue horrible y que para mí fue una humillación, porque yo vivo frente al malecón y todos los días veía a aquella gente saliendo. No se sabe a cuántos se los comieron los tiburones en el mar pero cuando se acabaron los balseros, el 30 de agosto, yo me sentía muy mal, y empecé a escribir Trilogía sucia… muy marcado por todo eso, lleno de agresividad y de violencia. Por otra parte, todo es muy autobiográfico; para mí la escritura es un proceso de reflexión, de análisis sobre mi propia vida, sobre los contextos que me rodean, sobre la gente que está a mi alrededor”. A esos primeros poemarios siguieron, entre 2002 y 2005, Yo y una lujuriosa negra vieja y Lulú la perdida, que caminan paralelos a los cuentos de El insaciable hombre araña (2002) y Carne de perro (2003), obras que, dice Gutiérrez, cierran de alguna forma el ciclo que él llama “Centro Habana”. “En ellos hay un personaje, Pedro Juan, muy desencantado, un poco amargado, que también quiere tomar distancia. Es un Pedro Juan que busca alejarse de Centro Habana y se va mucho a las playas del este de La Habana, donde se desarrollan las historias”. Con ese distanciamiento, el escritor mira de otra forma el pasado y escribe su más reciente novela, Fabián y el caos, una narración que se remonta a la Cuba de los años sesenta y setenta, tras el triunfo de la Revolución. “Esos años fueron muy importantes en Cuba. Pasaron muchas cosas muy interesantes que se han ido olvidando, muchas de las cuales casi no se han contado y ni siquiera aparecen en la prensa cotidiana. Y yo creo que es la literatura la que tiene que funcionar como una memoria, porque esas dos décadas fueron muy complejas y hay que contarlas”. En Fabián y el caos se habla precisamente de esos temas soterrados, que han permanecido de alguna forma ocultos a la mirada exterior. “Toda esa parametración a los homosexuales, o el llamado Quinquenio Gris, cuando se anularon y se dejó de publicar a muchos escritores y otros se fueron al exilio, todos esos años complicados y de presión sobre los creadores, algo que se ha dicho mucho en los últimos años, pero de lo que apenas hay novelas que lo reflejen. Y en Fabián lo intento a partir de una experiencia completamente real y autobiográfica, porque el libro, que si bien no es una memoria, está dedicado a Fabio Hernández, un amigo mío”. La trama concreta de esta novela narra la historia de un joven de provincia que trata de ser alguien en la vida a través del piano. “Es un muchacho que ama profundamente el piano, que toda su vida la concentra alrededor de ese instrumento, que no es un santo ni se porta bien con sus padres, y que es frustrado por una situación política absurda y estúpida, que bloquea su vida y lo destruye porque no es fuerte ni resistente, como el otro personaje de la novela, Pedro Juan, que sí resiste, y gracias a que es más astuto y listo va eludiendo aquella realidad tan terrible que enfrentan en esa provincia”.
EL DESCANSO DEL GUERRERO PEDRO JUAN GUTIÉRREZ
Para Jacqueline Maggi Una vez tuve una mujer en La Habana que me enseñó a ver los colores. Yo nunca veía los colores. Los grandes planos de color, que se empastelan uno en el otro, se disuelven, se deshacen, se transforman atravesados de luz. Y yo me los perdía. Ella vivía en el silencio y el aire. Y me decía suavemente, mira el dorado del mar en el crepúsculo o el azul intenso y la espuma blanca a las ocho de la mañana, o el plateado de la luna, la turbulencia de la lluvia, la transparencia del invierno o todos los verdes atropellados en el campo. La fugacidad del gris y el naranja que se difuminan espléndidos en ese minuto exacto en que el sol se va. El mundo me cambió desde entonces. Aprendí a vivir en la luz y en el color. Conocí la fragilidad de la permanencia. Aprendí tal vez a pensar lentamente, aprendí a detenerme el tiempo necesario. Entonces comencé a abandonar la prisa y el desespero. Después ella, como es habitual en los que tienen un gran corazón, siguió sola su camino. Y yo creo que fue preferible.
sábado 9 de julio de 2016
LITERATURA
Gutiérrez confiesa al respecto que “tenía en las manos una historia fuerte, que había sucedido realmente, y estuve veinte años pensando si debía escribirla o no, porque no quería utilizar la historia de Fabio, mi buen amigo; pero finalmente hice algunos cambios a esa realidad y convertí la historia en novela porque me parece que es un relato que era necesario contar, y eso rebasaba mis limitaciones o dubitaciones éticas sobre si debía o no moralmente contarlo. Así que ahora queda en blanco y negro como la memoria de un momento determinado. Y el lector es el que saca sus conclusiones”. Fabián y el caos es, al tiempo, una historia de iniciación, la de dos jóvenes muy diferentes que están buscando su mundo. “Pero hoy estos dos personajes serían imposibles en Cuba porque la situación ha cambiado mucho”, reconoce Gutiérrez. “Concretamente con los gay hay más respeto, aunque ha costado muchísimo que haya una aceptación. Hay un Centro Nacional de Salud Sexual que dirige Mariela Castro, la hija de Raúl, y eso ha ayudado mucho, porque este centro se ocupa sobre todo de los gay en sus diferentes manifestaciones: homosexuales, lesbianas, transformistas, enfermos de sida, etcétera. Pero hay que darse cuenta de que estamos hablando de un país machista, racista, al igual que pasa en México, en Colombia o en Brasil. Y en ese sentido hablamos de un país muy violento”. Volviendo a los poemas de Gutiérrez, en la última sección de su antología, titulada precisamente “La línea oscura”y que recoge una serie de poemas escritos en 2014, el autor mira al pasado de una manera más reposada y benevolente, aunque el desencanto nunca desaparece y hay en su escritura un cambio de forma del verso hacia lo que se conoce como “prosa poética”. Pedro Juan señala que “son poemas de largo aliento porque esa era la mejor manera de escribirlos, haciendo grandes bloques en prosa con cierto aire poético. Me llevó mucho tiempo trabajarlos y ahora mismo trabajo otro libro que es una especie de continuación de La línea oscura, donde hay textos poéticos más largos aún. He tenido etapas de poemas muy cortos, pero de pronto he sentido la necesidad de un aliento mayor por lo que he adoptado la prosa poética para poder concentrar todo el poema. En realidad no hay una explicación matemática de por qué lo hago”. Por último, Pedro Juan Gutiérrez ofrece una mirada panorámica de la situación de la Cuba de hoy, la Cuba que ha abierto sus puertas a los Rolling Stones, a Chanel, a los cruceros gringos, la que Obama acaba de visitar. “Estoy muy feliz por todo eso. Fue una grata sorpresa cuando el 17 de diciembre de 2014 anunciaron que empezaban a restablecer las relaciones Cuba–Estados Unidos. Me pareció bueno que hicieran estas cosas más o menos civilizadamente, tratándose con respeto por ambas partes. Yo comenté que lo que hacía falta es que hubiera perdón, no seguir estimulando los rencores y los odios entre los cubanos a favor y en contra del gobierno. Promover el amor, la compasión y el perdón. Alguien me dijo que había cosas que no se podían perdonar, pero yo creo que no podemos seguir con esa arrogancia porque así no vamos a llegar a ninguna parte. Hay que hacer borrón y cuenta nueva; arrancar desde ahora hacia adelante. Es lo que hace falta. Y ojalá que se imponga ese espíritu. Han sido muchos años de violencia, de agresividad, de furia por ambas partes, de golpes bajos. Y ya está bueno, hay que empezar con un espíritu más moderno porque vivimos en un mundo marcado por la tecnología y el espacio mercantil, y la espiritualidad se ha hecho a un lado y quizá por eso hay estas reclamaciones de cuentas pendientes. Pero yo estoy feliz de cómo van las cosas”. L
FOTOS: ESPECIAL
LABERINTO
p. 06
Héctor Aguilar Camín
“No puedo zafarme de la rea
El narrador, historiador y periodista cumple hoy, 9 de julio, 70 años de edad. Celebramos con una conversación, ceñida a su obra literaria, en la que valora su más reciente novela y marca la ruta de sus obsesiones, presentes, por ejemplo, en Morir en el golfo, La guerra de Galio y Adiós a los padres
E
ROBERTO PLIEGO mpiezo por tu más reciente novela, Toda la vida . Como en otras ocasiones, has conciliado los destinos individuales y las desgracias nacionales.
Ojalá que así sea. Pero me interesa más aquí la lógica del amor fatal que la lógica de las desgracias nacionales. Me interesa aquí la felicidad posible del amor fatal, que suele ser desgraciado. El narrador de esta novela se ha pasado la vida huyendo de la mujer que ama, porque esta mujer lo asusta. Lo asustan su libertad y su desmesura. Se sabe corto para ella. La novela empieza con una escena relativamente trivial. En un velorio, la presencia de un viejo conocido revive en el narrador el recuerdo de una escena donde Liliana Montoya, el amor de su vida, le dice que ha hecho matar al amante de su hermana. Hace veinte años de esta escena. Cuando la vive, el narrador no sabe si lo que le dice Liliana es cierto, pero sabe que Liliana es capaz de lo que dice. A partir de ese momento empieza a huir de ella. Reincide de cuando en cuando pero sale corriendo cada vez que reincide. Luego del velorio, algo pasa en él, decide no correr más de Liliana, decide buscarla. La novela cuenta la búsqueda y el encuentro de Liliana, y la averiguación paralela de si el asesinato sucedió en verdad. Y, como en otras ocasiones, veo una mirada que interroga al poder.
Sí, pero al sesgo, a través del otro poder, inconmensurable, del amor perdido. El poder mayor que hay en la novela es el que ejerce Liliana Montoya sobre Serrano, el narrador. Y lo que queda al final del relato no son las piedras rotas del poder o la nación, sino los fragmentos de esa civilización perdida que es el amor de Liliana Montoya. Ahora, para volver a tu primera pregunta sobre las desgracias nacionales, hay un dilema moral que recorre la historia de Toda la vida: ¿se puede mandar matar a alguien impunemente? ¿Se puede matar o mandar a matar impunemente, sin pagar un costo moral, aun si se sale indemne de las responsabilidades legales? En el fondo de la irregularidad de la vida de las hermanas Montoya, y del amor del narrador por Liliana, late esta pregunta, este dilema. El dilema equivalente para el México de hoy es si, como sociedad, podemos pasar moralmente indemnes por la matanza de los últimos años. ¿Toda la vida tiene algunas deudas con La guerra de Galio? Creo encontrar algunos ecos.
Hay todas las deudas, desde luego, y todos los ecos. Todos los vicios también, menos uno: el de la extensión. Con los materiales que tenía al empezar a escribir Toda la vida podía haber escrito una novela tan larga como La guerra de Galio. Pienso en el primer capítulo de Toda la vida, por ejemplo, el del velorio que reúne a los restos de una generación. El escritor de La guerra de Galio habría escrito con ese tema ocho o diez mil palabras buscando hacer el retrato de una generación. Procedí en el sentido contrario, como sugería Borges: simulando que el retrato ya estaba escrito y que yo ofrecía un resumen. Escribí la novela más corta que pude escribir. Espero que se lea rápido y se recuerde despacio.
Jonathan Franzen ha dicho que muchas de las novelas que más admiramos provienen de eso que llama la ficción autobiográfica. ¿Pertenecen a ella Morir en el golfo y La guerra de Galio?
Creo que todas las novelas que valen la pena son ficción autobiográfica. Quizá porque están hechas de esa contradicción insoluble: el autor cuenta cosas que sabe, que le constan, que lo conmueven en el esqueleto de un relato que inventa, que acomoda, que diseña. La mejor respuesta que conozco a ese dilema es de William Burroughs. A la pregunta de si lo que escribe es autobiografía o es ficción, Burroughs responde: “Todo es autobiografía y todo es ficción”. Lo mismo podría haber respondido Henry Miller o, para el caso, José Vasconcelos. La inteligencia de la respuesta está en la palabra “todo”. Ese “todo” es el corazón del proceso de la creación literaria, donde “todo” es al mismo tiempo verdadero y falso, inventado y recordado. Es el fruto de lo vivido y de lo imaginado a la vez. Los escritores sabemos que todo lo que pasa a nuestros libros viene de nuestra experiencia directa, como personas o como lectores. La ficción es una caverna fantástica hecha de una infinita colección de fragmentos de realidad. Vamos a imaginar. ¿Cuál sería en este momento La guerra de Galio?
La misma: la guerra de lo relativo contra lo absoluto. La búsqueda del amor total contra la tiranía del amor imperfecto. La búsqueda de la libertad total contra la evidencia de la libertad limitada. La búsqueda de la utopía revolucionaria contra la terquedad reaccionaria del mundo. Frente a la búsqueda de la civilización y la felicidad está siempre la persistencia de la barbarie y la desdicha. Estas son las tensiones que recorren La guerra de Galio: el amor a la vez luminoso y oscuro de Vigil y Mercedes Biedma; la libertad a la vez ejercida y castigada del periodista Octavio Sala; y la apuesta mortal por la revolución de los hermanos Santoyo. La realidad mexicana, con sus acentos más ominosos, ¿seguirá siendo un surtidor de tu obra narrativa?
No veo cómo pueda zafarme de la realidad mexicana. Tengo mucho tiempo huyendo, como Serrano de Liliana Cuando escribo tomo Montoya, de un libro de donde puedo: del sobre el narco. Me ronda historiador, del periodista, hace diez años. Es la del chismoso. La urgencia historia más sombría y de seguir narrando me a la vez más irresistible vuelve cleptómano que pueda contarse. Creo haber dado con su forma, con su arco narrativo y con su tono. Pero la idea de zambullirme en esa historia de sangre me hiela la sangre. Es un libro enorme, de esos en los que valdría la pena inclusive fracasar. Tienes buen ojo para retratar a personajes femeninos. Pienso, de nuevo, en tu más reciente novela y, claro, en El error de la luna .
Me han dicho que mis personajes femeninos pagan siempre de más por su libertad y su desmesura. Quizá, pero prefiero pensar literariamente en mujeres que ejercen su libertad y su autonomía, aunque paguen por ellas. Las mujeres en nuestra
sociedad pagan de cualquier modo. La verdad es que todo les cuesta doble. Otra cosa es que sean invencibles y que sean simplemente la sal de la tierra. Stendhal escribió que, cuando interviene en la novela, la política es como un disparo en medio de un concierto. Sospecho que no compartes su opinión.
La comparto absolutamente, pero creo que Stendhal decía esto con un dejo de admiración, no de reproche. Quería que hubiera pistoletazos en los conciertos, pasiones en la vida diaria, política en las novelas. A esos pistoletazos dedicó su arte. Su admiración por Italia no es sino su rendición ante la desmesura, la pasión, el pistoletazo de los corazones. Y sus libros están llenos de política, lo mismo que estuvo su vida. Quien expulsa a la política de la literatura a cuenta del dicho de Stendhal está malentendiendo la cosa. Pasaste de la memoria colectiva a la memoria personal. Pienso, en relación a esta segunda faceta, en El resplandor de la madera y en Adiós a los padres . ¿Por qué el tránsito de una a otra?
Son el mismo libro escrito uno en clave de fabulación literaria y otro en clave de exactitud evocativa. Los dos cuentan la historia central de mi vida y de mi casa, la historia que empecé a escuchar a los trece años. La historia del despojo de mi abuelo sobre mi padre. Para escribir esa historia decidí hacerme escritor. Es la gran historia de mi casa; mi madre y mi tía la contaban sin parar. Hice el primer intento
p. 07
sábado 9 de julio de 2016
DE PORTADA
ealidad mexicana” OMAR MENESES
DE AMOR Y POLÍTICA SILVIA HERRERA
U
de escribir esa historia a los diecisiete años; el segundo fue El resplandor de la madera, que escribí a los cincuenta, y la tercera es Adiós a los padres, que escribí a los sesenta. La tercera fue la vencida. Estoy finalmente en paz con esa historia, la mejor que tenía para contar. Tus novelas, tus relatos, y aquí me refiero sobre todo a Historias conversadas , tienen un gran sentido de la oralidad. Quiero decir que leemos pero también oímos; oímos a los personajes y ese hecho los vuelve de carne y hueso. ¿De dónde proviene esa cualidad?
Bueno, yo siempre digo que me hice escritor de boca de mi madre y de mi tía, que eran grandes contadoras de historias. Para mí, oír a un personaje es fundamental para entenderlo. Pero la oralidad, como el erotismo, son espacios literarios exigentes. Requieren a la vez aspereza y suavidad, verdad y artificio. No hay nada tan pobre literariamente como la oralidad textual, y pocas cosas tan falsas como la oralidad engolada. Del erotismo puede decirse lo mismo: debe estar suficientemente desnudo y suficientemente vestido. ¿De qué manera el historiador y el periodista se hacen presentes en tu narrativa? ¿O acaso les pides guardar silencio?
No, cuando escribo tomo de donde puedo: del historiador, del periodista, del lector, del chismoso. La urgencia de seguir narrando me vuelve cleptómano. Robo para mi historia de una plática, de un sueño, de un libro, de un diario y todo lo voy metiendo en el molino, aunque
después deba limpiar. Poco antes de terminar Toda la vida, sin saber todavía dónde terminaba el libro, mi cuñada Verónica Mastretta me dio un tour imprevisto por el pequeño jardín de cactáceas que hay a la entrada de su casa de Tabacotla, en Puebla. Como al pasar, me dio también una lección enciclopédica de su colección. Horas después esa lección pasó, casi intacta, al pasaje final del libro que compara la naturaleza de las enigmáticas hermanas Montoya. Es uno de los mejores pasajes del libro, de las mejores cosas que he escrito. Y todo se lo robé a mi cuñada, menos el lugar donde lo puse, que yo inventé. Diría Burroughs: en ese pasaje todo fue autobiografía y todo fue ficción. ¿De entre tus novelas, de cuál te sientes más satisfecho?
He adquirido una pasión retrospectiva por La provincia perdida.
¿Qué ha pasado, qué ha cambiado, entre el narrador de los años setenta y el de Toda la vida?
Ha pasado todo, menos las ganas de escribir mejor. Me pasará con escribir lo que al caballo que aprendió a no comer: apenas había aprendido, se murió. ¿Qué libro estás leyendo en este momento?
Petersburgo de Andréi Bely.
¿Qué novela te habría gustado escribir?
La muerte de Iván Ilich, por su despiadada y conmovedora exactitud. L
na historia de amor loco guía Toda la vida (Penguin Random House, México, 2016). A partir de la intermitente relación del escritor Serrano y Liliana Montoya, se deriva otra historia que hace que la obra se vuelva difícil de clasificar. De ese desquiciante amor surge la confesión de un crimen que provoca que la novela adquiera un cariz policiaco y detectivesco. La muerte de un compañero de la escuela de ciencias políticas será el motivo que hará que la vida de Serrano se trastoque. Al velorio asisten varios personajes, la mayoría ligados al ambiente político, que lo llevan a remover su pasado. Serrano asiste para encontrarse con Felo Fernández, el amigo al que tiene más aprecio. Sin embargo, uno en especial, el Pato Vértiz, es fundamental porque también fue amante de Liliana. En este ménage à trois, los dos varones se complementan: Serrano, más joven, es débil de carácter; el Pato, de mayor edad, sabe conseguir lo que quiere. Pero en realidad la fuerte es Liliana, quien marca la pauta de las relaciones con ambos. En una borrachera, ella le confiesa a Serrano que mandó matar a un hombre, el Catracho, quien supuestamente corrompió a Dorotea, su hermana menor. Se lo pidió al Pato. De hecho, le cuenta el asunto a Serrano tres veces y cada versión es diferente. Dorotea, pasado el tiempo, incluso le niega que haya conocido al Catracho. En un impasse de su amorío, Serrano decide investigar a fondo. Las cosas no son totalmente como las cuenta Liliana. Hubo un asesinato pero las cosas se complican porque hay políticos involucrados. Un enemigo del Pato sabe de lo sucedido y pende la amenaza de ventilar las cosas. Como decía Jorge Ibargüengoitia de Dos crímenes, Toda la vida podría tomarse como un divertimento. Pero este divertimento, como debe ser, está escrito en serio. Novela breve, el lenguaje es directo, diríamos que periodístico, y en su aparente sencillez hay variados recursos que muestran la solidez del oficio de Aguilar Camín. Flashbacks bien dosificados le permiten dar los antecedentes necesarios sin que la historia pierda fluidez (especialmente en lo relativo a la familia de Liliana; Rubén, su hermano, fue quien llevó a Serrano a la casa y el que lo corre al encontrarlo con Liliana). La novela, por otra parte, también es un recorrido por una ciudad que ya no existe. En dos días de excesos que vivió con Liliana y que terminarán llevándolo al hospital, hace un recorrido por la cantina Puerta del Sol, el restorán Prendes, el Salón Rivière, el Club de los Artistas… Liliana Carrillo, femme fatale llena de sensualidad, es un personaje inolvidable. Ángel de la muerte para Serrano, tiene un cariz trágico: como ella dice, su sino parece que es hacer sufrir a quien se le acerque. Los lleva al hospital, como le sucede a Serrano, o terminan su vida como fantasmas, como le ocurrió a su hermano Rubén, quien enfermizamente se enamoró de ella. Tras el esfuerzo que le significo escribir Adiós a los padres, Toda la vida es una novela en tono menor. Pero lo cierto es que en cuanto a oficio muestra a un Héctor Aguilar Camín cada vez más dueño de sus materiales. Capítulo a capítulo se nota el control que tiene sobre la historia y mantiene la atención del lector. En este sentido, no hay exageración en afirmar que ha alcanzado ese dominio que le permitirá afrontar cualquier reto que se imponga. L
EN LIBRERÍAS
sábado 9 de julio de 2016
p. 08
LABERINTO
ESPECIAL
Bajo el misterio del mito RESEÑA DIEGO JOSÉ
L
Yves Bonnefoy: vivir la poesía RETRATO MIGUEL ÁNGEL FLORES
C
on la muerte de Yves Bonnefoy, sucedida el 2 de julio, casi una semana después de haber cumplido los 93 años, desaparece uno de los grandes protagonistas de la poesía francesa del siglo XX. Su longevidad le permitió ser el sobreviviente de una generación marcada por la consolidación del fascismo y del ascenso de las hordas salvajes de la suástica, y que a pesar de ello pudo participar del esplendor que vivió la poesía francesa entre años de incertidumbre y un horizonte histórico sombrío. A la generación de Bonnefoy tocó consolidar la modernidad de la poesía francesa. Retomaba toda la teoría y práctica de sus mayores a partir de Mallarmé, con su desarticulación de la forma y la página en blanco como metáfora y espejo de un infinito inabarcable e inescrutable; en una trayectoria que tuvo una importante estación de paso en la obra postrera de Paul Valéry, el hijo del simbolismo que descreyó de la poesía por la imposibilidad de traducir la perfección intelectual a la que podía aspirar una mente lúcida, y que tuvo su momento cumbre con el surrealismo y sus búsquedas más allá de la razón y el orden. Yves Bonnefoy sobresalió porque supo asimilar la tradición de lo nuevo sin renegar de los procedimientos clásicos en la escritura poética. Además de gran poeta, Yves Bonnefoy fue un gran lector de poesía preocupado por el fenómeno de la creación artística en el ámbito de la poesía y las artes visuales que se plasmó en una intensa obra ensayística. Nacido el 24 de junio de 1923, desde su ingreso a la escuela primaria mostró un gran interés por la literatura, de tal modo que una de sus tías le regaló un libro con la dedicatoria que expresaba ya una premonición: “A mi joven sobrino, futuro poeta”. Su lugar de nacimiento no fue en el gran París sino en Tours. Asiste en esa ciudad al liceo Descartes donde su profesor de filosofía lo pone sobre la pista de la poesía moderna; así descubre un libro que sería una gran revelación y que lo confirmaría en su vocación por la poesía: Petite anthologie du surréalisme, hecha por el poeta y cineasta Georges Hugnet. “Descubrí en ese libro, de repente, los poemas de Breton, de Péret, de Éluard; los maravillosos conjuntos verbales de Tzara de sus tiempos dadaístas”. Pero no solo entró en contacto en esos años del liceo con la poesía, también se incorporaron a su asombro y entusiasmo la obra de Giacometti, los collages
de Max Ernst, Tanguy, los primeros cuadros de Miró, todo un mundo, comentó en 1990. Todo hacía suponer que la atracción por lo extraño que le despertaban las obras de los surrealistas lo encaminaría en sus estudios y actividades intelectuales a explorar los caminos de la irracionalidad y a estudiar literatura. Pero Yves Bonnefoy se inclinó por el aprendizaje de los sistemas de medición, y así fue como gracias a una beca partió hacia París para estudiar matemáticas. Y ante las estrecheces a que le obligaba la modesta beca, ampliaba sus ingresos impartiendo cursos de matemáticas y ciencias naturales; pero esto no significa que hubiera abandonado su interés por la literatura, la cual se le impuso debido a su gran voracidad por la lectura. La postguerra fue los años de la efervescencia cultural: los artistas y escritores exiliados han regresado y está muy viva la actividad cultural de París. Lee los libros y las obras gráficas de Michaux, la poesía de Artaud y los ensayos seminales de Bataille. En 1946, en la revista surrealista La Révolution la nuit, que había fundado André Breton, vio publicado por primera vez su nombre con caracteres de imprenta gracias a su poema “Le coeur–space”. Pero duró poco su asociación con el grupo de Breton pues le reprochó que se alejara de lo real en favor de un difuso “ocultismo”, y también rechaza su carácter ideológico que opone lo quimérico a lo real y da más importancia a la opacidad que a la luz. Hizo ingreso firme en la poesía con su libro Du mouvement et l’immobilité de Douve, publicado en 1954, objeto de un entusiasta recibimiento de Maurice Nadeau, director y fundador de la revista Lettres nouvelles, quien dijo: “Quizá ya no se recuerde que tuvimos el Premio Goncourt, pero habrá que tener presente que este año apareció el primer libro de un gran poeta. Hay que señalar con una piedra blanca el advenimiento de Yves Bonnefoy y el nuevo rumbo que él ha impreso a la poesía”. Si bien Bonnefoy tuvo inclinación por la decantada poesía de Valéry y las imágenes salvajes de los surrealistas, buscó un punto de apoyo en su realidad circundante, una poética que lo acompañó hasta el final de su existencia. Él se cuidaba de las palabras porque no tenía un asidero real con las palabras, aconsejaba pasar sobre ellas, desviarlas de su empleo para descubrir lo que llamaba “el grado segundo de la palabra”. La obra de Rimbaud fue el gran acontecimiento para su obra como autor de poemas y crítico del fenómeno poético, asociado al interés por las artes visuales, sobre las que escribió notables ensayos de interpretación. Para él, el “poema no es una actividad didáctica, no tiene que explicar la experiencia del mundo que busca profundizar”. L
a reedición de un libro de poesía supone indagar en dos aspectos: la perdurabilidad de una obra y las posibilidades de su recepción actual. Si resulta interesante examinar los rasgos de una escritura a través del tiempo, conviene reconocer las vertientes de una lectura generacional distinta, es decir, las formas en que los nuevos lectores de poesía, los poetas recientes y los críticos, acogerán el libro. Efraín Bartolomé ha cifrado su trayectoria bajo los signos de la inspiración: naturaleza, mujer y poesía son sus arquetipos centrales. Estos tres signos atraviesan su obra, brindándole un sentido único de identidad poética. La referencia común de su trabajo es Ojo de jaguar, esa tremenda celebración lírica sobre la selva que nos devuelve una porción del paraíso. Sin embargo, el problema de los lugares comunes es que decretan una expectativa literaria, clausurándola. Música lunar (Foem, México, 2015) es quizá el cenit de la poesía de Bartolomé. Se trata de un libro que integra su visión en una suerte de Gestalt que define su concepción de la vida, la creación, la palabra y la muerte: el poeta recibe el don de acercarse a los misterios de la poesía, a través de las revelaciones que la Naturaleza y la Mujer le proporcionan. El sentido de esta entrega implica un camino de iniciación y deslumbramiento que lo lleva a oponerse al orden regido por las deidades masculinas (poder, dinero, logos) para aceptar la reorganización del cosmos, estructurado desde lo femenino, donde la Diosa o Musa vuelve a representar el soplo vital que los poetas antiguos cantaban. Esta reintegración cósmica de lo femenino fue revalorada por Louis Aragon hace varias décadas: “La mujer es el futuro del hombre”. O en términos sociológicos más contemporáneos, según Edgar Morin: “A la civilización occidental le sobra testosterona y le falta foliculina. Las cualidades de amor y ternura, las virtudes de hijas–hermanas–esposas–amantes deben impregnar al género masculino sin por ello disolverlo”. Los siete apartados de Música lunar se leen en clave mitológica, teniendo como guía los planteamientos que hiciera Robert Graves en La diosa blanca sobre la misión del poeta como transmisor de aquella verdad entreverada en los mitos: “Dios es mujer”. El mito desempeña un papel revelador fundacional: presenta una reelaboración del sentido de las cosas: el poema constituye una manera de ser solo comprensible en términos poéticos. Joseph Campbell escribió en El héroe de las mil caras: “el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales”. Música lunar no solo alude a estos temas, es propiamente un acercamiento al misterio que encierra el mito. La potencia lírica de Efraín Bartolomé se condesa en imágenes de gran plenitud que reverberan sobre un ritmo trepidante y envolvente: “Y parto en dos mi corazón sombrío/ y en mi mano solo brilla una estrella alargada/ y en el fondo de mi sombrío corazón solo hay polvo de estrellas/ que cae sobre la piel recién cortada de la medianoche/ que se extiende clavada contra un cielo vacío/ donde solo hay un canto como sal derramándose”. O bien, cuando la poesía adquiere un valor curativo: “Y hay un enamorado con los ojos llenos de noche/ que prepara una soga/ y hay un adolescente arrodillado frente a un arma pequeña/ y hay una joven fea preparando somníferos/ y una muchacha hermosa preparando veneno/ y desde la ceniza de su amor quebrantado/ asoma poco a poco mi canción”. El tiempo ha rescatado una obra que destaca no solo por su arquitectura verbal y su poder imaginativo, sino por la hondura simbólica que registra, más allá del mito, capaz de restituirle a la inspiración, a la imagen de lo femenino y a la advocación poética su auténtica relevancia. Coincido con Juan Domingo Argüelles: “Música lunar es, a mi juicio, verso por verso, el mejor libro que ha publicado hasta hoy Efraín Bartolomé”. Los nuevos lectores del libro poseen una apertura y una curiosidad mejores que hace 25 años. Se enfrentarán con la misma sed poética de entonces a un libro capaz de restituir el orden perceptual, emotivo y trascendente que anhelamos en nuestros días.L
MILENIO
p. 09
sábado 9 de julio de 2016
× A
LA PRESA IRENE NÉMIROVSKY Salamandra España, 2016 220 pp. Publicada en 1938, esta novela de la infortunada escritora rusa que se asentó en París y murió en Auschwitz en 1942 narra la rutilante carrera, y posterior desgracia, de Jean–Luc Daguerne, un individuo ambicioso que accede a los fastos de la alta burguesía luego de casarse con la hija de un banquero. La política juega un papel a la manera stendhaliana, como un tiro en medio de un concierto, y el amor se define “como un sentimiento indigno de un hombre”. Si algo conocía Némirovsky era la volubilidad de las pasiones, siempre a la caza del mejor postor.
CUENTOS COMPLETOS EDGAR ALLAN POE Penguin clásicos México, 2016 1260 pp. Hay que celebrar esta edición por el cuidado en la traducción (a cargo de Julio Gómez de la Serna, Carlos del Pozo, Diego Navarro, Fernando Gutiérrez y Flora Casas) y la disposición que permite apreciar las constantes y los cambios que experimentaron la escritura y la sensibilidad de Allan Poe. Los 70 cuentos se mueven, como ya sabe el lector veterano, entre lo mórbido y la más enfermiza originalidad. Fueron corregidos hasta el cansancio y revelan el triunfo del oficio sobre la inspiración. Hay que irse de vacaciones y armar una encerrona para gozar de esta lectura.
ÁRBOLES DE LARGO INVIERNO L. M. OLIVEIRA Almadía México, 2016 189 pp. “Un ensayo sobre la humillación” es el subtítulo de este libro que se resiste a encasillarse en un género pues combina felizmente la crónica, el relato, la estampa personal. La humillación no es el único motivo de análisis. También reciben atención la violencia, la pobreza, la desigualdad social y, sobre todo, esa conquista renacentista que es la dignidad humana. Sin ésta no hay individuos libres, capaces de disentir y de enseñar a discutir, de erigir una arena pública donde se impongan las buenas razones. Oliveira encuentra el tono justo para argumentar sin aburrir.
SUDOR ALBERTO FUGUET Random House México, 2016 604 pp. Bienvenido al mundo a través de los ojos de Alf, un editor que poco a poco comienza a asquearse de la rutina de tanto convivir con uno de sus autores, un escritor pedante y caprichoso que no solo es creador de monstruos librescos de cierto éxito sino de un monstruo de carne y hueso: su hijo, un chico mimado y provocador que a nadie cae bien. La subtrama es la vida privada de Alf en el mundillo gay patrocinado por el website Grindr, una boyante red social de contactos homosexuales, que únicamente le sirven para recordar qué tan solitaria y vacía es su realidad.
DEMENCIA ELOY URROZ Alfaguara México, 2016 223 pp. Novela negra y surrealista, así definen los editores a este relato que involucra a tres amigos en dos asesinatos o quizá sea mejor decir que el thriller gira en torno de una extraña chica que suele aparecer en los momentos más incómodos del pianista Fabián Alfaro: cuando ensaya con Daniela, su acompañante ante las partituras, y con la que deberá perfeccionar su interpretación de las tres sonatas Opus 30 de Beethoven para antes de un inminente 27 de junio. Pero ¿quién es la extraña? Se llama Herminia y es mitad sueño, mitad bruja, tal vez media hermana de Daniela.
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
FRIQUIS
Fernando Lobo Almadía México, 2016
Si solo quieres divertirte… ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
¿
Es posible novelar el mundillo de la televisión dedicada al espectáculo y el de la prensa que trafica con la vida escandalosa de los cantantes de pop, las conductoras de programas de sana diversión y autoayuda, y la fauna adicta al rating? ¿Es posible hacerlo sin ser víctima de la misma frivolidad con la que se conduce ese mundillo? No, a menos que se tenga la ironía endémica de Enrique Serna o, digamos, la gracia parnasiana de Gore Vidal. Sin tales dones, resulta inútil, y hasta suicida, intentar una novela que al mismo tiempo que recicle con asombro la estupidez televisiva, y a todos sus hijos legítimos y bastardos, pueda ponerse por encima de ella. Asómense, si no, al libro de Fernando Lobo, cualitativamente análogo a la industria que mira con igual ambición a un tratante de blancas que a un niño prodigio. Friquis cree demasiado en el delirio como estrategia narrativa; es más, no cree en otra cosa que en el delirio. Trata, en términos estrictos, de las penurias y las furias de una diva de la televisión —Tania Monroy— que ha perdido literalmente la nariz después de someterse a otra cirugía reconstructiva. Su nariz, o, mejor dicho, el agujero que ha suplantado a su nariz, se vuelve objeto del deseo de reporteros, editores, productores, paparazzis, magnates del chisme. Tanto cree Friquis en el delirio que escenifica, en horario triple A, la transfiguración de la diva a manos de un especialista en reproducción celular, un pillo desterrado de la academia por urdir una red de tráfico de embriones humanos. El delirio con el que se envuelve la caída de Tania Monroy se extiende a los demás personajes, entregados a gozar su propia vulgaridad: el amante y guardaespaldas de una joven cantante de pop, quien se graduó como oficial de elite en el combate a la guerrilla y ahora vende armas, protagoniza una masacre de periodistas en una lujosa torre de Cancún; Macario Cervantes, el almidonado director de la revista Farándula, intercambia información en un depósito vehicular cercano a Cabeza de Juárez (con todo su tufo a instinto de supervivencia); un enano “impecablemente vestido” conduce un elegante burdel al que solo acuden las luminarias; un conductor que algún día fue una vergüenza para el boxeo se lía a golpes con un simio de 120 kilos para elevar los pobres niveles de audiencia… No hay momento ni intervención que no se distingan de la parafernalia. Friquis ha conseguido fundirse en la insulsez baladí de un reality: todo ocurre a cuenta del entretenimiento. Se supone que debemos reír hasta las lágrimas, aplaudir frente a la valentía con que se denuncian los excesos de “la pantalla chica”, balbucear salmódicamente “No mames, güey”, “Esta cabrón”; y, claro, llenarnos de entusiasmo porque, gracias a dios, lo nuestro es la distancia crítica. Los lectores quieren divertirse. Bien. Pero, por favor, no les hagan creer que los libros que solo devuelven un yo gratificado son literatura. L
CINE
sábado 9 de julio de 2016
p. 10
LABERINTO
ESPECIAL
Jimena Montemayor
“El amor está lleno de errores” En la sangre intenta desentrañar la complejidad de las relaciones de pareja y sus defectos ENTREVISTA
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
M
ateo (Pedro de Tavira), intelectual y solitario, vuelve a la ciudad después de vivir en el extranjero, encontrándose entre la comodidad y la confusión al pasar tiempo con su hermano Tomás (Juan Pablo Campa), y la novia de éste, Nadia (Camila Selser). Un conjunto de situaciones académicas y personales alterarán la dinámica de los tres. Motivada por la necesidad de reflexionar sobre el amor y sus implicaciones, Jimena Montemayor filmó En la sangre, película que habla de la vida en pareja, la lealtad y la hermandad. ¿Cuál es el origen de En la sangre?
Surge de una serie de reflexiones acerca del amor y de la anécdota de un amigo. Quería contar una historia en la que no hubiera víctimas ni culpables sino un conjunto de situaciones posibles y honestas. ¿Cómo hacer una reflexión de este tipo sin prejuicios ni estereotipos?
Esa fue la propuesta y la intención. Somos seres humanos, nos movemos por instinto y por conciencia pero también somos imperfectos. El amor está lleno de errores y quería dejar atrás las sutilezas cotidianas para contar una historia en la que las cosas son más naturales, como puede ser la falta de comunicación. Un tema que se desprende de la historia es la lealtad; en este caso, entre hermanos y una mujer.
El punto de conflicto surge cuando una pareja deja de funcionar y se convierte en trío. Previamente hay una descomposición en él y en ella; la incursión del hermano es permisiva y trae sus propias consecuencias. No necesariamente es algo malo, tiene que ver con la manera en que nos relacionamos en pareja, en dejar de pensar que uno puedo poseer al otro. Tal vez el amor es tan grande entre los tres que si hubiera una secuela tal vez
cabría el perdón. En ese caso, la lealtad tendría que convertirse en un amor por la felicidad del otro.
sino a partir del trato. Hay muchas maneras de enamorarse y ninguna es mejor que otra.
Aunque las cosas han cambiado. En Dos tipos de cuidado, por hablar de una película de hace más de cincuenta años, cuando Jorge Negrete y Pedro Infante rivalizan por una mujer, el primero dice: “La traición de la mujer pasa, al fin es mujer, pero cuando viene de un amigo, esa cómo cala”.
En términos de narración hay mucha cámara fija y una estética luminosa.
Creo que tenemos que empezar a construir nuevas estructuras en términos de pareja. Mucha de nuestra condición social tiene que ver con la forma en que asumimos el amor y la sexualidad en nuestras parejas y familia. No me interesa plantear ningún tipo de verdad absoluta pero creo que hay cosas que están cambiando y siempre será mejor cambiarlas con plena conciencia, no importa que tome más tiempo. En los últimos años hemos visto películas de realizadores jóvenes centradas en reflexionar sobre las relaciones de pareja. ¿Hay un agotamiento de los clichés y lugares comunes en las películas sobre el amor?
De pronto pasamos de pensar en la infidelidad desde la perspectiva de la víctima y de revisarla a partir de la posición del traidor, porque al final también es un proceso de enamoramiento. Muchas veces uno no se enamora a primera vista,
HOMBRE DE CELULOIDE
Fuimos muy cuidadosos en escoger las locaciones que, además, eran casi prestadas. Junto al fotógrafo Santiago Sánchez, nos cuidamos de aportar intimidad y la cámara fija ayuda mucho. Teníamos poco tiempo de modo que los planos estáticos facilitaron las cosas. Los movimientos de cámara impiden tener mayor control de la situación. Transformó una eventualidad de rodaje en una condicionante dramática.
Siento que mucho del trabajo cinematográfico consiste en resolver y solucionar las eventualidades. En la vida todo el tiempo suceden cosas incontrolables y necesitamos aprender a resolverlas de la mejor manera. Así fue como planteamos la propuesta visual. Usted, Sebastián Hiriart y Matías Meyer, por mencionar algunos, son hijos de escritores que cambiaron la pluma por la cámara.
Creo que por salud mental está bien alejarse de lo que hacen los padres. No obstante, al menos en mi caso, estoy cerca de las historias porque crecí alrededor de ellas. En realidad nunca me cuestioné demasiado, simplemente se dio, muy natural. L FERNANDO ZAMORA
Tres directores para Almodóvar ESPECIAL
A
menudo se ha comparado a Almodóvar con Buñuel. Y es cierto, La edad de oro tiene un sentido del humor parecido a, digamos, Mujeres al borde de un ataque de nervios. Ambas películas se solazan “asustando” a la burguesía. En ambas hay una historia de amor que trasciende la salud mental. Pero Almodóvar fue más allá del surrealismo. Lo suyo fue un melodrama exuberante que resultaba incendiario no porque quisiera destruir los viejos valores. Más bien quería otros valores. Sus películas promovían una cultura matriarcal en que los hombres, y no las mujeres, eran objetos del deseo sexual. El valor de Julieta en el conjunto de la obra de Almodóvar estriba en que ha dejado atrás el surrealismo. Tal vez esto se debe a que la fuente de inspiración de Julieta son los personajes de Alice Munro. Con Munro, Almodóvar consigue retratar el universo de lo femenino sin tener que cuestionarse a sí mismo. El director no se burla ya de su condición masculina y con una serenidad que no tenía el primer Almodóvar transmite al público algo
Julieta. Dirección: Pedro Almodóvar. Guión: Pedro Almodóvar basado en cuentos de Alice Munro. Con Emma Suárez, Adriana Ugarte, Daniel Grao, Inma Cuesta. España, 2016.
que solo pueden los grandes artistas visuales: la contemplación. De Hitchcock, Almodóvar tiene el escrúpulo para filmar. Si su cine produce suspenso es porque el español piensa cada movimiento de cámara como un ajedrecista el movimiento de sus peones. En Julieta, Almodóvar puede contar efectivamente la historia de esta madre y su hija sobre todo porque sabe
dónde colocar la cámara y porque sus imágenes cautivan. Habiendo llegado hasta la farsa con Los amantes pasajeros, Almodóvar se parece a Hitchcock no tanto porque la historia de Julieta contenga un misterio que habrá de golpearnos llegado el momento sino más bien por la psicología de sus protagonistas. Las obsesiones de Pedro Almodóvar siguen siendo las mismas pero de Hitchcock,
@fernandovzamora
Almodóvar ha aprendido no solo lo más evidente. Como el inglés, Almodóvar ama el preciosismo. Parece inspirado particularmente en Vértigo, en esos colores brillantes que llegaron a su clímax en el rojo de Todo sobre mi madre. Desde el punto de vista visual tanto Hitchcock como Almodóvar están influidos por Edward Hopper, otro artista enamorado de la femineidad. Es de la imagen de donde se desprenden la psicología y el suspenso que nos mantienen interesados en Julieta, a pesar del tono melodramático, desde el principio hasta el fin. El tercer director con el que es interesante comparar a Almodóvar es con Woody Allen. Ambos están más cerca del esplendor del artesano que de la pretensión del artista que si no mira a las musas no dirige. Almodóvar y Woody Allen escriben y filman con paciencia de maestro medieval. Ambos ponen mucha atención en los detalles y lo hacen sin la falsa ilusión de ser originales. No es de extrañar que sean tan prolíficos. No necesitan de inspiración. Ambos trabajan con pasión machetera y hoy, con veinte películas filmadas, Pedro Almodóvar ha conseguido algo que nunca ha podido Woody Allen: una película seria. En Julieta, Almodóvar se encuentra a la altura del gran cine de Buñuel, de Hitchcock y Woody Allen. L
MILENIO
p. 11
sábado 9 de julio de 2016
ESCENARIOS
ESPECIAL
Escocia también es México Mendoza adapta el Macbeth de Shakespeare a la realidad convulsiva que impuso la Revolución mexicana TEATRO
E
ntre cientos de obras vistas, solo algunas son referencia. Un leve ejercicio de memoria, selectiva por naturaleza, recibe con nitidez imágenes e impactos dejados por montajes como La mudanza de Vicente Leñero, estrenada en 1979 con dirección de Adam Guevara y escenografía de Alejandro Luna, Mishima de Abraham Oceransky de 1993, Carta al artista adolescente de James Joyce que dirigió en 1995 Martín Acosta, y Cuarteto de Heiner Müller con dirección de Ludwik Margules en 1996, por mencionar algunas a las que ahora se suma Mendoza, que le extiende honrosamente la nacionalidad mexicana a Shakespeare. La adaptación de Macbeth a la época de la Revolución mexicana, hecha por Antonio Zúñiga y Juan Carrillo, basada en la idea original de éste último, se toma las licencias lingüísticas que el propósito de hacerla propia exige, así es que en lugar de valor o arrojo se habla de cojones y de huevos duros. El traidor raja, como lo hace un soplón, y Lady Macbeth, que en esta obra se llama Rosario, le ruega al Santo Padre en lugar de implorar a los ministros del crimen, que la socorran para cumplir sus intenciones. No solo cambian las palabras sino el tono, el ritmo, la contundencia que hay en decir: “¡Chingada mancha!” en lugar de “¡Lejos de mí esa maldita mancha!” El texto dramático incorpora poesía, metáforas, alguna frase de Juan Rulfo y a ratos un corrido, entre notas de guitarra. Una armónica contrasta con el sonido de trompeta y los golpes de tambor que surgen de sillas metálicas: objetos lanza, espada, cárcel y asiento. Bajo la dirección del joven Juan Carrillo, esta producción del grupo Los Colochos Teatro se abre un espacio entre el grupo de espectadores que arropa a los intérpretes, diseminados como un espectador más en las sillas que cubren cada lateral del escenario–arena, mientras la única bruja, que resume a las tres de la tragedia original, máscara puesta y gallina en mano, presagia sucesos funestos y ambiciones coronadas. La energía de los actores que intervienen en esta obra, su mirada que busca la de quien los
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
observa, su honestidad y confianza, logran que Mendoza conmueva, lo que muchas veces no consigue ningún Macbeth, aunque al personaje le suceda lo mismo. La connotación de las batallas que los personajes libran adquiere su sentido propio, aun cuando Mendoza es tentado. La historia se repite y nuestros antecedentes la nutren de los elementos necesarios para que avance rauda. Marco Vidal como Mendoza; Mónica del Carmen en el papel de Rosario y Bruja; Erandeni Durán como Trinidad; Leonardo Zamudio en el rol de Meco; Mario Eduardo D’ León, en alternancia con Martín Becerra, en los roles de Montaño y Medina; Germán Villarreal en el papel de García; Ulises Martínez como Esparza; Alfredo Monsiváis, en alternancia con Roam León, como Aguirre, y Yadira en el rol de Teresa, transforman la Escocia de Shakespeare en un México sin sueño. Los personajes visten como los espectadores junto a los que se sientan, salvo algún sombrero o una larga tela blanca que es capa, frontera, terreno, mantel y cuerpo de un niño. El diseño de Libertad Mardel equilibra el estatus de personajes y audiencia al plano humano. Picahielos, jergas, cubetas metálicas y estopa enrojecida, toman el lugar de dagas, espadas y sangre. Nadie se libra de lo que en el escenario ocurre, como si el tiempo evidenciara su ruta cíclica, hinchada de traición, ambición y venganza en una guerra perenne, donde caben los muertos de la Revolución, los 43 estudiantes desaparecidos, los políticos puercos y lo que está por venir. Mendoza es una obra que sorprende por la naturalidad con la que se dan los sucesos, por la complicidad entre todos los presentes, como si actores, director y espectadores le arrancaran siglos de costras a esta historia sin dejar de serle fiel. Carrillo establece un juego agudo, contradictorio, simbólico, luminoso y oscuro, al que le agrega un subtexto múltiple, legible en sonidos, en voces y palabras que sugieren más de un significado, en máscaras de líneas ingenuas que se petrifican, en objetos que remueven épocas, en un títere sin rostro que cobra vida para estallar sin piedad. L
La pieza dirigida por Juan Carrillo se presenta el viernes a las 20:30 horas en el Foro La Gruta del Centro Cultural Helénico
Un momento de La isla del unicornio mágico
Discurso a la ingenuidad MERDE!
L
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
a isla del unicornio mágico es un discurso a la ingenuidad para despertar con inteligencia. El sueño de unos niños que permanecen en una isla: ver pasar las guerras de la humanidad desde antes de la era de Cristo; de las disputas por el poder, el dinero y los recursos energéticos. Niños a los que no les afecta nada porque deciden la paz, la armonía, el amor. La vida por intuición en relación a la naturaleza, no la vida como ambición por ser, hacer, crecer y multiplicarse, con el dinero y los conflictos bélicos. Jayson McDonald, canadiense, escribió esta obra para un actor, pero los integrantes del grupo ROMM Producciones la adaptaron para los cuatro fundadores del grupo, e invitaron a dirigirlos a Ricardo Ramírez Carnero. Primer montaje del dramaturgo en México; vale la pena verlo; las razones: la candidez es un plato que se toma con aliento, sin el articulado ejercicio de la crítica que a todo le ve peros. Porque insisto: se trata de soñar, no saber lo que ya conocemos sobre la abominable historia de la humanidad. A jugar y acabar con los falsos principios en que está basado el mundo, ese donde la naturaleza es lo que menos importa; porque destruye el oxígeno que respiramos, porque mina sus recursos para construir robots al servicio del hombre. Masas, hordas, gente sin más pensamiento que la plusvalía. Roberto Duarte es el niño que no nos deja en paz y pide ser y hacer en relación a la ecología; Mónica Jiménez es la jipiteca que vive ambicionando lo que los Beatles nunca lograron: una oportunidad a la paz; Mauricio Pimentel es el ciego que anuncia la catástrofe, el siglo que vivimos en peligro; y Miguel Cooper, el dictador que todo lo aniquila: sus gestos son los de cualquier imperio que no piensa más que en guerras para la obtención de recursos financieros. Ricardo Ramírez Carnero es un director con la tradición de primero, y antes que nada, el actor, justo lo necesario para el montaje. Involucra al público desde la entrada, con globos de colores y la canción imprescindible: “All You Need Is Love”. El Foro Lucerna —en Lucerna 64, todos los lunes— tiene en La isla del unicornio mágico un proyecto de gran calado: el destino de la humanidad, ni más ni menos. De ese tamaño es el propósito ¡y la ingenuidad! Lo mejor es que la obra hace que sonriamos. Nada de tragedia. Para eso basta la realidad. El teatro es un sueño: vamos a vivir con calidez. El teatro es el espacio donde la vida renace y brinda la posibilidad del cambio mental. Regresemos al niño que llevamos dentro. Inventemos un mundo sin bombas atómicas, aunque al final desaparezcamos de la faz de la Tierra. Hermoso montaje. Sublime locura. Digno para niños o adultos que intuyen más y piensan menos. Teatro pobre, al desnudo, con solo los actores, tal como exigía el más experimentado de los teóricos de la escena, Jerzy Grotowski. Un discurso a la ingenuidad, logrado con la inteligencia de quienes saben hacer teatro. L
VARIA
sábado 9 de julio de 2016
p. 12
LABERINTO
MARMOINFORMA.MX
Si yo fuera maestro DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
TOSCANADAS
S
i yo fuera maestro lo sería porque me gusta enseñar, lo cual equivale a tener gusto por aprender. Pensaría que soy importante porque si algo le hace falta a este país es educación y, por lo tanto, buenos maestros. Al mismo tiempo pensaría que los maestros estamos haciendo algo muy mal y que un cambio es necesario puesto que la educación en México está por los suelos. Y aunque entiendo que el gremio necesita unidad, pondría por delante mi sentido
de la ética; no me prestaría a servir como carne de cañón para defender intereses que no son los míos ni los de la mayoría de mis compañeros maestros. Si yo fuera maestro daría la bienvenida a un mundo en el que la escalera del ascenso tuviese peldaños de mérito. ¿Alguien me quiere evaluar? Adelante, pues solo los imbéciles temen a las evaluaciones. Además es lo justo puesto que eso mismo hago yo para medir a mis alumnos. Y Dios nos agarre confesados el día en que los
LO QUE CONTEMPLAS
muchachos se insubordinen contra las evaluaciones, las tareas y los exámenes. No podría dar la clase de educación cívica si luego me diera por actuar como un vándalo. En todo caso me dedicaría más intensamente a dar ese curso, hablaría a mis alumnos sobre la clase política, sobre los líderes sindicales y cómo ambos poderes igualmente corruptos terminan por aplastarnos. De paso le regalaría a varios jerarcas de la iglesia algún libro de texto gratuito de Historia, para que sepan que calladitos se ven más bonitos. Sí, le escupiría al gobierno porque no reconozco ninguna autoridad moral en él, pero aceptaría que la mentada reforma educativa tiene puntos buenos y justos. Anden, les diría a los funcionarios, llevemos a cabo su reformita, pero vamos a hacerlo bien, honestamente, con eficiencia, buscando por sobre todo la dignidad de los maestros y la educación de los muchachos. Vámonos derechito, politicastros de a peso, porque si los vamos a seguir, si los vamos a aceptar como cabecillas, es porque no van a traicionar a este país como lo viven haciendo. Yo voy, señor presidente, con su reforma; pero muéstreme al mismo tiempo que tiene pantalones, porque no voy a estar siguiendo a un jefe de Estado sin autoridad, del que se ríen hasta los gobernadores de su propio partido. La gran mayoría de los maestros no somos unos zánganos, como sí lo son la mayoría de los funcionarios, así es que… ¿qué tal si acompañamos la reforma educativa con una reforma de la administración pública? Porque será cosa de risa que a los maestros nos evalúe el INEE como a ustedes los evalúa la SFP. Si yo fuera maestro sabría que tengo un deber con los chamacos. Me preguntaría qué sería de los maestros si tanta energía de resistencia la empleáramos para prepararnos mejor. No marcharía para cuidar un salario o unos beneficios que de cualquier modo se han ido deteriorando con tantos años de mala administración. Quizá la fórmula tendría que ser el trabajo, la productividad, la preparación, una sana militancia en sanos sindicatos. La fórmula tendría que ser la educación misma. Si yo fuera maestro sabría que un cambio es necesario; no podría no saberlo. No pensaría que ceder es señal de debilidad; mucho menos de humillación. No me sentiría poderoso por salir a las calles sino por entrar en las aulas. L ADRIANA DÍAZ ENCISO
adrianadiazenciso@gmail.com AFP
Fuera de Europa T
ras una semana sin internet ni teléfono, regresé después del referéndum a otro planeta, dominado por la locura colectiva. Ésté es, de hecho, el único gobierno que ofrece una impresentable clase política. Lo más curioso es cómo llegamos aquí: el primer ministro, David Cameron, quien no quiere que el Reino Unido salga de la Unión Europea, llama a un referéndum para preguntar si nos queremos ir. Para su consternación (y la de casi la mitad del país, que dijo “No”), el resultado es “Sí”. Lejos de asumir las consecuencias de su iniciativa, renuncia. A la casi mitad no nos queda claro si podemos hacer lo mismo. Treinta mil personas responden con una marcha en el centro de Londres; una marcha de frustración para decir “somos muchos”, “nos alarma la xenofobia y falta de unidad”, “a veces la democracia nos da asco”. Los mayores defensores de la campaña por irnos, Boris Johnson y Nigel Farage, también renuncian de inmediato, y se despliega un degradante espectáculo de deslealtades en los partidos Conservador y Laborista que los deja arruinados a ambos. La libra cae al nivel más bajo en 31 años. Población y políticos están aterrados; hay votantes arrepentidos; Europa nos humilla, y como nadie sabe qué pasó ni por qué, le echan la culpa al único político consecuente en el país, Jeremy Corbyn, el chivo expiatorio al que se culpa hasta de la lluvia. A decir verdad, nadie supo exactamente por qué votamos. Seguimos una corazonada: la gente con una
Protestas en Londres
visión parecida a la nuestra votaría por una u otra opción y la compañía del grupo nos alentaba, porque saber quién decía la verdad sobre lo que el voto implicaría era imposible. Se gastaron fortunas en propaganda de ambas campañas. Durante meses llegaban casi a diario volantes al buzón, en los que las predicciones y cifras del “IN” y el “OUT” eran perfectamente contradictorias, imposibles de comprobar entre un alud innavegable de información y opiniones. No había a dónde volvernos. Lo único que había era tensión, dudas, el neurótico delirio de las opiniones y el descontento social de uno y otro bando creciendo poco a poco hasta convertirse, en algunos, en una ostensible rabia. Así es: votamos porque había aparecido en el horizonte un referéndum que hasta hacía
poco parecía impensable, pero no supimos o no nos atrevimos a cuestionar cómo y por qué habíamos de hecho llegado a esas urnas, a emitir un voto cuyas consecuencias nadie entendía. El camino estuvo sembrado de división, con una miembro del Parlamento asesinada. Ahora, tras el aparente cataclismo, se ha radicalizado la tensión racial atada al complejo problema de la inmigración, envalentonando a algunos prestos a la agresión xenófoba. Se propone la independencia de Londres. El resto de Europa se agita. Y nadie sabe, de cierto, nada. Si queremos pruebas de que vivimos en un mundo delirante, cuyos discursos que a ciegas nos arrastran son espejismos sin sustancia, basta mirar a este juguete, roto y fuera de Europa. L