Laberinto No.716 (4/03/17)

Page 1

Laberinto

TODOS CON ORWELL alonso cueto p. 03

DIARIO DE OAXACA oliver sacks p. 06 y 07

MILENIO

NÚM. 716

sábado 4 de marzo de 2017 FOTO: UNIVERSIDAD CORNELL/ ESPECIAL

EU DESDE EL CAMPUS

pablo brescia, rose mary salum, sara poot, sylvia aguilar zéleny p. 04 y 05


ANTESALA

sábado 4 de marzo de 2017

p. 02

LABERINTO

ESPECIAL

Libreros ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

L

uego de sus efímeras mocedades en las vitrinas, una parte fundamental del ciclo de vida del libro radica en la posibilidad de seguir siendo frecuentado. Las librerías de segunda mano contribuyen a prolongar la longevidad del libro, le brindan refugio en sus horas de retracción u olvido y propician nuevos encuentros afortunados entre autores y lectores de las más distintas épocas. Las librerías de usado contribuyen de manera invaluable a sostener el ecosistema intelectual al contribuir a preservar la tradición y la diversidad, tan amenazadas por la uniformidad en la oferta y la rapidez en la exhibición y la circulación del libro contemporáneo. En México, estos establecimientos no solo han sido lugares de intercambio comercial, sino sedes de la conversación y centros de ebullición intelectual. Libreros (Secretaría de Cultura/ Ediciones Acapulco, México, 2016) es un bello volumen que se despliega en distintos rumbos: la celebración y exposición de los secretos de un oficio, la crónica de un linaje (varias generaciones de la familia López Casillas) unido por la vocación del culto al libro, el relato de la expansión del noble comercio del libro viejo en la Ciudad de

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

México y un conjunto de animadas postales urbanas sobre los barrios en los que se ha concentrado este comercio. El libro cuenta con el concepto editorial de Selva Hernández, con la relatoría de Mercurio López, y con el acompañamiento de bibliófilos como Cristina Pacheco, Javier Garciadiego, Vicente Quirarte, Bernardo Esquinca, Luigi Amara y Fernando Fernández. Comienza con un homenaje al patriarca y pionero del oficio, Ubaldo López Barrientos, y sigue con los trabajos y los días de los numerosos descendientes de la familia que se han consagrado al negocio del libro. Libreros cuenta la historia pormenorizada de decenas de espacios de venta, muchos desaparecidos, otros aún en funcionamiento, que se extienden desde la Lagunilla, pasan por la emblemática calle Donceles y llegan hasta los territorios de las colonias Roma y Condesa o el sur de la Ciudad de México. La evocación de estos espacios, surcada por anécdotas pintorescas e historias de vida, brinda a este volumen no solo un carácter de testimonio, sino una cualidad de simpatía literaria. Y es que alrededor de la venta del libro usado se ha formado

De continente a continente: americano busca relación seria con asiática.

Nostalgia de la guerra LOS PAISAJES INVISIBLES

¿

una amplia cadena humana y los estantes y pasadizos de las librerías deparan, entre su sombra y su polvo, un gozoso diálogo entre vivos y fantasmas y un haz de gestos y ecos sorpresivos. L

Hace cuánto tiempo no ganamos una guerra? El magnate metido a presidente planteó esta duda trascendental a sus adeptos, como si no se refiriera a una ofensiva sanguinaria que podría acabar con el planeta sino a una guerra comercial entre consorcios, esas guerras que se ganan con todo tipo de artimañas y que solo atentan, en pequeña proporción, contra la prosperidad de las empresas. ¿Hace cuánto no ganan una guerra? Con esta simple pero artera pregunta, el magnate encendió los ánimos de sus seguidores y anunció una colosal inyección de fondos para armamento. Esa industria es vital para las mentalidades liliputienses, los egos vacuos y el ardor primario de una sociedad que sostiene su patrioterismo en la idea torcida de que viven bajo amenaza permanente, de que el bad

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

hombre está al acecho y que hay que dormir con la escopeta debajo de la almohada. Ya sabemos que el magnate hecho presidente no lee ni el ticket de un McDonalds. Su equipo publicitario ha logrado, incluso, forjar su leyenda como una especie de antihéroe en pleno siglo XXI, el siglo que en algunas latitudes es el de la salud física y mental, el del debate, el acuerdo, lo políticamente correcto: el elegido presidente sigue un régimen de comida chatarra, su visión del mundo proviene de los gurús televisivos, menosprecia la libertad de prensa, es fiel al nepotismo, ha logrado colocarse en los reflectores con el único recurso de la red social de 140 caracteres, mensajes que seguramente no redacta él mismo (si no lee ni el ticket de un Dunkin Donuts, ¿cómo podría condensar sus ocurrencias en tan pocas letras?). El magnate es el paradigma de la imagología para analfabetas.

Pero volviendo al punto. Si por casualidad aquellos que se prendieron con el alegato de las guerras que no han ganado, se asomaran, digamos, a novelas como Johnny cogió su fusil, de Dalton Trumbo, o mejor aún, a La piel, de Curzio Malaparte, tal vez entenderían el enorme disparate que representa esa absurda, irracional preocupación. Malaparte, por haber sido italiano, quizá tenga mayor autoridad moral para explicarles a esos nostálgicos de las bombas y cañones, lo que es en realidad estar entre la tropa, todo lo que implica salvar la piel: una degradación en espiral, una caída que no tiene fondo y es cada vez más oscura, dolorosa, en la que los pellejos de vencedores y vencidos quedan en jirones. Malaparte viaja de un extremo a otro por la abyección del alma: Nápoles, en 1943, se había convertido en un prostíbulo en el que todos los cuerpos y los sexos de todas las edades estaban disponibles; era un circo en el que a falta de animales, compensaba su fealdad con los freaks de la supervivencia cotidiana; una cloaca pestilente y miserable en que la infantería de EU era a ratos amable y servicial pero en mayor medida, la más vulgar y más brutal. Y sí. La novela de Malaparte trata de esa batalla necesaria del siglo pasado, la Segunda Guerra Mundial, la de los Aliados contra Hitler y el fascismo, pero es por esto mismo que su recuerdo es indispensable: los nostálgicos de los tanques y los misiles que comparten la inquietud de su presidente, aún no se han dado cuenta de qué lado podrían colocarse en esta historia. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

p. 03

× J UA N

M A N U E L

ANTESALA

sábado 4 de marzo de 2017

ESPECIAL

G Ó M E Z ×

Dos poemas Publicado por la UAM, Como un pez rojo reúne la poesía del autor. Se trata de un viaje por los registros de una escritura que apuesta por el vitalismo y la introspección FUE ASÍ QUE UN DÍA…

F

ue así que un día llegué al mundo Había un gran río Dos mil Naranjos Vacas y caballos Vivos Venía de una casa de piedra Estéril Tierra fría Aquí, donde llegué Había en cambio tanto Y vivo Y caliente EL ECO…

E

l eco de una sola risa Resuena dentro De la calavera Abrazados andábamos Rumbo al chiquero A picarle el culo a las puercas calientes Sísifos precarios Al revés Nos aventábamos de la colina En una llanta de tractor Subir el vehículo Era fácil Lo duro era parar

× E K O × E X L I B R I S × F R A N Z S C H U B E R T: L A M U E R T E Y L A D O N C E L L A ×

Todos con Orwell LA GUARIDA DEL VIENTO

A

ALONSO CUETO

lo largo de una vida corta y turbulenta (1903–1950), George Orwell fue un rebelde por vocación. Nacido en Motihari, en la India, en una familia que describía como de “clase media alta y baja”, al año de nacido regresa con su madre y su hermana a Inglaterra. Muy joven (cuando todavía se llamaba Eric Blair), partió a Birmania, donde se convirtió en miembro de la Policía Imperial. Después de largos recorridos por el país, decidió renunciar a la policía. Había decidido ser escritor. A su regreso, decide conocer a fondo los barrios de Londres de la mejor forma. Se hace pasar por un mendigo. Como no quiere que relacionen a su familia con su nueva identidad, adopta el nombre de George Orwell que según uno de sus amigos es un “nombre inglés y redondo”. Uno de los episodios más notables de su biografía es su participación en la Guerra Civil española. Al llegar a Barcelona decide ir a pelear a las trincheras: un error que casi le cuesta la vida. Orwell medía un metro ochenta y ocho, y las trincheras están hechas para hombres más bajos. Muy pronto una bala le atraviesa la garganta. En 1938 iba a dar cuenta de sus experiencias en su Homenaje a Cataluña. En 1949, poco antes de morir, publica su novela canónica. Su protagonista, Winston, trabaja en el Ministerio de la Verdad (encargado de falsear la historia y de la propaganda) de un país imaginario. Otros ministerios son el del Amor (encargado de las torturas) y el de la Abundancia (encargado de las hambrunas). Winston es en realidad un opositor al régimen, en alianza con su cómplice Julia. Pero como en este país imaginario todos están vigilados, el Gran Hermano se entera muy pronto de sus ideas. Ambos son capturados por la Policía del Pensamiento y enviados al Ministerio del Amor para ser torturados. 1984 se sigue leyendo aún hoy como una gran historia de suspenso. La novela, dicho sea de paso, pudo estar basada en un poema de su esposa Eileen O’Shaugnessy. Una de las contribuciones británicas más importantes, la ironía, siempre fue un rasgo esencial de su protesta. De su crítica al estalinismo en Rebelión en la granja proviene la frase: “Todos los animales son iguales pero algunos son más iguales que otros”. En 2016, 1984 fue uno de los libros más vendidos en Estados Unidos. Ahora que las cámaras de seguridad nos vigilan y que un presidente ataca a la prensa y habla de “hechos alternativos”, los lectores han ido en busca del escritor que describió este mundo. Las novelas hacen las profecías de la historia. L

http://www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


LABERINTO

p. 04

EU desde el campus Cuatro académicos latinoamericanos en universidades estadunidenses comparten el escéptico, sombrío estado de ánimo de sus alumnos inmigrantes, dreamers cuyo futuro no es nada alentador ante las políticas xenófobas y racistas impulsadas por Donald Trump ESPECIAL

El día después PABLO BRESCIA

E

l 9 de noviembre de 2016 dediqué veinte minutos a que mis estudiantes de literatura se expresaran de la manera que quisieran o necesitaran sobre política. No iba a intervenir a menos que me lo pidieran. Algunos lloraban, a otros se les notaba la rabia en la voz, muchos estaban muy preocupados. Alguien declaró haber votado a Trump porque no toleraba “la corrupción de Hillary”. Todos agradecieron la oportunidad de expresarse. Hasta que una estudiante de Filosofía me preguntó: “¿cómo le encontramos un sentido a esto, cómo lo ve usted?” Rechacé mentalmente el prejuicio de que por el hecho de ser su profesor podía explicar o incluso entender lo que había pasado. Pensé, sin embargo, que la literatura justamente, aunque tal vez no precisamente, ayuda a producir sentidos. Estábamos en una clase sobre literatura fantástica y de ciencia ficción latinoamericana y se me vinieron a la cabeza las ficciones distópicas que ahora se venden como pan caliente (1984, de George Orwell, y The Handmaid’s Tale, de Margaret Atwood, por ejemplo). Y también se me vinieron a la cabeza las teorías de Borges y Cortázar sobre la doble historia en el cuento que retomara el recientemente fallecido Ricardo Piglia. Según ellos, todo cuento memorable cuenta dos historias: hay una visible, superficial, y otra secreta, oculta, que emerge en algún momento y se cruza con la primera. Y les comenté a mis estudiantes que me parecía que la historia visible de las elecciones es la que se contaban a sí mismos los votantes a favor de Trump: votaron por el cambio y por el anti sistema. Esto es, en términos literarios, la tradición de la ruptura de la que hablaba Octavio Paz. En términos políticos, ocho años parecen ser el límite de cualquier partido o tendencia. A esto se agrega unos de los pilares ideológicos de la sociedad estadunidense que, simultáneamente, respeta a las instituciones y desconfía del gobierno. Lo saliente en esta historia visible es que ahora Trump, que hizo campaña con amenazas de encarcelar a su oponente y “drenar el pantano (Washington)”, se ha convertido en el sistema; es el presidente y está por verse si logra resolver esa contradicción. La historia secreta, la que no se ve pero que surge como el monstruo del Lago Ness, es la del Estados Unidos que también es real: fue un voto de castigo y una represalia hacia un presidente que fue lo mejor que le pasó a Estados Unidos en mucho tiempo. Barack Obama no fue el símbolo del progreso natural de la especie estadunidense, algo que él mismo promulgaba; fue una especie de aberración. Se votó, así, en contra de un hombre negro y en contra de una mujer, descubriendo otro pilar ideológico de este país: el racismo, el sexismo, la intolerancia y el individualismo mal entendido que también lo hacen ser lo que es. Pero, sobre todo, se votó a un vendedor, a un embustero. En Argentina dirían: “les vendieron un buzón”, frase que refiere a un viejo chiste que engaña a los crédulos. Esta película, de cuatro meses, o cuatro u ocho años, se llama “La coronación del vendedor de buzones”. Y no termina bien. Ingresamos en la etapa más oscura, política y socialmente, desde que llegué a Estados Unidos en 1986. Tengo muchos amigos inmigrantes. Veo la preocupación y el miedo en sus caras. Pero el ahora presidente de Estados Unidos ha sido consistente en su total deshonestidad. Es alguien que cree en sus propias mentiras, como si viviera en una realidad alternativa, un universo paralelo. Nuestra generación no pudo o no supo reaccionar ante este estado de las cosas, ocupados en nuestras ocupadas vidas, mientras la televisión, Internet, Facebook o Instagram nos distraen de constituirnos en sujetos políticos y cívicos. L Profesor de Literatura en la Universidad del Sur de la Florida.

Universidad de Texas

La celebración de la ignorancia

E

ROSE MARY SALUM

l futuro en Estados Unidos no se ve con mucho optimismo. No es ningún secreto que el anti intelectualismo ha sido una constante en este país. Hay una tendencia consciente de la población norteamericana a evitar todo tipo de temas que requieran de lecturas o incluso de nada que tenga que ver con el pensamiento profundo. El triunfo de la cultura del video sobre la cultura de la imprenta es producto de un bajísimo nivel de educación formal de los estadunidenses. Las ideas de anti elite, anti razón y anti ciencia han sido infundidas en el tejido político y social de Estados Unidos. Es como si existiera un culto a la ignorancia que ha llevado a la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia vale tanto como el conocimiento del otro. Parte de la razón del creciente anti intelectualismo se puede encontrar en el declive de la educación, sobre todo cuando esos niveles educativos se comparan con los de otros países industrializados. Y aquí cabe recordar a Victor Hugo cuando dice que la verdadera división entre los hombres se encuentra entre los que se han cultivado y los que aún no lo han hecho. Desafortunadamente, con el triunfo de un candidato del Partido Republicano que, debo aclarar, no es más que el portavoz de un numeroso grupo de personas, en su mayoría, sin educación formal o un título profesional, esta actitud frente al mundo se vuelve a legitimar. Porque el mismo presidente ha dado muestras de una ignorancia profunda. Simplemente desconoce la Constitución, cómo funciona la división de poderes que los fundadores del país impusieron con el fin de evitar expresiones autoritarias de cualquier gobernante en turno. Y es que cuando se tiene a un presidente que ha llegado al poder a base de

una demagogia brutal (porque ni siquiera tiene carisma), su desconocimiento lo hace sustituir un gobierno democrático que incluye al Congreso y a los poderes legislativo y judicial con paquetes de órdenes ejecutivas que, al desconocer el funcionamiento de las dinámicas internas del gobierno, crean caos y controversia. Cuando se tiene en el poder a un presidente que abiertamente no se ha desligado de sus negocios y todo lo que hace va dirigido a favorecerlos; cuando tiene parte de su familia dentro de su equipo de asesores y los lleva y trae en sus juntas con jefes de Estado, cuando tiene dentro de su gabinete a personajes como Conway o Miller que las 24 horas del día buscan la manera de hacer pasar por verdad hechos alternos y horas después desdicen lo recién confirmado; cuando se tiene a una persona que infringe la ley pero no hay un sistema coercitivo que entre en función dado que el Congreso tiene mayoría republicana; cuando se tiene a un presidente que cuelga el teléfono a los dignatarios de otros países como si fueran sus súbditos; cuando se tiene a una persona en el poder que quiere dar al traste décadas de relaciones comerciales con México para ganarse el voto de los iletrados, el panorama no se ve muy optimista, más bien crea incertidumbre y miedo. La celebración de la ignorancia solo trae consigo más ignorancia. Y frente a un futuro incierto y poco optimista, la única forma de volver a recuperar algunas certezas es a través de la educación y el conocimiento… por más pereza mental que dé acceder a ellos. L Colaboradora de la Academia Norteamericana de la Lengua y profesora de escritura creativa en la Universidad de Rice, Houston.


p. 05

sábado 4 de marzo de 2017

ACTUALIDAD

ESPECIAL

Los libros como puerta de entrada SARA POOT HERRERA

A

l aceptar el puesto de “mexicanista” que me ofrecieron en una universidad de Estados Unidos, decidí que México no sería mi pasado, sino que estaría allí —en México— y estaría aquí, en la Universidad de California de Santa Bárbara —declarada en los últimos tiempos como “Hispanic Serving Institution”—, que es donde llego de lunes a viernes antes de las ocho de la mañana y salgo después de las cinco de la tarde. Pregunto a los jardineros si sus hijos hablan español y me dicen “los grandecitos, sí, pero los chicos menos; entienden cuando les hablo en español pero contestan en inglés. Ya ve cómo son esos muchachos, les da flojera”. Ahora me pregunto cómo resolverán su vida cotidiana en caso de tenerse que ir a México o a otro país latinoamericano. ¡Quién lo iba a decir! Sus padres aprendieron (o medio aprendieron) inglés aquí y ahora ellos tendrán que aprender español allá. Nada de que el español se extiende en Estados Unidos. Es para muchos una lengua no prestigiada; sí, la de Cervantes, la de Sor Juana, la de los padres de estos niños, de sus abuelos. Converso también con los cocineros en los restaurantes de la ciudad, y con quienes trazan el arco iris de los jardines y ponen su marca en las construcciones coloniales aunque no su firma. Por cierto, el pasado jueves 16 de febrero intenté cenar en un restaurante, en otro y en otro, pero sus luces estaban apagadas y en las puertas un letrero que apoyaba el “Día sin inmigrantes”. Ya esa mañana mis estudiantes me habían dicho que era el día del inmigrante, y empezamos a conversar. Les gusta ser escuchados. Nos fuimos a mi oficina, por donde han pasado cientos de ellos (y no solo mexicanos; o no solo michoacanos, que lo son en su mayoría al menos en California, todos orgullosos de ser familiares de Lázaro Cárdenas, todos). Y esa mañana hablamos de los dreamers (algunos prefieren ya no llamarse así; nada de que sus padres son “malos” y ellos merecen lo mejor); hablamos también de DACA, el permiso provisional que les permite trabajar y estudiar. “¿Y todos necesitan ese permiso?” “Bueno, quienes no tenemos documentos, y ahora no sabemos si se nos renovará o no”. ¿Qué pasará? Nadie sabe nada, es la incertidumbre, dicen. Mientras tanto la vida continúa casi igual que antes. Pero no igual, pues en cada familia hay problemas de migración. “A mi tío se lo llevaron”, dice una estudiante que casi no habla. “De dónde”, pregunto. “De su casa”, contesta la estudiante. “¿Y cuándo fue?” Hace cuatro meses. “¡Cómo!”, salto del asiento. “Y quiere volver porque aquí están sus hermanos”. “Luego no es nueva la situación”, comento. “No”, dice otro chico, “pero ahora ya no solo te detienen en el trabajo, en la casa, sino en la calle también. No hay que abrir la puerta”. Cuando llegué a UCSB pensé que esos estudiantes tenían resuelta su economía, todos bien nutridos, bien vestidos, protegidos, con automóvil, sin problemas económicos. El día que me encontré a Fabiola a las 7:30 de la mañana trabajando en la cafetería; a las 12 en el restaurante, a las 4, de bibliotecaria; a las 7 de acomodadora de sillas en el teatro, donde me saludó y me dijo que se iba ya porque tenía que limpiar dormitorios, supe que no era así. Había que trabajar, y mucho, para pagar el alojamiento y la comida. Y tomar en cuenta que, titulándose, hay que conseguir un buen empleo para cubrir la deuda de estudiar en una universidad. Para muchos, el futuro es más incierto que antes. Mientras tanto, entre pros y contras acerca de la política actual, las diferentes opiniones, la realidad y las emociones cambiantes y renovadas, la vida sigue digamos igual. Pero la incertidumbre es el pan de cada día. ¿Qué hacer con ella? Hablarla, exorcizarla, tener siempre abierta la puerta de la oficina para que ésta sea un santuario con el libro abierto como documento de entrada. Así vivo en la universidad estos tiempos nuevos, que ya queremos que maduren y sus frutos sean estos estudiantes, primera generación que aún llega con olor de campo a nuestro campus y lo hacen suyo. En serio, ¿será así? Es nuestra ilusión, con la de ellos, el puente a la esperanza. L Profesora del Departamento de Español y Portugués de la Universidad de California en Santa Bárbara.

El edificio Ezekiel W. Cullen de la Universidad de Houston

Pensar es un acto de resistencia

R

SYLVIA AGUILAR ZÉLENY

ealmente creí que no iba a ganar. Pero ocurrió que cuando despertamos, Él ya estaba ahí. Esa mañana, arrastré mi ánimo hasta el aula, decidida a no ignorar lo ocurrido. Aquí es cuando explico algunas cosas. Vivo en El Paso, Texas, desde 2010. Vine a hacer un posgrado y terminé haciendo mi vida aquí. En 2011 comencé a dar clases a nivel licenciatura en la Universidad de Texas. En 2013 comencé a dar clases en El Paso Community College, uno de los espacios más diversos y más enriquecedores para dar clases porque 1) mis alumnos son chicos recién egresados de prepa, amas de casa, adultos mayores que finalmente se dan la oportunidad de estudiar, soldados que buscan otra carrera —es decir, otra vida—; gente que tiene años en la vida laboral sin un título que avale su experiencia; 2) mis alumnos son de la comunidad LGBTQ, musulmanes, indígenas, veteranos del ejército, madres solteras, y, por supuesto, 3) inmigrantes, muchos, tantísimos inmigrantes, de México, principalmente, pero también de Nigeria, China, Corea, Bangladesh, Pakistán… Ese día fui al grano, les dije a mis alumnos: “estoy triste, estoy asustada”. Les dije: “este presente y su futuro me enojan”. Les dije: “necesito creer en algo, en lo que sea, en algo”. Para no dejar las clases de ese día en charla, los hice redactar un contrato para hacerme creer. En dos párrafos mis alumnos describieron a qué se comprometerían como hombres, mujeres, jóvenes, adultos, veteranos, residentes todos de este país, para darle cara a lo que viene. Para no dejar sus planes en una tarea más, hice mi parte del trabajo. Inicié 2017 con un modificado, agregué lecturas de Elie Wiesel, Art Spiegelman, Huner Saleem, Mario Alberto Zambrano, Reyna Grande, Justin Torres, Jacqueline Woodson, Octavia Butler. El alma de mis alumnos se enciende de a poquito con estos autores. En realidad, hice lo que muchos de mis colegas están haciendo en este país: crear estrategias en el aula porque pensar es también un acto de resistencia. ¿Por qué lo hice? Porque estoy triste, estoy asustada, estoy enojada de las noticias que día a

día nos hablan de propuestas presidenciales que parecen pasos atrás, pareciera que despertamos y estamos de nuevo ajustados a una moral y una política con tintes de fascismo, a una visión clasista, racista, patriarcal. Estoy triste, estoy asustada, estoy enojada al ver cómo un país que, construido sobre ese gran aparato que es la inmigración, habla ahora de muros y restricciones, castigos y rechazos. Este país que apenas comenzaba a dar pasos para borrar tristes escenas de abuso contra afroamericanos, inmigrantes, miembros de la comunidad LGBTQ, mujeres, niños… Este país que comenzaba a dar sólidos pasos en tanto a salud reproductiva, educación, derechos humanos, se tambalea bajo el mando de alguien que de política sabe lo mismo que una rana de las humanidades. De poco sirve decir “Estados Unidos tiene el presidente que se merece”. De poco sirve darle vuelta a las intrigas políticas para ver cómo es que llegamos aquí. Lo que importa, lo que sirve, lo que sí resta hacer es asumir que este nuevo escenario impactará nuestras vidas y que, por tanto, necesitamos construir #resistencia. Trump dice que una nación sin fronteras no es una nación, que por eso hay que construir el muro. Yo digo que ese muro, su muro, tiene tiempo ahí. Yo digo que sus ideas, sus propuestas, también tienen tiempo ahí, es solo que él se ha atrevido a decirlo todo en voz alta y sin pensar. ¿Qué nos resta? Nos resta hacer de su muro un lienzo enorme, una página gigante, un telón largo, una duela interminable, para llevar a cabo actos de #resistencia. Porque lo que no podemos permitir es que sobre este muro, sobre este país, sobre este presidente, crezca una enredadera de apatía. No me queda sino creer que esta elección, este presidente, es así como tocar fondo, el más fondísimo fondo, para salir adelante. Para construir algo mucho, tan, dios mío, qué mejor. No hay más. L Egresada del MFA en Escritura Creativa de la Universidad de Texas y profesora de composición y análisis literario en El Paso Community College.


LABERINTO

p. 06

Diario de Oaxaca Publicado en 2002, y con una primera versión al español de 2003, el Diario de Oaxaca representa el primer encuentro del neurólogo inglés con México para unirse a un viaje de exploración por el mundo inextinguible de los helechos. Una nueva traducción, a cargo de Jordi Fibla y que comenzará a circular en unos días en México, acaba de aparecer bajo el sello de Anagrama, con cuyo consentimiento presentamos este avance

GETTY IMAGES

OLIVER SACKS

VIERNES

Me ilusiona pasar una semana lejos del gélido invierno neoyorquino, en Oaxaca, donde voy a reunirme con unos amigos botánicos y a llevar a cabo una incursión en busca de helechos. Ya en el avión, de la línea Aeroméxico, hay un ambiente distinto al que he visto en ningún otro vuelo. Apenas hemos despegado cuando la mayoría de los pasajeros se levanta, y mientras unos charlan en los pasillos otros abren bolsas de comida, e incluso algunas madres amamantan a sus pequeños, una escena social similar a las de un café o un mercado mexicano. Al subir a bordo, me siento ya en México. Los letreros luminosos que indican la necesidad de mantener abrochados los cinturones de seguridad aún están encendidos, pero nadie les presta atención. He tenido un atisbo de esta sensación en aviones españoles e italianos, pero aquí está mucho más marcada: esta fiesta inmediata, este ambiente risueño a mi alrededor. ¡Cuán esencial es ver otras culturas, ver hasta qué punto son especiales, locales, y lo poco universal que es la tuya! En contraste con el de este avión, el ambiente en la mayor parte de los vuelos estadunidenses es rígido y carece de alegría. Empiezo a pensar que voy a disfrutar de esta visita. En cierto sentido, es muy poco el goce “permitido” en estos tiempos, y sin embargo no hay duda de que la vida está para gozarla. Mi vecino, un jovial hombre de negocios de Chiapas, me desea “Bon appetit”, y luego, cuando llega la comida, la versión española de estas mismas palabras: “¡Buen provecho!” No entiendo nada de lo que dice el menú, por lo que acepto lo primero que me ofrecen, un error, ya que resulta ser una empanada, mientras que yo prefería pollo o pescado. Lamentablemente, mi timidez y la incapacidad de hablar lenguas distintas a la mía constituyen un problema. La empanada no me gusta, pero como una poca considerándolo parte de mi aculturación. Mi vecino me pregunta el motivo de mi visita a México, y le digo que formo parte de un grupo de botánicos que se dirigen a Oaxaca, en el sur del país. Varios de los pasajeros procedemos de Nueva York, y nos encontraremos con los demás en la Ciudad de México. Al saber que ésta es la primera vez que visito México, el hombre me habla con entusiasmo del país y me presta su guía. No debo pasar por alto el enorme árbol de Oaxaca, que tiene milenios de antigüedad, una célebre maravilla natural. Le respondo que, en efecto, he oído hablar de ese árbol, que ya en mi infancia vi fotos suyas y ésa es una de las cosas que me ha atraído de Oaxaca. El mismo amable compañero de viaje, al observar que he arrancado las últimas páginas e incluso la portadilla de un libro para escribir en ellas, y que ahora estoy preocupado por la falta de papel, me ofrece dos hojas amarillas de un bloc (he cometido la estupidez de guardar mi bloc de hojas amarillas y un cuaderno de notas en el equipaje principal). El hombre se da cuenta de que he aceptado la empanada que me ofrecían cuando es evidente que no sé de qué clase de comida se trata, como es también evidente que no me gusta, así que vuelve a prestarme su guía, sugiriéndome que examine el glosario bilingüe de alimentos mexicanos que contiene. Por ejemplo, debo tener cuidado y distinguir entre “atún” y “tuna”. Esta última palabra es idéntica a la inglesa que significa atún, pero en realidad se refiere a una clase de higo chumbo. Con lo que podrían servirme fruta cuando lo que deseo es pescado.

La guía contiene una sección sobre plantas, y me intereso por la “mala mujer”, un árbol de aspecto peligroso con unos pelos punzantes que parecen de ortiga. Mi vecino me dice que, en las salas de baile de los pueblos, los jóvenes arrojan ramas de ese árbol para que todas las chicas se rasquen. Es algo que oscila entre la broma y el delito. “¡Bienvenido a México!”, exclama mi compañero cuando aterrizamos, y añade: “Aquí encontrará usted muchas cosas originales y de gran interés”. Cuando el avión se detiene, me da su tarjeta de visita. “Llámeme por teléfono”, me dice, “si puedo ayudarle de alguna manera durante su visita a nuestro país”. Le doy mi dirección, que apunto en un posavasos, pues no tengo tarjetas de visita. Le prometo que le enviaré uno de mis libros, y cuando veo que su segundo nombre es Todd (“mi abuelo era de Edimburgo”), le hablo de la parálisis de Todd, una parálisis transitoria que a veces sigue a un ataque epiléptico, y le prometo incluir una breve biografía del doctor Todd, el fisiólogo escocés que descubrió la enfermedad. Estoy muy conmovido por la amabilidad y cortesía de ese hombre. ¿Es acaso una característica latinoamericana? ¿Es algo personal? ¿O simplemente se trata del breve encuentro que tiene lugar en trenes y aviones? ◆◆◆ Disponemos de tres horas de asueto en el aeropuerto de la Ciudad de México, mucho tiempo antes de enlazar con el vuelo a Oaxaca. Cuando voy a almorzar con dos miembros del grupo (apenas los conozco aún, pero nos conoceremos muy bien dentro de pocos días), uno de ellos mira el pequeño cuaderno de notas que tengo en la mano. “Sí”, le digo, “llevo un diario”. “Pues tendrá mucho material”, replica. “Somos un grupo de tipos más raros que un perro verde”. Me digo que no, que somos un grupo espléndido, entusiasta, inocente, en absoluto competitivo, unido en nuestra pasión por los helechos. Somos aficionados (amateurs, es decir, amantes en el mejor sentido de la palabra), aunque algunos tienen un conocimiento más que profesional, una erudición enorme. Entonces me pregunta por mis intereses especiales y mi conocimiento en el campo de los helechos. “Yo no..., solo voy a pasearme con vosotros”. En el aeropuerto nos recibe un hombre corpulento, con camisa a cuadros, sombrero de paja y tirantes, recién llegado de Atlanta. Hace las presentaciones de él, David Emory, y de su esposa, Sally. Me dice que en 1952, en Oberlin, fue a la universidad con nuestro amigo común John Mickel, el organizador de este viaje. En aquel entonces John aún no se había graduado, y David, que era un estudiante de posgrado, fue una de las personas que lo orientó hacia el campo de los helechos. Me dice que le hace mucha ilusión reunirse con John en Oaxaca. Solo se han visto dos o tres veces desde que fueron condiscípulos, hace casi cincuenta años. Cada uno de esos encuentros se ha debido a expediciones botánicas, y la vieja amistad, el entusiasmo de antaño, ha vuelto al instante. Cuando se reúnen, el tiempo y el espacio quedan anulados. Convergen desde zonas horarias y lugares distintos, pero los une el amor y la pasión que sienten por los helechos. Tengo que confesar que mis preferencias se decantan no tanto hacia los helechos como hacia las plantas emparentadas con ellos: los licopodios (Lycopodium), las colas de caballo (Equisetum) y las criptógamas Selaginella y Psilotum. David me asegura que también encontraremos esas plantas en gran cantidad: en el último viaje a Oaxaca, que tuvo lugar en 1990,


p. 07

sábado 4 de marzo de 2017

DE PORTADA

ZÓCALO DE OAXACA/ ESPECIAL

descubrieron una nueva especie de licopodio, y existen muchas especies de Selaginella. Una de ellas, la doradilla o “helecho de la resurrección”, puede verse en el mercado, en forma de roseta aplanada, de color verde apagado y que parece muerta pero adquiere una vitalidad sorprendente en cuanto llueve. Y David añade que en Oaxaca hay tres clases de equisetos, entre los que figura el más grande del mundo. “Pero el Psilotum”, le digo con ansiedad. “¿Qué me dice del Psilotum?” Y me responde que también hay Psilotum, y no una sola, sino dos especies. ◆◆◆ En mi infancia me encantaban esas plantas primitivas como las colas de caballo y los equisetos, antecesoras de las que proceden todas las plantas superiores.1 En el exterior del Museo de Historia Natural de Londres, la ciudad donde crecí, había un jardín de fósiles, con los troncos y raíces fosilizados de equisetos y colas de caballo gigantes, y dentro del museo había unos dioramas que reconstruían el aspecto que pudieron tener los antiguos bosques paleozoicos, gigantescos equisetos de treinta metros de altura. Una de mis tías me mostró equisetos modernos (de solo sesenta centímetros de altura) en los bosques de Cheshire, con los tallos rígidos, provistos de artejos, y los estróbilos semejantes a pequeñas piñas y minúsculos licopodios y Selaginellas. Pero no pudo enseñarme el más primitivo de ellos, pues el Psilotum no crece en Inglaterra. Las plantas que se le parecen, los Psilophiton, fueron pioneras, las primeras plantas terrestres que desarrollaron un sistema vascular para transportar agua a través de los tallos, lo cual les permitió instalarse en tierra firme hace cuatrocientos millones de años y preparar el camino a todo lo demás. Aunque en ocasiones se le dé el nombre de helecho, el

Psilotum no lo es en absoluto, pues carece de raíces propiamente dichas y de frondes; de hecho, se trata de un tallo verde indiferenciado que se bifurca, poco más grueso que una mina de lápiz. Pero, a pesar de su aspecto humilde, era uno de mis favoritos, y me prometí que algún día lo vería en su medio natural. Crecí en los años treinta en una casa cuyo jardín estaba lleno de helechos. Mi madre los prefería a las plantas con flores, y aunque no faltaban las rosas, que ascendían por las paredes sujetas a espalderas, la mayor parte de los parterres de flores estaban llenos de helechos. Teníamos también un invernadero con las paredes de cristal, siempre cálido y húmedo, donde pendía un helecho de gran tamaño y se podían cultivar Tengo que confesar helechos delicados y que mis preferencias diáfanos y helechos se decantan no tanto tropicales. Algunos hacia los helechos domingos, mi madre como hacia las plantas o una de sus hermanas, emparentadas con ellos que también tenía inclinaciones botánicas, me llevaba a los Jardines de Kew, donde vi por primera vez los imponentes helechos arborescentes coronados con frondes a seis o nueve metros por encima del suelo, así como simulacros de los desfiladeros con paredes cubiertas de helechos de Hawái y Australia. Eran, sin duda, los lugares más bellos que había visto. Mi madre y mis tías habían heredado el entusiasmo por los helechos de su padre, mi abuelo, quien llegó a Londres procedente de Rusia en la década de 1850, cuando Inglaterra estaba en medio de la pteridomanía, la moda victoriana de los helechos. Eran innumerables las casas, como la de mi familia, que tenían terrarios (cajas de Ward)2 con helechos variados, en ocasiones, excepcionales y exóticos. La moda de los helechos

había finalizado casi por completo hacia 1870 (no fue el menor de los motivos que hubiera ocasionado la extinción de diversas especies), pero mi abuelo conservó sus cajas de Ward hasta su muerte, en 1912. Los helechos me encantaban por sus volutas, sus frondes circinados, su calidad victoriana (similar a la de las cubiertas con encajes para proteger los muebles y las cortinas con volantes de nuestra casa). Pero, sobre todo, me maravillaban por su origen tan antiguo. Mi madre me decía que el carbón que calentaba nuestra vivienda se componía, en esencia, de helechos u otras plantas primitivas, muy comprimidas, y a veces, al partir las bolas de carbón, veíamos los fósiles. Los helechos habían sobrevivido, con escasos cambios, durante trescientos millones de años. Otras criaturas, como los dinosaurios, surgieron y se extinguieron, pero los helechos, de apariencia tan frágil y vulnerable, sobrevivieron a todas las vicisitudes, a todas las extinciones que conoció la Tierra. Los helechos y sus fósiles fueron los primeros en estimular mi gusto por el mundo prehistórico. L

NOTAS

1 O eso era lo que se decía cuando era niño. En la

actualidad, y basándose no solo en la morfología o la secuencia de las plantas antiguas en el registro de los fósiles, sino también en la secuencia del ADN, los investigadores son contrarios a un linaje tan simple, y señalan que los licopodios, los helechos (incluidos sus parientes) y las plantas con semillas constituyen los tres linajes principales de las plantas vasculares, todas las cuales probablemente evolucionaron a partir de un antepasado común en el silúrico. 2 Tipo de terrario con los lados y la parte superior de vidrio, usado especialmente para transportar plantas vivas. El nombre procede del botánico inglés Nathaniel B. Ward (1791–1868). (N. del T.)


CIENCIA

sábado 4 de marzo de 2017

p. 08

LABERINTO

ESPECIAL

Hidrógeno metálico: piedra filosofal DESMETÁFORA Es la primera muestra de hidrógeno metálico en la Tierra, de manera que cuando lo miras estás viendo algo que nunca antes existió. Isaac F. Silvera

E

l hidrógeno es el más simple de los elementos químicos. Consiste de un protón en su núcleo y un electrón a su derredor. Se formó en los primeros minutos del Universo y es, con mucho, el más abundante en lo que podemos ver de la naturaleza. Uno bien puede pensar que el Universo está hecho de hidrógeno y helio porque tres cuartas partes de todo lo que existe es hidrógeno y casi la cuarta parte restante es helio. Solo una fracción muy pequeña está hecha de elementos más pesados como el oxígeno, carbono, etcétera. El hidrógeno, al que siempre imaginamos como un gas, también puede ser líquido si se lo enfría —a 253 grados centígrados—. En ese estado se usa como combustible en el transbordador Space Shuttle. Pues bien, desde hace unos días, el hidrógeno también es sólido. El hidrógeno metálico debe encontrarse atrapado en algunos astros donde este elemento químico esté bajo presiones muy altas. Planetas como Júpiter o Saturno podrían tener en su interior al elemento más ligero, hecho metal. El estado metálico del elemento más común ha sido producido en el laboratorio al comprimir una muestra a 495 gigapascales —es decir, casi 5 millones de atmósferas—, presión descomunal mayor a la que existe en el centro de nuestro planeta. La presión es tan alta que los átomos de hidrógeno se aproximan entre sí haciendo que el gas original se convierta en un arreglo cristalino. Para que el hidrógeno se convierta en metal no solo se lo debe presionar 5 millones de veces más que la presión que sentimos en la superficie del planeta, también se lo debe enfriar —a 268 grados centígrados. Según los expertos, en el proceso de metalización, cuando se logran los 335 gigapascales, el hidrógeno

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx

se vuelve negro, lo que indica una transformación importante. Luego al aumentar a 495 gigapascales la muestra se pone brillante, lo que parece indicar que se ha convertido en metal. Del agua conocemos sus tres fases: gas al que llamamos vapor, el líquido que nos hidrata y el sólido en forma de hielo, pero las fases no siempre son tan comunes en otros compuestos o elementos. Lo que podría ser grandioso de metalizar al hidrógeno es que, de acuerdo con las predicciones teóricas, el nuevo estado es metaestable. Esto significa que al eliminar la presión que lo hizo posible el material conservaría su estado metálico. De ser así, el hidrógeno metálico podría ser el material del futuro. Un ejemplo de material metaestable que se consigue de manera similar es el diamante que se forma a partir de grafito cuando éste es llevado a altas temperaturas y presiones. Cuando el diamante se ha formado se pueden eliminar la temperatura y la presión a la que fue sometido sin que el diamante abandone el estado cristalino al que llegó. La piedra filosofal significó por mucho tiempo la iluminación y la felicidad celestial. Su búsqueda fue considerada Opus Magnum (La gran obra) y la propiedad sublime de la legendaria sustancia fue la inmortalidad. En la larga e infructuosa búsqueda se le fueron atribuyendo propiedades extraordinarias: la trasmutación de metales corrientes en oro y plata, la curación de todas las enfermedades, la prolongación de la vida o la de ser fuente de una eterna juventud. El hidrógeno metálico no tiene las propiedades de un tal objeto mítico pero la búsqueda de este material por más de cien años y lo que se podría hacer con él se parecen mucho. ¿Por qué el hidrógeno metálico nos hace pensar en la piedra filosofal? El hidrógeno metálico transporta la electricidad sin resistencia, es decir que se comporta como un superconductor —por lo menos es lo que se piensa de sus propiedades—. Si esto se

confirma, será el primer superconductor que conserva sus propiedades eléctricas a una temperatura tan alta como la temperatura en que vivimos. Tener un superconductor a temperatura ambiente nos permitirá tener transporte con levitación magnética, uso óptimo de la electricidad y almacenamiento de energía con muy pocas pérdidas. La conducción eléctrica sin resistencia es algo ya conocido pero los materiales con que se logra son materiales criogénicos, es decir, materiales que se deben mantener a una temperatura muy baja. El enfriamiento de los materiales superconductores actuales hace que su aplicación tecnológica sea muy limitada. El hidrógeno metálico podría ser la solución. Por sus propiedades, el hidrógeno metálico sería también un combustible ideal para las naves espaciales abriendo nuevos horizontes en la exploración de nuestro sistema solar. En este punto usted puede pensar que la inmortalidad que se buscaba con la piedra filosofal no tiene nada que ver con el hidrógeno metálico pero la verdad es que el problema de la generación y conservación eficiente de la energía es una condición indispensable para la viabilidad del ser humano como especie. Tener un mejor uso energético de los recursos nos permitirá un desarrollo tecnológico vertiginoso con mayores áreas para la creatividad y menos límites a la imaginación. De espacios más abiertos para el pensamiento es de donde surgen soluciones a problemas de todo tipo. La cura de las enfermedades, la prolongación de nuestra existencia y el bienestar están ligados a la caída de barreras técnicas y la ruptura de los imposibles. Para llevar al hidrógeno a las presiones altas que se necesitan para convertirlo en metal, los investigadores de la Universidad de Harvard usaron un yunque de diamantes finamente pulidos y revisados para que no contuvieran fisuras microscópicas que podrían generar su escisión cuando se los somete a grandes presiones. Sin embargo, otros grupos que trabajan en el mismo tema son muy escépticos sobre la veracidad del resultado anunciado. Para determinar que la muestra obtenida es metálica se ha medido qué tan bien se refleja la luz en ella. Los críticos consideran que una sola medición podría ser equivocada. Es posible, dicen, que la luz que se utiliza para confirmar el estado metálico del hidrógeno en realidad se esté reflejando en la cubierta de aluminio que se usa en los diamantes para evitar que el elemento se cuele hacia el cristal haciéndolo frágil. Es decir que la reflectividad obtenida pudiera no ser del hidrógeno sino del aluminio. Los investigadores no han repetido el experimento por limitaciones de infraestructura. La reproducción es crucial para dar firmeza al resultado pero ahora no quieren deshacerse de la muestra que han construido y no cuentan con más celdas de presión para construir más hidrógeno metálico. Estamos pues a la espera de que el prodigio se confirme. Como en muchas ocasiones, las observaciones científicas pueden ser resultado de un error en la medición o una interpretación equivocada. Si esto es así, para el caso del hidrógeno metálico la búsqueda continuará. Podría ser que la noticia sea el resultado de un exceso de optimismo de los físicos de las altas presiones. Aquí, un error nos recordaría el dicho: “La alegría es la piedra filosofal que todo lo convierte en oro”. El entusiasmo de los investigadores a veces precipita el anuncio. En todo caso, esta sería una historia de error de la que habremos aprendido que existen posibilidades irrealizadas y un mundo nuevo por venir. L


MILENIO

p. 09

sábado 4 de marzo de 2017

× A

SALÓN DE BELLEZA MARIO BELLATIN Alfaguara México, 2016 91 pp. “Edición definitiva, corregida y autorizada por el autor”, reza el cintillo que abraza cada ejemplar de la que es considerada por muchos lectores la mejor novela de Bellatin, y no es para menos: por este mismo libro se desató un zafarrancho entre el escritor y otra editorial, un lío de derechos de autor y de rapiña empresarial y cosas por el estilo, aunque lo importante es que la obra vuelve a circular en las mesas de novedades para solaz y esparcimiento de los partidarios de la brevedad y el equilibrismo del relato. BRAVURA EMMANUEL CARRÈRE Anagrama España, 2017 354 pp. De aquel famoso verano sin sol de 1816 en el que nacieron Frankenstein y El vampiro, Carrère ha decidido concentrarse en la figura menos afortunada, menos que Lord Byron y el matrimonio Shelley: el médico Polidori. Pero también ha decidido instalarse en el presente, cuando una redactora de novelas rosa se encuentra una versión apócrifa del amor de Viktor Frankenstein hacia Elizabeth. Las historias ocurren en el mismo momento en que son escritas o, quizá, en que son leídas, como si solo importara el acto de la creación. MUDANZA VERÓNICA GERBER BICECCI Almadía México, 2017 112 pp. Siete textos de naturaleza limítrofe dan cuenta de esas zonas donde el revés, o el absurdo, se transforman en materia literaria. Que podemos ver las cosas siempre de otra manera queda comprobado con la existencia de los zurdos, la ambliopía, la metamorfosis de la escritura en pieza arquitectónica. Aunque con mano narrativa, Verónica Gerber cuenta como si tratara de construir un tablero de ajedrez, entretejiendo hechos y reflexiones. El ensayo mexicano vive un gran momento. LA MATERIA OSCURA ALBERTO CASAS RBA España, 2016 160 pp. Un paseo por el Cosmos es una colección de astrofísica que acerca al público no especializado a temas como el bosón de Higgs y el espacio–tiempo cuántico. En algún momento, es inevitable no pensar en cuestiones de ciencia ficción por los problemas que se derivan del estudio del Universo. En el presente volumen, Casas, por ejemplo, señala que el estudio de la materia oscura “parece requerir de física nueva aún desconocida”. Lo que quiere decir, simplemente, que el conocimiento de la naturaleza es inagotable.

FE DE ERRATAS Por un descuido, en nuestro número anterior atribuimos una pieza de Felicien Rops, Pomócrates, a Julio Ruelas. Pedimos una disculpa a Evodio Escalante y a nuestros lectores. La Redacción

Felicien Rops

Julio Ruelas

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

LOS BURGUESES

Eugenio Aguirre Planeta México, 2017

Surtidor de papillas ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

H

a escrito tanto y con tan buenos dividendos económicos que resulta tentador detenerse en su última novela, aunque solo sea por consideración al éxito comercial. En efecto: Eugenio Aguirre hace timbrar la caja registradora de las casas editoriales y las librerías pero qué hay de sus méritos literarios. Consideremos de este modo Los burgueses. Tres generaciones concurren en sus páginas, tres Gastón Suplice endiabladamente millonarios (aun el último, indolente y prisionero de sus manías autodestructivas). Lo hacen de la mano de un narrador complaciente, solo ocupado en ofrecer lo que espera un lector acostumbrado al estereotipo. Siguiendo esta pobre imaginación, el abuelo hace fortuna a la sombra de los gobiernos priistas en turno, tiene amantes a la carta, fuma puro y asiste al Country Club, mientras su esposa posee “un gusto exquisito” y se cuida muy bien de satisfacer sus fantasías sexuales con garañones superdotados. El junior coquetea con las drogas, experimenta la vida de la clase media ilustrada y ostenta una rebeldía de fi n de semana, con viaje a Marruecos incluido, para terminar llenándose los bolsillos con la complicidad de los políticos. Habitan en Las Lomas, montan a caballo, gravitan por un círculo de amistades con haciendas, helicópteros, casonas en Cuernavaca, en fi n, tienen todo lo que medianamente concebiría un productor de telenovelas. Así, pues, de qué hablamos. De un escritor que ni por accidente hace un diagnóstico en claroscuro de sus personajes. Ya que hablamos de burgueses, sugiere, hay que pintarlos como la tribuna desea verlos: con jugosas cuentas bancarias pero viciosos, dueños de almas y destinos pero prisioneros de las apariencias. Es de prever la moraleja: son mortales, también sienten dolor, pero cuando se trata de tender la mano siempre miran hacia otro lado, así que mejor el ejemplo y la compañía de quienes viajan en camión y saben invitar unos tacos de suadero. Pura moral para criadas con la televisión como evangelio. No es la única ni menor impostura. Una tercera parte de Los burgueses se va en una suerte de instrucción paternalista. Innecesarias son las lecciones de historia patria desde el alemanismo hasta el gobierno de Luis Echeverría como chocantes son las estampas sobre un barrio, una calle, un restaurante de la Ciudad de México. Se incluyen no para crear un ambiente sino para pretender imponer la superioridad del narrador. Cuánto sabe, diría el burgués que aspira a verse retratado en el libro. Yo diría que Eugenio Aguirre solo sabe a qué lector aspira, qué lector hará timbrar la caja registradora: un solícito comedor de papillas. L


CINE

sábado 4 de marzo de 2017

p. 10

LABERINTO

ESPECIAL

Claudia Saint–Luce

“La cercanía se construye con detalles” La caja vacía narra el reencuentro, a las puertas de la muerte, de un padre con su hija ENTREVISTA

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

S

u frágil estado de salud pone contra las cuerdas a Toussaint, un haitiano de 60 años. Obligado por las circunstancias, tiene que vivir en la Ciudad de México con Jazmín, su hija, con quien apenas ha tenido contacto. En su nuevo filme, La caja vacía, la realizadora Claudia Saint–Luce reflexiona sobre la complejidad de las relaciones padre–hija, así como sobre la necesidad de reconciliarse con el pasado. ¿Cómo nace La caja vacía?

Hace seis años me enfrenté a la demencia vascular de mi padre, una enfermedad muy parecida al Alzheimer. Aquella circunstancia me abrió la puerta para hablar de un reencuentro padre e hija. Mientras él pierde la memoria, ella gana en cercanía. Al igual que en Los insólitos peces gato, aquí hay una reflexión acerca de la pérdida.

Me obsesiona la muerte, sobre todo cuando es anunciada y hay una fecha de caducidad. En ambos casos nos topamos con la pregunta: ¿cómo nos enfrentamos a eso? Sin embargo, ahora hablo de dos desconocidos que empiezan a conocerse gracias a la enfermedad. ¿Qué riqueza creativa encontró al abordar la relación padre–hija? ¿Ajuste de cuentas o liberación?

En principio, La caja vacía presenta a dos desconocidos. El pretexto de su encuentro es la enfermedad. Abundan las historias sobre padres e hijos, ya casi todas han sido contadas; lo que cambia es la forma de contar. El qué ya está dicho. La diferencia está en el cómo. La presencia del creole es un ejemplo de la búsqueda de verdad o autenticidad a partir de los detalles.

Lo que llamas “búsqueda de verdad” hace la diferencia entre una obra cercana o lejana. La ficción necesita de la representación. El problema viene cuando lo hacemos a partir del cliché. Me gusta utilizar los detalles en la escritura y la actuación porque nos acercan a la vida cotidiana. La cercanía se construye con detalles. Es muy laboriosa a la hora de la construcción del personaje.

Trabajo a partir de ideas. Primero pienso en sus gustos y disgustos; sus colores o sabores preferidos; cómo le gustan los hombres; preguntas relacionadas a los cinco sentidos pero desde una perspectiva simple. Son cosas que a lo mejor no están en el guión pero lo enriquecen y facilitan su desarrollo.

HOMBRE DE CELULOIDE

Hay una reflexión sobre la vulnerabilidad.

Somos vulnerables. Mis historias son cercanas a mí. Me resulta familiar la forma de enfrentar a la muerte y de paso creo que es un tema que a todos nos toca. En este sentido, su cine conecta o busca conectar con las emociones del espectador. ¿Lo hace de manera premeditada?

No, es paradójico: hago cine para que lo vea la gente, pero no puedo pensar que en el minuto diez quiera hacer llorar al espectador. Hacerlo sería manipular al público e implicaría una mentira hacia mí misma. Si consigo transmitir mi discurso desde el principio voy de gane. No hay obra que agrade a todos. Pienso en el público, pero no influye en mi trabajo. Aunque lo que abunda es el cine de fórmula.

Cierto, y por eso a veces me cuestiono si vale la pena hacer películas como las mías. Me abruma pensar que tiene pocas salas, que la gente no la buscará debajo de las piedras. Por otro lado, encuentro fuerza para seguir adelante cuando pienso qué sería de mí si no hubiera historias que nos hacen respirar o nos obligan a mirarnos hacia dentro. Ahora mismo estoy en este debate conmigo misma. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

La Casa Blanca o el lupanar

L

a reina de Naboo en Star Wars es lánguida, muy blanca, y aunque de carácter fuerte, tiene la voz frágil. Se parece a la primera dama de Estados Unidos entre 1961 y 1963. Ambas han sido interpretadas por Natalie Portman y es lo mejor de Jackie, una película que tiene dos o tres buenos momentos pero que en general resulta un biopic más bien chato porque Portman saca a flote el guión e incluso consigue a veces que olvidemos la actuación de Billy Crudup, el periodista que hace la entrevista en torno a la cual gira el drama. El chileno Pablo Larrain se ha concentrado solo en dos personajes: Portman y la cámara. Todo lo demás está abandonado. En efecto, la historia se mueve en dos niveles que, como suele suceder, contrastan mediante un artificio: en la entrevista, la cámara es abierta e impersonal; cuando nos introducimos en el recuerdo de la primera dama, la lente se cierra sobre ella como una suerte de conciencia. Hay sin embargo un tercer contraste que tiene lugar en esos momentos que, decía, son lo mejor

de la película: cuando Jackie rememora el sonido de la bala y la sensación de ver a su marido caer sobre su regazo con el cráneo reventado, y durante el fastuoso funeral en el que se enterraba algo más que un presidente muerto: a un país que se había apagado en su momento más brillante. Si Jackie tiene algo importante que decir es en función del contraste entre el ayer y el ahora. Contrasta la presidencia de Kennedy luchando por acabar la Guerra Fría y dar a Estados Unidos una tradición de nobleza en el sentido amplio de la palabra y el país que hoy amenaza al mundo otra vez. En muchos sentidos, Portman encarna la faceta más grácil de este poder que en Estados Unidos llegó a su clímax en los años sesenta, cuando quería conquistar la Luna y apenas comenzaba las primeras intervenciones en Vietnam. Jackie es una mujer que a pesar de su fuerza de carácter podría desvanecerse escuchando a Pablo Casals; se interesa en agradarlos a todos, pero no adulando sino sonriendo. Quiere arreglar la Casa Blanca para hacer

Jackie (Jackie). dirección: Pablo Larrain. guión: Noah Oppenheim. con Natalie Portman, Peter Sarsgaard, Greta Gerwig, Max Casella. Estados Unidos, 2016.

habitable la tradición. Contrasta sin duda con esta casa en la que hoy no habita una primera dama y que, lejos de la tradición y la nobleza, parece haberse convertido en un lupanar. L


MILENIO

p. 11

sábado 4 de marzo de 2017

ESCENARIOS

ESPECIAL

Mancos del corazón MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

L La obra escrita por Guillermo León se presenta los domingos en Casa Actum, en Coyoacán

Senderos trágicos e irónicos Mi nombre es Salvador convoca a las ilusiones cotidianas que amenazan con quedarse en el camino TEATRO

L

a huella mitad oscura y luminosa de lo que se vive hoy en Nayarit llega hasta un pequeño foro de Coyoacán, donde se observa a una familia que padece los estragos del narcotráfico, la migración y la trata de personas, entre el machismo, el alcohol, la fortaleza del espíritu huichol, la esencia de guisos típicos, la poesía de Amado Nervo y la pureza en los ojos de un niño. Una dramaturgia urgente impulsa el motor de la obra Mi nombre es Salvador, que desborda problemáticas envueltas en ese sentido del humor cargado de doble vuelta, revelador de múltiples facetas y de una idiosincrasia compleja, con las particularidades de un acontecer que se modifica de manera irónica y violenta cada día. El texto de Guillermo León da un panorama de los males que aquejan al país a partir del acercamiento que hace a Nayarit, entidad presente desde la primera llamada en que se ofrece al espectador un dulce de leche con limón y más tarde un licor de fruta. Como si fuera ésta la única oportunidad para abarcar este complejo universo, la obra abarca el festejo de unos XV años, alguna balacera cotidiana, anhelos y frustraciones de la madre hasta la hija que se asoma a la pendiente de su caída, al tiempo en que repara en el deseo de un miembro de la familia por ser actor y de otro más por salir del país, aunque el precio sea quedarse en el camino. Esta dramaturgia, efectiva en su objetivo de abarcar un cosmos rico, franco y contradictorio, abre paso a una estética que, bajo la dirección de Chiquinquirá Borbón, provoca la sensación de estar ante una serie de coloridos cuadros, como si estuviéramos frente a diversos exvotos que subrayan el sufrimiento de los personajes y la gratitud o la esperanza que pueden alcanzar en su imperiosa búsqueda de horizonte. En Mi nombre es Salvador, escrita por Guillermo León, el anhelo se grita, se persigue, en la ilusión que podría suponer un viejo concurso de televisión, o una desbocada

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

carrera hacia La bestia, incluso en la palabra que algún poema de Amado Nervo sopla en la mente de un niño que no deja de dibujar, entre sobresaltos, bromas y tragos. Elementos mínimos apoyan la acción de unos personajes que hacen de una mesa el vehículo de su travesía, bajo el alambre que sujeta un ligero telón rosa de dos hojas, por el que asoma en su parte superior un dibujo infantil sobre el ciclorama negro, que delinea palmeras, sol, montañas, un tiburón que ostenta la palabra pisto y, a partir del suelo, la silueta de una familia, en una escena cotidiana que sin embargo alude el delineado blanco y fino que rodea la figura de quienes han muerto. Los integrantes del elenco —Ana Cecilia Azuela, Jimena Fernanda, José Ángel Borbón, Juan Pablo Rocha, Rafael Gallegos Parra y el niño Armando Said— abordan con vigor, honestidad y frescura a unos personajes que se mueven en una ruta resbaladiza propia del género, entre senderos trágicos e irónicos, envueltos en humor crítico. Aunque actoralmente cabría acotar la necesidad de un trabajo mayor en relación al verso, así como la búsqueda del ritmo propio de cada escena para evitar la vorágine del actor o la actriz, más que de los personajes y su circunstancia, e incluso mayor nitidez en cuanto a la expresión verbal, sin borrar los logros del acento y la modulación de los personajes, el modo en que estos actores y actrices crean personajes entrañables, de carne y hueso, es parte de la virtud mayor del montaje. Mi nombre es Salvador es también un acercamiento a los signos y valores que marcan nuestro destino de modo diferente, como los dólares o el peso, una alcancía de cerdito, una bolsita de polvo blanco, la piel de una víbora en zapatos altos, pistolas de juguete con cañón de plástico naranja; como la tapa del marcador con que dibuja el niño, pelucas de plástico, un mandil y una caguama, o la cosmogonía del arte huichol, bordada en un traje tradicional. L

a Chunga es una manflora que regentea una cantina perdida en esos confines donde no hay más expresión humana que los destinos que el poder, la religión y el dinero marcan. Los habitantes siguen los patrones de conducta trazados por la fatalidad cuando se trata de aquellos que lindan en la miseria y buscan sobrevivir de lo que sea: robando, pidiendo limosna, prostituyéndose. En el mundo de los buenos y los malos, la tragedia está agazapada allí, en medio del alcohol, el sexo y los burdeles. La Chunga se prenda a primera vista de Meche, la mujer en turno de un padrote que se dedica a amansar potrancas rebeldes para que después lo mantengan; el gigoló que por dinero vendería hasta a su madre, el valemadres que juega igual a ganar o perder porque para él la vida va impulsada por los golpes, la cuchillada o la traición que da ganancias. Vender a Meche por unos pesos es parte de su diversión. La Chunga paga el monto y la historia apenas empieza. Todos los hombres de la cantina quieren saber cómo La Chunga le hizo el amor a Meche. El secreto se convierte en el propósito dramatúrgico del Premio Nobel Mario Vargas Llosa en la obra más sólida de su repertorio teatral. Porque además, después de esa noche de amor, Meche desaparece del pueblo para no volver jamás. Su ausencia desencadena especulaciones, y el espectador puede quedarse con la versión que más le guste de cada uno de los protagonistas. Una lesbiana, fea y hermosa a la vez, es la envidia de los aldeanos a quienes supuestamente está consagrado el amor de las mujeres. La marimacha triunfa en medio de los fracasos. Dolores Heredia interpreta a La Chunga, y lo hace muy bien; el padrote es Roberto Sosa, exagerado en su actuación. Antonio Castro dirige y lo hace con discreción, en el mejor trabajo que le hemos visto. La historia, sus metáforas y el sorpresivo realismo fantástico de esta pieza evocan al teatro español de Lorca y Benavente a pesar de que la obra se desarrolla en Piura, un lugar del Perú. Los diálogos de Vargas Llosa son simplemente sublimes, no obstante la rigidez dramatúrgica. Dijo Dolores Heredia de La Chunga: “Es una obra oscura, es una obra dura. La Chunga es un personaje lleno de dolor, se funda a ella misma y se funda manca; se funda chueca, se funda oscura, con dureza. Espero que logremos transmitir algo más que eso. Todos los personajes están mancos del corazón, están chuecos, y no se asoma una esperanza, no hay una salida a esta cantina, se cierra, se oscurece. Todos estamos urgidos de nuevas noticias, de refundar este país y refundarnos a nosotros mismos”. Mejor descrito, imposible. L ESPECIAL

Un momento de La Chunga


VARIA

sábado 4 de marzo de 2017

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Tender Is the Novel DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

TOSCANADAS

M

i problema con buena parte de los narradores gringos contemporáneos es que ponen muy al centro y con demasiados detalles la vida familiar. Así resulta inevitable que, aunque la novela intente ocuparse de cosas más elevadas, tengamos que empalagarnos con eventos y frases domésticas que pueden sonar bien en casa, pero no en la literatura. Veamos, por ejemplo, este tierno pasaje de Paul Auster, en el que el pequeño Archie desea un hermanito. “Él no tenía conocimientos claros de cómo se producían los bebés, pero había aprendido lo suficiente para saber que surgían en los cuerpos de sus madres (ternurita), y por lo tanto las madres eran esenciales para la operación, lo cual significaba que debía hablar con su propia madre para que le cambiara su condición de hijo único a hermano (más ternurita). La mañana siguiente, sacó el tema al preguntarle de sopetón a su madre si por favor podía ocuparse en el trabajo de manufacturar un nuevo bebé (‘manufacturar’, hiperternurita). Ella se mantuvo en silencio un par de segundos, luego se arrodilló, lo miró a los ojos y comenzó a acariciarle el cabello… ‘Oh, Archie’, dijo ella. ‘Claro que quieres un hermano o una hermana,

y me encantaría que los tuvieras, pero me parece que ya paré de fabricar bebés y no puedo tener ni uno más. Me puse triste por ti cuando el doctor me lo dijo, pero luego pensé que quizá no era algo tan malo después de todo. ¿Sabes por qué? Porque amo muchísimo a mi pequeño Archie, ¿y cómo podría amar a otro niño cuando todo el amor que tengo es solo para ti?’” Si un escritor latinoamericano hubiese escrito el tal pasaje sería lapidado en el muro de las cursilerías. En cambio los gringos tienen derecho al sentimentalismo extremo. No sé por qué. Y es que estaba viendo un listado de los ganadores del Príncipe de Asturias, donde se hallan Richard Ford y Philip Roth, que también acompañan a Paul Auster en esa lista y en esos abismos sentimentales. También como ganador se encuentra Juan Rulfo, que hubiese sufrido náuseas leyendo el pasaje del pequeño Archie. Por supuesto que en otras literaturas las madres expresan amor por sus hijos, pero esto puede hacerse con ironía, como en Chéjov; o con patetismo, como en Dostoievski; o con algo indistinguible del odio, como en Isaac Bashevis Singer; o con densidad, como en Thomas Mann; o puede haber parquedad o simplemente silencio ante lo obvio. En

LO QUE CONTEMPLAS

El escritor estadunidense Paul Auster

una novela latinoamericana, la madre de Auster habría respondido: “¿Quieres un hermano? No me fastidies, pinche Archibaldo. Cuando crezcas pon a parir a tu mujer cuantos huercos quieras, pero no cuentes conmigo”. Y en cambio tenemos ese “Porque amo muchísimo a mi pequeño Archie, ¿y cómo podría amar a otro niño cuando todo el amor que tengo es solo para ti?”, pero viniendo de quien viene podemos leerlo sin la culpa que nos causaría la misma frase en una novela inédita de Corín Tellado. Mas no crean que hallé una aguja en un pajar. Mucha literatura gringa contemporánea de “grandes autores” se puede abrir en cualquier página al azar y ahí estarán esas frases que afortunadamente están prohibidas de escribirse impunemente en Latinoamérica. De escribirse. No de leerse. L ADRIANA DÍAZ ENCISO

adrianadiazenciso@gmail.com EFE

La visita

L

a gente salió a la calle. Miles y miles, de todas las edades, razas, nacionalidades, marcharon por las ciudades del Reino Unido para decir “no” a la propuesta visita de Estado de Trump de que hablaba en la entrega pasada. No al desmerecido honor que semejante visita supondría; al panorama orwelliano del mundo que el flamante presidente esboza con cada declaración —ridícula, alarmante, aterradora— que sale de su boca o de su cuenta de Twitter. El 20 de febrero fue un día luminoso. Londres brillaba bajo el sol invernal, y el ánimo con que la gente empezó a reunirse desde el mediodía afuera del Parlamento era de alguna manera jubiloso. El mensaje no era “anti Estados Unidos”: la mira estaba enfocada en Trump, y no era solo una manifestación de protesta, sino afirmación también de un espíritu de unidad, de acogida a refugiados e inmigrantes, de solidaridad. Ese espíritu de conciencia colectiva es siempre esperanzador, no importa cuán horrible la amenaza que pretende atajar. Afuera, entonces, la manifestación ciudadana, y dentro, en la Cámara de los Comunes, el debate. Pero no había en realidad muros: la gente estaba ahí por el debate y, dentro, los miembros del Parlamento no solamente oían a los manifestantes, sino que se referían constantemente a su presencia, a esa voz colectiva que era preciso escuchar. Es cierto que fue un debate más bien simbólico, puesto que Theresa May ya ha rechazado la petición de casi dos millones de personas de dar marcha atrás a su invitación al nuevo presidente. Sin embargo, el debate en sí fue de inmenso valor. La mayoría de los

Protestas fuera del Parlamento británico

parlamentarios articularon con elocuencia y mesura, pero también convicción, su oposición a semejante visita. Aclararon que no se oponen a una visita informal de Trump, sino a una visita de Estado, honor de enorme costo y parafernalia que solo ha sido ofrecido a otros dos presidentes estadunidenses desde 1952, y que en este caso constituiría un mensaje de aprobación del discurso y amenazas infames de “un presidente que se comporta como un niño petulante”, y peligroso. Unos cuantos conservadores defendieron a May con argumentos protocolarios de “interés nacional” y diplomacia. Su irrelevancia fue exhibida por aquellos parlamentarios que apelaron a una razón

más alta que los intereses comerciales y políticos entre dos países; a los valores de convivencia de una común humanidad que no quiere rendirse ante la xenofobia, el sexismo, el racismo y la intolerancia. El debate mostró a un Parlamento robusto y cabal. Eso también hay que celebrarlo. Por su parte, la revista digital Asymptote, cuya misión es “abrir la puerta a los tesoros literarios del mundo”, prepara un número con poesía proveniente de los siete países a los que Trump quiere prohibir la entrada. Salir a la calle, debatir, argumentar con poesía, ayudan a conformar la esperanza. Y esperanza es justo lo que necesitamos fortalecer en estos tiempos, si no queremos que se vuelvan horrendamente oscuros. L


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.