Laberinto No.720 (01/04/17)

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Laberinto

MILENIO

NÚM. 720

sábado 1 de abril de 2017 FOTO: ESTATE OF LEONORA CARRINGTON/ ARS, CIRCA 1921

CENTENARIO DE LEONORA CARRINGTON angélica abelleyra, gabriel weisz carrington, teresa arcq, laura martínez terrazas p. 04


ANTESALA

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LABERINTO

GEORGE SCHNEIDER

El mesías del arte ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

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l documental (Slaves in Paradise, 1999) comienza con una escena bucólica: una fronda dorada se mece con el viento y una horda jubilosa se zambulle en una fosa y nada con fruición. Luego, aparecen mujeres de mediana edad que miran joviales a la cámara mientras recuerdan la época de oro de la comuna. Del archivo del sitio hay fotos en blanco y negro donde las mujeres posan orinando, desinhibidas y sonrientes, y otras en las que un conjunto de cuerpos desnudos forman un aleatorio y al parecer gozoso collage. También hay videos a color donde hombres y mujeres bailan una ronda eufórica, escenifican la terapia del grito o celebran un picnic nudista. Una de las entrevistadas asegura que la insólita permanencia de la comunidad se basó en el éxtasis cotidiano y la sensación de paraíso recobrado. Se trata

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

de la comuna de Friedrichshof, fundada en 1972, reducto de la contracultura más radical del siglo pasado, donde se tocan la noción de la vida como arte y los lindes entre la mayor libertad y la esclavitud sexual. Otto Müehl (1928-2013) fue el conocido artista plástico, miembro del controvertido accionismo vienés, que pasó del arte subversivo al trono de esta utopía sexual. El tránsito del happening a la comuna no resulta extraño: se supone que este acto dinamitaba los valores burgueses y reeducaba a los espectadores haciéndolos enfrentar sus miedos y prejuicios más profundos. El paso de la liberación transitoria del happening a una más perdurable resultaba natural. Müehl convocó a una serie de seguidores y estableció una directriz sencilla: el ejercicio del sexo como

El artista plástico Otto Müehl

una forma de emancipación ajena a la invención mojigata del amor y la monogamia, la rotación de los cuerpos (copular obligatoriamente varias veces al día con diferentes parejas) como una suprema curación vivencial. Esta oferta atrajo a cerca de 600 almas que, pese a su aspiración de libertad, pronto cayeron en la manipulación, la sumisión y el culto a la personalidad de su líder. Después de más de tres lustros del experimento y cuando

Tenía el don de la ubicuidad: era una mujer en el corazón de muchos.

Todo está en la mente LOS PAISAJES INVISIBLES

L

Müehl se reservaba el derecho de iniciar a las menores nacidas en la comuna, algunas de ellas probablemente sus hijas, por fin fue denunciado y condenado a 6 años de cárcel. Su comunidad languideció. Tras cumplir su condena, Müehl se fue a Portugal con un puñado de seguidores, donde el viejo Mesías todavía fue filmado conviviendo con sus feligreses y exigiendo, pese a las inconveniencias del Parkinson, su dosis diaria de placer y pleitesía. L

o advirtió el legendario Kalimán: “No hay fuerza más poderosa que la mente humana y quien domina la mente lo domina todo” pero en cuestión de mentes hay un sinfín de variedades. Están las mentes escépticas, las mentes amargas, las temerosas, las malvadas, las ingenuas, las ridículas, las frívolas, las chifladas, las creativas, las pueriles, las aviesas, las corruptas, las cínicas, las huecas. Hay mentes de todo tipo aunque no dominen todo pero sí, todo está en la mente y con ella hay que irse con cuidado, recordemos al infausto Don Quijote y el mundo excepcional que inventó su mente o al iluminado Iván Karamazov que hasta debatió con Lucifer. La mente es indomable, explicó el mítico Simón Bacamarte de El alienista, de Machado de Assis, ese médico que se empeñó en hurgar las mentes de los moradores de Itaguaí para curar sus almas y no solo terminó metiendo al pueblo entero en la

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

Casa Verde, su clínica de orates, sino que lo cerró por dentro. ¿Qué tipo de bestias psíquicas pastaban en las mentes del remoto Itaguaí? Las reses del desacuerdo, de la insatisfacción: Bacamarte detectó primero un naipe de neurosis en todos sus pacientes y luego descubrió un brote colectivo de iracunda oposición a la violencia y la corrupción del Ayuntamiento, lacras que atentaban contra los intereses del pueblo y los de la corona portuguesa, por lo que tamaño pensamiento sedicioso confirmó lo que Bacamarte conjeturaba desde el inicio de su lunática aventura: “La locura, objeto de mis estudios, era hasta ahora una isla perdida en el océano de la razón; comienzo a sospechar que es un continente”, dice el médico en un rincón de su irónica y desopilante historia, aunque uno de sus colegas del mundo real, Oliver Sacks, le enmendaría la plana advirtiéndole que el mentado continente psíquico tiene una precaria dimensión: “El ser humano no

carece de mente, no es mentalmente deficiente, porque no disponga de lenguaje, pero se halla muy gravemente limitado en el ámbito de su pensamiento, confinado en realidad a un mundo inmediato, pequeño” (Veo una voz). Entonces, si como explica el antropólogo de Marte el mundo mental es pequeño e inmediato ¿por qué muchos mexicanos llevaremos, dijo Peña Nieto, la crisis en la mente? ¿Por qué vemos las cosas tan jodidas y nos hundimos en la bilis negra? Hagamos un experimento siguiendo la teoría de Kalimán, a ver si ese titánico poder mental nos cambia todo y la crisis se trasmuta en equilibrio y bienestar: confiemos ciegamente en los que hoy gobiernan y en los que aspiran mañana a gobernar, aunque en el costal debamos incluir a las franquicias electorales y su hato de bandidos; soslayemos la amargura que nos invade al pensar en la ineficacia de las instituciones o en la agujerada impartición de justicia o en el desdoro de los integrantes de los Poderes de la Unión o, mejor aún, al cavilar en los atracos de los gobernadores y sus gatos de angora o los otros atracos, las abundantes gratificaciones para tipos de poca monta pero con mucho cargo público, o en los asesinatos, las desapariciones, la autoridad extralegal del narco en diversas latitudes del país, o en el desempleo, el hambre, la miseria, la humillación que sufren las mujeres. Y esta lista tan solo es un extremo del hilo caótico que nos asfixia. Para ser honestos, dudo de la teoría de Kalimán. Peña Nieto debió intentar convencernos de otro modo. Tal vez a la manera del filósofo Pangloss del Cándido de Voltaire: “la crisis no está en la mente pero todo sucede para bien en el mejor de los mundos posibles”. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


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× J UA N

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ANTESALA

ESPECIAL

BA Ñ U E LOS ×

Donde solo habla el amor Recordamos al escritor chiapaneco, quien murió el pasado 29 de marzo a los 84 años de edad, con este poema que proviene de Espejo humeante (1968)

A

los hombres, a las mujeres que aguardan vivir sin soledad, al espeso camaleón callado como el agua, al aire arisco (es el aire un pájaro atrapado), a los que duermen mientras sostengo mi vigilia, a la mujer sentada en la plaza vendiendo su silencio. En fin, diciendo ciertas cosas reales en una lengua unánime, amorosa; a los niños que sueñan en las frutas y a los que cantan canciones sin palabras en las noches compartiendo la muerte con la muerte, los invito a la vida como un muchacho que ofrece una manzana, me doy fuego para que pasen bien estos días de invierno. Porque una mujer se acuesta a mi lado y amo al mundo

×EKO×EX LIBRIS×LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA×

Fotograma de Pedro Páramo

Un espejo en mil pedazos LA GUARIDA DEL VIENTO

¿

ALONSO CUETO

Seríamos los mismos sin haber leído a Juan Rulfo? Gracias al espejo roto en mil pedazos que el escritor fijó para siempre frente a nosotros, sabemos que la muerte no es un hecho sino una experiencia íntima. Estamos todos muertos siempre. Nuestra vida se ha vuelto rulfiana. Pocas obras nos han enseñado más sobre quiénes somos que Pedro Paramo. En sus primeras líneas, Juan Preciado nos dice que ha llegado a Comala para buscar a su padre, “un tal Pedro Páramo”. A partir de entonces, lo seguimos solo para descubrir que Abundio, el arriero a quien encuentra, le diga que él también es hijo de Pedro Páramo (un “rencor vivo”) y que su padre murió muchos años antes. Poco después nos enteramos que Abundio también es un fantasma, como todos los otros, y que la diferencia entre la vida y la muerte se disuelve en los murmullos, alzados por el viento. La novela está compuesta por 69 fragmentos. El uso de expresiones “un tal” y “como” (“como si fuera un montón de piedras”) señala que estamos en un universo latinoamericano de dudas e imprecisiones. En ese universo todas las voces aparecen. Habla Juan Preciado, habla Damiana Cisneros, habla Fulgor Sedano, habla Pedro Páramo. Si los muertos evocan y sufren de nostalgia, es porque el tiempo se ha congelado. Todos están condenados a un destino sin redención, que los emparenta con las “estirpes condenadas a cien años de soledad”. El tiempo no avanza. Ideas como el progreso o la evolución o el desarrollo son exóticas en esta realidad. Todos están muertos pero desde la muerte cuentan historias eternas. El pasado es el presente y es el futuro. En un mundo sin tiempo, las pasiones forman una cadena: Pedro Páramo es el dueño del pueblo pero tiene una debilidad por Susana San Juan que a su vez desea a Florencio. Susana es el erotismo y el misterio. Pedro es el poder y la tierra. El sol está representado por Pedro pero la luna se dibuja en la boca plateada de Susana. Pedro es la primera piedra, el origen de todo, una obsesión de la América Latina, y el Páramo es su destino. Se ha comparado Pedro Páramo con el teatro japonés, con Jean Paul Richter. Todo puede ser cierto. En 120 páginas resumió el mundo. “Tengo la boca llena de tierra”, dice Susana poco antes de morir. Y luego: “Tengo la boca llena de ti, de tu boca. Tus labios apretados, duros como si mordieran oprimidos mis labios”. La poesía visceral de estas páginas nos sigue conmoviendo. Y su autor apenas cumple cien años.L

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Los mundos de Leonora Carrington El 6 de abril conmemoramos cien años del nacimiento de la pintora, dibujante y escritora nacida en Lancashire, Inglaterra, y radicada en México desde 1942. Sus pasos quedan registrados en las cuatro miradas que ofrecemos, atentas lo mismo a su vocación surrealista que a su faceta de escritora para niños imaginarios o al misterio de su personalidad. No menos sorprendente es la carta inédita dirigida a Benjamin Péret que corona esta entrega

Ser y hacer sin buscar atajos ANGÉLICA ABELLEYRA*

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ue una rebelde desde que abrió los ojos el 6 de abril de 1917. Precoz desde su niñez en la tierra inglesa de Clayton Green, en Lancashire, estudió arte en Florencia y Londres aunque se le consideró “ineducable” por contravenir los deseos familiares de convertirse en una lady. A los 20 años conoció al pintor Max Ernst y ambos viajaron de Londres a París, donde establecieron redes de creación con los surrealistas. Ernst fue llevado a un campo de concentración en 1939, lo que provocó en su compañera un trance nervioso al que sus padres respondieron con su reclusión en un hospital siquiátrico en Santander. De España, en 1941, se le trasladó a Lisboa hacia el consulado de México para escapar de sus custodios. Casó por conveniencia con el escritor mexicano Renato Leduc y ambos fueron a vivir a Nueva York, donde ella empezó a pintar y escribir. Ya instalada en México, la pareja se divorció y en 1943 Leonora Carrington conoció al fotógrafo húngaro Emerico Chiqui Weisz, su esposo desde 1946 y padre de sus hijos Gabriel y Pablo. Luego de exhibiciones en los museos MARCO de Monterrey y el Museo de Arte Moderno en la Ciudad de México (1994 y 1995) y de la presencia de sus esculturas monumentales sobre Paseo de la Reforma, recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 2005. Murió el 25 de mayo de 2011. Enmarcada por una mirada profunda y dulce, con el acento británico que la arropó, se negaba a las entrevistas convencionales. Prefería establecer una charla suelta con quien tenía enfrente, responder con preguntas a las preguntas y mantener el interés en la persona a su lado mientras compartía té, agua de jamaica o tequila junto a varios silencios. Más que hablar de su pintura, se entusiasmaba cuando esa otredad tenía cuerpo de elefante, inteligencia de pájaro, libertad de Lilith y los saberes del budismo tibetano, el misticismo maya, la mitología celta, la astrología y la alquimia. En el centenario del nacimiento de Carrington, ofrezco algunas de sus reflexiones para construir uno de sus tantos retratos en primera persona. “Mis padres me tenían preparado un destino cómodo para ellos: quedarme en Inglaterra y tener una vida en que fuera aceptada por la sociedad. Pero si una está movida por una pasión, como la pintura, debe hacerlo. Con mi madre fue más fácil que aceptara esa decisión. Ella era muy católica, irlandesa del sur. Y mi padre no era católico, se decía free thinker pero no perdonó nunca que me fuera. “¿Quién me gustaría ser? Es una pregunta extraña. No cambiaría porque he hecho muchísimo trabajo aquí adentro (Leonora se toma el pecho). Es como decirme, bien o mal, yo hice este cuadro

y no lo cambiaría por un Rembrandt o alguien mejor que yo. Diría que no porque a mi cuadro le puse mi ser allí dentro. Para mí, el valor de una obra es el trabajo de llegar a ser uno mismo, de tratar de hacer algo que no es trampa. “Ahora estoy leyendo el libro de Jeremy Harby, Inteligencia en la naturaleza. Me fascinan los descubrimientos de ese mundo infinitamente chiquito, donde hasta el lodo y el mundo subatómico pueden ser inteligentes, o los pájaros con un don especial porque un pichón sabría la diferencia entre un cuadro de Chagall y uno de Van Gogh, mientras los humanos no nos damos cuenta de esa inteligencia que no se ve. Nos hace falta estar atentos para ser menos ignorantes, porque los animales nos enseñan muchas cosas, como no matarse por miles. ¿Quién ha pensado en una guerra de caracoles? “Todo tiene influencia para la imaginación y la fantasía. Mi madre era irlandesa y allá hay mucha fábula. Pero no sé de dónde viene todo eso en mis pinturas. En México hay mucha imaginación. Aquí vas a un mercado y está lleno de cosas que te sorprenden. Desde hace mil años que llegué a México los mercados me tenían maravillada. Yo vivía en Mixcoac, que era un lugar como el campo. Y la gente vivía en unas casitas chiquitas y cuando me veían me invitaban a pasar, a tomar café. Eran muy amables. Eso ya no existe. “¿Qué dan y qué quitan los años? A los 88 años estoy cansada. Me falta la energía que tuve. La vejez es algo que tiene cierta amenaza. Tenemos miedo a la muerte. Y lo que me quita la edad es que quizá no aprendí bastante y quedé ignorante. No, no tengo sabiduría porque no sabemos qué pasa con la muerte. Tampoco entiendo el tiempo. No llegué a entender la teoría de Einstein, por ejemplo, que el tiempo y el espacio son la misma cosa. Eso me parece muy misterioso. También cómo una puede mover la mano así y cuando uno muere ya no puede hacerlo”. ◆◆◆ Con un duende en el alma y otro en el cuerpo. Amante de animales, plantas y piedras en la complejidad del universo. Con el don de la magia y el escapismo. Temerosa de los aviones y las termitas. Con la marca de la rebeldía sin violencia y el móvil de la pasión por la pintura, las palabras y el misterio. Congruente en vida y obra creativa en su búsqueda de una conciencia interna y el conocimiento profundo y lento del existir frente a la locura del mundo. Fiel consigo misma para ser ella sin el atajo de las trampas. Algo de esto dio carne y espíritu a Leonora Carrington. L * Este texto fue escrito con extractos de las charlas de la autora con Leonora Carrington en 1993, 1994, 1995, 1996 y 2005.


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DE PORTADA

FOTOS: ESTATE OF LEONORA CARRINGTON/ ARS

En la noche Juan le gusto mover sus orejas — Una Noche le movieron tanto que su cabeza se fue Volando por la Ventana — La cabeza es ahora una entidad autónoma. Ya no depende del cuerpo, tiene su nueva identidad, aunque mantiene cierta preocupación por la unidad del cuerpo: “Juan quedo sin cabeza y no pudo llorar”. Las dos entidades corporales dividen el cuento. Como resultado, Juan puede ver su cabeza y relacionarse con ella como si fuera una criatura independiente. Si Juan puede describir cómo se siente, la cabeza puede hacer lo mismo, como si fuera un solo sujeto. Juan se levantó y salió corriendo tras su cabeza que ya volaba de árbol en árbol como si fuera una paloma. La narración regresa a la imagen del muchacho que tenía alas en vez de orejas, una imagen que sugiere una criatura compuesta, humano–cabeza–pájaro. Una nueva forma de cuerpo nace de la yuxtaposición “alas en vez de cabeza”, lanzando la narrativa a su propio universo, en el que el cuerpo fantástico es tan legítimo como el cuerpo físico. La diferencia, aquí, es que este cambio genera incongruencias entre las numerosas partes del cuerpo. La inversión en el orden corporal manifiesta que un cuerpo imaginario se contrapone a la rigidez del cuerpo real. La cabeza contradice su propio cuerpo; adquiere personalidad propia y encuentra una identidad somática. Juan empieza a corretear a su cabeza y ésta se divierte mucho con la situación.

Con sus hijos Gabriel y Pablo, década de 1950

Los cuentos de Leonora* GABRIEL WEISZ CARRINGTON

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ara Leonora Carrington, la imaginación es el arte de sumergirse en un mundo invisible. Escribió Leche del sueño como una pequeña colección de cuentos infantiles —los cuales no fueron escritos para niños de carne y hueso sino para niños imaginarios, niños–metáfora— que transmite una idea especial al lector. Leonora no escribía para niños, escribió sobre niños, pues ellos eran los protagonistas en una tierra de ensueño. Las narraciones de Carrington son mapas para navegar por los territorios interiores del imaginario; son regiones relacionadas con nuestro propio mundo interior, ese que rara vez solemos explorar. En los cuentos de esta colección, el lector establece un vínculo absoluto con los personajes porque poseen una dimensión onírica. Se vuelven extensiones de nosotros mismos y, gracias a ellos, podemos vivir en territorios fantásticos, alternos al tedio de la vida cotidiana. Habitar un cuerpo imaginario, dice Leche del sueño, es liberarse del cuerpo racional que se somete al efecto de la gravedad y a normas y reglamentos. A través de las historias de Leonora aprendemos a valorar el caos, un desorden ficticio que no se resuelve con la severidad de una forma de vida “correcta” o “incorrecta”. Las fuerzas policiacas del subconsciente son desafiadas, a pesar de que la mente consciente tenga su ejército de guardianes de lo aceptable. La voz interior de estos cuentos exhibe a la escuela como un espacio donde nuestro ser se somete a un férreo control, a la educación como una gran caja que moldea a los individuos para transformarlos en seres respetuosos de la ley. Leonora plantea que en estos ámbitos la rebelión —el alimento de la creatividad— se priva de sostén y termina asesinada. Desde temprana edad nos acostumbramos a reprimir nuestro yo. Demasiada libertad es considerada un peligro; se promueve la pasividad o la actividad

vigilada. Puedes jugar a ser rebelde “por moda” siempre y cuando puedas demostrar la plusvalía de tu protesta. Leonora ilustra cada texto, dándole al lector una comprensión más eficaz de los mundos en los que se interrelacionan sus personajes, mostrando cómo se habita en estas regiones. Con suma habilidad, nos ofrece un mundo de palabras y dibujos, imágenes con voz. Con este tejido texto–dibujo cada cuento transmite la visión del mundo de Leonora, la narradora, presentando territorios donde la imaginación tiene un sentido verdadero y se vuelve el camino personal para las diferentes manifestaciones del yo, del yo histriónico, es decir, la forma permanente del ser. El filósofo Walter Benjamin sostiene que el narrador nunca está cerca de nosotros; es una voz lejana, una presencia remota, de la cual nos sentimos cada vez más distantes. El volumen de cuentos Leche del sueño muestra hasta qué grado Leonora fue una narradora consumada, cómo manejó esta habilidad que, según Benjamin, ya casi no se encuentra en nuestra época. Sus cuentos están construidos con la profundidad mitológica que hay en la versión antigua de cada uno de nosotros. Leonora Carrington fue una persona con un bagaje para compartir —un gesto para contrarrestar el silencio que emite la atmósfera en la cual, poco a poco, perdemos la habilidad de comunicarnos, contar, narrar—. Parafraseando a Benjamin: ella viene de la tribu de los cuentacuentos irlandeses. Su nana siempre le contó historias de la tradición cultural de Irlanda. En el cuento “Juan sin cabeza” la primera frase dice: “El niño Juan tenía alas en lugar de orejas”. Después de esto podemos esperar cambios drásticos en su cuerpo y esto introduce toda una serie de transformaciones: Se Veia raro —“Mira mis orejas!” La gente se espantaron —

“¿Dónde vas?” “Se fue mi cabeza” “Que desgracia” dijo la pobre Mujer. “¡Ha! ¡Ha! ¡Ha!” que si reía la cabeza. En algún momento, Juan pide prestado un hilo a un hombre, y así fi nalmente atrapa a su cabeza. Juan se siente cansado después de su experiencia y camina a casa, “la cabeza brincando atrás fuertemente amarrada”. Entonces la cabeza sufre, o disfruta, otra transformación: ahora se porta como un perro que sigue a su dueño atado a una correa. Todo parece volver a la normalidad cuando la madre de Juan le pega la cabeza con chicle. Si pensamos que el orden ha sido restablecido, pronto viene la decepción: “Pero como era en la noche le pego al reves”. El cuento termina cuando Juan recibe una última advertencia: “Que no te Vuelve escapar tu cabeza”. Los cuentos de Leonora sugieren un cuerpo metafórico que puede ser habitado por el lector–soñador que es capaz de darle forma al objeto narrativo y vivir con él; sus personajes nos enseñan a superar a los sujetos exánimes que no transmiten nueva energía. El significado se reubicará en lo maravilloso y el deseo por lo insólito será la fuerza motriz de nuestro inconformismo. La fabulación subversiva nos ayudará a resistir la epidemia cultural que ha enfermado seriamente a nuestra imaginación; demasiadas cosas se han explicado y recontra explicado. Debemos tomar un respiro y arriesgarnos a que nuestras mentes se pongan en marcha. Nuestras culturas han impuesto límites y restricciones contra el movimiento libre de la imaginación. Por eso debemos ignorar estos condicionamientos y embarcarnos en un viaje que nos lleve a la inestabilidad. Lejos de los territorios conocidos re–aprendemos a jugar con lo arbitrario y adoptamos la fi losofía del inverso desafiando a esa voz paternalista que asevera: “¡La razón lo prohíbe!” L * Fragmento de “Shadow Children”, texto incluido en Leonora Carrington and the International Avantgarde, de Jonathan P. Eburne y Catriona McAra. Traducción: Valentina Ortiz


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Entre los surrealistas TERESA ARCQ

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a vida de Leonora Carrington es tan compleja y fascinante como su obra. Después de casi 60 años de vida en México, en nuestra tierra es conocida y recordada como una artista mexicana. Sin embargo, nació en Inglaterra en el seno de una acaudalada familia de industriales de ascendencia inglesa e irlandesa. Su iniciación formal en la pintura consistió en un breve paso por la Chelsea School of Art seguida de unos meses en la academia del pintor purista Amédée Ozenfant en Londres. Pero el momento que marcó de manera definitiva su vida y su quehacer artístico fue su encuentro con el surrealista de origen alemán Max Ernst, al que conoció y se enamoró, primero de la pintura y después del propio artista, que era 26 años mayor que ella. Rompiendo con todos los convencionalismos, huyó con él a París donde se encontró inmersa en el corazón de la vanguardia. Al poco tiempo de su llegada, pasaba sus veladas en compañía de Pablo Picasso, Salvador Dalí, André Breton, Marcel Duchamp, y conoció al grupo de surrealistas que pocos años después acabarían, como ella, exiliados en tierras mexicanas. Leonora Carrington comulgaba con el espíritu del grupo que buscaba vivir y crear siguiendo tres valores fundamentales: el amor, la libertad y la poesía. Los años transcurridos entre 1936 —fecha que marca su encuentro con Ernst— y 1941, cuando logra escapar a Nueva York en compañía del diplomático mexicano Renato Leduc, fueron fundacionales. No solo aprendió de Ernst acerca de arte y literatura y abrevó de las fuentes imprescindibles para el surrealismo, sino que experimentó ampliamente en su pintura y sus textos, donde comienzan a aparecer las figuras y los personajes que habitan su mundo y que parecen evocar lo que Breton denominó “los grandes transparentes”, seres que comparten el espacio pero que son invisibles a nuestros ojos y solo se revelan cuando estamos conscientes de cómo opera el azar. Es importante señalar que en su libro Antología del humor negro (1939), Breton incluyó solo a dos mujeres: Gisèle Prassinos y Leonora Carrington, de quien publicó un fragmento de su historia La dama oval, titulado “La debutante”. Aunque reconoció su talento literario, no fue sino hasta casi 30 años después, que se refirió a sus pinturas. En una reedición de 1966, la presenta en una breve introducción como una “hechicera” cuyas “admirables telas están cargadas de lo maravilloso moderno”. La “hechicera” representa de alguna forma el concepto de la mujer como musa y amante, un tropo esencial del surrealismo. Aunque ensalzaban a la femme–enfant, la mujer–niña que tenía un acceso directo al inconsciente, los hombres imaginaban a la mujer a partir de un cuerpo femenino sexualizado, un objeto de placer. Aunque su ideología era revolucionaria en cuanto a su desafío a las instituciones como la iglesia, el matrimonio y la familia, los hombres del surrealismo pueden considerarse misóginos en el sentido de que muchos negaban a las mujeres su capacidad de producir arte, o por lo menos de crearla al mismo nivel que ellos. Por esto no es de extrañarse que tanto Carrington, como otras mujeres vinculadas al surrealismo, encontraran

Max Ernst, Leonora Carrington, Marcel Duchamp y André Breton, Nueva York, 1942

su propia voz y estilo en el exilio, una vez que se distanciaron de sus parejas. Las intensas experiencias que vivió en menos de una década detonaron su imaginación. En unos cuantos años se movió del ambienLos hombres del te mojigato de la alta surrealismo pueden sociedad británica al considerarse misóginos terror de un sanatorio ya que negaban a las mental español; de las mujeres su capacidad exposiciones de los de producir arte enfants terribles de la vanguardia parisina a las filas de refugiados en México a principios de la década de 1940. Cuando llegó a la Ciudad de México, después de una estancia de dos años en Nueva York, se encontró con una comunidad de exiliados,

vinculados de una u otra forma al surrealismo: Remedios Varo y Benjamin Peret, Alice Rahon y Wolfgang Paalen, Kati y José Horna, Esteban Francés y Gordon Onslow Ford. En México, lejos de Ernst, de Breton y los surrealistas que encontraron asilo en Nueva York, Carrington concibió un poderoso conjunto visionario de pinturas y escritos que representan mundos alternativos: las relaciones de espacio y tiempo se trastocan y la línea divisoria entre lo real y lo imaginario parece borrarse. En Remedios Varo y Kati Horna encontró mucho más que una amistad incondicional. Recorrían los mercados en busca de hierbas y hechizos; se adentraron en el estudio de la magia, la alquimia, el tarot, la astrología, la cábala; exploraron sitios prehispánicos cuyos mitos y leyendas fueron


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ESPECIAL

DE PORTADA

ESPECIAL

Carta a Benjamin Péret LEONORA CARRINGTON México DF 30 de diciembre de 1958. Chihuahua

Querido Zebre,

rescatados y publicados por Benjamin Peret, el compañero de Varo, quien se dio también a la tarea de traducir el Chilam Balam del latín al francés. Carrington se inspiró en diversas tradiciones pictóricas e ideológicas creando un extenso cuerpo de obra plástica en el que experimentó con una increíble variedad de medios y materiales: litografias, tempera, óleo, acuarela, gouache, dibujos, grabados, tapices, máscaras, escultura en madera policromada y en bronce. Nos ha legado, además, un abundante cuerpo literario, cuyos temas están estrechamente relacionados con sus creaciones plásticas, e incluye cuentos, poemas, obras de teatro y novelas. Su obra es única y difícil de categorizar dentro de una corriente, aunque en muchos sentidos estuvo arraigada al surrealismo. L

Tu carta me ha sumido en un dilema porque, como tú sabes bien, soy amante de la precisión, y no podría enviarte datos biográficos sin utilizar los métodos modernos más minuciosos. Recientemente conocí la discusión infernal que pueden ocasionar datos erróneos escritos en mi pasaporte y sobre mi acta de nacimiento, funesto documento rosa jamón. Entonces, después de haber consultado los manuscritos sobre más de un obispo, que se encuentran en el Vaticano, tomé posesión de los siguientes cálculos indiscutibles: (9_9–9–9–9–9–9–9–9(*) 00, –9, ¼,–9 = 00 9.), es decir: dos antílopes —una jarra de abejas salvajes multiplicada por una docena de pequeños monstruos de chocolate da el mismo resultado, extrañamente, que la inseminación artificial. Sí, querido Zebre, no debes de menospreciarme ahora que conoces mi origen puramente científico. Soy producto de la inseminación artificial de la siguiente manera: Mi madre, como toda una encantadora recién casada, habiendo caído en una agonizante desesperación por culpa de la frialdad anglo–sajona de su marido, paseaba, en una noche de luna creciente, en los laboratorios que se ubicaban a un costado de las amplias y lujosas granjas que eran parte de la propiedad familiar. Estos laboratorios eran el lugar preferido de los juegos de seminarista de mi tío abuelo Julep Edgworth. Cansada de su caminata, pesada de tanta tristeza y chocolates, de faisán relleno, de puré de ostras con crema y otros antojos con los que ella se había atiborrado para tapar el vacío producido por la frialdad de su esposo, se acostó con languidez en una máquina especial que confundió con un sofá. Imagínate, entonces, que esta máquina especial era justo el último invento del tío Julep. El artefacto de alta precisión estaba cargado con 900 galones de secreción seminal de todos los animales machos de la propiedad. No solo de los garañones maravillosos de raza árabe, de los puercos reales, de los gallos pequeños y de los gallos grandes del platillo coq–au–vin, sino también de erizo tras erizo combinados terriblemente con murciélagos y patos corrientes.

Por delicadeza no describiré las reacciones bioquímicas de mi madre. En resumen, (resultó) en un embarazo cada vez más enorme, que alcanzó una amplitud espantosa que explotó con tanto ruido que las vibraciones se sintieron en toda la isla. Así, yo nací. Asombrado de los resultados casuales de sus experimentos, mi tío Julep me guardó en el refrigerador especial donde otros monstruos esperaban su turno para ser inmortalizados, disecados, colocados en las vitrinas que rodeaban el departamento de mi tío. Pensaba transformarme de una manera muy artística, en tintero, (porque, después de todo, no podía negar que yo era un miembro de la familia.) Su objetivo fue frustrado por la horrible manera que tuve de aferrarme a la vida terrenal. Entonces decidieron educarme en el convento, considerando que era el lugar adecuado para mi espacio indefinido. Tú conoces los detalles tan agitados de esta educación, según las antiguas costumbres católicas en las cuales yo participo con mi naturaleza pura pero pluri–adultera, fiel y neobarbárica. Recuerdo con cariño las flagelaciones colectivas cuando la madre superior disfrazaba a todas las monjas de Napoleón–Rey Sol, Rey Sol–Napoleón, sin variar esto jamás. En las noches de verano nos reuníamos en la cueva de la pequeña Teresa, pequeña flor carmelita, para ser testigos de los ataques de éxtasis de nuestra santa directora en su cita sobrenatural con las difuntas autoridades eclesiásticas que se presentaban en forma de pequeños changos blancuzcos con dedos ambulantes. Cuántos recuerdos. ¿Pero cómo sintetizar mis experiencias en una carta? ¿Cómo podría transmitir de una transgresión a otra transgresión cuyo final sería un dulce acto de chochera en los ocho brazos tiernos pero peludos de mi pasado? Dejemos caer discretamente y en silencio la gran telaraña como velo de novia sobre mi difunta virginidad. Ex opolorum pan excelsus vecribitarum. Amén. Querido Zebre, te deseo un feliz y provechoso año de 1958, porque esta vez decidieron repetir el mismo año por falta de acontecimientos. L Te mando un abrazo grande con Chiqui y los niños. Traducción: Valentina Ortiz


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LABERINTO

El misterio de sí misma LAURA MARTÍNEZ TERRAZAS

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Les Milles cerca de Aix–en–Provence, ya que como ciudadano n su reciente artículo “My ‘wild child’ cousin, the surreaalemán representaba un peligro a los ojos de la policía francesa. list painter Leonora Carrington” publicado por el diario Debido a esto, Leonora Carrington enfrentó una crisis nerviobritánico The Guardian, Joanna Moorhead relata sus sa. Partió rumbo a España acompañada de una amiga, y en encuentros con Leonora Carrington 60 años después de que ésta Madrid los contactos de su familia lograron que fuera llevada dejara Inglaterra. En este artículo, la sobrina lejana de la artista a un hospital en Santander. Ahí permaneció internada bajo el cuenta que Carrington se concebía a sí misma como un misterio. tratamiento médico de los doctores Morales, quienes dirigían No podría estar más de acuerdo: si hay un rasgo característico en la clínica psiquiátrica Covadonga. su trabajo artístico es la búsqueda constante de la comprensión La imagen de Leonora Carrington en Memorias de abajo va del propio ser, aquello que la concebía como Leonora Carrington. de la mano con un estado mental y refleja una estructura de la La búsqueda de la propia imagen puede aparecer en diferentes realidad relacionada con el momento vivido. formas, desde la pictórica hasta la literaria. El A la tragedia de la Segunda Guerra Mundial, simple hecho de escribir nuestras memorias DOS HOMENAJES la Guerra Civil española, los campos de conpermite establecer un retrato de nosotros miscentración y el aislamiento de grupos humamos; es, en definitiva, una manera de construir El 6 de abril, en la Galería Metropolitana de la nos, se une la guerra interior de la pintora, el frente a los demás nuestra propia narración. UAM, se inaugurará la muestra Leonora Carringaislamiento en el hospital y otros elementos La imagen narrativa es una percepción que ton en su centenario. Imaginación delirante que que emparentaban lo sucedido en Europa se tiene de manera colectiva acerca de un reúne esculturas, dibujos, grabados y objetos. con lo que a ella le pasaba, de manera que el sujeto en un momento histórico determinado. El mismo día, a las 10 de la mañana, la Biblioteca estado alterado de conciencia de Carrington Se desenvuelve a través del lenguaje y de su México será la sede de la exposición y el panel Leofue el inicio de un tratamiento médico para exposición a la colectividad, en la esfera social, nora Carrington a 100 años. Participarán Whitney recuperar su salud mental, pero también para en el ámbito público o cultural. Chadwick, Jonathan Eburne y Catriona Mc Ara disciplinar su cuerpo y su mente. En el caso de Carrington, dicha búsqueda —coordinadores del libro Leonora Carrington and Aunque Leonora Carrington sufrió una de la identidad artística tiene un instante the International Avantgarde—, Gabriel Weisz Caconstante alienación, mantuvo su conciencia decisivo, representado en un pequeño rrington, Roger Shanon, Teresa Arcq, Susan Alberth, activa, sobre todo para recordar lo acontecido libro titulado Memorias de abajo. Ahí se Stefan Van Raay, Karla Segura y Laura Martínez. en la clínica Covadonga. A través de Memorias construye y trata de explicarse a través de de abajo el lector es testigo de la manera en que la narración de un episodio de locura. Este la conciencia de la supuesta locura, del encierro, relato se convertirá en el medio de manide la terapéutica y de los métodos utilizados para hacerla ceder al festación de la conciencia como mediación entre el ser y el régimen social de la salud mental y la normalización del cuerpo, mundo. Leonora Carrington ve la narración de su vivencia está presente en la auto construcción de la imagen narrativa de como una alternativa de identidad. la pintora. Al ser la observadora de su propia locura, Leonora CaEn Memorias de abajo la mente consciente es el narrador rrington logró que su conciencia se mantuviera presente tanto en que recoge información disponible en un tiempo y espacio el relato como en su vida misma. La preparación y publicación de determinados. Con poco más de 20 años, Carrington se mudó Memorias de abajo fue una construcción narrativa que Carringal sur de Francia a vivir con el pintor surrealista Max Ernst. ton realizó para constituirse a sí misma como una conciencia Era 1940 y la guerra, un acontecimiento de impacto arrasador persistente: para existir. y masivo, no pasó desapercibida en la relación que sostenía La pintora anuncia que no siempre está contando lo sucedido, con el pintor: la situación política puso a Ernst en la prisión de y que muchas veces se acerca más a la ficción que a la veracidad. El lector ha sido advertido sobre la existencia de varios elementos en juego dentro del texto: tiempo, espacio, ficción, veracidad. En su entrada del 24 de agosto de 1943 dice: “Temo caer en la ficción veraz pero incompleta, por falta de algunos detalles que hoy no puedo traer a la memoria”. La experiencia ficcional de Carrington no llevará al lector a un relato histórico de tipo verídico, sino a un relato oscilante entre lo vivido, lo experimentado y la idealización de los recuerdos que la pintora guarda de la experiencia, tres años después de vivida. Durante la narración, la “noción de experiencia de ficción del tiempo” se ve trastocada en un vaivén que, si bien se basa en la experiencia, mantiene alerta al lector sobre los acontecimientos reales o imaginados y los planos en que éstos se desarrollan para terminar combinados dentro del relato. En él, el tiempo se transforma a sí mismo. La situación de excepción que representa este brote psicótico es un escenario muy complicado para demostrar que quien lo describe tuvo en verdad conciencia de lo vivido. Sin embargo, Carrington se vale de la narrativa para lograrlo, para dejar bien establecida su imagen dentro del relato y de esta manera construir su conciencia. Lectura y escritura se convierten en un medio de representación del ser, de construcción de la imagen como confirmación de la existencia del Yo en el discurso, pues al rememorar, ese alguien que habla llega a existir, como bien decía el filósofo Merleau–Ponty: “Mi existencia como subjetividad no forma más que una sola cosa con mi existencia como cuerpo y con la existencia del mundo y que, finalmente, el sujeto que yo soy, tomado concretamente, es inseparable de este cuerpo y de este mundo”. La memoria construye la imagen narrativa, de la misma manera que dicha imagen existe gracias al lector o espectador. Es la confirmación por medio del otro lo que le confiere realidad. Es el lenguaje cruzado entre uno y otro, entre lector y autor, lo que provoca que exista sentido: da sustancia al Yo narrado, a un Yo con memoria. No existe un mundo interior y otro exterior, es el lenguaje quien produce ambos lados de la imagen de quien narra, y así dibuja lo que somos, lo que fue un misterio, aun para nosotros mismos. L ESTATE OF LEONORA CARRINGTON/ ARS


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EN LO PROFUNDO DEL MAR GEORGE STEINER Siruela España, 2016 403 pp. El asombroso ensayista de En el castillo de Barba Azul, Pasión intacta, Errata o Nostalgia del absoluto, ha escrito solo tres libros de ficción: El año del señor, El traslado de A. H. a San Cristóbal y Prueba y tres parábolas, así que este título es una selección de sus mejores textos de ficción, los trabajos que condensan sus temas recurrentes y, como el propio Steiner dice acerca del volumen, son “un acto de rememoración”: nueve relatos que acontecen en las profundidades del Pacífico, la Amazonia, los campos de concentración polacos o la Italia tras la caída del comunismo.

UN TIRO DE DADOS STÉPHANE MALLARMÉ Ediciones el Tucán de Virginia México, 2017 108 pp. Poco antes de morir, Mallarmé legó su enigmático poema a su amigo Paul Valéry, quien hizo publicarlo en 1914. Desde entonces, Un tiro de dados ha guiado el quehacer de los más grandes poetas occidentales, aun de aquellos que han pintado su raya. Este volumen rescata la traducción de Rodolfo Hinostroza, que en 1970 le valió el Premio Maldoror. Ofrece además cuatro ensayos de Alfonso Reyes, Rafael Cansinos Assens, Salvador Elizondo y Gabriel Bernal Granados. Por si fuera poco, entrega la traducción de Octavio Paz al Soneto en ix.

CONTRA EL FANATISMO AMOS OZ Siruela España, 2016 105 pp. Edición revisada y ampliada de este título que ya es un clásico del pensamiento contemporáneo, los tres ensayos en torno de la esencia del extremismo y la propuesta que hace Oz para un acercamiento respetuoso y razonado para la resolución de la guerra palestino–israelí merecen una lectura atenta y, acaso, una relectura, porque más allá de los apasionamientos también deben considerarse las razones financieras que alientan el conflicto armado.

EL ALMA DE HEGEL Y LAS VACAS DE WISCONSIN ALESSANDRO BARICCO Siruela España, 2017, 127 pp. A partir de la certeza de que las vacas producen más leche cuando pasan su vida escuchando música sinfónica, Baricco escribe un ensayo sobre el lugar que ocupa la llamada música culta en nuestra sociedad. Para ello, y echando mano de la filosofía y la historia de las ideas, intenta dar respuesta a la pregunta sobre la pertinencia del arte en un mundo que se solaza con el espectáculo. Puccini, aunque parezca lejano, ilumina un recorrido que concluye con la noción de público y lo que pasa a su alrededor.

LA MUERTE DE LOS HÉROES CARLOS GARCÍA GUAL Turner España, 2016 164 pp. La vida de los héroes está rodeada de un halo de grandeza que perdura aún en nuestros días. Sin embargo, su muerte no siempre se halla a la altura de dicha grandeza. El especialista en literatura clásica griega Carlos García Gual hace un repaso del fin de algunos personajes emblemáticos dividiendo su libro en tres secciones: los héroes míticos, los héroes homéricos y tres heroínas trágicas. Como explica, lo que se presenta son fundamentalmente los últimos días de los héroes que reflejan “la efímera condición humana”.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

CUANDO TODO ERA PARA SIEMPRE

Federico Traeger Alfaguara México, 2017

En un mundo de machos alfa ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

M

ezcle el peor momento de Nosotros los nobles, incluyendo una vista de alguna callejuela parisina, con la imagen congelada de la bóveda donde Homero Adams guarda sus riquezas, agregue cantidades indignas de comicidad precaria y un toque de la más superficial chabacanería y obtendrá Cuando todo era para siempre, una novela en busca de lectores apenas capaces de reconocerse en el discurso más primario. Con vocación de cuentachistes, Federico Traeger ha imaginado a una familia de ingresos medianamente decorosos que recibe una herencia cuantiosa de la que dispone sin mesura. La anécdota funciona como detonante de una serie de episodios hilvanados por el mero interés de sumar ocurrencias. El narrador, por ejemplo, el hijo menor, un escalón por encima del analfabetismo, inicia una carrera como productor musical tras una sesión en los estudios Abbey Road. El padre, un descendiente de alemanes, cumple su deseo inconfesable de comprar y dirigir un equipo de futbol. Y así por el estilo. Piensen en cualquier despropósito —un circo, un viñedo, un palacete en mitad de la nada, un harén— y no duden en encontrarlo en Cuando todo era para siempre. Además de la injustificable capacidad para anular todo asombro (una vez que en las primeras páginas la familia Voorman recibe la noticia de la herencia, su carrera hacia el despilfarro se vuelve cansinamente predecible), Traeger tiene una visión patriarcal —y a cuando menos cien años de distancia de nuestro presente— de la especie humana. Los hombres de la casa, y aun la turba de parásitos que se divierten a sus costillas, están para comer, beber y vivir siguiendo los impulsos del macho alfa de la manada pues son sexualmente irresistibles; si no se hallan practicando acrobacias en la cama, están ideando cómo atraer a su próxima golosina. Las mujeres… bueno, deben imaginarlo: están para servir a los hombres de la casa, preparar la comida y, por supuesto, abrir las piernas entre alabanzas y cumplidos. Qué queda: una cargante vulgaridad, un esnobismo de preparatoriano. ¿Así que sobre el horizonte solo despuntan las descripciones de virtuosos bacanales y ruidosos acostones? El lector tiene el derecho de asomarse y comprobarlo por unos instantes. Si de algo sirve, hay que decir que Cuando todo era para siempre constata la trivialización de la palabra escrita. Cualquiera puede escribir una novela, no importa si, como en este caso, desconoce la herencia de Rabelais o de Gógol, dos auténticos traductores de la realidad en clave fársica. Basta con que tenga un grupo de amigos entusiastas y un manual de redacción en su videoteca. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Jack Zahga

“Estoy entre el mal llamado cine de arte y el comercial” Dos generaciones sin puntos en común revaloran su presente y su futuro en Almacenados HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

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l tiempo y la vejez son temas que comparten la obra de teatro Almacenados, de David Desola, y la filmografía de Jack Zahga. No es extraño que el cineasta centrara su atención en la pieza. La historia de la película homónima es, en principio, sencilla: un hombre mayor (José Carlos Ruiz) y un joven (Krystian Ferrer) protagonizan el relevo y choque generacional en términos laborales y personales. El resultado es un episodio que los confrontará con su presente y futuro. Uno de los problemas que enfrentan los directores mexicanos es la continuidad. Sin embargo, usted ha conseguido mantenerse filmando. ¿Cuál es su fórmula?

Soy productor de las historias que quiero contar. Junto con mi hermano, fundé una casa productora: buscamos fondos e inversionistas privados. Todo es objeto de trabajo. ¿Qué lo atrapó de la obra de teatro?

Leí el guión y me interesó la pérdida del tiempo como tema. Me provocó angustia y quise hacerle justicia al tiempo muerto como objeto de reflexión. El tiempo es lo más valioso que tenemos porque es imposible de recuperar. Quería mostrar la falta de entendimiento generacional porque parece una constante de nuestros días.

Aunque se centra en la vida laboral.

Me gusta hablar del trabajo, pero de aquel que se hace sin gusto y simplemente para ganarse la vida. De alguna manera, me devuelve a la pérdida del tiempo. Por obvias razones, es una película muy teatral: dos personajes, un espacio, mucho diálogo.

La película representó un reto gigantesco. Si bien la historia es sencilla en apariencia, queríamos contarla con una narrativa cinematográfica. Al tener tan pocos elementos, cualquier error de continuidad, iluminación y edición se hacía evidente. El minimalismo del proyecto no dio espacio para esconder los errores. ¿No era mucho riesgo sostener la película en los diálogos?

Teníamos un gran guión a nuestro favor. El resto era conseguir actuaciones honestas. Todo se basa en los personajes y su historia. Tuvimos cuatro semanas de ensayos y el fotógrafo Claudio Rocha estuvo presente todo el tiempo, porque necesitábamos una cámara que acompañara a los personajes y pasara casi desapercibida. Su trabajo anterior fue una roadmovie y ahora se fue a lo opuesto: un filme casi claustrofóbico.

A nivel personal, me suponía un reto inte-

HOMBRE DE CELULOIDE

José Carlos Ruiz protagoniza un relato claustrofóbico

resante. Una historia con esas características pone a prueba tu talento y experiencia. No es una película con elementos distractores como un paisaje bonito o personajes marginales. Me gusta hacer cine inteligente. Sin proponérmelo, estoy entre el mal llamado cine de arte y el cine comercial. Parte de eso creo que se debe a que apuesta por llegar a las emociones del espectador.

Me gusta generar emociones profundas a partir de pocos elementos. Almacenados te hace pensar y, a la vez, sentir la claustrofobia que padecen los protagonistas.

Hablamos de espacio–tiempo, dos elementos que definen al cine como disciplina.

Por definición, el cine es una reflexión sobre el tiempo y en mi caso me ayuda a conectar con la gente; transmitir una idea, y contar cómo es la vida. Me gusta pensar que mis películas tienen cierta enseñanza que no sabes cuándo te servirá. Almacenados, por ejemplo, está pensada para los jóvenes. Muchas veces se les va el tiempo en criticar al gobierno, algo que sin duda es válido y necesario, pero también necesitamos entender que nos corresponde poner manos a la obra a la hora de pensar en el futuro. L FERNANDO ZAMORA

Pequeños relatos de gran duración ESPECIAL

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n 1979, Jean–François Lyotard proclamó el fin de los grandes relatos. Con La condición postmoderna justificó teóricamente películas que, como Aquarius, se mueven en la cotidianeidad. Clara es una hermosa mujer que se enfrenta con un grupo de especuladores financieros que quieren robarle su apartamento. ¿Suena aburrido? El resultado es peor. No basta la actuación de Sônia Braga, no basta que la protagonista goce de todas las virtudes de una militante socialista, no basta que nos espete coloridos diálogos de sabiduría popular: “no son los pobres los mal educados, son gente rica como tú, gente que ha tomado su curso de business quien carece de toda decencia humana”. No. Nada de ello basta para que Aquarius sea una película medianamente interesante. Pero la polarización en el mundo ha llegado a tal punto que resulta que si

Aquarius. dirección: Kleber Mendonça Filho. guión: Kleber Mendonça Filho. con: Sônia Braga, Jeff Rosick, Irandhir Santos, Maeve Jinkings. Brasil, Francia, 2016.

este personaje, estos diálogos y esta ausencia de conflicto no te apasionan, debes ser neoliberal. Luego de que, por supuesto, Aquarius fuera nominada para la Palma de Oro en

Cannes, el comité de cine brasileño quiso proponerla para el Oscar. Hubo un crítico (Marcos Petrucelli) que se atrevió a hablar del elefante en el cuarto. Habrá dicho algo como “esta

@fernandovzamora

película es pesadísima” y se cayó la nominación. Hubo renuncias, gritos y protestas. Parece que aburrirse es un pecado muy neoliberal. Pero tratemos de ver las cosas en perspectiva. La película comienza con una fiesta. Es el cumpleaños de un personaje al que no volveremos a ver. Llega la hora de los discursos. Kleber Mendonça nos los espeta todos. Si uno odia las fiestas familiares corre el riesgo de ser llamado burgués por no apreciar este “pequeño relato” posmoderno, este pedazo de vida real. Pero la película sigue y cuando Sônia Braga por fin se desnuda para mostrar su seno cercenado por el cáncer, el director nos ha perdido irremediablemente. Aquarius es un buen ejemplo de cine posmoderno y sin embargo hay algo que Mendonça no ha notado: que los grandes relatos están de vuelta, entre otras cosas, porque nunca se fueron. La polémica que ha suscitado esta aburridísima película es prueba de ello. El socialismo es un gran relato. Tanto que trasciende al posmodernismo y a esta heroína a quien no sucede nada digno de contar. L


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ESCENARIOS

ALFREDO MILLÁN

¿Quieren ver Aventurera? MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

A La obra dirigida por Fernando Bonilla se presenta los jueves en el Cabaret Barba Azul, Gutiérrez Nájera 291, esquina Bolívar

Vidas en deterioro El acoso sexual detona las acciones con las que arde Infierno Barba Azul TEATRO

E

ntre las llamas enrojecidas que trepan sobre la pared interior del Cabaret Barba Azul, un personaje del mismo nombre espera sentado ante una pequeña mesa, entre fotos de meseros, capitanes y parroquianos, frente al cuerpo desnudo de mujeres de yeso y colorida cabellera, cuyos senos sobresalen del muro que las contiene. La pista de baile del segundo piso se ha transformado en un breve escenario rodeado por el público, menos el lateral, donde hay una mesa con computadoras, operadores, y la parte del fondo. En escena, dos actrices y un actor comentan, como si estuvieran en una reunión de amigos, lo que les gusta o disgusta de otros cuerpos, su afición a los videos o a la caballerosidad, con lo que de inicio se abordan contradicciones sobre la cultura del acoso. Los actores cambian su ropa cotidiana, que depositan en una bolsa de plástico transparente, por el vestuario de su personaje: traje para el hombre y entallados vestidos para las mujeres, lo que da continuidad a Infierno Barba Azul, dramaturgia colectiva de la Compañía Puño de Tierra con dirección de Fernando Bonilla quien, además de interpretar al famoso asesino de mujeres, narra, observa, da indicaciones al micrófono cuando debe haber oscuro o luz y establece un puente entre la ficción escénica en torno a la violencia sexual, intrafamiliar, los feminicidios, el machismo y la equidad de género, y el espectador, que tiene cerca al personaje de barba azulada, pero en un vértice exterior del escenario. La dramaturgia, inspirada en testimonios verídicos y en el cuento “Barba Azul” de Charles Perrault, así como en la poesía de Michel Houellebecq y Charles Baudelaire, toma fragmentos de cada fuente para nutrir un montaje que despliega un amplio y crudo universo enlazado a la llave ensangrentada que alude al castigo recibido por el personaje

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

femenino del cuento francés y al caso de las actrices mexicanas que fueron acosadas por su director de escena, o a la situación cotidiana de vidas en deterioro. Las tres mujeres muertas del cuento de Perrault prestan su cuerpo y su voz para hacer transitar a distintos personajes por circunstancias delicadas, como la denuncia en una oficina pública, donde el lenguaje se transforma, a partir del uso y el tono del servidor público, en un arma contra la víctima. Sofía Álvarez Núñez, Daniela Arroio, Fernando Bonilla, Juan Carlos Medellín y Valentina Sierra, autora de la idea original, integran el elenco de Infierno Barba Azul, que establece una franca comunicación con una audiencia heterogénea, asombrada por la áspera claridad con que se plantean situaciones que en la realidad se han vuelto cotidianas pero que a la luz del escenario cobran la dimensión que en verdad tienen. La Compañía Puño de Tierra tiene urgencia por plantear desde múltiples ángulos el lastre de nuestra incultura sexual, la voracidad de una sociedad que parece no tener freno en una vorágine que ultraja el lenguaje y los valores que se confunden con el amor, hasta llegar al asesinato. Frente a las siluetas de mujeres asesinadas, delineadas con pintura blanca sobre el piso, tienen lugar las acciones, las descripciones, los desencuentros, la violencia explícita o soterrada, como si se revivieran extractos de una habitual pesadilla de la que somos parte, sin importar el rol que cada uno tenga en ésta. Dentro de un espacio abierto a la diversión nocturna en la colonia Obrera, con espectadores inmersos en una estética erótico– caricaturesca que aporta a la experiencia un entorno pleno de estímulos, se abre paso Infierno Barba Azul, un teatro joven que grita, expone y acota el despeñadero de una sociedad apoltronada en una violencia de género que arrastra a todos. L

venturera o la mentira de un cine de cabaret donde la protagonista se supera, se ensaña y se desquita de sus verdugos: el gigoló, la dueña del congal, el traidor y estafador y, al final, se casa con el hijo de la mujer que la empujó a la prostitución. Inverosímil, pero la película de Alberto Gout, de 1949, es un clásico de nuestro cine, con guión cinematográfico de Álvaro Custodio. Inverosímil, pero de ahí surge la imagen de Ninón Sevilla como una de las grandes del espectáculo. De la estridencia del tema rescato el burdel de Ciudad Juárez donde las mujeres son prostituidas porque nadie de la familia las reclama. De eso, a las muertas de Juárez hoy, hay un paso… Aventurera o Carmen Salinas en su triunfal versión teatral desde 1997. Ella, no la película, es en gran parte responsable de la ignorancia de la gente para ver teatro y en cambio adorar estereotipos, los peores, de un cine nacional ya —por fortuna— superado. Ni director ni guionista tendrían hoy el éxito de ayer porque ese estereotipo como prejuicio social, aunque existe en una parte de la sociedad, es insostenible en las democracias modernas. Carmen Salinas es un bodrio del peor teatro. La Corcholata, una diputada en decadencia, se pone a dar consejos en el escenario. Resulta inconcebible que aún exista público para esas obras. Aventurera o el guión para cine de Álvaro Custodio en adaptación teatral de su nieta, Ximena Escalante, en la nueva versión producida por el actual Señor Telenovela, Juan Osorio, en el Auditorio Blackberry. Se entiende la defensa de los derechos de autor de Custodio, pero no a costa del desprestigio. Ximena Escalante, una dramaturga de altos vuelos, no tendría que andar adaptando para que Carmen Salinas miente madres y profiera groserías a diestra y siniestra frente a un público que fácilmente acepta como diversión la vulgaridad que le dan. Más que adaptación es una negociación. No había necesidad de ningún crédito; para eso sirven los abogados. Aventurera o los estertores de un teatro que ya cerró sus puertas hace tiempo para dar cabida al cine que, en Bellas de noche —dirigida por María José Cuevas—, muestra los finales tristes de personajes reales que ayer fueron cabareteras y hoy sombras son. Cada una es una historia de película. Son las olvidadas de la realidad que deja el cabaret, donde los caballeros las prefieren dóciles. Entre Aventurera y Bellas de noche, me quedo con la versión más actual. Entre la versión teatral y la película de Gout evidentemente es mejor el cine que el teatro, sobre todo porque Carmen Salinas jamás estudió arte de ningún tipo. Aventurera o las verdades que, aunque duelen, es necesario decir. Allá ustedes si van a verla. L ESPECIAL

La actriz Susana González


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LABERINTO

ESPECIAL

Meus vizinhos TOSCANADAS

H

abito una casa antigua en Lisboa, muito perto de onde morava Antonio Tabucchi. Un barrio junto a la tradicional Praça das Flores con construcciones que digna y bellamente han sobrevivido al paso del tiempo. Puede parecer una paradoja que el edificio más deteriorado de la calle sea a la vez el más nuevo. Pero la paradoja desaparece cuando alguien lo mira: un adefesio de departamentos construido con la fealdad de lo contemporáneo. Es tan feo que ni los propietarios lo quieren. Jamás le han dado una mano de pintura. No se inquietan por el grafiti. Cuelgan de los tendederos calzones percudidos. Las manchas de humedad proliferan. Crecen líquenes en los muros. Los techos se desmigajan. Las terrazas están yermas, sin macetas con flores ni mesas o sillas para tomar una copa de vino. Es una vivienda sin vanidad. Un anciano que vive al otro lado de la calle, en protesta por tal monstruosidad, esparce cada día una bolsa de granos y semillas delante de la descolorida fachada y así convoca a cientos

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

de palomas para que acaben de cagar el edificio. Las colúmbidas tienen bien ajustados sus relojes y saben a qué hora deben conglomerarse. Es el único momento en que el horrible edificio toma un poco de vida. Uno de los propietarios sale con expresión de odio católico y golpea la oxidada baranda donde las palomas se hallaban felizmente deyectando. Recoge el excremento con una espátula y lo echa abajo a la calle, donde ya las palomas se están dando un festín con el alpiste. Y sin embargo, el propietario no ama su edificio como para instalar picapalomas en el balcón y los alféizares. En el fondo acepta la penitencia por vivir una vida sin belleza. Acepta que cada día vengan los pajarracos a ultrajarlo. Adentro, la vida tampoco es feliz ni bella. El hombre está casado con una colosal mujer que apenas se deja ver por la puerta entreabierta del balcón. Nunca hablan entre ellos. Solo con el hijo. Le hablan, sobre todo, de las palomas. El hijo frisa los cuarenta años y no tiene ningún talento. Luego de años

Una calle de Lisboa

desocupado, consiguió empleo en una empresa de seguridad. Esto dio pie a dos ceremonias familiares. La primera es cuando el hijo cobra su sueldo. Ese día llega en taxi con dos bolsas de víveres. El padre lo espera asomado por el balcón, más expectante que cuando mira las palomas. La otra celebración se da cuando lavan el uniforme de vigilante. Ese día no cuelgan calzones percudidos. Solo el uniforme. El padre lo cuelga. El hijo descamisado y de espalda hiperpeluda le va pasando las cuatro pinzas necesarias. La madre echa un ojo desde la puerta entrecerrada. A veces los hombres de la casa duermen la siesta y comienza a llover. Entonces la mujer debe rescatar el uniforme. Da veintiséis

LO QUE CONTEMPLAS

ADRIANA DÍAZ ENCISO

esforzados y bamboleantes pasos para llegar a él, cuando el hombre apenas requiere cuatro. Hace años que ella no sale de casa. Le resta tanta vanidad como al edificio. Cuando el hijo trabaja el turno de noche, sale de casa a las veintidós horas. El padre lo mira bajar por la calle hasta perderlo de vista. Difícil hallar a un hombre más orgulloso. Lo esperará a la mañana siguiente. Y lo esperará siempre con certeza, pues el hijo no tiene amigos. Mucho menos amigas. Yo no soy sociable. Nunca hablo con los vecinos. Pero conozco las vidas de todos los que habitan mi calle. Sé lo que cuento y sé muchas cosas más con apenas mirar un poco desde la ventana. Y sin embargo supongo que ellos nada saben de mí. L adrianadiazenciso@gmail.com REUTERS

Un puente E

s un puente hermoso. Los londinenses lo cruzamos infinidad de veces: para ir al South Bank; para llegar al Lambeth Blakeano (el del grano de arena “que no puede encontrar Satán”); para ser atendidos en el hospital de St. Thomas. En la ribera norte, nos reunimos a menudo en Parliament Square para articular, como comunidad, lo que nos importa que escuche el gobierno. Es el puente del Big Ben, a unos pasos de la catedral de Westminster, y por lo tanto, uno de los que más cruzan los turistas. Es un puente amado. Todos esos pasos, apresurados o en la lentitud del goce; todas las fotografías; los selfies; el apoyarse en el pretil para ver el horizonte urbano, los edificios del Parlamento brillando como oro bajo el sol, el paso del río bajo nuestros pies, se antojan ahora actos de inocencia ultrajada por lo inconcebible: el odio convertido en carrera asesina a 70 kilómetros por hora de un pobre hombre que nunca habrá visto lo que hizo a Wordsworth escribir su poema; los cuerpos derribados (50); los muertos; las puñaladas al policía; el terror; nuestro puente cubierto de sangre. La inocencia cotidiana es ultrajada todos los días en alguna parte del mundo. Hoy quiero hablar de la entereza; de los innumerables actos de instintiva bondad y gentileza que he presenciado en los días posteriores al ultraje; de los heridos y los familiares de los muertos invocando amor y compasión, negándose al odio; de la voluntad inquebrantable de los londinenses de no ser divididos. En Trafalgar Square al día siguiente se congregaron hombres, mujeres y niños de todas las religiones, o ninguna, de todas las nacionalidades, para

Vigilia silenciosa en el puente del Big Ben

honrar a las víctimas y reiterar que el odio no dividirá nunca a una ciudad que ha visto mucho de amenazas terroristas, por no hablar de los bombardeos de la Segunda Guerra. Cuando decimos que no tenemos miedo, no es que no seamos conscientes de nuestra vulnerabilidad; ni siquiera que no tengamos miedo a solas, sino que el miedo se disipa cuando salimos a la calle y reconocemos en los otros la misma aprehensión aliviada por la solidaridad. Como todas las grandes metrópolis, Londres puede ser dura e inhumana, pero en sus tragedias muestra su verdadero rostro. La amargura en el espíritu descoyuntado del hombre que cubrió nuestro puente de sangre

no se propagó. Al contrario, nos dejó más unidos. Miremos a las mujeres (la mayoría musulmanas) que el domingo se apostaron a lo largo del puente tomadas de la mano, en una vigilia silenciosa, su forma de decir “no pasarán”. Eso, también, es la esperanza. Dejo la belleza de ese acto como regalo de despedida a mis lectores. En la más prosaica realidad de las finanzas, este suplemento, que ha sido durante muchos años un hogar, corta sus lazos con los colaboradores en el extranjero. Agradezco infinitamente a su editor por abrirme la puerta; a ustedes, lectores, por entrar conmigo. Confío en que habrá en el futuro otros puentes para hacerles llegar mis postales de Londres. L


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