Laberinto No.724 (29/04/17)

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Laberinto

DE HOMENAJES Y RETICENCIAS

armando gonzález torres p. 02

LA BIÓGRAFA DE BOHUMIL HRABAL

carlos rubio rosell p. 04

LA MAGIA UNIVERSAL

alonso cueto p. 12

MILENIO

NÚM. 724

sábado 29 de abril de 2017 FOTO: SHUTTERSTOCK

LIBROS VALIENTES PARA NIÑOS raquel castro p. 06


ANTESALA

p. 02

sábado 29 de abril de 2017

LABERINTO

De homenajes y reticencias ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

H

ace poco la Fundación Juan Rulfo se retiró de la Feria del Libro y la Rosa de la UNAM debido a que se presentaba el libro de Cristina Rivera Garza Había mucha neblina o humo o no sé qué, al cual consideraban difamatorio del escritor. En la interpretación de ciertos clásicos modernos suele haber una pugna entre literalidad y alegoría: los herederos del legado y los intérpretes oficiales tienden a defender alguna noción de literalidad (es decir, una interpretación más o menos fija de la biografía y la obra), mientras que los lectores y otros críticos pueden optar por la libertad de la alegoría. En el caso de Juan Rulfo, esta pugna se agudiza por la hipersensibilidad de quienes administran su marca y su propensión a repartir admoniciones y condenas. Lo cierto es que el nuevo desplante de la Fundación benefició al libro de Rivera Garza con el prestigio de su satanización. Sin duda, el libro no es difamatorio: busca ser un homenaje personalísimo y hace acopio de materiales heterogéneos: acercamientos biográficos, críticos y pastiches narrativos. Compagina

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

la biografía de Rulfo con la de la modernidad mexicana y lo define como engranaje de un progreso desigual ante el cual el escritor muestra una actitud ambigua; señala que la apertura de Rulfo a distintas artes lo vuelve un artista premonitoriamente experimental y destaca la deriva poética de su escritura. Estas ideas las salpica con un puñado de improvisaciones narrativas que evocan las atmósferas rulfianas. Pese a su encomiable ánimo de libertad y novedad, el resultado efectivo parece muy pobre. Por ejemplo, para el acercamiento biográfico, la autora se remite básicamente a la exhaustiva cronología de Roberto García Bonilla sin mayor aportación propia; su caracterización del Rulfo experimental es poco original y un tanto forzada y sus intentos de ficción y demás pirotecnias abusan de la urbanidad de sus lectores. Queda la impresión de que el libro, más que configurarse, se rellena con retazos sacados del ropero. Por supuesto, lejos estoy de venerar las fronteras estrictas entre géneros; sin embargo, libros como éste ilustran la forma en que la interdisciplinaridad y el experimentalismo

Desde que supo que simbolizaba la paz, dejó de pelearse con otras palomas de la plaza.

De la intervención LOS PAISAJES INVISIBLES

I

(reverenciados por cierta academia) son la coartada para saltarse procesos creativos y argumentativos, terminar más rápido los libros y entregarlos justo en la efeméride. En fin, entre pieles muy sensibles y simulacros críticos, se documenta el muy mediano nivel del debate literario. L

ntervenir es interponerse, mezclarse, inmiscuirse, entrometerse, involucrarse o maniobrar, por supuesto que el verbo tiene más sinónimos pero en lo que se refiere al arte, esas son sus acepciones más exactas. La intervención consiste en modificar o adicionar, ciertos críticos o curadores dicen “enriquecer” o “mejorar”, obras preexistentes con el fin de articular otro discurso estético al que poseía el producto primigenio, lo que implica una apropiación a mansalva, una arbitraria injerencia sobre el trabajo ajeno. Para algunos, la intervención es una alternativa legítima e incluso novedosa; para otros una ruta fácil y expedita para crear algo sin el mínimo esfuerzo imaginativo. Hay otros más que consideran la intervención simplemente como un plagio. La pregunta obvia es, entonces, ¿la intervención es arte?

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

Hoy día todo es intervenible. Ya no solo son objetos (piezas, esculturas, lienzos, fotografías o hasta automóviles), no solo son inmuebles (la intervención arquitectónica suele ser de índole más que estética, funcional), también son obras literarias célebres, de culto. El affaire de Pablo Katchadjian versus María Kodama por El Aleph engordado suscitó un debate acalorado en la república de las letras argentinas, en pro y en contra del libro en discordia. Lo que hizo Katchadjian fue añadir 5 mil 600 palabras a las 4 mil del relato de Borges (vaya que el interventor resultó más fértil que el intervenido) y publicar una propuesta que, según él, era un experimento. El litigio que duró algo así como cuatro años, se resolvió a fines de 2016 en contra de Katchadjian. Guillermo Carvajal, juez de primera instancia, dijo: “Tengo

por acreditado que Pablo Esteban Katchadjian defraudó los derechos de propiedad intelectual que le reconoce la legislación vigente a María Kodama —viuda de Jorge Luis Borges— en relación con la obra literaria El Aleph . […] Surge en forma palmaria la alteración del texto de la obra de Borges por parte del evaluado, dejando caer por tierra el descargo intentado por este último, en cuanto pretende explicar que la publicación de El Aleph engordado obedece simplemente a una experimentación literaria”. Si bien Katchadjian no obtuvo beneficios económicos con ese libro, los feroces abogados de la Kodama señalaron que consiguió algo mejor, notoriedad, por lo que su intervención se calificó como un delito aunque en esencia no es así, pues seguramente los lectores preferirán la obra original a la del engordador. Sin embargo, ¿su intervención fue arte? Hoy se pueden intervenir incluso los restos humanos para crear objetos ordinarios como la piedra para un anillo, una piedra que a primera vista no se diferencia de otras piedras, no posee un color ni una forma ni una textura diferente a la de un diamante o a la de la bisutería. El valor de esa piedra es simbólico, y por tanto supuesto, nada garantiza que los residuos corporales formen el brillo de una diminuta y pedregosa transparencia, lo mismo que si un puñado de cenizas se pusieran en el arenero del gato para montar una instalación de humor negro y exponerla con bombo y platillo para, hipotéticamente, promover un debate sobre la estética contemporánea. ¿Eso es arte? L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× JA I M E

TO R R E S

sábado 29 de abril de 2017

ANTESALA

ESPECIAL

B O D E T ×

Sentidos La publicación de Poesía completa (Fondo de Cultura Económica, México, 2017) es un buen pretexto para volver a la obra de quien, entre otros cargos extraliterarios, fungió como director general de la Unesco de 1948 a 1952

U

n ciego oye la luz y el color toca —en mí— cuando, al cerrar los ojos lentos dejo que solo vivan los momentos que nacen del contacto de tu boca. Un sordo ve la voz y el canto evoca cuando, al callar tus últimos acentos, vuelven a amanecer mis pensamientos en una aurora de cristal de roca. Inmóvil, correría por seguirte y cantaría, mudo, por hablarte, y, muerto, nacería por quererte; pues en mi vida ya no existe parte que, sin oídos, no supiera oírte y, sin labios, besarte y, sin luz, verte… y, sin alma ni cuerpo, recordarte. ×EKO×EX LIBRIS×EL DECAMERÓN DE BOCCACCIO×

El filósofo Giorgio Agamben

Cosas que nos usan BICHOS Y PARIENTES

C

JULIO HUBARD

omo el aprendiz de brujo: las fuerzas que desatamos nos abruman. Aunque sean imaginarias, como eso que Michel Foucault llamaba “dispositivo”. Idea ardua. Hace poco, Giorgio Agamben se dio a la tarea de elucidarla, desde la obra de su maestro: ¿Qué es un dispositivo? (Anagrama) comienza por esa lectura y deriva en otras cosas, muy del interés de Agamben. El caso es que, antes de arriesgar su propia definición, ofrece el resumen foucaultiano: “El dispositivo es un conjunto heterogéneo, que incluye virtualmente cualquier cosa, lingüístico y no lingüístico al mismo nivel..., siempre tiene una función estratégica concreta y siempre se inscribe en una relación de poder. Como tal, resulta del cruce de relaciones de poder y de relaciones de saber”. ¿Qué hace uno con esa definición? Vida y enredos académicos: poder y saber. Es raro, porque el mismo Agamben ha dedicado tiempo a la curaduría de la edición italiana de Iván Illich. En La lengua vernácula (FCE), Illich enfrenta un problema muy semejante y parece que el asunto no tendría por qué ser tan abstruso. Propone una definición mucho mejor, sencilla y elegante: una herramienta es algo sobre lo que tengo control y poder y multiplica mi capacidad y mi fuerza; cuando las herramientas se organizan desde ideas abstractas y se independizan de sus usuarios, las llamamos sistema: un sistema usa a la gente como recurso, como engranaje o eslabón. Yo uso una herramienta, pero un sistema me usa a mí. Tan claro, tan simple, tan elegante. ¿Por qué Agamben eligió la confusión de Foucault en vez de la nitidez de Illich? Quizá porque es académico: Foucault es la nueva patrística de los claustros mientras que Illich es un hortelano que trabaja el jardín. Porque parece más o menos claro que la definición de Illich —lo que tengo, lo que me tiene a mí— es superior al arcoíris gris de Foucault, siempre brillante y oscuro, al mismo tiempo. Si en la academia leyeran un poco más a Illich podrían ver que las lenguas de las correcciones políticas o las de género son discurso (dispositivo/ sistema) que viene de lo alto: lengua de clérigos que sanciona y castiga el habla mala de la gente ignorante. Es el nuevo latín gastado y cansado de los monasterios que deplora moralmente y desprecia formalmente la vulgaridad y la fealdad de esos repugnantes latines de los villanos. Malas lenguas que, de tan rotas, se separaron y terminaron llamándose francés, español, italiano, por ejemplo. Les espanta la vulgaridad de la lengua y les escuece la tonsura. L

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LABERINTO

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Monika Zgustova

“Bohumil Hrabal: un género literario en sí mismo” La reciente publicación de la biografía Los frutos amargos del jardín de las delicias brinda la oportunidad de volver sobre la obra del escritor checo más conspicuo del siglo XX, acosado por la censura e incomprendido por buena parte de sus lectores, como explica la autora (y traductora) de este intenso relato de vida ESPECIAL

CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID

L

a clave de la literatura del escritor checo Bohumil Hrabal (1914–1997) es su voluntad de ser siempre actual, moderna, innovadora, a pesar de todo. Como afirma su biógrafa y traductora, Monika Zgustova, Hrabal solo escribió una novela en la que no dio un paso más allá en esa búsqueda: Trenes rigurosamente vigilados. “Decía que lo importante era no quedarse donde estaba, aunque el público quería que siguiera haciendo lo que conocía. Porque para él, la actitud de un escritor era estar siempre insatisfecho”. La obra de Hrabal es, además de un compendio de vitalidad, imaginación, sentido del humor, amor, poesía y conocimiento, una cátedra para escritores. En sus primeros textos, experimenta una poesía de corte surrealista, y en sus últimas narraciones, como dice Zgustova, busca en las profundidades de sí mismo, intenta llegar al fondo de su alma, y la ficción es solo un bellísimo aplazamiento del conocimiento. En entrevista con Laberinto a propósito de la reciente publicación en español de la biografía de Hrabal Los frutos amargos del jardín de las delicias (Galaxia Gutenberg), en la que recorre la vida y la obra del escritor checo, captando no solo su compleja personalidad sino el universo cultural de la Centroeuropa del siglo XX, Zgustova explica que fue el surrealismo lo que marcó la literatura de Hrabal, quien desde la década de 1930 e inicios de la de 1940, cuando vivía en Nymburk, a unos 50 kilómetros de Praga, escribió sus primeros poemas surrealistas. “Luego decidió irse a vivir a Praga, lo que coincidió con el golpe de Estado y los primeros años del comunismo. En vez de rechazarlo, Hrabal consideró que alguna cosa buena debía tener, que tenía que ser coherente con su tiempo, y lo dejó todo para ponerse a trabajar en una fábrica metalúrgica. Ahí, como ya tenía la mente puesta en la belleza que retrataba de manera surrealista, comenzó a escribir también cuentos, en los que mostraba su interés por cómo vivían y reaccionaban las personas que antes del cambio comunista vivían como burgueses y después caían a lo más bajo de la sociedad, a merced de cualquiera”. La prosa de Hrabal va moldeándose así y se hace cada vez más realista, aunque, como subraya Zgustova, “su manera de tratarla fue poética y surrealista. Pensaba como Dostoievski: la belleza salvará al mundo. Hrabal era un creador y no se contentaba con lo fácil. En su novela Una soledad demasiado ruidosa, que para muchos es su obra maestra, solo quedó satisfecho con la tercera versión. La primera era en verso; la segunda estaba escrita en el argot de Praga, y la tercera es un poco la mezcla de ambas cosas, una especie de prosa poética deslumbrante”. A nivel formal, la literatura de Hrabal juega con todo tipo de estructuras y medios. “Hrabal decía de sí mismo que era un ladrón de tumbas. Sus grandes maestros fueron Baudelaire, de quien aprendió a

no describir nada que fuera aparentemente bello, sino aparentemente feo, viejo, decadente. Por eso le encantaba la Praga de los años cincuenta, llena de andamios, de casas a medio derruir. Otros dos escritores que amaba eran Franz Kafka y Jaroslav Kasek, por su sentido del humor, que está en todas partes, un sentido del humor checo muy mezclado con el sentido del humor judío: el humor de la horca, corrosivo, grotesco. Finalmente, otro autor que está muy presente en su obra es James Joyce, sobre todo en la trilogía autobiográfica —Bodas en casa, Vita nuova y Proluky—, en la que Hrabal utiliza el monólogo interior y el flujo de la memoria, y donde recurre, además de a Joyce —el Ulises—, al expresionismo abstracto de Jackson Pollock, pues Hrabal se inspiró en las artes plásticas, otra marca Hrabal aprendió que le viene de su primera de Baudelaire a no juventud, cuando vivió describir nada que con el pintor Vladimir fuera aparentemente Boudnik. En su novela Yo bello, sino feo, viejo serví al rey de Inglaterra, y decadente Hrabal se inspira en el método de Pollock: verter los colores a la primera con un gesto enérgico. Dijo que la escribió en treinta días cegado por el sol en la azotea de su casa”. A nivel del lenguaje, la traductora dice que se trata de una prosa altamente poética. “Usa frases largas, que parecen escupidas como un torrente y que luego se pulen, se corrigen, se matizan. Por eso, para traducir a Hrabal hay que estar en un estado de alta creatividad, buscar eso que Heidegger señala como ‘algo más allá del hombre’, más allá de las palabras, de lo que sabemos. Sin embargo, Hrabal no usa palabras raras, solo las tuerce. También podemos ver en su trilogía autobiográfica muchas innovaciones en

cuanto a la puntuación. En todo un volumen, en vez de utilizar comas, punto y coma o punto y seguido, utiliza puntos suspensivos, un sentido muy distinto al que normalmente se emplea. En otro volumen no hay puntuación. Hrabal era consciente de que estaba experimentando, y si no lo hacía consideraba la obra fallida. Como dice Kundera: una novela no tiene razón de ser si no ve desde un ángulo nuevo la existencia y el papel del hombre en el mundo. Y eso es lo que hizo Hrabal, de quien Kundera dijo que fue el gran escritor de la literatura checa”. En suma, destaca Zgustova, Hrabal supo que había que mejorar la realidad, hacerla más interesante, y llegó a la conclusión de que al ver un grifo que goteaba, debía imaginar las cataratas del Niágara. “Cuando estabas a su lado, te dabas cuenta de que transformaba la realidad. Tenía una segunda naturaleza con la que veía algo especial en lo cotidiano, aun en lo que no era bello. Poseía una imaginación brutal, y aunque necesitaba de una cerveza para potenciar esa imaginación, era capaz de hablar de cualquier cosa de forma portentosa”. Zgustova refleja en Los frutos amargos del jardín de las delicias la forma en que la vida golpeó al escritor, orillándolo varias veces al fracaso. No obstante, su empeño logró que su obra fuera considerada como una de las cumbres de la literatura europea contemporánea y que sus libros vieran la luz tras estar prohibidos en su país natal. “Tras la llegada de la democracia a Checoslovaquia en la década de 1990, su obra fue al fin recuperada. Conocemos todo lo que escribió, pues durante los últimos siete años de su vida se revisó todo con su ayuda. En checo está todo publicado y en otros idiomas estoy tratando de darlo a conocer. Hablamos de 19 tomos que abarcan novelas, cuentos, nouvelles, pequeños artículos sobre su vida y sobre la actualidad checa, crónicas y poesía en prosa”.


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sábado 29 de abril de 2017

LITERATURA

ESPECIAL

MEMORIAL INSULAR LUIS BUGARINI

H Escena de Trenes rigurosamente vigilados (1966) dirigida por Jirí Menzel

La vida de Hrabal estuvo marcada por el esfuerzo por publicar a pesar de la guerra y el totalitarismo comunista. “Hrabal quería publicar en su país a pesar de estar prohibido, e incluso llegó a hacer algo por lo que fue injustamente juzgado: aceptar la censura del poder comunista cuando le pedían que cambiara ciertas cosas que no agradaban, lo cual provocó que los estudiantes universitarios quemaran públicamente sus libros en Praga. Fue un golpe brutal y lo acusaron de colaboracionista. Él, que siempre había luchado con su pluma contra el régimen, que lo había pasado tan mal, de golpe recibió este oprobio. La verdad es que no comprendían su biografía”. En ese sentido, hay varios hitos en la vida de Hrabal. “Uno de ellos es el haber conocido a su tío Pepin, un personaje que se inventaba historias, que tenía un lenguaje muy particular, con una gran imaginación. Otro fue el hecho de que su padre no fuera su padre biológico y que el verdadero no quisiera saber nada de él, lo que provocó en Hrabal estados de timidez, inseguridad y un complejo de inferioridad al sentirse hijo no querido. A Hrabal le gustaba indagar en las heridas e incluso se las autoinfligía con tal de hurgar en sí mismo. Hrabal bebía más de la cuenta para tener resaca al día siguiente y con ello una depresión tan grande como una casa, para en tal estado indagar y escribir, y así entender a los más desvalidos. De eso trata su trilogía autobiográfica: de un hombre que amaba lo que la mayoría de la gente no veía y no quería tener en cuenta, lo pobre y cotidiano, lo sucio, corriente y vulgar; un hombre que compadecía a todos los que sufren; un hombre que, amando, vivía de acuerdo con su escala de valores”. Al respecto, Zgustova señala que Hrabal se preocupaba mucho por los animales. “En un cuento narra cómo en una carretera de campo choca contra un ciervo joven y lo mata. Todo el argumento corre por el sentimiento de culpabilidad. Mi gato Autìcko es la historia que vivió cuando se recluyó a escribir en su casa de Kersko y los gatos empezaron a reproducirse en exceso, hasta que decidió que tenía que eliminar a una parte de ellos, y eso le provoca una culpa enorme”. Clave en su vida fue también la política, ya que en la década de 1950, después de haber trabajado en la fábrica metalúrgica y en un teatro como tramoyista, escribió textos sobre esas experiencias. La censura no los aceptó. Hrabal fue víctima de muchos rechazos editoriales. “Pero resistió y siguió escribiendo. Tenía su escritorio lleno de manuscritos. En 1963 la situación política se suavizó y hubo una apertura, publicó y resultó un boom. Se animó aún más gracias a la adaptación cinematográfica de Jirí Menzel de su novela Trenes rigurosamente

vigilados, que ganó un Oscar. Cuando ya era uno de los escritores checos más celebrados y populares, llegó la invasión soviética de 1968 y se convirtió en un escritor prohibido. En esta época se liquidan todos sus libros, incluso los que están en las bibliotecas públicas. Y solo sobreviven los que tenía la gente en sus casas, que se pasaban de mano en mano. Su dilema era escribir, o no, para editoriales clandestinas, que producían a máquina diez o quince ejemplares. Así publicó algunas de sus obras. Otras, como Una soledad demasiado ruidosa, la publica tras modificar el final, porque al régimen no le gustaba la idea del suicidio. Hrabal hace figurar ese suicidio como un sueño del que despierta el personaje. Así que no es sino hasta 1989, con la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, que su obra se publica con todos los honores y sin censuras”. Cuenta Zgustova que en una ocasión, a mediados de la década de 1990, a Hrabal le quisieron dar el Premio Seifert, el máximo galardón que puede recibir un autor checo en su país, pero sospecharon que Hrabal no lo aceptaría. “Me pidieron que hablara con él. Lo hice y me dijo que no. Entendí que habría sido un problema para él, y el hecho es que se sentía avergonzado. Al final lo convencí diciéndole que había hecho mucho por la gente, y que lo importante era que aun en los tiempos más duros de la dictadura sus lectores habían tenido acceso a su literatura. Después de eso, aceptó”. El final de la vida de Bohumil Hrabal fue, como en sus novelas, un paso más allá. Las necrológicas dicen que cayó de un quinto piso, pero Zgustova tiene claro lo que ocurrió. “Se suicidó arrojándose por la ventana del hospital donde había sido internado. No hay ninguna duda. Aunque no se ha hecho público porque todavía hay mucho pudor sobre el suicidio en la República Checa, el informe del médico dice que sí. Yo misma estuve con él dos días antes de su muerte. No podía caminar; estaba muy deprimido y quizá contemplaba el suicidio. Me invitó a sentarme en su cama, me tomó de la mano y me dijo: ‘Ahora márchese’. No podía dar de comer a los pájaros porque no había pájaros ahí, y además no se hubiera vestido como lo hizo. Así que el 3 de febrero de 1997, antes de subirse en una silla, asomarse a la ventana y partir hacia lo desconocido, se quitó la piyama y se vistió solemnemente con sus viejos pantalones que tanto apreciaba. Fue su último vuelo”. Como sugiere finalmente Zgustova, hoy es imprescindible leer a Hrabal por muchas razones: “por lo que dice, por su sentido del humor, por sus innovaciones literarias, por placer estético y por la suma de todas esas cosas. Es un escritor singular, un género en sí mismo y un mundo”. L

e leído casi en su totalidad la obra publicada de Roger Vilar (Holguín, Cuba, 1968) y en las páginas de Una oscura pasión por mamá (De Otro Tipo, México, 2016) elige un movimiento de zigzag que oscila entre ficción y memoria, a la manera de una pantalla para monitorear la actividad cerebral, para llegar a una autoexploración que adopta la forma de un aterrizaje amniótico y onírico en una geografía deforme, que a ratos adopta la forma de la isla de Cuba. Vilar, que vivió hasta su adolescencia en ese país y llegó a México para buscarse un destino, vuelve a los años de formación no solo del escritor sino de la persona en su más íntimo “yo”, y se encuentra con una madre proveedora y terrible, erótica y descarnada, ventajosa y libre de complejos. Cuba no suelta a sus hijos (que sus escritores en el exilio confirmen la regla) y los mantiene cerca de ella, como una figura venerable y aterradora. Esta manera de reconstruir un fragmento de memoria por parte de Vilar se instala como una forma posible e inesperada, al menos por lo que hace a las letras hispanoamericanas, pues la metaforización de la madre esencial se instala en un terreno arquetípico para arrojar significados a la inmediatez y el desaliento por un pasado y presente de privaciones y miseria. No hay manera de leer a Cuba sin el recuerdo de la intentona revolucionaria y Vilar, al ser testigo y víctima de uno de los grandes despropósitos del siglo XX, ofrece un testimonio en clave que admite una lectura de clase de historia para evitar que nadie tenga a su alcance el poder suficiente para hincar a una nación entera. No es infrecuente que Vilar narre al extremo de las emociones, de la cordura, de la forma aséptica que impide un sobresalto en el lector. La suya es una forma que ya es posible identificar como “vilareana”, en la cual hay movimientos trepidatorios en la página y lo que es, que parece tan claro a la vista, lo seguirá siendo solo en tanto el lector pueda olvidarse de la lectura estandarizada y apacible, aquella que se utiliza en los homenajes oficiales, en donde se carameliza la voz (si es poesía) o se engrosa (si es ensayo) y debe hablarse a rastras para evitar sobresaltos. Sus libros no pueden atravesarse con las pantuflas puestas, la pipa encendida y una bata de paño escocés. Son objetos briosos, a la manera de caballos en espera del disparo que les abrirá la línea de pista o motocicletas por iniciar la competencia en el circuito. Volúmenes tensos, de espesor y densidad, de brillo negro. Así lo hizo en Agustina y los gatos (2014) y, con venerable maestría, en Habitantes de la noche (2014). Y así lo hará en el futuro. Vilar se ajusta como pocos a la definición del escritor latinoamericano. Tiene el doble filo insular y continental y conoce el desgarro del exilio, la ceremonia infeliz de hacer maletas por la fuerza… A la par, la posibilidad del reinicio y el hallazgo de nuevas amistades, de manos generosas que hacen lo posible para instalar a un individuo que lo ha perdido todo excepto la ficción y la memoria, en la proporción de mezcla que corresponda según la circunstancia. Este libro de Vilar alcanza el punto más alto de su proyecto narrativo, nutrido de símbolos, artefactos lumínicos, experiencia vital, años de sobrevivencia. Presenciamos cómo un escritor se sobrepone a la adversidad (real, política, financiera; no cantada desde un café parisino) y genera un libro que es tributo y mirada al pasado reciente de un país que busca su rostro. El resto no es literatura sino escribirla con los restos. L


LABERINTO

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Libros valientes

Los grandes desafíos de la literatura infantil y juvenil son los de tratar a sus lectores con el respeto que merecen, sin desestimar su inteligencia ni sobreestimar su experiencia del mundo, así como encarar con lucidez una multitud de temas y situaciones a través de la ficción. El siguiente ensayo traza las coordenadas de la creación para niños y jóvenes tan fiscalizada e incomprendida por los adultos RAQUEL CASTRO

C

uando era niña, la frase que más detestaba era “cuando seas grande, comprenderás”. Porque, realmente, entonces era imposible discutir con eso. Ahora que soy grande tengo varios argumentos que podría dar a los adultos que zanjaban temas “difíciles” con esa frase. Por ejemplo, que si bien lo que he vivido en estos muchos años me ha permitido apreciar sutilezas que de chica me pasaban inadvertidas, creo que no es el puro pasar del tiempo lo que me ha hecho ser “más sabia”: en buena medida, lo que he podido aprender se debe a algunos adultos que no tuvieron miedo de abordar temas difíciles y que tuvieron, además, la paciencia y empatía necesarias para tratarlos en términos que me resultaran comprensibles a los 8, 12, 15 o 20 años (ah, porque una de las cosas que descubrí a la mala es que no por tener edad para votar entiende uno todo lo que pasa a su alrededor). Y sí, entre estos adultos tendría que incluir a algunos de mi familia, pero también a gente que nunca llegué a conocer en persona, porque la manera en que abordaron esos temas difíciles fue a través de libros. ¡Y estoy hablando de hace 30 años! Hace 30 años, cuando la literatura infantil y juvenil apenas

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empezaba a salir del corralito de lo didáctico para hablar con gusto de todos los ámbitos de la vida, incluidos aquellos que espantan a muchos adultos. Por supuesto, no es trabajo de los escritores ocuparse de los temas que algunos padres y maestros no quieren tocar: si un niño llega y pregunta: “papá (o mamá, o maestra), ¿por qué están bombardeando Siria?”, no creo que la mejor opción sea buscar un libro con ilustraciones coloridas que se titule Medio Oriente para niños, dárselo al morrito y esperar que saque sus ¿Es mejor que no sepan propias conclusiones; pero que existen personas quizá sí ayude buscar en que no piensan, visten los libros disponibles, o viven necesariamente si no una guía de los igual que la gente de su hechos del momento propia comunidad? (que puede no existir), al menos ejemplos de la conducta humana que nos permitan entender un poco mejor lo que está pasando delante de nosotros… y leerlos —juntos, o cada quien por su lado; pero también los adultos tendríamos que leerlos— para luego conversar al respecto. Por desgracia, el mito de que los libros pueden sustituir a los padres y maestros está muy extendido todavía, sobre todo entre padres y maestros no–lectores, que encima de todo se

espantan cuando descubren que los niños y las niñas a su cargo de pronto tienen un vocabulario más complejo (ay, a veces incluso con palabras “altisonantes” o relacionadas con las pasiones humanas) y, horror, más dudas e inquietudes que antes de la lectura. Así, con frecuencia nos encontramos con noticias de escuelas o asociaciones de padres de familia que prohíben libros y autores como si estuviéramos bajo el reinado de la Santa Inquisición. Y, tristemente, en la mayoría de los casos, los libros prohibidos no fueron leídos por los modernos Torquemadas: cuando mucho fueron abiertos al azar u hojeados velozmente, lo que bastó para, por ejemplo, pedir que una escuela devolviera los ejemplares de La peor señora del mundo, de Francisco Hinojosa, porque “pone en mal a los adultos”, o retirar el ejemplar de Loba, de Verónica Murguía, de la biblioteca de una casa hogar en Los Mochis porque la madre superiora abrió al azar el libro en la única página en la que la protagonista muestra interés romántico por alguien. Tengo una idea de lo que pudieron sentir Hinojosa y Murguía al enterarse del veto: una novela mía fue eliminada del plan de trabajo de un profesor en Aguascalientes porque “los personajes son darketos, y los darketos son satánicos”. Y yo que pensaba que, precisamente, el chiste de


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esa novela era combatir los prejuicios contra algunas tribus urbanas…, pero me parece peor lo de Loba, que es una de las novelas antibélicas más hermosas que he leído. En ella, Verónica Murguía aborda sin miedo temas como la ambición, el odio y la estupidez humana. Incluso toca, con gran delicadeza y sensibilidad, los sentimientos que anidan en el corazón de una adolescente que ama y admira a un padre alcohólico que parece no corresponder a su afecto. ¿Es mejor, de verdad, que los niños y jóvenes sepan del alcoholismo primero por una mala experiencia con un adulto, a la que llegarán sin ninguna información ni asidero, y que les puede causar graves daños? ¿Es mejor que no sepan que existen personas que no piensan, visten o viven necesariamente igual que la gente de su propia comunidad? ¿Es mejor —para dar de una vez un ejemplo muy importante— que un chico o una chica crezca sin aprender nada sobre el sexo y termine siendo causante o víctima de un embarazo no deseado o una violación? Estos son tiempos en los que, desgraciadamente, los prejuicios, la represión y la censura parecen estar resurgiendo y fortaleciéndose de muchas maneras. Sin embargo, al mismo tiempo hay autores —tanto aquí como en otros países— empeñados en abordar estos temas de manera honesta y bien informada. Ejemplos hay muchos (para nuestra buena suerte) y citaré solo algunos. Para Nina, de Javier Malpica, narrador y dramaturgo mexicano, aborda un tema que es tabú para muchas personas: la diversidad sexual. En lugar de condenar a homosexuales, travestis y personas transgénero, o peor todavía, de negar la realidad de su existencia y de sus derechos como seres humanos, Para Nina habla —con naturalidad, en un tono ligero (que no superficial) y sin caer en estereotipos— de lo que sienten y piensan tres personajes: una chica lesbiana, su hermano trans y un amigo gay. 36 kilos, de Mónica Brozon, es una historia sobre la anorexia, vista desde los ojos de una chica cuya mejor amiga comienza a bajar de peso de manera alarmante. La protagonista no solo lidia con sus propias inseguridades, sino que es testigo de cómo va cambiando el cuerpo, y también la mente y el ánimo, de quien era poco menos que su alma gemela. Tal vez vuelvan los pájaros, de Mariana Osorio Gumá, es la historia del golpe militar en Chile en 1973… narrada por una niña, Mar. La vida de Mar es la de cualquier niña sana y traviesa, hasta que un día, inexplicablemente, su padre desaparece. Entonces comienza su exilio, que la lleva de Santiago a la Ciudad de México. La brutalidad de los militares, la incertidumbre y el dolor de no saber qué fue de su padre, la nostalgia de su vida previa y la necesidad de adaptarse a nuevas costumbres son descritas con un estilo lleno de belleza y sensibilidad. Las sirenas sueñan con trilobites, de Martha Riva Palacio, cuenta la historia de una niña que sufre de acoso sexual por parte de su padrastro. Cuando su madre, que trabaja de noche en algún empleo misterioso (más tarde nos enteramos de que es bailarina exótica), se entera, la envía a vivir con una abuela a la que apenas conoce y con quien tiene que aprender a tratar. Los ojos de Lía, de Yuri Herrera e ilustraciones de Patricio Betteo, reflexiona acerca de la violencia que se vive en nuestro país. Lía es una preadolescente con una vida normal hasta que no le queda más remedio que darse cuenta de la manera en que está cambiando su realidad. Sus padres se empeñan en decir que no pasa nada, pero ella se da cuenta de cómo hasta los sonidos que la rodean son distintos, por más que los adultos a su alrededor insistan en fingir “por su bien”.

De Ricardo Chávez Castañeda, autor muy interesado en los temas “difíciles”, podríamos mencionar varias obras: desde su primera novela publicada, Los ensebados, en la que los niños de un pueblo se unen para proteger a los perros callejeros de la maldad de los adultos, hasta su libro más reciente, Mi primer beso, que más que una novela o un cuento es un ensayo acerca del descubrimiento del amor, del deseo y del miedo que despiertan sentimientos tan profundos en un niño, pasando por La valla, una historia sobre el abuso sexual a menores, El libro de la negación, que habla acerca de la violencia en contra de los niños a lo largo de la historia de nuestra civilización, Fernanda y los mundos secretos, que describe, en un lenguaje y con personajes accesibles para los lectores más jóvenes, algunas condiciones neuronales inusuales que fueron mostradas por Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, o Los juegos de la violencia, novela en la que explora la forma en que la violencia de una ciudad se filtra en una escuela primaria y la manera inusual en que los maestros pretenden cortarla de tajo. A estos libros cercanos se puede agregar uno no menos entrañable y consciente pero obra de un autor e ilustrador alemán: Wolf Erlbruch, quien ganó este año el Premio Memorial Astrid Lindgren, uno de los más importantes del mundo. Erlbruch tiene un estilo elocuente y lleno de sentido del humor, donde las ilustraciones parecen llevar la voz cantante, pero eso es solo la primera impresión, porque sus historias también abordan temas filosóficos complejos. Por ejemplo, en El pato y la muerte, acaso su libro más celebrado, no solo habla del final de la vida, sino que lo hace desde un ángulo profundo e inquietante: se pregunta, sí, por qué morimos (como se puede inferir en el título) pero también plantea otras cuestiones, como la de qué pasa con el mundo cuando dejamos de ser parte de él. El lector —de la edad que sea— empatiza de inmediato con el pato que se acerca al final de su existencia y que, de repente, se percata de que la Muerte lo acompaña; pero es ella, la Muerte —que es poética, amable y compasiva—, el personaje que se roba los corazones. Hay otros libros para niños que abordan de una manera interesante el tema de la muerte. La madre y la muerte / La Partida, un libro con dos historias (una de Alberto Laiseca y la otra de Alberto Chimal) en las que la muerte de un ser querido es el motor de dos reflexiones diferentes sobre la pérdida y la necesidad de aceptarla como parte de la vida. Los muertos andan en bici, de Christel Guczka, novela llena de humor en la que un abuelo muerto decide regresar del Más Allá para acompañar a su nieto en unas vacaciones realmente inolvidables. Punkzilla, de Adam Rapp. Esta novela que, por su extensión, complejidad y lenguaje resulta más apropiada para púberes y adolescentes, se desarrolla en torno a la muerte inminente del hermano de Jamie, el protagonista, quien cruza Estados Unidos en autobús con el objetivo de alcanzar a despedirse del único miembro de su familia con el que tiene un vínculo afectivo. Quizá Punkzilla merecería una mención aparte, porque, además de hablar de un hermano desahuciado, se mete con cuestiones como las drogas, la vida de los adolescentes que huyen de sus casas, la identidad sexual y la identidad, así, sin más etiquetas. Todo está contado con

sábado 29 de abril de 2017

DE PORTADA

un lenguaje de esos que espantan a los padres y maestros de los que hablaba al principio de esta nota, pero que vuelven a los personajes más verosímiles y más cercanos a la experiencia real de muchos niños y jóvenes. Esto es importante: con mucha frecuencia no es que los lectores más jóvenes aprendan las “malas palabras” en los libros, sino que las conocen gracias a su entorno (a sus compañeros de escuela y amigos, sí, pero también al escuchar a los adultos que los rodean) y encontrarlas en los libros se vuelve una experiencia de empatía. Otras veces, la experiencia es de rebeldía lúdica: el placer de leer palabras prohibidas, malsonantes o “poco apropiadas”. A lo mejor por eso les gusta tanto a los niños “Un cuento de amor y amistad”, de Luis Pescetti: en él, el autor menciona la palabra “caca” tantas veces como puede, en tantas y tan absurdas variedades (¡y en verso!) que no reír es imposible. Si les interesa conocer esta historia, la pueden encontrar en la colección de cuentos de este autor Nadie te creería. Y es que hablar de cosas repulsivas a veces puede ser muy divertido, aunque las señoras elegantes se horroricen y digan que nunca brillaremos en sociedad. Eso me recuerda, por cierto, un libro de Kirén Miret, con divertidas ilustraciones de Alberto Montt: La asquerosa enciclopedia, que tiene una palabra cochina (por repugnante) y su definición para cada letra del abecedario. En las objeciones y la censura que se hace a libros como éstos hay, muchas veces, una intención que quiere ser buena: la de “proteger” a los niños, o más precisamente a su “pureza” o su “inocencia”. En el fondo está la idea añeja de que la virtud moral de los pequeños es mayor que la de los adultos, preservarla requiere aislarlos de todo conocimiento del mundo, y esa preservación es más importante incluso que proteger la integridad física y psicológica de los niños, hacer valer sus derechos y acompañarlos en su crecimiento hacia la edad adulta. Pero, la verdad, aunque la idea de que un niño que muere es un “angelito que se va al cielo” puede resultar un consuelo para las personas creyentes, no disminuye en nada el sufrimiento real que podría evitarse con más responsabilidad por parte de los adultos: mayor disposición no solo a revelar los problemas que existen en el mundo, lo cual es fácil, sino a no abandonar a los niños mientras intentan comprender y resolver en la medida de lo posible lo que sucede a su alrededor. El gran desafío de la literatura infantil y juvenil (LIJ) es, siempre, tratar a sus lectores con el respeto que merecen, sin desestimar su inteligencia y a la vez sin sobreestimar su experiencia del mundo, que no es la misma que la de los adultos. Pero otro más, casi tan importante y del que se habla mucho menos, es una paradoja: quienes leen LIJ no son, en muchos casos, quienes compran las obras. Son los adultos quienes lo hacen, y sus elecciones están motivadas en muchas ocasiones por aquella obligación supuesta de preservar la virtud incluso por encima de la seguridad o del conocimiento. Tal vez si insistimos en crear y buscar los libros valientes, las historias sinceras y a la vez conscientes y bien documentadas, se pueda ir ganando algo de terreno a la censura. De esta manera, es posible que generaciones futuras de adultos puedan reconocer el valor de los libros que les hablaron con la verdad, que no los dejaron solos. L


EN LIBRERÍAS

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OTROS LIBROS PARA NIÑOS Junto al universo de historias adonde van a dar figuras y temas que los padres suelen proscribir, y que Raquel Castro ha explorado en las páginas anteriores, hay otro igualmente atractivo por la manera en que habita la edad de la inocencia

Harry Potter y el legado maldito

J. K. Rowling, Jack Thorne, John Tiffany

Salamandra España

El fantasma sin recuerdos TEXTO:

Jonathan Minila ILUSTRACIONES:

Carlos Vélez Planeta México

La locura de Macario TEXTO:

Marisela Aguilar ILUSTRACIONES:

Gabriela Podestá Ediciones el Naranjo México

Martín y el rey del bosque Sebastian Meschenmoser Fondo de Cultura Económica México

Gato y pez TEXTO:

Joan Grant ILUSTRACIONES:

Neil Curtis Libros del Zorro Rojo España

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LABERINTO

Un poeta en la penumbra RESEÑA LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT

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l deshabitado (Grijalbo, México, 2016), la novela autobiográfica de Javier Sicilia, es un libro incómodo, demasiado incómodo. Así es Javier Sicilia, incómodo. Para izquierdas y derechas, para la clase acomodada y para los denominados “ultras”, para los redentores políticos, para Felipe Calderón y sus lazarillos, para el gobierno de Peña Nieto, el de Graco Ramírez y demás mafiosos, para ciertos jerarcas católicos, para las diversas esferas de poder, para los aficionados al linchamiento anónimo de las redes sociales y los medios informativos; es incómodo, incluso, para sus propios amigos; es incómodo para sí mismo. Y a pesar de todo, Javier Sicilia es un personaje indispensable en tiempos tan fatales como éstos. Atacado, criticado, difamado, incomprendido. La voz de miles de víctimas en este país. Un hombre noble, triste, cariñoso, iracundo, categórico, reflexivo, enérgico, sincero, espiritual, roto, atormentado. No es para menos: “Tanto amor y no poder nada contra la muerte” (César Vallejo). El deshabitado es un relato que nunca debió suceder. Con admirable franqueza, Javier Sicilia narra en tercera persona su propio calvario, el asesinato de su hijo Juan Francisco, sus tormentosas cavilaciones acerca del mal, su crisis espiritual, la transformación de sus relaciones familiares y amistosas desde la tragedia que cambiaría su vida, sus estancias en la abadía de Saint-Antoine, la conformación del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, las marchas y las caravanas a lo largo del país y en Estados Unidos, sus encuentros con Felipe Calderón y con los presidenciables en ese entonces. Repleto de momentos desgarradores, conmovedores, perturbadores, indignantes, Javier Sicilia cuenta el colapso existencial de ese tal Javier Sicilia, un poeta en la penumbra. Ha de admitirse que el estallido de violencia generado en México a partir de la guerra contra el narcotráfico tiene dos momentos: antes y después de Javier Sicilia. Antes, las víctimas —los muertos y los desaparecidos— no eran sino cifras, “bajas colaterales”. Con Javier Sicilia esas cifras abstractas adquirieron una voz, un rostro, una biografía. Hay otras víctimas, que también son reales: las familias que han perdido a sus seres queridos. Padres, madres, hermanos, familias enteras llorando sus pérdidas. Es incomprensible —un misterio, tal vez— cómo puede soportarse todo ese dolor. Los relatos de tantas personas dolientes en cada marcha, en cada mitin, en cada encuentro, nos hacen sospechar que el mal ha instalado su domicilio en la Tierra. El deshabitado es precisamente una profunda reflexión sobre la maldad, no sobre el mal abstracto al que se refieren teólogos y filósofos, sino sobre la

maldad encarnada en los criminales y asesinos, la maldad como una verdadera amenaza que se cierne sobre cada uno de nosotros en este reino de violencia que es México. Para Javier Sicilia el mal absoluto es esa ausencia de compasión y benevolencia, esa falta de humanidad en aquellos que son capaces de torturar y aniquilar a otros seres humanos. El mal es la renuncia a la empatía y la solidaridad con los demás seres humanos; es el rechazo a considerar el mundo y la vida como patrimonio compartido de la humanidad; es la tentación egoísta de apropiarse de todo bien y toda persona, de aniquilar a los otros y de permanecer en la indiferencia ante el dolor de los demás. El mal, como lo deja bien claro Javier Sicilia, es el apoderamiento del mundo sin algún tipo de límite o sentimiento moral de por medio. Tras la pérdida de Juan Francisco, Javier Sicilia no ha dejado de preguntarse cómo puede anidar tanta maldad en el corazón de los seres humanos. Hallar respuestas no es sencillo. En su búsqueda, la fe se tambalea y las certezas son cada vez más inciertas. Lo más probable es que no existan respuestas. El Dios del amor se ha tornado el Dios del terror; la fe es ahora pura incertidumbre. El deshabitado es una confesión: Javier Sicilia renunciaría a toda la Gracia divina con tal de recuperar los abrazos de su hijo. Pero de pronto, ante tanta penumbra, Dios vuelve a estar presente en los gestos y el amor de ciertas personas, como si súbitamente hubiese decidido permanecer al lado de la humanidad y reavivar en uno que otro instante la esperanza en ella. La cavilación de Javier Sicilia es religiosa y desde ahí, hurgando en su propia fe —ahora tambaleante—, logra poner a Felipe Calderón contra las cuerdas: “¿Cómo está tu fe, Felipe?” El anarquista cristiano frente al estadista ahora descreído. Otra certeza removida: el hombre que ha desconfiado siempre de las instituciones, sobre todo de Leviatán, está sentado ahora frente al jefe de Estado. ¿Quiénes son esos dos hombres en lo más profundo de sí mismos? Javier Sicilia elabora un perfil muy humano de Javier Sicilia: un poeta lleno de dudas y de pronto firme en sus decisiones; necio, intransigente, colérico, sarcástico, a veces arrogante; un hombre de ideas claras y fuertes convicciones morales y políticas; un padre en conflicto permanente con su adorada hija; un compañero y amante enérgico y furibundo, tierno y distante, agobiado por la distancia que a veces percibe entre él e Isolda, la admirable, fiel y paciente Isolda. Javier Sicilia describe a Javier Sicilia como atrapado dentro de una escafandra. Encerrado, casi asfixiado en esa escafandra, el poeta se resiste a asumir de manera categórica el triunfo de la maldad. Ahí dentro enfrenta sus propios demonios; desde ahí consigue inexplicablemente unas fuerzas sorprendentes para acoger a las víctimas; desde ahí es capaz de articular tantas palabras y tantos símbolos tan incomprendidos, pasados por alto; metido ahí se impone a sí mismo el silencio poético. L


MILENIO

RECURSOS INHUMANOS PIERRE LEMAITRE Alfaguara México, 2017 389 pp. Aunque en 2013 Lemaitre obtuvo el Premio Goncourt por su novela histórica Nos vemos allá arriba, lo cierto es que su fama se debe a sus obras de otro género, el policiaco, cuyo personaje emblemático es la comandante Camille Verhoeven, de la que ha escrito toda una serie. En estos Recursos inhumanos Lemaitre se mantiene en el género negro, solo que el antihéroe es Alain Delambre, un ex directivo empresarial de cincuenta y siete años, que visitará el lado oscuro debido a la maldición más terrible que hoy día puede caer sobre nosotros: el desempleo. LOS AMANTES DE PRAGA ALYSON RICHMAN Planeta México, 2017 338 pp. Ambientada en la Praga de la década de 1930, es decir, en los años en que despunta el nazismo, esta novela registra los pasos de dos amantes separados por la Historia. Más de sesenta años después, en una Nueva York que aún no conoce a Bin Laden, cruzan sus miradas como si el tiempo no hubiera cobrado su factura. Richman se mueve así entre dos épocas con un poder de evocación que consigue dar volumen a unos personajes para los cuales la vida es sinónimo de sacrificio y pérdida. LA TINTA DE LA MELANCOLÍA JEAN STAROBINSKI FCE México, 2016 552 pp. Si la melancolía tiene un prestigio en el ámbito de las humanidades, se debe, como anota el médico–escritor Starobinski, a que “este desorden trae de suyo privilegios: concede superioridad de espíritu, viene acompañado de vocaciones heroicas, del genio poético o filosófico”. Obviamente se menciona el clásico estudio de Robert Burton, Anatomía de la melancolía, pero el autor se remonta a los orígenes donde hierbas como el eléboro y la mandrágora servían como tratamiento.

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sábado 29 de abril de 2017

EN LIBRERÍAS

Los idilios salvajes POESÍA EN SEGUNDOS

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n Los idilios salvajes. Ensayos sobre la vida de Octavio Paz, tomo 3 (Ediciones Era/ DGP), Guillermo Sheridan ilustra el hecho de que la poesía de Octavio Paz siempre fue, en su dura consistencia literaria, una respuesta al mundo o una réplica de la vida, a través del lenguaje, a la vida. En correspondencia con la propia inquietud de Paz —los poemas portan historia, hacen su historia—, Sheridan entrelaza las cartas de Elena Garro y Bona Tibertelli de Pisis con las piezas líricas; y en contra de la expectativa retórica verbalista —Paz vio la autofagia como “el vicio del poeta moderno”—, aclara las analogías bajo la luz de las ecuaciones psíquicas. Así, podemos comprender cómo una obra tocada siempre por la iluminación y la vitalidad incluye los nubarrones y por qué un poeta tan afortunado podía con frecuencia expresar inconformidad frente a sus textos y, sobre todo —de acuerdo con Manuel José Othón—, “disgusto de sí mismo”. En Piedra de Sol, quizá más que en ningún otro escrito, observamos la extraña oposición entre el entusiasmo inicial por el poema y después, con el paso del tiempo, su aceptación incómoda. El poema encarnó la antítesis del amor muerto y el amor vivo y la exaltación de la libertad extrema: el erotismo, el fuego, la “llama negra”, la Salamandra. Esa libertad sin cortapisas mutó ferozmente hacia el accidente terrible y Paz, con ella, a la conciencia desdichada. “Alrededores de Piedra de Sol” es el capítulo débil del libro. A pesar de sus valiosas precisiones y el despliegue académico, omite la historia y “su horario carnicero”, omite también la ciudad y el cuarto —“siempre un cuarto”—; y además omite la moral del surrealismo y “sus amores feroces” (el incesto, el adulterio, la sodomía y la sed franciscana o polígama). La fijeza

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

y el movimiento van y vienen en la obra poética de Octavio Paz, pero en Piedra de Sol adquieren, más que su forma ideal, la armonía violenta de lo que comienza terminado en transgresión, como Huitzilopochtli que vino al mundo, furioso, con vestidura guerrera para defender “freudianamente” a su madre y enfrentar a su hermana. En todas las composiciones importantes del poeta mexicano hay una escatología del principio. En todas, o en casi todas, estar es suceder y a la inversa. Sin embargo, en Piedra de Sol hay algo más. Su extraña simetría en juego con el caos, la desmesura y el desvarío, la vuelve no solo un viaje circular o una trayectoria en caracol sino la realización de la dualidad. El título es un oxímoron. El primer verso es un oxímoron con una estructura doble en ritmo bimembre. También lo es el concepto que subyace en el fondo de uno y otro término: lo inmóvil móvil. Pero no solo eso. La composición está plagada de significados contrarios y todo el poema es, podríamos pensar, un oxímoron. De ahí la necesidad de que el principio aparezca de nuevo al fi nal. Al hacerlo, la repetición se abraza con la diferencia. Sin esta duplicación, el poema carecería de su opuesto. Importa la repetición del principio al fi nal porque cumple un ciclo, lo completa y —sí— gira la bisagra. Pero sobre todo importa porque el poema crea al otro, al doble. La tarde en que Octavio Paz inauguraba su Fundación, el serpenteo de las nubes lo detuvo a pensar en el valle donde había nacido y, del mismo modo que en Piedra de Sol, desvarió con las quimeras en el “viento entero”. Asimismo, la lagartija sobre el muro prefiguró, en un silencio de cáscara, a Melusina. ¿Qué pensó Paz al escuchar al pequeño lagarto? L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Tatiana Huezo

“Las imágenes violentas nos adormecen” Enmarcada en la violencia que asola al país, Tempestad explora el miedo y sus efectos paralizantes ENTREVISTA

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

A

través de Tempestad, Tatiana Huezo documenta la llegada de una mujer a una cárcel dominada por un cártel de narcotraficantes, así como la forma en que una madre pierde a su hija. Ambos testimonios dibujan el oscuro panorama que enfrenta nuestro país. El filme ganador del Premio Fénix de Cine Iberoamericano en la categoría de documental llega a las salas nacionales. Tempestad cuenta la historia de Míriam, una mujer encarcelada injustamente, y de Adela, una madre que pierde a su hija. ¿Cómo llega a ambos personajes?

A partir de tratar de entender lo que sucede con la violencia en México. El proyecto nació cuando me encontré con Míriam, alguien cercana a mí, y que estuvo encarcelada por supuesto tráfico de personas. Me impactó verla tan mal. Aquella experiencia marcó y cambió su vida de un día para otro. Ahí comenzó una inquietud acerca del terror y el dolor que estamos viviendo. ¿Pudo entender algo a partir de la película?

La película me ayudó a entender cómo funciona el miedo en nuestras vidas. Es una sensación que nos paraliza y vuelve indiferentes; interrumpe los proyectos a largo plazo. Hablo del miedo sembrado de una manera brutal como le sucedió a Míriam, un mecanismo que alguien aplica para someter a otra persona. Aprendí y entendí

cómo se siembra. Uno de los obstáculos más grandes que enfrenté, fue vencer mi propio temor. La película es una suerte de road movie que va de norte a sur del país.

La película tenía que empezar en Matamoros, un lugar muy complicado. Los testimonios de Adela sobre la desaparición de su hija me llevaron a situaciones muy oscuras. Quería moverme por lugares muy violentos de Tamaulipas y Veracruz; cruzar México para acercarme al espíritu del país. Entiendo que las condiciones de rodaje fueron complicadas, en especial en Matamoros.

En Matamoros no salíamos del hotel después de las seis de la tarde. A nivel de seguridad había una estrategia. Quería ir a lugares abandonados, barrios de donde la gente ha huido, rodar en la zona roja. Nos ayudó un ex policía: sabía leer los códigos y las señales porque la gente del cártel está en todos lados. En Tampico también fue difícil. Ahí subestimamos la seguridad y escapamos gracias a la gente del hotel. Desconocíamos que para rodar había que pedir permiso a los jefes de la zona.

HOMBRE DE CELULOIDE

¿Qué aporta el uso de la voz en off para transmitir esta angustia?

Gracias a la voz puedes asomarte a una persona y percibir sus emociones. Ayuda a atrapar al espectador. Desde el principio supe que Míriam no aparecería en el cuento, y que la voz sería el único elemento que nos acercaría a su carácter.

Tengo la impresión de que los planos fijos son una posición ideológica en su película. ¿Por qué decidió este tipo de planos?

Me llama la atención que hables de los planos fijos porque toda la película está filmada con cámara en mano. Ernesto Pardo es un operador impresionante. Yo vengo de la imagen y me fascina su belleza. La estética es una de las partes indispensables para atrapar la atención del espectador. Tiendo a alejarme de lo gráfico y del espectáculo mediático que abunda en Facebook, los noticieros o YouTube. Mi camino va por otro lado, a otro tipo de elementos narrativos. Las imágenes violentas nos adormecen porque a la tercera vez que las vemos ya no sentimos nada; en cambio, los rostros que filmamos a lo largo del camino transmiten la idea de que lo sucedido a Míriam o Adela puede pasarle a cualquiera de nosotros. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Una receta cómica

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uede que Un golpe con estilo no sea la mejor película del año. Puede incluso que resulte chocante saber que es el remake de un guión que se estrenó hace cuatro décadas. Aun así cumple su función: entretiene y hace reír. Un golpe con estilo es la clase de comedias que aparece cada año en cartelera, pequeñas obras que redundan en grandes éxitos comerciales. El sueño de todo productor. ¿Cómo lo logra? Para comenzar hay que poner en la pantalla a tres grandes actores. Aquí está Michael Caine, viejo galán que sabe contener su acento británico para encarnar al abuelo que tiene la suerte de estar haciendo trámites en el banco cuando vienen a él unos tipos a robar. El hecho le llena la cabeza de dudas: ¿cómo se asalta un banco? Visto que, a todas luces, en aquello de robar el sistema

financiero les gana a todos, Caine decide seguir el ejemplo y meterse a criminal. Para ello necesita de dos amigos con los que se completa el trío actoral. Morgan Freeman es el sabio cuya locura no mengua con la edad. Alan Arkin se interpreta a sí mismo y es el músico que a los ochenta todavía tiene ganas de acostarse con una hermosa mujer. Una vez que estos tres magníficos actores han decidido participar en el remake de una película ya muy vieja es necesario darle al guión una dosis de actualidad. Los abuelos criminales se meten a robabancos no solo porque necesitan dinero, no. Ni siquiera porque necesiten su dosis de adrenalina. Lo hacen sobre todo porque han cultivado la impotencia de ver que el banco roba salarios, pensiones y casas y siempre se sale con la suya.

Un golpe con estilo (Going in Style). dirección: Zach Braff. guión: Theodore Melfi basado en la historia de Edward Cannon. con: Michael Caine, Morgan Freeman, Alan Arkin, Joey King. Estados Unidos, 2017.

Para asaltar un banco, sin embargo, es necesario un maestro. Es aquí donde entra el bad hombre, un latino que ofrece malicia a la comedia y que llegado su momento entrega al respetable la moraleja de la película: toda sociedad que se respete debería cuidar de los ancianos. Es cierto. Y si no, que venga el latino a ayudar

a los abuelos a tomar venganza por mano propia. Un golpe con estilo funciona por las tres magníficas actuaciones de estos hombres y porque la historia está bien adaptada. Además viene acompañada de la luz y el tráfico de una ciudad que se presta mucho para esta clase de comedias: Nueva York. L


MILENIO

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ESCENARIOS

ESPECIAL

Este olvido que ves MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

L La obra dirigida por Yéred Zabdiel se presenta de jueves a domingo en la Sala Xavier Villaurrutia, Centro Cultural del Bosque

Encanto a intervalos Inspirada en un cuento de Joe R. Landsdale, La espantosa y marginal vida de Godzilla ofrece una imagen decadente de la bestia icónica del cine y la televisión TEATRO

L

a espantosa y marginal vida de Godzilla puede atraer a quienes conozcan el trabajo de Carlos Converso, director, actor, titiritero, creador de objetos y personajes de gomaespuma para la escena. La nostalgia por la mítica iguana gigante puede ser también un imán para algunos espectadores en torno a la obra de Yéred Zabdiel, inspirada en el cuento “El programa de doce pasos de Godzilla”, escrito por el multipremiado Joe R. Landsdale, autor de más de 40 novelas y cuentos cortos de suspenso, horror y misterio. Sin embargo, y aunque este cúmulo de elementos se antojan, se extraña en el resultado la magia característica del trabajo de Converso. Los objetos, personajes, escenarios y títeres tienen el sello del también dramaturgo nacido en Córdoba, Argentina, en 1947, que reside en Veracruz desde hace décadas. La cabeza y el largo cuello del monstruo japonés, que apareció por primera vez en pantalla en 1954, es al principio un títere de guante extendido con textura de puntas rugosas. Más tarde sus gruesas patas son lo único que se alcanza a ver de la bestia que en otro momento saldrá completa, aunque de menor estatura. En otras escenas será la silueta negra de una historieta cuyas páginas muestran su hastío por haber dejado la emocionante actividad de destruir ciudades a cambio de un vulgar empleo en una fundidora. La creatividad de Converso, autor de una estética expresionista que juega y dialoga intensamente sobre el escenario, está presente en los objetos y títeres de este montaje que tiene lugar en diversos micro escenarios, desde una mesa, donde la arena de playa es un breve tapete que se desenvuelve y se enrolla al finalizar la escena, hasta un teatrino donde los títeres de mano se deslizan por el espacio para volverse luego

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

personajes planos cuya sombra es proyectada en espacios exteriores con edificios, o en la intimidad de su casa. Los objetos, los títeres planos, el barista, que al parecer es el padrino Reptilicus con bigote, los enviados del FBI, Lucifer, y los perros que intervienen, son hermosos en su esencia grotesca. La ilusión de que están vivos es parte del aliciente de este arte único, pero aunque se aprecia el trabajo del joven equipo —integrado por Dora Isabel Rivera, Yéred Zabdiel, Yeudiel Domínguez, VJ Eusky y León Felipe Mendoza Cuevas, que debe manipular títeres en todas las técnicas, interpretar varios personajes en lapsos raudos y breves, además de poner y quitar escenarios e intercalar su voz entre las que están grabadas—, el encanto solo se consigue a intervalos. La dramaturgia inspirada en el cuento del escritor norteamericano sigue la pauta de los doce pasos que se proponen los adictos para rehabilitarse, como Godzilla, que intenta alejarse de la violencia y la destrucción. Fiel casi por completo a lo expuesto en su punto por el ganador de seis premios Bram Stoker, salvo en detalles que no se echan de menos, el texto de Yéred Zabdiel y la dirección de Converso siguen la feroz crítica que Joe R. Landsdale hace sobre el racismo y la concentran en la persona del presidente con copete rubio, un pequeño títere más entre todos los que poseen cuerpo de cartón, madera, tela o esponja. ¿Cómo es entonces que habiendo todos los elementos sobre el escenario se ausente el hechizo latente en ese micro universo? El equipo necesita un intenso trabajo de voz y un taller para actores con títeres, que consiga abrir el cauce interno entre el muñeco y su manipulador hasta que se vuelvan uno. Solo así, lo ha demostrado Converso cuando ha estado en escena, se llega al alma de ambos y de ahí a la del espectador. L

a casa de Cacahuamilpa 8 hoy es cascajo. De la que fuera residencia de Hugo Argüelles —dramaturgo de moda en la segunda mitad del siglo XX, maestro de alumnos de teatro, de primera—, no queda nada. Es un solar para una nueva construcción de departamentos en la colonia Condesa. Nadie sabe de sus pertenencias: libros, obras de arte, guiones de película, sus obras de teatro con los mejores elencos de aquellos tiempos. Nada es para siempre, menos la literatura dramática. Tampoco el departamento de Sergio Magaña en la calle de Veracruz, en pleno Centro Histórico, contiene nada del dramaturgo que cautivó a la crítica teatral con la obra Los signos del zodiaco en 1951, donde las hermanas Walter vivían en una vecindad, con prostitutas, teporochos y, entre otros, el primer homosexual en una pieza dramática donde lo cotidiano es la miseria. Ni siquiera es un escritor que se recuerde, cuando en el siglo pasado era el máximo representante del realismo. Igual sucede con la casa de Emilio Carballido en la colonia San Pedro de los Pinos, cuyas ventanas daban justo al departamento de enfrente, donde Vicente Leñero escribió sus mejores obras en los años ochenta. El heredero de Carballido ha sabido preservar parte del legado dramatúrgico porque sus obras siguen representándose en varias partes del mundo, pero escasamente en su país, porque pretenden adaptar y fusionar varias obras en una, igual que hicieron con las de Leñero, con pésimo resultado. Los tres dramaturgos representan lo mejor de nuestro teatro. Los directores y actores de aquella época se peleaban por escenificarlos. Eran éxito seguro. Ya no. Murieron y poco a poco han sido relegados por el oficialismo y los directores convertidos en escritores de mediano nivel pero becados por el Estado. La ausencia de políticas públicas en el sector cultural, la pésima administración de los herederos de los derechos de autor de los dramaturgos, la mala memoria de sus alumnos y el desprecio de directores al alza hacia el teatro nacional es el patente desdén por la palabra como diálogo. ¿Alguien podrá rescatarlos? Pasaba por Cacahuamilpa 8 y el cascajo de la antigua casa parece la metáfora de lo aquí escrito: la desaparición de un pasado donde el negro humor de Argüelles debe ser, si lo viera, el sarcasmo más amargo de su propia realidad. No se concibe un teatro nacional sin dramaturgia. Debían saberlo al menos los escritores de moda de hoy para que no les pase lo mismo que a los de ayer. Los directores, con sus egos al aire sobre la escena, debían saber que sin texto todo es artilugio inventado sobre el teatro, vacío de palabras. La dramaturgia parece letra muerta en al menos esos tres creadores, al igual que con Rodolfo Usigli, dicen, el padre del teatro nacional. L ESPECIAL

El dramaturgo Emilio Carballido


VARIA

sábado 29 de abril de 2017

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

El resto de los restos TOSCANADAS

S

i un hombre pesa setenta kilos a la hora de morir, es probable que su cadáver cremado apenas sobrepase los dos kilos. Dado que la materia no se crea ni se destruye, convertir esos restos en un diamante nos daría precisamente una gema de dos kilos, lo cual triplicaría el peso del diamante más grande del mundo. Por supuesto la cosa no es así. La cremación está diseñada para deshacerse en poco tiempo de aquello que natura tarda años en consumir: se evapora el agua, se quema la grasa, el cabello y toda la materia orgánica. Todo esto flota en el aire y contamina el ambiente con dióxido de carbono de modo parecido al escape de un automóvil mal afinado. Para cuando se apaga el crematorio, ya mandamos sesentaiocho kilos al aire y nos quedamos solo con dos. Estos residuos que se entregan a los parientes en una urna están principalmente compuestos de

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

fosfatos, calcio, sulfatos, potasio y otros minerales. Pero tales elementos no sirven para hacer diamantes. El diamante se hace con carbón o, mejor dicho, el diamante es carbón. Y ni el más grande alquimista podría eludir esta verdad tan notoria. Así las cosas, se puede enviar la urna con los restos de un difunto a cualquiera de varias empresas que se dedican a “convertirlos en diamantes”. Los técnicos de la tal empresa emplearán algunos procesos térmicos, químicos, de precipitación y de filtrado para encontrar el poquísimo carbón que pudo quedarse por ahí, que quizá pertenecía al muerto o quizá fuera remanente de algún combustible que se empleó para la cremación o quizá venga de la pastilla de carbón activado que tomó justo antes de expirar. Vaya uno a saber. Pero si el carbono residual es muy poco, la empresa transformadora no tendrá problema en agregar alguna

cantidad de carbón de mezquite. A fin de cuentas, ¿cómo alguien va a saber distinguir entre el elemento genérico C de la tabla periódica y el que cargaba el difunto a la hora de morir? Lo curioso es que a la empresa se le entregan dos kilos de restos y apenas regresa un diamante de, digamos, dos quilates. ¿Dónde está el resto de los restos? Aunque se hayan mezclado con otros reactivos, se podrían regresar a la urna y colocar de vuelta en el nicho de donde los extrajeron, sea en casa, en un cementerio o en una rotonda de gente ilustre. Así estarían contentos quienes quieren el anillo y contentos quienes claman por los minerales residuales, aunque ni uno ni otro sea el muerto, ni mucho menos el vivo. Pero presiento que sustraer apenas unos miligramos de

LA GUARIDA DEL VIENTO

carbón y devolver el grueso de las reliquias mataría el simbolismo del diamante. Por eso las cenizas han de acabar en un basurero, en el drenaje o convertidas en cloruros. Sea como sea, de los setenta kilos del muerto, acabamos con cuatrocientos miligramos en la montura del anillo, o sea, seis millonésimas de lo que fue el hombre en vida. Si guardáramos una uña del muerto tenemos más muerto que en un diamante. Comoquiera no encuentro nada de escandaloso en la diamantización de muertos, pero tampoco hallo nada artístico. Hay empresas que fabrican esos anillos por millares, con precios que comienzan alrededor de los mil dólares. Son piezas vulgares y comerciales. Tan vulgares y comerciales como suele ser el arte contemporáneo. L ALONSO CUETO ESPECIAL

La magia universal L a poesía y la publicidad no son actividades tan excluyentes como uno pudiera pensar. Un publicista respetable esconde siempre a un poeta. Sabe que juega con la fantasía y la ilusión, temas que la poesía conoce hace mucho tiempo. En la reciente película The Founder, que cuenta la historia de Jay Kroc, el hombre que mercadea las hamburguesas McDonalds, hay un claro ejemplo. Cuando uno de los hermanos McDonald le pregunta por qué no hizo su propia empresa de alimentos, Kroc contesta: “Necesitaba un nombre como McDonalds. Nadie comería una hamburguesa que se llame Kroc”. La hospitalidad circular que cumplen los sonidos de la “a” y de la “o” tiene una larga historia. Las palabras con ambas letras son las que se usan para los nombres de “mamá” o “papá” en muchos idiomas, o en derivados como la abreviatura inglesa “Mom”, para mostrar la redondez integral del cariño. Lo mismo puede decirse de esa gran madre de los cibernautas que se ha puesto el nombre de “Google”. Dos grafías y sonidos abiertos juntos en medio de la palabra. Sin ese nombre, el servidor quizá no sería el más buscado.

Las rimas que la poesía llevó a su perfección siguen ejerciendo un efecto como lo demuestra la difusión de las dos palabras más famosas para los sedientos pasivos del mundo: “Coca Cola”. La rima asonante cuyas ventas derrotaron a la “Pepsi Cola” no revela que el sabor de ambas bebidas es muy parecido. El nombre hizo la diferencia. Dicho sea de paso, la Coca Cola vendió más botellas que nunca el año en el que su lema fue “La chispa de la vida”, otra rima asonante que mejoró el sabor de la bebida. La poesía lo cubre todo, incluso la política. Podemos pensar que Dwight Eisenhower fue elegido presidente gracias al dactílico: “I like Ike”. Es posible que esa aliteración fuera más eficiente que todos sus títulos de combatiente. Cuando Kennedy dijo su frase “No preguntes lo que tu país puede hacer por ti sino lo que tú puedes hacer por tu país”, estaba usando una figura del lenguaje: la antítesis. Un famoso comercial de mi infancia (“Mejor. Mejora. Mejoral”) explota la reiteración de la misma raíz, es decir lo que en poesía se llama derivación o parequesis. La famosa frase de Nike nos da un ejemplo de la figura de la sentencia: “Just do it”. (Se

rumorea además que fueron las últimas palabras del asesino Gary Gilmore a sus verdugos.) La poesía es un lenguaje esencial. Cuando sus marcas aparecen, pueden provocar cualquier reacción, incluso la de salir de compras. L


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