Laberinto No.731 (17/06/17)

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Laberinto

DICHOSO EL PADRE QUE TIENE UNA HIJA

juan domingo argüelles p. 03

ELVA MACÍAS claudia hernández de valle arizpe p. 08

MILENIO

NÚM. 731

sábado 17 de junio de 2017 FOTO: PASCUAL BORZELLI IGLESIAS

MEMORIA DE RAÚL RENÁN (1928-2017)


ANTESALA

sábado 17 de junio de 2017

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LABERINTO

ANDY WARHOL

Warhol y el Power–Fake AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

A

ndy Warhol es el único genio que conozco con un IQ de 60”, dijo Gore Vidal. Teniendo en cuenta que el más bajo es de 69, Warhol queda a la altura de sus coleccionistas y sus admiradores. Está de moda lo falso, ya se venía anunciando desde la peluca de Warhol, ahora su país está gobernado por otra peluca igual de cutre y con el mismo IQ de 60, cosas del destino. La fama posa con cuerpos de ficción plastificada moldeados por cirujanos, y perfeccionados virtualmente en Photoshop. El Museo Jumex no se queda atrás y realiza una exposición con la Andy Warhol Art Foundation, que en pose de celebrity instaló en las salas decenas de guardaespaldas. Entérense, esta no es una selfie–exhibición, ni es para Instagram–adictos, el protocolo es fingir que es arte real, caro, para teóricos y expertos en gastar dinero. Contradicen la filosofía warholiana que amaba la fama y lo falso, lo dijo en la histórica travesía de la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, en la National Gallery de Washington en

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

1963, que si expusieran una copia nadie lo habría notado. La obra de Warhol desde su origen carece de autenticidad y originalidad, las realizó el staff de la Factory que en ocasiones hasta firmaba las obras, él no hacía, ni decidía, fuera de sus bocetos publicitarios y las pinturas que orinó en pareja con Basquiat. Los esclavos de la Factory calculaban que produjeron, en el vergonzoso anonimato, más de 20 mil trabajos, que no han sido catalogados. La Foundation tiene el monopolio de la obra, vende sus propios warhol’s que certifican como originales, los cotizan, los ponen en subasta en Christie’s, administran las regalías de la venta de sus obras para hacer miles de productos y el 5 por ciento lo destina a donaciones para instituciones. Es un gran negocio para blanquear impuestos. El servicio de autentificación externa fue una cash machine, hasta que los demandaron por certificar y valuar las cajas de madera Brillo realizadas después de la muerte de Warhol, falsificaciones post mortem. La Foundation ya solo autentifica sus obras, así

Brillo Box

que ahora todos los warhol’s que circulan por el planeta son originales, como las pelucas y las cirugías plásticas, eso dicen los teóricos del arte VIP y los galeristas. La autenticidad está demodé, la gente presume el bronceado de espray y las extensiones, la Foundation debería relajarse, y publicitar la autenticidad de las copias en el tiempo de la reproducción mecánica del arte y las personas, el Power–Fake ha llegado, gobierna el arte y el mundo. L

No escribas cartas de amor o las publicarán cuando te mueras. ESPECIAL

De vida o muerte ARTES VISUALES

Q

uizá lo más atractivo de la exposición Orozco y los Teules, que se presenta en el Museo de Arte Carrillo Gil, es la forma de narrar plásticamente un hecho. También es un deleite sumergirse en un universo formal que navega entre la figuración y la abstracción, al igual que el dibujo expresionista de uno de los tres grandes muralistas mexicanos. Razones para ver esta serie de caballete, exhibida por primera vez en 1947, sobran. Resulta fascinante penetrar en la mirada, en el oficio, en la inteligencia de un artista que comparte su visión sobre la conquista de México, en la que forma e idea son una unidad, esa que Justino Fernández reconociera al igual que el dolor que transmiten Los Teules. Estos cuadros duelen. Son el horror de la guerra. Observamos la violenta soledad de los hombres que luchan cuerpo

MIRIAM MABEL MARTÍNEZ

a cuerpo con cabezas sin rostro, de líneas gruesas que conjugan elegancia técnica y complejidad temática produciendo una conexión profundamente humana. Se sabe que a José Clemente Orozco le interesaba desmitificar. Queda claro que su interés era cuestionar no el hecho sino las lecturas sobre el hecho. Aquí no hay hubiera ni fábula. Las piezas tampoco se conforman con “ilustrar” los escritos de Bernal Díaz del Castillo; son la guerra. En sus lienzos están los guerreros españoles e indígenas colisionando no con el otro, sino con ellos mismos. Las figuras son robustas; sin embargo, dentro de los contornos blancos domina la vulnerabilidad, como se ve en Los Teules IV, donde los combatientes forman una masa; más que hombres matando vemos fantasmas escapando. En la pieza

Piezas de la exposición Orozco y los Teules

en temple Jinete español atacando, el protagonista encarna el silencio aterrador de ese segundo en el que sobrevivir es el único motor, la única esperanza y, paradójicamente, el mayor temor. A través de distintas técnicas, Orozco capta y transmite la revoltura de sensaciones, la adrenalina del aferramiento a la vida. Sus figuras se diluyen en pinceladas abstractas, como si se tratara de la transición entre vida y muerte. En El desmembrado, el rojo se traga al hombre ahogándolo

en el color, borrándolo. Esta misma intensidad está en sus bocetos, estudios al carbón que contienen esa confusión de ira, apego, temor, crueldad, saña, vitalidad, que se admira en los cuadros terminados. Sacrificio humano ofrece una vista desde arriba, y nos perturba por la frialdad de la disección, la brutalidad del acto, pero más aún al descubrirnos a uno de los participantes. La obra de Orozco nos lleva al límite, al sordo instante que divide la vida de la muerte. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× J UA N

D O M I N G O

sábado 17 de junio de 2017

ANTESALA

ESPECIAL

A R G Ü E L L E S ×

Dichoso el padre que tiene una hija Este inédito reflexiona sobre las partes de un mundo existencial, la angustia, la alegría y sus complementos

P

ara un hombre que es padre no hay modo de saber de desdichas y dichas femeninas si éstas no lo acometen a través de una hija. Dichoso el padre que tiene una hija (una al menos), y más dichoso el que aprendió por ella que la Tierra es redonda y que el tiempo infinito es solo el resplandor del más breve relámpago. Mi hija me dotó de la noción suprema del saber femenino. Me hizo percibir por ósmosis inversa del verso y la emoción la dicha y su contrario, el haz con el envés, que un hombre desconoce si no tiene una hija.

Nadie puede pasar por este mundo y decir que ha vivido, que realmente ha vivido, si no ha sido capaz de comprender la angustia y la alegría de la otra mitad que complementa al mundo. Y esto que no consigue casi nunca la madre —porque se pone ella en el lugar del hijo—, lo consigue la hija sin darse cuenta acaso, y bastardo es el padre, en todos los sentidos, que no pueda ponerse en sus zapatos. Mi hija me regaló la fuerza femenina que me impide, por siempre, ser una simple bestia de los prados erguida, un bárbaro insensible, un bruto racional, un idiota que pasa por el mundo sin comprender jamás la otra parte del mundo.

Ciudad de México, 2 de junio de 2017

×EKO×EX L I B R I S×E L A M O R D E C AT E R I N A P O R S U H I J O FA R I N E L L I×

El sano odio a Hegel BICHOS Y PARIENTES

L

JULIO HUBARD

a nueva edición de la Fenomenología del espíritu de Hegel (FCE, 2017) que revisó, corrigió, amplió y limpió Gustavo Leyva, está muy bien. Conocía la versión anterior, en traducción de W. Roces y R. Guerra, que no se entendía ni bien, ni mal, ni poco. Esta nueva edición tampoco se entiende nada. Pero es que es Hegel, que lo mismo escribía con las patas que notablemente bien. Las dos, y a veces al mismo tiempo. Su Filosofía del derecho (quizá el libro más perverso de la historia) está notablemente bien escrito; su Lógica es un deslumbrante desastre; la Filosofía de la Historia es una fanfarria de trompetas contra la gente, pero, de entre todos los libros, la Fenomenología es el más extraño. En el mismo párrafo puede hacerse dos veces de noche sin que amanezca y, al siguiente, todo brilla sin arrojar sombras. Tengo clavada la ingenua sospecha de que Hegel es la mente más poderosa desde Platón, y el único cerebro que pudo echar a andar el mecanismo de la Trinidad, y de que trataba de explicarla, pero los humanos normales no tenemos instalado el suficiente RAM para cargar semejante paquete de software. De ahí los ojos saltones que ostenta Hegel en sus retratos. Lo peor: casi no hay modo de librarse de un Hegel tergiversado, y uno se tiene que aguantar hordas falsarias que escupen aquello de que la dialéctica es “tesis–antítesis y síntesis”. Hegel nunca usó esa terminología. Lo arduo —y en la vieja traducción, indescifrable— que resulta, por decirlo de algún modo, el cambio de mentalidad: dejar atrás la adecuación de los conceptos con las cosas y pensar el pensamiento como un proceso que ya está echado a andar cuando surge la conciencia. Como cambiar las piezas de un coche mientras avanza. Uno pasa por etapas como lector, como melómano, y se instala largamente en Shakespeare, o en Beethoven, o así. Algunas de esas obsesiones vuelven, otras se diluyen, se olvidan o uno se las calla por vergüenza. Pero Hegel es distinto: no es una fascinación sino una enfermedad, un mal. Es infeccioso porque no se puede leer sin volverse uno hegeliano. Se necesita ayuda para salir. Pero como siempre me quedó aquella incomodidad de la pobre traducción castellana de la Fenomenología, y Luis Xavier López Farjeat hizo un enfático elogio de esta nueva, la compré. Un trabajo estupendo, cuidadoso, inteligente. Y con enojo comienzo a advertir los síntomas de aquel contagio de hace años, pero en virus de nueva cepa, mutado. Así de bueno es el trabajo que Gustavo Leyva cometió contra nosotros. L

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LABERINTO

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Memoria de Raúl Renán JOSÉ DE LA COLINA Y RAÚL RENÁN/ FOTO: GUADALUPE SOTO

El poeta yucateco, maestro, editor y formador de varias generaciones literarias, falleció el 14 de junio en la Ciudad de México. A manera de homenaje, presentamos un puñado de evocaciones sobre su carácter y su obra, junto con una entrevista inédita realizada en dos momentos: el 13 de agosto y el 3 de septiembre de 2015. Se trata de un diálogo que muestra la interioridad de un escritor que se empeñó en agotar el sentido y el significado de las palabras, como lo muestra el poema “Blanco activo”

UN MAL PERO BUEN TERTULIERO

RETRATO

José de la Colina

LA POESÍA COMO CONVERSACIÓN Raúl Renán rompía con el prototipo romántico de la poesía como un monólogo exaltado y practicó ese arte como una de las formas supremas de la conversación. Su obra y vida literarias transcurrieron en la luz y el bullicio de los lugares públicos: en las agencias de publicidad donde coincidió con una generación prodigiosa de escritores; en las mañanas o tardes de café; en los talleres literarios en los que forjó a varias generaciones o en las tertulias con los amigos, donde daba cátedra de su capacidad de escuchar, de su curiosidad e interés genuino por el otro (nada lastra más la conversación que la egolatría) y de su gozosa erudición e inteligencia. Su poesía es otra dimensión de ese arte de la conversación: una lírica que adoptó los más diversos interlocutores desde los clásicos grecolatinos hasta las vanguardias, prodigando a todos su atención, homenajeando a cada uno con un matiz propio y demostrando que la conversación, junto con la sonrisa, son los actos más genuinamente humanos.

Armando González Torres

EL CRONÓMETRO Y EL RUISEÑOR Desde la arbitrariedad cronológica, Raúl Renán pertenecería a la Generación de Medio Siglo. Tomando en cuenta su participación en el consejo editorial de la revista Estaciones —allí aparece como Raúl Renán González—, podría ubicarse también en la promoción de jóvenes escritores que dieron sus primeros pasos en esta publicación auspiciada por Elías Nandino, al lado de Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco o Francisco Cervantes. Más allá de rótulos y círculos literarios, el autor de La gramática fantástica (1983) desestimó cualquier posible precocidad o carrera de escritor, para elegir la paz horaciana de los márgenes y se dio a la demorada tarea de encontrar un timbre y un paisaje capaz de permitirle decir su fervor por las queridas cosas de este mundo. Localizó en los clásicos grecolatinos temas y variaciones para explicarse el presente histórico y el íntimo. Editor lúdico, curioso y audaz, el arte de la tipografía abrió puertas al campo para la experimentación de una escritura ajena a las modas y demás complacencias. La invitación para leerlo y releerlo pondrá al descubierto una obra de excéntrica seducción y poderosamente entrañable.

Ernesto Lumbreras

Todos los poetas parten de una lucha amorosa y a veces enconada con la palabra y Raúl Renán tenía la singularidad de luchar, sí, amorosamente, con las letras, no solo como literatura sino con las letras mismas del abecedario que le sugerían imágenes, contradicciones, historias, poemas. A través de quizá más de medio siglo, de algunas tertulias en las que sentí su fuerte presencia, generalmente silenciosa —era mal tertuliero pero era buen tertuliero—, tuvimos una grande e intensa amistad, más unidos a veces como amigos por la discusión. Cómo te echaré de menos, querido Raúl, en la vida, en la amistad, en las letras, pero seguiré dialogando con tu poesía. Te acompañaré muy pronto, amigo, amigo, amigo…

EL SILENCIO Y EL LABERINTO La escritura de Raúl Renán es atizada por la pasión amorosa, por el gusto por la vida, por la emoción de las cosas nuevas, de la experimentación —esa constante en su poesía, en su prosa, en su labor como editor. La poesía de Raúl va de lo cotidiano al homenaje de la lírica griega y latina, de lo social a la introspección, de la contemplación de la naturaleza al erotismo, siempre con un espíritu alegre, juguetón. En la serie “Del santo oficio del amor”, por ejemplo, al prevenir sobre los secretos de la cópula, dice: “Las orejas del amor/ son para aconsejar/ durante el abrazo/ que soltarse/ es peligroso/ porque en lugar de venir/ nos vamos”. Nada escapa al interés de Renán: escribe sonetos a la cáscara de naranja, al aire, al agua, a la desazón; transita por la prosa y el verso con la naturalidad de viajero consumado, y al trazar su autorretrato expresa: “Así quedan aquestos los papeles en blanco que esculturan mi rostro. En un ojo el silencio y en el otro el laberinto astillado”.

José Luis Martínez S.

UN GRANO DE ARROZ Raúl Renán postuló “Todo es incipit” en el único decálogo que publicó, “Minidecálogo de la ley del minirrelato”, donde sostuvo el principio de su poética sobre la narrativa breve: Gramática fantástica (1983), Los silencios de Homero (1998), Cuadernos en breve (1999) y Cosas de la rutina

grosera (2014), género donde se asentó como un pionero por la composición, arquitecturas narrativas, héroes siempre menores, experimentalismo, celebración de la vida, elogio de “las queridas cosas” y el ingenio lingüístico con que pergeñó no solo sus narrativas, sino también su lírica. “Vida in nucce” fue el décimo postulado con que clausuró sus mandamientos literarios: la vida tallada sobre un arroz. Previamente apuntaló el resto de los mandamientos que decidieron su poética del cuento brevísimo: “Amoral”, “Nadanécdota”, “Instantaneidad”, “Esencia de la esencia”, “Omnipersonaje”, “Honduración”. Congruente como fue, el maestro no dejó de predicar su postulado de vida: “Todo es principio”, y regresó a la semilla.

Javier Perucho

UN MAESTRO DE LA TRANSFIGURACIÓN Si algo caracterizó a Raúl Renán fue su inusitada capacidad para mudar de voz. Conoció al dedillo el arte milenario de la metamorfosis. Podía, como en Lámparas oscuras (1976), servirse del haikú para volver a probar los frutos eróticos que adoptan las formas que abundan en la naturaleza, o podía, igual que en A / salto de río, uno de sus últimos libros, convertir la poesía en un surtidor de efectos igualmente sonoros y visuales. Podía también volver la mirada hacia dos de las más irreverentes tradiciones, la de Catulo y Safo, no con otro propósito que el de contemplar la fragilidad de la carne y la prontitud con la cual


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(1928-2017) la belleza invoca a la lujuria y la vida festeja su propia ruina. Y, por qué no, podía correr libre y coloquialmente por el soneto y más tarde probar la brevedad del aforismo y el epigrama, y, aún más, ejercer la libertad suficiente para borrar la línea divisoria entre la autobiografía y la escritura. Ahora compruebo que ha oficiado su transfiguración definitiva.

Roberto Pliego

LA ASAMBLEA DE PALABRAS Raúl querido: te extrañaremos en tus palabras y en tu vida, por tu amor a las letras que sabías transformar en obras inclasificables y lúdicas, como ese libro que tanto admiro: Gramática fantástica: “el pájaro con cuyo pico he escrito esta parábola ha levantado el vuelo llevándose entre las patas el hilo de la escritura, de suerte que las palabras que estáis leyendo son del aire y no las que dictó mi ánimo”. Así el hilo de la escritura, que en ti no era diferente del hilo de la vida, sabía desatar “Así quedan aquestos magias que nos reconciliaban con el juego y el los papeles en blanco asombro. En las sesiones que teníamos contigo que esculturan mi rostro. los becarios del antiguo Inba–Fonapas en la CaEn un ojo el silencio y pilla Alfonsina, nos revelabas con generosidad en el otro el laberinto los secretos del oficio y, sobre todo, nos contaastillado” rr. minabas alegremente de tu manera de vivir, serena y gozosa, tan distinta de las pulsiones comunes en el medio literario. Las palabras reveladas y rebeladas de tus poemas se quedan ahora con nosotros: “Y ya el hombre no podrá hablar porque millones de palabras estarán sonando infinitamente en el aire, […] millones de palabras que pensarán por él”. Un beso y muchas gracias hasta siempre, por tu vida y tus palabras, querido Raúl.

Blanca Luz Pulido

LA ESPIRITUALIDAD

sábado 17 de junio de 2017

DE PORTADA

ESPECIAL

en la brevedad de lo escrito la imagen y la idea. Desde esa combustión poética cómplice, sus libros, rigurosos y transparentes, muestran que la vida es equilibrio entre la dilación y el correr de la memoria. Doy fe de sus batallas con el lenguaje. Y sé de cierto —por la intensa conversación que mantuvimos más de un cuarto de siglo— de las marcas que han moldeado rastro y rostro de Raúl entre nosotros. Porque en el profundo interior de él, convertido en memoria, arbolece un quimérico “fingidor de sí mismo”. Como Fernando Pessoa, Renán o Raúl o Rauliteo, obran en la transfiguración de su verbo, como en los rieles pareados de la línea educada porque: “Nunca una línea transcurre a la deriva, siempre es un vestigio delgado, reflejo de algo que está siendo Uno”.

Daniel Téllez

EL EDITOR Raúl Renán era un joven de 89 años. En una autobiografía que publicó en la revista Crítica, acota: “Creo en el arte literario. Confío en que no debemos olvidarlo y la mejor receta para recuperarlo es regresar a la ilusión de encontrar nueva literatura, releer a los clásicos, tanto los distantes griegos como los cercanos mexicanos, y leer con sorpresa a los nuevos autores”. Tenía el talento para comunicarse y apoyar a la gente joven, orillaba —con generosidad y paciencia— a encontrar la voz y el estilo de cada quien. En un lejanísimo 1991, don Raúl Renán fungía como subdirector del Periódico de Poesía (hubo una época en que la revista fue coeditada por la UNAM y el INBA), pero en realidad era el editor. Traía toda la experiencia y el respeto por haber fundado la editorial La Máquina Eléctrica, una de las colecciones de poesía más acabadas del siglo XX mexicano. Yo era ayudante en los archivos de la entonces Dirección de Literatura del INBA. Por nuestros orígenes peninsulares, don Raúl me adoptó. Una mañana entró a los archivos y con ese dejo yucateco, que jamás perdió: “Enzia, está bien que escribas pero necesitas aprender un oficio. ¿Por qué no me ayudas con el Periódico de Poesía?” Era una época en que aún el uso de las computadoras no era usual, así que don Raúl me enseñó “el oficio a mano”, sobre las familias tipográficas, la caja y el interlineado, la diagramación y la corrección de planas. Siempre estaré en deuda con don Raúl, no solo cuidó mis primeros pasos en un oficio, sino que me transmitió la pasión, el cuidado y el respeto a la hora de editar un libro. Buen viaje, don Raúl, “El Quijotito”, como le decía de cariño, al igual que le cantaste a tu bella Mérida: “Millones de palabras se derraman en tu suelo, te extienden”. L

Enzia Verduchi

Cada línea que escribía (suscribía) debía ser traslúcida, impoluta. Luego esas líneas se acoplaban lenta, progresivamente hasta fecundar un verso. En su escritura no faltaba nada. Las imágenes fluían con tempestuosa suavidad, poseían el modo de un afluente de vocablos cardinales. Leerlo inspiraba la sensación de escuchar su voz de ritmo acompasado. El espíritu mundano de Raúl Renán tenía la virtud de rejuvenecer: la edad no transcurría, era un muchacho eterno. Su espíritu poético era similar, tenía la cualidad de renovarse: como escritor fue temerario, la experimentación representó su deporte favorito. El espíritu fraterno de Raúl Renán fue más que generoso. Cálido, abierto, con un gran sentido del humor. Jamás olvidaré su mirada aguda, la sonrisa a medio camino entre la indulgencia y la ironía, y luego el comentario certero o erudito o la evocación de un personaje que concebía más que una sombra: era su historia, la historia de épocas, de libros, de líneas en las que debía caber el universo entero.

Iván Ríos Gascón

DOMADOR DE PALABRAS Raúl Renán tramó innumerables encuentros desde la bonhomía de la amistad y la creación literaria, pedestales de su magisterio, con lectores y escritores que, con fortuna, suman muchos. Ahí, la realidad furtiva se volvió dúctil y fértil y el poeta meridense supo bucear en la conversación y hallar el justo medio en sus opiniones. Nunca escuchamos de él un juicio lapidario. Para no imponer su punto de vista, sugería la labor del poeta sibarita con el lápiz incendiario, pleno de texturas, experimental, al acecho de la palabra. Mediante una astucia que él puntualizó y generaciones de escritores hicieron suya (“el poema verdadero habita dentro del poema”), nos instruyó a contener FOTO: ROGELIO CUÉLLAR


LABERINTO

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“Estamos oscuros por ROGELIO CUÉLLAR

ENTREVISTA MARIANA BERNÁRDEZ

H

ace siete años Raúl Renán tuvo la generosidad de sostener conmigo una serie de conversaciones bajo la excusa de sus ochenta años. Varios ríos habían pasado bajo el puente y se nos volvió obligado retomar la conversación porque es la forma como el pensamiento y el cariño afirman su asidero. Me seguían sorprendiendo su bonhomía y sencillez. Diría que pocas personas tan bien cumplidas en su hallarse, cuestión lograda al ir abrevando la distancia entre su palabra y la realidad. “Estoy en un momento donde se ha dado una especie de depuración de los sucesos que componen mi existencia, me he concentrado en lo que me ocupa, y en lo que considero útil y bello en el mundo; quiero fijarme en lo que es más puro. Resultado de esta decantación es observar las situaciones humanas con más sabiduría. Mi entendimiento es una expresión de esto y por eso busco aprovechar el tiempo aceptando que hay una necesaria desmemoria que me lleva de regreso a la infancia, a lo que considero mi origen, en el intento de responder algunas preguntas. La que ocupa mis horas es sobre por qué ocurrieron los hechos de tal manera y no de otra. Al ir tras mi infancia me he ido haciendo más yo mismo. La emoción me desborda. Soy más sensible. He afinado mi capacidad de percepción. Entiendo que todavía tengo cosas no resueltas”. ¿La sabiduría te ha llevado a entender que hay nudos que están hechos para anudarse? ¿Esto genera una reverberación en tu escritura?

Yo creo que sí, tendrías que ver lo último que he escrito sobre el “blanco activo”, tópico sugerido por mis alumnos y que me pareció excelente. Lo desarrollé a través de un poema1 y están contentísimos porque es símbolo del taller que les impartí. ¿Recuerdas que era un tema referido cuando discutíamos el verso de San Juan de la Cruz “Mi Amado las Montañas”, y aventurábamos que quizá el espacio del poema se daba en el blanco y no en la escritura?

Ayer, al hacer una grabación, sorprendí a la gente al tratar tal cuestión. Siempre se escucha la idea de que como es un blanco hay un vacío, pero yo connoté que más que vacío es un contenido por sí mismo. El blanco activo y la experimentalidad en la poesía son conceptos que van más allá de lo que la gente cree. Se trata de otra cosa. Celebro que recuerdes nuestras discusiones. Hace siete años poética del relámpago fue la expresión que evidenció la brevedad como cohesión de sentido en tu poesía; también hablamos de la experimentación como un arrastre que permite el tránsito en la escritura. Confío en que sigas siendo un “muchacho” y que ese impulso te haya llevado a explorar la hondura del blanco. ¿Qué has encontrado en su espacio?

Hay una fascinación por el blanco en tanto que es un contenido, lo que significa que es esencial, que es un sí mismo, una concentración de los sentidos y de la luz. Lo que se hace es girar en torno suyo por la natural insuficiencia del lenguaje para describirlo, porque no da de sí para explicarlo ni explicarnos. No hay más que forcejear con el idioma, exigirle un contenido mucho más profundo, una carga más aguda, pero ¿cómo se disloca su fundamento primario para que logre una equivalencia notable entre lo que se dice y aquello que se mienta con la palabra? A mayor lenguaje, mayor estancia. Estamos más… Por un lado, las palabras nombran el mundo, pero a la par son faltas para hacerlo. Esa carencia que se debe a una fractura inicial permite irónicamente aproximarnos al mundo con el afán de entenderlo y, a la vez, conlleva la minimización

EL CAMINO DE REGRESO Un poema es una entidad porque en él resuelves una circunstancia vital. Cuando me extravío, la poesía es el camino de regreso, me hace encontrarme no solo en mi duda sino en el quehacer literario, porque hay agotamiento y repeticiones que afectan la obra. Diría que el poema viene a mí, yo no lo busco, y es la manera en cómo se define el del significado. Ahí es donde se le plantea al poeta el salto mortal, aunque curiosamente al poeta esto no se le da como una explicación, sino como algo que ocurre dentro de él, una forma de gratuidad. Tal vez el lector, ese otro que está tratando con lo que el poeta dice, comprenda de manera más precisa. El papel del poeta es escribir lo que se le ha dado ver. Lo escrito le lleva de forma secundaria a entender, a entenderse y, por ende, a explicar. ¿Qué se esconde tras la pregunta de querer entender y tras él domar a las palabras?

Buscamos aclararnos porque estamos oscuros por dentro. No sabemos. No nos atrevemos a pensar en eso porque es casi la muerte. El lenguaje me permitió introducirme en el gran misterio del “blanco activo” y encontrarme. Diría que es cuando se revelan las cosas, y su adjetivo “activo” muestra la función específica de la blancura. Por eso me hubiera gustado estudiar más idiomas, porque la diversidad de palabras y las relaciones entre una lengua y otra me hubieran aclarado más.

poeta. Si lo buscas no se da en su claridad. De esa situación surge mi condición de poeta experimental, y eso me ha llevado a tensar el lenguaje cada vez más, porque comprendo, a la par, cada vez más, su naturaleza. Cada día que pasa, estoy más en la carnadura del silencio. RR No creo que la muerte sea oscura.

No te puedo contrariar.

Creo que es una forma de claridad. Nadie ha regresado para contarnos lo que pasa. ¿Recuerdas el título de tu poemario Lámparas oscuras? ¿Hay alguna relación con lo que refieres sobre estar oscuros por dentro?

En ese poemario le confiero a la oscuridad cuerpo físico y a la fisicidad de la voluntad de la emanación luminosa en pro del fenómeno de la poesía. La capacidad de nombrar la lleva a varias posibilidades, entre ellas la de generar una comprensión sobre su naturaleza. Escuchar lo que dice el cuerpo permite recapacitar y a través suyo alumbrarnos. Diría que hoy día hay mucha biología y poca filosofía. No hay la reflexión precisa sobre lo que nos preocupa. Aunque parezca difícil esto de lo que hablamos, es verdad, está a la vista. Si la gente dedicara una hora de su vida a hablar sobre ello, tal vez vería que la muerte no es una oscuridad sino una claridad. “La noche duerme./ Dos lámparas oscuras/ queman mi lecho”.2


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sábado 17 de junio de 2017

DE PORTADA

DANIEL TÉLLEZ

dentro”

*

¿Moramos el cuerpo porque moramos el lenguaje, hacemos del lenguaje morada?

Aventuro que quizá por esto la conversación avanza y se enriquece en su fluir; en ello, el propio lenguaje se aclara y se muda. El poema se esconde, surge, emerge, es parte de la energía que se recoge cuando el alma sale del cuerpo. ¿Cómo llega uno a pensar en eso? ¿O le damos un uso a lo que somos? La energía cuando se muestra, nos educa, hay un aprendizaje elemental: no hay palabra plena. Suelo pensar con frecuencia en eso, y trato de mostrar el proceso que implica sostenerse en el fi lo: la insuficiencia congénita del lenguaje. Resulta, pues, más lo que no se puede explicar. Entonces ¿para qué se escribe?, ¿hacia dónde, qué es lo que reverbera detrás de todo esto? Empecé escribiendo narrativa y no sé en qué momento brinqué hacia la poesía. Al principio escribía poesía narrativa, ¿o una narración poética?, pero hay bastante trabajo crítico que documenta que lo que escribo es poesía. Hablas poco del mar.

El mar no está presente en mi infancia, y como era un niño pobre, jamás a alguien se le ocurrió llevarme. Cuando fui por primera vez ya era grandecito, 15 o 16 años, y no me causó gran impresión. En ese momento mi interés primordial se centraba en mi compromiso con la literatura. Las piedras se relacionan con ella de manera íntima. Hay varias versiones sobre lo que significan para mí hasta culminar en el poema “La piedra de las piedras”. Hay que considerar que Mérida era un pedregal, los caminos eran pedregosos, las piedras no tenían un color defi nido porque eran calizas, y el sol tenía una presencia contundente, al punto de calentarlas y pulverizarlas, piedras opacas cercanas a la cal blanca, y ahora escribo versos que andan tras el blanco. Hablemos de la relación “caligrafía-escritura”. Hay un doblez en el escribir–pintar. ¿La caligrafía como arte induce la meditación? Siempre te describen con papel y lápiz en la mano.

El lápiz no es un arma ni es un instrumento, insisto, lo valioso es su contenido, en la dureza del grafito se concentra el mundo. La madera sirve de estuche y el negro porta consigo la escritura en potencia. Eso significó muchas cosas en mi vida. De niño llevaba un lápiz puntiagudo en la bolsa de la camisa, ¿para qué?, siempre estaba a la espera, creía que algo iba a acontecer dentro de mí y que tendría que escribirlo. Desde los diez años lo sabía, era cuando trabajaba en una cordelería a pleno sol, le daba vueltas a una manivela para producir energía destinada a tejer el henequén. Estaba quemado por el sol y pelagroso. Eso causaba extrañeza entre las personas con las que trabajaba; y el lápiz, cierto temor porque lo veían como un arma. Mi madre iba a cobrar mi trabajo el fi n de semana, y le pidieron que me llamara la atención porque andaba con un arma afi lada en la bolsita de la camisa; y me llamó: “Ay mi’jo pórtate bien, cómo es que llevas algo afi lado contigo con lo cual puedas causar daño”. Sus palabras produjeron en mí un sentimiento de orgullo porque confirmé que el lápiz era un arma que habría de sacarme de ahí, y pensé: “Un día voy a escribir”. Como he contado, mi madre me entregó a una familia de campesinos. Mi tutor era un poco más culto al punto que también cortaba el pelo. Nunca permitió que anduviera perdiendo el tiempo como muchos niños de la calle. Me tenía puesta una mesita en la parte de atrás del taller con papel y lápiz para que copiara las letras de algunos libros y aprendiera a dibujarlas. Eran letras Palmer, bien trazadas, con sus curvitas, como se escribía antes.

Durante la presentación de Piedras de adivino, el 4 de abril de 2017, en la Casa del Poeta

BLANCO ACTIVO Raúl Renán Voy a callarme, hablar en blanco para expresar con mayor representación visual mi silencio. Las comas los puntos aparte las respuestas obligadas por las letras mayores. Los gestos que remedan el vacío espacial que de por sí crean concomitantes en una tonalidad pura, expresiva como un signo permanente a lo largo del paso visual del lenguaje escrito. Esos blancos tan necesarios en la alternancia del habla comunicativa que da ritmo y musicalidad armónica y sensata a la expresión oculta. El charco tranquilo lo refleja espejeante para leerlo sin prejuicios.

El lápiz era un símbolo de algo que me sería útil para ser alguien en la vida. Además, no era como la pluma de tinta que pedían en la escuela y con la que se te manchaba la ropa y las manos. El lápiz era limpio y me evitaba los castigos severísimos a los que estaba sujeto cuando me ensuciaba. Dos reflexiones sobre esto que cuento: la preocupación por la limpieza y lo innecesario de los castigos. A esta edad ciertas cosas que me han perseguido ya no pesan, aunque me quede el hábito. El mito del lápiz me encanta, incluso colaboré en un libro convocado por José Luis Cuevas; caso extrañísimo porque no lo conocía de ninguna otra ocasión. Obedeció tal invitación porque pocos lo celebran tanto como yo. Supongo que hay una especie de destino. De niño me ponían a copiar las letras, lo cual quiere decir que eso me conduciría a alguna cosa; curioso es que quien me lo ordenaba era una persona que no escribía nada; si acaso, leía despacito el periódico. Tiene gracia eso, lo cierto es que me dio lo que él no tuvo y mi tez blanca me permitió hacer amigos entre la gente rica. Recuerdo que siendo ya de edad uno me increpó despectivamente: “Tú, ¿de qué hablas? Si ni siquiera sabes comer”. Me sorprendió, era verdad, no sabía tomar los cubiertos y hacía ruidos al deglutir. En la vida eso no tiene tanta importancia porque es algo que se aprende sin gran dificultad. Te lo comento porque quiero enfatizar el hecho de que la vida es un constante aprendizaje y la curiosidad por aprender me llevó incluso a alterar el lenguaje porque no me satisfacían ciertas palabras y quería hacerlas distintas. Continúo en el empeño y trato de domesticarlo para que diga más. Trato de domar a la palabra, de corregirla aunque ello altere ciertas leyes. Diría no blancura sino blanquitud. Lograr mayor distancia, mayor horizonte, mayor vislumbre. L *Del libro (en proceso de reedición), Todo está en la línea: Conversaciones con Raúl Renán . Prólogo y estudio de Israel Ramírez. Poemas de Raúl Renán. Fotografías de Rogelio Cuéllar. 1 Se reproduce en la página anterior. 2 De “Lámparas oscuras”, en Poesía completa , tomo uno, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes e Instituto de Cultura de Yucatán, Yucatán, 2011, p. 39.


LITERATURA

sábado 17 de junio de 2017

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LABERINTO

ESPECIAL

FORMAS DE LUZ Elva Macías

Qué es lo que busco en las formas de luz que te iluminan El quinqué de petróleo apenas sostenido en las madrugadas de tus seis años mientras la abuela destazaba la carne Las lámparas de gasolina temidas y deseadas Las primeras bombillas eléctricas encendidas de las siete a las once de la noche Las lámparas de carburo para las cacerías que despachabas en la tienda y su olor a inframundo

La mirada surtidora La poeta chiapaneca Elva Macías recibió el Premio Iberoamericano Ramón López Velarde que otorga el Instituto Zacatecano de Cultura. Presentamos una mirada a su obra y un inédito sobre la muerte de la madre ENSAYO CLAUDIA HERNÁNDEZ DE VALLE ARIZPE

H

ablar de la poesía de Elva Macías es hablar de un recorrido de más de cuatro décadas de escritura que, al cabo de este tiempo, permite acercamientos muy diversos. ¿Cuál elegir? Se imponen los ojos, la mirada como asunto nodal. En su primer libro, Círculo del sueño (1973), ya se advierte una interesante relación entre el que mira y lo mirado, como cuando escribe: “incapaz de ser sin mi pupila/ su mirada”. En el mismo libro, refiriéndose a quien deja huella, apunta: “permaneció en el iris de mis ojos/ y recorrió mis vetas más exhaustas”. Desde Círculo del sueño, la mirada tiene la virtud de contener; funciona como recipiente. Es también sustantivo y sujeto que al momento de contemplar se transforma: “Paseo la mirada por el estanque/ como un pez dorado lo recorro”. En este libro, como en otros de la autora, los ojos parecen ser una parte independiente del resto del cuerpo, como si se despojara de ellos no para olvidar

una escena o dejar de verla desde su estado más consciente, sino porque una energía, más allá de la voluntad, decidiera su nuevo sitio: “En el té de jazmín/ dejo mis ojos/ En el tazón que humea/ y se apacigua/ dejo mis ojos de mañana”. Así como esta relación entre el que mira, lo mirado y el lugar desde donde se observa impregna la poesía de Elva Macías de un aire extraño que incorpora el enigma, otros recursos —varios y muy logrados— son característicos de su trabajo: el cuerpo humano como estancia, el diálogo con vivos y muertos, las figuras del padre y de los hermanos, el lugar de origen, el viaje, la ciudad, el olvido y el mundo de lo pequeño. Lo pequeño se revela en los insectos, en la bisutería, en los botones, en “los minúsculos enseres” y en los “mínimos matices”. “Para ahuyentar de las heridas los insectos”, dice en un verso que evidencia el dolor —sin duda presente en toda su poesía— pero situado lejos de la idea del dolor, consecuencia de esa hegemonía de la tristeza que cultivan con facilismo los malos poetas. Desde Círculo del sueño y hasta Caravanas de riesgo (2014), sus textos observan por igual

Una lámpara sorda delante de tus pasos o la luz y el oro seco de tu risa

luz y sombra y no olvidan auscultar el revés del lienzo a sabiendas de que ahí, en la parte trasera, hay una realidad que puede ser asombrosa. Quienes lean sus libros Imagen y semejanza (1982), Lejos de la memoria (1989), Ciudad contra el cielo (1993), Imperio móvil (2005), comprobarán que hay una personalización del viento y un diálogo con las aves —sea a través del exotismo asiático de las perdices o del canto de los grillos, la presencia de palomas, cigarras, pavorreales— que es inquietante. Sobre su poesía escribió Álvaro Mutis: “Notemos cómo Elva Macías evita la anécdota, lo inmediato, cómo va siempre a la esencia de lo nombrado, cómo sabe iluminar ese lado oscuro y escondido de cada cosa, de cada instante y darle así a lo que ella sabe poblar amorosamente una trascendencia luminosa que nos invita a recorrer esas nuevas sendas nimbados de una dicha que no es la nuestra cotidiana y lábil, sino la que otorgan los dioses por caprichosos designios”. Junto a dichos temas y recursos que hacen única su voz poética, es notable en sus títulos más nuevos, Jinete en contra (2012) y Caravanas de riesgo, una claridad meridiana y una economía verbal que han hecho su voz cada vez más actual y, si cabe, más moderna. Su palabra se ha vuelto un dardo que no falla, como en el poema “Escorpión”: “Hay tres tipos de escorpiones:/ el primero hace daño a todo mundo,/ el segundo se hace daño a sí mismo,/ el tercero se sublima y se redime. Todos tienen veneno”. Y al lado de esa precisión hay una sabiduría que solo la vida y el oficio dan para apropiarse de “la materia oscura”, de los temas que, por duros, alguna vez parecieron imposibles de ser escritos. Aunque la gracia verbal y los giros lingüísticos que rematan con la verdad violenta los textos que comienzan siendo serenos son una constante en toda su obra, vale la pena leer con ojos nuevos sus libros más recientes, en los que abre los mapas que tanto le gustan a la geografía de historias duras, al equilibrio entre épica y lírica, a la adjetivación a cuentagotas de un “jardín superlativo”: el de una poesía en la que el lector reconocerá enseguida a una voz que nunca nombra en vano. L


MILENIO

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× A

PETIRROJO JO NESBØ Roja y Negra México, 2017 569 pp. El detective Harry Hole está de regreso para aclarar el asesinato de un viejo militante nazi. Sus pesquisas se mueven al despuntar este siglo pero llevan sin remedio a la última etapa de la Segunda Guerra Mundial. La Noruega del presente, con sus cabezas rapadas y su xenofobia, no parece muy distinta a la que colaboró con los ejércitos de Hitler. De este modo, Nesbø crea una novela de terribles implicaciones políticas y se reafirma como un maestro del género negro.

CUANDO NANJING SUSPIRA CRISTINA ZABALAGA Lumen México, 2017 123 pp. La protagonista de esta historia, una mujer dedicada a la escritura de guías para viajeros, se traslada a Nanjing para entregar el cadáver de su esposo, quien ha muerto atropellado. Ese viaje representa un encuentro con su familia política y a la vez consigo misma, con los fantasmas de su pasado y con sus más ocultos temores. El tono de Zabalaga es elegiaco y sobradamente concentrado, como si las palabras fueran una moneda que no debe gastarse o devaluarse. Esta, su segunda novela, augura una interesante carrera.

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE ESCRIBIR HARUKI MURAKAMI Tusquets México, 2017, 296 pp. Claro. El carveriano título de la nueva entrega del escritor japonés más vendido de los últimos tiempos anticipa lo que sus lectores y fans esperaban: las memorias, reflexiones, vicios y manías de quien hasta hace poco era reacio a hablar de su vida privada y su forma de ver el mundo. Mezcla de crónica con pinceladas de ensayo literario, de relato de época con apuntes de lector voraz, estas páginas muestran a un Murakami minucioso hasta la obsesión a la hora de urdir sus tramas y al momento de verterlas al papel.

CARLOS FUENTES Y EL REINO UNIDO STEVEN BOLDY (COORD.) Fondo de Cultura Económica México, 2017 206 pp. Boldy coordina esta edición que da cuenta de la estrecha cercanía del autor de La región más transparente con la capital británica (su otra más querida residencia) y espacios emblemáticos como la Royal Opera House y la Universidad de Cambridge, en la que impartió la cátedra Simón Bolívar en 1986 y 1987. Con prólogo de Diego Gómez Pickering y epílogo de Silvia Lemus, el volumen incluye textos de Julio Ortega, Ignacio Padilla, Hernán Lara Zavala, Florence Olivier, Erica Segre, Rafael Olea Franco y Maarten Van Delden, entre otros, que abordan las diversas perspectivas de la obra de Carlos Fuentes.

LINGO GASTON DORREN Turner España, 2017 388 pp. En su subtítulo en español, Guía de Europa para el turista lingüístico, se anuncia cuál es la intención del autor, holandés y políglota, al escribir este libro. La persona común de todas las latitudes, europeos incluidos, no dejará de sorprenderse que además del inglés, el francés y el italiano, por mencionar los idiomas más “internacionales”, existan 57 más. Rético, lituano, lenguas finoúgrias, karaim, islandés, gaélico escocés, y hasta esperanto, son algunas lenguas exóticas que se pueden conocer.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

LA PAMPA IMPOSIBLE

David Miklos Literatura Random House México, 2017

La infancia consabida ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

L

a infancia tardía es un terreno que ofrece cada vez menos sorpresas a medida que vamos dejándola atrás. Se vuelve, digamos, casi una y la misma para todos: una etapa de descubrimientos, de tránsito hacia responsabilidades ignotas, de encuentro con el deseo sexual y la amistad. Solo varían los escenarios y las circunstancias históricas. Se comprende entonces por qué tantos escritores han trastabillado en su intento por recrearla. David Miklos es el caso más reciente. Hecha de fragmentos de un presente que se mueve entre la pérdida de la madre y la quietud del matrimonio, y de visitas a un pasado que suponemos transcurrir en Argentina, La pampa imposible interpela al niño, en trance de dejar de serlo, que es el mismo narrador, obligado a refrescar su memoria después de conocer la noticia de un accidente de aviación. Oscilamos en el tiempo sin transiciones obvias sino a través de frases que pueden traslapar el antes y el después con eficaz suavidad. Eso está muy bien, igual que el estilo de intensidades poéticas gracias al cual Miklos alcanza concentración y profundidad con un solo impulso. El problema está en otra parte: en la materia recordada. Ahí está el consabido verano cuando la familia fue expulsada del paraíso y llegó a su fi n la edad de la inocencia. Ahí está la consabida niña ensimismada por quien el protagonista guarda un amor silencioso. Ahí está el consabido grupo de amigos cuyos juegos terminan convertidos en afrentas que no sanan. Ahí está la consabida e inaugural conciencia de la muerte. Y ahí están los padres, ordenadamente bohemios y enamorados y sin embargo en la antesala de la ruptura defi nitiva. ¿No suena todo esto demasiado conocido aunque aparezca cubierto por una capa de distancia reflexiva? ¿No suena incluso a producto cinematográfico? La pregunta por lo que somos conduce siempre a un capítulo de nuestro pasado. De modo que interrogamos a los sobrevivientes y testigos o forzamos nuestra memoria. El narrador de La pampa imposible elige el segundo camino con la voluntad de un arqueólogo. Busca en sí mismo lo que las cosas y sus semejantes callan o esconden. Por desgracia, es víctima de la nostalgia y la nostalgia, es sabido, empaña la vista: aquella infancia tardía aparece a nuestros ojos como una explosión de tolerable armonía, sin auténticas devastaciones, sin derrotas, sin latigazos, por más que consigne algunos reveses, que no pasan de ser meros raspones. Ah, si David Miklos hubiera tenido un poco de agria malicia… L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Rodrigo Ortega

“Antes de prohibir necesitamos educar” Más que una apología del LSD, Sinestesia es un llamado a repensar el consumo de drogas ENTREVISTA

I

nmersa en la vorágine del LSD, Martina (Luciana González de León) se sumerge en una búsqueda personal. Sin saber bien a bien cómo, la joven se involucra con un grupo de dealers de la Ciudad de México. Alejado de todo juicio de valor, el cineasta Rodrigo Ortega filmó Sinestesia, película que oscila entre la literatura de Irvine Welsh y Lewis Carroll, para proponer un enfoque sin prejuicios sobre las drogas. Sinestesia es el estado que se alcanza cuando se conjuntan diversas sensaciones. Dicen los que saben que el LSD lleva a este nivel. En su película hay mucho de esto.

Como a muchos mexicanos, el tema del narcotráfico me interesa. En cuanto estalló la guerra contra el crimen organizado comenzaron a abundar series y literatura al respecto. El problema es que solo se maneja y aborda el lado de los considerados malos. A mí, por lo tanto, me interesaba hablar precisamente de los malos y me di a la tarea de conocer a narcomenudistas. Platiqué con ellos sobre sus vidas y gustos. Gracias a

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

esas conversaciones construí un personaje dentro de ese rango. En su película los despoja de cualquier juicio de valor.

El tráfico de drogas en México es un hecho importante. No olvidemos que nuestro vecino es el mayor consumidor. El problema nació cuando se criminalizó. Desde el principio tuve muy claro que no quería que hubiera armas ni violencia. Christian Poveda hizo algo similar en La vida loca. Ninguno de sus personajes porta armas porque es algo que hemos visto miles de veces. Decidí eliminar el estereotipo que tenemos del narcotraficante porque es indignante. Percibo una influencia de autores como Irvine Welsh.

En la adolescencia, Trainspotting me impresionó. Soy fan de Welsh y he leído gran parte de su trabajo, aunque vivimos contextos muy diferentes. Además, creo que cambia mucho la actitud de un dealer de cierta droga con el de otra. Welsh, por ejemplo, se clava mucho en la heroína. Otra

HOMBRE DE CELULOIDE

Luciana González de León

influencia es Albert Hofmann, el doctor suizo que descubrió el LSD. Aunque la película también remite a Alicia en el país de las maravillas.

Cierto. La estructura narrativa la dicta Lewis Carroll. Quería que el ingreso de Martina al Metro emulara el momento en que Alicia se sumerge en el agujero donde conoce a seres extraños. Al consumir LSD, le cambia todo y pasa por varias etapas, incluyendo un viaje donde alcanza la sinestesia. Una de las lecturas de su película es la de una apología del LSD.

He tenido algunas discusiones al respecto. No me gusta que mi película se interprete como una apología del

¿Siente que nos falta, al margen de la penalización o la prevención, una educación en términos de consumo?

Ese es el punto. El problema está en la educación. Cualquier prohibición, y eso lo decía Freud, genera traumas y propicia que a las manos de los jóvenes lleguen drogas que son veneno puro. Antes de prohibir necesitamos educar. L

FERNANDO ZAMORA

Retrato de la zombi adolescente ESPECIAL

L

os límites del horror en el cine se mueven en torno a dos fronteras: la pornografía y el asco. Lo sabía Pasolini cuando filmó Saló. Lo sabe Julia Ducournau, directora de Voraz, película que toca todos los temas del cine de terror para adolescentes y que sin embargo, habiendo sido aclamada en Cannes, llega a México a los circuitos de Casa de arte. Los temas son éstos: las metamorfosis que sufre el cuerpo al llegar la adolescencia y el miedo culpable, “me estoy volviendo zombi o vampiro” que se explica en parte a causa de las pulsiones sexuales que irrumpen en la vida de una niña angelical. Justine ha sido educada como vegetariana pero se va a vivir a un campus universitario para estudiar veterinaria. Ahí encuentra tres cosas: un compañero de cuarto que es gay y tiene cuerpo escultural, una serie de rituales bárbaros de iniciación (novatadas) y una hermana que la obliga a comer

LSD porque sería irresponsable ante personas con enfermedades mentales. Sin embargo, creo que necesitamos hablar del tema. Mientras que en Estados Unidos fue fácil encontrar distribución para el filme, en México me ha costado trabajo. La UNAM me abrió las puertas.

Voraz (Grave). dirección: Julia Ducournau. guión: Julia Ducournau. fotografía: Ruben Impens. con Garance Marillier, Rabah Nait Oufella. Francia, 2017.

riñones de conejo. Es en este punto que el cine de arte se mueve hacia el territorio del asco; justo en la línea que hizo famoso a David Cronenberg y su cine de horror corporal. Ganadora en

el prestigioso Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges, Voraz tiene escenas realmente muy bellas. El contraste entre la veterinaria que investiga lo que hay adentro de una

@fernandovzamora

vaca metiéndole el brazo por detrás, con la hermosa adolescente que arde en deseos de comerse (textualmente) a su compañero homosexual resulta cuando menos inquietante. Voraz no llega a los niveles de la sueca Déjame entrar, pero termina por ser un atractivo retrato de la adolescencia europea en estos años del siglo XXI. Es parte de un movimiento fílmico que se asemeja a lo que hicieron en pintura los expresionistas austriacos y alemanes hace un siglo: caras deformes de simetría violentada con las que autores como Ernst Ludwig Kirchner o Egon Schiele retrataban el interior de una generación herida por la Primera Guerra Mundial. Porque si hay algo que trasciende en Voraz las convenciones del horror llevado hasta el terreno del asco es el diálogo final del padre de Justine, quien explica al público que la hija psicópata fue en realidad una niña demasiado consentida. Ya lo ha dicho Houellebecq: los asesinos seriales no son desviaciones monstruosas de la experiencia hippie, son su continuación. L


MILENIO

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Suave danza de besos y alas Presentamos un perfil de la compositora mexicana Diana Syrse con motivo del estreno de su obra Spira Mirabilis HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

VIBRACIONES

ESPECIAL

H

ablar con Diana Syrse es una experiencia alegre. Resulta lógico que una de sus obras se llame Muerte sonriente (2013), para coro mixto e instrumentos prehispánicos con un texto que ella escribió —en español— sobre pulso, flor, hueso, chocolate, coquetería y aliento. Una partitura llena de juegos. No hay instrumentistas. Los solistas deben tocar mientras cantan. Una soprano se amarra el ayoyotl —pulsera de nueces huecas— en la muñeca derecha y una mezzo se lo amarra en el tobillo. A un tenor le corresponde la ocarina y el huehuetl —tambor— a un bajo. Todos deben salir descalzos al escenario y a veces golpear el suelo con las plantas. La expresión general es Deathly andante (¿andante mortal?, ¿un andante que llama a la muerte?) y las notas de carácter están escritas en inglés, pues Diana Syrse vive en Alemania —becaria del Akademic Musiktheater Heute— y casi toda su música es interpretada por europeos. Entonces, en un compás que pide a todas las mezzos cantar el sonido “chrrrrrr”, se lee la complaciente indicación: “quien no pueda con la ‘r’, reemplace el ‘crrr rrr’ con la letra ‘n’ ”. La muerte sonriente es

polifonía de osadas texturas vigorosas y visuales. Música que mientras avanza siembra rítmicas imágenes —un ritmo primitivo y salvaje— en torno a una idea simple y tierna: la muerte es muy flaca y ríe bajo un sombrero de flores naranjas. El pensamiento musical de Diana Syrse es provocativo. Una provocación temática (una joven que se

avienta a las vías del tren tras haber sido violada por curas y el asesinato de la antropóloga Nadia Vera en un departamento de la colonia Narvarte son historias que aborda en sus dos últimas óperas: Florecer en arsénico y Marea roja) y también una provocación idiomática: para que el pensamiento sea más raro, profundo, emocionante y diverso, sus

DANZA

ARGELIA GUERRERO

ESCENARIOS

lenguajes recorren mundos distintos y exploran —bajo el riesgo de resultar absurdos o ininteligibles— la manera de hacer coincidir, por ejemplo, atonalidad, melodismo decimonónico, electroacústica y el ruido de arrugar una bolsa de celofán. Diana Syrse tiene una imaginación teatral. El teatro la persigue incluso en sus obras sin representación escénica. En Spira Mirabilis (Espiral maravillosa) para coro mixto a capella, los cantantes (cuatro sopranos, tres mezzos, dos barítonos y dos tenores) deben, al enfrentar ciertas vocales, cubrirse con la mano —la muñeca apoyada sobre la mandíbula— el 90 por ciento de la boca y comenzar a tapar y destapar a ritmo lento —lentitud rítmica no identificada, abierta hacia la improvisación. Mientras el efecto musical de este procedimiento es la distorsión del sonido, el efecto teatral es el movimiento: un extraño movimiento de bocas y dedos que hace pensar en una suave danza de besos y alas. Y al tiempo que bailan, los intérpretes construyen una partitura de surrealismo matemático, en donde una estructura perfecta —distribuida de acuerdo a las proporciones numéricas de la serie Fibonacci— convive con un texto (escrito en español por Diana Syrse) de inspiración lorquiana —el Lorca más joven— que se aproxima al infinito a través de las fantasías de un caracol: “En cada copo de nieve había un universo. En cada universo, una galaxia. En cada galaxia, un girasol. En cada girasol, un caracol que sueña y despierta entre copos de nieve sobre un girasol”. Y aquí la polifonía resulta mística: enlaza la dimensión de la ciencia con la dimensión de la poesía para ir juntos hacia lo inexplicable a través de la música. L makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL

Música, cuerpo y espacio

D

iego Vázquez es un joven coreógrafo cuya obra hemos podido apreciar en distintos recintos de México. La gala presentada en agosto pasado en el Palacio de Bellas Artes dejó en el público un sabor de boca agradecido por poder disfrutar una serie de piezas que conjugaron pulcritud técnica y fuerza interpretativa integradas de manera fluida y orgánica con la pluralidad musical seleccionada por el coreógrafo. Después de aquella gala y de algunos meses de trabajo de salón, Diego Vázquez viajó a Europa a inicios del mes de junio para compartir su trabajo en una gira que contempló las ciudades de Amersfoort y Bratislava en los teatros Icoon y el Herman Veen Arte Center, como parte del “Chorea Internacional Dance Festival”, cuyo cierre fue una gala con solistas del Ballet de Stuttgart, Ballet de Montecarlo y Ballet de la Ópera de Viena, además de la representación de México con la compañía La Leget dirigida por el propio Diego Vázquez. False Cognate, emanada del Concierto núm. 2 para piano de Chopin, y Pendiente, inspirada en Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, son las obras que el coreógrafo eligió para esta gira.

El coreógrafo y bailarín Diego Vázquez

La obra de Diego Vázquez no se reduce a un virtuosismo técnico vacuo, pero sí enfatiza la exigencia de las potencialidades técnicas de los ejecutantes y las pone al servicio comunicativo e interpretativo de sus piezas coreográficas. Cada obra suya posee una musicalidad tejida desde las melodías más audibles e indagando en los armónicos más profundos para los que posee una sensibilidad especial para escuchar y empatar sus trazos tanto espaciales como corporales. Podemos decir que la obra de Vázquez es aún temprana, pues se trata de un coreógrafo joven cuyas piezas han madurado no solo con

el paso del tiempo sino en la experimentación con distintos bailarines de diversos estilos y la apertura hacia todas las posibilidades de movimiento que le permiten crear con el estilo orgánico y fluido que lo caracteriza. Diego Vázquez es un coreógrafo joven que conoce el valor de la tradición coreográfica y ha recogido muchos de los hábitos de quienes han dejado su huella en el universo de la danza. Es él mismo un bailarín riguroso y disciplinado que estudia a fondo la música que elige para sus obras. Enhorabuena, querido Diego, y siempre falta lo que falta. L


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Fondo y superficie DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

TOSCANADAS

L

a semana pasada escribí que alguna gente identifica a Richard Feynman como el físico que tocaba los bongós y no como el que ganó el Premio Nobel por su trabajo de electrodinámica cuántica. Sin duda el mundo subatómico es difícil de entender, pero aunque la cabeza no nos alcance para llegar a la cima, será mucho más satisfactorio y emocionante aprender algo sobre la física que meterse en los oídos un tamborileo repetitivo. Y sin embargo, con frecuencia vamos reuniendo anécdotas banales en torno a pensadores, científicos, artistas y escritores sin tratar de desentrañar lo que pensaron, descubrieron, crearon o escribieron. Un genial autor latinoamericano escribió al respecto: “A los humanos comunes les gusta saber que la mujer de Sócrates era insufrible o que Kant tenía los hábitos de un reloj o que Heidegger apoyó a los nazis o que Nietzsche abrazó a un caballo, y poco esfuerzo hacen por comprender en qué consiste la mayéutica o el imperativo categórico o el Dasein o al menos por escribir Nietzsche correctamente”. Cuando Bertrand Russell habla del deficiente recuento que Jenofonte hace sobre Sócrates, nos dice: “El relato de un estúpido sobre las ideas de un hombre

inteligente nunca es acertado, porque inconscientemente traduce lo que oye en algo accesible a su entendimiento. Prefiero que hable de mí mi más enconado enemigo entre los filósofos, que un amigo ignorante de la filosofía”. De ese modo, podemos suponer que muchos hombres de pocas luces sabrían mencionar a Einstein si se les pide el nombre de un genio; pero aunque les venga la imagen de un hombre de bigote espeso y cabello blanco alborotado, y aun cuando supiesen escribir su famosa fórmula, no tendrían ni la más remota idea de qué es el movimiento browniano o las teorías general y especial de relatividad. De Newton muchos recuerdan la historia de la manzana que cae del árbol, sin que por eso se les ilumine la mente como a él; sin recordar sus tres leyes ni captar la maravilla del movimiento astral o experimentar con objetos en movimiento o con la luz para descubrir su composición preguntarse por qué las ondas de radio atraviesan una pared, pero las lumínicas no. Y hablando de manzanas, hay tantísima gente que prefiere pensar en una pareja que comió del fruto prohibido porque la leyenda pueril permite desechar lo que la ciencia ha acumulado en los últimos siglos. “Hágase

CAFÉ MADRID

Albert Einstein

la luz” es más sencillo de entender que el Big Bang. Más fácil es “Produzca la tierra seres vivientes según su género”, que averiguar un poco sobre la evolución, el ADN y los mecanismos de las mutaciones. Las ciencias y las humanidades tienen una superficie y un fondo. En la superficie se dice que a Mozart lo enterraron en la fosa común; en el fondo se escucha su música. En la superficie Kafka pidió que destruyeran sus manuscritos; en el fondo se leen sus obras. En la superficie Descartes dijo “Pienso, por lo tanto existo” y Nietzsche dijo “Dios ha muerto”; en el fondo se lee, cuando menos, El discurso del método o Más allá del bien y el mal. La superficie está igual en la fe en un Dios o en el ateísmo; en el fondo está la teología, los libros sagrados y la filosofía. En la superficie está atarse a las series de televisión; en el fondo… eso no tiene fondo. L VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL

Un narrador supremo

C

uentan que en abril de 1990, cuando vino a recibir el Premio Cervantes, Augusto Roa Bastos (1917–2005) recorría las calles de Madrid con un telegrama en el bolsillo interior de su saco. “Tú, el supremo”, le había escrito, escueta y contundentemente, Gabriel García Márquez desde México, al enterarse de que su admirado colega había ganado el importante galardón. La felicitación del rey del Boom fue para el autor paraguayo el reconocimiento de que él, junto a Onetti, Rulfo y Di Benedetto, había sentado las bases del movimiento literario hispano que sedujo al mundo entero en la segunda mitad del siglo XX. En el fondo, sin embargo, el fabulador que vivió buena parte de su vida exiliado en Argentina y Francia siempre permaneció distanciado de las estrellas literarias. “En esta sociedad de consumo en la cual vivimos”, dijo en una ocasión, “los circuitos de consumo descubrieron que así como se podía explotar una zona petrolífera rica, también se puede explotar una zona de escritores rica y convirtieron a estos escritores en vedettes de una

situación frente a la cual existían otros tan buenos como ellos pero que quedaban a la sombra”. Unos días antes de que el pasado martes 13 (¿tocamos madera?) se conmemoraran los 100 años del nacimiento de Roa Bastos, en una tertulia de periodistas culturales (en España otra cosa no, pero tertulias: ¡todos los días!) conocí a Gloria Giménez Guanes, una periodista paraguaya, corresponsal de Radio Ñanduti, quien fue una de las grandes amigas del autor de Yo el Supremo. Gloria y su marido, el ambientalista español Eduardo Aznar, han reunido varios textos del escritor sobre la historia de su país en Roa y Paraguay, fabulación y utopía (Servilibro). Ella recalcó que este libro es prácticamente el único “homenaje” que se le hace a su paisano en este país (Roa Bastos tenía, gracias a Felipe González, la nacionalidad española). Lamentó que aquí pocos hablen de la obra literaria de su amigo (novelas, cuentos, guiones cinematográficos, obras de teatro), “el único escritor iberoamericano bilingüe, porque escribía en castellano y guaraní”, y

Augusto Roa Bastos

del papel que jugó en la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner. “Lo que pasa es que mucha gente desconoce esa faceta”, dice Gloria Giménez. “En el momento en que Roa asume el papel frontal de llevar la coordinación del exilio es cuando acepta que la lucha tiene que ser hasta la caída de la dictadura”. La periodista no dio más detalles al respecto. Al final, después de una serie de halagos a su compatriota, quiso dejar claro: “cuando recibió el Cervantes, el dinero lo dedicó exclusivamente a crear pequeñas escuelas en el interior de Paraguay. Su sueño era regresar a su país para

poder ser maestro”. Roa Bastos volvió al país sudamericano en 1996, después de casi 50 años de ausencia, y ahí falleció en 2005. Hace años leí Yo el Supremo por recomendación de Tomás Eloy Martínez. “Es uno de esos grandes libros–madre”, me dijo el maestro argentino al descubrirme el mundo guaraní. Lo es, no cabe duda. Pero ahora hay algo de Roa Bastos que me dispongo a devorar: sus crónicas de los juicios de Núremberg y su entrevista al general De Gaulle, dos grandes ejemplos de la incursión de este narrador supremo en el periodismo. L


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