Laberinto No.734 (08/07/17)

Page 1

Laberinto

UN POEMA alejandro jodorowsky p. 03

TRUMP Y EL AMBIENTALISMO gerardo herrera corral p. 08

MILENIO

NÚM. 734

sábado 8 de julio de 2017 FOTO: INBA

ADIÓS A JOSÉ LUIS CUEVAS jesús quintero, víctor manuel mendiola, guadalupe alonso p. 04


ANTESALA

sábado 8 de julio de 2017

p. 02

LABERINTO

ESPECIAL

Sentido de las proporciones ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

E

n su prefacio a un tomo de las Obras reunidas de Iván Illich (1926-2002), Javier Sicilia recuerda su primer encuentro con el pensador austriaco: de expresión noble y ojos vivaces, ya con una mejilla deformada por el cáncer, Illich trataba de dominar el dolor mediante la conversación y la sonrisa. Crítico de la rapiña y deshumanización de la medicina comercial e institucional, Illich decidió sobrellevar su enfermedad (y lo hizo por casi 20 años) con terapias alternativas, yoga y reciedumbre. Illich es uno de los autores más originales e inclasificables del siglo XX y, fuera de los circuitos del poder académico e intelectual, vivió una vida plenamente congruente con sus ideas. Otra modernidad

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

es posible. El pensamiento de Iván Illich, de Humberto Beck (Malpaso, 2017), es la historia de la alegre y aguda rebeldía de este autor, alejada del histrionismo y las consignas, pero con un purísimo espíritu libertario y un ingenioso pragmatismo. Cierto Illich es un pensador de su tiempo y en su obra rezumban ecos del ánimo contracultural de la segunda mitad del siglo pasado; sin embargo, sus fuentes y propósitos son mucho más ricos y variados que la producción típica de la época. Beck se concentra en algunos de sus títulos de los años setenta, cuando Illich hace una crítica de largo alcance sobre temas como el carácter ritual y el rumbo autodestructivo de la civilización industrial, la sumisión a la tecnología, la utopía niveladora

Iván Illich

de la escolaridad que sirve para perpetuar la exclusión, el diseño de la movilidad urbana o la medicina moderna. Al igual que otros contemporáneos, pero con mayor claridad conceptual y visión de conjunto, Illich señala que la modernidad se ha torcido y el individuo se ha vuelto siervo de los que se suponía eran sus instrumentos de emancipación. Con todo, esta situación no es inevitable y puede enfrentarse mediante procesos de deliberación democrática y acción política que permitan alcanzar

Como nadie fue a oír al profeta, no se enteraron de que esa noche se acabaría el mundo.

El hombre y no el artista LOS PAISAJES INVISIBLES

L

metas como el control social de la tecnología y el establecimiento de límites al crecimiento. Con un esforzado trabajo de síntesis, comparación y reflexión, Beck destaca el valor de uso de las ideas de Illich y las inserta en el debate contemporáneo. El resultado es la actualización de un pensamiento con sabor optimista y con aliento fresco, pero que no ofrece soluciones perfectas, ni caminos fáciles; de una forma de imaginación política y social que cultiva la esperanza, pero también el sentido de las proporciones. L

a cubierta de mi ejemplar de Autorretrato con modelo (Ediciones Polígrafa, 1983) tiene varias roturas, luce ajada, porque en una época recorrí una y otra vez las reproducciones de esos dibujos que el artista hizo en Barcelona los días 27 y 29 de abril de 1981, serie de 105 obras que llamó Probando papeles, pues fueron plasmadas en las hojas de un muestrario. Algunos autorretratos emulaban la vista de ciertas personalidades: Modigliani, Picasso, Lord Byron, Casanova, Goya, Rembrandt, Ingres, Van Gogh, el Marqués de Sade (este dibujo aparecía en la cubierta), Bellmer y Cézanne, el resto son solo con mujeres y modelos, la mayoría desnudas, en pose ambigua: sus brazos y sus piernas se debaten entre el anhelo del abrazo y el rubor de la clausura virginal. Adquirí el Autorretrato… en la adolescencia. Entre crónica y hagiografía, la introducción de José Gómez–Sicre no describía a un virtuoso del caballete sino a un genio mitológico. En cambio, la

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

foto del dibujante, tumbado en la cama de latón a un lado de la mesa de trabajo atiborrada de pinceles y el perfil intruso de una lámpara chocaba con el texto, porque él lucía más terrenal que quimérico, era el hombre y no el artista. La dedicatoria que José Luis Cuevas anotó muchos años después en mi lastimado ejemplar data del 20 de mayo de 1994. La afectuosidad y los buenos deseos para mis expectativas pintan al verdadero ser que había debajo del personaje que lo mismo era bienquisto y admirado que desdeñado o francamente odiado. A Cuevas lo maldecían principalmente dos tipos de genealogía distinta, incluso opuesta: sus adversarios artísticos e intelectuales, y los individuos ordinarios, sujetos que no tenían relación alguna con el arte o la creación, pero cuyos egos con pretensiones de machos alfa se sentían heridos por las anécdotas donjuanescas que solía narrar en sus “Cuevarios”, la legendaria columna memoriosa que tuvo

años de esplendor en El Búho de Excélsior. En aquella época en que Cuevas me firmó su Autorretrato con modelo, lo visitaba con cierta regularidad en su casa/estudio de San Ángel. Ahí hablábamos de cine, principalmente, me contaba anécdotas desternillantes de escritores, artistas, músicos, actores, figuras de la farándula y hasta de socialités, y se explayaba sobre literatura (era un lector insobornable). En esa misma época me hizo un gran obsequio: ilustró la portada de mi primera novela, Tu imagen en el viento, original que no quiso de vuelta porque “el dibujo lo inspiró la lectura de tu libro”, detalle que no tuvo solo conmigo, por supuesto, ya que el maestro Cuevas ilustró las portadas de decenas de poemarios, volúmenes de cuento y novelas y más novelas: después de sus colegas artistas, creo que la mayoría de sus amigos fueron escritores de diversas generaciones y linajes. Al gran José Luis Cuevas le debo infinidad de claves para intentar desentrañar el espíritu de la pintura y el sentido del cine. Le debo la experiencia de una amistad cálida, sencilla, generosa, le guardo un recuerdo especial por su asombrosa gentileza: en aquella época del Autorretrato…, Jairo Calixto y yo hacíamos el programa “Pepe el toro es inocente” en la estación Rock101 y lo invitamos a charlar sobre su vida y obra. La única condición de Cuevas fue que lo lleváramos y viceversa de San Ángel al Núcleo Radio Mil. Al volver, José Luis me dijo: “Oye, Iván, creo que eres el único escritor que maneja su propio coche”. “¿En serio?”. Prendió su Marlboro light partido a la mitad y contestó: “Por supuesto. Carlos Fuentes y Octavio Paz tienen chofer”. ¡Gulp!... L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

p. 03

× A L EJA N D R O

sábado 8 de julio de 2017

ANTESALA

ESPECIAL

J O D O R OWS K Y ×

Viajero Este poema forma parte de Viaje esencial (Grijalbo, México, 2017), un volumen que conjuga el pensamiento filosófico y el lenguaje de la imaginación

A

cepta existir al pie del muro convertirte en una piedra miserable captar el canto de tu mente ciega desintegrar la imagen de ti mismo entrar en tu memoria y amasarla en medio de esa cárcel implacable reunir los tiempos en un solo pan mientras tu alma sin cesar avanza desde los astros hasta este mundo donde arden las letras sagradas como besos bendecidos por el fuego

×EKO×EX LIBRIS×EL GATO MACHO×

Caca de ballena BICHOS Y PARIENTES

H

JULIO HUBARD

ay un canal de YouTube que se llama “Sustainable Human”. El nombre tiene algo de chocante, pero ha ido reuniendo videos estupendos, con buenos guiones, aunque en ese registro que pellizca la pleura, mientras suena alguna musiquita melancólica, para mejor molernos el corazón con la mano del metate. Es detestable que se apele a la culpa de la especie humana para hacer sentir moralmente superior al espectador. Imperdonable… pero uno cae. Ni modo. Ya luego regresa la cabeza a su lugar pensante y pone en su lugar a la condición de “sintiente” (uno de los vocablos más despreciables del habla de moda). El caso es que hay dos videos notables. El primero, How Wolves Change Rivers (Cómo los lobos cambian los ríos) muestra cómo la reinserción de unos lobos, que los humanos habían casi extinguido, reconstruye todo el ecosistema y hasta cambia la geografía. Genial. El segundo, How Whales Change Climate (Cómo las ballenas cambian el clima) muestra lo mismo con las ballenas, otros grandes depredadores. Suelen descender a la oscuridad de los abismos para alimentarse de krill (en español, “eufausiáceos”… pero hay que estar idiota para preferir la corrección: se llama kril y, así, además, ponemos una nueva palabra con k en el diccionario) y, al ascender, defecan “vastas nubes de popó” en aguas superficiales. Expuesta al sol, donde es posible la fotosíntesis, la caca de ballena produce plancton y consume bióxido de carbono de la atmósfera. Palian el cambio climático. Increíble. Los cazadores americanos supusieron que, sin lobos, abundarían las bestias que los lobos depredaban; los pescadores japoneses argüían que, entre menos ballenas, mayor abundancia de pesca. Falso y falso, hasta casi la catástrofe. Resulta que los grandes depredadores son indispensables para mantener la proporción y la compensación en las cadenas alimenticias (red trófica). Los videos son magníficos, pero quizá su mayor valor es que desafían los esquemas de pensamiento que los tres siglos pasados privilegiaron: la necesidad incuestionada de describir mundo y naturaleza según un esquema mecánico de causa y efecto. Junto con otros desarrollos, como las carreras de ingenierías ecológicas, comienzan a cambiar de polo las tentaciones sentimentales de ver la ecología como el repositorio de “las almas bellas” (con ese uso peyorativo que les dio Hegel), para colocarlas en un desafío intelectual: pensamiento complejo que no puede descansarse en una mecánica lineal, sino que exige imaginación y uso extensivo de analogías. L

http://www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto


LABERINTO

p. 04

Años de guerra

DAISY ASCHER

Murió José Luis Cuevas, una de las grandes figuras de la plástica universal (26 de febrero de 1931-3 de julio de 2017). Honramos su memoria con un rescate, dos textos incómodos publicados en La Cultura en México en 1958, y con una entrevista inédita por la que pasan su infancia, sus críticas al muralismo, su franca rebeldía. Completamos la entrega con un ensayo que da cuenta de algunos proyectos editoriales que obtuvieron su apoyo y simpatía JOSÉ LUIS CUEVAS

MISIÓN: INCONFORMARSE*

Señor Henestrosa: He leído con interés su artículo relacionado con una exposición de arte expresionista alemán que celebró hace poco la Galería Souza. Mi interés, naturalmente, está basado en la admiración que siento por su obra literaria pero vuelve a confirmarme el decir que no hay nada más fácil para un literato que meterse en la pintura. Es como un pozo en el que todos pescan. Se dicen frases, se habla del contenido, se hacen citas ilustres y “ya está la enchilada”. Con eso se cumple con Dios y con el diablo. Es decir, con el pintor a quien se le prometió atención y con un público profano que siempre quiere saber qué piensan los literatos. Ahora bien, la crítica artística es otra cosa. Requiere información, intuición para la valoración plástica, buena fe, que en este caso es objetividad de miras y una posición de espectador capaz de percibir lo que de profético aporta toda obra que no se acomoda con un sistema, con una escuela o con la rutina ambiental. Por eso, me voy a permitir disentir de sus opiniones. […] Afirma usted que no ve “en qué consiste” la innovación que yo haya podido hacer a la pintura de México. Quiero significarle que no me considero innovador ni creo haberle añadido nada extraordinario. La intención de mi labor actual es la de inconformarse con un estado rutinario de las cosas. Es decir, la de disentir de una actitud que tiene como dogma el que “no hay más ruta que la nuestra”. Esta proposición es la que me ha hecho abjurar de lo que considero negativo, por sedentario y acomodaticio, en la pintura mexicana. Negativo es también su autofecundación, su esterilidad creciente en aquellos aspectos que han servido para consagrarla dentro del país y para usarla con una demagógica propaganda en el exterior. Esta consagración se originó, naturalmente, en el concilio de cardenales de la cultura mexicana o —para ser más preciso— en el Sindicato de la Inteligencia de México, al cual posiblemente usted pertenece. Le insisto, pues, en que no me propongo aportar nada nuevo. Mi arte lo considero enraizado en la tradición mexicana debido al interés que siempre he sentido por la obra de Orozco y por la de Posada. […] México es un país de hondas contradicciones y ambos estamos en él. Pertenezco a una generación que no tiene ninguna obligación de doblegarse a otra que la precede no menos de dos grados en escala cronológica. Por ello no tengo por qué acomodarme y aceptar con silencio hipócrita y cómplice la regencia de un monopolio que no tengo por qué admitir. No he sabido, en mis 24 años, acomodarme todavía. No recibo prebendas ni ayuda del INBA, que hasta el día de hoy me ignora cordialmente, no tengo becas y ni siquiera los mexicanos compran mis trabajos. No tengo, por tanto, razón alguna para mantener un silencio que nunca aceptaría —por todos los métodos que se quisiera adquirirlo— vender. Por eso no llevo cartera de partido alguno ni me sentiría bien tratando

En la década de 1950

de acomodar mis dibujos a delineamientos políticos sobados que ya nadie traga. Sigo pintando, señor Henestrosa, al México que llevo dentro. Para ponerlo en plan universal —y en eso sigo a ese expresionista alemán que según usted fue Orozco—, busco en los ejemplos más insignes que me brindan los museos del extranjero aquellos instrumentos propicios a mi sensibilidad que, en lo limitado de mi campo, pequeño y humilde, me ayudarán a integrar una visión artística menos provinciana, con aspiración menos circunstancial. No importa que usted niegue la posibilidad de un aporte mío. Yo no sigo líneas de partido. Esa es mi gran falla frente ustedes, los del Sindicato de la Inteligencia, pero esa es mi gran ventaja, porque estoy libre de compromisos. Sí me agradaría, para mejor orientación de aquellos mexicanos que son profanos en arte y leen periódicos, que la próxima ocasión en que usted, como literato, incursione en terrenos plásticos, vaya asesorado con documentos válidos y destaque personalidades sin confusión, que en verdad sirvan para reforzar sus teorías. En lo que a mí respecta, no está obligado a mencionarme. Ya estoy acostumbrado al silencio doloso, al ataque rastrero, al desdén malévolo que, al parecer sin razón alguna, provoca en mi propio país mi inmadura

personalidad y el hecho de que, algunas veces, así nomás, por mera suerte, la proyecte en otras partes del mundo. Su affmo., admirador y amigo: JOSÉ LUIS CUEVAS

Filadelfia, 15 de febrero de 1958.

“Cuevas ataca el realismo superficial y regalón de la escuela mexicana”. México en la Cultura, núm. 468, 2 de marzo de 1958, pp. 1 y 6.

COMO FRANCOTIRADOR*

El caso es que no pretendo ningún liderato juvenil ni trato de reclutar rebeldes para una nueva Sierra Maestra con qué atacar al infecto bastión del Palacio de Bellas Artes. Me conformo, si es que se me da acogida en las páginas de México en la Cultura, a continuar diciendo lo que siento que es, sin lugar a dudas, el mismo sentir de otros individuos de mi generación, tanto en el arte como en diferentes actividades intelectuales. Si mis declaraciones pueden ahora, o más tarde, servir de algo a los nuevos creadores, me sentiré satisfecho de haber cumplido con un deber. En caso de que nadie continúe en el futuro lo que yo ahora he insinuado, también quedaré satisfecho, aunque toda mi generación


p. 05

se acomode y prefiera, por cobardía, permanecer hundida en el lodazal. Me satisfará la idea de que, al menos ante mi conciencia, exterioricé mi inconformidad con una situación putrefacta de las llamadas actividades cultas. […] Desde muy joven preferí luchar […] como francotirador, en total desacato a la vulgaridad, al adocenamiento, a la superficialidad mediocre, al constante lugar común, pasado de boca en boca, de apertura de exposición a mesa de café, sin interrupción y con escasas variantes. Contra ese México ramplón, limitado, provincianamente nacionalista, reducido en su alcance, temeroso del extranjero por inseguro de sí mismo, contra ese México me pronuncio. Hasta el momento lo que he recibido son ataques personales a pesar de que es la representación y la proyección de los individuos lo que yo he atacado, nunca sus personas. Quiero afirmar, de una vez por todas, que no me considero renovador ni reformador en arte. He tratado de continuar dentro de una tradición en la que creo y a ella he querido incorporar un poco de aliento distinto, algo que la lleve adelante. Si en mi país no gusta lo que hago y recibo por ello improperios de orden personal —nunca una crítica seria, juiciosa—, debo buscar un medio más favorable para desarrollar mi labor. Debo considerar a la Cortina de Nopal como un fuerte inexpugnable. Creo firmemente que no puede progresarse si no hay inconformidad, si no se hastía uno de lo hecho un día y vuelve a empezar otro camino. Creo tener una dosis indispensable de criterio para disentir de una forma de vida y de un encallecimiento de la cultura. Creo tener el derecho, como ciudadano y como artista, de oponerme a un estado mediocre y conformista de la creación intelectual. Esa es mi falta imperdonable. No se crea, por otra parte, que para mí no existe otro México más que aquel que ataco. Hay otro México para mí, al que respeto y admiro como incondicional. Es el México de Orozco, de Alfonso Reyes, de Silvestre Revueltas, de Antonio Caso, de Carlos Chávez, de Goitia, de Tamayo, de Octavio Paz, de Octavio Barreda, de Carlos Pellicer, de Manuel Álvarez Bravo, de Nacho López. Es un México serio, estudioso, proyectado hacia fuera con prestigio pero generalmente atacado y vilipendiado dentro de su propio país. Me siento orgulloso de que en México se haya originado una empresa editorial como es la del Fondo de Cultura Económica y que en mi país haya una libre tribuna para expresar inconformidades como es México en la Cultura. Siento un indisimulable regocijo cuando en el extranjero elogian Los olvidados y Raíces, películas que en mi país fueron fracasos de taquilla. Todo este México es el que me alienta a protestar porque es el México universal y eterno que se abre al mundo sin perder sus esencias. Hay una generación joven en México que trae ideales afines con todo este bloque de acción cultural que he mencionado. Yo deseo pertenecer a ella. No me erijo en árbitro de nada ni pido que se siga mi ruta porque empiezo por afirmar que no la considero única. Admito en arte todos los caminos que se presentan con una prolongación generosa, amplia, de la propia vida. Quiero en el arte de mi país anchas carreteras que nos lleven al resto del mundo, no pequeños caminos vecinales que conecten solo aldeas. L “Cuevas, el niño terrible: en una ácida carta, traza la caricatura del conformista y se pinta a sí mismo como un francotirador enemigo de la vulgaridad, el adocenamiento y el lugar común”. México en la Cultura, núm. 473, 1 de abril de 1958, p. 7. Contiene extractos de La cortina de nopal, publicada en 1951. *Los títulos son de la Redacción. Selección y transcripción de Jesús Quintero.

sábado 8 de julio de 2017

DE PORTADA

ALTIVO Y GENEROSO Víctor Manuel Mendiola

D

espués de la inauguración de la escultura La Giganta, le propuse a José Luis crear una colección de libros que podría llevar como lema el nombre de la titánica mujer de bronce que había transformado con su presencia múltiple el hermoso Museo José Luis Cuevas. Le dije además que el primer título podría ser la muestra de todos los bocetos de la imagen hasta la presentación final de la estatua. El volumen debería estar acompañado de varios poemas que eran famosos porque retrataban, precisamente, a una giganta y que él como pintor conocía muy bien. Por supuesto tendría que incluir la pieza de Baudelaire —la preferida— y la de Díaz Mirón, así como un fragmento de Viaje del Parnaso de Cervantes donde aparece un Goliat femenino. A él le pareció muy buena idea, pero me propuso que comenzáramos con la reunión de una parte significativa de los versos que muchos poetas habían escrito sobre él o sobre su obra y que Eduardo Cabrera, el director de la Biblioteca Octavio Paz del Museo, había preparado. Me puse a trabajar en la selección. Muchos de los poemas eran excelentes. Cuatros ejemplos: Saltas Por la ventana de tu mano Con tus vivos y tus muertos Al bosque de las líneas: Las que separan las que juntan Las de ser joven o viejo Quieres desenredarlas: unas para tus vivos otras para tus muertos Ulalume González de León

Atado a su criatura el ojo monstruo la inflama Y la modela, elude el coletazo, sortea la dentellada de anguila sepia o saurio remate invertebrado de una pierna inconclusa Eduardo Lizalde

Contra la hoja Desgarra acribilla pincha sollama atiza acuchilla apuñala traspasa abrasa calcina pluma lápiz pincel fusta vitriolo escorpión conmemora condecora frente pecho nalgas inscribe el santo y seña el sino el sí y el no de cada día Octavio Paz

Cuevas y yo nos ahogamos entre copas rotas que emanan arena Sabemos que un pájaro en la nieve solo existe por su sombra Recogemos pedazos de una noche estrellada con obscenas municiones de caviar Marco Antonio Montes de Oca

Con el título que escogimos para nombrar todo el libro, Municiones de caviar, José Luis estaba encantado. Él admiraba la gran imaginación de Montes de Oca y veía en el autor de Delante de la luz cantan los pájaros, a un poeta poderoso con el que se identificaba por la estética desafiante y por la forma en constante creación de nuevos mundos. Además la síntesis bélica–gozosa de los dos sustantivos, “municiones” y “caviar”, le pareció que mostraba de manera perfecta el talante alzado y batallador y, al mismo tiempo, sensual que debería tener no solo la colección sino los proyectos del propio museo. Recuerdo que hablamos mucho sobre esta primera prueba, los poemas que más le gustaban de la misma y el acierto de haber tomado el título del poema de Montes de Oca. De esta primera edición derivaron varios libros más que, aunque no lograron constituir una verdadera colección, sí prefiguraron una idea. En primer lugar está José Luis Cuevas visto por los escritores, en dos tomos —cada uno de ellos con un pequeño álbum fotográfico—, en donde el lector puede hallar todos los ensayos compuestos por escritores, es decir, todos los ensayos literarios sobre la obra del gran dibujante mexicano. El catálogo es muy largo, ya que cada tomo consta de alrededor de 450 páginas. Entre los autores se encuentran, como botón de muestra, Alejandro Aura, Fernando Benítez, Marco Antonio Campos, Alejo Carpentier, Salvador Elizondo, José María Espinasa, Carlos Fuentes, Hugo Hiriart, Enrique Krauze, Juan Vicente Melo, Carlos Monsiváis, Octavio Paz, Emir Rodríguez Monegal, Alberto Ruy Sánchez, Manuel Ulacia, Blanca Varela, Mario Vargas Llosa y muchísimos más. Este libro, hecho por Ediciones La Giganta en coedición con el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Ediciones El Tucán de Virginia, es un compendio valiosísimo para estudiar el significado y las distintas formas de evolución de la obra de José Luis Cuevas. De manera mucho más limitada, Ediciones La Giganta inició la producción de pequeños catálogos entre los que destacan El silencio de Alejandro Aróstegui, el pintor nicaragüense, y Animales impuros, con piezas de Vicente Rojo y el propio Cuevas. No es ocioso recordar que José Luis produjo, en uno de los momentos más creativos de su vida, series de grabados y dibujos sobre obras literarias que muy bien podrían haberse transformado en libros de grabados y en libros propiamente literarios. El gusto que el pintor mexicano tenía por el texto impreso era variado ya que, además de ser un lector ducho, apreciaba la buena factura. Siempre sintió placer por las ediciones intonsas y editadas en prensas planas (una manera de grabar). También, no es ocioso recordar que Cuevas, como muy pocos dibujantes y pintores mexicanos, ilustró portadas u obras enteras para muchísimos escritores. Ya en otro texto hablé de que Cuevas, como toda conciencia dominada por la rebeldía y la altivez, disfrutaba subir a la celda de una alta torre y después bajar al pensamiento curvado y zigzagueante que solo es posible concebir en el cuarto oscuro de una mazmorra. Habría que añadir que este sentimiento altivo es también un sentimiento de generosidad. José Luis Cuevas era un hombre profundamente generoso. L


LABERINTO

p. 06

“Soy el admirador número uno de mí mismo” :M FOTO

AG Ó NI C

O NZ

ÁLE Z

nífica guía de moteles, y cuando se inauguró, algunos funcionarios de gobierno dijeron que había que tomar nota para visitarlos. No extraña, has sido un artista provocador. ¿Cómo te marcó tu infancia?

ENTREVISTA GUADALUPE ALONSO

J

osé Luis Cuevas nació el 26 de febrero de 1931, en la Ciudad de México. A los cinco años participó en la película Corazón de niño, de Alejandro Galindo. Poco después, obtuvo el primer lugar en un concurso de dibujo infantil con el autorretrato Niño obrero, lo que le mereció el mote de “El güerito pintor”. Contaba que a los ocho años, tras mirar los murales de Roberto Montenegro y Diego Rivera, decidió dedicarse a la pintura. A los dieciséis, comenzó a trabajar en el periódico The News, ilustrando las entrevistas de Anita Brenner. Para 1952, ya concentrado en el dibujo, visitó el manicomio La Castañeda, donde tuvo como modelos a los enfermos mentales, una visión que marcó el rumbo de su pintura. En la década de 1960, ya casado con Bertha Riestra, bautizó como Zona Rosa a un barrio de la colonia Juárez, en una de cuyas calles presentó el Mural efímero, con el que exhibió su postura frente a la Escuela Mexicana de Pintura, que culminaría con la publicación del manifiesto “La cortina de nopal”, en el suplemento México en la Cultura. En 1977, se exilió en París y volvió a México ocho años después. Con una historia curricular que incluye exposiciones en los museos más importantes del mundo, Cuevas se preciaba de haber dado a conocer en México a notables pintores latinoamericanos y resguardar una colección considerable de sus obras. Con el propósito de exhibirlas, en 1987 se le otorgó la casona conventual de Santa Inés, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, actual Museo José Luis Cuevas, inaugurado en 1992. ¿Cómo surgió la idea de crear el Museo José Luis Cuevas?

El espacio donde hoy está el Museo era un depósito de trapos viejos, un lugar siniestro, pero insistí en que allí debía estar un museo. Se

iniciaron los trabajos de restauración. Cuando se levantó el piso, aparecieron infinidad de ratas. Quienes trabajaban en la obra iban matándolas y colocaban los cadáveres en el centro de lo que sería el patio del Museo. Un día llegué y pensé que en ese lugar debería levantarse un objeto, algo que yo hiciera. Así surgió la idea de la Giganta o el Gigante. Empecé a trabajar esta escultura monumental de ocho metros de alto. Entretanto, las ratas desaparecieron. La primera idea fue traer la obra de artistas latinoamericanos, aunque también hubo exposiciones individuales de dos artistas franceses muy conocidos: Alechinsky y Armand. Después se hicieron las exposiciones de artistas latinoamericanos con obra que había reunido en mis viajes por América Latina: Armando Morales, Carlos Mérida, Roberto Matta. Y, por supuesto, obra de artistas mexicanos. También tiene en su acervo parte de tu obra, como la que integra la Sala Erótica.

Se inauguró un año después. Fue algo fantástico. Hubo tumultos, todos querían ver en qué consistía el erotismo de José Luis Cuevas. Incluso tuvieron que cerrarse las puertas Me veo como porque corrió la voz de un hombre que se que había una modelo entregó a una vocación desnuda acostada en a una edad muy una cama. Fue otro temprana y como un escándalo. A partir de trabajador constante entonces se han hecho infinidad de exposiciones. Años después se inauguró otra sala erótica en la que colaboró mi esposa, Beatriz del Carmen. Hay cuadros de gran formato. Como sabes, le he dado mucha importancia al dibujo, sin embargo, esta segunda Sala Erótica expone pintura. Descubrí el color por mi esposa, mi asistente. El erotismo ha sido central en tu obra.

Lo he tratado en diferentes momentos. No solo lo he plasmado en infinidad de obras sino que también lo he ejercido, en aquellos tiempos con diferentes mujeres, después ya con la participación de mi esposa. Las primeras obras expuestas eran una especie de diario erótico de mis actividades, absolutamente reales, como en el caso de Los sueños de José Luis Cuevas. La primera Sala Erótica era un diario, una mag-

Nací en un barrio en los altos de una fábrica de papel y lápices, en el Callejón del Triunfo, que todavía existe. Lo que ya no existen son las prostitutas que ejercían su profesión. De niño me llamaban la atención. En una ocasión salí con la nana, y con mucha curiosidad le pregunté: “¿Qué hacen estas señoras que a todas horas están en la calle?” La nana me dijo: “No preguntes esas cosas, José Luis. Esas mujeres son prostitutas”. “¿Y qué son prostitutas?” “Eso no te lo voy a explicar”. Cuando entré a la escuela, lo primero que hice fue buscar en mi diccionario amarillo la palabra “prostituta”, y decía: “puta”. Busqué la palabra “puta”, y decía: “hetaira”. Total que me quedé sin saber de qué se trataba. Después, hacia los 14 o 15 años, frecuenté el Callejón del Órgano, muy cerca de la Plaza Garibaldi, un lugar de prostitución, y comencé a dibujar. No se puede decir que esos temas hayan sido de carácter erótico, se trataba solo de dibujar a las mujeres. En una de mis primeras exposiciones, en una galería en San Ángel, presenté 50 obras de prostitutas. Se vendieron íntegras. Las compró el señor Carrillo Gil, uno de los grandes coleccionistas de México. Cuando llegué a la galería me dijo con su acento yucateco: “Pero qué barbaridad, si es usted casi un niño, ¿cómo hace estos temas tan terribles? Me recuerda mucho cierta época de José Clemente Orozco”. Y le dije: “Efectivamente, la primera influencia que recibí de un artista fue de Orozco”. Así comenzó una amistad espléndida. Más adelante, monté una exposición en Washington. Llevé los dibujos de las prostitutas y otros temas terribles, dibujos de los enfermos del Hospital General, de cadáveres, y para mi sorpresa, a pesar de lo escabroso, todas las obras fueron adquiridas. Tuve mucha suerte, porque además de esa venta total salió un artículo en el Washington Post titulado “Mexican sold out”. Les llamaba la atención que esos temas tan terribles, pintados por un artista tan joven, se hubieran vendido. Tenía 19 años. Después, se interesaron por mi obra en Nueva York, donde firmé un contrato con la Galería André Emerich, cuyo director era Phil Bruno, quien me llevó a París. Se organizó mi exposición en una galería en Saint–Germain– des–Prés, también con gran éxito. Una tarde me llamaron de la galería para decirme que había sucedido algo maravilloso. Fui allá y me encontré con la sorpresa de que Picasso, que estaba en París, había comprado dos de mis


p. 07

sábado 8 de julio de 2017

DE PORTADA

JOSÉ LUIS CUEVAS

quedaba chico. Eso, por supuesto, generó toda clase de ataques del tremendo nacionalismo mexicano. Viví ocho años en París, sin volver a México para nada. ¿Una vez que regresas, cómo encontraste a los artistas de tu generación?

Éramos artistas de una nueva generación, pero recuerdo que en una entrevista me preguntaron sobre la Ruptura y respondí: “La Ruptura soy yo”. Y efectivamente, porque yo había escrito La cortina de nopal. Después surgió la Generación de la Ruptura con artistas de gran talento y que nada tenían que ver con la pintura mexicanista: Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Lilia Carrillo... Algunos eran mayores que yo pero compartíamos la necesidad de un cambio. Te has alimentado de otros géneros; la literatura, por ejemplo.

Es otra fase muy importante en mi carrera como artista plástico. He sido ilustrador de grandes escritores. La primera obra que ilustré fue la de Franz Kafka, en 1975. Después la del Marqués de Sade, Quevedo y muchos otros. Ejerciste también la escritura, el periodismo. Tu columna “Cuevario” fue muy leída y ha sido compilada bajo el título de Gato macho. ¿De dónde nació esa expresión?

Lo de Gato macho se me ocurrió porque en una ocasión estaba dando una conferencia en un país centroamericano y una muchacha del público tomó la palabra y me dijo: “Oye, gato macho”. Le pregunté: “¿Por qué me dices así, me sabes algo?” Y dijo: “No, es que aquí ‘gato’ se les llama a los que tienen ojos claros y ‘macho’ a los que son güeros”. Me gustó eso de gato macho. Otra de tus obsesiones es el tiempo.

Efectivamente. El paso del tiempo, las enfermedades, la muerte, son algo que me aterra. Tengo una costumbre que todavía sigo, la de tomarme una fotografía diaria para registrar el paso del tiempo. He sido muy fotografiado. Creo que tengo una especie de campeonato, al menos latinoamericano, en cuanto a fotos. Cuando no son de cámara fotográfica, son de televisión o de cine, porque tuve apariciones en muchas películas y esto me llevó a la idea de tomarme la foto diaria. Son cientos, miles de fotos que tengo guardadas. Además de las fotos, diario me hago un autorretrato, para registrar el paso del tiempo. Así empieza mí día. Subo al estudio, con muchos espejos, me observo y me dibujo a mí mismo. Tengo cientos de autorretratos. ¿Cómo fue la transición a diferentes formatos: grabado, escultura, cerámica?

Autorretrato durante la relectura de La metamorfosis de Kafka (2), 30 de noviembre de 1982 Plumilla, pincel, acuarela y crayón sobre papel, 37.7 x 28.2 cm.

piezas y había escrito un saludo en la libreta de los visitantes: “Ya me dijo Edouard Lev que eres un artista muy joven y realmente tu obra me ha interesado mucho, por lo que adquirí dos de ellas. No sé si sabrás que yo también fui un artista precoz”. Quise arrancar la hoja donde estaba ese testimonio, pero Lev no me lo permitió. Me quedé con esa tristeza terrible de no poder conservar la hoja donde Picasso firmaba con su nombre y hacía un dibujo. También salió un artículo y una entrevista en The New York Times. Ya tenía varias exposiciones, elogios por todos lados. Golden boy, me llamaban en Nueva York. En París, l’enfant terrible. Yo veía con naturalidad esos reconocimientos. ¿Y cómo se veían en México?

Debo decir que en la entrevista que me hicieron en Nueva York ataqué a la Escuela Mexicana de Pintura y no fui bien recibido, pero como había tenido éxito en el extranjero, me hacían los mandados los ataques que podía recibir en mi país. A fi nales de los años cincuenta empecé a escribir en el suplemento México en la Cultura, que dirigía Fernando Benítez. Recibía ataques a través de los periódicos, y a los que osaban atacarme, les contestaba a través de mis artículos. Más adelante publiqué un manifiesto: La cortina de nopal. The cactus curtain, porque también se publicó en Estados Unidos. El postulado era que debía

Soy un mirón de mi rostro. No me cansa mi imagen. Pienso: llegará mi muerte y cuando ésta llegue, desaparecerá para mí esta tan mirada cara. Seré visto por aquellos que me sobrevivan. Pero será a través de tantos autorretratos que dejaré para la eternidad. También en las fotografías que me han tomado desde hace muchos años. Pienso: ¿cuál será mi última foto? He pedido que se fotografíe mi cuerpo inerte. Aquietado por la muerte. Pienso: ¿en dónde estaré cuando esto suceda? Mientras escribo estas líneas, pienso aterrado en ese último instante de mi existencia. José Luis Cuevas

existir absoluta libertad de expresión. En aquel tiempo solo existía la escuela mexicanista con Siqueiros y Rivera; Orozco ya había muerto. Se trataba de que los artistas jóvenes pudiéramos expresarnos como quisiéramos. ¿Qué te llevó, más tarde, a tomar le decisión de exiliarte?

Fue en 1977. Me fui a vivir a París. Hice una exposición en el Museo de Arte Moderno para despedirme de México. Declaré a la prensa que me iba para siempre porque México me

Estudié grabado en México, cuando tenía catorce años, con Lola Cueto. Descubrí la escultura después. Raquel Tibol dijo en una entrevista: “La mejor escultura de México es la de José Luis Cuevas”. Hace tres o cuatro años hice una exposición en el Museo Reina Sofía de Madrid y descubrí unos dibujos que decían: “Proyecto para una escultura”. Estaban fechados en 1946. Es decir, a esa edad ya tenía vocación para la escultura, así que escultor siempre quise ser. Creo que he logrado expresarme con la misma naturalidad a través del grabado y puedo decir, aunque peque de inmodesto, que soy un magnífico grabador. ¿Qué has reflexionado sobre esta larga trayectoria en el arte?

Me veo como un hombre que se entregó a una vocación a una edad muy temprana y como un trabajador constante. Considero que he ejercido influencia en muchos artistas, sobre todo latinoamericanos. En Colombia, incluso, a esta tendencia plástica se le llamaba el Cuevismo. Después, en Argentina, se creó un movimiento: Nueva figuración. En todos los países donde me iba deteniendo, dejaba el sello Cuevas. Mi carrera es excepcional. Estoy consciente de que hay mucha gente que me admira, lo mismo que hay gente que me ataca, sobre todo en México. Pasó mucho tiempo para que tuviera reconocimiento y me dieran el Premio Nacional de las Artes. Soy muy conocido, como lo son los actores de cine o los cantantes populares. La gente me trata con afecto. Un día se me acercó una señora y me dijo: “Créame, es un motivo de enorme satisfacción conocerlo. Ahora ya puedo morirme, porque siempre quise estar algún día cerca de José Luis Cuevas”. Me conmovió mucho. Estas manifestaciones de admiración son constantes. Diría que el admirador número uno de José Luis Cuevas soy yo mismo. L


LABERINTO

p. 08

FOTOS: ESPECIAL

Trump y el ambientalismo El fenómeno del calentamiento global mueve a una reflexión profunda que ineludiblemente pasa por la agenda de los políticos y el proyecto de las naciones DESMETÁFORA

E

n los años setenta era el enfriamiento global, en los ochenta la capa de ozono, y en los 2000 el calentamiento global antropogénico. El ambientalismo es ahora un motivo urgente para que los políticos intervengan resarciendo su secular fama de codicia y ansiedad de poder. Según la mayoría de los ambientalistas la solución al inminente cataclismo está en manos de los políticos. En este juego de vanidades con escenario apocalíptico, la arrogancia burócrata de Donald Trump también participa. Nada mejor que un imbécil persiguiendo a una ideología para darle más fuerza. Ahora el ambientalismo es una opción para los políticos que quieren recuperar la imagen, ya muy maltrecha. La sociedad vuelve a quererlo porque, después de todo, salvarán al planeta. La salida de Estados Unidos del pacto de París es lamentable. El compromiso de los países a reducir las emisiones contaminantes solo es bueno y punto. Es claro que nadie puede estar a favor de un presidente estúpido que decide que el calentamiento global es una creación de China para desestabilizar su economía, pero que también quede claro que ser escéptico ante las teorías catastrofistas del calentamiento global antropogénico no coloca a la disidencia automáticamente del mismo lado del presidente sin escuela. El ambientalismo tiene tintes religiosos y eso debe ser criticado como se critica todo. El escepticismo está en el corazón de la actividad científica y la oposición de las ideas siempre ha sido fundamental para el avance del conocimiento; sobre todo cuando las teorías se convierten

GERARDO HERRERA CORRAL

en causas sociales con apóstoles anunciando el carácter científico de su catecismo. En su libro La indu$tria del fin del mundo, Ignacio Padilla decía: “Los científicos de antaño trazaron para nosotros cataclismos atómicos mientras los de hoy los prefieren virales y ecológicos; los pintores y los poetas de la antigüedad usaron la chocarrería apocalíptica con el mismo éxito con el que hoy lo hacen los productores de cine, los telepredicadores y los industriosos guionistas de televisión”. El cambio climático ocasionado por la actividad humana es la catástrofe del momento. Este representa ahora el desenlace fatal de nuestra propia exisCuando una sociedad tencia y lo hace en el de físicos declara algo marco preferido del como “incontrovertible” espíritu humano, el de es el momento de irse la culpa. Esta doctrina porque ha dejado catastrofista nos explide ser científica ca el surgimiento de nuevas enfermedades y la dispersión incontrolable de las ya conocidas, el aumento en la criminalidad como resultado del aumento de las temperaturas y hasta el incremento de la actividad volcánica para no mencionar ya las inundaciones, tornados, olas de calor o frío, la desaparición de numerosas especies, la inundación de Venecia y la ineluctable evanescencia de Bangladesh. “El hombre común concibe como su religión al sistema de doctrinas y promisiones que le explican con envidiable integridad los enigmas de este mundo”, decía Freud en su libro El malestar en la cultura.

gherrera@fis.cinvestav.mx

Después de convertirse en religión, el cambio climático antropogénico se va tornando poco a poco en una doctrina dura con la que sus líderes juegan a la intolerancia, vetan publicaciones, descalifican la opinión contraria y evaden los debates. Como todas las doctrinas, también tiene sus vertientes radicales en grupos de ambientalistas extremos dispuestos a matar para lograr un mundo sin contaminación y un retorno al edén. Los ambientalistas nostálgicos por el paraíso perdido han atentado ya contra la vida de aquellos a quienes consideran una amenaza para el planeta infestado de seres humanos. Desafortunadamente, México no está exento de estos grupos. El ambientalismo es un “ismo” más en la historia de las ideologías. Al respecto decía Hannah Arendt cuando se refería a las de su tiempo: “estos ismos proporcionan la gran satisfacción a sus partidarios de poder explicar hasta el menor evento a partir de un sola premisa”. El ecologismo, junto con otros “ismos”, es la nueva corriente ideológica que no admite la duda como valor. Cuando la Sociedad Americana de Física declaró en 2007 como “incontrovertible” al calentamiento global antropogénico, algunos de sus miembros decidieron abandonarla. Ivar Giaever, Premio Nobel de Física en 1973, fue uno de ellos y no era para menos: la Sociedad Americana de Física se había sumado a una doctrina renunciando a la tradición más importante de la comunidad científica: la conservación de la duda y la controversia como valores fundamentales. Después rectificaría pero la vulnerabilidad de una sociedad científica con más de 100 años de existencia quedó de manifiesto.


p. 09

Cuando una sociedad de físicos declara algo como “incontrovertible” es el momento de irse porque ha dejado de ser científica, se ha olvidado de Galileo Galilei delante de la Iglesia y de Giordano Bruno frente a la Inquisición. La duda es el punto de partida de la ciencia. El espacio para la controversia es vital en la generación de conocimiento y cuando éste desaparece ya solo queda lugar para el catecismo de un nuevo dogma. ◆◆◆ La idea del calentamiento global antropogénico es muy reciente. Hasta los años setenta la preocupación era el enfriamiento del planeta. Antes de eso, la evidencia de una inminente era glacial en los años veinte también hizo líneas en los diarios. Fue en 1990 cuando el Panel Intergubernamental del Cambio Climático (PICC) publicó su reporte según el cual el calentamiento global antropogénico como paradigma quedaría establecido para la nueva generación. Con esto el PICC no solo fundaba una ideología, también se erigía como guardián del nuevo templo. Rajedra Pachauri, quien fue director del Panel desde 2002 hasta 2015, lo dijo con elocuencia en su carta de dimisión: “Para mí, la protección del planeta Tierra, la supervivencia de todas las especies, y la sustentabilidad de nuestros ecosistemas es más que una misión. Es mi religión y mi dharma”. ¡Retórica conmovedora pero infeliz para lo que pretende ser científico! En el corazón de muchas ideologías está la confusión casi trivial que genera una correlación entre dos variables. Cuando uno observa que éstas se comportan de manera similar procede a entender el comportamiento como relación de causa y efecto. La correlación entre dos eventos da la impresión de una liga entre ambos. Así por ejemplo: uno pide al cielo un milagro mediante las oraciones; cuando posteriormente uno observa que el evento deseado tiene lugar procede con el paso crucial del pensamiento religioso: asociar los fenómenos estableciendo una relación causal: las oraciones son la razón de lo acontecido. La irresistible tentación de encontrar las causas a partir de las correlaciones acorta el camino al esfuerzo intelectual. ◆◆◆ El calentamiento global antropogénico se apoya en tres observaciones: el aumento en las emisiones de bióxido de carbono desde la

revolución industrial, el aumento en las temperaturas en los últimos años y la teoría del efecto invernadero. De éstos, el primero parece estar bien documentado. El uso de combustibles fósiles y la creciente necesidad de energía en los países industrializados, asociados a la producción, el transporte, la climatización de interiores, la producción de electricidad, etcétera, nos ha llevado a la emisión cada vez más importante de contaminantes. Pareciera incluso que éstas superan la capacidad de los océanos y las plantas para absorber las cantidades arrojadas al medio. La segunda línea que se refiere al aumento de las temperaturas es más controversial. La manera de obtener una sola temperatura para todo el planeta y para todo un año, la escasa e irregular distribución de termómetros en las distintas regiones, los registros históricos imprecisos y otras decenas de incongruencias más bien nos hacen pensar que el hecho de que los resultados obtenidos coincidan dentro de una fracción de grado no signifique mucho. Como diría el Premio Nobel de Física Ivar Giaever: “desde el año 1880 hasta el 2016 la temperatura se ha incrementado de 288 a 288.8 grados kelvin, es decir en 0.3%; ¿es que existe algo más estable?”. La tercera observación es la teoría del efecto invernadero. Esto se refiere al hecho de que la radiación solar es parcialmente absorbida por la superficie y el resto es reflejado al espacio. Cuando esta última se encuentra con gases que bloquean la salida, el calor se encierra como lo hace en un invernadero. La combinación de estas tres observaciones es la base de la doctrina. Si bien uno puede discutir de manera aislada cada uno de éstas, el paso crucial y más lamentable es el establecimiento de la correlación que transforma la variación en causalidad. Una vez asentada se la presenta como verdad científica. Tan elemental como un curso básico de estadística y tan evocador como para ser el fundamento de todas las religiones. Quizá al final de todas las cuentas lo único que queda es nuestra fascinación por el fin de los tiempos: “Cualquier discurso que acuda al estímulo de nuestra vocación de muerte acabará por seducirnos” (Ignacio Padilla). Por si todo esto fuera poco, vivimos un retorno al pasado en que los políticos han vuelto a ser los sacerdotes todopoderosos que tienen línea directa con los dioses. En su colosal egocentrismo pueden manejar el clima a su antojo. En esta sociedad moderna la iglesia ya no tiene cómo reforzar al líder. Ahora éste recurre a la ciencia para autenticarse. L

sábado 8 de julio de 2017

× A

F U EG O

VARIA

L E N TO ×

ENCENDER EL MUNDO

Edmée Pardo Universidad Autónoma Metropolitana México, 2017

Princesitas de magazine ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

M

ás que un libro de cuentos, Encender el mundo (que, por cierto, obtuvo el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en 2009) es una colección de retratos que intentan capturar la vasta singularidad femenina. Falla, sin embargo, en el intento, o acierta si hemos de creer que esa vastedad debe reducirse a un puñado de mujeres insoportablemente cursis cuando experimentan el sexo, insatisfechas por igual de la vida profesional y familiar, bobaliconas cuando recuerdan la muerte de John Lennon o hacen de turistas en Indonesia, timoratas frente a la posibilidad de quedarse solas o sacrificadas en la hora en que deberían de mandar todo al diablo. Si Edmée Pardo quiso trazar una geografía sentimental, no hay duda de que con frases como “Un mar salía de los ojos de él, un bosque vivía en los de ella” o “Eres preciosa, erótica, amor mío, cuánta belleza, cuánta generosidad en tu forma de amar” no ha logrado sino producir humo y garabatos y conformismo a la enésima potencia. Veamos, por ejemplo, “Nueve momentos”. Con unos cuantos trazos —igual que en los otros 24 retratos—, se resuelve una escena sexual con alto contenido de azúcar. El personaje femenino sube montañas de piel y “Está llena de cielo, a punto de volar”. El personaje masculino suelta arrumacos al estilo de “Eres un ángel”, y así, entre lengüetazos y mordidas y gemidos, “empiezan a decirse adiós”. Restife de la Bretonne o el Marqués de Sade habrían radicalizado sus alegres virtudes de haberse topado con estas linduras. En “El hotel de Ubud”, para abundar un poco, madre e hija no pueden mostrarse más provincianas al enfrentarse a la prescripción budista de respetar la vida de todo ser viviente, incluidas las ratas. Las mujeres protagónicas han pasado por el mismo tamiz: o sucumben al sentimentalismo o son incapaces de sobreponerse a la pérdida o no alcanzan a llevar su rebeldía hasta las últimas consecuencias. En otras palabras: parecen princesitas de magazine dibujadas con colores pastel. Si algo lamento por encima de esta uniformidad es la falta de sentido del humor, la ausencia extrema de ironía. En Encender el mundo, hasta la pijama elegante que viste diariamente una anciana para ofrecerse impecable en caso de ser sorprendida por un terremoto nocturno se toma muy en serio. Ni qué decir qué tratamiento reciben las cosas serias (como la muerte y la infidelidad). Podrían pasar por las admoniciones de un pastor bautista. De modo que más que un mundo encendido veo tan solo un cuarto alumbrado por una vela. L


CINE

sábado 8 de julio de 2017

p. 10

LABERINTO

ESPECIAL

José Julián Vázquez

“Quise imaginarme con más años” Fausto consigna esos momentos en los que la libertad de decisión parece lejana ENTREVISTA

F

austo (Juan Carlos Barreto) es un exitoso pintor de 64 años. Justo en la cumbre de su carrera, su mujer se suicida, provocando en él un inimaginable viaje en el tiempo, cuyo objetivo es cambiar la suerte de su pareja. Inspirado en el personaje de Goethe y en Jorge Luis Borges, el cineasta José Julián Vázquez filmó Fausto, cinta que aborda temas como la culpa y el perdón. Una película con el nombre de Fausto remite irremediablemente a Goethe.

Sin duda, el nombre es un código. Al principio encontraba ciertas similitudes con el personaje de Goethe. En Estados Unidos cambiamos el título por una cuestión de derechos y salimos como Redemption of the Broken Mind. Comercialmente quizá no sea lo más acertado, pero así comenzó el proyecto. Los trabajos creativos tienen alma propia y hay que respetarlos. Más allá de Goethe, es una película muy literaria. Las referencias a Borges son claras.

Sí, por ahí también han encontrado cosas de Rulfo. Yo descubrí su

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

influencia cuando llevaba más de la mitad del guión. El recurso del thriller aligera la película. ¿Fue algo premeditado para sacudir las influencias literarias?

Es una película con al menos un par de capas. La más emocional o sencilla quizá te haga llorar o por lo menos te conmueve. Si tienes ganas de clavarte en el pensamiento puedes encontrar una reflexión alrededor de ciertos problemas psicológicos. Desde el principio quise trabajar esta dualidad.

¿Hacer una película de personaje le ayudó al momento de abordar temas como la culpa, el perdón o el suicidio?

Uno de sus objetivos es invitar a pensar en la existencia, el perdón y las decisiones de vida, o incluso en cosas más sencillas como nuestro lugar en el mundo. A lo largo de la película vemos diferentes núcleos, motivados por las circunstancias de los personajes. A veces somos presa de nosotros mismos. Nuestra capacidad de decisión con respecto

HOMBRE DE CELULOIDE

Juan Carlos Barreto

a nuestra vida es mínima; por eso a veces es bueno dejar que las cosas fluyan un poco. Podemos influir en ciertas cosas, pero somos también una veleta que se mueve con el flujo de energía. Hay una reflexión muy contemporánea alrededor del trabajo y la forma en que guía nuestra capacidad para decidir.

Las generaciones mayores suelen ver como un problema que los millenials adopten una postura de vivir la vida de manera más inmediata. Cada generación es producto de sus circunstancias. Alguien de la Generación X no puede enojarse con un millenial porque provienen de realidades diferentes y justo quería abordar la cuestión generacional. Una de las cosas que me motivaron a hacer la película fue la posibilidad

de imaginarme a mí mismo con más años. La brecha de edad nos hace personas diferentes. Volvemos a Borges y a su cuento “El otro”.

Es un cuento perturbador. Cualquiera que aborde temas del tiempo necesita leer este cuento. Incluso en Volver al futuro está Borges. La importancia de la psicología en su película es tan importante que la fotografía se centra en los rostros de los personajes.

La película se construyó de una manera visual. Desde el principio tuve muy claro el trabajo fotográfico y quería buscar la profundidad a través de los rostros. En el guión había poca descripción de la escena, pero mucho acerca de los perfiles de los personajes. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Realismo japonés

E

n 2004 Hirokazu Koreeda filmó el equivalente japonés de Los olvidados. La historia de unos niños que vivían escondidos en un apartamento de Tokio era perturbadora y cinematográficamente muy influida por el realismo socialista, escuela que pone el ojo en la pobreza del Primer Mundo y que en casos como los del director Ken Loach termina por solazarse en la miseria. Sin embargo, Hirokazu Koreeda ha ganado ligereza con los años y, sin dejar de interesarse en las clases pobres de su país, crea con cada película personajes más entrañables. El director conoce lo que Shakespeare llamaba “el corazón del corazón humano” gracias a lo cual puede retratar personajes como los de Tras la tormenta, en los que uno reconoce al arquetipo sin que importe mucho que viva en Londres, en los barrios bajos de Bruselas o en un multifamiliar de Monterrey. Al principio parece que el protagónico de Tras la tormenta es solo el cliché de un novelista incapaz de recuperarse después de un éxito que le llevó demasiado lejos demasiado temprano, pero poco a poco el guionista consigue meternos en sus sentimientos y, más aún, en los de las personas que lo rodean. Comienza a intrigarnos su comportamiento y comenzamos a formularnos algunas preguntas: ¿es así por arrogante?, ¿por narcisista?, ¿por qué se causa tanto dolor? Lo mismo parece preguntarse el

Tras la tormenta (Umi Yori mo Mada Fukaku). dirección: Hirokazu Koreeda. guión: Hirokazu Koreeda. fotografía: Yutaka Yamazaki. con Hiroshi Abe, Kirin Kiki, Yôko Maki, Lily Franky, Isao Hashizume. Japón, 2016.

muchacho con el que trabaja en una agencia de detectives privados, la ex-esposa que lo ama pero no puede vivir con él, el hijo de diez años que escribe en un ensayo escolar que el héroe al que más admira es a su abuelita y esta mujer que cocina para todos, en “tardes de sushi”, esa comida que sabe a infancia. Basada en una canción del pop japonés, Tras la tormenta tiene escenas realmente poéticas y construidas con elementos muy simples: un parque para

niños, los trenes del barrio, el departamento opresivo de una madre que se está quedando ciega y un local de empeños en el que el novelista fracasado se reconcilia por fin con el gran personaje de esta película: el padre ausente, símbolo de todo aquello que el protagonista no quería cuando creciera, una sombra que sigue viviendo en las complicaciones del amor filial, en el fracaso, la pobreza y el deseo de volver a vivir después de la tormenta. L


MILENIO

p. 11

sábado 8 de julio de 2017

ESCENARIOS

ESPECIAL

Bergman lejos de Bergman MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

A La obra dirigida por Mario Espinosa se presenta de jueves a domingo en la Sala Xavier Villaurrutia

Entresijos de la actoralidad Después del ensayo, basada en la obra de Bergman, enfrenta a los intérpretes con sus propios miedos y fantasmas TEATRO

H

ay momentos de algunas puestas en escena que se quedan a vivir con el espectador por siempre, contundentes acciones que se fijan en su memoria sin que el tiempo pueda borrarlas. Julieta Egurrola y Juan Carlos Colombo dejan una impresión de esta naturaleza en Después del ensayo, obra de Ingmar Bergman, en la que ella crea al personaje de Raquel, una actriz en declive, cuyo interior se resquebraja, en un desértico ruego cuyo eco perfora el tiempo de vida. La actriz —que por primera vez, desde 2009, participa en un montaje fuera de la Compañía Nacional de Teatro a la que pertenece— amplía aún más su conocido registro actoral en esta ocasión que exige un intenso trabajo de análisis, de apropiación del personaje y de proyección de una importante gama de matices que permitan al espectador percibir la devastación interna de un ser humano ante la imposibilidad de conservar una digna vida personal y profesional. Como en sus mejores tiempos y quizá en una etapa más libre que otras, Egurrola atesora la experiencia que da una trayectoria de 40 años, e imprime a su personaje una seducción impotente, sujeta a una amargura que exhala un grito de auxilio, desesperado por asirse de una mínima señal de aceptación, al tiempo en que se revela franca, retadora y soberbia, vía un parlamento de Las Bacantes, a través de las únicas herramientas que posee una primera actriz. El montaje, con traducción de Humberto Pérez Mortera y dirección de Mario Espinosa, posee la doble virtud de extraer a Juan Carlos Colombo de un tipo de actuación que le solicitan por lo general, mediante la cual ha creado personajes que requieren de una naturaleza hosca, rígida y sombría.

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

En esta ocasión, Colombo, en el papel de Vogler, el director de teatro —que en la cinta interpretara Erland Josephson, como alter ego del propio Bergman—, se desprende de esa marca para darle a su personaje la oportunidad de ser vulnerable, claro, abierto, directo, y tierno por momentos. Espinosa, quien trabaja con su equipo artístico Cornamusa, que integra a Gloria Carrasco, diseñadora de escenografía y vestuario, y a Ángel Ancona, diseñador de iluminación, cuenta de nuevo con la asesoría corporal de Ruby Tagle y el diseño sonoro y multimedia de José María Serralde, e integra al elenco a la joven actriz Sofía Espinosa, ganadora del Ariel como mejor actriz por Gloria. Espinosa, Carrasco y Ancona abren el escenario de la Sala Xavier Villaurrutia a los entresijos de la actoralidad desde el ciclorama hasta el patio de butacas. Suben espectadores al escenario, donde el mobiliario es testigo de las obras hechas. Se proyectan escenas silentes en cámara lenta, bajo un barniz lluvioso y los actores, que cruzan la línea del proscenio, exponen las maquinaciones y los abismos de los hacedores teatrales, con su posibilidad moral y amoral, los impulsos del director, los recuerdos y la tragedia humana que se desploma junto a un espectador sorprendido. Esta versión mexicana de la obra de Bergman no intenta emular la cinta original ni el programa de TV, sino que expande el close up para mostrar una parte del irrompible eslabón interno que genera el teatro en quienes lo nutren, e integra al espectador a ese lugar habitado por director, actriz, fantasmas y personajes, vivencias y planeaciones futuras que se extinguen, como si se hubieran vivido, en el habitual y franco simulacro que el teatro exige. L

dmitamos que algunos filmes de Bergman son aburridos, por muy profundos que sean. Claro, tiene obras clásicas de la filmoteca mundial. Pero Después del ensayo —filmada en 1983 para la televisión cuando él ya se había despedido del cine— no es lo mejor de su repertorio. Sí, plasma sus obsesiones sobre un montaje de Strindberg, al que regresa una y otra vez. Sí, el pretexto ideal para teorizar sobre el teatro y los actores. Sí, desgranar facetas de su vida íntima, sus amores e infidelidades. Vista esa pieza de cine desde el teatro, el origen estético de Bergman, podría ser sugerente. Con actores experimentados como Juan Carlos Colombo y Julieta Egurrola —y las ganas de ver a esa actriz que interpretó magistralmente a Gloria Trevi en el cine, Sofía Espinosa—, dan ansias de ir a la Sala Xavier Villaurrutia para ser testigo del resultado bajo la dirección de Mario Espinosa. Sentí encontrarme con tres monólogos de tres actores —¿problema de dirección o del guión convertido en texto teatral?—, cada uno por su lado. Juan Carlos Colombo con ecos de Héctor Mendoza, Ludwik Margules o Luis de Tavira, explicando la difícil relación de una actriz con su director; peor, si hay amor de por medio: interpretación entrañable. Julieta Egurrola, enorme; un rostro petrificado por el tiempo asume su más difícil realidad en la escena: el fin de una actriz mítica, centro toral de la historia: está grandiosa. Sofía Espinosa, en la dificultad de encontrar un hueco allí donde su madre fue una diva, desvalida a pesar de su fuerza interior. Juventud, le llaman: ideal en el papel. El montaje tiene la distracción de un multimedia innecesario para que los personajes, como almas solitarias, casi espectrales, permitan penetrar en los espectadores la densidad de la vida, las aguas de la inconciencia. En el teatro no bastan las buenas actuaciones. Un Bergman lejos de Bergman: mucho discurso, sin el sarcasmo de la sabiduría. Un temor de entrar al vértigo donde la palabra significa perderse en el desasosiego, con gracia. No hay compenetración con el texto. Hay un montaje hermoso para algo horrible, la misoginia disfrazada. Hay actores, insisto, pero no unificación en escenografía, iluminación, compenetración de los personajes; en una palabra, comunicación, principal fin de una puesta en escena. Siempre me he quedado incompleto con el trabajo de Mario Espinosa. Igual soy yo, no él. Será que no me gusta su estilo de dirigir. Debe ser eso. O que no toca las almas de sus obras. Porque reputación de director, la tiene. Un crítico debe aceptar el equívoco a partir de sus gustos. Ojalá el público encuentre en esa dirección lo que yo me perdí. (Aunque si vieron aquella puesta en escena, De la vida de las marionetas, de Bergman, con Margules como director, igual me entiendan.) L ESPECIAL

Juan Carlos Colombo y Sofía Espinosa


VARIA

sábado 8 de julio de 2017

p. 12

LABERINTO

ESPECIAL

Lujo para clasemedieros TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

S

i a alguien le gusta el futbol, seguramente quedará muy agradecido con quien le regale un boleto para la final de la Liga de Campeones. Si invito a un amigo de buen comer a cierto restaurante que tiene los mejores comentarios de los comensales, sin duda aceptará gustoso. En igualdad de posibilidades, un amante de los museos de arte preferirá visitar el Museo del Prado antes que la Pinacoteca de Nuevo León. Quien ama los lujos gusta de los Ferraris por encima de los Tsurus. Y así, según sean nuestras aficiones y pasiones, trataremos de alcanzar lo más alto o refinado o sabroso o emocionante, según nos permitan las circunstancias, el bolsillo o nuestra capacidad de seducir. Y sin embargo por ahí hay algunas estirpes que se comportan de otro modo: ahí están, por ejemplo, los lectores. Hay libros que son un Real Madrid–Barcelona, pero los lectores eligen con suma frecuencia un partido llanero de Mueblerías González vs. Colchones Barrera. Hay libros que son suculentos como puede ser un restaurante de estrellas Michelin o apasionantes como unos maravillosos tacos de lengua, pero hay lectores que eligen el consabido gansito con refresco de cola. Hay libros que son edificantes como el Museo Nacional de Antropología e Historia, pero hay también lectores que prefieren un museúcho del horror. En resumidas cuentas: hay clásicos que quedan sin leerse mientras el

lector impuro elige leer mamarrachadas. El amante clasemediero de los vinos sabe que muchas maravillas están fuera de su alcance. Sin duda sentiría gran goce si pudiera beberse un Chateau Margaux 2009, pero a cien mil pesos la botella es un lujo que solo algún político corrupto puede darse en México. Ese pobre entusiasta de los vinos seguramente verá pasar su vida sin probar un Chateau Lafite o un Petrus, sea del año que sea. En cambio en cuestión de literatura, lo mejor suele salir más barato. Pensemos en un gran vino de España: el Vega Sicilia. Imaginemos que en una tienda tienen dos botellas. Una contiene el vino original y cuesta diez mil pesos. En la otra se ha adulterado el vino: le echaron agua, un poco de azúcar, dos gotas de limón y algunos mililitros de Padre Quino. El vendedor nos aclara que debido a tan burda adulteración, el vino cuesta el doble: veinte mil pesos. Por

supuesto nos parecerá una broma. Ahora piense usted en un gran libro de España: Don Quijote. Una buena edición excelentemente cuidada y comentada anda por los doscientos pesos. En cambio las bazofias adulteradas, recortadas y edulcoradas de Andrés Trapiello y Pérez– Reverte superan los quinientos pesos. No entiendo la broma. Lo cierto es que el mayor lujo que se puede dar el ser humano es leer. Y además se puede dar el lujo de leer lo mejor. En nuestras casas no podemos tener las diez mejores obras plásticas, ni en la cochera los diez mejores autos, ni los diez zapatos más finos, ni las diez perlas más codiciadas, ni los diez relojes más floridos. Pero sí los diez mejores libros. También los cien mejores libros. Y los mil mejores libros y hasta más. ¿Por qué, entonces, habríamos de conformarnos con menos? L

LA GUARIDA DEL VIENTO

ALONSO CUETO ESPECIAL

El disidente

U

na de las anécdotas más conocidas de Henry David Thoreau es que al verlo en la cárcel, un amigo suyo se acercó a preguntarle qué hacía allí adentro. “¿Y qué haces tú allí afuera?”, le susurró Thoreau. Era 1846 en Massachusetts, Thoreau tenía 19 años y acababa de negarse a pagar los impuestos con una razón inapelable: no iba a alimentar con su dinero a un gobierno que le hacía la guerra a México, y que promovía la esclavitud. Poco después iba a salir libre, gracias a que su tía pagó la deuda, algo que lo irritó profundamente. En uno de sus libros, Defensa de John Brown, iba a preguntarse: ¿no es posible que un individuo tenga la razón y un gobierno, no? No era la primera vez que Thoreau se negaba a pagar unos costos que consideraba injustos. Cuando egresó de Harvard College, que no era la enorme institución de hoy, se negó a cubrir los 5 dólares que le pedían por darle el diploma. Había nacido la desobediencia civil. Criado en una familia de rebeldes

(su abuelo dirigió la primera rebelión estudiantil de la que se tiene noticia en Estados Unidos), Thoreau tenía un rostro difícil de olvidar. De ojos azules, nariz larga y vestimenta siempre desgastada, su vecino Nathaniel Hawthorne lo definió “feo como un pecado”. Fue su tutor Ralph Waldo Emerson precisamente quien le presentó a Hawthorne, y lo ayudó a lo largo de su vida. Gracias a Emerson, Thoreau vivió durante dos años en el bosque de Walden, junto al lago del mismo nombre. Allí escribiría el libro que lo inmortalizó como un gurú del trascendentalismo: Walden. El libro es un diario de sus relaciones con la naturaleza y abunda en frases memorables, escritas con su consigna de estilo: la sencillez. “Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente solo para hacer frente a los hechos esenciales de la vida”, afirma en uno de sus pasajes. Al terminar el libro, no encontró un editor y él mismo financió la edición que apareció en 1854. Al principio ganó pocos lectores. Sin embargo,

Henry David Thoreau

su influencia fue enorme empezando por las repercusiones que tuvo en Tolstoi y Gandhi. Es autor también de frases memorables. Uno de sus consejos era “Vivir en casa como un viajero”. Poco antes de su muerte, su tía Luisa entró a la habitación

y le sugirió hacer las paces con Dios. “No sabía que nos habíamos peleado”, fue la respuesta. Sus últimas palabras fueron: “Ahora viene la buena navegación”. Se cumplen esta semana 200 años de su nacimiento. En la era de Trump y Maduro, lo extrañamos. L


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.