Laberinto
ENTREVISTA A ROBERTO LÓPEZ MORENO daniel téllez p. 04
EL POEMA AL LECTOR
ingeborg bachmann p. 05
MILENIO
NÚM. 740
sábado 19 de agosto de 2017 FOTO: SHUTTERSTOCK
LA CIUDAD Y EL ESCRITOR leonardo padura p. 06
ANTESALA
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LABERINTO
ESPECIAL
Bilis y grandeza ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
ESCOLIOS
J
ules Renard (1864–1910) fue un autor prolífico y popular, al que la caprichosa posteridad ha encasillado como escritor para escritores. Cierto, aunque su Pelo de zanahoria fue una novela de iniciación para muchas generaciones, gran parte de su obra se mantiene en la sombra, al tiempo que sus Diarios (en español hay una amplia selección en Debolsillo) han adquirido una creciente popularidad. Estos registros cotidianos, aun con los cortes que realizó su viuda, constituyen un retrato animadísimo de la vida literaria finisecular francesa con sus grandezas y banalidades; son, también, una introspección en los meandros de la creación y, sobre todo, un muestrario de prosa esbelta y precisa. Renard comienza sus diarios en 1887 cuando, aterrizado de la provincia y un poco apenado por su origen campesino, deambula como perico en alfombra por París, y los concluye poco antes de su muerte en 1910. A los 23 años, Renard
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
intenta abrirse paso en la arena literaria, logra un matrimonio ventajoso con una muchacha más o menos acaudalada, lo que le permite invertir en su bautismo social (editar su primer libro y volverse accionista del legendario Mercure de France) y convertirse en parte de la deslumbrante (y por lo visto insoportable) constelación intelectual de la época. Renard es un escritor que va ascendiendo peldaños rápidamente, que goza y sufre la voluble sociabilidad literaria y que, con crudeza, se burla de esa extravagante fauna, de la que él mismo es parte. Renard describe innumerables cenas, escasas de platillos y sobradas de soberbia y ridículo, documenta sus amistades que pronto se convierten en odios, denuncia con humor negro los prestigios comprados y lleva el canibalismo literario a su máximo nivel. “Para triunfar de veras, primero tienes que triunfar y luego que los demás fracasen”. Apuntes de lectura, testimonios de admiración, chismes,
Jules Renard
desahogos, estremecedoras anécdotas familiares, invectivas contra sí mismo, todo cabe en este espacio. La crueldad con que describe los caracteres físicos y morales de sus colegas; la enorme auto–exigencia que se inflige, los despiadados retratos familiares o sus momentos de desánimo le brindan a los Diarios una singular
Su alter ego le escupía a la cara desde las páginas de la novela.
Cuestión de identidad LOS PAISAJES INVISIBLES
S
tensión narrativa y exhiben un drama interior. En efecto, Renard padece esa perenne insatisfacción e inseguridad que parece inherente a los grandes practicantes del oficio literario. “Para triunfar hay que escribir inmundicias o bien obras maestras ¿de qué se siente usted más capaz?”. L
tupid White Men: la etiqueta aplica a ciertos individuos en cuya mentalidad gobiernan la ignorancia, la xenofobia, el prejuicio, la megalomanía, la hipocresía, el embrutecimiento, el racismo, el odio, el resentimiento, la belicosidad y la paranoia. Se refiere a sujetos de exiguos méritos intelectuales pero holgados de malicia; a tipos adictos a la basura mediática y apasionados de la autodestructiva cultura del miedo. Su militancia se basa en la identidad. Los Stupid White Men, como las ratas o las bacterias, son legión. De los roedores comparten el instinto depredador y mortífero del que consideran inferior; de los microbios la incontrolable capacidad de invadir otro organismo.
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
Leo una nota en la web Nextshark (sitio dirigido a la juventud asiático-americana) sobre las manifestaciones en Charlottesville, Virginia, en la que los redactores consignan, no sin un dejo de asombro, un video que muestra a un tipo asiático que posiblemente marchó hombro con hombro con los blancos supremacistas el 12 de agosto. El estupor es exagerado. Que un asiático simpatice con la causa de los Stupid White Supremacists no es antinatural, porque aunque éstos abominan a los negros, a los judíos, a los latinos y a cualquier otro espécimen de raza o etnia diferente, debemos recordar que la ignorancia, la xenofobia, el prejuicio, la megalomanía, el embrutecimiento, el racismo, el resentimiento, la belicosidad, el odio y la paranoia son de fácil contagio.
Así que recordemos. Año 2007: en uno de los extemporáneos mensajes que Cho Seung–Hui envió a la NBC, el mass murderer del Tecnológico de Virginia mencionó a “los mártires Eric y Dylan”, en alusión a Eric Harris y Dylan Klebold, los autores de la masacre en la preparatoria Columbine en 1999. En el paquete multimedia que incluía fotos y videos se halló también un texto en el que, supuestamente, el sudcoreano “expuso” sus razones para llevar a cabo la más cuantiosa y terrible matanza que hasta entonces se había perpetrado en una escuela estadunidense, y de paso responsabilizó a una colectividad no identificada (les habló con el pronombre “ustedes”) de su frustración y desconsuelo, calamidades que tampoco se tomó la molestia de explicar. La identidad, ese concepto de amplias variedades y sentidos (sea identidad nacional, étnica y racial, identidad sexual, identidad cultural, mística, ideológica y así, al infinito), se ha vuelto moneda de cambio en la implosión de un planeta subordinado a los vaivenes de una babel ontológico–cultural, cuyo efecto más notable radica en la búsqueda exhaustiva de un código indeleble, un signo de adhesión o pertenencia que coloque los huesos de algunas almas menesterosas en la urna de ciertas afinidades electivas porque lenta, gradualmente, el principio de identidad se ha fundido con el estereotipo, desgraciadamente el más ridículo, el más truculento, el más nocivo. Esa identidad se impone hoy desde el punto más alto de la casta que mora en la paradójica, en verdad paradójica por nombre, Casa Blanca. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× J UA N
ANTESALA
sábado 19 de agosto de 2017
ESPECIAL
G E L M A N ×
La esquina Este poema pertenece a Entre tantos oficios, uno de los seis libros que conforman Otromundo. Antología (1956–2007), publicado por el Fondo de Cultura Económica (México, 2017) Ralph Waldo Emerson
A
nteaman los perdidos en la desolación. Las derrotas de la libertad y los jóvenes que nunca llegaron callan en mi umbral. ¿Qué fue de tanto padre entre dos sogas? Las vidas que perdí ahí están, reclamando. Esto no es un poema. Hablo de lo que fue. De mi hijo, donde cabía tanto mar y cupo tanta sombra. ¡A ver si se presenta la palabra! ¡A ver si puede! ¡Ahí da vuelta la esquina para no verme más!
×EKO×EX LIBRIS×MARIE BARBE Y TULOTTE×
El espejo de Calibán BICHOS Y PARIENTES
T
JULIO HUBARD
en el valor de servirte de tu propia inteligencia. Eso exige la mayoría de edad: pensar por cuenta propia. Kant, que dijo estas cosas, hubiera lamentado la cauda de su divulgación. Durante siglos, el pensamiento moral supuso una identidad entre la virtud y el conocimiento: uno lleva a la otra, y viceversa. Y si el conocimiento es objetivo y la virtud es el juicio de otros sobre mí, actuar éticamente significa obedecer a la verdad. Isaiah Berlin halla que, desde Rousseau, el mundo sufrió una sustitución de principios en el orden ético. Los románticos cambiaron de lugar el valor: la virtud no es conocimiento exterior sino autoconocimiento. La virtud se mira el ombligo; depende ahora de la integridad y la congruencia. De pronto, hasta el suicidio se vuelve recurso virtuoso. Werther, por ejemplo. En América, la integridad adquirió un aura política: la independencia. Yo soberano en nación soberana. El yanqui supo, encima, dotar su independencia de capital y riqueza. Ralph Waldo Emerson escribe Self Reliance (“La confianza en uno mismo”), quizá el ensayo más notable en el desarrollo de una cultura emprendedora: confía en ti, haz caso de lo que piensas y ten fe en que te habita la verdad. No solo eso: la genialidad está en esas ideas tuyas y propias que no has escuchado atentamente. El optimismo y la fortaleza personal que Emerson descubre y comunica son oxígeno en la sangre de una democracia que tiene el valor de pensar por cuenta propia. Pero cuando la sangre se adensa, las ideas se vuelven sordas al mundo y la confianza en uno mismo se vuelve impermeable: el conocimiento se transforma en una mera confirmación, no en nada exterior al individuo. La self reliance de Emerson fue un motor de independencia intelectual, puntal de toda democracia; pero en la cabeza de un estúpido tiene un efecto inverso y monstruoso: puede exigir que se enseñe el creacionismo en las escuelas. No importa la biología. Ellos cuentan con su propia versión de la ciencia: Dios creó razas, y las hay superiores. El actual racismo de los gringos surge de los mismos orígenes de su orgullo: la democracia, el valor de pensar por propia cuenta, la confianza en sí mismo. La historia tiene tres motores, dijo algún marxista: la violencia, la economía y la estupidez. A veces, las dos primeras parecen sobrevaluadas. Lo sucedido en Charlottesville es una venganza contra la exigencia de escuchar algo que no sea una pura self reliance. Es Emerson en el espejo, no de Próspero sino de Calibán, mitad monstruo y mitad niño. L
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LABERINTO
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Roberto López Moreno
“Mi trabajo con el lenguaje es incansable”
El 11 de agosto el escritor chiapaneco cumplió 75 años de vida. La siguiente conversación gira en torno de la militancia experimental, su teoría poética y sus deudas estéticas con Lezama Lima y Revueltas JUAN CARLOS BAUTISTA
ENTREVISTA DANIEL TÉLLEZ
R
oberto López Moreno (Huixtla, Chiapas, 1942) es narrador, periodista, musicólogo, trovador, ensayista, epigramista político y poeta. Su obra literaria, que suma varias decenas de títulos publicados, muestra a uno de los poetas mexicanos con mayores registros entre las formas poéticas ligadas a la tradición y el empleo de otras, novedosas y de largo aliento, vertidas en dos apuestas ampliamente experimentadas y teorizadas: el Poemuralismo y el Movimiento Poético Laconista. La militancia de la sangre en el puño, la poesía negro–antillana, la sinfonía de formas y voces a través del lenguaje, la música de la planicie chiapaneca, las ecuaciones matemáticas, los poemurales desde la conciencia precolombina hasta la Morada del Colibrí en la que se desarrolla la cultura latinoamericana, son continentes del discurso literario que sitúa a López Moreno, indudablemente, como un poeta de vanguardia en la tradición más relevante de nuestra lírica contemporánea. Autor de libros imprescindibles como Versitlán, Motivos para la danza, Décimas lezámicas, Morada del colibrí, Verbario de varia hoguera, Yo se lo dije al presidente, Ábrara, Las mariposas de la Tía Nati y Breve historia de un suicidio, entre otros, deja ver en esta charla, con motivo de los 75 años de vida que cumplió el 11 de agosto, a un hombre vital, cuya Ábrara (en palabras de Lezama Lima: “el rayo de luz impulsado por su propio destino”) está intacta y es irremplazable porque la meteórica obra de López Moreno, afirma el crítico Julio Ortega, “lleva urgencia de comunicar y sed fluvial”. Para un poeta incansable con el lenguaje, como tú, ¿qué se gana y qué se transparenta con la poesía?
Mi trabajo con el lenguaje es incansable, cierto, hay una parte lúdica (el trabajo como placer), pero también existe la necesidad de decir lo que te rodea, de dar un testimonio de tu mundo, de lo que te alegró en él (Vivaldi, Shostakovich, Siqueiros, Gloria Contreras), pero también lo que te entristeció, lo que te arrebató de coraje, tus rabias ante las injusticias sociales, tus odios, tu vergüenza por las grandes masacres en el planeta, de las que de algún modo sientes que cargas aunque sea una mínima partícula de responsabilidad, si no es que una gran parte de tu ser reducida a escala geográfica, histórica y biológica. Cuando se carga todo eso transitando de la uña del pie a la punta de la lengua, se siente que el lenguaje no da para explicar tanto y a veces te pones a crear neologismos como me ha sucedido en algunos casos. Por otro lado, si la poesía es música (que bien que me lo creo) entonces me convierto en un feliz compositor que maneja (algunos dicen que lo hago bien) la rítmica del lenguaje. No es cierto, no es cierto, mi estrella lo afirma frente al universo ¿Lo afirma y lo firma? Entonces sí es cierto lo que ella argumenta mientras me divierto. ¿Qué opinas de las posturas que señalan que la experiencia poética actual se muestra erosionada y precaria?
Creo que es el reflejo de la atmósfera en la que subsistimos. Es que todo se corresponde. Hemos perdido bastante del ritmo, considérese lo que escuchamos en los discos, la radio y la televisión. Siempre argüí que en esta modernidad inyectada, la
música era la gran perdedora. El poeta habla de la poesía. Conoce mucho de la poesía de su tiempo, de otros tiempos, de su país, de otros países, pero a la hora de abordar el asunto de su música se da uno cuenta que tienen el gusto pervertido; lo mismo sucede en el ámbito de las artes plásticas; de las artes escénicas, de los investigadores y académicos en otras áreas, la música está perdida; hablo de mayorías, claro, las excepciones existen y no son pocas. ¿Cómo se puede esperar que el poeta que está inyectado por su medio con tan mal gusto musical pueda lucir música en su trabajo literario? A mi generación le tocó la etapa de la inyección; nos inyectaron el mal gusto con el cuento repetido en todas las frecuencias de que se trataba de la “música de la juventud” y así inundaron nuestro ambiente de guitarras eléctricas y ensordecedoras baterías. Algunos preparatorianos nos dimos cuenta de la invasión que se nos venía encima y fuimos a protestar a la
Cámara de Diputados (Donceles y Allende), con una miserable pancartita que les advertía que en nuestras leyes se estipulaba que la estaciones de radio estaban obligadas a transmitir más del 50 por ciento de música de autores mexicanos. Oíamos la música de nuestro tiempo (el bolero filin había llegado de Cuba y era un lujo de armonías, lo más trascendente que hemos tenido en música popular) pero oíamos también la música de nuestros padres, la de nuestros abuelos y nos gustaba; no sobábamos el complejo de “qué anticuados”. Así empezaron las cosas, con las ganas de sentirnos “cosmopolitas” asumiendo la vía equivocada. Muchos tenían la fe antiimperialista, pero tenían el oído colonizado. Luego vinieron las generaciones más recientes. A ellas ya no las inyectaron, no hubo necesidad, ellas heredaron ya el mal gusto como lo más natural, lo heredaron de sus propios padres a los que ya habían inoculado con ese mal gusto. Retomando el asunto de la poesía, bajo estos
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sábado 19 de agosto de 2017
LITERATURA
ESPECIAL
designios ¿cómo se espera oír la musicalidad en el poema si éste fue escrito por alguien que tiene muy buenas ideas pero el oído destrozado? Tu obra poética está marcada por las búsquedas técnicas y formales. ¿El dominio de las formas hace al poeta?
No lo creo, pero sí lo ayuda mucho. Cuando uno se sienta a escribir se tiene enfrente el horizonte abierto, es cierto, pero hay que acotarlo para saber con certeza los puntos que se van a tocar en el itinerario, y cómo se van a tocar. Hace tiempo elaboré una propuesta para escribir la poesía respondiendo a requerimientos de nuestro tiempo. En ella planteaba un discurso pretendidamente novedoso, recurriendo a todos los moldes que se habían utilizado hasta el momento en la poesía. ¿Te das cuenta, Daniel? Se trataba de un intento para eliminar (usándolos) señalamientos de tiempos, influencias, lenguajes formales, se volvía humo el “blanco”, el “blanco” se diversificaba frente a la pupila del tirador. Pero para esto tenía que haber poeta. Las búsquedas técnicas y formales vendrían después para apoyar el discurso, pero ya el discurso se movió y no da un “blanco” fijo a los cazadores de influencias, métodos, técnicas y hasta plagios, porque esa forma a la que llamo Poemurales, sería el “gran plagio” que dejaría sin iniciativa a los cazadores del mismo. Formas clásicas e innovadoras, ecuaciones matemáticas, la cultura y música latinoamericanas, Vallejo, Huidobro, Lezama, Neruda y Girondo; Montenegro, Orozco, Mérida, Aurora Reyes y Siqueiros: todo cabe en el poema. Háblanos de tu teoría poética denominada Poemuralismo.
En efecto, en los Poemurales cabe todo, como lo acabas de expresar y justo has mencionado nombres que fueron los que me lanzaron a la escritura, Huidobro, Vallejo, Lezama, Girondo y Aurora Reyes y Siqueiros. En esos nombres y en el de otros gigantes de las mismas dimensiones radica la visión que tengo de América. Con estos compromisos del corazón di los primeros pasos para idear los Poemurales, los cuales se desarrollan en el ángulo formado por el reptar de la iguana y el vuelo del colibrí. La palabra Huixtla, el lugar donde nací, en Chiapas, significa tierra de colibríes; entonces la unión de la iguana y el colibrí no representan solamente la sapiencia de la tierra (la iguana recorriéndola palmo a palmo) ni la imaginación que de la sapiencia se desprende, el colibrí, sino que al formar un ángulo éste se constituye en la morada del colibrí, o dicho en otras palabras, en la casa de la cultura de América. En el interior de esa casa fueron dados a luz los Poemurales. Se trata de dotar a los poetas actuales de un nuevo instrumento para cantar la luz que les corresponde. Los Poemurales se forman utilizando el mayor número de recursos que el hombre ha utilizado para su comunicación. Por eso no hay edades, todas las edades son su edad; por eso no hay un metro específico o un estilo determinado, todos los metros son su metro y todos los estilos son su estilo. Se trata de una forma de formas. ¿Qué lo identifica de los vanguardistas de la posmodernidad? El que no estemos en el fin de la historia sino en el momento de hacerla de nuevo. Todos los metros caben, todas las formas del lenguaje caben. Todas las actitudes humanas caben desde el íntimo beso de la ternura hasta el grito violento a media calle. Pero el Poemural no se queda parado, está en continuo movimiento, es todas las épocas que fueron, que son y que vendrán. Todo cabe en el Poemural sabiéndolo acomodar. Esto último es lo que lo convierte en Poesía… saberlo acomodar.
En tu libro Décimas Lezámicas, de 1986, la apuesta es un juego, tú construyes décimas a partir de versos que son siempre del autor de Paradiso…
Fue un homenaje que quise hacer a mi gran admirado José Lezama Lima. Al final resultó un libro “milagroso”. Me basé en la décima espinela, tan cara para las expresiones musicales de nuestros pueblos americanos. La diferencia con los cantos populares es que aquí la versificación no es sencilla, sino que sigue la metaforización lezámica, siempre tan cerrada. Utilicé un discurso hermético al máximo. Aunque incluyo algunos corridos en los Poemurales, me inclino más por el verso lacrado, impenetrable, porque siento que es justamente el que no muere nunca, el que siempre estará ahí, guardando su secreto y que además le va a proporcionar al lector, cuando descifre algún párrafo, la dicha más grande, “se creía muy chingón este escritor, pero ya desentrañé lo que quiere decir”. Volviendo a Décimas Lezámicas voy a explicar por qué lo considero milagroso. El libro es de lectura difícil y fue publicado por la UNAM. Se trata de dos grandes factores en contra. El primero es más que evidente y el segundo, que fue editado por la UNAM en un tiraje reducido. Todo autor que ha publicado en la UNAM sabe que su libro es libro muerto. La UNAM argumenta que no es una empresa que se dedique a vender libros. Quizá tengan razón. ¿Cómo viajó entonces Décimas Lezámicas? ¿Qué elemento mágico intervino? El asunto es que en cuanta ciudad americana tocaba salía alguien que había leído ese libro y se manifestaba impresionado por la lectura. La magia de la poesía, extendiéndose más allá de nuestras manos. Recientemente publicaste A Revueltas Treceadas, 62 poemas que “buscan llamar la atención del lector por medio de la sorpresa”, anotas en el libro. José Revueltas es otra figura vigorosa en tu obra y pensamiento.
José Revueltas es fundamental en mi escritura. En un libro que escribió hace tiempo Christopher Domínguez me citó como uno de los alumnos de José Revueltas, más agradecido no podía estar. Siempre experimentando con las formas, se me ocurrió inventar las “treceadas”. No son otra cosa que la décima lezámica, es decir la décima inventada por Vicente Espinel más el agregado de tres líneas finales. Todas riman, excepto la última; ésta se dispara como un proyectil que rompe con todo el entramado anterior. Las metáforas vuelven a ser, como en el caso de las Décimas Lezámicas, de una densidad impenetrable. A veces, esa última línea arregla el asunto todo. En palabras de Paul Celan, tanto la poesía como el poema “tienen sus abismos y profundidades”. En ese sentido, ¿cuál es ahora tu decir poético para decir o desdecir el mundo?
Sigo trabajando en las formas enumeradas aquí, con ellas me digo y me desdigo, me deshago y me rehago junto con el planeta en el que vivo. Sé que es grande la pretensión pero si no fuera así, ¿qué caso tendría el retar los misterios de la palabra? ¿Cuál el sentido de que los sabihondos se sienten todos los días en el café a componer lo que los políticos han descompuesto? Paul Celan esperó siempre lo que el filósofo Martin Heidegger no hizo, arrepentirse de sus contactos con los nazis. Cuando él habla de abismos y profundidades me lo imagino en el centro de su poema “Todesfuge” y lo veo, transitando la selva negra, bajar a los infiernos nazis acompañado por el filósofo, pero en ese descenso está dentro del poema porque está siendo (¿Ábrara?); está dentro de la poesía sempiterna y en ese momento vuela sobre sus abismos y sus profundidades. L
EL POEMA AL LECTOR* Ingeborg Bachmann
¿
Qué es lo que nos aleja al uno del otro? Si me miro al espejo y lo interrogo, me veo puesto de revés, una escritura solitaria, y dejo de comprenderme a mí mismo. ¿Dentro de este gran frío que reina, nosotros nos habríamos fríamente dado las espaldas, a pesar de este amor insaciable del uno por el otro? Es cierto que yo te he arrojado palabras humeantes, quemadas, que dejan un sabor de mal gusto, frases cortadas u obtusas, sin resplandor. Como si intentara aguzar tu desgracia y excluirte con inteligencia de mis terrenos. Tú te acercabas a mí tan confiado, algunas veces ingenuo, exigiendo una palabra que embelleciera la verdad; tú querías alivio, y yo no tuve consideración de ti. Tampoco la melancolía es mi asunto. Pero un amor insaciable por ti no me ha abandonado jamás y yo busco ahora en los escombros y en los aires, dentro del viento frío y bajo el sol, las palabras destinadas a ti que me arrojarían de nuevo entre tus brazos. Porque languidezco sin ti. No soy un tejido, ninguna tela para cubrir tu desnudez, pero tengo el brillo de todas las telas, y quiero resplandecer en tu sentido y en tu espíritu como las venas de oro debajo de la tierra, y traspasarte con mi radiación, hasta que el negro incendio, tu ser mortal, se declare en ti. Ignoro lo que esperas de mí. Respecto al canto que podrías entonar para ganar una batalla, no sirvo de nada. De los altares me verás alejarme. No soy ningún conciliador. Todos tus asuntos me dejan frío. Pero no tú. Solo tú no. Tú eres mi uno y mi todo. ¡Qué no quisiera yo ser para ti! Me gustaría seguirte hasta tu muerte, volverme hacia ti, aún a riesgo de quedar petrificado, quisiera repicar, conmover hasta las lágrimas a los bichos que quedan y hacer que las piedras florezcan y que cada ramaje exhale su perfume. L *Este texto fue publicado de manera póstuma en 1978 en el tomo 4 de las Werke (Obras) de Ingeborg Bachmann. Se trata de un esbozo manuscrito en que dos de sus palabras finales, anotadas aquí en cursivas, son de lectura incierta. Tomado de Ingeborg Bachmann, Toute personne qui tombe a des ailes (Poemes 1942–1967). Edición bilingüe de Françoise Rétif. París, Gallimard, 2015 Traducción de Evodio Escalante.
LABERINTO
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La ciudad y el escritor: un decálogo posible
El ser, la pertenencia, la nostalgia, el arraigo y la estirpe, de todo eso y más habla en este ensayo el autor habanero (mantillero, para ser más precisos), un testimonio existencial de la isla que, afirma el también creador del legendario Mario Conde, suena a música y autos viejos, huele a gas y a mar, y su color es el azul GETTY IMAGES
LEONARDO PADURA
1
El Malecón de La Habana es un parapeto de bloques de concreto y hormigón que corre por el borde norte de la ciudad, frente a la corriente cálida del Golfo de México, y extiende su sólida estructura desde los territorios de la protectora bahía donde se fundó la villa hasta el final del antes aristocrático barrio de El Vedado, al oeste, justo donde terminaba la ciudad cuando nació el siglo XX. A la vera del muro del Malecón hay una generosa acera, una y otra vez masticada por el salitre y las olas. Más allá, corre una cinta de asfalto de hasta seis carriles, por donde habaneros y forasteros se desviven por dar un paseo en un auto descapotable, a la velocidad máxima permitida, tragando a partes iguales el escape de otros carros y la brisa llegada del mar. Pero el Malecón no es solo la marca física o arquitectónica más distintiva de la capital de la isla de Cuba: también es, sobre todo, la línea que marca el principio o el fin de la ciudad (y para muchos del país), según se mire: para los que sueñan con irse a otro lugar del mundo ancho y ajeno, es el principio; para los que hemos nacido en estos sitios y, por la razón que fuere, decidido permanecer aquí, es el final de lo propio, la última frontera. Porque el muro del Malecón habanero constituye la evidencia más palpable de nuestra insularidad geográfica y existencial: en esa larga serpiente pétrea se siente, como desde ningún otro sitio, la evidencia de que vivimos rodeados de agua, encerrados por el agua, esa condición que el poeta Virgilio Piñera definió como “la maldita circunstancia del agua por todas partes”. 2. Mantilla es un barrio que comenzó a formarse a finales del siglo XIX en la periferia de La Habana, lejos del mar. Como mi padre, como mi abuelo, como mi bisabuelo Padura, yo nací en Mantilla y en este barrio cada vez más deteriorado y despersonalizado por la modernidad y la desidia, he vivido toda mi vida. Más aún: milito en esa rara especie de las personas que siempre han vivido en la casa en que nacieron, la casa que mis padres construyeron en 1954 y donde estoy, desde hace sesenta y dos años. Mi casa.
SHUTTERSTOCK
Creo que el hecho de haber nacido y vivido en un barrio de la periferia en el que tres generaciones antes de la mía se asentó un antecesor con mi apellido vasco (pero llegado solo Dios sabe de dónde), y en el que desde entonces palpitó el corazón de una estirpe empecinada (lo que reafirma el remoto origen vasco de la familia), contribuyó en buena medida a forjarme un carácter y, sobre todo, un sentido de pertenencia. Porque más que cubano, más que habanero, siempre me he sentido mantillero y desde esa cualidad que para otros puede resultar insignificante he mirado la vida y la ciudad, he sentido eso que solemos llamar la patria y hecho mi literatura. Desde esa empecinada pertenencia he decidido quedarme, en mi circunstancia, y escribir en ella y sobre ella. 3. Escribir nunca es fácil. Pretender ser escritor resulta casi una locura. O una condena. Ser un escritor habanero implica, además, un reto. La Habana es una ciudad que se construyó con piedras y con palabras. Pocas urbes del mundo pueden exhibir un origen tan literario como la capital cubana. Fue en las primeras décadas del
siglo XIX, cuando Cuba aún era una colonia del desvencijado Imperio español de ultramar, el momento mágico en que un grupo de escritores decidieron crear una imagen del país posible y se empeñaron en el diseño espiritual de la ciudad de La Habana: para ellos era necesario tener una imagen de la nación que ya comenzábamos a ser y, entre el mar y los edificios, colocaron a unos personajes, criollos y forasteros, blancos y negros, ricos y pobres, buenos y malos que empezaron a dar forma singular y modos de expresión a un ser nacional que entre sus peculiaridades y estigmas tuvo la condición de la insularidad. Desde aquellos tiempos de fundación la literatura, en especial la novela, se ha encargado de ir conformando y fijando la espiritualidad de la ciudad y, por extensión, del país. Personajes, conflictos, escenarios se fueron mezclando y solidificando en busca de una identidad propia que se ha ido haciendo intensa con el paso del tiempo. Durante siglo y medio los novelistas cubanos se empeñaron en esa construcción que sintieron imprescindible.
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sábado 19 de agosto de 2017
DE PORTADA
ESPECIAL
En los últimos treinta años, en cambio, los escritores trabajan en la deconstrucción de la ciudad: las ruinas físicas y las pérdidas morales de la urbe han tenido su reflejo en la literatura y se han hecho aún más indelebles gracias a ella, a la literatura. Y como peso específico decisivo, siempre ha aparecido la condición insular: el territorio limitado, el sentido del enclaustramiento. No es casual, por ello, que un escritor cubano, Reinaldo Arenas, haya soñado en una de sus novelas con destrabar a la isla de su plataforma y ponerla a flotar en busca de otras geografías y circunstancias. Tampoco que tantos personajes de novelas y cuentos busquen una vía de escape más allá del mar. Menos que muchos escritores hayan hecho sus maletas y buscado otra vida en otra parte, más allá del Malecón, más allá de la maldita circunstancia que siente un personaje de Alejo Carpentier: “Carlos pensaba, acongojado, en la vida rutinaria que ahora lo esperaba, […] condenado a vivir en aquella urbe ultramarina, ínsula dentro de la ínsula, con barreras de océano cerradas sobre toda aventura posible. […] El adolescente padecía como nunca, en aquel momento, la sensación de encierro que produce vivir en una isla; estar en una tierra sin caminos hacia otras tierras a donde se pudiera llegar rodando, cabalgando, caminando, pasando fronteras”. Con dolorosa frecuencia los periodistas me preguntan por qué me he quedado en la ciudad, en la ínsula. Y mi respuesta siempre es la misma: a pesar de los pesares, no soy otra cosa que un escritor cubano y necesito a Cuba para escribir. Así de sencillo. 4. El exilio ha sido, sin embargo, una de las constantes de la literatura cubana: tras la búsqueda de lo propio, quizá constituye su primera y más permanente constante. En el exilio vivió y escribió el primer poeta cubano que fue, por ser poeta, también el primero que le cantó a la patria y a su lejanía, a la nostalgia y al desarraigo. Más de la mitad de su vida vivió José María Heredia fuera de la tierra que eligió como su patria —tantos años gastó en México que México se lo disputa como suyo—. Muchos años vivieron en la distancia Cirilo Villaverde, José Martí, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Eliseo Alberto. En la distancia hoy viven Abilio Estévez, Karla Suárez, Emilio García Montiel y varias decenas de escritores cubanos. Pero, como el fundador Heredia, ninguno de ellos logró o ha logrado irse del todo. La isla, la ciudad, los persiguieron y persiguen en sus peregrinajes. Algunos de ellos, de tanto volver la vista, se convirtieron en estatuas de sal. Más que dramática, la pertenencia es trágica: dentro está la sensación del encierro; fuera, la plaga de la nostalgia. Para muchos no hay términos medios. 5. Un escritor es un almacén de memorias. Se escribe hurgando en la memoria propia y en las memorias ajenas, adquiridas por las más diversas estrategias de apropiación. A partir de ahí, el novelista crea un mundo. “Construir un mundo quiere decir construir las ramificaciones de complicidad que existen entre los personajes que utilizas, las citas, los mitos, las referencias, los lugares simbólicos, los lugares de la memoria”, según dijo Manuel Vázquez Montalbán, quien a propósito pensaba que, como escritor, un novelista no es de un país, sino de una ciudad. La ciudad es entonces el mercado libre del que se nutre el almacén de memorias del escritor, el sitio del cual no puede alejarse (y no hablo de cercanías o distancias solo físicas) a riesgo de perder la memoria y perderlo todo. 6. La Habana puede provocarme una mezcla de pertenencia y ajenitud. Me identifico y comulgo con lugares por alguna razón entrañables —empezando por el Malecón y por mi
Barrio de La Víbora, La Habana, Cuba
barrio, a los que puedo sumar el Paseo del Prado, la zona de El Vedado, las calles umbrías de la Habana Vieja (colonial), los parques del barrio de La Víbora, el gran estadio de beisbol, el Floridita de Hemingway—. Pero, al mismo tiempo, siento la artera evidencia de que esa ciudad en la que nací, a la que pertenezco y de la cual escribo, comienza a ser un sitio ajeno, que me repele y al que repelo, que se empeña en maltratar mis recuerdos y nostalgias. Antes dije que soy un escritor cubano y tal afirmación es una verdad y una mentira. Porque como otro escritor dijo y yo acato su afirmación, más que a un país, el novelista pertenece a una ciudad. Una ciudad que es física pero también, y sobre todo, un estado de espíritu y un reservorio de historia, propias por vividas o por haber sido adquiridas gracias a lecturas y confidencias. Un cofre abierto en el que se conservan pertenencias y del que desaparecen o se pudren propiedades. Una ciudad son también sus sonidos, olores y colores: mi Habana suena a música y autos viejos, huele a gas y a mar, y su color es el azul.
7. Mi sentido de pertenencia a Mantilla y a La Habana me han hecho el escritor que soy y me han inducido a escribir lo que escribo. Mi ciudad es una mezcla del sitio en que he vivido con el territorio que recorrieron mis abuelos y mis padres. La integran una memoria de aquella Habana donde vivieron hasta el fin o de donde partieron —también hasta el fin— tantos escritores que me antecedieron, que me acompañaron, que me han ido sucediendo en mi tiempo vital. La componen, además, la luz de los cabarets y el ritmo de la música, los colores y las visiones de tantos pintores. Las obras de tantos constructores, desde aquel Bautista Antonelli que levantó las primeras fortalezas coloniales hasta mi padre, que levantó mi casa. Es la ciudad de los grandes partidos de beisbol que he leído o he presenciado. Y, por supuesto, La Habana del Malecón desde donde siento la presencia envolvente del mar y la sensación de que algo propio termina luego de haberse desparramado por tres puntos cardinales. Mi pertenencia a esa ciudad más que dramática o trágica resulta esencial: soy porque pertenezco.
LITERATURA
sábado 19 de agosto de 2017
El sentido de la pertenencia me sorprendió cuando aun no sabía que lo padecía y lo padecería. Comenzó a fraguarse como una necesidad de búsqueda de los orígenes y en ello me he empeñado por décadas. Me atrapó con el estudio de la vida y la obra del Inca Garcilaso de la Vega, el escritor que no sabía adónde o a qué pertenecía porque inauguraba una pertenencia hasta entonces inexistente: lo hispanoamericano. Me llevó, de la mano de Alejo Carpentier, en la búsqueda de la pertenencia caribeña y cubana desde una perspectiva universal, un proceso en el que aprendí, gracias a Miguel de Unamuno, que siempre “hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local, y en lo circunscrito y limitado, lo eterno”. Me permitió con Guillermo Cabrera Infante entender el ser y el hablar habaneros, que son los míos. Me hizo escuchar la música que define a la isla de la música y practicar el beisbol en la isla de los peloteros. La pertenencia y la búsqueda de los orígenes me condenaron a ser el novelista habanero que soy, con mis cargas de amor, odio y extrañamiento. 8. Mis personajes, como yo, son habaneros. Algunos, aunque no lo confiesen, son en realidad mantilleros. Y casi siempre son gentes aferradas a su origen, a su circunstancia, a su tiempo, a su ciudad. Tipos que padecen la insularidad pero que, a la vez, se revuelcan en ella. Como yo, muchos de ellos han vivido mi experiencia generacional y han tenido ganancias y pérdidas comunes. Con ellos he recorrido la ciudad, la he sentido y la he descrito. A través de ellos he fijado mis nostalgias y frustraciones citadinas. Con sus ojos he visto la ciudad más histórica, la más rutilante, pero también los he llevado a caminar por los barrios más deteriorados de la capital, enfermos de un pasado difuso, con un mal presente, con un futuro incierto. Los he puesto a ver el ancho mundo desde una esquina de mi barrio. A mi personaje fetiche, Mario Conde, lo he condenado, sin posibles apelaciones, a vivir de sus nostalgias habaneras, metido en un barrio que se parece demasiado a Mantilla y desde la azotea de su casa de siempre lo he impulsado a describir lo que se ve y a lamentar lo que se perdió de ese lugar entrañable. Le he transmitido mi sentido de pertenencia y lo he hecho irremediablemente habanero, porque yo, su creador, no soy otra cosa que eso, un habanero que escribe. 9. La Habana se va llenando de turistas y se pone en función de ellos. A la ciudad le nacen restaurantes estatales y privados con menús de platos y precios internacionales. Viejos hoteles y edificios renacen de sus ruinas y sus mugres y alcanzan categoría de cinco estrellas plus que solo pueden pagar gentes que vengan de otros lugares, de otras economías. A los viejos autos norteamericanos que han dado carácter a la urbe, sus propietarios los someten a la cirugía radical de cortarles el techo y convertirlos en descapotables dedicados a pasear a los visitantes por el Malecón. Algunos palacetes de El Vedado se anuncian ahora como hostales. La Habana Vieja adquiere unos colores de Benetton que nunca tuvo y funciona como un parque temático de lo que fue la Cuba colonial y es la Cuba socialista de la postmodernidad. La ciudad muestra sus riquezas y, a la vez, se me hace ajena, lejana, como las ofertas de Louis Vuitton y Armani que hoy exhibe la vitrina de la ciudad. Pero otra Habana, más grande y popular, en ocasiones metida dentro de la ciudad muestrario, vive con sus eternas angustias y esperanzas pospuestas, en su cotidianidad difícil, sin duda más real, más cubana. Es la ciudad de la periferia, de Mantilla y otros barrios similares, donde se encalla o crece incluso una pobreza que la hace dolorosamente entrañable, pero a la vez, también, ajena y hostil. Es más la Cuba de los cubanos. 10. La Habana vive hoy su historia y su drama y yo trato de escribirlos. El Malecón y el mar, como siempre, marcan el principio y el fin de la ciudad en la que vivo y escribo, sueño y me desvelo, sufro e incluso hasta odio, porque puedo odiar lo que es mío y a veces deja de serlo, porque puedo odiar lo que más amo y luego escribir, en mi casa de Mantilla, sobre esos tremendos sentimientos. Y, a pesar de los pesares, seguir siendo y perteneciendo. L Mantilla, julio de 2017.
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LABERINTO
Palabras de los muertos
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El filósofo e historiador del arte francés suele abordar la problemática de las imágenes en el mundo contemporáneo. Gestos de aire y de piedra (recientemente publicado en español por Cantamares) condensa sus temáticas. Ofrecemos un fragmento de este libro con autorización de sus editores ENSAYO GEORGES DIDI–HUBERMAN
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uizá hablamos porque tenemos un rostro. En cada palabra, en cierto modo, es el rostro lo que se pronuncia. Pero también imaginamos. Quizá imaginamos porque nuestro rostro tiene un reverso que se nos escapa, y porque este reverso del rostro aparece en sí como la impronta, por dentro, de los rostros que nos hicieron nacer y que hemos perdido: los rostros de nuestros muertos. A Pierre Fédida lo había fascinado el lazo antropológico de la imago romana con el rostro de los muertos, con su impronta y su función genealógica. Desde hace varios años trataba de elaborar —fue una parte importante de sus últimos trabajos— las consecuencias metapsicológicas de una función tal de la imagen, lejos de toda reducción a la imago–personaje de la doctrina psicoanalítica clásica: “toda imagen constituye las localidades temporales de las transferencias. Con la condición de que el analista no llegue a ocupar el sitio de tales localidades y no se considere destinatario de su imago”. De ahí su interés por las sustancias espectrales, por los “sueños blancos”, que describió Bertram Lewin, o bien por las imágenes– soplo, como podría llamárselas, que le “parecen al soñador no tener otro soporte y consistencia de material que su aparecer fantasmal”. Entonces, la hipótesis metapsicológica puede cobrar toda su fuerza: ¿estas imágenes–soplo no serían acaso los “formantes” —moldeados no de yeso ni de cera, sino de aire, formas plásticas invisibles de un aliento— de la palabra de los muertos? Pero esta hipótesis trae consigo nuevos problemas: una vez planteada la relación entre imágenes–soplo y palabras de los muertos, queda por saber de qué están hechas estas imágenes y cuándo vienen estos muertos. En suma, para profundizar en la hipótesis metapsicológica, hay que interrogar más a fondo la materia de las imágenes y el tiempo de los ausentes, que nos “soplan”en ella sus palabras. ◆◆◆ Aire y piedra se encuentran en la imagen porque, en muchas imágenes fuertes, se encuentran una gracia superlativa y un duelo inmenso, un gesto y un suspenso del gesto, un deseo y un renunciamiento, un atisbo de consolación y una pérdida inconsolable. Hablé a menudo con Pierre acerca de mi fascinación
por la pintura de grisalla y, en escultura, de una obra en particular que me conmueve desmesuradamente: se trata de un gran mausoleo que hizo construir en Janto, hacia 400 o 380 antes de Cristo, un griego de Asia menor cuyo nombre no llegó hasta nosotros.1 Es un mundo de piedra con sus frontones, sus columnas, sus frisos de bajorrelieves, sus esculturas de bulto redondo, su tumba mineral para el muerto. Pero es en la misma medida un mundo del aire, puesto que ese hombre deseó rodearse para siempre de ninfas que corren o bailan en el viento, alrededor de su sepultura. Se trata quizás de las Aurai, personificaciones del viento. Cada vez que visito Londres, paso largos momentos frente a ese conjunto de piedras antiguas. Un día, una señora de edad que observaba mi juego, vino hacia mí para decirme que esas estatuas eran miraculous. Al principio creí que se trataba de una metáfora, pero la señora me explicó que, en otro tiempo, había sido psicoterapeuta y que había visto a un niño autista ponerse a hablar, dibujar, pintar, volverse artista por un momento, ante una de esas bellas diosas del aire. ◆◆◆ Una Aura que baila, esculpida en el mármol es gesto de aire y gesto de piedra. ¿Por qué baila en el viento, ella que está hecha de soplo? Para dar forma a lo que se mueve y a lo que se desvanece, ¿Por qué se le ha esculpido en el mármol? Para dar forma a lo que se petrifica y permanece. ¿Por qué esas cosas van juntas en la misma imagen? Para que se sueñe y se despierte a la vez, para que sea velada la memoria de un muerto. Constatar que el aire y la piedra se encuentran en la imagen —y particularmente en esta obra maestra del deseo y del duelo— significa entonces articular la cuestión de la materia de la imagen con la del tiempo de los muertos. Pierre Fédida consagró gran parte de sus últimos trabajos a esta problemática: lo que él llamaba admirablemente obra de sepultura, y que apuntaba hacia nada menos que una reformulación metapsicológica de la noción de ancestralidad. L *Título de la Redacción. 1 Anónimo griego de Asia Menor, Monumento de las Nereidas de Janto, hacia 400-380 antes de J. C. [mármol], British Museum, Londres. Cf. B. S. Ridgway: Fourth-Century Styles in Greek Sculpture, University of Wisconsin Press, Madison, 1997, pp. 78-95. Traducción de Melina Balcázar Moreno.
MILENIO
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× A
LA BIBLIOTECA DE LOS LIBROS RECHAZADOS DAVID FOENKINOS Alfaguara México, 2017 288 pp. La ocurrencia podría hacer feliz a más de un suspirante: crear un sitio que albergue los manuscritos que no corrieron con suerte en las editoriales para que en una especie de premio de consolación, tengan la oportunidad de llegar por lo menos a un lector. Esa es la premisa de esta novela en la que la joven editora Delphine, de vacaciones con su marido en Crozon, encuentra una obra maestra entre los cientos de volúmenes que resguarda una improbable biblioteca y cuya meta es, obvio, hallar al autor en carne y hueso, un tal Henri Pick ya fallecido pero genio indudable a ojos de la editora.
LOS HERMANOS KARAMÁZOV FIÓDOR DOSTOYEVSKI Alianza España, 2017 1227 pp. Redición de esta obra capital del escritor ruso centrada en el linaje encabezado por Fiódor Karamázov, el padre ruin, hipócrita, cínico, libertino y avaro, que procreó a Dmitri, el sensual y orgulloso pero también generoso y propenso a la bondad y el sacrificio; a Iván, el intelectual escéptico, ateo y misántropo; a Aliosha, el místico cristiano que opone a toda idea revolucionaria el amor a Dios y sus semejantes, y a Smerdiakov, hijo natural cuyo pecado es carecer de sentido de responsabilidad moral. Traducida por Augusto Vidal.
SOPHIE LA BELLE Y LAS CIUDADES EN MINIATURA GISELA HEFFES Literal Publishing México, 2016 198 pp. Si bien los editores conectan a la autora con Italo Calvino y Borges, en realidad su noveleta está más cerca de Aldous Huxley. La protagonista vive en una aparente sociedad perfecta que poco a poco va mostrando su verdadera faz, mientras trabaja en un proyecto que tiene que ver con las ciudades en miniatura del título. El origen de la novela, ha contado Heffes, fue una estancia en París donde comprobó “la desigualdad entre las ciudades de Europa occidental y las ciudades de los países periféricos”. La edición es bilingüe.
EL FOTÓGRAFO JUAN RULFO VARIOS AUTORES Editorial RM/ Fundación Juan Rulfo México, 2017 321 pp. La cita de Juan Rulfo que los editores ponen en la contraportada, especialmente su parte final que dice “cuando yo tomaba fotografías no pensaba en la literatura, son dos géneros muy diferentes”, debería ser suficiente para dejar en claro que la fotografía no fue un pasatiempo ni una vocación secundaria para el autor de Pedro Páramo. Para acercarse al libro, se puede comenzar con el texto final de Paulina Millán, “Cronología: Juan Rulfo fotógrafo”, y después seguir con los otros ensayos que definen sus etapas e intereses.
HUUN. ARTE/ PENSAMIENTO DESDE MÉXICO Volumen 1 Editorial RM México, 2016 277 pp. La nómina de colaboradores es más que amplia para esta revista cuya portada corrió a cargo de Gabriel Orozco. En las más de dos centenas de páginas podemos leer los textos de Daniel Aguilar Ruvalcaba, Edgardo Aragón, Sandra Barba, Ana Bidart, Iñaki Bonillas, Frida Escobedo, Rodrigo Flores, Aline Hernández, María Minera, Andrés Nuño, Mauricio Rocha, Abraham Cruzvillegas, Miguel Fernández de Castro, Juan Caloca, Mónica de la Torre o María Santibáñez, entre otros autores, y los temas oscilan del ensayo al relato al poema y hasta al cómic.
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
TEMPORADA DE CAZA PARA EL LEÓN NEGRO
Tryno Maldonado Alfaguara México, 2017
El artista como bufón ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
D
esde la distancia que impone la muerte, y el despecho, un joven galerista repasa sus días al lado de su protegido y amante, Golo, un pintor cuyo inexplicable talento ha puesto de cabeza al mundillo de la plástica mexicana. Con este sencillo argumento, Tryno Maldonado ha querido hacer el retrato del idiota que obtiene sin esfuerzo el reconocimiento artístico. Todo en Temporada de caza para el león negro tiene que ver así con Golo. Todo, sin embargo, se limita a un breve periodo de tiempo marcado por el ascenso y la infertilidad creativa de Golo, y como Tryno Maldonado tiene también interés en describir los más mediáticos síntomas de la irreverencia no repara en gastos para mostrarlo untando las paredes de su apartamento con su propia mierda, imitando los ladridos de un perro cada vez que enfrenta un reclamo, durmiendo tres días seguidos después de una jornada intensiva de videojuegos y cocaína, comiendo algodones de azúcar y hot dogs hasta el hartazgo luego de pasar un día entero en la montaña rusa. Suena estupendo para quien desconoce al Luzhin de Nabokov o a las vulnerables inteligencias de Bellow. Suena incluso mejor para quien solo se ha educado en las aulas del rock metálico. Una cosa llama mi atención de este presunto ángel de la subversión. No hay un solo avistamiento de sus cuadros, apenas un comentario marginal: “A pesar de ser abstracta, en la obra de Golo existen elementos figurativos. Hacía alusión, por ejemplo, a un león negro con corona”. Hay espacio para censurar la rapiña de las galerías, el esnobismo de los jóvenes coleccionistas y la estulticia de los niños mimados por el mercado del arte pero no para mostrar otra faceta del protagonista que no sea la del depredador sexual y la del analfabeto convertido en rey Midas. Frente a la necesidad de presentar a Golo como un catálogo de excentricidades, Maldonado se atreve incluso a exponerlo a un combate de vencidas ante un gigante escandinavo a quien derrota en un antro en Barcelona. Solo ha olvidado sugerir que Golo resucitó al tercer día de muerto. Es obvio que toda impostura se vale cuando se trata de ganarse una reputación de francotirador. La noveleta fue publicada en 2009, una vez que llegó como fi nalista al Premio Herralde de Novela. Ya que aparece ahora bajo otro sello, se impone la relectura. Qué sacamos de ella: que lo que hace ocho años pasaba por irreverencia continúa siendo una invitación a olvidarse del género novelesco como fruto de la reflexión para incluirlo en cambio en el de la travesura que se despacha con un manazo. L
CINE
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LABERINTO
ESPECIAL
entender lo que decían. Al final de las conversaciones yo preguntaba de qué estaban hablando. No obstante, la película es muy intuitiva y la historia te permite saber cómo van las conversaciones en función de las miradas. Fue hasta la traducción cuando descubrimos el significado de los diálogos. ¿Qué reto supone filmar una película donde no se entienden los diálogos?
Más que un reto fue un gran aprendizaje. El hecho de no comprender la palabra o la narrativa exacta, te obliga a pensar en encuadres, eso nos dio mucha libertad en términos de movilidad. Cuando entiendes el idioma las palabras te atrapan y quieres sincronizarlas con la imagen y el rostro. ¿La atmósfera costumbrista fue algo premeditado?
Hatuey Viveros
“Cuando entiendes el idioma las palabras te atrapan” Café medita sobre la lengua náhuatl pero también es una reflexión sobre la muerte del padre, el duelo y la amistad HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
ENTREVISTA
T
ras la muerte de Antonio, una familia del pueblo de San Miguel Tzinacapan, en la Sierra náhuatl de Puebla, deberá recomponerse para salir adelante. Cada uno de los integrantes del clan deberá redefinir su lugar a partir de sus aspiraciones e intereses. Motivado por una reflexión sobre el duelo, el cineasta Hatuey Viveros filmó Café, un documental de tono costumbrista que aborda el tema de la muerte. ¿Cómo llega a la historia de Café?
Es una historia heredada. Mi padre era muy
amigo de Antonio, su duelo potenció mi temor hacia la muerte de mi padre. Acompañé a su familia durante un año para ver cómo afrontaban el duelo y a partir de ahí surgió la película. Si bien la película es sobre el duelo, usted plantea una postura casi política al respetar el náhuatl como lenguaje central del filme.
El náhuatl es la lengua madre de la familia y es la que hablan en su casa a pesar de que son bilingües. Nuestra aproximación fue sin
HOMBRE DE CELULOIDE
No diría que premeditado porque eso suena a un ejercicio intelectual y yo soy más intuitivo. Mi padre es abogado laboralista y en casa siempre hubo imágenes relacionadas a las huellas del trabajo, como las tomas de Mariana Yampolsky. La película es una mezcla del discurso dramático con el visual. Citó a Mariana Yampolsky, una fotógrafa muy precisa a la hora de componer las tomas.
Soy un gran admirador del fotoperiodismo. México tiene una tradición importante en este rubro y creo que es otra de las influencias. Nuestro país es muy rico en términos visuales y el fotoperiodismo es muy importante a la hora de construir nuestra identidad a partir de la imagen. ¿Cómo conciliar una cámara que pasa casi desapercibida con la inducción de situaciones?
No hubo una inducción de manera genérica, lo que había eran preguntas a partir de los acuerdos que ellos mismos establecían. Su cultura del diálogo es muy amplia y en ese sentido a nosotros nos notificaban sobre lo que iban a hablar. De hecho, la película se llama Café, porque en torno a las conversaciones siempre estaba la bebida.
Hablar sobre la muerte, el padre y el duelo, lleva implícita una reflexión sobre la identidad.
Sí, ese es todo un tema. Entre los cuestionamientos propiciados por la película, uno de los más fuertes tenía relación con descubrir la línea que nos divide a los unos de los otros. Una constante de nosotros como país es la posibilidad de discernir entre lo indígena y lo no indígena. L FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Más historias mínimas
C
risti Puiu, cuya película La muerte del señor Lazarescu es considerada por los críticos una de las cien grandes obras fílmicas del siglo XXI, nos espeta ahora con casi tres horas de realismo en tono posmoderno. En Sieranevada, Lary es un médico que pelea con su mujer porque ha comprado para su hija el disfraz equivocado. La niña quería uno de Disney y él ha conseguido uno de los hermanos Grimm. Se supone que el diálogo tiene que ser chistoso, pero uno piensa: los rumanos tienen otra clase de sentido del humor. Más tarde, Lary nos introduce en una fiesta familiar y no hay manera de justificar esta aventura en la que se habla tanto y sucede tan poco. Aún así hay dos cosas que vale la pena notar para entender por qué los críticos elogian tanto el trabajo de Cristi Puiu. Primero: en las
secuencias en que Lary interactúa con su madre se nos revela su infancia sin la necesidad de flashbacks. Segundo: yendo y viniendo por este departamento, asistimos a un interesante mosaico de las ideas políticas en el este europeo. Aquí están la vieja comunista, el sacerdote ortodoxo, la monárquica empedernida y dos tipos atontados que, celular en mano, tratan de demostrar a los invitados que el ataque del 11 de septiembre en Nueva York fue en realidad autoría de George Bush. En efecto, Cristi Puiu tiene talento para escribir y para mover la cámara pero el problema está en sus intenciones. Lo que quiere es transmitir un fragmento de vida cotidiana y lo consigue. Que uno no se sienta particularmente atraído por las reuniones familiares parecería ser problema personal. Y es que por
Sieranevada. dirección: Cristi Puiu. guión: Cristi Puiu. fotografía: Barbu Balasoiu. con Mimi Branescu, Judith State, Bogdan Dumitrache. Francia, Rumania, 2016.
más que sea aburridísimo este cine, Cristi Puiu y otros compatriotas suyos (como Cristian Mungiu, autor de 4 meses, 3 semanas, 2 días) estriba en que utilizan la tradición del cine ruso para darle un nuevo sentido. De ello no se sigue ni que todo mundo tenga que imitarlos ni que todas sus obras sean igualmente interesantes. Gran parte del éxito de crítica del Nuevo
Cine Rumano está en la resignificación de una tradición propia, de modo que dos recomendaciones: si usted no es un cinéfilo calado absténgase de Sieranevada. Segundo: si usted es un cineasta mexicano, no sea pretencioso y no trate de imitar una tradición soviético–posmoderna en la que, a decir verdad, no pasa nada digno de narrar. L
MILENIO
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ESCENARIOS
JESÚS MORALES
Actuar o sobreactuar MERDE!
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
V La obra dirigida por Angélica Rogel se presenta viernes, sábado y domingo en La Capilla. Madrid 13, Coyoacán
Ruego, sometimiento, dominación La piel de Venus recrea las relaciones tormentosas entre un director de teatro y una actriz TEATRO
D
el ruego al sometimiento, los personajes de La Venus de las pieles han fascinado a compositores e ilustradores, entre éstos a Dalí, y al menos a cinco directores de cine, desde Joseph Marzano en 1967, hasta Roman Polanski en 2013. Los directores de teatro, desde 2010, han sucumbido ante la obra La piel de Venus, en Estados Unidos, España y México, donde esta nueva temporada cuenta con la dirección de una mujer. Inspirada en la novela más conocida del austrohúngaro Leopold von Sacher–Masoch, (1836–1895), la obra del norteamericano David Ives, destacado por la New York Magazine como uno de los cien neoyorkinos más inteligentes, recrea partes del original, pero en este caso, el rol de Severin von Kusienski lo representa dentro de la ficción el personaje de un director de teatro llamado Thomas, desesperado por no encontrar a la actriz que necesita para el papel de Wanda von Dunajew. El personaje de la actriz anhela ser elegida para encarnar el personaje de Wanda y el director primerizo ansía, desesperado, encontrar a la actriz idónea para el papel de una actriz que represente eficazmente un juego sadomasoquista. Sin embargo, el texto del ex redactor de la revista Foreign Affairs y ex colaborador de Spy Magazine plantea, a partir de los inmensos deseos de esta mujer y este hombre, un intrincado juego de poder que muestra la inmensa capacidad de cada uno para transformarse según sus propósitos, inscritos ambos en la habitual inequidad de género, subrayada en un inicio por la arrogancia del personaje masculino. Gabriela Zaz y Gerardo Trejoluna protagonizan este duelo de diálogos en el que cada uno adquiere una calidad de filo distinta, a medida en que se desarrolla una trama en la que el reto inicial se complica progresivamente. Sobre el escenario de un teatro donde destaca un diván rojo, y al fondo un fragmento de La
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
Venus del espejo, de Tiziano, que al parecer es fuente de inspiración para el personaje masculino, tiene lugar la intempestiva entrada del personaje femenino que bajo su corto impermeable usa corsé y minifalda, medias con liguero y botines negros. La dirección de Angélica Rogel y el trabajo de Gabriela Zaz destacan la agilidad y brillantez del personaje de la actriz, para provocar al personaje del director, sorprenderlo, exhibirlo y someterlo, ubicándolo así en la postura opuesta a la arrogancia que ostenta en un principio. Por su parte, Trejoluna construye al personaje de un director que poco a poco pierde su fuerza ante el torbellino en el que se convierte el personaje femenino, que no cesa de dar pasos hacia delante en su imperante necesidad de desarmar por completo a su oponente. La forma en que el personaje de la actriz seduce, envuelve y asombra al personaje del director es gozosa para el espectador, como lo es el modo en que al personaje del director se le va agrietando, paulatinamente, su careta de autosuficiencia y desdén. Frente a los logros mencionados, incluida la clara exhibición del soterrado machismo ancestral y el giro que el autor le da a ese lastre, se extraña la proyección del deseo erótico que en el texto arrebata a ambos personajes por encima de la intensidad de su batalla individual, así como una mayor complejidad en la construcción de cada uno, aunque formalmente estén bien resueltos. También cabría cuidar del acento colombiano de la escultural actriz que se escapa en los momentos en que su personaje se altera. Sin embargo, el ágil juego de brusco e intermitente rompimiento que el personaje de la actriz realiza en relación al análisis de la obra en la que espera actuar, el modo en que lanza sus ataques espontáneos y la forma en que éstos descolocan al personaje del director, son parte de las virtudes del montaje. L
ariaciones enigmáticas va para medio año en cartelera, con las actuaciones de Jorge Salinas y César Évora. Son de las obras a las que suele ir el crítico teatral pero no siempre escribe porque forma parte de su mirar y callar cuando algo le parece un desastre tal, que ni siquiera vale la pena ocuparse. Sin embargo, uno tiene que preguntarse por qué este tipo de piezas funcionan para un público mayoritario, solemos decir, estragado por la televisión. Un periodista entrevista a un Nobel de literatura. El encuentro deriva a lo privado porque el reportero sabe que una de las novelas del escritor está basada en hechos reales. El final sería digno de un duelo de actores, pero nada de eso: se rompe la posibilidad porque están mal dirigidos. Hay un acartonamiento en la forma de decir, sentir, comunicar. El clásico mal entendido del teatro del grito, o la voz meliflua. No se salvan. ¡Y el espectador sale satisfecho! Ver teatro no es entenderlo, y menos, conocer el arte de actuar las palabras y los hechos. Quizá el éxito responda a que el autor, Eric–Emmanuel Schmidt (Francia, 1960), es un best seller en Francia y Alemania que se ocupa de las figuras de Jesucristo, Hitler, Freud o el Islam. Sus novelas llegan a vender hasta medio millón de ejemplares y sus obras escénicas tienen llenos completos (en Europa igual existe el teatro comercial, por si dudan). También quizá por eso el director de la obra, Manuel González Gil, el mismo de Made in México, escoge dramaturgos comprobadamente reconocidos en la taquilla. Nada tenemos contra el dinero pero sí contra aquello de que lo hecho en México está mal hecho. Hay en la obra problemas enormes con lo que se entiende por actuar. No son ellos, es la dirección y sin duda el engolosinamiento de Évora por el timbre de su voz, o la desmedida energía que derrama a mares, injustificadamente, Salinas. No dudo que puedan ser buenos actores. Dudo que pasaran por la rigurosa dirección para su papel. Los dejaron hacer y deshacer. No cuidaron el prestigio de sus nombres en la televisión. Un actor desbocado es un desastre en la escena. (Salinas es un actor presentable en el filme Solo con tu pareja y Évora hizo excelente trabajo en la obra de Sabina Berman, Testosterona). Bueno, por eso me negaba a escribir de esta obra. Creo en un teatro masivo bien realizado, no acartonado, con nivel de atención al público, para que aprenda el oficio de la escena. No creo en la fórmula de famosos que, por su presencia, obvio llenan un teatro pero no logran trascender en su trabajo. No les hacen un favor. Los destruyen. Eric– Emmanuel Schmidt debería exigir calidad en sus contratos antes de ceder derechos de autor. Ganaríamos todos en vez de la tremenda decepción de las sobreactuaciones. No me explico el éxito en la cartelera. ¿La responsabilidad la tiene el público? En parte, sí. L ESPECIAL
Jorge Salinas y César Évora en escena
VARIA
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LABERINTO
AFP
Melanina TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
H
ace un par de meses escribí un artículo en el que aseguraba que la inteligencia es algo que se nota en el rostro, en la mirada, en la expresión; algo inmaterial que se torna material y visible. Por supuesto, cabía llegar a la conclusión políticamente incorrecta: si la inteligencia se nota, entonces también debe notarse la falta de ella. Sin que mis observaciones lleguen a ser científicas, estuve mirando muchas fotografías de los supremacistas blancos que hociconean en Charlottesville. En ninguno reconocí siquiera una chispa de inteligencia. Y así es difícil entender qué pretenden esos güeyes; pero es fácil reconocer que, si existen entes superiores, ellos mismos no son parte de esa legión. La simple idea de salir a la calle para clamar esa hegemonía con consignas es francamente estúpida. Equivale a tanto como que los mexicanos salgan a la calle para reivindicar una falsa superioridad futbolera y exigir que la Fifa nos reconozca como campeones mundiales. Si hiciésemos un muestreo estadístico apenas entre quienes han ocupado el puesto más importante del mundo en los últimos quince años, luego de ver que Estados Unidos tuvo al pelmazo de Bush en la presidencia, y ahora al bebé sobrecrecido de Trump, llegaríamos a la conclusión de que Obama pertenece a una raza superior. Y en verdad es superior, pues Obama es miembro de la raza de los lectores. Durante su presidencia, en distintas entrevistas y por distintos motivos, llegó a recomendar ochentaiséis libros; cuando gente de estirpe inferior no llega a mencionar tres.
Nacionalistas blancos en Charlottesville
Curioso es que esos cretinos de Charlottesville volvieran a las andadas con consignas antisemitas, como si no supieran que ningún pueblo ha subido tanto la barra de las ciencias como el de los judíos. Curioso que clamen contra la inmigración cuando se sabe que, como grupo, son los asiáticos quienes tienen mejor desempeño académico en los Estados Unidos. Pero al mismo tiempo, hacer un elogio a los hijos de Abraham o a los del sol naciente no es elogiar su genética, sino su cultura, su disciplina, su hambre de conocimiento, su voluntad de superar obstáculos. El ser humano tiene tantos ángulos físicos, mentales y culturales que será siempre imposible para un grupo racial acreditar superioridad sobre otro. Que los finlandeses saquen mejores calificaciones
que los mexicanos en la prueba PISA, no los hace superiores mentalmente, solo demuestra que no pierden el tiempo en las escuelas. Pero echémosles a la SEP, el SNTE y la CNTE y ya veremos cómo se van embruteciendo poco a poco. La cosa es que al asegurar su superioridad, el argumento de los supremacistas blancos no puede ser más imbécil y puede reducirse a: “Somos superiores porque tenemos menos melanina en la piel”. Pues bien, si yo fuera alcalde de Charlottesville, la próxima vez que viera a esos supremacistas en la calle les soltaría una manada de gorilas. A la vuelta de una hora veríamos que esos mostrencos ni siquiera fueron superiores a nuestros primos de los que nos separamos hace algunos millones de años en la escalera evolutiva. L
LA GUARIDA DEL VIENTO
ALONSO CUETO AP
Dictadores del norte U n periodista me pregunta si La fiesta del Chivo (2000) fue la última novela en torno a un dictador. Me cita otros libros como Yo el Supremo, El señor Presidente y El otoño del patriarca. En todas ellas, como en la obra de Vargas Llosa, el dictador aparece representado como un protagonista. No ocurre lo mismo con libros valiosos y posteriores como Patria o muerte de Alberto Barrera Tyszka o La vida doble de Arturo Fontaine, donde se reproduce más bien la vida de personajes asociados a las dictaduras. ¿Pinochet y Chávez han pasado a la inmortalidad como personajes literarios en alguna gran novela? Fidel Castro le debe su fama en las letras a un libro testimonial magnífico, Persona non grata. En cuanto a Maduro, es difícil pensar que ocupe una gran novela próxima. Ello se debe a que los dictadores han dejado de fascinar a los escritores. Los pocos dictadores
de hoy no ejercen el magnetismo o el poder de los de antes. El retroceso del machismo, una nueva conciencia cívica y la globalización, han impedido la aparición de protagonistas que se proclamen caudillos, como lo hicieron Trujillo o Francia. Pasaron los tiempos en lo que el ensayista venezolano Laureano Valenilla Lanz escribiera en El cesarismo democrático (1919) que la dictadura era la forma de gobierno que se adecuaba naturalmente a la sociedad latinoamericana. Sanz fue ministro y apologista del dictador Juan Vicente Gómez, que caminaba descalzo por Palacio de Gobierno y firmaba con un garabato las leyes que promulgaba. ¿Pero las figuras de los dictadores realmente han muerto? Conversando con el periodista, le dije que algún escritor norteamericano debía escribir la novela sobre Trump,
que es lo más parecido a un dictador que ha producido nuestro continente en los últimos años. Estados Unidos no es una dictadura pero Trump es un dictador. Su narcisismo, su odio a la prensa, sus limitaciones, son los ingredientes de cualquier dictador de una república latinoamericana tradicional. Un episodio de esa novela podría ser la primera reunión del gabinete el pasado junio, en la que todos
agradecieron a Dios el privilegio de trabajar con el presidente. Otro es la defensa implícita a los grupos supremacistas que acaba de proclamar. Gracias a algunas instituciones americanas como el poder judicial y el periodismo, Estados Unidos no es una dictadura, pero los novelistas americanos ya pueden pensar en sus primeras novelas sobre el dictador. También les llegó la hora. L