Laberinto
SUEÑOS DE UNIDAD gerardo herrera corral p. 08
SOBRE ELIZABETH BISHOP
danubio torres fierro p. 04
MILENIO
NÚM. 741
sábado 26 de agosto de 2017 LA SAGRADA FAMILIA, BARCELONA. FOTO: SHUTTERSTOCK
MATAR EN NOMBRE DE DIOS jordi soler, carlos rubio rosell p. 06
ANTESALA
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LABERINTO
EKO
Autohomenaje AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
L
a profesión de los artistas VIP es hacer repetidamente lo mismo, y en cada ocasión cambiar su discurso. Utilizan las mismas ideas y elementos, y según la coyuntura social o el museo, sus apologistas inventan un nuevo argumento. La verborrea una vez iniciada es imposible detenerla y los apologistas establecen una competencia discursiva, cada nuevo texto para catálogos o museos es más grandilocuente. Abraham Cruzvillegas nos ofrece, con generosidad, un libro de casi 600 páginas con textos, entrevistas, fotografías de sus obras y una bibliografía con la enorme cantidad de material editorial publicado alrededor de sus obras realizadas con basura. “En Autoconstrucción nos enfrentamos a una acumulación contradictoria de superficies, texturas y sustancias, que definen un contradictorio conjunto de estructuras, densidades y espacios”. La cita de Adéle Greeley se refiere a instalaciones de deshechos, cables, trozos de concreto. Claudio Lomnitz dice que estas cosas representan la verdadera imagen de México y que “son un mundo fragmentado de fragmentos con nombres de marca decolorándose en el óxido o brillando al sol”. La sintaxis no es requisito en la coherencia argumental. Los comentadores llaman a las reuniones de desechos “esculturas” con críticas al gobierno y a la sociedad, otorgándoles un rango de complejidad intelectual que desacredita su simpleza: “el artista y el espectador
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
Portada del libro de Abraham Cruzvillegas
pueden relacionarse con la escultura tanto a través de su presencia figurativa, como de su determinación metafórica” o uno aún más intelectual “interconexiones sistémicas entre la experiencia objetal (sic) en los países en desarrollo”. Las fotografías de las obras dejan en ridículo a los textos: el piso de una habitación cubierto de botellas de cerveza, cables enredados, una cubeta llena de corcholatas, colgada de un cable atado al destapador; o las chistosas, una patineta hecha con un tronco de cimbra. Los textos son un triunfo del pensamiento mágico, de la negación de
la realidad y la sobrevaloración personal implantada por el optimismo de la autoayuda: lo que el artista haga es arte y así hay que describirlo. El libro debería ser un manual obligatorio en las escuelas que forman curadores y artistas VIP, en sus páginas está el secreto del éxito, la fórmula para ser considerado artista, intelectual, contestatario, ultramoderno, crítico, polisémico, que desdeña el virtuosismo. En el próximo ciclo escolar inauguren a nivel nacional la cátedra de “Autohomenaje y consagración readymade”. L
Él ya solo era un recuerdo. Y ella tenía mala memoria. ESPECIAL
Historia de dos ciudades ARTES VISUALES
E
l proyecto Cartografías para la memoria, que se exhibe hasta el 15 de septiembre en La Celda Contemporánea de la Universidad del Claustro de Sor Juana, entrelaza dos procesos artísticos, dos generaciones y dos formas de entendernos en el tiempo y en la ciudad. Eblem Santana (CDMX, 1984) nos hace pisar, literalmente, el pasado reciente. Sus 36 dibujos recuperan puntos geográficos marcados por tensiones políticas; mientras que Cecilia Vázquez (CDMX, 1967) nos guía hacia las entrañas de la urbe. En este viaje bajamos, como si fuésemos arqueólogos, a otros tiempos para descubrir el proceso de esta pintora y paralelamente vamos leyendo las distintas capas sobre las que hoy se yergue esta metrópoli. Lo que transitamos es un ensamblaje. Cada pieza posee un discurso propio que se une en una misma narración en la que la artista hace guiños a la historia del arte y juega con
MIRIAM MABEL MARTÍNEZ
los formatos, que no se conforman con lo bidimensional. Vázquez se apropia del espacio con su carga simbólica; expone piezas que descansan en el suelo mimetizándose con los testigos arqueológicos de otros siglos engrosando, así, el palimpsesto que sostiene a la Ciudad de México. Su trabajo, de una minuciosidad obsesiva, recupera deliberadamente —con una técnica impecable y una curiosidad histórica— elementos del barroco y que contrastan con insinuaciones, por ejemplo, a la minimalista Eva Hesse. Estos diálogos suceden apoyados en una puntualidad formal y en el humor. Nada es casual: busca a propósito líneas paralelas, evoca armonías (que de paso se conectan con la arquitectura del inmueble), traza rosas, pinta perlas, delinea hígados, juega con formas esféricas para crear reflejos que rebotan en distintas épocas… Trae el vanitas al siglo XXI.
Entrada a la muestra Cartografías para la memoria
Si bien hay obras que coquetean con lo escultórico, la gravedad de la pintura domina, no con ánimos de imposición sino más bien con la necesidad de experimentar y de plantear más preguntas al proponer otras disposiciones de exhibición y otros enfoques que nos obligan a mirar no solo de frente, sino hacia abajo y hacia arriba. Al contemplar “piezas” enterradas que parecieran mimetizarse en el espacio de exposición, el espectador “hace tierra”, se cuestiona sobre los ciclos y la transitoriedad de la vida. Cartografías para la memoria nos ayuda a unir todos los pasados posibles en todos los posibles presentes en una conversación formal y temática entre dos artistas que nos narran la historia de sus ciudades. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× OTO N I E L
ANTESALA
sábado 26 de agosto de 2017
ESPECIAL
G U E VA R A ×
Las olas La naturaleza y el ser íntimo son los andamios de este poema que pertenece a Los oficios del viento que bajo el sello de El Errante Editor ya circula en librerías Theodor Adorno
¿
Sabías que este caracol es el demolido corazón de un amante que se extravió en el mar? ¿Sabías que esta arena es el cúmulo de lágrimas de una mujer a quien la guerra no devolvió los hijos? ¿Sabías que la noche es la canción de amor con que los pescadores se entienden con los peces? ¿Sabías que las olas son las manos de un dios que busca interminablemente acariciar los arrecifes de tu pelo?
×EKO×EX LIBRIS×ECLIPSE×
La prisión de Adorno BICHOS Y PARIENTES
H
JULIO HUBARD
ay afirmaciones que se vuelven como serpientes a morder a quien las dice. Theodor Adorno dijo que “después de lo que pasó en el campo de Auschwitz es cosa barbárica escribir un poema”. Esa afirmación, para Robert Weninger, fue “quizás el punto de inflexión más importante del discurso estético de la posguerra”. Según Günther Bonheim, “en la historia de la literatura alemana quizá ninguna otra declaración acerca de la literatura ha tenido una reputación semejante”. Adorno tuvo que corregir y luego quiso reificar su aserto. (“Reificar” es un voquible filosofante que el diccionario RAE hace sinónimo de “cosificar”, pero que en contexto adornado señala aquello que se construye como asunto, idea, pieza ideológica). Pocos autores son más confusos y difusos que Adorno; su obra sigue siendo un pantano donde la filosofía ha perdido a varios exploradores. No sé alemán, ni me resultan simpáticos los de la Escuela de Frankfurt (Horkheimer, Marcuse, Benjamin, entre otros), pero no son solo confusos: son muy importantes. También sucede que las aguas turbias se confunden con las profundas. La oscuridad las hermana. Adorno era proclive a dos cosas: arrojar armas de múltiples destrucciones y encaramarse, teoría en mano, sobre el pensamiento y la moral. Pero le enojaba de veras que se hiciera poesía a partir de Auschwitz. En la Dialéctica negativa, parece corregir su propio veneno: “El sufrimiento perenne tiene tanto derecho a la expresión como el martirizado a aullar; por eso quizá haya sido falso que después de Auschwitz ya no se podía escribir ningún poema”. Pero tres páginas después, embiste de nuevo: “toda la cultura posterior a Auschwitz, junto con su apremiante crítica, es basura... Después de Auschwitz, ninguna palabra pronunciada desde las alturas, ni siquiera desde la teológica, tiene ningún derecho sin transformarse”. Muchos suponen que las rabias de Adorno se dirigían contra el poema Todesfugue (“Fuga de la muerte”) de Paul Celan. En las redes se puede escuchar, leído por el propio Paul Celan y vale la pena, aunque no sepa alemán: una verdadera fuga musical. Nunca entendió Adorno que el lenguaje del filósofo es un recurso del que está obligado a dar cuenta y razón; al contrario, el poeta es, él mismo, un recurso que pertenece a la lengua. ¿De qué otra manera explicarse que no solo el gran Celan, sino un prosista duro y justo, como Primo Levi, o un profesor como Elie Wiesel, que estuvieron en campos de concentración, hayan escrito poemas? Curioso enojo de uno que fue prisionero solo de su lenguaje. L
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LABERINTO
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Aquella mujer vestida de negro De abril de 1942 a septiembre de 1943, Elizabeth Bishop estuvo en México, alojada en una casa que presuntamente era propiedad de David Alfaro Siqueiros. En 1951 se mudó a Brasil y muchos años más tarde volvió a México. Era 1975 y esta vez, albergada en un hotel que ya no existe, se encontró con uno de sus lectores
FOTO: HOUGHTON MIFFLIN
MEMORIA DANUBIO TORRES FIERRO
A
mable y reservada, obediente al discreto estilo bostoniano y a la reticencia que es central en su obra, la mujer vestida de negro hablaba con voz suave, casi imperceptible, y se acompañaba de gestos mínimos, de una sonrisa apenas esbozada y una mirada casi huidiza. Así recuerdo a Elizabeth Bishop. El encuentro con ella sucedió a mediados de 1975, en una habitación del hotel (¿cómo se llamaba?) ahora desaparecido que ocupaba un ángulo del cruce de Insurgentes y Reforma, a unas pocas cuadras del número 7 de la calle París. Si traigo a cuento esta última dirección es porque allí Elizabeth residió por casi un año, de abril de 1942 a setiembre de 1943, en una casa que, al parecer, era propiedad de David Alfaro Siqueiros. No, no se siente capaz de investigar sobre el lugar, de salir a reconocer el rumbo: “Esta ciudad me da miedo. Dígame, ¿cuántos habitantes tiene?” Más o menos 11 millones. “Inimaginable. Yo vivo en Boston, en el muelle que se conoce como Lewis Wharf, en un edificio que fue construido en 1883. Es una estructura robusta y severa que alguna vez sirvió de bodega. Veo, a lo largo del día, pasar los buques y los cargueros que transportan petróleo”. Entonces, de pronto, como halada por la imaginación, la amplia ventana del cuarto y la ruidosa avenida Insurgentes parecen —tal es el poder evocador con el que se reviste la afirmación anterior— transmutarse en otra amplia ventana y hasta en el mar, allá en las costas del Atlántico Norte. “¿Sabe? En aquellos años México era un país encrespado. Conocí a Pablo Neruda y a su esposa, que me llevaron a Yucatán y a Chichén Itzá, tomé clases de español con un exiliado (leíamos, claro, a los clásicos y a García Lorca) y me sentí impresionada por la personalidad de Victor Serge, que era un perseguido antiestalinista”. 1942–43 a 1975: más de tres décadas en las que el corazón de la Ciudad de México cambió con mayor rapidez que el corazón de sus habitantes y más de tres décadas en las que Elizabeth llevó una vida rica y pergeñó una obra —lenta, escasa, compacta— que acabaría por conquistar a los lectores norteamericanos al devolverlos, subliminalmente, a sus raíces trascendentalistas emersonianas más enterradas. Su consagración oficial llegó en 1954, cuando la distinguió el National Institute of Art and Letters. Sin embargo, en 1975, en el diálogo que mantuvimos en su habitación, ella se empeña en señalar que “estoy segura de que lo que escribo está pasado de moda. Eso es, si se piensa, algo normal. No podemos mantenernos en la vanguardia o estar permanentemente al día”. No se trataba, no, de una confesión surgida de una vanidad malentendida. Más bien ese reconocimiento atestiguaba a favor de una persona que perseveró en escribir sin concesiones, centrada en lo que realmente le importaba y ajena a las imposiciones de las coyunturas. “No me interesa —agregaba— lo que puedan decir los críticos. Cuando apareció mi primer libro, alguien observó que yo estaba bajo la influencia de Marianne Moore —y tenía
razón. Pero eso fue cierto en un momento determinado y en apenas tres o cuatro poemas. La cuestión es que desde entonces y hasta hoy quienes hablan de mi obra no dejan de recurrir al lugar común —porque en eso se transformó— del influjo en ella de Marianne”. Con dos excepciones a tal regla, que de inmediato refiere; una excepción es la de Ernest Hemingway, que en fecha temprana le dijo que él sabía “de lo que hablas en tu poesía”, y la otra fue la de un crítico amigo que apuntó que ella escribía “como un pintor”. En efecto, desde que en París, a principios de los cuarenta del siglo pasado, conviviera con artistas y pintores, Elizabeth se sintió atraída por crear un hálito de mágico realismo formal, por responder a un disparador de luz capaz de volverse materialidad y por apostar por una voluntad radical de sorprender —palabra clave en estos contextos— similar a la que instiga un cuadro ante la primera mirada de su observador. Me arriesgo, entonces, a razonar que en ella algo como una metafísica interior porfía en transmutar los objetos para inventar con ellos un nuevo mundo, un mundo en el que se privilegian las imágenes y por ello es de naturaleza visual, sin que allí las ideas y menos las teorías ocupen un lugar central —éstas quedan, digamos, como sustancias de un precipitado químico. “Tengo algunas ideas —se defiende—. El poeta no tiene por qué ser consistente. El poeta nunca sabe realmente por qué escribe ni qué es lo que desea decir. Más: el poeta casi nunca está capacitado para hablar de lo que escribe. No es su inteligencia la que trabaja: es la inteligencia. ¿Quién es capaz de explicar, por ejemplo, por qué determinada poesía parece estar en movimiento y otra en reposo?” Y, al cabo de un instante, confiesa: “Escribo desde mis ocho años. No he logrado descubrir por qué lo hago. A menudo pienso que, en todo ese tiempo, he escrito un único libro”. Es fama que Elizabeth vivió más de una década en Brasil y es fama que esa estadía fue fecunda y emocionalmente intensa. “En 1951 llegué a Río de Janeiro, poco antes de la Navidad. Una amiga que quería que yo probara las frutas del país me convidó con castañas de caxú, el fruto del anacardo. Al otro día amanecí con una alergia atroz, completamente hinchada. La recuperación tardó casi un mes y, al cabo, el Brasil me había conquistado. Y algo se sumó a ese encantamiento: en Nueva York estaban demoliendo el edificio en el que quedaba mi apartamento. No quería asistir a ese derrumbe”. Veinte años después del encuentro con Elizabeth, en 1995, visito la fazenda que compartió con su amiga Lota de Macedo Soares, una mujer que pertenecía a una familia acomodada de diplomáticos, y muy comprometida ideológicamente con Carlos Lacerda, periodista que se convertiría en polémico gobernador del desaparecido estado de Guanabara. La fazenda está en Petrópolis, lugar de veraneo de la familia real en tiempos del Imperio, queda a ciento veinte kilómetros de Río de Janeiro y para llegar hay que ascender por los caminos abruptos de los cerros, rodeados por una vegetación exuberante que se alimenta de las humedades perennes. La finca se llama Samambaia y la construcción principal es una casona que, a pesar de su empaque moderno, preserva ciertas trazas de la arquitectura portuguesa. Los espacios son hondos, los techos muy altos, los ventanales invaden casi la totalidad de los muros y desde un balcón de la fachada delantera se ofrece a la vista un jardín con un estanque —un conjunto que dibuja líneas sinuosas, diseñado por nadie menos que Burle Marx, un paisajista famoso capaz de incentivar, como en este caso, climas a la vez recoletos y resonantes. Recorro las cocinas de la planta baja y los cuartos traseros, subo por las escaleras a las habitaciones del piso alto, piso casi en puntas de pie en un dormitorio con muebles de maderas marrones oscuras, me detengo ante una cama generosa con un respaldo adosado a la pared y cubierta con colchas blancas con pespuntes de encaje, entro en un baño con un ojo de buey de forma ovalada que atrae hacia adentro el paisaje exterior. Arropada por una atmósfera umbrosa, propia de esta región de neblinas, la experiencia algo se parece a la de un feligrés que ingresa al culto sin palabras de una religión privada: Brasil, Lota, Elizabeth.
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sábado 26 de agosto de 2017
LITERATURA
ESPECIAL
Breve biblioteca Bishop Bajo el sello de Vaso Roto hay disponibles tres títulos esenciales de la poeta estadunidense: Obra Completa 1 (Poesía), con traducción de Jeannette L. Clariond; Obra Completa 2 (Prosa), traducida por Mariano Peyrou y Una antología de poesía brasileña , traducida por Margarito Cuéllar y Ángel Alonso. Otros títulos en torno de su obra son Flores raras y banalísimas. La historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares , de Carmen L. Oliveira, y Cuanto más te debo. El viaje interior de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares , de Michael Sledge.
Traigo a cuento lo que Elizabeth me dijo en México, en 1975: “Dejé el Brasil porque mis amigos murieron, porque la vida se hizo difícil y a veces desagradable”. Fascinación y rechazo fueron las constantes de la estadía: “Solo el humor de los brasileños logra, a veces, dulcificar esa repugnante mezcla de codicia y corrupción que los caracteriza” —sentenciará, observadora perspicaz como era, en una carta a Elvin Stevenson, fechada en 1963, y escrita precisamente en Samambaia—. Elizabeth haría dos contribuciones valiosas al país. Una es Uma antologia da poesia brasileira (hecha con la colaboración de Emanuel Brasil), que recoge ejemplos de la poesía llamada moderna del siglo XX, y otra es Brazil, una historia sucinta del país que hizo a solicitud de la Life World Library, que ella repudió cuando fue publicada por los numerosos cortes que se le hicieron y que en 2011 se recuperó en su versión original en Prose, el libro editado por Farrar, Straus and Giroux.Al recordar estos títulos, acaso motivado por una asociación fortuita, le pregunto su opinión sobre el movimiento conocido como “poesía concreta”, que surgió en Sao Paulo en las fechas en que ella residía en Brasil. “No me explico por qué ese grupo de poetas tuvo tanto éxito. La poesía que propusieron no es la clase de poesía que uno recuerda cuando se va a dormir. Mire usted: lo que más llama la atención en
el Brasil es el reconocimiento popular a los poetas; son figuras públicas y lo que opinan —en los periódicos, en las entrevistas en la radio o en la televisión: están en todos lados— es recibido con interés. Pareciera que sus voces son la de un ancestro nacional. ¿Por cierto, no decía el viejo Ezra [Pound] algo similar sobre el papel del poeta en una sociedad? El caso más notorio de todos es el de Vinicius de Moraes, que escribe poesía y además canta. Hasta Carlos Drummond de Andrade y Joao Cabral de Melo Neto, que son literariamente hablando más modernos (más refinados, si así lo prefiere), gozan o gozaron de ese respeto tan difundido. Y algunos de estos poetas —los dos que acabo de nombrar, sin ir más lejos— han ocupado cargos en el servicio exterior, lo que tengo entendido que es una tradición en América Latina. Se trata de un fenómeno cultural que no se da en los Estados Unidos”. Elizabeth recuerda que en 1950 pasó fugazmente por México. Pero el verdadero reencuentro con México y con los mexicanos ocurrió en 1971, en Boston. Allí conoció a Marie José y Octavio Paz, cuando éste llegó a la Universidad de Harvard para dictar las conferencias de la cátedra Charles Eliot Norton. “Más allá o más acá de su poesía, de la que traduje algunos poemas con su propia colaboración, Octavio me impresionó como
ejemplo de lo que me gusta llamar ‘A Mind in Action’: una inteligencia relampagueante, idéntica en su curiosidad sin fin y en su rigor crítico a la de los ensayistas del XVII. Ahora estoy aquí, con usted, en esta habitación y en esta ciudad que tanto ha cambiado, porque él me invitó a acompañarlo en un programa de televisión en el que también estuvieron Joseph Brodsky y Vasko Popa, junto a Álvaro Mutis. No me atrae participar en esta clase de cosas organizadas por la radio o la televisión, pero quería volver a México y, como no tengo posibilidades de hacerlo por mí misma, resolví aprovechar esta oportunidad. Por favor, evite usted preguntarme por el resultado del programa: estuve nerviosa”. En tardes alargadas por las mutuas nostalgias, Marie José Paz me ha referido lo grato que fue la comunicación prolongada y el afecto creciente de los años norteamericanos pasados en la cercanía con Elizabeth. “Era una poeta notable y una mujer compleja, sin duda marcada por las numerosas pérdidas que padeció en su vida. Daba gusto conversar con ella —y ella decía que me quería por mi sentido del humor, por trasmitirle una gracia vital que la alejaba de su carácter apocado, “intelectual”—. Me acuerdo que compartimos una noche de Pascuas —y aquí es inevitable que me aparezca una sonrisa al recordar que nosotras, en la cocina, nos pusimos a hacer dibujos en los huevos de pascua—. Era una dibujante muy dotada, adoraba la pintura y admiraba a Paul Klee y Max Ernst, como yo”. Hay otro episodio de esos tiempos, un episodio triste. Elizabeth abusaba de la bebida. “Ella —habla Marie Jo, en tono casi apagado, imponiendo un acento confidencial y pudoroso— había desparecido por dos días. Fui hasta su apartamento, toqué y al rato la voz de Elizabeth me preguntó si yo estaba sola —quería decir si Octavio me acompañaba o no—. Le respondí que estaba sola. Abrió, me dejó entrar y tuve que ponerme a recoger las botellas vacías que estaban en el piso”. Ningún estudio sobre Elizabeth deja de detenerse en esta aduana dolorosa. ¿Cabe agregar que nunca se debe olvidar que, en el mundo a menudo abismal del arte (y más si del arte de la poesía se trata), la posibilidad de la autodestrucción es una de las puertas que siempre está abierta? En el caso de Elizabeth, que la ironía domine a sus piezas no niega sino que confirma que están atravesadas por el dolor. Una prueba de ese ejercicio dialéctico: el poema “One Art” comienza proponiendo, en su primera línea, que “The art of losing isn’t hard to master” y, al cabo de seis tercetos, termina diciendo “the art of losing’s not too hard to master/ though it may look like (Write it!) like disaster”. Vuelvo, por última vez, al encuentro con ella en el México de 1975, a aquella mujer vestida de negro, de voz susurrante y mirada perdida, a aquella mujer diminuta y casi inasible que alternadamente se abre y se oculta. Ya se sabe que una de las formas que tiene el poeta de soportar sus visiones y subversiones (una de las formas de resistir los embates de la potentia que impele a lo que la propia Elizabeth denominó —basándose en un familiar que tenía un ojo de vidrio—“la visión inexorable del glass–eye”) es ahogándolas en los vapores espirituosos del alcohol. Se trata, de hecho, de una de las puertas abiertas más frecuentada… En una de sus cartas a Elvin Stevenson, Elizabeth arguye que “escribir poesía es un acto antinatural; el difícil trabajo del poeta consiste en volverla natural, en concentrar su energía en lograr combinar lo real con lo deliberadamente no real, en hacer creer al lector que eso que lee es en verdad inevitable” He ahí el solo camino para dar una forma a lo que de otro modo se disolvería, se consumiría en su propia ignición. He ahí lo que procuró trasmutar en su obra la mujer que se refugiaba en una habitación de un hotel que ya no existe en la Ciudad de México. L
LABERINTO
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Matar en nombre de Dios El jueves 17, el atentado yihadista en Las Ramblas puso a Barcelona en el centro de la atención mundial, importancia de la que la urbe catalana gozaba por otras razones: es la tierra de Gaudí. Fue residencia de los autores del Boom a finales de los 1960 y el sitio emblemático de escritores como Jean Genet, Eduardo Mendoza o Enrique Vila–Matas. A continuación, dos miradas entre la consternación y la nostalgia JORDI SOLER/ BARCELONA
E
l principio de Las Ramblas, el punto geográfico donde la camioneta blanca empezó su trayecto asesino está, según Google Maps, a 2.8 kilómetros de mi casa, media hora justa caminando. Desde ese punto la camioneta, conducida por un terrorista islámico que días después abatió la policía, recorrió quinientos metros atropellando gente inocente, hasta que se detuvo en el Pla de l’os, precisamente encima del mosaico que hizo Joan Miró en el pavimento de La Rambla. Cuando vi, en una foto publicada en twitter, dónde se había detenido la camioneta del terrorista, pensé dos cosas, una esperanzadora y otra macabra. Primero pensé que Miró había detenido al terrorista, que el único antídoto contra la barbarie es la civilización, que ahí estaba encarnada por el mosaico del pintor. Pero luego pensé que ese mosaico está en el Pla de l’os, un misterioso nombre en catalán cuya traducción sería el plano, o la planicie, del hueso. Todo esto lo pensaba mientras esperábamos la cuenta en el restaurante donde comíamos, mi familia y yo, con unos amigos franceses, otra familia, que estaban haciendo turismo en la ciudad. La noticia del atentado vibró en los teléfonos que estaban sobre la mesa, estábamos a punto de levantarnos, de despedirnos, pero lo que acababa de pasar exigía un rediseño del itinerario porque los franceses tenían pensado pasar la tarde en Las Ramblas, en la calle emblemática que es, por cierto, la más
caminada de Europa, cien millones de personas recorren cada año sus adoquines. La noticia del atropellamiento masivo era espeluznante pero nuestros amigos, que viven en París, uno de los blancos predilectos del terrorismo islámico, la tomaron con una desconcertante normalidad. Los atentados terroristas empiezan a ser parte de la realidad de las capitales europeas, son un problema más, desde luego el más espeluznante, con el que los ciudadanos tienen que lidiar. La verdadera amenaza es que algún día los atentados pasen de la realidad, a ser parte de la normalidad de las ciudades europeas. ¿Cómo puede ser parte En el mosaico de Miró de la normalidad un pensé en la línea de El Corán atentado terrorista? que más me impresionó Como respuesta se me porque libera de culpa al ocurre una comparasalvaje que atropella en ción, aquí en Barcelona nombre de Dios cuesta trabajo explicar a la gente cómo se puede vivir en México, un país acosado por el narco y por el crimen organizado que aparecen casi a diario en los periódicos europeos. El principal deber del habitante de una metrópoli en el siglo XXI tendría que ser nunca mirar con normalidad ni los actos terroristas, ni la violencia del narco y del crimen organizado. La mesa en la que esperábamos la cuenta estaba en un restaurante frente al mar, la playa estaba atiborrada de gente que se bañaba y tomaba despreocupadamente el sol, sin enterarse de
lo que acababa de pasar hacía unos minutos. El teléfono no tiene lugar, normalmente, en el traje de baño y quién no había leído la noticia en la pantalla pensaba que ese jueves seguía siendo un día normal de verano frente al mar Mediterráneo, simplemente no se enteraba de la oscuridad que salía de los teléfonos. Era 17 de agosto, la semana de máxima ociosidad en Europa, el Ferragosto, que en España es la festividad de una virgen, acababa de pasar hacía dos días, el 15, día en que termina el ciclo agrícola, el momento en que la flora empieza a declinar rumbo al otoño. En Europa, que sigue atada a los tiempos de la siembra y la cosecha, el año empieza, en realidad, en septiembre; a finales de diciembre se celebra el año nuevo pero los grandes cambios son en septiembre, después del Ferragosto; en ese momento cambian las programaciones de la televisión y de la radio, el diseño de los periódicos, las políticas y el personal de las empresas. Encima estos cabrones —pensaba yo mientras esperábamos la cuenta— calcularon exactamente el día en el que iban a encontrar más turistas en Barcelona, porque sabían que el impacto de un atentado se multiplica por las diversas nacionalidades de las víctimas, que hacen ruido en sus países correspondientes; así opera la parte propagandística del terrorismo. El atentado de Barcelona, en comparación con el de Niza, o el de París, o el de Londres, o el de Madrid, tuvo pocas víctimas, pero ha sido el atentado con el mayor espectro de nacionalidades.
Una ciudad mítica CARLOS RUBIO ROSELL/ BARCELONA
B
arcelona, que en los últimos años ha abrazado con fervor la lengua catalana, proscribiendo o arrinconando al español, paradójicamente es la ciudad literaria por excelencia para el mundo hispanoamericano, cuna del célebre Boom, con la agencia literaria de Carmen Bacells, y más tarde refugio y proyección de latinoamericanos como Roberto Bolaño, Rodrigo Fresán, Juan Villoro y un largo etcétera publicado por editoriales barcelonesas. Entre los escritores del Boom que vivieron en la Barcelona de finales de los 1960, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez han proclamado la excelencia de aquella ciudad mítica. La razón, además de que todos eran jóvenes, es que en aquella Barcelona existían condiciones sociales que permitían olvidar, de vez en cuando, la existencia del franquismo. Prevalecían, además, condiciones que favorecían la convivencia y aun la complicidad entre un sector de la burguesía y uno de la vanguardia del proletariado, entre los estudiantes universitarios y sus profesores, lo que generaba
actividades culturales más o menos toleradas, que transmitían la impresión de un paraíso al lado del resto del Estado español. Míticos son también los recuerdos que de Barcelona han dejado escritores como Jean Genet, quien en su célebre Diario del ladrón, publicado en 1949, recoge sus andanzas por el Barrio Chino durante los años 30, donde ejerció de vagabundo, ladrón y chapero, así como de sus recorridos por las callejuelas del Arc del Teatre —que une la ahora llamada plaza Jean Genet y La Rambla—, el Portal de Santa Madrona, Sant Pau y Robadors, y el cabaret La Criolla, donde Genet se prostituía. De esa misma Barcelona, mísera, de mercado negro y contrabando, fue parte Juan Marsé. Esa ciudad le inspiró novelas que hablan de los barracones del Carmelo, del descaro del barrio, de la joven que acaba ofreciéndose en un cuartito de alfombra roída y enmohecida mientras en el Ritz los generales buscan adeptos. Y es que Barcelona es un personaje literario en la obra de Marsé, quien afirma que de la nostalgia de los arrabales de su Barcelona natal surgió precisamente Últimas tardes con Teresa. “Esa novela nació hablando. Teresa y las otras chicas me pedían que les hablara de Barcelona, y de mis
barrios. Esas muchachas pertenecían a una burguesía francesa muy bien situada. Tenían una idea un poco mítica de ciertas barriadas de Barcelona, me preguntaban mucho por el Barrio Chino —ya habían leído algunas cosas. Una de ellas había leído a Jean Genet, por ejemplo, y me di cuenta de que cuanto más hablaba del Barrio Chino o del Carmelo, más les gustaba”. Eduardo Mendoza es otro autor para el que Barcelona resulta imprescindible en su literatura, como sucede, por ejemplo, en su novela La ciudad de los prodigios, donde le toma el pulso a
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sábado 26 de agosto de 2017
DE PORTADA
DAVID ARMENGOU/ EFE
Víctimas en Las Ramblas
La camioneta blanca se detuvo precisamente encima del mosaico de Miró, después de recorrer quinientos metros Rambla abajo y, aprovechando la tremenda confusión que había producido, el terrorista desapareció, nadie lo vio escabullirse y, si alguien lo vio, no hizo nada para detenerlo, ni siquiera dio la voz de alerta, quizá porque era más urgente atender a las decenas de heridos que estaban despatarrados en el suelo. Días más
tarde la policía publicó unas fotografías de las cámaras de seguridad del mercado de La Boquería, en las que se veía al conductor terrorista caminando tranquilamente, un minuto después del atentado, por los pasillos del mercado, que son un laberinto perfecto para quien va huyendo. Al ver esa fotografía mi hipótesis se vino abajo: la camioneta no había sido detenida por el círculo cósmico que representa el mosaico
de Joan Miró, ni tenía que ver con el misterioso hueso que da nombre a esa zona de Las Ramblas; la camioneta se detuvo ahí porque el mosaico está enfrente del mercado y el terrorista calculó que por ese laberinto era más fácil escapar. La realidad era mucho más prosaica, no había Miró ni hueso, había cálculo vulgar, de una vulgaridad que añade fealdad al acto miserable de matar atropellando. Al día siguiente caminé los 2.8 kilómetros que hay entre mi casa y el principio de Las Ramblas. En la noche había estado husmeando en El Corán, buscando pistas, esas líneas durísimas que tienen los libros sagrados y que harían que un lector fanatizado de la Biblia, por ejemplo, aprobara un bombardeo de Napalm sobre la población civil, después de leer el episodio de Sodoma y Gomorra. Husmeé en El Corán en clave belicosa y combativa, como lo hace el salafismo yihadista, una de las maneras de interpretar el libro que por supuesto no comparte la mayoría de los musulmanes, esa interpretación que inspiró a los terroristas de Barcelona. En el capítulo titulado Al anfál (El botín), encontré este arsenal de consignas explosivas: “Las peores criaturas para Dios son los incrédulos que se niegan a creer” (en Alá, claro). O esta: “¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis, para amedrentar al enemigo de Dios, que también es el vuestro”. O esta otra: “Si hay entre vosotros veinte hombres pacientes y perseverantes, vencerán a doscientos, y si hubiera cien, vencerán a mil incrédulos”. Bajé hasta Las Ramblas rumiando estos mandatos de El Corán que, entendidos desde el salafismo yihadista, resultan escalofriantes. Recorrí andando los quinientos metros que sembró de muertos y heridos la camioneta blanca. Me detuve en cada una de las ofrendas espontáneas y aplaudí cuando todos lo hacían y me uní a ese grito catalán profundamente civilizado que dice ¡no tinc por! (no tengo miedo). En el mosaico de Miró pensé en la línea de El Corán que más me impresionó porque, desde el salafismo yihadista, libera de toda culpa al salvaje que atropella, en nombre de Dios, a una multitud: “No erais vosotros quienes les daban muerte, era Dios quien les mataba”. L
SHUTTERSTOCK
la ciudad real, sin inventarle taras ni atributos. Así, en algunos momentos, Barcelona es una ciudad sucia, donde la gente convierte las aceras en un basurero. Y es que la Barcelona de Mendoza alberga palomas hambrientas, gaviotas de “graznido triste y avinagrado” y barceloneses que atestan las calles. En el plano literario, Mendoza explica que Barcelona “está en un momento muy bueno, mejor incluso de lo que nosotros mismos creemos. Barcelona es un tradicional foco de atracción de escritores tremendo, tanto de latinoamericanos como de todas
partes de España. Hoy Barcelona tiene un tejido básico que permanece: queda el mismo paisaje pero reutilizado, y ha cambiado más el uso que lo físico de una Barcelona reconvertida al turismo, las zonas de recreo y los servicios”. Hay otro autor barcelonés a la que esta ciudad debe mucho, y viceversa: Enrique Vila–Matas. Dice que apenas se ha alejado del Paseo de Sant Joan y del barrio de la Salut, aunque todo el mundo sabe que ha viajado mucho. “Cuentan —recuerda— que una vez Kafka estaba mirando desde una ventana hacia la plaza principal de su ciudad y comentó a un amigo: ‘Allí estaba mi colegio, en aquel edificio que mira hacia nosotros está la universidad y más allá hacia la izquierda mi oficina —dibujó un círculo con el dedo y agregó—: ahí se encierra toda mi vida’. En mi modesto caso, podría hablarse del círculo del barrio de la Salut como lugar en el que se encierra mi vida. Ahora bien, si usted me viera en Nueva York y no me conociera, no llegaría ni a imaginar que yo podría ser barcelonés. Con esto quiero decir que no hay nada en mí que diga que soy de aquí. Ni de allí, claro”. Hay muchos pasajes de los libros de Vila–Matas inspirados en Barcelona. Pero el primero que le viene a la memoria al autor es el que aparece en el relato “La hora de los cansados”, perteneciente a Suicidios ejemplares. “Está basado en un hecho real —indica—. Basado en un hombre viejísimo (con un maletín) al que vi hace treinta años a las siete de la mañana, salir disparado del metro del Liceo, dirigirse al teatro para ver qué habían
programado y luego, a una gran velocidad (lo que hacía difícil seguirle) caminar con el maletín por calles intrincadas hasta la Catedral. Allí entró por la puerta de la sacristía y desapareció, dejándonos muy cansados a mí y a unos amigos que me acompañaron en la persecución. Cuando, después de la larga noche en blanco y de la ardua persecución, nos retiramos a dormir a casa, imaginamos que en unos instantes iba a estallar una bomba en la catedral. Aquel viejo andarín tan veloz parecía salido de ultratumba: un viejo anarquista que había vuelto… Todo eso desencadenó un cuento. “El segundo pasaje que me viene a la memoria es la escena de Hamlet, representada en la Mas Bernat, bajo la batuta de la librera Montse Serrano, el duende del lugar. En su librería transcurre gran parte de mi novela Aire de Dylan. Actualmente escribo cerca de ahí, en el mismo inmueble en el que José Mallorquí escribió la serie de El Coyote, los bestsellers de la postguerra, esas novelas populares que llegaron a ser lo más vendido de su época”. Barcelona ha sido motivo de numerosas obras literarias, artísticas, musicales. Es una ciudad agradable, diversa, estimulante. Fachada por fachada hay un mosaico muy variado de historias. Es, como aseguraba Manuel Vázquez Montalbán, una ciudad tremendamente collage donde no se observa una uniformidad de barrios enteros iguales, al menos en la zona visible, y donde hay que ir a los mercados para poder verla en todo su esplendor. Una ciudad que ha sido tocada por el horror del terrorismo, pero donde nadie se rinde. L
CIENCIA
sábado 26 de agosto de 2017
p. 08
LABERINTO
SECRETARÍA DE CULTURA
El divulgador de la ciencia José Gordon
Sueños de unidad El inconcebible Universo es una fascinante historia que parte de Babel y da vueltas por ciertos jardines que se bifurcan DESMETÁFORA
H
ace miles de años un grupo de hombres se propuso construir una torre que llegaría al cielo. Entonces Dios, sintiéndose desafiado, confundió sus lenguas para que se dispersasen y abandonaran la empresa. La historia de Babel es la crónica del primer “sueño de unidad” y en su nuevo libro, El inconcebible Universo, Pepe Gordon nos narra la historia del más reciente propósito unificador. Éste también busca el cielo y lo hace juntando las aspiraciones de todos los pueblos. Han pasado muchos años de aquel primer intento de la humanidad por alcanzar ese espacio infinito en el que se mueven los astros. El golpe de la discordia y la confusión que Dios asestó desde su morada celestial acabó con el proyecto de construcción y habría que esperar mucho tiempo para recuperar el camino y volverlo a emprender. Muy a menudo, cuando se habla de la Torre de Babel, se cita una inscripción de aquella época que de manera evocadora dice: “Marduk —Dios de Babilonia— ha ordenado colocar las bases fi rmemente buscando el mundo subterráneo para hacer de esta manera posible que la cúspide llegue al cielo”. Por eso resulta curioso que el proyecto que ahora nos lleva al cielo se encuentre cientos de metros por debajo la Tierra para reproducir ahí, en la profundidad de las cavernas experimentales, lo que ocurre en el límite mismo del espacio, más allá de las estrellas, en lo más alto del fi rmamento. La voluntad divina se había expresado con claridad mucho antes poniendo ante la mirada de los hombres la vida y el bien, la muerte y el mal, para que anduviesen los mortales por el camino del estatuto y sus decretos. Todo esto
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx
lo entendemos con lucidez y precisión aunque el acatamiento nos resulte arduo y de difícil cumplimiento. Pero de la humilde ambición por alcanzar el cielo y del anhelo de unidad en todas las visiones, de esa no conocemos prohibición. No acabó Dios con la aspiración humana por el ascenso de sus pensamientos. Al menos no lo hizo cuando dividió a los hombres por la oralidad de sus ideas. Se limitó entonces a confundir las lenguas y sembrar desavenencia sin trastocar los deseos más profundos del espíritu humano. De aquel celo divino desplegado con singular denuedo en Babilonia, cuando los constructores ya habían mostrado su capacidad para cocer ladrillos, quedó claro que habría una segunda oportunidad y quizá una tercera y una cuarta y cuantas fueran necesarias para alcanzar el fin. Los deseos de unidad están ahora en el terreno de la ciencia y sea que resulte claro o no, en nuestros días los grandes proyectos para alcanzar el cielo son proyectos de Física. Son los físicos los herederos del mismo afán de quienes poblaban el planeta en una superficie desolada por el diluvio. El Gran Colisionador de Hadrones es el acelerador más grande jamás construido. Con él se viaja al interior de la materia y en ese trayecto se explora al Universo temprano, al mismo que veríamos si pudiésemos mirar al cielo con un telescopio improbable. De tal manera que para subir es necesario bajar. Este proyecto gigantesco se encuentra en el Centro Europeo de Investigaciones Nucleares
(CERN) en Ginebra, Suiza. Es el proyecto internacional en que se mezclan todas las lenguas y culturas para construir la nueva torre que alcanza la cúspide más alta. Con éste podemos ver lo que ocurre a una distancia tan grande que equivale al tramo que recorre la luz en 13 mil ochocientos millones de años. Suficientemente alto como para llamarlo cielo. Suficientemente lejos como para ser la morada de los ángeles que nunca vemos. El libro de Pepe tomó forma en un marco de unidad cultural y comunión de ideas. Se escribió en Ginebra, ahí donde se mueve en la brisa un espíritu borgiano teñido por sueños de coincidencia. En Ginebra, el viento siempre sopla del lago y se mueve con delicadeza por entre las hojas de los castaños, esos árboles que están por todas partes, que viven muchos años y que florean en marzo. Ahí se desarrolla el proyecto científico de nuestros días y ahí se entrelazan pensamientos y reflexiones, los mismos por los que el escritor argentino es tan conocido de todos y especialmente apreciado por los físicos. Jorge Luis Borges es el escritor más citado por los científicos. En su libro Borges y la física cuántica, Alberto Rojo, físico y escritor argentino, dice haber encontrado 4200 citas de Borges en artículos científicos serios, publicados en revistas que están registradas en el web of science y que forman parte de la discusión profesional, altamente especializada, de los círculos académicos. La concordia entre la ciencia y la literatura es también metáfora de la unidad, quizá la misma que está encerrada en la multiplicidad de lenguas y en la mirada a las estrellas. En ese sentido Borges llegó muy lejos y José Gordon lo describe con claridad y bella prosa. “El jardín de los senderos que se bifurcan”, escrito por el argentino en 1941, es una de las obsesiones de Pepe y es también una cavilación escrita. Borges decía: “A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infi nitas series de tiempo, en una red creciente y vertiginosa de tiempos, divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de estos tiempos; en algunos existe usted y no yo; en otros yo, no usted; en otros, los dos. En este que un favorable azar me depara, usted ha llegado a mi casa; en otro, usted, al atravesar el jardín, me ha encontrado muerto; en otro, yo digo estas mismas palabras, pero soy un error, un fantasma”. Es remarcable que en 1957, es decir, quince años después del texto de Borges, se publicase un trabajo científico que pretendía resolver el “problema de la medición” —en el que no entraremos aquí por limitaciones de espacio—. Ahí aparece por primera vez en el ámbito científico, la idea primitiva de los universos paralelos. Aunque el artículo no tuvo en su momento mucha repercusión, sí logró el impacto suficiente para que después otro físico que recopilaba las ideas relacionadas citara explícitamente los universos paralelos. El conocido John Wheeler, entre otros, acabaría por consolidar la idea que hoy goza de buena salud en los medios teóricos de la física contemporánea. Pepe Gordon retoma en el mismo estilo los paralelismos y lo hace de manera especial, cuando las paralelas se juntan. Para eso recurre al relato de una prosa poética que junta las ideas con armonía literaria. Para muestras un botón: “Y vi antiguos mapas del Universo hechos con círculos concéntricos en donde se insinuaban figuras de serpientes, ballenas, aves, tortugas y cangrejos. Y vi un mapa contemporáneo en donde se dibujaba la radiación del origen del Universo. Era una campana transparente, un embudo recostado desde donde salía de la parte estrecha a mano izquierda, una luz intensa que inflaba el cosmos y desprendía átomos, polvos celestes, galaxias y cúmulos estelares que se expandían hasta las oscuridades más lejanas”. El inconcebible universo puede ser ahora más concebible. Hay que leer el libro que nos propone Pepe Gordon. Ahí encontraremos la formulación virtuosa en un lenguaje poético que describe desdibujando y dibuja al describir. L
MILENIO
SACHER–MASOCH. EL SER DEL BALBUCEO PASCAL QUIGNARD Funambulista España, 2017 215 pp. A los 20 años, Quignard publicó este libro acerca del austriaco que a mediados del siglo XIX estremeció a las buenas conciencias con La Venus de las pieles y otras de sus obras, un hombre cuyo apellido sirvió al psiquiatra Krafft–Ebing para acuñar el término “masoquismo” y no solo eso, pues su estudio Psychopathia Sexualis (sobre la dirección del instinto sexual hacia la sumisión del otro y el maltrato como forma de placer) se inspiró en Leopold Sacher–Masoch. Por tanto, Quignard analiza no solo la creación literaria de Sacher–Masoch sino que explora las tesis de Krafft–Ebing.
EL LUGAR SIN LÍMITES JOSÉ DONOSO Alfaguara México, 2017 152 pp. El narrador chileno José Donoso solo mercadotécnicamente ocupa un sitio secundario entre los miembros más conspicuos del Boom latinoamericano —Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes, García Márquez—, porque bajo criterios literarios no les va a la zaga. Esta nueva edición vale por el prólogo de Patricio Pron, que ahonda en el carácter político de la novela; el pueblo donde ocurre la historia, para Pron, es un microcosmos de Chile. En el medio mexicano, la novela ha sido más “leída” en la versión cinematográfica de Arturo Ripstein.
GIOVANNI EPISCOPO GABRIELLE D’ANNUNZIO Funambulista España, 2017 126 pp. Huyendo de los fantasmas de la conciencia, Giovanni Episcopo revela las razones por las que cometió un crimen. Estamos ante un monólogo rígido, estremecedor, una alocución que exige a su improbable interlocutor únicamente atenerse a “los hechos”. ¿Quién es, entonces, Episcopo? D’Annunzio creó a un empleado gris, de existencia gris, maltratado y humillado por sus colegas, un hombre de ansiedad y miedo incontrolable, un ser que interpreta al horror en un tipo de nombre Giulio Wanzer, su principal instigador.
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sábado 26 de agosto de 2017
EN LIBRERÍAS
La ceguera de Platón POESÍA EN SEGUNDOS
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Qué importancia tenían los poetas en los tiempos antiguos? ¿Qué importancia tienen en nuestros días? Este es el asunto que aborda el libro El lugar de los poetas (Akal, 2017) de Luis Alegre Zahonero. El fi lósofo no solo muestra el origen histórico de la poesía sino la significación de ésta en el orden de la práctica y la imaginación políticas de ayer y de hoy. El ensayo parte de la proposición platónica de expulsar a los poetas de la República. Zahonero sostiene que la poesía era el vehículo principal de la transmisión de los conocimientos y las costumbres. En la memorización de poemas, como la Iliada o la Odisea, mujeres y hombres captaban la manera de hacer las cosas y los valores morales. Era una sabiduría trasmitida por los sentidos y por imitación. Platón se rebeló contra esa forma primitiva de saber en favor de un conocimiento basado en las preguntas (el razonamiento) y apoyado también en la memoria, pero en una memoria matemática de formas abstractas (los arquetipos). Aunque Platón no logró su propósito, a lo largo de los siglos el entendimiento sí destruyó el rol social de los poetas y convirtió al conocimiento científico en el punto de referencia tanto de la razón pura como de la razón práctica. Esto implicó pasar de un principio contingente (contar historias a posteriori) a un principio trascendental (saber cosas a priori). Todo esto cambió, explica el autor, cuando en el siglo XVIII, los ilustrados —sobre todo Kant— comprenden la autonomía del arte y la necesidad de reconciliar
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
la sensibilidad con la razón. Esta conciencia reintrodujo, si no a los poetas, sí a la fuerza fundamental de la poesía: la creación de imaginativas soluciones insospechadas. Kant propuso resolver la rajadura del tiempo moderno con los juicios reflexivos característicos del arte. El rigor inédito de lo bello puede unir el saber y el deseo. A la discusión que plantea este excelente libro, qué reservas podemos oponer. En primer lugar, la auténtica poesía también implica, de un modo originario, las matemáticas: la aritmética infinita de las sílabas y la igualdad cualitativa de las analogías. En segundo lugar, la memoria poética entraña una repetición que siempre deviene diferencia. Y en tercer lugar, los poetas comprenden, de modo intuitivo, la distinción entre tiempo óntico y tiempo ontológico. Esta comprensión es lo que ha permitido el diálogo entre fi lósofos y poetas. Podríamos decir también que esta comprensión es la que hace que los hombres obsesionados con el ejercicio del mando —los políticos— sufran incomodidad con los críticos de la obediencia y el mando —los poetas. Ciego, Platón no pudo pensar la virtud que implican el canto —números que son sílabas— y la memoria —verdad coagulada en imágenes— para mostrar la oscuridad de las pasiones, la desgracia de la obediencia totalitaria y, sobre todo, la fealdad intrínseca del mando. En México, la agudeza de esta comprensión la vemos en las mejores caracterizaciones del Estado mexicano del siglo XX: El ogro fi lantrópico y El progreso improductivo. L
CINE
sábado 26 de agosto de 2017
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LABERINTO
ESPECIAL
Gabriela Domínguez Ruvalcaba
“El cine de intimidad no deja de ser político” ¿Cómo se crea la memoria? ¿Por qué olvidamos ciertas cosas? La danza del hipocampo intenta responder ésta y otras preguntas ENTREVISTA
A
partir de una inmersión en sus archivos familiares, la directora Gabriela Domínguez Ruvalcaba decide investigar sobre cómo se construye la memoria. ¿Por qué recordamos ciertas cosas y por qué otras no? ¿Cuál es su relación con la identidad? Su filme La danza del hipocampo llega a las salas después de recorrer los festivales de Morelia, Monterrey y Guadalajara. ¿Por qué reflexionar sobre la memoria?
El origen es mi curiosidad sobre cómo opera la memoria. Me planteé la película a partir de distintos sucesos. Quería trabajar con el material de archivo de mi abuelo; me cuestioné cómo serían los recuerdos de mis sobrinos, y un amigo me contó que después de haber perdido la memoria durante cuatro años a causa de un accidente, la recuperó de la noche a la mañana. ¿Cómo llevar una búsqueda personal a algo de interés más general?
Creo que es un tema que nos importa
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
a todos. Gracias a la película entendí que vivir no se trata de intentar archivar todos los momentos. Además de lo visual, tendríamos que privilegiar los otros sentidos, el olfato, el tacto y el oído. A veces un aroma es un estímulo que nos regresa a ciertos recuerdos. Aprenderlo fue una terapia que ahora me permite vivir de manera más intensa. A nivel familiar, el documental se convirtió en un homenaje a las historias de los abuelos. Me parece que todos podemos conectar con este tipo de episodios. La memoria nos define, también, en términos de identidad.
Claro, yo tengo 36 años y a mi generación nos ha tocado vivir un momento muy complejo. Quería crear un espejo para reflexionar alrededor de la manera en que nos relacionamos con la cámara y las imágenes; indagar en la arqueología de los archivos. A mi generación y quienes son mayores, nos define cierto romanticismo hacia la película. Nos cuesta trabajo soltar lo análogo o la textura de fotografía.
HOMBRE DE CELULOIDE
Fotograma del documental de Domínguez Ruvalcaba En su película la reflexión está trabajada de manera poética. ¿Por qué hacerlo así?
Abordar la memoria desde la perspectiva neurocientífica es muy difícil de traducir para un público amplio, por eso utilicé metáforas más sencillas. Me interesa buscar imágenes potentes en términos de información e ideas, precisamente la poesía consiste en crear imágenes con las palabras. Ahí es donde vinculo ambos lenguajes. ¿Pero cómo hacerlo sin perder el sentido narrativo propio del cine?
Fue un gran aporte del guionista, Carlo Roberto Corea, quien sí es un poeta. Trabajé muy de cerca y él siempre me empujó a conseguir que avanzara la historia con todo y metáforas. Me resultaba difícil zafarme del vínculo emocional para trasladarlo a un personaje que consiguiera conectar con el gran público.
Al principio me preocupaba contar una historia común pero al final, y desde su paso por los festivales, concluí que precisamente el no tener una particularidad en mi vida y aportar algo aparentemente cotidiano, me permite conectar con la gente. ¿De pronto olvidamos que más allá de la coyuntura, lo que nos define como sociedad es la memoria o la identidad?
Lo cotidiano toca lo político, y precisamente es un reto captar la atención de la gente a partir de algo personal. El cine de intimidad no deja de ser político y también puede incidir en la realidad. Una amiga definió la película como feminista y me pareció increíble porque yo no me considero parte de este movimiento, con esto quiero decir que las historias cotidianas son generosas porque pueden conectar con cualquiera. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Máquina de escribir
A
unque Stephen King ha dicho que el terror es lo inexplicable, resulta claro que lo mejor de sus ficciones tiene una explicación. Psicoanalítica, por cierto. Dos ejemplos: en El resplandor y en Cuenta conmigo se mezclan, como en manual de psicología, la muerte, la sexualidad y la oposición niño/padre. Es de lo siniestro freudiano de donde emerge el terror. No sucede así con La Torre Oscura que aunque tiene los mismos elementos (además de una torre contundentemente fálica) resulta fallida tanto en el terreno de la psicología de banqueta como en el de la cultura pop. La Torre Oscura es la continuación de ocho novelas que comenzaron a publicarse en 1982. Los textos tuvieron una recepción fantástica pero la película no. A decir verdad, esta adaptación del danés Nikolaj Arcel se parece a la versión fílmica de La historia sin fin en lo errático y lo flojo. Lástima. King es un autor excepcional. Como otros marchantes narrativos (Spielberg, por ejemplo) puede coger la idea más descabellada y hacer que funcione. Aún esta ensalada en que se mezclan elementos de El señor de los anillos con cine western funcionaba en papel, pero en el cine no. Y sin embargo a King este fracaso lo tiene sin cuidado. ¿Qué más le da que McConaughey resulte tan ridículo haciendo
La Torre Oscura (The Dark Tower). dirección: Nikolaj Arcel. guión: Nikolaj Arcel basado en una novela de Stephen King. fotografía: Rasmus Videbæk. con Idris Elba, Matthew McConaughey, Katheryn Winnick, Abbey Lee. Estados Unidos, 2017.
el mohín de malo? ¿Qué le importa que se ensarten aquí y allá todos los clichés del cine de terror y esa quimera que llaman “fantasciencia”? No le importa porque King es una industria, una auténtica máquina de escribir que ahora mismo puede estar construyendo un magnífico relato corto (como Almuerzo en el café Gotham), el argumento de lo que será una película de culto (como Los niños del maíz) o simplemente una historia entrañable (como Sueño de fuga). King, además, lo tiene claro:
si él fuese músico no aspiraría a Beethoven sino a los Ramones. El problema está en que el director Nikolaj Arcel no tiene tan claro su lugar en el arte. Premiado en el Festival de Cine de Berlín, Arcel ha aspirado a lo sublime y ha fallado. He aquí la definición de cursi. Pop o no, para ser un artista como King es necesario mirar a ese inconsciente en el que habita el triángulo edípico de una película tan mala como La Torre Oscura o tan buena como El resplandor. L
MILENIO
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sábado 26 de agosto de 2017
ESCENARIOS
ESPECIAL
Movimientos invisibles Con Jei Beibi,su nuevo álbum, Café Tacvba celebra 25 años de carrera. Se trata de sonidos entregados al misterio VIBRACIONES
HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
E
scucho en Café Tacvba ansias de alegría e infinito. Dichosos sonidos entregados al misterio. Sonidos que van desde la danza en busca de lo inexplicable. Pero bailar esta festiva música enigmática es más una acción imaginativa que física. Una celebración abstracta. Bailes de ideas, no de pasos. Y son interminables las combinaciones de luces, pies, pistas, manos, tambores, melodías, caderas, ciudades, ritmos, sudores, guitarras, deseos, colores, pantalones, armonías y zapatos cuando se baila con movimientos invisibles. De estos vaivenes y colisiones —tan parecidos a la fusión amatoria— surgen muchos mundos y muchas vidas que podrían desbalagarse, pero comparten, sin embargo, un mismo cielo: el miedo duro, frío y absurdo que cubre estos terribles días mexicanos con mutilaciones y sangre. “1-2-3”, la canción que abre, evoca esas baladas setenteras en inglés que narran, entre épicos sintetizadores, amores burgueses construidos con sumisión, egoísmo y mentiras. Y sobre esta sosa atmósfera cursi —atravesada por coros de voces masculinas ridículamente agudas haciendo “ah–ah–ah, aaaahh” y frases del tipo: “Hey baby, el amor siempre ganará”—, de pronto comienzan a aparecer inexplicables números cuya presencia enturbia y desentona: una anodina cuenta ascendente de 1–2–3 sigue y sigue hasta convertirse en 43 y sigue y sigue y sigue hasta sumar más de 100 mil. El procedimiento resulta contundente e ingenioso: sembrar en la estructura de una inofensiva balada popera números que denuncian
brutalidad, números que significan dolor, números que señalan asesinos. Entonces el “Hey baby” —las únicas palabras en inglés del álbum— deja de ser un “oye, amor mío” para convertirse en “Jei beibi”: un llamado a la indignación y a la resistencia, un “ándale, cabrón, ¡despierta!”. Tras esta introducción numérica, la música se dedica a humanizar las cifras; canta desde el miedo cotidiano en el corazón de la gente: se vuelve íntima. Está, por ejemplo, un joven hombre que no puede comprender el mundo en el que nació. No puede comprender que sea así de violento, así de injusto. Por un momento, lo paraliza el miedo. Entonces contempla a su hijo recién nacido —lo carga entre sus brazos y la nariz— y encuentra en el amor que siente por él su única y completa salvación. Está también un travestido bolero —mujer canta a través de la voz de un hombre— sobre cómo una muchacha enamorada niega la existencia del futuro y se entrega —a pesar de que esa entrega lleva en sí misma la desgracia— a una efímera pasión que, aunque sea por una madrugada, la hace feliz cuando ya no queda nada.
DANZA
Narraciones que comparten un mismo miedo y una misma obsesión por el tiempo, que es explorado a través de distintas miradas. Está quien, de noche, bajo la resolana lunar, recuerda amores perdidos y amigos muertos. Y de su desaparición —como un niño inocente y necio que refunfuña y niega— culpa al tiempo. Y está quien, en su búsqueda por una canción que cure el dolor, anhela regresar a un estado puro, anterior al ser que se inventó ser, y viajar ligero, silencioso y sin dirección, como un diente de león. Jei Beibi de Café Tacvba es una colección de 13 canciones que nacen de interminables combinaciones de pensamientos y voces, lumínicas voces en pensamientos tristes y líricos pensamientos náuticos en afónicas voces aprisionadas. Voces cachondas en pensamientos sombríos y desfachatados pensamientos en voces agrias. Voces suspendidas en oníricos pensamientos animales y pensamientos existencialistas en ruidosas voces cargadas de iracunda esperanza. L
ARGELIA GUERRERO
makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL
Despertares
E
n días recientes se realizó en el Auditorio Nacional la gala internacional de ballet Despertares. Encabezada por el bailarín mexicano Isaac Hernández, primer bailarín del English National Ballet, acompañado por un nutrido grupo de bailarines de 14 compañías distintas entre los que se incluyó a su hermano Esteban Hernández, perteneciente al San Francisco Ballet. La historia de Isaac y Esteban, quienes iniciaron sus estudios de danza con su padre en el patio de su casa, es inspiradora en más de un sentido, pues se trata de dos jóvenes promesas de la danza que lograron romper múltiples prejuicios: el de ser varones dedicados a una actividad concebida en la sociedad como esencialmente femenina, haber iniciado sus estudios profesionales fuera del esquema formal que los diversos sistemas formativos tienen para el ballet y el de haberlo hecho en el estado de Jalisco, al margen de la centralización que caracteriza la actividad artística en el país, para consolidar una carrera dentro de algunas de las compañías más destacadas en el mundo. Su visita a México para realizar por cuarta ocasión dicha gala, supone una reflexión sobre la naturaleza y el papel del ballet como fenómeno artístico, pues ante el creciente interés que despierta, hay quien mira con optimismo el posicionamiento de la danza clásica como espectáculo masivo capaz de romper la barrera elitista que la ha caracterizado desde su origen.
El bailarín mexicano Isaac Hernández
Podríamos mirar con reservas el panorama. Es cierto que galas de esta naturaleza han proyectado al ballet para popularizarlo y acercarlo a un público diverso, sin embargo parece que dicha percepción entre el público se orienta hacia una actividad física virtuosa y deja de lado el potencial tanto introspectivo como comunicativo de la danza. El ballet es más que la ejecución de saltos y giros, y su finalidad rebasa, por mucho, la búsqueda del aplauso en cada evolución. La
danza expresa y comunica, refleja realidades y proyecta las posibilidades de otras, reducirla a la búsqueda del aplauso es mutilarla. Es un buen síntoma que carreras como la de Isaac Hernández inspiren a niños y jóvenes pero ¿qué posibilidades reales existen para conseguirlo en México? No basta con popularizar la danza, se requiere sentirla y sobre todo pensarla. Ojalá que la danza inspire y evoque muchos despertares. L
VARIA
sábado 26 de agosto de 2017
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LABERINTO
ESPECIAL
Mayoría minoritaria DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
TOSCANADAS
S
i se revisa una lista de los estados de la Unión Americana según su nivel promedio de educación, se notará que los primeros dieciséis lugares votaron por Hillary Clinton. Los votos para Donald Trump comienzan del estado diecisiete para abajo. Esto no es de extrañar. Desde siempre se notaba que Trump tiene una cabecita parecida a la de su votante. Encuentra amenazas donde no las hay. Pasa más tiempo viendo la tele y menos leyendo libros. Mi relación con gringos tiene que ver con profesores universitarios, críticos, escritores y lectores. Por eso nunca me topé con un simpatizante de Trump. Roosevelt dijo que la democracia no puede tener éxito a menos que los electores estén preparados para elegir sabiamente. Y esto, con distintas palabras, lo ha expresado mucha gente, pero no los partidos políticos. Buena parte de los resultados electorales en México no hablan sino de votantes iletrados, aunque justo es decir que en la mayoría de los casos, el problema es que todos los candidatos son de elección indeseable. Sea como sea, lo cierto es que una democracia no funciona cuando falta educación ni cuando los dineros están injustamente distribuidos. Pobreza e ignorancia suelen llevar al hombre a un
estado de poca dignidad personal. Y una vez ahí instalados, los votantes apoyan al que ofrezca espejitos y se les dificulta diferenciar entre la promesa y el engaño. Lo simpático del caso es que ninguna fuerza política se siente capaz de ganar el apoyo mayoritario con meras campañas limpias. Por eso todos siguen contentos promoviendo la ignorancia, los pactos deshonrosos entre partidos, el financiamiento a partidos restavotos, los fraudes, los gastos excesivos y las mentiras; y todo para ganarse una mayoría relativa, pues aún es fecha que ningún partido apoya la existencia de segundas rondas electorales. Recordemos que Peña Nieto fue electo con apenas el 24% del padrón electoral. Pero si los partidos no lo piden, ya va siendo tiempo de que los ciudadanos pidamos un mínimo de 50% de la votación para ocupar un puesto de elección, al menos en los casos de la presidencia y las gubernaturas. Lo que sí podemos anticipar, es que el más beneficiado con un sistema electoral no mayoritario será López Obrador, pues en 2018 la carrera presidencial será entre AMLO y los antiAMLOs. Dado que estos últimos están divididos en pedacitos, el candidato de Morena fácilmente podría llegar a la presidencia con un 25% del padrón.
CAFÉ MADRID
Pero el menos beneficiado con nuestro sistema de corrupción electoral será precisamente López Obrador. O lo que es lo mismo, tal como en 1988 y 2006, una vez más la izquierda tendrá más votos que los demás, pero la mano larga de muchos intereses se ocupará de vender otra irrealidad. Esto lo digo yo, que no soy analista político, y si me equivoco, ni modo. La mayoría de los analistas políticos nos darán tibias imprecisiones en sus visiones del futuro, pues no tienen la sangre ligera de los pronosticadores del clima, que se viven equivocando sin que su carrera sufra. Lo único cierto es que enfrentaremos el 2018 con electores subeducados, de dignidad comprable y de conciencia también comprable con dinero o mediante horas/televisión. Y así no tenemos democracia. Nunca la hemos tenido. L VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
La primera dama de la prensa ESPECIAL
A
l funeral de Katharine Graham (1917–2001) asistió la plana mayor del mundillo político, empresarial y periodístico de Estados Unidos. Todos llegaron bajo el intenso sol de la capital federal a bordo de lujosas limusinas o coches deslumbrantes, custodiados por decenas de guardaespaldas. Aquel verano del año en que derribaron las Torres Gemelas de Nueva York (un acontecimiento que no alcanzó a ver la mítica editora), en las primeras filas de la Catedral Nacional de Washington estaban, bien enlutados, personajes como Edward Kenney, Alan Greenspan, Madeleine Albright, Henry Kissinger, Bill y Hillary Clinton, Rudolph Giuliani, Bill Gates, Barbara Walters, Bob Woodward y Carl Bernstein. Oficialmente no lo era, pero a todas luces se efectuó un funeral de Estado. Porque se despedía a una de las mujeres más poderosas del mundo. Graham convirtió a The Washington Post en uno de los periódicos más respetados a nivel internacional. Después del suicidio de su marido abandonó sus labores de “perfecta ama de casa” y manejó con mano de hierro la
Katharine Graham
empresa informativa que reveló, por ejemplo, los Papeles del Pentágono y el Watergate, la investigación que propició la caída del presidente Richard Nixon. Los detalles de su vida, del antes y el después del éxito, los contó en Una historia personal, la autobiografía con la que obtuvo del Premio Pulitzer en 1998 y que ahora Libros del K.O. ha reeditado. Es la segunda vez que el libro se publica en español (la primera corrió a cargo de la editorial Alianza) y en sus páginas hay
una ardua investigación, pues la mujer de melena voluminosa e infaltable collar de perlas realizó más de 250 entrevistas y repasó cientos de cartas, papeles de su empresa y documentos oficiales, con el objetivo de darle una mayor precisión a su escritura llena de sinceridad. Graham cuenta aquí su vida de “niña bien”, sus difíciles relaciones con su marido alcohólico y mujeriego, así como las inseguridades, aciertos, “batallas” y errores mientras estuvo al frente
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del Post. Es la memoria de la época dorada de la prensa, cuando además de hacer negocio brindaba un servicio público a la sociedad, y de cuando los dueños y editores de los medios de información eran cómplices de sus reporteros. Es el relato de un tiempo que los veteranos recuerdan con nostalgia y que, seguramente, no volverán a disfrutar quienes hoy empiezan en la profesión. Aquel 23 de julio de 2001, durante su funeral en la emblemática catedral neogótica de Washington, el histórico director del Post, Ben Bradlee, dijo ante los ilustres asistentes que Kay, como la llamaban él y su círculo más cercano, “tenía amor por las noticias, amor por las respuestas y amor por un poquito de acción”. Han pasado 16 años de la muerte de Katharine Graham y su familia ya no domina The Washington Post, pues ahora pertenece a Jeff Bezos. Las instalaciones de su Redacción son las más modernas del mundo, su director ha sido objeto de una película oscarizada, su modelo de negocio está a punto de marcar tendencia en aras de desterrar la crisis de los medios y su cobertura (¿vigilancia?) sobre la presidencia de Donald Trump es la más intensa de su historia. ¿Qué opinaría de todo esto la señora Graham? L