Laberinto No.742 (02/09/17)

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Laberinto

MORAL PARA ESPÍAS

franco félix, lola ancira, jonathan minila, luisa iglesias arvide, édgar omar avilés p. 06

MILENIO

NÚM. 742

sábado 2 de septiembre de 2017 FOTO: FOTOTECA MILENIO

AMALIA HERNÁNDEZ: 100 AÑOS argelia guerrero p. 04


ANTESALA

sábado 2 de septiembre de 2017

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LABERINTO

ESPECIAL

Aleatoria ESCOLIOS

ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

A

leatoria” es un breve relato de ficción que abre un provocador libro sobre justicia distributiva de Barbara Goodwin, Justice by Lottery, publicado en 1992. Aleatoria es un país de 200 millones de habitantes asentado en lo que anteriormente fue el Reino Unido, el cual tras una época de violencia y caos, y gracias al descubrimiento providencial de un libro que contenía el método aleatorio, decidió aceptar un innovador sistema político y económico donde, a partir de un piso educativo y de bienestar común, todas las funciones sociales, los niveles de ingreso y el uso de bienes suntuarios se definen por una lotería. Esta lotería se renueva periódicamente, más o menos cada lustro, de manera que ningún habitante se encuentra atado permanentemente a una jugada de azar y puede conocer los más diversos oficios y horizontes de vida. Las tareas de representación política y ejercicio de gobierno también se realizan por sorteo y, cada cierto lapso, diversos ciudadanos son elegidos como representantes de los intereses del oficio que desempeñen en ese momento. La selección azarosa garantiza una auténtica pluralidad, sin necesidad de mantener una clase política profesional, fosilizada y corrupta. Las funciones gubernamentales, desde la administración hasta la policía, también son realizadas por sorteo y por tiempo limitado, lo que evita crear

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

espíritu de cuerpo, intereses profesionales o leyes de hierro burocráticas. Solamente algunas profesiones, cuyas características implican una alta especialización y una dedicación de por vida, como la medicina o la investigación científica, son practicadas por algunos que manifiestan vocación especial, aunque su retribución no está ligada a su desempeño profesional, lo que elimina la ambición como motivación principal y evita la formación de mafias profesionales que conciban la salud o la ciencia como una mercancía. Pese a este imperio del azar y la indeterminación,

Tanto calentó en la cabeza sus ideas que se evaporaron.

Porno uberizado LOS PAISAJES INVISIBLES

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la vida en Aleatoria suele ser retadora y emocionante y la conciencia de que cada uno puede ocupar un lugar cambiante en la rueda de la fortuna despierta hondos sentimientos de simpatía y cohesión. No es extraño que Goodwin, conocida estudiosa del género utópico, utilice un divertimento imaginativo para proponer un ejercicio de especulación social, en el que, en lugar de la política convencional y sus frecuentes incentivos perversos, se abre a una opción más azarosa, pero quizá, paradójicamente, más justa y eficaz que la que priva en muchas sociedades. L

n un artículo publicado en Playboy en 1992, Camille Paglia le declaró la guerra a las feministas antiporno Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, y anotó: “En este mundo tecnológicamente mecanizado de acero y cristal, los fuegos del sexo tienen que ser alimentados. Es por esto que la pornografía debe seguir desempeñando un papel básico en nuestra vida cultural. La pornografía es un circo pagano de belleza, vitalidad y brutalidad, del arcaico vigor de la naturaleza. Debe romper todas las reglas, ofender toda realidad. La pornografía representa la libertad absoluta de la imaginación, tal y como la veían los poetas románticos” pero a Ovidie (bloguera, ex actriz porno y feminista pro sexo) se le escabulle ese axioma y su documental Pornocracy (disponible en Netflix) abre con un comentario abrupto sobre prácticas extremas: doble, triple, cuádruple penetración; genitales estropeados por lubricantes, viagra, lidocaína; miembros y oquedades sometidos a los quehaceres más rudos de la cópula. Quien

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

habla se dice asqueado de esos tipos “sin escrúpulos”, cosa rara tratándose del género porque el porno no tiene principios. Carece de normas, elabora y reelabora sus propios códigos. Y jamás llegará a un límite, su naturaleza es la insolencia, la transgresión. Ensamblado con testimonios y entrevistas a ciertos personajes como el periodista Lars– Marten Nagel del diario alemán Die Welt o los realizadores Mario Salieri y Rocco Sifredi, lo que se esperaría de Pornocracy (una mirada introspectiva a la evolución del género y su realidad intestina y mercantil más allá de las mitologías contemporáneas) termina por otro rumbo, desemboca en una investigación superficial sobre la empresa ManGeek, hija de ManWin, un oscuro consorcio creado hace algunos años por el germano Fabian Thylmann y que luego de comprar YouPorn fundó RedTube y PornHub y destruyó el modelo de negocios de las productoras XXX, al poner sus materiales en webs gratuitas. Esa es la denuncia de Pornocracy, el alegato de

Ovidie. Para la documentalista, que ManGeek controle las plataformas de contenido ha provocado una devaluación vertiginosa de la industria, que afecta a las compañías pero sobre todo a los intérpretes, quienes deben hacer más por menos, pues ManGeek se queda con el 80% de las remuneraciones (aunque gratis, la ganancia está en el tráfico del site) y, en contraste con los patrones y los obreros, paga pocos impuestos. Aparte, detrás de las operaciones de ManGeek hay un pulpo misterioso, se infiere que una mafia lavadora de dinero. Que alrededor del porno gravitan creaturas siniestras ha sido (y es) un hecho incontrovertible; que en la inversión se mezclan capitales legítimos e ilícitos es irrefutable; que los ejecutantes, pese a sus esfuerzos, cobran poco y ni siquiera tienen nombre porque se han vuelto simples costales de aberturas y fluidos es incuestionable. Que ahora los fármacos hacen de cualquiera un ser superdotado, tipo un Lance Armstrong sexual, es innegable. ¿Entonces? Ovidie no destapa nada. Sin embargo, hay algo en Pornocracy: la descorazonadora uberización del porno, sí, las ilusiones perdidas del autoempleo en un mundo raptado por el capitalismo salvaje y la globalización, donde ya ni el cuerpo propio es mercancía. Desoladora es la escena de las hermosas milennials polacas, que viven de un harapiento streaming en el que las regiones ignotas bajo su cintura cuestan una ganga (la Live Cam de una asiática vale centavos). Qué lejos, lejísimos están los tiempos del porno chic, su star system y la ola contracultural. Distantes del debate sobre la libertad y el prohibicionismo, alejados aún más (y por fortuna) de activistas radicales tipo Dworkin y MacKinnon, pero tristemente lejos de una nueva Camille Paglia que medite con claridad sobre los fenómenos XXX vía Internet. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× I R E N E

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ANTESALA

ESPECIAL

S E L S E R ×

Elogio al colibrí La tierra y la patria cobran nuevos significados en este poema que pertenece a Sur, Silencio (México, 2017) que Ediciones El Tucán de Virginia acaba de poner en circulación

M

ensajero de la Casa del Sol, profeta del instante, llegas a mi ventana a embeberte del néctar. Tu nombre culto es huitzitzili, picaflor y alegoría, un soplo apenas, guerrero nahua como el que fecundó a la diosa Coatlicue madre del dios Huitzilopochtli, su padre un colibrí. Por eso él aún lleva camino a las batallas en su palma izquierda tatuado un pico largo y estrecho, obstinada razón para vivir. Verte volar cura las averías de los ojos —el pasado envuelto en lágrimas de polvo— entregado a tu misión mayor, veinticuatro gramos de premura, metáfora del aire. Belleza en sí.

× E KO × E X L I B R I S × A N TO N I O V I VA L D I . C O N C I E RTO PA R A D O S C E L LO S ×

Busto de Plotino

El antiguo horror al cuerpo BICHOS Y PARIENTES

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JULIO HUBARD

l filósofo Porfirio de Tiro (233—305 de nuestra era) comienza su Vida de Plotino con lo que suponía un gran elogio de su maestro: “Tenía el aspecto de quien se siente avergonzado de estar en el cuerpo” y “no soportaba hablar ni de su raza, ni de sus progenitores ni de su patria”; es más: consideraba grosero referirse a alguien con descripciones de su físico. El horror al cuerpo no surge en Plotino de modo natural. Fue una adquisición filosófica y una transformación moral. Para mejor loar la purificación de su maestro, Porfirio cuenta que, hasta los ocho años, Plotino, pese a que acudía ya a la escuela del gramático, solía visitar a su nodriza y, descubriéndole los pechos, se disponía a mamar de buena gana”. Alguien lo llamó travieso y Plotino se avergonzó hasta desarrollar aquella filosofía que marcó a Occidente: el cuerpo es repugnante y solo importa el alma. No es que le diera vergüenza tener un cuerpo distinto, o deforme; lo avergonzaba el hecho de estar lastrado por una masa carnal, como un ancla que impide el vuelo al alma. Plotino no era cristiano; Porfirio, mucho menos: escribió un Contra los cristianos que echa mano de los ecos neoplatónicos para lamentar esa religión que quiere incluir el cuerpo, esa fuente de putrefacciones, tanto en sus ritos como en su teleología: la comunión (cuerpo y sangre) y la resurrección de los muertos. Imagina Porfirio algo así como un apocalipsis zombi: ¿cómo diablos va a resurgir uno que hubiera muerto destazado; y después de tanto tiempo, los cuerpos se van a levantar unos en puro polvo, otros en jirones putrefactos y solo los más recientes tendrán lozanía? Porfirio y muchos otros plotinianos eran tan enemigos de la carnalidad que ni siquiera toleraban la idea de comer carne ni nada proveniente de cuerpo alguno. Veganos radicales. Esto es notable para señalar un error de larga prosapia y una zona ciega de la historia del pensamiento: el odio al cuerpo no es de origen cristiano. Los cristianos han tenido una malísima relación con sus cuerpos. Pero entendámonos: toda cultura, sociedad y hasta familia, a lo largo de toda la historia, ha tenido una relación conflictiva con su cuerpo. Y no se trata de exculpar a la cristiandad de los traumas de sus esfínteres, sino de incluir de nuevo en la historia cierto fundamentalismo que uno juraría desaparecido, porque ¿se puede imaginar sujetos así de antiguos, que propongan que no se mencionen características físicas, ni sexo de persona alguna, y que se nieguen a comer cualquier producto animal? L

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LABERINTO

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Amalia Hernández

La moderna tradición FOTOS: FOTOTECA MILENIO

El 19 de septiembre celebramos 100 años del nacimiento de la coreógrafa y bailarina, fundadora del Ballet Folklórico de México, quien tuvo la habilidad estratégica para sortear todo prejuicio y la vocación para imponer un lenguaje fundacional de las danzas tradicionales ARGELIA GUERRERO

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l 19 de septiembre la bailarina y coreógrafa mexicana Amalia Hernández cumpliría 100 años. Nacida un mes antes del inicio de uno de los movimientos sociales que más impactaron en la historia universal, pareció sumar su propio sino al de la revolución que significó el inicio del siglo XX. La trayectoria y vida artística de Amalia Hernández son un referente obligado en la historia de la danza en México, ya sea como símbolo de la mexicanidad, si es que ese concepto se ha definido, o para confrontarla y cuestionarla. Su personalidad se definió a partir de los múltiples factores que formaron parte de su vida: el arte nacionalista predominante durante los años de su formación; la ruptura con la vocación normalista en su familia, que irónicamente también fue una ruta de continuidad al orientarse a la formación de bailarines; la pertenencia a una familia acomodada de inicios de siglo, el matrimonio y la controvertida decisión de dedicar a la danza su empeño, recursos, corazón y vida. Como la mayoría de las bailarinas pertenecientes a su generación, la personalidad de Amalia Hernández trascendió por la sutileza y finura de su quehacer artístico y la firmeza atípica para defenderlo. Perteneció a una generación que retó en muchos sentidos y muy tempranamente varias de las convenciones sociales que para las mujeres fueron impuestas e incuestionables. Nacida en la Ciudad de México, inició sus estudios de danza con Nelsy Dambré e Hipólito Zybin, con clases que su padre sufragaba en un estudio construido específicamente para esos fines. La familia fomentaba el desarrollo de las artes en sus hijos, pero no lo hizo consciente de que en algún momento Amalia decidiera hacer de la danza su modo de vida. Al abandonar la Escuela Normal de Maestros la enviaron a Estados Unidos, pero también allá encontró caminos para seguir en contacto con la danza. Viajó de vuelta a México y no hubo más opción que aceptar la fuerte vocación dancística que Amalia se empeñaba en mostrar como irrenunciable. En 1934 ingresó a la Escuela Nacional de Danza, dirigida por Nellie Campobello, para ser alumna de ella y de su hermana Gloria y conocer de cerca su trabajo en colaboración con José Clemente Orozco y Martín Luis Guzmán. Una de las obras emblemáticas de Nellie Campobello fue el “ballet de masas” 30-30, que se estrenó en el Estadio Nacional ante un nutrido público y la presencia del presidente Lázaro Cárdenas. Amalia Hernández formó parte del elenco en una experiencia que describió, en una entrevista con la periodista Cristina Pacheco, del siguiente modo: “Yo iba vestida de rojo. Imagínate, he de haber parecido una revolucionaria bolchevique. Me emocionó mucho estar ahí, en el escenario, frente al publico”.

Podemos comprender que fue ahí donde la vocación de Amalia Hernández quedó definida y sellada, lo que significó ese instante íntimo y mágico que produce el sortilegio del escenario. Una vez que esa energía producto del escenario, el público, la música y la danza se integraron a la bailarina, supo que ahí dejaría su empeño diario. Eso fue 30-30. Sin embargo, la relación con Nellie Campobello no duró mucho. El modo impositivo y limitante establecido en la Escuela Nacional por la directora, tal vez heredado o aprendido del caudillismo post revolucionario, provocó la ruptura de bailarinas como Amalia Hernández y Guillermina Bravo quienes emigraron en busca de otras posibilidades que llenaran sus inquietudes. Llegó entonces con Waldeen y Ana Sokolov, las maestras formadoras de lo que se ha nombrado como la primera generación de bailarinas mexicanas de danza moderna y a las que debe la visión sincrética de un nacionalismo pujante

en todos los aspectos de la cultura mexicana y la experimentación expresiva que la danza moderna proponía en abierta oposición a la tradición representada por el ballet clásico. Las maestras y coreógrafas se habían instalado en México cautivadas por el fervor nacionalista al que sumaron su propio trabajo derivado principalmente de la danza moderna estadunidense impulsada por Martha Graham. Ese fue el nuevo contacto de Amalia Hernández con una perspectiva más amplia de lo que se pensaba como danza moderna mexicana. A ese modo de entender la esencia nacional para llevarla a la danza moderna también se debe el estilo que más tarde desarrollaría y del que surgió una postura muy crítica hacia su trabajo, que en muchos casos derivó en una exhibición y explotación de lo folclórico como fetiche exótico más que como búsqueda, reflexión y exposición de “lo nacional”. El debate continúa hoy en día y parece lejos de ser abordado con seriedad y más lejos aún de ser dirimido.


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Amalia Hernández no solo estaba haciendo más sólida su carrera como bailarina en la compañía de Waldeen, sino que definía de modo más claro lo que se proponía hacer como coreógrafa, cuando se presentó frente a ella un paradigma social difícil de evadir para las mujeres de aquellos años: el matrimonio. Su familia comprendía cada vez menos las exigencias que implica hacer de la danza una profesión y orilló a Amalia a cumplir el compromiso casi ineludible que la mantuvo alejada de la danza durante un largo periodo. Si para las mujeres de hoy es difícil confrontar a la sociedad, las bailarinas de inicios del siglo XX se vieron atravesadas por la difícil condición que significaba la elección de una profesión tan atípica como la danza. Cada una la enfrentó de distinta manera. Amalia Hernández se casó, tomó distancia por un tiempo, pero a final de cuentas impuso su vocación.Una bailarina difícilmente se rinde y se resigna a continuar sus días alejada de la danza y el escenario. Fue una carta del músico Carlos Chávez, entonces director del Instituto Nacional de Bellas Artes, la que marcó el paso definitivo: “Amalita, usted ha estudiado mucho, ¿por qué no se viene con nosotros y deja de estar encerradita en su casa?” La bailarina volvió y se incorporó a la recién creada Academia de la Danza Mexicana como maestra y coreógrafa bajo la dirección de Guillermina Bravo. La Academia de la Danza Mexicana tuvo entre sus lineamientos fundacionales que el arte popular fuera la “fuente viva del conocimiento y del carácter de lo mexicano”. Con este principio fundacional, tanto Guillermina Bravo como Amalia Hernández

Amalia Hernández interpretando una coreografía de John Fealy

sábado 2 de septiembre de 2017

realizaron diversos trabajos coreográficos. Fue Sinfonía india, sobre la partitura homónima de Carlos Chávez, una de las piezas que marcaron la esencia en la creación coreográfica de Amalia Hernández que no se detendría hasta el día de su muerte. “Todo el mundo tiene una misión y la mía es componer ballets”. Uno de los principales obstáculos que debió sortear fue que, aunque el nacionalismo era una corriente dominante y se proponía focalizar una visión esencialmente indigenista, que no indígena, no se permitía el uso de música tradicional mexicana. Se impuso la idea de subordinar los temas y elementos nacionales al cosmopolitismo moderno que dominaba el lenguaje del arte. Esta visión, que para muchas bailarinas y coreógrafas parecía limitada, provocó que Amalia Hernández rompiera con la institucionalidad y se integrara durante un tiempo a la compañía Ballet Moderno de México, bajo la dirección de Waldeen. Sones de Mi- Hizo una interpretación choacán es la coreografía escénica y teatral de las icónica de esta etapa danzas tradicionales a creativa, pues resaltó partir de los elementos su madurez artística que la formaron como como coreógrafa, su bailarina y coreógrafa proyección escénica y su calidad técnica como bailarina. La pieza marcó claramente los elementos que caracterizaron el trabajo coreográfico de Amalia Hernández: la búsqueda de la espacialidad en combinación con la música tradicional mexicana que por momentos parece repetitiva y que se enriquece por la búsqueda de niveles y zonas del escenario para mantener atento al espectador. En Sones… se requiere, por ejemplo, un trabajo exacto y asertivo de los pies para empatar los batidos que la coreógrafa sincroniza con los arpegios de violines en combinación con faldeos, zapateos y giros que cambian de dirección constantemente, y una “academización” de las danzas con la clara voluntad de no perder la esencia de su origen. Esto, por más de una razón, fue

DE PORTADA

y sigue siendo un estilo polémico que desde muchas visiones críticas se cuestiona, aunque pierden de vista un punto esencial: la obra de Amalia Hernández corresponde a esta etapa de la historia de la danza moderna mexicana y está cifrada por las múltiples reflexiones sobre su naturaleza, que las bailarinas de esa generación plantearon, profundizaron y sobre las que abonaron. Hablamos de una interpretación escénica y teatral que la coreógrafa hizo de las danzas tradicionales a partir de los elementos que la formaron como bailarina y coreógrafa. Se trata de “danzas estilizadas y ejecutadas con el lenguaje de la danza clásica y moderna según la visión e interpretación de la creadora”, explica Arturo Vázquez, maestro de Danza Clásica en la compañía y escuela fundada por la coreógrafa. El estudio crítico no debe perder de vista estos elementos. Se le cuestiona, pienso que injustificadamente, por no representar al México tradicional ante el mundo. Quizá la polémica debiera orientarse hacia qué tanto abona esa perspectiva de la coreógrafa en la construcción de clichés o en la fetichización de algunas músicas y danzas tradicionales, pero no en su representatividad o pureza antropológica, puesto que esto, como hemos trazado en estas líneas, no fue el motor creativo de sus danzas. La explotación del arte tradicional como producto de consumo es quizá el hecho más complejo para observar, analizar y cuestionar. En 1959 concluyó su proceso como miembro de distintas compañías y fundó la propia, el Ballet Folklórico de México, cuyo lanzamiento internacional ocurrió en 1961, en el Festival del Teatro de las Naciones de París. El Ballet recibió el primer premio y luego un sinnúmero de ofertas de empresarios de todo el mundo y, por supuesto, el reconocimiento del gobierno de Adolfo López Mateos, que ofreció todo su apoyo para encumbrarlo como “la mejor compañía del mundo”. Aunque la relación con el poder estatal ha provocado también críticas y polémicas, es cierto que Amalia Hernández defendió la autonomía de su compañía y su absoluta independencia creativa. Fue siempre una convencida de llevar su proyecto artístico como creía pertinente, llegando incluso a empeñar joyas o a vender el auto de su padre para solventar los gastos de la compañía y pagar a sus bailarines. La compañía de Amalia Hernández ha sido una plataforma de bailarines, músicos, coreógrafos, técnicos y maestros, quienes encontraron un medio propicio para su desarrollo profesional. Haber construido un proyecto de esas dimensiones no es, bajo ninguna circunstancia, una tarea sencilla; se requiere una firmeza y una convicción extraordinarias y una personalidad como la de Amalia Hernández, una mujer “con la gracia etérea de una joven bailarina y la habilidad estratégica para el combate de un general de división”. Amalia Hernández falleció el 5 de noviembre del año 2000. Su obra sigue siendo interpretada por el Ballet Folklórico de México no sin adversidades. Ahora, a 100 años de su natalicio, además de los merecidos homenajes, valdría la pena pensar en su obra como producto de un tránsito por una etapa definitoria en la historia de la danza en México y evaluar los elementos favorables y los contraproducentes para no anclarse en un pasado inamovible, sino proyectar el deber ser de la danza mexicana del siglo XXI. Es valiosa la obra de mujeres como Amalia Hernández pero solo valdrá su esfuerzo extraordinario si nos pensamos como ella: valientes y capaces de romper paradigmas, si pensamos la danza como producto de nuestra historia nacional y personal. L


LABERINTO

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FOTOS: SUTTERSTOCK

Moral para espías Un puñado de autores nacidos en la década de 1980 exploran y revitalizan, a partir del juego de la acechanza y el ocultamiento, el género que, como escribió Julio Cortázar, “se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita libran una batalla fraternal”

POSTAL DESDE MANILA Franco Félix

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oy un exiliado. Me esfumé del archipiélago filipino. Me he largado a Rusia. Mi esposa sigue en Manila. En un barrio muy pobre. Trabaja para el gobierno. Ella no es pobre. Y yo tampoco soy pobre. Por eso estoy en Moscú bebiendo Iordanov. ¿Comprendes? Tampoco la he abandonado. Mi esposa se llama Rowena y es espía. Como yo. Formamos parte del programa Limpieza Civil Antidrogas de la República de Filipinas. Fuimos entrenados en el campo militar Capinpin en Tanay. Nosotros, Rowena y yo, los más pobres de Manila, hemos estrechado la mano del presidente Duterte. Nuestro presidente es lo mejor que le pudo suceder al país. Luego de Pacquiao, quiero decir. El jefe mayor dijo hace tiempo: “Si conocen a algún drogadicto, no duden en eliminarlo. Mátenlo ustedes mismos. Será mejor, porque es éticamente más complicado que los maten sus propios padres. Mátenlos ahora y dejen que otros padres maten a sus hijos. Maten a los drogadictos. Y maten a los capos. Maten lo que está mal. Nadie los apresará”. Y así fue durante un tiempo. Nos matamos. Matamos a los hijos del vecino. Y los vecinos querían despellejar a nuestros hijos. Pero los matamos también y demostramos nuestras capacidades para aniquilar. Rowena es brava y despiadada. No sé cómo me he enamorado de ella. Tiene la sangre fría. Pero ama a sus hijos. Y me ama a mí. Y yo la amo. El servicio secreto identificó nuestras habilidades con el plomo y el hierro y nos llevó al campo militar de Tanay. Y fuimos entrenados. Y luego

nos insertaron de nuevo en el barrio más jodido de Manila. Y entonces, operamos. En menos de un año, eliminamos a treinta esquineros y a siete capos importantes. Rowena me ha enseñado a sacarles los ojos. “Deben ver, antes de morir, en lo que se han convertido, Marcelo (me llamo Marcelo), deben ver con sus propios ojos el pedazo de mierda ensangrentada en el que se convirtieron al final de sus asquerosas vidas”. Conoce la técnica: no permitir que se separe el nervio óptico del cerebro. Hemos limpiado un sector de Manila. Llevamos máscaras. Es duro ser parte del programa. Es cierto que tenemos entreY ella, reiniciando namiento especial, la excitación, tomó pero también somos trozos más grandes humanos. Nos domina de las entrañas y los la pasión. Y Rowena colocó sobre su vientre y yo nos amamos. La para que yo la devorara amo a pesar de que es una bestia helada. Y hemos desarrollado un amor valiente y perverso. Porque la experiencia, llena de violencia y voluntad y poder, motivó una evolución inaudita en nuestro cariño. No fue suficiente desaparecer y mancillar. Fuimos extendiendo los límites y, en el ejercicio psicológico por descubrirlos, desarrollamos una nueva tensión: follar junto a los cuerpos asesinados. Nos revolcamos entre las tripas. Y eso hicimos. Durante varios meses. Y entonces, llegamos de nuevo a ese otro límite. Yo lo hice: acariciaba a Rowena sobre

un vago sin cabeza que vendía shabú cerca de una escuela. Y en la misteriosa paz que le sigue al orgasmo, una parte oscura de mí se fundió en un solo impulso y besé el sexo de mi mujer, al mismo tiempo que frotaba la carne abierta del cadáver contiguo. Y lo comí, llevando pedacitos a mi boca, mientras comía el sexo de Rowena. Y ella, reiniciando la excitación, tomó trozos más grandes de las entrañas y los colocó sobre su vientre para que yo la devorara. Y el acto caníbal me encendió de nuevo. Arranqué mi máscara y me empalmé como nunca. Lo siguiente: follar el cuerpo decapitado. Pensaba meter mi pene en la tráquea abierta. Mi mente lo tenía claro. Y ella gemía y el tronco perforado del vendedor de shabú me echaba el ojo desde el vacío. Estaba a punto de arrastrarlo hacia mí cuando se abrieron las puertas del clóset y salió un hombre con un gesto de pánico puro y echó el estómago hacia afuera. Estuvo escondido todo ese tiempo en el que Rowena y yo hacíamos el amor junto al cuerpo mutilado de su amigo. Y solo salió hasta ese momento en el que iba a penetrar la tráquea palpitante. Y vomitó. Y huyó a toda velocidad por la ventana de la habitación. No sin antes verme el rostro. El rostro del hombre que come coño y carne de sus víctimas a la vez. El rostro del hombre que asesinó al vendedor de shabú. El rostro del caníbal de Manila. Por eso tuve que venir aquí, a Rusia. Me han congelado un tiempo. Así que, mientras Rowena aplasta cráneos por nuestros hijos, por la patria, yo estoy aquí, bebiendo vodka, cagándome de frío y masturbándome con los poemas de Rizal. Triste es el exilio. L Franco Félix (Hermosillo, 1981). Es autor de Kafka en traje de baño y Los gatos de Schrödinger.


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sábado 2 de septiembre de 2017

LITERATURA

CIRCUITO CERRADO Lola Ancira Always eyes watching you and the voice enveloping you. Nothing was your own except the few cubic centimeters in your skull. George Orwell, 1984

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os jueves eran de robo, pero de un momento a otro, el de esta semana se convirtió en jueves de muerte. Lucía vio todo en cuanto se registró en una de sus cámaras, y pasó los últimos diez minutos repitiendo la escena en cuadro por cuadro o cámara lenta, encontrando diferentes detalles. En la última reproducción, por ejemplo, notó que la intención del conductor fue, desde un principio, aplastar el cráneo, realizar un trabajo impecable. Esa era la tercera muerte desde que empezó a dedicarse a observar a los demás, pero las anteriores ocurrieron siempre en domingo. Miró el incidente de nuevo para tratar de convencerse de que el animal no había muerto, pero vio el cráneo estallar una y otra vez, y le resultó imposible modificar el pasado por más que insistiera en pausar el tiempo en el segundo anterior a ese mínimo desastre. Aquel canal de compras 24 horas parecía una total pero obligatoria pérdida de tiempo hasta que anunciaron el circuito cerrado de televisión que terminó por adquirir. Pagó la oferta que incluía la instalación y un curso básico. Se convirtió en un testigo mudo e invisible. A los pocos días, recibió una invitación para vender su material a la Sociedad de Voyeuristas Anónimos (cuya relación con Vecinos Vigilantes ha sido clandestina desde sus inicios), y decidió aceptarla por la comodidad de permanecer en casa. Notó pronto que la SVA aumentaba su retribución si en los videos se registraban actos sexuales, violentos o sanguinarios, de ahí que las noches de jueves a domingo se convirtieran en las mejores, pues en éstas, con seguridad, ocurría al menos uno de esos bien remunerados eventos. Desde entonces, cada mes verificaba que todo el sistema estuviera en orden para archivar con precisión taxidermista, en distintas carpetas digitales y según los días de la semana y acontecimientos, sus grabaciones. El aislamiento de Lucía dependía por completo de la vida de los otros. Para ella, espiar representó lo que mejor sabía hacer: imaginar, sospechar, conjeturar. Esperar. Crear y ser fiel a una ficción propia. Su mirada indiscreta se aferró durante años a contemplar existencias ajenas, a vigilar con especial cuidado, a través de varias lentes que le otorgaron el anonimato, todo aquello con lo que logró encubrir su vacío. Se enteró de distintas rutinas y horarios, de secretos y acciones peculiares. Sabía quién, a la vuelta de la esquina, maldecía al mismo que saludó segundos atrás, soltaba un escupitajo consistente o devoraba, con mirada cínica, a los peatones. Contempló pleitos, infidelidades y abusos; todo lo que reflejaba la verdadera naturaleza humana. Era una sombra que se adaptó a diversos cuerpos, una delatora, la extensión de una memoria infinita con múltiples ojos y oídos. El domingo, Lucía observó temprano, gracias a la cámara del pasillo interior, a un niño tocar de puerta en puerta. Al llegar a la suya, ella notó cómo, al igual que cualquier otra persona que se sabe observada, él titubeó. Aquella mirada cíclope de pupila roja y aguda solía ahuyentarlos tras el primer intento, pero éste insistió. Cuando abrió, el niño le preguntó si había visto a su perro. Lucía respondió que, hacía unos días, una de sus cámaras registró un accidente que involucró a uno. Ella le preguntó si quería ver el video, pero al niño se le inundaron los ojos y se echó a correr. Más tarde, Lucía reconoció en la primera cámara al auto que modificó los jueves de robo. El vehículo se detuvo al tiempo que bajó la ventanilla del conductor. Un hombre sonriente miró la cámara que lo enfocaba, guiñó un ojo y señaló hacia delante mientras el auto ganaba velocidad con rapidez. Lucía dejó de respirar por un instante, retrocedió con angustia hasta tocar el respaldo de su silla y sintió cómo una diminuta ráfaga helada avanzó por su espina dorsal después de mirar, en la pantalla contigua, al niño con el que habló a punto de ser embestido. L Lola Ancira (Querétaro, 1987). Es autora de Tusitala de óbitos.

SABES QUE SÉ Jonathan Minila I o hubiera hecho lo mismo, lo sabes. Entiendo que me hayas seguido, que me hayas esperado dos horas en la oscuridad y que hayas sacado esa arma donde nadie podía vernos. Aquel disparo ya estaba escrito. Lo está. Tenías que hacerlo tú. El muro gris y esa mancha roja. ¿Cuántas veces no había visto una escena así? Cuesta tres pesos en la calle. En los de doce siempre hay un político al centro, un artista, un accidente, una crisis financiera o algo terrible (pocas veces lo contrario), rodeado de pequeñas letras negras y titulares enormes que lo fragmentan todo. ¿Qué diferencia hay entre eso y unas enormes tetas junto a un cadáver? Tres pesos. Me da lo mismo. Veme ahora. ¿Quién iba a imaginar que terminaría igual? La boca abierta con un hilo de sangre, como en las películas, y con las piernas empapadas de orín. Me doy asco. ¿Cómo lo titularías tú? Pon el nombre del crimen aquí. Piensa en algo ingenioso que lo resuma todo. Hazlos reír.

Y

II Nadie creería esto. Logramos fingir tan bien que todos han respondido que no. Imposible que tuviera enemigos. A veces tocabas mi hombro, sonreías y me deseabas buen día. Pero ya lo sabías entonces. De eso puedo estar seguro. Era yo. Nos conocíamos bastante bien. ¿Cómo supuse que te podría engañar? Aunque quizá siempre lo hice por eso. Porque sabía que lo sabías. Avanzaste una pieza. Entendiste que solo alguien tan cercano podría conocer tu secreto sin hacer algo al respecto. Tan terrible era. Nadie habría podido callar algo así. Solo yo. ¿Y tú? No se lo hubieras confesado a nadie. ¿Por qué te amenazan?, te preguntarían. Entonces decidiste callar. Especular. Sufrir por cada rostro que encontrabas en la calle. Por cada par de ojos que te observaban más de un segundo. Me das más asco tú. Por nada hablarías de esto. Maldito cobarde. Ni siquiera a mí me contaste sobre las cartas que recibiste y eso ya es demasiado. Me habría hecho mucha gracia. Pero preferiste la incertidumbre. Investigar. ¿Me seguiste? ¿Hiciste lo mismo con todos? III Soy un imbécil. Debí conformarme con la primera vez. Pero no lo hice por el dinero. Lo sabes. Me gustaba verte sufrir. Bajaste de peso y aumentaste tu dosis de antidepresivos. No sirven de nada, como tampoco sirvió de

nada que borraras todas las imágenes. Cerdo pervertido. Merecías más. Quizá que alguien te denunciara, pero eso habría sido demasiado bueno para ti. Por eso hice esto. Me metí a tu mente. Te desquicié. Enloqueciste. Empezaste a sospechar de todos. Dejaste de salir y de sonreír. ¿Cómo pudiste hacerlo durante tanto tiempo? El demonio está oculto detrás de un saludo amable. Hice lo mismo. ¿Pero quién soy entonces? Ahora esto. Un guiñapo rodeado de sangre. Que no respira. Que observa fijamente esas botas que te regalé en Navidad. Hace dos meses. Ahí también me diste un abrazo. Ya estábamos condenados entonces. Sé lo que haces, significaba eso. Te estoy observando. Debí detenerme entonces. Debí imaginar que tú también estabas detrás de mí. IV Sí, yo hubiera hecho lo mismo. Cualquiera, quizá. El miedo, la incertidumbre. Aléjate cuanto quieras. Llega a casa empapado en sudor y date un baño. Nada de eso podrá borrar el odio que te tengo. Soy un cadáver que sonríe. Obsérvame bien. No importa que me hagan ceniza mañana, que me devoren las hormigas, o que me lloren. Seguiré sonriendo. Porque esto no se detendrá. ¿Creíste descubrir lo suficiente? ¿Creíste averiguar lo suficiente? Sí, soy yo, dije. Lo sé, respondiste, y disparaste después. Pero yo lo había hecho antes. Todo son máscaras. Un día descubrirás que tú mismo eres quien te ha estado siguiendo. No te extrañe encontrar mi rostro frente al espejo cualquier día de estos. V No estás dormido. Percibes mi silueta en la oscuridad. ¿Cómo es posible?, te preguntas. Pero sabes que estás perdido. También te disparaste a ti. Esa mancha roja eres tú. El muro tu destino. Ahora te puedo seguir por siempre. Observarte cada momento. Porque yo no duermo. ¿Escuchas mi voz? ¿Está en tu cabeza? Me estoy riendo de ti. Esto no lo puedes borrar, ¿cierto? A mí no me puedes borrar. Esperaré aquí hasta que amanezca. No tengo prisa. Te acompañaré a la puerta para ver tu rostro cuando recibas una carta más. Quiero que la leas con calma: Sabes que sé. Solo eso. No importa que la rompas. Hazlo. Hazlo mil veces. Muchas otras llegarán. ¿A quién matarás ahora? L Jonathan Minila (Ciudad de México, 1980). Es autor del libro de relatos Lo peor de la buena suerte (2015).


LITERATURA

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LABERINTO

SUTTERSTOCK

UÑITAS

L

Luisa Iglesias Arvide

os deditos huesudos de la tía Doris temblaron cuando Maite frotó sus cutículas con un algodoncito colmado de acetona. “¿Y ahora cuántos días se tardó en arrancarse las uñitas, señora Doris? Acuérdese que éstas no se quitan a mordidas, se va a lastimar otra vez”. La tía Doris la miró con displicencia y permaneció en silencio. “Dos días”, respondió Ale, su sobrina. La joven apenas y despegó los ojos de su teléfono celular. “No me gusta que me hablen como niña, como estúpida. Dile a esta huachicolera que me deje las manos como están”. Maite siguió con el algodón como si nada ocurriera; ni le sorprendían ni le indignaban los desvaríos de la vieja. Esto le ocurría de manera frecuente con sus clientas octogenarias. Ale no se acostumbraba. Caminó hasta la silla de su tía y la abrazó con mucho cuidado para no interrumpir aquel arsénico ritual. “Ay, tía, pero la señorita Maite te va a poner unas gelish súper bonitas. De las que tienen los diamantitos que te gustan”. “Es en los diamantitos. Ahí esconden el transmisor”. La joven sobrina revisó su teléfono y le mostró a Doris la fotografía de unas manos pálidas, vestidas con anillos dorados. Las uñas parecían resplandecer con un barniz de tono coral y pequeñas chispas incrustadas. Pero el olor a químicos, barnices y acetona estresaba cada vez más a la anciana. Ale deslizó un par de imágenes más por la pantalla de su celular, con la intención de calmarla. “No te pongas loquita, tía. Mira, un gatito con su gorrita de beisbolista”. “No me crees. Nadie me cree. Mientras tú me tratas como a una idiota, los de siempre nos están escuchando”.

No era fácil arrastrar de menos tres veces por semana a la tía Doris: del asilo de señoras ricas al salón de la señorita Maite, del asilo más caro del planeta al salón de uñas mal puestas, del asilo de abandonados dementes al salón que es una pérdida de tiempo. “No quiero ir, no quiero ir, que no quiero ir, escuincla pendeja”, bufaba la anciana con la frustración y el berrinche que hacen las muy niñitas o las muy viejitas. Pero Ale no podía juzgarla. La tía Doris no tenía a nadie más. Primero murió el tío Jorge; claro, no sin antes forrarse de billetes en el sindicato de Pemex. Luego sus hermanas, ¿cómo había sido eso? El punto es que la tía Doris solo tenía a su sobrina y a las “amigas” del asilo, ese quinteto de tiranas bañadas en espray que disfrutaban al burlarse de ella. Le decían: tienes las manos sucias porque nadie te quiere, tienes las uñas rotas porque no tienes quién te cuide. Ale las detestaba. ¿Por qué se hablaban, para empezar? ¿Por ser viudas petroleras? Maite comenzó a moldear el acrílico sobre las uñas escamadas. A Doris le ardieron los padrastros. “¡Quítamela! Que no se me acerque”. “Tía, por favor”. “No se mueva, doña Doris”. “¡Dile a la conspiradora que se aleje!” Maite apretó la mano izquierda de Doris. Un poco más. Dentro de la piel, su débil muñeca alojó un diminuto crack. La vieja cedió. Una uñita. Otra uñita. “Hay épocas en la vida en que todo se vuelve pequeñito, bonito, tontito, y nadie te toma en serio”. “Yo te tomo en serio, tía. Y la señorita Maite también. ¿Vas a querer el barniz coral y los brillantitos?”“¿Por qué no me crees, Ale?” “¿Qué cosa? ¿Que los de siempre te escuchan por las uñas?”

“Solo quiero que me lo pregunten directamente. Estoy cansada de que me vigilen todo el maldito tiempo. Ya no sé qué quieren”. “¿Quiénes son los de siempre?” “Pregúntale a la huachicolera. Mírala, hasta risa le da”. Terminado el trabajo, Doris se levantó enfadada y encendió un cigarro. Maite se estiró satisfecha en el asiento. Las uñas resplandecían como las de la foto del teléfono. Ale sacó un billete de quinientos y se lo entregó con cansancio. “Te voy a empezar a cobrar más. Parece que nunca vamos a acabar con estas uñitas”. De vuelta al asilo un brillantito rodó de nuevo por el piso. Una uña entera. Fin de la transmisión. L Luisa Iglesias Arvide (Ciudad de México, 1986). Ha trabajado como conductora y guionista de Radio UNAM.

EL REMEDIO Édgar Omar Avilés 22 de mayo de 1820, Cd. de Valladolid Amada Magnolia:

T

e imagino hermosa frente al telescopio estudiando las estrellas y me haces fuerte para la batalla que es mía y de toda la humanidad. Con la pluma de ganso que me regalaste, escribo esta carta. Sin embargo, no sé si la leerás o será interceptada por los vampiros. Sé que piensas que enloquecí en mis recorridos por templos, bibliotecas, pueblos y camposantos. Pero debo de continuar las investigaciones sobre por qué, de extraña y abrupta forma, algunas personas se convierten en engendros de pesadilla. Todo es culpa de los vampiros. Con el alma constreñida, te suplico: ¡no comulgues de nuevo! En mis prácticas de arcana alquimia descubrí que el vino de consagrar, la “Sangre de Cristo”, no es sino sangre auténtica, pero profanada; una suerte de hachís con el cual nos han sedado durante siglos. Ellos son quienes por detrás manejan las ideas, la fe y al gobierno.

Guarecido entre sombras y miedo pude seguirlos para constatar su modus operandi: en las noches dejan sus efigies de madera y bajan de sus crucifijos para buscar víctima en donde la jauría sacia sus instintos. Al secuestrado lo llevan a sus dominios, le extraen sangre, deforman su rostro, lo mutilan, le injertan órganos inútiles: enormes páncreas colgando de la nuca, falos al término de los dedos, venas y arterias envolviendo el tronco, decenas de anos en los muslos, los pies fundidos en una gran bola de carne, las entrañas invadidas de enfermedades, y aún más... Es un ritual que repiten noche tras noche. Sin embargo, lo más terrible, ya que los vuelve entidades secretas pese a su número, es que detienen el tiempo: de tal modo el proceso de la brutal misa no dura ni un segundo. Al final eliminan el atroz recuerdo de la memoria y se burlan implantando en el cerebro y en el alma del desdichado absurdos conceptos que atribuyen a Giordano Bruno, a modo de escarnio al filósofo que estuvo a punto de desenmascararlos en el siglo XV. Luego a la víctima

la regresan al lugar de donde fue secuestrada para que continúe en lo que hacía, sea que estuviera en medio de una charla, escribiendo una carta, cabalgando o en cualquier otro oficio. Entonces ya será un monstruo, pero no se dará cuenta y querrá continuar con su labor interrumpida. Un ejemplo claro, motor de mis indagaciones, le aconteció a mi amada abuela. Estábamos, la familia, celebrándola por sus ochenta años. Ella platicaba de sopas españolas y cortes de carne argentinos, cuando de súbito se convirtió en un monstruo. Llenos de horror nosotros, pero ella no se dio por enterada y continuó hablando, con esa su lucidez que a todos maravillaba, sobre la relación entre unos animales mágicos llamados ornitorrincos y el transpanteísmo de Giordano Bruno. La policía encarceló a mi abuela para realizarle pruebas de laboratorio sobre esta horrible maldición a la que llaman “enfermedad”. Al final, la explotaron con dinamita cuando empezó a surgirle el hambre, como lo hacen con cada uno de los

cientos de horrorosos prodigios que ya se han registrado. Estas minucias no pretenden arrancarte la calma, sino ponerte en alerta sobre los vampiros que habitan en las cruces: de su poder y perversión. También te doy a saber que encontré el remedio para erradicar del planeta a ese infesto clan de sangre, y tú, erudita en los misterios de las estrellas, eres fundamental. ¡Oh, mi amadísima Magnolia!, desde hoy cuídate al escribir y al hablar, pues serás poseedora y parte del secreto de cómo destruir a esta ponzoña: los estudios, como te he manifestado, me llevaron a la conclusión de que es importante la “p” en “psicología”, pues esta nueva ciencia abarca el estudio de la mente. De otra forma los enredos serían brutales, debido a que “sicología” se refiere al estudio de los higos; ya en numerosos tratados Giordano Bruno nos lo había advertido. Te ama, muy tuyo, Sebastián. L Édgar Omar Avilés (Morelia, 1980). Autor de Luna cinema (2010).


MILENIO

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× A

HOTEL IRIS YOKO OGAWA Funambulista España, 2017 256 pp. Autora de La fórmula preferida del profesor, novela por la que obtuvo el premio de la Sociedad Japonesa de Matemáticas, Yoko Ogawa en Hotel Iris, que tiene una edición catalana de 2002, cambia de giro y ahora aborda el despertar sexual. Mari es una adolescente que ayuda a su madre en el hotel del título. Una noche, tras un escándalo, es atraída por la fuerte personalidad de un hombre maduro, traductor del ruso. Lo que sigue es previsible: el hombre la hará descubrir su cuerpo. Ogawa lo narra con una prosa contenida.

LA SUSTANCIA DEL MAL LUCA D’ANDREA Alfaguara México, 2017 465 pp. En Siebenhoch, un paraíso para los alpinistas del norte de Italia pero un infierno para los inmigrantes o para quienes viven a contracorriente, un documentalista a punto de ver cómo su carrera se va por la borda se involucra en la indagación de una masacre cometida 30 años atrás. Nadie, sin embargo, quiere hablar de ello, nadie quiere recordar este hecho que expone la veta racista y atávicamente conservadora de una sociedad renuente a tolerar la diferencia. Muy a modo para los amantes del thriller.

MITOS PREHISPÁNICOS MIGUEL LEÓN–PORTILLA UNAM México, 2016 170 pp. Como lo recuerda León–Portilla, los griegos crearon el vocablo “mito”. Para ellos significaba la narración de hechos prodigiosos protagonizados por dioses, semidioses y héroes. En lo que se refiere al ámbito prehispánico, una definición aproximada sería “relato o relatos de la palabra del saber”. En este volumen, que forma parte de la serie Voz Viva de México, se incluyen mitos sobre las edades cósmicas, el nacimiento del Sol, la creación del mundo, Quetzalcóatl y la profecía acerca de Tenochtitlan.

¿QUÉ CLASE DE CRIATURAS SOMOS? NOAM CHOMSKY Ariel México, 2017 189 pp. El lenguaje es el hilo conductor de este ensayo en el que Chomsky analiza los procesos mentales siguiendo la narrativa del desarrollo científico y las bases biológicas para delimitar las capacidades cognitivas humanas. ¿Qué es el lenguaje? ¿Qué podemos entender? ¿Qué es el bien común y qué profundidad esconden los misterios de la naturaleza? Con la acostumbrada exactitud que lo caracteriza, el lingüista y filósofo no solo responde, sino que propone, diversas perspectivas que en asuntos de sociedad y política desembocan en el “socialismo libertario”, una de sus tesis más novedosas.

CARL GUSTAV JUNG VARIOS AUTORES Salvat España, 2017 146 pp. A pesar de la cercanía que tuvieron, Jung no fue un discípulo de Freud. Decir que se convirtieron en rivales tampoco es exacto (aunque los psicoanalistas ortodoxos aún siguen alimentando esta imagen). Lo único cierto es que gracias a su capacidad crítica y a su creatividad intelectual, Jung supo aprovechar lo que tenía de innovador el psicoanálisis para crear su propia escuela. Dentro de la colección Comprende la Psicología se presenta al público mayoritario este acercamiento al creador de la psicología analítica.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

CÓMO PIENSAN LAS PIEDRAS

Brenda Lozano Alfaguara México, 2017

El triunfo de las pequeñas cosas ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

A

hora que la prisa, el descuido y la vulgaridad estilística pasean alegremente por buena parte de la narrativa mexicana se vuelve casi una obligación destacar los alcances del primer libro de relatos de Brenda Lozano. La obligación, importa decirlo, funciona además como remedio contra esos males o cuando menos para olvidarse de ellos durante un par de días. Uno de los mayores atributos de Cómo piensan las piedras es el riesgo que toma por una escritura osada, impermeable a los convencionalismos, a cientos de años luz de la jerga popularizada por los emborronacuartillas. El lector puede, para mejor seña, iniciar con el relato que da título al libro y comprobarlo mientras se deja mecer por su rítmica sonoridad, muy cerca de la naturalidad oral con la que los niños suelen interpretar el mundo. Esta osadía puede manifestarse en el tono confesional, en el registro sarcástico de los hechos, en la parodia o incluso en la enumeración de algo tan intrascendente como los mensajes por teléfono celular. Pero, sobre todo, se manifiesta con más voluntad en la calculada aspiración a la elegancia, que no quiere decir afectación ni manía ornamental. Elegancia, y arrobo, hay por ejemplo en esta frase que pertenece a “Cables”, un relato que se ciñe a la imposibilidad de contar una historia sin faltar a la verdad: “Tal vez la palabra amorosa se comporta como un simio que amontona unas ramas cuando, en realidad, quisiera construir una casa”. El gusto por el detalle es otro de los mayores atributos de Cómo piensan las piedras. Cada relato es la escenificación del triunfo de las pequeñas cosas sobre las grandes preguntas y vacilaciones: un zumbido que rompe la armonía de un vecindario, una muñeca perdida, estados de cuenta que llegan a nombre de una desconocida, una botellita de champú que proviene de un hotel anónimo, un piquete de mosco… Brenda Lozano parece sugerir que las cosas que tienen una reducida presencia en el mundo producen tantas reverberaciones y significados como la soledad, el amor, la orfandad, la muerte. A la literatura se llega también por el camino de lo que en apariencia carece de importancia y sin embargo encierra una palpable experiencia humana. No es casual que los lugares de Cómo piensan las piedras sean generalmente cerrados y familiares. La cocina, la recámara, el baño o hasta el interior de un automóvil son el revés de las calles y los espacios donde palpita esa violencia que con tanta impunidad se ha instalado también en la narrativa mexicana. Esa es una postura estética, y no es menor. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

José Ramón Pedroza

“Los viejos dan grandes lecciones” Los jinetes del tiempo recrea la entrada de Villa y Zapata a la Ciudad de México en 1914 ENTREVISTA

E

l 6 de diciembre de 1914, Emiliano Zapata y Francisco Villa tomaron la Ciudad de México. Con la ayuda del grupo actoral Revolución Zapatista del Sur, el realizador José Ramón Pedroza quiso replicar la gesta. El resultado fue Los jinetes del tiempo, filme que combina documental y ficción para propiciar una reflexión política y social sobre los pendientes de la Revolución mexicana. ¿Qué vio en Zapata y Villa para traerlos a colación en el siglo XXI?

Estuve trabajando en Morelos y a partir de ello me propuse hacer un recorrido por la Ciudad de México con la premisa de replicar la gesta de Zapata. Quería entrar el 6 de diciembre de 2014, tal y como sucedió hace cien años, pero al final las fechas no coincidieron. Las figuras de Villa y Zapata siguen vigentes porque seguimos padeciendo mucha injusticia. ¿Qué riqueza encontró en la utilización de actores campesinos para la filmación de Los jinetes del tiempo?

En la película vemos cómo la comunidad de Quebrantadero, en

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

Morelos, se plantea resolver sus retos mediante soluciones comunitarias. Creo que es un ejemplo de democracia resolutiva. Toma decisiones tan trascendentes como limpiar el río que pasa por ahí, o la reforestación de la zona, de manera abierta. Revolución Zapatista del Sur creó un grupo de actores campesinos para hablarles a los más jóvenes sobre los zapatistas. Es un estar conscientes de lo que es nuestra memoria y nuestro patrimonio histórico. Por eso uno de los puntos centrales de la película es la educación. La reflexión histórica del filme tiende un puente entre la Revolución mexicana y el Tratado de Libre Comercio.

Fue una coincidencia. Cuando empezamos a trabajar la película no se avizoraba una renegociación. Para los estadunidenses, se dice, estuvo mal negociado. Quizá a los empresarios mexicanos les trajo algunas bondades, pero en pocas ocasiones nos planteamos el punto de vista de los campesinos, quienes cuentan cómo perjudicó el trabajo de la tierra,

HOMBRE DE CELULOIDE

no solo por la tecnología sino por la imposición de los transgénicos. En la película nos explican por qué estamos regresando a los monocultivos, que a la larga debilitan al campo. Otra coyuntura histórica que acentúa el sentido político de la película es el encuentro con los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Lo que en principio debería ser un recorrido tranquilo por la Ciudad de México se convirtió en un campo de batalla. No nos dejaron entrar al Zócalo, primero por la situación política agreste causada por la desaparición de los normalistas; y segundo, por la instalación de una pista de hielo. La historia mexicana es el intento constante de llegar a algún sitio. En este sentido, la película pasó de ser épica a quijotesca.

¿Por qué tuvieron problemas para filmar en el Zócalo?

Fue complicadísimo, tardamos año y medio en lograrlo. En tres ocasiones nos negaron la filmación y siempre nos avisaron veinticuatro horas antes. Tuvo que intervenir la Secretaría de Filmaciones para que nos dieran acceso. ¿Descubrió este sentido metafórico de la historia mexicana sobre la marcha?

El documental suma lecturas conforme se va desarrollando. No obstante, invita a no perder nunca la esperanza. La gran lección la dan los viejos, porque tienen un pensamiento más juvenil que los propios jóvenes y no se cansan de sacar adelante a nuestro país. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

¿Venganza personal?

S

i uno cree que solo en México hace agua el sistema judicial debiera ver En el nombre de mi hija, película francesa que nos introduce en los trances de un padre cuya hija de 16 ha sido violada y asesinada. Los problemas enfrentados incluyen no solo la pereza burocrática, también cierta moral. El tiempo en que sucedió el crimen en el que se basa la película tuvo lugar en la década de 1970. No es que en aquellos años hippies la violencia produjese menos escándalo pero un tipo como el malo de esta película podía pasearse con menos dificultad con todo y una acusación de pedófilo pendiendo sobre su cabeza. Tanto así que la verdadera complicación de André Bamberski consiste no tanto en demostrar que al doctor Krombach le gusta la fruta verde como que le da por matar a sus víctimas. Quien vea la película notará la ironía de que sea incluso más fácil acusar a un tipo desde el chovinismo (“ella es ciudadana francesa y él ciudadano alemán”) que no desde el hecho de que al alemán en cuestión le gustan menores de edad. Psicológicamente resultan interesantes tanto la madre como el hermano de la víctima. Ambos están tan encantados con el violador que parecen hipnotizados. O cómplices. La

En el nombre de mi hija (Au Nom De Ma Fille). dirección: Vincent Garenq. guión: Julien Rappeneau y Vincent Garenq. con Daniel Auteuil, Sebastian Koch, Marie-Josée Croze. Francia, 2016.

cosa recuerda un poco los sucesos de la Segunda Guerra Mundial: basta con que aparezca en escena un tipo grande y con acento germano que sabe la cita erudita de Wagner para que los franceses colaboren con él. En la vida real el señor Bamberski invirtió 30 años de su vida tratando de demostrar que Dieter Krombach no era el médico encantador que le había robado a la familia sino más bien un pervertido que merecía estar en prisión. Con todo, lo mejor de la película no es la historia que podría ser un capítulo de La ley

y el orden sino la recreación de las diferentes épocas en que sucedió la aventura legal. No están mal tampoco la actuación de Daniel Auteuil ni la dirección que consigue dar al tono de cine de abogados una dosis de poesía: una hermosa chica bucea por el fondo de una alberca, afuera acecha un padrastro criminal. Aun así uno termina de ver la película y, habiendo visto las estrategias de Bamberski, se pregunta si no será que En el nombre de mi hija, más que una película es una venganza personal. L


MILENIO

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ESCENARIOS

ESPECIAL

Golpe de desaliento Esta semana lloverán pájaros reúne a personajes comunes en un entorno que está por encima de sus deseos TEATRO

T

res jóvenes vestidos con traje sastre, que frente a un pastel de boda y de cara al espectador bailan al ritmo de “Payaso de rodeo” del grupo Caballo dorado es la acción que da inicio a Esta semana lloverán pájaros. La escena, simpática por el sesgo ridículo que adquiere sobre el escenario, hace pensar a quienes no hemos leído Fiebre, de Daniel Krauze, texto en que se inspiró Hassam Díaz para escribir esta obra, que quizá ese sería el tono del montaje, pero una vez finalizado el baile tienen lugar tres angustiantes historias de adolescencia. La propuesta del dramaturgo Díaz con crudeza expone conflictos enquistados en la incomunicación y el temor de los jóvenes a relacionarse con sus padres, sus pares o un pariente que habla otro idioma. Homosexualidad joven incomprendida por los padres, barreras entre una incipiente pareja, discriminación y violencia son parte de los obstáculos que frenan el ímpetu adolescente. Esta semana lloverán pájaros propone personajes comunes en un entorno hostil que parece devorarlos por encima de sus deseos. Como si se tratara de personas de segunda que sobreviven en un plano casi invisible para los adultos, los jóvenes no ven horizonte posible, ni deseo alcanzable, aunque por momentos haya un humor ácido que incomoda, como cuando se establece un amargo juego entre uno de los estudiantes y un grotesco súper héroe de su invención, que lo atosiga y violenta. Sobre un escenario abierto, sin piernas ni telón de fondo, el espacio está delimitado por tres largas y delgadas lámparas de luz

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

blanca que penden de cables metálicos, y que accionados por los actores mediante tres manivelas en uno de los laterales se elevan o descienden para instalar una banca, mesa, o pretil que establezcan el espacio necesario para cada escena. El mejor ámbito del diseño de Natalia Sedano es la alberca, delimitada por luz al fondo, mientras una orilla es la balsa salvadora de un chico que huye de su hundimiento interior. Pareciera que los personajes están condenados, por más que se llegue pronto a un final que pareciera tener la intención de sobar en algo el golpe de desaliento que propina la anécdota. La dirección de Martín Acosta guía a este joven elenco por un camino que da seguimiento puntual a los sucesos planteados en la obra, pero pareciera haber una confusión en cuanto a la aparente sencillez de cada historia y la contundencia que requiere su solución en escena. Si bien hay momentos brillantes, como la segunda vez que el joven se protege del acoso paterno a la orilla de la piscina, da la impresión de que el montaje corre de manera automática, como si no necesitara cuidado, pausas, transiciones, nuevas operaciones actorales que nutran cada acción y cada palabra. Esta semana lloverán pájaros es una obra que tiene cosas por decir, emite alertas que desde el escenario podrían cobrar otra dimensión, pero es necesario reencontrar su verdadera densidad, por encima del número de veces en que éstas suceden en la vida real y que se interpretan en la escena, aunque se acerque un paradójico final que en algo intente ser feliz y cerrar eficazmente. L ESPECIAL

La obra dirigida por Martín Acosta se presenta miércoles y jueves en el Teatro Benito Juárez

Afásico del arte MERDE!

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BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

scribe Oliver Sacks en El hombre que confundió a su mujer con un sombrero: “Estos pacientes, que aunque inteligentes padecían la afasia global o receptiva más grave —la que incapacita para entender las palabras en cuanto tales—, que a pesar de eso entendían la mayor parte de lo que se les decía… Esto se debía a que si les hablabas con naturalidad captaban una parte o la mayoría del significado”. Entender sin captar necesariamente el significado de las palabras es lo que el buen teatro busca en espectadores sensibles. Porque la palabra es, antes que nada, expresión corporal, tono, ritmo, gesto. O como escribe el propio Sacks, como si fuera teórico del teatro: “Porque el habla (el habla natural) no consiste solo en palabras ni (como pensaba Hughlings Jackson) solo en `proposiciones´. Consiste en expresión (una manifestación externa de todo sentido con todo el propio ser), cuya comprensión entraña infinitamente más que la mera identificación de las palabras”. El teatro es comprensión, no solo del texto (algo superado en el arte escénico actual, cuando en la vieja guardia la dramaturgia era “el teatro”). Hoy el teatro es expresión verbal, corporal, de comprensión y significados, ahí donde el actor ofrece lo mejor de sí con sus sentidos y las palabras revientan sentimientos y razonamientos, más allá de la simplicidad de espectadores que van a una noche teatral sin más experiencia que decir “me gustó” o “hermoso montaje”. Un espectador sensible, pues, donde el actor no dice palabras inexpresivas, o peor, miente que expresa y entonces sucede lo que Oliver Sacks describe en su relato de afásicos: “A un afásico no se le puede mentir. El afásico no es capaz de entender las palabras, y precisamente por eso no se le puede engañar con ellas… Lo que capta lo capta con una precisión infalible, y lo que capta es esa expresión que acompaña a las palabras, esa expresividad involuntaria, espontánea, completa, que nunca se puede deformar o falsear con tanta facilidad como las palabras”. Mejor… imposible. Si un actor no es natural, entonces un espectador sensible —o un crítico teatral sensible, con años de ver, amar al teatro— puede encontrar las mentiras del histrión y darse cuenta que le dan gato por liebre. No necesita ser afásico —no propongo para nada eso—. Pero el teatro exige la totalidad de la palabra, su significado, sí, pero también su expresión inherente al cuerpo. Sin eso no hay hallazgo artístico en la escena. Sacks dice que los perros y los afásicos —sin ofender a ninguno de los dos— pierden la capacidad lingüística pero ganan en esa sensibilidad notable de escuchar los tonos del timbre de la voz e intuir la verdad creativa. Me declaro afásico del arte sin importar que entienda o no las palabras. La dramaturgia es oído en la escena. Punto. L


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Sin Alá TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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ace ocho años conversé con Orhan Pamuk sobre la posibilidad de que Turquía fuese miembro de la Unión Europea. Él estaba muy a favor de la idea, y también lo estaban muchos europeos. Turquía, entonces, parecía un Estado de espíritu laico y democrático, y que avanzaba hacia mayor laicidad y democratización. Mas en poco tiempo todo se descaminó. Hoy es una burda dictadura en vías de islamización que persigue a periodistas, escritores y librepensadores. Tan solo en un año ha metido a casi doscientos cincuenta periodistas en prisión. Hoy, como el Imperio otomano en otro siglo, Turquía vuelve a ser “el enfermo de Europa”, con la salvedad de que ni siquiera es Europa. Qué lástima que no haya prosperado el intento de golpe de Estado del año pasado, si acaso lo fue. España, como si no supiera lo que pasa en ese país, arrestó a dos periodistas de nacionalidad europea porque incomodan a Erdogan, con la posibilidad de enviarlos a Turquía, donde habrán de padecer torturas y una prisión de por vida. ¿Y Europa? Calladita, calladita. Por alguna razón poco ilustrada va tomando fuerza el autoritarismo en el mundo. Los propios políticos de países netamente democráticos abanderan la democracia por inercia, no por ideología, pues no podemos pensar que estén educados en la tradición e historia que desembocó en la triada de liberté, egalité, fraternité. Todavía en México hay nostálgicos de la prerreforma, y sueñan con un mundo en que prevalezcan las obtusas ideas católicas, apostólicas y romanas; ven con recelo a Benito Juárez y son tan miopes que no entienden cuán valioso es el legado de laicidad en un país. Pero no nos hagamos

La Meca

güeyes: ninguno de nuestros partidos políticos es democrático; en todos ellos palpita la dictadura y somos nosotros, no ellos, los que cobijamos y defendemos la democracia. Son, sobre todo, los periodistas, escritores, artistas e intelectuales los que la defienden; esos que luego terminan espiados o demandados o en la cárcel o con una bala en la cabeza; esos que en la escala de necesidades ponen primero la libertad y luego la seguridad. Pero hay muchos a los que les asusta ser libres y prefieren inventarse fantasmas que dictan reglas desde las nubes. El Werther de Goethe lo dice así: “La raza humana es igual en todas partes. La inmensa mayoría emplea casi todo su tiempo en trabajar para vivir, y le abruma de tal modo la poca libertad de que goza, que pone de su parte cuanto puede para perderla”.

Pensaba en esto cuando vi al imbeciloide malbarbado del ISIS que dijo: ““Con el permiso de Alá, Al Ándalus volverá a ser lo que fue, tierra de califato”. Casualmente estoy en Andalucía. Las playas rebosan de hermosas mujeres en bikini. En los bares resuenan las copas y las risas. El jamón y el chorizo parecen más sabrosos que nunca. Y resulta que unos rancios preferirían plegarse hacia la Meca no sé cuántas veces al día, ver mujeres tristes emburkadas, siempre acompañadas de su marido o padre, cerrar las bodegas de Jerez de la Frontera, echar al mar a los cerdos ibéricos, pata negra o de cualquier color, quemar libros, encarcelar a los jóvenes que bailen, prohibir la música popular, decapitar escritores, destruir monumentos históricos, mandar la libertad al carajo. Gracias, pero la estamos pasando muy bien sin Alá. L

LA GUARIDA DEL VIENTO

ALONSO CUETO ESPECIAL

Escritores asesinos

U

n escritor es un criminal por naturaleza y por elección. Al ir en contra de la realidad que lo circunda, al querer inventar una nueva, es un renegado. Un lector también lo es. Los más grandes protagonistas, desde Aquiles hasta Gregorio Samsa, rompen con las reglas de la sociedad. No hay un protagonista que no viole los diez mandamientos. En su novela Irene (2006), Pierre Lemaitre presenta la carta que el asesino en serie dirige al pequeño, romántico policía Camille Verhoeven. Una de las frases podría ser la de un escritor a un crítico literario: “Querido Comandante. Me alegra ver que se interesa por mi trabajo”. El asesino se refiere a sus crímenes (el asesinato de prostitutas de diverso calibre) como su “obra” y en su carta se despide afirmando: “Estoy seguro de que, más tarde o más temprano, retomaremos este diálogo, fructífero tanto

para usted como para mí”. En esta novela, el asesino reproduce (o reescribe) los asesinatos que aparecen en algunas novelas famosas. La relación entre un escritor y un asesino viene a colación por la noticia de la captura de Liu Yongbiao en China, que acaba de aparecer en The Guardian. Yongbiao había escrito El secreto culpable y estaba redactando su novela La bella escritora que asesinaba. En esta última cuenta la historia de una novelista con un pasado criminal que elude a la justicia. La policía descubrió que esa era la historia de Yongbiao que hace dos décadas asesinó a cuatro personas. Cuando la policía fue a detenerlo, el escritor les dijo: “Hace tiempo que los esperaba”. El caso de Yongbiao recuerda al del escritor holandés Richard Klinkhamer que en 1991 asesinó a su mujer, la enterró en el jardín y luego escribió una novela

Retratos del escritor Liu Yongbiao

sobre el hecho. La policía sin embargo no consideró el libro como evidencia y no fue hasta que los nuevos inquilinos de la casa encontraron los huesos de la esposa que lo detuvieron. Klinkhamer fue sentenciado en 2001, salió de la cárcel por buena conducta dos años después y murió apaciblemente en 2016 a los 68 años. En su gran artículo “Al pie de la letra”, Julio Ramón Ribeyro

cuenta la historia de Akito Kamura, un estudiante de La Sorbona, feo y ensimismado. Kamura se toma tan en serio los poemas de amor que estudia, que decide asesinar y devorar a una joven que lo atrae. Cumple así con la consigna poética de la unión de Eros y Tanatos. Kamura representa la vocación de escritores y lectores: las palabras de ficción son nuestro destino verdadero. L


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