Laberinto No.746 (30/09/17)

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Laberinto

POETAS Y CASCAJO

julio hubard p. 03

ANTONIO GARCÍA DE LEÓN silvia herrera p. 04

MILENIO

NÚM. 746

sábado 30 de septiembre de 2017 FOTO: ESPECIAL

HURACÁN

MI SAN GENNARO

pablo brescia p. 08

roberto saviano p. 06


ANTESALA

sábado 30 de septiembre de 2017

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LABERINTO

ESPECIAL

Catástrofe y palabra ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

E

ra su hogar. Tanto sus posesiones como sus recuerdos están sepultados en esos escombros que desprenden humo. Agraviada por ese intenso e inesperado sufrimiento, la mujer estalla, blasfema, encara a su Dios, pero, de pronto, repara en los lamentos y laceraciones de sus dos viejos vecinos y un resorte inesperado la saca de su doloroso ensimismamiento y la empuja a ayudar. El dolor no esperado, ni calculado, provoca el mayor de los estupores y genera una muda y explosiva mezcla de desconcierto, incredulidad e ira. La catástrofe natural es una de las formas más repentinas y violentas de infligir dolor colectivo y su impacto suele cambiar radicalmente (piénsese en el impacto del terremoto de Lisboa en el pensamiento de su

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

época) las formas de intelección, percepción y relación con los demás. Si en la antigüedad la catástrofe se vinculaba al hecho religioso, afinaba la conciencia del prodigio y la fatalidad y ligaba al individuo con el orden y desorden cósmicos, en una vida moderna gobernada por nociones de racionalidad, lógica, merecimiento y retribución, la discontinuidad insólita de la catástrofe resulta casi inasimilable. El acontecimiento anómalo y el dolor sorpresivo alteran la regularidad y aguzan hasta el límite la concepción de vulnerabilidad. La catástrofe subvierte el orden y, bajo su desgobierno, se experimentan miedos (y solidaridades) ya no mediados por la urbanidad sino radicalmente espontáneos, donde afloran el instinto egoísta o el más extraño y esperanzador

I

y facultades insospechadas de empatía, al retratar la semejanza ante el sufrimiento o al plasmar los sentimientos de compasión y cooperación entre desconocidos. Así, se le puede restituir el significado a la catástrofe tratando de devolverle la palabra, pues al condolerse, al participar de la manera que se pueda en la remisión o el lamento de una desdicha, se aparta de su confinamiento al dolor y se pasa del acto inercial del azoro al acto humano del acompañamiento. L

Antología: urna con las cenizas de varios autores.

Las fisuras LOS PAISAJES INVISIBLES

altruismo. La catástrofe entra por el cuerpo de los afectados o por los ojos de los testigos, no hay manera inmediata de verbalizarla o darle significado. Se trata de una amenaza no solo a la vida, sino al entendimiento, a la capacidad de articulación del lenguaje y a la fe misma. Tal vez el arte proporciona una aproximación a medio camino en el misterio de la catástrofe, permite acercarse a su aliento oscuro y caótico, pero también vuelve a civilizar al mostrar el despertar de recursos

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

magina que estás lejos. Que no te tocó experimentar en carne propia el terremoto del 19 de septiembre. Imagina que solo te enteras de lo que pasa en México por los websites de los periódicos y las redes sociales pues no tienes televisor. Sabes que en el país había fisuras pero los derrumbes y las grietas en inmuebles, los cientos de compatriotas bajo los escombros, la polvareda y los deshechos las hacen más visibles. Esas fracturas no son físicas ni materiales sino morales, emocionales, psicológicas, políticas, sociales. ¿Cómo se ve, cómo se vive México de esa manera? Lees, miras galerías fotográficas, recuerdas lo que sí pasaste un mismo 19−S pero de 1985, y la ira, el desasosiego surge al meditar en la corrupción que arrebató vidas y deshizo patrimonios. El pulpo inmobiliario que se apoderó de la ciudad en solo dos gestiones de gobierno, de Ebrard y de Mancera, evidencia su desprecio por la vida en las fotos que van apareciendo de trabes, columnas y refuerzos endebles, losetas forradas de cartón, paredes de puro yeso. Esos edificios que generaron millones de pesos de ganancias no valían un céntimo. Algunos se derrumbaron, otros quedan inservibles. ¿Y los responsables? En México la corrupción se tambalea pero no se cae.

Das cuenta del coraje masivo, el que exige a los partidos políticos que devuelvan su exorbitante partida presupuestal para la reconstrucción y el apoyo a los damnificados. Raudos, los partidos proponen aportar hasta el 100% de sus dietas porque el siguiente es año de elecciones y el dinero ya lo tienen (de los pequeños robos de sus miembros, del financiamiento subterráneo que les aportarán algunos socios o los cómplices de sus relaciones peligrosas). La bonhomía del político es de esencia clientelar, hay una trampa en su “indulgencia”. Por ejemplo, las redes se estremecen con la apropiación de los donativos ciudadanos que presuntamente perpetró el señor Graco Ramírez en Morelos, lo mismo sucede en Puebla, Oaxaca, Guerrero y hasta en la Ciudad de México, donde universitarios denuncian un autobús disfrazado de “Apoyo Puma” y otros postean fotos de tráileres que se descargan en bodegas sospechosas. Sonríes con ironía cuando lees sobre el montaje del rescate de una niña apócrifa llamada Frida Sofía, reality mediático en el Colegio Enrique Rébsamen para rescatar el rating de la ruina que absorbe a las televisoras en tiempos de internet y plataformas alternativas, pero la verdadera Frida que te emociona es la can de raza labrador, estrella del binomio hombre­­–perro, fundamentales en tareas de salvamento.

Lees las paparruchas de algunos influencers que expresan su malestar por lo que acontece en… Venezuela. Para ellos, México es una democracia chueca pero democracia (ja), tal vez porque el terremoto no debe poner en pausa la opinología internauta y, así, el encono ideológico campea: unos contra AMLO, otros contra Peña Nieto, otros a favor de los “frentes ciudadanos” que no son frentes ni son de ciudadanos. Todos contra todos: insultos de locutores de radio a periodistas. De cartonistas a analistas. De intelectuales a reporteros, la discordia de siempre, pero tu atención se enfoca más, mucho más en la asombrosa, admirable solidaridad ciudadana. Héctor, un joven inválido escarbando en Jojutla con solo una muleta. Eduardo Zárate que, en silla de ruedas, llegó de Michoacán para ayudar en la Del Valle. Un anciano en Juchitán cooperando con dos bolsas de arroz. Los puños en alto. Gente y mascotas importan por igual. Cuando los periódicos y las redes sociales son el único eslabón que te une a México, te deprime reconocer que a pesar de la tragedia solo el crimen organizado opera con normalidad: levantones, balaceras, encobijados. Imposible no coincidir y sumarte a la propuesta de Alfonso Cuarón en Twitter: “No a la reconstrucción del México que teníamos. Sí a crear el México del siglo XXI”. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× DA N I E L

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ANTESALA

ESPECIAL

L E Y VA ×

Dos diecinueves de septiembre Este poema inédito da cuenta de las pérdidas y a la vez de lo conservado después del terremoto

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Trinchera de la Primera Guerra Mundial

uando se derrumba tu casa

Pierdes los rincones de la casa

No sólo pierdes los muros

Que nunca visitabas y ahora extrañarás

El piso, los techos, pierdes

Todos los años que te queden de vida.

También una parte de tu memoria. Cuando se derrumba tu casa Aquella capturada en instantes,

No pierdes los techos y los muros

Fotografías de viajes, bodas,

Que la soportaban, pierdes

Los primeros pasos de los hijos,

Las columnas de tu memoria.

Triunfos, tristezas y pierdes también Objetos que se hicieron entrañables.

Y entonces, por más que lo intentes, El olvido te va carcomiendo,

La cama en donde murió tu padre,

Sonríes al vacío con un rostro vacío

El lecho en donde prolongaste tu sangre

Y te das cuenta de que eres otro

Y en donde siempre dormías

Porque no tienes ningún objeto,

Soñando pasados, evocando futuros.

Ninguna fotografía que te recuerde Que tú eres quien fuiste.

×EKO×EX LIBRIS×ALICE TOKLAS Y GERTRUDE STEIN×

Poetas y cascajo BICHOS Y PARIENTES

Q

JULIO HUBARD

uien cree que en la conciencia —y sobre todo a solas— las cosas suceden con orden racional se equivoca groseramente: jamás supo escucharse a sí mismo. Lo que viva adentro, plural en voces e irrupciones, no responde a la voluntad diurna y vigilante. A la conciencia se le presentan los asuntos más como un derrumbe que como una edificación. Desde el terremoto me registré en una lista como voluntario, y he traído clavado un par de recuerdos necios y en pedazos. Uno es de Esquilo; el otro, de Apollinaire. Nunca me llamaron para irme de topo. Lo supuse desde el principio. Por eso Esquilo anduvo dándome lata con ese runrún en la cabeza: el primer coro del Agamenón, que suelta en andanada las desesperaciones de quienes no fueron a la batalla y solo pueden esperar noticias: “Los viejos chillan como buitres queriendo proteger su nido y sus polluelos. Inútil, ay, inútil cuidar las crías después de la rapiña... Todo está como está. La furia no se apaga, ni con el fuego de las ofrendas ni con las libaciones. A nosotros los viejos, nos ahuyentan de la batalla, pero no de nuestra furia, porque los viejos titubeamos, como los niños, y erramos como un sueño diurno”. Y es lidiar con la necesidad inmediata de meter las manos donde urge, donde cuenta, y la conciencia adquirida de ya no tener las fuerzas, de ser más estorbo que ayuda. Y por eso también me machaca el recuerdo de Apollinaire: no solo por su poema Zona —el rapto místico más extraño de la historia, porque en los aviones que lo bombardeaban a él, en su trinchera, Apollinaire veía la cruz de Cristo y la religión revelada— sino por aquellas cartas que le enviaba a Lou, su pareja, y a sus amigos, en las que repite una idea rara y verdadera: es mucho peor la guerra en París que en la trinchera. En París no hay más que esperar noticias y rumiar angustia; en cambio, la batalla es “un espectáculo suprametálico y architronante”. No es intento de consolación. Es, tal cual, lo que creía: no puede pasar frente a mí la realidad desnuda sin que me halle impelido a meter las manos. Un edificio, una construcción, es un hecho simbólico, racional. Es el orden puro. Derrumbado, es la irrupción de una realidad que no existe sino de modo ominoso: en cualquier instante, algo real, infinitamente más poderoso de lo que hayamos sido, que todas nuestras fuerzas, puede aniquilar el orden y el sentido. Esquilo quiso ser recordado como combatiente, no como poeta. Apollinaire murió con una esquirla de obús clavada en el cráneo. Gracias a ellos, y a los que acuden como ellos, los tibios atenienses o parisinos recogieron la obligación de reconstruir el sentido. L

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LABERINTO

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Antonio García de León

“Veracruz explica el origen del capitalismo”

Por su libro Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento (1519-1821), el historiador y músico recibió el prestigioso Premio Clarence H. Haring que se entrega quinquenalmente BIBLIOTHÉQUE NATIONALE DE FRANCE

ENTREVISTA SILVIA HERRERA

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onsiderado el Premio Nobel de los historiadores, el Premio Clarence H. Haring de la Academia Americana de Historia (American Historical Association) se instituyó en la década de 1960 para reconocer “al autor latinoamericano que haya publicado el libro más destacado sobre historia de América Latina en los cinco años anteriores”. Haring (1885-1960) fue un historiador estadunidense especialista en estudios latinoamericanos. Curiosamente, dos mexicanos fueron los primeros en recibir el premio: Daniel Cosío Villegas por Historia moderna de México en 1966 y Luis González y González por Pueblo en vilo en 1971. A ellos se suma Antonio García de León (Jáltipan, Veracruz, 1944) por Tierra adentro, mar en fuera. El puerto de Veracruz y su litoral a Sotavento (1519-1821) (FCE, 2011), quien fue anunciado ganador a finales de 2016. Libro que conjuga diversas vertientes —microhistoria, historia cuantitativa, larga duración, siglo corto—, tiene su génesis en la década de 1980 cuando su maestro Wigberto Jiménez Moreno le encargó una conferencia sobre el Veracruz colonial sureño. Por lo ambicioso del proyecto es una “historia total”, como señalan en la página de la Academia Americana de Historia, pero ante todo es un homenaje que García de León le rinde a su tierra natal. La siguiente conversación es una modesta aproximación al libro. Para comenzar,¿puede hablarnos de las metodologías que maneja en el libro?

El libro tiene una inspiración francesa porque estudié el doctorado en Francia en los años setenta. Había leído con detenimiento los trabajos de Fernand Braudel —El Mediterráneo... y Civilización material, economía y capitalismo— donde trata de colocar toda la metodología historiográfica en función del escenario de la economía mundial. Pero además de Braudel, Eric Hobsbawm y su principio del siglo corto me dio varias ideas, porque en este libro planteo que en México el siglo XVI fue corto: comenzó en 1518 y terminó en 1592 con las reformas del virrey Velasco. El siglo XVII fue largo: empezó en 1590 y terminó en 1713, con el fin de la guerra de sucesión en España. El siglo XVIII fue corto: empezó en 1713 con el Consulado de Veracruz y terminó en 1796. El siglo XIX fue largo: comenzó en 1795 y terminó con la crisis del maíz en 1905, que dio lugar a la Revolución. El precio de la tortilla influyó en el levantamiento, aunque eso no le gusta decirlo mucho a los comerciantes. Y eso corresponde también con los ciclos económicos. Esos temas

Panorámica de la Nueva Veracruz en el siglo XVII

son muy curiosos, como la corrupción. Aquí existió el “cochino de Veracruz”, una red de sobornos, donde se daba mordida para que se beneficiaran ciertas compañías, como sucede hoy con Pemex y otras empresas del gobierno. Nada nuevo bajo el sol. En síntesis, trabajé el libro en tres niveles: el nivel microhistórico; el nivel nacional, o sea, vinculé Veracruz con la Nueva España, en especial Puebla, la Ciudad de México y Oaxaca; y Cortés es el primero Veracruz en el contexto que prefigura construir del comercio internacioun reino autónomo nal, pues tenía comercio dentro de la Corona con 26 puertos de Euespañola que tendría ropa, El Caribe y África mucha autonomía (actualmente tiene con 18 o 19). Incluso tenía contacto con Filipinas, pues aunque el comercio de este país llegaba por Acapulco, gran parte de las mercancías de la Nao de China se almacenaba en Veracruz. Me parece que su aportación consiste en estudiar Veracruz en el contexto del nacimiento del capitalismo.

Veracruz se presta mucho. Mi primer planteamiento fue trabajarlo de manera tradicional,

pues pensé que estaba bastante trabajado pero no era así. Se había trabajado mucho el siglo XVIII, pero el XVI y el XVII eran desconocidos. Después me di cuenta que Veracruz era el lugar ideal para estudiar la economía mundial de ese momento, porque estaba conectado con el ancho mundo. Descubrí cosas muy interesantes; por ejemplo, que las empresas de Hernán Cortés estaban vinculadas con los capitales genoveses, de Amberes, etcétera. Después descubrí que en el siglo XVII había una red esclavista del cacao, primero de compañías portuguesas y después inglesas. Y por último, el trabajo concluye replanteándome la guerra de Independencia. Insisto mucho al final del libro que para entender la guerra de Independencia de México hay que entender el financiamiento inglés y el flujo en cantidades muy grandes de plata. Pasa de 3 millones de pesos en 1700 a 23 millones en 1800. Descubro con gran sorpresa que esa plata no iba para España: iba a Inglaterra. Incluso quienes transportaban la plata desde Veracruz eran barcos ingleses. En la guerra de España con Inglaterra, esos barcos navegaban con banderas neutrales norteamericanas y eso fue denunciado ante el rey de España Carlos IV y luego ante las Cortes de Cádiz. Ramos Arizpe hizo hasta un folleto explicando cómo era el


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HISTORIA

ESPECIAL

flujo de plata hacia Inglaterra; había mucho fraude. Y el consulado de Veracruz estaba en posesión del capital inglés. Es más, el prior del consulado era un personaje de origen irlandés, Thomas Murphy, que después fue embajador de Inglaterra cuando México se independizó y apoyó la guerra de Independencia. Pero al fi nal eso es como decir el telón de fondo, el bajo continuo. Los detalles, las notas principales del concierto, tienen mucho que ver con la microhistoria de muchas regiones. Me metí con pueblos en particular: San Andrés Tuxtla, Coatzacoalcos... La elección de esos pueblos tiene una organicidad, además de sus querencias.

Tenía un conocimiento del Sotavento que era un conocimiento de querencia, y también un poco como antropólogo, lingüista y músico. Hablo el náhuatl del sur de Veracruz y había conocido la región desde niño, pues nací en un pueblo donde la población era indígena. Mi conocimiento era muy de primera mano. Y luego fue ir de ese presente hacia un pasado que estaba reflejado en los documentos. Fue encontrarme casi con las mismas cosas, pero en la época colonial de los siglos XVI y XVIII. Me metí con las jurisdicciones y las alcaldías mayores; con el Veracruz nuevo, el Veracruz del puerto y las zonas interiores, la jurisdicción de Cozamaloapan y Coatzacoalcos. Veracruz llegaba hasta Tabasco, pero el presidente Santa Anna, además de entregarle a Estados Unidos parte de México, le quitó a Veracruz parte de su territorio para dárselo a Tabasco. Yo agarré la región, pero en la época colonial tenía otra conformación. El norte de Oaxaca pertenece culturalmente a Veracruz. Me metí mucho también con aspectos de historia regional. Con Veracruz se ejemplifica lo que usted llama la “inagotabilidad de la historia”, ya que se está destruyendo un mundo y construyendo otro. Ahí entra la cuestión de cómo las razas se mezclan.

A nivel de la población local se insiste mucho en que la población africana en México es la tercera raíz, pero en Veracruz viene siendo en algunos casos la segunda y la primera en otros. En el centro, es la primera porque la población indígena fue diezmada casi desde un principio. Como en El Caribe.

Sí, el puerto de Veracruz sufrió un proceso muy similar al de El Caribe. Y la población indígena se va a refugiar al norte de La Huasteca, hacia la sierra y hacia el sur. En el poblamiento indígena tuve que referirme a algunos elementos que se dan desde la época prehispánica; está el poblamiento español, como la Villa del Espíritu Santo, y posteriormente el poblamiento de origen africano, el negro cimarrón. La administración cuidó mucho de que estos cimarrones no fueran exterminados. Les dieron la libertad y construyeron después pueblos de negros libres. Y ahí se rompen supuestas verdades. La historia general ha enseñado que dentro de la estratificación de las castas los negros ocupaban la parte más baja y que les iba muy mal. Usted muestra que eso no fue cierto.

Fue una población muy dinámica y privilegiada. Construyeron pueblos y un poder militar. El ataque de Drake en el siglo XVI fue desarticulado por ellos, no por los españoles. Los negros en la costa del Golfo se vuelven un poder militar y eso les da privilegios. Descubrí también que gran parte de la población negra

El historiador veracruzano, autor de Resistencia y utopía

ni siquiera era esclava. Había esclavos, sobre todo los que trabajaban en la caña de azúcar, pero eran pocos. Señala asimismo que el proletariado no surge en las minas, sino entre la gente del puerto que trabajaba por un salario. Y aquí cabían todas las razas.

A finales del siglo XVI, en el puerto de Veracruz el trabajo de descarga de los barcos era un trabajo asalariado bien pagado. Mucha gente escapaba de los obrajes, de las haciendas y de la esclavitud para irse a trabajar allá. El virrey Almanza hizo en 1580 un reparto de tierras entre todas esas gentes libres para que sembraran e hicieran el abasto de la ciudad porque la población indígena estaba cada vez más diezmada. Entonces se creó un campesinado afro-indígena: el jarocho. En síntesis, los negros no la pasaron mal y llegaron a tener poder político. Incluso hubo un encomendero negro con cargo militar. Una de las cosas importantes que señala acerca de las, digámosles así, “desobediencias” de Cortés, es que pide romper la forma de recoger el tributo como estaban acostumbrados en España.

A Cortés le preocupaba mucho que aquí, como sucedió en El Caribe, la población local desapareciera, no solo por los trabajos forzados sino por las enfermedades que trajeron los europeos y africanos. Cortés hizo un gran trabajo en ese sentido, aunque ha sido incomprendido en México. Cortés representa el tránsito de lo medieval español a lo moderno. Era un tipo muy culto y un gran empresario. Desde el punto de vista medieval fue un gran guerrero, y desde el punto de vista capitalista fue un emprendedor. Si pide un cambio para recoger el tributo, se debe a que, a diferencia del Caribe, aquí se encuentra con un sistema tributario ya establecido. Los aztecas eran buenos fiscalizadores, tenían una especie de SAT. Y lograron tener un piso fiscal más universal que el actual. Los aztecas, si no pagabas el tributo, te sacrificaban. Los españoles igual tenían un registro de tributos. Decían: “a ver, cuánto es lo que ganan

para que les cobremos lo justo”. Y sale el famoso Códice Mendoza, por el virrey Antonio de Mendoza, un documento de historia económica porque ahí se puede saber exactamente cuánto pagaba cada región en productos y qué clase de productos tenía. Es una maravilla. Los españoles establecieron su sistema tributario basado en lo que hicieron los aztecas. Por un documento sabemos que en Coatzacoalcos, después de que llegan los españoles, el tributo cae de 50 mil a 3 mil tributarios. Ahí está la caída demográfica bien clara y económicamente probada. Creo que Cortés es el primero que prefigura construir un reino autónomo dentro de la Corona española, que si bien sería dependiente del rey, tendría mucha autonomía. Como lo que se propuso en las Cortes de Cádiz.

Sí, o las actuales autonomías en España; sobre todo, la autonomía fiscal. Aunque esa idea lleva a acusar a Cortés de querer hacer un reino aparte. Cortés es el primer constructor de México y después el primer héroe de la Independencia, porque la rebelión de su hijo Martín es un acto previo a este hecho. En este proceso de destrucción-construcción, con la caída de la población local se entra en un periodo de crisis económica, pero después hay un momento en que se estabiliza la pobreza, como usted señala.

Poco a poco se fue reduciendo el piso fi scal porque la población se fue mermando y muchas regiones de México tuvieron que ajustarse a todo eso. La colonización española es algo muy complejo, no fue una simple conquista. Los conquistadores llegan para quedarse, pero no se hacen de todo el botín de inmediato. Tan es así que los que se quedan regresan a España y no se hallan y extrañan las cosas de acá, como la comida. Un libro muy bonito de Solange Alberro cita cartas donde los españoles que están allá dicen que extrañan las tortillas y los frijoles, lo que demuestra que ya son mexicanos. Una de las integraciones más importantes es la gastronómica; la gastronomía indígena no muere y más bien se enriquece con elementos de Asia, África y Europa. Y después se convierte en una gastronomía criolla, propia de aquí. L


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Mi San Gennaro En una ciudad desesperada como Nápoles, en la que a menudo la voluntad y el individuo terminan devastados ante la imposibilidad de acción, la magia de San Gennaro, a quien se festeja el 19 de septiembre, representa la única esperanza de que las cosas vayan mejor

¡

ROBERTO SAVIANO

Cara amarillenta! ¿Y ahora qué, ya te enojaste? ¡No te hagas el loco, San Gennaro, o te bajo de tu pedestal!”. Lo que me impresionó la primera vez que me llevaron —un 19 de septiembre— a presenciar la licuefacción de la sangre fueron los insultos. Decenas y decenas de mujeres imprecaban al santo para provocarlo y obligarlo a cumplir con su deber. Los napolitanos ven en el milagro un acontecimiento único que se repite desde hace siglos, cada año, siempre igual y siempre el mismo día, simbolizando lo excepcional de un hecho que trasciende las costumbres cotidianas. Y este suceso vulnera, con toda su fuerza, la opacidad de la vida. En una ciudad desesperada, en la que a menudo la voluntad y el individuo terminan devastados ante la imposibilidad de acción, el Santo representa la esperanza, la oportunidad, la certeza de que tarde o temprano alguien intervendrá con una fuerza superior y que algo empezará a ir mejor. Sobre la relación entre el milagro fallido y las desgracias, incluso existe un estudio científico —o casi— que se remonta a 1924. Il miracolo di S. Gennaro (El milagro de San Gennaro) de Giovanni Battista Alfano y Antonio Amitrano reporta que durante los años en los que el milagro no se verificó Nápoles terminó siendo castigada con 22 epidemias, once revoluciones, tres sequías, una invasión turca, trece muertes de arzobispos, tres persecuciones religiosas, siete tempestades fatídicas, nueve muertes de pontífices, once erupciones del Vesubio, 19 terremotos, tres carestías, cuatro guerras. Naturalmente, para los no creyentes existe una explicación racional. La revista Nature reporta los resultados obtenidos por un equipo de investigadores que ha reproducido en laboratorio la composición de la sangre del santo, utilizando únicamente ingredientes que era posible encontrar en el siglo III: cáscaras de huevo, sal de cocina y carbonato de hierro. Por un fenómeno conocido con el nombre científico de tixotropía, la licuefacción se verifica al agitar el compuesto coagulado. Sin embargo, el problema es que, en general, dicho compuesto caduca luego de unos años. La solución a la respuesta se encuentra en el análisis del líquido que está contenido en las ampollas, pero la Iglesia no permite la extracción

LA LEY DE FORCELLA En las primeras páginas de La banda de los niños (Anagrama), su más reciente novela, Roberto Saviano describe la calle de Forcella, en Nápoles, donde el mar es surtidor y alcantarilla de una sola vez: “Una calle símbolo. De muerte y resurrección. Te acoge con el retrato inmenso de San Gennaro pintado sobre un muro, que desde la fachada de una casa te observa entrar, y con sus ojos que todo lo comprenden te recuerda que nunca es tarde para levantarse”. Bajo esta mirada, un grupo de jóvenes que apenas han cumplido quince años se ponen a las órdenes de un traficante de hachís y más tarde inician una carrera delincuencial por su cuenta que se parece a una empinada pendiente de la que no hay vuelta atrás. Estos niños tienen padres acostumbrados a la medianía, se enamoran, asisten a la escuela, tienen espíritu de cuerpo y… cargan pistola. No juegan a ser adultos, juegan a ser capos de la Camorra, a fundar una Familia. Con la misma soltura con la que capturó ese mundo paralelo de Gomorra , Saviano construye una novela adonde van a dar los emblemas de la sociedad napolitana: el contrabando, la extorsión, el respeto al más fuerte, la ley de la sangre, la superposición de realidades nuevas sobre realidades viejas. Como dice uno de esos niños en mitad de una clase: “El amor es un vínculo que se rompe, el temor no abandona nunca”. En otras palabras: el ascenso social se hace mejor con el miedo. R.P.

de una muestra, argumentando que dicha operación podría causarle daño al líquido, a pesar de que ha sido precisamente la Iglesia la que durante años ha manifestado sus dudas respecto al milagro. Durante el Concilio Vaticano II, incluso decidió suprimir del calendario a San Gennaro, pero encontró una abierta oposición de la comunidad napolitana, que ya estaba lista para emprender la lucha si su santo no era restituido al lugar que le correspondía. Así, la Iglesia tuvo que dar marcha atrás, pero degradándolo —pocos lo saben— al rango de santo local. Pero esto poco cambia para los napolitanos. Norman

Lewis en esa obra maestra que es Napoli’44 (Adelphi) escribe: “Desde hace catorce siglos, a partir de su martirio en Pozzuoli, San Gennaro circunscribe su actividad milagrosa a la ciudad de Nápoles. Y se tiene la plena convicción de que no moverá ni un solo dedo para salvar al resto del mundo de la destrucción”. San Gennaro, como escribía Matilde Serao, “es un amigo del cielo” y casi no tiene nada que ver con los santos a los que la tradición cristiana nos ha acostumbrado. San Gennaro es alguien al que en verdad se le puede pedir cualquier cosa. Que un robo llegue a feliz término o que la pastiera salga buena. Se le pide sanar o concebir un hijo (aunque los napolitanos, para lograr este milagro, también se lo solicitan a Santa Maria Francesca), detener la lava, purificar las calles de la peste y del cólera pero también adivinar los números de la lotería. Invocarlo no es un recurso extremo al que se recurre únicamente para las cuestiones más importantes, porque San Gennaro le da cobijo a todo y escucha a todos. Y, sobre todo, no juzga. Escucha y provee. No le impone a sus devotos una rígida observancia práctica. Es un santo caprichoso que protege a la ciudad y a sus habitantes, no en cuanto buenos cristianos o fieles dignos sino en cuanto napolitanos y ya. Y, además, está muy enojado con el resto de la región que lo traicionó, que lo asesinó. San Gennaro fue decapitado el 19 de septiembre del año 305 en Pozzuoli. La leyenda narra que inmediatamente después de la decapitación, una devota suya de nombre Eusebia recogió la sangre del mártir y la conservó en dos ampollas. Los restos de San Gennaro fueron robados por los habitantes de Benevento en el año 315, porque los samnitas lo consideraban su paisano ya que había sido obispo de la capital de Campania, y sería hasta 1497 que regresarían a Nápoles. El primer milagro del que se tiene noticia aconteció en 1389; en 1631, cuando las ampollas con la reliquia estuvieron expuestas mientras ocurría una erupción del Vesubio, la lava se detuvo en el Ponte dei Granili sin entrar en la ciudad. Norman Lewis, oficial británico que prestaba su servicio en el sur de Italia, describe el comportamiento de los habitantes de San Sebastiano, pequeña municipalidad a los pies del Vesubio que, para detener la lava, utilizaban la efigie de su santo patrono. Pero de reserva y


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DE PORTADA

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ESPECIAL

bien escondida bajo un lienzo —para que San Sebastiano no se ofendiera—, también sostenían una imagen de San Gennaro, el as bajo la manga que solo mostrarían en caso de peligro extremo porque pedirle la gracia al santo fuera de los muros de Nápoles siempre es un riesgo, dada su atávica aversión por la provincia. Una de las narraciones más hermosas sobre el santo y la ciudad la escribió Matilde Serao en la pequeña obra maestra San Gennaro nella leggenda e nella vita (Palomar). Recuerda que Nápoles tiene 50 patrones, dado que para una ciudad tan grande y difícil necesitamos muchos santos. Un patrón para cada tipo de desgracias. Pero solo San Gennaro recibe todas las peticiones, todos los agradecimientos y todos los regalos. Los obsequios que nobles, burgueses y plebeyos le han llevado y siguen ofreciéndole han creado un tesoro famoso en todo el mundo. En el tesoro de San Gennaro hay algo que es considerado un artefacto de valor inestimable: la mitra, el tocado episcopal creado por un orfebre del siglo XVIII con 3 mil 700

rubíes, esmeraldas y diamantes engarzados, para cuya elaboración se recolectaron (entre el pueblo, el clero, los artesanos, los nobles y el soberano) 20 mil ducados. Pero la pieza más fina es el collar de San Gennaro, quizá la joya más preciosa en el mundo. Un collar con Los obsequios que gruesas cadenas en oro nobles, burgueses y macizo de las que cuelplebeyos le han llevado gan cruces inundadas y siguen ofreciéndole han de zafiros, diamantes y creado un tesoro famoso esmeraldas donadas por en todo el mundo Carlos de Borbón, por los príncipes de Sajonia, por María Carolina de Austria, por José Bonaparte, por Vittorio Emanuele II de Saboya. Incluso el hermano de Napoleón no podía menos que rendirle un homenaje a la ciudad a través de la ofrenda a su

santo. En Nápoles, donde incluso las macetas con plantas que adornan las entradas de los hoteles o de las tiendas de lujo tienen que ser encadenadas y afianzadas con enormes candados para evitar robos, el tesoro de San Gennaro nunca ha sido tocado. Es más, el tesoro ni siquiera se pudo robar en Operación San Gennaro, divertidísima película de Dino Risi, en la que Dudù (Nino Manfredi) debía robarlo, en combinación con una banda de estadunidenses y bajo las indicaciones de Totò. Dudù le pide permiso al santo antes de aceptar robar el tesoro junto con los estadunidenses y en un rayo de sol que ilumina la estatua del santo vislumbra su asentimiento. Durante la guerra, el oro fue puesto bajo el resguardo de El Vaticano. La ciudad continuamente era bombardeada. El 4 de abril de 1943 una bomba cayó sobre la Catedral. Concluida la guerra, los napolitanos solicitaron la recuperación del tesoro. Pero era imposible transportar una carga de joyas con un valor estimado en la época de 3 mil millones de liras, a través de calles destruidas, infestadas de malvivientes, sin poder contar con la ayuda de policías o carabinieri porque no había suficientes elementos. Se ofreció Giuseppe Navarra, pequeño camorrista, ex buzo de físico robusto, llamado “El rey de Poggioreale”, que se había enriquecido traficando, primero en Marsella y luego en Nápoles, por cuyas calles conducía un Alfa 2880 que había pertenecido a Mussolini. Navarra partió hacia Roma acompañado por el nonagenario príncipe Stefano Colonna di Paliano, vicepresidente de la Deputazione di San Gennaro. Durante el viaje de regreso a Nápoles, primero los detuvo una crecida del río Garigliano y, luego, dos malintencionados. Pero Navarra salió adelante en la empresa y rechazó la recompensa que le ofreció el cardenal: “Me es suficiente con el honor de haber servido a San Gennaro y a vosotros; el dinero, dénselo a los pobres”. El día de San Gennaro es aquel misterio dentro del cual existe Nápoles. Una tierra que se licua y se vuelve a coagular, que posee una consistencia indefi nible, nunca irrefutable, sólida. Y que, no obstante, fluye de vida verdadera, contagiosa. Entre más cae en el abismo sin reglas, cruel, más parece capaz de renovarse. San Gennaro está para ti, incluso si no te lo mereces. No debes conquistarlo. Eres amado y, acaso, favorecido. El misterio de San Gennaro reside todo aquí. En esta increíble ambigüedad. En la desesperación de una ciudad que lleva una vida tan dura, tan caótica, que debe dirigirse a un santo para imaginarse que ha encontrado una regla. L Traducción de María Teresa Meneses. Texto tomado de La Repubblica.

Vista de la ciudad de Nápoles. Foto: Shutterstock


LITERATURA

sábado 30 de septiembre de 2017

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LABERINTO

ESPECIAL

Huracán Que la ficción puede anticiparse a la realidad es una verdad más que sabida, como leemos a continuación CRÓNICA PABLO BRESCIA

L

o que no vino es lo que viene. El volumen está bajo, como siempre lo está en la oficina, pero ve con alarma que el huracán Demóstenes, nacido en el mar Caribe días atrás, amenaza las costas de la península. No suelo jurar, pero juro que no lo preví, que no lo anticipé. La literatura puede ser profética, pero no lo creo de verdad. Vivo en los Estados Unidos, en el estado de la Florida, más precisamente en Bradenton, sobre la costa oeste de la península, que se conoce como la “Costa del Sol”. Del sol y de los huracanes. Desde que me mudé en el 2003, varios nos visitaron —ninguno como Irma. Mr. Black está informado sobre la costumbre de ponerle nombre a los huracanes. Se imagina a varios individuos sentados alrededor de una mesa en los cuarteles generales del Centro Nacional Atmosférico, jugando a nombrar a estos aluviones de viento y lluvia. Y conjetura que, ante tanto nombre pedestre, Charlie, Hugo, Katrina, algún entusiasta de las letras había ganado la pulseada, y entonces la tormenta había recibido un nombre distinto, serio: un nombre griego. En la pantalla, un círculo rojo se expande concéntricamente sobre la costa este de Florida. El nacimiento de un huracán se parece mucho al de una ficción. Muchos de los huracanes del Atlántico salen de África. Esta es el marco introductorio, digamos, en el que se plantea la situación y aparece el protagonista del relato. Luego, el huracán-relato toma velocidad y va agrandándose, llenándose de agua y de viento, convirtiéndose en una espiral feroz y hermosa. Ese es el desarrollo. Pero, en este punto, algo ocurre. En una narración clásica, hay casi siempre un momento donde tenemos un suceso inesperado, una revelación, un gesto que condensa todo el significado de la ficción. Es el instante de máximo ascenso, para que luego la historia se relaje y descienda. Hay un giro, muchas veces predecible. Los huracanes, en cambio, son caprichosos, dan vueltas como un lavarropas, oscilan, y por eso la incertidumbre: ¿para dónde doblará? En el caso de Irma los modelos “espagueti” de los centros atmosféricos daban decenas de itinerarios en múltiples colores, cual jardín de senderos que se bifurcan. Sus posibles rutas eran, como las de la literatura, infinitas. Lo que era casi una certeza el lunes o el martes —que el huracán afectaría la costa este del estado, que atacaría Miami; es decir que iría por la derecha—, se modificó hacia el miércoles o el jueves—que el huracán, cual espada salomónica, partiría al estado en dos e iría por el medio, en dirección a Orlando— y volvió a cambiar para el viernes 8 de septiembre —que el huracán había girado hacia la izquierda y “abrazaría” la costa oeste, dirigiendo su ataque a Tampa. Comenzamos a aprender sobre categorías: 5, 4; 5, 4. Y esa semana fue anticipación, radio y televisión. Anticipación, radio y televisión. Cualquier información, favor de comunicarse con la policía, dice el locutor televisivo vestido de traje y corbata, y da el número. Entonces se escucha un ruido horrible y monótono. Es el sistema de emergencia estatal; luego de los segundos correspondientes del chirriante aviso, el mismo locutor, desencajado, anuncia que el huracán Demóstenes ha dado un giro y se dirige hacia Clearwater a una velocidad histórica. Todos prestan atención a la pantalla y él entiende por fin que el cartel del tiro al blanco y la espiral del suéter rojo que daba vueltas en la secadora eran parte de una misma figura, algo más que

Miami Beach

una coincidencia. Y piensa en el Dr. Z., y en lo que hace a eso de las once de la mañana. La angustia de no vivir más, de no ver más a los seres queridos. La angustia en las caras. Desabastecimiento de agua y pan, una llanta de auto reventada, 20 paneles de madera prensada para cubrir 27 ventanas. ¿Deberíamos irnos a un refugio? Allá lejos, el mar y la tormenta. Tornillos, taladros, transpiración, amigos, cansancio, aprehensión. Agua, alimentos no perecederos, pilas, rescate de objetos preciosos (muñecos, libros). Una amiga querida nos anuncia que no ha podido con la desesperación y se va con su familia y perra para Charleston, Carolina del Sur. Una locura. ¿Una locura? Nos llenamos de dudas. ¿Estarán bien ellos? ¿Estaremos bien nosotros? Acá cerca, el mar y la tormenta. ¿Deberíamos irnos a un refugio? Elementos para una película de corte casero. Domingo 10 de septiembre. Anuncian que Irma “caerá sobre la tierra” en Sarasota, a pocos kilómetros de nosotros. Nos preparamos para lo peor; qué frase tan inútil. Abandonamos la casa, la dejamos a oscuras y nos refugiamos en la de mis padres (mi casa es de madera y, como el cuento del lobo y los tres cerditos, tal vez no resista). A las seis de la tarde, la electricidad amenaza con irse. Pero no se va. Las noticias anuncian que el huracán “caerá a tierra” en Naples, a 180 kilómetros de donde estamos. Es cerca, pero no tan cerca. Comienzan los vientos; algo de lluvia. Anuncian que Irma ha bajado a categoría 2. De 4 a 2, de 4 a 2, números que en otro contexto dicen poco y ahora lo dicen todo. Apenas hemos comido; estamos con los ojos bien abiertos. Mi hermana me escribe por WhatsApp que han sentido un ruido tremendo. A dos cuadras de donde estamos, han experimentado un tornado. “El cielo se puso verde”, me dirían luego. Y entonces, llega el clímax. —Tengo a tu hijo de rehén. Es el que anda buscando la policía. —A mí me importa un carajo —le responde Annie. Y cuando ella se dispone a acabar con la vida de Mr. Black, a cerrarle para siempre su última oportunidad, una mano, invisible pero real, toma el teléfono. —¿Quién habla? —pregunta el Dr. Z, enojado. —Jim… Jim, escucha, solo te pido que mires la pantalla de la televisión. El Dr. Z le hace caso. El volumen está bajo y la imagen está dividida en dos: una mitad muestra el círculo concéntrico rojo sobre un

área de Florida; la otra tiene un primer plano de la cara de Mr. Black y de Carlo, ambos filmados por el camarógrafo del canal 6 que acaba de ingresar al edificio. Irma se desvía un poco hacia el centro del estado y no nos pega, no nos da, no nos cae. Mucho viento y algo de agua, eso sí. Pero las imágenes dantescas (siempre la literatura) que se habían formado en mi cabeza no se concretan, pertenecen a otro espagueti, a otro mundo alternativo donde la ciudad donde vivo era arrasada por Irma. Nos vamos a dormir a eso de las 10 de la noche, hora que había sido anunciada como la hora final. Afuera, la naturaleza ruge, pero yo no escucho. —Es el huracán… está por caer, deben salir de ahí… quería avisarte —gime Mr. Black. —El huracán giró lejos de aquí hace unos minutos… Lo soñé ayer, ¿sabes? Soñé que esto iba a pasar, que nos íbamos a salvar —explica el Dr. Z. Se escucha un sollozo en el otro auricular. Abrimos los ojos con algo de incertidumbre, como si despertáramos en otro planeta. Todos bien. Repito: todos bien. Sin luz en mi casa, sin una parte de la verja. El jardín de mi madre, algo dañado; ella se pondrá a recomponerlo inmediatamente, porque ese jardín es, representa, su vida. Voltaire. Y se me viene a la cabeza “Un día en la vida de Mr. Black”, un cuento que forma parte de mi último libro, La derrota de lo real. El libro salió este año, antes de Irma; el relato lo escribí hace varios años. Es el que han estado leyendo aquí. En él, Mr. Black y el Dr. Z se salvan del huracán, como nos salvamos nosotros. No suelo jurar, pero juro que no lo preví, que no lo anticipé. La literatura puede ser profética, pero no lo creo de verdad. Me queda la duda, el pensamiento mágico que me invade de tanto en tanto: ¿habré convocado al huracán hacia la realidad al hacerlo ficción? ¿Debería tener más cuidado? ¿O resolví la situación en la ficción con un leve giro y eso ayudó a ahuyentar a Irma de mi realidad? ¿Tengo que seguir escribiendo estas cosas sin pensar? Lo real ¿puede ser derrotado por la literatura? Solo sé que estábamos felices de estar vivos. Y entonces María pegó en Puerto Rico, donde tenemos mucha familia y amigos, y el terremoto se hizo presente en la Ciudad de México, donde tengo muchos amigos. Y entendí que lo que no vino es lo que viene. Lo real siempre viene. Habrá que volver a creer. A crear. A empezar. L


MILENIO

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EN LIBRERÍAS

LOS SUEÑOS DE LA SERPIENTE ALBERTO RUY SÁNCHEZ Alfaguara México, 2017 300 pp. A partir del relato de los sueños que un personaje anónimo le hace llegar, un escritor va tejiendo una red de especulaciones que conducen hacia Detroit y su bonanza, hacia un hospital psiquiátrico en California y aun a la Unión Soviética de las delaciones y las purgas. Su divagar es en realidad un pretexto para conocer los mecanismos de la memoria, sirviéndose por igual del ensayo o de la glosa, invocando a toda clase de autores, lo que termina por conformar un sorprendente collage que es también una novela.

LOS PACIENTES DEL DOCTOR GARCÍA ALMUDENA GRANDES Tusquets México, 2017 763 pp. Historia de impostores, o sea, de imposturas, esta dilatada novela tiende un arco temporal que va de 1940 a 1964 y sigue los pasos de un médico que ha cambiado de identidad y de un diplomático que sirvió a la República que se infiltra en una organización clandestina que pretende liberar a criminales nazis de guerra para luego trasladarlos a Argentina. Entre el mural político y el juego de espías, Grandes consigue un elogio monumental de la clandestinidad en tiempos franquistas.

CRÓNICAS DEL DESAMOR ELENA FERRANTE Lumen México, 2017 533 pp. Tres novelas reúne este libro: El amor molesto, Los días del abandono y La hija oscura. La primera se ocupa de los desencuentros de una hija y una madre a quien cree conocer hasta que su muerte saca a la luz un arcón de secretos. La segunda narra las desventuras de una mujer que se enfrenta al abandono de su esposo y a la crianza difícil de dos hijos. La tercera pone a una madre en el trance de reconciliarse con sus hijas. El prólogo de Edgardo Dobry intenta iluminar el misterio que rodea a la escritora.

UN SINTAGMA POR AQUÍ, UN ESTRIBILLO POR ALLÁ CARLOS OLIVARES BARÓ Ediciones del Dinosaurio México, 2107 268 pp. Como lo anuncia el título, la literatura y la música son los universos fundamentales que habita el cubanomexicano Olivares Baró. En lo musical, el jazz, los ritmos afrocaribeños y la música clásica son sus ejes. En lo literario, su curiosidad se mueve por todos los géneros. Más allá de acuerdos y desacuerdos, Olivares Baró ha sabido crear un estilo propio y se ha vuelto un guía puntual para acercarse a las novedades que aparecen en nuestro medio. Su escritura se acerca a la ficción en el texto “Karla”.

El último Roberto Bolaño Nuestros lectores hallarán un pasaje de Putas asesinas, el último libro que Roberto Bolaño publicó en vida, en nuestra página electrónica. Se trata de una colección de relatos donde conviven la sexualidad y el furor juvenil, la rebeldía de seres condenados a parecer comunes y la herida del desarraigo, la violencia y los caminos hacia lo ordinario y lo extraordinario. Este Bolaño descaradamente autobiográfico está a su disposición en: www. milenio.com/cultura/laberinto/

DETRÁS DE LAS PALABRAS

Francisco Segovia El Colegio de México México, 2017

Ver al Diablo POESÍA EN SEGUNDOS

C

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

on Detrás de las palabras, Francisco Segovia nos ha entregado una reflexión alrededor del acto múltiple de la traducción y sobre aspectos diversos del valor y la construcción de los diccionarios. En todos los capítulos del libro vemos experiencia y conocimiento acumulado —lástima que la portada sea fea e imposible de leer—, de tal forma que a lo largo de todo el texto nos sentimos enriquecidos. Además, Segovia aborda estos grandes temas, tan propios de académicos y tantas veces expuestos en un lenguaje duro y poco atractivo, con soltura avezada. De pronto, nos vemos, sin ninguna incomodidad, metidos y divertidos en los problemas peliagudos de la traducción o de las políticas de la lengua. Todo sucede en un tono de charla. Así, podemos sentir que nosotros también hemos compartido la faena minuciosa de pensar cómo es posible que el Homero griego sea al mismo tiempo el Homero mexicano, Homero en Cuernavaca —como dijo Alfonso Reyes—, y por qué las diferencias para nombrar una misma cosa con sonidos distintos, con lenguas diversas, tiene que ver, si no con el Padre solitario del principio —de quien Eduardo Lizalde hizo un retrato increíble en “Gran canario”—, sí al menos con las metáforas narrativas contenidas en la Biblia y en otros textos sagrados. Y aquí es donde el libro de Segovia adquiere una singularidad especial o, mejor dicho, una singularidad creativa. Detrás de las palabras más que una colección de estudios sesudos es un verdadero texto literario y, además, una obra que nos cuenta historias y, a veces —como ya dije—, historias divinas. La referencia al mito búlgaro de Dios y el Diablo —reseñado por Mircea Eliade en Mefistófeles y el andrógino— permite a Segovia, en “Yo, traductor”, volver a contar el cuento estupendo de que el Diablo es la sombra de Dios y profundizar en el hecho de que cuando estas dos entidades originarias se reconocen —cuerpo que proyecta y cuerpo proyectado— establecen un trato donde al primero le pertenece el cielo y al segundo la tierra. Segovia, con mucho ojo de buen lector y la agudeza del escritor, nos señala que “lo más misterioso de este mito es el pacto”, es decir —nosotros añadimos siguiendo a Segovia—, la constitución de un hecho legal y, con ello, también nos deja adivinar ese otro acto enigmático: de las leyes emergieron los moldes del derecho, la poesía y la filosofía apoyadas, después, en la retórica. En ese nudo se confunden legalidad, lenguaje y pensamiento. En este sentido Segovia apunta: “Es notable que el primer diálogo que atestigua el mito implique no solo la preexistencia de un lenguaje sino también la de una ley”. Lo peculiar de esta historia es que Segovia ha llegado al otro lado de una lengua (el ruso), que no conoce, en coordinación con Selma Ancira, que sí la conoce, desde el mundo microscópico de sílabas, acentos y rimas. La forma, el molde, el sonido —versificación y retórica—, le han permitido, con el apoyo de otras lenguas, ver —por decirlo así— el cuerpo de Dios y su sombra, la otra lengua, el Diablo. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Juliana Fanjul

“Necesitamos criar a los hombres de manera distinta” Muchachas pone el ojo en la vulnerabilidad que padecen las trabajadoras domésticas ENTREVISTA

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olores, Lupita y Remedios son las tres trabajadoras domésticas convocadas por la realizadora Juliana Fanjul para su filme Muchachas. El documental pone sobre la mesa un tema poco abordado en el cine mexicano. A partir de sus historias de vida, la cineasta reflexiona sobre el racismo, la desigualdad y el machismo en México. Su película nace a partir de una anécdota casi familiar. ¿Es así?

Mi abuela falleció cuando yo vivía en el extranjero y no podía dejar de pensar en doña Reme, quien durante 22 años vivió en su casa y sin duda era una de las personas más cercanas a mi abuela. Todo mundo dio el pésame a los familiares, pero no a Remedios. Nadie se preocupaba por ella, cuando la realidad es que no solo perdía su trabajo sino también su casa. Me pareció muy violento que nadie le diera su lugar. Tengo que reconocer que, a pesar de que la conocía desde los cinco años, no sabía ni sus apellidos.

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com Las trabajadoras domésticas son un tema poco revisado en el cine mexicano.

Creo que es el único documental mexicano donde ellas son las protagonistas. Desde la ficción se han representado con mayor o menor suerte, pero no desde el documental. Habría que cuestionarnos por qué no las queremos ver. Supongo que no nos gusta darnos cuenta del abuso e injusticia con que son tratadas. Aceptarlo implica un ejercicio de autocrítica. Preferimos quedarnos en la comodidad de contratar a alguien que nos soluciona la vida en muchos sentidos pero con un sueldo reducido. En Europa su trabajo está regulado y por tanto la relación laboral es muy diferente. Una de las preocupaciones de fondo de Muchachas es precisamente la desigualdad.

Las empleadas domésticas reflejan el racismo y la constitución social en México. En el fondo, es muy doloroso no aceptarlo.

HOMBRE DE CELULOIDE

¿Qué riqueza le daba hacer una película a tres voces?

Cuando decidí el tema, el espectro era aún mayor. Hice un trabajo amplio de investigación, hablé con muchas, pero creo que las tres historias me permitieron profundizar y mostrar casos distintos y complementarios. Y arquetípicos.

Dolores es la mujer que migra del campo a la ciudad para trabajar desde muy pequeña; incluso habla náhuatl. Lupita es la que sale a dar la cara por sus hijos y está dispuesta a hacer lo que sea. Remedios aporta la visión de una mujer que sacrifica su intimidad al vivir en la casa de sus empleadores. En los últimos años se ha reflexionado sobre el racismo mexicano, algo que algunos creían superado.

Lo puedes ver todo el tiempo y es triste descubrir su complejidad. Es algo muy arraigado. En una de las pláticas, Lupita dice: “Los güeros son guapos”. Ahí vemos un complejo de inferioridad que se traduce en aceptar el abuso. La película puede leerse también con una perspectiva de género.

Me interesan las historias de mujeres porque yo misma he sentido esa discriminación en el cine. En México, poco a poco las mujeres levantamos la voz, es urgente hacerlo. Los feminicidios son terribles, pero peor aún es que no suceda nada. ¿En qué clase de país o sociedad nos hemos convertido? Las mujeres necesitamos desencriptar todo aquello con lo que crecimos. Necesitamos criar a los hombres de manera distinta. L

FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Adán era un borracho

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odos los clichés confluyen en esta casa en que conviven Javier Bardem y Jennifer Lawrence. ¡Madre! es el esperpento de un director que se ha perdido en filosofías new age. El cliché más notable es el del escritor en crisis. La cosa resulta molesta, pero llega hasta el ridículo cuando uno se entera que él es Dios y ella Mamá Naturaleza. La burla es al Génesis, y la naturaleza sufre cual madre mexicana cuando el marido egoísta (Dios) se trae a vivir con ellos a un borracho a quien arranca una costilla para hacerle a su mujer. La historia hasta aquí es mala pero produce risas involuntarias. Lo que sigue es más jalado de los pelos. Hay en el despacho de Dios un cristal que en el colmo de la fantasía drogadicta es alegoría de otra alegoría. El árbol del Bien y del Mal termina por ser más bien el alma de Madre Tierra, y Eva, claro, se empeña en toquetearla. Cuando la rompe al fin, irrumpen en escena Caín y Abel, actores del método que se gritan sin razón hasta que sucede lo que todos sabemos: el asesinato. La espiral se acelera. Y si cree usted que Aronofksy no puede hacer más el ridículo, espere a ver a Dios haciendo el amor a Mamá Tierra para engendrar a un bebé a quien todos los invitados se van a comer.

¡Madre! (Mother!). Dirección: Darren Aronofsky. Guión: Darren Aronofsky. Con Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris y Michelle Pfeiffer. Estados Unidos, 2017.

Con todo y todo hay quien defiende a Aronofsky aduciendo que su película es valiente. Afirman que el autor se atreve como nadie a interpretar el imaginario cristiano en clave ecologista. Yo no sé. Hace mucho que no parece ser contestatario burlarse de lo que otros consideran sagrado. La noción misma de sagrado es algo que gente como Aronofsky considera pasada de moda y falta de cerebro. Puede que lo sea, pero no tanto como este adefesio con el cual el director quiere seguir los pasos de Lars von Trier o Terrence Malick para

ofrecer su propia versión perversa de las historias fundacionales de Occidente. Lejos de Anticristo o El árbol de la vida, ¡Madre! parece más bien un capítulo de Cuentos de ultratumba, con la diferencia de que éstos solían ser entretenidos mientras que en esta película tan pretenciosa no hay nada que recuerde al arte del cine, solo una idea insulsa que con cientos de millones de dólares culmina con un mensaje en que el director afirma que el ser humano es cáncer de Mami Tierra. Un horror. L


MILENIO

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ESCENARIOS

ESPECIAL

Sara Bernhardt en el seminario La divina ilusión representa a un grupo de niños violentados sexualmente por pastores de la iglesia católica en Canadá TEATRO

A

poyamos en estos momentos desde nuestra trinchera, dice Pilar Boliver, de pie sobre el escenario, al término de la función de La divina ilusión, que al cumplirse ocho días del temblor del 19 de septiembre retomó su temporada y donará lo recaudado en taquilla el martes 27 para los damnificados del sismo que dividió a los teatreros entre quienes se integraron a brigadas de toda índole para ayudar en centros de acopio, en albergues y en edificios derrumbados, y quienes afirman que hacer teatro es lo que urge en estos momentos aciagos. La Capilla se abre de nueva cuenta a una obra de Michel Marc Bouchard, autor canadiense de cuya dramaturgia se ha ocupado Boris Schoemann desde hace ya varias décadas, como lo hemos visto con Los endebles, que da nombre a su compañía, además de El camino de los pasos peligrosos, La historia de la oca, Las musas huérfanas, Tom en la granja y Bajo la mirada de las moscas. Bouchard, quien generalmente escribe obras en las que desgaja el dolor incrustado en el núcleo familiar, amplía más el entorno y en La divina ilusión se enfoca, además, en el abuso cometido por los representantes de la iglesia católica desde al menos 1905, en Montreal, cuando la actriz francesa Sarah Bernhardt acudió con su compañía a dar tres funciones de una pieza adaptada por ella sobre una joven que sufrió abuso sexual. La obra, que sucede en un seminario, una fábrica de calzado y un teatro, plantea la explotación obrera, que incluye niños, el permanente abuso sexual de los miembros de la iglesia y el chantaje que éstos practican para salvaguardar su credibilidad. Son acciones que se hacen públicas con la presencia de la llamada “reina de la postura y princesa del ademán” en Canadá.

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

La delicada contundencia de Schoemann para abordar desde la traducción y la dirección este complejo texto, pleno de subtextos, humor negro y crueldad, se enriquece al conseguir mantener el equilibrio a lo largo del doble juego que propone el autor, que enfrenta teatro y religión, en un inteligente duelo de paradojas. Eficazmente resuelto el espacio escénico por Fernando Flores Trejo, quien juega con las posibilidades de cuatro alargadas mesas y utiliza estos elementos para construir el dormitorio del seminario y el camerino de la legendaria actriz, los distintos ámbitos trasladan al espectador a una atmósfera de opresión y ocultamiento, que por momentos abre lugar a la confesión, la renovación y al sedimento de la tragedia. El elenco, integrado por Pilar Boliver, Miguel Conde, Miguel Corral, Dali González, Gabriela Guraieb, Olivia Lagunas, Constantino Morán, Carmen Ramos, Servando Anacarsis Ramos, Eugenio Rubio y Mahalat Sánchez, conjuga con buenos resultados artísticos la diferencia de edades, formación y trayectorias, de modo que el conjunto realiza una labor depurada que introduce gentil y ágilmente al espectador en una época de terror que se reproduce en la actualidad, con distinta vestimenta. Un delicioso y divertido juego entre el personaje de la actriz que dominó los escenarios durante 50 años y el joven admirador que intenta ser dramaturgo permea la obra a través de una gozosa y entrañable crítica al arte teatral y las formas de concebirlo, representarlo y dignificarlo en la ficción, justo en este momento en el que sus hacedores se dividen en México, aunque en el fondo persigan una reconstrucción total del país, de sus habitantes, de sus moradas, y, al mismo tiempo, la demolición de una clase política carcomida por una corrupción que ha hecho metástasis. L ULISES ÁVILA

La obra dirigida por Boris Schoemann se presenta los lunes y martes a las 20:00 horas en La Capilla

Centro Universitario de Teatro

Aquel cambio de vida MERDE!

H

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

abías estudiado actuación en el Centro Universitario de Teatro, y Literatura Dramática en la UNAM porque tu vocación era el teatro. Dejaste la carrera de periodismo por el arte escénico. No tenías duda de tu profesión. Pero llegó el temblor de 85, y tu vida cambió. Para ese año ya trabajabas en la obra de Héctor Mendoza Del día que murió el señor Bernal, dejándonos desamparados, dirigida por Flora Dantus. No tenía ni una semana el inicio de temporada, hasta que llegó el 19 de septiembre. El cerebro se te fragmentó. No cavilabas ideas. Un estrés te invadía. Había algo de culpa porque no sufriste la pérdida de daños ni muerte de familiares. Volcaste tu energía en apoyar en labores de rescate y llevar comida a los desamparados en los escombros que habían sido su techo. Vivías en el Centro Histórico y era fácil moverte por los rumbos del desastre. Sentías literalmente el temblor bajo tus pies, como si cimbrara en tu interior el sismo de aquella mañana donde viste caer un edificio frente a tus ojos y un hombre aventándose al vacío. Quisieron en la UNAM reiniciar las manifestaciones culturales y regresaste a la reposición de la obra. Tú morías en escena. Una mancha de sangre alrededor de tu cabeza. Cuando llegaste a ese punto te desmayaste. Para tu fortuna se cerraba el telón para iniciar el segundo acto. Tus compañeros corrieron hacia ti. Te preguntaron qué había pasado. Estabas aterrado. Héctor Mendoza tomó tu mano, te levantó y te sentó en una silla. “Estás mareado, hijo. Cálmate. Tenemos que seguir”. Al término de la obra retomaste la conversación y dijiste a bote pronto: “Voy a dejar el teatro. No puedo continuar. Me dedicaré al periodismo de tiempo completo. Perdóneme, maestro”. Mendoza te miró a los ojos. Sonrió. “Hubieras sido un gran actor”, fue lo único que recuerdas que murmuró. Cambió tu vida. Arrancaba La Jornada. Te entregaste al oficio de reportero. Pocas veces quieres recordar que el temblor de 85 definió tu futuro desde entonces. Adiós a la dramaturgia, a la actuación y a la dirección: tus sueños. No vives con arrepentimiento porque el periodismo se adhirió a ti, apasionadamente, en ese difícil oficio de ser un periodista de papel impreso, de las redacciones en los diarios porque la televisión te parecía deleznable, superficial, sin organización mental para escribir lo que tú querías decir. Aunque en realidad nunca dejaste el teatro, el gozo de la representación. Te convertiste en un espectador sensible que busca ese diálogo del cual aprendes de la vida y sus quehaceres. De decir adiós a tus maestros del histrionismo, la sociología del teatro y los grandes géneros y estilos en la dramaturgia. No te arrepientes y ahora haces tus pasitos de bebé en la crítica teatral. Sigues siendo un actor que se prepara. Te acordaste porque regresó el 19 de septiembre. L


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Tropa de hermanos TOSCANADAS

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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ay novelas sobre la Primera Guerra Mundial que nos hablan del heroísmo y la solidaridad de los hombres que están en las trincheras, y de cuán lejos se hallan de las intrigas, mentiras e intereses de sus líderes políticos y militares. Tenemos, por ejemplo, Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque; Bajo fuego, de Henri Barbusse; Hombres en guerra, de Andreas Latzko; y Los generales mueren en la cama, de Charles Yale Harrison. Los soldados en la novela de Harrison cantan un estribillo que dice: “Ah, los generales se la pasan muy bien, a ochenta kilómetros del frente”. Y solo cuando no hay riesgo, aparece uno de ellos para ver si las botas de los combatientes están bien lustradas. Con tales actos de presencia los jefes fingen que comparten los gajes de la guerra con sus subordinados. Y una vez que se quedan solos, los soldados hablan entre sí: “Tiene cincuenta medallas”. “Sí, pero nunca moriría en una mugrosa trinchera como Brownie y los otros”. “Claro que no. Los generales mueren en cama”. Y al final uno agrega con ironía: “¿Qué sería de nosotros sin los generales?”. El narrador de Remarque, desilusionado, pero con determinación dice: “Lo más importante fue, sin embargo, que se despertó en nosotros un vigoroso sentimiento de solidaridad práctica que más tarde, en campaña, se desarrolló hasta convertirse en lo único bueno que la guerra produce: la camaradería”.

Soldados de la Primera Guerra Mundial

Y esa camaradería se nota sobre todo con los esfuerzos heroicos que realizan para rescatar a los heridos, así sean moribundos, así haya que echárselos a cuestas por largas cuestas y acabar cargando un cadáver al estilo de “No oyes ladrar los perros”. También en la novela de Barbusse se presenta ese nosotros-soldados que antagoniza con el ellos-jefes, al punto de que en las trincheras se le pierde el respeto a los supuestos líderes. En plena temporada de aguaceros, el general prohíbe el uso de capuchas impermeables. “Yo hago oídos sordos”, responde un encapuchado. “En todo caso que el general ordene que se detenga la lluvia”. Latzko es el que tiene palabras más duras contra los jefes militares y políticos y contra la prensa que los adula. El lector percibe su mofa cuando un jefe máximo justifica su lejanía del frente de batalla ante un periodista: “Ningún general se atrevería a emplear la severidad necesaria

para dirigir una guerra si tuviese que atestiguar toda la miseria de las batallas”. Y el periodista sin criterio lo toma como palabras sabias y humanas, lejos de una declaración de cobardía. Muy distinto es el Enrique V de Shakespeare. Él dice: “¡Por Júpiter! No codicio el oro. Pero si es pecado codiciar el honor, soy la más perversa de las almas vivas”. “El que no tenga estómago para esta lucha, que se vaya; se le dará salvoconducto y hasta monedas para el viaje. No moriremos en compañía de quien teme morir con nosotros”. Enrique V es un rey, es un general, pero también un soldado más. Por eso puede usar el “nosotros” sin empacho: “We few, we happy few, we band of brothers”. Por eso puede dar la cara delante de sus soldados. Por eso los soldados lo respetan y lo aceptan como líder. Mas ay de aquellos que pierden la cara en tiempos de calma, pues a la hora de la tormenta serán escupidos. Suya será la vergüenza; el honor, de los soldados. L

LA GUARIDA DEL VIENTO

ALONSO CUETO ESPECIAL

Vidas a la deriva 4 3 2 1, la novela de Paul Auster, es la historia de un individuo y muchas historias de muchos individuos. En una de sus primeras páginas, el patriarca de la familia Fergusson recibe el consejo de cambiarse de nombre. Le sugieren que para triunfar en América debe llamarse Rockefeller. Cuando el funcionario de la aduana le pregunta por su nombre él contesta en su lengua natal: Ich habe fergessen. El funcionario escribe entonces la palabra en inglés que más se le parece: el apellido. El hombre se llamará Fergusson. Todo parece ser desde entonces, en la vida de la familia, el resultado de un equívoco. El señor Fergusson se casa con una mujer que no lo ama pero que luego cree que lo ama. Al final el amor, como todas las emociones, es una interrogante, en personajes que van a la deriva por el mundo. Auster es un narrador fluido, intenso, lleno de recursos. Sus personajes logran intimar con los lectores. Las páginas de sus

libros logran una velocidad en la lectura que pocos otros autores tienen. Y sin embargo, en esta novela, todo parece convencional, como una historia bien contada de gentes predecibles, con momentos iluminados. Cuando uno termina las ochocientas y pico de páginas que tarda en terminarse, uno se pregunta si no pudo contarse una historia como ésta con menos episodios. Cada escritor, como cada corredor, tiene una distancia en la que es experto. Ningún cuento de Borges excede las diez páginas y ninguna novela de Vargas Llosa tiene menos de trescientas. Proust no pudo haber escrito su gran obra en menos páginas que las que usó. Cada novela o relato tiene un espacio adecuado, de acuerdo a sus hechos. No hay una fórmula para descubrir cuál es la relación entre los hechos que uno quiere contar y las palabras necesarias para dar cuenta de ellos. Auster quiere contar no solo la historia de un individuo sino las cuatro posibles

Paul Auster

historias de quienes pudo ser. Este ejercicio en la especulación narrativa viola las reglas del realismo que se propone (el libro está lleno de alusiones a episodios históricos) pero el verdadero problema es que su personaje (que se convierte en varios personajes) llega a cansar al lector, especialmente hacia el final. Aun

así, me mantuve un buen tiempo pegado a las páginas por la soltura y la energía de su prosa. 4 3 2 1 pudo haber sido una gran novela, como lo fueron La música del azar o Brooklyn Follies. Tal como está, es un ejercicio maravilloso en el dispendio. Aun así, vale la pena, por supuesto. Es el relato de unas vidas a la deriva. L


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