Laberinto No.751 (04/11/17)

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Laberinto

LUTERO: TRADUCTOR DE LA BIBLIA

luis xavier lópez farjeat p. 08

ENTREVISTA A XAVIER VELASCO leonardo domínguez p. 04

MILENIO

NÚM. 751

sábado 4 de noviembre de 2017 FOTO: CLAUDIA GUADARRAMA

ENTREVISTA A JUAN VILLORO

carlos rubio rosell p. 06


ANTESALA

sábado 4 de noviembre de 2017

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LABERINTO

GUSTAVE COURBET

Ausencia AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

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a ausencia es algo más que el vacío. En el vacío hay una plenitud de equilibrio, un espacio necesario, colmado de lo que no existe. La ausencia deja un hueco que denuncia la falta, la fustiga delimitando sus contornos. El vacío es una conquista, la ausencia es derrota, es el rechazo al tiempo y el espacio. La silla de Van Gogh, esa pintura tan vista y recurrida, es un autorretrato y es ausencia, el pintor que se niega y se describe abandonando a su propio ser, despidiéndose de quién es dejando el despojo del mueble que lo resguardaba con reposo y pertenencia. Pinta a la silla manifestando su inutilidad, él que ya no es, no necesita habitar un lugar, darle tiempo, el presente es lo único que tenemos. “Si todo el tiempo es eternamente presente, todo el tiempo es irredimible”, canta T. S. Eliot. El silencio del

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

vacío es paz que reverbera en su consagración, el silencio de la ausencia es castigo, es la falta de lo esperado, saturado por la privación y el hambre. En el Acantilado de Etretat de Gustave Courbet, la arrogante roca contempla la indefensión de la barca en la playa, su cuenca que valiente dio destino a su pasajero yace ahí, sola, recordando que finalizó su historia, cumplió y ya no es necesaria, se queda desposeída, esperando el regreso, ser otra vez compañera protectora, ignora que el pasajero eso es, alguien que ha pasado sin mirar lo que deja. Courbet, sensual habitante del paisaje, que ama y provoca en voluptuosas composiciones, en esta obra pinta el desafecto, podemos pensar en un viaje largo, inconcluso sin motivo, porque viajamos para estar en perpetuo trayecto, abandonar la

Acantilado de Etretat

nave es renunciar a esa aventura de dar la vida al presente “el fin precede al principio” me recuerda T.S. Eliot. Llevar y guiar mientras se es guiado, el cuerpo son dos seres tan unidos que los sentimientos evitan los verbos, y nacen impregnados en la estancia del presente, el Caballo blanco de Velázquez, levanta las patas delanteras, su cuerpo fuerte, hermoso, carga la ausencia de su jinete. La pareja cómplice, que

se sabían en su fuerza y entrega, está fragmentada, la silla y las bridas son docilidad amatoria que ofrece su poder al que monta, lo hace más que humano, lo eleva en arma, guerra, aventura o baile. Desorientado, sin camino, para él no hay a dónde ir cuando va solo. “En el comienzo está mi fin”, el jinete desciende, dejando su sudor en la silla, el reflejo de la presión de sus piernas, es el final, el caballo se alza orgulloso, doliente, mutilado. L

Nunca sabrán los molinos de viento que alguna vez fueron gigantes. MUSEO TAMAYO

Imágenes con ondas sonoras ARTES VISUALES

MIRIAM MABEL MARTÍNEZ

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a exposición Anri Sala, que se presenta en el Museo Tamayo, exalta la pictoricidad del video. Este artista de origen albanés compone narrativas visuales en las que la música cobra textura y plasticidad. Como espectadores logramos atravesar capas sonoras a través de imágenes, las cuales suceden escena tras escena en un presente lleno de fantasmas. Sala nos invita a contemplar las veladuras de sus videos, a desear mirarlos con la meticulosidad con la que se puede observar la pintura. Al pararnos en medio de las pantallas gigantes que proyectan Ravel, Ravel y Unravel (2013), dan ganas de hurgar la proyección como si fuera un óleo, de meterse para explorar las memorias que suenan. Sus piezas evocativas están armadas por tiempos simultáneos. De una manera lúdica e inteligente, Sala explora cómo suena la ideología, cómo las posturas políticas se traducen en la música y cómo el propio instrumento asume dicha visión, como en Take Over (2017), en la que contrapone La Marsellesa y La Internacional. Pero el artista no se conforma con experimentar con el sonido; tampoco musicaliza sino que crea sutilmente un moebius sonoro en el que mágicamente navegan

Obra de la exposición Anri Sala

sonido, idea, imagen, memoria, historia… El piano, que vemos y escuchamos, parece un ejército marchando, mientras que las manos ejecutantes parecen fantasmas de las notas ajustando la potencia acústica de la mirada. Escuchamos lo visible y lo invisible y, en la línea de Janet Cardiff, Sala juega con la memoria de los objetos. Su trabajo también hace guiños a otros artistas, como en Bridges in the Doldrums (2016), que nos lleva a Rebecca Horn. Sin embargo, no se conforma con crear puentes, Sala propone la yuxtaposición como destino. En la pieza Tlatelolco- Clash, el espectador experimenta cómo podría sonar un palimpsesto. En esta obra es tangible su

interés por el tiempo como un proceso, “un tiempo cargado”, como él califica esa adhesión de tensiones que son sus videos. Las ventanas de Tlatelolco se prenden y se apagan emulando la partitura perforada que toca un órgano de barril al ritmo de “Should I Stay or Should I Go”, himno de la banda inglesa The Clash. Arquitectura, ideología, música, folclore, tradición, ruinas prehispánicas se conjugan estableciendo, e inventando, conexiones, capas, relaciones que preparan el sonido como si fuese un lienzo sobre el que Sala pinta la acústica. Sus ideas y visiones se propagan en ondas visuales que exhiben simultáneamente las capas que integran eso que llamamos realidad. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× J O R G E

F E R N Á N D E Z

sábado 4 de noviembre de 2017

ANTESALA

ESPECIAL

G R A N A D OS ×

Orfandad o del amor y los afectos Estas sentencias forman parte de Vertebral (México, 2017), una colección de iluminaciones y breverías que ha comenzado a circular bajo el sello de Almadía

E

l amor es una de esas peligrosas palabras que puede significar cualquier cosa y, por lo tanto, ser usada para justificar cualquier cosa. ◆◆◆ Hay veces que el amor es un conocimiento. Hay otras que es un olvido. Pero las inquietantes son cuando parece un recuerdo. ◆◆◆ El mapa del corazón es insensato pero no caótico. Hay quien lee en la oscuridad un libro, recordándolo. ◆◆◆ Los códigos del erotismo no son menos elaborados e imaginativos que el resto de las costumbres de una cultura. En su confección, como en todo, la necesidad terminó siendo un lejano pretexto para la creatividad, el regocijo, el delirio y el abuso. ×EKO×EX LIBRIS×PELIAS Y SUS HIJAS×

Valentin Retz

Negro perfecto BICHOS Y PARIENTES

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JULIO HUBARD

os novelistas son gente ilustrada y racional. Es difícil que crean en algo más que el azar. Por eso llama la atención Negro perfecto, de Valentin Retz (Agálmata Ediciones/ Editorial Me cayó el veinte, 2017). No es un creyente como Bernanos o Huysmans. Es un escritor tocado por el fenómeno de la religio, no por las religiones. Lo mismo se le revela Apolo que la superstición tramposa de los gitanos. Aunque dure solo un instante y suceda en un solo sujeto, cada manifestación lo dispara a un universo que rescata aspectos, hoy olvidados, de la revelación de lo sagrado. Trabaja con esa forma de certeza —intuición, el noûs griego— que se presenta en la mente como verdad indudable que, casi siempre, se destruye cuando la atraviesa la lógica. Verdades inmediatas que no se construyeron ni fabricaron y que se comportan como axiomas: verdades evidentes que no es posible demostrar. Suena patológico, pero Aristóteles dice que el noûs debe ser tratado como si fuera infalible. Y eso hace el narrador (que lleva el mismo nombre del autor): acepta la intuición y sabe, por ejemplo, que si toca a ese paralítico, su mal desaparecerá. Pero irrumpe la lógica y lo lleva a otros destinos. Retz no logra sustraerse del noûs, pero su relación con el fenómeno de lo sagrado es diferente a la de la inmensa mayoría de los narradores contemporáneos. Lucha contra la presencia de lo numinoso, pero en ello le va una enfermedad que no halla diagnóstico ni cura, hasta que decide afrontar esa dimensión que lo asalta con verdades que halla en sí mismo y de las que no puede dar cuenta. Y es que no camina con la lógica: flota en un ámbito de analogías y acontecimientos inexplicables, como su enfermedad. Su trayecto carece de valor argumental, pero se revela como un orden del mundo, de lo real, no de modo discursivo sino como revelación de un noûs. Como la música, la poesía, el enamoramiento… En las cabezas que funcionan según causas y efectos, antecedentes y consecuentes, se da la ciencia. Es frecuente hallar ahí una idea cómica de lo sagrado: imaginan religiones como pantomimas, donde un sujeto gobierna olas o fabrica vientos. Pero en el ámbito de lo numínico no hay un dios agente y un fenómeno producido. El viento y el oleaje son, al mismo tiempo, la divinidad y su revelación: milagroso es que algo sea. Retz entendió y la novela desarrolla la Obra Magna de la tradición alquímica: del plomo al oro, pasando por el mercurio. Negro perfecto es una novela de redención: la de un autor que se atrevió a registrar en sí mismo la intervención de lo sagrado. L

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LABERINTO

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Xavier Velasco

“No quiero sumarme a la epidemia de amnesia” Entrega insensata, el nuevo libro del escritor mexicano, saldrá próximamente en el sello editorial Océano que ha reunido su obra completa, oportunidad que sirve para que el irredento admirador de David Bowie discurra sobre su trabajo, esa vocación que sigue siendo para él un pasatiempo que adquirió desde la infancia OCTAVIO HOYOS

ENTREVISTA LEONARDO DOMÍNGUEZ

L

a editorial Océano ha lanzado la Biblioteca Xavier Velasco, que reúne Puedo explicarlo todo, El materialismo histérico, Este que ves, Luna llena en las rocas y el ahora clásico Diablo guardián. Con su chaqueta de Roland Garros y un póster de David Bowie como testigo, Velasco es acompañado por su culpa melómana y por seis cachorros para hablar sobre la reedición de sus libros, que incluye una obra inédita: Entrega insensata. ¿Qué representa para ti la Biblioteca Xavier Velasco?

Siempre es bueno renovarse, volver a empezar. El valor de autor que tiene esta biblioteca es la posibilidad de una nueva apuesta con editores que han sido querúbicamente atentos al espíritu de cada libro, de cada página. Había trabajado con grandes editores como Ramón Córdoba, partero de seis libros míos, y con Luis Carlos Fuentes. Tiendo a encariñarme con mis editores. Cuando son muy buenos, como me han tocado, tienen el desafío de adentrarse hasta los últimos rincones de la naturaleza de tu trabajo. Y con Océano me he hecho de unos cómplices que tienen un entusiasmo muy fresco por llevar más lectores a mi trabajo. Me da la oportunidad de insuflarle vida a esos libros. Los libros tienen que recorrer otros caminos, siempre insospechados. Algunos libros contemporáneos tienen una caducidad, se dejan de leer. Sin embargo, tu obra sigue vigente. ¿A qué se debe?

Dejo el alma ahí, pero no sé a qué se deba. Es algo de lo cual me felicito porque la memoria colectiva es cada vez más corta; hay una amnesia general. El hecho de que mis libros tengan vida me compromete a hacer algo por ellos, a no dejarlos ahí, olvidados por el pasado. No quiero sumarme a esa epidemia de amnesia. Para mí es una gran suerte que mis libros se sigan moviendo, prestando, leyendo. Como autor haré todo lo posible por no dejar morir mis obras. En esta colección se publica una obra inédita, Entrega insensata. ¿De qué trata?

Es un volumen de cartas. De 2000 a 2004 tuve la columna “Epistolario” en MILENIO. Publiqué alrededor de 220 cartas a personajes públicos y fantásticos. Desde entonces tenía la idea de presentar una selección; las he corregido muchísimo. Se podría decir que varias son otras cartas por completo. Pensé que iba a terminar la corrección en un mes, pero no, la mayoría necesitaba cirugía mayor. Pude corregir mis excesos, mis insuficiencias y les he dado una nueva vida. Tengo una debilidad especial por las cartas. En mi libro anterior, Los años sabandijas, varios capítulos son epistolarios. Llegué a escribir cartas de amor de quince cuartillas, una locura absoluta. Toda carta es una entrega insensata: hay una dosis de insensatez en el hecho de escribir una y entregarla, ya no se diga publicarla.

La niñez es un tema muy presente en tus obras. Es el caso de Este que ves y Puedo explicarlo todo. ¿Por qué es tan recurrente en ti?

De niño me aficioné a la música, a leer, a las motos y a las mujeres de piernas bonitas. Y no he perdido ninguno de esos gustos. Cuando llegué a los 14 años ya estaba armado mi porvenir; no lo sabía pero ya estaba claro lo que iba a hacer en mi vida.

Mi trabajo es un pasatiempo que me traje de la infancia. Desde los 9 años empecé a escribir; era una manera de escaparme de la escuela. Mi estafa consiste en seguir jugando lo mismo que desde niño y pegarle a los adultos el cuento de que es un trabajo por el que me deben pagar. Hay una parte de mí que se resiste a ser adulta. Creo que, en buena medida, es él quien escribe.


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DE PORTADA

CÉSAR ÁLVAREZ

Cavafis y nosotros RETRATO DANUBIO TORRES FIERRO

C Luna llena en las rocas se publicó en el año 2000. ¿Sigue siendo un decálogo noctámbulo para volverse lunático?

Más que instrucciones es una juerga nocturna o un manual práctico para el golfo. Es un libro que nace de la perversidad de José Luis Martínez S., que descubre que a mí me gusta mucho la juerga y se le ocurre que haga una columna de vida nocturna. José Luis me llamó y me dijo que estaba despedido de la sección de rock en El Nacional pero que estaba recontratado como cronista de antros. Fue maravilloso porque me daba siete cuartillas, que hoy en la prensa es imposible, lo cual fue un gran lujo. Desde que me puso como cronista de antros en mi cabeza se dibujó un “libro”. Rehíce Luna llena en las rocas en 2005 y le cambié cantidad de cosas, empezando por los títulos. Para entonces algunos de los tugurios, presentes en el libro, habían cerrado, pero el espíritu seguía siendo el mismo. En esas crónicas despliegas un lenguaje coloquial. ¿Quiénes han sido tus maestros?

Están José Agustín, Parménides García Saldaña, Carlos Fuentes con la Región más transparente, pero no es por esas influencias que quiera escribir así. Es por el placer que me da mancillar el lenguaje, blasfemar con él. La literatura es el placer de la fechoría. Es muy fácil anotar todo lo que uno escucha en la calle, decir un montón de cosas tremendas. Eso haces con 18 años: versitos groseros; así empiezas, como punk. Pero eventualmente el gozo no está en soltar la primera grosería que se te ocurra. El gozo está en hacer una maquinaria muy complicada, ser irreverente con lo establecido. No me interesa quedar bien con ninguna zona de la grada, quiero pitorrearme de todos porque ese es mi trabajo. ¿Sientes alguna responsabilidad con tus lectores?

No puedo pensar en los lectores como uno solo, ni como una comunidad más o menos uniforme. Si tengo un compromiso con mis lectores es el de ser absolutamente leal a mí mismo, y les voy a decir mentiras sin mentirles. Escribo para un lector interno que es un hijo de puta, que no le gusta nada, pero si

complazco a ese desgraciado, quizá algunos lectores se sientan satisfechos. ¿Quedaste estigmatizado con Diablo guardián?

Como escritor uno sueña con un estigma. Cuando escribí Diablo guardián me di cuenta, con mucho terror, que para salir de la deuda en que me había metido tenía que vender 30 mil ejemplares. Esa cantidad ha sido superada: se han vendido 300 mil. Decía Malcolm McDowell que Naranja mecánica era como una maldición porque siempre lo identificaron por esa obra pero cuántos actores quisieran tener una de esas. Lo que pasó con Diablo guardián ha sido la fortuna profesional más grande de mi vida. David Bowie decía que no le sorprendió en absoluto que Ziggy Stardust hiciera toda su carrera. A mí sí me sorprendió bastante que esa novela hiciera toda mi carrera. Comparándome, indebidamente, con Bowie, diría que Diablo guardián es mi Ziggy Stardust. Lo que quiero, busco y necesito es seguir escribiendo nuevos libros. El qué va a pasar con ellos está fuera de mi control. Lo único que puedo asegurar es su autenticidad y la calidad; más o menos creo poder controlarlas. Pero después de eso, una vez terminado un libro lo que realmente me da cosquillas es escribir el otro. Tu carrera literaria empezó hace dos décadas. ¿En qué has cambiado como escritor?

He perdido algunos candores. Lucho permanentemente contra los efectos nocivos de la promoción, contra la posibilidad de sentirte más importante que tu trabajo. Cuesta mucho conservarte fiel a ti mismo, porque en la medida que te va yendo bien hay la necesidad de adquirir ciertos compromisos. Lo que Vargas Llosa llama la “servidumbre del éxito”. Me he vuelto más riguroso en mi escritura, lo cual no necesariamente es mejor. No sé si soy más libre ahora, lo dudo. Sigo en pie de lucha por conservar la libertad íntima, por seguir escribiendo sin importarme un pepino lo que pueda pasar, por conservar ese romanticismo que me trajo hasta aquí. Sigo peleando contra mis insuficiencias como escritor porque entre más pasa el tiempo te das cuenta de que nunca llegarás a ser el escritor que soñaste, pero vale la pena seguir intentándolo. L

ada dos meses, más o menos, con Alejandro Rossi hacíamos una excursión. Íbamos, los sábados por la mañana, cerca del mediodía, a la librería italiana que estaba en la plaza Río de Janeiro, en la esquina de la calle Durango, frente a la réplica de la estatua del David, en una colonia Roma abandonada a la incuria pero todavía no arrasada por el terremoto de 1985. Éramos ya amigos del propietario, un italiano amable y empeñoso en su trato, que siempre parecía estar esperándonos, y teníamos algunos privilegios: el derecho a escarbar en las estanterías, el derecho a espiar en algunas cajas que se distribuían en unos pasillos escasos y oscuros, el derecho a revisar los últimos ejemplares de L’Espresso. Dimos, en una ocasión, con un libro que se volvería modestamente mítico para nosotros: la traducción al italiano de la Poesie de Constantino Cavafis, publicada por Mondadori, en 1961, y de oportuna edición bilingüe. Era (es todavía entre mis libros) un volumen de factura barata, impreso en papel de diario, y su portada lleva por ilustración un motivo clásico griego reproducido a colores. La traducción hace de Cavafis, con legítima razón, un poeta de acústica elegiaca, y no solo respeta sino que subraya tanto el poso de melancólica nostalgia desesperanzada como el casi físico registro de unos íntimos anhelos amorosos, que son los rasgos que más vuelven en la obra del poeta. Asoma allí, como corresponde, el trasfondo muy teatral y afantasmado —tan lujoso de candelabros y urnas de oro y a la vez tan irremediablemente perdido como el incienso que se quema en las iglesias ortodoxas— de una civilización bizantina que hallaba su sabor religioso escrito aún en la piel de Alejandría, la ciudad de la que casi nunca salió Cavafis. “Mis sentimientos encuentran un refugio en las grandes glorias de nuestra raza, en nuestro prestigioso Bizancio” —dirá él más de una vez—. El prólogo del libro de Mondadori, de Fillipo Maria Pontani, también autor de la traducción, es un modelo de lo que debe ser una guía de interpretación: apunta los datos biográficos necesarios para una cabal comprensión de Cavafis, repasa su entorno histórico y cultural para mostrar de qué manera se imbrica en ciertas piezas, y propone una lectura de los poemas apoyada en la mitología personal, privada y también pública, del poeta. (Cansado de aguardar respuesta por parte de la editorial a una solicitud de permiso, yo pirateé ese prólogo, en 1983, para conmemorar el centenario del nacimiento de Cavafis, en el número 27 de la Revista de la Universidad de México.) Pues bien: ese libro de Mondadori se hizo, en efecto, con un lugar privilegiado en nuestro afecto literario. Una prueba. Alejandro convierte al libro en uno de los títulos que sufre un hurto pérfido y es hallado por el narrador y propietario (sin demasiada sorpresa moral, cabe informar, y este dato es central en la trama del texto) en los estantes de la biblioteca de la casa de un personaje, llamado J., que reafirma así su condición de untuoso enemigo. La historia aparece en una entrega del Manual del distraído, se titula “Encuentros” y lleva por subtítulo “Buscar poesía”. L


LABERINTO

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Juan Villoro

“Es posible ser un hijo de puta ilustrado”

Con La utilidad del deseo, su más reciente libro, el escritor hace una defensa de la literatura desde la orilla entrañable de la lectura: solo ésta puede materializar la Arcadia que creíamos perdida, solo ésta puede devolvernos la voz que nos maravillaba en nuestras noches infantiles

ESPECIAL

ENTREVISTA CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID

U

n libro cerrado es solo la posibilidad de una obra de arte. “Solo se convierte en arte”, dice el escritor mexicano Juan Villoro, “cuando lo activa la lectura”. Sin embargo, agrega, hay muchos tipos de lectura, algo en lo que Jorge Luis Borges era muy claro cuando decía que ningún texto tiene una condición intrínseca que lo convierta en clásico, pues se vuelve clásico porque se trata de una obra que la gente no ha dejado morir y es defendida a lo largo del tiempo por los lectores, que encuentran mensajes diferentes e incluso contradictorios a través de las épocas. “Entonces”, subraya Villoro, “no hay forma del arte más importante para la literatura que la lectura”. Esta última afirmación queda patente en el nuevo ensayo de Villoro (Ciudad de México, 1956), La utilidad del deseo (Anagrama), que ha comenzado a circular en España y que recoge su título de un lema de los hermanos Grimm que se puede traducir, explica, como “entonces, cuando desear todavía era eficaz, o entonces, cuando desear todavía era útil”. “Es la idea de una Arcadia perdida”, expresa el escritor en entrevista con Laberinto, “un mundo pretérito en el que las hadas podían concederte deseos. Es el bosque de los hechizos de los cuentos infantiles, donde las cosas surgen de tanto desearlas. En este libro hay un ensayo dedicado a la literatura infantil que lleva ese título, pero creo que la idea puede extenderse a toda la literatura: abrir un libro es entrar en un pozo de los deseos; es como tirar una moneda en una fuente para que algo se cumpla. Y muchas veces eso se nos concede en la lectura”. El origen de los ensayos de este nuevo volumen de Villoro “tiene que ver con la vida literaria, que es azarosa y depende de solidaridades y complicidades: de pronto alguien me pide un prólogo para Robinson Crusoe, que había leído varias veces, pero siempre en forma incompleta, en versiones para niños o en la traducción de Julio Cortázar que está muy mutilada porque fue el material que recibió, y finalmente Enrique de Heriz hizo una traducción titánica. En ese sentido, creo que un ensayista se parece un poco a un actor que entra en el personaje: para escribir del otro tienes que situarte en su mundo, su época, su circunstancia. En ocasiones esto te sale más fácil. Carlos Monsiváis, por ejemplo, es una persona que nos resulta bastante familiar y tenemos vías de acceso inmediatas a su trabajo. Pero Daniel Defoe pertenece a otra época; nos queda muy lejos, y aunque haya mil asociaciones con la historia del náufrago y con su propia vida, entrar en el personaje requiere mayor preparación”. Así pues, en cada uno de los textos de La utilidad del deseo, escritos en los últimos quince años, el desafío ha sido diferente. “Hay un texto sobre Jorge Ibargüengoitia, que me queda muy cerca por tradición en México, y porque lo he trabajado mucho; pero también escribí sobre los grandes autores de la literatura rusa de los que se ha escrito tanto y es difícil escribir algo nuevo. Ahí traté de buscar un ángulo original para acercarme a Gógol, Chéjov o Dostoievski. También hay ensayos sobre Karl Krauss o Peter Handke. Hay un ensayo sobre la correspondencia que mantuvieron Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti y Manuel Puig”. Son, subraya Villoro, los ensayos de un lector. “Es una puntualización importante: no soy un académico ni un erudito —no pretendo serlo—; no soy una autoridad en ninguno de los campos: soy un lector curioso que escribe desde su perspectiva,


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DE PORTADA

JORGE CARBALLO

que es la de un novelista y un cuentista; alguien que comparte pasiones literarias en su camino como lector. Y son ensayos sobre literatura, porque he escrito otros ensayos que no están en este libro, donde busco, por ejemplo, tratar de reflejar los efectos culturales y periodísticos de la violencia en México; cómo el narcotráfico ha tenido que ver con las plataformas digitales y su repercusión en la cobertura en México. Ese tipo de ensayos en donde se interceptan la política, la sociedad y la cultura, que pertenecen a otro libro. En este caso, son ensayos literarios, aunque siempre aparece el componente político, porque es inevitable que un escritor responda a su circunstancia”. Para abordar sus lecturas, Villoro ha desarrollado una especie de “estética del lector”, que implica también un “arte de leer”. Al respecto, expresa que se considera “un amateur, porque el arte depende justamente de ser siempre un principiante. Si no te repites como autor, estás siempre abordando una forma nueva y por lo tanto eres el aprendiz de esa fórmula. Si consideras que ya llegaste a una meta, estás muerto como artista. Todos somos principiantes y como lector también lo soy. Yo he leído varias veces una obra y a veces me ha gustado más y otras menos o al revés. También como lector estoy recomenzando, incluso el libro que ya había leído. Esta capacidad de renovar asombros y aprender cosas nuevas es inmanente al hecho estético. Cualquier persona que está haciendo una búsqueda artística se está planteando cosas diferentes y por lo tanto es un alumno de sí mismo”. En ese camino, todo autor también inventa o transforma escritores gracias a su lectura, como es el caso de Borges, quien fue capaz de crear a partir de la lectura. “ ‘Pierre Menard, autor del Quijote’, tiene que ver con un texto leído por Borges en dos épocas diferentes: se trata de la misma obra, pero el contexto la convierte en algo completamente diferente. La época le da otra novedad al texto. Por otro lado, también podemos pensar que esta manera creativa de leer involucra a los textos, pero una vez que levantamos la vista de la página y vemos el mundo continuamos leyendo el mundo en esa clave. La fundación de la literatura moderna tiene que ver con esto. Alonso Quijano lee novelas de caballería, se sume en ellas, se deja absorber al máximo y cuando levanta la vista de la página entiende el mundo como una novela de caballería e imagina que todo lo que le ocurre es la continuación de lo que ha leído. Es el mundo el

que se parece a lo que él tiene en su mente de lector. Y sin llegar a un quijotismo extremo como el de Alonso Quijano, y sin llegar a confundir los molinos de viento con gigantes, cuando leemos a Kafka y luego vamos a una oficina de gobierno en la Ciudad de México nos encontramos con una realidad kafkiana; seguimos leyendo el mundo en la clave del libro que acabamos de dejar. Lo mismo podemos decir de muchísimos autores: hay figuras trágicas de la política que son claramente shakespeareanas, o amantes jóvenes que son claramente Romeo y Julieta. El campo expandido de la lectura va más allá de las páginas. Seguramente la vida es más importante que el arte, pero solo lo sabemos gracias al arte. La realidad es más intensa, pero es el arte el que nos lo revela”. Al leer, también, nos impregnamos de la voz del autor, un fenómeno que a Villoro le recuerda otra frase de Borges: “Somos los libros que nos han hecho mejores”. “Estamos constituidos por estas voces”, dice Villoro, y sin embargo señala que se trata de una frase claramente optimista de alguien para quien el mundo eran los libros y no creía en la separación entre la experiencia en el mundo de los hechos y la experiencia representada en los libros. “Podemos matizar esta frase, porque hemos conocido a lo largo de la historia lectores cultísimos sumamente eruditos que han sido malas personas y que incluso han sido tiranos —los comandantes nazis que por la mañana iban a los campos de concentración y por la tarde leían poesía de Rilke—. Se pude ser sofisticado y a la vez un comisario de la inteligencia dedicado a la crueldad y el ultraje. Roberto Bolaño toca el tema en su libro Estrella distante. Entonces creo que la frase de Borges amerita una pequeña enmienda: somos los libros que nos han hecho mejores, si verdaderamente queremos que sirvan de esa manera, porque también se puede ser un hijo de puta ilustrado”. Hay un elemento de voluntad en querer aprovechar una lectura en beneficio de una conducta recta, indica Villoro, “pero ese ya es un camino espiritual, ético, que no garantiza la lectura, porque ha habido libros, como Mi lucha, de Hitler, destinados a no hacer el bien”. Por otra parte, hay también distintas maneras de leer un libro: la del profesional de la edición, la del crítico, la del estudiante, la del aficionado.

A Villoro, cuando le gusta mucho un escritor de ficción o un poeta, quiere saber de inmediato qué libros ha leído; es decir, cuál es la familia intelectual que lo ha formado. “A mí me interesa mucho conocer este backstage, esta trastienda del escritor, que de alguna manera lo explica. Los ensayos que escribo tienen que ver con un lector curioso que trata de explicar no solo por qué un autor me parece interesante, sino también cuáles son las condiciones que lo han hecho posible: la vida, la historia, sus lecturas. En ese sentido, mis ensayos son bastante narrativos, tienen que ver con las circunstancias de vida de los autores, tratar de entenderlos en su momento. Tuve la suerte de conocer a Kenzaburo Oé y me dijo que había estado dos años en El Colegio de México porque quería explicarse a Juan Rulfo, que era su autor favorito, y conocer el país, la cultura, la historia, las tradiciones, las lecturas que lo habían hecho posible. Es la respuesta de un narrador, porque está viendo a Rulfo como un personaje en un contexto y quiere entenderlo de esa manera. Cuando escribo un ensayo trato de hacer algo equivalente: situar en un escenario a un autor y tratar de explicarlo por todo lo que lo rodea”. En resumen, agrega Villoro, trata de explicarse a sí mismo a un autor. “Es más fácil criticar a un autor que te parece deficiente, encontrar sus puntos débiles, señalar lo que te parecen sus defectos. Pero es muchísimo más difícil razonar entusiasmos. Nabokov decía que la prueba más legítima de la aceptación estética es cuando sientes un escalofrío en el espinazo. Es una emoción que te transporta. ¿Y cómo razonamos los escalofríos?, ¿cómo convertimos esta reacción epidérmica en una argumentación intelectual? Ese es el ensayo literario: un arte de razonar escalofríos; tratar de demostrar que lo que a ti te gustó más allá del impulso epidérmico que estás sintiendo tiene una justificación y debe ser defendido de alguna manera. Y en La utilidad del deseo trato justamente de abordar libros que creo que valen la pena, algo que he hecho en libros de ensayos anteriores como Efectos personales, De eso se trata o La máquina desnuda”. Por último, Villoro hace una serie de consideraciones sobre el fomento a la lectura para lograr una sociedad lectora, y argumenta que, además de que uno debe dejarse llevar caprichosamente por los libros, así como crear desde las instituciones condiciones para que la gente pueda acceder a la cultura y la creación de públicos culturales para sostener la cultura a largo plazo, hay un elemento de gran importancia que aborda en el ensayo que da título a La utilidad del deseo. “Creo que es absurdo tratar de imponer la lectura. Cuando se convierte en una obligación se parece a pagar impuestos. En cambio, cuando la lectura es una forma del placer y se contagia como tal, como entusiasmo, se convierte en algo insustituible. Creo que la mejor manera de hacerlo es asociar en la infancia la lectura con el afecto. Cuando le leemos al niño antes de dormir, no solo le estamos diciendo una historia que lo cautiva, sino que le estamos mostrando afecto. Los niños incluso tratan de alargar estas historias para convivir más tiempo con quien se las está contando. Mi hermana, Carmen Villoro, que es poeta y psicoanalista, escribió un ensayo titulado ‘Había una voz’, porque la lectura de esos cuentos tiene que ver con la voz de quien nos los contó. Entonces, cuando empezamos a leer de este modo, todo aquello que vamos leyendo lo asociamos con esa voz del origen, del principio, que era una voz del afecto. Y creo que eso será para nosotros una compañía perdurable, aunque con el tiempo seamos los que leen los libros sin otra compañía que nosotros mismos”. L


LITERATURA

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LABERINTO

GUSTAV FREYTAG (1897)

Lutero clavando las 95 tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg

Lutero: traductor de la Biblia El 31 de octubre conmemoramos 500 años del cisma que encabezó el sacerdote de Turingia. Ofrecemos un recorrido por su faceta intelectual ENSAYO LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT

H

ace 500 años, el 31 de octubre de 1517, Lutero hizo públicas sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Todos los Santos, en Wittenberg, Alemania. Este acontecimiento marca el inicio de la ruptura entre Lutero y la Iglesia católica. Una de las premisas fundamentales de la reforma luterana es la sola scriptura, es decir, la consagración de la Sagrada Escritura como la única fuente de autoridad en materia religiosa. Que Lutero se haya dado a la tarea de traducir la Biblia no es algo fortuito: era indispensable entregar a los cristianos una versión accesible de la palabra de Dios. Traducir, sin embargo, es recrear el texto. El resultado de esta labor adquiere cierta autonomía: si bien remite al original y depende de él, la traducción es en realidad un texto distinto. Es cierto que una buena traducción conserva el sentido —el espíritu— del original, aunque jamás de manera pura: traducir es interpretar. La Biblia de Lutero, como lo fue la Vulgata de san Jerónimo a finales del siglo IV, no es solo una traducción, sino una interpretación, una exégesis. En la exégesis bíblica de los siglos XV–XVI hay dos tendencias enfrentadas entre sí: la de los literalistas y la de los espiritualistas. A la primera pertenecen Erasmo de Rotterdam y la mayor parte de los humanistas que, en la tradición de san Jerónimo, optaron por interpretar las Escrituras valorando su sentido histórico y filológico. Los espiritualistas, en cambio, habían optado por un acercamiento religioso y profundamente espiritual. Mientras los literalistas creían que la mejor manera de aproximarse

CONTRA LA AUTORIDAD PAPAL Nacido el 10 de noviembre de 1483, Martín Lutero ingresó al monasterio agustino de Erfurt el 17 de julio de 1505. En 1507 se ordenó como sacerdote y cinco años después recibió el título de doctor en Biblia. Tras clavar sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517 fue llamado por el Papa León X para que se retractara de al menos 41 de ellas y ante su negativa fue excomulgado el 3 de enero de 1521. Publicó su traducción del Nuevo Testamento en 1522 y la del Antiguo Testamento en 1534. Murió el 18 de febrero de 1546. a las Escrituras era aplicando un método preciso —el filológico— para comprender el sentido de las palabras, los segundos, incluido Lutero, creían que el apego a la letra terminaría por aniquilar el espíritu de la palabra sagrada. La verdadera sabiduría cristiana, según Lutero, no se limitaba al conocimiento de las particularidades de la lengua griega y el hebreo. Mucho menos a la teología sistemática de los escolásticos. Tenía toda la razón: las teologías basadas en las Sentencias de Pedro Lombardo son extraordinariamente aburridas, entretenidas quizá solo para los aficionados a las destrezas argumentales. Era tiempo de suprimir esas discusiones un tanto ociosas, ajenas a los creyentes de a pie, y volver los ojos a las Escrituras. El Dios de la Biblia es preferible al motor inmóvil, el impersonalísimo “dios” al que se refiere Aristóteles en el libro lambda de su Metafísica. El 4 de septiembre de 1517, Lutero organizó una disputa académica en la Universidad de Wittenberg con ocasión de la promoción de su discípulo Franz Günther a baccalaureus biblicus. El discípulo defendió públicamente una serie de tesis contra la teología escolástica y propuso, a cambio, una teología anti aristotélica, más agustiniana y apegada a la Biblia. Este acontecimiento representa la ruptura con la metodología escolástica y una reforma

(¿modernización?) de la teología. El anti aristotelismo se ha considerado siempre una característica propia del luteranismo: “Aristóteles todo entero es para la teología lo que las tinieblas para la luz”, escribió el propio Lutero. En un artículo publicado hace poco, “Un caso de anti aristotelismo agustiniano: Lutero y la recepción de Aristóteles y la Reforma protestante”, Manfred Svenson se pregunta si el anti aristotelismo de Lutero, una actitud común del agustinismo tardo medieval, es necesariamente un indicio de modernidad o quizá es todo lo contrario. La pregunta es pertinente y no es sencillo responderla. El anti escolasticismo luterano resulta, por una parte, comprensible y hasta necesario: muy posiblemente hacía falta una renovación metodológica en la teología; por otra parte, el agustinismo exacerbado de Lutero no era quizá la única alternativa para aniquilar los “excesos” del aristotelismo escolástico. La historia, sin embargo, ya está escrita. Lutero suprimió el aristotelismo escolástico y lo sustituyó por la Biblia. No es extraño: su educación había sido básicamente la de un escriturista. En el monasterio de los agustinos había aprendido latín y se sabe, además, que hacia 1506 comenzó a estudiar hebreo. En 1517 tradujo precisamente del hebreo los Salmos y el Pentateuco. En 1518, cuando sus 95 tesis ya eran bien conocidas, Philip Melanchthon le asistió en sus estudios de la versión griega del Nuevo Testamento (la primera edición crítica que Erasmo había elaborado en 1516). En 1521 Lutero se exilió voluntariamente en el castillo de Wartburgo y comenzó a traducir el Nuevo Testamento al alemán, basándose precisamente en la edición griega de Erasmo. Tardó once semanas, de modo que su traducción se publicó en 1522, justo a tiempo para ser vendida en la Feria del Libro de Leipzig (29 de septiembre a 6 de octubre). La edición se agotó y para diciembre preparó una nueva con notas marginales y prefacios. Entre 1523 y 1524 tradujo el Antiguo Testamento. Esta parte le tomó más tiempo, así que hasta 1534 apareció su traducción completa de la Biblia. Lutero discutió su propia traducción en dos tratados: Sobre la traducción: una carta abierta (1530) y Defensa de la traducción de los Salmos (1532). Traducir un texto es un acto de apropiación lingüística y cultural. No hay traducciones perfectas. Se puede, en efecto, comprender el sentido de un texto y trasladarlo a las palabras de otra lengua. Sin embargo, al traducirse los textos adquieren nuevos sentidos y nuevas formas de entenderse e interpretarse. El caso de los textos religiosos es particularmente desafiante puesto que sus contenidos moldean creencias, acciones y comportamientos de los fieles. Acaso por ello los judíos y los musulmanes optan por leer la Biblia en hebreo y el Corán en árabe, respectivamente —aunque ello no suprime los conflictos de interpretación—. Lutero, como cualquier traductor de la Biblia, se esforzó enormemente por encontrar los términos adecuados para concebir un texto asequible para los alemanes, sin perder el sentido y sin arriesgar la meticulosidad que exige la labor del traductor. En su proceso de traducción contribuyó al desarrollo de la propia lengua alemana. Durante la Ilustración, incluso, la gramática alemana se construyó teniendo como base la Biblia de Lutero. No obstante, también enfrentó algunas dificultades, por ejemplo, con los modismos. Lutero creía que en esos casos había que encontrar un modismo equivalente en la lengua de llegada. Vale decir que Lutero germanizó la Biblia. No en balde, el propio Nietzsche sostuvo, en Más allá del bien y del mal, que la Biblia de Lutero era “el mejor libro alemán”. L


MILENIO

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PESOS Y MEDIDAS JOSEPH ROTH Secretaría de Cultura México, 2017 152 pp. Traducido por Ricardo Ruiz León, este título de la colección Clásicos para Hoy combina el cuento de hadas con la novela policiaca y la ópera romántica, en la que el autor reflexiona sobre tópicos como la libertad, la ley, la justicia, la soledad, el exilio, pero sin dejar de lado el reverso de dichas emociones: en la frontera entre Europa y Rusia hay un lugar llamado Zlotogrod habitado por un variopinto repertorio de personajes cuyas vidas están tocadas por la fatalidad y la ironía, el engaño, la estafa y la traición. MEDITACIONES DESDE EL SUBSUELO GUILLERMO FADANELLI Almadía México, 2017 213 pp. Una pregunta justifica los ensayos que componen este libro arriesgadamente personal: “¿Qué motivos sustentan la escritura de ficción y reflexión en nuestros días?” La respuesta pasa por la exploración de un no lugar en el cual se encuentra la materia física y espiritual que ayuda a pensar la existencia humana. De ahí el título: como el hombre del subsuelo de Dostoievski, Fadanelli se lanza en busca de sí mismo para hallar un camino que avanza en muchas direcciones.

DIATRIBA DE AMOR CONTRA UN HOMBRE SENTADO GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ Diana México, 2017, 76 pp. Pocos narradores han resistido la tentación de escribir teatro y Gabriel García Márquez, faltaba más, también tiene su pieza para el escenario y es este monólogo en un acto en el que Graciela, a punto de cumplir 25 años de casada, se dirige a su marido (recreado con un maniquí) para revelarle su infelicidad, el declive de sus sentimientos, el desengaño (y desencanto) que oscurece su matrimonio. La tensión dramática subraya que a pesar de sus esfuerzos, lo único que Graciela no puede confesarle al monigote es, sí, lo más terrible: ha dejado de amarlo.

EVA HESSE LUCY R. LIPPARD Alias México, 2017 357 pp. Más que una biografía exhaustiva, el lector hallará aquí un libro sobre arte. Eva Hesse nació el 11 de enero de 1936 en Hamburgo y murió en mayo de 1970. Ya en 1965, había perfeccionado su mano como dibujante con una intención provocadora y táctil. Parecían brotes de esculturas y esculturas fueron las que habrían de marcar su vocación artística, que se coronó después de su muerte con una exposición en el Museo Guggenheim. Lippard traza muy bien esa vocación indisoluble de la vida.

EL MACHETE Revista de cultura Número 16 México, 2017 131 pp. “Vestigios de la Revolución de Octubre” es el título de esta entrega que presenta sendos ensayos de Roger Bartra, Marina Azahua, Juan Villoro, Marco Rascón, Nikolai Bujarin, Hugo Vargas, Paula Vázquez Almanza, Juan Caloca, Daniel Centeno Maldonado, Paula Vázquez Lezama, Héctor Manjarrez, Diego Prieto H., José Ramón Enríquez, Adriana Konzevik, Alfredo Gurza, Rafael Rojas, Alex Williams y Nick Srnicek, entre otros. Crónicas, ensayos, reseñas y poesía que hacen una amplia revisión de uno de los hechos políticos más emblemáticos del siglo XX.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

LAS MUTACIONES

Jorge Comensal Antílope México, 2017

El cuerpo doliente, mutilado ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

Q

ue un tumor infantil de una cepa inusualmente ordenada y agresiva surja en la lengua de un hombre adulto —“tan aberrante como hallar compases de mariachi en una partitura de Bach”— es uno de esos casos por los que un oncólogo pagaría por ver… y tratar. De esta anomalía proviene la trama de Las mutaciones, que arroja a un hombre a la enfermedad terminal y a los lectores, por desalmado que parezca, a la risa contrahecha que nace del sufrimiento ajeno. Y es que Jorge Comensal ha concebido con lujoso acierto una tragicomedia acerca de la familia en el trance de cambiar la comodidad por la indigencia. Ahí tenemos al exitoso abogado Ramón Martínez sin la facultad del habla, a su esposa convencional, a sus hijos consumidos por la obesidad y el onanismo, a una criada abnegada y a un hermano que espera cobrarse todas las que le deben. Entre un costumbrismo que se mofa de las sacrosantas instituciones mexicanas —la fiesta de cumpleaños, la torta de chilaquiles, el machismo, por ejemplo— y un dosificado saber médico —que nunca sirve de estorbo a la narración sino que se encarga de reforzarla—, Las mutaciones se instala en esa zona donde la posibilidad de la muerte, la fractura, la intemperie intelectual, son la antesala de la auto exploración y el auto conocimiento. Sin dolor, sugiere Jorge Comensal, no hay camino posible hacia aquello que ignoramos y en verdad somos. Porque Las mutaciones se lee como una radical reflexión sobre el cuerpo: el cuerpo doliente, mutilado o imaginariamente enfermo. Es, por añadidura, una novela sobre la urgencia de ser compasivos. Lo admirable es que Comensal renuncia a considerar el dolor y la compasión como figuras de una banalidad que carece de resonancias y es incapaz de contener a un tiempo la fe y la incredulidad. “Al ver la forma en que Carmela se iba transformando con el rímel, Ramón tuvo una epifanía: el maquillaje podría disimular su aspecto cadavérico. ¿Iba a celebrar su cincuenta aniversario con un acto de travestismo?”, leemos y no podemos evitar que la carcajada y el más triste de los consuelos se fundan en un abrazo. No deja de ser paradójico que el mal que invade a ese abogado induzca la posibilidad de que el genoma de unas células indisciplinadas represente “un catálogo de mutaciones esenciales para la carcinogénesis”; en otras palabras, para la cura universal del cáncer. No debería, sin embargo, resultarnos extraño. No debería porque Las mutaciones es una exquisita y sutil paradoja, lo que significa sobre todo que lleva el gen de la genuina literatura. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Carlos Bolado

“El racismo es parte de la condición humana” El filme colectivo La habitación se propone reflexionar sobre la historia mexicana desde la perspectiva de un solo espacio HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

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través de una habitación se cuenta el siglo XX mexicano. Ocho episodios e igual número de directores aportan el retrato de un momento determinado. Ernesto Contreras, Natalia Beristáin, Iván Ávila Dueñas, Daniel Giménez Cacho y Carlos Carrera son algunos de los convocados para dar forma a La habitación, filme que plantea la estrecha relación entre la historia de nuestro país y la violencia. A partir del movimiento antichino de los años veinte, Carlos Bolado reflexiona sobre el racismo en México.

Usted fue de los pocos que pudo escoger su episodio a tratar.

¿Por qué participar en La habitación?

En los últimos años, el racismo en México ha resucitado como tema.

Me invitó Machete Films. Si bien ya no quería hacer cine de época, el episodio me interesó mucho. El concepto de ubicar ocho historias dirigidas por realizadores diferentes en una sola estancia a través de la cual se cuenta la historia del siglo XX me pareció un buen reto. ¿Cómo mantener el arco dramático independiente del episodio sin romper con el concepto de la película en su conjunto?

Lo más difícil es encontrar el hilo narrativo. El balance de las ocho historias se construyó en el montaje. Cada una tiene su propio tiempo, desarrollo, clímax y final. Conseguir que no se caiga la película no es sencillo. Un ejercicio similar ya lo había filmado Alberto Cortés, aunque con un resultado no muy logrado.

En principio, el proyecto tendría que haber salido para conmemorar el Bicentenario pero no se pudo. Al final cambiaron unos directores, pero entre los que nos quedamos estuvimos Carlos Carrera y yo. Ni el 68 ni el 94 me interesaban demasiado porque ya los he trabajado; en cambio, el movimiento antichino en México durante la década de 1920 siempre me ha llamado la atención porque conserva vigencia.

El racismo es parte de la condición humana. Siempre tienes a alguien a quien discriminar, de ahí su actualidad. Nos quejamos del trato que reciben los mexicanos en Estados Unidos pero aquí marginamos al diferente todo el tiempo. Ahora hay muchos haitianos en Tijuana y son segregados. Ni qué decir de la pertinencia del tema en Europa. Hay una crisis humanitaria de refugiados en todo el mundo. Las historias se hilan también por la violencia.

La violencia marca; el bienestar es menos dramático y funciona menos para contar una historia. El siglo XX estuvo marcado por las guerras. En México tuvimos la Revolución. La violencia es parte inherente de nuestro país.

HOMBRE DE CELULOIDE

Ari Albarrán protagoniza el episodio El sueño

El objetivo de la película es reflexionar acerca de ello, pero yendo de lo particular a lo general; por eso todo se aglutina en una habitación. El cine es espacio–tiempo, por eso el lugar se convierte en un personaje. ¿Hace cuánto tiempo no hacía un cortometraje?

Prefiero llamarlo episodio, aunque tienes razón: es una historia redonda cuyo rodaje no duró más de tres días. Desde los años noventa, con Ritos, no filmaba un corto. Para La habitación hice algunos ajustes al guión. Por ejemplo, añadí a los muertos, porque en el texto original no había. Al final la película propone ocho formas de trabajar visualmente la violencia. ¿Podríamos hablar de una estética de la violencia en México?

No creo. Peckinpah fue el primero en trabajar la violencia con una apuesta estética al extender las muertes y los balazos. En mi caso, lo único que busqué fue hacer algo que no fuera miserable. La historia es fuerte gracias a lo que cuenta y desgraciadamente podría tener una secuela en el siglo XXI. L FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

El cine de aquí y el de allá

E

l guión de Coco supera con mucho el elogio chauvinista de cine tan vergonzoso como Un día sin mexicanos de Sergio Arau. Supera incluso El libro de la vida de Guillermo del Toro y El cadáver de la novia de Tim Burton, obra que se inspira también en el Día de Muertos, fiesta mestiza que nació de la cruza entre tradiciones prehispánicas, Goya y José Guadalupe Posada. Para empezar, el ejército de guionistas de Coco conoce el cuento folclórico, tanto que la premisa hay que buscarla no en México sino en El cuento del Grial de Chrétien de Troyes. Como Parsifal, Miguel, nuestro héroe, transgrede los deseos de su madre y emprende un viaje que incluye el más allá. No olvidemos sin embargo que la tradición de viajes al Mundo de los

Muertos se remonta al mito de Orfeo y a lo más clásico de la literatura: la Eneida y la Comedia de Dante. Los guionistas de Coco lo saben bien. Por ello su trabajo funciona entre niños y adultos y por eso además la mascota de Miguel se llama así: Dante. La referencia más entrañable, sin embargo, no está en el cuento folclórico sino más bien en el cine tradicional mexicano. Y es justamente esta influencia la que invita a pensar en las diferencias entre el cine de México que se hace aquí y el cine de México que se está haciendo en Estados Unidos. Aquí directores y guionistas parecen incapaces de mirar otra cosa que no sea lo más vulgar del cine hollywoodense. Los más pretenciosos, claro, ven mejor hacia la Nueva Ola Francesa. Pero Adrián

Coco. dirección: Lee Unkrich, Adrián Molina. guión: Lee Unkrich, Jason Katz, Matthew Aldrich, Adrián Molina. con las voces de Edward James Olmos, Gael García Bernal. Estados Unidos, 2017.

Molina, codirector de Coco, hace como muchos directores mexicanos de allá: se inspira en este país, en la alta cultura de México. Y esta alta cultura conoce el Parsifal, sí, pero también el cine tradicional, el que vimos cuando teníamos la edad de Miguel. Coco referencia, pues, a Toño Aguilar y a Pedro Infante, a Jorge Negrete y a La Doña. Parodia a Diego y a Frida, pero no se

olvida ni de Cantinflas ni de Resortes ni de Clavillazo. El gran número en que Miguel gana el favor de su público está más cerca de Soy charro de levita que del posmodernismo nórdico. Y es esto lo que hace de Coco gran cine. Un cine entrañable, entretenido y profundo como el pasado de este país cuyo futuro, nos guste o no, lo están construyendo los mexicanos en Estados Unidos. L


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ESCENARIOS

Canción de la muerte pequeña

le comisionaría mi réquiem?”, pero Odón se le adelanta: “Yo a Frescobaldi o a Manuel de Zumaya”. “Yo, a Joni Mitchell”, responde Andrea, “o a Chavela Vargas”. “¿Qué instrumento los hace pensar en la muerte?”, pregunta Odón cierra los ojos con violencia y enchueca la boca, como si hubiera el cronista a una pareja cerca de cumplir sus bodas de oro bebido un líquido amargo. “Dice esas cosas para molestarme”, comenta irritado, y Andrea, con una HUGO ROCA JOGLAR VIBRACIONES falsa paciencia en la que a través de hrjoglar@gmail.com la mirada se filtra algo cercano al ESPECIAL desprecio, suelta al aire, sin voltear Una muerte y yo un hombre./ Un homa verlo: “¿por qué piensas que todo bre solo, y ella/ una muerte pequeña. se trata sobre ti?”. “Canción de la muerte pequeña”, Odón y Andrea, al borde de sus Federico García Lorca bodas de oro, ahora deben imaginar cómo escribirían un réquiem para su l órgano…”, dice Odón Reséndiz propia muerte. Un réquiem pagano (79), “no existe sonido más basado en “Canción de la muerte aterrador que el del órgano”. pequeña”, el poema de García Lorca Odón se pone de pie, sirve más gique ambos adoran. nebra con quina y llena una copa de Leo el poema con ronca voz blanda vino blanco para su esposa, Andrea y cada uno escoge las imágenes que Quintanar (73), quien se quita los más les gustan. inadecuados lentes oscuros —siete “El cielo mortal de hierba”, dice él. de la tarde en la sala de un depar“Luz y noche de arena”, dice ella. tamento en la colonia Juárez— y “La catedral de ceniza”, dice él. repite con lenta voz monótona, “Mi mano izquierda y las flores como para sí misma, mi pregunta: secas”, dice ella. “¿qué instrumento me hace pensar Aunque son casi las mismas foren la muerte?”, y se responde con mas —hierba y flores secas, ceniza agilidad inesperada: “¡la guitarra!”. y arena—, Odón las busca en cons“¿La guitarra?”, Odón le tiende con trucciones monumentales —cielos suavidad la copa de vino y la mira y catedrales— y Andrea en formas a los ojos con asombro y reproche; reducidas —luces y su mano izquierda. luego se sienta al lado de ella. “¡Vaya De pronto, a Andrea la idea le que entendemos la muerte de maparece hermosa. “Qué lindo, ¿no neras distintas!”. y aguda, se ensombrece, da la vuelta, vez más ligera, hasta desvanecerse. crees?”, apoya sus manos sobre Así han vivido Odón y Andrea y termina clara y aguda, “para mí la Entre Odón y Andrea la música es las rodillas de Odón y lo mira con durante 47 años: uno al lado del otro, muerte es algo íntimo y privado”. motivo de coincidencias y hostilida- suavidad a los ojos, “tanto tiempo en la misma cama, con las mismas Odón bebe, deja el vaso en la mesa des. Unión y ruptura. Con respecto juntos y cada uno ha llevado por voces y muertes diferentes. de madera y sonríe con un poco a la muerte, no hay reconciliación dentro su propia muerte”. “Claro, para ti la muerte es eso: de sarcasmo y un poco de ternura. posible. Para Odón debe sonar giY las muertes de Odón y Andrea terror. Un acto inmenso de grandeza “Una muerte pequeña, ¿no?, como gantesca y terrible; para Andrea, resultan tan diferentes: Odón con en las tinieblas, como todas esas mi- el poema de García Lorca”, la voz de quieta, suave y privada. un órgano y su inmensa muerte sas barrocas que veneras”, la voz de Odón es sutilmente vertical: nace Andrea se ríe, bebe vino y —otra barroca; Andrea con una guitarra Andrea es redonda: comienza clara grave y asciende brevemente, cada vez— repite mi pregunta: “¿a quién y su pequeña muerte secreta. L

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DANZA

ARGELIA GUERRERO

JORGE IZQUIERDO

Soledad colectiva

D

esde el 19 de septiembre pasado todos hemos quedado un poco rotos. Han sido muchas las vías para reconstruir y reconstruirnos pero ¿cómo rearmarnos y desde dónde? ¿Qué tejido social nos soportaba antes de este episodio de nuestra historia colectiva? El bailarín Arturo Serrano propone e invita a pensarnos y acompañarnos en este proceso a través de su más reciente trabajo, Un hombre solo, el unipersonal que en la intimidad espacial del Centro Cultural Carretera 45 plantea una serie de textos y danzas que buscan ser un espejo, una afrenta y al mismo tiempo un abrazo que nos resguarda de la sensación de intranquilidad y soledad que muchas veces provoca la normalidad del mundo exterior. A lo largo de este trabajo en el que cada recurso es aprovechado para afianzar el mensaje del artista,

viajamos a través de la psique de este hombre solo que pone sobre la mesa la máxima filosófica de la idiosincrasia mexicana: “la vida no vale nada”. Muchos momentos en la pieza nos orillan a suscribir la sentencia; en otros, por el contrario, confrontamos: la vida no vale nada, pero amamos, la compartimos, levantamos escombros para preservarla, la honramos y la buscamos. Este hombre solo es él mismo y también es nosotros que desde fuera lo miramos y escuchamos para, poco a poco, mimetizarnos con su pensar, para hacer nuestros sus conflictos y habitar su cuerpo que refleja cada uno de los estados emocionales que comparte. El discurso que constantemente contrapuntea la vida y la muerte, la soledad y la colectividad, y el estado angustioso con la euforia, nos convierte en cómplices de su inquietud, deja de

makarova81@yahoo.com.mx

El bailarín Arturo Serrano

ser un monólogo para convertirse en un encierro colectivo y polifónico en el que todos estamos solos junto al otro, y por nuestra psique desfilan sueños, temores y deseos. La enunciación ligada al movimiento genera un binomio cargado de significantes que grita y expresa la necesidad colectiva de manifestarnos no solo

en la intimidad, también frente a una condición social marcada por el cinismo, el horror y la injusticia. Habitando el cuerpo y la voz del intérprete experimentamos el impulso vital que nos mueve a pesar de todo, a pesar de nosotros, a pesar de la certeza de la muerte. No hay telón, solo silencio y vacío súbitos. L


VARIA

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LABERINTO

ERIC VIDAL/ REUTERS

Ya no los hacen como antes TOSCANADAS

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uentan las crónicas históricas de México que Aldama y Allende llegaron a las dos de la mañana a casa del cura Hidalgo para notificarle que en Querétaro se había descubierto la conspiración. A lo cual respondió el Padre de la patria: “Caballeros, somos perdidos, aquí no hay más recurso que ir a coger gachupines”. Sobre lo cual comenta Carlos María Bustamante: “Esta prueba inequívoca de su valor muestra muy bien que su carácter era firme, resuelto y denodado”. “Todo lo hemos perdido”, le dijo Morelos a Vicente Guerrero tras la batalla de Puruarán. Mas en situación tan desventajosa, este último, “reunido a poco con unos cuantos de sus antiguos camaradas, los arma de garrotes, y en el silencio de la noche sorprende en su campo a setecientos hombres pasando el río de Tacachi a nado, ataca al enemigo, lo dispersa, sale

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

el sol y a su luz se ve dueño del campo con más de cuatrocientos fusiles, otros tantos prisioneros, un razonable botín y parque; tales fueron los felices auspicios con que Guerrero abrió esta campaña”. Por su parte, José María Morelos también dio siempre señales de su gallardía, o agallardía. Entre muchas acciones, la historia nos relata el momento en que fue arrestado por el traidor Matías Carranco: “Los fusiles de los realistas apuntaban ya al valiente general, cuando éste, sin inmutarse, dijo clavando su mirada en el tránsfuga: Señor Carranco, parece que nos conocemos”. La historia de nuestra independencia, como la de cualquier país, ha de estar llena de actos heroicos, pues uno no se quita un yugo así como así, uno no se gana la libertad por mero antojo. Pero hoy a los héroes ya no los hacen como antes. Un Miguel Hidalgo contemporáneo habría dicho:

Carles Puigdemont llegando al club de prensa de Bruselas

“Caballeros, somos perdidos, aquí no hay más recurso que contratar un abogado y huir a Bruselas”. Mas, por supuesto, las muestras de valentía requieren dos ingredientes: el primero es un corazón bien templado; el segundo, una causa meritoria, y a veces faltan las dos cosas. Un capricho económico– nacionalista crea partidarios vociferantes, pero no guerreros valientes. Así, cuando la fuerza no es opresora sino que apenas mantiene el orden legal, alguna aglomeración de convenencieros acabará lloriqueando por un macanazo en las costillas o un mero empujón y se llamará herido como si le hubiesen volado un brazo en Lepanto. Difícil que un clan de líderes asustadizos pueda inspirar

CAFÉ MADRID

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

comportamientos dignos en sus seguidores. Irracional que uno de los pueblos más independientes del mundo busque independizarse. Mal, muy mal, amigo Sancho, que la honra se pierda ante el primer contratiempo. Hace cinco años un capitán italiano se convirtió en el santo patrono de los gallinas cuando abandonó el Costa Concordia a medio hundir, pero hasta parece valiente si se le compara con el timonel del barco Independentisme Català que supo escabullirse cuando vio crecer las olas. Mas está muy bien que se haya largado, pues ningún capitán despistado ha de llevar a la deriva un barco que mejor está atracado en el puerto del que no debe partir. L periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL

La cuna del independentismo

A

media mañana, Rosa y Julia, dos mujeres de 83 y 85 años, respectivamente, caminaban a lo largo de la calle Mayor de Verges, un pueblo “independentista” de la provincia de Gerona (Cataluña). Según los resultados que dio a conocer la Generalitat de Cataluña, el pasado 1 de octubre el 96% de los votantes de este sitio donde nació el cantautor Lluis Llach votó a favor de constituir la República catalana. “Con esa cifra y con lo que han hecho en el Parlament, aquí estamos muy contentos, nen. A ver si funciona la cosa y nos permiten ser un país de verdad y ya nadie nos señala por hablar catalán, algo que en mi infancia no pude hacer”, me dijo Julia, quien tiene siete nietos, “niños y jóvenes muy entusiasmados con la independencia”, recalcó, el sábado 28 de octubre, día uno de la República. Fui porque tenía la misión de escribir un reportaje sobre cómo trascurría ese día. Pensé que habría algún desmadre, pero todo acontecía con la tranquilidad y la lentitud habitual propia de los sábados en un lugar que apenas supera los mil habitantes. Así que de nada sirvió el alboroto del Parlament y Puigdemont hizo puro teatro. Por las calles angostas de Verges transitaban muy pocas personas y el día soleado permitía ver cómo el viento agitaba las banderas esteladas (independentistas) que colgaban en los balcones de la mayoría de las casas o algunas pancartas rojas con letras blancas que saludaban: “Hola, República”. María Jesús Sánchez, una esbelta y alta profesora jubilada, salió de una panadería con dos barras de pan en una bolsa de papel. Me soltó que ella votó “por el sí

Manifestacion en Cataluña

el 1 de octubre aquí en Verges, ¿eh? Porque soy independentista desde hace mucho. Sé que es difícil que Rajoy nos deje en paz pero, oye: lo estamos intentando”, dijo, y enseguida se dirigió hacia una frutería. Después de la una de la tarde, el Restaurante Alberana, el más grande del pueblo, comenzó a llenarse de familias y grupos de amigos. Durante la comida todos hablaban, la mayoría en catalán, de las sensaciones que dejó la proclamación de la República. Las conversaciones, acompañadas de pescados, sopas y arroces, derivaban en el enfrentamiento entre el gobierno de la Nación y el catalán. “A ver: esto lo tienen que arreglar los políticos, que son los que cobran. Y nosotros, a nuestras cosas”, zanjó un comensal antes de beber un trago de cerveza. Muy cerca de lo que podríamos considerar “la rotonda del sí a la

independencia”, una plaza circular, donde confluyen cuatro calles, coronada por una enorme urna blanca y banderas de colores con el “sí” en el centro, vive Montse Gallardo, una señora de 52 años que interrumpe una charla en el jardín de su casa para expresar que se siente libre, “aunque sea por unas horas”. Dice estar cansada “de que Rajoy trate a Cataluña como a una colonia. Si el PP y Rajoy no quieren dejarnos marchar es porque saben que sin el dinero de Cataluña, España se va a tambalear”. Aquí, como en pocos lugares, la campaña de manipulación que ha hecho el ahora fugado Puigdemont ha calado demasiado. Al día siguiente me fui a Barcelona para unirme a la manifestación. Y ahí me di cuenta de que son (somos) más los que queremos una España unida y sin enfrentamientos. L


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