Laberinto
ÁMALOS, MÁTALOS armando gonzález torres p. 02
ENTREVISTA A JOSÉ MARÍA GUELBENZU carlos rubio rosell p. 04
MILENIO
NÚM. 754
sábado 25 de noviembre de 2017 FOTO: JULIA VON VIETINGHOFF
LA NO FICCIÓN DE EMMANUEL CARRÈRE melina balcázar moreno p. 06
ANTESALA
sábado 25 de noviembre de 2017
p. 02
LABERINTO
ESPECIAL
Ámalos, mátalos ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
ESCOLIOS
E
l caso es celebérrimo: en 1993 Jean-Claude Romand asesinó a sus padres, a su mujer, a sus hijos y al perro. A lo largo de dos décadas, Romand había creado un mundo ficticio que estaba por derruirse: decía que era un médico exitoso y que tenía un cargo en la Organización Mundial de la Salud, cuando en realidad vivía de administrar el patrimonio de sus padres y de estafar, con una suerte de pirámide financiera, los intereses económicos de su círculo cercano. Con estos hechos, Emmanuel Carrére emprende, en El adversario (Anagrama, 2000), una recreación aséptica sobre los difusos e inquietantes límites entre la normalidad más anodina y la violencia criminal. Nadie imaginaría que ese hijo único y mimado, nacido en un hogar de posición económica
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
desahogada, buen estudiante, aunque demasiado perfeccionista, convertido en un hombre amable y un excelente padre, pudiera perpetrar una matanza. Romand no es un inadaptado, ni un marginal, su locura no apunta a una revancha social, simplemente pretende mantenerlo como un miembro funcional de su círculo. Sus mentiras son aparentemente inofensivas, casi piadosas, y solo intentan no defraudar las expectativas depositadas en su persona y resguardar su posición y la de su familia. Cuando resulta inminente que su puesta en escena se va a descubrir, Romand piensa en desaparecer, pero no soporta dejar a sus familiares más queridos expuestos al descrédito y el sufrimiento. Por eso, decide asesinarlos y luego quitarse la vida. Los crímenes filiales salen bien, aunque él no pone tanto
El multiasesino Jean-Claude Romand
empeño en su suicidio y sobrevive. En las primeras pesquisas, niega los hechos y trata de desviar la investigación con el invento de otro asesino, cuando las pruebas irrefutables lo condenan se dice invadido por la efusión religiosa y la redención mística. En la cárcel es un modelo y algunos que lo apoyan ven su tragedia como un llamado misterioso de la providencia. La duda surge. ¿Es un diabólico manipulador o un predestinado que, a través de la más profunda
Era un gurú que meditaba más con el turbante que con la cabeza.
Manson: expediente 69–8796 LOS PAISAJES INVISIBLES
E
inmersión en su oscuridad, refleja la luz del arrepentimiento? Carrére narra no solo la historia de Romand, sino la historia de su escritura, de sus recelos y dilemas ante la proximidad de una personalidad y un drama tan envolventes como desconcertantes. Por eso, resultan destacables el equilibrio artístico y emocional con que Carrére se conduce en esta excursión perturbadora a las fronteras del mal absoluto y la ecuanimidad con que enfrenta la labia del adversario. L
ntre los expedientes de defunciones VIP del forense japonés Thomas T. Noguchi (Marilyn Monroe, Robert Kennedy, Janis Joplin, William Holden, Natalie Wood y John Belushi, entre otros), había un archivo con el folio 69–8796. El documento se refería a los asesinatos de Sharon Tate y sus acompañantes en la casona del 10050 de Cielo Drive, perpetrados el 8 de agosto de 1969, cuando la Familia Manson hizo su primera acrobacia mortal en el Psycho Circus californiano. De origen japonés, Noguchi fue forense del condado de Los Ángeles entre 1961 y 1982, y lo despidieron con cajas destempladas, según algunos por chismoso, él dijo que por xenofobia, pero lo que vio, averiguó y dedujo de las escenas del crimen, le sirvieron para armar sus propias tesis sobre fenómenos extremos. A Sharon Tate le pusieron una soga al cuello y, como a sus amigos, le asestaron decenas de puñaladas; a dos les dispararon y cubrieron sus cabezas con fundas de almohada. Para Noguchi esos detalles, más las pintas sanguinolentas en los muros (“Cerdos”, “Caos”, “Levántate”) le parecieron un homicidio ritual, y trató de
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
confirmarlo con el ataque a los LaBianca dos días después, de macabras similitudes. Charles Manson y sus secuaces cayeron por casualidad (una redada en el Rancho Spahn) y entonces comenzó su mito: hijo de una prostituta adolescente, orfanato, cárcel e infinidad de historias truculentas, la prensa lo convirtió en un demonio manipulador, un cerebro deletéreo capaz de devastar a toda la Unión Americana. Sin embargo, para Thomas T. Noguchi, aquel tipo chaparro, nervudo y barbón era alguien más elemental. Junto con el psiquiatra Frederick Hacker, armó el rompecabezas y concluyó que el móvil fue una simple venganza y no la consecuencia de un delirio mesiánico ni de una psicopatía germinada por abusos e indigencia: Manson eligió la casona que habitaba Sharon Tate para llevar a cabo su revancha, y los LaBianca solo fueron chivos expiatorios para desviar la atención policiaca. Y es que exactamente un año antes de la matanza, Manson grabó sus canciones para el cazatalentos Gregg Jacobsen, fue a una fiesta en casa de Dennis Wilson (ex Beach Boy), y conoció a Terry Melcher, hijo de Doris Day, quien prometió producirle un álbum. Melcher, apunta
Noguchi, vivió en el 10050 de Cielo Drive. Por tanto, si alguien tenía que pagar por la “traición”, por desgracia fue una embarazada Sharon Tate y sus amigos, que se hallaban en esa casa. Más que gurú, Charles Manson fue un histrión. Megalómano y ávido de fama, sus ambiciones hallaron una válvula de escape en la leyenda negra, pero leyenda al fin, pues tal vez no era tan hipnótico ni persuasivo ni sagaz, y solo tuvo suerte para embaucar a esas chicas inmaduras e ignorantes (Patricia Kerkwinkle escribió con sangre, y error de ortografía, el título de la rola de los Beatles en la pared de los LaBianca: “Healter Skelter”. Healter y no Helter ) en una época ansiosa de albedrío: las comunas ideales como las de Easy Rider (Dennis Hopper, 1969); Ken Kesey, los Merry Pranksters y el LSD; el orgasmo sin límites, sin pausa. Manson no fue como el Reverendo Jim Jones de Guyana ni como David Koresh (el davidiano de Waco, Texas) ni como Marshall Applewhite (líder de la secta Heaven’s Gate) pero mediáticamente poseyó un aura más malévola que la de aquéllos hasta su fin de simple mortal, o inmortal, si es que resurgen sus canciones, como sucedió con “Look at Your Game, Girl” que Guns’n Roses grabó en The Spaghetti Incident?, o si retorna como en Las chicas (2016), novela de Emma Cline inspirada en la menor (y única arrepentida) de la Familia Manson, Linda Kasabian… ¿Kasabian? El nombre de la banda inglesa es en su honor, homenaje similar al del tal Brian Hugh Warner, alias Marilyn Manson, y, bueno, tal vez hay mucho por venir: ese chaparro, nervudo y barbón consiguió más de lo que pudo obtener cantando sus baladas lentas y melosas. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
p. 03
× LU I S
G A R C Í A
sábado 25 de noviembre de 2017
ANTESALA
ESPECIAL
M O N T E R O ×
Bajo la luz quemada… Este poema pertenece a Diario cómplice (Hiperión, España), uno de los primeros libros del autor granadino, quien en años recientes incursionó también en la novela
B
ajo la luz quemada, tienen frío los ojos con que buscas estas horas de octubre y su jardín manchado de ginebra, hojas secas, silencios que de nosotros hablan al caerse. Porque si ya no existe, aunque nadie se ocupe de sus solemnidades, hay noches en que llega la verdad, ese huésped incómodo, para dejarnos sucios, vacíos, sin tabaco, como en un restaurante de sillas boca arriba ya a punto de cerrar. —Nos están esperando. Nada sé contestarte, solo que soy consciente de mi propia ironía, porque el hombre es un lobo también consigo mismo —Nos están esperando. Negras y en alto, buitres silenciosos, nos esperan las nubes en la calle. ×EKO×EX LIBRIS×CASANDRA Y TIRESIAS×
Eros y Psiche
Eros y el miedo de los cultos BICHOS Y PARIENTES
E
JULIO HUBARD
l Banquete de Platón cuenta la iniciación de Sócrates en los misterios de Eros. “Iniciación y misterios”: la cosa es mortalmente seria. Ninguna otra obra filosófica ha generado tantos encores como el diálogo platónico. Sin salir del siglo de Platón, Jenofonte y algunos otros perdidos, incluido el de Teofrasto, son algunos ejemplos. Cuatro siglos después, Plutarco escribió el suyo, pero desde una perspectiva muy distinta. Su Eroticus casi ni es diálogo sino el discurso de Autóbolo, el hijo primogénito de Plutarco y Timoxena, ni más ni menos. Quiere ser una superación filosófica de la posición platónica. Si Sócrates relata su iniciación en el saber, Autóbolo cuenta su origen en el ser: el amor recíproco de su padre y madre que forman un solo ser: “el Amor induce una especie de efervescencia y turbulencia al principio, como cuando dos líquidos se mezclan; pero luego se asienta y clarifica y da un resultado perfectamente estable. Esta integración de los amantes es, de hecho, lo que los científicos llaman ‘integración total’” (Moralia, 769). El Eroticus corre en medio de un conflicto. Plutarco y Timoxena, recién casados, viajaron al Helicón para celebrar las fiestas de Eros en el altar de las musas y dar gracias de haberse podido casar, pese a los impedimentos familiares. Al llegar, son tomados como árbitros en un pleito que traía de cabeza a la ciudad. Resulta que Bacón, el joven más guapo del lugar, lleno de amantes y pretendientes, había sido secuestrado por Ismenodora, una viuda todavía joven y rica. Los pretendientes de Bacón rodeaban la casa de Ismenodora para liberarlo, pero también había partidarios de la unión entre el muchacho y aquella conveniente mujer. Al final, los argumentos de Plutarco ponen en orden el asunto: el joven quiere y se casa con la viuda y hasta los amantes acaban convencidos de que eso es lo mejor: el amor que engendra seres. En este momento, la historia ya ha dado la vuelta: la obsesión occidental por la monogamia y por circunscribir el amor a las relaciones entre hombre y mujer no son de origen judío sino helénico. San Pablo, Filón de Alejandría y Plutarco comparten la época y la tradición helenística. La abominación a las prácticas del erotismo y toda forma que no tenga como objetivo la creación de seres (cosa distinta de la mera procreación) es también herencia helenística. No solo griega sino de gente culta. No es raro que la gente más culta y preparada decida que es necesario enjaular a la fiera llamada Eros. Aunque hayan pasado dos mil años. L
http://www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto
p. 04
SHUTTERSTOCK
LABERINTO
José María Guelbenzu
“La literatura está regresando a Madrid” El comisario de la presencia literaria de Madrid en la FIL de Guadalajara traza un panorama del rumbo que han tomado la poesía y la narrativa en la capital española y exalta su vitalidad descentralizadora, más que característica del contingente que nos visita ENTREVISTA CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID
M
adrid es una ciudad cuya identidad literaria no existe o es, más bien, una ficción, pues los escritores que han nacido, viven o trabajan ahí están dispersos y su territorio es muy amplio, abierto y libre, dice el escritor José María Guelbenzu (Madrid, 1944), comisario de la presencia literaria de Madrid, invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. La primera idea para organizar la lista de los autores madrileños que asisten este año a la FIL de Guadalajara, explica en entrevista exclusiva con Laberinto el escritor, editor, catedrático y crítico literario, partió de la base de que Madrid es una ciudad abierta, que acoge a todo el mundo sin distinción de ningún tipo. “Es una especie de crisol cultural, donde se considera madrileño a todo aquel que vive en Madrid, aunque haya nacido en El Congo. Desde ese punto de vista, decidimos que hablaríamos de Madrid a partir del momento en que España volvió a la democracia en 1978 aunque, evidentemente, algo del periodo anterior se trataría en términos históricos. Pero la base
es el Madrid que descentraliza el país, pues hasta 1978 España estaba muy centralizada”. Guelbenzu añade que hubo un criterio más que ha tenido en cuenta a una serie de autores que han comenzado a despuntar en los últimos años en el panorama literario madrileño, pero que son menos conocidos y cuya presencia en la FIL de Guadalajara ayudará a que comiencen a tener una presencia en el panorama internacional de la literatura escrita en lengua española. “Madrid ha sido un centro editorial muy importante, aunque Madrid es una ciudad que se está Barcelona lo haya sido encontrando, más”, dice Guelbenzu. se está encontrando “Y es que Madrid era a sí misma dentro tradicionalmente más de la libertad de editores educativos que de editores literarios. Ahora bien, editores literarios ha habido muy importantes. Para empezar, Aguilar y Espasa Calpe, auténticos editores que pueden compararse e incluso superar a los de Barcelona, como en su momento fueron José Janés y Seix Barral. Pero a partir del momento de la aparición de editoriales como Alianza y Alfaguara, Madrid empezó a recuperar tono, tanto en editoriales de tamaño medio como pequeñas. Y desde ese momento, Madrid y Barcelona serían los dos centros emisores de
cultura en España, aunque con la apertura que supuso la democracia comenzaron a aparecer editoriales en pequeños bloques dispersos por toda la geografía española”. Desde el punto de vista del comisario de la presencia madrileña en la FIL, “no es la localización geográfica la que tiene que ver algo con la obra de un autor. Evidentemente, puede tener presencia. Pero determinar una corriente, eso es más difícil. En Madrid no ha ocurrido nunca algo como lo que ocurrió en Buenos Aires con el Grupo de Florida y el Grupo de Boedo, sino que es mucho más dispersa y creo que a Guadalajara van escritores lo bastante representativos para que de las conversaciones pueda deducirse algo. Pero a priori no sabemos ni queremos saber si hay líneas diferenciales ni queremos que las haya. Que salgan solas”. En todo caso, Guelbenzu considera que la literatura “madrileña” que tendrá presencia en la FIL pasa en estos momentos, no solo en Madrid sino en toda España, por un retorno del realismo. “En ese sentido, hemos tratado de trabajar, en novela, con las propuestas de nuevas formas de realismo, incluso de superación del realismo. Los escritores que acuden a la sección de narrativa están seleccionados precisamente porque o bien son narradores realistas que tratan de trascender el realismo clásico, o bien narradores que están superando el realismo a fuerza de imaginación”.
p. 05
sábado 25 de noviembre de 2017
LITERATURA
ESPECIAL
El autor de Los poderosos lo quieren todo
En cambio, agrega, en poesía no se pueden marcar diferencias porque la poesía proviene de una larguísima tradición que va sucediéndose en el tiempo y no se ha interrumpido nunca, como ha ocurrido en la novela. “En este caso, hemos establecido un corte a partir de la última dualidad seria que ha habido en la producción poética, entre lo que se llama la ‘poesía de la experiencia’ y la ‘experiencia de la poesía’. De ésta última, no obstante, dará un recital la poetisa Olvido García Valdés; y de la poesía de la experiencia estará Luis García Montero. En poesía, el criterio ha sido que los poetas que asisten expliquen ellos mismos qué es lo que están haciendo, cosa que no me siento capaz de clasificar, pero hemos intentado que los poetas sean muy representativos de lo que se escribe ahora una vez superada la polémica ya mencionada”. En cuanto al área de pensamiento o ensayo, Guelbenzu cita la presencia del historiador José Álvarez Junco, quien hablará de Madrid como ciudad descentralizadora, así como la de José Carlos Mainer, quien hablará de la relación entre capitalidad y provincialismo y los problemas que genera en la literatura. “También se hablará de los tres momentos en
que Madrid reacciona como ciudad, no política, sino ciudadanamente: cuando el golpe de Estado de 1981, tras los atentados de los trenes de Atocha en 2004, y las movilizaciones populares del 15 de marzo de 2011”. En relación a los rasgos de identidad de una literatura “madrileña”, Guelbenzu establece que la única huella que puede defi nirse es respecto al costumbrismo, lo mismo que puede hablarse en Latinoamérica de una literatura “indigenista”. “En Madrid encontramos el casticismo, el costumbrismo. Por eso creemos que Madrid es una ciudad que se está encontrando, se está encontrando a sí misma dentro de la libertad, una cosa que no sabía qué era. Aquí se creaba arte, pero siempre a la orden de los señores, de los que pagaban. Y en los siglos XVIII o XIX, España era un país cerrado al exterior, y por tanto fuera del mundo. Y Madrid, como capital, más fuera del mundo que ninguna”. En ese sentido, Guelbenzu expone que es en estos momentos cuando la literatura “está volviendo más hacia Madrid. Hay una serie de autores, como Javier Marías o Pérez–Reverte, que lo están haciendo. Porque el Madrid de la dictadura, o de corte social, ya aparecía en
casos como el de Juan García Hortelano o Manuel Longares, relatores de la vida madrileña. Pero Madrid como centro emisor de literatura narrativa está empezando ahora, cuando muchos escritores que huyeron del casticismo para irse a lo cosmopolita están ahora ocupándose de la ciudad como tema o escenario de sus novelas”. Guelbenzu señala que, a pesar de que movimientos madrileños como “La Movida” de los años ochenta tuvieron una gran repercusión fuera de España, “no hubo una gran literatura, sino algo más bien anecdótico y no creativo. Madrid no es una ciudad de monumentos, sino de momentos. Es una ciudad de vida, donde la gente vive en la calle. Y esa especie de vida es la que tiene que dar frutos literarios porque no se trata de una vida gamberra, como era en la Movida, sino de una vida con toda la crudeza y alegría propia de una ciudad moderna. En ese sentido, la influencia del 15–M está a la vista. Es la actitud de protesta, una nueva forma de protesta, porque desde mi punto de vista el 15–M ha sido fagocitado por una formación llamada Podemos, que por desgracia no es más que una formación de poder, y sin embargo, en cuanto a actitudes, y en esto ha sido sensible todo el mundo artístico, unas formas de protesta distintas a las que había antes a la hora de escribir. Eso está sucediendo y se verá en la FIL de Guadalajara”. En cuanto a una valoración de la literatura que se está escribiendo en Madrid, Guelbenzu sostiene que “no hay ni banalidad ni superficialidad, sino todo lo contrario. Sin embargo, creo que la ciudad enfrenta el peligro que corren todas las grandes ciudades del mundo: la banalización. Pero ese es un riesgo normal. El mayor riesgo de las ciudades grandes es que la gente se cabree, que cambie y tenga mal carácter, porque no aguanta la vida de la ciudad. Pero en Madrid todavía no ha ocurrido eso; la gente no es desagradable; hay atascos pero la gente lo toma con gran normalidad. Las miles de manifestaciones que hay en las calles por las cosas más absurdas, la gente las ve con simpatía porque considera que tiene derecho a protestar. En fi n, no le veo grandes peligros a la ciudad de Madrid. Es una ciudad en progreso, con bastante conciencia ciudadana y que tiene muchas más cosas positivas que negativas”. Por último, Guelbenzu dice que la relación entre España y México a nivel editorial ha sido muy amplia. “No sé cómo es en este preciso momento pero no se pueden olvidar las relaciones con Editorial Era, con Joaquín Mortiz, con Arnaldo Orfi la, con el Fondo de Cultura Económica. Eran los libros que nos formaban. Y ahí siempre habrá un agradecimiento desde aquí, porque nos han surtido de una cultura que aquí nos negaban. Así que desde los toros, las rancheras y los corridos hasta la literatura, hay muchas razones sentimentales de agradecimiento hacia México”. L
LABERINTO
p. 06
Emmanuel Carrère
Los mundos de la no ficción
El escritor francés, quien este día recibe el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, dejó hace años la novela para intentar explicarse algunas vidas ajenas y cómo lo más íntimo se inscribe en la historia. Este ensayo desmonta esa dolorosa vocación MELINA BALCÁZAR MORENO/ PARÍS
L
a ficción me ha abandonado”: de esta manera Emmanuel Carrère (París, 1957) responde a la pregunta acerca del lugar que la novela ocupa hoy en su obra. Sus comienzos, sin embargo, se sitúan muy lejos de la escritura documental que caracteriza sus últimos libros. Aunque latente, su gusto por lo fantástico —la lectura de Lovecraft, según él mismo, cambió su vida— y por la ciencia ficción —como lo muestra su biografía de Philip K. Dick—, dio paso a una escritura híbrida, en constante búsqueda de la forma narrativa justa para contar las historias, ancladas en la realidad, que lo asedian. Fue con El adversario (2000) que su escritura tomó un rumbo distinto. A través de la vida de Jean-Claude Romand, quien asesinó a su familia tras haberse hecho pasar por un médico reconocido durante 18 años, Carrère logra hablar finalmente en primera persona y encontrarse a sí mismo: “Pasé cerca de siete años oscilando entre la ficción y la no ficción y finalmente una forma se impuso: la del documental que garantiza la exactitud de los hechos, aunque escrita en primera persona. […] Hasta entonces, había sido más bien hostil a usarla para mí mismo, ya que a veces se ve en ella una forma de exhibicionismo o de narcisismo. Pero hoy veo humildad en este uso del yo, pues no pretendo que lo que cuento sea la verdad objetiva, si es que algo así existe, sino solo el relato tan honesto como es posible de lo que pude ver, experimentar, comprender, desde mis límites y prejuicios”. A partir de entonces, la materia de sus libros ha sido la vida de los otros, que un trabajo exhaustivo con documentos judiciales y administrativos, archivos personales, testimonios, le permite restituir con exactitud. Pues nada hay de ficticio en lo que escribe, lo cual implica una responsabilidad de la que es plenamente consciente. Sabe que tiene que asumir sus interpretaciones, sus errores y excesos, sin escudarse detrás de la ficción: “La frontera entre ficción y no ficción existe y es perfectamente clara. Uno de los criterios que determinan esta frontera es llamar a la gente por su nombre real. La cuestión de los nombres propios no solo es importante sino que también funciona plenamente para delimitar una frontera entre ambas. En un caso, uno debe responder por lo que dice; en el otro, uno puede resguardarse perfectamente detrás de la irresponsabilidad del autor. Aunque
esto sea complicado, crea un contrato de lectura muy peculiar que me interesa en tanto que autor”. Ya que para Carrère el “yo” debe alejarse de sí para volverse un testigo, una voz en la que otras voces encuentran un eco. Solo este uso de la primera persona le permite conseguir ser honesto y acercarse a lo que quizá es más humano en nosotros: nuestras fallas y mezquindades, toda esa parte oscura que escapa a la conciencia y que éstas revelan. La redacción de El adversario responde a esta exigencia: “Su historia es terrible y, por iniciativa propia, establecí una relación personal con Jean-Claude Romand. No éramos amigos pero estaba fascinado y aterrorizado por lo que podía encontrar de mí mismo en su reflejo, y tanto en él como en mí había un lado manipulador”. Desde sus inicios, Emmanuel Carrère se debate con la locura —como lo dejan entrever El bigote o Una semana en la nieve—, con esa “ventana que se abre hacia el infierno” y que cada uno lleva dentro. Sus libros son asimismo una manera de cuestionar su propia interioridad, de ahondar en lo que, no sin dificultad, llama su “desgracia psíquica”, que durante largos años lo afectó profundamente: “No he atravesado ningún gran duelo, disfruto de buena salud, no he conocido grandes problemas materiales. En cambio, fui gran parte de mi vida horriblemente desgraciado, y no dejaré que nadie diga que eso que sentía carece de importancia con el pretexto de que no tiene ninguna causa digna de ello y que tener sentimientos así es un lujo. La depresión, la tendencia melancólica, las conozco bien y hacen que la vida se vuelva un infierno”. La escritura de Emmanuel Carrère no se reduce, empero, a la efusión autobiográfica; por el contrario, adquiere una dimensión colectiva al mostrarnos cómo lo más íntimo se inscribe en la historia. Así, Una novela rusa (2007) conjuga lo privado y lo colectivo al hacer un oscuro retrato de la Rusia contemporánea, que lo lleva a abordar el silencio que rodea la muerte de su abuelo, un emigrado de Georgia, desaparecido en circunstancias enigmáticas en 1944, al momento de la Liberación, después de haber colaborado con el enemigo alemán. Carrère cuenta así la historia de esa familia en la que creció, llena “de miedo y de vergüenza”, que vivió obsesionada en secreto por un fantasma. Paradójicamente, este libro que realizó en contra de la voluntad de su madre (Hélène Carrère d’Encausse, reconocida historiadora y miembro de la Academia Francesa) y que ocasionó serios “daños colaterales” en su entorno, le dio la posibilidad de reconciliarse con la vida: “Finalmente y no sin pena, decidí hacer caso omiso de ello y contar la historia aunque le fuera terriblemente doloroso que lo hiciera. Al transgredir esta prohibición, sabía que corría un verdadero riesgo, tanto para ella como para mí y nuestras relaciones. Lo hice porque tenía la sensación de que me era vital. Puede parecer un tanto exagerado, pero el peso de un pasado familiar como ese era enorme. No por nada mi madre se había negado toda su vida a hablar de la muerte de su padre y enfureció cuando supo que su hijo pensaba hacerlo, como si la amenazara gravemente, como si la matara al hacerlo. Sin exagerar, pienso que contar esa historia, dar una tumba a ese fantasma que asediaba a la familia desde hace dos generaciones, exorcizarlo… era en verdad vital”. Con este texto, el autor busca salvarse poniéndose en peligro y exponiendo incluso a los suyos, en particular a su madre y su pareja de la época, Sophie, con quien vivía una relación tormentosa, cuya historia inserta también en este entramado complejo. En aquella época, pensó que sería lo JDD/ SIPA
p. 07
sábado 25 de noviembre de 2017
DE PORTADA
AUDOIN DESFORGES/ PASCO
LA PANTALLA Emmanuel Carrère es célebre por sus guiones para los telefilmes franceses Héritage oblige (1990), Le grande collection (1991), Le blanc à lunettes (1995), Denis (1998), Désire Landru (2005), L’amour dans le sang (2008), Fracture (2010) y Les Revenants (2012). Su relación con las pantallas incluye su propia obra, pues él mismo escribió los argumentos de La classe de neige (Claude Miller, 1998) y El adversario último que escribiría y decidió correr el riesgo de lastimarlas con una publicación que, sabía, diría más de lo que hubieran deseado: “es muy enfático decirlo de esta forma, aunque era lo que pensaba en aquella época: ¡me moriré pero al menos habré soltado algo!” La concepción de este libro comenzó, como le ocurre con frecuencia, con la realización de otro proyecto, la de su documental Regreso a Kotelnitch (2003). Sus textos mantienen, en efecto, una fuerte relación con su actividad como guionista de películas y series, pero también como director. De ahí que el montaje sea tan importante durante su proceso de escritura que, en términos cinematográficos, describe como una acumulación de rushes a los que el montaje da sentido. Algo que le parece también hace el psicoanálisis, que ha tenido un lugar importante en su existencia: “pensaba que había un sentido, incluso si no lograba asirlo, en intentar hacer funcionar y disponer todo junto —y continúo pensándolo—. Lo cual tal vez no sea ajeno a la
(Nicole Garcia, 2002). En 2003 dirigió el documental Retour à Kotelnitch, que aborda el suplicio de un prisionero húngaro que pasó 55 años en un hospital psiquiátrico de Rusia, y en 2005 realizó La moustache, con la actuación de Vincent Lindon y Emmanuelle Devos, su novela que sigue los rastros de la locura a partir del afeitado de un bigote imaginario.
experiencia del psicoanálisis: un proceso de libre asociación, el rechazo de separar las cosas, el decirse que el yo —ya sea como ciudadano, amante, cineasta esporádico, investigador de la Rusia profunda de hoy, etcétera— sigue siendo el mismo. Y es esta unidad, de la cual no se puede escapar, la que espero haya dado forma al libro”. Así, en uno de sus libros más estremecedores, De vidas ajenas (2009), Emmanuel Carrère logra reunir, mediante un montaje minucioso, acontecimientos y encuentros que lo llevaron a desplazar de nuevo su posición como escritor y a concentrarse en lo que le parece esencial: la capacidad de crear un nexo con los otros, de exponerse al apego. “Lo más valioso para mí hoy son los lazos con los demás, y no solo con la persona que amo: la capacidad de entrar en empatía es lo que me parece más difícil y, al mismo tiempo, lo más deseable”. Todo es distinto con este libro, que transforma el encuentro fortuito en una oportunidad de salvar algo dentro de la catástrofe, gracias a la literatura.
Logra extraer vida de las muertes que relata con suma precisión: la de una niña de cuatro años durante el tsunami en el sureste de Asia, donde el autor se encontraba de vacaciones; la muerte de la hermana de su actual pareja, después de un cáncer devastador, que lo conduce a conocer a un juez discapacitado y enfermo que se ocupa de casos de endeudamiento y del que decide contar la historia. Al contacto de sus experiencias, de alguna manera Carrère intenta experimentar a su vez “una solidaridad incondicional con aquello que la condición humana comporta de insondable desamparo”. E intenta “arrancar del vacío” esas vidas tan diferentes de la suya que, como suele recalcar, no ha conocido grandes tragedias. Con cada uno de sus libros, Emmanuel Carrère se reinventa, pero ante todo reinventa la no ficción, ampliando sus límites y abordando temas cada vez más inesperados. Pues algo que lo caracteriza es su habilidad para detectar un “buen tema”, que fue justamente lo que ocurrió con Limónov (2011), en donde a la par que traza la vida de este escritor ruso, de moda en Francia durante la década de 1980, elabora un autorretrato que explora su fascinación por él: “Después de publicarlo, muchos me dijeron: ¡qué buena idea tuviste al dedicarle un libro! Pero las pocas personas a las que les había hablado del proyecto antes de escribirlo y que vagamente sabían quién era, me decían: ¡estás loco!, ¿quién va a interesarse en la vida de ese horrible tipo? A pesar de eso, tenía la intuición de que ese personaje me permitiría escribir una verdadera novela picaresca y, al mismo tiempo, un libro de historia sobre el fin del comunismo”. Con El Reino (2014), mezclará el relato autobiográfico de su conversión religiosa con una investigación acerca de los orígenes del cristianismo. Tal vez esta manera de saber reconocer en una historia ligada a la actualidad su potencial narrativo provenga de la importancia que el periodismo ha tenido en su labor como escritor, como lo demuestra Conviene tener un sitio adonde ir (2016), en donde recopila 25 años de artículos publicados en medios muy diversos. Ahí puede constatarse esa curiosidad tan suya que lo lleva a escribir sobre la primavera en la Rumania de 1990, el Foro Económico de Davos, su entrevista fallida con Catherine Deneuve, su pasión por Balzac y Truman Capote. Ningún tema parece escapársele. Su gusto por el riesgo narrativo lo lleva tanto a Calais, para hacer un reportaje sobre sus habitantes, como al Elíseo, a fin de escribir un retrato del presidente Emmanuel Macron, que prepara para el diario británico The Guardian. Ya que lo que interesa a Carrère es “poder escribir un reportaje de la misma manera en que escribo un libro”, es decir, “en primera persona y dándole vueltas al asunto, contando las cosas de manera un tanto sinuosa”, la única quizá que le ha permitido reconciliarse consigo mismo y encontrar un placer en la escritura. L
IMPERDIBLES
El adversario, 2000
Una novela rusa, 2008
Limónov, 2011
Bravura, 2016
El reino, 2017
LITERATURA
sábado 25 de noviembre de 2017
p. 08
Donde la lengua franca es la poesía RESEÑA XITLALITL RODRÍGUEZ MENDOZA
I
rene Selser se ha desempeñado, desde hace dieciséis años, como editora de la sección “Fronteras” (noticias internacionales de Milenio), nombre que pareciera ni mandado a hacer, porque si hay alguien que se ha dedicado a franquear fronteras a lo largo de su vida es ella. Aunque identificamos tres grandes momentos en sus migraciones geográficas (su natal Argentina, Nicaragua y México) que dieron como resultado a esta messicana, gentilicio con el que se autodenomina, Irene se mueve también entre otro tipo de fronteras, casi tan violentas y vigiladas como la que separa a India y Pakistán: las del lenguaje. Pero aquí, con Sur, Silencio, celebro el hecho de saber que la poesía ha tenido una infiltrada en los medios de comunicación durante décadas: Irene rescató una lectura poética —digamos, un claro— en medio de la devastación que hace retumbar todo cuanto nos rodea. Este es un libro que funciona como un recorrido por la historia reciente de América Latina y que dibuja el periplo de la vida de su autora. Sin embargo, este periplo también podría ser el de cualquiera de millones de personas desplazadas que tuvieron que huir del verdugo de las dictaduras militares y reconstruir, con lo que les cupo en los bolsillos de la ropa, una nueva vida.
Sur, Silencio, recientemente publicado bajo el sello Ediciones El Tucán de Virginia, es un libro poblado por latinoamericanos, algunos de los cuales resultan ser el padre de Irene (el reconocido periodista Gregorio Selser) o su hermana Claudia, o su hermana Gaby o su madre, o Sor Juana, Darío, López Velarde, Borges, Juan Gelman —casi su segundo padre— y tantos otros que nos parecen tan cercanos. Aunque también deambulan por ahí seres de otras latitudes: una estrella gitana, una abuela en Odesa o una familia en Cisjordania. Irene nunca ha reclamado los reflectores del periodismo, que bien le corresponden, sino que siempre ha estado atentísima en la lectura entre líneas de la historia contemporánea. Pues bien, Sur, Silencio es el remanso donde se enfrenta —y nos enfrenta— a esa soledad a la que estamos expuestos cuando nos quitamos esa investidura llamada “patria”. “La patria es una imagen,/ la representación de un espejismo”. Estos versos derriban la frontera que toda lectura exige en un primer acercamiento, ya que son los versos con los que abre Sur, Silencio. A partir de ahí inicia el recorrido donde se hermanan las madres de los desaparecidos bajo la dictadura argentina y las madres de los estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa. “Dice una madre/ si aún no lo he soñado / es que está vivo”; este haiku es un ejemplo del trabajo arqueológico que Irene realiza con el lenguaje: un trabajo de contraluz donde la autora cede la voz a quienes no son escuchados.
LABERINTO
A lo largo del libro encontramos victorias políticas, porque —si la historia la escriben los vencedores— la poesía la escriben los vencidos. Sobre el dictador Jorge Videla escribe: “Murió en la cárcel a los 87 años/ sentando en un inodoro/ y sin haberse arrepentido de nada./ ‘¿Qué es lo que podemos señalar?’, ironizó. / ‘Porque de reconocer la muerte de los desaparecidos,/ enseguida iban a venir las preguntas que no se podían responder:/ quién los mató, dónde, cómo./ Por eso nunca revelamos dónde estaban los restos’ ”. Y aun con todo, hay humor en este libro. Los que conocemos a Irene sabemos que, a pesar de toda la pesadumbre noticiosa que su oficio y la vida le han exigido, siempre tendrá una sonrisa que reconforta en la tragedia. Con Sur, Silencio Irene demuestra que más que meter con calzador otros registros del lenguaje como recurso estético en una vehemencia interdisciplinaria, la poesía se sirve de cualquier fuente del lenguaje al deformar sus funciones primarias —en este caso la comunicación de medios— para conducirnos a otro momento, uno donde el dolor y la memoria pueden encontrarse ya sea para escucharse mutuamente o para tender un remanso de silencio y expectación ante la vida. El poeta español Antonio Gamoneda afi rmó, en una entrevista para la revista de la Universidad de Murcia: “Yo creo que la poesía no es propiamente literatura, es un hecho existencial, una emanación de la propia vida. Son las circunstancias interiorizadas por el poeta y narradas por él las que se manifiestan en ella”. Con Sur, Silencio, Irene Selser nos ofrece esa emanación de vida en un momento donde casi todo se siente a punto de morir. Presenté Sur, Silencio en días recientes en la Casa del Poeta junto a Pura López Colomé y Víctor Manuel Mendiola a nombre de Ediciones El Tucán de Virginia y celebro la publicación de este libro hermosísimo —sí, también doloroso—, donde la poesía en su más certera expresión es la lengua franca. L
La épica menor de Ivo Andric RESEÑA SILVIA HERRERA
A
utor de una vasta obra narrativa que le mereció el Premio Nobel en 1961, la figura del escritor serbio Ivo Andric (1892-1975) ha quedado asociada a un solo libro: esa cima de la novelística universal que es Un puente sobre el Drina, lo que no deja de ser algo injusto. Con La crónica de Travnik y La señorita, conforma una trilogía sobre su país que sería obligatorio leer para tener una visión más amplia de su labor. Signos junto al camino (Sexto Piso, 2016) es un libro que por su carácter fragmentario escapa a una clasificación; la definición más cercana sería la de que se trata de un cuaderno de notas que Andric fue construyendo a lo largo de los años, pero en los que cada texto vale por sí mismo. Goran Petrovic, encargado de escribir el prólogo, anota que los textos que integran el
volumen “Son a la vez anotaciones y apuntes de diario, son insomnio y vigilia, son textos tanto para escritores como para lectores, son también un inventario de pesadillas y un conjunto de historias cotidianas, son el inicio de una novela total y un poema solitario que infunde aliento”. El libro está dividido en cuatro partes y su escritura es diferente a la de las novelas y los relatos. Sobre todo en la primera, la más narrativa, que llega a ser un tanto más lírica, aunque las escenas que dejan una impresión mayor no escasean. En el resto, por lo fragmentario, lo más fácil sería hablar de aforismos, pero no todas las anotaciones lo serían. Se trata de escritos más reflexivos que filosóficos, a partir de los cuales podemos ir construyendo una historia de su pensamiento. Hay otra característica que no tarda en ser identificada: a diferencia de sus novelas y relatos, en estos apuntes Andric escribe
desde la primera persona. Y especialmente en la sección inicial —“Imágenes, escenas, estados de ánimo”— se nota un afán de espontaneidad, de no intelectualizar demasiado lo que se capta, ni de cargar la prosa con la densidad de la épica. Incluso los episodios referentes a la Segunda Guerra Mundial, que están fechados, no están dominados por este espíritu. Sí, aparece el elemento pesadillesco del que habla Petrovic, pero Andric evita intensificarlo. Para él, existe una dosis de crueldad en la vida que no necesita regodeo; su mera enunciación ya es inquietante, lo cual lo acercaría de algún modo al expresionismo. Signos junto al camino, en resumen, nos muestra a un Ivo Andric que ha elegido más bien la pintura de caballete que la mural; sin embargo, el tono menor no elimina su grandeza. L
MILENIO
p. 09
sábado 25 de noviembre de 2017
EN LIBRERÍAS
NOCTURNO DE CHILE ROBERTO BOLAÑO Alfaguara México, 2017 141 pp. Alabada por Susan Sontag y considerada por muchos la mejor novela del escritor chileno, esta es la historia de Sebastián Urrutia Lacroix, un sacerdote del Opus Dei, crítico literario y poeta de pocos lectores, que en su lecho de muerte no solo rememora las inagotables tertulias en una hacienda en la que Neruda era el invitado de honor sino las clases de marxismo que le impartió al genocida Pinochet, el ambiente de la ciudad bajo toque de queda, una cámara de tortura y otras anécdotas impropias en la vida de un clérigo.
LA ELEGANCIA DEL ERIZO MURIEL BARBERY Seix Barral México, 2017 367 pp. Una portera de un bonito palacete, viuda y sin estudios, mira desde su guarida la vida de siete familias acostumbradas a una rutina de lujo. Lo que sorprende es su sensibilidad artística, su conocimiento de Marx, su gusto por Mahler. Oigámosla por un momento: “¿Qué es una aristócrata? Una mujer a la cual la vulgaridad no alcanza pese a acecharla por todas partes”. De esta y otras perlas de sabiduría se alimenta La elegancia del erizo, una novela que ganó el Premio de los Libreros Franceses.
TRISTE FIN DE POLICARPO QUARESMA LIMA BARRETO Secretaría de Cultura México, 2017 276 pp. Si no tiene la celebridad de sus paisanos Machado de Assis o João Guimarães Rosa, puede aventurarse, se debe a que el escritor brasileño Afonso Henriques de Lima Barreto (1881-1922) vivió la época de transición entre los siglos XIX y XX. Su protagonista, una especie de alter ego del autor, es un burócrata que aspiraba a formar parte del ejército al que solo pudo acceder dentro de la parte administrativa. En su conservadurismo, es capaz de romper esquemas como el hecho nimio de aprender a tocar la guitarra.
ARDE, MEMORIA RAFAEL PÉREZ GAY Tusquets México, 2017 285 pp. Este volumen antologa 22 años de ejercicio cuentístico iniciado en 1988 con Me perderé contigo. Un temperamento hermana a los casi 50 relatos: el del humor puesto al servicio de la observación de nuestros triunfos y miserias cotidianas. Hay, pues, una suerte de realismo que no se conforma con el cuadro de costumbres sino que se cuestiona y se reinventa a sí mismo. La vista general depara un goce que solo puede ofrecer la literatura que convoca al rigor y a la perfecta naturalidad.
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO NÚM. 830 Noviembre de 2017 161 pp. “Extinción” es el título de esta entrega que aborda el cambio climático y sus inefables repercusiones, así como la reticencia a la reproducción en los países más industrializados. Tópicos como la inteligencia artificial, la caza de fauna protegida, la destrucción de la flora, el inadecuado procesamiento de los desechos, la contaminación y la depredación de los recursos naturales mueven a una reflexión sobre el cambio inevitable en el planeta que no será para bien, pues el mundo del futuro será un mundo distinto al que hoy conocemos.
LA EDAD DE PAPEL
Orlando González Esteva Artes de México/ DGP/ Secretaría de Cultura México, 2016
Lunático papel de piedra POESÍA EN SEGUNDOS
H
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
ay momentos que nos hacen dudar si la poesía es solo una experiencia imaginaria o si, por el contrario, es un hecho. Esta sensación la tenemos cuando percibimos, como dijo Borges, “el asombro que las cosas/ elementales dejan, las hermosas/ tardes, la luna, el fuego de una hoguera”. Pero también la advertimos al tropezar con las unidades —más menudas, menos sublimes— de los objetos inusitados que el hombre creó para sobrevivir. Por ejemplo, los cuchillos que trocaron de su violencia original al amable servicio de la mesa o la ya de por sí hechicera plata convertida en lámina de espejos. El “papel de piedra” es una de esas creaciones de lo común y mínimo que pasa a nuestra vida y a nuestra conciencia con un carácter insólito y con un apelativo sorprendente. Nos despierta una emoción semejante el trebejo, de nombre fi losófico, espéculo. El papel de piedra es una hoja blanquísima, hecha no de celulosa sino de un poco de yeso, mucho de polvo de caliza y mármol y otra parte de resina. Es resistente al agua, la grasa y, seguramente, a las polillas. En La edad de papel (Artes de México/ DGP/ Secretaría de Cultura, México, 2016), Orlando González Esteva, con rápidas y fi nas analogías y acompañado de las hermosas fotografías de Abelardo Morrel, experimenta el delirio que este nuevo valor de uso —útil para toda clase de artículos y en especial libros— entraña. González Esteva se lanza al cambio de nuestra vida cotidiana y la llena de manera feroz de los mismos y, a la vez, nuevos, diferentes objetos manufacturados con el producto recién llegado. En la hipótesis de que este papel arramblará el ritmo de las jornadas y los horarios, el ensayo despliega los efectos inesperados de una existencia más leve y más recia en la pulpa de las hojas minerales, cerca y lejos de la blancura de la luna. Y así dilucida, con el papel de piedra en las manos, múltiples circunstancias y muestra no solo cómo las peripecias del trabajo y del hogar modifican las metáforas sino cómo la propia realidad vive a través de símiles, metonimias y sinécdoques y las concibe de manera constante. Por eso, al resumir el hallazgo, González Esteva escribe: “La invención del papel de piedra debería provocar asombro, si no por el papel mismo, sí por su nombre, que reconcilia lo más ligero con lo más pesado, lo más delicado con lo más burdo”. No es extraño que el escritor cubano, radicado en Miami desde hace muchos años, posea esta capacidad de adivinar lo que es de suyo mediato y sintético. Hábil conocedor del soneto, orfebre nocturno del haikú, magnífico creador de redondillas en la transvanguardia y —como todo buen poeta— excelente prosista, ha explorado las ideas puras y, viceversa, el tesoro que puede germinar en lo práctico y trivial. Orlando González Esteva nos revela cómo en la nueva edad del papel, con su erótica antinomia blando es duro, la poesía cubana continúa numérica y lunática en el mundo bisiesto de “dos patrias tengo yo: Cuba y la noche./ ¿O son una las dos?” de José Martí. L
CINE
sábado 25 de noviembre de 2017
p. 10
LABERINTO
ESPECIAL
José Buil
“Me porté como un forense” Los crímenes de Mar del Norte recrea, con mirada impasible, los asesinatos de cuatro mujeres a manos de Goyo Cárdenas ENTREVISTA
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
E
n agosto de 1942, México declaró la guerra a los países del Eje. En medio de una paranoia bélica, Gregorio Goyo Cárdenas, estudiante sobresaliente, comenzó a estrangular jovencitas. Cuatro fueron sus víctimas; la última, Graciela Arias, de quien estaba enamorado. Inspirado en el cine negro de la época, José Buil filma Los crímenes de Mar del Norte, donde se adentra en la personalidad del estrangulador de Tacuba. ¿Por qué acercarse a la figura de Goyo Cárdenas?
La idea surgió en 1986, cuando trabajaba con Alfonso Morales. A lo largo del tiempo mis intereses con la historia fueron cambiando hasta que me decanté por la historia de cuatro crímenes enlazados con la historia de México. Quería contarlos de una forma ligera, haciendo alusión a la tradición del cine negro mexicano. La película se puede ver como un homenaje al cine de mediados del siglo XX.
Es paradójico: perseguí el estilo del cine negro de entonces pero lo filmé con una cámara digital. Junto con Claudio Rocha, el director de fotografía, nos preguntamos: ¿cómo hacemos una película digital que se parezca a las de Roberto Gavaldón? Cuidamos la dirección de actores, el maquillaje, el vestuario, la música. ¿Por qué centrarse en los cuatro crímenes y no contar la vida de Goyo Cárdenas?
Porque ese es el hecho más importante en la vida de ese personaje y de las víctimas. La última versión del guión ponía énfasis en la relación amorosa entre Goyo y la señorita Graciela Arias, quien fue estrangulada a principios de septiembre de 1942 y sepultada en el jardín de su novio por él mismo. La relación es parte de la psicosis en la que se metió el asesino al matar a otras tres mujeres. Me porté como un forense. Tuve en mente el concepto del film noir y diseñamos una atmósfera de cine pegado al hueso, un concepto que saqué de Ezra Pound y que consiste en meterse en la carne, llegar al hueso y mostrar la fractura. La Segunda Guerra Mundial, y en especial el “día del apagón”, tienen una presencia casi protagónica.
Si te fijas en los periódicos de agosto de 1942 descubrirás que la Ciudad de México vivía una psicosis bélica, ya que estábamos en pie de guerra. En agosto los gobiernos federal y capitalino le hicieron promoción al primer oscurecimiento bélico, que tendría lugar el 7 de septiembre. Inmerso en esa atmósfera, Goyo comete sus crímenes. Gracias al pe-
HOMBRE DE CELULOIDE
riódico La Prensa percibí que el día en que apresaron al asesino sobrevino el apagón. Cuando llegué a esa noticia decidí que haría un guión para llegar a ese momento. Su película, quizá inconscientemente, tiende un puente con el presente en relación a los feminicidios.
No quería hacer una película que alimentara el culto a la personalidad de Goyo, que se dio durante el siglo XX. Algo que sucede con los narcotraficantes en las películas y series.
Ahí hay un fallo ético evidente. El Chapo cada vez sale más guapo en las series y telenovelas. Lo hacen para ganar rating, aunque ello implique elogiar al criminal. Goyo Cárdenas era un ser despreciable, un mito producto de la cultura solemne del PRI. Cuando salió de la cárcel la televisión lo hizo famoso y recibió todo tipo de espacios. José Estrada le dedica El profeta Mimi; Cortázar lo menciona en La vuelta al día en ochenta mundos. En todo este rollo, temo que mi película termine promoviendo al estrangulador cuando en realidad quería desarticular su mitología. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Elogio de la sumisión
N
o es fácil elogiar al imperialismo victoriano, ese que saqueó África, explotó a los europeos y drogó a los orientales. Aun así, Victoria y Abdul pretende ser simpática presentando a una reina con suficiente sentido del humor como para afirmar que es gorda, avara y sorda, pero loca no. Pero el problema no es la reina, a quien salva Judi Dench, es Abdul, un cortesano que enamoró a Victoria con ojos negros y mucha imaginación. Que una película esté tan desbalanceada en los personajes suele ser culpa del guionista porque muestra que investigó mucho a uno de los extremos, pero no al otro. La película no permite entender cómo pudo un nacionalista musulmán encontrar gozo en besar los pies de esta mujer. Hay atisbos, pero en las notas de producción. “A la reina siempre le gustó el sexo”, explica Judi Dench. Puede que sí, pero en la
pantalla esto no se ve. No hay atisbos del erotismo de una monarca que poco antes de la llegada de Abdul a la corte ya le había guiñado el ojo a un sirviente joven y escocés de nombre John Brown. Hay sin embargo un patiño con el que se pretende dar realidad a este siniestro episodio de la historia occidental. Es un compañero de Abdul que, al menos, tiene la decencia de pedir a Alá que lo saque de un país tan frío y que les haga pagar a los ingleses todas las que deben. Hasta la fecha el escritor de El Corán no parece haberlo escuchado. En cambio Abdul cita El Libro para justificar la invasión inglesa, lo cual nos pone en el siguiente dilema: ¿es de verdad increíble que haya habido un hombre sumiso y simpático que pudo seducir a la reina a pesar de tener gonorrea? Claro que no, pero había que hacerlo verosímil. Con
Victoria y Abdul (Victoria and Abdul). dirección: Stephen Frears. guión: Lee Hall basado en el guión de Shrabani Basu. con Judi Dench, Eddie Izzard, Adeel Akhtar, Tim Pigott–Smith. Gran Bretaña, Estados Unidos, 2017.
un par de razones para que la gente crea que Inglaterra pudo beneficiar en algo a la India era suficiente. Que los británicos dieron cohesión a un continente que a su independencia terminaría por sumirse en guerras civiles, por ejemplo. Pero Frears no se mete en esas honduras. Porque
es monárquico y frívolo. Y con esta combinación hizo una muy buena película, La reina, en 2006, pero la verdad Victoria le quedó grande y, sobre todo, le quedó pequeño este indio que así escrito resulta una vergonzosa justificación del imperialismo inglés. L
MILENIO
p. 11
sábado 25 de noviembre de 2017
ESCENARIOS
ESPECIAL
El secreto de habitar el tiempo El príncipe Ynocente, de Lope de Vega, convoca a la injusticia, el engaño y la impunidad en clave de comedia PERIPECIA
E
l juego de dos hombres presos injustamente, que actúan, dialogan, riñen y corrigen fallas en torno a personajes creados por Lope de Vega, que encarnan para resistir el encierro, traslada al espectador a la ficción de una comedia escrita en 1590, a un fragmento de realidad y a la diversión de estos huéspedes de una cárcel sin nombre que, adheridos al verso, al humor y a los personajes de El príncipe Ynocente, encuentran el secreto de habitar el tiempo. Al centro del escenario desnudo, una celda de casi metro y medio contiene a los dos internos, sentados al lado de una cubeta, una guitarra y otros objetos que acomodan mientras se comunican en voz baja. El sonido de un silbato anuncia las llamadas. Fernando Villa y Salvador Petrola, integrantes de la Compañía EFE Tres Teatro, que cumple cuatro años de escenificar esta comedia, despliegan el conocimiento que tienen de esta obra del Siglo de Oro, de los personajes, que se dividen y a ratos intercambian para plantear —como lo hacían algunas compañías teatrales de aquella época, conocidas como Ñaque, formadas solo por dos actores— la historia del destierro del príncipe Alexandro, los lances de amor y los obstáculos que debe salvar hasta recobrar lo que le pertenece. Vestidos con saco a rayas anchas y horizontales y pantalón de lona, los actores descomponen la jaula que minutos antes los mantenía encerrados, para acomodar los dos módulos que conformaban su prisión, transformándolos en la torre de un castillo, en una fuente, en aposento femenino o en árboles del bosque. Unas gafas y una distinta postura corporal, una almohada bajo la percudida playera para ganar abdomen en segundos y diferentes voces, son algunos elementos que Villa y Petrola utilizan en distintos momentos de su vertigi-
Alfredo Gatica y María del Carmen Félix en escena
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
nosa representación, además de un delgado trozo de tela roja a manera de banda imperial y unos naipes que mueven graciosamente como abanicos, cuando les toca representar a las damas Rosimunda e Hipólita. Ágiles, amenos, hábiles para conseguir que los hombres de esta historia tengan una buena diversidad de matices, de forma que el espectador pueda diferenciarlos, luego de un giro del cuerpo, otro tono de voz y algo de utilería, el dueto progresa en la acción de esta comedia —escrita en verso y adaptada por Fernando Villa y Fernando Memije, con la dirección de ambos y de Allan Flores— incluso cuando un actor reclama a otro alguna falta en su interpretación o en su movimiento. Los rompimientos que Villa y Petrola realizan, contenidos en una especie de reclamo y broma actoral, funcionan tanto para agregarle comicidad a la escena como para aclarar algunos de los enredos que pueden ser poco claros, sobre todo por los más de quince personajes que la obra integra y que son representados por los dos actores. La espontaneidad con que hacen partícipe al público de lo que persiguen en su rol de actores aficionados es parte medular de las virtudes de este montaje, respetuoso de los códigos de un calculado juego, disperso en apariencia. Este espectáculo que alude a la injusticia, la impunidad, el engaño y el amor, con la escenografía de Tenzing Ortega, la iluminación de Víctor Manuel Colunga y el vestuario de Pedro Pasarán, quienes a partir de soluciones escénicas sencillas en apariencia, construyen la ficción del siglo XVI, con lo que, en teoría, dos presidiarios podrían tener a la mano. Esta versión de El príncipe Ynocente, de Lope de Vega, logra ese espacio único en el que actores y público unen en torno a una comedia viva y actual, escrita siglos atrás. L ESPECIAL
La obra adaptada por Fernando Villa y Fernando Memije se presenta miércoles y jueves en el Teatro Sergio Magaña
El amor en un sofá MERDE!
I
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
gnoramos si Mariano Rochman —argentino que ha realizado su carrera mayormente en España— escribió para el teatro Pieza inconclusa para sofá y dos cuerpos pensando en la posibilidad de alternar, con el mismo texto, la historia de amor que se cuenta entre un hombre y una mujer, y un hombre con otro hombre, para así matar los prejuicios que sobre las relaciones de todo tipo existen en las sociedades occidentales. Dos hombres, o un hombre y una mujer, se conocen de repente. Conectan. Se gustan. Terminan en el sofá y al rato ya viven juntos. Lo que sigue es la cotidianidad para saber si dos seres realmente se aman, o simplemente los acogió el desamparo de la soledad, preferible en compañía para días aciagos. Porque no “es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor”, sobre todo si se respeta el carácter y diferencias de todo tipo, de cada uno de los involucrados. En el amor no funcionan Juan Gabriel, los manuales de autoayuda ni teorías alrededor de intelectuales sesudos. No. Funciona el respeto. Sin eso, ruptura. La obra de teatro es lúdica y eficaz para entender —no resolver— el fracaso o éxito de las parejas, después de darle gusto al cuerpo, y luego empezar los Fragmentos de un discurso amoroso —sí, Roland Barthes—, donde todos resultamos dañados si no atendemos razones por encima de emociones. Si no respetamos al otro. Si no queremos gobernar la cabeza del otro que no puede ser de tu propiedad. Duro. Diálogos ágiles en una dirección igualmente intensa de Emmanuel Morales —que fue actor de Richard Viqueira en el controvertido montaje escrito por Édgar Chías, Ternura suite—. Los actores Alfredo Gatica y María del Carmen Félix (que alterna con Antón Araiza cuando se trata de amores gay) resultan verosímiles. Aunque vimos la obra entre hombres y Araiza destaca: nos pareció un actor con enorme poder escénico. ¿Por qué diálogos ágiles? En una obra de teatro no aplican las enseñanzas de Denis de Rougemont con su obra El amor y Occidente. Menos La llama doble, de Octavio Paz. Obras para leer, no para ver y oír. Aquí funciona una historia donde dos personas quieren conformar una pareja y lo que sigue es el mensaje en una sola frase de Sor Juana: “Amor es más laberinto”. El acertijo personal que a cada uno toca resolver. Mariano Rochman —estudió con el dramaturgo español José Sanchis Sinisterra— conoce el lenguaje y pretende usarlo en la libertad teatral que son los diálogos, por muy tortuoso que sea el tema. Y el amor es de los más complicados. Dos personajes con vidas profesionales diferentes que coinciden en una historia de amor: eso es lo que podemos ver en el teatro NH todos los miércoles, en la calle de Liverpool 155. No lleve emociones. Abra sus razones. Igual supera la idea del amor, contra la realidad del amor. L
VARIA
p. 12
sábado 25 de noviembre de 2017
LABERINTO
ESPECIAL
Tons ¿pa qué lé? TOSCANADAS
E
ntre los libros qué más he detestado en mi vida está Juan Salvador Gaviota. No guardo sentimientos parecidos hacia libros de Paulo Coelho porque nunca he leído nada de él. En cambio el libro de Richard Bach me lo recetaron en la secundaria y aún no me repongo de la experiencia. Había que dedicar varias sesiones a hablar de él. La maestra nos ponía como ejemplo a seguir al maldito pajarraco que expulsaban de la manada por no seguir sus reglas, pero al mismo tiempo todos en la escuela sabíamos que esto era pura hipocresía y a cualquiera de nosotros nos expulsarían si también nos daba por quebrar las reglas. Aun ahora no entiendo cómo un libro tan banal hizo creer a tantos que simpatizaban con la gaviota insumisa cuando en verdad su corazón estaba con la mediocridad y la pusilanimidad de la manada, siempre listos para empujar a cualquiera hacia la obediencia y no a la rebeldía.
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
Y todos esos que se soñaron especiales, tal como cuando leían su signo del zodiaco en los cerillos Talismán, fueron los Bobs imaginarios que siempre habrían de ser Robertos. Pero eso se entiende, pues la fábula de Juan Salvador Gaviota estaba diseñada para mentes simples, de blanco y negro. En cambio me extraña que lectores de obras maestras sepan comprender a los personajes literarios apenas en las páginas de los libros y se vuelvan de mente y juicios ordinarios a la hora de mirar eso que llaman “la vida real”. Si un lector no considera que la literatura es también parte de la vida, de la realidad, de su yo, de su experiencia, si no acepta que las buenas novelas son alimento del alma y de la inteligencia, tons ¿pa qué lé? Si un lector no aprende nada sobre las pasiones humanas cuando lee a Chéjov y apenas le parece un cuentista chistoso, tons ¿pa qué lé? Si un lector no sabe acometer alguna aventura
quijotesca o al menos respetar a quien lo hace, tons ¿pa qué lé? Si después de leer Madame Bovary o Anna Karenina continúa con juicios ordinarios sobre la infidelidad de su mujer, tons ¿pa qué lé? Si luego de leer a Dostoievski no acaba por darse cuenta de los matices que tiene cada historia, cada vida, cada persona, de las razones que parecen maldades o las maldades que parecen razones o las bondades que parecen maldades o las maldades que parecen bondades, tons ¿pa qué lé? Si le parece una estupidez o una falta de entereza que alguien se pegue un balazo o se envenene o se tire
LA GUARIDA DEL VIENTO
a las vías del tren por amor, tons ¿pa qué lé? Si luego de presumir una bibliotecota usted es de los que grita ¡Fuego! cuando alguien enciende un cerillo, tons ¿pa qué lé? Si usted, amigo lector y también usted amigo escritor, es de los que leyó Desgracia de Coetzee, Stoner de John Edward Williams, Muerte en Venecia, de Thomas Mann, Lolita de Nabokov, La casa de las bellas durmientes de Kawabata y reacciona ante las noticias haciendo los mismos comentarios y juicios que una abuela católica iletrada, tons ¿pa qué lé? Y si usted, finalmente, va a decir que en este texto dije lo que no dije, tons ¿pa qué lé? L ALONSO CUETO ESPECIAL
Relatos de feria
L
as ferias del libro nos dejan una constelación de frases que se superponen en la memoria. En la feria de Miami, una de las historias es la de Steven Lee Myers, el biógrafo de Vladimir Putin. Las historias de Myers grafican la estrecha relación entre la vida privada y la carrera pública de un líder. Según Myers, Putin conoce a su esposa Liudmila en un viaje, cuando ella es aeromoza de Aeroflot. El cortejo dura unos buenos tres años. En algún momento, la KGB envía a un pretendiente a Liudmila con la intención de seducirla para saber si es una mujer fácil, es decir apta o no para el cargo de esposa. Cuando ella rechaza al galán comisionado, los gendarmes de la decencia aprueban. Todo eso no impide que muchos años después Putin le anuncie a Liudmila su divorcio por televisión. El magnífico cuentista George Saunders también se ha interesado por las biografías en su premiada Lincoln in the Bardo, ganadora del Premio Booker. En su presentación Saunders cuenta que empezó a escribir el libro cuando se enteró de la muerte de Willie, el hijo pequeño de Lincoln. La sensación de culpa del presidente por esta pérdida iba a influir en sus decisiones públicas. Hablando de presidentes, muchas de las intervenciones de los escritores americanos aluden a Trump, aunque no quieren nombrarlo. Salman Rushdie lo apodó “el joker”. La feria de Miami congrega a 700 escritores de todo el mundo y a unos 70 escritores hispanos. En la presentación de su libro sobre la década de los
Feria Internacional del Libro de Miami
ochenta, Los años sabandijas, Xavier Velasco recuerda el impacto que resultó la aparición del Walkman cuando la música se convirtió en un consumo privado y dejó de ser un bien común. Velasco hizo gala de su conocimiento de la calle donde, según dijo, tropezarse con un delincuente es mejor que encontrarse con un policía. Pablo Simonetti se refirió a su estupenda novela Desastres naturales como un aprendizaje en torno a la relación con su padre, en medio de un terremoto. Luis Leante, al hablar de otro terremoto,
el catalán, se refirió a la cantidad de banderas españolas que pueblan las casas madrileñas y afirmó: “Seguimos peleando la guerra civil”. El nombre de Miami viene de los nativos tequesta y significa “agua grande”. A esta ciudad fronteriza, escritores vienen desde todas las lenguas. Gracias a la gestora cultural argentina Mariela Gael, la presencia hispana sigue siendo consistente. La literatura es un viaje y los lectores aún peregrinan en busca del tesoro de nuevas frases. L