Laberinto
LOS VERDUGOS DE BALTHUS iván ríos gascón p. 02
CONVERSACIÓN CON MARÍA DEL CARMEN ROVIRA fanny del río p. 04
MILENIO
NÚM. 756
sábado 9 de diciembre de 2017 FOTO: GONZALO FUENTES/ REUTERS
ENTREVISTA A MARK THOMPSON
guadalupe alonso coratella p. 06
ANTESALA
sábado 9 de diciembre de 2017
p. 02
LABERINTO
ESPECIAL
De lo urbano a lo humano ESCOLIOS
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
L
a ciudad constituye la transacción más prodigiosa entre naturaleza y cultura y, de manera cada vez más acelerada, la especie humana se muta hacia la especie urbana. El arte de vivir en la ciudad. La atención plena y la vida urbana (Siruela, 2013) ofrece una mirada festiva y esperanzadora sobre la existencia en la ciudad. Su autor, Adam Ford, no es un filósofo, ni un escritor profesional, sino un pastor anglicano retirado que comparte su entusiasmo por las urbes con un estilo tan sencillo como estimulante. Sin ignorar que las grandes ciudades pueden ser espacios donde se expanda el impacto de las catástrofes naturales y las calamidades humanas y donde se concentren la insalubridad, el delito y la miseria, para Ford estos asentamientos constituyen, también, reservorios de energía y espacios de esperanza. En las ciudades modernas se vive, de manera impensable en el pasado, el progreso material (a menudo con sus hirientes contrastes), el florecimiento de las artes, la apertura de las costumbres, el auge del multiculturalismo y las posibilidades de entretenimiento, socialización y realización personal. Sin embargo, para apercibirse de esas posibilidades hace falta educar la mirada y concentrarse. La atención plena en la ciudad no solo
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
Vista de Oporto
es un imperativo de supervivencia, sino una forma de goce y expansión creativa. Con la atención al entorno, es posible restituir en parte las satisfacciones de la vida rural y la belleza natural en la ciudad, por ejemplo con el cultivo de pequeños jardines, la adopción de animales domésticos o la contemplación de la sorprendente y original flora y fauna urbana. Igualmente, las artes afloran al amparo del ambiente citadino y no se requieren muchos recursos para aprovechar la oferta cultural o deleitarse con los espectáculos de las plazas públicas y los artistas callejeros. En cuanto a la
No podía entenderse con ella: el lenguaje de su sombra era muy oscuro.
Los verdugos de Balthus LOS PAISAJES INVISIBLES
E
sociabilidad, sin caer en la temeridad, Ford recomienda una actitud abierta, una amabilidad espontánea, un altruismo realista y la tenacidad y disciplina para cultivar una red de amistades. Para Ford, la ciudad permite balancear el anonimato con la sociabilidad, el estrés con la energía positiva, las fatigas del trabajo con las pequeñas gratificaciones. No se trata, pues, de un libro de teoría de la ciudad, sino de un elogio sincero, con mucho sentido común y algo de candor, a los prodigios de la vida urbana, a esas joyas insólitas de nobleza, solidaridad y alegría que pueden extraerse de la mugre y el asfalto. L
ntre otros elementos, la pintura eterniza lo humano que refulge en el instante: un gesto, una postura, esa levedad que transpira el cuerpo al sublimarse para una mirada atenta (del pintor) pero a la vez indiferente a su desdoblamiento en la tela y los pinceles, impasible a pesar de la inminencia de su inmortalidad. Entre muchos otros elementos, la pintura despoja al cuerpo de su esencia, hace a un lado la cáscara epidérmica para exhumar el alma y dejarnos ver un paisaje parecido a lo que somos, y éste puede ser poético, revulsivo, ordinario o infinito. La pintura es espejo bifronte. Lo mismo que la fotografía, el cine y la literatura porque lo humano es su material y lo intelectivo su materia y es en este punto donde el arte colisiona con la exacerbación moral, la paranoia, el prejuicio, el ciego deseo por librar batallas personales disfrazadas de cruzada por el bien común. A dieciséis años de su muerte, Balthus ha reunido en pocos días la incómoda
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
suma de 9 mil acusadores, verdugos, linchadores, querellantes o inquisidores, que han firmado una petición para que el Museo Metropolitano de Nueva York retire o “contextualice” (sabrá dios, y ellos, lo que plantean con ese verbo) la pintura Therese soñando, fechada en 1938, y que muestra a una joven descansando en una silla, el pie derecho en el piso, el izquierdo en el asiento. Un gato lengüetea un plato y su lomo casi roza la falda de Therese. Ella se agarra la coronilla, luce relajada con los ojos cerrados y el semblante inclinado a la derecha. Su espalda descansa en un cojín de tono verde. El resto del escenario es pared desnuda con rayas verticales, una mesa con un bote, un jarrón, un florero y un lienzo revuelto que podría ser una bata o una sábana o quizá solo un trapo viejo. Otra silla lanza su sombra en las patas de la mesa. La Therese de Balthus proyecta paz, sosiego, el placer de un descanso merecido pero no. Según Mia Merrill, la instigadora de
la petición para expulsar o “contextualizar” el cuadro, hay algo “perturbador” e infame en esta obra: Therese muestra su braga blanca con desparpajo y con ello incita al voyeurismo, a la pederastia. Merrill y sus seguidores respaldan sus argumentos aludiendo a estos horrorosos tiempos de Harvey Wienstein, Kevin Spacey y la horda de monstruos acosadores de Hollywood: “Dado el reciente clima sobre el acoso sexual y las acusaciones que se hacen más públicas cada día, al exhibir este trabajo a las masas sin proveer ningún tipo de clarificación, el Met está, tal vez sin intención, respaldando el voyeurismo y la cosificación de los niños”, escribe Merrill en su carta. Lo alarmante de ese párrafo es la línea: “al exhibir este trabajo a las masas sin proveer ningún tipo de clarificación”. ¿Clariqué? El fanático de las atrocidades suele menospreciar al espectador o al lector como sujeto, como un solo individuo con cerebro propio y herramientas cognitivas, y lo echa en el feo costal de la masa informe, anónima e ignorante; el gran fabricante de víctimas escupe a la inteligencia ajena y clama por pedagogías a la medida de sus fobias y terrores y, paradójicamente, a veces también a la medida de sus propias tentaciones; el peor de los traficantes de miseria siempre exige ambulancias para la masa (o sea usted, yo y todo el mundo), pues solo somos desvalidos intelectuales y sacos de grasa saturada de impulsos instintuales. Por fortuna, el Met se negó rotundamente a las grotescas (y groseras) pretensiones de Merrill y sus acólitos, 9 mil cancerberos de la masa que seguramente maldicen la obra de Velázquez, Rubens, Ingres o Degas, que si tuvieran ante sus ojos El origen del mundo de Gustave Courbet le exigirían al museo que despida al curador y contrate a un exorcista. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
p. 03
× LU I S
M I G U E L
ANTESALA
sábado 9 de diciembre de 2017
ESPECIAL
AG U I L A R ×
La cama angosta El espejismo amoroso lleva el ritmo en este poema incluido en la Antología esencial de la poesía mexicana (selección, prólogo y notas de Juan Domingo Argüelles) publicada por Hotel de Letras
E
s todo lo que sé. (Que es casi nada.) Ella tenía una estrella entre los senos. O así lo veía él, porque la amaba. No se exigieron boletos de entrada Pues cada uno andaba en su terreno Es todo lo que sé. (Que es casi nada.) En una cama angosta ambos quemaban Su historia y el temor; cuando menos Ella pidió esto de él, porque lo amaba. Los dos sabían muy bien la pendejada Que es insistir en un amor del bueno; Es todo lo que sé. (Que es casi nada.) Marzo moría otra vez; y ya se daban Café con leche y sorbos de veneno. O así lo sentía él, porque la amaba. Supongamos que un día ella se enfada Y se borra la estrella de los senos. ¿Qué más saben los dos? ¿Es casi nada? Supieron, a saber, lo que se amaban. ×EKO×EX LIBRIS×DIDO Y SU TIGRE×
Acólitos del cuerpo BICHOS Y PARIENTES
L
JULIO HUBARD
a cultura occidental moderna ha estado amarrada a una soga dualista. Una cultura que divide entre cuerpo y alma, o cuerpo y mente, sirvió para fijar criterios y taxonomías de los juicios. Pero a la vez que aclaraba y ordenaba al mundo, adquirió un conflicto. No hay frontera entre mente y cuerpo. Por supuesto, hay criterios para afirmar, casi siempre, que algo pertenece a uno u otro sistema, pero es inútil suponer que un criterio dualista y simplificador pudiera dar razón de todo. No hay sistemas sin proposiciones indecidibles. Muchas épocas han funcionado bien con la dualidad cuerpo–no cuerpo, o mente–cuerpo, o alma... Nuestra época, ya no. Quizá sea una compensación pendular en la historia del pensamiento y las ideologías. Los racionalistas (por ejemplo Descartes, Spinoza) reformaron el concepto de razón, mente, alma. La generación siguiente se dio a la tarea de pensar, clasificar, dividir y poner todo en esquemas y taxonomías. Luz y claridad: la Ilustración. Pero algunas cosas no se dejaban poner en orden. Y hoy le toca erguirse como problema a la parte que se suponía resuelta: el cuerpo. En los siglos pasados, una definición mala o equívoca, o muy novedosa del alma podía llevar a su autor a los tribunales y calabozos, ya de las iglesias, ya del Estado. Hoy le toca al cuerpo: referirse al color de piel, características físicas, defectos, formas y usos puede desembocar en linchamientos, ostracismos y hasta cárcel. Una nueva Inquisición y unos nuevos ministros persiguen al habla y los vocabularios acerca del cuerpo con indignación, incluso con ira. A los curas, obispos y personas bien pensantes de entonces, les entraba esa mezcla terrible de miedo e ira cuando su alma quedaba puesta en duda o mal descrita, igual que a muchos actuales académicos y personas bien pensantes de hoy, cuando topan con una mala alocución del cuerpo, sus partes y atributos. A la postre, la impronta racionalista e ilustrada resultó admirable. Sucederá lo mismo con el impulso corporalista (digamos). Y las biopolíticas, los conflictos raciales, étnicos, las sexualidades, géneros, dejarán una impronta de civilización. Lo enojoso es el patrullaje de los acólitos. Sus iras y castigos temen a la libertad. Los inquisidores y policías, los de antaño como los de hoy, persiguen los malos usos y conceptos como si fueran delitos, no errores. Como no saben debatir o explicar, persiguen, acosan, castigan. Habrá que recordar que cuando los ilustrados ya no pudieron discutir en libertad comenzó el frenesí de las decapitaciones. L
http://www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter: @SCLaberinto
LABERINTO
p. 04
María del Carmen Rovira
“Soy solo una aprendiz de la
El pensamiento genuinamente mexicano, la utopía, las ideas y su circunstancia, son algunos tópicos de esta conversación que protagoniza una de las discípulas más destacadas de José Gaos ENTREVISTA
¿
FANNY DEL RÍO Por qué estudiar filosofía?
Mi idea era estudiar biología, porque tuve al excelente maestro Carlos Velo, pero luego tomé una clase con Rubén Landa sobre Descartes. La Facultad estaba en Mascarones, en San Cosme, y tengo de ahí muy gratos recuerdos de los compañeros mexicanos y algún que otro español como yo aunque —la verdad sea dicha— ya me sentía más mexicana que española. Tuve la suerte de tomar clase también con Eugenio Imaz, otro español emigrado, un excelente maestro, y un día que nos hablaba algo de ontología, le dije: “Quiero estudiar eso que usted nos ha explicado”, y entonces me respondió: “Entonces debes entrar a Filosofía”. Ahí me decidí, aunque me sigue interesando la biología, porque es muy humana, en contra de lo que piensa mucha gente. Creo que el biólogo profundiza en lo humano tanto o más que el filósofo, aunque siguiendo caminos diferentes. Admiro la ciencia. Cualquier proceso científico es bienvenido. Lo que no admito es la charlatanería, gente que hable o critique sin saber de ciencia, o que hable o critique a la filosofía sin por lo menos haber tenido alguna experiencia de ella. Otro de sus maestros fue José Gaos. ¿Cómo lo conoció?
Cuando salimos de España, vinimos con un grupo entre los que estaba su hermano, Carlos Gaos, que era ingeniero y muy amigo de mi papá. Ya aquí, me dio clase José Gaos, que en verdad fue un gran maestro: si yo soy algo, se lo debo a él. Era una persona muy seria, aparentemente muy seca, pero de gran corazón, bondad, y honradez intelectual. Hice mi tesis con él y también fue sinodal en mi examen de maestría, junto con Luis Villoro, que era muy amigo mío, y Antonio Gómez Robledo. Fue un examen muy bonito y en mi título está Cum Laude. Me iban a dar Summa Cum Laude, pero se opuso Gómez Robledo porque, según él, yo criticaba la escolástica. Él era escolástico, un derechista completo. Yo doy Filosofía Medieval en la Facultad y admiro la escolástica, pero resalté que obviamente hubo, y hay, una escolástica decadente. Eso no le agradó y por eso se opuso rotundamente al Summa Cum Laude. ¿Fue por influencia de Gaos que se convirtió en maestra?
Al entrar a la carrera ya quería trabajar; entonces di clases en la Universidad Femenina. Gaos me dijo: “¿Usted quiere dar clases? Bueno, me va a sustituir”. Le dije: “Maestro, encantada”, pero no esperaba que se sentara en la primera banca. Empecé con los presocráticos, siempre me acordaré. Fue mi primera clase, con Gaos frente a mí. Cuando acabé, me dijo: “No estuvo mal, puede seguir”. Más adelante me casé y lo invité a mi boda. Él estaba fuera de México y no pudo asistir, pero me mandó una carta muy bonita, muy hermosa. A Gaos nunca le cayó bien que me casara —en el
aspecto académico, ¿eh?, no confundamos— y peor le cayó que esperara un bebé. Cuando nació mi hijo mayor, dejé de ir al seminario, porque sentía que le hacía mucha falta a mi hijo y él me hacía mucha falta a mí. Pero luego, en una época de mi vida no tenía dinero; entonces tuve que dividirme entre dar clases y cuidar a mis hijos. Un jesuita me dio un gran consuelo: “No es el tiempo, es la calidad del tiempo que le des a tus hijos”. Volví, de nuevo embarazada, a ayudar a Gaos a preparar una antología del pensamiento latinoamericano. ¿Cuáles fueron los autores que más influyeron en su desarrollo filosófico?
“La utopía mexicana se caracteriza porque no existe ese lugar feliz, fuera de. Consiste en que hay un desfase entre lo propuesto y la realidad”
Un autor que siempre leí con gran interés fue Miguel de Unamuno. Desde que tenía quince, dieciséis años, El sentimiento trágico de la vida fue para mí algo enorme; y luego Vida de Don Quijote y Sancho. Demian, de Hermann Hesse, fue mi libro de cabecera. Gaos también tiene un libro que he leído mucho: Historia de nuestra idea del mundo, y también el Discurso del método de René Descartes. Yo empecé siendo cartesiana. Todas fueron lecturas elementales, que influyeron mucho en mí. Otros como John Locke, David Hume, Guillermo de Ockham… Creo que a él, a los nominales, se debe toda la modernidad, cuando plantean que no existe un ente metafísico, sino que lo que existe es lo singular. Están planteando el “yo”, aunque no lo dicen así. Me inclino mucho hacia esa filosofía, la admiro y la he estudiado bastante. El tomismo,
aunque sigo viendo que es una gran filosofía, lo he abandonado. Creo que dijo más el nominalismo. Junto con éste, los teólogos salmantinos y los jesuitas mexicanos del siglo XVIII marcaron políticamente una pauta. Ahora bien, Gaos me abrió camino para la filosofía mexicana, porque cuando hice mi tesis de maestría, me dijo: “Hay que estudiar la filosofía mexicana con Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, de Ecuador con Espejo, y de Cuba con el padre García”. Sus alumnos le hacíamos mucho caso; quizá éramos demasiado dóciles. Eclécticos portugueses del siglo XVIII y algunas de sus influencias en América: México, Ecuador y Cuba:1 así se llama mi tesis. Gaos me enseñó que en México hay una gran riqueza que no se ha sabido aprovechar. Decía: “¡Hay que investigar!”. De hecho, fui con él a Puebla a la Biblioteca Palafoxiana, y me dijo, “Ya déjense de Ockham, de Martin Heidegger. ¡Déjense! Hay que investigar esto”. Ahí está el ejemplo de Villoro, de Fernando Salmerón, de Olga Victoria Quirós Martínez. Gaos nos orientó hacia la filosofía española y mexicana. Para usted es indiscutible que hay filosofía mexicana.
Hay filosofía mexicana, no filosofía en México. Tuvimos que luchar mucho, porque recuerdo encontrarme a gente en el pasillo de la Facultad que me decía: “¿Por qué pierdes tu tiempo en eso? ¡No hay nada!”. Yo les decía: “Sí hay”. Ahora todos quieren estudiar filosofía mexicana, hasta los que me paraban en el pasillo, y es que la filosofía mexicana —con todo respeto a Samuel Ramos— se había estudiado muy mal, porque no se iba a las fuentes. Samuel Ramos fue mi maestro, era de una bondad exquisita, admirable, pero su Historia de la filosofía en México es un
p. 05
sábado 9 de diciembre de 2017
FILOSOFÍA
FOTOS: JORGE GONZÁLEZ
filosofía” fracaso. No tenía rigor filosófico porque no investigaba. Luego Antonio Caso, al que no conocí, dijo que Juan Benito Díaz de Gamarra, el gran filósofo mexicano del XVIII, era cartesiano, y eso es una gran barbaridad. Se pierde el tiempo al querer comparar la filosofía mexicana con la europea: ningún país europeo vivió el colonialismo. Nosotros vivimos tres siglos de colonialismo y, según dijo un virrey, no teníamos derecho a pensar ni a hablar. A ningún europeo se le negó eso. Nuestra filosofía, cuando se habla de liberalismo, de escolástica, de modernidad, es algo típico de toda Latinoamérica. Cuando surge el liberalismo, Europa llevaba tres siglos de experiencia burguesa; el nuestro no llevaba ni un año, porque no había burguesía. Entonces, hay que estudiar lo nuestro, con nuestras características, pero en los fondos reservados que tenemos. Soy enemiga del ensayo. Cualquiera escribe un ensayito; eso no es investigar. Nosotros recorrimos México: Guadalajara, Toluca, Chihuahua, Monterrey, yendo a los fondos reservados. Ahí encuentras muchos autores mexicanos poco conocidos, pero a partir de eso, basándome en la experiencia que comencé con Gaos, digo que hay una filosofía mexicana y que ésta es esencialmente política. Nuestra circunstancia—no me gusta mucho este término porque José Ortega y Gasset no me agrada— fue política, ética, pedagógica. Nuestra filosofía no es metafísica, tampoco lo son nuestras utopías, sobre las que hay un libro mío.2 Así es que debemos alimentarnos de nuestra tradición, sin olvidar la europea. Hay que conocer a Kant, a Heidegger, a Locke, a Hume, pero adaptarlos a lo nuestro. También hay gran originalidad. Ahí tenemos a Francisco Severo Maldonado, al que casi nadie conoce, que fue un gran utopista. Tenemos a Juan Nepomuceno Adorno. Y no podemos olvidar a los grandes teólogos de la escuela de Salamanca —que llegan aquí en el siglo XVI y son quienes empiezan una filosofía mexicana— como Alonso de la Veracruz, Bartolomé de las Casas y después Sor Juana, que ya es plenamente una filósofa mexicana. También están Sigüenza, que fue un gran historiador, los grandes jesuitas criollos, como Pedro José Márquez, Francisco Javier Alegre, Francisco Xavier Clavijero… Hicimos la antología de los jesuitas mexicanos3 porque para mí la gran filosofía mexicana comienza con ellos, en su destierro en Italia. Por supuesto que ahora hay grandes filósofos en México. Alguien que admiro y respeto mucho es a Ernesto Priani. También está Juliana González, que fue mi alumna en la Universidad Femenina. Otro muy bueno es Jorge Velásquez. ¿Tenemos que crear nuevas categorías para hacer filosofía mexicana?
Yo pienso que sí. Hay que partir de la idea de que hemos leído —leemos—, tomamos puntos de apoyo, pero los relacionamos con nuestra circunstancia. La utopía y el humanismo están entre las principales categorías originales de México en su filosofía. Nadie tan humano como el jesuita Pedro José Márquez, que en su destierro en Italia dijo textualmente: “El hombre, haya nacido en los polos o en la zona tórrida, sirve para la filosofía, y es igual”. Pedro Márquez planteaba la igualdad. Llegó a decir algo que no había dicho ni Jean–Jacques Rousseau ni François–Marie Arouet Voltaire: “El hombre es cosmopolita, ciudadano del mundo, sea negro, sea blanco”. Dime qué ilustrado dijo eso. El Instituto de Investigaciones Estéticas está publicando la obra completa de Pedro Márquez, aunque debería de hacerlo el Instituto de Investigaciones Filosóficas. En Europa, la utopía es un concepto de lugar; pero usted ha dicho que, en América, tiene que ver con un modelo.
La gran utopía europea pone un lugar ideal, donde todo el mundo es feliz, hay gobernantes honrados, gente estudiosa… La utopía mexicana y latinoamericana se caracteriza porque no existe ese lugar feliz, fuera de. Consiste en que hay un desfase entre lo propuesto y la realidad. Se dan teorías admirables, planteamientos humanistas, pero no coinciden con el contexto histórico, social, económico en el que se dan. Eso es lo que califico yo como utopía aquí y en Latinoamérica.
¿Deberíamos volver a los orígenes de la filosofía mexicana como una filosofía política?
Sí, esencialmente. Me atrevo a decir que el filósofo mexicano tiene que tomar una responsabilidad social. No podemos quedarnos callados; no debemos tener miedo. No estoy diciendo que hagamos un mitin o que salgamos a gritar. Debemos comprometernos a escribir sobre la terrible circunstancia que vivimos, denunciar lo que está pasando, plantear los derechos humanos, que vienen desde Santo Tomás de Aquino, pasando luego por Ockham. Debemos escribir sin miedo. Es lo que propuse, apuntando, por ejemplo, al caso de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa: señalar que es contra el derecho, contra la ética. Ahí es donde creo que debemos actuar, y en verdad es muy poco lo que hemos hecho escribiendo. Se ha hecho mucho en el Observatorio Filosófico, pero sería necesario hacer más. Hago una aclaración: Villoro, al cual quise mucho, hizo bastante; también la revista Dialéctica de Puebla y el padre Miguel Concha, de los dominicos del Centro Universitario Cultural, que es admirable. Ha recibido amenazas y no le importa y sigue con sus ideas. Pero deberíamos hacer más: filosóficamente, éticamente, planteando los derechos del hombre, denunciando lo que ocurre. Creo que el filósofo debe ser el contrapoder. ¿Por cuál de sus obras le gustaría ser recordada?
Me encantaría que tuvieran en cuenta mi texto Filosofía y humanismo. La obra de los jesuitas criollos mexicanos.4 El humanismo de Samuel Ramos se quedó, por decirlo así, en la periferia: nuestros grandes humanistas fueron los jesuitas criollos en su destierro en Italia. Eso es lo que más me interesa y creo que es una de las proyecciones más auténticas del pensamiento mexicano. Luego, en el siglo XIX, Severo Maldonado, y Adorno, continuaron con una tradición humanista, y es la que debemos de seguir. De mis libros, el de Francisco de Vittoria. El poder y el hombre, España y América.5 Ahí me permití enfocar el problema de la Conquista criticándola
y señalando a los grandes teólogos españoles de Salamanca, que le negaron a Carlos V el derecho a América. Eso es lo que me interesó y lo que me llevó a hacerlo. Deberíamos aprender de ellos. Hoy en día el filósofo es cobarde. Ellos nos dieron una clase de valentía filosófica cuando un grupo pequeño de teólogos salmantinos le niega, en sus clases, a Carlos V el derecho a la conquista y al Papa el derecho a tener poder sobre el orbe. Eso fue admirable, que en pleno siglo XVI, y teniendo la Inquisición a la vuelta de la esquina, se hayan atrevido a decir eso. Vittoria, luego de haber sido el gran Vittoria, dobló las manos y se contradijo en todo. ¿Por qué? Hay dos cartas de Carlos V: una dirigida a Vittoria, y otra dirigida al prior del convento donde estaba Vittoria, en las que dice que se siente muy ofendido porque se han atrevido a discutir sus derechos. Es un testimonio histórico enorme. A Vittoria le pudo mucho. Pero eso me interesó, por eso hice un libro sobre él. Aunque nunca está uno satisfecho. Yo no me juzgo una filósofa. Y no es que quiera excusarme. Filósofo es el que tiene una teoría, el que alcanza a proyectarse teóricamente. Soy una investigadora y procuro investigar con rigor. Pero quizá algún día llegue a serlo. Hoy me contento con ser una aprendiz de la filosofía. L 1
Publicada por el Colegio de México y el Fondo de Cultura Económica. México, 1958. 2 María del Carmen Rovira, Dos utopías mexicanas del siglo XIX. Francisco Severo Maldonado y Ocampo y Juan Nepomuceno Adorno, Universidad de Guanajuato. México, 2013. 3 María del Carmen Rovira, Pensamiento filosófico de Francisco Xavier Alegre y Pedro José Márquez, UNAM/ UAEM, México, 2007. 4 María del Carmen Rovira, Filosofía y humanismo. La obra de los jesuitas criollos mexicanos, Revista de Hispanismo Filosófico, núm. 14, 2009. 5 María del Carmen Rovira, Francisco de Vittoria. El poder y el hombre, España y América, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2008.
LABERINTO
p. 06
Mark Thompson
“Los medios han perd la confianza en su aud El presidente del diario The New York Times reflexiona en estas páginas sobre el desgastado lenguaje de los políticos, los retos del periodismo ante las nuevas tecnologías y la importancia de las humanidades en la construcción de sociedades justas GUADALUPE ALONSO CORATELLA
T
ras una vida dedicada al periodismo, Mark Thompson, presidente del diario The New York Times, reflexiona sobre la retórica de los políticos, el modo en que los medios transmiten sus mensajes y los consecuentes cambios en la percepción de la audiencia. Thompson elabora un extenso análisis vertido en el libro Sin palabras. ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? (Debate, 2017) , donde disecciona el discurso público de funcionarios como Donald Trump, Silvio Berlusconi y Tony Blair, al tiempo que revisa la situación del periodismo frente a las nuevas tecnologías. Fue un mensaje de la republicana Sarah Palin la chispa que detonó la escritura del libro. Una frase que surgió en medio del debate sobre la reforma de salud pública en Estados Unidos, el Obamacare, durante la campaña de las elecciones primarias del Partido Demócrata en 2008. En uno de los borradores de la legislación se encontró, traspapelado, cierto capítulo que planteaba la posibilidad de brindar asesoría a titulares del plan Medicare sobre cómo “terminar con la vida”, dados los altos costos que acarreaba la atención a personas de la tercera edad. Cuando esta información —que no era cierta— se hizo pública, Sarah Palin reaccionó con una frase engañosa, reprobando la idea de que a un ciudadano se le obligara a plantarse delante del “comité de la muerte” de Obama para que un grupo de burócratas decidiera si merecía o no atención sanitaria. “Aun cuando esta frase simplifica y distorsiona el tema”, apunta Thompson, “fue tan corta e impactante que cambió la política en Norteamérica. Y si puedes cambiar por completo el debate público con cuatro palabras, algo muy extraño está pasando”. Lo que atrapó el interés del autor fue el hecho de que Sarah Palin no pronunció esa sentencia en un discurso, no la escribió en un artículo para la prensa o en una entrevista para la televisión; lo hizo en Twitter y Facebook. “Hoy todo mundo sabe que las redes sociales y las frases cortas como ‘América primero’ o ‘Tenemos que construir el muro’, son la manera más efectiva de que el lenguaje tenga repercusión. Sin embargo, no ayuda a que la gente entienda el debate, sino que lleva directamente a una conclusión y trata de venderla como un ejercicio de mercadotecnia. El poder explicativo de una idea se ha sacrificado en aras del impacto retórico. A medida que el lenguaje público pierde su poder para explicar o implicar, pone en peligro el vínculo más general entre el pueblo y los políticos. Es el proceso que se está dando en nuestras democracias hoy en día”.
En un intento por detectar si los medios de comunicación distorsionan el mensaje, o son los políticos, a través de una retórica sin sustancia, quienes atentan contra la buena comunicación con el público, Thompson sostiene: “más que las flaquezas de uno u otro conjunto de actores, lo que yace en el fondo del problema es el lenguaje en sí. En ambos casos, ya sean los políticos o los medios, el lenguaje se ha reducido, está lleno de exageraciones, es una cobertura difuminada, factual, que tiende a dar una opinión. En muchos países, el discurso público y la manera en que los medios piensan sobre los políticos se ha tornado muy agresivo, personal y plagado de insultos. Lo vimos en la campaña presidencial de 2016. No solo en el caso de Donald Trump. Otros políticos lanzaron insultos a sus contendientes y al público. Hilary Clinton llamó ‘irredentos’ a quienes apoyaban a Trump. Que un político progresista acuse a gran parte de los norteamericanos de irredentos es inverosímil frente a la idea de una política liberal e inclusiva”. Thompson se cuestiona sobre el papel que juegan las redes sociales en la transformación del debate público, y destaca que el efecto más importante que tuvieron las nuevas tecnologías y la apertura de las industrias mediáticas fue trasladar más poder a manos del público. “La información se distribuye en el mundo entero y de manera instantánea; es ahí donde radica la diferencia, en este proceso de aceleración. La gente es más activa y toma parte en el debate, pero cualquiera que lea los comentarios en internet verá que hay mucha agresión y una especie de locura autodestructiva. Sucede en diversas circunstancias. Por ejemplo, cuando un político es atacado, su primer instinto es responder del mismo modo, es decir, la retórica pública ha perdido su poder de convencimiento. Y cuando esto sucede, la gente es atraída por discursos mesiánicos o populistas”. Al referirse a Trump y sus discursos, el autor de Sin palabras lo describe como un comediante que ensaya con el público en los grandes rallies que organiza. “En parte, le dan energía, pero también prueba, con audiencias reales, qué es chistoso, qué los hace reír, para luego sentirse seguro de lo que dice. Es un ejemplo de populista y de lo que llamo en mi libro un autenticista. A lo largo del tiempo algunos políticos se han presentado a sí mismos como auténticos y fetichizan la autenticidad. No estoy comparando a Trump con Hitler,
p. 07
sábado 9 de diciembre de 2017
DE PORTADA
AP
dido diencia” pero es el mejor ejemplo de cómo los dictadores en los años treinta estaban obsesionados con la idea de ‘soy auténtico, soy un simple ser humano igual que ustedes, puedo ser su voz y soy muy distinto de esos políticos malvados en los que no se puede confiar’. Es cierto que tarde o temprano el populismo se descubre, pero entretanto hace un enorme daño. En Italia y Alemania, a mediados del siglo XX, se vivía el cataclismo de la guerra mundial, millones de personas murieron y fi nalmente el fascismo fue derribado, pero a un precio muy alto. Sería deseable que en estos tiempos, cuando el populismo ha resurgido en varios países, los políticos hicieran un esfuerzo por comprenderse y respetarse entre sí. Y, por otro lado, si los medios fueran un poco menos cínicos —por supuesto, todavía necesitamos ser duros en la manera como queremos llamar a cuentas a los políticos—, si en lugar de cazarlos les diéramos un poco más de espacio para respirar y explicar sus propuestas, quizá veríamos un avance en la tarea de construir y reconstruir la confianza pública. Quizá así la gente dejará de seguir a estos extraños ‘no políticos’”. Para Mark Thompson, la mejor manera de ejercer el periodismo es a través de un medio abierto, un medio que reporte sin miedo y sin favoritismo, que no pertenezca a una facción, a un partido político o a una gran empresa, un medio que sea independiente. En el caso de Latinoamérica, en específico de México, percibe que esa lucha se da pero aún no se ha ganado. “Algunos de los mejores y más valientes periodistas están en México”, asegura, “arriesgando la vida para reportear. Sin embargo —y se lo he dicho a muchos mexicanos que conozco—, parece que la gente no tiene acceso a todos los hechos a través de la prensa que consumen. Son muy vulnerables a lo que llamamos fake news, a datos y teorías que no son verdaderas, no están comprobadas, pero son políticamente convenientes. Creo que uno de los problemas con la revolución digital es que estaba concebida para facilitar que la verdad aflorara y de alguna manera lo hace, pero también facilita que las mentiras y los falsos reportes se esparzan. Las compañías como Google o Facebook no han encontrado el modo de ayudar a los usuarios a distinguir lo que es y no es verdadero”. Ejercer el periodismo con libertad a veces tiene un costo muy alto, se puede incluso arriesgar la vida. “Es terrible. No solo sucede en México. La historia del periodismo libre y la libertad de expresión en ESPECIAL
el mundo no van nada bien. Muchos países donde la prensa gozaba de cierta libertad ahora se ven amenazados por las fuerzas del poder o los gobiernos. Se recurre a la represión legal, a amenazas, violencia y homicidio para detener e intimidar a los periodistas. Sucede en Rusia o en Turquía, donde son atacados. En la Europa del Este hay muchos países que van en retroceso. Ha habido un descenso terrible que va de una prensa relativamente libre a una prensa cobarde. Lo que me reconforta cuando vengo a México es ver cuántos mexicanos reconocen que este es un problema inmenso y, en sus propias palabras, hablan de ello como una desgracia natural, es decir, el hecho de que no hay un marco legal para proteger a los periodistas. Creo que reconocer la seriedad de este problema es el principio de un proceso que puede llevar a una solución”. Thompson, quien fuera también director de la BBC, apostó, a contracorriente de la norma que prevalece en muchos medios televisivos, por Para Mark Thompson, ayudar a las audiencias la mejor manera de a formarse un modelo ejercer el periodismo es mental propio, “ir más a través de un medio allá de la servil crónica de abierto, un medio que los acontecimientos para reporte sin miedo tratar de interpretarlos”. Así, los segmentos de noticias privilegiaron investigaciones de fondo y, en lugar de acortarse, como lo hacían otros, se extendieron. Los resultados fueron mejor de lo que se esperaba. “Deberíamos adoptar los principios de los grandes artistas”, comenta, “ser honestos con nosotros mismos, ser valientes, confiar en nuestra audiencia, en que son personas inteligentes que discriminan y tienen la capacidad de consumir mensajes complicados. Uno de los grandes problemas que enfrentamos es que los medios han perdido la confianza en su audiencia”. El presidente de The New York Times ha dado un paso más. En vista de que las plataformas digitales no reportan la misma utilidad que la versión impresa de los diarios, concibió una manera “más saludable” de financiar al periodismo: “No queda más remedio: si queremos que sobreviva el periodismo de calidad, el público tendrá que pagarlo”. La idea causó escepticismo; sin embargo,
la realidad mostró que la gente está dispuesta a pagar por contenidos de calidad. Actualmente, la plataforma digital de The New York Times cuenta con dos millones de suscriptores. Mark Thompson, quien desde la infancia estudió a los clásicos, reitera que no debemos hacer a un lado el papel de las humanidades como una vía para construir una sociedad que nos permita convivir como ciudadanos. “Los griegos y los romanos entendían que no se trata de estar de acuerdo con todos, sino de comprender cómo los demás ven el mundo. En la medida en que se tenga suficiente entendimiento, podemos comenzar a debatir. Hoy lo que vemos son grupos de personas que no están preparadas para escucharse, no son capaces o ni siquiera están dispuestas a reflexionar sobre la idea de entenderse unas con otras”. Sin palabras. ¿Qué ha pasado con el lenguaje de la política? propone un recorrido por el pensamiento de los clásicos. Platón, Aristóteles, Thomas Mann, Ludwig Wittgenstein y George Orwell, apuntalan la premisa de Thompson sobre la necesidad de rescatar el lenguaje para consolidar la democracia. Thompson se detiene, sobre todo, en el ensayo de Orwell titulado La política y el idioma inglés, escrito en 1946. Orwell, un convencido de que el caos político tenía que ver con la decadencia del lenguaje, subrayaba la posibilidad de efectuar alguna mejora empezando por el frente verbal. “Asociaba la belleza del lenguaje para expresar, en vez de impedir, el pensamiento y, de esa manera, cimentar un debate político, sincero y eficaz”. “Lo que está pasando en estos momentos”, concluye Thompson, “es en esencia que el resto del mundo se está empatando con Occidente de maneras que amenazan a esta porción del planeta. La tecnología está transformando al mundo. Los seres humanos se enfrentan a la información en los medios de formas muy nuevas y no estamos acostumbrados a eso. Vivimos en un típico periodo de transición. En cuanto la Guerra Fría terminó y el Muro de Berlín fue derrumbado, la política se volvió más complicada, la tecnología comenzó a acelerarse, lo mismo que la globalización, y así nos podríamos seguir. Espero que en el futuro próximo venga un nuevo equilibrio. No sé cómo será ni cuándo sucederá, pero un optimista diría: nos vamos a acostumbrar al teléfono inteligente, a las redes sociales, pero tendrán menos efecto, estaremos más en paz. Esa es la esperanza”. L
EN LIBRERÍAS
sábado 9 de diciembre de 2017
p. 08
Los ofidios del mal RESEÑA ADRIÁN CURIEL RIVERA
A
lberto Ruy Sánchez ha publicado la que con probabilidad sea su mejor novela. Como en sus trabajos narrativos anteriores, en Los sueños de la serpiente (Alfaguara, México, 2017) hay una preocupación por la literatura como una poderosa forma de expresión artística, plasmada en un ejercicio del lenguaje que se imbrica en varios planos y trasciende, para revelar aspectos inquietantes de la realidad, las meras pretensiones comunicativas y de entretenimiento de los cultivadores de cierto realismo. En Los sueños de la serpiente se acentúa esa distancia insalvable entre los hechos y las palabras que los reformulan y hasta fabrican, no desde un orientalismo excéntrico, como en los libros del ciclo de Mogador, sino desde otra perspectiva: la barbarie criminal que, como una pitón insaciable, se ha alimentado de las utopías del siglo XX. Si hubiera que definir la poética de esta novela, no su mensaje (que es complejo y diverso) sino su poética, sería precisamente ésa: la realidad —histórica, social, psicológica— es apenas el cuento que nos hacemos de ella, el convenio colectivo al que obliga la maldad enmascarada tras el poder, cualquiera sea su signo. Los olvidos son silencios inventados. La memoria no es la argamasa del pasado sino un palacio de brumas que se abre de forma paradójica a vivencias alternas.
En la trama se entrelazan hábilmente distintas historias y escenarios que por momentos dan la sensación de ser ajenos entre sí pero que acaban integrándose en una suerte de banda de Moebius que transmite al lector esa angustiosa imposibilidad de encontrar un norte preciso. El narrador recibe unas postales anónimas en cuyo reverso aparece la imagen de una serpiente. A veces, el reptil sirve de ilustración a sueños en los que el misterioso redactor de las tarjetas despierta dentro de las pupilas de una víbora, tan alargadas que colman su cuarto. En otras ocasiones, los serpentígeros “ojos de nieve, de daga, de llama fría” aluden a personajes históricos específicos, por ejemplo a Sylvia Ageloff, la vilipendiada amante de quien se aprovechó Ramón Mercader para perpetrar el atentado contra León Trotsky. Estas estampas despiertan en el narrador, alter ego de Ruy Sánchez, el recuerdo carcelario de un taller impartido en Santa Martha Acatitla, donde las internas le muestran unos collages de gran fuerza visual, fragmentos de la identidad escindida, como los cubos de inexplicable perfección que afloran en la masa irregular de la pirita. A continuación se traza un puente con el escritor estadunidense Lawrence Weschler; con unos cursos impartidos en Vermont; con un claro en el bosque y un poema de Robert Frost; con los brillantes descubrimientos del neurólogo Oliver Sacks, que por
LABERINTO
su parte conectan con el insólito caso de las hormigas de Camerún, parasitadas por un hongo que se aloja en su cerebro y florece en un cuerno de espora a través del cráneo, enloqueciéndolas sin matarlas, metáfora de los perversos sueños de dominación de los líderes mesiánicos, de la psicopatología colectiva de las sociedades divididas entre la belicosidad y el sufrimiento. Paralelamente, se van revelando datos del desconocido autor de las postales, ahora llamado La Silueta: como Ramón Mercader, fue amante de Sylvia Ageloff. Abrazó ciegamente la causa del comunismo. Emigró a Estados Unidos y luego a la Unión Soviética, donde trabajó en la planta armadora que Henry Ford le vendió a Stalin, y sufrió en carne viva la censura y la represión, el feroz antitrotskismo de Lenin y Stalin. La Silueta es un hombre centenario. Sobrevivió a los macabros experimentos mentales de un científico anglo-ruso, fue paciente de Oliver Sacks, está internado en un manicomio desde donde envía las tarjetas y, más tarde, tapices que antes colgaban en las paredes, dibujos, notas. Resulta que La Silueta podría ser un bisabuelo extraviado del narrador. Éste, para hacerse eco de las voces de su probable pariente y tratar de dilucidar la sinrazón del mundo, imita el método del misionero renacentista Matteo Ricci, atiborrando los muros de su casa con esos retazos de memoria que recibe. Hay una última línea argumental que deriva en una especie de ensayo político sobre el estalinismo: La Silueta sirvió a Lavrenti Beria, jefe de la NKVD, íntimo de Stalin, brutal genocida bajo sus órdenes. Con su inteligente simbología de reptiles enroscados sin remedio en el alma podrida de las sociedades, Ruy Sánchez reivindica plenamente la novela de ideas. L
El orden de la sensualidad RESEÑA SILVIA HERRERA
E
n un texto de 1958, Mario Vargas Llosa recordaba que César Moro (1903-1956) fue su profesor de francés en el Colegio Militar Leoncio Prado, donde era hostilizado por los alumnos, y más cuando supieron que era homosexual y poeta. En una parte, Vargas Llosa preguntaba con un tono provocador: “¿cómo situar a un poeta auténtico, a una obra realmente original y valiosa, junto a tanta basura, cómo integrarlo dentro de una tradición de impostores y de plagio, cómo rodearlo de poetas payasos?” El lugar que le toca de manera natural es al lado de otro forajido, con el que guarda no pocas semejanzas, el primer César de la poesía peruana del siglo XX (en la coincidencia de nombres obra el azar objetivo, ese principio caro a los surrealistas): Vallejo. Moro tuvo como lengua poética ante todo el francés y esa es la razón principal de su marginación
(aunque en español escribió el notable libro La tortuga ecuestre, 1938-1939). César Moro, nom de plume de Alfredo Quispez Asín, tuvo geográficamente tres patrias: Perú, Francia y México. Llegó a París en 1925 y fue surrealista de primera generación. Regresó a Perú un tiempo, donde fue arrestado junto con Emilio Adolfo Westphalen por actividades contra el régimen. Arribó a México, donde vivió entre 1938 y 1946; fue amigo cercano de Xavier Villaurrutia. En México fue donde Moro comienza a publicar, más que libros, plaquettes de nula circulación. Aquí apareció hace unas décadas una pequeña antología preparada por Julio Ortega (Renombre del amor, Material de Lectura 62, UNAM), que incluye poemas de La tortuga ecuestre y otros traducidos del francés como esa obra maestra que es Lettre d’Amour en la insuperable versión de Westphalen. Por ello, es de encomiar la aparición de Praderas temporarias/ Prairies temporaires (Libros Magenta-Secretaría de Cultura, México, 2017), en edición bilingüe, una extensa selección
de la obra en francés de Moro realizada por el poeta argentino Reynaldo Jiménez, quien también la traduce. La singularidad de esta antología, como explica Jiménez en el posfacio, radica en que se centra en material que Moro no incluyó en sus libros. Jiménez enfatiza las dificultades de traducir estos poemas: “El desafío del traductor es aquí del orden de la sensualidad. Moro escribe aprendiendo a leer y tocar y así nos incita a leerlo e incorporarnos al tacto del poema”. El perfeccionista Moro no quería estar por debajo de sus modelos: Baudelaire, Lautréamont y Mallarmé, en el manejo de la lengua a través de la cual se expresó como poeta, así que siempre se mostró cuidadoso en la elección de las palabras. Jiménez cita una carta de André Coyné, su albacea, en la que cuenta que Moro le enviaba su obra no para que le diera una opinión, sino para “estar seguro de que al practicar el equívoco, la distorsión o la ruptura, no infringía el código de la lengua”. Lo que se le puede cuestionar a la edición es que no se haya puesto el original al lado de la traducción y se haya optado por presentarlos por separado, pero reiteramos que es de celebrar la aparición del libro para tener una imagen más completa de un gran poeta. L
MILENIO
p. 09
sábado 9 de diciembre de 2017
× A
LAS NOCHES DE FLORES CÉSAR AIRA Penguin Random House México, 2017 144 pp. En esta novela publicada por vez primera en 2004, el singular escritor argentino presenta a un matrimonio de jubilados que entregan pizzas a pie en la ciudad que da nombre al libro. Conviven con jóvenes repartidores cuyas motonetas desquician el orden con el que fue planificada la ciudad. El asesinato de un niño secuestrado, un enano y unas monjas se integran a la historia donde, entre otros asuntos, Aira reflexiona sobre la circunstancia argentina. Como es habitual en él, en su brevedad la novela da varios giros.
LAS MADRES BRIT BENNETT Hotel de las Letras México, 2017 362 pp. Estamos ante la historia de Nadia Turner, a quien todos describían como una chica tranquila, serena, discreta, tímida y acaso hermosa, una joven ordinaria como la mayoría de las mujeres del pueblo, hasta que los “dramas anecdóticos” se desencadenan: la madre de Nadia se suicida, y ella confiesa haber estado embarazada del hijo del pastor pero que “resolvió” todo en la clínica de abortos. A partir de ese momento, la novela gira en torno de las elecciones que trastocan el destino de los personajes, en una espiral que impone los más hondos y terribles embrollos existenciales.
EL HOMBRE QUE SABÍA MORIR MIGUEL BONASSO Grijalbo México, 2017 381 pp. El escritor argentino presenta esta novela de ritmo veloz a partir de hechos reales: un jet que se desploma cerca de Acapulco, y en el que mueren los tripulantes y el pasajero que contrató el vuelo, un banquero judío–argentino que también negociaba con Montoneros y el Mossad (agosto de 1976); la desaparición en Cancún de la hija de un magnate, suceso que revive al enigmático Hombre que sabía morir (abril de 1989); la fama mediática de los narcosatánicos y la Operación Greyhound en Cuba dirigida por el cerebro de la CIA.
EL PERICAZO SARNIENTO CARLOS VELÁZQUEZ Cal y Arena México, 2017 207 pp. Con una evidente intención narrativa, el autor de La Biblia vaquera relata sus amoríos con la cocaína, una droga que más que arrojarlo al abismo le ha dado una razón festiva para vivir. El escenario es mayormente Torreón, antes de que los Zetas ocuparan la ciudad y Felipe Calderón iniciara la guerra contra el narco. Personajes de lo más extravagantes entran y salen de las páginas como si pertenecieran a una corte de los ilusos, vendiendo, consumiendo y aun abandonando este mundo. El tono autobiográfico cala hondo.
LA TRIBU. RETRATOS DE CUBA CARLOS MANUEL ÁLVAREZ RODRÍGUEZ Sexto Piso México, 2017 257 pp. Unos trazos son suficientes para que Álvarez Rodríguez perfile un retrato de Cuba entre 2014 y 2016, el año que marcó la muerte de Fidel Castro. Sus crónicas registran la derrota de un modelo político que no ha hecho otra cosa que dejar ruina y vidas marcadas por la insatisfacción. Sabe mirar y es por ello que dirige su atención hacia quienes lo han perdido todo, incluso la dignidad. Después de leerlo, uno queda con la sensación de que Cuba no es sino una fantasía de sus dirigentes.
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
ARDE JOSEFINA
Luisa Reyes Retana Literatura Random House México, 2017
La suma cero de los locos ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
¿
Cómo calificar a una escritura que se refiere al “tema del plato”, al “tema de la maternidad”, al “tema del juez familiar”? Tan solo como una escritura dispuesta a tomar cualquier atajo con tal de concentrarse en el argumento, una escritura proveniente de la jerga empleada por los opinadores políticos y deportivos. De este modo, Arde Josefi na no es sino la mitad de lo que deberíamos exigirle a una buena novela. Se conforma con la trama y con las desventuras de sus personajes. Las familias son campo fértil para el odio y la traición. Siguiendo esta certeza, Luisa Reyes Retana arroja a un par de hermanos en brazos de unos padres incapacitados para el cuidado y el amor, y obligados a vivir en Pachuca mientras añoran la normalidad inglesa en la que nacieron. Josephine Mary Aspers y Juan son víctimas de un abandono que se manifiesta en los rituales caprichosos de la patología: ella cultiva una culpa inconfesable, él padece esquizofrenia. Nos movemos entonces por los terrenos movedizos de la enfermedad mental, con sus episodios inconexos y su estela de rechazo, adicciones, terapias, medicamentos. Juan no es nada sin Josephine y Josephine solo puede reconocer una llama de compasión en sí misma mientras cuida de Juan. La locura de Juan y el orden metódico de sus padres son el combustible que impulsa la conducta de Josephine. A estas alturas, el lector creerá que tiene en sus manos una novela de corte introspectivo, en la cual los pensamientos imponen una atmósfera. Muy pronto abandonará esta sospecha para comprobar con desaliento que las acciones son siempre contrapunteadas por la intervención de una psicoanalista insoportablemente didáctica. “El autoengaño suele convertirse en decepción”, dice con una autosuficiencia profesional que habría sacado de quicio a Vladimir Nabokov. Si a tal intromisión agregamos una subtrama paranoide —la presunción de un asesinato, un cadáver exhumado, un policía receloso—, obtenemos un triste resultado. Creo, sin embargo, que la mayor falta de Arde Josefi na debe buscarse en su tono. Contiene demasiados arrebatos. Josephine, por ejemplo, prende fuego a su casa por poco menos que la necesidad de ser malcriada. Con Juan todo es arañazos, vómitos, escupitajos, masturbaciones en público. Estamos, es cierto, frente a la enfermedad mental y sus terribles manifestaciones, pero el arte narrativo suele llevarse muy bien con el verbo dosificar: el exceso de condimento termina por malograr un buen ingrediente. Por cierto: Arde Josefina ganó el Premio Mauricio Achar 2017. L
CINE
sábado 9 de diciembre de 2017
p. 10
LABERINTO
ESPECIAL
Rodrigo Lebrija
“El ritual de la tauromaquia es muy serio” El brujo de Apizaco reconstruye la trágica vida del matador Rodolfo Rodríguez González El Pana ENTREVISTA
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
P
ocos toreros como Rodolfo Rodríguez González, mejor conocido como El Pana, de origen humilde, que fue panadero, sepulturero, cargador de bultos y vendedor de gelatinas, antes de llegar a las plazas. Hombre complejo, se jugó el pellejo dentro y fuera del ruedo. El cineasta Rodrigo Lebrija encontró en la bipolaridad y el alcoholismo del matador los ingredientes necesarios para hacer un filme sobre la vida y la muerte. El resultado es El brujo de Apizaco, documental que va más allá de la tauromaquia. ¿Cómo llega a la historia de El Pana?
Mi familia es muy taurina. Desde pequeño fui a verlo torear; tiempo después lo vi en una ganadería en Tlaxcala, declamando un poema llamado “El feo”, referente a sí mismo. Ambas cosas me impresionaron. Más adelante busqué a Heriberto Murrieta para pedirle trabajo. No me ofreció nada en concreto salvo la propuesta de filmar a El Pana, quien toreaba con Morante de la Puebla, en Madrid. Me fui cuatro días antes para ver si podía entrevistarlo. Sin conocerme de nada accedió a contarme su vida en media hora. Ahí fue cuando descubrí que tenía a todo un personaje. ¿Tuvo en cuenta la polémica que hay alrededor de la tauromaquia al filmar la película?
Soy un humanista y de pronto me causa gracia que los antitaurinos protesten violentamente, cuando el país tiene
problemas de corrupción e inseguridad más fuertes. Además, el ritual de la tauromaquia es muy serio. Se desvirtúa a partir de quitarle profesionalismo y de convertir la Plaza México en una gran cantina. Cuando el ritual es serio y cumple todos los cánones, cobra otra dimensión.
distinto al documental es que accede a un gitano loco, sin teléfono. No había manera de encontrarlo. Yo me lo topaba cuando sabía que tenía corrida o cuando estaba en el hospital. Me llegó a pasar que iba a la plaza, filmaba la faena y después se me perdía.
Muestra al torero con todas sus aristas, su prestancia ante la muerte y su adicción a la bebida.
Ante esta incertidumbre, ¿cómo construyó la narrativa de la película?
Un torero se juega la vida y mi película se trata de la vida y la muerte. Yo no tengo ningún compromiso con nadie, ni siquiera tengo productora. No podía dejar pasar a un personaje capaz de tocar lo más sublime y lo más bajo de los sentimientos humanos, y que incluso tiene la capacidad de contarlo ante la cámara. Cuando murió, recibí llamadas de su familia que me pedía que matizara, pero me negué porque al final lo que trascenderá de la película es su testimonio, no él, ni yo. ¿Cómo consiguió que hablara de su alcoholismo?
No fue fácil. La única escena donde se le ve bebido la filmé de chiripa. Si algo hace
HOMBRE DE CELULOIDE
Cuando regresé de Madrid, Heriberto Murrieta me puso en contacto con Elesban Solano, quien tiene filmada la vida de El Pana en ocho milímetros, sin ninguna intención comercial. Le ofrecí dinero y digitalizarle el material, a cambio del mismo. A partir de ese momento me concentré en el ser humano y en su alcoholismo, gracias a que ya tenía imágenes de su vida interior. ¿No le preocupó ser demasiado moralista en relación al alcoholismo?
No sé si sea moralino o no, pero conozco de cerca el sufrimiento que genera el alcoholismo. La cuestión es que como es light, minimizamos sus efectos. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Morir con lo más amado
A
pesar de que no tiene la fuerza de Otra vuelta de tuerca, Voces ocultas tiene un par de aciertos, aunque en su conjunto solo resulta medianamente recomendable. La historia de Silvio Raffo ganó el Strega (un importante premio literario italiano) y es buen ejemplo del post-horror, movimiento fílmico que apuesta por el susto existencial y no por el sobresalto del gato que suele saltar fuera del botiquín. Sin embargo, el director no consigue que su película resulte lo suficientemente estilizada como para convencernos de que es mejor una historia de duelo y reflexión en torno a la muerte que un fantasma cuya única función consiste en hacernos saltar sobre el asiento. Era un reto, pero le salió mal.
Emilia Clarke (a quien hemos visto desnuda en varios capítulos de Juego de tronos) vuelve a mostrar su cuerpo impecable. Solo por dos minutos más o menos. Tampoco hay suficiente picante en esta historia que lo dicho: escapa de las riendas de un director quien, como tantos otros novatos, está muy influido por la narrativa que más le gusta. No se trata solo de Henry James, de quien resulta incapaz de aprehender el erotismo. Voces ocultas sufre también la influencia de Rebecca, esa obra maestra con la que Hitchcock se volvió famoso en Estados Unidos. Con todo y que ambos directores utilizan novelas muy logradas, comparar a Howell con Hitchcock resulta problemático para el primero, un doble metido a director que no ha sabido incorporar sus influencias para
Voces ocultas (Voice from the Stone). dirección: Eric D. Howell. guión: Andrew Shaw basado en la novela de Silvio Raffo. con Emilia Clarke, Marton Csokas, Edward Dring, Caterina Murino. Estados Unidos, Italia, 2017.
despegar con un cine que tenga vida propia. Porque si bien es cierto que no hay creador sin influencias, también lo es que cuando se notan tanto como aquí, uno tiene la impresión de estar viendo los remiendos de un vestido que se nos vende como alta costura. El problema principal está en Emilia Clarke, quien no sé por qué ha sido tan elogiada por la crítica en inglés.
Yo la encuentro desangelada, sus diálogos están sobreactuados y habla un italiano verdaderamente espantoso. Aun así hay algo que resuena en Voces ocultas. Es la historia de un niño que parece escuchar el alma de las piedras y que lucha por superar el complejo de Edipo, incapaz de reponerse del choque existencial de haber visto morir lo que más amaba. L
MILENIO
p. 11
sábado 9 de diciembre de 2017
ESCENARIOS
ESPECIAL
El círculo de vida El rey león se despide de la Ciudad de México dejando a su paso una estela de encanto vocal y destreza física PERIPECIA
U
na estructura cilíndrica circunda por completo el cuerpo de un actor que se vuelve la pata de un elefante. Entre los pasillos del patio de butacas caminan animales de la selva, parte hombre o mujer y parte títere gigante, máscara, alas, plumas, patas, cola, cabeza. Estructuras artísticas con virtud de ensamblaje y movimiento se unen al cuerpo de un actor, una actriz, un bailarín, una cantante, que se funden en actitud animal para desplegar la celebrada historia El rey león, con su laureada música, buen humor nacional y una gota de albur sobre el escenario. El colorido, la diversidad de formas y texturas, la música, la danza y el canto, surgen con la naturalidad de un cálido y suave viento en los parajes de un África estampada en telas, tejidos naturales, plumas, espigas, follaje, montañas que avanzan y se transforman según el paisaje contemporáneo de un reino animal que parte de lo humano y lo refleja. El rey león se despide de la Ciudad de México luego de dos años y nueve meses de funciones ininterrumpidas, abiertas a un espectador dispuesto a invertir dos horas y media de felicidad sin culpa. El libreto de Roger Allers e Irene Mecchi, con música y letras de Elton John y Tim Rice, traducidas y adaptadas por Armando Manzanero y Aleks Syntek, la coreografía de Garath Faga, y la dirección de Julie Taymor, una labor que suma el complejo trabajo de 200 personas involucradas en equipos técnicos, creativos, actorales, físicos y de especialización, erige un espectáculo mágico en el que se asoma la ilusión de la perfección artística. Equilibrio corporal, fuerza física, capacidad gestual, proyección bajo la escultura de una máscara, detrás del maquillaje, a la
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
Escena de 140
mitad del lomo de un jabalí, o a distancia del cuerpo de una hiena, articulan la minuciosa labor de coordinación precisa para darle expresión a la comunidad selvática, incluido el león joven, cuya faz inmóvil se yergue sobre la cabeza de un actor capaz de expresar lo felino y lo humano en danza y en canto. Una línea de pelo cruza el espacio vacío entre el lomo y la cabeza de una hiena con rasgos caricaturescos, accionada con una mano por el actor, para mover la gran quijada que dejará escapar risa y fanfarronería, mientras con la otra mano nutre el movimiento de una pata anterior y presta sus dos piernas a las extremidades posteriores, al tiempo en que el rostro del intérprete reacciona a los estímulos de la historia y añade un toque de humor con acento tepiteño, que hace familiar y simpática a la manada. El tucán Zazú, títere azul y blanco, parado sobre el sombrero del actor Mauricio Salas, adquiere el toque de ternura de su manipulador, el conciliador mandril Rafiki, felizmente instalado en el cuerpo de la actriz y cantante Shirly Hlahtse, cuya voz con reminiscencias de góspel y jazz transita entre la calidez, la fortaleza y la enjundia. El adorable Pumba, encarnado por Sergio Carranza, como punketo de barrio mexicano; el Taimado Timón de Alfonso Borbolla; el tepiteño Balzai, de César Enríquez, hiena en jefe de maldad irónica; el traidor y soberbio Skar de Flavio Medina; el plantado Simba de Carlos Rivera y la delicada y fuerte Nala de Aitza Terán, con la dirección musical de Isaac Saúl, entre todo un ensamble de actores, cantantes y bailarines de Cuba, Colombia, Sudáfrica y México, hacen de esta obra musical traducida a siete idiomas una experiencia que refrenda el círculo de vida que la obra proyecta.L ESPECIAL
La obra musical dirigida por Julie Taymor se presenta de miércoles a domingo en el Teatro Telcel
Una instalación viviente MERDE!
L
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
a plenitud escénica que alcanzó Richard Viqueira este año con los montajes de Bozal y 140 tendría que catapultarlo como el director mexicano a los niveles de un clásico emocional como Julio Castillo o un irreverente racional como Juan José Gurrola: tiene su esencia, trabaja con poética y sus ocurrencias —no siempre con buen final— son geniales. De Bozal ya escribimos en esta columna, en febrero de este año. Aquello era alcanzar el cielo junto con los espectadores. 140 es lo contrario: desde los sótanos emergen cuerpos que se pronuncian en murmullos, en aullidos, en silencio, a gritos, sobre el sinsentido de vivir. El señor Twitter dicta pautas anunciando el desastre en 140 palabras escritas por 57 dramaturgos, irregulares, convocados en una idea original de Viqueira. Pero 140 es más que solo un monólogo o un diálogo, un sonido onomatopéyico, una frase sin sentido: es un manifiesto teatral del arte contemporáneo, donde hablar o escribir importa poco frente al vértigo escénico que atraganta a los espectadores, obligándonos a vomitarlo, o asfixiarnos. Donde el vacío son los sótanos de la conciencia que se convierten en subsuelo inconsciente, lejos de las definiciones del diccionario de la RAE. Si no se comprende lo que escribo va un ejemplo: el señor Twitter lanza desde el universo consignas y presagios como ideales. En la Tierra se interpretan como mensajes trágicos sin esperanza, regurgitaciones donde escasea la sobrevivencia. Desolación con sentido del humor. Risa con espanto. Sorpresa con parlamentos donde la mecánica teatral aniquila ideas preestablecidas. Sabemos del envilecimiento de los seres. Viqueira poetiza la crueldad de la vida con mensajes casi como aforismos donde lo que importa es condolerse sin expirar, hacer arte de los últimos alientos de la existencia. Igual ahí, en ese instante, un espectador despierta de su letargo. El teatro en estado de soledad procura la revivificación de sentimientos y razones. Viqueira quiere ser ese aliento donde el escenario nos devuelva la vida que olvidamos. 140 es la instalación viviente del arte contemporáneo. Teatro, pues, como una instalación contemporánea. Escenografía que se acerca a la pintura en movimiento, de grandes guiños a las grandes obras de los grandes maestros pero con el sello personal de un director que sabe de estética y estilo y convence con sus desplazamientos artísticos. Cada vez admiro más el trabajo de Richard Viqueira en un teatro mexicano donde lo correcto ha corrompido al arte. Hace mucho que merece todos los apoyos a su teatro. Pero no. Sigue siendo joven a pesar de pasar los 40 y le siguen dando presupuestos a cuentagotas para sus producciones. Ojalá este montaje no lleve el sentido administrativo de la cobertura de las 25 funciones en la UNAM. Ojalá lo dejen extinguirse con el fluir del público. Lo merecen el espectador sensible y Richard Viqueira. L
VARIA
sábado 9 de diciembre de 2017
p. 12
LABERINTO
ESPECIAL
Retazos TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
H
e hecho el intento de vivir en el pasado. Aislado, sin radio ni televisión, me pongo a leer cada día el periódico de allá cuando nací y fantaseo con que ése es el presente. Pero la fantasía dura poco y acaba por romperse cuando alguien menciona el asunto de Cataluña, las corruptelas de Peña Nieto & Co., o que si México está en el grupo de Alemania. Ni modo de responder que Franco no permitirá que se parta España, o que Adolfo López Mateos no me parece tan corrupto o que México quedó en el grupo de Brasil, España y Checoslovaquia. Sea como sea, la prensa antigua me gusta más que la contemporánea, y la consulto con frecuencia. Un periódico viejo es sucursal de la historia, y prefiero la historia al chisme. Hoy, por ejemplo, me pregunté qué había pasado en el mundo el día en que nació Carlos Fuentes. Pero los reportes de ese día no eran especialmente emocionantes. Hubo un temblor en Oaxaca y cayeron algunas casas sin que hubiese otro culpable que la divina providencia. En Rumania hubo intento de golpe de Estado. Poincaré nombró su gabinete, en el que aparecía André Maginot como ministro de Colonias, título que habría de desaparecer, y cuyo nombre conocemos hoy por la línea militar de su creación; después sería ministro de Guerra, eso que en tiempos más blandengues llamamos ministro de Defensa. El evento estelar de ese día no fue el nacimiento del literato, sino la conmemoración del décimo aniversario del fin de la Primera Guerra Mundial. Le Monde reportó: “Durante un minuto la vida suspendió su transcurso: un minuto de recogimiento durante el cual todos los
Piloto de la Primera Guerra Mundial
pensamientos se trasladaron a ese 11 de noviembre de 1918, en que la guerra, a las once de la mañana, se dio por terminada”. Y la conmemoración de la fecha me llevó a una obra maestra que también evoca la fecha. “Todos los pilotos muertos”, de William Faulkner, cuento que casi de entrada nos dice: “Y es que están muertos todos los pilotos de antaño, muertos el 11 de noviembre de 1918”. No comienza el cuento según las reglas, sino con una reflexión que de momento parece intrusa. Pero estas mismas líneas iniciales advierten que “está hecho a retazos este relato”. Más allá de las venturas y desventuras de los protagonistas del cuento, al final Faulkner vuelve a encajar otra reflexión, otro retazo que le da sentido al texto y a la vida y a la muerte, que sirve de triste homenaje a los caídos en esa y en otras guerras, y es oración para leerse cada 11 de noviembre.
“Y eso es todo. Eso es. La valentía, la temeridad, llámesele como se quiera llamar, es un destello, un instante de sublimación, y ¡zas! De nuevo la antigua negrura. Por eso, es por eso. Es demasiado fuerte para el pan de cada día. Y si fuera el pan de cada día, no sería un destello, un resplandor. Y por eso, por ser momentáneo, solo se puede preservar y prolongar en el papel: una imagen, unas cuantas palabras escritas que cualquier cerillo, una mínima e inofensiva llama que cualquier chiquillo puede engendrar, puede desaparecer en el acto. Una astilla de madera de tres centímetros de largo con la punta embadurnada de azufre es más larga que la memoria o el dolor; una llama no mayor que una moneda de seis peniques es más feroz que la valentía o el desaliento”. Con tales frases uno no puede vivir en el pasado, sino en la eternidad. L
LA GUARIDA DEL VIENTO
ALONSO CUETO ESPECIAL
Dónde está la ficción E l discurso del magnífico narrador Emmanuel Carrère en la Feria de Guadalajara el 25 de noviembre pasado hacía una alusión larga a un ilustre antecesor. A sangre fría (1966), de Truman Capote, es no solo un antecedente ilustre del francés. Desde su publicación podemos decir que un nuevo fantasma, de carne y hueso, recorre la literatura. Las novelas de no ficción han sembrado un género que cada día logra más adeptos, y el premio a Carrère es un reconocimiento a esa tendencia en uno de sus puntales. Gracias a la transparencia de la novela de no ficción, las antiguas “novelas en clave” parecen anacrónicas. Si hubiera sido escrita hoy día, Los mandarines (1954) de Simone de Beauvoir, que aludía con nombres ficticios a Sartre, a Camus y a Nelson Algren, incluiría los verdaderos. Hoy no hay lugar para los disfraces o hipocresías. Un punto culminante en la tendencia de no ficción fue la muy divertida La tía Julia y el escribidor (1977) de Mario Vargas Llosa, donde el mismo autor aparece con su nombre. En el año 2000, Carrère publicó El adversario que ya
señala con nombre propio a Jean–Claude Romand, que mata a sus hijos y sus padres. Un tiempo después, en el 2009, el noruego Karl Knausgard publica el primero de los tomos de Mi lucha, que ofrece una versión descarnada y directa de su propia vida. El tema del padre recorre la literatura una vez más. En una línea similar, las novelas de Javier Cercas han ofrecido versiones de no ficción notables desde su obra maestra, Soldados de Salamina. Pensando en todo esto recordé a Henry James, quien en su polémica con H. G. Wells en 1915 afirmaba que la ficción es la única fuente esencial de vida. Luego de publicar la defecuosa Boon, una novela en la que se burla de su maestro (llegaría a afirmar que las narraciones de James muestran la acción de “un elefante a la búsqueda de un guisante”), Wells afirmó que para James la novela es una pintura (es decir, según él, algo inútil) y que para él es una casa, es decir, un artefacto utilitario. Si Wells creía en la utilidad práctica del arte, James iba a rechazar esta comparación afirmando que solo el arte crea la vida (“It is art that
Emmanuel Carrère
makes life”). En un pasaje de Un tranvía llamado deseo, Blanche Dubois afirma: “No quiero realismo. Quiero magia”. Es lo que James quizá le hubiera dicho a la no ficción. Pero la narrativa admite todas las rutas. Lo que cuenta en las novelas es que, séalo o no, todo parezca verdadero. Y eso al final siempre depende de la forma. L