Laberinto
UN POEMA DE MIGUEL ÁNGEL FLORES (1948-2018) p. 03
LOS ESCRITOS TÓXICOS DE CÉLINE
melina balcázar moreno p. 04
MILENIO
NÚM. 762
sábado 20 de enero de 2018 FOTO: REUTERS
UN AÑO DE LA ERA TRUMP rob riemen p. 06
ANTESALA
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sábado 20 de enero de 2018
LABERINTO
ESPECIAL
El 68 también envejece ESCOLIOS
ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
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ste 2018 se conmemora el cincuentenario de la rebelión cultural más representativa, masiva y extendida globalmente de la historia moderna, que culmina en los movimientos estudiantiles del 68. Ese año, las numerosas subversiones, intuiciones libertarias y exhortos al cambio que se habían generado por más de un siglo, desde el romanticismo hasta los movimientos contraculturales de los cincuenta y sesenta pasando por las vanguardias artísticas al inicio del siglo XX, se mezclaron, alcanzaron la cúspide de su popularidad y salieron a la calle con sus consignas coloridas y su seductor radicalismo. El 68 tiene diversos detonantes en los países en los que hace eclosión; sin embargo, está unido por un intransigente espíritu de transformación: no solo se trata de demandas políticas o sociales específicas (que las hubo), sino de una revolución que pretende modificar las mentalidades, brindar prioridad al goce y fusionar la vida con la estética. Ese año hechizante, los añejos anhelos de elevar la intensidad y el vértigo de la experiencia cotidiana adquieren un inusitado eco social y la utopía se convierte en una consigna perentoria que exige arreglar al mundo, extirparle sus conflictos, sus obligaciones y
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
El Mayo francés
su aburrimiento y convertirlo en un espacio de solaz y aventura. En efecto, la dinámica de la acumulación económica, el arraigo de la reglamentación, la internalización inconsciente de la personalidad autoritaria, la enajenación del trabajo y el consumo alienante, y todos los demás males que se le atribuyen a la sociedad moderna, se combaten sin tregua: contra la codicia y la competencia, la frugalidad y la hermandad; contra la norma castrante, la subversión y el humor; contra el sedentarismo, el nomadismo; contra la institución de la familia, la sexualidad libérrima y la comuna; contra el control y la anomía de las ciudades
Con la sopa de letras, el poeta se tragó sus palabras.
Detroit, de Bigelow LOS PAISAJES INVISIBLES
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l 23 de julio de 1967, la policía de Detroit hizo una redada en un bar que servía alcohol a deshoras en Victoria Park, un barrio predominantemente negro. Aunque se trataba de una fiesta privada (la bienvenida a unos reclutas que retornaron de Vietnam), los polis hicieron lo acostumbrado: golpearon y catearon a los hombres, ultrajaron a las mujeres, los remitieron a las mazmorras. Hastiados de la recurrente prepotencia y brutalidad policiaca, los vecinos de Victoria Park comenzaron una revuelta: saquearon tiendas, apedrearon patrullas, quemaron autos. La respuesta, en “el país de la libertad y la democracia”, fue enviar a la Guardia Nacional, lo que enardeció aún más los ánimos y, para menguar la escalada de la protesta, comenzaron los toques de queda y más redadas (el argumento fue que había francotiradores) y entonces
contemporáneas, la vuelta a lo primitivo o la reinvención aleatoria y lúdica de las urbes. Por eso, el 68 es un intento tan heroico como, a ratos, pueril, de hacer confluir las más contradictorias vías de liberación, desde el erotismo hasta el LSD, desde la florida guerrilla cultural de los hippies o los provos hasta la guerrilla armada, desde la mística oriental hasta la anti–psiquiatría. Son muchos los legados valiosos de esa indómita pubertad civilizatoria que resulta pertinente actualizar, pero también son muchas sus taras, inercias y arrugas, a las que siguen rindiendo reverencia muchos de sus exégetas avejentados. L
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
sucedió: un soldado mató a una niña que asomó por una ventana, el oficial Phillip Krauss disparó por la espalda a un pobre diablo que robó un comercio de abarrotes y después la ley marcial. El 25 de julio, en ese sórdido ambiente policiaco– militar, un bromista hospedado en el Motel Algiers, cercano a Victoria Park, percutió una pistola de fulminantes a decenas de metros de la tropa y provocó uno de los crímenes raciales más infames del siglo XX estadunidense: la policía, encabezada por el oficial Krauss, asesinó a tres hombres y golpeó con saña a nueve personas más. Eran diez negros y dos mujeres caucásicas. (¿Sobra decir que la policía local, la estatal y la Guardia Nacional era de piel blanca?... Entre ellos solo había un tipo negro, que intentó hacer de mediador, el guardia privado Melvin Dismukes.) Aquella noche, Larry Cleveland
Reed, cantante de The Dramatics, vio truncada su carrera: el asesinato de su amigo Fred (regresaban de una malograda presentación en la que los productores de Motown iban a escuchar a The Dramatics pero debido al toque de queda se hospedaron en el Algiers) le inoculó una incurable fobia policiaca y se refugió por el resto de su vida en el humilde escalafón del coro de una iglesia. Esta es una breve sinopsis de Detroit, el filme más reciente de Kathryn Bigelow, y créanme que es breve en tanto no vean la película, porque no solo omití detalles relevantes sino que tampoco anticipé el desenlace ni narré la turbación que provocan algunos personajes o la espiral de reflexiones que el guión de Mark Boal va planteando conforme avanza este relato (o incidente) que pudo acontecer en los años noventa o en 2000, en 2005 o el día de ayer o que podría suceder la próxima semana: los asesinatos de Florida (Trayvon Martin, 2014) y de Ferguson, Missouri (Michael Brown, 2015), perpetrados por policías sajones, mantienen vigente esa sentencia de James Baldwin a propósito de Medgar Evers, Malcolm X y Martin Luther King: “La historia del Negro en América es la historia de
América, y no es una bonita historia”, frase que, por cierto, subraya el documental No soy tu negro (2016), de Raoul Peck, en el que Baldwin reflexiona en flashback y anticipa en flashforward la imposible alteridad en un país (y un planeta) que se sostiene en sus impulsos primarios: Kathryn Bigelow recrea en Detroit lo que sucedió hace 50 años y al mismo tiempo exhibe el presente de miseria moral, fascismo, misoginia, xenofobia y racismo porque sí: el tiempo cambia todo menos los instintos y las mentalidades (apenas en agosto de 2017, en Charlottsville, Virginia, los blancos supremacistas se declararon en guerra contra la población negra y las etnias inferiores). Detroit, de Kathryn Bigelow, es apenas una pincelada y no un retrato de este mundo en el que se cancela la publicación de los panfletos antisemitas de Céline por “incitar” al odio, pero se tolera sin aspavientos que un Donald Trump se refiera a El Salvador y Haití como “países de mierda” (¿cuántos más están, o estamos, en ese saco de materia oscura que almacena su fuero interno? La pregunta vale porque es como atisbar a las entrañas de un supremacista que por desgracia tiene acceso al botón que puede arrasar el planeta). L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
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× M I G U E L
Á N G E L
sábado 20 de enero de 2018
ANTESALA
ESPECIAL
F LO R E S ×
Encuentros Con este poema despedimos al poeta, ensayista, académico y traductor, fallecido el 17 de enero en la Ciudad de México, amigo y colaborador de Laberinto Una escena de El mágico prodigioso
N
o está en el sueño del poeta rendirse antes de entregar todas sus sílabas; lejano se piensa el crepúsculo cuando la gota de miel se derrama sobre el día. Pero hay veces que se debe ceder el lugar al que detrás viene. La hoja no vuelve jamás a la rama de la que se desprende. Entonces, que se nos conceda la inmortalidad por la gracia de la poesía. Luego, no lloren, no derramen lágrimas por el que entrega su rostro a la muerte. Ya bastante dolor es recibir sepultura en esta tierra que el hombre envilece. ×EKO×EX LIBRIS×CASANDRA×
Un desnudo de Calderón de la Barca BICHOS Y PARIENTES
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JULIO HUBARD
alderón de la Barca es el escritor que más admiración literaria me produce. Literaria. No dramática (sus personajes son ideas vestidas, elocuencias en versos magníficos), no moral (no entiende el mal; hasta los demonios se excusan: “tengo licencia”, dicen cuando entran en escena). No he leído obra suya que no me produzca deslumbramiento: su versificación, su inteligencia, sus astucias formales. Y una admirable decepción: prefiero leer sus obras que verlas representadas: gran literatura, pero teatro arruinado. Shakespeare es su antípoda: personajes con frecuencia contradictorios, incapaces de dar razón de sí mismos, inconsecuentes y... vivos. Pero las ideas morales de Calderón no solo se hicieron viejas. Algunas nos resultan insoportables: habría que ver un mundo en el que un violador remedia su daño casándose con la mujer que violó. Y el daño que repara no tiene que ver con ella sino con el honor de la familia y, en primer lugar, del padre. En esto, Calderón no es distinto de Lope y otros dramaturgos de su siglo. Quizá la misoginia del “honor” hispano tenga alguna herencia ideológica que no se ha tomado en cuenta en tanto debate actual. La sexualidad y el erotismo no existen en las tablas del Siglo de Oro. El cuerpo les produce más miedo que los demonios. Se deja ver desde Lope y antes, pero en Calderón es aparatosa la distancia del ser humano en tanto alma e inteligencia y su inexistente cuerpo. El desnudo existe en la literatura picaresca, cuando a algún pobre varón le roban la ropa (siempre un hombre, jamás una mujer), o esa sucia fijación quevedesca con el ojo del culo, o en escasas escenas cómicas, como el Cardenio del Quijote. Pero son desnudos risibles y siempre textuales. Nunca en escena. Por eso sorprende hallar en Calderón el único desnudo femenino del teatro del Siglo de Oro. O algo así. En El mágico prodigioso, Cipriano ha vendido su alma al diablo, a cambio de poseer a Justina. En la escena, Cipriano ve llegar al demonio con una mujer, cubierta con un manto negro. Cuando el diablo ha de desnudar a Justina para entregársela a Cipriano, arranca el manto y Calderón indica: “que con facilidad se quite todo y quede un esqueleto que ha de volar, o hundirse, o como se haga con velocidad, si bien será mejor desaparecer al viento” (vaya, hasta sus instrucciones escénicas son poemas). No sé si tenga o no que ver, pero de pronto pienso en los periodicuchos amarillos: siempre la foto de una guapa casi desnuda, junto a la de un cadáver. Despertar el deseo e infundir terror. L
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LABERINTO
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Los escritos tóxicos de Céline Una agria polémica dominó la escena cultural francesa en las últimas semanas desde que Gallimard anunció su propósito de publicar los panfletos antisemitas que el narrador francés escribió entre 1937 y 1941. La editorial ha dado marcha atrás pero es más que pertinente conocer el calado de los argumentos antagónicos DEBATE MELINA BALCÁZAR MORENO/ PARÍS
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a reedición de los panfletos antisemitas que Louis–Ferdinand Céline publicó entre 1937 y 1941, anunciada durante el mes de diciembre pasado por la prestigiosa editorial francesa Gallimard, ha provocado una fuerte polémica que no cesa de aumentar. Ha alcanzado incluso los círculos del poder, pues desde su anuncio el gobierno actual se sintió obligado a intervenir a través de su delegado por la lucha contra el racismo y el antisemitismo, que envió una carta incitando al editor Antoine Gallimard a ofrecer “las garantías necesarias” para que una publicación de este tipo sea posible sin peligro. Es decir, para que se evite el riesgo de una descontextualización histórica e ideológica, mediante un aparato crítico elaborado por un grupo multidisciplinario de especialistas. Ante la magnitud de la polémica, el primer ministro, Édouard Philippe, ha decidido tomar posición declarándose a favor de la reedición: “No tengo miedo de la publicación de esos panfletos, pero habrá que acompañarlos con sumo cuidado. Existen razones de peso para detestar al hombre, pero no se puede ignorar al escritor ni su lugar central en la literatura francesa”. Estas declaraciones suscitaron la viva reacción del abogado e historiador Serge Klarsfeld, conocido por su lucha contra el antisemitismo y contra los criminales de guerra nazis, quien desde un inicio se ha opuesto con firmeza al proyecto. En su calidad de presidente de la Asociación de hijos de los deportados judíos de Francia, ha exigido al presidente Emmanuel Macron que se prohíba la reedición, ya que, afirma, “ningún aparato crítico podrá aligerar el contenido de sus intenciones abyectas”. Sin embargo, el primero en oponerse a la reedición de estos panfletos fue el mismo Céline, al fi nal de la guerra. Después de su muerte en 1961, su viuda Lucette Destouches y su abogado François Gibault respetaron su voluntad e impidieron toda nueva edición. Pero de manera sorpresiva, e inexplicable para algunos, ambos han dado fi nalmente su autorización. Según lo explica François Gibault, esto se debe a que “la época ha cambiado”, como lo demuestra la reedición de 2015 del feroz panfleto antisemita Les Décombres de Lucien Rebatet (1903–1972), que no provocó ningún escándalo entre la opinión pública francesa. Otra de las razones que la justificaría es que los panfletos
ESPECIAL
Hitler y un grupo de oficiales alemanes frente a la Torre Eiffel, 1940
son fácilmente accesibles en la red, aunque sin ninguna advertencia y sin el aparato crítico que prevé incluir Gallimard. De hecho, una edición crítica ya ha sido posible en Quebec, en 2012, debido a la diferencia de legislación: Canadá establece la entrada de una obra al dominio público después de 50 años de la muerte de su autor, mientras que en Francia se fija a después de 70 años. Por su parte, el editor asegura que su intención es “enmarcar y situar en su contexto estos escritos de una gran violencia, marcados por el odio antisemita” y hacer que, por fin, Bagatelles pour un massacre, L’École des cadavres y Les Beaux Draps integren el conjunto de la obra del autor, como una manera de restituirle su complejidad histórica, que Céline intentó ocultar al ejercer, como escritor, el derecho de retirar sus libros a sus editores. Tal es también la opinión del reconocido especialista de su obra, y biógrafo, Henri Godard, que defiende la reedición: “El haber relegado los panfletos, como un cadáver en el armario, ha creado una situación malsana. Se les evoca con frecuencia pero en realidad casi nunca se han
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LITERATURA
ESPECIAL
leído realmente los textos en su integralidad. Es justo que los admiradores de las novelas puedan tener conocimiento, si así lo desean, de los otros libros del autor. Si después de hacerlo, la mayoría de entre ellos —como podemos suponerlo— conserva intacto el placer de la lectura de sus novelas, constituirá una prueba, más elocuente que cualquier discurso, del valor que en adelante otorgaremos a la creación artística”.
LITERATURA VERSUS HISTORIA
No obstante, para que la publicación no sea considerada una incitación al odio racial y, de esta manera, sea legalmente posible en Francia, estos escritos deben aparecer precedidos de un texto que los resitúe en la historia, en particular con respecto al Holocausto. Ante la propuesta gubernamental de confiar la edición a un equipo de historiadores, Gallimard se ha negado —por el momento— a retirarla al profesor de literatura y especialista de Céline, Régis Tettamanzi, quien estuvo a cargo de la edición canadiense. Varios historiadores se han manifestado también por esta opción en diversas tribunas, así como el sociólogo y politólogo Pierre–André Taguieff, quien a principios de 2017 publicó Céline, la race,
le Juif, en colaboración con Annick Duraffour: “El objetivo de un editor responsable debería ser confrontar estos textos tóxicos con la verdad histórica, demostrando las mentiras y tergiversaciones que contienen, a fin de limitar su poder de seducción y de adoctrinamiento. Solo un equipo multidisciplinario, compuesto principalmente de historiadores reconocidos y especializados en el estudio de los diversos ámbitos que se abordan, podría, sin la presión de la urgencia, efectuar tal tarea”. El mismo Serge Klarsfeld ha señalado como algo extremadamente peligroso la fuerza del estilo de Céline, su poder de seducción que hace tan difícil —si no imposible— distinguir “su talento” de “sus delirios”. Según el crítico y escritor Pierre Assouline, miembro notorio de la Academia del Premio Goncourt, que firmará el prefacio de la reedición de Gallimard, los historiadores suelen dejar de lado —por desprecio o por incompetencia— el aspecto literario de la obra de Céline. De ahí tal vez la negativa de que sean ellos los responsables de la edición crítica. Así se expresó acerca del libro de Taguieff y Duraffour al momento de su publicación: “la actitud de estos dos académicos —poco común en la historia literaria—, que han consagrado tanto tiempo, esfuerzo y energía para efectuar investigaciones sobre un hombre que les produce repugnancia y sobre una obra que les es indiferente, pertenece a una psicología que se nos escapa por completo”. Pero es en especial el hecho de que su ángulo de ataque —más que de estudio— sea moralizador lo que parece preocupar a Assouline, que lee en tentativas como la suya una forma de descalificación del conjunto de la obra, al afi rmar por ejemplo que Céline no fue sino un arribista que concibió Viaje al fi n de la noche (1932) como un mero producto comercial, como una estrategia más para ocultar su antisemitismo: “Aunque el tono y el espíritu de su libro vacilen permanentemente entre el análisis riguroso del historiador y los excesos polémicos, han buscado ‘desmitologizar’ a Céline. Pero ha sido inútil: su obra en su totalidad, panfletos y correspondencia incluidos, seguirá siendo una de las pocas que dominaron el siglo XX literario. Contra esa montaña literaria, este tabique, obra de archivistas, nada puede hacer, pues el juicio a partir del cual pretenden condenar a un escritor reside solo en la moral, si no en la moralina. De ahí a hacer de todos los lectores de Céline unos rufianes no hay más que un paso. Acusados de complacencia, poco falta para que se les haga pasar incluso por negacionistas”. Un análisis que no sepa o se niegue a tomar en cuenta la dimensión literaria de su escritura corre a su vez el riesgo de no aprehender y, así, de no poder explicar su complejidad. En efecto, nada es sencillo en la obra de Céline, ni siquiera los panfletos, como lo hace notar Henri Godard: “Si, a pesar de todo, el lector continúa su lectura será porque espera encontrar aquí y allá algunas páginas del Céline que ha apreciado en sus novelas. Ya que las cosas serían muy simples si los panfletos no ofrecieran más que una logorrea antisemita. En ese desierto existen algunos oasis. Céline nos da lo mejor de su vehemencia satírica cuando evoca, por ejemplo, los resultados concretos de 19 años de comunismo; lo mejor de su poder de evocación al decir la poesía de San Petersburgo; nos ofrece su inspiración fantástica más personal en el final de Les Beaux Draps. Aunque de ninguna manera habría que aislar tales páginas de su contexto”. Así, el deber del editor consistiría más bien en preservar la libertad de los lectores para decidir por ellos mismos lo que eligen leer o no, proporcionándoles a la vez las herramientas teóricas que les permitan ampliar la lectura de estos textos que, a pesar de todo, forman parte de la historia, pero sobre todo de la literatura.L
Ofrecemos una selección de las ideas más agrias de quien fue, paradójicamente, uno de los grandes escritores franceses del siglo XX
DENTELLADAS De Bagatelas para una masacre: [Hitler] no ha dicho nada contra los bretones o los flamencos. Nada de nada. Solo se ha referido a los judíos, porque no le gustan los judíos. Tampoco a mí. Digo con toda franqueza lo que pienso: preferiría tener una docena de Hitlers que un Blum omnipotente. Al menos, puedo entender a Hitler. No me gustan los negros fuera de su lugar... No veo ninguna delicia en que Europa se vuelva completamente negra... No me haría ninguna gracia. Siempre, y en todas partes, la democracia no es más que el biombo de la dictadura judía. De La escuela de cadáveres: Los judíos, racialmente, son monstruos híbridos, lobos que deben desaparecer. […] En el rebaño humano no son otra cosa que bastardos gangrenosos, destructores, putrefactos. El judío no ha sido jamás perseguido por los arios. Se persigue a él mismo. Es el damnificado por sus propios deseos de carne híbrida. Encuentro a Hitler o a Mussolini admirablemente magnánimos, infinitamente más a mi gusto, destacados pacifistas, en una palabra, dignos de 250 premios Nobel. De Un lío gordo: Más judíos que nunca en la calle, más judíos que nunca antes en la prensa, más judíos que nunca antes en el bar, más judíos que nunca antes en la Sorbona, más judíos que nunca en medicina, más judíos que nunca en el teatro, en la ópera, en la industria, en los bancos. París, Francia más que nunca antes cedió a los masones y judíos, más insolentes que nunca. ¡El racismo primero! ¡El racismo ante todo! […] ¡Desinfección! ¡Limpieza! Una sola raza en Francia: la aria. […] Los judíos, híbridos afro– asiáticos, seminegros y provenientes del Medio Oriente, fornicadores, salvajes, no tienen nada que hacer en este país. El ruso es un carcelero nato, un chino torturador fracasado, […] solo el judío está a su altura, basura de Asia, basura de África, están hechos para casarse. De Viaje al fin de la noche: Lo mejor que puedes hacer, verdad, cuando estás en este mundo, es salir de él. Loco o no, con miedo o sin él. Cuando los grandes de este mundo comienzan a amarnos, es porque van a convertirnos en carne de cañón. L
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Míster Kitsch El autor de Para combatir esta era: consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo (Taurus) medita sobre el primer año de la presidencia de Donald Trump y el retorno de los fascismos, el odio y la xenofobia. Completamos el balance con un ensayo acerca de esa nueva impostura política que es el elogio de la ignorancia y la mentira
actual fenómeno no es comparable con el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial, sino con el momento en que éste se gestaba. Y aunque se encuentra en una etapa temprana, no hay que ser ingenuos: debemos llamar a la enfermedad por su nombre antes de trabajar juntos en el antídoto.
ROB RIEMEN
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chenta años atrás, en febrero de 1938, un migrante llegó, por fortuna, a Nueva York y comenzó a dar una serie de conferencias de costa a costa de Estados Unidos. Quince ciudades abarrotaron sus auditorios municipales para escucharle hablar de “La próxima victoria de la democracia”. En su ciudad natal, Múnich, este migrante, el escritor ganador del Nobel Thomas Mann, había atestiguado el ascenso de Adolf Hitler y vio cómo un movimiento fascista tomaba el poder en toda Europa. Había contemplado la desaparición del espíritu democrático en una sociedad de masas donde los demagogos eran bienvenidos con sus políticas de resentimiento, su incitación a la ira, el miedo y la xenofobia, su necesidad de encontrar chivos expiatorios y su odio hacia la vida del espíritu. A partir de lo que había experimentado en la Europa fascista y con plena conciencia de las fuerzas siniestras que enfrentaba el presidente Roosevelt en suelo estadunidense, Thomas Mann deseaba que el país en el que recién había sido acogido se enterara de cuán fácilmente una democracia y sus instituciones podía venirse abajo cuando pierde su identidad. En sus conferencias definió la democracia como “esa forma de gobierno y sociedad que se inspira, por sobre todas las cosas, en la sensibilidad y la conciencia de la dignidad humana”. Estas son grandes palabras y Mann sabía bien lo mezquina que puede volverse la gente cuando se entrega a su egoísmo, su crueldad, su cobardía y su estupidez. Por esa misma razón, instaba a su público a nunca olvidar que “lo grandioso y lo honorable que hay en el hombre se manifiesta en el arte y la ciencia, en la pasión por la verdad, la creación de belleza y la idea de justicia”. Estas son las cosas que cultiva una democracia auténtica, en su búsqueda de ser esa forma de gobierno que eleva al ser humano, que le permite pensar libremente y ser libre. La lección que Thomas Mann pretendía transmitir era que la meta de una sociedad democrática es educar en la nobleza de espíritu como la mayor arma contra la degeneración de esa misma democracia en una democracia de masas, en la que los demagogos, la estupidez, la propaganda, los disparates, la vulgaridad y los instintos más viles se vuelven dominantes hasta que, inevitablemente, dan a luz a ese hijo bastardo de la democracia: el fascismo.
La adicción a Twitter de Trump y el hábito de evitar cualquier debate intelectual serio son típicos del populista demagogo
◆◆◆ Ochenta años más tarde, nuestra civilización occidental está en crisis. Hay una deficiencia en nuestra cultura y debido a ella enfrentamos, una vez más, en muchos países que se consideran a sí mismos como democracias liberales, su consecuencia política: el regreso del fascismo. ¿El fascismo? Sí, el fascismo. Como Albert Camus intentó advertirnos en su novela La peste, el bacilo del fascismo nunca muere ni se erradica de manera definitiva, sino que permanece latente en la democracia de masas y eventualmente, bajo ciertas circunstancias, despierta y comienza a infectar de nuevo cada parte de la sociedad. No es difícil ver al actual presidente estadunidense como un ejemplo de la nueva dispersión de este bacilo. Por supuesto, el ESPECIAL
◆◆◆ El hecho de que Trump encarna la mentalidad fascista clásica se vuelve evidente a través de una serie de características de la cultura fascista, como el kitsch, la pornografía, la política de la mentira, la demagogia y el autoritarismo. La adoración que tiene Trump por el dinero, el oro, el entretenimiento, las grandes cifras y la apariencia física, el cultivo de una identidad basada no en quién es, sino en lo que posee, además de su irrefrenable necesidad de ser adorado, hacen de él todo un Sr. Kitsch. La forma en que Trump acosa y degrada a las mujeres, su ansia de poder y dominación, así como su vulgaridad, vienen todas del mundo de la pornografía y esta pasión le hace acreedor al título de “la estrella más destacada del porno estadunidense”.
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La política de la mentira que practica Trump (incluyendo el resentimiento, la xenofobia, el miedo y el odio) pone de relieve el acierto de Thomas Mann cuando, en una conferencia que dio en 1940 con el título “Guerra y democracia”, dijo a su auditorio en Los Ángeles: “voy a decirles la verdad: si algún día el fascismo llega a este país, lo hará en nombre de la libertad”. La adicción a Twitter de Trump, el hábito de ofender a sus contrincantes y evitar cualquier debate intelectual serio son típicos del populista demagogo que detesta la vida mental. La exigencia de lealtad incondicional que hace Trump, su incapacidad para aceptar cualquier forma de crítica y la convicción que tiene de ser un genio son características del autoritarismo. El presidente, demasiados plutócratas y todo poder basado en la propaganda desprecian el espíritu de la democracia sobre el que hablaba Thomas Mann en sus conferencias, hace ochenta años. Estados Unidos, sin embargo, no es todavía un estado policial: existe aún la posibilidad de luchar contra el regreso del fascismo y por restaurar la civilización democrática. La pregunta aquí es cómo hacerlo. ¿Cuál podría ser el antídoto contra esta forma temprana de fascismo y su desarrollo hacia un estadio mucho peor? Una deficiencia cultural no es algo que pueda “arreglarse”, así que no puede ser un trabajo para la ciencia y la tecnología. La crisis de una civilización va mucho más allá de la crisis económica, así que tampoco podrán solucionarla un mayor crecimiento económico y una disminución de la desigualdad. ¿Mayor corrección política? A pesar de sus nobles intenciones, ella no ha logrado más que cultivar un clima enfermizo de victimismo. ¿Más filosofía posmoderna y su negación de los valores absolutos, como la verdad, la belleza y el bien, con el emblema de “todo se vale”? Sucede que el posmodernismo no es más que un nihilismo intelectual que legitima la ignorancia, cultiva la vacuidad del espíritu y ha abierto la compuerta para dar paso a la actual inundación de lo falso, disfrazado para su aceptación social con el lema de “esta es mi verdad”. ¿Más activismo político en contra de Trump? A pesar de lo importante que es, desafortunadamente no bastará. La desaparición de Trump y su familia del mapa político no traerá consigo una erradicación del bacilo del fascismo. Thomas Mann, sin embargo, nos dio una pista central: una democracia auténtica comienza con una educación auténtica. ¡Lo que más se necesita ahora es educarnos en una nueva contracultura! No es coincidencia que el retorno del movimiento fascista se acompañe del llamado a “hacer América grande de nuevo”, que se refiere a la grandeza de la fuerza, del poder y la falsa promesa del regreso a un pasado inalcanzable. La nueva contracultura debiera, al contrario, educarnos en la capacidad, inherente al ser humano, de trascenderse, de tener imaginación y empatía, de vivir en la verdad, crear belleza y alcanzar la justicia. Esta es la verdadera grandeza: honrar la dignidad de cada ser humano. ¡De esto se trata la civilización democrática! Es el llamado que Thomas Mann hacía desde 1938: una educación en la nobleza del espíritu, con su exigencia perdurable de nunca conformarse con el mundo tal como es, sino tener el valor de aceptar la propia responsabilidad moral de pelear contra el retorno del fascismo y a favor de la supervivencia del espíritu democrático. L Rob Riemen es presidente del Instituto Nexus de Holanda. Artículo de opinión enviado a Laberinto por el propio autor. El título es de la Redacción. Traducción de Atahualpa Espinosa.
sábado 20 de enero de 2018
DE PORTADA
La cultura (de) Trump PABLO BRESCIA*
A
poco de que Donald J. Trump ganara las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos, escribí en este mismo suplemento que el racismo, el sexismo, la intolerancia y el individualismo mal entendido habían logrado una victoria que tendría amplias repercusiones. Se había votado desde la ignorancia y desde el bolsillo, usualmente malos consejeros los dos. Desde mi lugar —un profesor y escritor hispano que vive en Estados Unidos desde 1986— decía, además, que ingresábamos en la etapa más oscura, política y socialmente, desde que había llegado a ese país. La esfera que habito y disfruto, la que más me interesa, es la de la cultura. ¿Qué ha pasado con la cultura en Estados Unidos bajo el influjo Trump? Es una pregunta que amerita una reflexión extensa y cuidadosa; es demasiado pronto para responder de manera categórica. No obstante, hay elementos salientes que ayudan a comprender el momento. Por un lado, está claro que al actual presidente de Estados Unidos no le importa demasiado la cultura vista como manifestación artística e histórica de una sociedad. Por ejemplo, para celebrar el mes de la herencia afroamericana en febrero, Trump leyó unas notas, pero como nunca se atiene al guión preparado, habló del esclavo, abolicionista y orador del siglo XIX Frederick Douglass como si estuviera vivo en el siglo XXI; sus palabras textuales fueron: “ha hecho un gran (amazing, epíteto favorito del presidente) trabajo”. Está claro que los ejemplos de la ignorancia trumpiana podrían seguir llenando el calendario. Entre las primeras cosas que se anunciaron como medidas políticas con consecuencias tangibles estaba la posible eliminación de dos instituciones federales: el National Endowment for the Humanities y el National Endowment for the Arts. No es difícil imaginarse a este gobierno preguntándose para qué sirven el NEH y el NEA y proponer eliminarlos o matarlos de hambre en aras de la eficiencia gubernamental. Por supuesto, estos organismos no sirven para nada. Por supuesto, preguntar para qué sirven es hacer la pregunta incorrecta. La ignorancia y el bolsillo. Por otro lado, pareciera que las palabras “Trump” y “cultura” son un oxímoron —no van juntas—. En sus discursos, el presidente no habla de libros o de música, solo de programas televisivos. Y ahí está la clave: la cultura como hábito social pasa por los medios de comunicación que, para Trump, son solamente dos: la televisión y Twitter. ¿Por qué esta preferencia? Los utiliza como canales de exhibición —producto de su paso por los reality shows y su estatus como celebrity— y de retroalimentación. Es decir, y lo ha dicho, mientras se hable de mí (no importa si bien o mal) estamos en el buen camino. En 1985, Italo Calvino publicaba Seis propuestas para el próximo milenio, de las que solo completó cinco: levedad, rapidez, exactitud, visibilidad y multiplicidad. Treinta años después, Trump se saltó la exactitud, porque es él quien determinaría lo que es falso, y abrazó las demás recomendaciones: hay que alivianar el discurso, hay que usar 140 caracteres, hay que estar en todos lados y opinar de todos los temas. Estar
en todas partes para vender imagen (bolsillo) pero no lo suficiente como para quedar pegado a nada y, en todo caso, embarrar el campo dispersando falsedades (ignorancia): esa es la cultura en la “era” Trump. Pobre Calvino. Para concluir por lo pronto, cabe detenerse en algunas respuestas de distintos sectores ante el embate de un autoritarismo cultural que ni siquiera se disimula. A nivel macro, la tríada favorita de la academia norteamericana y de ciertos sectores de la izquierda—raza, género y clase— hace su aparición cotidianamente en las noticias estadunidenses. Trump y sus comentarios tibios sobre los supremacistas blancos; Trump como sexópata; Trump y su denuncia de los medios, en una versión del ellos vs. nosotros casi como si fueran clases sociales. ¿Qué ha hecho la cultura con esto? Sacar películas como Get Out para explorar y cuestionar las relaciones raciales; poner de moda la serie televisiva The Handmaid’s Tale (1985), basada en la novela de la canadiense Margaret Atwood, y crear una explosión mediática y controversial a partir del #Me Too que concluyó provisoriamente con un discurso de otra celebrity, Oprah Winfrey, visto casi como un lanzamiento presidencial; y quejarse del ataque al cuarto poder proponiendo una defensa del periodismo como último bastión democrático —quizá un buen ejemplo de esto sea la recientemente estrenada película The Post, donde la ley les da la razón a los medios por sobre el gobierno—. A nivel micro, ha habido varios sondeos sobre el significado de ser artistas en esta época. En la mayoría de los testimonios de pintores, artistas gráficos, y músicos como Natalie Frank, Tona Brown, Roxanne Jackson y otros, por ejemplo, se nota una voluntad de resistir al status quo y una fidelidad a la idea del arte como una actividad participatoria y comunal (https://www.huffingtonpost.com/entry/artists-respond-presidenttrump_us_582c785ee4b0e39c1fa743a0). Para más ejemplos de artistas y sus respuestas al efecto Trump, puede consultarse la publicación Mother Jones (http://www.motherjones.com/ politics/2017/11/its-been-an-amazing-year-forpolitical-artists-telling-donald-trump-to-shoveit/). Recomiendo especialmente detenerse en el retrato que el artista francés JR instaló en la frontera: un niño de 9 metros de alto se asoma desde el lado mexicano al lado estadunidense. La literatura se toma su tiempo y nos ofrecerá otro tipo de reflexión sobre la cultura, la ignorancia y el bolsillo, que también deberá examinarse. En mi caso, lo que más me ha llamado la atención es la continua degradación del lenguaje y, en consecuencia, la paulatina pérdida de su filo crítico y reflexivo. En su “Prólogo para franceses” de La rebelión de las masas (1930), José Ortega y Gasset anotaba: “La lengua, que no nos sirve para decir suficientemente lo que cada uno quisiéramos decir, revela en cambio y grita, sin que lo queramos, la condición más arcana de la sociedad que la habla”. Casi cien años después, ¿ese uso de la lengua —la lengua de Trump— nos está revelando algo que no queremos ver? Por lo pronto, me hago eco de lo que dice Stephanie Sarley, una de las entrevistadas por el Huffington Post : “el arte es un lenguaje, usémoslo sabiamente”. L *Nacido en Buenos Aires, Pablo Brescia es crítico, escritor y profesor en la Universidad del Sur de la Florida.
PENSAMIENTO
sábado 20 de enero de 2018
p. 08
LABERINTO
ESPECIAL
Berlín, 1932
Fernando del Rey
“Las democracias están siempre en riesgo” El codirector de Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras expone las semejanzas entre los populismos que alentaron el surgimiento del bolchevismo y el nazismo y los que han cobrado fuerza en el presente ENTREVISTA CARLOS RUBIO ROSELL/ MADRID
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ara evitar que en nuestros días triunfen las políticas del odio que han dado lugar a oscuros periodos históricos, marcados por la violencia y la crisis, que vieron surgir fascismos como el de la Alemania nazi o totalitarismos como el de la Rusia bolchevique, hay que construir una ciudadanía universal consciente, preparada e imbuida de valores democráticos, una labor que, en palabras de Fernando del Rey, catedrático de Historia del Pensamiento y de los Movimientos Sociales y Políticos en la Universidad Complutense, “es una labor en la que las sociedades en su conjunto deben implicarse, y sobre todo las élites políticas identificadas con el modelo democrático”. “El mejor antídoto contra los enemigos de la democracia, contra los populismos, contra los redentorismos de todo tipo”, afirma el investigador, “es crear ciudadanos conscientes, pluralistas y organizados democráticamente, una labor que pasa por potenciar la escuela y la cultura, y una responsabilidad que atañe a todos nosotros”. Del Rey ha dirigido, junto con el también catedrático de Historia del Pensamiento, Manuel Álvarez Tardío, el volumen de ensayos Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras, publicado por Tecnos, en el que se analiza el momento histórico comprendido entre 1919 y 1939, un auténtico laboratorio político en el cual rivalizaron la democracia liberal, el comunismo, el fascismo y el conservadurismo autoritario. El investigador advierte que, pese a sus diferencias, hay algunas enseñanzas que esa época ofrece
a nuestro tiempo, “en el sentido de que podemos tomar conciencia de que las democracias, incluso ahí donde están más consolidadas, nunca están fuera de peligro, y que la Historia nunca está escrita y se puede volver a situaciones desastrosas”. Por otra parte, de aquellas experiencias “se pueden extraer conclusiones que ahora resultan útiles; por ejemplo, lo fundamental que es preservar esas democracias, lo fundamental que es construir importantes liderazgos democráticos, educar a nuestras élites políticas para que asuman esas responsabilidades y no se dejen tentar por los peligros que amenazan a las democracias y que aún siguen amenazándolas, como lo son las oleadas de populismo de extrema derecha e izquierda”. En ese sentido, Del Rey considera que para equiparar el ascenso de líderes como Donald Trump con el ascenso de personajes como Adolf Hitler, hay que tener en cuenta que “son épocas muy distintas: lo de los fascismos en la primera mitad del siglo XX o lo del bolchevismo y el comunismo no encuentra ahora parangón. Sin embargo, lo que ocurre en Estados Unidos con Donald Trump es un hecho anómalo, porque durante todo el siglo XX Estados Unidos, junto con Gran Bretaña, fueron los grandes arsenales de la democracia. Que en ese país tan grande, vecino de México, ocurra lo que ha ocurrido, no deja de ser preocupante. Ahora bien, frente a eso debemos confiar en el sistema de contrapesos que tiene la democracia norteamericana, que ha funcionado muchas veces a lo largo de la Historia y que parece ser que sigue funcionando, pues a Trump se le han parado los pies varias veces. De cualquier forma, es preocupante que el máximo responsable de esa democracia y del país más poderoso del mundo tenga el discurso que tiene, un discurso xenófobo, racista e intolerante”.
Para Del Rey, el asunto clave respecto al surgimiento del populismo que encabeza Trump está en “una serie de discursos de salvación, que en realidad son muy viejos y se han vuelto a resucitar como si fueran una novedad; discursos de regeneración frente a las democracias antiguas, pues en el periodo de entreguerras del siglo XX ese tipo de discursos abundaban. Lo evidente es que los lenguajes políticos, las ideas, los valores que transmiten, contribuyen a erosionar las democracias y las instituciones. Frente a eso, la Historia enseña que hay que actuar con contundencia y pararlos en seco. Muchas veces las democracias se han hundido y se han visto envueltas en problemas por no tener claros sus valores y la contundencia con la que hay que actuar frente a sus enemigos. En ese sentido, la palabra y los discursos son muy peligrosos, sobre todo los discursos simplistas, demagógicos, populistas, que ofrecen soluciones mágicas para problemas que son generalmente complejos”. En cuanto a la manera en que los discursos del fascismo, del radicalismo de derecha y del bolchevismo, infectaron de odio y violencia a las sociedades de entreguerras en el siglo XX, Del Rey sostiene que “el contexto propició que fueran eficaces: las consecuencias de la Primera Guerra Mundial; los desastres que generó; la falta de generosidad con los vencidos; el hecho de que aparecieran muchos países que tuvieron que crear sus instituciones representativas desde la nada; los problemas económicos generados por la Gran Guerra más los que luego vinieron con la crisis de 1929; todo ello generó un marco tremendamente problemático que fue aprovechado por los enemigos de la democracia para lanzar sus discursos y arrastrar, como el flautista de Hamelin, a millones de personas detrás de su demagogia discursiva en un momento en que institucionalmente, económicamente, incluso en el mundo de los valores y la cultura, todo se había desmoronado. La civilización liberal que trabajosamente se había construido en el siglo XIX, y que apuntaba hacia un mundo de progreso, se la llevó por delante la Primera Guerra Mundial. En realidad, todo era muy frágil y la euforia democrática que trajo la paz se demostró un espejismo en la mayor parte de los países donde empezaba a despuntar la democracia”. El hecho, observa Del Rey, es que esos discursos cuajaron sobre todo en las clases medias, “que habían sido duramente golpeadas por la crisis y la inflación y se habían empobrecido, al tiempo que algunos países se sintieron humillados por los tratados de paz. Eso generó un caldo de cultivo que propició que tanta gente siguiera esos discursos de salvación, porque al fin y al cabo los discursos autoritarios y totalitarios, en su versión populista, llevan un componente de engaño tremendo”. Una referencia especial merece la Revolución rusa, que en 2017 cumplió su primer centenario. Al respecto, Del Rey comenta que “desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la URRS en 1991, los discursos míticos en torno a la Revolución rusa se han acabado y no han levantado cabeza. En el mundo historiográfico no hay una mirada simpática ni comprensiva siquiera hacia lo que fue aquello, porque al fin y al cabo de aquella revolución surgió uno de los monstruos totalitarios más brutales del siglo XX. Lo llamativo fue no que se supiera ya desde el periodo de entreguerras, sino cómo millones de ciudadanos en el mundo se sintieron deslumbrados por ese modelo político, generando mucha esperanza con la aparición de regímenes similares y movimientos políticos por todo el mundo: Cuba, China, Vietnam, Camboya, Etiopía…”. L
MILENIO
p. 09
sábado 20 de enero de 2018
× A
YA NADIE LLORA POR MÍ
F U EG O
EN LIBRERÍAS
L E N TO ×
SERGIO RAMÍREZ
Alfaguara México, 2017 360 pp.
En su reciente novela, su regreso al género negro, el escritor nicaragüense retoma al inspector Dolores Morales, que apareció en la también novela negra El cielo llora por mí. Para ubicar al lector, siguiendo el esquema de Wikipedia, Ramírez presenta unas páginas acerca del inspector y otros personajes importantes. La desaparición de la hijastra de uno de los hombres más ricos del país es el motivo que desencadena la historia, en la que afloran las “anormalidades de la realidad social y política”, según una fórmula del autor.
TRÁIGANME LA CABEZA DE QUENTIN TARANTINO
Julián Herbert Literatura Random House México, 2017
EL SUBASTADOR
EUGENIO AGUIRRE
Planeta México, 2018 244 pp.
El excéntrico millonario Carlos Thorton no solo es un bon vivant sino un subastador y coleccionista peculiar: acostumbra hacerse de objetos que provocaron la muerte de sus dueños, digamos roperos equipados con guillotina o tenedores y cucharas del siglo XIX impregnadas con altas dosis de arsénico. Thorton no está solo en su rara afición. Como él, otros millonarios y aristócratas mexicanos invierten sus fortunas en ese tipo de macabras antiguallas, por lo que viaja a África o Sudamérica para conseguir reliquias fatales y de paso vivir peligrosas aventuras.
ESCENARIOS Y PROVOCACIONES
CAROLINA FONSECA Y MÓNICA LAVÍN (COMPS.)
Coordinación de Difusión Cultural UNAM México, 2017 266 pp.
Mujeres cuentistas de Panamá y México es el subtítulo de este libro que agrupa a narradoras de ambos países, un abanico amplio de propuestas que dan luz sobre las coordenadas estéticas de autoras como las panameñas Alondra Badano, Giovanna Benedetti, Rosa María Britton, Danae Brugiati Boussounis, Isabel Burgos, Marisín González o Ana Lucía Herrera, entre otras, y que alternan con las mexicanas Rowena Bali, Rosa Beltrán, Ana Clavel, Rosina Conde, Teresa Dey, Ana García Bergua, Julieta García y más.
CALEIDOSCOPIO BRIAN NISSEN
Lumen México, 2017 327 pp.
Aunque es de naturaleza autobiográfica, este libro se niega a hilvanar los recuerdos siguiendo un orden temporal. Va y viene, avanza y retrocede, mientras retrata lugares y figuras de la literatura y la pintura, como Rufino Tamayo, Nicanor Parra, las hermanas Pecanins. No menos picantes son sus inmersiones en el mundo del arte, los códices, el cómic, la pasión erótica, horizontes artísticos antes que una bitácora. El prólogo corre a cargo de Juan Villoro.
LA BRUJA
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA
Ediciones El Milagro México, 2017 108 pp.
En 42 escenas que transitan del verso a la prosa, y aun al guión dramático, y con la intención abierta de acentuar las contradicciones y dinamitar los géneros, Mendiola arriesga una mirada sobre el mal, sobre su presencia material en el mundo y dentro de nosotros. La bruja, el personaje centenario a quien la tradición católica asocia indiscriminadamente con el demonio supremo, se erige como hilo conductor, como amenaza que seduce a la inocencia y, por supuesto, como fuente de inspiración.
Mi reino por una parodia ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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unto a un guiño a Cristina Rivera Garza y su libro Había mucha neblina o humo o no sé qué, un homenaje a Valeria Luiselli y su artefacto verbal La historia de mis dientes, y un happening celebratorio de la obra intraducible de Carlos Amorales, Julián Herbert compone siete relatos más en los cuales la excentricidad atina solo a servir de comparsa al propósito malogrado de desacralizar eso que ciertos atrevidos llaman la necesidad de explicar la “condición humana”. Ese propósito tiene un nombre —parodia— y una declaración de principios: la certeza de que no hay originalidad sino genealogía. Así que por Tráiganme la cabeza de Quentin Tarantino se pasea el espejo irreverente de la parodia. De qué manifestaciones obtiene su impulso apologético: del cómic, el arte conceptual, las novelitas sobre pistoleros del Viejo Oeste, algunos manoseados estandartes de la cultura popular y el cine y una y otra vez el cine. Resulta entonces obligatorio que sus argumentos y personajes sean una versión escritural de esos territorios. En “M. L. Estefanía”, por ejemplo, un ex periodista adicto a la piedra suplanta al autor español y monta una feria itinerante por el noreste de México hasta terminar operando para una banda de extorsionadores dirigida por un alcalde. En “Ninis”, un contorsionista de la cámara expone su vocación por contratar “prostitutas portadoras del VIH para realizar videos de pornografía gonzo en los que soy coprotagonista”. Estas sinopsis son suficientes para calibrar el espíritu con el que Herbert se hace cargo de cierta tradición, o al menos de ciertas presencias culturales: llamando al escándalo, provocando, artificiosa y ruidosamente, un gesto de rechazo que toma el lugar de la valoración estética. Tal pareciera que la literatura debería renunciar a la experiencia del individuo normal para solazarse con la compañía de puros fenómenos. No estaría mal, si al menos renunciara a la vez a querer asegurarse un lugar en el mundo del espectáculo. Porque al mundo del espectáculo, es decir, a la parafernalia dramática y escénica pertenece “Z” —donde unos comedores de carne humana, condenados a un “pestilente estado de putrefacción”, han tomado la Ciudad de México (ya que se trata de escupir sobre la tumba de la originalidad, se vale el lugar común)— y el relato que le da título al libro —en el que un señor de la droga ordena la muerte de Quentin Tarantino porque no soporta el desconcertante parecido que guarda con él— y los demás relatos, aunque demuestren solvencia estilística. No conozco un caso más reciente de escritor que haya sacrificado tan inocentemente sus dotes en aras del gusto populachero. L
CINE
sábado 20 de enero de 2018
p. 10
LABERINTO
ESPECIAL
Alexandro Aldrete
“Quería exponer mi experiencia” Mañana psicotrópica se detiene en el aspecto lúdico del consumo de drogas ENTREVISTA
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
C
on el objetivo de financiar un fin de semana a la playa, un grupo de amigos decide vender sus propias drogas. El problema es que mientras las consumen se la pasan tan bien que postergan su objetivo. Inspirado en una experiencia personal, Alexandro Aldrete filmó Mañana psicotrópica, que aporta una visión placentera alrededor de esas sustancias. La película se presentó en el Festival Distrital en 2016. ¿Por qué tardó casi dos años en estrenarse?
Por nuestra desorganización. El problema de hacer películas sin lana es que se atoran después de la postproducción. Queríamos salir a salas de otra manera pero se complicó demasiado, así que a mediados del año pasado decidimos estrenar en la Cineteca, cuya lista de estrenos es muy apretada. ¿Por qué hacer una película amable sobre las drogas?
Quería salirme del lugar común y del discurso oficial; hablar a partir de mi experiencia. Cuando empezó la guerra contra el narco, en 2007, todavía no tenía el guión, pero en 2010 sentí que el discurso se estaba volviendo violento y la guerra contra las drogas es algo muy complejo. El meollo de mi tratamiento consiste en salirnos de la ideología moralista. Mi experiencia es divertida y amable. ¿Sabía que corría el riesgo de hacer una apología?
Sí, pero tampoco quería caer en eso. Hay una cuestión iniciática o de descubrimiento de la cual se habla muy
poco. California Split, de Robert Altman, fue determinante. Sus protagonistas son dos ludópatas, pero el énfasis está en el placer de jugar y no en las consecuencias de las apuestas. Al verla, tuve claro que ese sería mi camino. Tan se sale de cualquier juicio negativo que la película termina siendo sobre la amistad.
Algunos espectadores me han comentado que mientras ven la película esperan que suceda algo malo. Es verdad que hay un juego de peligros que no se concretan, pero esa lectura se debe más a nuestros prejuicios. Quería enfocarme en el placer y en un grupo de amigos que se la pasan bien, sin caer en lo tonto o superficial. Ayuda usar la estructura de una pieza de educación sentimental y reconciliación.
Quería un personaje introvertido, anti heroico y dramáticamente complicado. Si bien los diálogos parecen banales, la tensión descansa en la imagen y la música. Cuando asumimos que la conclusión no la dictarían los diálogos, definimos el tipo de estética.
HOMBRE DE CELULOIDE
Pero ante la cantidad de muertos que deja el combate a las drogas es difícil salirse del redil de la denuncia o la crítica.
Hay muchas y buenas películas con ese punto de vista. No quería decir algo más al respecto. En México el discurso de “las drogas destruyen” está muy arraigado. La primera vez que vi la película me sorprendió descubrir que mientras los jóvenes se reían, los adultos ponían cara de espanto. Supongo que cuando pase la nube de desgracias, las cosas se verán diferentes. Hace más daño criminalizar las drogas o sacar al Ejército que hablar de las adicciones. Una película determinante en este sentido es Trainspotting.
Hay dos tipos de películas sobre las drogas: las alocadas, que recrean la experiencia física, como Trainspotting; y las de mariguanos divertidos. En ambas hay un juicio: en las primeras alguien muere de sobredosis; en las segundas, los personajes son tratados como tontos. En ningún caso me siento representado por eso. Una película no basta para sacar alguna conclusión. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Historieta de amor
A
costumbrados a que Estados Unidos publicite súper héroes cada temporada, cualquier adaptación fílmica que parezca inspirada en el cómic despierta sospechas. Y en efecto, La forma del agua tiene un espíritu que recuerda al cómic, pero al cómic mexicano. La forma del agua trae a memoria los mejores números de la serie Tesoro de cuentos clásicos que publicó Editorial Novaro allá por 1957. Desde Cronos (1993), Del Toro no ha dejado de referirse a estas historietas que no se parecen a las de ninguna otra parte del mundo. Si los franceses tienen un estilo particular (que vimos recientemente en Valerian y la ciudad de los mil planetas), los japoneses tienen lo suyo. Y los italianos y los belgas. Todas estas culturas usan sus cómics para hacer cine con ellos. Pero en México solo Del Toro ha tenido la inteligencia de usar lo mejor de nuestros cómics para
dar a sus películas la simplicidad, el erotismo y la belleza de una obra que cuenta la historia de un amor entre cierta afanadora muda y un dios del mar. Es cierto que, como sucede con la historieta, los personajes no están desarrollados. Pero lo más importante es la imagen. Porque a decir verdad la película no nos mantiene al borde del asiento y resulta más bien predecible. Sin embargo, vale la pena ver a este monstruo que emerge del agua y con belleza exótica descubre a una mujer que, cuerpo aparte, tiene también una hermosura suficientemente rara como para haberle hecho difícil encontrar el amor. Además, Del Toro se parece a Lovecraft en esto: desprecia el realismo. Ni el cine de uno ni la narrativa del otro buscan retratar la vida como hacen los posmodernos. Hay en ello una
La forma del agua (The Shape of Water ). dirección: Guillermo del Toro. guión: Guillermo del Toro, Vanessa Taylor. fotografía: Dan Laustsen. con Sally Hawkins, Doug Jones, Michael Shannon, Octavia Spencer. Estados Unidos, Canadá, 2016.
declaración de principios: el cine está hecho pasa soñar. Pero a diferencia de las pesadillas de Lovecraft, los sueños de Del Toro dejan un sabor agridulce. Son sueños amorosos y, como el monstruo de La forma del agua, nos hacen creer que el bien es más fuerte que el mal.
Del Toro ha creado un universo propio. Esto es lo más sustancial que puede decirse de un director. Es un universo poblado de princesas, fantasmas, faunos, y en el que ahora habita un tritón que come gatos y da voz a una mujer en esta simple pero estilizada historia de amor. L
MILENIO
p. 11
sábado 20 de enero de 2018
ESCENARIOS
ESPECIAL
Tribulaciones de un hijo Conversaciones con mamá trae a escena a un hombre atormentado que busca un giro en su vida PERIPECIA
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onversaciones con mamá expone el agobio de un hombre maduro que vive una crisis laboral y familiar, en contraste con la despreocupación y el buen ánimo de su madre, una mujer que en la última oportunidad de pasarla bien conduce suavemente a su hijo hacia el objetivo que desea para ambos. Escrita originalmente por Santiago Carlos Oves (Buenos Aires, 1941–2010) y adaptada por el dramaturgo catalán Jordi Galcerán, esta obra es protagonizada por Queta Lavat, quien después de participar en 160 películas —cinco de éstas al lado de Jorge Negrete— y en 40 telenovelas, desempeña su primer papel estelar al lado de Jesús Ochoa, actor de teatro, cine y televisión, quien construye un personaje en lento progreso hacia una nueva conciencia. A punto de cumplir 89 años, la actriz interpreta a una madre ecuánime, a quien la experiencia la ha llevado a dominar la socarronería y a expresarse con un humor que empuja a su hijo a percatarse de una realidad que lo hace infeliz. Queta Lavat, quien sabe colocar muy bien palabras y sonrisas, elabora un personaje más simpático que cálido, que logra su objetivo, por encima del tiempo que le toca estar con vida. Por su parte, Jesús Ochoa, quien construye minuciosamente a su personaje (Jaime), interpreta a un hombre atormentado, casado y con hijos adolescentes, que de visita en casa de su madre, y con su tragedia cotidiana a cuestas, pasa de una sorpresa a otra, al centro de una marea emocional que lo arrastra de la desesperación al hermetismo, en medio
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
Salvador Garcini
de una lucha interna en la que debe vencer prejuicios y ponderar el amor que le tiene a la mujer que lo trajo al mundo. Franco, sencillo y abierto para abordar la diversidad de personajes que le han tocado representar, Ochoa despliega de nueva cuenta su capacidad creativa para hacer transitar a Jaime, entre disgustos y sobresaltos, hasta el berrinche adulto y la aceptación. Al interior de una flamante cocina de aluminio, tiene lugar la reunión de este hombre que busca la posibilidad de salvar su situación económica mediante cambios bruscos en su vida y en la de su madre, con quien no vive desde hace 30 años. El conocimiento profundo que la madre tiene de las debilidades de su hijo, los asuntos que a ella le molestan de su relación con la esposa y la suegra de su descendiente, incluida la añoranza por viejas virtudes y el recuerdo de una breve libertad durante la infancia, son algunas de las armas que utiliza para hacerlo reaccionar. El texto con elementos tragicómicos, que hace al público pasar de la risa al recuerdo y a la lágrima, equivale a una sacudida para quienes creen que llegar a la tercera edad es sinónimo de volverse bulto, y es un recordatorio de que conviene hacer y decir lo que se siente mientras se puede. Con dirección de Antonio Castro —a quien le vendría bien volver a enamorarse de un texto teatral como lo hizo de la obra El filósofo declara de Juan Villoro, donde cada detalle estuvo cargado de significado—, Conversaciones con mamá es un montaje resuelto. La forma descansa en la actriz y el fondo en el actor. L ESPECIAL
La obra protagonizada por Jesús Ochoa y Queta Lavat se presenta sábado y domingo en el Teatro Once de Julio
Garcini: de glorias pasadas MERDE!
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BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
scribo de memoria sin revisar el número de puestas que Salvador Garcini ha realizado en el teatro mexicano. Escribo lo más objetivo que puedo frente a un personaje que empezó en el teatro universitario y terminó en telenovelas para Televisa, pero se niega a dejar el teatro al que siempre regresa con ímpetu, no siempre decoroso y muchas veces demasiado comercial, en la búsqueda de una buena taquilla con actores, más que reconocidos en la escena, famosos. He visto de Salvador Garcini montar a Shakespeare en diversas obras, muy destacadamente Sueño de una noche de verano, en 1979. Realizó varias escenificaciones de La Celestina de Fernando de Rojas con la mismísima Ofelia Guilmain, con éxito de público. O a Ignacio López Tarso haciendo de Picasso, junto a Aracely Arámbula —la madre de los hijos de Luis Miguel—, la que vi pero no comenté. Garcini hoy: primero la taquilla; después, el teatro. Aprendió a concretar repartos donde lo que importa es llevar público a las salas. Vive de glorias pasadas. La canónica crítica de teatro Malkah Rabell lo consideraba talentoso, y hasta “el mejor” de los años ochenta, cuando dirigió Sonata de otoño, de Ingmar Bergman, con Adriana Roel y Alma Muriel. Hoy nadie puede decir que Salvador Garcini pueda revivir su pasado como director de teatro con todas sus consecuencias artísticas, estéticas, de experimentación. No es gratuito que un grupo de la comunidad teatral que hace experimentación en los escenarios de México y difícilmente tiene acceso a lo comercial, gente talentosa y probada con capacidades profesionales, serias, argumente contra la decisión oficial de llevar a Salvador Garcini a la Unidad Cultural del Bosque, a la Sala Xavier Villaurrutia, para que Olivia Collins interprete el drama escrito, producido y dirigido por el susodicho, Cuarteto de una pasión. No la he visto y no la pienso ver, con sinceridad. La decisión ya fue tomada y la obra está a la vista de todos. Salvador Garcini ha tenido los teatros comerciales que ha querido: por sus relaciones, sus éxitos ganados a pulso y el enorme temple para lograr sus objetivos. ¿No se pudieron negar las autoridades? ¿De dónde vino el sí definitivo, cuando Garcini representa todo, menos teatro con sentido de búsqueda, compromiso, independencia o al menos sombras del arte teatral? Ofrecer un teatro del Estado cuando existen tan pocas posibilidades para las nuevas generaciones, ¿se vale? ¿Qué dirían sus contemporáneos Juan José Gurrola, Julio Castillo, Héctor Mendoza o el propio Luis de Tavira? Gente que ha hecho teatro comercial pero nunca dejó sus inicios. En silencio, sin crítica de por medio, la obra avanza a su éxito comercial desde el 11 de enero pasado hasta el 18 de febrero próximo. Temporada para el teatro de taquilla, en un lugar donde la experimentación ha sido primordial. ¿Quién puede explicarlo? L
VARIA
sábado 20 de enero de 2018
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LABERINTO
ESPECIAL
Sin ton ni son TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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provechando que durante la noche cayó una nevada en Berlín, esta mañana visité el Monumento a los judíos de Europa asesinados. Esperaba que la nieve le diera al conjunto de bloques un esplendor que normalmente no tiene, pero me encontré con un sitio lodoso y tan desangelado como cuando se ve bajo el sol, la sombra o la lluvia. Los millares de cajones de piedra tienen tal anonimato y frialdad que se pierde la humanidad, la individualidad y se corre el riesgo de banalizar la muerte con la muerte y echar a cuento la frase de Stalin que por tan conocida me callo. Por eso resultan más conmovedoras las pequeñas Stolpersteine, cuyo nombre quizá venga de lo que en Isaías 8:14 se llama “piedra de tropiezo”, y que frente a ciertos edificios indican los nombres de judíos que los habitaron. En la acera frente al lugar donde me hospedo hay trece de estas Stolpersteine. Dos de ellas hablan de un matrimonio y nos informan que aquí vivieron Julius Herrmann y Frieda Levy de Herrmann, él nacido en 1858 y ella en 1863, ambos deportados al campo de Theresienstadt el 6 de julio de 1942. Ahí, ella murió apenas once días después y él sobrevivió hasta el primero de enero de 1943. Un hombre de 84 años y su mujer de 79. El resto está en lo que sabemos, imaginamos y sentimos. Por eso esas dos pequeñas placas hablan más que los 2711 enormes bloques de concreto del monumento. Si bien el monumento padece el mismo mal que buena parte del arte contemporáneo: no se sabe explicar a sí mismo y requiere de palabras que estérilmente pretenden sustentarlo: “La enormidad y el horror del Holocausto”, dice el texto oficial, “son tales que
Monumento a los judíos de Europa asesinados
cualquier intento por representarlo por los medios tradicionales es inevitablemente inadecuado. El recuerdo del Holocausto nunca puede ser de nostalgia. El contexto del Monumento a los judíos de Europa asesinados es la enormidad de lo banal. El proyecto manifiesta la inestabilidad inherente a lo que parece ser un sistema, que aquí aparece como una cuadrícula racional, y su potencial de ser disuelto con el tiempo. Sugiere que cuando un sistema supuestamente racional y ordenado crece demasiado y se sale de proporción, acaba por perder contacto con la razón humana”. El detalle es que la obra, en vez de hacer crítica a esa banalidad, acaba por acompañarla. El monumento no se conecta con la tragedia que lo inspiró ni parece tener lazos con el pueblo y la cultura, con la
tradición y la historia que no se ha dejado doblegar en siglos. Hace una dedicatoria a los judíos asesinados por el nazismo, cuando los crímenes contra judíos por ser judíos comenzaron siglos antes en Europa. El monumento, monótono, monocromo, sin alma, parece decir: Lasciate ogni speranza. Como si los muertos estuvieran muertos. Esas millones de víctimas que formaron parte de la historia que comenzó cuando Jehová le dice a Abraham: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”, y que encuentra su culminación moderna el 14 de mayo de 1948 con lo que David Ben–Gurión llamó “uno de los más notables e inspiradores logros en la historia de la humanidad”, merecían algo más cercano a lo sublime que unos bloques de concreto sin ton ni son. L
LA GUARIDA DEL VIENTO
ALONSO CUETO ESPECIAL
“Todo se deshace” Q
uizá hasta hace 50 años, en el célebre 1968, algunos de nosotros pensábamos que se podía predecir o proyectar algún rumbo en la vida de nuestras sociedades. Hoy en día, en cambio, cualquier proyección parece imposible. La idea de un futuro a largo plazo es una ficción en la era puntillista del Twitter y el Facebook. En este universo profundamente individualista, definido por la tiranía del éxito inmediato, todos quieren separarse del resto. Los ingleses inventan el brexit para decir que no son europeos. Los catalanes anuncian la independencia para afirmar que no son españoles. Donald Trump lidera un movimiento para afirmar que Estados Unidos no tiene nada que ver con el resto del mundo. Su reciente comentario sobre Haití y El Salvador como “países de mierda” lo vuelve a pintar como un caudillo cerrado y despreciable. El mundo hoy está lleno de caudillos y tiene pocos líderes.
La literatura siempre encontró los medios para expresar los movimientos sociales. El Instituto Fativa ha encontrado que el poema más citado en el mundo los últimos dos años es “La segunda venida”, una joya que William Butler Yeats escribió hace casi un siglo, en 1919. Frases del poema aparecen en canciones, títulos de novelas, ensayos y otras obras. Las estadísticas muestran que solo en 2016 el poema de Yeats se citó más veces que en los 30 años precedentes. Yeats escribió el texto justo después de la Gran Guerra y poco antes del inicio de la Guerra Irlandesa de la Independencia. Una de las líneas más citadas es “Todo se deshace. El centro no puede sostenerse”. El poema describe un universo inestable en el que todo parece ir “girando y girando en el creciente círculo” y en el cual “El Halcón no puede oír al halconero”. Sin embargo, Yeats se pregunta si alguna revelación no está cerca e imagina un monstruo en el desierto, una “forma con cuerpo de león y cabeza de hombre, una
William Butler Yeats
mirada vacía y despiadada como el sol”. El final del poema, que no mencionaré, es uno de los más notables y terroríficos que he leído. Este universo sin centro que describe Yeats responde a unas sociedades sin valores, sin bases comunes, sin proyectos colectivos. La idea del mundo “como un dado
roído y ya redondo a fuerza de rodar a la aventura” que aventuró César Vallejo poco antes de Yeats coincide con la visión del poeta irlandés. La poesía siempre tuvo sus pies en la tierra y entendió la marcha del mundo. Pero casi ningún político lee poemas y por eso vamos como vamos. L