Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO ENSAYO
RESEÑA
ÁLVARO RUIZ RODILLA
FEIGUE BERMAN
Pascale Casanova: una geopolítica literaria
Un viaje improbable de Julián Castro
Foto: Duke. Trinity College
SÁBADO 29 DE DICIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 811
Para qué una Constitución Moral Gabriel Vargas Lozano, Luis Xavier López Farjeat/ FOTOGRAFÍA: ARIANA PÉREZ
Foto: Brian van der Brug
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ANTESALA
29 DE DICIEMBRE 2018
CASTA DIVA
El tiempo AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com IMAGEN LÉON FRÉDERIC
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a experiencia de la realidad encuentra su cimiento existencial en la noción de aquí y ahora, en el espacio y el tiempo. Es la relación con lo que vivimos, hacemos, sentimos en un momento y un lugar específico, que provocamos en nuestro sentido de la libertad o aceptamos en un designio de la fatalidad. El arte es experiencia y manifestación del tiempo: la contemplación y la creación suceden en el tiempo, en un presente intransferible que acontece en el individuo, cada acción, decisión y estado que el arte provoca o necesita es una consecuencia del individuo que lo vive, lo enfrenta y lo integra a su estar en el mundo. Las tres niñas pelan patatas, sin levantar la vista, concentradas en su labor están sentadas en una sucesión de movimientos, las cáscaras rizadas caen en el suelo, los vestidos rojos dan armonía y fraternidad a la escena, a espaldas de la niña mayor la puerta abierta se prolonga en una fuga, la profundidad plantea un trayecto. El tiempo pasa mientras ellas pelan las patatas, ellas lo experimentan a través de su labor, y el espectador mira la obra pintada en 1896 por el pintor belga Léon Frédéric, y la contemplación sucede en el presente del que mira, en el aquí y ahora que se suma a la memoria y forma parte de las nociones que enriquecen nuestra propia construcción de la realidad. El proceso de creación de Frédéric, la observación de las manos, la mirada, los pliegues de los vestidos se transforman con la invención, el pintor decide cómo es su propia versión de la realidad en la composición, al elegir el color rojo para los vestidos, al matizar el cabello de rojo, y además, en una metáfora de la vida que están por continuar, abre la puerta a un pasillo sin destino visible. Rothko en su pintura Light Red Over Dark Red, de 1957, aplica las capas de color, sumando las capas del tiempo, la sensación de que el pasado queda en el fondo de una continuidad interminable que plasmada detiene la incesante marcha, y permite el instante de contemplación, de entrar a cada uno de los colores, a cada matiz que exigió autonomía para integrarse sin desaparecer. La cotidianeidad nos hace sentir que el presente está “vivo” y el pasado está “muerto”, que el futuro guarda una promesa, el arte rompe con esa noción, y trae sus manifestaciones a una vida perpetua, está vivo en la experiencia de la creación y la contemplación. La sociedad dicta un uso utilitario del tiempo, en el que cada instante debe ser productivo, dar beneficios y capital, el arte desobedece esa imposición, existe en el no hacer, la meditación, la observación. El arte es una liberación que otorga al espíritu el estar y vivir, el arte rompe con la obsesión del desgaste, el arte es eterno.
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Las tres hermanas.
Los hijos del rey. Dirección: Marc Dugain. Francia, 2018.
HOMBRE DE CELULOIDE
El pequeño rey de los deseos reprimidos
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA HIGH SEA PRODUCTION
a tradición del cine europeo se formó en el teatro; la del cine de Hollywood en el circo. Hasta hoy se notan las diferencias. La película francesa Los hijos del rey termina por ser acartonada porque el director no consigue sacar adelante una buena historia solo con buenas actuaciones. El tema se come a la película y deja de ser interesante a pesar de que tiene lugar en un momento tan importante para Europa que no es exagerado decir que un monarca, por no aceptar su homosexualidad, termina por hundir a Francia. Los hijos del rey cuenta la juventud de Luis XV. La película comienza con un niño indefenso a quien su nana defiende del ejército de médicos que a decir de ella han diezmado con sus malas artes a la familia real. Cuando el joven Luis puede volver a Versalles para casarse con una princesa que todavía juega con muñecas, el palacio más que grandioso le resulta frío. Podría creerse que la arquitectura está aplastando al monarca pero no. Es la historia la que aplasta al director. La tradición francesa fue capaz de crear una de las películas más grandiosas de la historia, La pasión de Juana de Arco, solo con la actuación de María Falconetti y un montaje que sigue a la letra a la escuela rusa. Pero Marc Dugain no es
Carl Dreyer a pesar de que en Los hijos del rey quiere emular la tradición de su país contando de modo simple lo más complejo. No es tanto que las actuaciones sean malas. El problema está en la narración. Dugain no se atrevió a contar los elementos más controvertidos de la historia pues en el mundo esquizofrénico que vivimos son políticamente incorrectos. Los biógrafos de Luis el Bien Amado hablan de una homosexualidad que se manifestó a edad muy temprana. Cuando el niño creció, trató de demostrar su virilidad hundiendo al país en más guerras y más pobreza. En esta película el niño meditabundo lo único que dice es que lamenta que el cardenal haya corrido de la corte a su “amigo particular”, el que le enseñó que en el mundo del placer hay algo más que mujeres. Ya se sabe qué. A Marc Dugain le ha dado miedo mostrar la sexualidad de un muchacho tan joven para que no vayan a juzgarlo de pervertido. Tendría que haber visto que hay
Marc Dugain no se atrevió a contar los elementos más controvertidos de la historia
magníficas películas que tocan este tema con contundencia y sencillez. En Coronel Redl, por ejemplo, basta con que un hombre mayor coloque discretamente su mano sobre la de un jovencito para que uno entienda qué está sucediendo. Y queda claro. Muerte en Venecia es tan sutil que se dice que en la España de Franco la doblaron de modo que el público pensara que Gustav mira a Tadzio embelesado porque en realidad ve a un hijo que perdió en la juventud. A decir verdad, no sé si una alteración de semejante tamaño sea posible. Lo que sé es que la homosexualidad del joven Luis debió haber jugado mucho más pero Dugain sabe que hoy, en que se banaliza el sexo, uno puede ser juzgado de pervertido por recordar cosas que Freud escribió en 1905. Mucho se hubiese entendido de la vida de Luis el Bien Amado si Los hijos del rey hubiese tenido la sutileza de una película como Las amistades particulares de 1964. Pero el tiempo que vivimos es raro: las buenas conciencias se escandalizan por tonterías y al mismo tiempo la publicidad y los medios masivos presentan al mundo historias e imágenes perversas. La lucha del joven Luis con sus deseos homosexuales pudo haber producido una gran película; por desgracia, Los hijos del rey no lo es.
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ANTESALA
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POESÍA
Noche VICENTE HUIDOBRO
Sobre la nieve se oye resbalar la noche La canción caía de los árboles Y tras la niebla daban voces De una mirada encendí mi cigarro Cada vez que abro los labios Inundo de nubes el vacío En el puerto Los mástiles están llenos de nidos Y el viento gime entre las alas de los pájaros LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO Yo en la orilla silbando Miro la estrella que humea entre mis dedos Poema tomado de Ecuatorial/ Poemas árticos (Universidad Autónoma de Nuevo León/ El Gólem Editores, 2018).
EX LIBRIS
CALIOPE Y ERASTO/ EKO
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LOS PAISAJES INVISIBLES
Roma IVÁN RÍOS GASCÓN
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@IvanRiosGascon
ocas películas han conseguido un aplauso unánime por parte de la crítica y de otros cineastas como Roma, de Alfonso Cuarón, que después de ganar en festivales se convirtió en un fenómeno mediático dentro y fuera del continente y aguijoneó las expectativas de los cinéfilos con el enganchador calificativo de “obra maestra” y lemas tipo “cine en estado puro”, por lo que la espera para verla se tornó ansiedad hasta su estreno en Netflix, ya que la exhibición en salas fue muy limitada. Aquí es necesario puntualizar que, como Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro también encandilaron a la crítica y a sus colegas con Birdman y La forma del agua, respectivamente, porque los tres compadres, como se les conoce a estos ilustres mexicanos en Hollywood, hallaron la fórmula perfecta para cautivar a las audiencias de distintos colores y plumajes: relatos simples pero dramáticamente bien estructurados, personajes empáticos, preciosismo visual y, obviamente, un pulso narrativo calibrado, elementos que no solo son la columna vertebral de Roma sino que hacen un magnífico contrapeso a los defectos de la cinta, esos clichés y giros argumentales innecesarios en una historia que podía haber sido mejor. Que Roma es una buena peli, ni duda cabe. Que Roma revive ciertas añoranzas es innegable (me llamaron la atención dos o tres artículos de almas chabacanas para las que el gran detalle fue encontrarse de nuevo con la emisión televisiva Ensalada de locos pero, claro, cada quien rememora como le venga en gana). Que Roma trata de lo humano es incuestionable. Sin embargo, me siguen haciendo ruido algunos detalles de la cinta: la nostalgia burguesa que mira al inferior no con afecto sino con condescendencia, los arquetipos más primarios, el guión que estropea lo que Aristóteles llamó anagnórisis (revelación o reconocimiento de un personaje). Es fácil deslumbrar con una cámara, digamos, mostrando el vuelo de un avión a través de un charco jabonoso. Es simple generar indignación exhibiendo arquetipos del machismo: el padre de familia que desaparece luego de un supuesto viaje (qué bueno que Cuarón no lo mandó a comprar cigarros) y después se descubre ante sus hijos sin querer, corriendo como colegial con nueva novia afuera del cine Las Américas, o el tal Fermín, que también huye del cine (y de los brazos de Cleo) y, peor aún, que la agrede y amenaza con el más despreciable de los alardes misóginos en el terregal donde lo entrenan como Halcón. Hablando de esto, ¿era necesario enfrentar a Cleo con el paramilitar en una mueblería ese supuesto 10 de junio de 1971? ¿No bastaba con que ella reconociera el verdadero uso que el tal Fermín le iba a dar al garrote, su juguete fálico? ¿Acaso Cleo, como personaje, y nosotros, como espectadores, somos tan desatentos (llamémoslo así) que requeríamos tamaña explicación? De cualquier modo, Roma, sí, es una buena peli. Cuarón dio en el clavo con una escena majestuosa. Después de la tragedia, Cleo está ensimismada en su cuarto de azotea. La lente de la cámara hace un breve recorrido por la casa: el reloj, las habitaciones vacías con las puertas abiertas, las escaleras. Si algo o alguien se va, las cosas permanecen. La vida, o lo que creemos que es la vida, continúa su lento, imperturbable transcurrir.
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LITERATURA
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La ensayista francesa (1959-2018) imaginó una renovación de la crítica a partir de una sociología del entorno mudable
Pascale Casanova: una geopolítica literaria
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ÁLVARO RUIZ RODILLA FOTOGRAFÍA HERMANCE TRIAY
n una carta a Thomas Carlyle de 1827, Goethe observa la formación de un mundo literario en expansión al que rigen nuevas formas y leyes económicas: “un mercado en el que todas las naciones ofrecen sus bienes”, “un comercio intelectual general”. En la observación de Goethe encontramos una señal temprana del conocimiento que tendrán los intelectuales y escritores sobre el funcionamiento de su propio medio como sistema de intercambios. Es decir, de “mercados verbales”, que ya en Ilusiones perdidas de Balzac se han convertido en lodazal de oportunismo, grilla cínica y prepotencia periodística. A finales de la década de 1930, Paul Valéry, consciente de que recogía el lenguaje financiero de la Bolsa, emplea el término “economía espiritual” y se refiere a un valor “espíritu” (equiparable al del oro y el trigo) que sufre sus propias fluctuaciones, a merced de todo tipo de ataques. En la misma línea de ideas, Valéry Larbaud distinguía el mapa político y el mapa intelectual del mundo. “El primero cambia de aspecto cada cincuenta años; está cubierto de divisiones arbitrarias e inciertas, y sus centros preponderantes
son muy móviles. El mapa intelectual, por el contrario, se modifica lentamente, y sus fronteras presentan una gran estabilidad”, escribe Larbaud. Siguiendo esta veta en la que los escritores preparan una suerte de sociología de su entorno, la ensayista y catedrática francesa Pascale Casanova (1959–2018) imaginó una renovación completa de la crítica literaria. Ferviente lectora de Larbaud y de Braudel, Casanova publicó en 1990 su tesis de doctorado de La Sorbonne, bajo la dirección de Pierre Bourdieu: La República mundial de las Letras, una obra tan ambiciosa como controversial que recuerda, por su intención abarcadora y su búsqueda omnívora, a La ciudad letrada de Ángel Rama. Siglos de historia, condensados en una tesis central, vuelven a nosotros de golpe. El objetivo es derrocar no solo a la crítica literaria formalista, a la insularidad de textos y obras, sino a las historias nacionales de la literatura, al cúmulo de monografías que por lo común tejen el relato de las tendencias y periodos literarios; dejar de lado, también, la crítica metafórica y “poética”, ese prurito de pureza que todo lo reduce a libertad, creación y universalidad. Para lograrlo hay que entrever la existencia de un “espacio literario mundial”, una suerte de superestructura que revela ámbitos de dominación y puntos de conflicto; a partir
de ahí puede cambiar el rumbo de nuestra lectura y comprensión de autores canónicos con abundante bibliografía crítica (Beckett, Joyce, Cioran o Faulkner, por ejemplo). ¿Qué es exactamente esa “República mundial de las Letras” y cómo funciona ese “espacio literario mundial”? Antes que nada, se trata de una representación novedosa, histórica y geográfica —“una historia espacializada”— de la literatura occidental. Evidentemente, parecería que estamos ante un topos imaginario, pero, como veremos, la propuesta de Casanova tiene sentidos muy concretos que permitirán poner en tela de juicio las relaciones entre lengua, nación (esa “comunidad imaginada”, en términos de Benedict Anderson), traducciones, autores y obras. Precisamente, la autora señala que “toda la dificultad para entender el funcionamiento de este universo literario reside, en efecto, en admitir que sus fronteras, sus capitales, sus vías y sus formas de comunicación no están completamente superpuestas a las del universo político y económico”. De modo que La República mundial de las Letras nos mostrará históricamente el camino de la autonomía de la
La originalidad de Pascale Casanova tiene que ver con su radical perspectiva histórica
literatura, de la idea que la literatura ha configurado sobre sí misma y sobre su propio valor. Como apunta Françoise Perus, hasta aquí no hay ningún asunto verdaderamente novedoso, sino una aparente extensión a la historia literaria global de la idea del “campo literario” de Bourdieu. Esta “República” es entonces un espacio que conquistó su autonomía, desmarcándose de otras formas de poder (económico y político), y que se rige según sus propias luchas internas, según un “valor” literario en pugna, un “valor” de reconocimiento al que aspiran escritores y obras, regulado según el mercado de traducciones y de valoraciones críticas o institucionales. La originalidad de Pascale Casanova tiene que ver, en primer lugar, con su perspectiva histórica radical: “La historia (al igual que la economía) de la literatura […] es […] la historia de las rivalidades que tienen a la literatura por objeto y que han creado —a fuerza de negativas, de manifiestos, de resistencia, de revoluciones específicas, de nuevos caminos, de movimientos literarios— la literatura mundial”.
Esta historia de rivalidades (como, por ejemplo, el desarrollo de las lenguas vulgares europeas en el siglo XVI contra la autoridad del latín) nos conduce justamente al punto ciego que tanto las historias nacionales como la idea de universalidad estética velan: la dominación simbólica, en este espacio literario, de ciertas lenguas sobre otras, de ciertos patrimonios literarios nacionales sobre otros. Contra la idea casi teológica y apasionada de los clásicos que fomentó Harold Bloom, Casanova podría parecer de una frialdad racional insensible al arte: los clásicos tienen un valor de antigüedad que ensalza a la nación que los vio nacer; al mismo tiempo, elevan ese valor al rango ennoblecido de lo universal. En nuestra idea de los clásicos, es decir de lo que ha ascendido a canon, está entonces cifrada la regla —arbitraria— de lo que debe ser la literatura: “Los nombres de Shakespeare, Dante o Cervantes resumen a la vez la grandeza de un pasado literario nacional, la legitimidad histórica o literaria que confieren esos nombres […] y el reconocimiento universal —por tanto, ennoblecedor y acorde
con la ideología no nacionalista de la literatura— de su grandeza. […] El ‘clásico’ encarna la legitimidad literaria en sí misma, esto es, lo que se reconoce como La literatura”. Así, las naciones literarias más antiguas cuentan con mayor cantidad de “clásicos” o de “universales”. Acumulan “capital literario”, otra noción clave que recorre la tesis de la ensayista francesa y que toma no de la sociología sino del mismo Paul Valéry. La francesa llega incluso a preguntarse —a partir de los estudios de Priscilla Parkhurst Clark— sobre la viabilidad de emplear indicadores objetivos del volumen de capital literario de un país (número de libros publicados/ año, ventas, tiempo de lectura/ habitante, ayudas para escritores, número de editores y librerías, cantidad de calles, billetes o emblemas que utilizan el patrimonio de escritores, tiempo en medios de comunicación, etcétera). En esta parte de su deambular es en el que Casanova encontró mayores reticencias y una serie de lecturas que la acusaron de eurocentrismo. Es cierto que pueden parecer delicadas sus simplificaciones en torno
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LITERATURA
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a aquellos países “desposeídos”, rezagados en un tercermundismo literario, naciones menos “dotadas literariamente” o, incluso, la “debilidad cultural” de ciertas geografías, como América Latina, cuando cita a Antonio Cándido. Puede dejarnos insatisfechos también su concepción del modernismo latinoamericano, al que despacha veloz como producto del “galicismo mental” de Darío. Pero la erudición y el conocimiento de las tensiones de áreas con menor capital literario (la independencia frente a una lengua de la metrópoli, las formas de la apropiación, síntesis y asimilación de esa cultura dominante, la pugna entre nacionalismo y cosmopolitismo, etcétera) aparecen con asombrosa claridad y detalle. La República mundial de las Letras se tradujo rápidamente a muchas lenguas (al español en Anagrama en 2001; al inglés en Harvard University Press en 2004, por dar dos ejemplos) otorgándole un paradójico estatuto de clásico, avalado por la crítica internacional y la academia. Luego del fallecimiento de Pascale Casanova el pasado 29 de septiembre, tras una larga convalecencia,
La autora de La República mundial de las Letras.
es tiempo de volver a su obra, matizar o extender sus aportaciones, reflexionar sobre la cercanía de ciertos países con ese “meridiano de Greenwich literario”, indagar con ella en la vigencia de la doble historicidad que acompaña desde el nacimiento a todo escritor y a toda obra literaria: su relación de sumisión y emancipación con su propia lengua y nación y, a su vez, la posición de esta nación en el espacio literario mundial. Es curioso que Pascale Casanova no haya logrado posición alguna en el ámbito universitario francés, tan renuente a la sociología de la literatura. Tampoco acabó en facultades de estudios culturales o postcoloniales. Quedó en un margen único que solo a ella le pertenecía. Y nosotros, desde cualquier rincón del mundo, le debemos el haber abierto las puertas a lo que Franco Moretti llamaría más tarde world litterature, y habernos legado una propuesta certera: no un marco conceptual rígido, sino una verdadera “historia literaria de la literatura”, cambiante, erosionada por violencias invisibles y jerarquías durables.
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DE PORTADA
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¿El Estado puede ser promotor de la moralid inmiscuirse en un ámbito que atañe a la liber
Para qué una Constitución El mundo de la eticidad GABRIEL VARGAS LOZANO FOTOGRAFÍA ARIANA PÉREZ
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l presidente Andrés Manuel López Obrador ha integrado una comisión especial para formular, a partir de las opiniones de la ciudadanía, una “Constitución moral”. Lo primero que llama la atención es que este concepto evoca un significado jurídico y, aunque ya ha aclarado que no se trataría de un documento de esta naturaleza, vale la pena insistir en que, como decía Kant, el comportamiento moral depende de una adopción personal y libre, de determinados valores que guiarán nuestra conducta. Sin embargo, la pregunta que considero realmente importante es si la sociedad mexicana requiere una reforma intelectual y moral. Mi respuesta es afirmativa ya que, a mi juicio, nos encontramos viviendo una grave crisis de la moral pública. Para probarlo, solo pensemos en los miles de desaparecidos, asesinados, extorsionados y torturados, en los últimos sexenios, cuyo conocimiento golpea cotidianamente nuestra conciencia moral. A lo anterior agreguemos la existencia de una inaceptable impunidad, el imperio de los desvalores en muchas zonas del país y la escandalosa corrupción de los políticos. Por tal motivo, lo que se requiere en nuestro país es un cambio profundo que nos permita superar esta situación. Esta reforma no es fácil ni puede ser realizada en forma inmediata pero es necesaria y urgente. Para llevarse a cabo se requieren: una explicación seria y rigurosa sobre las causas de los hechos mencionados; la formulación de los principios éticos que deberían normar la conducta de las y los mexicanos; la puesta en marcha de una serie de cambios jurídicos, culturales y
educativos; y, finalmente, un convencimiento de la población sobre las vías para lograr el cambio. Sobre las causas, la ciencia política ha explicado, entre muchos aspectos, cómo se ha formado en nuestro país un sistema corporativo que ha obstaculizado la realización de una auténtica democracia que haga valer la ley y la opinión de la ciudadanía. Sobre los principios éticos, no necesitamos ir muy lejos para encontrar formulaciones muy acabadas en las declaraciones de la Unesco sobre los derechos humanos, el medio ambiente y la genética; además, tendríamos que superar nuestros males ancestrales como la discriminación clasista, racista y sexista (hacia los indígenas, las mujeres y los diferentes); superar el complejo de inferioridad que ha sido inducido como forma de dominación; inculcar el respeto irrestricto a la dignidad del ser humano; la solidaridad, la honestidad, el reconocimiento a la pluralidad de culturas; la búsqueda de un diálogo racional y la permanente autoeducación que Humboldt llamaba bildung. Sobre los cambios jurídicos solo mencionaré, a título de ejemplo, que si la ley no considera un delito grave la malversación de fondos públicos se trata de un permiso implícito para delinquir o que si se necesita sobornar a un funcionario para que cumpla su deber es obvio que se está propiciando la corrupción. Así que mientras no se lleven a cabo cambios en la ley no podrá avanzarse. Nada de esto será posible si no se lleva a cabo una verdadera educación tanto en el sistema escolarizado como más allá de él. En el caso del primero, durante más de tres décadas los gobiernos, siguiendo la
estrategias dictadas por los organismos internacionales, han priorizado la tecnocracia y el mercantilismo eliminando o marginando la educación humanística y lo mismo ha ocurrido en la educación extra escolar. En este amplio campo que penetra hasta la intimidad de los hogares, la responsabilidad la tienen los medios masivos de comunicación, las iglesias, los padres
Por tres décadas, los gobiernos han marginado la educación humanística
de familia (cuando existen) y, en ciertas zonas del país, los mismos cárteles de la droga. De todo esto quiero destacar que los medios de comunicación oficiales han sido sometidos a la lógica de mercado cuando su función no es esa y que la niñez y la juventud se encuentran en gran parte enajenadas por los videojuegos sin que se les guíe para que aprovechen mejor la revolución digital. En el caso de algunas iglesias, se trata de un claro aprovechamiento del sufrimiento y de la ignorancia de
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dad, es decir, rtad individual?
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Control institucional y autonomía moral
n Moral
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LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT
or muchos años la sociedad mexicana se ha visto lastimada por la violencia, la criminalidad, la injusticia, la corrupción y las luchas de poder, por la ambición y la desmesura de la clase política, por la falta de un proyecto de nación suficientemente sólido. Una porción representativa de la ciudadanía recuperó la esperanza de reconstruir este país a partir de las últimas elecciones. A pocos días de la llegada del nuevo gobierno se percibe, sin embargo, una clara polarización social. Varias decisiones y acciones del actual gobierno han ocasionado disenso, disgusto y preocupación. A pesar de la división que se ha generado, el discurso presidencial alude, con bastante frecuencia, a la unidad nacional, e incluso pretende promulgar una Constitución Moral asumiendo que es posible detectar y construir valores comunes a todos los mexicanos. Es necesario, sin duda, mejorar nuestra forma de convivir, ser más empáticos y respetuosos, construir nuevas alternativas de convivencialidad. Viene al caso impulsar el resurgimiento de la ética y la civilidad, restablecer el orden legal y también el moral. Sin embargo, no es claro que el restablecimiento de la moral corresponda al Estado. Su función no es educarnos moralmente, sino garantizar el Estado de derecho, proteger y garantizar la libertad y seguridad de la ciudadanía, así como promulgar leyes justas para el bienestar social. Hay muchos aspectos debatibles en lo que concierne a la relación entre Estado y moralidad. Se puede discutir si las leyes promulgadas desde el Estado se construyen sobre la base de algunos principios morales o si las leyes se interpretan desde algún tipo de postura moral. Se puede debatir, por supuesto, si el Estado debe ser promotor de la moral. Existen muchas dudas a este último respecto. Ni el Estado ni nadie debe intervenir en nuestras decisiones morales. Es cada uno de nosotros quien elige amar al prójimo o involucrarse en actividades filantrópicas. A fin de cuentas, cada quien decide qué hacer con su vida. Nuestras decisiones morales pertenecen al ámbito de nuestra conciencia personal. Si delegamos la moral a instituciones gubernamentales, clericales o de otra índole, se corre el riesgo de que éstas se vuelvan —como ha sucedido— controladoras, represoras y autoritarias. Se sabe, porque es un lugar común, que un logro de la modernidad fue precisamente situar el valor de la autonomía moral por encima del control institucional. Ahora bien, aunque el Estado no deba ser promotor de la moral, muchas veces, en el cumplimiento de sus funciones, promueve leyes que, en efecto, la fortalecen. En otros casos, no obstante, promulga leyes inmorales y, de ser así, lo pertinente es desobedecer. Porque la moral y la conciencia personal están por encima de cualquier institución reprobamos cuando un Estado
promueve, por ejemplo, la segregación o la aniquilación de cualquier sector de la población, tal como hicieran los gobiernos de Sudáfrica y Namibia con quienes no eran blancos, o los nazis con los judíos. Frente a leyes injustas la moral debe imponerse. Si el Estado se asume como el representante de la moral, entonces la libertad y la autonomía de las personas se debilitan o desaparecen. Ninguna Constitución logrará reflejar por completo las innumerables formas de moralidad de las personas. Es imposible anticipar la enorme variedad de los escenarios morales. El Estado no debe institucionalizar la moral. La experiencia nos enseña que, cuando lo hace, las consecuencias son catastróficas: el poder oprime a quienes piensan distinto, así sea una minoría. Si el Estado desea promulgar una Constitución Moral tendrá muchas dificultades en la elección de los criterios y valores morales que piense respaldar. Si hay disenso en la creación de leyes civiles, con mayor razón habrá disenso en la creación de una Constitución Moral. No deben excluirse las preferencias morales de nadie. Si el Estado elige las preferencias de la mayoría tendrá que justificar por qué razón considera irrelevantes las de alguna minoría. Las personas eligen sus preferencias morales a lo largo de sus experiencias vitales. Es innecesario plasmar los ideales morales en un documento gubernamental. Difícilmente ello llevaría al perfeccionamiento moral de las personas. Sería, en realidad, un preámbulo para que el Estado elimine la autonomía personal y se instaure como el regulador absoluto de la moralidad. Algunos representantes del gobierno han declarado que la Constitución Moral no sería un documento jurídico ni pretendería coaccionar a nadie. Si ese es el caso, entonces no es una Constitución sino una simple exhortación al buen comportamiento. Sin embargo, la moral no se enseña en documentos expedidos desde el Estado. ¿Nos interesa restablecer la moral? Construyamos una sociedad más crítica. Trabajemos desde las familias, las asociaciones civiles y las comunidades educativas, en la reinserción y rehabilitación de la cultura, las artes, las ciencias sociales y las humanidades. Infundamos en las nuevas generaciones el pensamiento crítico, la introspección y el autoconocimiento. Enseñemos a los niños y a los jóvenes a pensar y actuar como agentes libres, auténticos y autónomos. No les hagamos creer, de nuevo, que el Estado está aquí para resolver sus vidas. Las instituciones gubernamentales y sus operadores son demasiado falibles como para confiarles nuestra moralidad.
Las personas eligen sus preferencias morales a lo largo de sus experiencias vitales
las personas para su manipulación con fines económicos y políticos (véase el reciente caso de las elecciones en Brasil) aunque sería muy importante que acompañaran el proceso de una nueva moral pública. Los padres de familia también tendrían que ser educados para que cumplan mejor su papel. En el caso de los “cárteles de la droga”, han promovido desvalores en las zonas bajo su influencia como el culto a la muerte, la elevación a la categoría de héroes de los delincuentes y la adopción por parte de hombres y
mujeres jóvenes de una vida rápida y fácil que les procure un bienestar circunstancial sin reparar en el terrible daño que provocan las drogas. Por tanto, no basta un catecismo o una prédica moral. Se requiere una estrategia de múltiple y de largo alcance en lo que Hegel llamaba “el mundo de la eticidad”.
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Profesor investigador del Departamento de Filosofía de la UAM-I y miembro del Comité Directivo de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía.
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Profesor-investigador en la Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana. Su libro más reciente es Razones, argumentos y creencias.
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POLÍTICA
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RESEÑA
La posibilidad real de Julián Castro Un viaje improbable es la autobiografía del demócrata mexamericano que busca la presidencia de EU
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res hispanos aspiran a lo improbable: ganarle el puesto a Trump en 2020. De ellos, Julián Castro es el que tiene la trayectoria política más reluciente: alcalde de San Antonio, secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano en la administración de Obama, dio el discurso de apertura en la Convención Nacional Demócrata de 2012 y fue considerado para vicepresidente cuando Hillary Clinton fue candidata en 2016. Castro tiene en su contra ser demasiado joven, no tener suficiente trayectoria política y ser de origen mexicano. A su favor, acaba de publicar su autobiografía (requisito casi indispensable en Estados Unidos para considerarse presidenciable). Su historia es cautivadora. Encarna la realización del American Dream y describe cómo la administración actual está destruyendo este sueño para los jóvenes estadunidenses de hoy. Un viaje improbable (Hachette) arranca cuando Victoria Castro, oriunda de Coahuila, se queda huérfana y es recogida por unos parientes que la llevan al “otro lado” de la frontera. Su vida se desarrolla en la época de la segregación, cuando había letreros en Texas que prohibían la entrada a perros, negros y mexicanos. La sacan de primaria para que ayude en los quehaceres. Madre soltera, limpia casas ajenas el resto de su vida. Rosie, su hija, estudia y trabaja. Sus años universitarios coinciden con la institución de programas de equidad en el Partido Demócrata, que garantizan la erradicación de la discriminación en el trabajo, y el voto por motivos de raza, sexo u origen nacional. Rosie se beneficia de ellos, pero además participa como líder local del Partido para mejorar la infraestructura y la educación en zonas pobres, y aumentar el registro de votantes y la representación política. Ante la frustración de que no se elijan líderes que representen a los mexamericanos y de que la equidad prometida no llegue plenamente al sur de Texas, Rosie se une a otros líderes mexamericanos y forma con ellos el partido La Raza Unida, que se extiende a varios estados y unifica a la comunidad mexamericana: ricos y pobres, intelectuales y analfabetas. La participación de líderes mujeres ayuda a mitigar el machismo cultural. La historia de Jesse Guzmán es similar a la de Rosie. Como ella, él es universitario, maestro, activista
FEIGUE BERMAN FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA
Castro fue alcalde de San Antonio y miembro del gabinete de Barack Obama.
e hijo de mexicanos. Se enamoran trabajando en La Raza Unida. Jesse deja a su esposa por Rosie. Con la llegada de sus gemelos, Julián y Joaquín, los cuatro se vuelven familia durante diez años. La Raza Unida logra estimular la conciencia política de la comunidad hispana y coloca dirigentes en consejos escolares y municipales de Texas, e incluso al primer alcalde mexamericano en San Antonio. El ímpetu del partido enciende un despertar cultural y artístico: el movimiento chicano. Pero ni la pareja ni el partido sobreviven. Lo que queda de la pareja son dos chiquitines que maman de ambos padres la ambición de superarse más allá de las expectativas y la convicción de que para lograrlo se necesita educación y empoderamiento personal basado en la ayuda a otros. Lo que queda de La Raza Unida es que obliga a que el Partido Demócrata se vuelva más progresista y a que Julián y Joaquín Castro (actual miembro del Congreso representando a Texas) y otros hijos de miembros de La Raza se encuentren ahora entre sus líderes más progresistas. La vida de los mellizos es una
extensión de la vida de su madre. La acompañan a la universidad, a las juntas y protestas políticas. La importancia que Rosie le da a la educación se refleja en la asistencia de sus hijos a escuelas que esperan mucho de sus estudiantes y en la obligación de ser buenos alumnos. El activismo de Rosa se traduce en el interés de sus hijos por el servicio público. Por otro lado, la rivalidad y la simbiosis entre los mellizos les ayuda a triunfar. Becas, esfuerzo y especialmente el programa Affirmative Action (discriminación positiva que ayuda a menguar la desigualdad de circunstancias por diferencia de clase socioeconómica o de raza), les permiten ir a Stanford y a Harvard. Sueñan con ser periodistas, luego abogados. Pero traen en los genes el bicho político y una meta clara: lograr que otros logren lo que ellos lograron, volver realidad el American Dream para otros. Durante y tras sus estudios, siendo abogados y políticos, juntos y por separado, los mellizos establecen programas de servicio público con esa meta. Es decir: establecen programas que crean oportunidades y así mejoran las circunstancias de los desaventajados.
Como alcalde de San Antonio, Julián extiende la educación preescolar gratuita y revitaliza a la ciudad invirtiendo en vivienda pública, reduciendo el precio de préstamos para adquirir un hogar, atrayendo compañías que ofrecen empleos bien pagados. Como secretario de Vivienda en el gobierno de Obama, aumenta la vivienda pública rural y urbana, establece un programa para controlar que la inversión en infraestructura se haga en las zonas más necesitadas y aumenta el acceso a internet y a computadoras gratuitas en zonas pobres. ¿Por qué debe importarle a México Julián Castro? Porque desea legalizar a los once millones de indocumentados, porque rechaza el muro que propone Trump entre México y Estados Unidos, porque su enojo ante las leyes que discriminan y maltratan a la diáspora mexicana es genuino, y porque sus posibilidades de ser presidente de Estados Unidos en el año 2020 son reales. Un detalle: que Julián Castro sea el primer presidente mexamericano nacido un 16 de septiembre, aniversario de la independencia mexicana, es buen augurio.
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29 DE DICIEMBRE 2018
NARRATIVA, ENSAYO Ordesa
Grandes esperanzas
POESÍA EN SEGUNDOS Cuentos completos
Papasquiaro: más biografía VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
E Manuel Vilas Alfaguara España, 2018 387 páginas
Charles Dickens Penguin Clásicos México, 2018 669 páginas
Elena Garro Debolsillo México, 2018 542 páginas
Poeta y narrador, Manuel Vilas escribe una novela de ausencias y desesperanza en la que habla de sus padres muertos, de sus hijos acostumbrados a la indiferencia, de su vida que se desmorona, de su pasado como maestro de escuela secundaria, de su trabajo, sin mayores expectativas, como escritor… Recuerda y escribe, desde la emoción y el desgarro, una crónica que recorre también la vida de la España contemporánea y el desencanto de una generación.
Narrada en primera persona por su protagonista —Pip, un joven pobre y huérfano que asciende socialmente gracias a un inesperado protector—, esta es la última gran novela de Dickens. Una novela que aborda el perene conflicto entre el bien y el mal, que alude a la bondad, la culpa, el deseo, la traición, la naturaleza del capitalismo, y enfatiza el arduo camino de la redención moral. Es una historia de aprendizaje y un impresionante retrato de época.
Con prólogo de Geney Beltrán Félix, este volumen incluye los libros La semana de colores (1964), Andamos huyendo Lola (1980), El accidente y otros cuentos inéditos (1997) y La vida empieza a las tres…, así como “La factura”, relato publicado póstumamente, y los inéditos “Amor y paz” y “Lago mayor”. Todos los temas de Garro se alojan en estas páginas que hacen evidente su alta calidad literaria y su “postura crítica ante la Historia y la realidad”.
Vida irónica. Un ensayo sobre el arte de vivir
El teatro de la mente
Máscara vs. revólver
Richard Bernstein Pollo Blanco Editorial México, 2018 236 páginas
Bruno Estañol Cal y arena México, 2018 188 páginas
Iván Farías, José Salvador Ruiz (compiladores) Editorial Artificios, México, 2018 183 páginas
“Así como la filosofía comienza con la duda, la vida digna de ser llamada humana comienza con la ironía”. Esta máxima de Kierkegaard alumbra el camino del filósofo estadunidense que critica vigorosamente la filosofía académica que, encandilada por la teoría, se olvida de la tradición filosófica del arte de vivir, inaugurada nada menos que por Sócrates, el mayor ironista de la historia. Un libro ameno y profundo sobre el devenir conceptual de la ironía.
En la primera página, Estañol advierte: “Este no es un libro sobre escritores de historias de terror o de historias inverosímiles, sino de aquellos escritores que sacan los terrores de su propia alma y que, en cierta medida, todos habitamos”. Entre los autores de que se ocupa se encuentran Pessoa, Chéjov, Maupassant, Gógol, Nerval, Kafka, Proust, Papini, Pitol, todos ellos “escritores de lo heterodoxo, lo inminente, lo extraño y lo inquietante”.
Diez apasionados de la lucha libre coinciden en esta antología prologada por Daniel Téllez, otro fanático del pancracio. El misterio, el crimen, la intriga y la acción son características de estos cuentos poblados, dentro y fuera del ring, de héroes y villanos. En cada uno de ellos —escribe Téllez—, “la lucha libre se nos presenta mediante episodios y caídas eficaces que construyen un gran combate, el espectáculo del dolor, la derrota, la venganza y la justicia”.
n la engañosa literatura de las drogas, las armas, el crimen y el abuso o la exaltación sexual, triunfan fácilmente las historias o las inspiraciones “eléctricas”, apoyadas en las verdades fácticas del “aquí y ahora” y en la contracultura transfigurada en burguesa forma mastica-vidrios de comunicación. ¿Por qué el tiempo horizontal de La montaña mágica o el espacio sin duración del Cementerio marino o de “Tabaquería” han perdido actualidad e interlocutores efectivos en la práctica de la escritura de hoy? No es difícil comprender por qué. Para el auditorio de Pulp Fiction y Trainspotting o para los fans de los psicodélicos textos rizomáticos casi sin sujeto gramatical, Hans Castorp representa una figura poco atractiva y, a la vez, demasiado dibujada. En la lectura “volcánica” y voluble, el joven creado por Thomas Mann carece de peligro y velocidad. No vale la pena tenerlo presente. Desde la perspectiva de los trazos gruesos y la música como evasión, la curiosidad y el desasosiego del joven de Hamburgo es invisible, inapresable, inexistente. En contraste, el borracho rompe jetas de Bukowski o el criminal sumario de Cormac McCarthy son carismáticos. Así, en la repetición de criaturas y autores golpeados y golpeadores, la vuelta a José Alfredo Zendejas tiene sentido. Personaje de una novela, que milagrosamente salta de la literatura On the road a una narrativa morosa y eficaz en Los detectives salvajes, Mario Santiago Papasquiaro ha cobrado interés: en 2008, el FCE en Madrid publicó Jeta de santo; en 2012, Almadía editó Arte & Basura; en 2016, el FCE reeditó Jeta… en México; y, hace unos días, se presentó como una revaloración. Si dejamos de lado el hecho fundamental de que el “redescubrimiento” de Papasquiaro ha sido un efecto de la sustitución de la obra por el autor, en él encontramos la vitalidad de un “poeta joven”, pero al mismo tiempo hallamos experiencias raídas en certidumbres inconmovibles, disfrazadas de declaraciones iracundas, gimoteos de revelación y rezongos feroces: una inconsciencia de que la impostora violencia gratuita es desde hace muchos años conformismo. Cuando lo leí por primera vez en Aullido de cisne (Al este del paraíso, México, 1996), me gustaban algunos títulos de sus poemas (“La realidad mancha”, “Con el cielo por dentro”) y buenas líneas perdidas en todas partes (“Dibuja en silencio el cuerpo rotundo de ese momento luminoso” —frase paciana— o “Ni tengo sexo/ Ni respeto a nadie”). En la relectura, los poemas se autodestruían en las retahílas inútiles y en la falsa novedad de las diagonales y el uso del número 1. ¿Rechazaba, como dice Juan Villoro, la rebeldía de Papasquiaro porque “era incapaz de aceptar al irregular, al radical”? No. Rechazaba su blandenguería. Su falta de rigor verdadero. El uso pueril, de segunda mano, de los futuristas o de Apollinaire. Hoy puede tener público numeroso en los performance, como señala Hermann Bellinghausen, pero eso no prueba nada. La masa es comercial. Tiene mucho más sentido recobrar a Samuel Noyola o a Luis Ignacio Helguera. Rijosos y, en rima, rigurosos.
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ESCENARIOS
29 DE DICIEMBRE 2018
RESEÑA
ENTREVISTA
El drama de Edgar Allan Poe
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ANDREA SERDIO
a belleza de las narraciones de Edgar Allan Poe es alucinante. Genio perseguido por los demonios del alcohol, en palabras de Jorge Luis Borges, nos legó “espléndidas y atroces maravillas”, muchas de ellas llevadas al cine. Alianza Editorial publicó en 2015 una nueva reimpresión, en dos volúmenes, de los cuentos completos de Poe, con los legendarios prólogo, traducción y notas de Julio Cortázar, quien consigna la temprana orfandad del futuro escritor, nacido en Boston el 19 de enero de 1809, en un hogar de actores maldecido por la enfermedad y la pobreza. Cortázar recorre la vida de Edgar Allan Poe, azarosa, desesperada, con breves intervalos de bienestar. A los 18 años publica su primer libro: Tamerlán y otros poemas, que es un completo fracaso. Toda su experiencia, sus lecturas, su imaginación sin límites, dejan entonces de concentrarse únicamente en la poesía para orientarse también a un género “más vendible”: el cuento, en el que logrará obras maestras como “La caída de la casa de Usher”. Allan Poe tuvo varios empleos, algunos bastante prometedores, todos los perdió por su alcoholismo, que no le impidió seguir escribiendo: poemas, cuentos, ensayos y críticas demoledoras contra los malos escritores y poetas. Su obra da fe de sus tormentos y obsesiones como sucede en “Ligeia”, su cuento preferido, en el que están presentes el opio, el amor imposible, “la transmigración de identidades”, la incurable locura del narrador. “La esfinge”, “Manuscrito hallado en una botella”, “El tonel de amontillado”, “Eleonora”, “Eureka”, son algunos de los cuentos de Edgar Allan Poe. En conjunto —dice Cortázar—, pueden agruparse en ocho categorías: de terror, de lo sobrenatural, de lo metafísico, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, de lo grotesco y satíricos. Entre los más terroríficos se encuentra “El gato negro”, que ha tenido varias versiones cinematográficas. Otra de las obras maestra de Poe es “El pozo y el péndulo”, en donde el protagonista cuenta su historia mientras languidece en la oscura celda a la que lo ha condenado la Inquisición española, paradigma de la brutalidad humana. Con el título de El péndulo de la muerte, la historia fue llevada al cine por Roger Corman y protagonizada por Vincent Price. Para desmentir a quienes lo acusaban de dedicarse solamente a lo mórbido, Poe escribió una serie de “cuentos analíticos”, entre ellos “Los crímenes de la calle Morgue”, en donde aparece el chevalier Auguste Dupin, que volverá a entrar en escena en “El misterio de Marie Rogêt” y “La carta robada”. Este personaje —según Cortázar— es el alter ego de Poe, expresión de su intenso egotismo, de su sed de infalibilidad y superioridad. Poe, quien murió a las 3 de la mañana del 7 de octubre de 1849, nunca abandonó la poesía; durante muchos años trabajó en El cuervo, que corrigió infatigablemente antes de decidirse a publicarlo. Es un poema misterioso, dramático, en el que un hombre llora la pérdida de su amada mientras un cuervo repite a cada momento: “Nunca más”.
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Los protagonistas de Hipnosis para ser feliz aprenden que el desprendimiento lleva a la comunión.
Víctor Audiffred
“Olvidamos que la soledad es necesaria”
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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA MANIVELA FILMS
ansados de topar con pared en cuestiones del corazón, Felipe (Antón Araiza) y Pilar (Ericka Ramírez) se encuentran. Casi de inmediato deciden poner toda la carne en el asador, sobre todo él. A partir de una historia sencilla y sin demasiados trucos, el realizador Víctor Audiffred filmó Hipnosis para ser feliz, una película que nos invita a pensar en la soledad y el significado de lo que entendemos como felicidad. En Hipnosis para ser feliz veo un cuestionamiento de la felicidad como algo imperativo. La película se centra en la gente que busca de manera imperiosa los facilitadores para ser feliz. Soy un cuarentón y he observado que muchas de las personas con quienes convivo, sienten una premura por relacionarse con alguien porque creen que se les escapa la posibilidad de tener una pareja. Esto se debe a que predomina la idea de que para ser feliz uno tiene que sentirse amado. Esta necesidad mueve a uno de los personajes. Desde el inicio del proyecto establecimos como premisa construir un personaje con una intensa necesidad de amar y ser amado. En contraste con su búsqueda, encuentra a Pilar, una chica que cree que las cosas se cuecen a fue-
go lento. Nos centramos en exponer cómo los personajes se desprenden de muchas cosas hasta llegar a una conexión espiritual. La película bien podría dividirse en dos: la primera más intensa y la segunda más introspectiva. La primera parte es una puesta teatral y por eso está cargada de diálogos, arte y sonido. En la segunda parte, cuando empieza el road movie, todo cobra un nuevo sentido porque los personajes se dejan acompañar. ¿Qué recursos le daba el road movie para mostrar esta transición en los personajes? Gracias al road movie podía mostrarlos caminando rumbo a planos cada vez más abiertos y bellos. Nos dio la posibilidad de que los personajes avanzaran hasta llegar al punto en que aprenden a estar consigo mismos. Hay mucha literatura en la película: en la estructura y en la conducta de los personajes. Felipe es librero y Pilar es su espejo. Además, el texto está inspirado en
“Establecimos como premisa construir un personaje con una intensa necesidad de amar y ser amado”
una novela inédita de mi suegro. Cuidamos los diálogos para que tuvieran cierta teatralidad. ¿Cuál es su relación con la dramaturgia? Mucha. En principio, pensamos rodar el primer acto en cámara negra y en un teatro. Después, cuando conseguimos un poco más de dinero y pudimos trabajar en más locaciones, cambiamos de idea, pero sin desprendernos de la teatralidad. Teníamos tan trabajado el texto con los actores que a lo más hacíamos dos tomas de cada escena. Nos dimos el lujo de romper un par de ejes para experimentar y jugar con los encuadres. Percibo un cuestionamiento a la idea de la soledad y el silencio como algo malo. La soledad es necesaria y de pronto nos olvidamos de eso. Me parece maravilloso que dos seres puedan conectarse en un silencio y no en contextos superficiales. Es un fenómeno muy contemporáneo, en el sentido de que vivimos todo muy rápido. Vivimos una época en la que buscamos respuestas rápidas y emociones inéditas o intensas. Por eso me interesaba contar que cuando nos desnudamos espiritualmente logramos tener una conexión que va más allá de la física.
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TERTULIA
29 DE DICIEMBRE 2018
DANZA
PERSONERÍO
Valorar las potencialidades del arte
La cajita de música de Proust
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ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA WORD PRESS
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Integrantes de la Compañía Nacional de Danza.
n días recientes se anunció el nombramiento de Lucina Jiménez al frente del Instituto Nacional de Bellas Artes. La antropóloga de la UAM tiene una probada trayectoria en la creación de proyectos culturales, sobre todo ligados a procesos de arte y educación para la paz, cuyo principal esfuerzo es la fundación del Consorcio Internacional Arte y Escuela ConArte, que trabaja en ciudades del país marcadas por la violencia. La premisa eje del trabajo de Lucina Jiménez ha sido la de reivindicar el arte y la cultura como derechos ciudadanos y no como apéndices con poca atención y valoración de su papel como formadores de seres humanos integrales que vean en la actividad artística una posibilidad de comunicación, expresión, análisis crítico y de transformación de la realidad, comenzando por sus entornos cotidianos. La noticia del nombramiento de Lucina Jiménez regocijó a muchas y muchos profesionales del arte pues en más de una ocasión nos hemos encontrado con ella y reconocemos su lucha por el derecho al arte y la cultura en todos los contextos, principalmente en el de la violencia. La perspectiva de Lucina Jiménez de educar para la paz no se circunscribe al eslogan que muchos centros educativos o métodos de enseñanza anuncian como truco publicitario, sin verdadero interés
por la formación humana trazada por el arte y la cultura como ejes críticos de enseñanza. La visión centrada en las potencialidades del arte es esperanzadora para un país con las condiciones en que vivimos. Sin embargo, el mero nombramiento no es un cambio real respecto a la política cultural de administraciones anteriores. Aunque el trabajo de Lucina Jiménez es reconocible y respetable, ha encontrado su primera contradicción y contrariedad en la escandalosa reducción del presupuesto al área artística y cultural presentada por el equipo de Andrés Manuel López Obrador el 15 de diciembre. Lucina Jiménez ha sido experta en hacer mucho con muy poco, pero la señal enviada desde la cabeza administrativa de gobierno es que la batalla por el derecho al arte y a la cultura tendrá que darse como en el pasado, mientras no exista un cambio epistémico profundo. Es urgente en todas las áreas, pero ahora me refiero centralmente a la del arte: que exista una construcción metodológica de la política cultural que rebase la subjetividad coyuntural
El proyecto encabezado por Lucina Jiménez ya ha topado con la falta de visión y respeto
de quienes encabezan las instituciones. La comunidad artística, incluida la dancística, ha construido espacios de conversación de los que han derivado reflexiones y propuestas serias y comprometidas. Ignorarlos será un error grave. El proyecto encabezado por Lucina Jiménez ya ha topado con la falta de visión y respeto de quienes dirigen las instituciones culturales. El proyecto SaludArte, desarrollado en la Ciudad de México, estuvo asesorado inicialmente por el equipo de ConArte, con Jiménez a la cabeza, y tuvo por objetivo inicial llevar educación artística a las escuelas, iniciando por las de zonas marginadas. Fui testigo de la participación comprometida de muchos profesionales del arte, pero también atestigüé que el entusiasmo de cientos de esos formadores se apagó de modo avasallante al chocar con una administración que copió un método educativo y lo hizo solo en la forma, dejando de lado la perspectiva pedagógica y filosófica que lo acompaña, y burocratizó un proceso que pudo representar una experiencia muy enriquecedora y formadora para los estudiantes. A los artistas los redujo al rol de entretenedores. Mientras no exista la voluntad de ampliar la visión en todos los espacios de gobierno para valorar el potencial del arte, seguiremos en un laberinto sin salida.
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JOSÉ DE LA COLINA
n A la recherche du temps perdu Marcel Proust recreó una época de su vida y de la alta sociedad como un mundo fantasmal que quería volver a la vida, y eso hace de éste el momento “revividor” de la infinita novela: “La marquesa, dándose la vuelta, dirigió una sonrisa y tendió la mano a Swann, que se había levantado para saludarla. Pero, desde que Swann, al dar la mano a la marquesa y casi sin disimulo […], vio el pecho de ella muy cerca, desde arriba, y, al hundir una mirada atenta, seria, absorta, casi pensativa, en las profundidades del escote, las aletillas de la nariz, embriagadas por aquel aroma de mujer, le palpitaron como las alas de una mariposa que busca posarse en la flor entrevista. Bruscamente se arrancó del vértigo que lo había prendido, y la misma marquesa, aunque molesta, sofocó un profundo suspiro, pues a veces el deseo es contagioso”. París, finales del siglo XIX, el salón de los Guermantes y tres personajes: el pedante y esnob señor de Charlus, el viejo elegante Swann, y la otoñal señora de Surgis. Se diría un momento de cajita musical con figuritas que giran en torno de sí mismas al conjuro de la sonata de Vinteuil; pero surge la silenciosa violencia del olfato y la mirada del viejo y aún deseoso gentleman judío, Swann, y un profundo odore di femina y un suspiro de la bella hacen latir las figuras. Poesía en prosa proustiana. En medio de la charla esnob entre Charlus y la marquesa, en el momento casi fugaz (casi, porque en la narrativa proustiana no hay fugacidad, hay la marmolización de la fugacidad de la vida), el escote de ésta es como un abismo de delicia, y la casi violatoria mirada del siempre caballeroso, siempre elegante Swann, ese solo parpadeo de sensualidad sobreviviente, se resuelve en la imagen delicada de la mariposa aleteando sobre una flor que es un busto femenino. La imagen suscitada por la respiración narrativa es como un microcósmico símbolo de la obra entera: en medio de la comedia social estallan y se desarrollan los momentos del deseo y de lo inalcanzable o perdido, y cada célula se reproduce y despliega y va engendrando el conjunto. En busca del tiempo pasado, aunque con un sencillísimo incipit: “Por mucho tiempo me acosté temprano”, pareciera haber comenzado la narración antes de la primera página y continuarla después de la última, desarrollándose infinitamente de ida y vuelta como una cinta de Moebius, pues todos sus motivos, tanto los principales (la historia “autobiográfica” del Yo narrador, los amores de los protagonistas, la sexualidad y la homosexualidad, la memoria involuntaria, la sonata de Vinteuil, el cuadro de Vermeer, etcétera) como los presuntamente secundarios (el seto de espinos, los árboles de Hudismenil, los campanarios de Martinville, la playa de Balbec, etcétera) se tornan leit-motivs a partir de un episodio dizque trivial y en realidad primordial: la magdalena sopeada en la taza de té. Pero desde el contacto de ese bizcocho con el paladar del narrador crecerá contra el olvido la vasta y melodiosa novela que buscará y deconstruirá y reedificará la enorme y delicada catedral del recuerdo gracias a la magia de una prosa sinuosa, fugitiva del punto-y-seguido y el punto-y-aparte.
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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
LABERINTO
29 DE DICIEMBRE 2018
http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto
TOSCANADAS
Perfume de gardenias DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
S
i se propone leer la Ilíada, el primer problema será elegir un libro entre las más de cincuenta ediciones que existen en español. Aquí en mi librero madrileño tengo tres y dejé otras tantas en mi encajonada biblioteca de Monterrey. En los meros arranques, tengo este trío de versiones: “La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles, maldita…”, así como “¡Oh, canta, diosa, la cólera de Aquiles, hijo de Peleo, cólera funesta…” y “Canta, diosa, la cólera aciaga de Aquiles Pelida…”. Ninguna de ellas es la que yo conservo en la memoria: “Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles, cólera funesta…”. Pero no basta con leer un par de páginas para decidir qué edición comprar. El texto es lo más importante, pero habrá distintos formatos de pasta blanda o dura, letra legible o miniletra, páginas anotadas o sin anotaciones, buenos prólogos o malos o inexistentes,
CANTO XXII DE LA ILÍADA
Los troyanos llevan el cuerpo de Héctor.
ilustraciones o pura letra, caras o baratas, prosaicas o poéticas, bilingües o monolingües, con numeración de versos o sin ella, de editoriales respetables o de ediciones patito. Esta variedad es normal, pues estamos ante un texto sagrado. Aquí los dioses apoyan a un pueblo o a otro en la guerra, exigen sacrificios de animales; los seres humanos tratan de engatusarlos, se fomentan valores, se despliega sabiduría y los héroes sirven de ejemplo. En el canto VI se menciona a Dioniso, el dios a quien le tengo más fe, y aquí las versiones distan aun más. Una: “Despavorido, Dioniso se sumergió en el oleaje del mar”. Otra: “e incluso Dionisos escapó y arrojóse a la mar”. Otra más: “y el propio Baco, aterrado, se tiró al mar”. Tres nombres para el mismo dios. El primero, a la española; el segundo, a la griega; y el tercero, en español con escala en el latín. Releí mis Ilíadas porque en estos
días, compartiendo el pan y el vino, mientras escuchábamos “Perfume de gardenias”, volvió a salir la errada leyenda sobre el verso: “De Venus de Citeres”, y alguien dijo que Citeres era un famoso escultor griego. Pues bien, la Ilíada, allá por el canto XV, habla de que Licofrón “había matado a un hombre en la muy divina Citera”, una isla que cualquiera puede ubicar en un mapa al sur de Grecia, y he de decir que en mis tres versiones Citera se llama Citera. Cuenta la leyenda y pintó Botticelli que Afrodita, también llamada Venus, sale del mar y llega a Citera. Así es que no queda sino suponer que, en alguna traducción del griego leída por el compositor Rafael Hernández Marín, Citera haya aparecido como Citeres, o que se trate de una licencia poética porque “Citera” no rima con “mujeres”. Los clásicos sirven para escuchar a la Sonora Santanera. Y para muchas cosas más.
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CAFÉ MADRID
Escarbar en la basura
A
hora que Time ha elegido a un puñado de periodistas como “personas del año”, ahora que el radicalismo avanza a paso firme en varias partes del mundo, ahora que proliferan los mesías políticos, ahora que la abundancia informativa acoge y propaga con descaro una sarta de tergiversaciones y mentiras, ahora que los medios de información se reacomodan en el ámbito público, ahora que ocurre todo eso, conviene escarbar en la basura. Hace ya más de un siglo hubo un grupo de periodistas que se dedicó a exhibir y denunciar las miserias, abusos y corruptelas de una sociedad encaminada hacia la modernidad, mientras un grupo de poder se dedicó a acusarlos de “antipatriotas” y los denostó llamándolos “rastrilladores de basura”. Así los había “bautizado”, en abril de 1906, el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt, en un discurso típico de su política del palo y la zanahoria: “La paciencia del presidente se había agotado con el inicio de la publicación de la serie La traición del Senado, de David Graham Phillips, en la revista Cosmopolitan, que había comprado W. Randolph Hearts. La carga de profundidad contra una de las instituciones más sagradas y corruptas de la nación fue demasiado para él”, cuenta el editor y traductor barcelonés Vicente Campos, quien ha publicado ¡Extra, extra! Muckrakers, orígenes del periodismo de denuncia (Ariel), una antología contextualizada sobre los comienzos de lo que, en la segunda mitad del siglo XX, se llamaría “periodismo de investigación”, ese que luego se ha visto detallado en
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictoir@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA OPEN ROAD FILMS
películas como Todos los hombres del presidente o las reciente Spotlight y The Post. Roosevelt comparó a los reporteros con el personaje de una novela de John Bunyan, que se negaba a recibir una corona celestial porque prefería “rastrillar el suelo en busca de inmundicias”. Y había periodistas, dijo el presidente, que imitaban a ese “rastrillador de estiércol” que se niega a ver el progreso y las cosas buenas de la vida y, en cambio, se centra en las vilezas y los asuntos degradantes.
Roosevelt dijo que los reporteros preferían “rastrillar el suelo en busca de inmundicias”
Lejos de sentirse ofendido, aquel grupo de periodistas señalados se enorgulleció del calificativo y se dedicó a ahondar con mayor ímpetu en las pillerías de la clase gobernante, en el escrutinio de las finanzas públicas y en la denuncia de la explotación laboral de las grandes empresas. Varios de los textos incluidos en la antología de Vicente Campos son los que Arthur y Lila Weinberg eligieron para su antología The Muckrakers, de 1961, reeditada en 2001 por University of Illinois Press. Entre los autores está Upton Sinclair, quien se distinguió por sus investigaciones reveladoras. En 1906 se publicó su novela La jungla, escrita después de una visita a los mataderos de Chicago, donde dio cuenta de las condiciones de trabajo en la industria de la carne. El libro dio pie
Un momento de la película Spotlight dirigida por Thomas McCarthy.
a una averiguación de Roosevelt y del gobierno de Estados Unidos, que culminó con la Pure Food Legislation de 1906, muy bien recibida por amplios sectores de la opinión pública. No obstante, la labor de este grupo de periodistas solo fue notoria durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. “Posiblemente los muckrakers, con su ¿ingenua? aspiración a algo siquiera remotamente parecido a contar la verdad —por no decir defender la democracia o la justicia social—, fueron unas víctimas más de su época acelerada: de repente dejaron de ser necesarios y, antes de que se dieran cuenta, la hierba se había marchitado y los ríos desecado. En cuestión de tres o cuatro años el movimiento se angostó y, para cuando acabó la Primera Guerra Mundial, había caído en el olvido”, señala Campos. ¿Cuáles fueron las causas específicas? Según se desprende de su lectura, la consolidación de la prensa como negocio, a la que no le convenía “molestar” a los anunciantes y a las élites de poder (político y económico), las reformas político-sociales cada vez más afianzadas, las demandas por difamación y el crecimiento de una clase media preocupada por “otras cosas”. Parece que ahora, una vez más, hemos recaído en una situación parecida, ya sea porque se están extinguiendo los medios tradicionales o porque matan a varios de nuestros colegas o porque otros se “adaptan” a los cambios haciendo prebendas. Pero nuestra misión no ha de cambiar y hay que seguir hurgando en la mierda tratando de no ensuciarse.
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