Laberinto No.886 (06/06/2020)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO EN EL BANQUILLO

CIENCIA

TEDI LÓPEZ MILLS

GERARDO HERRERA CORRAL

Conjuras y grietas originarias

Virus: buenos, malos y feos Foto: Shutterstock

SÁBADO 06 DE JUNIO DE 2020 AÑO 16 - NÚMERO 886

Christo: disturbio y minimalismo Sylvia Navarrete/ FOTOGRAFÍA: SHUTTERSTOCK/ THE LONDON MASTABA, SERPENTINE LAKE, 2018

Foto: University of Texas


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ANTESALA

6 DE JUNIO 2020

EN EL BANQUILLO

Conjuras TEDI LÓPEZ MILLS

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onde veo una respuesta sistemática busco una grieta originaria o, en todo caso, la cadena de mando que desemboca en una idea ordenada y prístina de un asunto complejo y caótico. Me ocurre así con las teorías de la conspiración. Si se afirma que un acontecimiento excepcional es, en realidad, una situación preparada de antemano por gente, supongo, muy poderosa y, sin duda, visionaria, mi reacción inmediata es imaginar los factores que fue necesario poner en juego para establecer una causalidad efectiva y para excluir por completo los accidentes. Reconozco que la suspicacia es lúcida, atisba vínculos, ata cabos. Cuando hago preguntas siempre elementales, se me echa en cara mi inocencia: ¿de veras crees que esto pasó así nomás? Nooo… viene de muy arriba. Nos quieren controlar, quitar nuestra libertad, nuestra forma de vida. Las versiones se traslapan y se solapan. En el laberinto de las certidumbres mi propio recelo puede ser conspiratorio; una toma de partido. Acepto la posibilidad y me examino. Según el famoso apotegma de Descartes, “el sentido común es la cosa mejor repartida del mundo”; por lo tanto, cada individuo tiene su razón: lo cual me resulta ominoso. Para Descartes la aptitud de “distinguir lo verdadero de lo falso… es naturalmente igual en todos los hombres”. El desacuerdo o la diversidad obedece a los caminos que elige cada quien y al hecho más simple de que no “consideramos las mismas cosas”. Me atrevo a sospechar que la gentileza de Descartes es más bien irónica. De otro modo, no habría creado El discurso del método. En mis ejercicios introspectivos me desempeño como juez y parte. El sentido común me dicta que la opinión y el pensamiento son, en principio, similares; que la diferencia atañe a la autoridad emisora, acotarían los expertos. Yo opino; usted piensa. La división es correcta y me llena de orgullo su finura. Debo considerar, por ende, que el breve ensayo que escribió Giorgio Agamben el 26 de febrero de este año, “La invención de una pandemia”, equivale a una reflexión filosófica y no a una opinión o a un reflejo coyuntural o político. Aunque entiendo la paranoia, me obnubilan las profecías. Sigo adelante. Hace unas semanas, en una reunión virtual de amigos, se mencionó con entusiasmo al filósofo coreano Byung-Chul Han. Tuve que confesar mi ignorancia. Investigué en la noche. Uno de sus libros célebres tiene un título irresistible: La sociedad del cansancio. Se publicó en español en 2017. La sinopsis de la obra nos explica que “toda época tiene sus enfermedades emblemáticas… A pesar del manifiesto miedo a la pandemia gripal, actualmente no vivimos en la época viral. La hemos dejado atrás gracias a la técnica inmunológica. El comienzo del siglo XXI, desde un punto de vista patológico, no sería ni bacterial ni viral, sino neuronal”. Recuerdo una frase que leí en un periódico al inicio de esta temporada. Se la dijo un chico de Ecatepec a su mamá: “Pinche chino, hubiera hervido al murciélago”. ¿Por qué no?

El sentido común me dicta que la opinión y el pensamiento son similares

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Criaturas fronterizas. Dirección: Ali Abbasi. Suecia, 2018. Puede verse en varias plataformas de streaming.

HOMBRE DE CELULOIDE

Un cuento de hadas para el siglo XXI

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA META FILM

riaturas fronterizas resulta tan extraña y fascinante como su protagonista, una mujer que se nos aparece monstruosa y que, sin embargo, poco a poco resulta entrañable. Tina trabaja en un puesto fronterizo. Es parte de esas fuerzas que eligen al azar a un viajero y le piden “una revisión”. Tina, sin embargo, no elige fortuitamente. Tiene un olfato que es la primera pista de su personalidad, un secreto que comienza a desarrollarse hasta la gran revelación. La película está basada en un cuento de John Ajvide Lindqvist quien no solo escribió el guion de Criaturas fronterizas, Ajvide Lindqvist es también el creador de una de las películas más interesantes en la cinematografía de este siglo: Criatura de la noche, conocida también como Déjame entrar. Una y otra película tienen la misma entrañable profundidad que caracteriza la imaginación de Lindqvist, quien sabe adaptar al siglo XXI los cuentos de hadas de la Europa Medieval. Criaturas fronterizas debe su título no solo al hecho de que Tina trabaje en la frontera; ella misma se encuentra también en la frontera entre el horror y la belleza. Y esta película está dirigida a todos aquellos que, al

menos en la adolescencia, se hallaron en la frontera entre el niño y el adulto, entre la adaptación y el descontento. Como el chico de Déjame entrar, Tina cumple con todas las características de una adolescente que habiendo dejado atrás a la niña que fue ahora se preocupa por el sentido de la vida, el sexo y el amor. En cuanto al director, Ali Abbasi conoce también todas estas fronteras. Y otras más. Ha tenido que cruzar los bordes que dividen al mundo árabe del mundo occidental y hacerse danés a pesar de haber nacido en Irán. Juntos, el director y el guionista han conseguido realizar un cuento digno de Las mil y una noches, una fábula que profundiza sin mojigaterías en temas tan universales como la dificultad para amar. Las sorpresas de la película no solo están construidas con base en golpes dramáticos. Emergen de Tina y de otro extraño ser cuya fealdad trasciende incluso la de los ogros en

Las sorpresas de la película no solo están construidas con base en golpes dramáticos

esos cuentos infantiles en los que Lindqvist se ha inspirado y que, en, Criaturas fronterizas, se concretan en un cuento fantástico de trolls y hadas que emergen de los bosques suecos para instalarse no en el brillo falso de las películas estadunidenses sino en la miseria clasemediera de un barrio obrero. Este hecho produce nuevos vasos comunicantes con Déjame entrar: tanto Tina como aquel niño que se enamoraba de una vampira son proletarios del Primer Mundo y padecen la miseria de pueblos grises en los que habitan seres aún más macabros que los djines de las fábulas persas. En esta película están representados por un grupo de pedófilos que, para seguir en el tono de cuento de hadas, raptan bebés. Criaturas fronterizas es una excelente película en la que, más allá de la hilaridad que le hizo ganar el premio Una Cierta Mirada en el Festival de Cannes, brilla, como suele brillar en las grandes historias infantiles, una moraleja y una invitación. La moraleja es simple: no juzgues a una persona por su físico. La invitación es más demandante. El guionista parece querer decirnos que el mundo sería un poco mejor si siguiéramos lo que es bueno. Independientemente de lo que deseamos para nosotros.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Epitafio y rondel FRANÇOIS VILLON (1431-1463)

El jinete pálido ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

En este solar yace y duerme, al que Amor mató de un dardo, pequeño y pobre estudiante llamado François Villon. De tierra no tuvo un surco. Lo dio todo, nadie ignora: mesas, tablados, pan, canasta. Galanes, decid este verso: Reposo eterno, Señor, dadle, y una claridad perpetua, a quien no tuvo escudilla ni una brizna de perejil. Le raparon cabeza y barba —cual nabo que se rasca y pela. Reposo eterno dadle aquí. Rigor lo mandó al exilio, y en el culo con una pala le dio, pero aun dijo: “¡Apelo!” —que no es término muy sutil. Reposo eterno dadle aquí. Versión: Marco Antonio Campos.

EX LIBRIS

No respirar/ EKO

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@Sobreperdonar

n “Pálido caballo, pálido jinete”, de Katherine Anne Porter, la protagonista, Miranda, quiere gozar al máximo los últimos días de asueto de su pretendiente, el recluta Adam, que parte a la Gran Guerra europea y a lo que ella considera una muerte segura; sin embargo, una temible plaga de gripe la postra en un lecho de hospital. Cuando semanas después, cadavérica y avejentada, Miranda vuelve en sí, se entera que Adam murió contagiado de gripe antes de partir al frente. En 1918, en vísperas del armisticio de la Primera Guerra Mundial, comenzó una pandemia de gripe que amorataba las pieles, inflamaba los pulmones y hacía delirar, y que pronto generaría una de las mayores calamidades sanitarias, económicas y demográficas de la historia moderna, provocando la muerte de decenas de millones. La gripe se propagó globalmente gracias a la enorme movilización de la Gran Guerra y otros conflictos paralelos. No se disponía de ningún tratamiento, ni existían sistemas de salud pública o suficientes profesionales que permitieran mitigar el daño de la enfermedad sobre la población. Pese a su descomunal impacto, esta catástrofe tiene un lugar poco preponderante en el catálogo de horrores del siglo XX y, desde su denominación como “gripe española”, hasta las múltiples incógnitas sobre su origen, morbilidad y mortalidad, la mayor pandemia del siglo XX está llena de interrogantes y equívocos. Laura Spinney, periodista científica británica, escribió hace un par de años El jinete pálido (Crítica, 2018), una visión panorámica de esta enfermedad que trata lo mismo la naturaleza del virus que la produjo que la situación de la medicina a inicios del siglo pasado o las secuelas de la enfermedad en el ánimo y el arte de la década ulterior. Contra una visión que tiende a centrarse en las metrópolis, la autora ofrece postales de la propagación de la enfermedad en distintos países y regiones (India, China, Persia, Brasil, Sudáfrica, Rusia, Alaska) y reflexiones sobre la asimilación de la enfermedad en diversas culturas. En muchos lugares la enfermedad fue concebida como un castigo divino, en otros como una guerra biológica, en otros como producto de los miasmas de los pobres y, por ello, las actitudes hacia la afección oscilaron entre la resignación y la dictadura sanitaria. Por lo demás, para 1918, la medicina no podía ofrecer muchas alternativas: se recetaban aspirinas, quinina, sangrías, o alcohol y tabaco para matar los gérmenes y, por supuesto, abundaban las pócimas fraudulentas. También, cuando la fe en los remedios se agotaba, se acudía a misas, rituales de magia o bodas negras y, a la sombra de la enfermedad, florecieron algunos milenarismos. A pesar de su cauda de destrucción, la pandemia dejó pocos testimonios artísticos directos, aunque la autora sugiere que mucho del gusto mórbido, el ánimo bipolar y la euforia cargada de nihilismo suicida de los años veinte constituyen disimuladas cicatrices de esa traumática peste.

Para 1918, la medicina no podía ofrecer muchas alternativas: se recetaban aspirinas

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DE PORTADA

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Christo: un monstruo del arte contemporáneo

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SYLVIA NAVARRETE FOTOGRAFÍAS WOLFGANG VOLZ © CHRISTO/ WOLFGANG VOLZ © 1972 CHRISTO

Crear disturbios en los espacios intervenidos con decoro minimalista fue la divisa del artista de origen búlgaro, quien murió el 31 de mayo

ace exactamente 25 años, una flecha en llamas estuvo a punto de dar al traste con el “empaquetamiento” del Reichstag de Berlín, apogeo en la trayectoria del artista estadunidense de origen búlgaro Christo. El acto de vandalismo reflejó la indignación de los conservadores alemanes, encabezados por el canciller Helmut Kohl, ante lo que consideraban una trivialización de su convulsa historia moderna: en esta sede se proclamó la República de Weimar en 1918; fue Parlamento del Reich hasta que el incendio intencional de 1933 sirviera de pretexto a Hitler para desatar la furia del nazismo; durante la Guerra Fría, su lúgubre fachada dominó a la ciudad dividida por un muro hasta que, en 1990, congregó en su

explanada los festejos por la reunificación alemana. A lo largo de dos escasas semanas en aquel mes de junio de 1995, el viejo Reichstag semejó un monumental regalo de cumpleaños, en medio de polémicas, recuerdos infaustos y nuevas esperanzas. Un “bello obsequio” para que los cinco millones de visitantes dieran por descontaminado el edificio de sus desechos tóxicos y que, una vez remodelado, éste pudiera recobrar la función de Congreso federal en la capital de la nación reconciliada. Christo Vladimirov Javacheff (Gabrovo, Bulgaria, 1935-Nueva York, 2020) siempre pensó en términos titánicos y actuó con sentido de la oportunidad. Para intervenir el Reichstag, empleó 60 toneladas de polipropileno plateado, 16 kilómetros de cuerda azul, un armazón de acero de 230 toneladas, cuatro grúas, 90 alpinistas y 120 chalanes. La operación requirió dos décadas de negociaciones para convencer al Bundestag


DE PORTADA

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todavía sito en Bonn (los diputados votaron 292 a favor y 223 en contra). Tuvo un costo de 7.5 millones de dólares a cargo del artista y su empresa CVJ Corporation, financiados con un crédito bancario y con la venta de maquetas y bocetos alusivos, de 10 mil a 200 mil dólares cada uno. “A mí me gusta envolver mis cosas con mi dinero”, cacareaba Christo. “Volveremos a estar en quiebra, pero siempre ha sido así”, suspiraba su esposa francesa Jeanne-Claude. En este y otros proyectos, Christo venció a las autoridades recalcitrantes con los argumentos del beneficio simbólico de refrescar instituciones fatigadas, la reactivación económica, el impulso al turismo global y, en menor medida, la aportación estética: “Hasta 1989 Alemania fue un gigante económico y un enano político; en adelante tendrá un papel fundamental en el cambio político de Europa”, vaticinaba en Berlín. Si sus monumentos empaquetados y sus paisajes de Land art gadjetizado con velos iridiscentes dejaron pronto de percibirse como una ofensa al patrimonio histórico y natural, fue porque abrazaron la moda del consumo cultural hedonista y acercaron audiencias masivas al arte público.

En México

Un año antes de la toma del Reichstag, Christo se apersonó en México para dar una charla en el Museo Tamayo, invitado por Gerardo Estrada, entonces director general del INBA. Se rumora que, en un viaje anterior, en 1968, su deseo de empacar el Palacio de Bellas Artes no prosperó: el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez montó en cólera. En todo caso, durante aquella conferencia de 1994, Christo tampoco volvió a la carga, pero des-

granó las intenciones de su trabajo: no inventar utopías en tiempos de derrumbes ideológicos, sino “crear disturbios” en los espacios intervenidos para descontextualizarlos y remasterizarlos con decoro minimalista y cierto humor heredado del dadaísmo. Además de la pasión por el récord, sus obras in situ convocan nociones de libertad e intangibilidad: nadie puede comprarlas, poseerlas ni cobrar la entrada para visitarlas; prescinden de subvenciones del erario y de patrocinios privados; son irrepetibles; y su carácter efímero (quince días a lo más) entraña una poética fugaz e irracional que cuestiona la permanencia del arte sedentario, del arte de museos. “Para ser artista tuve que huir de mi país. No tengo patria. No tengo idioma. Mi inglés es malísimo, mi francés peor y casi he olvidado el búlgaro. Soy un forastero en este mundo. Este ser-forastero es el núcleo de mi trabajo”. De allí su concepción de un territorio nómada con fronteras movedizas a voluntad. Refugiado de Europa Central, a los 21 años abandonó la Bulgaria comunista tras estudiar en la Academia de Bellas Artes de Sofía, donde su madre era administradora. La formación de pintor, escultor y arquitecto, poco compatible con el realismo socialista del bloque soviético, así como las persecuciones de que fue objeto su padre industrial después de la Segunda Guerra Mundial, sin contar la Primavera de Praga que lo sorprendió durante una estadía de teatro de vanguardia, lo incitaron a poner pies en polvorosa. Residió en Nueva York desde 1964.

La hazaña y el gesto

Christo concretó 22 proyectos en total, de 60 planeados. Forró una torre medieval en Spoleto (1968), encor-

tinó con velo naranja un valle de Colorado (1972), maquilló con tela rosa once islas en Florida (1983), enfundó el Pont-Neuf de París (1985), plantó gigantescas sombrillas amarillas y azules en las costas de California y de Japón (1991). Cuatro años después del 11 de septiembre, en Manhattan, sus 7 mil 500 puertas enteladas en color azafrán iluminaron la nieve de Central Park (2005). En 2016, para que los transeúntes tuvieran la impresión de caminar sobre el agua “o quizás en el lomo de una ballena”, religó dos islas lacustres de la región de Bérgamo con puentes flotantes ensamblados con cubos de polietileno, también de tono naranja (el color fetiche de sus obras tardías… ¿en recuerdo del cabello pintado con henna de Jeanne-Claude, fallecida en 2009?). La muerte del artista, ocurrida la semana pasada a los 85 años de edad, le impedirá participar en la envoltura plateada del Arco del Triunfo, en París (2021), que cuenta con el apoyo irrestricto del presidente Macron, y cortar el listón de la exposición con la que el Centre Pompidou reabrirá sus puertas, en julio próximo, tras la crisis sanitaria del covid-19. En una entrevista reciente con Álex Vicente, publicada en el periódico El País, Christo comentaba que siempre se había negado a los homenajes en vida: “Las retrospectivas son para cuando esté muerto. No quiero malgastar un minuto de mi tiempo pensando en el pasado”. De hecho, resulta sintomático que su primera individual tuviera lugar apenas en 2000, en el Gropius-Bau de Berlín, una vez su fama estuvo bien asentada. Pero en

A la izquierda: Christo junto a la imagen de El Mastaba (Proyecto para Los Emiratos Árabes Unidos). A la derecha: Cortina del valle, Rifle, Colorado (1972).

Sus escenificaciones se acogieron a conveniencias de autopromoción gubernamental

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aquella ocasión, se limitó a reunir una selección del material preparatorio de su proyecto para el Reichstag. En una cuantas semanas, la del Centre Pompidou se concentrará exclusivamente en las piezas que realizó en sus años mozos, cuando residió en París de 1958 a 1964 (nótese: “en un minúsculo departamento en la esquina del Arco del Triunfo”), al escapar de Bulgaria vía Praga, Viena y Ginebra. Mientras sobrevivía como podía, “reparando coches, lavando platos en restaurantes y cargando cajas de tomates”, experimentaba con objetos reciclados, carriolas de bebé, cubetas de pintura o tambores de aceite recubiertos de papel y plástico transparente, y acumulaba bosquejos en los que ya germinaba la idea del cambio radical de soporte y de escala. En un collage de 1961, Project for a Wrapped Public Building (Proyecto para un edificio público empaquetado), planteaba desde entonces envolver “un estadio olímpico, una sala de conciertos, un museo, un parlamento o una prisión”. Christo advierte que “empaquetar era fácil y barato”, además de idóneo para transportar las piezas. Cuando adoptó el textil como material definitivo, sus obras “se parecían a las tiendas de los beduinos; tal vez reflejaban el nomadismo de mi vida, y también su fragilidad”. En 1962, una de sus tempranas intervenciones en la vía pública consistió en levantar en la calle Saint-Germain-des-Prés una barricada de 89 barriles de gasolina: titulada La cortina de hierro, en protesta contra el Muro de Berlín construido el año anterior, no fue autorizada por la Alcaldía de París, y Christo solo accedió a desmontarla tras obstruir el tránsito vehicular durante varias horas. Ya sea jugando con emblemas del poder o con panoramas agrestes, la estrategia de Christo se justifica tanto por el infierno burocrático preliminar como por el espectáculo resultante: ambos constituyen, para él, la hazaña y el gesto artísticos. Se ignora qué motivó más su tesón productivo: ¿el arduo cabildeo con las autoridades, las consultas municipales, incluso los juicios penales? ¿El megalomaniaco ocultamiento, bajo un opulento sudario, del sitio por fin conquistado? ¿La batida mediática concomitante? Las escenificaciones de Christo, a final de cuentas, se acogieron a conveniencias de autopromoción gubernamental, en concordancia con la expansión planetaria del viaje de ocio y con el aval de la teoría postmoderna que da primacía al empaque sobre el contenido, y al marketing en detrimento de la sustancia. Christo, quien desde 1994 apareó a su firma el nombre de JeanneClaude (mánager y cogestora, más que coautora), es uno de los últimos monstruos sagrados contemporáneos, que combinó la terquedad inventiva con las herramientas de la sociedad postindustrial, el delirio de grandeza con la ingeniería pesada, la lógica empresarial con la mano de obra maquilada. En vísperas de su muerte, confesaba: “A mí me aburre soberanamente el arte en la actualidad. Yo creo que la gente prefiere tener una experiencia más directa. Sí, eso es, la gente quiere ser libre también en el arte”.

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CIENCIA

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DESMETÁFORA

Virus: el bueno, el malo y el feo Estos organismos son máquinas microscópicas que no tienen mayor objetivo que el de subsistir

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ars covid 2 apareció como una amenaza mundial a la salud en diciembre pasado; habían transcurrido 120 años desde que el primer virus fue descubierto en 1899. El virus que ocasiona el mosaico del tabaco atacando a la hoja de esta planta sigue produciendo pérdidas en su cultivo, pero las variedades resistentes han reducido en mucho los estragos. En cambio, en el tomate, el mismo virus ocasiona hasta un 20 por ciento de pérdidas al año. Este virus de los vegetales se propaga por la ropa, manos y herramientas de los trabajadores que entran en contacto con las plantas infectadas. El virus tiene una forma alargada de 300 nanómetros con 15 nanómetros de ancho que lo hace parecer una varilla —un nanómetro es una mil millonésima de metro—. El virus del Sida es más redondeado y mide aproximadamente 120 nanómetros, que es la misma escala del coronavirus. Los virus son partículas tan pequeñas que no pueden verse con el microscopio óptico; por eso fue necesario esperar la llegada de los microscopios electrónicos para ver su forma y sus partes. No podemos decir mucho de la estética de un virus, pero inevitablemente construimos una imagen de estos complejos moleculares debido a lo que pueden ocasionar. El virus Marburg lleva el nombre de una ciudad alemana pequeña y encantadora asentada a la orilla del rio Lahn al norte de Frankfurt. Fue ahí donde se descubrió y por eso lleva el nombre de ese idílico poblado. El patógeno es considerado uno de los más peligrosos. Produce fiebre alta, calambres, sangrado en las membranas mucosas, piel y varios órganos. Tiene una letalidad de hasta el 90 por ciento. El padecimiento que ocasiona es parecido al del ébola y la dolorosa muerte no es la que uno quisiera. Se ha dicho que es uno de los patógenos militarizados y sin duda uno de los más temidos. Cuando vemos los daños que ocasionan y la manera como operan los virus, solo podemos pensar en ellos como una forma de maldad. Sin embargo, no todos los virus tendrían que ser malos. Después de todo no hay nada que los motive, ni un objetivo más allá de lo que su mecánica molecular les permite, a saber, el seguir existiendo. Miles de virus habitan nuestro cuerpo y algunos de ellos infectan a las bacterias que invaden la mucosa

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA UNIVERSITY OF TEXAS

Imagen del virus Marburg, altamente letal.

del estómago o los intestinos de manera que resultan beneficiosos en nuestras vidas. Los bacteriófagos o simplemente fagos son virus que infectan organismos procariotas —que son aquellos formados por células sin núcleo en que el ácido desoxirribonucleico está disperso en el citoplasma—. Las bacterias son de este tipo, y hay muchos virus que las atacan, de manera que esta sería una manera de controlar a las más perjudiciales. Algunos de estos virus son conocidos desde hace mucho tiempo; por ejemplo, en 1917 se descubrió a un fago que ataca al bacilo de disentería. Sin embargo, el estudio y uso de fagos se pospuso con la llegada de antibióticos. Ahora el problema de resistencia a los antibióticos que presentan muchas bacterias ha despertado el interés

Algunos infectan a las bacterias que invaden la mucosa del estómago o los intestinos

por los fagos y es por eso por lo que se estudia la manera de utilizarlos. Los virus podrían ser el futuro en el tratamiento de enfermedades infecciosas. Puede resultar chocante, pero son la alternativa más prometedora al uso de antibióticos para los que las bacterias han comenzado a desarrollar resistencia. Es cierto que las bacterias también pueden volverse inmunes a los fagos, pero los especialistas consideran que eso es más fácil de superar. En el combate de la salmonella que viene en productos cárnicos los fagos tienen un gran potencial. Se estudian también para el combate a plagas de cultivos, en el tratamiento de aguas residuales y como opción en la mejora de productos alimenticios con alto contenido de bacterias. En muchos laboratorios del mundo se está intentando usar virus para introducir genes en las células. Con ingeniería genética se estudia la posibilidad de desactivar al virus para que no se replique mientras

conserva su capacidad de entrar en la célula. También se está considerando el desarrollo de lo que se ha dado en llamar virus oncólicos. Estos son virus modificados para atacar a las células tumorales, pero no a las células sanas. De lograrse, el virus contaría con medio de replicación solo mientras el cáncer exista y desaparecería cuando el tumor haya desaparecido. De manera que cuando de virus se trata los hay buenos, malos y feos. Si bien es cierto que la palabra virus significa veneno en latín, también lo es que, como tal, puede ser usado en el control de aquello que nos afecta. El bueno, el malo y el feo es una película dirigida por Sergio Leone y estrenada en 1966. Es considerada por muchos como la mejor película del oeste filmada en Italia. En ella, el personaje que hace de bueno es apodado Rubio (Clint Eastwood), quien en un momento memorable dice: “duermo tranquilo porque mi peor enemigo vela por mí”.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Contagio

El árbol enmarañado

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A FUEGO LENTO Las huellas del silencio

Mínimas despedidas México, 2020

David Quammen Debate México, 2020 624 páginas

David Quammen Debate México, 2019 560 páginas

John Boyne Salamandra España, 2020 400 páginas

Considerado el “gran reportero del mundo natural”, Quammen rastrea en esta indagación sobrecogedora el curso de las pandemias en los tiempos recientes. El virus latente en animales que mudó a los seres humanos y provocó el Sida y el H1N1 que trajo la gripa española en 1918, el ébola, el Sars o el virus que provocó la gripe aviar son algunos de los males que ayudarían a entender la llegada del covid-19. El rastreo incluye viajes a la selva centroafricana y a las azoteas de Bangladés.

El descubrimiento de que la información genética no solo se transmite de padres a hijos sino de que también actúa lateralmente es la piedra de toque de este estudio que pone en entredicho muchas de las ideas que tenemos acerca de la evolución. Nuevas preguntas siguieron a este descubrimiento, que dinamitan los conceptos de identidad, individualidad, supervivencia. Como dice Quammen, “no somos precisamente lo que pensábamos que éramos”.

El autor de El niño con la pijama de rayas vuelve con una historia inspirada en la complicidad de la Iglesia católica para encubrir a la red de sacerdotes pederastas en Irlanda. Los hechos se instalan en el presente y dan un vuelco hacia 1970, cuando Odran Yates, su protagonista, ingresa al seminario de Clonliffe. Los esqueletos han salido del armario y ahora debe enfrentar su culpa luego de que las investigaciones judiciales señalan a su círculo más cercano.

La hora de los hipócritas

La luna se ha puesto

El etrusco

Petros Márkaris Tusquets México, 2020 352 páginas

John Steinbeck Edhasa Argentina, 2019 160 páginas

Mika Waltari Edhasa Argentina, 2019 620 páginas

El asesinato de un empresario, reconocido por sus obras benéficas, es el detonador de este thriller policiaco en el que concurren la amenaza terrorista, la venganza y los temores provocados por un enemigo invisible. A medida que se multiplican las víctimas, crece la sospecha de que un grupo enemistado con el poder está detrás del terror. El protagonista, Jaritos, no parece muy dispuesto a dejar su papel de abuelo para detener la escalada de violencia. Suspenso en estado puro.

Aparecida en 1942 en plena Segunda Guerra Mundial, esta novela muestra la visión antibélica de Steinbeck. Cuenta la invasión de un pueblo por un ejército extranjero para controlar sus recursos naturales; se creyó que el trasfondo histórico podía haber sido la invasión nazi a Noruega. La novela tiene como base el diálogo y un tono de comedia que le permite al autor mostrar lo absurdo de la guerra; refleja el punto de vista del invasor, destacando sus debilidades.

Mika Waltari es uno de los más renombrados escritores finlandeses; autor de una vasta y variada obra que incluye poesía, novela, teatro y crítica literaria, ha quedado como uno de los mejores representantes de la novela histórica. En este campo se recuerda especialmente Sinuhé, el egipcio. Por El etrusco, que sale de este esquema, se le ha considerado un digno heredero de Homero, ya que se ocupa del viaje y el regreso a casa. El protagonista debe superar las pruebas de Afrodita.

Profesión: sufrir ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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n uno de los trece cuentos reunidos en Mínimas despedidas (Dharma Books), Lorea Canales ofrece el siguiente argumento: una abogada sin vida amorosa cultiva el deseo obsesivo de conocer a su padre, quien sostuvo un romance adúltero con su madre y se esfumó una vez que la supo embarazada; por intervención del azar, ese padre ausente acude a su despacho para saldar un contratiempo judicial. Y eso es todo. Silencio y un paso atrás. El cuento, “Esperanza”, funciona muy bien para ilustrar la vocación de Mínimas despedidas. Se trata, como en un seminario dirigido a mujeres con agravios de toda clase, de exponer un número determinado de situaciones ejemplares. Frente a nosotros desfilan una madre que recuerda cómo perdió la virginidad, una neoyorquina que sufre amnesia y no acaba de comprender por qué su marido tiene un control absoluto sobre sus movimientos, una mujer programada por su entorno para la única tarea de procrear, una muchachita observando las costumbres relajadas de los miembros de un club de golf… En tiempos decimonónicos, se habría dicho que son cuadros de costumbres con sus tipos sociales, su habla particular, sus atmósferas taxonómicas. No son obra de la inventiva sino de un ojo que procede como la lente de una cámara. Uno desearía que la observación fuera capaz de superar la denuncia. De acuerdo: muchas mujeres padecen el poder patriarcal, muchas mujeres viven con la cabeza enmohecida por el cochambre de la insatisfacción sexual, los pañales y la cocina. Cuando se trata del cuento o la novela, la pregunta es cómo actuar literariamente —y no desde la tribuna feminista que llama a combatir el sexismo y el racismo— frente a tal estado de cosas. Empoderarse es un terminajo que debería relegarse a la arenga civil y política. Mínimas despedidas procura los escenarios deslumbrantes: Nueva York, Boston, Las Lomas, los altos enclaves de Monterrey. La voz narrativa, sin embargo, no parece conocerlos a fondo. ¿En verdad sus habitantes son tan descoloridos, tan… carentes de gracia? Hay un no sé qué de anacrónico y vagamente receloso en esos acercamientos superficiales a un estilo de vida con gran poder adquisitivo que al final no podemos dejar de pensar en la suerte ingrata de quien puso un pie en la mansión de Hugh Hefner y concluyó que el dinero vuelve a la gente esnob y silvestre.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

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TOSCANADAS

Cartas, poemas y chismes DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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asi nunca leo correspondencia ajena. Son textos escritos para una persona específica y no para un montón de curiosos. Hace años, mi entonces editor me regaló Aire de las colinas, un compendio de cartas que el joven Juan Rulfo le dirige a su amada Clara. Lo abrí en una página al azar y sentí vergüenza por andar leyendo frasecillas amorosas que nada tienen que ver con la sublime prosa de Rulfo. Le dije a mi editor “gracias, pero no”, y le devolví el libro. En cambio, las cartas que no pertenecen tanto a la biografía sentimental sino al pensamiento de quienes las escriben pueden leerse con interés. Un caso bien conocido es el de Rainer Maria Rilke con sus Cartas a un joven poeta. No obstante, puestos muy quisquillosos, podría hacerse una edición que fuera al grano, evitando frases como “Debe usted disculparme, estimado señor, por solo

VLADÍMIR MAYAKOVSKI

El poeta y padre del futurismo ruso.

hoy haberme acordado con gratitud de su carta fechada el 24 de febrero…”. Vargas Llosa tiene una versión de cartas a un joven novelista; como no van dirigidas a nadie y a todos, se evita en buena medida el palabrerío fraterno. Los biógrafos encuentran una mina de oro en aquellos personajes que escribieron gran cantidad de cartas en las que informaban, opinaban, aleccionaban y compartían emociones mucho más profundas que el mero “te extraño mucho, corazoncito mío”. Hay varios tomos de cartas de Chéjov, y pueden leerse sin pudor, aunque, por supuesto, hay algunas interesantes y otras no. Sacándoles líneas por aquí y por allá, se puede organizar un manual de escritura chejoviano. Ahora estoy leyendo una biografía de Mayakovski y, ahí sí, las cartas son para dar pena ajena. Más valdría echarlas a un lado. Celos, recriminaciones, lloriqueos, sentimentalismo. “No beso a nadie ni envío mis saludos a nadie en

esta carta sino solo a ti, Lili”. Y en su respuesta, ella le llama a Mayakovski “mi cachorrito”. ¿Me hace falta saber eso? “No estés triste, mi cachorrito, no me he olvidado de ti”. ¡Por dios! En una larga carta, el gran poeta se expresa peor que el tesoro del declamador: “La vida no tiene sentido sin ti. Siempre lo dije, siempre lo supe, ahora lo siento, lo siento con toda mi esencia, todo, todo lo que consideré placentero ahora no tiene ningún valor”. Y encima se presenta correspondencia de sus amantes que lo consideraban “un tormento en la cama” o “soso” en el sexo o mencionaban su “eyaculación precoz”, información que poco sirve para modelar al personaje como poeta. Justo antes de pegarse un tiro en el corazón, Mayakovski escribió su última carta: “No se culpe a nadie de mi muerte y, por favor, nada de chismorreos”. Tal parece que no se ha respetado su última voluntad.

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BICHOS Y PARIENTES

De ferias y bolsas

T

odas las lenguas distinguen, señala Braudel: no es lo mismo un marchante que un hombre de negocios; un négociant que un marchande, un mercante y un negoziante, un tradesman y un merchant, el gran Kaufmann y el pequeño Krämer. Y así como no hay lengua primitiva, en tanto que toda lengua es capaz de expresar el universo entero, o no es lengua, tampoco hay mercado primitivo. El valor y las riquezas son mucho más complejos que la noción de tesoro. Se trata del dinamismo, de los intercambios materiales y simbólicos, donde la riqueza resulta del movimiento y, en muchos casos, del puro azar: la procuración de accidentes afortunados, impredecibles. Lo han dicho autores tan distintos como Fernand Braudel y Gabriel Zaid: el mercado y el capitalismo no son lo mismo. Lo había señalado desde antes, en El progreso improductivo, pero en su Cronología del progreso, Zaid hace ver que “mercado y capitalismo son fenómenos diferentes y en buena parte opuestos… No solo nacen en momentos distintos sino en lugares distintos de la sociedad… El capitalismo no es el mercado sino el control del mercado”. Braudel aclara: “no existe el capitalismo antes de la Revolución Industrial: ¡el capital, sí, pero el capitalismo no!” Muchos gobiernos pusieron cordajes y andamios para que no muriera el mercado. Otros, como el escandaloso caso de México, eligieron preservar un capitalismo de Estado, por encima del mercado. De suyo, el capitalismo es una matriz de jerarquías y desigualdades: es la desecación del mercado por salvar los monopolios. En Civilización material, economía y capitalismo, la segunda de sus

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA

obras magnas, Braudel abunda en las diferencias entre las ferias y la Bolsa de Valores. Las ferias convocan a ricos y pobres; hacen confluir ofertas, recursos, técnicas, inventos, modas, mestizaje culinario; aceleran la circulación de bienes y generan una dinámica compleja y multiforme. Con el tiempo, las ferias han cedido su lugar a las Bolsas, que negocian documentos y dinero financiero. Si las Bolsas son negocios de dinero y bienes; las ferias, de dinero, técnicas, objetos, modos y modas, formas y

Muchas empresas que hoy forman parte del gran capital comenzaron modestamente

costumbres, novedades, sorpresas: son multiplicadoras de cultura. ¿Habrían los historiadores de la Edad Media y el Renacimiento comprendido a fondo sin la obra de Brueghel? Braudel insistió en poner Paisaje con la caída de Ícaro en la portada de su Civilización material. Pero las ferias no son solo dinámica antigua sino moderna, y quiero mostrarlo con una analogía y un puro azar. En la Exposición Universal de París, de 1889, además de las innovaciones técnicas y tecnológicas —como el sorprendente pabellón chileno, de hierro, acero y zinc, que se armaba y desarmaba, y actualmente es un museo en Santiago—, se dio, por pura serendipia, una de las innovaciones más profundas en la historia de la música. Un estudiante pobre, Claude Achille Debussy, se halló frente al modesto

Paisaje con la caída de Ícaro de Pieter Brueghel el Viejo.

pabellón de Java, animado por una orquesta de gamelán (música ceremonial indonesia). Debussy quedó embrujado. Regresó varios días seguidos, solo para escucharla. Había hallado un recurso para salir del dilema de la música diatónica, clásico entre la tonalidad y el cromatismo. Y allí da comienzo el camino de la atonalidad, que marca de raíz a la música del siglo XX. Pero la música se entiende mejor cuando la explica un músico con su instrumento: hay en YouTube una magnífica explicación de Leonard Bernstein (“Bernstein on Debussy”, son dos videos breves). Es despectiva la mirada desde el Estado y las cimas del capitalismo: niegan, o desprecian, la capacidad humana de improvisar, adaptar, inventar y dejarse sorprender. Muchísimas empresas que hoy forman parte del gran capital comenzaron modestamente. Amazon era una librería que conseguía cosas imposibles en la calle; Facebook, una fábrica de encuentros y reencuentros; Twitter, el laconismo informativo y el aforismo ingenioso. Ahora tememos su poder de persecución, su metichismo en la privacidad de la vida y el movimiento privados. La pandemia nos manda a encerrarnos. La mecánica del capitalismo no está amenazada, pero el mercado sí. El business man está mucho mejor parado que el pobre marchante. No podemos imaginar una feria como la de 1889, pero ¿se pueden hacer ferias nuevas con nuevas tecnologías? ¿Propiciar encuentros azarosos, inventar entusiasmos, adquirir destrezas nuevas y nuevas técnicas? Si algo entendimos de Zaid, de Braudel, es que el mercado, en las sociedades libres, no requiere permiso.

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